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Artículo

El Asentamiento de Fuente de la Mora (Leganés, Madrid, España) durante la Época Emiral (siglo IX)

Silvia Berrica

https://orcid.org/0000-0001-6613-4325

Área de Arqueología, Departamento de Historia y Filosofía, Universidad de Alcalá. Calle Trinitario, 1, Edificio Trinitarios, planta sótano (CP 28801), Alcalá de Henares, Madrid, España. E-mail: silvia.berrica@edu.uah.es

Recibido: 15 de agosto de 2022
Aceptado: 27 de junio de 2023

Resumen

El estudio del asentamiento de Fuente de la Mora (Madrid, España) es crucial para la investigación de las zonas rurales dada sus características. Esto nos ha llevado a proponer una nueva interpretación de este enclave, debido mayormente a su situación geográfica, a los materiales en él encontrados y a los rastros de la islamización que se han documentado. Esto nos permite determinar un nuevo tipo de jerarquización en el territorio del centro peninsular ibérico y dar otra visión sobre el concepto de Arqueología Rural y del término de campesinado. Para poder alcanzar estos resultados se ha decido estudiar este asentamiento a través de la Arqueología del Paisaje y de un estudio detallado de los materiales hallados en el yacimiento durante las excavaciones de rescate, sobre todo cerámicos. Aunque la información sobre este asentamiento es parcial, los restos arqueológicos hallados nos permiten sugerir que pudo tratarse de un asentamiento en altura (hilltop) de cierta importancia, que ayudó en la administración del territorio de la Marca Media durante la primera fase de la época emiral de al-Ándalus.

Palabras clave: Paisaje altomedieval; Zonas rurales; Cerámica islámica; Al-Ándalus

The settlement of Fuente de la Mora (Leganés, Madrid, Spain) during the Emiral Period (9th century)

Abstract

The study of Fuente de la Mora settlement (Madrid, Spain) provides crucial insight into rural areas due to its characteristics. Therefore, we have proposed a revisited interpretation of this enclave based on its geographic location, its archaeological remains, and the traces of Islamization documented. Consequently, we can establish a new type of hierarchy in the Iberian Peninsula center and provide another perspective on rural archaeology and the concept of the peasantry. The settlement was studied using Landscape Archaeology and a detailed study of the materials found at the site, especially ceramics, during rescue excavations. Although the information on this settlement is scarce, the archaeological remains suggest that it could have been a hilltop settlement of some significance, involved in the territory administration of the Middle March during the first phase of the Emiral period of Al Andalus.

Keywords: Early Medieval Landscape; Rural Areas; Islamic Pottery; Al-Andalus

Introducción

En la época altomedieval el territorio rural de la región central de la Península Ibérica estaba controlado por señores, aristócratas y elites que se ocupaban del control fiscal del territorio (Francovich y Hodges, 2003; Martín Viso, 2014; Olmo Enciso, 2015), estableciendo así un paisaje dinámico, donde el registro arqueológico nos ayuda a descodificar las diferencias sociales (Berrica, 2021b; Berrica y Schibille, en prensa; Olmo Enciso, Castro Priego y Diarte Blasco, 2019). El objetivo de este artículo es llenar el vacío que muchas veces las fuentes escritas dejan sobre el territorio fuera de los ámbitos urbanos, así como de los eventos que conciernen las zonas rurales, a través del caso de estudio de Fuente de la Mora (Figura 1A y 1B).

Figura 1. A) Mapa con los yacimientos citados en el texto; B) El asentamiento amesetado de Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia mediante QGIS.

El tema del campesinado ha sido muy analizado en la zona de la Meseta Central especialmente entre los siglos VI-VII, pero se han dejado al margen cuestiones claves en el siglo VIII. ¿Tenemos evidencias materiales de una temprana islamización en el ámbito rural?; ¿cómo podemos detectar que tipo de economía caracterizaba un asentamiento?; ¿qué cambios sociales se detectan en el registro material?; ¿qué nos aporta el estudio de la materialidad, en especial la cerámica, en una investigación del paisaje?; ¿tenemos evidencias de una presencia estatal o de una elite en la zona sur de la Marca Media?

Para poder contestar a estas preguntas se ha decidido estudiar nueve yacimientos de la Meseta Central, a fin de detectar los cambios diacrónicos entre los periodos visigodo y emiral, y así poder obtener un cuadro general del paisaje arqueológico durante el periodo altomedieval (Berrica, 2023), entre los cuales hay el asentamiento de Fuente de la Mora. Esta investigación se ha focalizado dentro de los límites de la actual Comunidad de Madrid (España). Se decidió un estudio dentro de los límites de esta Comunidad Autónoma por el gran número de excavaciones de Urgencia que se han desarrollado en esta región en los últimos 20 años. Efectivamente, es con la ayuda de las excavaciones arqueológicas que se ha permitido dar a conocer las diferencias diacrónicas, cronológicas, sociales, económicas y jerárquicas entre los diferentes enclaves estudiados (Berrica, 2023). En este trabajo se expondrá una cronología relativa fiable, de este modo será posible reconocer la transformación del asentamiento y la materialidad de Fuente de la Mora en su contexto altomedieval, además de comprender los cambios culturales, sociales y administrativos de la islamización.

Por tanto, por vez primera, se ha querido presentar una construcción del proceso de islamización a través de una propuesta metodológica y conceptual basada en una documentación estrictamente estratigráfica. Esto constituye la base empírica que sustenta la interpretación, a partir de la materialidad arqueológica.

El tema del campesinado ya ha sido debatido y las investigaciones que describen este fenómeno social en el centro peninsular, ya son parte de la tradición historiográfica española y europea (Quirós Castillo y Vigil-Escalera Guirado, 2013; Tejerizo García, 2021). Sin embargo, hay que subrayar que estos estudios se centran más en la primera parte de la época altomedieval, entre los siglos VI-VII. El objetivo de esta investigación es poder detectar los cambios y la diacronía del proceso formativo del paisaje rural en la época emiral.

A lo largo del siglo VI tanto el paisaje urbano como el rural forman parte de un proceso de transformación considerable. Desaparecen las villas romanas y se forma una nueva realidad rural: los poblados, las aldeas y las granjas (Berrica, 2022d). Las antiguas ciudades romanas se encuentran desestructuradas, aunque algunas de ellas siguen siendo centros de referencia del territorio al convertirse en sedes episcopales, entre ellas Complutum (Alcalá de Henares) (Olmo Enciso y Castro Priego, 2011). El Estado Visigodo impulsó la revitalización urbana, como se puede constatar en el nuevo plan de desarrollo urbano de la Vega Baja de Toledo o en la fundación ex novo de la ciudad de Recópolis (Olmo Enciso, Castro Priego y Checa Herráiz, 2017).

El registro arqueológico nos ha dado la posibilidad de reconocer algunos grados de jerarquización en el territorio. El paisaje rural se ve modificado en una compleja sociedad donde se constata la presencia de la aristocracia, de elites locales, de comerciantes acaudalados, de la iglesia y por supuesto, de los campesinos (Berrica, 2022c; Olmo Enciso, 2015). En el ámbito rural es difícil detectar los cambios sociales, ya que a primera vista pueden resultar poco evidentes. Las diferencias se pueden detectar en la cultura material y en la arquitectura de las viviendas, en los tipos de cultivos (Roig Buxó, 2009) y en la actividad artesanal (Berrica, 2020; Berrica y Schibille, en prensa), que pueden diferenciar un campesino de un comerciante acaudalado o hasta dar cuenta de una elite rural (Berrica, 2021b, 2022d; Olmo Enciso, 2015). Investigaciones recientes han evidenciado cómo los asentamientos en altura, fortificados, con probable presencia de aristocracias, eran sedes administrativas y políticas locales secundarias (Berrica, 2022c; Martín Viso, 2015; Martín Viso, Sastre Blanco, Catalán Ramos y Fuentes Melgar, 2020; Olmo Enciso, 2015; Olmo Enciso et al., 2019). Sin embargo, no suplantaron a las ciudades que conservaron un nivel jerárquico primario en la región (Martín Viso, 2014).

El estudio que hemos desarrollado del territorio de la Meseta Central ha permitido detectar diferentes realidades sociales rurales que no solo señalan espacios campesinos, sino también del poder local y regional (Figura 2). La jerarquización que nosotros proponemos no se ha preestablecido a través de un estudio historiográfico, sino que, es el resultado de una investigación y de la materialidad arqueológica hallada en cada asentamiento que permitió la diferenciación entre estos poblados (Berrica, 2023). Por consiguiente, estos resultados se deben a donde se construyó el asentamiento, a la arquitectura, al urbanismo, a las actividades artesanales de diferentes niveles, a las agropecuarias, a los objetos de importaciones regionales, a los que señalan indicadores económicos, la cerámica importada, los metales y el armamento. Según nuestro estudio en la categoría de Asentamientos en Altura (hilltops) entran unos poblados que se construyen en cerros altos y amesetados, presentan muralla o un sistema defensivo de tipo natural y antrópico. En algunos casos son zonas de captación de tributos y de pago de peaje. En la estructura interna del asentamiento puede presentar actividades artesanales: como alfarería especializada y trabajo metalúrgico. En la zona norte de la Meseta Central (Sierra de Guadarrama, Madrid), Cancho del Confesionario, La Cabrera y la Dehesa de la Oliva, entre otros, eran asentamientos que cumplían estos requisitos (Berrica, 2022c).

Figura 2. Mapa con la jerarquización de los asentamientos de la Meseta Central desde el siglo VIII. Fuente: Elaboración propia mediante QGIS.

Por otro lado, en la zona sur de la Meseta se han podido reconocer que los hilltops podrían ejercer la misma función planteada en Cancho del Confesionario (Berrica, 2022c), como, por ejemplo, La Marañosa que es un centro en altura construido sobre un cerro amesetado de notable altura. Tiene por lo menos dos fases muy claras. La primera es una altomedieval, que probablemente se fundó a finales del siglo V o principios del VI. Parece que siguió habitándose en altura por lo menos hasta principio del siglo VII. Durante el periodo altomedieval el asentamiento parece haber tenido una muralla y un cementerio interior. En el cerro, durante las prospecciones, los arqueólogos han hallado numerosos restos de ánforas tipo Spatheion y cerámica africana (Juan Tovar, Martínez-González, Martínez Requejo y Gutiérrez de León Juberías, 2022). No parece haber mantenido continuidad durante el periodo emiral. Después de siglos de abandono al parecer volvió a repoblarse desde el siglo XI, aunque en una zona diferente del cerro (Berrica, 2023). No se puede excluir que durante la primera fase del periodo altomedieval La Marañosa fuera un asentamiento en altura que ejercía de centro de captación fiscal, además de centro de redistribución de productos con poblados y aldeas cercanas (Figura 3A). Sin embargo, al parecer este centro perdió de importancia a lo largo del siglo VII parece ser abandonado y no se puede excluir que otro centro lo sustituya como sede de captación fiscal y para controlar el territorio desde la segunda mitad del siglo VII, donde se vive una transformación del paisaje rural con la construcción de nuevos asentamientos rurales y un aprovechamiento siempre más intenso de los recursos locales en las zonas rurales y por tanto, un mayor control de la elite sobre poblados que se dedicaban a la explotación minera, al trabajo metalúrgico y a la labor agropecuaria (Berrica, 2022c).

Figura 3. A) El asentamiento de la Marañosa, Cuenca de Visibilidad; B) Cuenca de Visibilidad Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia mediante Global Mapper/Lidar.

En consecuencia, después un estudio del territorio y un estudio exhaustivo de los materiales arqueológicos se ha llegado a la conclusión que este nuevo centro secundario de poder podría ser Fuente de la Mora. Es posible que controlase aquellos asentamientos que mantienen su cronología entre finales del VIII y la primera mitad del IX. Entre los datos tenemos el análisis de la cuenca de visibilidad efectuada desde el poblado, que permite analizar como el alcance de este asentamiento en altura podría controlar distintos poblados que tenía alrededor (Figura 3B).

Con la ocupación islámica en el centro peninsular ya desde la mitad del siglo VIII se empiezan a detectar cambios paulatinos, consecuencia del nuevo sistema social andalusí, que se consolidará a lo largo del siglo IX (Olmo Enciso, 2011). La islamización del territorio fue intensa y se puede detectar a través de diferentes ámbitos de la vida social, religiosa y económica de los asentamientos de época visigoda, ya que en estos asentamientos que presentan una continuidad cronológica, es donde se manifiestan los cambios a lo largo del siglo VIII (Berrica, 2021b). Entre los indicadores arqueológicos, se puede destacar la aparición de formas cerámicas novedosas que no se detectaron en el periodo precedente, con pastas finas como los jarritos con una sola asa y la introducción paulatina de nuevas tipologías que indican cambios en la preparación de alimentos como el ţābaq, el ţannūr, el uso de cuenco y platos (de vidrio) de mayores dimensiones, el anafe, etc. (Alba Calzado y Gutiérrez Lloret, 2008; Amorós Ruiz, 2018, 2020; Berrica, 2022a; Berrica y Schibille, en prensa). Sin embargo, en esta fase de transición se siguen utilizando cerámicas de época precedente con cocción reductora, fabricadas mediante torno y a mano, como los cuencos carenados y las ollas con perfil en “S” que suelen ser abundantes en el registro cerámico urbano (Olmo Enciso, Castro Priego y Diarte Blasco, 2020) y rural (Olmo Enciso, 2002; Vigil-Escalera Guirado, 2003a). Hay aún cerámicas de tradición precedente como las ollas en S, que se transforman y muestran un nuevo carácter decorativo que refleja los gustos de una nueva sociedad (Berrica, 2022a). De hecho, a final de la octava centuria la olla en S presenta una transformación sustancial, que nos permite presentar una evolución paulatina de esta tipología, con rasgos típicos de esta zona de la Meseta Central: la pintura negra (Berrica, 2022a).

En el territorio se detectan también otros cambios, además de las formas cerámicas, como las sepulturas de ritual coránico, ya fechables a mitad del s. VIII (García-Barberena, Faro y Unzu, 2011; Vigil-Escalera Guirado, 2009). Con respecto a las sepulturas islámicas, en este artículo también aportaremos nuevos datos (Berrica, 2021b, en prensa). Además, destacan las monedas de la conquista islámica (Berrica, 2018, 2021a; Castro Priego, 2020; Castro Priego y Olmo Enciso, 2016) junto con la aparición de precintos de plomo que reflejan nuevos cambios sociales y pactos en el territorio (Ibrahim, 2011, pp. 147-149).

El estudio historiográfico sobre el ámbito del campesinado ha revelado una fuerte dicotomía, especialmente lo que concierne el siglo VIII. Este periodo supuso importantes cambios, a veces difíciles de detectar en el plano material. El estudio de Fuente de la Mora nos permite identificar la evolución del paisaje rural altomedieval. Todo esto nos da la oportunidad de analizar las realidades sociales y el comienzo del proceso de islamización que se desarrolla a partir del siglo VIII. En esta zona de la Meseta Sur, la abundancia de obras públicas y privadas de la ciudad de Madrid ha permitido encontrar más necrópolis con sepulturas islámica (Berrica, 2023, en prensa) como veremos más adelante por Fuente de la Mora.

El yacimiento de Fuente de la Mora

El asentamiento de Fuente de la Mora se ubica en el término municipal de Leganés (Madrid, España), en la zona suroeste de la Meseta Sur. Este enclave presenta características que indican que adquiere mayor importancia desde el siglo VIII. Sin embargo, la excavación de la parte medieval además de no ser muy extensa ha sido bastante estéril desde el punto de vista de los materiales arqueológicos. A pesar de ello, debemos resaltar que la cerámica hallada es muy significativa, ya que presenta una estratigrafía cerrada (finales del siglo VIII a primera mitad del siglo IX). De este yacimiento solo se excavó una pequeña parte alrededor del cerro afectado por la construcción de la carretera, mientras que, ubicado en la cima, al parecer, ya se conocían restos de un poblado carpetano, y en la ladera del cerro se encontró la necrópolis de época altomedieval.

Durante la excavación, se han identificado cuatro tipos de estructuras: una sola cabaña de forma elíptica: la Unidad Estratigráfica Negativa 908, rellena por las Unidades Estratigráficas 909, 910, 911, 912, que sufrió un gran arrasamiento (Figura 4A). Asimismo, se hallaron una serie de agujeros de poste, diversas cubetas de escasa profundidad y 20 silos excavados en el terreno para el almacenamiento (Figura 4B). Las evidencias indican, no obstante, que debió haber edificaciones con cimientos de piedra y cubiertas de teja. Los materiales constructivos documentados en los rellenos de los silos, sobre todo en el sector occidental son sugerentes: mampuestos grandes de yeso y caliza, abundante teja curva y molinos de granito, por lo cual es probable que en esta zona hubiera estructuras residenciales, que en un determinado momento se desmantelaron reaprovechando los materiales útiles y arrojando el resto a los silos, convertidos ya en basureros. La extensión de la excavación es de 32.000 m², aunque los restos de época altomedieval se han hallado solo en las extremidades de los límites de excavación (Vigil-Escalera Guirado, 2003b).

Figura 4. Cabaña UE 908 y mapa de Fuente de la Mora en época altomedieval. Dibujo elaborado a partir de Vigil-Escalera Guirado (2003a).

Como decíamos antes, la mayoría de los silos y cubetas han resultado estériles, sin material arqueológico, la cerámica también es bastante escasa, sin embargo, este dato también podría ser importante ya que, al momento de transferencia del poblado a mitad del siglo IX, es probable que quien vivía en Fuente de la Mora se llevara casi todas sus pertenencias, tal y como se demostró en las estancias residenciales de La Cabilda (Berrica, 2020). El hecho de que el material cerámico se encuentre en un horizonte tan cerrado como la primera mitad del siglo IX nos permite establecer una tipología cerámica específica, la cual se diferencia notablemente de la manufactura ceramológica hallada en la Dehesa de Navalvillar o en La Cabilda (Berrica, 2022a), pero sí mantiene similitudes con el asentamiento en altura de Cancho del Confesionario (Berrica, 2022c). La investigación desarrollada en los asentamientos rurales de la Meseta Central por el periodo altomedieval ha permitido identificar distintos grados de jerarquización entre los poblados, de hecho, la Dehesa de Navalvillar y La Cabilda corresponden respectivamente a un poblado minero y a un poblado primario, donde nos encontramos con distintas labores artesanales. Con estos dos términos describimos a dos poblados distintos tanto por sus características, como por su materialidad.

Un poblado minero, de hecho, es un asentamiento de grandes dimensiones, con un gran número de edificios (superiores a 100 edificios). La labor principal es la extracción minera (hierro, plata y cobre) y la elaboración de materiales metalúrgicos especializados distribuido a nivel regional. En estos poblados se registra una intensa actividad artesanal (Berrica, 2022c). Un poblado primario, asimismo, es de grandes dimensiones, pero tiene entre 20 y 50 estructuras. La mayoría de las veces presenta diferentes tipos de arquitecturas (edificios complejos con zócalo de piedra y cabañas construidas con materiales perecederos). En estos poblados se hallan diferentes actividades agropecuarias de distribución regional, mientras que las actividades artesanales especializadas, como la metalurgia y el trabajo textil, están vinculadas a las necesidades del poblado. Se detecta fabricación de cerámica local (presencia de torno y de hornos cerámicos) y también elementos de importación. Son poblado con muchos contactos a nivel regional (Berrica, 2023).

El estudio de la cerámica de estos dos poblados, por un total de 16.188 fragmentos (6241 en La Cabilda y 9947 en la Dehesa de Navalvillar), ha permitido establecer un patrón bastante especifico que permite describir y dar a conocer la producción de tipo regional, así como las diferencias entre las pastas cerámicas con las cuales se elaboraban, estableciendo una diferenciación importante entre las cerámicas especialmente de mesa o de transporte de los poblados construidos en llano, como la Dehesa de Navalvillar y La Cabilda (Figura 5), y las cerámicas que se hallan en asentamientos en altura como sería el caso de Cancho del Confesionario (Figura 6). De hecho, las pastas cerámicas de los poblados mineros y primarios se diferencian por ser un tipo de pasta tosca con desgrasantes medios/grandes y abundantes de color marrón por la cerámica de cocina y de un color anaranjado para la cerámica de mesa. Mientras que en el caso de Cancho del Confesionario las cerámicas de mesa presentan por el siglo VIII y IX un tipo de pasta cerámica depurada con desgrasantes abundantes pero finos, las cocciones son oxidantes en un color amarillento o rosado (Figura 7).

Figura 5. Cerámicas del siglo IX del Edificio E-93 de la Dehesa e Navalvillar. A) con detalle de la pasta cerámica de mesa de color anaranjado y desengrasantes grandes y abundantes. Fuente: Elaboración propia.

Figura 6. Cerámica de mesa del asentamiento en altura de Cancho del Confesionario, Nivel I (siglo IX). Fuente: Elaboración propia.

Figura 7. Fragmentos cerámicos de cerámicas de mesa y ánforas regionales halladas en Cancho del Confesionario (siglo IX). Fuente: Elaboración propia.

El estudio ceramológico de todos estos asentamientos nos permite determinar las diferencias y las similitudes a lo largo de la región, además de ser determinantes, como materialidad arqueológica, de los poblados de mayor envergadura, tal como los asentamientos en altura.

Fuente de la Mora: entre cerámica…

Sobre la cerámica de Fuente de la Mora únicamente hay una breve mención donde se puntualiza que en este yacimiento son más destacables las tipologías de época visigoda respecto a las nuevas formas de la fase emiral (Serrano Herrero, Torra Pérez, Catalán Ramos y Vigil-Escalera Guirado, 2016; Vigil-Escalera Guirado, 2003a). Según estos autores las formas de época islámica se limitarían solo a las piezas más destacables, como el candil, los jarritos y las piezas pintadas en manganeso, y las ollas bífidas (Serrano Herrero et al., 2016, p. 289).

Sin embargo, el análisis exhaustivo de la morfología de las piezas, el estudio de fabricación, el análisis de la decoración y el estudio de las pastas cerámicas, sugieren otra cosa, especialmente si lo confrontamos todo con el resto de material cerámico regional (Berrica, 2022a, 2022b). El problema de analizar la cerámica islámica solo a través de la forma es que se pueden generar problemas de interpretación. No obstante, si observamos el conjunto cerámico en todas sus características, el análisis arroja otro tipo de información claramente más precisa (Berrica, 2022b). De hecho, en este artículo se propone una reflexión sobre el material ceramológico, donde cada objeto se ha estudiado en su contexto estratigráfico para ubicarlo en el espacio y en el tiempo, a través de la cronología relativa (Carandini, 1991). Solo de este modo ha sido posible determinar la evolución y los cambios diacrónicos que se detectan en las tipologías y en las funciones cerámicas a nivel regional. Por tanto, el estudio de la cerámica no se limita a un estudio tipológico, sino que se centra también en el proceso de fabricación, de cocción, el estudio de las pastas o de las diferentes marcas de elaboración. Todo esto nos permite trazar la distribución a lo largo del territorio para entender mejor la economía de la sociedad altomedieval y así determinar diferencias y similitudes entre los distintos poblados.

Como se explicó anteriormente la cerámica no es particularmente abundante, pero si muy significativa. La totalidad proviene de depósitos cerrados como los silos de almacenamiento, o de la estratigrafía de abandono de la cabaña. Para este asentamiento se han estudiado 397 fragmentos cerámicos entre material selecto y no selecto, además de dos unidades estratigráficas 6031 y 6041, de las cuales solo se ha tomado el peso de los galbos porqué los restos se encontraban muy fragmentados. Se estudiaron todos los restos cerámicos encontrados en todas las unidades estratigráficas del yacimiento de época altomedieval por un total de 4,809 kg.

La cocción de la cerámica es mayoritariamente de tipo oxidante (82%, ver Tabla 1). Entre la cerámica reductora hallamos cerámica de cocina, ollas, marmitas, ánforas regionales y tapaderas (18%, ver Tabla 1). El 80% de la cerámica de Fuente de la Mora está fabricada a torno rápido y un 19% restante a mano (dentro de este porcentaje también hay asas y tapaderas). Solo una cerámica está fabricada a molde: se trata del candil 8941_1 de piquera corta (Figura 8).

Tabla 1. Análisis morfológicos de la cerámica de Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia.

Figura 8. Conjunto cerámico de Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia.

Este último es trata de un elemento para la iluminación con base plana. La cazoleta presenta el cuerpo carenado y el con cuello cilíndrico. La pieza tiene un asa de forma circular y la piquera es corta. Es de cocción oxidante y presenta marcas de fuego propias del uso. Es la pieza más completa de su tipo que se ha hallado en el centro peninsular ibérico, aunque en el momento de estudiarla en el Museo se encontró mucho más fragmentada y, a pesar de los intentos por restaurarla, no quedó como en el momento del hallazgo.

Entre las ollas hallamos un 20% de globulares con hombros pronunciados. Esta tipología en particular es un buen indicador cronológico, porque aparece a mitad del siglo VIII (Berrica, 2022a, 2022b). Las ollas con boca trilobulada empiezan a ser abundantes a finales del siglo VIII y luego en la primera mitad del siglo IX se introducen las ollas bífidas. Las marmitas de grandes dimensiones empiezan a tener una nueva morfología con cuerpos rectos y labios redondeados. En esta fase, las bases son todas planas. Las orzas documentadas son de grandes dimensiones, con paredes rectas y labios redondeados o vueltos.

El ţābaq, la forma de la tapadera y la cantidad de fragmentos de jarritos son novedosos en este periodo; especialmente los dos fragmentos pintados de esta tipología, porque nunca se había encontrado ejemplares similares en zonas rurales, ni siquiera en Cancho del Confesionario (Berrica, 2023).

Entre las ánforas regionales contamos con aquéllas de cocción reductora y pasta porosa que también se han hallado en la Sierra de Guadarrama; mientras que las ánforas fabricadas en cocción oxidante con pasta de color rosado, porosa y muy depurada, correspondiente a fábricas de época emiral. Por ánforas regionales de época emiral se entienden aquellos contenedores aptos para el transporte que se diferencian de las jarras u otras cerámicas de transporte como las tinajas. Por ánforas, en esta investigación se consideran aquellos útiles, con una o dos asas que generalmente presentan una acanaladura central, con borde moldurado vuelto hacia el interior, apto para hospedar una tapa, son elaborados a torno rápido, con cocción oxidante u oxidante alternante, generalmente, en pasta amarillenta o rosada, aunque tenemos la versión de la Sierra de Guadarrama en cocción reductora y la pasta de color gris. Las inclusiones son finas y abundantes. La base plana y el cuerpo ovoide. Presentan un acabado alisado en el exterior y muchas veces se le aplica engobe blanquecino o sino están pintadas con trazos elaborados con los dedos, de color rojo y negro. Se han encontrado de diferentes dimensiones, podrían llevar líquidos de 5 a 10 litros de capacidad (Berrica, en prensa).

Aparece una botella/anforita de doble asa 6041_1, elaborada a torno rápido con pasta depurada y de color amarillento-blanquecino. Es probable que este tipo de botella/anforita se usara también para el transporte y para contener alguna sustancia particular ya que en el interior se han encontrado restos de un componente de color amarillento, posiblemente aceite. Se podría considerar probablemente una anforita.

La taza de pasta oxidante, de grosor considerable está fabricada a mano, tratándose de una tipología básica que se encuentra desde el siglo VI y es una forma común de época altomedieval.

La pieza 907_6 es un fragmento de jarrito/a carenado, elaborado a torno rápido, en cocción oxidante, de pasta muy fina, muy depurada (Pasta 1). La pieza está bruñida tanto al interior como al exterior, hasta ahora un caso único entre los yacimientos que investigamos. Entre las pastas cerámicas se han podido determinar diferencias entre algunas ollas que están hechas generalmente de pasta, rica en desgrasantes entre finos y medios (Pasta 3), se han podido diferenciar algunas cuya pasta es oxidante alternante (Pasta 6). La Pasta 4 depurada se utiliza para las vasijas de mesa o de transportes: cuencos, ánforas y jarritos/jarritas. Las orzas y algunos cuencos elaborados a torno se crean con la Pasta 5, anaranjada y muchos desgrasantes de caliza finos-medios. Algunas orzas también usan la Pasta 8, de color marrón en cocción oxidante con desgrasantes medios-finos y abundantes (Figura 9). Mientras que la Pasta 7, porosa y elaborada en cocción reductora, es típica de las ánforas regionales (el porcentaje de cada pasta está detallado en la Tabla 2).

Figura 9. Pastas cerámicas de Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia.

Pastas

Pasta 1

Pasta 2

Pasta 3

Pasta 4

Pasta 5

Pasta 6

Pasta 7

Pasta 8

2-5%

1-2%

13-30%

9-21%

9-21%

3-5%

4-9%

2-5%

Tabla 2. Análisis de las pastas cerámicas de Fuente de la Mora. Fuente: Elaboración propia.

Este conjunto ceramológico presenta todas las características de la diversidad tecnológica y morfológica que se manifiesta desde finales del siglo VIII. Las grandes novedades en lo que concierne especialmente los acabados como el bruñido que hallamos en el jarrito/a 907_6a y la orza 907_6b, que también se ha elaborado con la Pasta 1. Entre otros tipos de acabados hay que subrayar el barniz rojo hallado en la pieza 6031_2. Entre los grandes cambios del periodo referido, se puede apreciar que la pasta cerámica empieza a tener otro tipo de elaboración, con inclusiones más y más depuradas. Asimismo, el grosor mismo de la pasta de las vasijas, tanto de cerámica de cocina, como mesa y transporte, es mucho más fino con respecto al grosor de las piezas de segunda mitad del siglo VIII (Berrica, 2022a).

…y sepulturas

A 1 km en línea recta de las zonas de los silos, en la ladera del cerro se realizó otra excavación donde se halló un cementerio que los autores denominaron cómo “hispanovisigodo” (Martín Ripoll, Pérez Vicente y Vega Miguel, 2006, p. 653). De esta necrópolis se han excavado 7 tumbas. La mayoría estaba en un estado bastante deficiente por la acidez del terreno, sin embargo, se han conservado algunas como la Sepultura 7/F.13, donde se encontró un cuerpo en posición supina.

Asimismo, a través de la revisión que se hizo de esta necrópolis se pudo determinar que en la Sepultura 2/F.2 se hallaba un cuerpo en posición inequívocamente lateral con las piernas flexionadas, los brazos doblados sobre el pecho y la cabeza mirando hacia el sur. La tumba es de planta rectangular con prefosa y fosa lateral, también denominada lahd de fosa simple (Ragib, 1992), que consta de un corte longitudinal señalado con piedras (Figura 10). El lahd es un tipo de tumba típica de la ciudad de Medina que, en origen, era la tumba que se utilizó para sepultar Mahoma:

El lahd es preferido por los ulemas al Shaq. Consistiendo aquél en una excavación practicada bajo el borde de la tumba en la pared que da a la alquibla. Y ello, cuando se trata de suelo compacto que se deshace ni se desmorona. Así se hizo con el Enviado de Allah (Navarro Pérez, 2018, p. 288).

(…) consiste en una tumba de paredes rectas a que se le practica en uno de sus lados una excavación o nicho lateral (Châvet Lozoya, 2015, p. 273).

Figura 10. Sepultura islámica hallada al lado del Cerro de Fuente de la Mora. Imagen de la sepultura 2/F.2 de Fuente de la Mora. Imagen modificada a partir de Martin Ripoll et al. (2006, pp. 655-656).

Discusión de los resultados

Las dos excavaciones que se han desarrollado en la zona de Fuente de la Mora han sido parciales. En consecuencia, las conclusiones que se pueden extraer de este estudio son limitadas, pero muy prometedoras. En este artículo se propone una reflexión sobre el material ceramológico de Fuente de la Mora, donde cada objeto se ha estudiado en su contexto estratigráfico (Carandini, 1991). Hay muchos trabajos que plantean diversos tipos de clasificación ceramológica (Salvatierra Cuenca y Castillo Armenteros, 1999) y cada autor aplica la propia. De hecho, no existe un método universal aplicado a la cerámica que haya sido aprobado por todos los arqueólogos. En este caso se apunta a un estudio estrictamente estratigráfico del material cerámico y se proponen 5 categorías funcionales:

» La cerámica de Cocina: olla/ollita, marmita, cazuela, tapadera, ţābaq, tannūr, colador.

» La cerámica de Mesa: jarra, jarrito, jarrita, plato, cuenco, botella, taza, ataifor.

» La cerámica de Almacenaje: orza, tinaja, jarra.

» La cerámica de Transporte: ánfora, tinaja.

» Útiles Domésticos: candil, lebrillo (barreño), arcaduz, ungüentario, pesa de telar, fichas, fusayola.

Todo esto permite presentar un ajuar ceramológico distinto con respecto a otros yacimientos rurales, como Gózquez, La Cabilda, Barajas o Monte de la Villa, publicados hasta ahora (Berrica, 2022a, 2022d):

1.La calidad de la pasta cerámica en cocción oxidante;

2.Tipologías de época emiral en mayor cantidad;

3.La calidad de la fabricación.

Al ser tan parcial la excavación no sabemos si esta cerámica fuera fabricada in situ o es importada. Sin embargo, hay datos que corroboran que cerca habría algún tipo de estructura más ostentosa que de momento no ha sido excavada, dado los restos de tejas y mampuestos hallados en los silos convertidos en basureros (Vigil-Escalera Guirado, 2003b, p. 18). Por tanto, es muy probable que parte de esta cerámica de calidad viniera de allí, aunque algunas podrían claramente de importación regional, provenientes de zonas urbanas.

El candil con piquera corta es una forma muy particular que en este caso se fabricó a molde. Este tipo de lámpara ha sido una de las menos frecuentes entre los materiales del centro peninsular ibérico y se considera que es muy significativo que en la fase emiral este tipo de objetos se encuentren sólo en centros de poder secundarios como los hilltops y en ciudades como Recópolis. Un fragmento de gollete se encuentra también en la Fase 4 (mitad del siglo IX) del edificio E-93 en el poblado minero de la Dehesa de Navalvillar, aunque la pieza está muy fragmentada y la interpretación se debe a la forma de embudo y las marcas de fuego halladas (Berrica, 2023). La Dehesa de Navalvillar es un poblado minero donde se han encontrado distintos restos de cerámica importada, como ánforas Spatheion, cerámicas norteafricanas, cerámica vidriada, además de ser un centro donde también se ha hallado vidrio importado desde centros urbanos (Berrica, 2022c; Berrica y Schibille, en prensa).

De momento los únicos fragmentos diagnósticos que se han hallado son los de Cancho del Confesionario y la pieza entera encontrada en Recópolis: un ejemplar con piquera larga, con un cuerpo más redondeado y un asa elevada que no se cierra, con base plana, de pasta con cocción oxidante de color marrón. En Recópolis también se ha encontrado un fragmento de piquera corta de pasta rosada, (Olmo Enciso, 2006). Esta pieza ya se había publicado anteriormente (Serrano Herrero et al., 2016; Vigil-Escalera Guirado, 2003a). En el Tolmo de Minateda se han encontrado ejemplares parecidos, con la misma cronología (Amorós Ruiz, 2018), de hecho, los candiles se han recuperado en distintas excavaciones del sur peninsular, aunque el registro siempre viene de ámbitos urbanos (Martínez Álvarez, Rebkowski, García-Contreras Ruiz y Malpica Cuello, 2022, p. 48).

Es muy probable que durante el primer periodo emiral los candiles en el centro peninsular ibérico fueran bastante escasos porque no todo el mundo podía permitirse cerámicas fabricadas en centros artesanales, probablemente desde talleres urbanos. Por tanto, ¿Se podrían considerar los candiles en esta primera fase de islamización un producto de lujo? Es muy significativo el hecho que los candiles en el centro peninsular solo se encontraran en zonas específicas como asentamientos en altura, en centros urbanos o un fragmento de un poblado minero de importante envergadura a nivel regional (Figura 11) (Berrica, 2023).

Figura 11. Mapa de distribución de los candiles en la primera mitad del siglo IX en la Meseta Central. Fuente: Elaboración propia mediante QGIS.

Solo en un caso de botella encontramos una pieza de tradición visigoda de los siglos VI-VIII, la 6041_1. Se trata de un tipo de botella/anforita con dos asas elaboradas a torno rápido y con una pasta amarillenta muy decantada. A lo largo de los siglos VII y VIII, sin embargo, las piezas evolucionan especialmente en el cuello y en las asas, en particular estas últimas se alargan y se abre más el cierre. De momento, se puede proponer que estas botellas/anforillas se podrían utilizar para transportar líquidos más preciados (¿aceite, salsa de pescado o vino?). Los restos amarillos encontrados adheridos al ejemplar de Fuente de la Mora podrían ayudar a entender mejor lo que se transportaba o conservaba. En los yacimientos estudiados, Dehesa de Navalvillar (Colmenar Viejo), Arroyomolinos (Madrid) y Veldelayegua (Torres de la Alameda), hemos podido localizar diferentes ejemplares con tipologías diversas. Las piezas tienen características diferentes especialmente en los cuellos y en la posición de las asas. Las botellas de Arroyomolinos y Veldelayegua son de entre finales del siglo VI y primera mitad del VII, mientras que en el caso de la Dehesa de Navalvillar hemos fechado la pieza hacia finales del siglo VIII.

Hemos de resaltar que tipologías parecidas a las de estas botellas/anforillas se han encontrado en contextos funerarios, como en Gózquez (Contreras Martínez y Fernández Ugalde, 2006) y en otros contextos domésticos en el Pelícano (Serrano Herrero et al., 2016). Botellas de este tipo también se hallaron con la misma cronología en el Tolmo de Minateda (Amorós Ruiz, 2018), en el monasterio de San Claudio (León) en estratigrafías de finales del siglo VI (Gutiérrez González y Hernández, 2018); y en Toledo en horizontes de época emiral (De Juan Ares y Cáceres Gutiérrez, 2010). Es un tipo de vasija de conservación/transporte de época visigoda que permanece a lo largo del periodo emiral. Sin embargo, evoluciona morfológicamente por lo que es posible encontrarlo en estratigrafías hasta la primera mitad del siglo IX.

En esta fase comienzan a aparecer botellas, ya de época emiral, con bordes moldurados y con cuellos estrechos o ligeramente abiertos. Las bases son planas con cuerpo cilíndricos carenados. De estas botellas hay ejemplares en Arcávica (Álvarez Delgado, 1989) y Toledo donde las piezas están decoradas con pintura negra hecha con los dedos (Gómez Laguna y Rojas Rodríguez-Malo, 2009); mientras que en el Tolmo de Minateda la pieza está decorada con pintura roja con trazos finos (Amorós Ruiz, 2018). La botella 6051_12, a diferencia de las otras enumeradas, no tiene decoración pintada.

Los jarritos/as carenados con boca ancha, son una de las piezas que marcan la diferencia en cuanto al modo en que se servían líquidos a la mesa y es un óptimo indicador material de la islamización (Gutiérrez Lloret, 2011). Fabricados a torno rápido y con pastas muy decantadas, empiezan a aparecer, durante la primera mitad del siglo IX en el centro peninsular. También se han encontrado en el poblado de grandes dimensiones de Barajas, así como en poblados en altura y ciudades. Se hallaron piezas parecidas en Cancho del Confesionario, habiendo otros ejemplos en Recópolis (Olmo Enciso, 2011) y Toledo (Izquierdo Benito y Olmo Enciso, 2010).

La pieza mencionada es la primera hallada con estas características: en pasta rosada-blanquecina extremadamente depurada, bruñida tanto en el interior como en el exterior. Dicha pasta es muy particular, única entre las que se han analizado en el centro peninsular, lo que hace suponer que podría tratarse de una pieza importada, aunque de momento es imposible determinar su procedencia. Hasta ahora habíamos encontrado pocos cuencos bruñidos desde mitad del siglo VIII, especialmente en la zona de Barajas, en Cancho del Confesionario y en la Dehesa de Navalvillar. El bruñido en cerámicas de mesa en cocción oxidante es algo novedoso que encontramos desde la primera mitad del siglo IX.

Distintiva de este asentamiento es la olla globular de hombros pronunciados. Este tipo de olla con borde moldurado, cuello estrecho y hombros pronunciados y paredes altas, se ha empezado a encontrar en los poblados rurales del centro peninsular en estratigrafías de la segunda mitad del siglo VIII (Berrica, 2022a). Dicha olla tiene la característica de fabricarse a torno o torneta, sin embargo, para acentuar los hombros se define internamente a mano (Berrica, 2023). Tenemos ejemplos cercanos de esta olla en la ciudad de Recópolis (Olmo Enciso, 2006, p.109), en Arcávica (Álvarez Delgado, 1989, p. 113) y en Zaragoza (Hernández Vera y Bienes Calvo, 2004, p. 312). Las ollas con boca trilobulada y borde bífido son las típicas de este periodo y se encuentran en diferentes yacimientos de la península ibérica (Alba Calzado y Gutiérrez Lloret, 2008; Álvarez Delgado, 1989; Gutiérrez Lloret, 2011; Olmo Enciso, 2011).

Las tipologías de las orzas cambian totalmente en este periodo: encontramos grandes contenedores de boca ancha y paredes rectas con bordes moldurados de mayor espesor y también grandes contenedores globulares con boca estrecha, sin cuello y labios redondeados o vueltos. En Fuente de la Mora se ha hallado un solo caso de orza con el acabado de engobe rojo aplicado en el exterior de la pieza. Los engobados rojos y negros serán una de las novedades en los contenedores de almacenamiento de la primera mitad del siglo IX.

Por primera vez, se presenta la sepultura de ritual islámico hallada en Fuente de la Mora a 1 km de los materiales que acabamos de describir. El tipo de sepultura es parecida a otras de primera fase encontradas en otras zonas de la Península Ibérica de cámara sepulcral, lahd de fosa simple con un corte longitudinal señalado con piedras, es parecida a otras de la primera fase, encontradas en otras zonas de la Península Ibérica, como en Barajas (Vigil-Escalera Guirado, 2009) y en Marroquíes Bajos (Castillo Armenteros, Navarro Pérez y Serrano Peña, 2012). A diferencia de los centros urbanos donde la distinción entre las necrópolis musulmanas y las necrópolis de los dhimmi cristianos parece diferenciarse desde un primer momento (Casal García, 2021), nos damos cuenta de que en las zonas rurales en la primera fase emiral los espacios funerarios siguen compartiéndose, probablemente por la importancia de los lazos familiares y a la trascendencia atribuida a compartir los espacios públicos entre miembros del poblado. De hecho, esta práctica se repite in distintos poblados rurales del centro peninsular como Barajas, Gózquez y Fuente de la Mora (Berrica, 2023). Dentro de los poblados rurales se han encontrado pocas sepulturas de tipo coránico dentro de cada necrópolis, este tipo de práctica sugiere que inicialmente no hubo conversiones masivas, sino que, probablemente la elite y los jefes de las aldeas que vivían en estas, fueron los primeros a convertirse a la religión coránica (Berrica, 2023).

Conclusiones

Esta investigación aporta una nueva interpretación del yacimiento de Fuente de la Mora. Aunque la cerámica no sea muy abundante y las excavaciones son bastantes parciales, la evidencia arroja nuevos datos a considerar. Los materiales analizados (candil, jarrito/as, acabados y tipologías cerámicas muy particulares) y el estudio de la cuenca de visibilidad que ha proporcionado nuevos datos sobre el poblamiento del territorio, sugiere que este poblado se podría calificar como un asentamiento en altura, de importante envergadura en la organización del territorio y en el control de los poblados, aldeas y granjas circundantes. Aunque la información presentada en este artículo se circunscribe a una cronología de la primera mitad del siglo IX, es probable que este poblado hubiera por lo menos una fase anterior, empezada a lo largo del siglo VIII. A demostrarlo está la necrópolis con ritual mixto y los restos de un edificio en zócalo de piedra, tejado de ímbrices y decoración en yeso abandonado a finales del siglo VIII.

El registro arqueológico que se ha generado en las últimas décadas ha permitido un salto cualitativo de la investigación (Olmo Enciso, 2015), esto permitió no solo reconocer las aldeas visigodas que se formaron y mantuvieron una cronología duradera (Serrano Herrero et al., 2016; Vigil-Escalera Guirado, 2003a), sino que permitió reconocer el proceso de islamización con la llegada de los árabes y los cambios que caracterizan el periodo emiral (Berrica, 2021b, 2022d, 2023), como hemos demostrado a lo largo de este artículo. Conjuntamente, con el estudio del territorio de la Meseta Central se pudieron detectar distintas realidades que no solo señalan espacios campesinos, sino también las zonas donde residía aristocracia y elite dentro de la región (Berrica, 2022c, 2023), donde encajaría el mismo asentamiento de Fuente de la Mora.

Hay que admitir que la información está muy fragmentada y que el paisaje se encuentra muy alterado a causa de la fuerte antropización de los últimos 20 años. Sin embargo, estos datos podrían ayudarnos a abrir nuevos horizontes en el estudio de los asentamientos rurales, siendo fundamental entender las dinámicas del entorno y estudiar la totalidad de los materiales encontrados en un yacimiento para abordar su interpretación de forma adecuada.

Agradecimientos

Esta investigación se ha desarrollado gracias a la Beca Predoctoral FPI (Personal Investigador en Formación) de la Universidad de Alcalá, Madrid. Quiero agradecer de todo corazón todas las personas e instituciones que me han permitido llevar a cabo esta investigación, en particular a todo el personal del Museo Arqueológico y Paleontológico, especialmente en la persona de su director Enrique Baquedano, y a su conservadora Elena Carrión y a Miguel Contreras (actualmente director del Museo de Cuenca). A los editores de esta Revista y a los revisores anónimos por los buenos consejos y los comentarios que me han ayudado a mejorar este trabajo.

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