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Construcciones temporales en la arqueología del sector serrano de la provincia de Córdoba (Argentina): una revisión de usos en los últimos 140 años de investigaciones arqueológicas

ARTÍCULO

Humberto Aguilar

https://orcid.org/0000-0002-8621-0441

Museo de Antropologías, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba (UNC) / Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Av. Hipólito Yrigoyen 174 (CP X5000), Córdoba, Argentina. E-mail: humberto.aguilar01@gmail.com

Camila Brizuela

https://orcid.org/0000-0002-2398-4458

Museo de Antropologías, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba (UNC) / Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Av. Hipólito Yrigoyen 174 (CP X5000), Córdoba, Argentina. E-mail: camila.brizuela@ffyh.unc.edu.ar

Julian Mignino

https://orcid.org/0000-0002-9404-0155

Museo de Antropologías, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba (UNC) / Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Av. Hipólito Yrigoyen 174 (CP X5000), Córdoba, Argentina. E-mail: julianmignino@gmail.com

M. Paula Weihmüller

https://orcid.org/0000-0002-3170-1446

Museo de Antropologías, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba (UNC) / Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Av. Hipólito Yrigoyen 174 (CP X5000), Córdoba, Argentina. E-mail: mpweihmuller@gmail.com

Recibido: 12 de marzo de 2024
Aceptado: 2 de agosto de 2024

Resumen

La arqueología de la provincia de Córdoba, especialmente del sector meridional de las Sierras Pampeanas Australes, ha sido foco de investigaciones arqueológicas durante los últimos 140 años. A pesar de que este interés por descubrir y estudiar los modos y formas de vida de las sociedades prehispánicas que habitaron este espacio parece una tarea pormenorizada y sincrónica, no obstante, la realidad indica que gran parte de la arqueología serrana ha estado marcada por hiatos asincrónicos de pocas o nulas investigaciones; donde han convergido un amplio abanico de investigadores y equipos nucleados en diversas instituciones y aferrados a filiaciones teóricas y prácticas heterogéneas. La suma de las investigaciones realizadas a lo largo de este curso ha dado como resultado un extenso arco de constructos temporales que la comunidad arqueológica ha formulado para mensurar y situar cronológicamente al tiempo arqueológico de sus objetos de estudio. Este trabajo, sin bregar por una unificación de criterios por parte de los especialistas, pretende, desde un enfoque cualitativo y cuantitativo, poner en relieve cómo tales construcciones fueron concebidas y utilizadas en diferentes momentos del desarrollo de la disciplina. Partimos entonces del supuesto de que existe un gran corpus de definiciones para referir temporalmente a un momento específico y muchas de ellas conviven en simultáneo a lo largo de la literatura. Focalizamos así en la premisa de que el tiempo es una categoría fundamental para nuestra ciencia y que, en general, no ha recibido un tratamiento crítico por parte de la arqueología regional.

Palabras clave: Sierras Pampeanas Australes; Sistematización; Tiempo; Cronología

Time constructs in the archaeology of the Sierras de Cordoba sector of Córdoba province (Argentina): a review of its usage in the last 140 years of archaeological research

Abstract

The archaeology of the province of Córdoba, especially in the southern sector of the Southern Pampas Mountains, has been the focus of archaeological research for the last 140 years. Although this interest in discovering and studying the ways of life of pre-Hispanic societies that inhabited this area seems a detailed and synchronous task, the fact is that much of the archaeology of the Sierras has been marked by asynchronous hiatuses of little to no research, where a wide range of researchers and teams have converged in various institutions, adhering to heterogeneous theoretical and practical affiliations. The sum total of the research conducted throughout has resulted in an ample array of time constructs that the archaeological community has formulated to measure and chronologically situate within the archaeological timeframe its objects of study. This paper, without striving to unify specialists’ criteria, aims to highlight --from a qualitative and quantitative approach-- how such constructs were conceived and used at different moments in the development of the field of study. We start then from the presumption that there is a large body of definitions to refer to specific moments in time and many of them coexist simultaneously in the literature. We thus focus on the premise that time is a fundamental category for our field and that, in general, it has not received a critical treatment within this region’s archaeology.

Keywords: Pampas Southern Mountains; Systematization; Time; Chronology

Introducción

La arqueología es una de las ciencias que estudia los comportamientos de los grupos humanos, particularmente de comportamientos que ya no existen, pues aquellas personas a las que dirige su atención han habitado el espacio que concebimos en un pasado que a menudo suele ser distante, de tal modo que la forma de reconstruir aquel pasado es a través de la evidencia cultural que tanto hombres y mujeres han dejado en el transcurrir de sus vidas (Bellelli, 2001). Los arqueólogos trabajan en torno a esas evidencias en diferentes etapas de la investigación arqueológica y que en suma constituyen al registro arqueológico. Este registro es a primera vista inerte, es decir que de manera aislada nos transmite poca o nula información de las sociedades a los cuales pertenecía (Jones, 2015), por lo cual una tarea importante de la labor arqueológica consiste en descifrar cómo el conjunto material de hallazgos puede articularse entre sí para construir un relato coherente de la asociación persona-objeto.

Una de las tareas más importantes de este proceso consiste en poder mensurar cronológicamente la serie de conjuntos arqueológicos a disposición. Situar un hallazgo en el tiempo es un trabajo que puede ser realizado mediante múltiples metodologías, como la asociación con eventos geológicos e históricos, los cambios en forma y estilo de los artefactos mediante el establecimiento de una seriación, su ubicación dentro de la división estratigráfica de los perfiles sedimentarios, o mediante la aplicación de técnicas más refinadas como las dataciones por radiocarbono o termoluminiscencia, por citar algunos ejemplos. Gracias a estas herramientas es que los arqueólogos pueden definir al tiempo arqueológico de sus objetos de estudio. Según Ramenofsky y Steffen (1998), este concepto implica la división del pasado en unidades culturales que se suceden cronológicamente para poder transformar al tiempo científico en un concepto utilizable, es decir, un producto de la arqueología bajo una base bastante arbitraria donde el tiempo arqueológico es mensurado según el registro arqueológico asignado a eventos, personas y artefactos a ciertos segmentos del pasado con el propósito de obtener conclusiones convenientes del pasado (Dempsey, 2008). De tal modo la forma más eficiente de segmentar al tiempo arqueológico es mediante la utilización de periodificaciones y períodos. Estas divisiones no solo tienen una función cronológica, sino que siempre poseen un componente espacial que es esencial para comprender su contexto cultural. Para Pare (2008), es importante que los arqueólogos tengan un interés particular en la periodización y su vínculo con el espacio, ya que estudian cómo las diferentes culturas y sociedades se han desarrollado y transformado a lo largo del tiempo en contextos geográficos particulares.

Para el caso que nos atañe se ha planteado que la región central de Argentina se ha caracterizado por la falta de esquemas cronológicos explícitos en contraste con otras regiones adyacentes (e.g., Laguens, 2008). A pesar de ello, estudios posteriores han dado cuenta de que, en la arqueología regional, a lo largo de los últimos 140 años, se ha generado un extenso corpus de categorías temporales utilizados por la comunidad arqueológica para situar en tiempo a los grupos humanos pasados (Aguilar, 2019; Izeta y Aguilar, 2022) varios de ellos aún siguen vigentes y conviven en simultáneo con otros que refieren a temporalidades y momentos similares de desarrollo de las sociedades. Esto quizás responda más bien a un criterio de tradición académica arraigada en los encargados de producir el conocimiento que a la comunidad académica le compete. Si bien estas herramientas no son en el fondo más que construcciones con un significado atribuido por una comunidad que los respalda, son útiles en la proporción de su estabilidad y en la medida que ganan aceptación, por lo cual las periodizaciones exitosas se convierten en principios organizativos para los marcos en los cuales operan, lo cual justifica al mismo tiempo su continuidad y uso (Shaw, 2020).

Gran parte de estos esquemas de periodización han sido elaborados sobre la base de cronologías relativas, especialmente en función de criterios estratigráficos, tipológicos y a modo de fósiles guía, y posteriormente, con el advenimiento de los métodos de datación absolutos (especialmente por medio de 14C), permitieron refinar y calibrar con mayor precisión las secuencias previamente propuestas, además de dar lugar a otras nuevas. Con todo ello, parecería que estos avances han dado lugar a propuestas de sistematización más sólidas destinadas a conceptos temporales para la arqueología regional; sin embargo, consideramos que la discusión en torno a la producción de esquemas cronológicos clasificatorios aún no ha recibido una atención detallada, probablemente debido a que como plantean Bailey (1983) y Lucas (2004), nuestra disciplina ha dedicado poco a la comprensión del tiempo, lo cual ha llevado a que su concepción sea más bien problemática.

Por lo tanto, resulta menester no solamente someter a un análisis crítico las formas clasificatorias de tiempo, sino también situarlas en su propio contexto de producción y uso para lograr aproximarnos a cómo el desarrollo del tiempo arqueológico fue adaptándose a los marcos teóricos de la arqueología de una porción de las Sierras Pampeanas Australes que, para este estudio, respecta a la porción serrana de la provincia de Córdoba, piedemontes y valles intermontanos adyacentes. Para el caso que nos atañe se apeló a un trabajo de sistematización de categorías temporales en gran parte de la bibliografía del área del estudio, tanto en trabajos publicados en soporte papel y digital como en literatura gris, en acompañamiento de un tratamiento de los datos obtenidos, basados en herramientas de gestión y visualización de datos mediante el lenguaje R (R Core Team, 2023) y un análisis minucioso de sus contextos de producción a lo largo de diferentes momentos del desarrollo de la arqueología regional.

Las Sierras Pampeanas Australes

Tradicionalmente y en clave de región arqueológica, también han sido adscritas como Sierras Centrales, término que se solapa con el que proponemos para este estudio y es de uso corriente en la literatura arqueológica. Las Sierras Centrales es una denominación que popularizó Rex González durante la década de 1950 (González, 1952; González y Pérez, 1972), quien adaptó esta propuesta de una publicación previa de Frenguelli (1946), destinada al ordenamiento de las grandes unidades físicas del territorio argentino. Esta área arqueológica de corte ecológico-cultural comprende el sistema de cordones serranos de Córdoba y San Luis y sus llanuras aledañas, constituyendo un escalón de transición entre las culturas del Noroeste y las de economía cazadora de la Pampa (González y Pérez, 1972).

Por otro lado, optamos por el uso del sistema de las Sierras Pampeanas para evitar un criterio clasificatorio geográfico-cultural. Este complejo se extiende entre las coordenadas 63-68° de longitud Oeste y 24-31° de latitud Sur, en un amplio sector del centro-oeste de Argentina, conformando el antepaís andino central (Krapovickas y Tauber, 2016). Dentro de este sistema, la región serrana del territorio de Córdoba comprende cuatro cordones meridianos principales: Sierra Norte, Sierra Chica-Las Peñas, Sierras Grande-Comechingones y Sierras de Pocho-Guasapampa (Krapovickas y Tauber, 2016).

La región serrana se extiende entre los paralelos 29° 00’ y 33° 30’ de latitud Sur, conformando una unidad larga y estrecha de 430 km de longitud en dirección norte-sur y 110 km en su parte más ancha, abarcando una superficie aproximada de 35.000 km2 (Martino et al., 2020; Figura 1). Los extremos altitudinales de la región varían desde los 550 m s.n.m. hasta los 2.790 m s.n.m. Su geomorfología es bastante homogénea (Martino et al., 2020), caracterizada por la alternancia de cumbres dentadas y formas planas o restos de antiguas superficies de erosión.

Figura 1. Localización del área de estudio.

Acerca del tiempo en la arqueología serrana de Córdoba

Enfoques pioneros

Las primeras investigaciones arqueológicas realizadas en la provincia de Córdoba tuvieron inicio durante el último cuarto del siglo XIX, dentro de un panorama científico que interpeló a todas las ciencias a nivel global: el evolucionismo. Se trata de un enfoque basado en el modelo de las ciencias naturales e inspirado en el positivismo, de tal modo que la arqueología era vista como parte de las ciencias naturales y buscaba ordenar al pasado humano en los orígenes de la especie humana desde un marco evolucionista temporalmente unilineal: la evolución expresada en cambios acumulativos y progresivos, desde las formas más sencillas a las más complejas (Laguens y Bonnin, 1998).

No existían para este periodo modelos de datación absolutos que precisaran con mayor detalle la antigüedad de los restos humanos. Por ello, y debido al interés por ganar la batalla científica del origen y antigüedad de la especie humana, los enfoques de esta escuela se enmarcan dentro de lapsos temporales de gran extensión. Estos se encontraban acompañados por el uso de la estratigrafía como metodología rectora para explicar la profundidad temporal y el cambio cultural mediante su subdivisión en horizontes; con especial reparo en la composición sedimentológica y su posible asociación con restos de megafauna extinta, utilizadas como fósiles guía.

El principal referente de esta etapa fue Florentino Ameghino, quien definió el tiempo arqueológico de la región mediante su célebre Formación Pampeana (Figura 2), una secuencia estratigráfica compuesta por horizontes geológicos. En un principio, el autor refirió a la composición sedimentaria de los suelos de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, sin embargo posteriormente consideró que sus características son homologables con las de Córdoba, en gran parte gracias a sus estudios sobre los sedimentos, al igual que en restos arqueológicos y paleontológicos recuperados de los sitios de Barrancas del Curacao, Observatorio y el corte del ferrocarril de Malagueño, situando la presencia humana en la provincia al menos desde el Cuaternario Superior (Ameghino, 1885, 1889). Este esquema le permitió inferir la presencia de asentamientos humanos de gran antigüedad, con una tecnología que se identificó por sus puntas de dardos; y otros asentamientos más modernos, con cerámica y similares a los grupos indígenas históricos.

Figura 2. Fragmento del esquema publicado por Ameghino (1889) de las “Formaciones Cenozoicas de la República Argentina”. Sobre esta porción de la secuencia se ubicaría la presencia humana en Argentina.

Las bases de esta plataforma geológica como modelo para explicar antigüedad del “hombre” u “hombre fósil” a nivel regional, también fueron utilizadas por otros adherentes a los marcos evolucionistas, quienes supieron reinterpretar la secuencia de horizontes para poder dar un sustento cronológico a la antigüedad de los suelos, y de la evidencia paleontológica y arqueológica que tenían a disposición. Siguiendo esta línea, los exponentes más destacados fueron Alfredo Castellanos y Aníbal Montes, quienes desde un panorama de las ciencias globales daba descrédito a las ideas ameghinianas y, ante un abandono pormenorizado de los modelos evolutivos, continuaron generando publicaciones desde una línea muy similar.

Mediante una intervención en los perfiles del yacimiento Tierra Colorada, Castellanos (1933) señaló que la capa K contenía la pieza más antigua que demuestra la existencia humana en el Pampeano de Córdoba mediante el hallazgo de un incisivo de mastodonte asociado a un horno del perfil de una barranca aledaña de similares características sedimentológicas, asignado dentro del Belgranense medio. Otro hito significativo fueron los restos del niño de la Gruta de Candonga, el cual se trató de los restos de un individuo infantil perteneciente al Bonaerense superior, quien

[…] perteneció a una familia troglodita que llevaba los restos de animales que cazaba para su alimentación, que fabricaba sus instrumentos con los huesos de mamíferos que sacrificaba, que conocía el fuego y aprovechaba sus beneficios y que deformaba artificialmente el cráneo de los niños (Castellanos, 1943, p. 98).

Nótese que calificativos como trogloditas, salvajes o incivilizados, además de ser términos comunes en la literatura de ese momento y de referir a una condición peyorativa de retraso evolutivo, también marcaban una distancia temporal con la de sociedades contemporáneas.

A diferencia de los supuestos planteados por los anteriores autores, Montes (1943) fue el único de ellos en expresar una preocupación más enfática hacia la construcción de un posible marco temporal para definir la antigüedad de la presencia humana en Córdoba, mediante una cronología relativa basada en una escala de fosilización, en desmedro de la estratigrafía, la cual consideraba un medio difícil para la estimación cronológica (aunque no por ello dejó de utilizarla como una metodología primordial) y que al mismo tiempo le brindaba un margen de hasta 100.000 años AP para estimar la edad de los restos. A pesar de ello, Montes era consciente, incluso antes del descubrimiento y posterior popularización de las dataciones por medio del radiocarbono, que las ocupaciones humanas más tempranas en la región se encontraban en el límite Pleistoceno-Holoceno, es decir, hace unos 10.000 años AP aproximadamente1, momento en el cual situó a los restos hallados en la Gruta de Candonga y otorgándole a los vestigios del Alero Deodoro Roca una edad de entre 2000 y 8000 años AP (Montes, 1943, 1954, 1957).

Sobre los paradigmas culturales en la arqueología cordobesa

La última mitad de la década de 1940 estuvo acompañada por una conjunción de los preceptos de los estudios de la escuela histórico-cultural, tanto la americana como la europea. Dentro de este panorama, la construcción del relato arqueológico en las sierras de Córdoba se vio principalmente caracterizada por un abandono de las extensas profundidades temporales asociadas a contextos humanos y un eje puesto en la cultura como principio holístico de las sociedades prehispánicas. A través de esta categoría, se buscaba explicar su desarrollo mediante modelos de fases descriptivas que tendieron a homogeneizar a las culturas y a disminuir su variabilidad (Laguens y Bonnin, 2008). Este es el caso de la obra de Antonio Serrano, Los Comechingones, la cual tiene por objeto presentar un panorama integral de la cultura comechingona, examinando las variaciones materiales a través de fuentes arqueológicas y etnohistóricas en las diferentes regiones del territorio cordobés actual y distinguiendo áreas arqueológicas (Serrano, 1945).

La figura más destacada de esta etapa fue sin dudas Rex González, quien entre los decenios de 1940 y 1950 realizaría intervenciones en diferentes sitios tanto de Córdoba como de San Luis2, que permitieron precisar con mayor detalle la temporalidad de las ocupaciones humanas en el área de estudio. A este hecho se suma la irrupción y utilización de fechados radiocarbónicos como insumo para poder refinarlas, y la aplicación de una estratigrafía y trabajo de campo más actualizado y profesionalizado.

Las campañas realizadas en la Pampa de Olaen (González, 1949), Ongamira (González, 1952; Menghin y González, 1954) e Intihuasi (González, 1960) enlazadas con los resultados de los primeros fechados radiocarbónicos del país, le permitieron plantear la primera secuencia cronológica-cultural completa para la región, dividida en horizontes culturales (un resabio de la herencia evolucionista) y marcada principalmente por una tipología basada en puntas de proyectil que sellaban la pertenencia a dos culturas arqueológicas incluidas en dos períodos precerámicos, Ayampitín y Ongamira, la primera de ella con una cronología asignable a fines del Holoceno temprano (ca. 8000 AP), mientras que la segunda a mediados del Holoceno (ca. 5000 AP) (González, 1960; Rivero, 2008).

Otro de los especialistas que acompañó a González y a Montes en sus expediciones al valle de Ongamira fue Osvaldo Menghin, quien realizó interpretaciones sobre las excavaciones realizadas en el Alero Deodoro Roca, especialmente en el Sector B del sitio. En este espacio, los autores delimitaron un marco temporal para la secuencia de este sector del sitio basado en su estratigrafía y en la posterior formulación de cuatro horizontes culturales para delimitar los cambios en el registro arqueológico. Los horizontes III y IV, que son los más antiguos, tienen una edad asignada de 500-100 a.C. y 100 a.C.-500 d.C. respectivamente. Por otro lado, los horizontes I y II, que son más superficiales, datan de 500-1000 d.C y 1000-1570 d.C., respectivamente (Menghin y González, 1954) y a posteriori servirían de base para la formulación del complejo cultural Ongamira, caracterizado en parte por sus puntas de proyectil sin pedúnculo y con forma de triángulo isósceles (Cattáneo et al., 2022).

Por su parte, Serrano, años después de la última publicación de González, planteó un modelo que comprendía a las provincias de la antigua Gobernación de Tucumán; por ende, dentro de Córdoba, sus sitios arqueológicos y hallazgos, se encontraban incluidos en su propuesta (Serrano, 1967). Tal modelo se encontraba encabezado por dos períodos, a saber, Primer Período Cultural o Precerámico, seguido por el Segundo Periodo Cultural o Cerámico (Serrano, 1967). Este último se subdividió en otros dos subperíodos, el de los cazadores o Precerámico y el de los pueblos agro-alfareros (Serrano, 1967). Temporalmente, el autor expresa que “Hay una historia cultural que empieza muy atrás, seguramente entre el XI y XII milenios antes de Cristo, cuando hordas de cazadores primitivos (…)” (Serrano, 1967, p. 1).

Poco después, Serrano (1968) presenta un cuadro cronológico del precerámico argentino (también con correspondencia con sitios de Córdoba) compuesto por cuatro periodos temporales. El Periodo I abarca el Pleistoceno hasta 9000 a.C., caracterizado por los hallazgos representativos en la gruta de Candonga. El Periodo II, de 9000 a 6000 a.C., carece de menciones específicas para los sitios arqueológicos de la región. El siguiente, Periodo III, de 6000 a 4000 a.C.; en este intervalo, se destaca la industria ayampitinense definida. Mientras que el Periodo IV, de 4000 a 1000 a.C., muestra afinidad con la cultura ongamirense y sus características puntas de proyectil triangulares.

Investigaciones aisladas e incertidumbre científica

El impulso de las investigaciones, los resultados y el énfasis en la pormenorización de metodologías novedosas como la aplicación del radiocarbono y el uso de una estratigrafía más controlada, impulsó una nueva serie de investigaciones que se dieron durante hiatos de tiempo más asincrónicos. Más que ser un momento de propuestas teórico-metodológicas novedosas, se mantuvieron algunos postulados del evolucionismo de momentos anteriores o contemporáneos. Principalmente se consideró al cambio tecnológico y económico en clave lineal, como base del desarrollo para las sociedades prehispánicas que seguían manteniendo una posición de marginalidad por su posición relativa con respecto a los grupos del Noroeste argentino (NOA). Fue así como se sentaron las bases para lo que a posteriori se denominó arqueología procesual (Laguens y Bonnin, 2008).

A pesar de que estas herramientas novedosas a simple vista parecían ciertamente alentadoras para un desarrollo más logrado de la práctica arqueológica en la región, lo cierto es que fueron más bien escasas. A mediados de 1963, González abandona la dirección del Instituto de Antropología, Lingüística y Folklore para regresar a la Plata, siendo reemplazado por Víctor Núñez Regueiro hasta finales de 1966, periodo durante el cual realizó investigaciones en Alamito (Catamarca), en cuya experiencia participaron los escasos profesionales y estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba (Bonnin y Soprano, 2011). En consonancia con los dos últimos golpes militares, el éxodo de científicos, las posteriores crisis económicas y la incertidumbre académica jugaron un papel importante en la merma de investigaciones arqueológicas a nivel nacional (Politis, 1992). Además, si consideramos que la arqueología de Córdoba era concebida como un producto marginal para la disciplina (Berberián, [1984] 2020), las consecuencias más tangibles de los siguientes 30 años marcaron un flujo de investigaciones considerablemente bajo.

Dentro de este grupo se destacan las investigaciones llevadas a cabo por Marcellino y colaboradores (1967) en el yacimiento arqueológico de Los Molinos, donde se obtuvo el primer fechado radiocarbónico de Córdoba. El mismo permitió, por un lado, en asociación a puntas de hueso, modificar los límites temporales de las ocupaciones agroalfareras en la región cercana a la influencia de los conquistadores españoles; y, por otro lado, mediante la correlación relativa con puntas de proyectil de tipo ayampitín y aquellas encontradas en Los Molinos, sumada a su posición en la estratigrafía, sirvieron como medios para poder situar fehacientemente en momentos tardíos a los hallazgos del sitio. Esta publicación, además de mostrar los resultados de una cronología absoluta en la provincia, también sirvió como puerta de entrada para acotar las escalas temporales en las cuales estudios arqueológicos previos venían enfatizando. A su vez, nos permite acentuar el foco en otros estadios económicos y organizacionales de los grupos serranos. En antaño el interés estaba puesto en sociedades humanas con economías cazadoras recolectoras temporalmente asignables a las culturas ayampitín y ongamira. Posteriormente, sería reemplazado hacia grupos cronológicamente más tardíos, con menores índices de movilidad y de prácticas agrícolas y alfareras incipientes.

Con respecto a lo mencionado, y especialmente en cuanto a la necesidad de contar con cronologías regionales más precisas, los autores auguraban: “creemos haber dado el paso inicial en lo que debe ser el advenimiento de una sistemática progresiva depurada de errores y por ende más exacta en el conocimiento de la arqueología de esta provincia” (Marcellino et al., 1967, p. 47). Bajo esta premisa se materializaron otras investigaciones que incluyeron nuevos fechados en contextos temporales más tardíos.

Durante la primera mitad de 1970, otros trabajos realizados en el análisis de esqueletos humanos tuvieron lugar en el yacimiento de Chuña, departamento de Ischilín, pertenecientes a grupos cazadores-recolectores acerámicos que habitaron la región durante el Holoceno medio, hace al menos 3000 años AP (Marcellino, 2001). Allí se obtuvieron los restos de dos individuos, los cuales, si bien se encontraron en una capa correspondiente al Pleistoceno final, probablemente provenían de tiempos holocénicos de la capa E del sitio, la cual coindice con lo que Montes llamaría Saltoense en contraste con dos fechados de entre 2950 y 1290 años AP. Los trabajos realizados en Potrero de Garay por Berberián ([1984] 2020) son muestra de ello. En su publicación proporciona información detallada sobre la entidad sociocultural que habitó el sitio, su cronología, las características de los materiales arqueológicos encontrados y su relación con otros yacimientos de la misma zona. Además, se mencionan los objetivos de los trabajos arqueológicos realizados en la región serrana de Córdoba, los cuales incluyen la definición y codificación de los principales rasgos de las estatuillas antropomorfas y la organización de los materiales arqueológicos de la región en contextos culturales y ubicados en una secuencia temporal. En este caso, se trata de la entidad sociocultural Potrero de Garay, temporalmente asociada a la etapa agroalfarera, gracias en parte a una muestra de carbón que arrojó una antigüedad que haría corresponder el mismo a los últimos grupos aborígenes que habitaron las serranías cordobesas (Berberián, [1984] 2020, p. 19).

A principios de la primera mitad de 1980, integrantes del Programa Chuña realizaron relevamientos de sitios y campañas arqueológicas en la cuenca de Copacabana. Su objetivo principal radicaba en investigar las relaciones entre los grupos humanos y el ambiente en función de sus estrategias de apropiación de recursos naturales para demostrar la continuidad de ocupaciones desde los 3500 años AP (Laguens y Bonnin, 1985). El espectro cronológico utilizado fue relacionado con el estudio de las poblaciones indígenas en tres momentos diferentes de contacto cultural: momentos de pre-contacto hispano, momentos de contacto hispano y momentos de post-contacto hispano (Laguens, 1995).

El primer momento comprende los últimos años de vigencia del sistema prehispánico, con una profundidad temporal que no se puede delimitar de forma absoluta, aunque puede englobarse dentro de la categoría de tardío o prehispánico final (Laguens, 1995). Los otros dos momentos se encuentran documentados en fuentes etnohistóricas ubicadas en los fines del siglo XVI. Dentro de esta centuria, los primeros momentos corresponden a los años iniciales de la conquista española y de contacto inicial, caracterizado por el uso de estrategias indígenas e introducidas, mientras que el post-contacto, entendido como etapa colonial, significa la eliminación total de cualquier tipo de sistema indígena y su reemplazo por otro foráneo (Laguens, 1995).

Consolidación de investigaciones, nuevos agentes y rearmado de la arqueología local

Luego de los momentos de derroteros, las investigaciones arqueológicas vuelven a tomar impulso a fines de la década de 1980, nucleándose estas actividades en diferentes equipos de investigación en arqueología, trabajando en la provincia, dos de los cuales se encontraban en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y el tercero desde la Universidad Nacional de Río Cuarto (Cattáneo et al., 2015). Con esta suerte de renacer de las investigaciones, desde múltiples enfoques comienza a proliferar la formulación de categorías temporales arqueológicas desde un marco cuantitativo, expreso y delimitado.

Con referencia a la UNC, el primero de estos equipos realizó prolíficas investigaciones en gran parte del territorio serrano, vinculado a la Escuela de Historia (Cátedra de Prehistoria) y al Instituto de Estudios Históricos (CEH), encabezado por Eduardo Berberián en conjunto con otros investigadores, becarios y estudiantes que en gran parte fueron formados por él. Desde este espacio, una suma importante de sus contribuciones a la arqueología serrana ha girado en torno a lo que han denominado como el período Prehispánico Tardío, que se conforma como una periodización que abarca desde el 900 d.C. (1500 AP), signado por la evidencia arqueológica que sería prueba de la incorporación de los grupos serranos a la agricultura y la cerámica, hasta el 1573 d.C. (300 AP), año de fundación de Córdoba, cuando estas poblaciones empiezan a incorporarse al régimen colonial (Pastor y Berberián, 2007; Recalde, 2009). Este período es seguido por el Colonial Temprano, desde los 1550 hasta 1650 d.C., el cual expresa la reconfiguración de las sociedades indígenas bajo el contacto de los conquistadores españoles (Díaz et al., 2015).

Desde una escala temporal más extensa e integral, surge otro aporte significativo desde este espacio mediante la segmentación del tiempo en bloques temporales. El primero de ellos fue planteado por Berberián y colaboradores (2008) mediante cinco bloques utilizados para analizar la información arqueológica de las sierras de Córdoba en diferentes momentos históricos, comprendidos entre ca. 12.000-300 años AP. Estos bloques representan periodos de tiempo que permiten identificar tendencias y cambios en la tecnología, la economía y la sociedad de los grupos cazadores-recolectores que habitaron la región, lo que facilita una mejor comprensión de los procesos históricos que tuvieron lugar en dicha región, así como de las transformaciones y continuidades en la vida de los grupos humanos que habitaron la zona (Berberián et al., 2008). Posteriormente, Rivero (2015), plantea cuatro bloques temporales (Bloque I, Bloque II, Bloque III y Bloque IV) que abarcan un lapso comprendido entre los 11.000 y 190 años AP, con el objetivo de analizar los patrones de los procesos de desigualdad en Córdoba mediante modelos demográficos.

Los otros equipos de investigación se encuentran nucleados en el Instituto de Antropología (IDACOR), Unidad Ejecutora de doble dependencia CONICET-UNC, con sede en el Museo de Antropologías de la universidad. Entre ellos, el único que ha apelado al uso de esquemas temporales explícitos fue el Proyecto Ongamira, que se centró en la segmentación del tiempo no vinculada a cambios en los modos de vida de las sociedades humanas prehispánicas, sino a través de la utilización de criterios geológicos, como el límite Pleistoceno-Holoceno y las subdivisiones del Holoceno, combinando los cambios paleoambientales con los culturales (Cattáneo et al., 2022 Izeta et al., 2017). Esta idea de presentar al tiempo en tal formato responde a una cronología basada en métodos de datación absolutos, prescindiendo de la formulación de esquemas de periodización local, en línea con Ramenofsky y Steffen (1998), quienes señalan que la construcción y efectividad de las unidades cronológicas deben evaluarse en términos de su fiabilidad, validez y ajuste a los objetivos temporales de la investigación, cuya resolución temporal en un espacio en concreto determina la idoneidad y validez de las unidades cronológica pensadas desde un continuum que no necesariamente debe ser infinitamente divisible.

El otro bloque de estudios arqueológicos ha estado en desarrollo continuo desde finales de la década de 1990, principalmente en la subregión de la Sierra de Comechingones, por miembros del Laboratorio de Prehistoria y Arqueología del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Río Cuarto (Cattáneo et al., 2015). Dentro de estos estudios, uno de los objetos más destacados ha sido el análisis de sociedades cazadoras-recolectoras dentro de una formación arqueológica denominada Ceramolítico, que en principio consiste en una formación sistemática de restos arqueológicos materiales situados entre los 3800 años AP y la conquista española (Austral y Rocchietti, 1995). A pesar de que se encuadra dentro de un marco cronológico delimitado, en sí mismo no se corresponde con un complejo cultural o tecnológico, sino más bien se trata de una acumulación de restos que connotan una formación arqueológica dentro de un perfil estratigráfico (Rocchietti y Ribero, 2017).

Integrando los datos: ¿Qué nos dice el tiempo arqueológico?

Los datos recabados a lo largo de los últimos 140 años de investigaciones arqueológicas en la porción cordobesa de las Sierras Pampeanas Australes nos han brindado un abanico amplio y heterogéneo de tiempos arqueológicos formulados desde distintas lentes y criterios. Varios de ellos han sido discontinuados y se conservan como el relicto de una época en particular, mientras que otros han perdurado hasta el día de hoy y son ampliamente utilizados y aceptados en la arqueología que interpela a este estudio. La Figura 3 esboza una síntesis de este recorrido, donde el tiempo que interpela a cada etapa no debe ser tomado como una fecha normativa, sino más bien meramente a modo de guía, pues el desarrollo de la disciplina, como hemos mencionado anteriormente, ha tenido trayectorias irregulares. Uno de sus resultados más visibles es la convergencia y solapamiento de investigaciones que podrían corresponderse a diferentes momentos de la línea de tiempo planteada.

Figura 3. Momentos de la arqueología de Córdoba expresados en una línea de tiempo, con especial hincapié en la cuestión temporal. Nota: Los títulos de la figura son adaptaciones de los planteados en el manuscrito.

Estudios previos (Aguilar, 2019; Izeta y Aguilar, 2022) han realizado un esfuerzo de sistematización y preservación de datos para atender al tipo de información que hemos tratado. Sin embargo, no han podido detallar los motivos ni los contextos históricos y científicos de estos constructos temporales, utilizados por la comunidad arqueológica. Tomando como referencia el recuento de periodos y periodizaciones realizado por Izeta y Aguilar (2022), la arqueología de nuestra área de estudio ha logrado formular al menos 57 categorías temporales arqueológicas cuantitativas y explícitas, es decir, con una fecha calendárica numérica que marca un inicio y un fin definido (Tabla 1). Sobre ello, pueden hacerse algunas observaciones al respecto.

Nombre

Inicio

Fin

1

Primer Período Cultural o Precerámico

-12000

-500

2

Precerámico argentino: Periodo I

-11000

-9000

3

Bloque 1

-10050

-7050

4

Bloque temporal 1

-9050

-7350

5

Precerámico argentino: Período II

-9000

-6000

6

Intihuasi IV

-7290

-6569

7

Bloque 2

-6550

-5050

8

Ayampitinense

-6050

-5000

9

Precerámico argentino: Período III

-6000

-4000

10

Ayampitinense

-6000

-2500

11

Cazadores de Guanaco del Holoceno Medio

-6000

-2200

12

Bloque temporal 2

-5550

-3050

13

Bloque 3

-5050

-50

14

Precerámico argentino: Período IV

-4000

-1000

15

Ayampitinense II

-4000

-3000

16

Bloque temporal 3

-3050

450

17

Ongamirense

-3050

1000

18

Cazadores Recolectores del Holoceno Tardío Inicial

-2200

-500

19

Ceramolítico

-1900

1650

20

Horizonte IV Ongamira

-500

-100

21

Segundo Período Cultural o Cerámico

-500

1534

22

Grupos productores de alimentos

-500

900

23

Primer Período Cerámico

-400

800

24

Horizonte III Ongamira

-100

500

25

Bloque 4

-50

750

26

Prehispánico tardío

400

1550

27

Prehispánico tardío

500

1650

28

Prehispánico tardío

850

1650

29

Prehispánico tardío

450

1590

30

Prehispánico tardío

450

1600

31

Bloque temporal 4

450

1650

32

Prehispánico tardío

450

1650

33

Horizonte II Ongamira

500

1000

34

Culturas cerámicas

500

1573

35

Intihuasi I

500

1500

36

Prehispánico tardío

550

1550

37

Prehispánico tardío

600

1590

38

Prehispánico tardío

600

1600

39

Prehispánico tardío

650

1590

40

Bloque 5

750

1650

41

Formativo

750

1650

42

Prehispánico tardío

750

1650

43

Segundo Período Cerámico

800

1534

44

Prehispánico tardío

850

1650

45

Prehispánico tardío

850

1590

Tabla 1. Períodos cuantitativos formulados en la arqueología del sector serrano de Córdoba. Se tomó como referencia la norma de representaciones léxicas ISO 8601 siguiendo el calendario gregoriano mediante la propuesta de Golden y Shaw (2015) de PeriodO Project. Para consultar fuentes de cada ítem, ver Izeta y Aguilar (2022).

En primer lugar, la aparición de cronologías absolutas, especialmente aquellas basadas en el uso del radiocarbono, se encuentra estrechamente relacionada con la formulación de constructos temporales cuantitativos. Es decir, que al menos durante más de la primera mitad del recorrido realizado, contempló una definición del tiempo arqueológico basada en modelos temporales no explícitos. Esto sugiere que los estudios vinculados al evolucionismo, a pesar de haber abordado constantemente el problema de la “antigüedad humana”, al menos en los estudios regionales, no han asignado un plano temporal definido a este interrogante. Quizás su gran énfasis en temporalidades extensas, la confianza ciega en la sedimentología estratigráfica y la falta de métodos absolutos para precisar los hallazgos en conjunto sean la consecuencia lógica de este inconveniente. Para el caso que nos atañe, a pesar de que la escuela histórico-cultural ha recibido críticas manifiestas por su falta de preocupación por la temporalidad de las interpretaciones del registro arqueológico (Boschín y Llamazares, 1984), su llegada ha coincidido con la aplicación de las dataciones por radiocarbono en nuestra disciplina, lo que ha permitido formular la primera secuencia cultural y cronológica de la región. Al mismo tiempo, convergieron otras terminologías para poder referir y situar al tiempo arqueológico serrano, las cuales han aumentado progresivamente junto con nuevas y más sofisticadas dataciones. Como lo muestra la Figura 4, la formulación de este tipo de constructos ha aumentado considerablemente desde la década de 1950 hasta la actualidad. Es importante señalar que estas formulaciones se gestaron en dos de los momentos del desarrollo de la disciplina que hemos mencionado (etapa de paradigmas culturales y consolidación arqueológica), los cuales no son consecutivos entre sí. Es sumamente importante destacar este aspecto, pues ello da cuenta de que los enfoques pioneros, a pesar de estar preocupados por trabajar en marcos temporales de gran profundidad, no lograron realizar una aproximación cuantitativa hacia una antigüedad presumible de la presencia humana, sin dejar de hacer hincapié en que ello pudo haber sido una consecuencia de la falta de cronologías absolutas. Por otro lado, las producciones temporales del período de incertidumbre científica también son nulas. Si tomamos como referencia que la corriente culturalista dejó anteriormente un gran corpus de datos temporales, podemos considerar que este momento de abandono y marginalidad de la ciencia en la provincia es un producto visible de estas coyunturas, y que recién encontraría una recuperación iniciada durante el nuevo milenio en el momento que hemos definido como consolidación arqueológica (Figura 4).

Figura 4. Gráfico de barras. Se representa el número de períodos formulados en la arqueología de Córdoba según el año en el que fueron publicados. En azul los correspondientes al momento de “paradigmas culturales”; en verde al momento de “consolidación arqueológica”.

En un segundo orden, a pesar de que la arqueología ha tenido un camino de amplios virajes en las formas de mensurar al tiempo, una parte muy considerable de las formulaciones temporales se enmarcan en contextos tardíos, específicamente dentro del Holoceno Tardío. Estas formulaciones se acentúan considerablemente a partir del tercer momento que hemos señalado hasta la actualidad. A modo instrumental y para hacer más comprensible la secuencia temporal de períodos regionales, hemos decidido utilizar la propuesta de Walker y colaboradores (2012) quienes proponen un modelo formal de subdivisión del Holoceno. A pesar de que él mismo refiere a cambios paleoambientales y culturales a escala global, consideramos que esta segmentación del tiempo puede ser utilizada como un insumo mensurador y arbitrario. Los autores plantean un límite Pleistoceno-Holoceno temprano anclado en 11.700 cal. AP, un límite Holoceno temprano-medio en 8200 cal. AP y un límite medio-tardío en 4200 cal. AP. Siguiendo esta línea, la Figura 5 fue realizada utilizando estos períodos de referencia, tomando como variable las divisiones del Holoceno y procesando estos datos mediante el paquete datplot (Steinmann y Weissova, 2021) del lenguaje de programación R. Este paquete está diseñado para preparar y visualizar datos cronológicos con fechas heterogéneas, lo cual es sumamente útil para cualquier tipo de evaluación cronológica, ya sea de artefactos u otros elementos, como es el caso de estudio. Al igual que aquellos programas que reflejan las distribuciones en tiempo utilizando fechados absolutos, datplot calcula la densidad de probabilidades, donde los picos más altos representan una mayor cantidad de objetos o fechas (Steinmann y Weissova, 2021). De esta forma, mediante la utilización de esta metodología, se refleja una preponderancia explícita en cuanto a una preferencia de formulaciones temporales asociadas al Holoceno tardío, especialmente en sus últimos tramos, donde sus picos tienen mayor representatividad. Ello podría corresponderse no solamente con una cuestión de filiación académica hacia una postura teórica en particular, sino también a la cantidad de sitios arqueológicos intervenidos por los arqueólogos, la resolución del registro y los cambios paleoambientales que podrían haber afectado la demografía de las sociedades prehispánicas.

Figura 5. Gráfico de distribución de probabilidades de períodos arqueológicos cuantitativos.

En tercer y último lugar, destacamos la gran variabilidad de categorías formuladas en este espacio y durante diferentes lapsos de tiempo. Muchas de ellas aún se encuentran vigentes en la literatura arqueológica refieren a un mismo momento cultural y cronológico, tienen terminologías similares o comparten principios de sinonimia, o han sido reformuladas temporalmente en múltiples ocasiones (ver discusión en Izeta y Aguilar, 2022). Estas categorías conviven en simultáneo, lo que da cuenta de un panorama donde los criterios para definir este objeto han sido más bien arbitrarios. Al mismo tiempo que la historia del desarrollo de la arqueología ha ido avanzando y consolidándose para dar lugar a más investigaciones y especialistas, con el pasar de las décadas también han proliferado las formas en las que todos ellos han optado definir y mensurar al tiempo de sus objetos de estudio.

En este sentido encontramos ciertas coincidencias con posturas como las de Bailey (1983) o Lucas (2004), quienes han hecho una crítica fuerte y enfática hacia el escaso tratamiento que la comunidad arqueológica ha dado al tiempo como una categoría fundamental para la disciplina. Para Bailey (1983), las discusiones sobre el tiempo en la literatura arqueológica han estado dominadas por problemas de medición del tiempo, mientras que los conceptos sobre este término en sí mismos han recibido poca atención. El autor sugiere que el tiempo debe ser considerado tanto como un proceso como una representación. El tiempo como proceso se refiere a la continua secuencia de eventos y cambios que ocurren en el mundo, afectando la evolución de las culturas y sociedades a lo largo de los años; en pocas palabras es el tiempo de las sociedades que son nuestro objeto de estudio. Por otro lado, el tiempo como representación destaca que nuestra comprensión del término está influenciada por nuestras percepciones y contextos culturales. En este estudio, la representación del tiempo se refiere a cómo la comunidad arqueológica ha tematizado el tiempo en el área de estudio. Estos enfoques no son mutuamente excluyentes, sino que pueden ser interrelacionados para entender mejor el comportamiento humano en el pasado.

Por su parte, Lucas (2004) critica que la arqueología, a pesar de tratar constantemente con conceptos temporales, ha fallado en reflexionar críticamente sobre ellos. En su interpretación, el tiempo es fundamental no solo como una medida cronológica sino como una construcción social que influye en cómo interpretamos los datos arqueológicos. Esta visión nos permite entender el tiempo no solo como una dimensión física, sino como una categoría que necesita ser constantemente reevaluada y cuestionada dentro del marco de la investigación arqueológica.

Para el caso que nos compete, y en consonancia con lo expresado supra, solo ponderamos el hecho de que el tiempo es una categoría más dentro de la práctica arqueológica y, como tal, debe ser sometida a un análisis más exhaustivo en algunos espacios. Esto significa que necesitamos investigar y reflexionar críticamente sobre cómo estamos definiendo y utilizando el tiempo en nuestros estudios, considerando tanto los eventos y cambios culturales como las percepciones y conceptualizaciones sobre sí mismo. A modo de ejemplo, existen categorías que se encuentran definidas a lo largo del recorrido bibliográfico arqueológico de la región bajo una misma designación, pero con distintas fechas de inicio y de fin (Tabla 1). Si bien somos conscientes de que el tiempo no es un fenómeno lineal y que el desarrollo de las culturas prehispánicas es sumamente heterogéneo temporoespacialmente, y como tal, es completamente válido que sus límites se modifiquen, no hay hasta el momento una revisión de por qué ocurren estas modificaciones (por más someras que parezcan) dentro de sus propios contextos de producción. Entendemos también que este estudio se enfoca desde una perspectiva macro y que sería valioso analizar este concepto desde escalas espaciales más acotadas, considerando que los estudios en cada sitio o región se han realizado con diferentes intensidades, del mismo modo que el desarrollo de la vida de las sociedades que habitaron tales lugares. Sin embargo, sostenemos que es necesario realizar una vigilancia metódica (en términos de Scattolin, 2006) hacia nuestras propias formulaciones. Este enfoque crítico nos lleva a reconsiderar cómo las categorías temporales que utilizamos en arqueología no solo reflejan nuestras preocupaciones presentes, sino que también influyen en la manera en que estructuramos y entendemos el pasado. Por lo tanto, es crucial que, como comunidad académica, reflexionemos sobre nuestras propias construcciones temporales y sus implicancias en la interpretación de los datos arqueológicos.

Comentarios finales

Como bien mencionamos, el propósito de este trabajo ha sido el de poner en relieve algunas cuestiones relevantes vinculadas a los usos y formas que ha tomado el tiempo en una porción importante de la arqueología de Córdoba, de donde han provenido la gran mayoría de los estudios arqueológicos y afines. Si bien la trayectoria de investigaciones arqueológicas en esta área ha estado marcada por diferentes tipos de coyunturas y hiatos con características propias, todas han contribuido a conformar la disciplina que practicamos hoy en día. Por otro lado, también ha sido un espacio considerablemente prolífico para la formulación de categorías y constructos temporales, que a primera vista parecen muy disímiles entre sí, muchas de ellas comparten varías características comunes de los grupos prehispánicos. Sin embargo, sus límites y alcances han sido discutidos, en comparación con otras regiones del país. Si tomamos como referencia al NOA, existe una forma más consensuada y normalizada de situar en tiempo a los hallazgos y sus diferentes asociaciones, y algunas de las categorías temporales han sido sometidas a un análisis más crítico y exhaustivo, como es el caso del período Formativo, discutido por varios colegas en el libro de Korstanje y colaboradores (2015).

Siguiendo esta línea, y en comparación con otras regiones del país, consideramos que en nuestra área de estudio acontece algo similar a los estudios realizados en la región del Centro Oeste Argentino y Norpatagonia. Neme y Gil (2006) consideran que existe un divorcio científico regional entre colegas motivado por diferencias teóricas que han llevado a construir periodificaciones e historias culturales disímiles entre equipos de investigación, sin debates y explicaciones significativas en torno al significado y la variabilidad de tales supuestos. Este problema también está vigente en la arqueología de las Sierras Pampeanas Australes y hemos querido de alguna forma expresarlo a lo largo de este trabajo. Sin embargo, no es parte de nuestro objetivo pretender una arqueología serrana que procure hacia una unificación general de criterios para establecer categorías temporales para la comunidad arqueológica local, sencillamente porque tal premisa excede las competencias que este trabajo ha querido exponer.

Las investigaciones arqueológicas, especialmente durante el corriente siglo, afortunadamente han sido cuantitativamente más abundantes y, por ello, consideramos válido tomar una postura que avala la relevancia de estas unidades organizativas y operativas para los problemas y enfoques dentro de sus propios contextos de producción (O’Brien y Lyman, 2000; Ramenofsky y Stefen, 1998). A pesar de ciertas divergencias que aquí hemos manifestado, bregamos por la manifiesta importancia que la arqueología le debe al tiempo y al hecho de que el mismo pueda ser evaluado de forma más rigurosa, independientemente de las tradiciones o filiaciones académicas de quienes construyen día a día la arqueología de Córdoba. El tiempo es un concepto central en arqueología, constituye el mayor problema de interpretación y, sin embargo, es la razón de la existencia de la disciplina (Shanks y Tilley, 1987).

A pesar de que 140 años parece a simple vista un gran período para el desarrollo de la disciplina, en definitiva, las investigaciones realizadas aquí se han dado en una escala considerablemente menor que en otras regiones de la Argentina. No por ello significa que sus contribuciones sean menos valiosas; de hecho, este trabajo también es un intento por darle relevancia a una cuestión fundamental para la arqueología. Esperamos que sirva como un antecedente que permita invitar a repensar en cómo es el tiempo con el cual trabajamos y cuál es su importancia en nuestros estudios en un plano multiescalar, bajo una lente metodológicamente más rigurosa a la hora de darle forma en futuros trabajos, independientemente del tema al cual correspondan.

Agradecimientos

Este trabajo fue realizado en el marco de los proyectos PICT-2021-I-A-00429 y PIDTA-CONSOLIDAR 2023, otorgados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas respectivamente. Queremos agradecer a todos los colegas que han colaborado con la elaboración de este producto, listarlos a todos sería realmente extenso, pero expresamos nuestro reconocimiento por los materiales bibliográficos compartidos, las respuestas hacia algunos interrogantes que surgieron durante los momentos de la redacción y su predisposición por atender hacia otros inconvenientes que exceden meramente a lo académico, todos ellos también enriquecen los aportes de la arqueología de las Sierras Pampeanas Australes. Por último, no queremos dejar inadvertida la labor del personal de todas las bibliotecas que nos han brindado en soporte digital bibliografía que además de ser impresa no era accesible mediante los canales más convencionales.

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1 Un análisis posterior en los restos humanos de la Gruta de Candonga mediante una datación radiocarbónica arrojó una antigüedad de 10450 ± 50 AP (Cornero y Neves, 2011). Esta edad es congruente con las inferencias propuestas por Montes.

2 A pesar de que este producto se encuentra dirigido a estudios arqueológicos realizados en la porción de Córdoba de las Sierras Pampeanas Australes, es importante aclarar que la publicación y los aportes de González (1960) realizados en San Luis, condensan en tal publicación una síntesis cronológico-cultural para la arqueología de ambas provincias de gran rigor e importancia, cuyo esquema sirvió de guía para investigaciones y modelos posteriores realizadas en la arqueología de Córdoba.