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Artículo

Tu casa no es mi casa: caracterizando dos formas de organización social en la Segunda Edad del Hierro del Noroeste Ibérico, España (IV-I a.C.). Una aproximación desde el registro doméstico

Samuel Nión-Álvarez

https://orcid.org/0000-0001-9717-2383

Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Santiago de Compostela (USC) / Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Monte Gaiás s/n, Edificio Domingo Fontán, B4, Primera Planta, 123 (CP 15702), Santiago de Compostela, A Coruña, Galicia, España. E-mail: samuelnionalvarez@gmail.com

Recibido: 14 de marzo de 2022
Aceptado: 5 de agosto de 2022

Resumen

El siguiente trabajo propone una aproximación a las formas sociales de la Edad del Hierro del Noroeste de la península ibérica desde el estudio de su ámbito doméstico. Se expone una revisión arqueológica de las estrategias de estructuración del espacio doméstico, con el objetivo de analizar las dinámicas sociales en las que se inserta. Se plantea un análisis de distintas características de los espacios domésticos, explorando distintas perspectivas fundamentadas en el análisis social a través del estudio del área de habitación y las relaciones intrafamiliares, identificando su estructuración interna, morfología, registro arqueológico o integración en la planificación constructiva del poblado. Atendiendo al actual estado de la investigación de Edad del Hierro del Noroeste, estos datos se emplean para contrastar la existencia de dos dinámicas sociales aparentemente divergentes identificadas en el área de estudio elegida. En consecuencia, los resultados se articulan en estas dos regiones, con el objetivo de verificar hasta qué punto tienen su reflejo en la estructuración del espacio doméstico. Finalmente, los resultados serán sintetizados, con el objetivo de definir algunas de las principales características de cada espacio doméstico, además de evaluar su valor como elemento representativo de las dinámicas sociales del territorio.

Palabras clave: Arqueología del espacio doméstico; Protohistoria; Noroeste de la Península Ibérica; Edad del Hierro europea

Your house is not my house: defining two forms of social organization in Northwest Iberia Late Iron Age, Spain (4th-1st centuries BC). An approach from the domestic record

Abstract

The following paper presents an approach to the social aspects of the Iron Age in the northwest of the Iberian Peninsula through the study of their households. An archaeological review of strategies for structuring the domestic space is proposed, to analyze the social dynamics in which it is embedded. An analysis of different characteristics of domestic spaces is proposed, exploring a social analysis based on the study of household and kinship relations, studying their internal structure, morphology, the archaeological record, or integration in the constructive planning of the settlement. According to the current state of NW Iberia Iron Age research, these data were used to assess the existence of two apparently different social dynamics identified in the study area. Therefore, results are presented according to these two areas, to verify the extent to which they are reflected in the structuring of the domestic space. Finally, the results are synthesized, to define some of the main characteristics of each domestic space, as well as to assess its value as a representative element of the social dynamics of the territory.

Keywords: Household archaeology; Protohistory; Norhtwest Iberian Peninsula; European Iron Age

Introduciendo una sociedad heterogénea: una breve revisión sobre la Edad del Hierro del Noroeste (IV-I a.C.)

Uno de los aspectos más representativos de la actividad humana es, sin duda, el espacio doméstico. En la casa convergen multitud de relaciones sociales, objetos y actividades que obtienen reflejo arqueológico a través de muy distintas expresiones. Precisamente, este hecho no sólo convierte a la casa en un elemento fundamental que refleja buena parte de las estructuras sociales del poblado, sino en un fenómeno que puede ser mensurado, analizado y cuantificado con el fin de identificar cómo se estructuraban distintas formas de relación de las comunidades del pasado. Su análisis será realizado desde un enfoque propio de la household archaeology, con el fin de analizar las múltiples dimensiones que ofrece la casa (social, simbólico, político o religioso). Nuestro objetivo es el de caracterizar los contextos domésticos de las sociedades que habitaron el Noroeste de la península ibérica como medio de aproximación a sus dinámicas sociales, escogiendo como período de estudio la Segunda Edad del Hierro (IV-I a.C.), período previo a su conquista por parte del Imperio Romano.

En este territorio, de forma semejante a procesos acaecidos en otras regiones ibéricas y europeas, puede constatarse un avance hacia la urbanización, la concentración demográfica, la fortificación y el refuerzo de estructuras sociales más jerarquizadas, entre otros aspectos (e.g. Collis, 1984; Fernández-Götz, 2014; Haselgrove, 2010). Es pertinente señalar, además, que este proceso surge tras un período de aparente inestabilidad sociopolítica entre los siglos V y IV a.C., materializado de formas muy diversas en distintas regiones europeas. En territorios como la Galia, se ha señalado una notable reducción demográfica combinado con varios procesos de migración interna, cuestión que ha podido confirmarse en regiones como las Ardenas o Champaña (Demoule, 1999; Evans, 2004). En otras áreas, simplemente, se ha señalado un notable cambio en las formas de estructuración sociopolítica, implicando una mayor o menor ruptura con las dinámicas previas. Este es el caso de regiones fronterizas de la Germania como el Meuse-Demer-Scheldt (actualmente, al Sur de los Países Bajos), en el que se abandonan espacios fortificados en altura en favor de nuevas estrategias de habitación basadas en la reestructuración de las relaciones de parentesco (Roymans y Gerritsen, 2002); el de la Renania-Palatinado del Sur germano con la desaparición de grandes asentamientos fortificados y jerarquizados (Fürstensitze) (Fernández-Götz, 2014, pp. 124-130) o, precisamente, el del Noroeste de la Península Ibérica (Figura 1).

Figura 1. Zona de estudio y yacimientos analizados.

En nuestro caso de estudio, se ha constatado un proceso relativamente repentino entre los siglos V y IV a.C., momento en que los asentamientos fortificados en altura, situados en lugares conspicuos y de difícil accesibilidad, comienzan a ser abandonados (González-Ruibal, 2006-2007, pp. 269-270; Parcero-Oubiña, 2000, pp. 86-87). No obstante, la ocupación de asentamientos en ubicaciones más próximas a espacios con mayor potencial agrícola, vías de comunicación y situados a media ladera o en emplazamientos menos conspicuos (dinámica locacional que caracterizará a las siguientes centurias: Parcero-Oubiña, Ayán-Vila, Fábrega Álvarez y Teira Brión, 2007, pp. 169-171) no fue inmediata. En este breve período, se ha señalado la existencia de varios poblados situados en media ladera, algunos ni tan siquiera fortificados1, ocupados de forma muy breve (Nión-Álvarez, 2021, pp. 225-239). Este proceso, que reproduce estrategias de escasa perduración en el tiempo antes de la estructuración de una estrategia social y locacional de mayor estabilidad, puede comprenderse dentro de estas dinámicas que Claude Lévi-Strauss (1997, pp. 55-59) denominaba acertadamente como bricolage, un proceso que, desde la investigación, percibimos como “de ensayo y error”, pero que representa cómo las dinámicas sociales no forman parte de un proceso teleológico, sino que se estructura a partir de las coyunturas de cada sociedad en su tiempo.

Tras esta breve fase, el modelo poblacional de aproximación al valle tenderá a convertirse en paradigma generalizado, especialmente en la fachada atlántica. La mayoría de los poblados aumentará de dimensiones (cuestión quizás propiciada por un aumento demográfico, beneficiado por la existencia de ciclos agrícolas más complejos y el predominio del cultivo extensivo: Teira Brión, 2010, p. 145), además de un desarrollo constructivo notable y un mayor contacto a media y larga distancia con comunidades de otras regiones mediterráneas. Algunos autores, de la misma forma que se ha planteado para el contexto europeo (e.g. Fernández-Götz, 2017, p. 150; Gerritsen y Roymans, 2006, p. 255), han planteado que estos procesos vendrían acompañados de la estructuración de una sociedad de mayor complejidad interna y con jerarquías sociales más acusadas (García Quintela, 2002, pp. 68-72; González-Ruibal, 2006-2007, pp. 292-296), aunque es cierto que existen posturas refractarias al respecto (Currás y Sastre, 2020; Sastre y Sánchez-Palencia, 2013), generando un intenso debate sobre las formas de organización social durante las últimas décadas.

En los últimos años, no obstante, este debate entre ambas perspectivas ha sido superado, dando paso a nuevas posturas que sugieren la existencia de un desarrollo social mucho más diverso y heterogéneo, que implicaría varias formas de organizarse como sociedad (González-Álvarez, 2016; González-Ruibal, 2012; Nión-Álvarez, 2021). De forma contraria al anterior concepto de “cultura castrexa”, término ampliamente difundido desde finales de la década de 1980 para englobar el fenómeno de fortificación y hábitat de la Edad del Hierro de Noroeste bajo un mismo acervo social y cultural (González García, 2021, pp. 61-62), se ha afrontado una perspectiva de estudio que ya no reconoce este territorio como una entidad uniforme (véase Figura 2). En su lugar, se plantea la posibilidad de identificar dinámicas heterogéneas en distintas expresiones sociales y su estructuración material como representación de distintos ethos colectivos; en definitiva, pasar de una “cultura castrexa” a un mosaico (González-Álvarez, 2011) que refleja distintas formas de ser y estar en el mundo. De esta manera, se han establecido notables diferencias, por ejemplo, entre las sociedades del ámbito Suroeste, definidas por grandes poblados con capacidad de control supraterritorial, desarrollo de una planificación urbana compleja y capacidad para controlar y gestionar contactos culturales e intercambios media distancia; y las comunidades montañesas del ámbito lucense y astur, definidas por poblados sencillos, sin elementos que permitan trazar estrategias de desigualdad y reticentes al cambio social y a los contactos continuados con comunidades alóctonas (González-Ruibal, 2012, pp. 256-262). En cierta medida, estas nuevas perspectivas no deberían de resultarnos sorprendentes, pues el número de populi identificados en un territorio reducido como el del Noroeste (López Barja de Quiroga, 1999, p. 348) es comparable al de regiones como la Galia, con una extensión 15 o 20 veces mayor (Fernández-Götz, 2014, p. 67). Siguiendo estos planteamientos, este trabajo seguirá la línea de recientes investigaciones que señalaba una notable divergencia social entre comunidades de costa y de interior atendiendo a su estructuración del espacio monumental del poblado (Parcero-Oubiña y Nión-Álvarez, 2021), en este caso, afrontando el análisis del espacio doméstico como parte de estas dinámicas sociales. La casa, como veremos, presenta un notable potencial como elemento representativo de distintas formas de ser y estar en el mundo, y que aún no ha sido integrado en el análisis de la heterogeneidad social del Noroeste ibérico.

La casa como campo de estudio

Figura 2. Modelos de organización social para el Noroeste Ibérico (a partir de González-Ruibal, 2012, p. 155).

En el marco del “fenómeno cultural básico” (Rapoport, 1969), que es la adecuación del paisaje para la ocupación humana, la casa es el núcleo desde el que se traza una maraña de redes relacionales entre sus habitantes y que refleja buena parte de sus estrategias de interacción, ofreciendo un potencial incalculable para el análisis del pasado en clave social (especialmente, en sociedades sedentarias). Precisamente, el análisis del espacio doméstico ha ocupado un lugar central en la investigación arqueológica desde los años ‘70, momento en el que la conocida como behavioural archaeology comenzó a experimentar cierto auge, derivado de la relevancia de relacionar la conducta humana y la cultura material (Steadman, 2015, p. 13). Junto con otras disciplinas, como la settlement archaeology y el análisis morfológico y técnico de las casas (Flannery, 1976), se creó el caldo de cultivo necesario para el desarrollo de la household archaeology, definida desde sus inicios como una estrategia para el estudio de grupos sociales a través de la identificación y análisis de las viviendas (Wilk y Rathje, 1982, p. 618). Con el auge de la arqueología posprocesual, el valor de la casa como espacio social continuaría en aumento, pues todos los elementos contenidos y representativos de una vivienda son susceptibles de reflejar el comportamiento de sus habitantes y presentan potencial para identificar sus creencias, ideas, roles o patrones culturales (Hodder, 1990). Estos postulados supusieron el auge de la household archaeology como método de aproximación y comprensión del pasado, creando una tradición particularmente asentada en la arqueología norteamericana (e.g. Flannery y Winter, 1976; Hillier y Hanson, 1984; Manzanilla, 1986).

Este mayor interés en el análisis de elementos culturales y simbólicos (Steadman, 1996), dejando atrás perspectivas eminentemente economicistas, daría paso al despliegue de nuevas aproximaciones a lo largo de la década de 1990, combinándose con otros enfoques y/o metodologías, como ocurre con la arqueología de género (Lawrence, 1997; Tringham, 1991). Desde entonces, son muchos los enfoques centrados en el estudio de las arquitecturas domésticas que han desarrollado enfoques interdisciplinares. Aunque su descripción excede los límites de este texto, es pertinente mencionar algunos ejemplos por su influencia en el estudio, como aquellos trabajos que afrontan el análisis del desarrollo de la planificación constructiva del poblado, comprendiéndolo como un elemento “vivo” que refleja determinadas orientaciones y decisiones (Fletcher, 2012; Smith, 2010). También debe señalarse el notable desarrollo de la informatización de múltiples metodologías, pues las posibilidades actuales de la estadística avanzada, el análisis de sistemas o las técnicas de análisis geoespacial han alcanzado una velocidad de gestión y procesamiento de datos que han permitido cuantificar, con alto nivel de detalle, múltiples aspectos de la vida social del pasado desde distintas aproximaciones (Bermejo Tirado, 2015; Kohler y Higgins, 2016; Villalobos García, 2016).

Retornando a los enfoques de estudio del ámbito doméstico, a mediados de los años ‘90 surgió una perspectiva de estudio fundamentada en los planteamientos de las sociétés à maison de Claude Lévi-Strauss (Carsten y Hugh-Jones, 1995; Joyce y Gillespie, 2000), aún vigente (Beck, 2007; González-Ruibal y Ruiz-Gálvez Priego, 2016). Grosso modo, estas sociedades de casa se definen como una estrategia de organización sociopolítica fundamentada en la casa como núcleo central de estructuración del parentesco, sobre la que se perpetúa el dominio de las posesiones materiales e inmateriales, la transmisión del nombre, su prestigio y prominencia (Lévi-Strauss, 1991). Desde otras perspectivas, sin embargo, se ha otorgado un mayor peso al análisis de las relaciones de parentesco imbricadas en el registro doméstico, reduciendo el valor de la vivienda como unidad relacional central y enfatizando en el análisis de las estrategias de residencia y descendencia de las unidades familiares (Ensor, 2017; Peregrine, 2001; Souvatzi, 2017).

Aunque el enfoque de ambas aproximaciones ha derivado eventualmente en posicionamientos antagónicos (véase Ensor, 2013, pp. 13-14), lo cierto es que algunos aspectos pueden ser compatibilizados. El valor de la casa como elemento que define el parentesco está bien documentado en algunas culturas (González-Ruibal y Ruiz-Gálvez Priego, 2016, p. 388), si bien debe entenderse como una herramienta conceptual de aplicación parcial a determinados ejemplos, no como modelo exclusivo que permita definir la totalidad de las relaciones intrafamiliares. De hecho, y destacando de nuevo su valor e interés, quizás los modelos sociales fundamentados en las sociedades de casa hayan redundado en algunos apriorismos interpretativos, como el hecho de relacionarlos de forma indisoluble con sociedades con un cierto grado de jerarquización interna cuando, en realidad, las aplicaciones del modelo de sociedad de casa recogen una amplia diversidad social y engloban comunidades con niveles de desigualdad muy dispares (véanse ejemplos en Lévi-Strauss, 1982; Riviere, 1995; Waterson, 2009). En este sentido, es necesario recordar que la propuesta levistraussiana plantea un concepto de amplio espectro cuyo único hilo conductor es la casa como elemento estructurante de las relaciones de parentesco (1982), pero en el que encajan sociedades con diversos grados de desigualdad (lo que requiere, de forma necesaria, del análisis de otros fenómenos sociales para ponderar el nivel de jerarquización intracomunitaria). Por otra parte, algunas perspectivas fundamentadas en la teoría del parentesco han sobreestimado el análisis de estas relaciones e infravalorado el peso de otras redes y dinámicas de interacción social y política, esenciales para comprender el ethos comunitario y las dinámicas de complejización social. Sin duda, el parentesco habría sido un elemento relevante en la estructuración y legitimación de determinadas dinámicas de poder, pero no puede comprenderse como un elemento decisivo que justifique cualquier estructura sociopolítica (Viveiros de Castro, 2012, pp. 128-136). De una forma u otra, ambas perspectivas ofrecen interesantes herramientas que resultan de gran relevancia para comprender las formas de estructuración del espacio social del poblado, ya sea a nivel doméstico o comunitario.

El contexto del Hierro del Noroeste ibérico presenta un notable potencial para desarrollar un estudio del ámbito doméstico bajo estas perspectivas (de hecho, el modelo de sociedades de casa ya ha sido aplicado como herramienta de análisis: González-Ruibal, 2006). Este potencial proviene, en parte, de los múltiples impedimentos que, en esta región, imposibilitan un análisis social a través de otro tipo de aproximaciones. Entre otros, cabe destacar la acusadísima acidez del suelo (Fernández Marcos, Fuentes Colmeiro y López Mosquera, 1994), cuestión que dificulta la conservación de objetos de metal (especialmente, hierro) e imposibilita la recuperación de huesos o madera. Además, apenas se conocen evidencias relativas al mundo funerario (Vilaseco Vázquez, 1999), otro elemento de análisis fundamental para establecer criterios de categorización social. En contraposición, las comunidades del Hierro del Noroeste se caracterizan por un notable desarrollo constructivo, con gran potencial para el estudio del espacio doméstico, la planificación arquitectónica y el desarrollo de la monumentalidad. Además, las viviendas de este período suelen ocupar un espacio individualizado y diferenciado entre sí en el conjunto del entramado urbano del poblado (Parcero-Oubiña et al., 2007, p. 152), lo que permite una identificación más sencilla de los espacios domésticos, a diferencia de otras regiones europeas como el Sur de la Galia (Dietler, López-Ruíz, Kohn, Moya i Garra y Rivalan, 2008) o la fachada oriental de la península (Grau-Mira y Vives-Ferrándiz Sánchez, 2018). De esta forma, las limitaciones de algunas expresiones arqueológicas convergen con la profusa cantidad de evidencias constructivas para proporcionar una vía de notable potencial para el estudio de las dinámicas sociales.

Bajo estos planteamientos, se propone un análisis del espacio doméstico que tendrá en consideración varios factores: las técnicas construidas, las dimensiones de la vivienda, la distribución de sus actividades y su influencia en la estructura interna, su continuidad o transformación en el tiempo, su disposición e influencia en el entramado constructivo del poblado, el registro mueble o las estrategias de delimitación del espacio propio y el ajeno; todos ellos elementos susceptibles de ofrecer información sobre las estrategias de organización social (Cutting, 2006, p. 228; Steadman, 2015, pp. 225-234). El objetivo de este análisis es la caracterización general de las viviendas atendiendo a eventuales divergencias, buscando la definición de las relaciones sociales a nivel intradoméstico e intercomunitario y afrontando un estudio que reconozca los múltiples fenómenos que se imbrican en el ámbito doméstico. Debe tenerse en cuenta, remedando los enfoques humanísticos de Bruno Latour y Clifford Geertz, que lo importante no es tanto la cantidad de datos recopilados como la fortaleza de las relaciones que puedan establecerse entre ellos (Geertz, 1973, pp. 28-30; Latour, 2008, p. 34). La casa se conceptualiza como una entidad social cuyas expresiones no solo representan los intereses de aquellos que las habitan, sino como parte de una red de relaciones que representa un determinado patrón de racionalidad, ofreciendo un conjunto de datos homogéneo y estructurado que plantea notables posibilidades para decodificar, identificar e interpretar determinadas expresiones desde perspectivas arqueológicas. Un aliciente añadido deriva de que buena parte de estas evidencias forme parte de un conjunto de actividades intrínsecas a la propia doxa de aquellos que las replican, permitiendo comprenderlas como actos “naturales y espontáneos” (Hodder, 2004, p. 74; Thomas, 1999, p. 20). El hecho de que el ámbito doméstico se construya desde la repetición natural de los patrones culturales de la comunidad (Bourdieu, 2007, pp. 104-107) permite que este tipo de espacios sea de particular interés para el análisis de las dinámicas sociales. Como es evidente, el análisis de las relaciones sociales implica el análisis de las dinámicas de poder, un interés que no sólo es particularmente habitual en aproximaciones enfocadas en la arquitectura (Chapman, 2003; Steadman, 2015), sino que resulta de gran pertinencia en un contexto arqueológico en el que el “sujeto arquitectónico” es una de las expresiones más representativas del registro arqueológico disponible. Es necesario señalar que nuestra perspectiva del poder es eminentemente foucaultiana, comprendiéndolo como un proceso que imbuye la práctica totalidad de las relaciones, con capacidad para transmitirse y materializarse a través de toda aquella expresión susceptible de manifestar una estrategia de desigualdad (Foucault, 1980, pp. 153-163), pero siempre reproduciéndose bajo los esquemas culturales de cada comunidad, sin que debamos asumir formulaciones de carácter presentista.

En esta línea, el análisis de un conjunto homogéneo de datos como el espacio doméstico es susceptible de proporcionar información sobre sus símbolos y significados (sensu Geertz, 1973, pp. 20-24), pues es representativo de una misma dinámica social y puede ser susceptible de ofrecer diferencias internas a distintas escalas relacionales. No obstante, si atendemos a una perspectiva geertziana o giddensiana de la estructuración social, somos conscientes de que un único fenómeno, incluso uno tan poliédrico como el espacio doméstico, puede impedir que apreciemos algunos matices de las formas sociales del pasado. La sociedad, como planteaba David Graeber, es un “sistema total” (2001, p. 19), y una perspectiva parcial podría ignorar algunos aspectos de determinadas dinámicas históricas. Bajo estos términos, podría señalarse que, en función de las propias características de cada sistema cultural, las estrategias de desigualdad se hayan expresado en otros términos ajenos a la arquitectura (Steadman, 2015, p. 223) y/o al registro material (García Quintela, 2002, p. 20), o que, simplemente, se hayan limitado a diferencias basadas en el prestigio y la ostentación a nivel intracomunitario (Clastres, 1981, pp. 122-123). Conscientes de estas problemáticas, nuestro objetivo es imbricar este trabajo en el marco de otras investigaciones, previamente mencionadas, que señalan la presencia de divergencias sociales entre dos áreas a través de distintas perspectivas y enfoques, y que en este trabajo hemos diferenciado aludiendo a criterios geográficos (costa e interior) procurando un mayor asepticismo terminológico en la propuesta. Nuestro objetivo, partiendo de esta base, es verificar o corregir esta propuesta, con la intención de aportar nuestro granito de arena para avanzar en el conocimiento de las sociedades del Hierro del Noroeste ibérico.

Un análisis del espacio doméstico del Noroeste ibérico (IV-I a.C.)

Como hemos expuesto en el apartado introductorio, el objetivo de este trabajo es el análisis de las viviendas de la costa y del interior, procurando verificar la existencia divergencias en las estrategias de habitación y evaluar si estas representan divergencias sociales entre ambas regiones. Como puede apreciarse en la Figura 1, se han planteado cuatro casos de estudio para cada área, analizados de forma conjunta para cada territorio a lo largo del período de estudio (siglos IV-I a.C.). Todos los yacimientos expuestos, presentan una fase de ocupación estable desde los siglos IV-III a.C. hasta el cambio de era, cuestión que, con independencia de sus diferencias o semejanzas, permite un análisis conjunto y representativo.

El ámbito doméstico en los asentamientos del interior

Las viviendas de los asentamientos del interior se caracterizan, principalmente, por sus reducidas dimensiones y su construcción en materiales perecederos. Suelen erigirse sobre varios agujeros de poste que definen el espacio doméstico, habitualmente delimitado por zanjas, piedras hincadas (como ocurre en Curbín o A Graña, véanse Figuras 3 y 4.1 respectivamente) y, en escasas ocasiones, por un modesto zócalo pétreo. Mientras que las techumbres se realizaban en paja, los paramentos de estas estructuras se recrecían a través de la técnica conocida popularmente como pallabarro, consistente en mezclar paja y barro para componer una substancia de notable capacidad aislante que constituía las paredes de las viviendas. Todas estas características evocan modelos constructivos tradicionales, empleados con anterioridad durante la Edad del Bronce (Parcero-Oubiña, Armada, Nión-Álvarez y González Ínsua, 2020, pp. 156-157).

Figura 3. Reconstrucción fotogramétrica de la superposición estructural de una vivienda (Castro Curbín, Arzúa). En rojo y azul, delimitación de las estructuras superpuestas (Estructuras 1 y 2, respectivamente).

Figura 4. Plantas de unidades domésticas de asentamientos del interior: 1. A Graña. 2. As Travesas. 3. Vilela.

En algunos ejemplos, como A Graña o Curbín, es posible constatar la reforma continua que experimentaron estos espacios domésticos. Se trata, de hecho, de un fenómeno habitual en este tipo de viviendas, pues la “fragilidad” de sus elementos sustentantes requiere de una determinada intendencia que hace necesaria su continua reformulación (Blanco-González, 2018, pp. 300-302). Debe apuntarse que esta continua transformación doméstica no representa un cambio en las dinámicas internas del poblado, pues las “nuevas” estructuras domésticas reproducen las mismas características sin apenas transformaciones, indicando la continuidad en la ocupación de una misma unidad familiar. Un ejemplo lo ofrece, de nuevo, A Graña, donde una misma unidad doméstica (FC3) experimenta, como mínimo, tres fases sucesivas de reformas, que han sido datadas en un lapso temporal que no supera los 50 años (Nión-Álvarez, 2021, pp. 161-162); sin que esto implicase ningún tipo de modificación morfológica o contextual2. Este fenómeno indica, además, una cierta tendencia hacia la ocupación continuada de un mismo espacio, en detrimento a las dinámicas seminómadas que son características de la Edad del Bronce (Parcero-Oubiña y Criado-Boado, 2013).

La uniformidad de las viviendas en materiales perecederos a nivel supra e intracomunitario no solo es representativa de determinadas decisiones sociales (Blanco-González, 2011, p. 406), sino que señala una limitada atención al espacio doméstico, lo que contrasta con la notable atención que reciben los sistemas defensivos, tanto desde el análisis de la fuerza productiva invertida en ellos (Parcero-Oubiña y Nión-Álvarez, 2021, pp. 8-10) como desde la esfera simbólica a través de la realización de diversos rituales (Nión-Álvarez, 2021, pp. 253-255). El escaso esfuerzo invertido en el espacio doméstico y su homogeneidad contrastan con las viviendas de la costa, con una estructuración interna mucho más compleja y heterogénea.

Otro aspecto de interés a la hora de trazar divergencias socioculturales es el área de cada vivienda. Se trata de un criterio ampliamente aceptado como elemento representativo de mayor o menor prestigio social (Steadman, 2015; Trigger, 1990), pero que solamente adquiere verdadera relevancia si se correlaciona con otros factores y se comprende dentro de su marco relacional intracomunitario. En este caso, las viviendas de los asentamientos del interior se definen como unidades de reducidas dimensiones, que apenas superan los 30 m2 de extensión. El espacio interno carece de ningún tipo de división o compartimentalización interna, todas las actividades se desarrollan sin divisiones internas y sin evidencias significativas de especialización productiva.

La ausencia de compartimentalizaciones internas y la limitada extensión de las viviendas se complementan con un registro arqueológico homogéneo para el conjunto de las unidades domésticas analizadas. A la uniformidad constructiva, estructural o morfotécnica (véase Figura 4) se añade una materialidad igualmente homogénea, definida mayoritariamente por ollas de carácter multifuncional y escasa decoración (patrón habitual en el interior del Noroeste: González-Ruibal, 2006-7, pp. 465-466), siendo significativo, además, una completa ausencia de materiales de importación a media escala, un patrón de consumo que también caracteriza a estas regiones (véase, por ejemplo, Vilela: Álvarez González, López González y López Marcos, 2006; o A Graña: Meijide Cameselle, 1990).

Un último aspecto que puede señalarse es un peso reducido de las actividades de planificación y gestión conjunta del poblado. En lo que atañe al ámbito doméstico, esto puede percibirse a través de un patrón irregular y aleatorio de la organización interna de las viviendas, que se dispersan a lo largo del recinto fortificado sin ningún tipo de patrón organizativo que el interés de cada unidad familiar (véase Figura 5). Al mismo tiempo, las viviendas mantienen su espacio individualizado y aislado de otras unidades, componiendo un patrón de poblamiento disperso en el interior del espacio fortificado. Estas características, que redundan en una limitada atención en la estructuración interna del poblado, son parte de una dinámica arquitectónica, representativa de la Primera Edad del Hierro del Noroeste (González-Ruibal, 2006-2007, pp. 197-198; Parcero-Oubiña et al., 2007, p. 152), se mantienen vigentes en las regiones del interior durante la Segunda Edad del Hierro, perdurando hasta la conquista romana del territorio durante las Guerras Cántabras (29-19 a.C.) (Nión-Álvarez, 2021, p. 259). Se trata de un fenómeno particularmente significativo que denota una notable disimilitud entre las formas de reproducir el ethos social de comunidades costeras y del interior. Precisamente, la escasa atención depositada en la planificación interna del poblado contrasta con las estrategias de adecuación del espacio que veremos en el caso del interior, cuestión que pone de manifiesto diferentes tendencias sociales en las que ahondaremos más adelante.

Figura 5. Estructura interna del Castro de Vilela (Álvarez González et al., 2006) (obsérvense las características de la “Primera ocupación”).

El ámbito doméstico en los asentamientos de la costa

Las viviendas de las comunidades de la costa ofrecen un retrato arquitectónico diferente. A nivel constructivo, su característica más destacada es su monumentalización a través de su construcción en piedra, habitualmente definida por mampostería de tamaño medio, trabada a hueso y sin argamasa. En algunos ejemplos, como ocurre en determinadas estructuras de Borneiro, parecen haber contado con una altura considerable, quizás con varios espacios de habitación a distintas alturas (Romero Masiá, 1987). Esta monumentalización y petrificación del espacio doméstico ha sido comprendida habitualmente como una estrategia de perdurabilidad y estabilidad (Parcero-Oubiña et al., 2007, p. 146) y, quizás, también de su valor como elemento estructurante de las relaciones sociales y familiares, atendiendo a su posible valor como elemento simbólico y central de la comunidad (González-Ruibal, 2006, pp. 154-155).

Como hemos visto anteriormente, una de las características que define el ámbito doméstico del interior es la individualización de unidades domésticas sencillas y de pequeñas dimensiones, definidas por una notable homogeneidad en su extensión interna. Las viviendas de la costa, sin embargo, muestran dos aspectos divergentes a este respecto: un mayor patrón de variabilidad y diversidad en su extensión y una tendencia hacia la agregación y cohesión de las unidades domésticas que constituyen grandes conjuntos domésticos con varias estancias interdependientes (véase Figura 6). Este es el caso de los asentamientos de Borneiro3 (conjuntos CD1 y CD2, además del C9-12 y el C6-8-20, de menores dimensiones) y Elviña (GE13001, quizás también Ámbitos 11-12 al contar con un atrio que une varias construcciones, si bien no se ha completado su excavación), sin que sea descartable que también forme parte de las dinámicas de asentamientos como As Barreiras o Meirás, con datos más exiguos. En el primero, se ha documentado una disposición agrupada de varias viviendas con varios tramos parciales de muros medianeros entre las Casas II, III y IV, pero en mal estado de conservación, lo que impide vincularlos claramente con un conjunto doméstico (Concheiro Coello, 2020). En Meirás, también se ha recuperado un posible conjunto doméstico complejo, con un atrio adosado y un espacio posiblemente delimitado, pero sin que haya sido posible definir sus características al encontrarse en los límites del espacio excavado (Luengo Martínez, 1950, pp. 69-72).

Figura 6. Distintos tipos de viviendas de la costa: unidades domésticas sencillas (1-2) y conjuntos domésticos (3-4). 1. Dependencia II (Meirás). 2. C30 (Borneiro). 3. GE13001 (Elviña). 4. Conjunto doméstico CD1 (Borneiro).

Los datos recogidos en la Tabla 1 reflejan de forma directa esta diferencia entre viviendas, especialmente en términos de extensión y variabilidad. Esta mayor heterogeneidad en la casa puede constatarse tanto a nivel intracomunitario como a nivel regional. En el primer caso, puede apreciarse un notable desequilibrio entre viviendas, con conjuntos domésticos compartimentalizados que superan los 100 m2 documentados junto con viviendas sencillas de dimensiones menores. Este hecho, precisamente, se representa en una amplia variabilidad de los tamaños que se ve reflejado por una desviación típica significativa entre las extensiones de las viviendas costeras. Si extrapolamos estos datos a nivel regional y los comparamos con las del interior, la diferencia es aún mayor: no solo existe una notable diferencia entre la media de sus dimensiones (casi 40 m2), sino que la homogeneidad de las viviendas del interior es mucho más destacada, con una desviación típica muy inferior4, que contrasta con la señalada para las viviendas del ámbito costero. Estos datos sugieren que las viviendas del interior son mucho más homogéneas (tanto en el contexto de cada yacimiento como en la comparativa regional con otros poblados de la región), mientras que las de la costa presentan una mayor heterogeneidad interna, con notables desequilibrios entre espacios domésticos.

El ámbito doméstico de la costa también refleja una mayor atención y trabajo invertido en sus estrategias de articular el espacio habitado. Son varios los ejemplos que pueden traerse a colación desde el estudio de la casa, como la creación de espacios privatizados, la estructuración del espacio doméstico en estancias o compartimentos individuales o la elaboración de determinadas obras de intendencia y gestión del espacio doméstico para su adecuación en el entorno. A este respecto, uno de los elementos más representativos de esta dinámica lo ofrece el conjunto GE13001 de Elviña (Figura 7), donde se ha documentado un complejo sistema subterráneo de evacuación de aguas, definido por una losa horadada en el medio del corredor que permite el drenaje a través de un canal soterrado y cubierto por lajas planas, situado bajo el nivel de pavimento (Bello Diéguez, 2007).

Asentamientos de la costa

Estancias

Dimensiones

Estancias

Dimensiones

Borneiro

Borneiro

C1

50,1

C31

25,3

C19

44,5

C29

26,9

C18

29,9

C26

30,6

C22

14,8

C28

18,9

C25

37,8

C33

44,5

C24

36,2

C30

20,7

C23

40,1

C32

36,8

Patio CD1

62,1

C27

33,2

Conjunto Doméstico CD1

305,4

Vivienda SW

28,9

C4

43,4

Elviña

C5

34,5

Estancia 1

27,1

C2

32,6

Estancia 2

12

C3

40

Estancia 4

8

C13

25

Estancia 5

14,1

C15

29,6

Estancia 6-7

25,7

C16

33,1

Estancia 8

12,3

Patio CD2

66,4

Corredor

16,8

Conjunto Doméstico CD2

309,6

GE13001

121,2

C9

42,2

Ámbito ١١

23,3

C12

19,7

Casa 7

22,7

C11

29,1

Estancia 3

34,4

C10

31,2

Estancia 13

28,9

C9-12

142,2

Estancia 14

22,6

C20

25,6

As Barreiras

C8

20,8

Casa II

46,2

C7

29,8

Casa III

41,4

C17

7,4

Casa IV

33,6

C6

35,1

C6-8, 20

128,7

Meirás

Casa I

16,7*

Media total

64,46

Dependencia II

30,3*

Desviación típica

80,71

Casa II

38,5*

Asentamientos del interior

Estancias

Dimensiones

Curbín

Estructura 1

11,5*

Vilela

C-B

18,2

C-A

31,5

C-C

21*

A Graña

FC4

24,5

FC5

18*

FC1

12

FC2

19,2

As Travesas

E1

10,5*

Media total

18,49

Desviación típica

6,78

Tabla 1. Área de las viviendas de la costa y del interior. Se marcan en cursiva los conjuntos domésticos de mayores dimensiones. Referencia: * medida estimada.

Otro aspecto reseñable es la integración de labores productivas especializadas5 en el ámbito doméstico. A diferencia de los asentamientos del interior, en los que no existen evidencias de especialización y jerarquización del espacio intradoméstico, en la costa sí se individualizan del espacio para determinadas tareas, en las que, en el marco de comunidades autosuficientes, todas las actividades necesarias se realizan en cada comunidad, aunque no en todos los núcleos domésticos (lo que Flannery y Winter definieron como household specialization: 1976, pp- 38-39). Este fenómeno puede apreciarse en una actividad como la metalurgia. A diferencia de los (por otra parte, escasos) ejemplos de actividad metalúrgica en el interior, donde las zonas de producción se sitúan al aire libre o en espacios bajo estructuras perecederas (como ocurre en As Travesas), en casos como el conjunto C9-12 de Borneiro, se documenta la existencia de áreas específicas dedicadas a la producción metalúrgica (C10-11), presumiblemente al forjado, en el marco de un conjunto en el que se encuentra un espacio de habitación (C9) y una posible área de almacenaje (C12) (Nión-Álvarez, 2022a, p. 501), cuestión que permite sugerir su valor como núcleo doméstico en el que algunos de sus habitantes se habrían dedicado al trabajo del metal. En otros espacios, como ocurre en Elviña, la metalurgia del hierro adquiere un ámbito completamente especializado, ocupando zonas periféricas en el entorno del castro (Nión-Álvarez, 2022a, p. 502). En lo que atañe a otro tipo de producciones, resulta de interés la existencia de un posible taller de orfebre (Bello Diéguez, 2007) adosado al conjunto doméstico GE13001. Su vínculo con esta vivienda podría sugerir la presencia de una actividad especializada que enaltecería el prestigio de la unidad familiar. Un último aspecto por señalar es la creciente dinamización de las relaciones interculturales. A diferencia del interior, en la costa comienzan a forjarse redes de intercambio estables a media-larga escala, especialmente con el Sur ibérico. Su presencia y distribución material, aunque irregular a lo largo de la fachada costera (aparecen, especialmente, en Elviña y su entorno: Nión-Álvarez, Castro González y Rivas Nódar, 2021, p. 131), contrasta con su completa ausencia en el interior. En el marco de este trabajo, la influencia de estos objetos es reducida, pues los datos disponibles señalan una mayor presencia de materiales de importación en espacios abiertos o edificaciones de carácter colectivo, siendo escasos en el ámbito doméstico; sin embargo, es necesario tener en cuenta estas informaciones para indicar una diferencia más a escala regional.

Figura 7. Especialización y complejización del espacio doméstico costero: estructuras de canalización en el GE13001 de Elviña: A. ubicación de las canalizaciones en el conjunto GE13001 (Estancias 4 y 5, vista desde el Oeste); B. zona de desagüe entre ambas estancias (vista desde el Norte); C. piedra horadada en el inicio de la canalización, destinada a la evacuación de aguas.

Finalmente, debe mencionarse la disposición y estructuración de las viviendas en el entramado del poblado. La existencia de una incipiente planificación del espacio interno ha sido identificada, en el Noroeste ibérico, en varios ejemplos de la Segunda Edad del Hierro (Parcero-Oubiña et al., 2007, p. 175). Este fenómeno es notorio en los asentamientos costeros (con calles enlosadas, sistemas de acceso bien definidos, estrategias de acopio y desagüe de aguas, etc.), pero, como hemos visto, no en los del interior. En lo referido al espacio doméstico, en Borneiro se identifica un sistema casi “radial” donde los espacios se organizan de forma “centro-periférica”: los grandes conjuntos domésticos ocupan el lugar central del poblado, mientras que las viviendas de menor entidad se sitúan en las zonas periféricas o adosadas a las murallas. Este aumento en la planificación interna es particularmente notoria en Elviña (Figura 8), donde los espacios se definen desde una óptica común y generalizada que jerarquiza todas las construcciones del espacio interno en función de las necesidades generales del poblado (Nión-Álvarez, 2021, p. 443), hecho que resulta sintomático de una compleja organización social que posibilita la capacidad para movilizar la fuerza productiva necesaria para llevar a cabo este tipo de planificaciones (Blanton y Fargher, 2011; Smith, 2010).

Figura 8. Planta del Castro de Elviña.

Atendiendo al conjunto de características descritas del espacio doméstico, y empleando el caso de Borneiro (Figura 9) como principal ejemplo (aunque esta categorización puede reflejarse en registros menos completos), es posible plantear una clasificación preliminar de las viviendas de la costa:

Figura 9. Planificación del espacio habitado de Borneiro. En azul, grandes conjuntos domésticos; en rojo, conjuntos domésticos de tamaño medio; en verde, unidades domésticas sencillas; en negro, otras construcciones.

1.Conjuntos domésticos de grandes dimensiones: viviendas de grandes dimensiones, definidas por la agregación de varias estructuras o por la compartimentalización de varias estancias, dispuestas en torno a un espacio privatizado (un patio o un corredor). Algunas de las unidades constructivas parecen contar con un mayor cuidado interno y un registro material más profuso, documentándose una mayor cantidad de ornamentos personales de prestigio (es el caso de las estancias C18 y C25 del CD1 de Borneiro, donde se recuperaron fíbulas con adornos de plata o cuentas de collar: Romero Masiá, 1992, p. 152), escasos o inexistentes en el resto de estancias, y también tareas vinculadas con elementos de prestigio, como es el caso del GE13001 de Elviña. No se han identificado grandes espacios de almacenaje o estructuras productivas de gran entidad vinculadas a estas estancias, sino que su espacio doméstico se asemeja más al de las “casas plurifocales”, propuestas para otras regiones de la península ibérica (Grau-Mira, 2013, pp. 63-64), y que implican la agrupación de distintas actividades, con predominio de las viviendas, que acogerían a distintos miembros de una unidad familiar extensa (Byrd, 2000) en el marco de distintas estrategias de filiación y localidad.

2.Conjuntos domésticos de dimensiones medias: de forma semejante, estos conjuntos presentan varias estancias a un espacio privatizado común. Sin embargo, presentan varias divergencias: su área total es menor, presentan un menor número de estancias y el espacio central (ya sea patio o corredor) no se define ni individualiza a nivel arquitectónico. En los ejemplos identificados en Borneiro (C6-8-20 y C9-12), se ha señalado su relación con actividades específicas, como puede ser la metalurgia (véase Figura 10), indicando que podrían haber acogido a individuos, colectivos o grupos familiares que realizasen algún tipo de actividad diferenciada.

3.Unidades domésticas sencillas: núcleos domésticos de carácter sencillo, aparentemente viviendas unifamiliares. Carecen de compartimentalizaciones o división del espacio por tareas, y ocupan un lugar periférico o marginal en el entramado constructivo del poblado, incluso adosándose a las murallas, como ocurre en Meirás o Borneiro.

Figura 10. Detalle del conjunto C9-12 de Borneiro y áreas de actividad interna (véase Figura 9 para su ubicación en el plano general). En rojo, áreas de producción de metal; en verde, área de uso doméstico; en amarillo, espacio de almacenaje; en bronce, zonas externas de producción de metal.

Estos datos permiten inferir la existencia de un espacio doméstico diverso y heterogéneo, en el que coexisten unidades domésticas sencillas con viviendas de grandes dimensiones, cuestión que habría implicado la jerarquización del espacio habitado en función del tipo de unidad de habitación: los grandes conjuntos domésticos ocuparían un lugar central, mientras que las viviendas sencillas se situarían en la periferia del poblado. Aunque existen ciertas variaciones en las formas constructivas, estos grandes conjuntos domésticos reproducen lógicas semejantes a las denominadas “casas-patio” del territorio bracarense (el ámbito más meridional del Noroeste peninsular): conjuntos de viviendas que acogerían a una única unidad familiar, compuestos por varias estructuras de habitación en torno a un atrio de acceso restringido al resto de los habitantes del poblado (González-Ruibal, 2006, p. 154). A diferencia de las casas-patio bracarenses, la privatización del espacio doméstico no depende de un muro delimitador que define el ámbito de la unidad familiar, sino que son las propias viviendas las que se articulan y estructuran en torno al espacio privatizado, empleando otros recursos constructivos (muros delimitadores, proximidad de las viviendas) para enfatizar su individualidad.

Este proceso de agregación, compartimentalización y privatización del espacio doméstico suele comprenderse como uno de los elementos más representativos de un cierto incremento de la complejidad social, implicando un proceso de individualización de determinados colectivos que precisan demarcar el espacio como propio (Gerritsen, 2007; Rapoport, 1990; Steadman, 1996). En una línea semejante, y en contraposición a la homogénea sencillez de las viviendas del interior, puede destacarse la existencia de un desequilibrio estructural entre distintas formas de reproducir el espacio doméstico. Además, y a diferencia de los asentamientos del interior, que conservan incólumes sus estrategias de habitar la casa de inicio a fin del hábitat fortificado, esta tendencia de las comunidades costeras hacia la estructuración de grandes conjuntos domésticos parece reflejar un proceso iniciado en las últimas centurias de la Primera Edad del Hierro. Atendiendo a los datos proporcionados por el poblado de Punta de Muros (Arteixo), tras una primera fase con unidades domésticas sencillas, entre los siglos VI y IV a.C.6 (a priori, temprano para el Hierro del Noroeste) se produce una notable transformación en el espacio doméstico que implicaría la aparición de grandes conjuntos domésticos complejos y compartimentalizados (Nión-Álvarez, 2021, pp. 188-203). Los datos documentados en nuestro estudio indican, precisamente, que la existencia de grandes conjuntos domésticos ya es un fenómeno estable que forma parte del sistema de relaciones del poblado desde el siglo IV a.C., con lo que parece tratarse de una dinámica social legitimada, que ya forma parte del acervo sociocultural de sus comunidades y que perdurará, al igual que las viviendas sencillas del interior, hasta la conquista romana.

Discusión: sobre casas, parentescos y formas sociales

Como hemos visto, los espacios domésticos de las comunidades de costa e interior ofrecen notables divergencias en prácticamente todos los aspectos analizados, cuestión que sugiere que la existencia de dos dinámicas sociales diferenciadas entre ambas regiones (González-Ruibal, 2012, p. 155; Parcero-Oubiña y Nión-Álvarez, 2021, p. 12) tiene respaldo en el espacio doméstico. En el siguiente apartado, intentaremos sugerir algunas líneas generales de ambas regiones en términos interpretativos relacionados con el análisis social (Tabla 2).

Las comunidades del interior se caracterizan por una marcada pervivencia de las dinámicas tradicionales y una notable reticencia al cambio social. Los núcleos domésticos mantienen formas, dimensiones y características idénticas a las documentadas en el inicio de la fortificación, ajenas a ningún proceso de transformación interna hasta la conquista romana, cuestiones que remarcan la existencia de una sociedad indivisa y con escasas expresiones de desigualdad interna. Con independencia de su etiquetado antropohistórico como sociedades “segmentarias” (Currás Refojos y Sastre, 2019), “deep rurals” (González-Ruibal, 2012, pp. 260-262) o “indivisas” (González García, Parcero-Oubiña y Ayán-Vila, 2011), los datos sobre el ámbito doméstico muestran una tendencia general hacia el igualitarismo. A este respecto, debe tenerse en cuenta que esta “igualdad” alude en exclusiva a la ausencia de diferencias internas en términos de clase o condición, sin implicar diferencias en términos de clase o estrato social. Si traemos a colación las palabras de Kenneth Ames (2010, pp. 20-23), en todas las sociedades existe algún tipo de disparidad interna que alude a distintas calificaciones del estatus, como mínimo, a través de criterios como el sexo o la edad. Según Pierre Clastres (1981, pp. 122-123), estas sociedades son igualitarias porque sus relaciones son horizontales, entre iguales que ignoran la desigualdad: en el poblado, un ser humano no vale más o menos que otro, no es superior ni inferior, sino que detenta un determinado estatus social dentro de una inexistente jerarquía. El jefe, de existir como figura, no ejerce su poder por “ser más” que cualquier otro miembro, sino que se encuentra sometido a sus designios, sujeto a “perpetuo endeudamiento social” (Clastres, 1981, p. 139). El poblado, de esta forma, se articula como la célula básica de organización política, el único agente posible en el seno de la comunidad, independiente e indivisa en el interior, pero cuya existencia implica la constitución de un paisaje social fragmentado a nivel territorial (García Quintela, 2002, pp. 97-98) en el que múltiples “unidades políticas” se estructuran a lo largo del territorio.

Costa

Interior

Unidades domésticas pétreas, de mayor complejidad técnica y planimétrica, creación eventual de conjuntos domésticos de grandes dimensiones. Presencia de desigualdades estructurales, con notables diferencias entre unidades domésticas.

Unidades domésticas construidas en materiales perecederos, sencillas y de pequeñas dimensiones. Notable homogeneidad entre todas las unidades domésticas, carentes de compartimentalizaciones.

Desarrollo de la planificación y gestión del espacio del poblado con edificaciones de carácter colectivo y obras de adecuación del espacio interno; lo que evidencia una notable capacidad de agencia y movilización de fuerza productiva. Distribución organizada de las viviendas del poblado.

Limitada presencia de actividades edilicias relacionadas con la gestión del poblado, dispersión irregular y desorganizada de las construcciones internas.

Mayor cantidad de espacio potencialmente habitable en cada asentamiento, menor porcentaje del asentamiento ocupado por sistemas defensivos.

Menor espacio potencialmente habitable en cada asentamiento, mayor porcentaje del asentamiento ocupado por sistemas defensivos.

Tabla 2. Diferencias entre las comunidades de costa e interior a partir del espacio construido.

Centrándonos en el ámbito intradoméstico, también podemos aproximarnos a las estrategias de organización familiar, cuestión, sin duda, de gran complejidad si nuestro registro es exclusivamente material, pues las combinaciones posibles entre patrones de residencia y descendencia son muy diversas (Blanco-González, 2020, pp. 124-125). Sin embargo, gracias a varios estudios transculturales, existen algunas pautas generales (Ensor [2017, p. 6] las define como mid-level theories) que se replican en la gran mayoría de contextos culturales conocidos, proporcionando interesantes herramientas de apoyo para afrontar su estudio. Tal y como plantea Peter Peregrine (2001, p. 44), el parentesco es un fenómeno influyente en la estructuración social de cualquier sociedad no estatalizada, si bien, como ya hemos planteado, existen otros factores relevantes a la hora de definir un mayor o menor grado de desigualdad. En esta línea, es posible que un mismo patrón de residencia se reproduzca tanto en sociedades de corte igualitario como en otras con un acusado nivel de jerarquización, poniendo de manifiesto que, como tantos otros aspectos culturales, su estudio debe combinarse con otros elementos si nuestro objetivo es el análisis de dinámicas sociales a media escala.

En el caso de las comunidades de interior, las dimensiones de las viviendas, siempre inferiores a 45-60 m2, descartan la residencia matrilocal, atendiendo a los sólidos estudios comparativos con más de 100 sociedades (e.g. Ember, 1973; Porčić, 2010). Su dispersión aparentemente aleatoria podría ser un indicador de neolocalidad (Ensor, 2013, pp. 159-160), pero debemos considerar el peso que ejerce la ocupación continua de una misma ubicación, que pervive durante generaciones indicando un nivel de dependencia con relación al núcleo familiar. Este dato, una vez descartada la matrilocalidad, podría indicar un patrón de descendencia patrilocal (Ensor, 2013, p. 66). No es posible sugerir ninguna propuesta para las relaciones de parentesco, si bien debe tenerse en cuenta que, de las 588 culturas identificadas como patrilocales, un 60% presentan un patrón de descendencia patrilineal (Ensor, 2013, p. 143).

Por su parte, el análisis de las comunidades de la costa se vincula con debates académicos de mayor intensidad. La presencia/ausencia de desigualdades internas en la Edad del Hierro del Noroeste definió buena parte de las discusiones arqueológicas, especialmente desde los años ‘90 (véase Ruíz Zapatero, 2005), involucradas en un debate historiográfico sobre su adscripción al “mundo céltico” (González García, 2021, pp. 61-66) que excede los límites de este trabajo. En la línea de un enfoque heterogéneo de análisis social, algunos de los principales argumentos empleados para sugerir un modelo de sociedad con desigualdades internas (e.g. García Quintela, 2002; Parcero-Oubiña, 2002) han sido reestructurados y aplicados a las comunidades de la costa de nuestra región de estudio (González-Ruibal, 2012, pp. 258-260). Aunque algunos aspectos concretos puedan resultar de interés, nuestro objetivo no es superponer un modelo social contemporáneo sobre un fenómeno del pasado, sino reconstruirlo desde estrategias que respeten sus propias formas, aunque para ello empleemos todo nuestro “arsenal teórico-interpretativo” como herramienta de apoyo. Como decía Eduardo Viveiros de Castro (2012, p. 81), “se trata de leer a filósofos a la luz del pensamiento salvaje y no al revés, pues toda experiencia de otro pensamiento es una experiencia sobre el nuestro”.

Son varias las expresiones del espacio doméstico que permiten inferir un cierto desequilibrio social en las comunidades de la costa, especialmente a nivel intracomunitario. Quizás el fenómeno más destacado sea la existencia de un patrón de desigualdad a la hora de definir el espacio doméstico, que implica la coexistencia de conjuntos domésticos de dimensiones considerables con unidades sencillas en un entramado constructivo aparentemente jerarquizado. Este aparente desequilibrio entre viviendas no solo resulta relevante para el estudio conjunto de las comunidades de la costa, sino que se contrapone con las dinámicas de las del interior, cuya homogeneidad formal y constructiva ya hemos señalado. Estas dos estrategias de definir la casa reflejan dos modos completamente distintos de entender la sociedad: mientras en la costa las unidades familiares requieren mayor atención, adquieren mayor tamaño y cuentan con mayor potestad para privatizar espacios y erigirse como actores diferenciados en el ámbito comunitario; en el interior, las viviendas reflejan una notable homogeneidad social, sin apenas diferencias entre sí, cuestión que contrasta con la notable atención –especialmente, en términos de fuerza constructiva y simbolismo– que reciben las murallas (Parcero-Oubiña y Nión-Álvarez, 2021, pp. 10-12), el elemento más representativo de la colectividad y cohesión del poblado. Aunque no es objeto de este trabajo, estos datos pueden relacionarse con otros aspectos aparentemente representativos de esta desigualdad social interna, como la posible acumulación y exhibición de ciertos “bienes de prestigio” (ejemplificado particularmente por los torques: Armada Pita y García-Vuelta, 2018, p. 259; González-Ruibal, 2012) o la estandarización de determinadas formas de culto (ejemplificado particularmente por las saunas: García Quintela, 2016; Prociuk, 2019).

En detrimento de los valores igualitarios e indivisos que caracterizaban a las comunidades del interior, puede señalarse la existencia de un “desequilibrio estructural”, con distintas unidades familiares, colectivos y/o linajes con distinto potencial para acumular capital (en el amplio y poliédrico sentido de Bourdieu, 2007). Este hecho implicaría la existencia de distintos “grupos de influencia”, con independencia de su composición o entidad, con diferentes potestades para manifestar y exhibir su poder en el cuerpo social y político comunitario y, por lo tanto, para “romper” la célula básica de organización política que era el poblado en distintos agentes (linajes y/o colectivos) con mayor capacidad de influencia en las decisiones y relaciones comunitarias. La existencia de un contexto social aparentemente desigual no implica asumir la existencia de verdaderas jerarquías (aunque, con los datos actuales, tampoco descartarlas); quizás sea más prudente definirlas como un contexto de “asimetría estructural”, en la que determinados linajes o colectivos sociales tienen una mayor posición social o un mayor prestigio de base, pero no un predominio estructural o estratificado.

Este tipo de sociedades, a medio camino entre la indivisión y la estratificación, ha supuesto notables problemas para distintas aproximaciones humanísticas. Muchas posturas han optado por aproximarse al modelo “de Grandes Hombres” (Johnson y Earle, 2000, p. 203), pero, desde mi punto de vista, considero más correcto evitar circunscribir este tipo de sociedades bajo un eventual liderazgo personalista (lo que, por otra parte, le otorga un cierto carácter “transicional”), centrándonos en definir un contexto en el que una posición social pueda ser predominante sin atender a criterios hereditarios o provenir de un contexto social estratificado. En esta línea, podemos diferenciar entre aquellas sociedades que privilegian el prestigio obtenido por determinados colectivos sociales atendiendo a su habilidad en determinadas esferas de la vida (como ocurre, por ejemplo, en el modelo de Grandes Hombres de los baruya de Nueva Guinea: Godelier, 1986) y aquellas en los que una mayor o menor posición de prestigio depende de la pertenencia a determinados linajes familiares (como ocurre, por ejemplo, con las sociedades iqar’iyen del Rif norafricano: Jamous, 1981), sin desatender otros criterios complementarios que pudiesen definir el rango social.

Centrándonos en las formas de organización intradoméstica, uno de los principales aspectos que podemos señalar es un más que probable patrón de patrilocalidad residencial, como suele ocurrir en los conjuntos domésticos de grandes dimensiones estructuradas en torno a un espacio privatizado (Blanco-González, 2020, p. 126; Ensor, 2013, p. 150). Ante la existencia de distintas formas de estructurar el espacio doméstico, no es descartable la presencia de distintos patrones de residencia postmarital en una misma comunidad, especialmente si existen desequilibrios de poder (Ensor, 2017, p. 11), aunque, en este caso, no contamos con datos que sostengan o refuten esta posible heterogeneidad. Es posible que estos grandes conjuntos domésticos acogiesen a modelos de “familias extensas” (Cutting, 2006, p. 231) con potencial para vincular núcleos familiares bajo el alero de linajes con mayor prestigio a través de relaciones basadas en el “parentesco laxo” o, incluso, en la clientela (Bourdieu, 2007, pp. 136-137), procurando una red de asistencia mutua. Esto podría haber facilitado la existencia de patrones de residencia virilocal y avunculocal en el entorno de estas “casas-patio”, como ya se ha documentado en otras ocasiones en contextos semejantes (Ensor, 2017, p. 8)7. Como mencionamos para las comunidades del interior, existe una mayor probabilidad estadística de que las sociedades con patrón de residencia patrilocal vinculen su descendencia a modelos patrilineales. En este caso, debe apuntarse, además, que la gran mayoría de “casas-patio” cuentan con patrones de descendencia patrilineal (Blanco-González, 2020, p. 126), aunque no pueda afirmarse con rotundidad. Atendiendo a estos datos, no sería extraño que las comunidades de costa e interior presenten modelos de residencia postmarital (y quizás descendencia) semejantes, cuestión que pone de manifiesto la variabilidad de los modos de relación interfamiliares y la imposibilidad de comprenderlas como un elemento que defina, por sí mismo, un mayor o menor grado de desigualdad social.

Conclusiones

El presente trabajo ha propuesto una revisión del ámbito doméstico de las comunidades de la Edad del Hierro del Noroeste ibérico (siglos IV-I a.C.). Se ha desarrollado una metodología fundamentada en el análisis de distintas características del espacio de habitación, un campo de estudio con gran potencial para el análisis de las estrategias de organización comunitaria a múltiples escalas de influencia. Así, se ha planteado un análisis comparativo entre las comunidades de la costa con respecto a las del interior, con la intención de identificar eventuales divergencias internas atendiendo a los resultados ofrecidos por diferentes estudios regionales.

De esta forma, ha sido posible corroborar estas diferencias territoriales, siendo identificadas varias diferencias entre las viviendas de la costa y del interior, cuestión que ha permitido sugerir la existencia de dos principales dinámicas sociales: una tendencia de carácter más igualitario en el interior, y otra con diferencias y desigualdades internas en la costa. Estos datos no solo apuntan hacia la existencia de dinámicas sociales heterogéneas en el contexto del Hierro del Noroeste ibérico, sino la necesidad de apuntalar este tipo de investigaciones con el estudio de otros fenómenos coetáneos, como las formas de manifestar el culto, la organización de la producción o las estrategias de control e interacción de redes de intercambio a larga distancia, elementos que permitirán verificar y ampliar el conocimiento existente al respecto desde un enfoque holístico.

Agradecimientos

A Ana Martínez Arenaz, responsable del Museo Arqueológico de A Coruña, por haber facilitado el material documental necesario para la realización de este trabajo. A los evaluadores anóminos, cuyo esfuerzo permitió mejorar el resultado final del manuscrito. Este trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.

Referencias bibliográficas

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1 La práctica totalidad del hábitat de la Edad del Hierro del Noroeste ibérico se corresponde con aldeas fortificadas.

2 En este caso, puede señalarse la existencia de tres dataciones radiocarbónicas, realizadas sobre carbón, en la estructura FC3: Gd-6074 (2650 ± 100 AP), Gd-6068 (2610 ± 70 AP) y Gd (1) (2580 ± 90 AP) que datan sucesivamente tres niveles de uso del espacio doméstico. Más información sobre las dataciones radiocarbónicas del asentamiento, así como sobre su análisis social, puede consultarse en González-Ruibal (2006-7, p. 627) y Nión-Álvarez (2021, pp. 151-154).

3 Las dataciones de Borneiro, coherentes con las cronologías indicadas en este apartado, pueden consultarse en Picón Platas (2008, p. 164).

4 Debe señalarse, no obstante, que los datos disponibles, aunque homogéneos, son más exiguos en el caso del interior.

5 El concepto “especialización” debe comprenderse en términos de especialización productiva, no laboral, cuestión ajena a sociedades no estatalizadas (para más detalles, y ejemplificado en la producción metalúrgica, véase Nión-Álvarez, 2022, pp. 492-493).

6 Véase Cano Pan (٢٠١٢, pp. ٧١-٩٨) para el corpus original de dataciones y Nión-Álvarez (٢٠٢١, pp. ١٩٠-١٩٣) para su modelado cronoestadístico y social.

7 Cuestión que podría explicar la presencia de alguna estructura doméstica próxima al conjunto CD1 de Borneiro y que no encaja del todo con el patrón urbanístico del poblado, aunque no pueda más que considerarse como hipótesis.