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ARTÍCULO

Reconstruyendo a Lima La Vieja: forma y función de un sitio Inca evanescente en el valle de Pisco, Costa Sur del Perú

José Román

https://orcid.org/0000-0002-0390-0544

Université Paris I Panthéon-Sorbonne. 12, Place du Panthéon (CP 75231), Paris, France. E-mail: ronald.jose@etu.univ-paris1.fr

Henry Tantaleán

https://orcid.org/0000-0002-3087-7968

Escuela Profesional de Arqueología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Avenida Universitaria s/n (CP 15081), Lima, Perú. E-mail: htantaleany@unmsm.edu.pe

Carito Tavera Medina

https://orcid.org/0000-0001-6387-4360

Departament d’Història i Arqueologia, Universitat de Barcelona. Gran Via de les Corts Catalanes 585, L’Eixample, (CP 08007), Barcelona, España. E-mail: caritotaveramedina@ub.edu

Charles Stanish

https://orcid.org/0000-0002-5236-8996

University of South Florida. 4202 E. Fowler Avenue, Tampa (CP 33620), Florida, USA. E-mail: stanish@usf.edu

Recibido: 15 de agosto de 2023
Aceptado: 19 de febrero de 2024

Dedicado a la memoria de Patrick H. Carmichael (1952-2020)

Resumen

Lima La Vieja es un sitio arqueológico a punto de desaparecer. A pesar de que ha sido objeto de estudios arqueológicos e históricos a lo largo del siglo XX y de que su arquitectura y función lo destacan entre otros asentamientos incas, el sitio ha sido gradualmente desmantelado a lo largo de los siglos XX y XXI. Lima La Vieja es muy importante dentro del sistema mayor del estado Inca en esta región y es además uno de los primeros asentamientos españoles fundados en el siglo XVI en Pisco y el Sur de Perú. Nuestro artículo reconstruye el asentamiento de Lima La Vieja mediante información inédita y el uso de nuevas metodologías, con el objetivo de contextualizar este sitio dentro del registro histórico y arqueológico del valle de Pisco, especialmente durante el Horizonte Tardío.

Palabras clave: Centro administrativo Inca; Qhapaq Ñan; Horizonte Tardío; Arquitectura; Estilo Tacaraca A

Reconstructing Lima La Vieja: Form and Function of an evanescent Inca site in the Pisco valley, Southern Coast of Peru

Abstract

Lima La Vieja is an archaeological site on the verge of disappearing. Although it has been the subject of some archaeological and historical studies throughout the twentieth century and its architecture and function make it stand out within Inca settlements, the site has been gradually being dismantled over the decades of the later 20th and 21st centuries. Lima La Vieja is very important within the larger system of the Inca state in this region. It likewise was one of the first Spanish settlements to be founded in the sixteenth century in Pisco and the south of Peru. Our article reconstructs the site of Lima la Vieja using unpublished information and using new methodologies, with the goal of contextualizing the site within the historical and archaeological record of the Pisco valley, especially during the Late Horizon.

Keywords: Inca administrative center; Qhapaq Ñan; Late Horizon; Architecture; Tacaraca A style

Introducción

Las poblaciones de la costa sur del Perú presenciaron la llegada de los Incas luego del triunfo sobre los Chancas en territorio ayacuchano alrededor de 1470 (González Carré, 2004). Esto representa el inicio del periodo Horizonte Tardío (1470 d.C. - 1532 d.C.), cuando los Incas empezaron un importante proceso de expansión sobre estos territorios (Menzel, 1959). Así, grandes centros administrativos incas han sido identificados en los valles de Acarí (Menzel et al., 2012; Valdez et al., 2014), Nasca (Tello, 2002), Ica (Menzel, 1959), Pisco (Carmichael, 1984; Hyslop, 1984, 1992), Chincha (Morris, 2004; Morris y Santillana, 2007) y Cañete (Hyslop, 1985). El Estado Inca llevó a cabo un conjunto de estrategias para el control del territorio y construyó un camino longitudinal, conocido como “Camino de Los Llanos”, que cruzaba todos los valles costeros. En el caso del valle de Pisco resaltan dos grandes centros administrativos correspondiente a estos momentos: Tambo Colorado y Lima La Vieja (Hyslop, 1990).

Nuestras investigaciones en este valle han concentrado su atención en el sitio Lima La Vieja, un yacimiento también mencionado en los documentos históricos con el nombre de Çangalla, Cangalla, Zangalla o Sangallán, que fuera visitado luego por diversos estudiosos durante el siglo XX. No obstante, la información es escasa y escueta, y su mal estado de conservación se acelera como consecuencia de los actuales campos de cultivo y el avance de los asentamientos humanos modernos en la zona. Es por ello que los autores de este trabajo realizaron nuevas exploraciones durante dos temporadas (2021 y 2022), obteniendo así nueva información sobre un sitio que debió haber constituido uno de los centros incaicos más importantes de todo el valle de Pisco y de la costa sur peruana.

Ubicación de Lima La Vieja

Lima La Vieja se ubica en la margen derecha del valle medio de Pisco, en el distrito de Independencia, provincia de Pisco, región Ica en la costa sur del Perú (Figura 1). Este fértil valle posibilitó la vida de grupos sociales a lo largo de toda su cuenca desde periodos tempranos (Anders, 1990; Engel, 1957, 1991, 2010; Peters, 2013; Silverman, 1997; Wallace, 1971, 1985). Si se va desde la costa, el acceso al sitio arqueológico se inicia a la altura del paradero denominado Media Luna en el centro poblado “Lima La Vieja”, a la altura del km 24 de la carretera Los Libertadores y muy cerca del canal Cabeza de Toro. Precisamente, esta es la zona donde el valle presenta una llanura más amplia, perteneciente a la formación ecológica Pre-Montano, y se estrecha hasta llegar a su naciente en la laguna Pultoc de la Cordillera Andina (Instituto Nacional de Recursos Naturales, 2003). Esta ubicación le confirió a Lima La Vieja una gran área para su construcción, que alcanzó los 125.000 m2 (Carmichael, 1984) y, posiblemente, permitió el control del tráfico de bienes hacia y desde la zona costera. Muy cerca del sitio se encuentra el actual poblado de Humay y a unos 13 km río arriba se ubica Tambo Colorado, otro sitio de gran envergadura que formó parte de la administración incaica, junto con los asentamientos de Huaytará e Incahuasi de Huancavelica en la cuenca alta del valle (Canziani, 2009; Hyslop, 1992; Ravines, 2009; Protzen, 2006; Tello, 2023; Uhle, [1902] 2005).

Figura 1. Ubicación de Lima La Vieja en el contexto del Perú y los principales sitios del Intermedio Tardío y Horizonte Tardío en la costa sur peruana mencionados en este texto.

Antecedentes de estudio

Lima La Vieja fue conocida en tiempos coloniales españoles con los nombres de Çangalla, Cangalla, Zangalla o Sangallán. El primer reporte que tenemos del sitio lo encontramos en las fuentes históricas del siglo XVI. El religioso agustino Antonio de la Calancha menciona que Francisco Pizarro mandó en 1533 a Nicolás de Ribera “El Viejo” a Sangallan para fundar un asentamiento español. Detalles de este suceso aparecen en la siguiente narración:

Mando que fe mudafe, vino con algunos vecinos al puerto de Sangallan cerca de lo que oy es villa de Cañete, i quedaron algunos en Xauxa. Eftuvo ocho ó diez días en lo que auian fundado, no le contento el lugar, i paso dejando treinta onbres en Sangallan, a la Provincia i pueblo de Pachacamac (Calancha, 1638, p. 235).

Posteriormente, durante las guerras civiles entre Pizarro y Almagro, el segundo hombre partió en 1537 hacia el valle de Pisco o Limacaysa para fundar la Villa de Almagro en la localidad de Zangalla y convertirla en la capital de su gobernación de Nueva Toledo (Borregán, [1565] 2012). Adicionalmente, el cronista Pedro Cieza de León señala que Sangalla [Sangallán] fue elegida por Almagro para instaurar la capital del Perú (Cieza de León, [1553] 2005, p. 24). Desde la costa central hasta la costa sur los asentamientos incas eran puntos de paso de los españoles para ir de un tambo a otro (Figura 1). En ese sentido, el licenciado en leyes y ex gobernador de Perú, Cristóbal Vaca de Castro, agrega:

Iden del dicho tambo de Chincha se ha de ir a Çangalla, donde han de servir los indios de Pedro y los de Palomino, y los de Alonso y de don Benito, y todos los indios del dicho tambo. Y del dicho tambo de Cangalla se tiene que ir al tambo de Yca (Vaca de Castro, [1543] 2018, p. 73).

A finales del siglo XIX el investigador Adolph Bandelier exploró el valle de Pisco y entre los sitios visitados estuvo Lima La Vieja, lo cual es mencionado por la historiadora Ana María Soldi (1995). No obstante, la primera referencia arqueológica del sitio se la debemos a Max Uhle. El investigador alemán se encontraba explorando el valle de Pisco en 1901, auspiciado por la Universidad de Berkeley (Uhle, [1902] 2005). Si bien por esos años el sitio ya evidenciaba signos de destrucción, aún se podía observar nichos cuadrados pintados de color rojo en el sector norte, así como un camino de origen incaico (Uhle, [1902] 2005, p. 51). Más adelante, en la primavera de 1940, el arqueólogo peruano Julio C. Tello, junto a Luis Cossi, Hernán Ponce, Cirilo Huapaya y Toribio Mejía Xesspe, emprendieron investigaciones arqueológicas en el valle de Pisco concentrándose en el sitio de Tambo Colorado. Sin embargo, mientras se disponían a regresar a la ciudad de Lima pasaron por el sitio arqueológico Lima La Vieja, describiéndolo de la siguiente manera:

Llegamos al sitio llamado “Lima la Vieja” ruinas que dicen que fue fundado por el conquistador Rivero el viejo, pero constatamos que no esciste la menor huella de la mano de españoles, y todo es semejante a las ruinas incaicas ya conocidas (Cossi, 1940, p. 89).

Asimismo, el sitio es descrito como una “construcción hecha de piedras angulosas, rodadas y adobes rectangulares” (Mejía Xesspe y Santiesteban, 1941, p. 25). Durante la década de 1950 el valle de Pisco presenció una serie de exploraciones arqueológicas. Así, el investigador suizo Frederic Engel visitó Lima La Vieja reportando cerámica de los estilos Inca e Ica, y señalando que el asentamiento presentaba un área de 300 por 250 m (Engel, 2010, p. 39). A finales de la misma década, el arqueólogo norteamericano Dwight Wallace realizó una prospección sistemática en el valle de Pisco y catalogó al sitio con el código PV.58-1. Este es descrito como un “Poblado Inca-Colonial sobre una colina encima del río; terreno de ladera que lleva hacia las colinas altas, donde se encuentra un sitio conocido como La Media Luna” (Wallace, 1971, p. 82). Adicionalmente, se menciona que el asentamiento se caracteriza por presentar una arquitectura a base de piedras de campo con argamasa de barro. La cerámica reportada corresponde a los estilos Inca e Ica tardío de la fase Tacaraca A y B, mientras que en PV.58-2 (a 20 m de PV.58-1) destaca la presencia del estilo Nasca monumental (Nasca A), Tacaraca A y B e Inca.

Posteriormente, en la década de 1980, John Hyslop (1984) dirigió The Inka Road Project, auspiciado por el Institute of Andean Research de New York. El proyecto consistió en registrar caminos y sitios asociados de época inca en cinco países de la región andina. Los trabajos realizados en el valle de Pisco pusieron al descubierto una gran red vial que conectaba varios asentamientos incaicos (Hyslop, 1984). Los sitios de Incahuasi, Huaytará, Patipampa, Tambo Colorado y Lima La Vieja formaron parte de este conjunto. Tal parece que la red vial de este valle se conectaba con los caminos radiales del valle de Chincha, descubiertos por Wallace en 1958 (1991) y que, originalmente, se fundarían en la época Paracas (Canziani, 2013; Tantaleán, 2016). Durante sus exploraciones Hyslop reportó cerámica de los estilos Nasca, Wari, Ica e Inca (Hyslop, 1992).

Por su parte, el arqueólogo canadiense Patrick Carmichael (1983) realizó un trabajo importante hace cuarenta años (entre el 13 y el 23 de junio de 1983). No obstante, estas investigaciones solo fueron publicadas parcialmente en un pequeño reporte que describía ocho sectores arquitectónicos del sitio (Carmichael, 1984). Este autor catalogó a Lima La Vieja como GD.H2.1, ubicándolo a 75°56’ de Longitud Oeste y a 13°43’ de Latitud Sur, con una elevación de 375 m s.n.m. Todo el sitio presentaba una superficie de 126.900 m2 organizada en cuatro áreas arquitectónicas: este, central, oeste y sur. Según sus observaciones, el asentamiento estaba conformado por plazas y grandes recintos con muros de hasta 2 m de altura construidos con piedra y adobes (Carmichael, 1983).

El sector V o PV.58-2 de Wallace (1971) fue vinculado con el estilo cerámico Nasca, observando que su construcción se cimentó con cantos rodados. Los sectores II y III se relacionan con el estilo cerámico Ica, mientras que el sector I es asociado, principalmente, con el estilo Inca “clásico” y pudo haber sido el espacio más importante de todo el asentamiento (Carmichael, 1984, p. 8). De otro lado, el sector VIII presenta una ocupación más clara de filiación Chincha. Además, el autor mencionó la presencia de un vano de doble jamba en la sección norte del sector III (comunicación personal de P. Carmichael con C. Morris, 1983).

Ana María Soldi (s/f) recopiló información importante del Archivo General de la Nación y de la Biblioteca Nacional de Lima sobre el sitio, señalando que la palabra Sangallán en la actualidad corresponde al nombre de una isla frente a la península de Paracas. Sin embargo, “en el siglo XVI el topónimo Sangalla o Sangallan se refería indistintamente a un puerto, un valle, un pueblo en el valle, un repartimiento de indios y un tambo” (Soldi, s/f, p. 4). Asimismo, Soldi confirmó la ruta que une el valle de Chincha con el valle de Pisco, la cual atraviesa un tramo del desierto entre los dos valles hasta llegar cerca de la localidad de Humay, uniéndose con otros sitios incaicos del valle a través del Qhapaq Ñan o camino real. Por otro lado, a partir de las investigaciones de Bandelier realizadas a finales del siglo XIX, Soldi señaló que Lima La Vieja presentaba muros de piedra en el sector norte, adobes en el sector sur y toda la construcción habría albergado una población de aproximadamente “2500 habitantes” (Soldi, 1995, p. 107).

Posteriormente, en la década de 1990, Jorge Chávez Blancas visitó el sitio con la intención de realizar una reconstrucción planimétrica para establecer el área total y distribución urbana, a partir de fotografías áreas del Servicio Aerofotográfico Nacional del Perú tomadas en diferentes momentos (Chávez, 2001, p. 11). El resultado señaló un área total de 126.900 m2 distribuida en ocho sectores. Sin embargo, su trabajo se centró en mostrar el avance de la destrucción del sitio desde 1931, año en que fue fotografiado por primera vez por Robert Shippee y George Johnson (Figura 2). En dicho trabajo, además, se reproduce la fotografía aérea de 1971, realizada por el Servicio Aerofotográfico Nacional, que reproducimos en este artículo (Figura 3). Finalmente, Lima La Vieja sigue estando en la memoria de los estudiosos pisqueños, quienes mencionan la importancia del sitio como parte de la historia de la conquista española (Chávez Arcos, 2022).

Figura 2. Vista aérea de Lima La Vieja. Cortesía del Departamento de Biblioteca del Museo de Historia Natural de New York. Negativo 334-700 (fotografía tomada por Shippee y Johnson en 1931).

Figura 3. Fotografía aérea de Lima La Vieja (Tomada por el Servicio Aerofotográfico Nacional en 1971).

Investigaciones recientes

La construcción de Lima La Vieja fue de gran envergadura. Sin embargo, como hemos visto, las investigaciones que nos han antecedido han restringido sus publicaciones a someras descripciones sin darnos un panorama claro de este extraordinario sitio. Entre el 2021 y 2022 los autores de este trabajo emprendieron reconocimientos de superficie, con el objetivo de recuperar una mejor y más reciente cantidad de información. Adicionalmente, utilizaremos y contrastaremos nuestra descripción del sitio con la última prospección sistemática realizada por Patrick Carmichael (1983), quien tuvo la gentileza de cedernos su informe inédito completo.

Como señalamos, para llegar a este asentamiento, en la actualidad se debe seguir la carretera Los Libertadores hasta llegar al paradero Media Luna, ubicado a la altura del km 24. En dicho punto se pueden observar pequeñas viviendas modernas que conforman el actual centro poblado de “Lima La Vieja”. A simple vista no se vislumbra nada que indique que nos encontramos dentro del sitio arqueológico. Sin embargo, con la ayuda de imágenes satelitales obtenidas por medio de Google Earth (Figura 4), subdividimos el emplazamiento en dos áreas (norte y sur) delimitados por el canal Cabeza de Toro. El área norte comprende los sectores I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, en los cuales aún se puede observar parte de la arquitectura prehispánica, mientras que el área sur corresponde a los actuales campos de cultivos donde se lograron observar vestigios de caminos que formaron parte del Qhapaq Ñan.

Figura 4. Imagen satelital de la vista actual de Lima La Vieja, obtenida mediante Google Earth.

Área Norte

Corresponde a los ocho sectores definidos previamente por Carmichael (1983). Aunque en la actualidad los sectores IV, V, VI y VII han desaparecido casi en su totalidad, hemos recuperado buena información que ha sido complementada con las descripciones de este autor. A partir de nuestras observaciones hemos definido un área central que se caracteriza por presentar una gran plaza en medio de los sectores I, II y III (Figura 5). Dada la característica de la arquitectura, se infiere que se trata del centro de la ocupación incaica. Presenta grandes recintos construidos con piedra de campo hasta una altura de 2 m, acompañada de grandes adobes en la sección final. Los muros oscilan entre 1 y 1,2 m de ancho y las rocas de los muros tienden a ser más grandes que las de otros sectores.

Figura 5. Lima La Vieja. Redibujado de Carmichael (1984).

Sector I

A pesar de haber perdido varios de los recintos que conforman este sector, es el mejor conservado de todos los registrados por Carmichael (1983). En la actualidad se distingue con claridad el perímetro de todo el sector con una superficie estimada de 6000 m2. Los muros presentan una altura máxima de 2 m y una mínima de 1 m y fueron elaborados a partir de piedras angulosas unidas mediante argamasa de barro, con presencia de adobes rectangulares en la parte superior, cuyas dimensiones son de 40 por 20 cm. Este primer sector se ubica al sur de la plaza y, de acuerdo con Carmichael (1983), estuvo compuesto por estructuras aglutinadas. Los muros son continuos donde las esquinas noroeste y suroeste se observan sin dificultad, mientras que las esquinas noreste y sureste no pueden determinarse. Este sector albergó un edificio de planta rectangular de 3,4 por 11,2 m en el lado noreste. La base de los muros observó una altura de entre 1,10 y 1,75 m y la presencia de un acceso en el extremo suroeste. Este autor (1983) señala que el recinto más grande de este sector se ubicó en el centro, con una orientación de 18° al este con respecto al norte, y presentó una extensión de 12 por 17 m, con cimientos de piedra y completados con adobes macizos de 40 por 30 cm. Asimismo, el muro de la sección norte se elevaba hasta los 2 m y presentó una serie de nichos espaciados uniformemente (actualmente en mal estado de conservación), mientras que en la sección sur la altura de las estructuras desciende entre 0,80 y 1 m.

Nuestros trabajos han definido un recinto rectangular de 20 por 30 m en la esquina suroeste, construido con la misma técnica observada en los muros perimetrales de este sector (Figura 6 y 6a), pero presentando una orientación de Oeste a Este, diferenciándose del resto. Además, se registraron nichos de forma trapezoidal en el muro sur (Figura 6b). Carmichael (1983) señaló que estos median entre 15 cm de ancho y 20 cm de alto, con jambas y dinteles de una sola piedra. Añadió también que el lado interno del muro oeste presentó una cornisa de 50 cm de ancho que inicia en la interface de piedra/adobe continuando a lo largo de todo el muro. Durante nuestros trabajos observamos que la cara externa del muro oeste presenta secciones con pintura blanca y alcanza una altura máxima de 2 m. Asimismo, se logró identificar un canal de piedra en buen estado de conservación ubicado al lado del muro sur (Figura 6c). A juzgar por los materiales asociados, consideramos que este sector corresponde claramente a época inca.

Los muros de este recinto presentan variados espesores, dado que al sur exhiben 1,20 m mientras que hacia el norte alcanzan 1 m. Si bien los adobes del muro oeste muestran alternancias de hileras de eje largo-corto, en el muro norte y sur son variables. Por otra parte, aunque hay poca evidencia superficial de estructuras arquitectónicas más pequeñas dentro del sector I, Carmichael (1983) señaló que en la esquina noroeste existieron rastros de paredes enterradas y posibles estructuras no visibles. Además, al sur del recinto reportó un basural con una extensión de 25 por 25 m y 1 m de profundidad, donde encontró gran cantidad de fragmentos de cerámica Inca decorada (Carmichael, 1983). En nuestras exploraciones de 2021 hemos logrado corroborar la existencia de parte de esta estructura. Asimismo, Carmichael (1983) también observó la presencia de otro basural con una gran cantidad de cerámica Inca, ubicado en la esquina noreste del sector.

Figura 6. Vista aérea tomada con drone del recinto rectangular con elementos arquitectónicos asociados: a) Muro elaborado con piedras angulosas y adobes rectangulares; b) Nicho trapezoidal; c) Canal construido con piedras.

Sector II

Se ubica al oeste de la plaza central y colinda por el norte con la carretera Los Libertadores. De hecho, en las fotografías aéreas tomadas en 1931 se puede notar que este espacio ya había sido afectado por la antigua vía Los Libertadores (Figura 2). Al oeste del sector II corre un camino angosto que atraviesa el sector I y continúa hasta el río Pisco (Figura 5). Si bien prácticamente ha perdido su forma original, en algunos tramos todavía se pueden observar las bases construidas con piedras angulosas de 70 cm de altura. Este sector corresponde a una estructura rectangular que no supera los 2400 m2 de extensión, orientada en sentido norte-sur y sin evidencia de material cultural en superficie. Aunque las secciones norte y oeste han sido dañadas por la construcción de la antigua vía, Carmichael (1983) señaló que al centro de la margen Este existió un recinto con dimensiones de 11,5 m en sentido Norte-Sur y 6 m en dirección Oeste-Este, cuyos muros alcanzaban una altura de 1,5 m. La mayor parte del cimiento fue construido en piedra y, en menor medida, con adobe macizo. Además, mientras que en la porción Este del recinto se encontraban los restos de un nicho derrumbado que dejaba expuesta una capa de perfil, en el extremo norte del sector existió un basural muy cerca de la vía. En la actualidad el sector II se encuentra ocupado por familias que han construido sus viviendas en dicho espacio.

Sector III

Este sector ocupa la porción este de la plaza central del sitio (Figura 5). Colinda hacia el norte con la vía Los Libertadores. La conservación de este sector es mala, debido a la ocupación de viviendas actuales y la presencia de corrales. Asimismo, se suma una cancha deportiva construida entre los sectores II y III. El plano arquitectónico es muy similar a los espacios arquitectónicos del sector II. Es decir, existen recintos más pequeños ubicados dentro del mismo sector. Según Carmichael (1983) existieron algunos muros de tapia y adobes añadidos, sin embargo, aquí también predominaba el método de cimentación de piedra con adobes rectangulares en la parte superior. Asimismo, el autor agrega que, en la década de 1980 en la sección norte, al lado de la vía, se construyó una gasolinera sobre una estructura sólida de adobes y en la parte superior se podía observar el contorno de una habitación de adobes y en la sección oeste tramos de color rojo asociados a restos que se trataría de un cobertor. De otro lado, en la esquina noreste se ubicó un recinto con dimensiones de 12 por 12 m. La mitad de este recinto presentaba una base alta construida en piedra y cubierta con adobes. Además, en la esquina sureste existieron dos pequeños recintos donde había rastros de muros pintados de color blanco. Carmichael (1983) señala que uno de estos recintos presentó una banqueta de adobes y pequeños muretes como dividiendo el espacio. Tal parece que al lado este de estos dos recintos existieron más habitaciones. El investigador también observó en la sección norte una serie de adobes pintados de color rojo, amarrillo y blanco, muy similar a Tambo Colorado y, por la curvatura de los adobes, en una parte de la sección norte pareciera que existió un acceso. Esto se condice con el hallazgo de un vano de doble jamba reportado por Craig Morris en 1982. En la esquina sureste también existió un basural dentro de uno de los recintos, hallazgo muy similar a los descritos en los anteriores sectores.

De la anterior descripción, concluimos que nuestro reconocimiento ha podido revisitar y corroborar la ubicación de los sectores I, II y III propuestos por Carmichael. No cabe duda de que la plaza central, hoy convertida en una cancha deportiva, debió ser el núcleo central de todo el sitio durante la época Inca. Cruzando la carretera Los Libertadores se encuentra un conjunto de casas modernas que debió corresponder al sector IV, pero debido a su restringido acceso no hemos podido reconocer y registrar este espacio.

Al sur del área central se encuentran los sectores V, VI y VII. El primero ha sido arrasado por los campos de cultivo, el segundo se encuentra invadido por casas contemporáneas y el tercero contuvo estructuras arquitectónicas aisladas entre los campos de cultivos actuales. No obstante, contamos con el informe inédito de Carmichael (1983) que pasaremos a describir.

Sector V

Este sector comprende toda el área este del yacimiento (Figura 5) y se encontraba a 70-80 m de la margen este del sector III. El área intermedia entre estos dos sectores presentó una pendiente baja y suave, donde actualmente se cultiva algodón. No hubo evidencia de material asociado, tampoco de acumulaciones de desechos. Carmichael (1983) señala que este sector y el área central (sectores I, II, III) estuvieron separados espacialmente. Las descripciones que realizó Wallace en 1958 (1971) señalaban un componente Nasca, designándolo como PV.58-2. Sin embargo, en la actualidad no se conserva evidencia de tal componente.

Cuando Carmichael registró el sector V, los habitantes del lugar le comunicaron la existencia de numerosos recintos que fueron destruidos para reutilizar los materiales de construcción en una acequia, ubicada en las márgenes este y sur del área, y para ampliar los campos de cultivo. El hallazgo de un cuenco entero debajo del nivel superficial, realizado por este investigador, planteaba la posibilidad de encontrar estructuras arqueológicas intactas. La sección este colinda con el cauce de un riachuelo, mientras que la sección norte colinda con la vía Los Libertadores. La ubicación de un cementerio se encontraría en la sección este del cauce del riachuelo, donde Carmichael logró hallar pozos de huaqueo con restos óseos dispersos.

Asimismo, este autor (1983) señala que la técnica constructiva de cimentación de piedra y la colocación de adobes fue la misma que la del resto de los sectores; sin embargo, el ancho de los muros oscilaba entre 50 y 70 cm. También existieron secciones cortas de muros construidos íntegramente con adobes rectangulares de 40 por 20 cm. La cimentación de los muros fue realizada con un 50% de piedras de campo y otro 50% de cantos rodados de río. Generalmente, estas piedras fueron pequeñas y Carmichael (1983) precisa que muchas de estas se sostenían con una mano, pudiendo haber sido transportadas por una sola persona. Además, observó que los adobes contenían grava fina distribuida uniformemente, mientras que la argamasa de barro entre los adobes contenía piedras de río.

Según el autor (1983) este sector se dividía en dos mitades con dos plazas contiguas que separaban ambas unidades. La primera consiste en un recinto de 1,5 por 2 m en las áreas circundantes, asociado a un pequeño “adoratorio” de 3 por 8 m. Se encontraba rodeado por una serie de recintos contiguos y muy similares a los del sector VI (descrito más adelante). La otra mitad (este) exhibía numerosos recintos habitacionales pequeños y grandes. De estos resaltaban tres estructuras pequeñas en la porción norte, con dimensiones de 3 por 4 m de lado, una altura de 1,5 m y cimientos construidos en piedra y adobes. Asimismo, Carmichael (1983) señala que en el interior se observaban muros con adobes sólidos, pudiendo tratarse de tumbas o pequeños adoratorios. Esta fue la única área del sitio que presentó este tipo de características arquitectónicas.

Sector VI

Es un pequeño sector ubicado a 90 m de la esquina sureste del sector I (Figura 5). Carmichael (1983) menciona que las principales estructuras arquitectónicas consistían en dos recintos emplazados en su eje norte-sur, orientados a 22°. Presentaban una extensión aproximada de 8 por 12 m y una altura de entre 1 y 2 m. En las inmediaciones existieron muros aislados que planteaban la presencia de más recintos. Al respecto, este autor señala que el recinto sur presentaba algunas habitaciones bajas, los muros estuvieron construidos con adobes o grandes bloques de tapia de entre 50 y 60 cm de espesor, siendo este el mejor conservado de todo el sitio. En una pequeña sección de los muros, los adobes estuvieron dispuestos alternadamente en sus ejes largo y corto. Un hallazgo particular de Carmichael comprende la existencia de rastros de pintura blanca en las secciones altas de los muros, así como la posible presencia de un antiguo acceso que fue tapiado en la sección sur. En el año 2021 los autores de este trabajo se entrevistaron con una de las vecinas que habita actualmente sobre el sector, confirmando la existencia de muros prehispánicos al interior de sus terrenos. Además, Carmichael (1983) señaló que este sector presentó muros al oeste y al sureste, donde en la antigüedad existieron nichos trapezoidales escalonados.

Sector VII

Este espacio está ubicado al sur del sector I y al suroeste del sector VI (Figura 5), descendiendo hacia el fondo del río Pisco. Si bien actualmente se compone de plantaciones sin evidencia de estructuras arquitectónicas, este sector también debió ser utilizado como campos de cultivos por los antiguos residentes de Lima La Vieja. El camino que pasa por el lado oeste del sector II conduce hacia este mismo espacio y continua hacia valle arriba. Según Carmichael (1983) al oeste del sector VII, dentro de los campos de cultivo, se observaban muros que se tratarían de construcciones de época Inca.

Sector VIII

Este sector se encuentra ubicado a 50 m al oeste del sector I (Figura 5). El camino actual que separa ambos espacios también habría funcionado durante la época Inca. El ancho de los muros oscila entre 50 y 90 cm, siendo más angostos que los registrados en el área central. Los cimientos fueron construidos con piedra y cantos rodados y, ocasionalmente, se puede observar la presencia de adobes de menor formato. Sin embargo, las configuraciones arquitectónicas difieren de otras áreas del sitio. Según Carmichael (1983) la estructura arquitectónica más grande se emplazaba en la sección este del sector, con muros ubicados en sus lados oeste, este y sur, mientras que la porción norte no presentaba muro alguno. Por sus características, se trataría de una plaza ligeramente cuadrangular orientada en sentido norte-sur. Las descripciones del autor señalan que hacia la esquina noroeste de esta plaza se ubicaba un complejo de habitaciones dispuestas en tres lados de un patio rectangular. En la esquina exterior sureste de este complejo existió una plataforma de 3 m de ancho por 18 m de largo y 1 m de altura. Además, Carmichael observa que las habitaciones al este y oeste del patio presentaron una gran cantidad de escombros al interior sugiriendo que los muros fueron altos y pudieron haber tenido dos niveles. En la actualidad solo se pueden observar pequeñas secciones de muros que formaron parte de este sector.

A unos 80 m al oeste se encuentran los restos de un conjunto de recintos en mal estado de conservación, hoy rodeado de viviendas contemporáneas. Los muros internos presentaron enlucido sin evidencia de haber sido pintados, como los reportados en otros sectores. Los materiales constructivos se integran por piedras, adobes rectangulares y tapia. Los recintos presentaron una extensión de 8 por 15 m y están orientados a 22° con una altura de entre 1 y 1,5 m.

Área Sur

Este sector se compone por caminos amurallados que se vincularon a la gran red de caminos incaicos. Hacia el suroeste encontramos la evidencia más clara de dos caminos que se extienden en dirección de suroeste a noreste. El primer camino presenta un ancho de 5 m y una extensión de 410 m orientado de suroeste a noreste. Este camino presenta muros a los costados de 1,20 m de alto por 70 cm de ancho. Las bases fueron construidas con grandes piedras angulosas seguidas de piedras de menor tamaño y cantos rodados unidos con argamasa de barro. El tramo final de este camino se une con la segunda senda a través de una vía más corta de 67 m orientado de norte a sur. Este primer camino presentó pequeños nichos trapezoidales de piedra en los muros norte y sur (Figura 7a). Este mismo elemento arquitectónico fue identificado en el recinto mejor conservado del sector I, lugar donde se recuperó cerámica de estilo Inca, hallazgo que nos permite hipotetizar que estos conjuntos fueron construidos durante la época Inca.

El segundo camino presenta un ancho de 5,5 m y una extensión de 290 m orientado de suroeste a noreste. También presenta muros a los lados con alturas de 1,20 m y 70 cm de ancho. No obstante, a diferencia del anterior, el canto rodado se ha priorizado como elemento constructivo con argamasa de barro y son pocas las piedras angulosas que conforman los muros (Figura 7b). El tramo final debió conectarse con el camino angosto que pasa al lado del sector II y es posible que los campos de cultivo actuales hayan arrasado con esta sección del camino.

Figura 7. Área sur: a) vista del primer camino y nicho trapezoidal; b) vista del segundo camino.

Cerámica en Lima La Vieja

Antes de la década de 1960 el estilo cerámico del valle de Ica era confundido con el estilo Chincha. No fue hasta que Dorothy Menzel (1976) estableció una secuencia estilística de 10 fases, que inician en el periodo Intermedio Tardío y llegan hasta el periodo Colonial Temprano (1350-1570 d.C). Es así que las investigaciones sobre cerámica de Ica obtuvieron su independencia, separada de la cerámica de Chincha, aunque es evidente la influencia de rasgos estilísticos de la tradición Chincha en algunas fases. Al respecto, las fases 1 a 8 se ubican dentro del periodo Intermedio Tardío y se subdividen en: Chulpaca (A, B, C), Soniche y Soniche derivado (A, B). La fase 9 se ubica durante el Horizonte Tardío y está asociada al estilo Tacaraca A. Finalmente, la fase 10 se vincula con el periodo Colonial Temprano y está asociada con el estilo Tacaraca B.

El estilo Tacaraca A, proviene del sitio epónimo catalogado como PV.62-1, ubicado en el valle de Ica (Menzel, 1971, p. 55). No obstante, el sitio parece haber sido construido a principios del periodo Intermedio Tardío (Menzel, 1959, p. 128) y su influencia habría llegado hasta el valle de Pisco. Durante esta fase resaltan los tazones de base convexa, platos bajos y cántaros de cuerpo aribaloide con base plana (Pezzia y Prada, 1969). Asimismo, entre las formas cerradas sobresalen las ollas globulares de diámetros grandes. La decoración se caracterizó por presentar diseños geométricos y bandas escalonadas. Por su parte, el estilo Tacaraca B se encuentra tanto en Pisco como en Ica (Menzel, 1971, p. 80) y, entre sus formas cerámicas, destacan las jarras, cántaros de cuerpo globular con cuello largo y labios expandidos, formas muy similares a las reportadas por Uhle (Kroeber y Strong, 1924). Asimismo, muchas de las formas se asemejan al estilo cerámico anterior, incluyendo decoración con motivos geométricos en paneles (Pezzia y Prada, 1969).

Por lo expuesto, y a partir de las descripciones de Menzel (1959, 1971, 1976), el material cerámico de Lima La Vieja parece corresponder al estilo Tacaraca A (Fase 9), momento donde se observa una convivencia entre los estilos Ica e Inca local durante el periodo Horizonte Tardío. Nuestro material de análisis proviene del sector I, uno de los mejor conservados y de clara filiación incaica. Se contabilizaron 35 fragmentos, entre diagnósticos y no diagnósticos, y para la reconstrucción de las formas se utilizó el método morfofuncional de Lumbreras (1987, 2005). Mediante nuestro análisis morfofuncional, decorativo y composicional hemos definido dos grupos dentro del estilo Tacaraca A. Un primer grupo, el más recurrente, que está manufacturado en un alfar marrón rojizo de cocción oxidante e incompleta y con temperante de arena. El tratamiento superficial corresponde a un alisado medio en la parte interna y externa. No obstante, las vasijas de menor dimensiones presentan un alisado fino en la superficie externa. Las formas predominantes corresponden a tazones, cántaros y ollas de granos medianos y gruesos. La decoración en este estilo se caracteriza por presentar figuras geométricas y diseños en forma de red. Los colores utilizados para decorar las vasijas generalmente son negro y rojo (Figura 8).

Figura 8. Fragmentos cerámicos decorados del estilo Tacaraca A: a) cerámica Ica; b) cerámica Inca local. Dibujo realizado por José Román.

Un segundo grupo corresponde a la cerámica Inca local y está manufacturada en un alfar naranja y marrón rojizo de cocción completamente oxidante. La superficie interna y externa generalmente presenta un tratamiento de alisado fino. Este grupo incluye platos y cántaros medianos (Figura 9) de grano fino y paredes delgadas, de entre 4 y 6 mm de espesor, con morfologías divergentes y rectas. Este tipo de piezas poseen labios redondeados y diámetros entre 13 y 16 cm. La decoración incluye bandas de color negro en el borde interno de los platos y presentan engobe rojo en la superficie interna. En el caso de los cántaros, estos presentan pintura de color crema, blanco, negro y rojo.

Nuestros resultados señalan que los tazones y las ollas encontradas en el sector I estuvieron destinadas para la preparación de alimentos, mientras que los platos reflejan el uso para servir alimentos y los cántaros estuvieron destinados a ser contenedores de líquidos. Estas funciones se correlacionan con las actividades sociales que se desarrollaron en el sector I. Por otra parte, podemos observar una convivencia de estilos cerámicos entre Ica 9 e Inca local. Para el caso de Tambo Colorado, un sitio Inca cerca a Lima La Vieja, la cerámica reportada por Polo y La Borda (2016) se adscribe a la fase 9 de Ica, correspondiente a los estilos Ica e Inca local. Por tanto, nuestra muestra se correlaciona con los mismos estilos cerámicos encontrados en Tambo Colorado. No obstante, en Lima La Vieja no hemos hallado cerámica Inca de tradición cuzqueña, como sí ocurre en Tambo Colorado y otros centros incas como La Centinela de Chincha.

Figura 9. Reconstrucción de formas cerámicas de Lima La Vieja: a) Plato; b) Cántaro. Dibujo realizado por José Román.

Discusión: forma y función de Lima La Vieja

La forma y la función del sitio arqueológico de Lima La Vieja atravesaron varios momentos y cambios importantes a lo largo de su historia. Como vimos, el sitio PV.58-2, que fue definido como tal por Wallace (1971), correspondería al sector V de Carmichael (1983). Wallace señalaba haber hallado material cerámico del estilo “Nasca monumental (Nasca A)” en este sector. Aunque en nuestro trabajo de campo no hallamos dicho material cerámico Nasca, seguramente debido a la intensa remoción de la superficie del sitio, el canto rodado predomina como material constructivo en este sector, presentando una clara diferenciación con otros sectores. Esta tecnología constructiva es típica del periodo Intermedio Temprano. Por tanto, planteamos que el sector V sería contemporáneo con el desaparecido sitio de Dos Palmas (PV.58-3), un extenso asentamiento rural contemporáneo con Nasca y construido, principalmente, con muros de cantos rodados (Canziani, 2009, p. 296; Engel, 2010, p. 39; Rowe, 1963, p. 10). A su vez, en el vecino valle de Chincha, Dos Palmas está asociado con sitios arqueológicos vinculados al estilo cerámico conocido como Carmen, correspondiente al periodo Intermedio Temprano (Canziani, 2009; Pérez et al., 2015; Wallace, 1971). La comparación entre el sector V de Lima La Vieja y el sitio Dos Palmas (ubicado a 1,5 km al este de Lima La Vieja), en términos de las configuraciones arquitectónicas, así como de las técnicas y materiales de construcción, sugiere que este también cumplió una función principalmente habitacional.

No se ha hallado evidencia arqueológica, tanto por investigadores precedentes como por las nuestras, de ocupación de este sitio o sector durante el Horizonte Medio, a pesar de que valle abajo encontramos al importante sitio wari de Maymi (Anders, 1990). No obstante, lo que si abunda en el valle es la ocupación del periodo Intermedio Tardío (Engel, 2010; Wallace, 1971). De este modo, sobre la base de las observaciones de Carmichael (1983) y nuestras investigaciones planteamos que el sitio PV.58-1, especialmente el sector VIII, fue construido inicialmente durante el periodo Intermedio Tardío, circa 1000-1440 d.C. Este sector habría albergado a un grupo de personas que mantuvieron vínculos con las poblaciones chinchanas. De hecho, la técnica constructiva de la tapia que se observa en este sector está también asociada a las edificaciones del Señorío Chincha (Canziani, 2009; Morris y Santillana, 2007) y, por consecuencia, los pobladores de Lima La Vieja debieron mantener relaciones históricas con ese valle al norte. Asimismo, la evidencia de estructuras habitacionales y depósitos presentes en el sector VIII sugieren el desarrollo de actividades cotidianas como la producción de alimentos, mientras que los espacios abiertos como la gran plaza presente en este sector propone la existencia de reuniones que congregaron personas en determinados momentos del año, posiblemente para la celebración de festividades como el culto el agua y otras en honor de la luna nueva, prácticas documentadas para el valle de Pisco (Rostworowski, 1977, p. 265).

Asimismo, durante el periodo Intermedio Tardío en el valle de Pisco las poblaciones estaban asentadas en todo el curso del valle, aunque el sector del valle medio concentra la mayor cantidad de sitios, particularmente ubicados en la margen derecha o norte (Engel, 2010; Wallace, 1971). Seguramente, esta margen del valle estaba conectada por un camino que unía la costa con la sierra. Adicionalmente, existe evidencia de un camino que, iniciándose en la capital del Señorío Chincha en La Centinela, se dirige en dirección sureste hacia la Pampa de los Arrieros para atravesar el abra de la Pampa Cabeza de Toro hasta llegar al valle de Pisco. Esta debió ser la ruta que usaron los chinchanos para transportar sus bienes, entre ellos el pescado seco hacia la serranía. En este proceso de intercambio se difundirían también nuevas formas de construcción como el tapial, elemento muy característico del valle de Chincha. Como señalamos, en Lima La Vieja podemos encontrar algunos sectores donde se combina este elemento con otras técnicas constructivas. De esta manera, la historia del valle de Pisco estaba vinculada a la de los valles vecinos, lo cual se observa con más fuerza durante el periodo Intermedio Tardío. Así, se observa que grupos sociales como el instalado en Lima La Vieja asimilaron modelos arquitectónicos y técnicas constructivas del valle de Chincha, adquiriendo o imitando estilos cerámicos del valle de Ica. De hecho, Menzel (1971, p. 84) ya daba cuenta de esta “doble afiliación” del valle de Pisco.

Por otra parte, los sectores I, II y III de Lima La Vieja parecen haber sido el núcleo de la ocupación Inca. Es aquí donde se observan muros más altos y anchos, así como la presencia de nichos, vanos, canales y cerámica de filiación Inca. La plaza del sector I debió haber sido el espacio ritual y político más importante del complejo, en la cual se celebraron las principales festividades del estado cuzqueño. Por otra parte, el sector VI es el único que presenta dos recintos con muros en buen estado de conservación y es posible que sea contemporáneo con el sector VIII, por la disposición de los recintos y el material constructivo.

En términos comparativos dentro del valle de Pisco, Lima La Vieja fue construida durante la época Inca casi totalmente con muros de piedra angulosas con argamasa y adobes rectangulares de estilo Inca en la parte superior, mientras que en el sector principal de Tambo Colorado la construcción se restringe prácticamente al uso de adobes de gran tamaño. A su vez, algunas paredes de ambos sitios fueron pintados de color rojo, blanco y amarillo, como ha quedado demostrado en algunas secciones de Lima La Vieja reportadas por los autores de este trabajo y señalados también por Carmichael (1983). Después del adobe, el elemento incaico más representativo en Lima La Vieja corresponde a los nichos de forma trapezoidal. Mientras que las construcciones incaicas con adobes rectangulares en el valle de Chincha se superponen sobre tapiales, en Pisco no hay evidencia de construcción de tapiales durante el Horizonte Tardío.

Asimismo, Lima La Vieja es uno de varios sitios en el valle medio de Pisco que comprende un complejo integrado con clara importancia económica y estratégica (Gasparini y Margolies, 1977). Está ubicado sobre el Qhapaq Ñan, que une los sitios de Tambo Colorado, Monte Sierpe I (“Banda de Agujeros”), Montesierpe II y varios asentamientos residenciales incaicos a lo largo y ancho del valle (Engel 2010; Wallace 1971). Existen numerosos sitios con colcas o depósitos en este complejo de sitios. Si nuestra hipótesis sobre el sitio de Monte Sierpe I es correcta (Stanish y Tantaleán, 2015), es decir que este espacio tuvo algún tipo de función contable, entonces el curioso sitio de Montesierpe I se encuentra ubicado entre los dos principales asentamientos incas del valle medio, que son, por supuesto, Tambo Colorado y Lima La Vieja.

Obviamente, este asentamiento obedecía a toda una estrategia de control y articulación de territorios y poblaciones que excedía a Lima La Vieja (Hyslop, 1990, 1992). Sin embargo, este espacio como nexo entre los sitios de valle arriba (como Huaytará o Tambo Colorado), los de valle abajo y valles cercanos (como Chincha y, especialmente, La Centinela), ocasionaron que su existencia estuviese totalmente justificada en el entramado vial y territorial del Tahuantinsuyu. En ese sentido, la importancia de Lima La Vieja se hace evidente en los planes geopolíticos de los cuzqueños al establecer una de las principales rutas que descendían desde la sierra a las costas del sur de los Andes Centrales. En este punto, la construcción de Lima La Vieja fue parte de un plan maestro y estratégico para controlar grandes territorios de la costa sur peruana. De este modo, la conquista de los valles de Chincha hasta Ica se ve reflejada en los centros administrativos incaicos. Así, La Centinela de Chincha representó el principal centro Inca de este valle (Morris y Santillana, 2007) y en Ica, ocurrió algo similar para el sitio de Tacaraca (PV.62-1) (Mallco, 2015, p. 103; Menzel, 1959, p.128). En ese sentido, por su planificación, extensión y ubicación estratégica, Lima La Vieja, sería el segundo asentamiento imperial más importante del valle medio de Pisco después de Tambo Colorado (Stanish y Tantaleán, 2015). Con la llegada de los incas al valle de Pisco, el camino real inició desde La Centinela, ahora convertido en el principal centro administrativo incaico del valle de Chincha, y siguió hasta llegar a Lima La Vieja, continuando su trayecto hacia el este y a la sierra, pasando por Tambo Colorado, Patipampa, Huaytará y Vilcashuaman, hasta llegar al Cusco (Canziani, 2009; Gasparini y Margolies, 1977; Hyslop, 1984, 1992).

Pero las investigaciones arqueológicas en Lima La Vieja también nos recuerdan la importancia que tenían las poblaciones locales que los incas encontraban en su expansión. Se establecía una importante relación dialéctica que explicaba muchos fenómenos y cambios sociales, especialmente la resistencia a la dominación foránea y sus consecuentes materializaciones. De hecho, Dorothy Menzel (1977, p. 8) señala la resistencia ofrecida por las comunidades del valle de Pisco. Como vimos, Lima La Vieja habría sido ya importante durante el periodo Intermedio Tardío, cuando se construyeron edificaciones que respetaban los cánones arquitectónicos locales emparentados con los de Chincha y cuando se consumían cerámicas y otros bienes producidos en el mismo valle y otros cercanos, como el de Ica. Nuestras investigaciones y las de otros colegas en el vecino valle de Chincha nos permiten comparar este desarrollo independiente preincaico con el de Pisco.

Para resumir, podemos afirmar que las poblaciones del periodo Intermedio Tardío del valle de Pisco, si bien mantenían relaciones con las de Chincha, mantuvieron su independencia. Lo anterior se puede constatar por la ausencia de una arquitectura tan típica en Chincha como las plataformas superpuestas construidas con tapiales de barro que, si bien también existen en el valle de Pisco (por ejemplo, en el sitio de Chongos), nunca llegaron a tener las dimensiones y extensión que las del valle al norte. Asimismo, la cerámica de Pisco en el periodo preincaico estaba más vinculada a la cerámica de Ica. Por tanto, como mínimo podemos plantear que el valle de Pisco se mantenía independiente, pero mantenía fluidas relaciones económicas y políticas con Chincha e Ica.

Cuando los residentes del valle de Pisco se vieron subyugados por los incas, la cerámica que hemos definido como Tacaraca A comenzó a convivir con la cerámica Inca local. Antes de la llegada de los incas existe una combinación de los estilos cerámicos Chincha e Ica, aunque predominando el segundo estilo (Menzel, 1971, p, 78). En nuestra muestra no hemos identificado los estilos Chulpaca ni Soniche, que corresponden al inicio y final del periodo Intermedio Tardío. Por el contrario, es clara la predominancia de los estilos Tacaraca A e Inca local, confirmando que el sitio fue principalmente ocupado durante el Horizonte Tardío. Así pues, la situación social durante la ocupación incaica de Lima La Vieja fue bastante compleja y fluida, lo cual permite comprender que el sitio fue un lugar de dominación, pero también de resistencia local, al menos en lo que a producción y consumo de cerámica se refiere.

Por otro lado, ninguno de los investigadores que ha recorrido el sitio ha documentado contundentemente una impronta española. Si bien algunos autores como Chávez (2001) señalan la existencia de una “capilla” y que se habría encontrado en el sector I, no se han publicado más evidencias arqueológicas hispanas tempranas relacionadas a la fundación de Lima La Vieja en 1534, como uno de los primeros asentamientos de esta época (Menzel, 1959, p. 126). Nuestras investigaciones tampoco han evidenciado cerámica del estilo Tacaraca B vinculado con el periodo Colonial, ni otro elemento que señale que el sitio fue ocupado intensamente durante la Colonia temprana. No obstante, futuros trabajos de prospección más intensivos y de excavación arqueológica seguramente modificarán estas observaciones superficiales. Evidentemente, se requieren mayores esfuerzos en el sitio, pero dado el avanzado deterioro y destrucción del mismo estas evidencias cada vez serán más elusivas.

Finalmente, el nombre de Zangalla con el que también se conoce a Lima La Vieja, en realidad hace referencia a una zona y no exclusivamente al sitio de interés. Ana María Soldi ya daba cuenta de esta situación a partir de fuentes históricas. Esto corrobora nuestro planteamiento de que el sitio fue ocupado muy ligeramente en términos materiales durante la Colonia, situación que ya había sido mencionada por Tello y su equipo, cuando visitaron el sitio en 1940. Entonces, sería oportuno preguntarnos dónde se localizaría esa ocupación tan breve. De acuerdo con nuestras observaciones, planteamos que esta ocupación hispánica temprana se restringiría al sector VIII.

De todo lo anterior mencionado, queda claro que el momento más importante del sitio ocurrió durante la construcción del asentamiento incaico de Lima La Vieja, cuando se diseñó y se construyó un extenso centro administrativo con una plaza central y una serie de edificios extraordinarios anexos, muy bien realizados con los mejores materiales al alcance e, incluso, con paredes decoradas en colores (Figura 10). La aparición de una nueva forma de hacer cerámica es un componente primordial y visible de este nuevo orden económico, político e ideológico.

Figura 10. Reconstrucción hipotética de Lima La Vieja: a) Vista de los sectores II y VIII; b) Vista general de todo el sitio. Cortesía Ing. Carlos Guzmán García, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes, Universidad Nacional de Ingeniería de Perú.

Conclusiones

Todo el conjunto de información obtenida y contenida en este artículo nos ha permitido entender mejor la situación de Lima La Vieja, un asunto que, como señalaba Hyslop (1992, p. 205), hace varias décadas no había sido “comprendido adecuadamente”. Incluso, a pesar de su avanzada destrucción se ha logrado obtener información importante para plantear algunos temas relevantes acerca de la ocupación preincaica e incaica, tanto en el sitio como en el valle, que podrán ser discutidos por otros colegas.

Como hemos podido apreciar, el asentamiento de Lima La Vieja tiene una larga historia que se remonta, como mínimo, al periodo Intermedio Temprano cuando, en esta sección del valle, asentamientos como Dos Palmas expresaban una importante agregación de unidades domésticas. Durante el periodo Intermedio Tardío nuestras investigaciones y las anteriores han podido constatar que el valle de Pisco tuvo una importante y, quizá, la más extensa e intensa ocupación de su territorio y de las tierras agrícolas, como parece indicar el número y área de sus asentamientos, así como la conexión directa que se evidencia con otros grupos sociales de valles como los de Chincha o Ica. Sin embargo, fue durante la ocupación Inca cuando el valle de Pisco experimentó una verdadera transformación de su paisaje, a través de la construcción de un importante ramal del camino incaico y la edificación de importantes centros administrativos, como Tambo Colorado o la misma Lima La Vieja. Así, los pobladores locales de Pisco presenciaron una trascendental transformación de su valle, mediante la cual los cuzqueños demostraron su gran poder para el control y tránsito de fuerza laboral y bienes provenientes de la zona andina.

De este modo, Lima La Vieja fue testigo de ese conjunto de eventos que retratan una importante parte de la historia del valle de Pisco y de la costa sur peruana. Después de la época prehispánica y el periodo Colonial Temprano, su ocupación siguió a lo largo del siglo XX e inicios del siglo XXI. Aunque su ocupación moderna ha mermado la evidencia de épocas anteriores, también deberíamos aceptar que, como en el pasado, el sitio ha sido escogido por los seres humanos para reproducir su vida social. La manera y la intensidad en que los arqueólogos podamos seguir investigando estos fenómenos sociales, sin duda, será importante para rescatar este y otros sitios que, en el caso del Perú, tienden a ser evanescentes.

Agradecimientos

Los autores agradecen al Dr. Patrick Carmichael por habernos cedido su informe de campo del sitio de Lima La Vieja. Nos hubiese gustado compartir con él nuestros descubrimientos y pensamientos, pero lamentablemente su deceso nos impidió continuar contando con su presencia y generosidad. Asimismo, agradecemos a Víctor Paredes por habernos permitido acceder al material inédito sobre Lima La Vieja y el valle de Pisco, resguardado en el Archivo Tello del Museo de Arqueología y Antropología (MAA) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Asimismo, debemos agradecer al Instituto Peruano de Estudios Arqueológicos (IPEA) y a la University of South Florida por facilitarnos la logística y financiamiento para realizar los trabajos de campo. Finalmente, queremos agradecer a los evaluadores anónimos por sus observaciones y recomendaciones que ayudaron a mejorar el escrito.

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