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ARTÍCULO

Bioarqueología de la violencia interétnica. Un modelo para abordar el ataque indígena al Fuerte San José (Península de Valdés, Chubut, República Argentina)

Solana García Guraieb

https://orcid.org/0000-0003-4633-6741

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) / Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 3 de febrero 1378, 3º piso (CP C1426BJN), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: solanagg@gmail.com

Silvana Buscaglia

https://orcid.org/0000-0002-0722-9735

Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Saavedra 15, 5º piso (CP C1083ACA), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: silvana_buscaglia@yahoo.com.ar

Recibido: 15 de febrero de 2024
Aceptado: 30 de julio de 2024

Resumen

Las fuentes documentales disponibles dan cuenta de que en 1810 un ataque indígena (“malón”) habría puesto fin a las ocupaciones españolas en el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente (1779-1810) en Península Valdés, Chubut, pero la información histórica sobre este episodio es escasa y ambigua. Recientemente, nuestro proyecto ha desarrollado una línea de investigación específica para discutir este incidente dentro de la trayectoria de las relaciones interétnicas en dichos enclaves. En este artículo, presentamos un modelo con diversos escenarios posibles para caracterizar materialmente el ataque basándonos en: a) documentación histórica referida a las características y condiciones materiales del ataque indígena de 1810 a los enclaves de Península Valdés; b) fuentes y estudios etnohistóricos más amplios sobre aspectos materiales de la conflictividad interétnica regional en el período estudiado; c) información bioarqueológica general sobre situaciones de violencia interpersonal y conflicto interétnico en diferentes contextos y sus consecuencias materiales en términos del registro bioarqueológico, incluyendo cuestiones tafonómicas vinculadas con la preservación de restos humanos; d) datos osteológicos, arqueológicos y tafonómicos disponibles y específicos al contexto Fuerte San José. A partir de dicho modelo derivamos expectativas bioarqueológicas (contextuales y osteológicas) que permitirán desarrollar estrategias específicas en la identificación y estudio del registro bioarqueológico del “malón”, y diferenciarlo de otros eventos de mortalidad e inhumación de restos humanos en el enclave. Este trabajo busca contribuir al campo creciente de la bioarqueología de la violencia, en el marco de las investigaciones en curso de bioarqueología histórica en los enclaves coloniales de Península Valdés.

Palabras clave: Fuerte San José, Patagonia, Violencia interétnica, Bioarqueología

Bioarchaeology of interethnic violence. A model to approach the indigenous attack on Fort San Jose (Valdes Peninsula, Chubut, Argentina)

Abstract

The available documentary sources show that in 1810 an indigenous attack ended the Spanish occupations in Fuerte San José and Puesto de la Fuente (1779-1810) in Peninsula Valdés, Chubut. However, historical information about this episode is scarce and ambiguous, leading our project to recently develop a specific line of research to discuss this incident within the trajectory of interethnic relations in these settlements. In this article, we present a model with various possible scenarios to materially characterize the attack based on: a) historical documentation referring to the characteristics and material conditions of the indigenous attack of 1810 on the settlements of Peninsula Valdés; b) broader ethnohistorical sources and studies on material aspects of regional interethnic conflict in the period studied; c) general bioarchaeological information on situations of interpersonal violence and interethnic conflict in different contexts and their material consequences in terms of the bioarchaeological record, including taphonomic aspects linked to the preservation of human remains; d) osteological, archaeological and taphonomic data available and specific to the Fuerte San José context. We then derive bioarchaeological expectations (contextual and osteological) from the model, that will allow us to develop specific strategies in the identification and study of the bioarchaeological record of the malón and differentiate it from other events of mortality and burial of human remains in the settlement. We aim to contribute to the growing field of bioarchaeology of violence, within the framework of ongoing research on historical bioarchaeology in the colonial settlements of Peninsula Valdés.

Keywords: Fuerte San José, Patagonia, Interethnic violence, Bioarcheology

Introducción

En las últimas décadas, se ha delineado dentro de la arqueología un campo destinado a identificar situaciones de violencia interpersonal de distintas escalas, temporalidades y contextos socio-políticos en el que los aportes de la bioarqueología han jugado un papel fundamental (e.g. Knüsel y Smith, 2014; Martin y Anderson, 2014; Martin y Harrod, 2015; Martin et al., 2012; Smith, 2017; Walker, 2001). En nuestro país también ha habido un crecimiento marcado de los estudios bioarqueológicos sobre violencia interpersonal en distintas regiones, cronologías y en el marco de sociedades muy diversas (e.g. Arrieta et al., 2016; Barrientos y Gordón, 2004; Flensborg, 2011; Flensborg y Suby, 2020; García Guraieb et al., 2007; Gheggi y Seldes, 2012; González Baroni et al., 2019; Gordón, 2013; Seldes y Botta, 2014). No obstante, los análisis con perspectiva bioarqueológica de este tipo de situaciones en contextos coloniales o de avance del Estado nación han sido escasos (e.g. Gordón, 2013) y, con excepciones puntuales (e.g. Giannotti et al., 2020), no han hecho foco en examinar las características, causas y condiciones de las situaciones de violencia experimentadas por las poblaciones europeas o criollas.

El propósito de este trabajo es avanzar en esa dirección, en el marco de las investigaciones en curso sobre los enclaves coloniales de Península Valdés (provincia de Chubut, Patagonia). Allí fueron creados en 1779, casi de forma simultánea, el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente (Buscaglia et al., 2012) en un escenario que hasta el momento había sido frecuentado solo por poblaciones cazadoras-recolectoras desde el Holoceno medio (e.g. Alberti y Buscaglia, 2015; Gómez Otero, 2006). Ambos asentamientos coloniales formaron parte de la red de enclaves que la corona española estableció a lo largo de la costa patagónica para defender y poblar sus posesiones en el extremo meridional de América del Sur (Figura 1A). Mientras que el Fuerte San José fue establecido en forma definitiva sobre el ángulo sudeste del Golfo San José, el Puesto de la Fuente se localizó en el borde sudoeste de la Salina Grande, donde tempranamente se identificaron manantiales de agua dulce distantes a unos 30 km de la costa (Figura 1B). En ambos asentamientos el perfil demográfico de los pobladores fue masculino y multiétnico, conformado por españoles de distintas procedencias y, en menor medida, criollos e individuos de origen africano. Las categorías sociales de la población se segmentaron en militares, funcionarios, capellanes, peones, presidiarios, esclavos y, ocasionalmente, marinos. El número de pobladores fue variable a lo largo del tiempo y estuvo sujeto a un sistema periódico de relevos, propio de los enclaves militares de la época, que representó una importante movilidad entre los pobladores. De acuerdo con las fuentes documentales, ambos enclaves habrían experimentado duras condiciones de vida debido a la precariedad, el desabastecimiento y la conflictividad intra e interétnica durante sus 31 años de funcionamiento, hasta que un supuesto ataque indígena en 1810 puso fin a la ocupación colonial de Península Valdés (Alberti y Buscaglia, 2015; Buscaglia, 2023, 2024; Buscaglia et al., 2012; Bianchi Villelli, 2017; García Guraieb et al., 2017). Por largo tiempo el ataque indígena, conocido como el “malón” al Fuerte San José, fue un hecho dado por sentado por la historiografía hegemónica en cuanto a sus posibles causas, protagonistas y consecuencias (Bianchi Villelli y Buscaglia, 2015; Buscaglia, 2015). No obstante, la documentación histórica referida al tema es fragmentaria y las investigaciones arqueológicas en el área no han detectado, por el momento, evidencias inequívocas que contribuyan a su caracterización, aunque el reciente hallazgo en forma fortuita de un nuevo contexto con restos humanos podría ser promisorio en este sentido (García Guraieb et al., 2023).

Figura 1. A) Localización de los enclaves españoles patagónicos (siglos XVIII-XIX) y B) detalle con la ubicación de los sitios arqueológicos Fuerte San José y Puesto de la Fuente (Península Valdés, provincia de Chubut).

En los últimos años, el proyecto ha desarrollado una línea de investigación que busca discutir este incidente puntual de violencia interétnica dentro de la trayectoria de las relaciones entre indígenas e hispano-criollos en el escenario mencionado (e.g. Buscaglia, 2023, 2024). En este artículo, en particular, elaboramos un modelo predictivo1 que describe distintos escenarios posibles para caracterizar materialmente el ataque y del que derivamos expectativas bioarqueológicas para desarrollar estrategias específicas que permitan abordar la identificación y estudio del registro material de este episodio, así como para diferenciarlo de otros eventos de mortalidad e inhumación de restos humanos, relacionados tanto con prácticas de las poblaciones indígenas como de las hispano-criollas ocurridas a lo largo de las tres décadas de ocupación del fuerte.

El modelo presentado aquí parte entonces del supuesto según el cual tanto el Fuerte San José como el Puesto de la Fuente fueron abandonados como resultado de un ataque indígena con posible complicidad de pobladores del fuerte. Dicho ataque se inscribiría dentro de las tácticas ofensivas indígenas, conocidas vulgarmente como “malones” que, por sus características, se enmarcaría dentro de los “grandes malones” 2 (sensu Cordero, 2019).

La construcción del modelo se basó en la articulación de múltiples líneas de evidencia que incluyen: a) los análisis en curso de la documentación histórica de la que derivan las preguntas específicas sobre las características y condiciones materiales del ataque indígena de 1810 a los enclaves de Península Valdés; b) el análisis de fuentes y estudios etnohistóricos más amplios sobre distintos aspectos materiales de la conflictividad interétnica regional en el período estudiado; c) información bioarqueológica general sobre situaciones de violencia interpersonal y conflicto interétnico en diferentes contextos y sus consecuencias materiales en términos del registro bioarqueológico, incluyendo cuestiones tafonómicas vinculadas con la preservación de restos humanos; d) datos osteológicos, arqueológicos y tafonómicos ya disponibles y específicos al contexto Fuerte San José, ya que, por el momento no disponemos de información respecto a las consecuencias del ataque en el Puesto del Fuente.

Considerando la escasa y ambigua información histórica de primera mano obtenida hasta el momento, la multiplicidad de contextos de inhumación esperados, así como las diversas expresiones que pudo haber adoptado el ataque, consideramos que la generación de un modelo empírico y de nivel bajo, se constituye en una herramienta ordenadora y predictiva de gran utilidad (Winterhalder, 2002) para formular expectativas bioarqueológicas (tanto osteológicas como contextuales), que permitan dar cuenta del registro material esperado para un evento de conflictividad interétnica en el sitio Fuerte San José. Asimismo, el modelo reviste utilidad para orientar ulteriores trabajos de campo e interpretar otros eventuales contextos que podrían asociarse con un incidente de violencia interétnica.

Antecedentes: la mortalidad en los enclaves coloniales de Península Valdés

La reconstrucción de las muertes producidas en el contexto del Fuerte San José no ha sido una tarea sencilla, debido fundamentalmente a la fragmentariedad y dispersión de la evidencia documental, así como a los silencios, ambigüedad y las contradicciones que suelen encerrar las fuentes escritas primarias. Por ello, su análisis requirió la continua confrontación crítica y el examen de los contextos de enunciación y producción de los documentos analizados (e.g. Nacuzzi y Lucaioli, 2011).

Así, a partir de los registros escritos primarios, se ha podido contabilizar hasta el momento 46 fallecidos en el transcurso de los 31 años que perduró el Fuerte San José (Tabla 1) y diferenciar dos picos de mortalidad, uno al principio y otro al final de la ocupación. El primer pico se relaciona con un brote de escorbuto ocurrido a los pocos meses del arribo del contingente poblador en 1779, que provocó la muerte de 28 de los 232 individuos llegados a las costas del Golfo San José. De los fallecidos, 24 habrían sido enterrados en el camposanto del fuerte, consignados en la Tabla 1 y los cuatro restantes arrojados en altamar (un cabo, dos marineros y un presidiario), cuando se retiró la mayor parte de la expedición fundadora a causa de una sublevación. El segundo pico se relaciona propiamente con el supuesto ataque indígena de 1810 que habría ocasionado la muerte de 15 individuos y la captura de otros 19, tanto en el Fuerte San José como en el Puesto de la Fuente. Las siete muertes restantes serían producto de enfermedades y violencia interpersonal con indígenas durante el período de ocupación de los enclaves coloniales (ver García Guraieb et al., 2017).

Nombre

Ocupación

Cantidad

Fecha de deceso

Causas

Referencia

NN

Sargento

1

Abril/

Agosto 1779

Escorbuto

Viedma (1779)

NN

Soldados

12

NN

Marineros

7

NN

Presidiarios

2

NN

Sin información

2

“Negros”

Gabriel de Roda

Peón

1

Mayo 1782

Sin información

Martínez (1782)

Toribio García

Soldado

1

Junio/

Julio 1787

Acuchillado por indígenas

Gómez (1787)

Manuel Sanz

Peón

1

Enero de 1787

Asesinado por indígenas

Gómez (1787)

Josef González Santana

Cirujano

1

Circa 1786

Enfermedad

Anónimo (1787)

Francisco Medina

Comerciante

1

Circa 1789

Sin información

Lucero (1789); Rodríguez (1789)

Francisco Ponce

Soldado

1

Abril 1795

Desaparece

Lucero (1789); Rodríguez (1789)

Juan Cormis

Cirujano

1p>

Circa 1793/

1796

Sin información

Núñez (1793); Aymar y Lamela (1796)

Bartolomé Pogio

Capellán

1

Agosto 1810

Fallecidos durante el ataque indígena

Aragón (1810)

Francisco Antonio Cavallero

Cirujano

1

Juan Domenec

Carpintero

1

NN

Artillero

1

Antonio Bidueira

Sargento 2° infantería

1

NN

Soldado

3

Dionisio Simón

Sargento dragones

1

NN

Soldados

5

Francisco Fernando

Peón

1

Total

 

46

 

 

Tabla 1. Registro de fallecidos en el Fuerte San José (1779-1810) reconstruido a partir de las fuentes históricas (tomada y modificada de García Guraieb et al., 2017, p. 72).

El ataque de 1810: evidencia histórica e interrogantes

Por el momento, se han identificado y examinado solo tres registros documentales directos vinculados con el ataque de 1810, que son de relevancia tanto para la generación del modelo como para la formulación de interrogantes sobre la base de omisiones y ambigüedades en el plano discursivo. El primero de los registros corresponde a la declaración de cinco sobrevivientes, pertenecientes al regimiento de Dragones del Ejército Virreinal. Estos individuos habrían sido capturados por los indígenas luego del ataque, logrando escapar y llegar cerca de un mes más tarde al Fuerte Nuestra Señora del Carmen, donde relataron lo sucedido (Aragón, 1810). El segundo registro es la declaración directa de Juan Coca, uno de los supervivientes, en la que suministra mayores detalles sobre la huida del cautiverio (Coca, 1810). Finalmente, el tercer registro es el diario del comerciante galés Henry Libanus Jones, quien señala la reocupación de los enclaves coloniales en el marco de expediciones ganaderas y loberas, tan solo dos años después del abandono de los mismos y de forma intermitente hasta 1823 (Jones [1855] 1891).

En los relatos recuperados se consigna que el Fuerte San José habría sido atacado de forma sorpresiva por una “numerosa indiada” el día 7 de agosto de 1810; mientras que el ataque al Puesto de la Fuente se habría producido al día siguiente, el 8 de agosto. La información disponible se concentra en el ataque al fuerte que, según los testigos, se produjo mientras la mayor parte de sus pobladores asistía a una misa en la capilla del asentamiento. Esta ofensiva habría implicado también el incendio de los almacenes, artillería, pólvora, armas y municiones. El documento se encuentra acompañado de una lista (Figura 2) en la que se consignan los 15 pobladores fallecidos como consecuencia del ataque (Tabla 1) y los 19 cautivos. Los cinco individuos que llegaron al Fuerte Nuestra Señora del Carmen describen, con algunas diferencias, tanto en este documento como en el segundo, que su huida fue posible gracias a que se apoderaron de armas blancas y de fuego sustraídas por los indígenas durante la incursión, con las que mataron a más de treinta de éstos que los tenían cautivos (Aragón, 1810; Coca, 1810). El relato de los dragones es parcialmente corroborado por el naturalista francés Alcide d’Orbigny, quien recopiló en forma directa el testimonio de uno de los sobrevivientes del malón durante su estadía en el Fuerte Nuestra Señora del Carmen en 1829 (d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999).

Figura 2. Lista de los pobladores fallecidos y cautivos como resultado del ataque al Fuerte San José, en 1810 (Aragón, 1810).

La tercera fuente, correspondiente al diario de H. L. Jones, describe el hallazgo en 1812 de restos humanos cuando trabajadores a su servicio reocupan el fuerte abandonado. Jones consigna que cuando el Capitán Juan Moore desembarcó frente al Fuerte San José “[…] encontró desparramados por la playa, restos de los asesinados dos años antes y luego de reunirlos, les dio sepultura, embarcando Moore los cañoncitos y algunos utensilios al regresar de su viaje […]” (Jones [1855] 1891, p. 329). En uno de los pasajes de su diario, Jones reconstruye el acontecimiento del malón y presupone que al haber sido encontrados los restos en la playa, es posible que los individuos hayan huido para abordar un lanchón fondeado en la costa donde fueron “lanceados” por los indígenas (Jones [1855] 1891 p. 328).

Las fuentes mencionadas generan más interrogantes que certezas. En los dos primeros relatos, no se da cuenta de las causas que desencadenaron el ataque. También se omite mencionar la o las parcialidades étnicas que participaron del mismo.3 En ninguno de los registros se consigna tampoco si participaron mujeres indígenas, si se emplearon caballos o el tipo de armas utilizadas en la ofensiva. Otros datos ausentes son el momento del día en que ocurrió el evento y su duración, ya que solo se estipula que fue durante el oficio de una misa. Y, finalmente, no queda establecido si hubo muertos entre los indígenas durante el enfrentamiento. Como mencionamos más arriba, recientes investigaciones discuten críticamente la información de fuentes escritas primarias relacionada con el “malón” al Fuerte San José. Los resultados obtenidos han permitido formular una hipótesis que contempla la intervención de habitantes del fuerte en los acontecimientos. Sin embargo, por el momento no es posible establecer con certeza el grado de participación que tuvieron en la planificación y ejecución de dicho ataque. Asimismo, importa destacar que se considera como menos probable que el episodio de 1810 haya sido un motín ejecutado únicamente por pobladores, ya que la evidencia disponible señala causas y condiciones necesarias y suficientes para sostener una intervención indígena en dicho evento (Buscaglia, 2023, 2024). En cuanto al tercer documento, la descripción de Libanus Jones, es escueta y solo da cuenta del hallazgo de restos dispersos sobre la playa, sin especificar su localización, cantidad, estado de preservación ni dar mayores precisiones sobre el lugar donde fueron inhumados.

Propuesta metodológica para un modelo del ataque indígena de 1810 y sus expectativas bioarqueológicas

Para la elaboración del modelo se integraron líneas de evidencia diferentes e independientes que incluyeron: 1) fuentes documentales y bibliográficas que aportaron datos relevantes sobre la ocupación de los enclaves coloniales patagónicos, así como información contextual sobre las prácticas y la materialidad involucradas en la violencia intra e interétnicas en una escala espacial y temporal más amplia, en contextos coloniales y republicanos de Pampa y Patagonia (e.g. Aragón, 1810; Barne [ca. 1752] 1969; Bourne [1853] 1998; Burriño, 1787; Coca, 1810; De la Peña, 1791; d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016; González [1798] 1965; Martinic, 1995; Muñoz, 1791, 1792, 1793; Musters [1871] 1997; Viedma [1783] 1972)4; 2) antecedentes de investigaciones de bioarqueología relevantes para el caso de estudio, relacionadas con bioarqueología de la violencia en general y en contextos coloniales en particular, con énfasis en sus consecuencias materiales osteológicas, tales como tipos de lesiones por diferentes clases de armas, características de contextos mortuorios e inhumaciones resultantes de enfrentamientos violentos (e.g. Franklin et al., 2023; Giannotti et al., 2020; Knüsel y Smith, 2014; Martin y Harrod, 2015; Martin et al., 2012; Smith, 2017; Walker, 2002); 3) tafonomía humana relacionada con el proceso, secuencia y tasa de esqueletización y desarticulación ósea en diversos contextos superficiales (e.g. Alfsdotter y Petaros, 2021; Haglund y Sorg, 2002; Pokines y Higgs, 2015; Stojanowsky, 2002); 4) datos específicos generados en el marco de las investigaciones en el sitio arqueológico Fuerte San José relativos a la disposición de los sectores del sitio, estructuras, registro artefactual (e.g. Bianchi Villelli et al., 2019; Buscaglia et al., 2012; Ozán et al., 2020) y registro bioarqueológico (García Guraieb et al., 2017, 2021).

El modelo pone el énfasis en hipotetizar distintos escenarios que consideran las características del ataque en sí mismo y su correlato en el registro bioarqueológico, tanto osteológico como contextual. Así, por un lado, se abordan las siguientes cuestiones generales relativas al ataque: 1) el contexto situacional y físico del evento (estación del año, momento del día, situación en que ocurrió); 2) la escala del enfrentamiento; 3) la posibilidad de defensa; 4) la composición étnica, sexual y etaria de los grupos enfrentados; 5) la mortalidad diferencial entre ellos; 6) el tipo de armas empleadas; 7) la naturaleza ecuestre y/o pedestre de la ofensiva. Por otro lado, se hipotetiza sobre la situación de los restos humanos de los fallecidos en la confrontación: 1) ubicación, 2) tiempo de exposición en la playa y 3) estado de preservación al momento de su hallazgo e inhumación en 1812 por la partida de trabajadores al mando de H. L. Jones.

Sobre estos elementos se derivan expectativas bioarqueológicas con énfasis en aspectos contextuales y osteológicos. Los primeros hacen referencia al contexto arqueológico de los hallazgos y su historia de formación: 1) ubicación, 2) dispersión, 3) tipo de entierro, 4) preservación, 5) cantidad de individuos y 6) grado de completitud anatómica de los mismos. Los segundos están relacionados con: 1) la composición sexual, etaria y ancestría de los restos de los fallecidos y 2) la diversidad de lesiones traumáticas esperables, así como su potencial identificabilidad, en relación con los aspectos generales modelizados para el ataque, las características de las armas empleadas y las condiciones contextuales y de preservación hipotetizadas.

Modelizando el ataque de 1810 al Fuerte San José

Sobre la base de las fuentes mencionadas en el acápite anterior, en este apartado se presenta el modelo del ataque de 1810 y las implicancias en términos de su correlato bioarqueológico. Las variables consideradas en el modelo fueron: 1) número de pobladores europeos involucrados en el enfrentamiento, 2) pertenencia étnica y cantidad de indígenas que participaron, 3) situación en que se produjo el ataque, 4) características del evento, 5) armas empleadas y 6) ocurrencia del incendio. Su desarrollo se presenta a continuación y se sintetiza en la Tabla 2.

1) Cantidad de pobladores europeos involucrados en el enfrentamiento. De acuerdo con el relato de los cinco dragones sobrevivientes, hubo al menos 34 pobladores implicados en el ataque, entre los cuales 15 corresponden a los fallecidos reportados y 19 a los cautivos.

2) Pertenencia étnica y cantidad de indígenas que participaron en el ataque. Si bien los testimonios de los sobrevivientes no aportan datos sobre las parcialidades étnicas que participaron, ni la cantidad de indígenas involucrados, sí se habla de una “indiada numerosa” (Aragón, 1810). Como ya mencionamos (ver nota 4), recientes investigaciones indican la participación de indígenas de Patagonia Austral que se encontraban asentados en Península Valdés desde 1809 y que podrían haber contado con la asistencia de traidores del fuerte (Buscaglia, 2023, 2024). El número mínimo de indígenas intervinientes es de 30, de acuerdo con el relato de los dragones. Pero se estiman mucho más, ya que este corresponde al número de solo una de las tantas partidas que participaron y que se dispersaron luego del episodio (Aragón, 1810; Coca, 1810). Esta información reviste relevancia en términos de las prácticas, las estrategias, las lógicas y la materialidad involucrada en la violencia por parte de los indígenas.

3) Situación en que se produjo el ataque. Las fuentes solo mencionan que el ataque al Fuerte San José ocurrió en forma sorpresiva el 7 de agosto de 1810, mientras la mayoría de los pobladores asistían a misa (Aragón, 1810), lo cual indicaría que probablemente no haya sido de madrugada o de noche, mientras el destacamento del fuerte dormía. De acuerdo con las investigaciones realizadas, en los enclaves coloniales patagónicos las misas eran realizadas cerca de las 20 hs (ver Buscaglia, 2023); sin embargo, este horario difiere del habitual para los malones, que solía ser la madrugada, preferentemente cuando había luna llena (e.g. d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016; Rojas Lagarde, 2004). No obstante, dado que el ataque habría ocurrido en pleno invierno, es posible que ya estuviera oscuro, considerando que para ese momento del año se estima aproximadamente diez horas y media de luz de día para la Península Valdés (Servicio de Hidrografía Naval)5. La situación y el grado de previsibilidad del ataque es relevante en términos de la posibilidad de defensa armada o no por parte de los pobladores del fuerte. Si la mayor parte del contingente poblador se encontraba celebrando la misa, esto implicaría no solo que el ataque los tomó por sorpresa, sino también que se encontraban desarmados y no prestos a defenderse de los atacantes. De hecho, Jones ([1855] 1891) conjetura la huida de los pobladores hacia la playa en dirección a las embarcaciones fondeadas en la costa, como una estrategia de evasión frente a la ofensiva.

4) Características del ataque. Uno de los interrogantes sobre el ataque al Fuerte San José refiere al empleo de caballos o no en su ejecución. De acuerdo con las investigaciones realizadas, los grupos nativos con los que interactuaron los pobladores del fuerte eran poseedores de caballos (Buscaglia, 2024). Sin embargo, en cuanto a sus tácticas bélicas, Antonio Viedma señala para los indígenas de la Bahía San Julián (provincia de Santa Cruz): “En sus batallas pelean de a pie, dejando a las mujeres en custodia de los caballos […]” (Viedma [1783] 1972, p. 960). Para momentos más tardíos, las fuentes históricas consignan que los indígenas patagónicos habrían desarrollado una mayor destreza para librar combates montados a caballo (e.g. d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016). Desde este punto de vista, si bien es probable la intervención de equinos durante el ataque de 1810, de acuerdo con la revisión de los antecedentes realizada, sería esperable una metodología de combate mixta, ecuestre y pedestre; lo cual, como se desarrolla más adelante, genera expectativas bioarqueológicas específicas para cada caso.

Por otra parte, si se contempla la hipótesis de la participación de traidores pertenecientes al Regimiento de Dragones (nos referimos a los cinco cautivos que alegan haber escapado, ya mencionados), se espera una mayor probabilidad del uso de caballos, ya que se trataba de un cuerpo del ejército virreinal especialmente entrenado en combate montado (Beverina, 1992; Buscaglia, 2023).

5) Tipo de armas empleadas. En relación con el tipo de armas utilizadas por los indígenas, nos basamos en las fuentes primarias éditas e inéditas generadas en el contexto de los enclaves coloniales patagónicos de fines del siglo XVIII y en fuentes complementarias del siglo XIX, así como en obras generales de referencia (Martinic, 1995). Los tipos de armas identificados y esperados pueden ser agrupados en cuatro categorías: a) Arrojadizas, dentro de las cuales las mencionadas con mayor frecuencia son las bolas perdidas (e.g. Bourne [1853] 1998; Burriño, 1787; d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016; Musters [1871] 1997; Viedma [1783] 1972); omitiéndose el uso del arco y la flecha en las fuentes generadas en el contexto de los enclaves coloniales, pero no así para momentos más tardíos (e.g. Bourne [1853] 1998; d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016); b) Armas blancas, entre las que se destacan lanzas o chuzas, sables, dagas, puñales, cuchillos. Exceptuando las primeras, las armas restantes solían ser adquiridas mediante el intercambio o dádivas. En algunos casos, las puntas de las lanzas o los cuchillos podían ser fabricadas a partir de pedazos de hierro (e.g. Aragón, 1810; Barne [ca. 1752] 1969; Bourne [1853] 1998; Coca, 1810; Fitz Roy [1839] 2016; Muñoz, 1791, 1792; Musters [1871] 1997; Viedma [1783] 1972); c) Contundentes, como mazas, garrotes o improvisadas en el momento, como palos y piedras (e.g. Bores, 1784; Bourne [1853] 1998; Fitz Roy [1839] 2016); d) Armas de fuego, principalmente fusiles adquiridos mediante el intercambio y que solían pertenecer a los caciques (e.g. Aragón, 1810; Coca, 1810; De la Peña, 1791; González [1798] 1965; Muñoz, 1793). Si bien no puede descartarse su uso durante un enfrentamiento, lo estimamos en menor medida. Por un lado, porque su empleo en el siglo XVIII no estaba extendido entre los grupos indígenas patagónicos (Martinic, 1987, 1995); por el otro, por las dificultades en su rápida manipulación debido al uso de piedras de chispa (e.g. Buscaglia y Alberti, 2017).

Un punto importante para hipotetizar con mayor precisión el tipo de armas empleadas en el ataque se relaciona con lo mencionado anteriormente sobre el empleo o no de caballos y sobre la participación o no de dragones en el ataque, ya que estos aspectos condicionan a su vez el tipo de tácticas bélicas desplegadas y la clase de armas involucradas. De acuerdo con las fuentes históricas consultadas, el arma por excelencia en los ataques indígenas ecuestres era la bola perdida, aunque también era utilizada en combates a pie (e.g. Bourne [1853] 1998; d’Orbigny [1842] 1999; Fitz Roy [1839] 2016; Musters [1871] 1997; Viedma [1783] 1972). Si bien hemos registrado discrepancias en cuanto al uso de las lanzas y los tipos utilizados en los combates ecuestres o a pie (e.g. Fitz Roy [1839] 2016; Musters [1871] 1997; Viedma [1783] 1972), algunos de los cronistas describen tanto su uso como el de sables y espadas en el marco de enfrentamientos a caballo entre los indígenas de Pampa y Patagonia, particularmente en momentos más tardíos cuando el dominio de este cuadrúpedo se encontraba más afianzado (e.g. d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Fitz Roy [1839] 2016; Prado, 2005). Finalmente, en el contexto de un ataque a caballo no puede dejar de considerarse el daño potencial producido por el pisoteo o los golpes causados por los animales. Por su parte, en un enfrentamiento pedestre, la variedad de armas esperadas es mayor en términos comparativos, aunque posiblemente con un predominio del uso de armas blancas, tales como las lanzas o chuzas, sables, cuchillos, etc.

En cuanto a la posibilidad de participación de los dragones, de acuerdo con el análisis de los inventarios de armamento de las últimas dos décadas del Fuerte San José6 como de bibliografía especializada (Beverina, 1992; Udaondo, 1922), fue posible establecer el empleo de armamento mixto compuesto por armas blancas (e.g. sables, espadas, cuchillos) y de fuego a chispa (e.g. trabucos, fusiles, pistolas), estas últimas con mayor probabilidad de ser utilizadas en el combate cuerpo a cuerpo.

6) Ocurrencia de incendio durante el ataque. Otro aspecto relevante es si fue provocado un incendio de las instalaciones del Fuerte San José durante el ataque de 1810. En este punto cobra relevancia no solo el análisis documental, sino también primordialmente la evidencia arqueológica disponible para el fuerte. La posible existencia de un incendio intencional en este sitio fue recientemente evaluada a partir del análisis arqueométrico de muestras de sedimentos (especialmente señales magnéticas) de distintos sectores del sitio. Se obtuvieron resultados positivos para uno de los sectores del fuerte con rastros de una estructura de adobe (SJ3) que dan cuenta de un incendio acotado y de baja intensidad, evidenciando al menos cierta correspondencia con lo consignado en el relato de los sobrevivientes (Ozán et al., 2020). La ocurrencia de un incendio intencional habilita la posibilidad de que haya habido defunciones causadas por el mismo, con las consecuentes lesiones características por exposición al fuego (Symes et al., 2008). No obstante, la ausencia de información en la evidencia documental a este respecto no daría fuerte apoyo a este escenario.

Características generales del ataque

Contexto situacional

Ataque al Fuerte San José: sorpresivo, el 7 de agosto de 1810 durante misa (horario habitual 20 hs, noche en época invernal).

Posibilidad de defensa

Escasas posibilidades de defensa (ataque sorpresivo y pobladores desarmados por asistencia a misa).

Conjetura de Jones [1855] (1891) sobre la muerte de los pobladores durante la huida hacia la playa, en dirección a las embarcaciones fondeadas en la costa, como evasión frente a la ofensiva.

Cantidad de individuos fallecidos

Al menos 34 pobladores involucrados en el ataque, 15 fallecidos reportados y 19 cautivos. No se registran en las fuentes escritas muertes de individuos nativos.

Composición étnica, sexual y etaria de los grupos enfrentados

Probable participación de indígenas de Patagonia Austral, asentados en Península Valdés desde 1809 y posible asistencia de traidores del fuerte.

Al menos 30 indígenas intervinientes, otras fuentes estiman más individuos. En principio, hombres jóvenes y adultos; no se descarta la participación de mujeres.

En cuanto a los pobladores del fuerte, individuos de origen hispano y criollo, masculinos y adultos.

Características particulares según empleo o no de caballos

Escenarios (extremos)

Ataque ecuestre

Ataque pedestre

Armas empleadas

Bola perdida dirigida a cuello y cabeza. Lanzas, sables y espadas de diverso tipo. Pisoteo o golpes causados por los mismos caballos.

Bola perdida. Mayor variedad de armas (que en ecuestre). Mayor oportunidad de uso de armas de fuego. Predominio de armas blancas como lanzas o chuzas, sables y cuchillos.

Tabla 2. Síntesis de las características generales y particulares hipotetizadas para el ataque de 1810.

Expectativas bioarqueológicas (contextuales y osteológicas) del ataque de 1810

Sobre la base de estos escenarios y consideraciones en cuanto a la modalidad del ataque, se plantearon expectativas bioarqueológicas específicas que se desarrollan a continuación y se sintetizan en la Tabla 3.

Expectativas para el contexto de hallazgo

Cantidad de fallecidos

Número mínimo: 15 fallecidos masculinos de origen hispano-criollo.

Escenarios

Más probable

Menos probable

Ubicación de los restos inhumados

Playa, inmediaciones del lugar del hallazgo en 1812.

Interior, camposanto u otra ubicación dentro del área del fuerte.

de preservación de restos al momento de su hallazgo

Esqueletización avanzada, desarticulación, acción de carnívoros y aves carroñeras, acción moderada de la meteorización ósea. Posible pérdida de restos si quedaron en área intermareal.

Escasa esqueletización por acción protectora de vestimenta y temperaturas frías. Escasa acción de carnívoros y aves carroñeros.

Tipo de inhumación

Osario, restos mezclados de varios individuos (algunos pueden estar parcialmente articulados).

Inhumaciones individuales de restos mayormente articulados.

Integridad y grado de preservación de los depósitos

Playa: habrían estado sujetos a una dinámica más activa vinculada, tanto a la acción costera como a la eólica propia del ambiente local.

Acción de raíces y radículas, dinámica geomorfológica propia del locus de entierro, que interviene en su sepultamiento y exposición, edafización del depósito donde se encuentren los restos.

Expectativas osteológicas

Perfil biológico de fallecidos

Individuos adultos, masculinos y de ascendencia europea. Sin evidencia documental de fallecidos indígenas masculinos o femeninos.

Escenarios

Ataque ecuestre

Ataque pedestre

Tipo de lesiones

Predominantemente cortantes, corto-contundentes y corto-punzantes (asociadas a armas con filos metálicos) y contundentes (especialmente asociadas a bolas perdidas). Lesiones causadas y/o agravadas por la cinética de la embestida de los caballos. Diversos tipos de fracturas, en especial aplastamiento y conminutas vinculadas con el pisoteo de los caballos.

Lesiones cortantes, contundentes, corto-contundentes y fracturas (principalmente en antebrazos asociadas a la defensa). Heridas por armas de fuego (más probables que en ataque ecuestre).

Distribución de lesiones

Mayor frecuencia de heridas óseas craneales, toráxicas y de miembros superiores (asociados con defensa). Dirección supero-inferior (por atacante montado). Mayor nivel de daño que lesiones de ataque pedestre por sumar la cinética del caballo.

Por combate cuerpo a cuerpo, además de cabeza y miembros superiores, habría un mayor compromiso de tórax y miembros inferiores, probablemente con direcciones predominantes antero-posteriores y latero-mediales, sobre las súpero-inferiores. Lesiones con poder de daño comparativamente menor por impacto.

Tabla 3. Síntesis de expectativas bioarqueológicas del ataque de 1810.

Expectativas para el contexto de los hallazgos

Las expectativas bioarqueológicas relativas al contexto de hallazgo se relacionan principalmente con la cantidad de fallecidos (ver perfil biológico más adelante), localización de sus restos, el tipo de entierro y el estado de preservación de los restos óseos e inhumaciones.

En relación con la cantidad de fallecidos, sobre la base de la información histórica disponible desarrollada más arriba, es posible esperar al menos 15 pobladores de origen hispano-criollo muertos como consecuencia del ataque, teniendo en cuenta el número consignado, las identidades y los oficios de los mismos mencionados en el listado que acompaña al testimonio de los sobrevivientes (Aragón, 1810) y que se describe en la Tabla 1. Sin embargo, se desconoce cuántos de ellos murieron en el Fuerte San José y cuántos en el Puesto de la Fuente, resultando también dudoso el destino de los otros 14 que fueron tomados cautivos (ver discusión en Buscaglia, 2023). Asimismo, si bien no se reportan fallecidos entre los indígenas durante el enfrentamiento, no debería descartarse a priori esta posibilidad. Dado lo anterior, 15 es un número mínimo.

En cuanto a la localización de las inhumaciones de los muertos en el ataque, de acuerdo con el diario de Jones (1855] 1891), sus trabajadores reportaron el hallazgo en 1812 de restos humanos dispersos en la playa (Figura 3). Sin embargo, en el documento analizado no se consigna la cantidad de restos, el estado en que se encontraban ni dónde y cómo fueron sepultados. Con respecto a la localización de las inhumaciones, se puede pensar al menos en dos hipótesis. La primera, que los restos de los fallecidos hayan sido enterrados en algún sector de la playa, en las inmediaciones de donde fueron encontrados, teniendo en cuenta que su descubrimiento se produjo en la primera visita al fuerte. De apegarnos al relato de Jones ([1855] 1891) sobre sus intenciones de huida en una embarcación, la identificación sobre la costa de potenciales lugares que pudieron haber funcionado como amarraderos o muelles, permitiría acotar el rango espacial de búsqueda de evidencias asociadas al evento. La segunda hipótesis es que los restos hayan sido sepultados en el cementerio del asentamiento, de haber sido identificado en el marco de la primera incursión. Sin embargo, este sector es omitido en el relato de Jones ([1855] 1891) cuando describe al Fuerte San José, ya sea por desconocimiento del lugar donde se encontraba el mismo o directamente porque se decidió no mencionarlo.

Figura 3. A) Vista aérea de la playa con detalle de lugar donde se emplaza el Fuerte San José; B) Vista aérea de la playa con detalle del cañadón que rodea el Fuerte por el este; C) detalle del ambiente de médanos característico del área de emplazamiento del Fuerte San José (sector SJ4). Las flechas negras indican el norte y las líneas blancas punteadas el área de amplitud del área intermareal.

Cabe destacar que, por las características del ataque, no puede descartarse el hallazgo de restos humanos aislados en otros sectores del asentamiento, correspondientes a fallecidos cuyos cuerpos quedaron depositados en localizaciones distintas (Figura 4). En este sentido, es importante mencionar la identificación de dos especímenes óseos en el sector interpretado como un área de descarte secundaria (SJ5) del Fuerte San José y en las cercanías de un cañadón que limita por el sur al sitio arqueológico, distante unos 110 m (Bianchi Villelli et al., 2019). El primer espécimen fue recuperado en una cueva de roedor en el marco de un monitoreo tafonómico. Se trata de una cabeza de fémur humana, posiblemente indígena en función de su diámetro (54 mm). El segundo espécimen fue recuperado durante una prospección de superficie. Consiste en una epífisis distal de fémur probablemente humana, hallada en proximidad a una tibia de caballo. Este espécimen se encontraba muy deteriorado a causa de la meteorización, por lo que su identificación presenta más dificultades. Si bien se trata de hallazgos aislados, de corroborarse su origen humano y evaluarse su precisa asignación cronológica, pueden llegar a ser significativos en términos de ocupaciones indígenas del espacio, no asociadas al Fuerte San José y/o al ataque experimentado por este último en 18107.

Figura 4. Plano arqueológico del Fuerte San José con los sectores relevados hasta el momento (tomado de Bianchi Villelli et al., 2019, p. 147).

En cuanto al estado de preservación de los restos humanos hallados y sepultados por los trabajadores de H. L. Jones, la fuente solo menciona que se encontraban “dispersos en la playa”, por lo que se supone que habrían quedado expuestos en la superficie desde el momento de su muerte. Para evaluar el estado de avance de su esqueletización al momento del hallazgo, además del tiempo de exposición, deben considerarse los factores que inciden en la velocidad del proceso de descomposición, tales como la temperatura, la humedad, la estacionalidad ambiental, la acidez y salinidad del sustrato, si el proceso ocurrió solo en superficie o en un espacio anegable periódicamente, la presencia o no de vestimenta y sus características; ya que todas ellas son variables que condicionan la velocidad de la acción bacteriana en el proceso de descomposición (Alfsdotter y Petaros, 2021; Haglund y Sorg, 2002). Otros factores relevantes son la acción de insectos, carnívoros y otros agentes mecánicos como el efecto de las mareas sobre los restos humanos, que contribuyen a la pérdida de cuerpos y/o al desmembramiento de partes esqueletales (Alfsdotter y Petaros, 2021; Haglund y Sorg, 2002).

En el contexto del ataque y suponiendo que los cuerpos de los fallecidos hayan quedado expuestos sobre la playa, es posible que existiera un porcentaje de pérdida de aquellos que quedaran en el área intermareal. También es esperable una acción generalizada de carnívoros y aves carroñeras silvestres, así como de perros domésticos que habitarían el fuerte o podrían llegar al lugar desde campamentos indígenas cercanos. Asimismo, debe considerarse la presencia de vestimenta, especialmente la gruesa vestimenta invernal conformada por géneros tales como paño, pañete, bayeta, tejidos de lana, algodón, entre otros, así como el uso de botas (e.g. Gómez, 1782; Udaondo, 1922), que podrían haber actuado como factores de atenuación o ralentización en la acción de ciertos procesos y agentes tafonómicos (i.g. meteorización). Sin embargo, no debe descartarse la práctica indígena de despojar a las víctimas de sus posesiones y atuendos en tanto artículos que incrementarían el prestigio personal.

En suma, si bien la posible presencia de vestimenta, así como el clima frío y la salinidad general del ambiente costero de Península Valdés8 podrían haber ralentizado el proceso de descomposición y esqueletización, es pertinente mencionar que estudios experimentales retrospectivos en ambientes comparables en Suecia han mostrado que los cadáveres humanos en descomposición sobre la superficie terrestre (a diferencia de medios acuáticos), muestran una esqueletización completa pasados los dos años de exposición. En estos casos se observó, además, que la esqueletización temprana ocurría en áreas cefálicas y parte de los miembros superiores e inferiores (Alfsdotter y Petaros, 2021). Cabe mencionar la identificación de un patrón similar de esqueletización en un caso forense local en la estepa oriental de Chubut (un ambiente análogo al objeto de este trabajo), cuya data de muerte se conocía en dos años y que al momento del hallazgo se encontraba esqueletizado completamente, con excepción de la presencia de restos de tejido blando que articulaba la columna vertebral y los coxales (G. Millán, 2022, comunicación personal). Como contrapartida, no sería esperable que la acción de la meteorización y el blanqueamiento de los restos hubieran incidido directamente por tiempos prolongados sobre el hueso sin tejido blando protector.

De estas consideraciones se desprende que los restos inhumados en 1812 fueron, con mayor probabilidad, restos ya completa o parcialmente esqueletizados y no cadáveres con alta proporción de tejido blando. En consecuencia, el tipo de entierro más esperable sería de tipo osario, con restos de distintos individuos mezclados (posiblemente algunos mostrando un grado de articulación parcial) y, con menor probabilidad, se esperaría la presencia de fosas individuales, ya sea en la playa misma o en el área de cementerio.

Por su parte, la integridad y grado de preservación de los depósitos en donde fueron inhumados los restos, estarán afectados por la diagénesis y los demás agentes tafonómicos que actúan sobre los restos sepultados. Entre ellos, se destaca la acción de raíces y radículas (por su fuerte efecto destructor del tejido óseo en ambientes secos) y la dinámica geomorfológica propia del locus de entierro, que interviene en su sepultamiento y exposición. Desde esta perspectiva, si los restos fueron inhumados en la playa, habrían estado sujetos a procesos más activos vinculados tanto a la dinámica costera como a la acción eólica propia del ambiente local (Grosso et al., 2019). Por otro lado, si los restos fueron inhumados en el interior, en otros sectores del enclave, tales como en el espacio que hemos denominado Sector 4 (SJ4), donde estaría ubicado el camposanto (García Guraieb et al. 2017, 2021), sería esperable una mayor incidencia sobre ellos de agentes relacionados con la edafización del depósito donde se encuentren los restos.

Expectativas osteológicas

En primer lugar, de acuerdo con lo mencionado arriba, la composición y el perfil biológico esperable para el conjunto de restos óseos humanos producto del ataque, correspondería fundamentalmente a individuos adultos, masculinos y de ascendencia europea. No obstante, dada la ausencia de información efectiva sobre la participación de mujeres indígenas y la ocurrencia de muertes entre estos últimos en el enfrentamiento, así como la presencia de los hallazgos aislados mencionados más arriba, no puede descartarse la existencia de restos de individuos adultos de ascendencia indígena de ambos sexos en los conjuntos.

Otro aspecto que genera expectativas diferentes a nivel osteológico refiere al tipo de lesiones que podrían hallarse en los restos óseos, dependiendo de si el ataque fue eminentemente ecuestre o pedestre. En un extremo, en el caso de un ataque ecuestre puro y en vinculación con las armas mencionadas arriba, esperaríamos que las lesiones óseas halladas fueran predominantemente cortantes, corto-contundentes y corto-punzantes (sensu Knüsel y Smith, 2014), asociadas probablemente a filos metálicos, así como a armas contundentes en el caso de heridas por bolas perdidas. Como se mencionó también, no sería esperable un uso generalizado de armas de fuego en este tipo de ataques (aun cuando traidores del fuerte hubiesen tomado parte en el conflicto). Por otro lado, se esperarían lesiones causadas y/o agravadas por la cinética misma de la embestida de los caballos y diversos tipos de fracturas, entre las que destacarían las de aplastamiento y conminutas vinculadas con el pisoteo de los caballos (Knüsel y Smith, 2014). En cuanto a la distribución anatómica de las lesiones, atendiendo a la lógica del ataque ecuestre, serían esperables mayores frecuencias de heridas óseas craneales, toráxicas y de miembros superiores (asociados con defensa), y con una recurrente dirección supero-inferior, ya que golpes y cortes se impartirían desde un atacante montado. La misma lógica supone que todas las lesiones, comparadas con un ataque puramente pedestre (ver infra), tendrían mayor nivel de daño ya que, a la fuerza de golpes y cortes, se sumaría la cinética del caballo.

Por su parte, en un escenario de ataque puramente pedestre, además de armas cortantes metálicas y contundentes, sería más esperable que, en el caso de que los indígenas se hubieran hecho de ellas previamente y con la participación de traidores, pudieran emplearse armas de fuego manipuladas desde el suelo. En cuanto al tipo de lesiones, como en el caso anterior, también serían esperables lesiones cortantes, contundentes, corto-contundentes y fracturas (principalmente en antebrazos asociadas a la defensa), además de las menos esperadas heridas por armas de fuego (identificables por la presencia de orificios de entrada y/o salida característicos; sensu Knüsel y Smith, 2014). No obstante, a diferencia del escenario anterior, en este caso las lesiones tendrían comparativamente menor poder de daño (menor impacto), en la medida en que el combate sería cuerpo a cuerpo sin caballo; además de cabeza y miembros superiores, habría un mayor compromiso de tórax y miembros inferiores, probablemente con direcciones predominantes antero-posteriores y latero-mediales, sobre las súpero-inferiores. En este sentido, cabe mencionar que las fuentes consultadas destacan las heridas en cuello y el tórax; habiéndose registrado, asimismo, lesiones infligidas por la espalda en los ataques pedestres (e.g. Avendaño, 2012; d’Orbigny [ca. 1835-1847] 1999; Rojas Lagarde, 2004).

Discusión y consideraciones finales

El propósito del presente trabajo ha sido elaborar un modelo simple, con escenarios esquematizados y dicotómicos, en tanto herramienta metodológica para generar expectativas materiales claras, contrastar hipótesis construidas a partir de las fuentes documentales y bibliográficas, evaluar hallazgos arqueológicos y orientar futuros trabajos de campo. Sus primeras aplicaciones ya han dado su fruto para terminar de confirmar que el Sector 4 (SJ4) del Fuerte San José, donde se identificaron restos humanos completos en posición primaria extendida, es realmente el camposanto del enclave y no el sector de inhumación vinculado con el ataque (García Guraieb et al., 2017, 2021). Asimismo, dado el reciente hallazgo fortuito de restos humanos en la playa próxima al fuerte, el modelo generado será de suma importancia para guiar la interpretación de este contexto, cuyos análisis ya se encuentran en curso (García Guraieb et al., 2023), así como de las investigaciones de otros sectores del paisaje donde se encuentra emplazado el fuerte. En cuanto al desarrollo y las consecuencias del enfrentamiento en el Puesto de la Fuente, como ya hemos señalado, representa un gran interrogante dada la ausencia de información en los registros documentales. No obstante, el modelo elaborado puede brindar herramientas para la interpretación más ajustada de eventuales hallazgos de restos humanos en dicho sitio arqueológico. La ampliación de las investigaciones de campo y análisis en laboratorio permitirá, por lo tanto, aumentar nuestra comprensión acerca de la violencia interétnica y su correlato bioarqueológico en las poblaciones coloniales patagónicas de Península Valdés durante las tres décadas de su ocupación colonial.

Por último, no queremos dejar de señalar que el presente trabajo busca generar un aporte a un espacio de vacancia en el campo de los estudios de bioarqueología relacionados con la violencia interétnica en contextos coloniales, con un foco en las poblaciones de origen europeo. Los abordajes bioarqueológicos a la violencia grupal e interpersonal en la República Argentina se han centrado en el análisis de sociedades de momentos previos al contacto europeo y, los escasos antecedentes de análisis bioarqueológicos sobre la conflictividad hispano-indígena, prácticamente no se han centrado en la suerte de los ocupantes de los enclaves europeos. En este sentido, el Fuerte San José se destaca como un caso de estudio singular en Patagonia, ofreciendo una valiosa oportunidad para investigar, desde la perspectiva de la bioarqueología, las implicancias de la violencia interétnica y, posiblemente intraétnica, en un contexto colonial tardío.

Agradecimientos

A Marcia Bianchi Villelli por sus valiosos comentarios para mejorar el presente manuscrito. A Isabel Cruz y Gabriela Millán por su aporte sobre tafonomía humana en contextos locales. A Eugenia Carranza por las sugerencias bibliográficas. A los dos revisores anónimos por sus valiosos comentarios y sugerencias. Las investigaciones presentadas aquí se enmarcan en los proyectos PICT-2017-2035, 2020-2024 (Dirección S. García Guraieb), PICT-2018-00769, 2020-2023 (Dirección: M. Bianchi Villelli), PIP 0759, CONICET, 2014-prorrogado 2021 (Dirección: S. Buscaglia).

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1 Una versión preliminar del modelo que desarrollamos en este artículo fue presentada a fines de 2019 en el marco del I Congreso Iberoamericano de Estudios Sociales sobre el Conflicto Armado (García Guraieb y Buscaglia, 2019), cuyo desarrollo fue interrumpido por las restricciones impuestas por la Pandemia COVID-19.

2 De acuerdo con la tipología de malones establecida por Cordero (2019) en pequeños, medianos y grandes, los grandes malones se caracterizaron por la intervención de numerosos guerreros, la confederación de caciques, pertenecientes incluso a distintas etnias y distantes geográficamente, la sustracción de animales y bienes, el incendio de instalaciones, la captura de cautivos y el eventual asesinato de pobladores.

3 Tanto los grupos étnicos como las causas de la conflictividad interétnica en Península Valdés y, particularmente, aquellas relacionadas con el episodio que puso fin a los enclaves coloniales, fueron objeto de recientes investigaciones etnohistóricas por parte de una de las autoras del presente trabajo. Los resultados obtenidos indican, por un lado, la intervención de grupos indígenas procedentes de Patagonia Austral vinculados entre sí por relaciones de parentesco y alianza. Por otro, la intervención de múltiples causas en el marco de un proceso de deterioro de las relaciones interétnicas en el contexto colonial de Península Valdés. Entre las mismas pueden mencionarse, la usurpación de un territorio con una oferta concentrada de recursos críticos, desmanejos en los protocolos de agasajo y reciprocidad por parte de los hispano-criollos, la venganza por el asesinato de un importante cacique, el contagio de viruela e, incluso, la complicidad de traidores del fuerte en el evento de 1810, debido a la situación de abandono en la que se encontraba el establecimiento (Buscaglia, 2023, 2024).

4 Esta revisión bibliográfica permitió establecer, desde un punto de vista comparativo, la falta de antecedentes de investigaciones sistemáticas sobre las prácticas y la materialidad implicadas en la violencia intra e interétnicas de los grupos tehuelche, especialmente aquellos que dominaban la Patagonia Austral durante el período colonial. De ahí la necesidad de contemplar contextos más tardíos.

5 Según el Servicio de Hidrografía Naval, en el Faro Chubut (Lat.: 43°22’.3 S, Long.: 65°02’.8 W), el 7 de agosto de 2023, la hora del crepúsculo matutino fue a las 07:55, la salida del sol a las 08:25, la puesta a las 18:26 y el crepúsculo vespertino a las 18:56 (http://www.hidro.gov.ar/observatorio/REsolfaros.asp). Por otro lado, la proyección de distintas páginas de Efemérides para Península Valdés, el martes 7 de agosto de 1810, 06:55 (GMT-4:23:08), 16:59 (GMT-4:23:08).

6 Autores varios, en Archivo General de la Nación, Sala IX, legajos 16-4-6, 16-5-5 y 16-5-7.

7 Otras posibles explicaciones para la presencia de restos óseos humanos en el sector del Fuerte San José podrían vincularse con la reocupación del fuerte en el marco de las expediciones organizadas por H. L. Jones a partir de 1812 o con la instalación del pequeño poblado de Puerto San José a principios del siglo XX, en las cercanías del fuerte (Bianchi Villelli et al., 2019). Sin embargo, hasta el momento no hemos registrado información sobre muertes e inhumaciones en estos casos. Una tercera posibilidad sería la de carácter forense, aunque tampoco se dispone de evidencia que respalde esta hipótesis. Por el momento, tanto los antecedentes de ocupaciones indígenas en el área como las muertes producidas en el contexto de la ocupación del Fuerte San José, por el momento hacen más plausible la hipótesis de la relación del hallazgo de restos humanos aislados con estas últimas dos posibilidades.

8 Las condiciones ambientales en Península Valdés se caracterizan por ser frías y áridas-semiáridas, con una temperatura media anual de ca. 13°C, un promedio anual de precipitaciones ca. 230 mm, aunque con una alta variabilidad (Coronato et al., 2017) y un predominio de fuertes vientos del suroeste (Blanco et al., 2017). Estas condiciones climáticas favorecen el desarrollo de especies xerófilas, así como la erosión eólica e hídrica (Coronato et al. 2017).