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Artículo

¿Cómo pensamos y representamos a los grupos humanos de la región Pampeana (Argentina)? Un análisis del discurso arqueológico

Valeria Elichiry

https://orcid.org/0000-0002-5497-7170

Área de Arqueología y Antropología, Área de Museos, Municipalidad de Necochea / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Calle 10 s/n (CP 7630), Necochea, Buenos Aires, Argentina. E-mail: valeriaelichiry@gmail.com

Selene Arislur

https://orcid.org/0000-0001-8659-1638

Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Pinto 399 PB (CP 7000), Tandil, Buenos Aires, Argentina. E-mail: arislurselene@gmail.com

Recibido: 15 de marzo de 2021
Aceptado: 25 de junio de 2021

Resumen

Entendemos a la arqueología como una de las principales disciplinas que produce imaginarios sociales sobre el pasado. Por ello, en este trabajo analizamos las representaciones sobre los grupos humanos construidas desde el discurso arqueológico en la región pampeana mediante una revisión bibliográfica de 290 publicaciones. Registramos las áreas de estudio y temporalidades en relación con categorías utilizadas para referirse a las personas, menciones sexo-genéricas, a grupos de edad, sobre alimentación, prácticas de caza y recolección. Reflexionamos sobre sus implicancias en torno a dimensiones como la complejidad de los grupos humanos, la diversidad y las relaciones pasado-presente. Observamos que el 60% de los trabajos utiliza la categoría cazadores recolectores, independientemente de la temporalidad y el área estudiada, mientras que un 10% no alude a personas. Además, registramos un uso recurrente y acotado de términos, vinculados con adscripciones temporales, para referirse a las personas en los períodos más antiguos, en contraste con una mayor diversidad terminológica para el Holoceno tardío y Postconquista. En general, se presentan paquetes temporo-espaciales para denominar a los grupos que contribuye a una ruptura entre pasado y presente. También, encontramos que las temáticas trabajadas aportan a pensar en la complejidad de los grupos, pero diluyen la diversidad. La activación de sentidos sobre el pasado humano moviliza procesos en el presente que potencian o limitan el reconocimiento de la existencia de la diversidad y desigualdad social. Aquí buscamos reflexionar sobre la forma de conocer que habilita (o restringe) el discurso arqueológico.

Palabras clave: Representaciones sociales; Relaciones pasado/presente; Construcción del conocimiento

How do we think and represent human groups in the Pampean region (Argentina)? An analysis of the archaeological discourse

Abstract

We understand archeology as one of the main disciplines that produces social images about the past. Therefore, in this work we analyze the representations about human groups in the Pampean region constructed through the archaeological discourse. The study is based on a literature review of 290 publications. We recorded categories used to refer to people, sex-gender mentions, age groups, food, and hunting and gathering practices in different study areas and temporalities. We then reflect on their implications for issues such as the complexity of human groups, diversity, and past-present relationships. Results show that 60% of the papers use the hunter-gatherer category, regardless of the temporality and the area studied, while 10% do not refer to people at all. In addition, when referring to people in the earliest periods, there is a recurrent and limited use of terms, linked to temporal ascriptions, in contrast to a greater terminological diversity used for the Late Holocene and Post-Conquest. In general, time-space labels are applied to name the groups, thus contributing to a breakdown between past and present. Also, the topics studied contribute to the discussion about the complexity of the groups but dilute their diversity. The activation of meanings about the human past mobilizes current processes that enhance or limit the recognition of social diversity and inequality. Here we seek to reflex on the construction of knowledge that the archaeological discourse enables (or restricts).

Keywords: Social representations; Past/present relationships; Construction of knowledge

Introducción

Las maneras en que representamos socialmente al pasado están relacionadas con la construcción y reproducción de discursos y prácticas de agentes e instituciones a lo largo del tiempo (Jodelet, 1986; Salerno, 2013, 2014). Estos relatos tienen la potencia de motivar procesos de identificación y diferenciación en grupos sociales del presente y se formulan en base a la selección y al olvido de ciertos aspectos (Carretero, 2007; Díaz Andreu, 1999). En este trabajo analizamos las representaciones sobre los grupos humanos y sus modos de vida, que se han construido en los discursos (sensu Foucault, 2005) de la arqueología en la región pampeana por más de dos décadas. La búsqueda se centra en reflexionar sobre los modos de conocer que posibilita la disciplina y sus implicancias en el presente (Taddei, 2018).

Ambas autoras nos encontramos desarrollando el doctorado en Arqueología y pertenecemos a un mismo equipo de trabajo (Área de Arqueología y Antropología, Municipalidad de Necochea), por lo que compartimos el área de investigación. Residimos en dos ciudades distintas, Necochea y Tandil, e investigamos en sectores serranos, interserranos y, ocasionalmente, costeros de la provincia de Buenos Aires, en los partidos de Tandil, Lobería, Benito Juárez y Necochea. La configuración de ese territorio está marcada fundamentalmente por el desarrollo histórico y la actual profundización del sistema productivo agroindustrial extractivista que genera, progresivamente, un paisaje vacío de personas. Con la excepción de ciertos sectores de las sierras y de la costa, mayormente son áreas de producción extensiva de cultivos y ganado.

Además de compartir un mismo espacio de investigación, aunque nuestros temas son diferentes, hallamos puntos en común en los modos de pensar la disciplina y los propósitos que deben perseguir nuestras investigaciones. A partir de una formación en el enfoque teórico de la Arqueología Pública y los estudios de materialidad (Almansa Sánchez, 2011; Ingold, 2007; Miller, 2005; Salerno, 2013; Segobye, 2006), confluimos en entender a la arqueología como una práctica del presente y relacional, que requiere de un enfoque reflexivo. Esto se debe a que es una de las principales disciplinas científicas legitimada para producir conocimientos sobre el pasado humano (Hidalgo, 2006; Tuhiwai Smith, 2001; Verdesio, 2014). Los materiales y las narrativas en torno a ellos no se encuentran circunscriptos al pasado al que refieren, sino que influyen en el presente motivando procesos de identificación (sensu Brubaker y Cooper, 2001) étnicos, sociales, de género, de clase, entre otros, en distintas comunidades. Además, estos discursos pueden habilitar o limitar la posibilidad de negociar políticas públicas con respecto a otros muchos aspectos de la vida de las comunidades como lo son el territorio, la gestión cultural, el turismo, etc. Por estas razones resulta una práctica política y situada (Curtoni, 2004; Haber y Gnecco, 2007; Hamilakis, 2007; Hamilakis y Anaghostopulos, 2009; Haraway, 1999; Seldes, 2011). Así, buscamos pensar en las implicancias de las narrativas que construimos a partir del análisis histórico del discurso arqueológico en la región pampeana.

Desde la disciplina arqueológica, la región pampeana posee una historia compleja de ocupaciones humanas desde hace 12.000 años AP, reestructurada por la conquista europea y, posteriormente, por el control estatal nacional a partir de la segunda década del siglo XIX. Se considera que desde el poblamiento prevaleció un modo de vida identificado como cazador recolector, que persiste con variaciones hasta la conquista (Bonomo, Scabuzzo y León, 2013; Flegenheimer, Mazzia y Weitzel, 2015; Mandrini, 2014; Mazzanti, 2007; Mazzanti et al., 2013; Mazzia, 2010-2011; Messineo, Gutierrez y Politis, 2009; Pedrotta, 2013; Politis y Madrid, 2001). Sin embargo, las narrativas arqueológicas no constituyen la única fuente de información sobre los grupos indígenas ni tampoco estas producciones han tenido el mismo enfoque con el correr de los años.

Antecedentes

La reflexión sobre la forma en que se utilizan las categorías y se caracteriza a los grupos estudiados desde las disciplinas no es nueva. Tempranamente, desde la etnohistoria, Nacuzzi (1991) interpela a la comunidad científica sobre el uso de conceptos relacionados con un modo de ser cazador recolector descripto bajo la fórmula caza-salvajismo-falta de previsión, basado en constructos evolutivos de progreso y civilización. Bajo la misma perspectiva crítica, se encuentran distintos aportes de la antropología y la historia que buscan visibilizar cómo estas disciplinas contribuyeron a la ruptura entre historia y prehistoria, en la invisibilización de los pueblos originarios en el pasado y el presente y en la construcción de subjetividades ciudadanas que estructuran un nosotros nacional donde las identidades indígenas son el otro interno en proceso de extinción (Briones, 2005; Delrío, Lenton, Musante, Nagy y Pérez, 2010; Endere y Curtoni, 2006; Mandrini, 2007; Nacuzzi, 2007; Rodríguez, 2016; Seldes, 2011).

En el mismo sentido, al interior de la producción antropológica y arqueológica diversas investigaciones buscan reflexionar sobre la categoría cazador recolector y las representaciones sobre el pasado en distintos discursos y soportes. Se observan en análisis museográficos, en instituciones públicas y privadas, en evaluaciones de actividades de comunicación pública de la ciencia, en estudios de la prensa gráfica (Chaparro, Borgo, Degele y Vergara, 2013; Conforti y Endere, 2012; Elichiry, 2017; Endere, Chaparro, Palavecino e Iarritu, 2009; Nagy, 2013; Pérez Meroni y Paleo, 2004; Salerno, 2014; Salerno y Vigna, 2012; Sánchez Azcarate, 2016; Zapata, 2013) o en trabajos que aportan al análisis crítico de los manuales escolares (Artieda, 2004; Novaro, 1998-1999; Podgorny, 1990-1992; Pupio, Palmucci y Simón, 2010; Simón, 2010). En términos generales, se menciona que estas narrativas proponen una construcción del pasado previo a la conquista separado de la narrativa histórica local/regional. También enfatizan en actividades de subsistencia asociadas a condicionamientos ambientales y diluyen la concepción de los grupos indígenas como sujetos históricos con poder de decisión. En suma, los grupos cazadores recolectores se representan despojados de complejidad e historicidad, desvinculados del presente, relacionados principalmente con actividades de caza y con escasas referencias a la recolección y a la diversidad de grupos de edad y géneros.

Asimismo, la arqueología argentina cuenta con trabajos que se han enfocado en el análisis crítico de ciertas categorías arqueológicas, tanto para repensar la práctica disciplinar y sus implicancias políticas en la construcción de narrativas, como para reflexionar en torno a las posibilidades y limitaciones que generan en la comunicación con otros grupos sociales (Bonnin y Laguens, 2009; Delfino, Dupuy y Pisani, 2019; Lazzari, 2007; Lazzari y Korstanje, 2018; Korstanje y Scattolin, 2007; Scattolin, 2004, 2006, entre otros).

Específicamente, en la región pampeana aún no contamos con un análisis sistemático del propio discurso con respecto a las representaciones que elaboramos de los grupos humanos. Por este motivo nos propusimos analizar los trabajos académicos producidos para la mesa regional de Pampa de los Congresos Nacionales de Arqueología Argentina (CNAA), publicaciones de los Congresos de Arqueología de la Región Pampeana (CARPA) y dos trabajos de síntesis de la región: Politis y Madrid (2001) y Politis (2008)1. Consideramos importante poner en discusión desde qué posicionamientos y con qué categorías se construyen los discursos institucionalizados sobre el pasado y los modos de vida que estudia la disciplina. En el desarrollo de nuestras reflexiones finales sobre los resultados obtenidos retomamos tres ejes de problematización que identificamos en cinco de los trabajos citados, específicos de la región pampeana: sobre la complejidad de los grupos humanos, la estaticidad de las categorías y la homogeneización de actores y la diversidad humana.

Posicionamiento teórico

Entendemos al discurso desde la perspectiva de Foucault (2005). Esto es, como un campo institucionalizado de prácticas, acciones y conflictos que norman la producción del saber, a la vez que controlan y seleccionan la circulación de los efectos de verdad y poder en un grupo social. Buscamos reflexionar en torno a las condiciones de posibilidad que el discurso arqueológico propone. Consideramos que analizar las maneras en que nombramos, clasificamos y construimos narrativas sobre las personas, sus materiales y el pasado puede colaborar a visibilizar las formas de alteridad social que activamos desde la disciplina.

La arqueología, en tanto disciplina científica, se presenta como un discurso hegemónico legitimado para estudiar a los grupos humanos del pasado, período que en nuestra región se inicia al menos hace 12.000 años. La mayor parte de ese período es caracterizado como prehistórico, prehispánico, precolombino, producto de la historia de las disciplinas en América y la separación de sus objetos/sujetos de estudio (Gnecco, 2011; Verdesio, 2014). Principalmente, la arqueología se enfoca en contextos con ausencia de escritura alfabética y analiza materiales que son apropiados desde el momento del hallazgo e interpretados desde lógicas modernas y presentes (Cabral, 2013; Edgewoth, 2006).

En este sentido, creemos importante resaltar que la investigación científica es una actividad que, en su práctica y en las narrativas que construye, activa una dinámica de poder en relación con personas que pertenecen a otras comunidades (locales, indígenas, no indígenas, etc.) (Tuhiwai Smith, 2001). Por ello, la hegemonía del discurso arqueológico reposa en la complementariedad de, al menos, dos mecanismos de exclusión epistémica coloniales: la jerarquización entre las tradiciones escritas y el texto científico como único valor explicativo, por un lado, y las tradiciones orales, conocimiento locales y no científicos, por el otro. Esto legitima la forma occidental de producir conocimiento por sobre otros modos de conocer y ser nativos (Gnecco, 2002).

Desde la consolidación de la arqueología como práctica científica, la disciplina se valió de una diversidad de propuestas teórico-metodológicas como fuentes para elaborar y testear hipótesis sobre el comportamiento humano y pensar el registro arqueológico. Con la incorporación de nuevas reflexiones teóricas, en las últimas décadas se pusieron en tensión algunos ejes centrales del pensamiento científico occidental: la relación sujeto-objeto de estudio, el positivismo, las ideas cartesianas de tiempo y espacio, la colonialidad del saber, la subalternización epistémica y sus consecuencias en el presente. Por ello, nos interesa recuperar la pregunta de Nicholas y Markey (2014): ¿qué se constituye como evidencia científica en el marco de un proyecto arqueológico?

En Argentina, el Estado nación se constituyó a fines del siglo XIX bajo el modelo de una sociedad blanca y europeizada, donde los pueblos indígenas encarnaban el papel de enemigos internos, obstáculos para el progreso y la civilización, y en vías de desaparición (Briones, 1998; Rodríguez de Anca, 2013; Seldes, 2011). En este contexto, se desarrollaron acciones políticas y militares por parte del Estado para profundizar en la apropiación y privatización de las tierras indígenas. La perspectiva etnocéntrica y racista fue el principio ordenador desde donde se gestaron discursos (estatales, museográficos y académicos) estereotipados sobre los pueblos indígenas pre y post-conquista (Mazzanti, 2007; Salerno, 2014). En particular, en Pampa y Norpatagonia el relato nacionalista funcionó como argumento para la invasión y el exterminio indígena en razón de aludir su extranjeridad en base al proceso de araucanización (Lenton, 1998; Mandrini y Ortelli, 1995).

En este contexto histórico, la disciplina arqueológica comenzaba a emerger operando mediante la acumulación de objetos con una lógica anticuaria y creando clasificaciones de los pueblos indígenas –definidos como prehispánicos– y sus materialidades desde un paradigma evolucionista cultural (Fernández, 1982; Ramundo, 2010). Los procesos de patrimonialización se desarrollaron de la mano, y en favor, de la construcción del Estado nación, seleccionando ciertos repertorios como propios y otros como ajenos (Briones, 2005; Crespo, 2013; Jofré et al., 2008). Por ello, la arqueología reforzó el modelo civilizatorio ubicando a la otredad dentro de los museos y asociando rasgos de los grupos y de sus artefactos a territorios geográficos estancos, creando un corte entre el pasado y el presente (Seldes, 2011; Edgewoth, 2006; Piazzini Suarez, 2006) y entre un nosotros/as y los/as otros/as (Boivin, Rosato y Arrivas, 1998; Trigger, 1992).

En la actualidad, el trabajo arqueológico está regulado por la Ley Nacional de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (25.743), sancionada en 2003. La misma “mantiene el espíritu positivista que jerarquiza el conocimiento científico sobre otros saberes” (Rodríguez, 2013, p. 75). Esta legislación re-categoriza a la materialidad indígena como patrimonio cultural de la nación, define qué es patrimonio, sitúa en las provincias el deber y la responsabilidad de proteger el patrimonio arqueológico e impone que la ciencia es la encargada de estudiar e impartir el conocimiento sobre los bienes y yacimientos. Incluso al regular al patrimonio paleontológico en conjunto con el patrimonio arqueológico ubica a este último como asociado estrictamente al pasado, quitándole historicidad y posicionándolo ajeno a las tensiones, reclamos culturales y procesos de identificación étnicos que motivan en el presente (Crespo, 2018). Esta ley posee dos omisiones importantes: en primer lugar, no medió consulta previa a su promulgación con los pueblos originarios del actual territorio argentino y, en segundo lugar, no hace referencia a las comunidades indígenas, ya sea para la gestión, definición, tutela, etc. Ambas omisiones violan los derechos contemplados en la Constitución Nacional en el art. 75/inc. 17, la ratificación del Convenio 169 de la OIT (Ley 24.071), y la Ley 25.517 (art. 3) (Curtoni y Paredes Mosquera, 2014; Endere, Mariano, Conforti y Mariano, 2015; Jofré et al., 2008; Rodríguez, 2013).

No obstante, consideramos que el marco normativo tiene potencialidad como herramienta legal en contextos particulares, vinculado al usufructo mercantil relacionado con el tráfico y comercio ilícito de piezas por parte de ciertos grupos de poder. Del mismo modo, obliga a empresas públicas y privadas a realizar una prospección previa a cualquier movimiento de suelo, denunciar el descubrimiento, en caso de que lo hubiera, y suspender la actividad. Por último, regula el otorgamiento de concesiones y permisos para la investigación científica de bienes patrimoniales (Guráieb y Frére, 2008), que posibilita un ordenamiento y una continuidad en el desarrollo de las tareas de investigación en el marco de un equipo.

Sin embargo, la activación patrimonial estatal nunca está exenta de conflictos ya que se encuentra inserta en una trama compleja y desigual de poderes (entre las empresas privadas y la gestión estatal; entre las posibilidades de gestión de la comunidad arqueológica frente a otros estamentos estatales; al interior de la comunidad arqueológica misma y, principalmente, entre todos estos actores y las comunidades locales e indígenas), encerrando siempre cierto grado de violencia epistemológica, material y simbólica (Crespo, 2018; Jofré et al., 2008; Salerno, 2014). De este modo, la ley de protección del patrimonio actúa como un dispositivo legal del Estado que normativiza las relaciones entre las personas y los bienes arqueológicos (Bezerra, 2018; Crespo, 2005).

En este contexto, el patrimonio arqueológico y los discursos en torno a él funcionan como una representación material y simbólica de las versiones de identidad nacional hegemónica, como una forma institucionalizada de saber sobre el pasado indígena, pero también, como un recurso para reproducir las diferencias entre grupos sociales en el presente, a través del acceso desigual a la producción y distribución de los bienes y al conocimiento legitimado (García Canclini, 1993; Haber, 2014; Hernando, 2009; Jofré et al., 2008; Prats, 2000; Rufer, 2016).

Creemos en la importancia de explicitar los límites de los marcos en los que construimos conocimiento, en articulación con las demandas de las comunidades en el presente para aportar al desarrollo de una práctica más comprometida políticamente y atenta a las problemáticas locales. En ese sentido, a continuación analizamos el discurso arqueológico de la región pampeana, a partir de los trabajos académicos presentados en dos reuniones científicas durante más de dos décadas y dos trabajos de síntesis. Entendemos que la selección de la muestra implica limitaciones en el desarrollo de las interpretaciones, aunque encontramos relevante su estudio. Por ello, apostamos a que surjan nuevos trabajos que reflexionen sobre las producciones académicas y que aporten a la diversidad de la muestra, introduciendo así mayor complejidad y diálogo en torno a los ejes de discusión.

En el marco de nuestras reflexiones finales retomaremos los postulados desarrollados por la arqueología etnográfica (Hamilakis y Anaghostopulos, 2009) para pensar la práctica arqueológica como un espacio que requiere de la reflexión y el diálogo permanente en todo el proceso de investigación y que precisa habilitar la coexistencia de diferentes narrativas y realidades. Ese es el espíritu de nuestras reflexiones.

El discurso arqueológico pampeano en clave histórica

Análisis y resultados

La región pampeana, como unidad espacial de análisis arqueológico, comienza a ser investigada de manera sistemática desde la década de 1980, con el retorno de la democracia a nivel nacional y la incorporación de la corriente teórica procesual en la arqueología argentina (Berón, 2013; Mazzanti, 2013; Politis, 1988; Ramundo, 2012). Sin embargo, el origen de la utilización de unidades espaciales a nivel nacional se retrotrae a los inicios de la institucionalización de la disciplina y a la necesidad de clasificar las colecciones antropológicas de los grandes museos nacionales (Podgorny, 2001; Seldes, 2011).

En el marco de los debates que se generaron al interior de la academia en relación con la validez y operatividad de la región pampeana como unidad de análisis, Berón y Politis (1997) propusieron una subregionalización teniendo en cuenta criterios fisiográficos, ecológicos y diferencias en el registro arqueológico que aún continúa vigente. En 2003, Politis y Barros vuelven a cuestionar el alcance y eficacia de la región pampeana como unidad de estudio. Concluyen que esta unidad espacial no se corresponde con criterios ecológicos ni culturales y que, tal como está definida actualmente, se basa en tradiciones de las investigaciones y en consensos académicos contemporáneos (Politis y Barros, 2003-2004). En ese sentido, consideran que es operativa como unidad para la comunicación e investigación entre colegas, como así lo evidencian las presentaciones académicas de la mesa regional dentro del CNAA y del CARPA. Por ello, utilizamos este recorte espacial para nuestro análisis del discurso arqueológico, pero sin dejar de considerar que es una construcción científica moderna y arbitraria.

Para este trabajo, registramos 290 artículos, 67 pertenecientes a la mesa regional de Pampa de los CNAA X (1991), XI (1994), XII (1997), XIII (1999), XIV (2001), XV (2004) y XVII (2010), y 221 presentaciones en los CARPA I (1998), II (2000), III (2002), IV (2005), V (2008), VI (2011). Los dos trabajos de síntesis fueron publicados en los años 2001 y 2008, siendo los únicos que encontramos en su tipo, durante el periodo analizado2 (Tabla 1). Excluimos aquellas publicaciones que no fueron comparativas por los temas tratados ya que remitían a problemáticas urbanas y rurales sin relación con grupos indígenas en el sentido de la categoría de Bonfil Batalla (1972). También, las contribuciones de Uruguay y Brasil y los resúmenes cortos, ya que no contaban con una extensión comparativa. A su vez, quedaron por fuera del análisis aquellos trabajos de los Congresos (CNAA ediciones IX, CABA 1988; XVI, Jujuy 2007; XVIII, La Rioja 2013; XIX, Tucumán 2016, y CARPA VII, Rosario 2014 y VIII, Luján 2017) que no fueron publicados como actas o resúmenes extendidos. El registro abarca cronológicamente desde 1991 hasta 2011 con el CARPA VI, publicado en 2013.

Cada publicación académica fue analizada según categorías elegidas en relación con nuestros intereses de las investigaciones doctorales y los objetivos aquí propuestos: utilización de la categoría cazadores recolectores (c-r) y/o todas las formas de referirse a los grupos humanos estudiados; mención a distintos grupos de edad y categorías sexo-genéricas (si fueron explícitas, implícitas o ausentes, y la evidencia que sustenta la interpretación); referencias a la alimentación (consumo de animales y/o vegetales); alusión a prácticas de caza y/o recolección; marco teórico-metodológico utilizado; tema principal de la publicación; área geográfica de estudio, clasificadas en base a los criterios de Berón y Politis (1997), y la temporalidad analizada.

CARPA

Año de publicación

Registro

Cantidad de trabajos

CNAA Mesa Regional de Pampa

Año de publicación

Registro

Cantidad de trabajos

I - 1998, Venado Tuerto

2004

34

IX - 1988, CABA

-

no

-

II - 2000, Mar del Plata

2002

21

X - 1991, Catamarca

1991

6

III - 2002, Olavarría

2004

29

XI - 1994, San Rafael

1997

20

IV - 2005, Bahía Blanca

2007

44

XII - 1997, La Plata

1999

13

V - 2008, Santa Rosa

2010

64

XIII - 1999, Córdoba

2003

5

VI - 2011, La Plata

2013

29

XIV - 2001, Rosario

2007

5

VII - 2014, Rosario

-

no

-

XV - 2004, Río Cuarto

2004

11

VIII - 2017, Luján

-

no

-

XVI - 2007, Jujuy

-

no

-

 

 

 

 

XVII - 2010, Mendoza

2010

7

Síntesis Regional

2001

1

XVIII -2013, La Rioja

-

no

-

Síntesis Regional

2008

1

XIX - 2016, Tucumán

-

no

-

Tabla 1. Cantidad de congresos relevados y analizados.

Destacamos que las tendencias que observamos de las distintas categorías no se vieron modificadas con el correr de los años. Por ello, exponemos los resultados de manera conjunta sin enfatizar en las fechas de las publicaciones ni en las fuentes, ya sea CNAA, CARPA o síntesis regional.

Dentro de la región pampeana, el área geográfica con mayor cantidad de trabajos fue el sistema serrano de Tandilia (n = 61), seguido por Llanura Interserrana con 46 artículos. En tanto, el área con menos trabajos publicados resultó ser la meseta basáltica en la actual provincia de La Pampa (n = 7) (Figura 1).

Figura 1. Detalle de la cantidad de artículos por áreas dentro de la región pampeana.

Con respecto a la temporalidad estudiada, destaca ampliamente una mayoría de trabajos que tratan sobre el Holoceno tardío (n = 140), mientras que el resto de las publicaciones se ubican con cierta homogeneidad entre las demás periodizaciones (Figura 2). La falta de coincidencia en el N total, tanto en la temporalidad como en las áreas tratadas, se debe a que algunos trabajos refirieron a varios períodos temporales o áreas a la vez.

Figura 2. Detalle de la cantidad de artículos que estudian cada temporalidad arqueológica.

Sobre los grupos de edad, de los 290 trabajos analizados, solamente 48 consideran la variabilidad etaria. Dentro de esa cantidad, 44 la refieren de manera explícita y cuatro de forma implícita. En su mayoría (n = 34) se determinan por análisis bioarqueológicos; uno refiere a evidencias de pisadas de niños; uno relaciona el hallazgo de miniaturas de puntas de proyectil cola de pescado con la infancia; en un caso se interpreta una bola de boleadora como juguete de niños; un trabajo considera a grupos de infantes dentro del marco teórico de la Arqueología del Paisaje; registramos una referencia de variabilidad etaria a partir del uso de la categoría de grupo doméstico, explicitando que alude a lo anterior; hay tres trabajos que, a partir de fuentes documentales (etnohistóricas y fotográficas), interpretan que antes de los 12 años los niños no acompañaban a sus padres en partidas de caza y que las mujeres desde niñas ayudaban en tareas domésticas –reconocen lanceros, madres y niños– y otro refiere a la matanza de un cacique, mujeres y niños y, por último, un trabajo que por las condiciones de accesibilidad del sitio interpretan que fue ocupado por niños o personas adultas muy delgadas. En los cuatro trabajos restantes se consideró la edad, pero de forma indirecta al hablar de diversidad en la composición de los grupos: en un caso de grupo doméstico y en otro de asentamientos familiares, aunque sin explicitar el componente infantil o adulto.

En relación con la identificación sexo-genérica, en sólo 58 trabajos fue tenida en cuenta esta diversidad para referirse a los grupos del pasado, 43 de manera explícita y 15 implícita. Al igual que con la representación de grupos de edad, la mayor cantidad de trabajos refieren a cuerpos de sexo femenino y masculino a partir de los análisis bioarqueológicos (n = 27). El resto de las publicaciones que lo explicitan, lo hacen a partir de interpretaciones de dietas diferenciales entre hombres y mujeres basadas en evidencias dentales (n = 2); una evidencia de pisadas atribuidas a sexo femenino; un trabajo utilizó información etnográfica para relacionar a las mujeres con el trabajo en arcillas; cuatro publicaciones emplean fuentes etnohistóricas para mencionar la existencia de pedidos diferenciales de objetos por parte de hombres y mujeres ranqueles al Estado, para asignar a la actividad de caza y traslado de guanacos a hombres y la carga de infantes a mujeres; uno refiere al relato de una “indiecita” y, el último, a la matanza de un cacique, mujeres y niños; otra publicación remite a la existencia de lanceros, mujeres y niños a través del estudio de fotografías; en dos artículos se mencionaron estrategias de organización y actividades diferenciales entre hombres y mujeres; en dos casos se plantea que los hombres tendrían una menor expectativa de vida por realizar mayores desplazamientos que las mujeres; en una ocasión se relaciona el área doméstica con mujeres; y por último, también se considera la presencia de hombres y mujeres dentro del marco teórico de Arqueología del Paisaje. Por su parte, dentro de las 15 publicaciones que aludieron a aspectos vinculados a sexo o género de manera implícita, 12 lo hicieron al utilizar “el hombre” cómo genérico, dos publicaciones utilizaron la categoría de grupo doméstico y, en el último caso, se destacaron “grandes hombres indígenas” en base a estudios etnográficos.

Para el análisis de la alimentación, registramos no sólo la evidencia material que sostiene las interpretaciones, sino también si se mencionan alimentos y prácticas alimenticias vinculadas. En relación con esto último, relevamos si se hace mención a la caza, a la recolección, a ambas o a ninguna.

Del total de trabajos, 174 artículos no refieren a ninguna práctica o evidencia alimenticia, 114 mencionan alimentos y, de ellos, 58 sólo de origen animal, 47 animales y vegetales y sólo en nueve casos se focalizan en los recursos vegetales. Por último, dos trabajos no refieren a alimentos sino a prácticas alimenticias como cocinar, comer y servir. Asimismo, solamente 60 publicaciones tratan sobre actividades de caza, recolección o ambas. De ese total, 33 sólo mencionan la caza (seis de ellos son de pesca exclusivamente), 22 trabajos nombran a la caza y recolección, mientras que únicamente cinco tratan sobre la práctica de recolección (dos de recolección de moluscos, dos de plantas y uno de huevos). Como en las anteriores categorías de registro propuestas, no observamos contrastes o diferencias en el tratamiento a lo largo del tiempo en las publicaciones.

Un punto que nos interesa destacar en el análisis alude a la utilización de la categoría cazador recolector (c-r) y las distintas maneras de referirse a las personas. En el 60% (n = 174) de los trabajos registrados se utiliza la categoría de cazador recolector, ya sea en plural o singular. Al relacionar períodos de estudio y uso de la categoría, observamos que en todas las unidades temporales se emplea c-r, incluso en los trabajos que tratan sobre problemáticas en el presente (Figura 3). No obstante, remarcamos un mayor uso de la categoría en los trabajos que abarcan todo el Holoceno y en aquéllos que estudian el Holoceno tardío: el 72% en el primer caso y el 77,85% en el segundo. Esta tendencia se modifica para los tiempos posteriores a la conquista, donde solo 16,66% de los trabajos refieren a c-r.

Figura 3. Porcentaje de artículos por temporalidades arqueológicas que utilizan la categoría de c-r.

Consideramos importante resaltar que del total de trabajos que utilizan la categoría, es decir 174, sólo dos mencionan de manera explícita su uso como herramienta teórica. A su vez, cinco trabajos refieren a c-r complejos y tres de ellos también especifican su empleo teórico. Asimismo, observamos que para el Holoceno tardío comienza a utilizarse la categoría cazadores-recolectores-pescadores y cazadores-recolectores-horticultores vinculada al estudio de los sitios arqueológicos en las subregiones de la Depresión del Salado y el Delta.

Por último, de los 117 trabajos que no utilizan la categoría c-r, 29 de ellos no refieren de ninguna otra manera a las personas cuyos materiales estudian. Es decir que en el 10% de las publicaciones en los congresos y mesas específicas de la región pampeana no se reconocen a las personas como los sujetos/objetos de estudio. En 12 casos esto se podría explicar en base a la especificidad de los temas abordados: procesos de formación, descripciones paleoambientales, bases de datos radiocarbónicas, análisis tafonómicos, trabajos sobre conservación, caracterización de cáscaras de Rehidae y análisis de pigmentos.

Dentro del registro bibliográfico, también consideramos significativo relevar todas las maneras utilizadas por las y los autores para referirse a los grupos que estudian. Una vez registrada la diversidad de sustantivos, los comparamos con los períodos de análisis. Producto de ello, observamos que existe más diversidad de términos para denominar a las personas durante los períodos Holoceno tardío y Postconquista, en contraste con el resto de las temporalidades.

En los artículos que tratan sobre el primer poblamiento de la región, se restringen más las categorías y se vinculan principalmente con adscripciones temporales como sociedades o grupos tempranos, paleoindios, primeros y antiguos. Mientras que para el Holoceno tardío y Postconquista se emplea una diversidad mayor de conceptos, primordialmente relacionados con la organización social de los grupos y con referencias étnicas vinculadas al uso de fuentes históricas, por ejemplo: parcialidades, tribus, bandas, culturas indígenas, etnias, indígena pampeano histórico, alfareros, grupos ceramistas, pueblos originarios, indios, caciques, organización social con complejidad socioeconómica, subsistencia aborigen, jerarquías aborígenes, mapuches, tehuelches, ranqueles, entre otras.

No obstante, estas diferencias, vemos continuidades a lo largo del tiempo, principalmente referidas al uso de paquetes temporo-espaciales para nombrar a los grupos indígenas. Por ejemplo, cazadores recolectores prehispánicos, poblaciones prehispánicas pampeanas, grupos prehistóricos, antiguos, sociedad aborigen pampeana. En este sentido, observamos que el eje espacial de análisis se utiliza para denominar diversos grupos de personas que vivieron en la región desde hace 12.000 años. Incluso, en algunos casos, observamos que la designación espacial define relaciones entre grupos pensados desde el discurso arqueológico como distintos (grupos pampeanos y grupos patagónicos, por ejemplo). Por su parte, el eje temporal delimita la existencia de las personas y su materialidad en un pasado que difícilmente habilita continuidad con el presente. Esto se explicita de forma más directa al referirse a esos materiales como pertenecientes a grupos o sociedades del pasado o sociedades antiguas. A su vez, la distinción terminológica entre grupos prehistóricos o prehispánicos y grupos etnohistóricos genera una homogeneización de todas las comunidades que se incluyen en ambos términos, tomando como eje la conquista. Retomar este hito como punto de inflexión que permitiría definir de manera generalizada dos tipos de grupos humanos (pre y post conquista) aporta a una ficción esencializante en la que se desestiman múltiples procesos históricos, tanto de conquista como de lucha y resistencia, que transcurrieron de forma diferencial en distintos territorios. Incluso, el énfasis del término en el eje temporal posiciona a ciertos grupos dentro de la historia y a otros por fuera. De esta manera, la disciplina aporta a la reproducción de una alocronía generalizada que niega la coetaneidad y la continuidad del pasado arqueológico con las comunidades del presente. Esto colabora con la definición del pasado previo a la conquista como patrimonio, desvinculado de los procesos históricos de dominación colonial y estatal y de las demandas de las comunidades en el presente (Edgewoth, 2006; Gnecco, 2002; Haber, 2014; Laguens, 2014; Piazzini Suarez, 2006).

Síntesis y principales ejes de discusión

Con el fin de sintetizar lo observado y poner en relación con las problemáticas que hallan las autoras que citamos en los antecedentes de análisis de diversos discursos para la región pampeana (Chaparro et al., 2013; Pérez Meroni y Paleo, 2004; Pupio et al., 2010; Salerno, 2014; Simón, 2010), retomamos tres ejes de discusión: 1) las construcciones narrativas en torno a la complejidad de los grupos humanos; 2) la estaticidad de las categorías de denominación de los grupos humanos y 3) la homogeneización de actores y de la diversidad humana.

1. Las construcciones narrativas en torno a la complejidad de los grupos humanos

En términos generales todos los estudios mencionados sobre narrativas museísticas, de manuales, entrevistas y prensa, observan un énfasis en la representación de los grupos c-r asociados a la simpleza, falta de previsión, salvajismo y carencias. En este sentido, encontramos que, por el contrario, las narrativas arqueológicas analizadas colaboran a deconstruir estas ideas a partir del abordaje analítico de una multiplicidad temática que incluye la diversidad de estrategias de aprovisionamiento, movilidad, simbolismo, usos del espacio y procesos técnicos.

En el caso específico del tratamiento del uso de las tecnologías y procesos técnicos, Pupio et al. (2010) y Simón (2010) observan, en los manuales escolares que circulan en instituciones educativas de la provincia de Buenos Aires, una asociación directa de los grupos indígenas con la tecnología de puntas de proyectil, asociada exclusivamente a la caza y, en particular, al momento de captura de la presa. Plantean que existe una ausencia de los procesos previos de obtención y manufactura para la realización de la actividad de caza y escasa referencia a otras actividades vinculadas a ello. En contraste, en nuestro análisis, observamos que el enfoque teórico mayormente relevado fue el de la organización de la tecnología (citando mayormente a: William Andrefky, Douglas Bamforth, Jonathan Ericson, Margaret Nelson), que enfatiza en la complejidad de los procesos técnicos utilizados por las poblaciones a lo largo de toda la cadena operativa. Sin embargo, como ya mencionamos, hay coincidencia en que se destaca la caza por sobre la recolección y el consumo alimenticio animal por sobre el vegetal. Frente a ello, nos preguntamos cuántas instancias de diálogo construimos o promovemos desde la academia arqueológica con otros espacios que construyen conocimientos en torno a las temáticas que abordamos en nuestra disciplina, como por ejemplo los distintos espacios educativos.

2. La estaticidad de las categorías de denominación de los grupos humanos

Con respecto al segundo eje, un aspecto en común mencionado en todos los antecedentes es la esencialización de los grupos vinculados a límites territoriales fijos, que dificulta la posibilidad de pensar en un espacio socialmente construido, en el intercambio y las relaciones entre actores. En este punto, consideramos que ciertos temas de los trabajos arqueológicos que analizamos refieren a las relaciones e intercambios en base a distintas materialidades (aprovisionamiento y circulación de materias primas, ubicuidad de ciertos diseños estilísticos sobre distintos materiales, obtención y utilización de diversos recursos) o a partir de enfoques teóricos como la Arqueología del Paisaje (los mayormente citados fueron: Felipe Criado Boado, Tim Ingold, Christopher Tilley). Sin embargo, hallamos una recurrencia en la denominación de los grupos mediante constructos esencializantes (grupos pampeanos, grupos tempranos, tardíos, etc.) y un uso de adjetivos como prehistóricos, prehispánicos, antiguo y pasado, incluso en los trabajos que estudian la circulación pública de este conocimiento en el presente. Como mencionamos anteriormente, esto promueve una imagen estática en torno a la dimensión espacial y una ruptura temporal que posiciona a esos grupos en el pasado e invisibiliza la diversidad de prácticas y formas posibles de identificarse a lo largo del tiempo. Consideramos que la utilización de marcos temporales lineales, segmentables, representan una manera particular –occidental– de entender el tiempo y el cambio histórico (Lucas, 2005). Argumentos similares sostenemos para la regionalización y fragmentación del territorio. En este contexto reflexionamos que las interpretaciones arqueológicas no necesariamente coinciden con las formas en que se habitó y habita el territorio, ni con las ontologías de los grupos que vivieron en el pasado e, inclusive, con algunos del presente.

3. La homogeneización de actores y de la diversidad humana

Sobre el tercer eje, y en concordancia con lo planteado por Salerno (2014) y Simón (2010), hallamos denominaciones genéricas para referirse a los grupos, reduciendo así la variabilidad e historicidad. Entendemos que, en parte, esto se relaciona con el carácter fragmentario de los materiales arqueológicos, con las escalas de análisis que esa condición permite trabajar y con las preguntas que se intentan responder. En ese sentido, en los trabajos hallamos un mayor énfasis en los procesos (estudios de organización de la tecnología y otros procesos técnicos y funcionales, procesos de formación de sitio, procesos tafonómicos sobre los materiales, trabajos experimentales, propuestas metodológicas, entre otros) por sobre la reflexión en torno a dimensiones sociales más particulares.

Por ejemplo, este carácter lo pudimos observar en los resultados obtenidos del análisis de grupos de edad y sexo/género. En los casos en que se explicitan ambas categorías se vinculan mayormente a trabajos bioarqueológicos, referencias enmarcadas en una metodología de análisis en torno a este subcampo de la disciplina. A su vez, todas las interpretaciones sexo/genéricas se realizaron de forma binaria, no se consideraron otros procesos de identificación de género ni se concibió la posibilidad de intersexualidad, aspectos relevados tanto en etnografías de distintas comunidades del actual territorio americano, como en el presente (Cabral, 2003; Lugones, 2007).

Por todo ello, nos preguntamos ¿cuántas instancias de reflexión promovemos desde el discurso arqueológico en torno a las relaciones pasado-presente? ¿Cuánto aportamos al imaginario de sociedades estáticas producto de otro tiempo? ¿De qué forma desde la arqueología podemos colaborar con la idea de diversidad al interior de los grupos?

Reflexiones y propuesta preliminar

Las relaciones coloniales de saber/poder (sensu Quijano, 1997) tiñeron la configuración histórica de la región pampeana, así como también el desarrollo disciplinar de la arqueología en Argentina. Producto de ello, el mapa social de nuestra región de estudio, específicamente el sudeste de la actual provincia de Buenos Aires, se construyó desde una perspectiva racista como blanco, europeo (bajamos de los barcos o descendemos de inmigrantes) o, en el mejor de los casos, mestizo (Briones, 2002). En este contexto, la Campaña al Desierto funcionó como un punto de inflexión desde donde empezar a contar la historia oficial (Mazzanti, 2007), relato en el cual los grupos indígenas no tuvieron lugar, habiendo prácticamente desaparecido producto del devenir natural del progreso y la civilización. Incluso, durante mucho tiempo, las disciplinas e instituciones encargadas de construir relatos sobre el pasado local y nacional silenciaron la existencia indígena en la región.

En la actualidad, según los registros del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, en la provincia de Buenos Aires se reconocen 46 comunidades que representan cinco pueblos/naciones diferentes y, en concordancia, se registran cinco lenguas: quechua, toba, guaraní, áonek´o áyen y mapuche (Messineo y Cúneo, 2009). En un trabajo reciente, a partir de un mapeo participativo en el marco de la “Mesa de trabajo autogestionada de educación intercultural de la provincia de Buenos Aires”, se identificaron 83 comunidades pertenecientes a ocho naciones (Rosso, 2018). Este relevamiento continúa vigente y se enmarca en un proceso de reemergencia y resurgimiento indígena en la región (sensu Lazzari, 2017), invisibilizado desde distintos dispositivos estatales.

En los talleres y debates en torno a problemáticas indígenas que hemos participado en el último tiempo (IV y VI Taller de discusión sobre restitución de restos humanos, en 2014 y 2017, respectivamente; Red de Educadores Populares –Taller: Feminismos de identidad, mujeres, feministas, indígenas, negras, afros, lesbianas y mujeres racializadas– y Primer Foro de Jóvenes Indígenas, en 2018) se expresaron una multiplicidad de reclamos hacia el Estado nacional. Entre ellos: suspensión de los desalojos y prórroga de Ley 26.160; ejercicio del derecho al consentimiento libre previo e informado; reconocimiento de los pueblos originarios como interlocutores para la participación y consulta a través de sus instituciones representativas según lo establece el Convenio 169 de la OIT; reactivación e implementación de servicios jurídicos permanentes y gratuitos de profesionales en la defensa de la posesión territorial; funcionamiento del Consejo de Coordinación Indígena establecido en la Ley 23.302; regularización de asignación de los delegados del Consejo de Participación Indígena (CPI); derecho a educación bilingüe e intercultural y desarrollo de salud indígena a través de la medicina tradicional ancestral. En particular, encontramos una demanda concreta hacia la academia: “no al extractivismo de nuestros símbolos, de nuestro conocimiento, de nuestras identidades” y los reclamos por la restitución de los cuerpos indígenas y otras materialidades que están en los museos. En ese sentido, consideramos que un posicionamiento contextualizado en las luchas del territorio en que se habita y se produce conocimiento debe prestar atención a esas demandas y en particular a aquellas de carácter local.

En relación con la historia local del territorio donde trabajamos y vivimos, nuestra práctica arqueológica en los sitios estudiados resulta en una actividad con pocos/as interlocutores/as. La posibilidad de establecer diálogos resulta cada vez más acotada, vinculándonos únicamente con las pocas personas que hoy trabajan en esos campos. En este contexto, creemos importante transitar otros espacios locales por fuera de los sitios, entendidos desde la disciplina como arqueológicos, para poder pensar en encuentros e interpelaciones con la comunidad local, escuchar las demandas particulares y aportar desde nuestro lugar de manera situada y respetuosa.

En el marco de nuestros proyectos y como habitantes de dos de las localidades donde investigamos, hemos participado de distintos encuentros formales y no formales con personas indígenas y no indígenas de las comunidades locales (por ejemplo, “Charla-Debate. La vida del Pueblo Mapuche hoy: Cultura, cosmovisión, territorialidad e interculturalidad”, en la ciudad de Tandil). Producto de estos diálogos surgieron, y nos surgieron, reflexiones en torno a la práctica arqueológica: patrimonio arqueológico, ¿de quién y para quién? ¿Qué materialidades y lugares poseen valor ancestral para los grupos/personas indígenas? ¿Qué es invisible y qué es importante para la arqueología? ¿Cuáles son las trayectorias y militancias de las comunidades indígenas en esta zona? ¿Qué prácticas, saberes y memorias se reactivan en los encuentros? ¿Qué otras formas de construir y comunicar sobre el pasado y presente indígena tienen existencia? Pero también se manifestaron demandas locales concretas vinculadas con la destrucción de las sierras y sus lugares ancestrales a causa de la explotación de canteras y la propiedad privada.

En este contexto, nuestro interés se vincula con la propuesta de Hamilakis y Anagosthopulos (2009) en relación con la importancia de la etnografía para entender las problemáticas de las personas en el campo y las miradas diversas sobre el pasado. La búsqueda se centra en comenzar a generar mayor equidad en las relaciones de poder y promover el potencial creativo que se encuentra en el diálogo entre diversas interpretaciones. Entendemos que la etnografía debe ser una actitud permanente, contextualizada e integrada a la práctica arqueológica, presente en todos los pasos de la investigación. Una etnografía en contexto para posicionar nuestra mirada, nuestra subjetividad y nuestro lugar de poder; etnografía para pensar en los efectos y consecuencias de las prácticas en el presente y en las narrativas construidas sobre el pasado, atendiendo a la herencia colonial para desarrollar una práctica reflexiva real.

Reflexionar sobre la construcción de narrativas en torno a grupos humanos del pasado implica pensar en comunidades indígenas en el presente, porque ellas reconocen ciertas materialidades y lugares que denominamos arqueológicos como parte de su propia historia (Bezerra, 2018; Cabral, 2013; Taddei, 2018; Tuhiwai Smith, 2001; Vaquer y Pey, en prensa). Asimismo, se vincula con historias de personas que habitamos el territorio, aunque no nos identifiquemos étnicamente como indígenas. De este modo, materiales y espacios funcionan como dispositivos de memoria que motivan diversos procesos de identificación en el presente anclados en distintas tramas de sentidos (Picoy, 2020; Salerno y Leiva, 2017). Por ello, qué se elige contar sobre el pasado humano de la región involucra un posicionamiento político en la disputa por el reconocimiento de la existencia de la diversidad y desigualdad social.

Por todas estas razones consideramos la necesidad de revisar las categorías con las que denominamos y construimos conocimiento sobre el pasado. A pesar de todas las incógnitas que quedan del análisis de los materiales arqueológicos, debido a la fragmentación de la evidencia y las escalas amplias con las que trabajamos, consideramos que hay aspectos humanos que han estado siempre presentes y que no son posibles de soslayar: entre ellos la diversidad de grupos de edad y de géneros; la variabilidad en el modo de hacer las cosas; el consumo de alimentos de origen animal y vegetal con distintas formas de obtención y preparación. En el mismo sentido, no podemos ignorar la presencia actual y política de la materialidad y las prácticas y discursos que motiva sobre grupos del presente. Quizás el problema esté en el orden del discurso arqueológico hegemónico y lo que él no permite decir. Quizás debamos ampliar los marcos de referencia de los que nos valemos para obtener la información, para de este modo permitirnos construir una narrativa histórica e historizada y en diálogo con otras formas de conocer y de ser.

Agradecimientos

Agradecemos a las compañeras y compañeros, docentes y colegas con quienes compartimos y debatimos en torno a distintas dimensiones de la práctica arqueológica, en diversos cursos doctorales y en la presentación del presente trabajo en el CNAA XX, que aportaron a nuestro enfoque y reflexiones. Especialmente, a nuestras directoras Naty Mazzia y Nora Flegenheimer por sus comentarios enriquecedores y, también a Nora, por la revisión del resumen en inglés. Por su parte, agradecemos los comentarios de quienes nos evaluaron que contribuyeron a la mejora de nuestro trabajo. Ambas autoras desarrollamos esta investigación en el marco de Becas Internas Doctorales otorgadas por CONICET.

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1 Los resultados fueron presentados en la mesa regional de Pampa del XX CNAA en 2019; este trabajo retoma ese análisis y lo profundiza.

2 Como trabajos de síntesis registramos sólo aquellos que incluyeron a la totalidad de la región pampeana y fueron publicados en revistas científicas, quedando por fuera de este análisis las producciones destinadas a público en general.