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ARTÍCULO

Agricultura y actividades pastoriles en el Valle Calchaquí Norte (Salta, Argentina). Exploraciones en torno a la etnografía y la materialidad

Andres Jäkel

https://orcid.org/0000-0003-4905-6796

División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP) / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Paseo del Bosque s/n (CP B1900FWA) La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: andresjakel@gmail.com

Gimena A. Marinangeli

https://orcid.org/0000-0001-9366-214X

División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Paseo del Bosque s/n (CP B1900FWA) La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: gimemarinangeli@gmail.com

Recibido: 18 de junio de 2021
Aceptado: 3 de diciembre de 2021

Resumen

Desde una tradición de trabajos antropológicos y arqueológicos en las áreas de valles andinos mesotermales del Noroeste Argentino, se ha tendido a poner el acento en la agricultura como actividad productiva dominante, considerándose a la cría de animales como una práctica accesoria limitada sobre todo al consumo familiar. Sin embargo, estudios recientes señalan que la cría de animales pudo haber tenido una mayor importancia en la configuración de las estrategias productivas en estas zonas, dando lugar al concepto emergente de agropastoralismo. Este trabajo apunta a explorar las distintas formas en que las actividades agrícolas, y aquellas vinculadas a la cría y pastoreo de animales, se entrelazan en el Valle Calchaquí Norte. Para ello, se recurre al estudio de los aspectos materiales asociados a estas prácticas coordinadas y la información construida sobre la base de trabajo de campo etnográfico, a partir de observaciones y la memoria oral de los interlocutores. Consideramos que este tipo de abordaje nos permitirá establecer pautas que enriquezcan el análisis del registro arqueológico local y tener una mirada integral respecto a la complementariedad de dichas prácticas. Los resultados obtenidos otorgan una primera contribución al abordaje del agropastoralismo en el área, evidenciado a partir del análisis de la materialidad, dinámicas de organización y movilidad coordinadas en los diversos espacios que componen la vida en el valle.

Palabras clave: Agropastoralismo; Noroeste Argentino; Registro material; Etnografías arqueológicas

Agriculture and pastoral activities in the North Calchaquí Valley (Salta, Argentina). Explorations around ethnography and materiality

Abstract

A tradition of anthropological and archaeological work in the mesothermal Andean valleys in Northwestern Argentina usually emphasized agriculture as the dominant productive activity, considering animal husbandry as an accessory practice, mainly limited to family consumption. However, recent studies indicate that animal husbandry may have had a greater importance in the configuration of productive strategies in these areas, raising the emerging concept of agropastoralism. This paper aims to explore the different ways in which agricultural activities and those linked to animal husbandry and grazing entangle in the Northern Calchaquí Valley. To this end, we analyze the material aspects associated with these coordinated practices based on ethnographic fieldwork through observations and local oral memory. We consider that this approach will allow us to establish guidelines that will enrich the analysis of the local archaeological record, resulting in a comprehensive view of the complementarity between these practices. Our results provide a first contribution to the approach to agropastoralism in the area, evidenced through the analysis of the materiality, organizational dynamics, and coordinated mobility in the different spaces in which life in the valley takes place.

Keywords: Agropastoralism; Argentinian Norwest; Material Record; Archaeological ethnographies

Introducción

La literatura disponible acerca del pastoreo de altura en la región andina es muy extensa, contando con numerosas investigaciones adscriptas a distintas corrientes teóricas (Flores Ochoa, 1977; Göbel, 2002; Martel, Zamora y Lépori, 2017; Nielsen, Rivolta, Seldes, Vázquez y Mercolli, 2007; Yacobaccio, 2012, por mencionar sólo algunos). Tales trabajos abordan temas variados alrededor de algunos ejes fundamentales para el estudio del modo de vida pastoril relativos a la movilidad, estrategias productivas, aspectos ambientales, relaciones entre humanos y animales, y organización social (Medinaceli, 2005). Si bien hay un desarrollo muy relevante de aquellas tendencias que otorgan una importancia fundamental a los aspectos ambientales, existe también una fuerte influencia de las ideas que abordan el pastoreo de animales como una práctica que se construye a partir de las distintas formas que asume la relación entre personas, animales y el entorno, y la racionalidad social que las rodea, más allá de los aspectos que hacen específicamente a la subsistencia (Göbel, 2002; Abeledo, 2013).

Sin embargo, en las zonas de valles, tradicionalmente se ha puesto el acento en las prácticas agrícolas por sobre aquellas que se vinculan al manejo de animales (Abeledo, 2013; Browman, 1974; Göbel, 2002; Medinaceli, 2005). Esto se puede apreciar, asimismo, en la extensa trayectoria de investigaciones arqueológicas en el área del Valle Calchaquí Norte (VCN), desde los primeros trabajos con excavaciones sistemáticas realizadas a principios del siglo XX (e.g. Ambrosetti, 1902; Boman, 1908, Debenedetti, 1908), y los subsiguientes de De Lorenzi y Díaz (1973), Gonzalez (1979), Nuñez Regueiro (1974), Tarragó (1974, 1977), Tarragó y De Lorenzi (1976) y Tarragó y Díaz (1972, 1977) entre otros, con una extensa producción que constituye un aporte notable para la arqueología del área, hasta los programas más recientes de investigación para el área llevados adelante desde diversas perspectivas (e.g. Acuto, 1999; Acuto y Gifford, 2007; Baldini y Villamayor, 2007; D’Altroy et al., 2000; DeMarrais, 2001; Leibowicz, Ferrari, Jacob y Acuto, 2015; Páez y Giovannetti, 2014; Páez, Giovannetti y Raffino, 2012; Páez y López, 2019; Páez, Lynch y Besa, 2014; Páez et al., 2016; Rivolta y Cabral Ortiz, 2017; Rivolta, Cabral Ortiz y De Ceceo, 2020; Vitry, 2002, entre otros).

En relación con este aspecto, en la actualidad se han planteado trabajos que proponen alternativas a estas dicotomías en distintos sectores del mundo andino, entre los cuales destacamos el concepto de agropastoralismo como actividad integrada y como modo de vida. Tal es el caso de los estudios llevados a cabo por Finucane, Agurto e Isbell (2006) en Conchopata (Perú), y en el NOA, el caso del Valle de Ambato (provincia de Catamarca, Argentina) en el cual se han realizado extensas investigaciones basadas en múltiples líneas de indagación que sostienen una configuración agropastoril para el pasado local (Dantas, Figueroa y Laguens, 2014; Figueroa, Dantas y Laguens, 2010; Laguens, Figueroa y Dantas, 2013).

En este escenario, el presente trabajo persigue el objetivo de realizar un abordaje analítico acerca de las formas en que el pastoreo de animales se entrelaza con la actividad agrícola en el presente, a partir del trabajo de campo etnográfico. Esperamos que el estudio de los aspectos materiales asociados a estas prácticas integradas nos permita establecer pautas que enriquezcan el análisis del registro arqueológico local, de cara al planteo de un modo de vida agropastoril en el Valle Calchaquí Norte.

Área de estudio

El área de estudio se enmarca en el sector Norte del Valle Calchaquí, en el Noroeste Argentino (Figura 1). Esta subregión ecológica transcurre a modo de franja a lo largo del río Calchaquí con orientación general norte-sur, adyacente al margen oriental de las Sierras subandinas. En la provincia de Salta abarca alrededor de 200 km entre los 24°30’ y 26°30’ de Latitud Sur y 66°20’ de Longitud Oeste entre los 2000 y los 3000 m s.n.m. (Zelarayán y Fernández, 2015). En términos jurisdiccionales comprende cinco departamentos, denominados de norte a sur: La Poma, Cachi, Molinos, San Carlos y Cafayate, en los que gran parte de la población se ubica en el área rural y se dedica a las actividades agrarias (agricultura, cría y pastoreo de animales). Hacia el Norte el valle es más estrecho, allí nace el río Calchaquí a más de 5000 m s.n.m. en el departamento de La Poma, y alcanza una mayor amplitud hacia el sur, a la altura de Cafayate. Las características topográficas de esta área montañosa y sus depresiones intermontanas (coincidentes con alturas mínimas que 2500 m s.n.m. en su porción norte), posibilitan un uso agrícola entre un 2 y 3% de su superficie (Salusso, 2005).

Asimismo, las condiciones climáticas generales son las propias de un ambiente semiárido y templado de los valles de altura, con una marcada estacionalidad en lo que respecta al régimen de lluvias que varía alrededor de los 140 mm anuales. Esta estacionalidad se basa en la existencia de una temporada seca, que va de abril a octubre aproximadamente, y una temporada húmeda que inicia en noviembre y se extiende hasta marzo en la cual se presenta casi el 85% de las precipitaciones anuales (Paoli et al., 2002). Los suelos generalmente son jóvenes de escaso desarrollo de granulometría arenosa a limosa, con buen drenaje, presencia de gravas y guijarros, así como abundantes sales en algunas zonas y bajo contenido de materia orgánica. Estos suelos son muy susceptibles a la erosión eólica lo cual reduce drásticamente su productividad (Zelarayán y Fernández, 2015). Estas características geomorfológicas y climáticas similares, junto a otros elementos compartidos, le conceden cierta unidad al área, como un proceso histórico regional (Cieza, 2010) que está presente también en el análisis de las manifestaciones culturales prehispánicas (González, 1979; Páez et al., 2012; Tarragó, 2003).

La ocupación prehispánica del área data de momentos tempranos, para lo que se infiere un desarrollo aldeano con agricultura incipiente y recolección de productos vegetales (Rivolta y Cabral Ortiz, 2017). Cabe destacar que los Valles Calchaquíes eran, a la llegada de los españoles, un territorio multiétnico donde las poblaciones desarrollaban agricultura bajo riego y pastoreo de llamas y guanacos (Mata de López, 2005). Tras los más de cien años de resistencia de los pueblos diaguitas en el área (Lorandi y Boixadós, 1987-1988), se instituyen hacia finales de siglo XVII las mercedes de tierras como espacios productivos de quienes participaron de la conquista, y de la encomienda de indígenas como forma de explotación de la fuerza de trabajo de los habitantes locales para su labranza (Lera, 2005; Mata de López, 2005). Estas configuraciones de grandes concentraciones de territorio del valle (Lanusse, 2011; Mata de López, 2000; Rodríguez, 2008), dieron origen a propiedades rurales como las haciendas, caracterizadas por destinar extensas superficies de tierra a la producción agrícola o ganadera para abastecer al mercado, conformadas sobre la base de los cultivos de vid, trigo y ganado que se producían en las mercedes de tierra (Mata de López, 2005). De esta manera, con la organización del Estado, se consolida el área como zona de invernada de ganado mular, principal medio de transporte para la mercantilización en el espacio mercantil surandino (Mata de López, 2005), y con posterioridad otras producciones mercantiles sobre la base de estas configuraciones territoriales (Mata de López, 1989).

Figura 1. Área de estudio: Valle Calchaquí Norte, Salta, Argentina.

Abordaje metodológico

Dentro del área de estudio, el trabajo de campo se llevo a cabo en el departamento de Cachi, tanto en la localidad homónima y Payogasta, como en los parajes aledaños. El foco de análisis de este trabajo radica particularmente en la organización de las actividades preponderantes, es decir la agricultura bajo riego y la cría y pastoreo de ganado menor –cabras y ovejas–, ya sea orientada al consumo familiar o a mediana escala, comprendiendo las particularidades de cada una. Las dinámicas estas actividades y su complementariedad, así como la configuración del espacio y prácticas que conllevan, varían muchas veces en relación con las zonas de fondo de valle, pie de monte o zonas altas (Jäkel, 2018). En la Figura 1 se referencian los parajes que constituyen el alcance del abordaje etnográfico, diferenciando las áreas en las cuales se practica la agricultura intensiva. Teniendo en cuenta estas dinámicas y las configuraciones del espacio presentes en las estrategias mencionadas, se procuró contar con relevamientos de campo en distintos lugares representativos.

En este marco, se han realizado alrededor de 30 entrevistas semiestructuradas (Patton, 1990), así como observaciones de las actividades agrícolas y de cría y pastoreo de animales en relación con estructuras asociadas y entrevistas en movimiento (Ingold y Vergunst, 2008). Las mismas transcurrieron en principio en las localidades de Cachi y Payogasta y los parajes adyacentes, y luego en zonas rurales más distantes (Palermo Oeste, Piul, Rio Blanco, Las Pailas, Tonco, Punta del Agua). Estas interacciones permitieron tener una aproximación a categorías descriptivas emic y significaciones de los sujetos acerca de los espacios, prácticas, dinámicas organizativas, entre otras, tal es el caso para el uso de nociones locales como “cerro” que se refiere a las zonas más elevadas y de mayor pendiente, donde no hay asentamientos humanos permanentes y brotan en verano las pasturas naturales, junto con otras nociones que se irán definiendo durante las descripciones.

Con respecto al abordaje metodológico del registro arqueológico, el mismo se compone de dos líneas complementarias. Por un lado, el análisis de las relaciones espaciales entre estructuras asociadas a las actividades descriptas, configurando patrones de emplazamiento variables en función de las características del ambiente, pero también de las dinámicas propias de la actividad, en el marco de un planteo de estudio del paisaje arqueológico local. Los datos utilizados en este análisis provienen de trabajos previos (Jäkel y Minichelli, 2020), y son resultado de un trabajo minucioso de teledetección a escala micro regional, mediante el uso de sistemas de información geográfica e imágenes de sensores remotos.

Por otro lado, se realiza una revisión de la bibliografía disponible en la cual se presentan evidencias basadas en el registro material arqueológico que dan cuenta de la importancia de la cría de animales en el área y sus vínculos con la agricultura. Para el desarrollo sistemático de esta revisión, se establecieron dos ejes fundamentales, el arte rupestre y el registro arqueofaunístico. En este trabajo se exponen solo aquellas evidencias cuyo carácter resulta sobresaliente para el abordaje planteado. A través de estas líneas complementarias se busca establecer una convergencia entre las dinámicas propias de las practicas observadas etnográficamente y su materialidad asociada, de forma tal de establecer pautas generales para el abordaje analítico del registro material arqueológico.

Vínculos entre las actividades agrícolas y pastoriles en la vida cotidiana

En la actualidad, la agricultura bajo riego constituye una de las principales actividades de la población. El grado de dedicación, así como la organización familiar que se dispone hacia la misma, varía muchas veces en función de otras labores como el empleo asalariado, estudio, la migración de parte de la familia hacia otras ciudades, etc.; entre otros aspectos como la posibilidad de contar con los recursos para realizarla —tierra, agua, insumos, entre otros—.

Sin embargo, a través de las recientes investigaciones que venimos desarrollando en el área, cuyos resultados fueron publicados en trabajos previos (Jäkel, 2018; Jäkel y Minichelli, 2020; Marinangeli y Páez, 2019) hemos observado que la agricultura aparece relacionada con otras tareas como la cría y pastoreo de animales, según el tiempo y posibilidades que disponga la familia, y las dinámicas de uso de los espacios donde residen. En este punto, además, hemos registrado variantes de acuerdo con la zona del departamento que se trate, configurando las distintas formas y características en que estas prácticas se desarrollan (Jäkel, 2018). Los interlocutores hacen menciones al respecto, como:

Todos trabajamos la agricultura. Tenemos ovejas, cabras, el hombre trabaja más en la tierra, los chicos o yo cuidamos las ovejas, no las llevamos al cerro porque nos queda lejos, los que están más en la orilla si las llevan. Sembré arvejitas, maíz, habas, papa acá en la huerta para la olla. Cuando tenemos para arrendar ponemos para la producción, ahora este año fue a sociedad (N., Cachi Adentro, comunicación personal, 2014).

Acá son economías familiares, las familias siembran su cultivo en tres, cuatro hectáreas y con eso alcanza para vivir durante todo el año. Y bueno, producen básicamente pimiento para pimentón acá en Payogasta y de ahí con sus pequeñas cabras se dan vuelta. Más alejado de los pueblos se mantiene más así lo tradicional, la siembra que ellos hacen es para autoconsumo y la cría de ganado también (A., Payogasta, comunicación personal, 2015).

Por lo general, la agricultura se realiza tanto en los rastrojos o campos de cultivo, como en las huertas familiares asociadas a las viviendas. Los cultivos se orientan al abastecimiento del consumo familiar y los intercambios a nivel local, y en gran medida al circuito comercial. En el primer caso, suelen ser diversificados y desarrollarse en menor escala, con una organización familiar que emplea por lo general formas de labranza manuales y a tracción animal. Mientras que los cultivos de renta se vinculan con una producción más intensiva en los rastrojos, a mayor escala y con diverso grado de tecnificación y participación de distintos actores en su circuito productivo (Marinangeli y Páez, 2019; Marinangeli, Plastiné Pujadas y Páez, 2016; Pais, 2011).

La organización y formas de labranza en los espacios agrícolas tienen que ver, en gran medida, con la superficie de implementación, la organización familiar de su cuidado en las huertas cercanas a las viviendas, o las dinámicas productivas que rigen en la producción de renta, que se diferencia de aquella de autoconsumo en varios sentidos. Sin embargo, también suele destinarse un espacio para los cultivos diversificados de autoconsumo en estos rastrojos, así como también la participación de la familia en las labores, se realizan intercambios de trabajos con otras personas, entre otras prácticas de raigambre local que también están presentes. Algunas de ellas se rememoran como saberes que están presentes, más allá de su realización:

(…) yo aprendí a hilar y tejer porque mi abuela lo hacía, pero hago para la casa. Con las cabras hacemos y vendemos queso, de diciembre a marzo más que nada, y vienen de Cachi a buscarlos. Hasta 12 años nena o varón pastorean, de adultos los varones nomás, aunque ahora las mujeres también (M., Las Pailas, comunicación personal, 2014).

Algunos siguen llevando las cabras y las vacas al cerro, van a pastar y sacar leña. Mi mamá antes era todas las cabras al cerro, las vacas al cerro, ahora tiene cabritas, pero ya no las manda al cerro porque está más sola, está ya más acabadita, ya no puede. Yo ayudaba a mi abuelita con las cabras en el puesto, teníamos que cuidar quince días, y quince días se turna el otro, igual que con la siembra lo mismo. Todo el tiempo vivíamos ahí, únicamente en el verano bajábamos a la casa, pero después ya todo el invierno yo vivía en el puesto, en una estancia ahí con mi abuelita (E., Cachi, comunicación personal, 2018).

Antes pagábamos el arriendo con el cuidado de los animales de los patrones. Una vez que falleció papá nos vinimos a vivir en el pueblo y seguimos con la agricultura, pero no ya con esos trabajos que sabíamos hacer antes. Tampoco tenemos cabrito ni oveja, así que tampoco hacemos quesos ni esas cosas que se hacían antes, nunca te faltaba porque carne de vaca no se compraba como ahora (M., San José, comunicación personal, 2018).

Como puede verse en estos fragmentos, las actividades y saberes que conllevan tienen mucho que ver con dinámicas familiares propias de los lugares donde residen, más allá que se realicen o no en la actualidad. Una de las prácticas locales que tiene gran vigencia, es el cultivo de una forrajera como la alfalfa, que se emplea tanto para el alimento de los animales, como para fertilizar los rastrojos (Figura 2). Esta especie fue muy relevante en cuanto a su uso como alimento en la época de predominio de la producción ganadera, hasta mediados del siglo XX (Lera, 2005; Manzanal, 1995; Pais, 2011). En la actualidad, no sólo constituye una reserva de alimento, sino que se utiliza en lo cotidiano en los corrales.

Este aspecto, junto con otros, señala como se dijo anteriormente, la existencia de múltiples dimensiones de entrelazamiento en las actividades agrícolas y aquellas vinculadas a la cría y pastoreo de animales.

Figura 2. Escena de pastoreo en barbecho separado por un cerco de alambre de un campo arado. Se observa una parva de alfalfa asociada al lugar en que se encuentran los animales.

Interacción e interdependencia

Si bien se van realizando cortes, haciendo un uso productivo de la alfalfa para alimentar a los animales propios o vender fardos de pasto, también se suele “bajar” a los animales que pastan en el cerro –como las vacas– a comer la cebada o alfalfa que crece en el rastrojo (Figura 3). En este caso, al retirar los animales se ara la tierra para que se incorporen los nutrientes del guano al suelo, completando el abono de la superficie. Así, se han hecho menciones como:

La alfa está bien linda, tiene siete cortes, va el tercer año de barbecho y pongo para los animales, para las ovejas, vaca. Se deja cinco años, después ya se barbecha y la tierra está linda, más lindo se da todo. Si no tienen animalitos se venden los farditos. Ahí tengo ese abono de vaca, de oveja para desparramar el abono a la tierra, yo lo riego y paso el tractor, químico también uso, pero ya al poroto le gusta mucho el natural (J., Cachi Adentro, comunicación personal, 2015).

Hay varias formas de fertilizar la tierra. El suelo rinde tres, cuatro cosechas, después ya empieza a rendir menos entonces se va rotando, se pone porotos, o alfa, arvejas, luego pimiento. También se incorpora el guano de oveja o de cabra, y la otra es usando químicos. Pero la que más sirve y se usa bastante aquí es la alfa, porque es la que más fija nitrógeno al suelo por ser leguminosa. Aparte las hojas que van cayendo incorporan carbono, potasio, todo al suelo. Entonces ya no hace falta que uno le agregue nutrientes a partir de la síntesis química. Luego de tres o cuatro años se pasa el arado, aquí le llamamos barbecho cuando vamos a arar la alfalfa (U., Cachi Adentro, comunicación personal, 2019).

Figura 3. Animales pastando en campo de alfalfa en estrecha proximidad a la casa, el acompañamiento y supervisión apunta a que los animales coman solo en los sitios apropiados para evitar el agotamiento del recurso.

Este uso en forma de abono adquiere especial importancia en las estrategias de rotación de cultivos, junto a otras prácticas que complementan este cuidado restableciendo la fertilidad y riqueza de la tierra. Esta especie se considera un “fertilizante natural” y se coloca para el barbecho de las tierras y así obtener “tierra nueva”. En el ámbito local, se le denomina barbecho al arado de la tierra tras tres o cuatro años de estar sembrada con alfalfa, periodo en que se considera que la tierra está descansando de otros cultivos intensivos que se realizan.

Es de gran importancia el hecho de que la alfalfa sirva de alimento para los animales, de forma tal que los mismos producen guano cuando se encuentran pastando y al mismo tiempo reciben su cuota de alimentación. Por lo tanto, una parte de los productos de la cosecha es destinada a la alimentación de los animales, los cuales a su vez realizan un importante aporte a la recuperación de la tierra en la rotación de cultivos:

“Ese es el maíz que cosechamos nosotros, para volver a sembrar (…) y antes también lo damos a nuestra hacienda (…) porque en septiembre a veces no llueve, con eso racionamos” (S., Piul, comunicación personal, 2018).

Echamos guano de cabra, de oveja todos los años para abonar las tierras, incorpora materia orgánica o minerales que necesitan las plantas. Abonando bien levanta buena cosecha por dos, tres años. Pero ahora más ponemos alfa, porque la alfa también se vende por fardo (V., Cachi, comunicación personal, 2019).

El rastrojo tenemos dos meses nada más para que coman todo…Y ahí lleva y el mismo día vuelve (…) Dos meses, nada más, después ya sacamos el campo porque no hay para mantenerlas (…) Tenemos un pedacito chiquito de alfalfa, será media hectárea, ahí nomás, en los rastrojitos esos que han puesto ahí ¿ve? Ahí vamos así… ahí tenemos… así está bien. (S., Piul, comunicación personal, 2018).

Esta interacción requiere que los animales sean conducidos a pastar a los campos en barbecho, lo cual impone la necesidad de contar con barreras materiales (muros de pirca o alambrados) que eviten que los animales se dispersen, y al mismo tiempo requieren de estructuras destinadas al enclaustramiento (corrales de pirca o madera), que se encuentran en directa contigüidad a los campos de cultivo. Dado que la rotación de los cultivos implica que el barbecho varia de un sitio a otro, el corral se dispone preferentemente en una situación espacial más o menos equidistante de todos los campos delimitados (Figura 4).

Figura 4. Corral destinado al enclaustramiento de los animales durante la noche (izq.) en directa proximidad al lugar de ingreso al campo en barbecho (der.).

Ritmos coordinados de actividad

En estos relatos, es visible el doble propósito de mantener estos cultivos en el esquema de rotación de la agricultura, por un lado, y como alimento de los animales, por otro. A su vez, la presencia de los mismos en los rastrojos permite usar su abono para enriquecer la tierra. Esta alternancia de la disposición de cultivos y pastaje de animales en estos espacios se ha mencionado en relación con el ciclo de cultivos y pasturas disponibles en los cerros. De esta manera:

Siembro en diciembre además de las plantas también por los animales, porque si no se comen todo. Ya en diciembre llueve y hay verde en los cerros y ellos se van y ya no molestan aquí. (…) Para pastorear cada cual tiene su lugar, eso también viene desde antes, los mismos animales ya saben. Cabras, ovejas y la vaca que está en todo lugar, respetan ellos, ya saben hasta donde ir (M., Las Pailas, comunicación personal, 2014).

Las mujeres se ocupan de pastar los animales tempranito, a la tarde los guardan. Se los larga a lugares que hay pasto, normalmente en el invierno se los llevan arriba donde hay pasto zonas así de vallecito y después los traen de vuelta. En Las Pailas bien para arriba caminando hay una casa abandonada donde está todo con pasto verde, muy bonito hay corrales abandonados y ahí va la gente de Las Pailas que los lleva todo para arriba porque ahí es público, de cualquiera (E., Cachi, comunicación personal, 2016).

Tengo sesenta animales, los traigo a pastar aquí, pero vivo más abajo donde tengo los campos de cultivo arados. En invierno los alimento a alfa en el corral. Mi señora cuida los animales a veces y yo me pongo a hacer otras cosas. Hasta mayo tenemos cultivado, después sacamos y llevamos los animales tres meses y regamos cuando empieza a helar (T., El Algarrobal, comunicación personal, 2019).

En mayo o fines de abril bajamos las vacas del cerro y en el verano cuando se van se cultiva, se pone mucho pimiento, tomate. La alfa se barbecha para poner el tomate, cada dos o tres años de alfa es bueno. Noviembre se pone el pimiento ya suben las vacas que con las primeras lluvias se pone verde el cerro. Cada 15 días van cambiando de puesto y cuidamos todos esos tres meses, no se las deja solas por los pumas (O., Palermo Oeste, comunicación personal, 2019).

Es visible que las actividades de cría y manejo de animales, así como los cultivos, presentan una marcada estacionalidad, de tal manera que ambas actividades se acoplan de forma coordinada en el ciclo anual: mientras no hay presencia de pastos naturales, el campo en barbecho de alfalfa sirve como provisión para la alimentación de los animales, que a su vez colaboran, como se dijo anteriormente, en el proceso de recuperación. Incluso en el caso de rastrojos donde sólo se realice el barbecho con alfalfa, los cortes de esta se destinan a la venta o trueque con productores que tengan animales, que asimismo les proveen el guano para abono. Pero esto se lleva a cabo durante los meses de invierno, ya que durante el periodo estival (desde la primavera) los campos deben estar libres de animales para preparar la siembra, de forma coincidente con las primeras lluvias y el reverdecimiento de las zonas más elevadas donde se encuentran los puestos de verano.

(…) Todos los días las traigo acá. Y después hasta mediados de agosto ya las vuelvo al cerro ¿ve? Y vuelven cuando alguito brota, ya corté ahí para que coman, y baja en octubre vuelta un mes y ahí ya… vuelta al cerro. Y bajan en mayo ya. Yo tengo arriba una parte que se llama La Herradura, ahí paran, en esa parte nomás. Así cuando yo las voy a buscar yo sé que ahí están (…) para bajar digamos ahora nos corre en mediados de agosto y para bajar en octubre… Al veinte para que coman un poco de alfa, vio como el cerro es pelado tiene mucha pela no tiene pasto (Q., Las Pailas, comunicación personal, 2018).

El hermano para criar las cabras usa un amplio espacio territorial. Hay dos, tres, cuatro familias que se juntan y salen con los animales al cerro, los bajan en la época que hay que vacunar o cuando ya no hay pasto en el cerro. Ahí se reúnen varios y bajan todos los animales que están todos distribuidos en el cerro (U., Cachi Adentro, comunicación personal, 2019).

Estos relatos dan cuenta de la movilidad estacional entre los puestos, ubicados en las zonas donde aparecen las pasturas durante el verano. Dado que en estos momentos se caracterizan por circuitos de movilidad similar a los descriptos para el pastoreo trashumante (Göbel, 2001), estos puestos suponen una permanencia relativamente breve, con lo cual se trata de estructuras de habitación muy sencillas, de tamaño reducido, construidos en piedra y barro y directamente asociados a corrales de muro de pirca simple de tamaño también moderado. En algunos casos se aprovecha la presencia de peñas. Además de la disponibilidad de pasturas, hay otros factores que inciden en la movilidad como los ciclos de cultivos y/o la posibilidad de obtener empleos estacionales de acuerdo con épocas de mayor demanda de fuerza de trabajo en las principales localidades del área. Estas actividades muchas veces tienen que ver con la obtención de otro tipo de bienes de consumo, ya sea a través del mercado o, como se mencionó en citas anteriores, mediante los intercambios o trueques.

Crianza de animales y plantas para el consumo

Otro aspecto de interés es el hecho de que la producción a pequeña escala para el consumo familiar, particularmente observada en zonas de piedemonte, aun cuando no hay capacidad de generar un excedente para el intercambio o la comercialización, permite el acceso a una variedad de alimentos de origen vegetal y animal. En muchos casos incluso se apunta a ese propósito, con la generación de un excedente muy reducido para la compra de alimentos industriales.

La tierra es lo principal como decimos nosotros, porque en la tierra ponés una semilla y tenés para comer, te crías una gallina y tenés carne, huevo, te crías una cabra y ya tenés leche, carne y tenés el abono y disponible esa comida y aprendés a compartir con los animales mismos los espacios por eso le decimos criar. Mamá siempre decía que había que criar una cabra, una oveja, una gallina (H., Cachi, comunicación personal, 2017).

Para poder vivir. Yo esto lo tengo para el consumo nomás, por ahí vendo unita cuando no tengo, porque yo no soy jubilado ni nada… nada. Lo único de aquí de ahora… no tenemos de dónde sacar, tenemos que vender ese todotito para poder comprar. Y después así… ahora no hay nada, nada de plata, nada. (…) Tiene que consumir y de aquí nomás, digo la carne… nosotros no compramos, por ahí carneamos una vaca, una cabrita, una ovejita, y de eso vivimos (Q., Las Pailas, comunicación personal, 2018).

Sí, donde nosotros sembramos, es un rastrojito que tenemos ahí. Serán dos hectáreas, dos hectáreas para poner todo para comer ¿ve?, después que levantamos la cosecha y lo echamos las cabritas que tenemos son…Dos meses nada más tenemos… es para… sí o sí para el campo. Dos meses… mayo y junio, y ya lo sacamos, ya no hay. Ya lo empezamos de vuelta regar para poder volver a sembrar. Para poner maíz, arvejas, que de eso… para comer de todo un poquito ponemos, que gracias a dios que todo lo que uno pone, da… (S., Piul, comunicación personal, 2018).

La exclusividad en la producción ya sea de animales o cultivos, implica necesariamente alcanzar un excedente para acceder a los productos faltantes por medio de la compra o el intercambio, ya sea de carne, guano para fertilizar, y una variedad de productos agrícolas en el caso de los agricultores que no crían animales. O bien de productos de las cosechas tanto para el consumo humano como para los animales en el caso de los grupos familiares que se dedican a la cría de animales y comercializan o intercambien sus productos derivados. Ambos casos son raros en el valle, siendo lo más común que todos los agricultores tengan algunos animales y que los pastores tengan una pequeña huerta para el consumo familiar.

Relaciones espaciales, movilidad y materiales asociados

Existen numerosos testimonios acerca de los impedimentos que hoy en día se suscitan para cumplir con los requerimientos de tiempo y movilidad para desarrollar muchas de estas tareas, como ser la escolaridad y el trabajo formal. Sin embargo, la privatización de tierras y la restricción del tránsito es uno de los problemas que se mencionan con mayor frecuencia, dado que se deben recorrer distancias muy grandes para acceder a las zonas altas donde aparecen las pasturas en verano.

(…) y al alambrar no podemos pasar con los animales al cerro, entonces se reduce la cantidad porque ellos tienen que poder moverse de una parte para otra. En tiempos de invierno se cosecha la alfalfa y se pone en un lugar siempre cerca de los corrales, para dar de comer dentro del corral en el tiempo que no hay nada de los fardos o las parvas, hasta que vuelva a crecer el pasto grande (E., Fuerte Alto, comunicación personal, 2018).

Muchos puestos fueron abandonados por este motivo, la imposibilidad de moverse obstaculiza el desarrollo coordinado de estas actividades, de forma tal que las familias se ven restringidas a zonas donde el agua es escasa y las actividades de tipo pastoril no se pueden realizar de forma eficiente, recurriendo al enclaustramiento y alimentación de los animales durante gran parte del año. Sin embargo, hay referencias de la realización de estas actividades en el pasado reciente:

Pastores había antes en el cerro, pero ahora ya no hay, ya han muerto todos los abuelitos, ahí están las casitas el que quiere ir a poner… Pero ahora no porque ya no quieren ir, no quieren criar hacienda como hoy por hoy estudian ya se van. Al tener su estudio ya tienen su trabajo y ya no pueden pues. Pero hay muchos chicos aquí que no han estudiado y le digo “ustedes son jóvenes, quieren criar hacienda, vayan, ahí tienen agua”. Si yo fuera joven ya me voy ahí, todavía no he decidido irme allí porque es lindo para el cerro porque hay agua, en cambio acá en el campo no hay, yo quiero ir a poner esto allá y no puedo. (…) Uh, cuando voy a ver mis vacas, capaz para quedarme ahí, digo “ay que lindo, que me voy a poner un puesto”, que la agüita de clarita de linda ahí, solita ahí tenés eterna el agua. Aquí a veces no tengo ni para tomar el agua, cuando ya se pone turbia ya no tengo (S, Piul, comunicación personal, comunicación personal, 2018).

En lo que respecta a las estructuras destinadas al enclaustramiento en las zonas bajas del pie de monte, las mismas se construyen generalmente de maderas, ramas y demás materiales disponibles, mientras que, en altura, donde la disponibilidad de piedras es mayor, los corrales suelen hacerse de pirca. La forma y tamaño depende en gran parte, de las características de la superficie y las condiciones para el emplazamiento.

Los corrales de pirca se hacen… de piedra y barro, donde hay digamos piedras, donde hay muchas piedras…porque si no, no se puede para acarrear…Los de acá están allá, ahí cerquita nomás esta, de ramas justa… (A., Piul, comunicación personal, 2018).

(…) Depende del espacio que vos tengás para hacerlo (el corral), porque por ahí capaz que tiene para hacerlo redondo y lo hacés redondo, o por ahí te da cuadrado… el espacio que te da (…) Esos que tenemos arriba son así redondito también, piedras ahí, hay mucha piedra ahí. Pero es lejos… salir de ahí a la mañana y volver a la tarde, (…) esos son de los abuelos, han terminado cayéndose, pero queremos arreglarlos también para no hacerle caer tanto. Para que siempre estén…. (S, Piul, comunicación personal, 2018).

La disponibilidad de materiales en el ambiente para levantar las estructuras, las condiciones generales del entorno, así como las diversas dinámicas que implican movilidad de acuerdo con diferentes grados de compromiso con las tareas a realizar en distintos momentos del ciclo anual, se conjugan en las estrategias que se ponen en práctica para la construcción de estructuras necesarias para el desarrollo de las diversas tareas (Figura 5). Sin embargo, aquellas ya erigidas, están dotadas de un gran valor siendo su manutención, reacondicionamiento y reutilización aspectos mencionados en varios casos. Muchos de los puestos y corrales referenciados fueron emplazados por los antepasados (abuelos), y su conservación es un aspecto importante para la gente del lugar.

Figura 5. Diferentes materiales empleados en la construcción de estructuras asociadas a la cría de animales.

Por otro lado, la interacción entre ambas actividades y su interdependencia implica necesariamente vínculos espaciales de proximidad entre estructuras destinadas al enclaustramiento de los animales y las perimetrales de los campos de cultivo. Por otro lado, para reducir el riesgo de ataque de predadores durante la noche, los corrales suelen no estar muy alejados de la estructura de habitación. Esta relación de proximidad puede variar desde una inmediata contigüidad a unas decenas de metros, a excepción de los campos de cultivo arrendados que tienden a estar alejados. Estas estructuras (Figura 6), fundamentalmente corrales, pircados perimetrales de los cultivos, y estructuras de habitación, han sido descriptas y analizadas en trabajos previos (Jäkel 2021; Jäkel y Minichelli, 2020).

La variabilidad estacional de las actividades condiciona la constitución de conglomerados de estructuras mixtas, que pueden ser abordados como ensamblajes característicos de las dinámicas agropastoriles descriptas y sus fluctuaciones a lo largo del año. Por ejemplo, en algunos de los parajes asociados a la zona de piedemonte se observa un patrón arquitectónico que vincula corrales, campos de cultivo de pequeña escala y estructuras de habitación con una disposición de significativa proximidad (Figura 6). Por otro lado, la presencia de corrales aislados o sin asociación con campos de cultivo respondería a esta dinámica, dado que el aprovechamiento de las pasturas de altura requiere de un circuito de pastoreo. La disposición espacial de estas estructuras presenta un patrón que se ajustaría a las dinámicas propias de un pastoreo de tipo trashumante, es decir, basada en la movilidad a intervalos relativamente regulares y entre zonas propensas a la aparición de pasturas naturales. Estos “ensambles o ensamblajes agropastoriles” aparecen generalmente vinculados con pequeños cursos de agua estacionales, sobre los cuales se emplazan tanto el rastrojo y la huerta como las estructuras de enclaustramiento de los animales y se encuentra, asimismo, en una situación de proximidad espacial tanto del camino como del cambio de pendientes en función del fácil acceso a las zonas elevadas.

Figura 6. Agregado agropastoril en la zona de pie de monte (izquierda) y corrales de altura asociados a vegetación natural (derercha).

Agricultura y pastoreo en el pasado

Desde hace varias décadas, se ha planteado desde la arqueología la importancia de considerar un espectro más amplio de actividades productivas en aquellos espacios fuertemente impactados por la agricultura, Así, nuevos enfoques acerca de la complementariedad entre la agricultura y la cría de animales en distintos sectores del área andina abren la puerta a nuevas indagaciones con respecto a las formas en que estos dos tipos de prácticas se llevan a cabo de forma integrada implicando coordinación de los ritmos de actividad, vínculos espaciales y una materialidad asociada (Jäkel y Minichelli, 2020).

Desde este marco, el concepto de agropastoralismo surge como una forma de trascender esta atomización, poniendo el acento en las relaciones que se gestan entre ambas estrategias productivas (Dantas et al., 2014; Figueroa et al., 2010). Según Laguens, Figueroa y Dantas (2013), puede existir un balance relativo entre ambos conjuntos de prácticas o bien mostrar una predominancia de una sobre la otra, lo cual tendría influencia sobre las formas de vida locales e incluso la racionalidad. Esta visión del modelo agropastoril, no se refiere al desarrollo de la actividad agrícola como una mera actividad complementaria dentro de uno modo de vida pastoril, sino que se trata, en sí misma, de una actividad distinta definida por la combinación de ambos grupos de prácticas: “Se trata de una única práctica productiva que articula simultáneamente múltiples componentes materiales, sociales, recursos, temporalidades, espacios, entre otros elementos en una extensa trama de relaciones” (Laguens et al., 2013, p. 144).

El agropastoralismo que encontramos en el VCN, puede ser definido de acuerdo con los avances de la investigación, como un modo de vida atravesado en gran medida por una multiplicidad de compromisos que se establecen entre la actividad agrícola y la cría de animales. Estos vínculos exceden la definición de meras estrategias productivas, o formas de adaptación al ambiente, integrando en cambio un complejo entramado de personas, animales, plantas y materiales que interactúan trazando trayectorias entrelazadas. Es decir, en vista del estado actual de nuestra investigación, parece adecuado definir el agropastoralismo del VCN como un entrelazamiento y complementariedad entre las prácticas asociadas a la cría y manejo de animales y la agricultura. Esto implica su acoplamiento en el tiempo mediando la movilidad a nivel regional como estrategia fundamental para el desenvolvimiento de estos ritmos coordinados, con cierto correlato en la organización social y productiva y una expresión material característica (Jakel, 2018, 2021). Si bien las investigaciones en el valle han sido extensas y profusas, dos sectores se destacan en relación con su potencial para el estudio del paisaje agropastoril.

El primero de ellos es el sitio Las Pailas, que alberga algunas de las evidencias más claras de producción agrícola durante los momentos tardíos de ocupación prehispánica del VCN. Ubicado a unos 14 km hacia el NW del pueblo de Cachi, posee una cobertura aproximada de 300 hectáreas compuestas por un sector de cultivo y un conjunto de estructuras habitacionales que definen un poblado semiconglomerado (Tarragó, 1977), denominado Sector 1 del sitio (Páez et al., 2012). El lugar en el cual se encuentra emplazado este sitio reúne una serie de características ambientales que lo hacen muy adecuado para diversas actividades productivas, en particular en términos de su riqueza hídrica, al encontrarse en la unión de los ríos Potrerillos y Peñas Blancas, cuyo caudal acuífero proviene del deshielo del Nevado de Cachi, proporcionando un aprote permanente de agua que se incrementa en los meses de verano (Figura 7).

Figura 7. Localización del sector 1 del sitio Las Pailas, y su ubicación en el Valle (Cachi, Salta).

El lugar en el cual se produce la confluencia de los dos ríos mencionados coincide con el sector central del sitio, donde se disponen un conjunto de estructuras con funciones de habitación, patios y sectores aterrazados. En él, abundan las estructuras de molienda asociadas a los recintos, así como una gran cantidad de cerámica dispersa en superficie cuya cronología corresponde tanto al primer como al segundo milenio del desarrollo prehispánico local. Alrededor de este semiconglomerado central, se extiende en todas direcciones una amplia superficie cubierta por pircados cuadrangulares de cultivo que alcanzan los 100 m de lado cuyas paredes perimetrales están construidas en muro doble, simple y despedres producto de la limpieza de los campos para la siembra, de hasta ocho metros, presentando además recintos subcirculares de menor tamaño, intercalados a estos cuadros de cultivo (Páez et al., 2012).

Excavaciones efectuadas en diversos recintos del sector de residencia del sitio, aportaron información importante acerca de las prácticas que involucran el vínculo con los animales (Belotti López de Medina, 2015; Tarragó, 1980). Estudios pormenorizados sobre los conjuntos arqueofaunísticos obtenido de estas excavaciones muestran una predominancia de especímenes identificados como L. glama, con respecto a la presencia de camélidos silvestres como guanaco y vicuña, así como otros taxa de mamíferos, vinculados a la actividad de caza. El análisis del perfil etario de la muestra de camélidos deja ver una preponderancia de especímenes adultos, por sobre los subadultos, dando cuenta de una preferencia de los primeros para el consumo por parte de los grupos humanos. Tales resultados podrían indicar que la presencia de llama en el sitio se asocia con una estrategia de pastoreo monoespecífico (Belotti López de Medina, 2015).

De acuerdo con esta interpretación, la caza de mamíferos podría haber proporcionado el mayor aporte de carne a la dieta de los habitantes del sitio, reservando los rebaños domésticos para carga u obtención de lana, con cierto control sobre el tamaño de los mismos a través de la reproducción, así como el sacrificio de los animales viejos que ya no son aptos para una explotación secundaria (Belotti López de Medina, 2015).

Esta aproximación basada en el registro arqueofaunístico aporta evidencias de pastoreo de llama en contexto mismo del sitio Las Pailas, el cual es propuesto para el período comprendido entre el 1000 y el 1500 d.C. La presencia de esta especie en el sitio no sólo ha sido interpretada en términos de su importancia económica en términos de uso y con relación a la producción pastoril, ya que se identificó asimismo una falange de un individuo adulto que, junto con otros ítems materiales de procedencia local y foránea, fueron interpretados como parte de contextos rituales también en el sitio Las Pailas, al pie de estructuras de piedra relacionadas con la fertilidad (Páez et al., 2014). Es decir, es posible que la importancia de los camélidos en Las Pailas haya tenido mayor relevancia de la esperada dadas las características preponderantemente agrícolas del sitio y su gran extensión de cultivo, lo cual conduce a poner en cuestión la idea de exclusividad de esta actividad en función de los requerimientos productivos del sector.

Estas evidencias se corresponden con aquellas aportadas por el arte rupestre para el sitio La Herradura, a 1 km de distancia desde Las Pailas en dirección a la cumbre del Nevado de Cachi, el cual presenta grabados de llamas comiendo de una parva, que podría estar dando la pauta de la existencia de una estrategia basada en la alimentación de los animales con productos agrícolas almacenados, junto a otras representaciones de camélidos que no componen escenas (Páez et al., 2016, 2019) (Figura 8B). De esta manera el arte rupestre constituye asimismo una línea de evidencia en apoyo de la idea de que el VCN pudo haber sido un escenario propicio para el desarrollo de prácticas de pastoreo de camélidos. Al respecto, hacia el centro-norte del área de estudio, en un sector de cerros bajos dentro del paraje de Piul, se ubican un conjunto de grabados denominados Los Cerrillos (Acuto, Smith y Gilardenghi, 2011), que guarda una distancia aproximada de unos 1,5 km con un conglomerado de campos agrícolas irrigados por una red de conductos hidráulicos (Páez, Jäkel y López, 2021). En uno de los paneles del sitio se observa una escena de camélidos, que incluye hembras preñadas, hembras con sus crías y camélidos jóvenes encerrados dentro de un diseño circular que evoca un corral. Por fuera de esto, hay otros similares, sueltos o con su progenie, acarreados por figuras humanas que parecen conducirlos hacia el corral (Acuto et al., 2011, p. 23, figura 15). Esta evidencia cobra mayor importancia aún a la luz de la escasez de datos acerca de estructuras de gran tamaño que pudieran haber funcionado como corrales en la región andina (Dransart, 1999) (Figura 8A).

En función de lo mencionado con anterioridad, se destacan dos aspectos que merecen especial atención. En primer lugar, las escenas compuestas por figuras antropomorfas que parecen acarrear a los camélidos hacia el corral junto con sus crías, las cuales podrían dar cuenta de que se trata de animales domesticados, de forma tal que la interacción humano-animal se daría en un ámbito de planificación y previsibilidad. En segundo lugar, el enclaustramiento de estos camélidos junto con sus crías en un corral podría sugerir un estrecho vínculo de esta práctica con las actividades de reproducción del rebaño, que implica cierto control sobre los movimientos de los animales, evitando que pudieran escaparse y juntarse con animales silvestres lejos de las rancherías. Es decir, el arte rupestre indicaría que al menos en las etapas de reproducción, habría sido necesario el uso de corrales para evitar la dispersión de las hembras preñadas y las hembras que estaban amamantando.

Figura 8. A) Reproducción de la figura 15 de Acuto, Smith y Gilardenghi (2011, p. 23) que muestra una escena de pastoreo entre los grabados del sitio Los Cerrillos (Payogasta, Salta). B) Grabado rupestre de un camélido comiendo de una parva de pasto en el sitio La Herradura (Cachi, Salta).

Por otra parte, es probable que el manejo de las prácticas reproductivas que mencionamos haya requerido cierta cercanía entre los corrales y los espacios de habitación o vivienda, sean estos ocupados de manera permanente o como puestos habitados entre finales del verano y principios del otoño. Si bien las hembras pueden quedar preñadas en cualquier momento del año, entre diciembre y marzo se da una mejor disponibilidad de pastos y mayores temperaturas, que favorecen la conducta del celo y la preparación para la gestación (Sepúlveda, 2011).

Si bien los aspectos que componen la materialidad agropastoril en el valle son vastos y variados, resultan de especial interés para este trabajo aquellos que se vinculan al emplazamiento de estructuras constructivas, debido a su visibilidad y conservación, así como las implicaciones que posee su análisis para el estudio de los vínculos espaciales de las dinámicas locales. En particular la conformación de agregados distintivos de estructuras combinadas en asociación con tales dinámicas y su influencia sobre los procesos de conformación del paisaje regional.

Discusión: Las nociones de ensamble, entrelazamiento y complementariedad para el abordaje analítico del agropastoralismo en el registro arqueológico y el paisaje local

Los resultados del abordaje etnográfico permiten poner en perspectiva ciertos aspectos materiales presentes en el paisaje local en relación con el planteo de un modo de vida agropastoril. Asimismo, el registro material arqueológico presentado, aporta ciertos indicios acerca de la existencia de estas dinámicas desde tiempos prehispánicos en el área. En este camino y como perspectivas de trabajo a futuro orientadas a profundizar sobre el modelo agropastoril propuesto, se plantea la incorporación de análisis químicos del suelo, microfósiles, isotopos, entre otros, así como un análisis integrador a escala macro-regional poniendo estos resultados en perspectiva de acuerdo con otros sectores de los Andes donde han sido registradas dinámicas semejantes.

En lo que respecta al ajuste y adecuación de la conceptualización para abordar las dinámicas referidas, existen elementos que señalan la utilidad explicativa de la idea de complementariedad que se plantea desde el nuevo-materialismo, a la hora de elaborar una definición para el modo de vida agropastoril en la región. El principio de complementariedad enunciado por Niels Bohr (1950) en el ámbito de la física tuvo muchas aplicaciones en la teoría cuántica y sus condiciones fundamentales, como la superposición y el entrelazamiento. La propiedad que lo hace especialmente interesante a nivel conceptual y para su aplicación en el análisis de fenómenos humanos, es el hecho de que implica dos aspectos interdependientes que no pueden existir uno sin el otro y que pertenecen sin embargo a planos de realidad diferentes. En este sentido, se crea una condición dialógica en la cual, sin embargo, ambas verdades coexisten y se definen mutuamente (Barad, 2007; Fowler y Harris, 2015). Es en este esquema de significados donde cobra sentido el concepto de agropastoralismo.

Como tal, podemos afirmar que se encuentra constituido por dos actividades concebidas desde planos diferentes, con dinámicas y ritmos distintivos (superposición), las cuales, sin embargo, se definen mutuamente de tal manera que no puede existir una sin la otra (entrelazamiento) al menos de acuerdo con los resultados exhibidos en este trabajo. Según esta idea de complementariedad, el agropastoralismo que encontramos en el VCN, es al mismo tiempo pastoralismo y agricultura.

Asimismo, puede resultar ventajoso estudiar las estructuras asociadas a dichas actividades, como ensambles de estructuras materiales cuyo entrelazamiento implícito se basa en la misma situación de complementariedad de las dinámicas de las que participan (Fowler, 2017; Harris, 2017). Por ejemplo, el pircado perimetral de un campo de cultivo puede ser al mismo tiempo un muro de contención en cuanto estructura agrícola, y una barrera orientada a limitar el desplazamiento de los animales que se encuentran en los campos en barbecho. Esto nos aporta herramientas conceptuales para analizar el registro material de la región sobre la base de un supuesto de complementariedad intrínseca, entendiendo que el mismo resulta de la participación de estos materiales que se ensamblan en las dinámicas locales a través del tiempo (Ingold, 2017).

Esta búsqueda de una conceptualización que se ajuste adecuadamente a los fenómenos observados nos permite abordarlos analíticamente desde los múltiples perfiles que nos ofrecen, intentando abarcar su complejidad más allá de los esquemas interpretativos disponibles sobre el tema. No se trata entonces de describir y clasificar la realidad observada determinando a qué modelo se adapta mejor, sino de acequiar en un ejercicio de genuina curiosidad, las formas diversas que asume su existencia, ensayando la tarea de conocerlas desde un universo de abundancia teórica (Feyerabend, 2001). En este camino, y en vista de que la complementariedad parece ser el principio fundamental para definir el modo de vida agropastoril, nos proponemos para futuros trabajos, estudiar los puntos de convergencia y divergencia de estas concepciones y el concepto andino de complementariedad, de cara a la construcción de un conocimiento situado.

Agradecimientos

A las personas del departamento de Cachi que nos permitieron familiarizarnos con su cotidianeidad, cuya interacción ha permitido desarrollar este trabajo. A nuestra directora María Cecilia Páez por su compromiso y dedicación, y compañeros de equipo que han colaborado en el desarrollo del trabajo de campo y desgrabación de entrevistas. A las instituciones que hacen posible el financiamiento para el desarrollo de nuestras investigaciones, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina (PICT2014-1907) y la Universidad Nacional de La Plata (PPID/N37). A los evaluadores por sus contribuciones en la mejora del manuscrito.

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