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ARTÍCULO

Una década de arqueología de las guerras carlistas. Estado de la cuestión, principales aportes y potencial futuro

Gorka Martín-Echebarria

https://orcid.org/0000-0002-8572-4264

Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC), Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, Facultad de Letras, Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Tomás y Valiente s/n (CP 01006), Vitoria-Gasteiz, Araba, España. E-mail: gorka.martin@ehu.eus

Sergio Escribano-Ruiz

https://orcid.org/0000-0003-2220-0831

Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC), Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, Facultad de Letras, Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Tomás y Valiente s/n (CP 01006), Vitoria-Gasteiz, Araba, España. E-mail: sergio.escribanor@ehu.eus

Alfredo González-Ruibal

https://orcid.org/0000-0003-3464-1626

Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Edificio Fontán, Bloque 4, Monte Gaiás, s/n (CP 15707), Santiago de Compostela, A Coruña, España. E-mail: alfredo.gonzalez-ruibal@incipit.csic.es

Recibido: 6 de septiembre de 2023
Aceptado: 12 de marzo de 2024

Resumen

Uno de los procesos históricos principales del siglo XIX fue la progresiva implantación de la revolución liberal burguesa. En este contexto de profundos cambios, el recurso a las armas fue moneda corriente, desatando sangrientas y largas guerras civiles. España no fue una excepción y participó de una globalidad en la que revolución y reacción se enfrentaron en el campo de batalla. Las principales expresiones de este conflicto fueron la guerra de la independencia o peninsular (1808, 1814) y las guerras civiles de 1822-1823, 1833-1840, 1846-1849 y 1872-1876. La concatenación de las operaciones bélicas generó un rico y variado patrimonio que no ha recibido atención por parte de la arqueología hasta tiempos muy recientes. Desde la década de los 2010, los acercamientos desde las fuentes materiales se han ido multiplicando por todo el estado español, aunque en mayor número en el País Vasco y Navarra. Cumplida más de una década del inicio de estas labores, el objetivo de este artículo es realizar un estado de la cuestión sobre la incipiente arqueología de las guerras carlistas. Comenzamos con una breve contextualización de la arqueología del conflicto en el siglo XIX a nivel global. A continuación, nos centramos específicamente en el contexto español, con especial incidencia en las intervenciones arqueológicas relacionadas con las guerras carlistas. Describimos sus principales características, así como algunas carencias. Finalizamos con una discusión en la que remarcamos los límites y potencialidad de esta área, y una serie de conclusiones sobre las cuestiones pendientes de solventar en el futuro.

Palabras clave: Arqueología del conflicto; Carlismo; Campos de batalla; Guerras civiles; Historia militar

A decade of Carlist wars archaeology. State of affairs, main contributions, and possible future

Abstract

One of the major historical phenomena of the 19th century was the progressive implementation of the bourgeois revolution agenda. In this context of deep changes, the use of arms was commonplace, unleashing bloody and prolonged civil wars. Spain was no exception and was dragged into this global context where revolution and its reactionary forces faced each other in the battlefield. The main expressions of this conflict were the War of Independence or Peninsular War (1808-1814) and the civil wars of 1822-1823, 1833-1840, 1846-1848 and 1872-1876. The concatenation of military operations has created a rich and varied heritage to which archaeology has not been paying much attention until recently. Since the 2010s, archaeological approaches have been multiplying throughout Spain, even though most are concentrated in the Basque Country and Navarre. After a decade of research, this paper aims to present the current state of affairs of the emerging archaeology of the Carlist Wars. We begin with a general global overview of conflict archaeology in the XIX century. Next, we focus specifically on the Spanish context, particularly on the archaeology of the Carlist Wars. We describe its main features as well as some of its shortages. We end with a discussion where we stress the constraints and possibilities of this area of studies, and a series of conclusions about pending issues to be addressed in the future.

Keywords: Conflict archaeology; Carlism; Battlefields; Civil wars; Military history

Introducción

Las conmociones desatadas por el estallido de la Revolución Francesa en 1789 supusieron una violenta convulsión para todo el Viejo Continente (Osterhammel, 2015, pp. 731-735). Las guerras contra la Francia revolucionaria (1792-1802) y, posteriormente, las guerras napoleónicas (1803-1815) extendieron los ideales de la revolución liberal-burguesa por los reinos de Europa, e incluso a lo largo de las colonias de ultramar (Hobsbawm, 2014, pp. 108-119). Aunque Napoleón fue finalmente derrotado, las ideas liberales prevalecieron, dando lugar a una dicotomía entre aquellos que buscaban implantar el nuevo modelo de sociedad y quienes defendían la pervivencia del Antiguo Régimen. En España los primeros fueron conocidos con el nombre genérico de “liberales”, aunque dentro de este grupo había sensibilidades muy diferentes. Los segundos adquirieron varios nombres (realistas o agraviados, entre otros). Sin embargo, a partir del conflicto civil desatado en 1833, fueron conocidos como “carlistas”, por su apoyo al pretendiente Carlos María Isidro frente a su sobrina Isabel II. En el futuro, el carlismo terminó por aglutinar a la mayor parte de los elementos antirrevolucionarios (Millán, 2008, pp. 89-91).

El programa político de los liberales se basaba, entre otros aspectos, en la separación de poderes, la centralización administrativa-legislativa y el menor peso de la Iglesia en los asuntos públicos. Entre los objetivos de los carlistas, al contrario, encontramos la defensa del poder absoluto del monarca, la sociedad estamental y la preeminencia de la Iglesia Católica. El antagonismo de ambos modelos sociales conllevó el estallido de un conflicto que se alargó durante buena parte del siglo XIX. Se trató de un fenómeno global con expresiones en Francia, Portugal, Italia o México (Gobierno de Navarra, 2008). Es más, algunos no dudan en calificarlo como una “guerra civil europea” (Canal, 2004), en la que las corrientes liberales terminaron por imponerse a pesar de una larga pervivencia del Antiguo Régimen (Mayer, 1984).

La trascendencia de las guerras carlistas fue vital para la España decimonónica, precisamente, la etapa histórica en la se configuró el estado liberal-burgués del que es heredero el actual modelo y ante el cual lucharon los carlistas. La historiografía tradicional ha estudiado estas guerras civiles ampliamente desde las fuentes escritas (Canal, 2023). No obstante, los acercamientos desde la arqueología han sido muy escasos hasta los últimos diez años (Martín-Echebarria, 2022a).

Contexto internacional

La situación anterior difiere diametralmente respecto del contexto internacional, donde los acercamientos a la materialidad del conflicto del siglo XIX han sido múltiples, sobre todo desde la arqueología del conflicto y de los campos de batalla. Esta subdisciplina de la arqueología se ha definido como “el estudio de patrones culturales, actividades humanas y comportamientos asociados al conflicto de sociedades pasadas, tanto prehistóricas como históricas” (Landa y Hernández de Lara, 2014, p. 36). Los doctores Scott y McFeaters publicaron un exhaustivo estado de la cuestión (Scott y McFeaters, 2011) y, es precisamente en su país de origen, los EE. UU., donde se observa una mayor cantidad y variedad de trabajos, así como un interés más temprano. En primer lugar, destaca la bibliografía sobre arqueología de la Guerra de Secesión (1861-1865). Se han llevado a cabo estudios sobre fortificaciones (Geier, 2003), campos de batalla (Haecker, 1999), campamentos de tropa (Geier, Orr y Reeves, 2006), campamentos de prisioneros (McNutt, 2019, 2021), fosas de soldados (Potter y Owsley, 2003) o el impacto de la guerra en la vida en la población civil (Manning-Sterling, 2003). Se han publicado monografías y obras de recopilación que constituyen referencias de obligada consulta (Geier y Potter, 2001; Geier, Scott y Babits, 2014). Toda esta producción académica ha concluido en un conocimiento profundo de la materialidad arqueológica del periodo, desde el armamento a los conjuntos cerámicos o las latas de conserva. También ha contribuido a una mayor concienciación sobre este patrimonio, que actualmente cuenta con sendos programas de protección, puesta en valor y turismo. No obstante, una carencia importante es su relativo aislacionismo, la ausencia de una perspectiva comparativa entre estos casos de estudio y aquellos desarrollados más allá de las fronteras estadounidenses.

En lo que se refiere a la conquista del Oeste, en EE. UU., destacan las investigaciones realizadas en el campo de batalla de Little Big Horn, que sirvieron para definir una metodología propia para el estudio arqueológico de los campos de batalla (Barnard, 1998; Scott, Fox, Connor y Harmon, 1989). Si bien en la década de 1980 se configuró como la metodología básica para el estudio arqueológico de los campos de batalla, estudios posteriores demostraron la existencia de ciertas carencias en lo que respecta al registro arqueológico. Como por ejemplo la diferencia entre los proyectiles encontrados y los potencialmente disparados originalmente, así como el descubrimiento de diferentes agentes de formación y transformación del registro arqueológico. De esta manera, si bien los trabajos de Little Big Horn fueron pioneros en la arqueología de los campos de batalla, a día de hoy se encuentran superados metodológicamente (Ramos, 2022; Winkler, 2017, p. 40). Este programa de investigación también demostró la valía de la aproximación arqueológica, que permitió desmentir algunos de los mitos sobre la batalla (Landa y Hernández de Lara, 2020a, p. 20).

Otros aspectos estudiados arqueológicamente en este país han sido las guerras indias (Waselkov, 2006), las masacres cometidas por el ejército estadounidense (Greene y Scott, 2004) o las instituciones de confinamiento (Kuglitsch, 2016). En este sentido, la arqueología ha brindado evidencias de la violencia empleada por el ejército de los EE. UU. durante su proceso colonizador, lo que, en última instancia, ha supuesto un cambio de paradigma en el discurso y relato oficial que estaba vigente. Esta dinámica también pudo observarse en referencia al conflicto méxico-estadounidense de 1846-1848, en concreto, en el campo de batalla de Palo Alto (Haecker y Mauck, 1997).

En el panorama europeo podemos observar un progresivo dinamismo y una creciente diversidad de investigaciones. El patrimonio arqueológico de las guerras napoleónicas ha sido estudiado en Portugal (Rua, 2009; Rua, Gonçalves y Figueiredo, 2013), la actual República Checa (Vymazalová et al., 2020), los Países Bajos (Roymans, Beex y Roymans, 2017), Gran Bretaña (Guilbert, 1975) o Alemania (Homann y Weise, 2009). En Bélgica destacan los estudios realizados en torno al campo de batalla de Waterloo (Eve y Pollard, 2020). La arqueología también ha intervenido las defensas costeras de Inglaterra y el día a día de sus guarniciones (Smith, 1985). Del mismo modo, destacan algunas investigaciones sobre la guerra de Crimea (1853-1856), en concreto, los trabajos sobre la batalla de Balaclava (Freeman, 2011). El mayor aporte de estos estudios es la puesta en valor y la divulgación del patrimonio de esta época. No obstante, la escasez de trabajos que se refieran a las confrontaciones bélicas de mediados de la centuria supone una carencia reseñable. Algunos ejemplos que podríamos citar serían la guerra civil portuguesa (1828-1834), con estrechos vínculos con la primera guerra carlista en España, o las guerras de reunificación alemana e italiana, que implicaron a todas las potencias de la época y se desarrollaron durante varias décadas.

América Latina es un escenario de gran interés y dinamismo en lo que a la arqueología del conflicto respecta. En Argentina se han estudiado casos de diversa cronología y tipología, desde invasiones extranjeras a guerras civiles o de expansión colonial. El campo de batalla de la Vuelta de Obligado fue estudiado durante dos décadas (Ramos et al., 2014). Los trabajos realizados lograron recuperar la materialidad de esta confrontación y establecer las bases para futuras intervenciones. También se han excavado algunos fuertes, como el de Otamendi, en la frontera de Buenos Aires con el territorio indígena (Landa et al., 2009). Otro importante tema de estudio es el de las guerras civiles argentinas (1814-1880). Contamos con las investigaciones de los campos de batalla de Cepeda de 1859 (Leoni y Martínez, 2012, 2018; Leoni et al., 2014), Pavón de 1861, donde se realizó un interesante estudio comparativo basándose en los campamentos pre y post-batalla (Leoni y Tamburini, 2020), La Verde de 1874 (Landa et al., 2014, 2020) y Olivera de 1880 (Scalfaro, 2020). La denominada como Conquista del Desierto (1878-1885) ha sido ampliamente tratada: encontramos estudios sobre la población indígena y criolla (Bogino et al., 2019), análisis espaciales mediante Sistemas de Información Geográfica sobre las fortificaciones de la frontera (Maximiano Castillejo et al., 2018) o sobre el armamento y capacidad tecnológica del estado argentino (Leoni, 2014). En este punto la introducción de métodos arqueométricos ha supuesto un aporte de gran calidad (Landa, 2006).

En otras zonas del continente deberíamos resaltar los aportes arqueológicos sobre la guerra de intervención entre México y EE. UU. de 1846-1848 (Herrera et al., 2020), el estudio del campo de batalla de Santa Bárbara de 1861 en Colombia (Del Cairo et al., 2020), la batalla de Yatay de 1865 en Uruguay (Pintos Llovet, 2020), así como la Guerra del Pacífico, entre Chile, Bolivia y Perú de 1879 a 1883 (Escarcena Marzano et al., 2020). En las Antillas se estudiaron varios fuertes, el de Brimstone Hill en San Cristóbal y Nieves (Smith, 1994, 1995) y algunos de las Bermudas (Harris, 1986). En Cuba se han estudiado las guerras anticoloniales de 1868-1878 y 1898 (Álvarez-Pereira, 2014; Hernández de Lara et al., 2014).

La arqueología iberoamericana también ha prestado atención a contextos más amplios que los campos de batalla. Si bien se trata de estudios incipientes, se ha atendido a lugares puntuales de combate, fortificaciones, hospitales, campos de prisioneros, tecnología, tácticas, organización militar, representación simbólica de la guerra y conmemoración (Carolina y Cornero, 2013; Carrizo, 2023; Gómez-Romero y Spota, 2006; Landa, 2020; Raies y Ávila, 2023; Vargas y Vidal, 2022). Como valoración general, uno de los mayores aportes realizados en Latinoamérica ha sido la publicación de obras recopilatorias que recogen multitud de intervenciones de todo el continente, ofreciendo una perspectiva comparativa de gran interés y una lectura global sobre las guerras del siglo XIX en este escenario (Landa y Hernández de Lara, 2014, 2020b). Esta tarea todavía queda pendiente para los ámbitos europeo y estadounidense.

El repaso realizado muestra que la arqueología del conflicto del siglo XIX no es una rara avis en el ámbito internacional. La multiplicación de investigaciones y su puesta en común ha generado un conocimiento profundo y novedoso sobre los episodios históricos en cuestión. Además, en la mayoría de los casos se ha trascendido al simple conocimiento histórico, planteando nuevas cuestiones de carácter antropológico y social sobre el conflicto. Lo que sorprende en este punto es que las guerras de la mitad de la centuria apenas hayan sido tenidas en cuenta por los arqueólogos. Si bien las guerras napoleónicas cuentan con una asentada tradición investigadora, conflictos como la reunificación alemana o italiana, que fueron realmente violentos y tuvieron un evidente componente de guerras civiles, apenas cuentan con estudios de este tipo (Martín-Echebarria, 2022a).

Contexto español

Tal y como hemos avanzado, el siglo XIX español, profusamente estudiado desde las fuentes documentales, apenas ha recibido atención desde la perspectiva arqueológica. Nuevamente, han sido los aspectos militares los que mayor atención han recibido. No es de extrañar, puesto que se trata de uno de los periodos más conflictivos de la historia reciente del país. A finales del siglo XVIII, con la Guerra de la Convención (1793-1795), se inició un largo ciclo bélico que marcó la entrada a la Contemporaneidad y se extendió durante todo el siglo XIX: guerras anglo-españolas (1796-1802 y 1804-1808), guerra de las naranjas (1801), guerra peninsular o de la independencia (1808-1814), guerra realista (1822-1823), primera guerra carlista (1833-1840), guerra de los madrugadores (1846-1849), segunda guerra carlista (1872-1876), revolución cantonal (1873-1874), además de otra gran multitud de confrontaciones en las posesiones coloniales. Es de resaltar que investigaciones recientes han demostrado que, en estos conflictos, sobre todo en los desarrollados en la Península, existió un componente importante de revolución versus contrarrevolución (Rújula, 2023). De hecho, el carlismo terminó por configurarse como el soporte aglutinador de buena parte del descontento contra el liberalismo, lo que explica que a pesar de sus derrotas continuó formando parte activa del juego político, sin dejar de lado nunca la opción insurreccional (Tabla 1).

Conflicto

Tipo de guerra

Año de inicio

Año de finalización

Resultado

Guerra de la Convención

Internacional

1793

1795

Victoria francesa

Guerra anglo-española

Internacional

1796

1802

Tratado de Amiens

Guerra de las naranjas

Internacional

1801

1801

Victoria hispano-francesa

Guerra anglo-española

Internacional

1804

1809

Cambio de alianzas. Tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid, España y Gran Bretaña se convierten en aliadas contra la Francia de Napoleón

Guerra peninsular o guerra de la independencia española

Internacional

1808

1814

Victoria anglo-luso-española.

Expulsión de las tropas napoleónicas

Guerra realista

Civil

1822

1823

Victoria realista. Restauración del absolutismo

Primera guerra carlista

Civil

1833

1840

Victoria liberal

Guerra de los madrugadores

Civil

1846

1849

Victoria liberal

Segunda guerra carlista

Civil

1872

1876

Victoria liberal

Revolución cantonal

Civil

1873

1874

Victoria liberal

Tabla 1. Tabla-resumen de los conflictos bélicos acontecidos en España durante el siglo XIX, con expresión de tipo de guerra (internacional o civil), años de inicio y finalización y resultado. Fuente: elaborado por los autores.

Guerra peninsular (1808-1814)

Los trabajos referentes a una arqueología de la guerra peninsular son escasos. A pesar de ello, muestran una variedad y posibilidades de futuro reseñables. Tal y como dicen Suárez y Álvarez Martínez:

El complejo fenómeno de la guerra de la Independencia en la Península, así como sus circunstancias y repercusiones en el panorama social y político, han sido ampliamente analizados y discutidos casi desde el fin mismo de la contienda (…) Sin embargo, el análisis de la realidad material derivada de los acontecimientos bélicos no ha corrido la misma suerte (Suárez y Álvarez-Martínez, 2016, p. 669).

Los elementos patrimoniales que recibieron mayor atención han sido las fortificaciones de grandes dimensiones. En general, se han tratado de estudios desde las fuentes escritas o cartográficas, centrados en las características arquitectónicas y la ingeniería militar. Un ejemplo para destacar es el número 152-154 de la revista “Castillos de España”, correspondiente a 2008-2009, un monográfico dedicado exclusivamente a las fortalezas de la guerra peninsular con ejemplos de Asturias, Andalucía, Murcia, Extremadura, Burgos o Cataluña (AEAC, 2008-2009). Otros ejemplos son el reducto de Lacy (Martí Solano y Márquez Carmona, 2020) y las defensas de Tortosa (Martínez-Tomás, 2016). Este tipo de trabajos fueron los primeros y más numerosos, su mayor aporte fue la descripción de estos elementos. No obstante, se observa una predilección por las fuentes escritas en detrimento de las arqueológicas que, a pesar de conservarse, apenas fueron tenidas en cuenta. Por otra parte, la mayoría de los casos se estudiaron desde una perspectiva focalizada en lo individual, si bien cada fortaleza, desde el momento de su concepción, era parte de un sistema múltiple relacionado con otras construcciones defensivas y con el territorio sobre el que se asentaban, conformando un complejo paisaje del conflicto.

Posteriormente, desde una óptica puramente arqueológica, Valentín Álvarez-Martínez y Patricia Suárez Manjón han intervenido algunas fortificaciones de la guerra en Asturias, realizando una primera tipología y propuesta metodológica para su intervención (Suárez y Álvarez-Martínez, 2016). Además, llamaron la atención sobre la necesidad de protección de unas construcciones que, por las características de la guerra que les dieron origen, son menos monumentales y mucho más vulnerables que las grandes fortalezas abaluartadas de otros territorios (Suárez y Álvarez-Martínez, 2016, p. 685). Recientemente, Álvarez-Martínez ha reflexionado sobre cómo varios cañones de artillería que aún perduran en varios pueblos de Asturias influyeron en la construcción de relatos populares y en la micro-toponimia (Álvarez-Martínez, 2020). A lo anterior habría que añadir los grafitos de soldados napoleónicos documentados en varios hórreos asturianos. En el municipio cántabro de Santoña, en 2014, se intervino arqueológicamente una fortificación de campaña napoleónica (Palacios Ramos, 2020). Se trataba de lo que los franceses denominaban retranchement, una obra de campaña de características muy simples destinada a cortar el paso de uno de los caminos de montaña que daban acceso a la población. En síntesis, podemos decir que el trabajo de estos autores ha supuesto la apertura de una línea de investigación centrada específicamente en la arqueología de la guerra peninsular en el norte de España. Su principal aporte ha consistido en la identificación de las mayores carencias del área y una primera caracterización del patrimonio arqueológico existente.

En el sur de la Península, el castillo de Chinchilla (Albacete) fue objeto de una serie de intervenciones arqueológicas en las que se recuperaron granadas de mano de vidrio, proyectiles de artillería y cañones relacionados con el asedio napoleónico de 1812 (Simón, Lorrio, Sánchez de Prado y Moneo, 2017). En dicho estudio se realizó la primera clasificación tipológica de estos materiales tan inusuales, concluyendo que el empleo de estas armas expresaba la escasez de medios del ejército español (Simón et al., 2017, p. 205).

En lo que respecta a la arqueología de los campos de batalla contamos con las prospecciones llevadas a cabo en Somosierra (Muñoz y Adán Poza, 2001), Gallegos de Argañán (González-García, 2018) y Marialba (González-García, 2020a). En el caso específico de Marialba se han recuperado datos sobre un campo de batalla escasamente conocido. Además, actualmente Pablo Carrasco Gómez está desarrollando una tesis doctoral sobre arqueología de los campos de batalla de esta época, en cuyo contexto ya ha intervenido el campo de batalla del Ordal (1813) en Cataluña. Fruto de la colaboración entre Carrasco, Bar Shuali y Martín-Echebarria se inició un proyecto1 de investigación arqueológica sobre las batallas de Vitoria y San Marcial (1813), de las cuales ya se han desarrollado las primeras campañas de prospección arqueológica. En conjunto, todo parece indicar que la arqueología del conflicto de la guerra peninsular será una de las áreas de mayor crecimiento en los próximos años.

La arqueología subacuática también ha aportado contextos de este conflicto. El pecio Deltebre I fue intervenido arqueológicamente por parte del Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (Vivar, Geli y Torra, 2016). Se trataba de un barco de avituallamiento que formó parte del convoy combinado bajo mando británico que trató de asediar Tarragona en 1813. Los materiales hallados constituyen una colección de referencia de gran calidad sobre la cultura material bélica de la época. El estudio estadístico y cuantitativo de los restos recuperados ha sido una herramienta de gran utilidad para la caracterización y análisis de la tecnología armamentística de la época (e.g. Ciarlo et al., 2019).

Como vemos, a pesar de que no existe un elevado número de intervenciones, estas destacan por su variedad. Su mayor aporte ha sido una primera caracterización de la materialidad asociada a la guerra peninsular. También se ha testado la validez de la arqueología de los campos de batalla como metodología básica de estudio. Finalmente, los estudios de fortalezas permiten asomarnos a la arquitectura, métodos y técnicas de construcción de la arquitectura militar y su disposición para el control del territorio. A pesar de estos avances nada desdeñables, la arqueología de la guerra peninsular aún se encuentra en una fase embrionaria, lejos del contexto europeo. En los artículos consultados se echa en falta una perspectiva de estudio global que permita poner en relación el caso de estudio concreto con el contexto general de la época, más aún, teniendo en cuenta que este conflicto no fue sino otro más dentro de las guerras napoleónicas y que los vínculos con otros escenarios son evidentes. Por ello, consideramos necesario una puesta en común de los yacimientos intervenidos.

Guerra Realista (1822-1823)

La guerra realista fue un conflicto civil provocado por la reacción de los sectores absolutistas contra el gobierno del Trienio Liberal (1820-1823), instituido por el pronunciamiento y revolución del general liberal Rafael del Riego. La victoria cayó finalmente del lado de los absolutistas gracias a la intervención extranjera de los Cien Mil Hijos de San Luís. El único caso de estudio arqueológico publicado hasta la fecha es el de la inhumación de trece individuos en Ocio (Araba, País Vasco), muertos todos ellos por herida de arma de fuego o arma blanca durante una acción de guerra en las cercanías de la población (Herrasti Erlogorri et al., 2012).

Las guerras carlistas

Actualmente se considera que existen dos guerras carlistas, la primera y más importante de 1833 a 1840 y la segunda de 1872 a 1876. A ello habría que sumarle la campaña Montemolinista o guerra dels matiners de 1846-1849, que es considerada por varios autores más como una insurrección que como una guerra. A pesar de las continuas derrotas, el carlismo en el exilio continuó reivindicando el trono de España frente a la rama liberal de los Borbones. De esta manera conjugó la vía política en la arena pública junto al recurso a las armas, que nunca se dejó de lado. Estas razones explican el estallido de los diferentes conflictos civiles cada vez que el carlismo militar ganaba protagonismo frente al resto de opciones (Figura 1).

Figura 1. Mapa de la península Ibérica donde se resaltan los principales teatros operativos de las guerras carlistas, las principales poblaciones, así como las zonas intermedias. Fuente: elaborado por los autores.

El profesor y experto en carlismo Jordi Canal apuntaba, refiriéndose al estudio de las guerras carlistas desde las fuentes documentales, a que “No se ha prestado la misma atención a las guerras civiles del XIX que la de 1936-1939, que ha copado por completo la historiografía reciente” (Canal, 2004). Significativamente, la misma situación se reproduce a nivel arqueológico, donde la guerra civil española cuenta, desde el inicio de los 2000, con múltiples acercamientos de muy diferente tipo y sobre aspectos muy variados (González-Ruibal, 2020). Frente a este panorama tan dinámico, en lo que respecta a las guerras carlistas ha habido que esperar a los últimos diez años para vislumbrar algunos estudios acerca de su materialidad. Como veremos, este proceso ha sido fruto de una inercia natural que ha partido de la memoria material del conflicto y nos ha conducido hasta este estado de la cuestión, más denso que el que encontramos hace una década.

El punto de partida entronca directamente con la propia etimología de la Arqueología. A pesar de que los restos materiales de estos conflictos se extienden de forma notable y manifiesta en algunos lugares, como País Vasco o Navarra, no existía ningún tipo de preocupación arqueológica al respecto. El interés del propio alumnado de arqueología y la implicación de algunos ayuntamientos permitieron comenzar a revertir esta situación (Escribano-Ruiz, 2022). Así, amparándonos en nuestra propia experiencia en periodos anteriores y posteriores al siglo XIX, diseñamos varios programas de investigación que se han materializado ya en dos tesis doctorales (Martín-Echebarria, 2023; Roldán-Bergaratxea, 2021). En el contexto de estos trabajos se ha revisado y generado un corpus de información que creemos digno de compartir con la comunidad científica en modo de síntesis.

Nuevamente han sido los fuertes más monumentales los que mayor atención han recibido. En la Comunidad Autónoma del País Vasco contamos con una catalogación de 101 construcciones militares entre las que se encuentran múltiples fuertes carlistas y liberales (Arrieta Valverde, 2015). En Gipuzkoa es de elogiar la ingente labor desarrollada por Antonio Sáez García, quien ha estudiado y publicado una gran cantidad de artículos sobre las fortificaciones decimonónicas de la provincia (e.g. Sáez-García, 2003, 2011). En este sentido también cabe destacar los trabajos de Alfredo Moraza (Moraza, Buces y García-Dalmau, 2012). En Araba se han estudiado algunas de las fortificaciones que formaron parte de la línea del Zadorra durante las dos guerras carlistas (Ortiz de Urbina, 2005).

Rafael Palacios Ramos ha estudiado las fortificaciones de la segunda guerra carlista en Cantabria. En 2017 realizó una catalogación de las fortificaciones liberales y en 2018 amplió el trabajo previo mediante una exhaustiva monografía sobre el conjunto de la guerra en el territorio (Palacios Ramos, 2017, 2018).

En síntesis, podemos decir que al igual que en el caso de la guerra peninsular, la mayoría de estas publicaciones se centran en las fuentes escritas y cartográficas, solamente de manera puntual encontramos referencias a la materialidad arqueológica. Por otra parte, se trata de investigaciones enfocadas en la descripción de la arquitectura de cada fuerte, sin tener en cuenta que son elementos sistémicos pertenecientes a un paisaje del conflicto mucho más amplio y complejo.

El inicio de la arqueología de las guerras carlistas como disciplina con entidad propia debemos situarlo en el estudio del campo de batalla de Somorrostro, realizado en los años 2010 y 2012 por parte de Jesús Arrate Jorrin y colaboradores (Arrate Jorrin et al., 2014). Los autores procedieron a la prospección sistemática mediante detector de metales de varios de los lugares donde se desarrollaron las batallas, recuperando una gran cantidad de material bélico. Fue la primera ocasión en que se intervenía un campo de batalla de las guerras carlistas desde la arqueología de los campos de batalla, sentando las bases metodológicas para futuras intervenciones como las desarrolladas en las tesis doctorales de Iván Roldán-Bergaratxea (2021) y Gorka Martín-Echebarria (2023). La intervención pudo confirmar algunos de los sucesos narrados en las fuentes escritas y clarificar los vacíos existentes (Arrate Jorrin et al., 2014, p. 125). Además, los materiales recuperados constituyeron una primera colección de referencia de gran variedad y calidad. Este aspecto concreto fue tratado en detalle posteriormente por Rafael Palacios Ramos (2016).

En Bizkaia, en la comarca del Gran Bilbao, se han estudiado las fortificaciones erigidas durante las guerras carlistas para atacar y defender la ciudad (Martínez-Velasco, 2013, 2014; Martín-Echebarria, 2017, 2019, 2020). También contamos con dos excavaciones de fosas de soldados liberales. Una perteneciente a la primera guerra carlista en Bilbao y otra a la segunda, en Putxeta, relacionada con las batallas de Somorrostro (Herrasti Erlogorri, 2020). Los estudios osteológicos y antropológicos sobre las guerras carlistas son una de las ausencias más notables en el área. Por ello, la publicación de estas intervenciones constituirá una referencia obligada en el futuro.

En Araba, la intervención arqueológica de la torre telegráfica de Quintanilla evidenció la existencia en el mismo lugar de tres estaciones telegráficas a lo largo del siglo XIX y recuperó una gran cantidad de material arqueológico correspondiente a la segunda guerra carlista, que aportó datos interesantes sobre la vida cotidiana de la guarnición liberal de este punto (Sánchez-Pinto, 2020). En la Rioja Alavesa se han estudiado las consecuencias del conflicto en el paisaje (Gómez-Díez, 2019). Recientemente, Tejerizo y Quirós han publicado un artículo sobre varios yacimientos medievales en cuyas excavaciones se documentaron fases de las guerras carlistas (Tejerizo y Quirós, 2022). A pesar de algunas imprecisiones que ya tratamos en otro lugar (Martín-Echebarria, 2023, p. 73), resulta positivo que investigadores centrados en otras cronologías comiencen a publicar las fases decimonónicas de los yacimientos que han intervenido.

En 2023 se defendió una tesis doctoral sobre la arqueología del conflicto carlista en Araba y Bizkaia (Martín-Echebarria, 2023). En ella se estudian arqueológicamente tres asedios, tres campos de batalla y dos líneas de fortificaciones. En lo que respecta a los primeros, se pudo identificar la existencia de importantes fases estratigráficas en contextos urbanos relacionadas con los procesos de destrucción y reconstrucción que resultaron de varias operaciones de asedio. El estudio de los campos de batalla reportó información sobre el modo de combatir y tecnología de ambos ejércitos. En cuanto a las fortificaciones, se conjugó el estudio individual de varias posiciones que habían sido excavadas, con el análisis de conjunto de dos líneas fortificadas mediante operaciones geográficas. Los principales aportes de la investigación fueron la puesta en común de las intervenciones arqueológicas realizadas hasta la fecha, probar el impacto total que el conflicto tuvo en el conjunto del paisaje vasco y considerar estas guerras como parte de un fenómeno global con vínculos con casos análogos (Martín-Echebarria, 2023, pp. 587-593) (Figura 2).

Figura 2. Casquillos 11 x 57 mm Remington recuperados en el campo de batalla de la Celadilla, en la frontera entre Burgos y Bizkaia. Fuente: imagen de los autores.

En Navarra destacan los estudios de Iván Roldán-Bergaratxea en torno al frente de Estella (Roldán-Bergaratxea y Escribano-Ruiz, 2017). Durante el desarrollo de su tesis doctoral, dicho investigador intervino arqueológicamente un fuerte liberal, un fuerte carlista y un campo de batalla, configurándose como un aporte fundamental para la arqueología del conflicto en la España del siglo XIX (Roldán-Bergaratxea, 2021). Los resultados de los trabajos realizados en Navarra y País Vasco, lo que fuera el antiguo teatro del Norte, fueron objeto de una publicación en la que se presentaba la arqueología del conflicto carlista en el ámbito internacional (Roldán-Bergaratxea et al., 2019).

En otras geografías las guerras carlistas también han recibido atención por parte de arqueólogos/as. En la ciudad de Cuenca varias intervenciones descubrieron parte de las defensas de la ciudad durante la segunda guerra carlista, momento en el que fue atacada, tomada y sometida a saqueo por el ejército carlista (Domínguez-Solera y Muñoz García, 2016). Posteriormente, se pudieron observar los cambios urbanísticos producidos por el asalto y la posterior reconstrucción (Muñoz García y Domínguez-Solera, 2016). En Cantabria se ha realizado un inventario de las evidencias arqueológicas de la batalla de Ramales que aún se conservan en la actualidad (García-Alonso, 2011). Se trata de trabajos puntuales cuyos mayores aportes han sido la publicación y descripción de los resultados obtenidos.

En Cataluña, a pesar de la gran cantidad y buen estado de conservación del patrimonio de las guerras carlistas, este apenas ha recibido atención por parte de los arqueólogos con excepción de las torres telegráficas (Pujades i Cavalleria, 2003). Significativamente, ha habido que esperar hasta el año 2022 para que se realizaran las primeras intervenciones de campos de batalla de las guerras carlistas en este teatro de operaciones (Martín-Echebarria, 2022b, 2022c).

Un ámbito mucho más prolífico a este respecto lo forma el que fuera el teatro de guerra del Centro (Castellón y Bajo Aragón). En una fecha tan temprana como 1999 se excavó parte de la muralla liberal de Castellón de la Plana (Melchor y Benedito, 1999). Con posterioridad, destaca la labor de Navalón Martínez y Guimaraens Igual que ya en 2016 identificaron y constataron la pervivencia de las defensas liberales levantadas durante la primera guerra carlista en Requena y la excavación del fuerte de los Ángeles (Navalón Martínez y Guimaraens Igual, 2016, 2018-2020). Además, los autores aportaron una reflexión interesante en torno a las causas de la marginación y olvido al que está sometido este patrimonio (Navalón Martínez y Guimaraens Igual, 2016, p. 125). Más recientemente Navalón Martínez defendió su tesis doctoral sobre las fortificaciones erigidas durante la primera guerra carlista en este teatro (Navalón Martínez, 2021). Su trabajo recoge un gran número de estructuras defensivas y, por primera vez, incluye tanto las más monumentales, como castillos o fuertes y las más humildes, como molinos o ermitas. La investigación pone en relieve la reutilización de estructuras previas durante la guerra, algo que había pasado desapercibido hasta época reciente. Otro autor que se ha centrado en esta época y escenario ha sido Clemente González García. Sus investigaciones fructificaron en la defensa de la primera tesis doctoral sobre arqueología de las guerras carlistas (González-García, 2019). En el marco de este proyecto se llevó a cabo la primera prospección de un campo de batalla de la primera guerra carlista utilizando detectores de metal. La publicación de los resultados y el pormenorizado estudio de los proyectiles de armas de avancarga permitieron al autor reconstruir los combates con un alto grado de detalle, así como profundizar en el abastecimiento de munición y la capacidad tecnológica de ambos ejércitos (González-García, 2020b). De esta manera, González-García propone una metodología de estudio de materiales novedosa y de gran valor para un conocimiento más profundo de lo acontecido en los campos de batalla.

En Morella, tradicional feudo carlista, las excavaciones llevadas a cabo en el antiguo cementerio de la población descubrieron un conjunto de 18 individuos con heridas y lesiones por arma blanca pertenecientes a alguna de las guerras carlistas (Polo-Cerdá et al., 2011). Junto a los mencionados en Bizkaia, se trata de uno de los escasos ejemplos de excavación de una fosa de combatientes.

Discusión

El estado de la cuestión realizado demuestra que, actualmente, la arqueología del conflicto carlista se encuentra plenamente establecida en el panorama arqueológico español, tanto en el ámbito de la gestión del patrimonio, como en el académico. Los precedentes más lejanos se sitúan en la década de 1980, cuando, a raíz de la búsqueda de contextos más antiguos, se comenzaron a describir los primeros restos de fortificaciones decimonónicas. La tendencia general hasta final del siglo pasado fue la catalogación de las obras más monumentales empleando las fuentes documentales y una perspectiva centrada en la arquitectura militar.

A partir del 2010, no obstante, se dio un cambio de tendencia por el cual los restos arqueológicos de las guerras carlistas comenzaron a ser investigados con un programa propio, que sirvió de base para su inclusión en los programas de protección del patrimonio. La óptica desde la que se acometió también varió. En este momento se trascendió la simple identificación y descripción de los restos del conflicto, para comprender y aprehender problemáticas de mayor calado como la articulación de los sistemas defensivos, la capacidad tecnológica de los ejércitos y el impacto de las guerras en el paisaje. Dentro de este marco general, las actuaciones desarrolladas fueron excavaciones de fortificaciones, análisis de paisaje, prospecciones de campos de batalla mediante detectores de metal y las primeras exhumaciones de fosas de combatientes.

Este giro ontológico sobre los restos del conflicto carlista llega hasta la actualidad y sus aportes más significativos son los siguientes. En primer lugar, se ha constatado la existencia de importantes fases estratigráficas en diferentes yacimientos arqueológicos, no solo en aquellos generados durante las confrontaciones bélicas, sino también en los de cronologías previas. En segundo lugar, se ha identificado el profundo impacto que las guerras carlistas tuvieron en el paisaje de la época, ya fuera por el efecto destructivo de bombardeos o asedios, por la construcción de vastos y complejos paisajes fortificados, por la generación de campos de batalla o por los efectos derivados de obras de logística y comunicación. Finalmente, resaltamos que se ha comenzado a estudiar la cultura material del periodo histórico, algo que hasta el momento había sido escasamente tratado y que había llevado a atribuciones crono-tipológicas erróneas. Además, el estudio de estos restos arqueológicos ha concluido en aportes novedosos y de gran calidad sobre múltiples aspectos históricos, como la capacidad tecnológica de ambos ejércitos, sus fuentes de suministro y el nivel de desarrollo y eficiencia de ambos contendientes. En general, en conjunción con los estudios históricos previos, actualmente se está obteniendo una lectura mucho más amplia y profunda de las guerras carlistas, mostrando una complejidad que, hasta el momento, permanecía oculta bajo tierra o relegada al olvido en las colecciones de los museos.

Globalmente, gracias a la labor desarrollada durante estos años, hoy sabemos más sobre la alimentación de las guarniciones militares, los métodos constructivos y arquitectura de las fortificaciones, la relación de estas con el territorio y con el resto de las posiciones, los avances en la tecnología militar y las comunicaciones, el transcurso de las batallas o la letalidad de las armas. Lo que es más importante, se ha constatado cómo estas confrontaciones, hasta ahora vistas como algo esencialmente local, estaban estrechamente vinculadas, a nivel histórico, pero también arqueológico, con conflictos análogos en otras partes del mundo. Como ejemplo podríamos remitirnos a los diferentes estudios arqueológicos sobre las guerras decimonónicas del continente americano que hemos citado previamente. Estas guerras se insertan en esa “época de collado” de la que hablaba Koselleck en la que el mundo tradicional y el nuevo mundo de la revolución chocaron, compitieron y se enfrentaron en los campos de batalla (Osterhammel, 2015, pp. 98-103). En este contexto internacional en el que los avances de la revolución industrial produjeron una creciente interconexión entre las diferentes partes del mundo –a pesar de las profundas diferencias cronológicas y geográficas de los campos de batalla mencionados–, se comprende cómo los restos arqueológicos documentados en el País Vasco, Argentina o Perú responden, generalmente, a unas mismas tipologías. Pongamos por caso los fusiles Remington Md. 1871, cuyos restos se han recuperado tanto en el campo de batalla de Somorrostro (Bizkaia, 1874), como en el campo de batalla de La Verde (Buenos Aires, 1874). De este modo, estos restos constituyen la materialización de un proceso histórico fundamental: la progresiva y constante implantación del mundo contemporáneo nacido de la revolución liberal e industrial. En este sentido, casquillos, granadas o balas, representan las resistencias, violencias, dicotomías internas y, en suma, conflictos, que su llegada generó. Se ha demostrado que la arqueología puede aportar una visión diferente y enriquecer la lectura global de este proceso histórico y, sobre todo, mostrar su profunda complejidad. La correlación cronológica-tecnológica-táctica no es directa y requerirá en un futuro de un estudio en profundidad. Por ello, debemos remarcar que en ningún caso se trató de un proceso homogéneo, en cada lugar tomó formas locales muy variadas que definen, así mismo, los diferentes conflictos, dicotomías y controversias generadas con la llegada de la contemporaneidad en cada realidad particular.

En el ámbito más académico, es de resaltar que, a pesar de los avances realizados, apenas se ha abierto una ventana a la realidad material de un periodo tan convulso y complejo como lo fue el siglo XIX español. Por tanto, debemos ser conscientes del desconocimiento que impera sobre multitud de aspectos que ni siquiera se han considerado desde la arqueología, como por ejemplo los campamentos de tropas, la sanidad militar, la guerrilla o la violencia de retaguardia. En conclusión, desde la sólida base con la que contamos en la actualidad sobre la arqueología de las guerras civiles del siglo XIX en España, creemos que se debe continuar trabajando con un doble objetivo. Por un lado, obtener una lectura aún más amplia y profunda de la multitud de procesos desencadenados por estas guerras (e.g. sociales, económicos, emocionales, mnemónicos) y, por el otro lado, sensibilizar a la ciudadanía sobre la importancia de este patrimonio, entendido como la materialización de una época trascendental en la historia del país. Ambos objetivos contribuirán de forma significativa en su salvaguarda y conservación para las generaciones futuras.

Conclusiones

A modo de conclusión, queríamos decir que cuando iniciamos esta línea de investigación la pregunta de partida era si una arqueología del conflicto carlista era posible. Dado que apenas se habían realizado acercamientos de este tipo, la mayor preocupación consistía en valorar, directamente, la viabilidad de esta arqueología. Actualmente, después de diez años de investigaciones y varias tesis doctorales, podemos decir que una arqueología del conflicto carlista no sólo es posible, sino que, además, también es necesaria. La existencia de un elevado número de restos, pero en un progresivo estado de abandono y ruina, hace de la arqueología, como ciencia que estudia la materialidad, la mejor herramienta para solucionar o, al menos, mitigar en parte dicho problema. Significativamente, este estado de olvido y abandono no se refiere únicamente a la plasmación material de este patrimonio, sino también a su relación con la sociedad actual.

Las guerras carlistas son unas guerras olvidadas en la sociedad española que, sin embargo, aún tiene muy presente la Guerra Civil de 1936-1939, del mismo modo que en esta contienda se tenía muy presente las guerras civiles del siglo XIX. Esta “falta de conocimiento (…) ha llevado a que en el transcurso de unas generaciones se fuera destruyendo el legado material de la guerra” (Roldán-Bergaratxea, 2021, p. 359). A pesar de los avances realizados, todavía queda un numeroso patrimonio en estado de ruina o con grandes e irremediables afecciones. A diferencia de países como Estados Unidos, Reino Unido o Perú, donde el patrimonio bélico y los campos de batalla cuentan con sendos programas de protección, conservación y puesta en valor (Escarcena Marzano et al., 2020, p. 270; Ramírez, 2017, pp. 47-48), el patrimonio de las guerras carlistas dista mucho de esas condiciones. El desconocimiento sobre estos hechos también ha generado una visión distorsionada de los mismos. No es extraño toparse con visiones románticas, épicas y heroicas de las guerras carlistas, aquellas en las que predominan cuadros de cargas de caballería, uniformes inmaculados o cierta nostalgia romántica, sobre todo por parte del carlismo político actual. Es por ello que el estudio arqueológico de las guerras carlistas puede y debe trascender la simple generación de nuevos datos y ofrecer vías de solución a estos problemas. Por un lado, al respecto de la conservación de los diferentes yacimientos, Roldán-Bergaratxea indica acertadamente que los trabajos en torno a la arqueología del conflicto carlista deben ser comunicados, transmitidos y divulgados a la sociedad (Roldán-Bergaratxea, 2021, p. 359). En este sentido, consideramos (y así hemos obrado) que a través de la arqueología se pueden desarrollar programas de sensibilización, difusión y transmisión del conocimiento con el fin de incrementar el vínculo emocional de la ciudadanía con estos elementos patrimoniales, asegurando así su supervivencia y conservación. Por el otro lado, la arqueología, al desenterrar los restos de los espacios del conflicto, revela la crudeza de los conflictos civiles a través de su materialidad desnuda. Una materialidad en la que no hay épica, ni heroicidad, ni romanticismo. Una materialidad en la que hay muerte, sufrimiento y drama. En definitiva, por estas razones es necesaria una arqueología del conflicto crítica que exponga al público la tragedia que supone la guerra y aleje las visiones románticas, épicas y heroicas del imaginario popular.

Agradecimientos

El presente estudio formó parte de la tesis doctoral de uno de los autores, que fue financiada por el programa de subvenciones al personal investigador no doctor entre los años 2019 y 2023 del Gobierno Vasco. En este punto también queremos agradecer la labor de todos/as los arqueólogos/as que nos han precedido y cuyos trabajos forman parte de este artículo. Del mismo modo, agradecer a todas aquellas personas voluntarias que colaboraron en la realización de los diferentes proyectos arqueológicos y a las entidades que las financiaron. Finalmente, agradecemos profundamente los comentarios y correcciones realizados por los revisores que han contribuido a una mejora importante del texto original.

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1 Mediante Resolución del Viceconsejero de Cultura, por la que se conceden subvenciones para la realización de trabajos de investigación orientados al ámbito de la protección del Patrimonio Cultural Vasco, durante los años 2022 y 2023.