Es un desafío presentar la vasta producción y amplia trayectoria de Eduardo Luis Menéndez Spina. Afortunadamente disponemos de muchas y variadas reseñas de su obra (Sariego Rodríguez, 2009; Rodríguez, 2015). Y en particular ha sido él mismo quien ha sabido repasar, reflexionar y revisar sus propias categorías y presupuestos, exponiendo la trayectoria que lo impulsó a esos desarrollos y también a volver sobre sus pasos en algunas ocasiones (Menéndez, 2015; 2020; CGA, 2011).
Quienes escribimos estas líneas investigamos y participamos del campo de la salud en el que su aporte en las últimas décadas resulta insoslayable. Sus estudios y enfoque histórico-relacional de los procesos de salud-enfermedad-atención y prevención son ampliamente reconocidos, tanto adhiriendo como polemizando, en especial en América Latina. Sin embargo, su influencia no se limita al área de problemas del que es uno de los principales artífices como lo es la antropología médica o antropología de la salud, sino que su aporte ha tenido que ver con la construcción de categorías y conceptos que han contribuido al desarrollo teórico-metodológico de la antropología en general. En estas líneas nos proponemos dar cuenta de aquellas que más influyeron en la producción de los investigadores que formamos parte de esta institución.
Una de los principales rasgos de la obra de Eduardo Menéndez es que sostiene y revisa en forma permanente algunas teorizaciones y conceptos como lo hace en el artículo que forma parte de este número de los Cuadernos de Antropología Social. La insistencia en la adopción de un enfoque relacional y la crítica a las investigaciones que en antropología se basan casi exclusivamente en la palabra del actor tomada como verdad, constituye un eje central en su obra. Esta preocupación es posible rastrearla hace ya casi veinte años (Menéndez, 1997, 2002, 2009a y b) y se vincula con su preocupación respecto de las relaciones y rituales sociales, el lugar de la cultura y de la ideología y el poder, en el marco de procesos de hegemonía subalternidad.
En este artículo, sin embargo, Eduardo matiza esta crítica y propone una articulación entre el enfoque relacional y el basado en el punto de vista del actor considerando tanto sus limitaciones y omisiones. Recuperando desarrollos entre otros de Oscar Lewis, propone estudiar actores significativos en su capacidad de agencia y las “transacciones que operan” entre ellos. En este sentido, no erramos al afirmar que otra constante en su producción es revisar sus propios dichos y proponer nuevos caminos así como revisitar las obras de autores más o menos olvidados de la disciplina.
En el enfoque relacional se incluye su noción de transacción (Menéndez, 1981) que ha sido recuperada en estudios de antropología política en nuestra institución para el análisis de los procesos micro políticos en relaciones de hegemonía y subalternidad (Manzano, 2013; Neufeld y Wallace, 1998) y para dar cuenta de las estrategias que utilizan los sujetos para vivir y sobrevivir en condiciones de desigualdad. Es este mismo enfoque el que le posibilita cuestionar, como lo hace en este texto, las corrientes que desde hace más de tres décadas vienen afirmando la disolución de los vínculos sociales cuando “no encuentran” las relaciones sociales que “buscan”. Menéndez afirma que tenemos que dar cuenta de las relaciones sociales realmente existentes (Menéndez, 2002, 2006) y renueva ese compromiso en este artículo incluyendo las relaciones que se construyen a partir de entornos virtuales.
Cómo viven y sobreviven los sujetos ha sido otra de sus preocupaciones que su rigor ha puesto en tensión analítica con sus anhelos militantes de transformación social. Constatar que, más que procesos de transformación, los antropólogos estamos obligados a describir, analizar continuidades constituye casi una decepción para él. De las evidencias de sus estudios surge la idea de “aguante” (Menéndez, 2002) es decir, las múltiples estrategias que despliegan los sujetos para sobrevivir la desigualdad social, y para evitar la muerte.
Cabe destacar asimismo su perspectiva a la hora de abordar la complejidad de los procesos salud-enfermedad-atención y prevención y la dialéctica propuesta de prácticas y representaciones (Menéndez y Di Pardo, 1996). Allí parte del presupuesto que las palabras muchas veces contradicen las prácticas de los sujetos y que es el análisis del sentido y la orientación de esas prácticas uno de los principales aportes de la antropología al campo de las ciencias sociales a partir del uso sistemático de la observación participante. En este sentido permanentemente interpela y obliga a observar las prácticas de los sujetos en nuestros estudios de campo y cotejarlas con sus discursos y narraciones. Si bien él ha utilizado estas categorías para el análisis de los saberes en salud y del trabajo médico, se trata de una de las principales contribuciones también al desarrollo de la investigación en antropología social y que se articula con los otros conceptos mencionados en un consistente corpus teórico.
El racismo y su persistencia es otro de sus intereses (Menéndez, 2002, 2017), extendiendo el uso de este término más allá de la biología, más allá del tono de piel y más allá de los cuerpos. El uso del término “racismo”, en lugar de otros frecuentes en el campo de los estudios antropológicos, como etnocentrismo, discriminación étnica, xenofobia, o estigmatización, le ha dado potencia política a la denuncia de estas situaciones. Uno de los “piedralibres” más interesantes a nuestro juicio resulta de la crítica a los estudios referidos a la interculturalidad en salud, y los vínculos entre “racismo” y “culturalismo” cuando se omiten las relaciones de dominación estructural.
Finalmente, en el último tiempo ha avanzado en su reflexión en torno de los “olvidos” y sus mecanismos. Menéndez afirma que los sujetos nos inclinamos a borrar de la memoria los sucesos traumáticos, sean éstos individuales y/o colectivos, y que existe una tendencia a olvidar o “mitificar” el pasado. Esta reflexión la efectúa a partir de su propia experiencia personal, sobre todo la experiencia del exilio obligado y la persecución antes y durante la dictadura militar en nuestro país. También la refiere a sus investigaciones, advirtiendo acerca de la necesidad de asumir que los pasados narrados por los sujetos de nuestros trabajos de campo pueden analizarse en estos términos, esto es, en tanto mitificación del pasado (Menéndez, 2002, 2020).
Eduardo Menéndez es un autor original, agudo, de escritura intensa y una figura importante que ha dado esta universidad a nuestra disciplina. Pero vale también decir que hay tantos “Eduardos” como cada uno de sus discípulos y discípulas, lectores y lectoras, amigos y amigas; y sus detractores también tienen su propio Eduardo. De ahí el interés de este nuevo escrito para aportar a diálogos y polémicas y también propiciar el conocimiento de sus desarrollos e ideas para las nuevas generaciones.
Menéndez, E. (2015). Las furias y las penas. O de cómo fue y podría ser la antropología. En M.R Neufeld, M. C. Scaglia y M. J. Name (comps.) “Y el Museo era una fiesta...”. Documentos para una Historia de la Antropología Argentina (pp.17-25). Buenos Aires: Colección Libros de Filo. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires.
Colegio de Graduados en Antropología C.G.A. 2011. “Encuentro con Eduardo Menéndez”. Entrevista del Ciclo Trayectorias del Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina. https://www.youtube.com/watch?v=4HNbhj9_2zE&t=456s