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ARTÍCULO
https://orcid.org/0000-0002-2656-0984
Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Tucumán (UNT) / Instituto de Arqueología y Museo (IAM), Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán (UNT). San Martín 1545 (CP T4000CWE), San Miguel de Tucumán, Argentina. E-mail: constanzataboada@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-0408-2288
Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Nacional de Tucumán (UNT) / Instituto de Arqueología y Museo (IAM), Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán (UNT). San Martín 1545 (CP T4000CWE), San Miguel de Tucumán, Argentina. E-mail: silvinarodriguezcurletto@gmail.com
Recibido: 15 de marzo de 2024
Aceptado: 20 de octubre de 2024
A la memoria de Ariel Villalba
Resumen
El artículo analiza los resultados de excavaciones arqueológicas y de nuevas dataciones realizadas sobre el Montículo 1 del sitio Mancapa (llanura de Santiago del Estero, Argentina). El objetivo del trabajo es evaluar la formación de dicha estructura monticular, su cronología y las actividades funerarias asociadas, problemáticas aún sin resolver en la arqueología local. El caso presenta una importante cantidad de intervenciones antrópicas y diversidad de situaciones inhumatorias. El estudio sirvió para precisar los procesos de distribución de los restos humanos de dos individuos en cuatro rasgos/contextos inhumatorios diferenciados y en relación con dos pisos. Además, permitió ordenar diferentes etapas y actividades constitutivas del montículo, dando cuenta de la reutilización de un mismo espacio para diferentes fines y de un proceso de formación de larga trayectoria (principios del primer milenio a momentos pericoloniales). Se propone que la elevación monticular pudo implicar adiciones voluntarias de sedimentos, y que el proceso inhumatorio se configuró por una serie de eventos distribuidos en el tiempo y por un potencial programa de ritualidad funeraria, espacialmente pautado y presente en la vida y memoria de las personas que habitaran el lugar. Estas prácticas habrían influido en la movilización e incorporación de materiales de distintas épocas dentro del montículo y en la distribución de las muestras datadas.
Palabras clave: Bioarqueología; Dataciones; Procesos de formación; Chaco sudamericano
Biography of a singular (or not too singular) mound with incomplete inhumations. Formation, chronology, and funerary practices in Mancapa site (South American Chaco, Santiago del Estero, Argentina)
Abstract
This paper analyzes the results of archaeological excavations and new dates conducted on Mound 1, Mancapa site (Santiago del Estero plains, Argentina). The goal is to assess the formation process of the mound, its chronology, and the associated funerary activities, issues that remain unresolved in local archaeology. This case study presents a significant number of anthropogenic interventions and a diversity in burial practices. The study helped clarify the processes for the dispersal of human remains from two individuals in four distinct burial features/contexts related to two levels of occupation. Additionally, the study allowed for the identification of different stages of mound activities, revealing the reuse of the same space for different purposes with a long formation process history (from the beginning of the first millennium to peri-colonial times). We posit that the mound’s height may be caused by deliberate additions of sediments and that the burial process was shaped by a series of events occurring over an extended period of time, potentially linked to a funerary ritual program that was spatially regulated and present in the life and memories of those who inhabited the site. These practices may have influenced the movement and incorporation of materials from different periods into the mound and the layout of the dated samples.
Keywords: Bioarchaeology; Datings; Formation processes; South American Chaco
Introducción
Una de las características de la arqueología de la llanura de Santiago del Estero, ubicada en la Región Chaqueña de Argentina (Figura 1), son los montículos. A diferencia de otras estructuras semejantes de las tierras bajas de Sudamérica, aún se sabe poco sobre las de esta zona. En ese marco, el artículo busca aportar a la resolución de tres problemáticas locales no resueltas. Una refiere a la discusión sobre si los montículos del área son construcciones antrópicas y cuáles fueron los procesos de formación y uso en el tiempo. La otra se vincula al nulo conocimiento sobre la relación existente entre los niveles de ocupación de dichos montículos y las inhumaciones dispuestas en ellos, así como sobre la ritualidad funeraria local. La tercera deriva de inconsistencias detectadas en fechados de la zona y apunta a evaluar algunas de sus causas.
Figura 1. Mapa de la zona de estudio con indicación de los sitios arqueológicos referidos en el texto. Elaboración: Ernesto Rodríguez Lascano.
Con base en ellas, el trabajo analiza los resultados de excavaciones arqueológicas y de nuevas dataciones realizadas sobre el Montículo 1 (Ma1 en adelante) del sitio Mancapa, apoyado en una situación singular –y de gran potencial para abordar los mencionados problemas– detectada en las excavaciones. Éstas expusieron dos pisos y cuatro contextos de inhumación que comprenden un entierro articulado sin extremidades y tres conjuntos de sólo ciertas partes esqueletarias (también sin huesos largos). El objetivo de la investigación fue evaluar la formación, la cronología y las actividades funerarias asociadas al Ma1. El estudio se plantea fundamentalmente desde el análisis distribucional de los restos bioantropológicos, su estratigrafía y nuevas dataciones, integrando a nivel general la situación de otros indicadores aún en estudio (sedimentos, cerámica, arqueofauna, arquitectura).
El articulo evalúa, así, los eventos de uso e intervenciones que conformaron el Ma1, y los pone en articulación con un análisis bibliográfico sobre prácticas funerarias locales inadvertidas hasta ahora y con fechados inconsistentes asociados a montículos de la región. La investigación da cuenta, por primera vez, de un estudio de este tipo para el área, donde aún no se habían establecido los eventos de formación y relaciones cronológicas y funcionales entre diferentes momentos de uso de un mismo montículo, ni en relación con entierros en su interior. Se presenta, también por primera vez para la zona, un análisis de las prácticas funerarias que avanza por sobre la descripción aislada de entierros, para evaluar la relación entre ellos y la aplicación de un potencial programa de ritualidad funeraria y de un modelo de distribución de las inhumaciones en relación con los montículos. Finalmente, a partir del análisis articulado de estratigrafía, dataciones y procesos de formación, se ponen en evidencia posibles problemas de asociación y movilización de las muestras fechadas.
Estado de la cuestión y planteo de problemáticas: de montículos, fechados e inhumaciones
A principios del siglo XX se discutió vehementemente sobre si los montículos de la región pudieron haber sido “construidos” como “túmulos funerarios”, siendo diverso el sentido dado a estos conceptos e incluyéndose también las actividades domésticas como causa de su elevación (e.g., Frenguelli, 1942; Reichlen, 1940; Sociedad Argentina de Antropología, 1940; Wagner y Wagner, 1934). Además, se discrepó sobre si dichos montículos tenían un núcleo natural o si este pudo elevarse intencionalmente. En la década de 1970 Lorandi (2015) realizó los primeros fechados y aportó observaciones que apuntaron a situaciones de origen natural y antrópico. La falta de ulteriores investigaciones arqueológicas significativas en la zona impidió que estos temas se volvieran a plantear hasta el inicio de nuestro proyecto en la región, aunque este debió abordar primero otras problemáticas de base (Taboada, 2011). Trabajos posteriores permitieron postular múltiples factores actuando en diversos grados y situaciones en la conformación de los montículos locales (aprovechamiento de albardones, desarme/caída de viviendas, clausura de ocupaciones, reocupaciones, acumulación de desechos, aportes eólicos; Taboada, 2016, 2023), pero sin que hasta ahora abordáramos la inclusión de inhumaciones. Cabe señalar que, a nivel macrorregional, se han planteado preguntas semejantes, tendiéndose actualmente a sostener la elección de lugares naturalmente altos para la instalación y la adición intencional de sedimentos en el crecimiento de los montículos considerados (e.g., Castiñeira Latorre et al., 2014; Gianotti y Suárez, 2011; Loponte et al., 2016; Politis et al., 2011).
Los de nuestra zona conforman asentamientos de diversos tamaños. Se han registrado desde fines del primer milenio hasta época pericolonial y sólo parecen hallarse en el sector de llanura de la Provincia (Lorandi y Lovera, 1972; Taboada, 2023). Sus diámetros de base varían entre 7 y 25 m, llegando eventualmente hasta 50 m, con alturas promedio de 1-2 m y posibles casos de 4 m (Lorandi, 2015; Reichlen, 1940; Wagner y Wagner, 1934). Las evidencias permiten asociarlos a usos habitacionales, domésticos, de descarte y funerarios. Suelen presentar pisos consolidados de tierra y uno o más niveles de uso. Lorandi (2015) identificó rotura de pisos y desplazamiento de fogones. Otros indicadores permitieron proponer instalaciones con diferente grado de permanencia y el uso de arquitectura perecedera con eventual desarme/traslado de viviendas (Taboada, 2016, 2023).
Hasta el momento, no se habían definido los procesos ni las relaciones cronológicas entre pisos. Además de la falta de datos de las excavaciones de inicios del siglo XX, se sumaba la escasez de fechados, y el hecho de que sólo tres montículos del área (sitios Quimili Paso y Oloma Bajadao) contaban con más de una datación1 (Lorandi, 2015). Ya Lorandi había expresado desconfianza hacia algunas de ellas. Un re-análisis nos muestra que uno de los montículos de Quimili Paso (M2) cuenta con tres fechados muy diferentes asociados al piso (dos de la misma cuadrícula), mientras en el otro (M3) la datación más antigua procede de un nivel superior y la más moderna del inferior.
En cuanto a las inhumaciones en montículos, se ignoraba hasta ahora el vínculo cronológico y funcional con los pisos y niveles de uso y con la vida de quienes vivían en torno a ellos. Tampoco se habían correlacionado entre sí las distintas prácticas funerarias, enfocándose las investigaciones en los caracteres antropofísicos y modificaciones corporales (Dávalos Hurtado, 1950; Drube, 2010; Imbelloni, 1940; Marcellino, 1999; Seldes, 2002). En referencia al lugar de entierro, se enfatizó que se localizaban alrededor de la parte baja de los montículos (Reichlen, 1940; Dávalos Hurtado, 1950), pero la relectura bibliográfica da cuenta eventual de que también se ubicaban en su interior (Frenguelli, 1942; von Hauenschild, 1949). Esta revisión también mostró nula referencia a situaciones de entierros sin extremidades y excepcionalidad de secundarios en tierra para la zona y época de estudio. En general, se señaló que lo característico serían las inhumaciones en urnas, y en menor medida primarias directas (Reichlen, 1940). Sin embargo, tres menciones a inhumaciones secundarias directas y restos óseos dispersos nos alertan sobre un posible sesgo en estas generalizaciones y clasificaciones. Frenguelli apunta: “Los despojos humanos, a veces también desparramados, más a menudo reunidos en pequeños montones, junto con los más diversos desperdicios de industrias y de comidas, constituyen siempre restos de entierros secundarios, realizados evidentemente allí donde el indígena había vivido” (1942, pp. 269-270). Agrega que los entierros secundarios directos “son los únicos” que se hallan en el “dorso” (interior) de los montículos (y sólo ahí). Lorandi (2015) refiere un entierro directo secundario de huesos largos y cráneo en el fondo de un montículo del sitio El Veinte, con basura arriba. Destacamos una referencia –relacionada al sitio Cañitas, realizada por Emilio Wagner en un catálogo inédito– por señalar la disociación de los huesos largos (los que faltan en nuestro caso):
Diversos huesos largos encontrados desordenadamente reunidos en grupo, a 0.50 m. del suelo (…) Es un hecho verdaderamente curioso haber encontrado reunidos en un solo sitio los huesos provenientes de los miembros de diversos cuerpos humanos, sin que las otras partes de los esqueletos fueran encontradas en la proximidad inmediata, excepción hecha de los pequeños huesos pertenecientes a esos miembros (Wagner, s/f; citado en Dávalos Hurtado, 1950, p. 60).
En ocasiones también se hallaron cráneos aislados (Wagner, s/f, citado en Imbelloni, 1940). Nuestro equipo ha registrado casos de huesos largos con el cráneo ubicado encima, además de conjuntos de cráneos, en Sequía Vieja (Rodríguez Curletto, 2017). Entierros incompletos, conjuntos óseos de varios individuos, reubicación de unidades óseas, y disposición diferenciada de extremidades y cráneos se registraron también en varios sitios de montículos del Noreste argentino (Ávila y Ceruti, 2013; Bonomo et al., 2019; Cornero, 1999; De Brito y Vulcano, 1985; Feuillet Terzaghi y Deluca, 2011; Galligani et al., 2021; Guarido et al., 2021; Mazza, 2010; Plischuk et al., 2020; Scabuzzo et al., 2022).
La revisión de datos sobre urnas de nuestra zona y época de estudio va en igual sentido. Estas suelen contener esqueletos incompletos y el cráneo puede estar afuera, en otra vasija (Reichlen, 1940). Contamos con el ejemplo de una remesa de huesos enviada por Wagner a Imbelloni (1940), que consistía únicamente en cráneos y huesos largos procedentes de urnas. Otro caso es referido por Lorandi (2015) en relación con una urna hallada en Quimili Paso que contenía únicamente huesos largos y un cráneo sin mandíbula acomodado sobre ellos (señalado como una situación común por Wagner y Wagner, 1934). También Togo (2004) menciona una urna con huesos largos y cráneo. Como se observa, es recurrente la disposición diferenciada de huesos largos y cráneos en los contextos funerarios. Las urnas de referencia pueden ser de diferentes estilos cerámicos, encontrarse cerradas con un recipiente o fragmento pintado y suelen hallarse en torno a los montículos (Reichlen, 1940).
Otra situación a considerar es la de tres recipientes cerámicos que contenían huesos humanos (o material similar a ceniza) registrados inmediatamente por debajo del centro del piso de tres montículos (sitios Colonia Chilca, Cayo Pozo y Vilmer Norte; Greslebin, 1934; Reichlen, 1940; von Hauenschild, 1949). En otros sectores de dichos montículos se hallaron, además, entierros en urnas y/o directos (Figura 2B). Un dibujo de Frenguelli (1942; figura 2A) de un recipiente funerario en el centro de un montículo de Huilla Catina repleto de inhumaciones podría ser un cuarto ejemplo. Otro dato relevante es que nadie señaló la identificación de fosas inhumatorias. El único caso posible lo encontramos en el gráfico referido, en relación con un entierro primario directo sentado.
Figura 2. A) Plano de distribución de inhumaciones en un montículo del sitio Huilla Catina (Frenguelli, 1942). Arreglo digital: Ernesto Zelaya; B) Planta y cortes de un montículo de Vilmer Norte con distribución de urnas, entierros y piso (Von Hauenschild, 1949).
Caso de estudio: Mancapa y el Montículo 1
El sitio Mancapa se encuentra en el límite entre los parajes Puente Negro y Mancapa, 7 km al oeste del Río Salado (zona de los Bañados de Añatuya). Con base en referencias de un ayudante de los hermanos Wagner (pioneros de la arqueología local), ubicación del lugar y estudio de materiales, podría ser el mismo que éstos denominaran Averías (Taboada y Angiorama, 2021). Lo componen decenas de montículos (Figura 3). Las dataciones, materiales e instalación indican que fue un importante asentamiento indígena con ocupación desde ca. 1000 d.C. hasta momentos prehispánicos finales o coloniales.
Figura 3. A) Vista superior de ubicación de los montículos Ma1, Ma2, Ma3 y Ma4 (Imagen de Airbus, 12/09/2023, Mancapa, Santiago del Estero, tomada de Google Earth). Elaboración: Ernesto Rodríguez Lascano; B) Vista desde el Ma1 hacia Ma2; C) Vista general de montículos de Mancapa; D) Vista del Montículo 1 (Ma1); E) Gráfico de distribución de cuadrículas excavadas en los años 2012, 2017, 2022 (en amarillo las ubicadas en la zona más alta del montículo, en verde las ubicadas en su borde occidental); F) Fotografía de áreas de excavación parcial del Ma1 correspondiente al año 2017.
Hasta ahora, no hay evidencias materiales de una ocupación postcontacto hispano del sector donde se ubica el Ma1, aunque las dataciones abren tal opción. Los tres primeros fechados del sitio se realizaron en 2012 sobre muestras de tres montículos cercanos (uno de ellos el Ma1). En Ma1 y Ma2 se obtuvieron de concentraciones carbonosas de piso, y en Ma3 de carbón del interior de una vasija incluida en un piso calcinado. Las dataciones obtenidas fueron de 790 ± 50 AP (Ma1), 550 ± 60 AP (Ma3) y 310 ± 40 AP (Ma2), sugiriendo la diacronía entre las ocupaciones de cada montículo o nivel asociado a cada muestra fechada y una larga ocupación del lugar (Taboada, 2014).
El Ma1 que estudiaremos tiene forma de planta oval, con aproximadamente 10 x 6 m en su base, 5 x 3 m en la parte superior y 1,60 m de altura máxima respecto del nivel actual del suelo (Figuras 3A y 3D). Fue sondeado en 2012 junto a los otros dos montículos fechados entonces (Figuras 3B y 3C). Todos presentaron un piso y evidencias de actividades (aparentemente domésticas), sin registro de usos funerarios. En cambio, los procesos de deterioro expusieron varios entierros directos en las faldas de otro montículo cercano (Ma4) y dos urnas con párvulos en las inmediaciones.
Metodología
Luego de los sondeos y fechados realizados en 2012, se llevó a cabo la excavación parcial del Ma1 en 2017 y 2022. Se cubrió una superficie de 14,7 m2. Entre la cumbre y el lateral oeste del montículo (Figuras 3E y 3F) se abrió un área amplia para evaluar continuidad y características del piso detectado en 2012 y para definir niveles inferiores. Las excavaciones en la cuadrícula más honda (C2) alcanzaron una profundidad de 1,10 m. Previo acuerdo con los vecinos, y a los fines de evitar su dispersión, se incluyó la excavación de un sector donde empezaban a exponerse restos óseos humanos.
El estudio presentado se basa principalmente en el análisis distribucional y estratigráfico de evidencias halladas en el Ma1. Toma como eje fundamental de análisis los restos bioantropológicos, e incorpora –de modo más general– observaciones referidas a otros materiales y ecofactos aún en proceso de análisis. Dada la complejidad del contexto, se deja para instancias futuras la presentación de resultados de otros estudios realizados (análisis isotópicos, paleopatológicos y tafonómicos de los individuos recuperados) y en proceso (usos de los pisos).
Asumiendo un enfoque bioarqueológico (Buikstra y Beck, 2009), se excavó siguiendo depósitos y rasgos naturales y culturales, con ubicación tridimensional de cada evidencia identificada. Al excavar los restos humanos se dejaron expuestas la relaciones entre las unidades óseas, materiales culturales y rasgos sedimentarios, además de registrar la disposición, orientación y distribución de cada uno. Con esta información se realizó un modelado 3D del contexto excavado que resultó fundamental para los resultados alcanzados.
Para el análisis estratigráfico se integraron observaciones sedimentarias in situ. Las mismas se compararon con caracterizaciones físico-químicas (pH, fósforo, materia orgánica y porosidad) realizadas por Ortiz y Cuenya (2013) sobre sedimentos extra sitio y de un perfil del Ma1. Para todos los materiales y rasgos se consideraron posición, características, remontaje y distribución diferencial (Rodríguez Curletto et al., 2023). La cerámica se trabajó a partir de familias de fragmentos (Orton et al., 1997). Además, se evaluaron los factores intrínsecos y extrínsecos actuantes sobre el Ma1 (ambiente de depositación, procesos de deterioro, propiedades de los materiales, procesos tafonómicos, postdepositacionales, intervenciones antrópicas, etc.) (Haglund y Sorg, 2002; Krenzer, 2006).
El trabajo con restos humanos siguió las normativas legales y las recomendaciones del Código Deontológico al efecto (Aranda et al., 2014), y se desarrolló en un marco de consentimiento, sensibilidad y respeto. El análisis bioantropológico comprendió la identificación osteológica, remontaje y ensamblaje anatómico de todos los restos óseos humanos recuperados. Se consideró, además, el estado de preservación diferencial de las unidades anatómicas, junto a los procesos tafonómicos y efectos postdepositacionales, lo que implicó la identificación macroscópica de diferentes tipos de modificaciones superficiales y macroestructurales en los huesos (meteorización, erosión, daños y marcas por raíces y animales, patrones de fractura, marcas de cortes naturales y antrópicos, termo-alteración, etc.) (Buikstra y Ubelaker, 1994; Duday, 2009; Krenzer, 2006), y se definió el Número Mínimo de Individuos (MNI) de la muestra.
El sexo de los individuos se estimó mediante la observación de rasgos morfológicos de las estructuras óseas, principalmente del cráneo y de poscráneo (Buisktra y Ubelaker, 1994; White y Folkens, 2005). Las categorías de sexo definidas son: femenino (F), probablemente femenino (PF), masculino (M), probablemente masculino (PM) e indeterminado (Indet). Para estimar la edad de muerte se tuvieron en cuenta la obliteración de las suturas ectocraneales, integrando el sistema de caja craneal y el sistema lateral anterior; grado de unión epífisis-diafisiaria y secuencia de calcificación-erupción dentaria (Buikstra y Ubelaker, 1994; Scheuer y Black, 2000; White y Folkens, 2005). Estos métodos se articularon para establecer el grupo etario: subadulto (<20 años), adulto joven (20 a 35 años), adulto maduro (35 a 50 años), senil (mayores de 50 años) y adulto indeterminado (mayores de 20 años). Para la categoría de subadulto se buscó afinar una estimación del rango etario según los parámetros propuestos por Scheuer y Black (2000). La modificación artificial de la morfología del cráneo se evaluó de acuerdo con los criterios establecidos por Dembo e Imbelloni (1938), Cocilovo et al. (2011) y Cocilovo y Varela (2010), considerando los estudios locales (Imbelloni, 1940; Dávalos Hurtado, 1950; Drube, 2010; Seldes, 2002).
Con base en los resultados obtenidos, se seleccionaron tres muestras para fechar por AMS en el laboratorio DirectAms, Radiocarbon Dating Services (Washington, EE. UU). Se dataron dos piezas dentarias (que también se utilizaron para realizar los primeros análisis de isótopos estables para la región; Taboada y Rodríguez Curletto, 2023), una de cada uno de los cráneos recuperados. Ante la falta de material óseo apropiado para fechar el nivel de uso inferior, se dató una muestra de carbón asociada a un rasgo formado por fragmentos cerámicos quemados registrado sobre el piso más profundo (P1). Las piezas dentales fueron escaneadas y replicadas con impresora 3D antes de enviarse al laboratorio. Los fechados fueron calibrados con el programa OxCal 4.4.4 con el ajuste recomendado para el hemisferio sur, SHCal20: Southern Hemisphere (Hogg et al., 2020). Luego, se aplicaron tratamientos estadísticos (suma de probabilidades y análisis Bayesiano) (Bronk Ramsey, 2017) para ajustar la cronología y uso del Ma1 y de ese sector del sitio.
Para interpretar el proceso de formación del montículo integramos los datos y resultados mediante un análisis espacio-funcional y distribucional en los tres ejes, usando programas informáticos de modelado 2D y 3D2 con gran potencial para abordar contextos con alta dispersión de restos (Rodríguez Curletto, 2017; Rodríguez Curletto et al., 2023). Este abordaje permitió proponer y ordenar una secuencia de usos y eventos de intervención, inhumación y reaperturas. Finalmente, se articularon y discutieron los resultados considerando los aportes del análisis bibliográfico.
Resultados
Estratigrafía, evidencias y asociaciones
Los análisis estratigráficos y distribucionales permitieron identificar seis estratos principales: un estéril (E), un piso inferior (P1), un depósito sobre el P1 (DsP1), un depósito entre pisos (DeP) conteniendo tres rasgos inhumatorios (R1, R2 y R4), un piso superior (P2) y un depósito sobre el P2 (DsP2) rodeando al R3 (el otro contexto de inhumación) (Figuras 4 y 5). Los restos y rasgos culturales y bioantropológicos se distribuían entre la superficie y los 65-70 cm de profundidad desde el punto más alto del montículo. Sus características y ubicación permitieron definir dos momentos principales de ocupación (MO1 y MO2), asociados respectivamente a cada piso. La estratigrafía definida muestra coherencia con las caracterizaciones físico-químicas de sedimentos de Ma1 realizada por Ortiz y Cuenya (2013).
Figura 4. A) Detalle del Piso 1 (P1) con rasgo cerámico de donde se obtuvo la muestra para datación; B) Vista general de (P1) en el sector central del Ma1; C) Ubicación de P1 y P2 y su relación con los materiales culturales en Modelo 3D; D-E) Piso 2 (P2) donde se pueden observar los pozos atribuibles a postes y la distribución y ausencia de consolidación según los sectores. Elaboración: Silvina Rodríguez Curletto.
Figura 5. A) Identificación de secuencia estratigráfica en perfil Norte de Ma1; B) Toma de muestras de los depósitos identificados para análisis sedimentológicos; C) Diagrama de secuencia estratigráfica de Ma1. Referencias: DsP2= Depósito sobre piso 2; P2= Piso 2; DeP= Depósito entre pisos; DsP1= Depósito sobre piso 1; P1= Piso 1; E= Estéril. Elaboración: Silvina Rodríguez Curletto.
El E mostró una matriz homogénea marrón oscura y textura franco-arcillosa, con características semejantes a perfiles extra sitio (Ortiz y Cuenya, 2013). Se desarrolla a partir de una profundidad aproximada de 70-65 cm y fue excavado hasta los 110 cm sin detectarse evidencias culturales. Los datos apuntan a una formación natural.
El P1 se definió por la identificación de una superficie horizontal muy compacta de textura arcillo-limosa y color gris-pardo, a una profundidad de 70-65 cm. Sobre esta se presentaron concentraciones cerámicas, restos de fauna y sectores carbonosos vinculables a áreas de actividad, lo que permite proponer un primer momento de ocupación (MO1).
El DsP1, de textura arcillo-limosa y color gris-pardo, presentó estratificaciones de tipo laminar (varias capas muy delgadas superpuestas y discontinuas) con una disminución de la compactación a medida que nos alejamos del P1 hacia la superficie. El depósito se extendía entre los 65-56 cm aproximadamente y contenía material cerámico, arqueofauna y concentraciones de carbones y ceniza, aunque sin un patrón de distribución o disposición definido.
El DeP mostró textura franco-arcillo-limosa y un color marrón pardo-rojizo oscuro. Presentó estratificaciones internas poco definidas y de escasa potencia (lentes), lo que sugiere una conformación heterogénea, posiblemente afectada por remociones internas y aportes externos de sedimentos. Este depósito se extendía entre los 56-31 cm y contenía los R1, R2 y R4. La matriz del depósito también presentó cerámica, óseo de fauna disperso y manchones de carbón, pero sin composición ni estructura asociables a basurero o a áreas de actividad definidas. Una excepción se da alrededor de la boca del pozo que define al R2, donde se detectó una concentración de cerámica, fauna y restos óseos humanos (Tabla 1).
CI |
ID |
Profundidad y Dimensiones |
Unidades anatómicas |
Disposición de UA |
Materiales culturales asociados |
Contexto de hallazgo |
Rasgo 1 |
Ind. 2 |
Profundidad (z) Tope: 27 cm Medidas (x, y) Norte-Sur: 42 cm Este-Oeste: 37 cm Tope de R1 en la base de la capa consolidada que constituía el P2 piso superior. El R1 inicia en el límite inferior del P2 y se extiende en profundidad. |
Esqueleto axial: costillas de ambos laterales, vértebras, mandíbula. Esqueleto apendicular de ambos laterales: huesos de pies y manos, huesos de cintura pélvica y epífisis (sin fusionar) de huesos largos. |
Sin articulación anatómica. Bloque de restos óseos aglutinados y entrecruzados (algunos verticales), sostenidos por un sedimento arcilloso y compactado. |
A pocos centímetros del tope del R1: fragmentos de cerámica, huesos pequeños de fauna (en estudio). Sin materiales culturales hacia el interior del conjunto. |
Ubicado en zona central de montículo. Sin delimitación física conservada, pero asociado a consolidación sedimentaria en forma de “V”. En este sector el P2 está discontinuado sobre el R1. |
Rasgo 2 |
Ind. 2 |
Profundidad (z) Tope: 30 cm Base: 44,5 cm Pozo Medidas (x, y) Norte-Sur: 47 cm Este-Oeste: 35 cm Tope del pozo del R2 sellado por el P2. El R2 inicia unos cm por debajo de P2 y se extiende en profundidad. |
Esqueleto apendicular: huesos de la mano y pie del lateral derecho, dos falanges del pie izquierdo, rótula derecha con alteración térmica, epífisis proximal de húmero derecho, escápula derecha. Esqueleto axial: vértebra cervical. dos dientes. |
Sin articulación anatómica. Concentrados dentro del pozo, desde la parte superior hasta su base. Solo se recuperaron tres falanges dispersas fuera del área del pozo, a pocos cm hacia el oeste. |
En alrededores e interior del pozo: huesos de fauna (en estudio) y fragmentos de cerámica. En tope del pozo: dos fragmentos cerámicos grandes de borde de puco Averías, con la concavidad hacia arriba. Interior de pozo: fragmentos cerámicos grandes y medianos (rojizos ordinarios y grisáceo de pasta fina). |
Ubicado en zona central del montículo. En el interior de un pozo oval, de base plana, a 60 cm hacia Noroeste del R1. Interior con sedimento de relleno diferente al depósito general. |
Rasgo 3 |
Ind. 2 |
Profundidad (z) Tope: 12-15 cm Base: 27 cm Medidas (x, y) Norte-Sur: 25 cm Este-Oeste: 17 cm Base del R3 apoya a profundidad coincidente con el tope del P2. Sin presencia detectada del P2. |
Cráneo (aplastado y fracturado en sentido lateral), sin mandíbula. |
Cráneo aislado, dispuesto en el sedimento sobre su lateral izquierdo (rostro al Norte), con el foramen magnum hacia el este y la calota (sutura sagital) hacia el oeste. |
Asociado a dos fragmentos cerámicos ubicados hacia el oeste junto a la calota (vista superior del cráneo). Uno de ellos apoyaba a la misma profundidad en la que apoya el cráneo. |
Ubicado en el sector central del montículo, a 47 cm hacia el Sudeste del R1. Sin rasgo detectado que lo contuviera. Hueso occipital con alteración térmica. Apoya sobre lente ceniciento que se extiende hacia el sur (sin rubefacción in situ). |
Rasgo 4 |
Ind. 1 |
Profundidad (z) Tope: 31,5 cm Base: 50 cm Medidas (x, y) Norte-Sur: 93 cm Este-Oeste: 35 cm Tope del R4 (cráneo) por debajo de la base del P2. El tope y base del R4 indican una profundidad similar al R1. |
Esqueleto axial completo. Esqueleto apendicular: escápulas, clavículas, huesos de la pelvis, algunos huesos de las manos y de los pies (tarsales) dispuestos sobre la pelvis. |
Articulación anatómica de las unidades identificadas. Disposición actual decúbito dorsal. Posible disposición original: decúbito dorsal flexionado. |
Sin registro de materiales culturales asociados directamente al individuo a modo de acompañamiento funerario. En los alrededores del cuerpo, a pocos cm de distancia: fragmentos de cerámica y restos óseos de fauna. |
Ubicado en borde oeste del montículo. Restos contenidos por una matriz arcillosa (oscura y plástica). Sin evidencias de fosa, rasgo o elemento conservado que lo pudiera haber contenido. Sin evidencia conservada del piso superior por encima del entierro (pérdida postdepositacional de capas superiores). |
Tabla 1. Descripción y distribución de rasgos inhumatorios (R1, R2, R3 y R4) y restos bioantropológicos en el Ma1. Referencias: CI= Contexto Inhumatorio; ID= Identificación; R1= Rasgo 1; R2= Rasgo 2; R3= Rasgo 3; R4= Rasgo 4; P2= Piso 2 (superior); P1= Piso 1 (inferior).
El P2 se definió por la presencia de una capa compacta de color marrón claro grisáceo, con textura franco-limosa y una potencia de 4,5-5 cm de espesor (31-26 cm), casi sin material cultural en su interior, con cerámica y óseo de fauna apoyados sobre él y pozos (de 7-15 cm de diámetro) más o menos alineados atribuibles a postes (Taboada, 2023), lo que permite proponer un segundo momento de ocupación (MO2) asociado a este piso. No se identificaron restos arquitectónicos, fogones ni áreas de actividad, solo algunos manchones de ceniza. Análisis sedimentológicos en curso apuntan a ratificar la posible preparación de dicho piso. El P2 estaba ausente sobre el R1 y conservado sobre el R2 (sellándolo). Sobre el R4 no fue posible determinar su presencia debido a la pérdida de capas superiores. Tampoco pudo definirse si estaba presente bajo el R3, que apoyaba unos 2 cm más abajo.
El DsP2, de textura franca y color marrón claro, presentó una matriz heterogénea con estratificaciones menores irregulares y discontinuas, menos definidas que las del DsP1. Se extendía desde los 26 cm hasta la superficie y contenía cerámica, arqueofauna y restos humanos pequeños dispersos, sin otros rasgos salvo el R3.
En general, la cerámica del Ma1 mostró baja densidad respecto de otros contextos excavados en la región (Lorandi, 2015; Taboada, 2016), con alta fragmentación y escaso remontaje, pero conformando familias de fragmentos entre diferentes niveles. Corresponde a recipientes de diferentes formas y a tipos ordinarios y de los estilos Averías, Negro sobre Rojo Brillante y Sunchituyoj (sensu Lorandi, 1974), sin diferencias significativas entre niveles. El análisis preliminar apunta a aportes diversos y a movilizaciones de sedimentos y materiales entre los niveles. Los restos de fauna también mostraron escasa densidad con relación a otros contextos del área asignables a usos domésticos y de descarte (Taboada, 2016; Barazzutti, 2023), con bajo grado de intervención antrópica y gran diversidad (moluscos, aves, reptiles, anfibios y mamíferos) (Barazzutti et al., 2021). Además, se identificaron diversos fitolitos a lo largo de la secuencia, destacándose la primera determinación afín a Zea mayz para la zona (Verneri et al., 2023). Un primer análisis distribucional de estos materiales y ecofactos coincidió con patrones de movilización identificados en los restos humanos (Rodríguez Curletto et al., 2023).
Contextos de inhumación
Los análisis de los restos humanos permitieron identificar su distribución en cuatro rasgos y de forma aislada en diferentes niveles estratigráficos (Tabla 1). Los R1 (C5), R2 (C8) y R3 (C1 y C4) correspondían a inhumaciones de solo ciertas partes esqueletarias y el R4 (C13 y C14) a una inhumación primaria incompleta (Figura 6).
Figura 6. Distribución de rasgos inhumatorios (R1, R2, R3 y R4) en Modelo 3D, con fotografías de cada rasgo en excavación y representación anatómica de los individuos 1 y 2 en relación con su procedencia de cada rasgo. Referencias: R1= Rasgo 1; R2= Rasgo 2; R3= Rasgo 3; R4= Rasgo 4. Elaboración: Silvina Rodríguez Curletto.
El R1 consistía en una aglomeración secundaria (principalmente del esqueleto axial) rodeada por el DeP, con sedimento oscuro y plástico adherido a los huesos. El R2 era un pozo (diámetro: 47x35 cm; profundidad: 14,5 cm) realizado en el DeP, que contenía falanges de pies y manos principalmente del lado derecho, escápula, dos dientes de maxila superior e inferior del cráneo del R3, rótula derecha, vértebra cervical, epífisis sin fusionar y una rótula derecha con alteración térmica. En la boca del pozo se hallaron dos grandes fragmentos de un puco Averías con la concavidad hacia arriba. Entre los huesos del R2 se registraron también algunos fragmentos de distintos recipientes y restos menores de fauna. El R3 consistía en un cráneo aislado dispuesto a un nivel muy semejante al del P2 y rodeado por el DsP2. En su base se encontraba termoalterado y con restos de ceniza, pero no se detectaron evidencias de uso de fuego en dicho lugar. El R4 correspondía a un entierro primario decúbito dorsal (Ind. 1) sin huesos largos y sin fosa detectable, rodeado por el DeP.
Además de estos rasgos, se registraron restos óseos humanos dispersos en el DsP2 (C6, C8 y C9) correspondientes a una falange (Ind. 1), y un diente, huesos de pies y manos y pequeños fragmentos de huesos largos (adelantamos que corresponden a otro individuo: Ind. 2). En el DsP1, en los alrededores inmediatos del Ind. 1 (C13 y C14), se registraron algunos de los huesos de sus manos y pies dispersos hacia el oeste, así como una vértebra del coxis de otro individuo (Ind. 2). También se recuperaron huesos de manos y pies (Ind. 2) en las inmediaciones del R2 (C8). Dos huesos de la mano derecha del Ind. 2 (semilunar y pisiforme) se hallaron en el DsP1 (C5), a 58 cm de profundidad y 20 cm al noreste del R1 (la base del R1 se sitúa a 56 cm).
La integración de los estudios bioarqueológicos, bioantropológicos, de distribución y correlación anatómica entre los diferentes restos óseos humanos permitió establecer que los registrados en los R1, R2 y R3 correspondían a un mismo individuo (Ind. 2) y los del R4 a otro (Ind. 1), concluyendo en un total de dos individuos (MNI=2) (Tabla 1). Los restos aislados se asignaron a cada uno de estos individuos, y su patrón de distribución, junto con otros datos que analizaremos luego, permitió interpretar diferentes eventos de movilización de los restos y la posible disposición original del Ind. 2.
El Ind. 1 corresponde a un adulto maduro de sexo masculino. Presenta modificación artificial de la morfología del cráneo tipo tabular erecta (con asimetría bilateral/plagiocefalia bipolar), una práctica prehispánica local (Imbelloni, 1940; Drube, 2010; Seldes, 2002). Está representado por el esqueleto axial completo y sólo parte del esqueleto apendicular: clavículas y escápulas, pelvis, huesos de las manos y de los pies (tarsales) con una disposición de las unidades anatómicas articuladas decúbito dorsal. El eje longitudinal del cuerpo presentaba la cabeza al norte y pelvis al sur (Tabla 1). El cuerpo mostraba la cabeza ubicada hacia arriba-atrás y a la derecha, y el torso siguiendo la misma inclinación. Cuenta con un grado medio de distorsión biomecánica postmortem, ocurrida con y sin tejidos blandos (deformaciones continuas y discontinuas), efectos de fuerzas de presión, torsión, compresión (p. ej. mandíbula fracturada, esternón y costillas deformadas, costillas del lateral derecho aplastadas y fracturadas, etc.). Se destaca la ubicación de huesos de las manos y tarsales de los pies sobre la pelvis. No se identificaron marcas antrópicas en los huesos ni movilización de las unidades anatómicas articuladas. Algunas unidades pequeñas (p.ej., falanges) contaban con un bajo grado de dispersión, a unos centímetros del cuerpo (en las C13 y C14). El sedimento en el que insertaban los restos óseos articulados mostraba una coloración gris oscuro y de comportamiento plástico, diferenciada del sedimento del resto del sector (marrón oscuro y suelto).
El Ind. 2 corresponde a un subadulto (12-14 años), probablemente masculino, sin modificación artificial de la morfología del cráneo. Está representado por el esqueleto axial completo y sólo parte del apendicular (clavículas y escápulas, pelvis, huesos de pies y manos, y epífisis sin fusionar de huesos de extremidades superiores e inferiores) (Tabla 1). Sus restos mostraron un alto grado de dispersión y desarticulación, distribuidos principalmente en los R1, R2 y R3 (C1, C4, C5, C8) y algunos dientes, fragmentos de huesos largos y huesos de pies y manos fueron hallados en los niveles por encima del P2 (C6 y C9). No se identificaron marcas antrópicas, pero sí efectos de variables postdepositacionales actuando de distintos modos en cada rasgo en particular (improntas de raíces, marcas de roedores, fracturas, meteorización diferencial, alteración térmica, fragmentación/pérdida, etc.). El sedimento que rodeaba al R1 (gris oscuro y plástico) se diferenciaba del que rodeaba a los R2 y R3 (suelto y marrón oscuro).
Cronología de Ma1
A las tres dataciones previas del sitio se sumaron otras tres para el Ma1 (Tabla 2). Un fechado fue obtenido sobre carbón de un aglutinamiento cerámico sobre el P1, en la C5 a 49 cm de profundidad. Ofreció una datación de 1062 ± 23 AP, siendo la más antigua para este montículo y el sitio. La misma es coherente con la ubicación estratigráfica y con el material cultural asociado.
ID |
Código de laboratorio |
14C AP |
Cal CE. 1σ y 2σ |
Material datado |
Procedencia |
Referencia |
Ma1- Ind. 1 |
D-AMS 046517 |
301 ± 28 |
1σ 1514 (19.8%) 1543 cal CE 1626 (48.5%) 1665 cal CE 2σ 1506 (38.7%) 1590 cal CE 1618 (53.8%) 1670 cal CE 1783 (3.0%) 1795 cal CE |
Diente (colágeno) |
Ma1- Ind. 1- R4 en C14 (Prof. 31,5 cm) |
Este artículo |
Ma1- Ind. 2 |
D-AMS 046518 |
335 ± 23 |
1σ 1510 (36.5%) 1550 cal CE 1560 (14.1%) 1579 cal CE 1623 (17.7%) 1642 cal CE 2σ 1504 (70.6%) 1595 cal CE 1616 (24.9%) 1650 cal CE |
Diente (colágeno) |
Ma1- Ind. 2- R2 en C8 (Prof. 38 cm) |
Este artículo |
Ma1 - P1 |
D-AMS 046519 |
1062 ± 23 |
1σ 992 (38.4%) 1009 cal CE 1015 (29.9%) 1029 cal CE 2σ 990 (88.1%) 1047 cal CE 1088 (4.4%) 1107 cal CE 1120 (2.9%) 1133 cal CE |
Carbón |
Ma1 - sobre Piso 1 (P1), en C5 (Prof. 49 cm) |
Este artículo(*) |
Ma1 - P2 |
LP 2759 |
790 ± 50 |
1σ 1225 (68.3%) 1292 cal CE 2σ 1186 (2.1%) 1200 cal CE 1206 (83.3%) 1319 cal CE 1355 (10.0%) 1385 cal CE |
Carbón |
Ma1 - sobre Piso 2 (P2) en la esquina SO de C2 (Prof. 26 cm), próximo al cráneo del R3 (C4). |
Taboada (2014) |
Ma3 |
LP 2776 |
550 ± 60 |
1σ 1394 (68.3%) 1453 cal CE 2σ 1307 (16.5%) 1361 cal CE 1381 (78.9%) 1496 cal CE |
Carbón |
Ma3 - interior de vasija ubicada sobre Piso (Prof. 35 cm) |
Taboada (2014) |
Ma2 |
LP 2766 |
310 ± 40 |
1σ 1510 (26.5%) 1550 cal CE 1560 (10.4%) 1579 cal CE 1623 (31.3%) 1663 cal CE 2σ 1497 (88.8%) 1674 cal CE 1741 (1.7%) 1756 cal CE 1763 (5.0%) 1798 cal CE |
Carbón |
Ma2 - sobre Piso (Prof. 30 cm) |
Taboada (2014) |
Tabla 2. Tres nuevas dataciones radiocarbónicas del montículo en estudio (Ma1) y tres previas obtenidas en Ma1 y otros montículos (Ma2 y Ma3). (*) Este fechado fue incluido anteriormente en Farberman y Taboada (2023), pero calibrado con el programa CALIB 8.1.0.
Los otros dos fechados, obtenidos de piezas dentales del Ind. 1 (C14; profundidad: 31,5 cm) y del Ind. 2 (C8; profundidad: 38 cm) fueron de 301 ± 28 AP y 335 ± 23 AP respectivamente. La ausencia, hasta el momento, de cualquier indicador europeo (e.g., materiales, fauna, prácticas funerarias, fitolitos, instalación) sumada al análisis estadístico (Figura 7) y a la evidencia de prácticas indígenas de entierro que conllevaron acciones a lo largo de un tiempo prolongado (reducción secundaria, exhumación, movilización y re-entierro de partes), apunta a una cronología prehispánica. En su defecto, podría corresponder a momentos coloniales en situaciones de baja/nula interacción/integración/control hispano, que contrastan con las registradas en un contexto de inhumación múltiple atribuible a la intervención hispana en el sitio Sequia Vieja (Taboada y Farberman, 2018; Rodríguez Curletto, 2017).
Figura 7. A) Gráfico de suma de probabilidades de Ma1, Ma2 y Ma3 que muestra una aproximación a la extensión temporal de la ocupación de este sector del sitio; B) Gráfico de análisis Bayesiano asociado a la estratigrafía de Ma1 (modelo contiguo de tres fases con índice de adecuación 87,6; superior al valor aceptable 60). Nota: Las líneas debajo de los histogramas, en gráficos A y B, indican los rangos de 1σ y 2σ.
Estas dos dataciones dan cuenta de fechas de muerte cercanas para ambos individuos. El modelado bayesiano muestra un intervalo de 47 años entre las fechas (p=68,3%), siendo más antigua la del Ind. 2. También son semejantes a la obtenida en 2012 para el Ma2, confirmando un uso del entorno por entonces (Tabla 2; Figuras 3 y 7). En cambio, estos dos nuevos fechados son considerablemente posteriores al obtenido para carbón recolectado sobre el P2 (790 ± 50 AP) del Ma1, cuando lo esperable sería que, por su posición estratigráfica, dicho fechado fuera semejante o más moderno que el del Ind. 2 (recordemos que el P2 selló el R2 que contenía el diente fechado en 335 ± 23 AP). Discutiremos la cuestión posteriormente.
Discusión
Sobre las prácticas funerarias
Con relación al Individuo 1, la inclinación del torso hacia la derecha, las fracturas y aplastamientos de las costillas del lateral derecho, la disposición de los huesos de las manos y tarsales de los pies sobre la pelvis, así como la coloración del sedimento que rodeaba al cuerpo, sugieren que se trató de una inhumación primaria con una disposición original decúbito dorsal flexionada (piernas y brazos sobre el torso con posibles ataduras o envoltorio perecible), con una leve inclinación hacia la derecha. De acuerdo con las características observadas en los ángulos, rotaciones, distancias, respuesta biomecánica y tipos de fracturas de los huesos en esternón y costillas, consideramos que el aplastamiento del torso habría ocurrido postmortem, pero como parte de un proceso. En un primer momento, se habría generado el mayor aplastamiento inicial cuando todavía se encontraban presentes los tejidos blandos y las propiedades biomecánicas de los huesos frescos aún tenían cierta plasticidad (deformaciones y fracturas asociadas a ese momento), esto posiblemente haya ocurrido como producto de la ubicación y presión ejercida sobre el cuerpo para disponerlo de decúbito dorsal flexionado. Posteriormente, las fracturas compatibles con alteraciones diagenéticas, tanto de las costillas como de otros huesos (p.ej., mandíbula, pelvis), sugieren una fuerza de presión perpendicular al eje longitudinal del cuerpo, posiblemente producto del pisoteo y uso del espacio en un momento posterior.
La ausencia de los huesos largos de las extremidades inferiores y superiores, y el modo en que estos fueron extraídos sin causar marcas antrópicas ni afectar las unidades anatómicas articuladas (pero sí una dispersión de algunas unidades pequeñas, específicamente vinculadas a las extremidades, como las falanges), lleva a pensar en una intervención secundaria que involucró la extracción de los miembros inferiores y superiores cuando el cuerpo ya se encontraba en estado de esqueletización (Figura 6). Si, como estimamos, las extremidades superiores e inferiores se encontraban por encima del torso, al reabrir este espacio, lo primero y más accesible habrían sido justamente dichas unidades anatómicas, que pudieron ser retiradas sin alterar las articulaciones al no tener tejido blando que las uniera. Esta disposición tendría antecedentes en registros locales de inhumaciones primarias con los brazos y las rodillas recogidas contra el cuerpo (Reichlen, 1940), para las que se ha estimado una flexión “completa sobre el muslo (fémur), a veces en una posición muy forzada que en el cadáver sólo pudo conseguirse por medio de fuertes ligaduras” (Frenguelli, 1942, p. 271).
La ausencia de indicios de fosa o de remoción a su alrededor, la heterogeneidad del depósito entre pisos (DeP) que lo cubre, la dificultad para explicar el modo en que éste se hubiera acumulado naturalmente y la inconsistencia cronológico-estratigráfica con el fechado obtenido en 2012 sobre el P2 señalada en el acápite previo (que, según discutiremos, podría originarse en la movilización o incorporación de sedimentos), permiten considerar un modo de inhumación primaria sin fosa (al menos no profunda y definida) que implicara la adición de tierra por encima del cuerpo dispuesto sobre una superficie. La falta de referencias bibliográficas locales a fosas y el registro de inhumaciones sin ellas en montículos de las tierras bajas sudamericanas refuerzan esta hipótesis (Cornero, 1999; Mazza, 2010; Ottalagano y Ceruti, 2024; Scabuzzo et al., 2022).
Respecto al momento de inhumación del Ind. 1, la pérdida de las capas superiores en dicho sector no permitió determinar si el P2 llegaba hasta allí, ni su precedencia o posterioridad a la conformación del mismo. Sin embargo, la ubicación del Ind. 1 en el DeP y la ausencia de evidencias de fosa indicarían que, de haber existido allí el P2, debió haberse conformado cuando el DeP ya había cubierto al Ind.1. En cambio, si el P2 no llegó hasta allí, otra opción es que se hayan adicionado sedimentos posteriormente, por ejemplo, ampliando el montículo hacia el oeste. Como sea, la semejanza en la profundidad a la que fueron depositados el Ind. 1 y los restos en el R2 (Ind. 2) sugiere actividades cercanas en el tiempo, previas a la conformación del P2 que selló el R2. Además, el hallazgo de algunos huesos del Ind. 1 desplazados por sobre el P2 apuntan a que habría sido inhumado previamente al P2 (ver párrafo siguiente). Por otra parte, aunque los fechados sobre ambos individuos apuntan a que la muerte del Ind. 1 pudo haber sido posterior (unos 47 años según el modelo bayesiano), la inhumación secundaria del Ind. 2 en el R2 (que fue sellado por el P2) pudo haber ocurrido en un momento más cercano a la inhumación primaria del Ind. 1, considerando que el Ind. 2 ya había pasado por un proceso de reducción secundaria.
En vista a la pérdida del sedimento por sobre el Ind. 1, se evaluó si la situación pudo ser resultado de una práctica mortuoria o de una remoción de otro tipo (erosión, excavación de animales, intervenciones modernas). Varios factores nos inclinan hacia la primera opción. Hay una selección o ausencia diferencial en los huesos faltantes de las extremidades que coincide con los ausentes en el Ind. 2, y los demás no sufrieron alteraciones, lo que sugiere una extracción cuidadosa. A esto se suma la referencia local de un contexto de inhumación de huesos largos de varios individuos, como posible contraparte de los faltantes registrados en Ma1 (Dávalos Hurtado, 1950).
Considerando la posibilidad de procedimientos similares al del Ind. 2 (donde el retiro de huesos largos también pudo ser un paso preliminar, pero incluyó además otros eventos de extracción y reducción), cabe plantearse la posibilidad de que la situación registrada sobre el Ind. 1 fuera transitoria, dentro de un proceso no acabado que conllevara otras intervenciones posteriores. Podría ser un ejemplo intermedio de una práctica de reducción que quedó inconclusa o interrumpida, considerando que, necesariamente, este proceso llevaba tiempo. La falta de referencias de otros casos semejantes (que no habrían pasado desapercibidos) refuerza esta hipótesis, en tanto sería una situación transitoria y, por consiguiente, eventual hallarla representada arqueológicamente.
Respecto del Ind. 2, la alta representatividad del esqueleto axial, el sedimento oscuro y plástico vinculable a fenómenos cadavéricos adherido a los huesos en R1, la alta prevalencia de unidades anatómicas del sistema apendicular en R1 y R2, y el hallazgo a mayor profundidad de huesos de su mano derecha en la C5 (unos centímetros hacia el noreste del R1), sugieren que la inhumación primaria de este individuo haya ocurrido en este sector del montículo (Figura 6). Como señalamos anteriormente, la reducción del Ind. 2 habría sido previa a la conformación del P2, ya que el R2 estaba sellado por él. Su muerte muy probablemente ocurrió antes de la muerte del Ind. 1, tanto por los fechados obtenidos como por el grado de intervención al que fueron sometidos (si consideramos que pudieron cumplirse pasos semejantes como lo indica la información que analizaremos a continuación). Los datos indican que, antes de la conformación del P2, se realizó al menos una intervención sobre el Ind. 2, colocando en un pozo (R2) huesos de manos y pies, dientes, rótula, escápula y vértebra, distribuyéndose además algunos restos menores bajo el P2, en torno a la boca del pozo. La inclusión de los huesos y dientes en dicho pozo (R2), abre la posibilidad de que parte del esqueleto axial (p.ej. el cráneo del Ind. 2 hallado en la C4 a nivel del P2) hubiera sido movilizada y que las diáfisis de los huesos largos fueran extraídas o movilizadas. La situación es similar a la registrada en el Ind. 1, donde faltan los huesos largos mientras que los de manos y pies permanecieron in situ. La congruencia del conjunto de huesos del R2, con una mayoría de restos correspondientes a manos y pies, junto con la ausencia de huesos largos del Ind. 2, podría indicar una selección deliberada, si consideramos también el caso del Ind. 1 y las tendencias locales y regionales en el tratamiento particular de las extremidades (e.g., Dávalos Hurtado, 1950; Feuillet Terzaghi y Deluca, 2011; Galligani et al., 2021; Plischuk et al., 2020; Rodríguez Curletto, 2017; Scabuzzo et al., 2022).
Las evidencias de termoalteración registradas en algunos huesos del R2 indican que atravesaron un proceso diferente al de otros restos. El cráneo (R3) pudo haber pasado por esta instancia, dado que se hallaron dos de sus dientes en el pozo del R2 y se observó parcialmente termoalterado en su base y con restos de ceniza (sin embargo, no presenta evidencia de haber sido sometido al fuego en el lugar donde se halló, indicando que habría sido afectado en otro lugar). La cerámica y los restos óseos humanos y de fauna ubicados en torno a la boca del R2, pero sin un piso consolidado como matriz de asiento, podrían indicar un evento puntual de actividades vinculadas a este rasgo inhumatorio, tal vez el momento de su inclusión en el pozo.
La casi nula acumulación entre el nivel de la boca del R2 y la base del P2 apunta a que la conformación de este último debió ser inmediatamente posterior a las actividades en torno al R2, dejando voluntariamente el R2 sellado bajo dicho piso. La inmediatez de la capa que conforma el P2 por sobre el R2 hace indiscutible el conocimiento de su existencia por quienes prepararon y usaron dicho piso. Del mismo modo, la exactitud de la perforación del piso sobre el sector donde se ubica el R1 muestra que conocían su ubicación.
La situación del R2 podría ser análoga a los cuatro casos de recipientes dispuestos bajo piso en el centro de los montículos que mencionamos al inicio. En la boca del pozo del R2 se hallaron dos grandes fragmentos cerámicos de un puco Averías con la concavidad hacia arriba, modo de cierre común en las urnas. La única diferencia con los otros casos es que, en el Ma1, es el pozo del R2 el que aparece como contenedor directo bajo el piso (eventualmente pudo haber algún contendor perecible). En nuestro caso, podemos agregar que el piso se hizo a sabiendas de su existencia, así como su uso y posterior excavación para intervenir los restos humanos dispuestos en otros sectores sin tocar el R2. Esta situación podría indicar una ritualización fundante del piso superior y sus actividades, o al menos cabe señalarla como intencional, recurrente, conocida y mantenida.
Sobre el proceso de uso del espacio y eventos de configuración del Montículo 1
Por ahora, el primer momento de ocupación del espacio asociado al Ma1 parece vincularse con el P1 (Figura 8, E2), por debajo del cual comienza un depósito artefactualmente estéril (Figura 8, E1). Esta ocupación generó una superficie endurecida e involucró actividades con recipientes cerámicos, fauna, vegetales y uso del fuego, que conformaron rasgos y áreas de actividad. El fechado de 1062 ± 23 AP asociado al P1 es el más temprano obtenido hasta ahora para el sitio. Dados los potenciales problemas locales por movilización de evidencias fechadas y por efecto Old Wood (Taboada, 2023), cabe señalar que no se detectaron signos de disturbación en este nivel. Aunque no puede descartarse el uso de maderas antiguas o aportes extemporáneos, la datación es coherente con el contexto, la situación estratigráfica y los demás fechados del sitio y la región. La ubicación del P1 a unos 60 cm por encima del nivel actual de terreno, junto con los datos sedimentológicos del estéril, podría indicar que este se conformó sobre un lugar sobreelevado de origen natural, aunque serán necesarios otros análisis para confirmarlo.
Figura 8. Eventos de formación e intervención del Ma1. Referencias: R1= Rasgo 1; R2= Rasgo 2; R3= Rasgo 3; R4= Rasgo 4; E1-E12= Eventos 1 a 12; DsP2= Depósito sobre piso 2; P2= Piso 2; DeP= Depósito entre pisos; DsP1= Depósito sobre piso 1; P1= Piso 1; E= Estéril. Elaboración: Silvina Rodríguez Curletto.
Posteriormente a la ocupación sobre el P1, parece haberse dado un período de usos menos formalizados y permanentes (que generó estratificaciones menores sin consolidaciones a modos de pisos: DsP1), hasta que se realizaron las inhumaciones de los individuos 1 y 2. Estos usos podrían referir a actividades circunstanciales o no recurrentes, como el arrojo de materiales o circulación (Figura 8, E3), considerando la ocupación del entorno durante este lapso (Tabla 2 y Figura 7). Tal sería, por ejemplo, la situación en el Ma3 ubicado en frente, donde se detectó un piso consolidado y una base de recipiente sometida a fuego interior que ofreció una datación de 550 ± 60 AP, posterior a la obtenida sobre el P1 del Ma1 y previa a la del Ind. 1 e Ind. 2. Además, el fechado de 790 ± 50 AP obtenido sobre el P2 del Ma1 también indica actividad previa a las inhumaciones. A partir de esto, se puede pensar que, durante esta etapa, la vida en el entorno inmediato pudo generar actividades directamente en el Ma1 y/o incorporar materiales del espacio circundante. Estas actividades podrían ser la fuente de procedencia de la muestra datada sobre el P2, movilizada por las intervenciones funerarias posteriores (sobre lo que volveremos).
Unos 589 años (p= 88,1%) (según el modelo bayesiano) después de la utilización del P1, el Ma1 comenzó a ser utilizado con fines funerarios, disponiéndose los dos individuos por encima del nivel del P1. La relación cercana entre los fechados de ambos individuos, sumada a las consideraciones previas sobre los procesos inhumatorios involucrados y la falta de evidencias de fosas de inhumación, además de las características sedimentológicas del DeP que los rodeaba, sugiere que dicho depósito se formara, al menos en parte, por acumulación intencional de sedimentos para contener y cubrir las inhumaciones primarias. Esto también reforzaría la hipótesis de que el Ind. 2 estuvo originalmente inhumado en el sector central del Ma1 (C5) y luego fuera removido y reducido en ese mismo lugar. Según planteamos, es posible que primero se hubiera depositado el cuerpo del Ind. 2 (Figura 8, E4), y luego el del Ind. 1 (Figura 8, E5 o E8; ver diferencia entre ambos eventos más abajo), sin fosas (al menos no profundas o definidas), cubiertos con tierra extraída del mismo Ma1 o de sus alrededores (Figura 8, E6). Una acción de este tipo pudo movilizar y/o introducir material y sedimentos de otros niveles, contextos y montículos rodeando a las inhumaciones, lo que habría incrementado la elevación (y quizás el diámetro) del Ma1. Esta situación también podría explicar la aparente inconsistencia de la datación sobre el P2. Cabe comparar este caso con los dos montículos de Quimili Paso, donde también se presentaron problemas con las dataciones, rotura de pisos y, en uno de ellos, un entierro primario directo en la capa inferior sin evidencias de fosa (Lorandi, 2015).
Previamente a la conformación del P2, se realizaron varias intervenciones funerarias. Quizás la primera fue la remoción y movilización de las diferentes unidades anatómicas del Ind. 2, cuando éste ya se encontraba en estado de esqueletización (como lo indica la dispersión de varias epífisis en los R1 y R2). Otra intervención fue la excavación del pozo del R2 (Figura 8, E7), seguido por la disposición en su interior de algunos restos óseos del Ind. 2 (Figura 8, E8), que fueron tapados por los dos fragmentos del puco Averías.
También pudo darse, por entonces, la exposición al calor de algunos de los restos del R2 que hallamos termoalterados referidos anteriormente. Eventualmente pudo ser, también, el mismo momento en el que se expusiera al calor el cráneo del R3 dada la inclusión de dos de sus dientes en el pozo del R2 (lo que indicaría que aquel participó, al menos, de alguna movilización en dicho momento). Esto podría estar relacionado con las evidencias halladas en torno a la boca del R2, que sugieren actividades puntuales alrededor de este, posiblemente vinculadas a la inhumación y conformación del R2. Durante este mismo lapso (Figura 8, E8), antes de la conformación del P2, y suponiendo que la inhumación primaria del Ind. 1 haya ocurrido previamente (Figura 8, E5), también es posible pensar en una intervención en el borde occidental del montículo, donde fue hallado el Ind. 1 (R4), debido al hallazgo de un hueso del coxis del Ind. 2 ubicado a escasos centímetros al sur del torso del Ind. 1 y a una profundidad próxima a su base de apoyo. Esto sugiere que cuando se intervino el sector occidental del montículo, el Ind. 2 ya había sido inhumado y removido, dispersando sus restos óseos hasta ese sector. Esto plantea dos posibilidades: que la inhumación del Ind. 1 se produjera cuando el Ind. 2 ya había sido removido y dispersado en torno a la generación del R2 (Figura 8, E8), o que el Ind. 1 hubiese sido inhumado previamente a la formación de dicho R2 (Figura 8, E5) y que ambas intervenciones ocurrieran simultáneamente, con la remoción del Ind. 2 para conformar el R2 y, en paralelo, la extracción de los huesos largos del Ind. 1, situación que habría implicado la apertura de este espacio alrededor del Ind. 1.
Finalmente, el R2 fue cubierto intencionalmente por el P2, con escasa o nula depositación sedimentaria entre ambos (Figura 8, E9). Como hemos discutido, la inclusión de un receptáculo con restos humanos inmediatamente por debajo del piso en el centro del Ma1, su similitud con otros cuatro casos de la bibliografía local, y el hecho de que este rasgo no fuera alterado en posteriores roturas de piso, llevan a pensar en una práctica particular y en la posibilidad de que esta actividad tuviera un carácter fundante del P2.
Por otra parte, en algún momento posterior o simultáneo a la preparación del P2, se realizaron acciones que dejaron huellas de una posible construcción con postes (Figura 8, E10). Su alineación poco definida, la no conformación de una figura cerrada o con límites definidos (aunque esta situación pudo derivarse de la rotura del piso), la ausencia de evidencias macroscópicas (hay análisis micro en curso) conservadas de techo u otro indicador arquitectónico, la no identificación de áreas de actividad doméstica, y la escasez relativa de restos culturales sobre el P2, podrían apuntar a que dichas huellas no fueran necesariamente de una construcción habitacional. Podrían, por ejemplo, corresponder a alguna empalizada o plataforma, tal vez vinculada a los usos funerarios-rituales del montículo durante esta etapa. Sin embargo, en trabajos anteriores hemos planteado que la reutilización de materiales constructivos y el traslado del lugar de habitación podrían ser algunas de las causas de la repetida ausencia de indicadores arquitectónicos y limpieza de pisos en los registros locales (Taboada, 2023). Por ello, con el fin de definir a futuro las actividades realizadas sobre el P2, se encuentran en curso análisis particulares.
Transcurrido un tiempo no medible después de conformado el P2, se habrían intervenido nuevamente ambos individuos, como lo evidencia la distribución de sus restos por encima del mismo (Figura 8, E11). Una falange del pie del Ind. 1 hallada en el DsP2 podría indicar que en este momento se extrajeron sus huesos largos (si no se retiraron en el E8), o bien que se realizó otra intervención de la que no contamos con mayores datos. Durante esta etapa, se rompió el piso en torno al R1 y al sector donde se estima que estuvo la inhumación primaria del Ind. 2 (removida, al menos parcialmente, en el E7-R2). Tal vez en este momento se aglutinó la mayor parte del esqueleto axial en el R1 (si no ocurrió en el E7) y posiblemente se extrajeron las diáfisis de los huesos largos, como lo sugieren los pequeños fragmentos de estos huesos hallados sobre el P2. También pudo ser el momento en que se extrajo el cráneo del Ind. 2 hallado como R3. De todos modos, evidencias ya señaladas parecen indicar que el cráneo pudo haber seguido traslados y participación de diversas acciones intermedias antes de llegar a su ubicación final. Finalmente, el P2 y el cráneo dispuesto a dicho nivel, sin indicios de pozo que lo contuviera, quedaron cubiertos por sedimentos, arrojados intencionalmente o no (Figura 8, E12).
Hacia un modelo de ritualización funeraria
Las dataciones obtenidas sobre los Ind. 1, Ind. 2 y carbón del P1 muestran que los primeros murieron al menos unos 589 años (p=88,1%) después del uso de dicho piso. Entre medio, dicho espacio pudo haber sido abandonado como lugar de instalación, utilizándose para otras actividades más eventuales durante todo o parte de ese tiempo, y consolidándose quizás la ocupación en otros montículos vecinos como el Ma3. Posteriormente, para momentos prehispánicos finales y/o pericoloniales, se produjo la ocupación del Ma2 y la reutilización del Ma1 con nuevos fines (funerarios) por personas posiblemente no vinculadas particularmente al P1, dado el tiempo transcurrido y la ausencia de evidencias que vinculen ambos usos. Más bien parece haberse dado un aprovechamiento de un espacio en desuso o con usos poco formales. Sin embargo, no podemos estimar la relevancia que pudo tener la utilización previa dada a dicho piso y la continuidad de uso de este espacio para su elección posterior como lugar de inhumación.
Otra sería la situación de quienes elaboraron y utilizaron el P2 respecto de las inhumaciones. No caben dudas de que lo conformaron ex profeso sobre los restos del Ind. 2 y que, al romperlo, lo hicieron para continuar su proceso de tratamiento, sabiendo con certeza dónde se localizaban. La probabilidad de un escaso tiempo de diferencia (alrededor de 47 años, p=68,3%) entre las muertes de ambos individuos, la posterioridad de la del Ind. 1, la inhumación de ambos en un mismo espacio relativo del Ma1, la paridad de ciertas prácticas y la posible contemporaneidad de algunas intervenciones sugieren que también se conocía la ubicación del Ind. 1. Asimismo, la cercanía de los fechados obtenidos sobre ambos individuos con la datación del Ma2 indica que, posiblemente, era la misma comunidad que habitaba por entonces ese sector del asentamiento la vinculada a ambos individuos inhumados.
La recurrencia de entierros expuestos por alteraciones en montículos vecinos (Taboada y Angiorama, 2021) muestra que toda la zona se utilizó como espacio funerario en determinado/s momento/s de la ocupación del sitio. Por ahora, no podemos estimar si dichas inhumaciones son contemporáneas a las del Ma1, ni si la amplia exposición de restos humanos en la zona se debe a un particular uso funerario de este sector del sitio o a una mayor disturbación.
La integración de nuestros datos con la lectura del gráfico de Frenguelli (1942) (Figura 2) y la bibliografía consultada permite proponer un modelo (no universal ni excluyente de variabilidad) de distribución espacial diferenciada de las inhumaciones en relación con las distintas partes de un montículo para la zona y época de estudio, avanzando sobre las generalizaciones y datos disociados en la literatura. Este modelo reafirma las referencias bibliográficas que ubican a los entierros primarios directos en las faldas de los montículos. La ubicación del Ind. 1 hacia un lateral del Ma1 es consistente con estas referencias. Una potencial o aparente excepción sería la ubicación propuesta para la inhumación primaria del Ind. 2 al interior del Ma1, situación que podría explicarse por el crecimiento del diámetro del montículo al aportar nuevos sedimentos del entorno, por una variabilidad aun no registrada para este tipo de entierros, o por una incorrecta estimación sobre su ubicación original. Al respecto cabe señalar algo no notado anteriormente: la distribución de urnas y entierros que señala la bibliografía, siguiendo el contorno bajo de los montículos, implica que las inhumaciones se hicieron una vez que estos ya tenían dicha forma de planta, lo que apuntala el uso funerario de montículos parcialmente preexistentes con usos previos, como es el caso en nuestro estudio. Sin embargo, el gráfico de von Hauenschild (1949) muestra la distribución de urnas no sólo en su perímetro bajo, sino también formando un círculo en un sector medio del montículo (lejos del límite de un piso superior), abriendo la opción de que dicho montículo (y otros) ampliaran su contorno luego de ser usados con fines funerarios. Otra opción es que, dada la mayor altura de entierro de estas urnas, en ocasiones se incluyeran en sectores medios de montículos ya constituidos.
Con base en el Ma1 y los datos bibliográficos, nuestro modelo también postula que en el interior de los montículos se dieran dos situaciones de disposición secundaria en tierra (o en contenedores perecibles) casi no consideradas en la literatura: acumulaciones óseas de sólo ciertas partes esqueletarias, y restos dispersos. El modelo se completaría con la ubicación de un receptáculo conteniendo restos humanos o ceniza en el centro de los montículos, previo a un piso suprayacente.
Por otra parte, el análisis permite proponer el desarrollo de una serie de pasos en las prácticas mortuorias, en la que cada modalidad de entierro descripta en la bibliografía puede ser una situación dentro de un proceso funerario complejo desplegado en tiempo y espacio. Entre otras posibles, podemos suponer una secuencia que contemple: inhumación primaria directa, extracción de huesos largos, separación de otras unidades anatómicas, exposición al calor de algunas de ellas, agrupamiento y disposición secundarios en distintos contextos al interior y exterior de los montículos, con participación de restos humanos en más de una instancia de ubicación. Además, podemos especular con una etapa o situación no documentada para nuestro caso –pero sí en la bibliografía–, en que los agrupamientos secundarios o parte de los huesos extraídos (como huesos largos y cráneo) pudieran trasladarse a urnas (y sus adyacencias) dispuestas en torno a los montículos y/o a otros lugares, como el conjunto referido por Emilio Wagner (en Dávalos Hurtado, 1950), configurando situaciones complementarias a la ausencia de huesos largos detectada en nuestro caso.
Nos queda dejar planteadas algunas observaciones respecto a los posibles usos dados al P2. Es clara la relación que existió entre las inhumaciones y quienes construyeron y se movilizaron sobre dicho piso. Hasta el momento, no se han detectado evidencias claras de construcciones habitacionales ni de usos domésticos sobre éste. También hemos visto que, a nivel del P2, se dispuso el cráneo del Ind. 2 con ceniza en su base, quedando luego cubierto por sedimentos. Estos indicios dejan abierta la posibilidad de que el P2 tuviera una función vinculada específicamente a las actividades funerarias, tema que se buscará definir con estudios ad hoc.
Conclusiones
Como resultado final del estudio del Ma1 pudimos definir al menos 12 eventos (E1-E12) de intervención y formación (Figura 8). Estos se habrían dado en dos etapas principales, una en torno al 1000 d.C. y otra al menos cinco siglos después, con usos menos formalizados del montículo durante el lapso intermedio. Las intervenciones corresponden a acciones vinculadas a prácticas funerarias relacionadas a la inhumación y reentierro de dos individuos, a la conformación y uso de dos pisos, y a otras actividades aún en estudio.
Implicaron también la posible movilización de la muestra datada sobre el P2. La discordancia entre dicho fechado (790 ± 50 AP), obtenido sobre espículas de carbón recolectadas cerca del cráneo del Ind 2 (R3), y el obtenido sobre la pieza dental del mismo (335 ± 23 AP) sugiere dos posibilidades: la movilización (inversión) por encima del P2 de sedimento/carbón procedente de niveles inferiores del Ma1 junto con el mencionado cráneo, o su incorporación desde espacios vecinos. Ambas opciones son posibles siguiendo la trayectoria de uso y el modelado de las dataciones del Ma1 y su entorno.
El análisis también permitió proponer un modelo de ritualidad funeraria y de vinculación con los pisos de ocupación, que incluiría una serie de posibles pasos en el tratamiento mortuorio y una distribución diferenciada de situaciones de inhumación en relación con distintos sectores de un montículo. Aunque no es posible proponer una vinculación directa con el P1, es indiscutible la relación que existió entre las inhumaciones y quienes construyeron y se movieron sobre el P2, quedando abierta a estudio la posibilidad de su uso con fines rituales funerarios.
Discutida la situación y conclusiones específicas del caso de estudio, es posible plantear, además, algunas hipótesis de escala más amplia en relación con las problemáticas locales señaladas inicialmente. La constitución y el uso del Ma1 pueden servir, así, para extender esta mirada a otros montículos de la zona de estudio (no excluyente de otras situaciones). Con base en ello, se plantea la posible utilización de elevaciones de origen natural para la primera instalación y se propone que, al menos, parte del incremento de altura (e incluso superficie) de montículos usados en algún momento con fines funerarios pudo darse por adición antrópica intencional de sedimentos sobre las inhumaciones.
Por su parte, con el Ma1 se comprueba la reutilización tardía con fines funerarios de un montículo con ocupaciones previas. También se confirma su uso y crecimiento a lo largo de lapsos temporales amplios y la reutilización de un mismo espacio monticular en diferentes épocas, con lapsos de abandono y/o de usos no formalizados y cambio en las actividades realizadas en dicho espacio.
Sobre las dataciones y uso del sitio, se postula que los diferentes eventos de inhumación y remoción de restos humanos implicaron también importantes movilizaciones antrópicas de sedimentos, materiales culturales y ecofactos entre diferentes depósitos y áreas del entorno, lo que podría explicar algunas inversiones estratigráficas y asociaciones cronológicas aparentemente inconsistentes (como podría ser nuestro fechado de 790 ± 50 AP, o los obtenidos por Lorandi en Quimili Paso) entre muestras datadas, eventos culturales y contextos espacialmente asociados a ellas.
A su vez, el análisis del Ma1 permite afirmar el uso del espacio y la instalación en montículos del entorno durante al menos parte de los lapsos de abandono, de instalación y de uso menos formal de otros montículos vecinos. Se hipotetiza el posible desplazamiento o rotación cercana en el uso de montículos, considerando la práctica de traslado de los espacios habitacionales y reconfiguración funcional de áreas de actividad (Taboada, 2023). Se estima que pudo haber una integración de montículos desocupados a las actividades del entorno, constituyéndose en espacios de desarrollo de otras acciones (circulación, arroje de basura, fuente de sedimentos, inhumación y ritualidad funeraria).
En relación con las prácticas mortuorias, se comprueba la inclusión de inhumaciones en el interior de ciertos montículos (desestimada por Reichlen, 1940) y el agrupamiento de carácter secundario de diferentes unidades óseas (a pesar de su escasa referenciación local y en consonancia con situaciones del Noreste argentino). También se pone en evidencia que ciertos montículos pudieron ser espacios de actividades funerarias prolongadas en el tiempo y que un mismo montículo pudo contener restos humanos de varios individuos, vinculados a diferentes prácticas y etapas de ritualización funeraria.
Por otra parte, se integra la ubicación de diferentes modalidades de entierros locales definidas en la bibliografía con relación a las distintas partes de un montículo modelo, planteándose la posible ausencia de fosas definidas para la disposición de inhumaciones primarias. También se comprueba la ubicación de restos humanos dispersos dentro de un montículo como producto de movilizaciones asociadas a las prácticas mortuorias y se propone la posible recurrencia local de un tratamiento particular para huesos largos y cráneos, que incluiría su extracción diferencial, traslado y disposición final segregada de otros restos óseos. Además, se plantea que pudieron existir inhumaciones particulares dispuestas y mantenidas bajo piso como posible evento fundante para la construcción de un piso suprayacente. A la vez, se comprueba el desarrollo de actividades de ritualización funeraria –con participación de restos óseos– sobre el piso suprayacente al depósito de contención de las inhumaciones y se hipotetiza con posibles construcciones, no necesariamente habitacionales, realizadas sobre estos pisos.
Se propone así, por primera vez para la llanura santiagueña, un proceso de ritualización funeraria, planteando la posibilidad de que pudiera conformar un programa complejo y más o menos pautado de pasos y etapas discutidas anteriormente (pero no excluyente de otros, ni necesariamente de aplicación universal). Este habría implicado conocimiento y memoria certera de los espacios específicos de inhumación y de reubicación de restos humanos dentro de los montículos, así como una elaboración cultural planificada de pisos consolidados por encima de ellos, que muestra la presencia y memoria de los muertos en la vida de las personas del lugar.
Agradecimientos
Agradecemos especialmente a la Familia Villalba por tantos años de apoyo a nuestros trabajos. También a cada une de les que participaron del proyecto a lo largo de los años, y en este caso en particular a Santiago Savino. Agradecemos al Odontólogo Matías Torres Crauzas por la replicación dental 3D. Agradecemos a les evaluadores anónimes por sus valiosos aportes. Los trabajos fueron financiados por los Proyectos PICT 2235, PIP 156, PIUNT G604 y PUE 0092.
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