Espacio Abierto - Artículo Original
Emprendimiento y capitalización de lo comunitario.
Consideraciones sobre un caso en el Barrio 20 (Villa Lugano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Entrepreneurship and community capitalization.Considerations about a case in Barrio 20 (Villa Lugano, Autonomous City of Buenos Aires)

Empreendedorismo e capitalização da comunidade.Considerações sobre um caso no Barrio 20 (Villa Lugano, Cidade Autônoma de Buenos Aires)

Emprendimiento y capitalización de lo comunitario.. Consideraciones sobre un caso en el Barrio 20 (Villa Lugano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires)
Cuadernos de antropología social, vol. 61 no. , (93- 110 pp.), Jan-Apr, 2025, doi: 10.34096/cas.i61.14844. ISSN: 1850-275X
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas. Sección de Antropología Social


Introducción

Las transformaciones sociotécnicas del capitalismo que, actualmente, son enmarcadas en la llamada “cuarta revolución industrial” (Schwab, 2017; Levy Yeyati, 2018), refieren especialmente a procesos vinculados al desarrollo de tecnologías de fabricación digital que implican paulatinos procesos de digitalización de la producción y del trabajo, así como una reconfiguración de las habilidades requeridas para el “futuro del trabajo”. Sin embargo, dichas transformaciones ya habían comenzado a gestarse a fines de la década del cincuenta en países como EE. UU. y Alemania -y se profundizaron en los años setenta y noventa para terminar por desbloquearse especialmente luego de la crisis de 2008-. Justamente, cabe señalar que, a fines de la década del cincuenta, también emergía un núcleo problemático en el capitalismo global respecto de qué hacer con la “población flotante” efecto de los cambios no solo tecnológicos, sino en las formas de organización del trabajo generados por la crisis de los procesos de acumulación ligados al “modelo fordista” y a la crisis de sobreproducción que devendría en la década del sesenta (Presta, 2022a). En este punto, las propuestas en torno al “futuro del trabajo” comienzan a delinear la necesidad de transformar los valores de la sociedad hacia formas no estrictamente asalariadas de trabajo bajo ideas de libertad y autonomía, que se conjugaron con el avance progresivo del neoliberalismo luego de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial (Presta, 2022a). En los años noventa, con el Consenso de Washington y sus implicancias, términos como “posindustrial”, “postrabajo” fueron naturalizados a partir de las llamadas “teorías del fin del trabajo”, con propuestas orientadas hacia la economía social como forma de absorber la fuerza de trabajo sobrante (Rifkin, 1999) y la gestión de propio tiempo a partir de múltiples actividades laborales autogestionadas (Gorz, 2003).

Años después, un organismo como la Comisión Trilateral (2022 1) afirmó que el capitalismo se encamina hacia una fase “sustentable e inclusiva” frente a desafíos como el cambio climático, la revolución digital, la desigualdad y el descontento de las masas. Retos ante los cuales sostienen que es necesario “compensar a los más vulnerables”. Respecto del trabajo humano y sus perspectivas en dicha “etapa” del capitalismo, plantean que el mercado recompensa a los individuos con talento, habilidades y tolerancia para los riesgos, al tiempo que, en el capitalismo, las desigualdades deben ligarse al individuo (Comisión Trilateral, 2022, p. 34). En este sentido: “el concepto de una ‘buena vida’ o el deseo de idénticos ingresos, debe transformarse para incorporar lo comunitario” (Comisión Trilateral, 2022, p. 36). De modo que “la gente provee la más importante fuente de poder del capitalismo, su creatividad, dedicación, emprendimiento y gerenciamiento provee el combustible para la máquina capitalista, la más importante inversión es en sus oportunidades y habilidades” (Comisión Trilateral, 2022, p. 42).

Sin ir más lejos, podemos vincular esto último con la idea de emprendedor e incertidumbre (Hayek, 2007) en la Escuela Austríaca (una de las principales vertientes del neoliberalismo), a partir de la cual se trata de construir un sujeto que debe asumir riesgos en un ámbito de constante competencia. En este sentido, bajo la Escuela Austríaca, la concepción de emprendedor remite a “cualquiera que tolere los riesgos y cuyos ingresos consisten no en renta de la tierra o salario sino en el beneficio” (Hayek, 1985, p. 226). Pero, como ya planteara Marx (1980), las formas del trabajo son relaciones sociales cuyas determinaciones se han constituido al margen de los diferentes trabajos (en términos concretos) y en las cuales los trabajadores/as pasan a ser elementos de estas combinaciones sociales, que se les enfrentan como configuraciones del capital. Precisamente, la extensión de la forma empresa y el “emprendedor” y su articulación con el neoliberalismo han sido objeto de análisis críticos (Foucault, 2008a; Puello-Socarrás, 2010; Laval y Dardot, 2013; Rodríguez, López Rivas y Tapia Mejia, 2020).

En relación con esto último, resulta necesario establecer algunos elementos en torno a la “pobreza” e incluso al lugar que ocupa lo “comunitario” en las racionalidades de gobierno neoliberales, en este caso, centrándonos en algunos postulados de la Escuela Austríaca. En particular, cuando han planteado que, en caso de un fuerte descontento y reacción violenta ante la incapacidad de ganarse la vida, el Estado puede actuar por fuera del mercado para asegurar que los individuos no caigan por debajo de cierto “piso” (Hayek, 1982). Esta idea de mantener un “mínimo biológico” respecto de la pobreza, podríamos decir retomando a Álvarez Leguizamón (2008), se trata de una forma de gestionar el conflicto social y que los mecanismos de regulación de la competencia hagan el resto. Asimismo, Hayek planteará que otra “forma complementaria” de contrarrestar dicho problema es revitalizar el espíritu comunitario “para descentralizar la forma en que se moldea el medio ambiente conocido y esto puede satisfacer las emociones y necesidades personales” (Hayek, 1982, p. 146). En este sentido, la premisa central alude a que los sujetos se piensen a sí mismos en tanto libres, condición que les permitiría ser capaces de afrontar los procesos de adaptación constante a las vicisitudes del orden de mercado. Dentro de la Escuela Austríaca, el concepto de pobreza se circunscribe, en este sentido, a una instancia individual -causada por el infortunio y debilidad personal a partir de la cual cada individuo, cada familia, debe resolver su propio problema de pobreza (Hazlitt, 2015; Read, 2019)-. Esto se vincula al postulado de una natural desigualdad entre los seres humanos transversal al proyecto civilizador neoliberal, tal como lo denomina Murillo (2018). De modo que, para la Escuela Austríaca, la desigualdad es la mayor virtud del capitalismo puesto que obliga a invertir nuestro mayor esfuerzo en maximizar el valor de nuestra propia producción y, así, maximizar el valor de la producción de toda la comunidad (Hazlitt, 2015). Postulados que se sintetizan en la idea de “empoderamiento” de los pobres (Banco Mundial, 2005), que concentra, de forma paradójica, la autogestión individual de la propia vida y lo comunitario en tanto “malla de contención”. Cabe notar que, ante los diagnósticos de organismos internacionales sobre el aumento del desempleo que produciría la llamada “cuarta revolución industrial”, encontramos similares propuestas ancladas en la importancia de los valores, el emprendimiento, el empoderamiento comunitario y el aprendizaje continuo (Fondo Monetario Internacional, 2018; Banco Mundial, 2019; Comisión Trilateral, 2022; Foro Económico Mundial, 2022).

En virtud de lo anterior, resulta importante tener en cuenta que el neoliberalismo plantea una disputa en torno a la teoría objetiva del valor a partir de la teoría subjetiva del valor (De Büren, 2020), sistematizada por Carl Menger (1985 [1871]) en su libro Principios de economía política, eje transversal de las distintas vertientes del neoliberalismo. La teoría subjetiva del valor desplaza la centralidad del trabajo, enfatizando en el valor subjetivo o significación que los agentes económicos realizan en torno a un bien. Cuestión importante puesto que le permite, asimismo, plantear que “las relaciones de amistad y de amor, las comunidades religiosas y otras cosas parecidas y la confianza” cuentan con la cualidad de bienes (Menger, 1985, p. 33). Es decir, se trata de la aplicación de un criterio de inteligibilidad económica sobre lo afectivo y relacional del ser social, lo cual constituye el anclaje de los postulados de la Escuela Austríaca y organismos internacionales acerca de la pobreza y lo comunitario.

En relación con lo anteriormente planteado, el objetivo del presente artículo es indagar en torno a la forma-emprendimiento, en tanto una forma social específica, en la cual el poder es ejercido en la sociedad en su conjunto. La extensión de la forma-emprendimiento se profundiza en el marco de una merma en los procesos de asalarización (Piqueras, 2017; Antunes, 2020) y un descentramiento del trabajo asalariado (Denning, 2011), efecto de las transformaciones en los procesos de producción capitalistas. De modo que argumentaremos sobre la relación entre dicha extensión y lo que denominamos como “capitalización de lo comunitario”, vinculada a técnicas de autogestión de la propia vida, capacidades y recursos y, al mismo tiempo, como una forma de valorizar estratégicamente las relaciones sociales, los valores y las relaciones interdomésticas.

Descripción del caso y consideraciones metodológicas

En virtud de las mencionadas transformaciones y tendencias, y con el fin de indagar en algunas de sus implicancias, realizamos nuestro trabajo de campo (desde 2018 hasta la actualidad) sobre el proyecto de una asociación civil que promueve emprendimientos en el marco de espacios de capacitación en robótica aplicada y construcción de impresoras 3D, talleres de tecnologías multimedia, la organización social y el cooperativismo en la Villa 20 de Lugano (Barrio 20),2 zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Argentina.

La historia de la asociación civil en el Barrio 20 se remonta al año 2002. Se gestó en la Asamblea Popular de Villa del Parque durante la crisis de 2001. En ese marco, se acuerda la idea de militar en un asentamiento de La Paternal, conocido como “La Lechería” (antigua fábrica lechera que, a partir de la década del setenta, fue tomada por alrededor de 300 familias). En ese momento, las reivindicaciones se concentraban en el acceso a la salud, la vivienda y la educación. En el 2008 se determina la orden de desalojo sobre “La Lechería”, que se implementa con la policía y máquinas topadoras de manera violenta. Luego del brutal desalojo, se consiguieron unas viviendas provisorias en la Villa 20 de Lugano. A partir de esto último, comienza una nueva etapa de organización en el Barrio 20. Allí conforman emprendimientos productivos bajo tres líneas: educativa, trabajo y capacitación (robótica aplicada e impresión 3D) y comunicación, así como el desarrollo de cooperativas (textil y gráfica), con fondos públicos. “Cada espacio es una empresa”, según las palabras de la coordinadora de la asociación civil en una entrevista realizada en el año 2023. En este sentido, conciben el territorio como un espacio de producción e inserción laboral. En palabras de los/las integrantes, el proyecto actual (que inició en 2014) busca impactar en la reducción de la brecha digital existente, entendiendo que la falta de acceso a Internet se traduce en nuevas desigualdades que se sobreimprimen sobre otras más estructurales. De modo que han puesto en marcha una red de wifi con la conformación de una cooperativa de provisión de servicios de Internet para el barrio, a partir de la cual Internet se constituye como una herramienta para la comunicación y organización de la comunidad.

En este marco, se dictan talleres de robótica para jóvenes, niños y niñas y adultos bajo la consigna de trabajar de manera colaborativa, desarrollar el pensamiento lógico y fortalecer la autoestima. Debido a dichos talleres y capacitaciones, en mayo de 2022, reciben un reconocimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA) junto con Profuturo (programa de la Fundación Telefónica y la Fundación la Caixa), por “Buenas Prácticas de Educación Digital de las Américas”. A partir de las entrevistas realizadas, surge una idea-fuerza central: la apropiación popular de la tecnología y la pregunta de cómo transformar lo aprendido en los talleres en emprendimientos productivos concretos, incorporando formas de autoproducción. En este sentido, se trata de “pensar a los pibes como potenciales innovadores” (testimonio integrante del proyecto, 2018). Cabe mencionar que, a partir de 2009, en la Villa 20 se implementan políticas orientadas al armado de cooperativas y microemprendimientos para “articular una red social y política que garantice gobernabilidad en estos territorios” (Cravino y Palombi, 2015, p. 48).

En cuanto a estudios recientes en referencia a la Villa 20, se argumenta que, ante el predominio de empleos informales y precarios con salarios por debajo de la media de la CABA y la desocupación (Díaz, 2019, p. 6), sumado a una importante fragmentación territorial,3 uno de los principales problemas es la integración sociourbana de la villa al resto de la ciudad (Díaz, 2019; Zapata, 2019). Dicho problema es analizado bajo la óptica de las formas de participación social y las formas de “autoproducir la ciudad de manera no mercantil” (Díaz Parra y Zapata, 2020, p. 602). Esto se conjuga con estudios que sostienen la “presencia de una masificación de las prácticas desmercantilizadoras, latentes en los sectores populares, que ponen en crisis el proceso neoliberal de mercantilización de la reproducción de la vida cotidiana” (Díaz, Lifszyc, Bonano y Corti, 2022, p. 248). En relación con lo anterior, resulta necesario poner en discusión el énfasis puesto en el carácter “no mercantil”, más aún si analizamos las prácticas concretas con respecto a múltiples dimensiones: las mutaciones en el orden socioeconómico capitalista que tiende a borrar la separación entre trabajo productivo/improductivo, la compleja imbricación entre capitalismo y neoliberalismo, la impronta de los organismos internacionales en la política social y las formas de gobierno de la fuerza de trabajo (que rebasan la forma salario) y sus sentidos.

Nuestro trabajo de campo retoma la importancia del carácter relacional de los procesos sociales estudiados. En este sentido, es necesario tener en cuenta la superficie de emergencia histórica y el carácter dinámico de las prácticas sociales. Hemos realizado entrevistas abiertas y semiestructuradas y observaciones de campo entre 2022 y 2023, que constituyen los registros sobre los cuales trabajaremos en este artículo. Las entrevistas han sido realizadas con las referentes del barrio y las/los participantes de los talleres, así como con la coordinadora de la asociación civil. Respecto de nuestro análisis, utilizamos fragmentos textuales de dichas entrevistas (todas ellas han sido grabadas y desgrabadas con el permiso de los/as entrevistados/as), así como reconstrucciones a partir de nuestras observaciones de campo.

Asimismo, hemos articulado el trabajo de campo con la perspectiva arqueológica de Foucault (1991). Nos centraremos tanto en el análisis de documentos de organismos internacionales que se enlazan con postulados de la Escuela Austríaca como en los testimonios y observaciones registradas durante nuestro trabajo de campo. Los documentos serán tratados como “monumentos” o restos arqueológicos, lo cual nos permite deconstruir ciertas evidencias y establecer la materialidad de los acontecimientos. Lo importante es dar cuenta de cuáles son las condiciones de posibilidad de lo que se dice. En este sentido, entendemos al poder como una relación social y como una relación de fuerzas, siempre vinculado con formas de saber. Su carácter relacional y cambiante permite a los mecanismos de poder circular en prácticas discursivas y extradiscursivas (instituciones, ordenaciones urbanas, códigos del “ver” y “hablar” presentes tanto en el sentido común como en las afirmaciones científicas) que construyen formas de vida y sujetos (Foucault, 1991, 1992).

La multiplicidad y heterogeneidad de las dimensiones abordadas en nuestro problema de investigación se articulan a partir del concepto de racionalidades de gobierno. Puesto que es en dicha multiplicidad que se construyen las racionalidades de gobierno actuales, se trata de un concepto que nos permite discernir el campo discursivo dentro del cual el ejercicio del poder es conceptualizado; es decir, una racionalidad que enmarca una forma de pensar y ejercer el poder (Foucault, 2008a). Esto nos permite pensar en términos de relaciones de sucesos heterogéneos que tienden a converger y consolidarse como principio hegemónico de las relaciones sociales en un momento histórico especifico. En este sentido, recuperar la perspectiva arqueológica desde el estudio etnográfico nos permitirá, no solo establecer algunas condiciones históricas en las que emergen la forma-emprendimiento y la extensión de formas de trabajo no asalariadas, sino también cómo es construido el sujeto emprendedor en el marco de las racionalidades de gobierno que permean el dispositivo pobreza (Murillo, 2011). Dicho dispositivo se encuentra atravesado por políticas sociales vinculadas a financiamientos de organismos internacionales de crédito. En nuestro caso, se trata de subsidios estatales para el desarrollo de cooperativas, microcréditos sociales para emprendedores/as y el programa Potenciar Trabajo. De modo que el análisis de una serie de documentos que contemple a dichos organismos resulta central en virtud de lo planteado hasta ahora. Especialmente, si tenemos en cuenta que, luego de la crisis de 2008, emerge una mutación en las políticas sociales, a partir de la cual las ideas de emprendedor/a y emprendimiento comienzan a cobrar mayor fuerza.4

Los límites del ser-solidario

El tener que “arreglárselas” -cuestión que surge de modo recurrente de las entrevistas-, ya sea con los servicios básicos y las necesidades propias del barrio, como con la generación de ingresos, ha dado lugar a solidaridades, pero, según los testimonios, se trataría de una solidaridad “limitada” por las condiciones materiales de existencia, donde el tiempo cotidiano se divide en lo que consideramos como una pluralidad de bases económicas (Comas D’Argemir, 1998):5 emprendimientos individuales, trabajos informales, “changas”, trabajos asalariados (en “blanco”):

Tenemos unos organismos que, por lo general, no prestan demasiada atención a las necesidades que tenemos en el barrio y, entonces, lo que hace es que cada quien se ocupe de lo suyo y ¡ya está! Cuesta muchísimo organizarnos en este momento porque el trajín de todos los días de cada uno, nada, me ocupo de lo mío y se acabó. Y hasta ahora nos echan la culpa de cómo vivimos. Si no tenemos luz, es culpa de nosotros porque la usamos mal. [Nos dicen] Ustedes no tienen derecho a tener aire acondicionado porque el aire consume mucho… ¿Por qué ustedes tienen acceso a eso? Los pobres somos el problema de la fuga de la economía de la República Argentina y nada que ver. A nosotros, cuando salimos afuera, ¡Ah, ustedes no pagan impuestos! ¡Corazón, ya voy al DÍA [supermercado] y pago el 21% del IVA! ¡Pago impuestos! ¡Vos qué te crees, que no me gustaría pagar la luz y cuando se me corta llamar a Edesur y recontraputearlos porque estoy pagando por un servicio y lo mismo con el agua! Estamos como estamos porque ¡listo! ¡es gratis! Pero estamos pagando un costo enorme por eso. (Testimonio entrevista referente del barrio e integrante del proyecto, 2022)

A este testimonio, la coordinadora de la asociación civil agrega que a los barrios populares se les exigen procesos de organización que no existen en otros centros urbanos. Encontramos en los testimonios una impugnación constante ante ese poner-en-el-otro un ser que no es, que pretende ejercer una eficacia tanto en el plano ontológico como material. Esto se ancla, por ejemplo, en un “dar por sentado” un ser-solidario, ante lo cual las entrevistadas mostraron una postura crítica que se enlaza con la percepción de una naturalización que los/las ubica como sujetos sin “derecho” a tener derechos sociales. En virtud de lo anterior, resulta importante considerar que “los sujetos existen al tomar distancia de su condición social, de la identidad que les es asignada y, eventualmente, de un sí mismo que sufre” (Agier, 2012, p. 23). Ante la constante obturación de la alteridad, ese sujeto constituido espacial y temporalmente emerge contra la identidad asignada (Agier, 2012):

desgraciadamente, los pibes del barrio están recontra estigmatizados por la sociedad completa: los pibes hacen esto, hacen lo otro, chorean, se drogan y ¡nada más! O sea, si terminan la secundaria ‘con suerte’ y ‘apenas saben leer’ ¡y no es así! (Testimonio entrevista referente, 2022)

La tensión que encontramos, en este sentido, radica en disputas en torno a los derechos, identidades y posiciones sobre la “pobreza”, que constituyen, sin duda, un eje transversal de las prácticas concretas de los sujetos entendidas en términos de resistencia a ese “poner” un ser que “no es”; y al mismo tiempo, el tener que “arreglárselas” nos lleva a pensar en un imperativo constante a “resolver sus propios problemas” presente en los postulados de la Escuela Austríaca que mencionamos anteriormente y que vinculamos con la construcción del sujeto emprendedor.

Asimismo, estos testimonios nos introducen a la interpelación constante a autogestionar sus propios derechos, capacidades y recursos. Táctica que se vincula a una concepción de la pobreza circunscripta a una instancia individual en las racionalidades de gobierno neoliberales. Desde el punto de vista de los testimonios, esto parece marcar un “adentro” y un “afuera”, imbricado y, a la vez, difuso y en tensión, lo cual tiende a transformar al Barrio 20 en un “lugar híbrido” (Barros y Zusman, 1999), que nos permite pensar en términos de no-lugar. En Foucault (1992), este no-lugar refiere a los enfrentamientos y luchas que se producen en el intersticio, donde las partes no están en pie de igualdad. No-lugar porque los sujetos pertenecen a distintos espacios que se superponen, donde mantienen relaciones y distancias. Es decir, constituye lo que llama heterotopía. En Foucault (2008b), la heterotopía yuxtapone en un solo lugar real varios espacios incompatibles entre sí. En nuestro caso, reúne un espacio del trabajo, un espacio donde los cuerpos son producidos e intervenidos, un espacio de socialización, un espacio donde los cuerpos resisten, en una simultánea relación de acercamiento y distanciamiento, de apertura y de cerramiento. Consideramos que resulta interesante relacionar esto último con el modo en que Harvey (1977) resalta que el “espacio creado” reemplaza al “espacio efectivo”. Dicho “espacio creado” a partir de “la diferenciación ecológica, al desviar el flujo de bienes y servicios de las zonas de oferta a las zonas de demanda, es lo que permite la acumulación de excedentes en zonas urbanas” (Harvey, 1997, p. 325). Este espacio creado, que nos introduce al concepto de valor, puede ser pensado asimismo en relación con un espacio heterotópico, puesto que yuxtapone diversos espacios y tiempos que, en nuestro caso, nos permitirá pensar en relación con las formas de captación de un potencial sociocomunitario y productivo cautivo -en términos espaciales, temporales y simbólicos- bajo la forma-emprendimiento. Ya Lefebvre (1974) había advertido que el capitalismo no se apoya solamente sobre las empresas y el mercado, sino sobre el espacio. Rebasa el espacio de la fábrica e implica un “proceso de abstracción del espacio y del tiempo que, transformados por las nuevas estrategias de reproducción del capitalismo” que invade la vida, y la somete a los modelos éticos y culturales de un nuevo orden (Alessandri Carlos, 2012, p. 4). Esto último implica procesos de subjetivación atravesados por tecnologías de poder (Foucault, 2008c) ancladas tanto en la responsabilización de sí como en la asunción de riesgos.

Lo “comunitario” y el problema de las transferencias indirectas de valor

La Cooperativa de Internet constituye el eje sobre el cual gira el proyecto. Su objetivo es asegurar el derecho a la comunicación donde “no llega ni el Estado ni el mercado”, según palabras de los/as integrantes. Se vincula a diversos talleres y capacitaciones en robótica, fibra óptica e impresión 3D (en relación con el Programa de Formación y Entrenamiento en Impresión y Programación en 3D y en Operación de Fibra Óptica, implementado por la Subsecretaría de Telecomunicaciones y Conectividad de la Secretaría de Innovación Pública de la Nación),6 para la conformación de emprendimientos tecnológicos individuales o colectivos orientados al mercado. En este sentido, los/las participantes hablan de una “brecha digital” en términos de desigualdades en cuanto a oportunidades de trabajo y acceso a la educación. La apropiación popular de la tecnología a través de las redes comunitarias se plantea en relación de complementariedad con las empresas de telecomunicaciones, no como competencia, sino como aliados de la cocreación de Internet.7 De modo que la asociación civil sostiene que la articulación entre el sector privado y las organizaciones sin fines de lucro resulta central. Hace poco, se han volcado a la instalación de fibra óptica con el fin de sortear los problemas de la red eléctrica en el barrio.

[Se trata] de una iniciativa comunitaria que depende de vecinos y vecinas que la integran y que sí, por la dimensión que tiene, requiere de trabajadores y trabajadoras que estén detrás de la red y lo que está generando, bueno vos hablabas de esto [se refiere a la entrevistadora]. Es un proceso de organización comunitaria para la generación de un servicio. Y eso genera trabajo. Nosotros veíamos cómo la tecnología empieza a unir esos dos extremos tan desvinculados entre las situaciones de mayor pobreza y exclusión y esa tecnología que pareciera tan inalcanzable. Cuando se unen en dos extremos, empezás a pensar los barrios populares en términos de espacio de producción, de apropiación de tecnología e, inclusive, de industrialización. ¿Qué pasaría si en estos territorios, no sé, se piensa en empresas de producción de bienes tecnológicos? Cambiaría la realidad del territorio, porque nosotros lo que vemos, las experiencias que tenemos ahora de talleres, convocan hoy a pibes y pibas que tienen otro tipo de expectativas, otros intereses, donde la actividad más de tipo social no los interpela, buscan conocimiento. (Testimonio entrevista coordinadora del proyecto, 2022)

En principio, la cooperativa implica formas de apropiación colectiva de valor que benefician al barrio. No obstante, resulta necesario problematizar aquello que emerge a primera vista en el ámbito local y reconsiderarlo en relación con procesos más amplios. En este sentido, la capacitación de niños, niñas, jóvenes y adultos en tecnologías de fabricación digital, redes, robótica aplicada, fibra óptica y uso de aplicaciones para comercio electrónico y promoción de los emprendimientos propios se ancla en la formación de un perfil emprendedor que se articula con una reconfiguración del gobierno de la fuerza de trabajo en el capitalismo actual. Es decir, encontramos una coexistencia entre esa apropiación colectiva y transferencias de plustrabajo a través del mercado y el sector privado, tema que ahondaremos más adelante. El potencial sociocomunitario cautivo en el sentido antes mencionado refiere al modo en que una masa de fuerza de trabajo flotante, inmersa en una pluralidad de bases económicas (Comas D’Argemir, 1998) queda circunscripta dentro de los límites de modalidades de trabajo que tienden a posibilitar un ahorro generalizado en los costos de existencia y reproducción de la fuerza de trabajo, bajo el avance de la forma emprendimiento sobre la forma salario -vía la terciarización social de dichos costos a los propios sujetos o unidades domésticas-. Ahora bien, plantear esto último necesariamente implica pensar en relación con el capitalismo en su conjunto y las transformaciones en los procesos de producción y formas de organización del trabajo de las últimas décadas. Las tendencias hacia la digitalización de la producción y del trabajo se conjugan con la caída en los procesos de asalarización, el aumento de flexibilización laboral, la precarización y el desempleo. Si bien la variable de ajuste demuestra ser el trabajo asalariado y los derechos de la clase trabajadora, esto no significa que las capacidades de trabajo sean irrelevantes. Al contrario, se trata de la emergencia de modalidades de trabajo generadoras de valor bajo la apariencia de no-valor.

Durante las entrevistas, una de las referentes exclamó enseguida “¡Los llevamos a Huawei a los pibes!” Y continúa: “Las organizaciones sociales son el nexo, el cambio de paradigma que ellos [los pibes y pibas] están buscando, o sea, abrirles las puertas a otros tipos de espacios” (Testimonio referente, 2022). Muchos/as “pibes y pibas” del barrio eran parte del Programa de Entrenamiento Laboral del Ministerio de Trabajo. En el año 2022, los/as jóvenes cobraban una “beca”, un incentivo de $12.500 para asistir a talleres (de lunes a viernes, tres horas por día). Se trata de una experiencia formativa de tres meses en fusión de fibra óptica, robótica e impresión 3D, luego de la cual son vinculados/as con empresas tecnológicas para entrevistas laborales: “Hay una demanda tan alta de los perfiles que estamos formando acá que se quedan fascinadas cuando les [refiere a las empresas] llevamos a los pibes” (Testimonio referente, 2022).

A las empresas les resuelve, tienen pibes con formación que no tienen que formar desde cero, es un plus ¿A nosotros qué nos gustaría? Que esos pibes se queden todos laburando acá [en la Cooperativa de Trabajo de provisión de servicios de Internet en el barrio].8 La mayoría de las empresas que estamos conociendo ahora son tercerizadas de las “grandes” y, por contrato, no les permiten las “grandes” contratar cooperativas ¡Las cooperativas somos empresas! (Testimonio coordinadora del proyecto 2022)

Si bien la cooperativa es considerada en las entrevistas como un “actor que genera trabajo”, la falta de acceso al crédito, no solo dificulta las inversiones, sino que “quedan atadas a la lógica del subsidio”. De modo que el problema del capital inicial resulta constante.

Según palabras de una de las referentes, habría unos 40.000 emprendedores/as en distintos rubros en el barrio y, en algún momento, recibieron microcréditos:

[Sobre el emprendimiento] el problema es que el crédito termina yéndose a las grandes [refiere a las grandes empresas donde compran insumos tanto para producir como para la vida cotidiana]. Entonces ¿Cómo generar cadenas de comercialización al interior del barrio? Estuvimos fantaseando una moneda digital… (Testimonio entrevista referente, 2022)

Una vez más, nos hallamos ante el problema entre la apropiación colectiva del valor y las transferencias de valor, mediadas y canalizadas por el Estado, el mercado y el sector privado. Los créditos sociales o subsidios estatales se licuan en el mercado con la compra de materias primas, insumos básicos; no así en tecnología, lo que permitiría ampliar la infraestructura de cooperativa o emprendimientos. A su vez, gran cantidad de fuerza de trabajo queda cautiva de la autogestión bajo la forma-emprendimiento o bien capacitada en función del sector privado que obtiene mano de obra más barata semicalificada. Pensamos así en transferencias mediadas de tiempo de trabajo que tienden a prescindir de una relación salarial.

En este sentido, además de los talleres de impresión 3D para formar emprendimientos, mediado por el programa “Potenciar Trabajo”, capacitan a los y las jóvenes del barrio en el manejo de fibra óptica, bajo un convenio con empresas tecnológicas. Esto implica un “menor costo de capacitación para las empresas”, en palabras de una integrante del proyecto. En este caso, se combinan una relación salarial de aquellas y aquellos que logran cumplir los requerimientos de las empresas, mientras los talleres de impresión 3D y robótica aplicada promueven el emprendimiento.

En este marco, las políticas sociales9 promueven la forma-emprendimiento, o bien convenios con empresas privadas. Habilitan y coordinan una transferencia de los costos de producción y reproducción de la vida hacia individuos y poblaciones, tanto con el fin de que aseguren por sí mismos unos ingresos monetarios (mínimos), como la autogestión de su propia capacitación educativa y derechos básicos.

Fuimos a la empresa PrintaLot10 para preguntar qué perfiles laborales buscan, para orientar la formación, y la verdad es que, excepto en el área de reparación de impresoras 3D, son trabajos muy calificados los que buscan (diseñadores, ingenieros). La impresión 3D va más por el lado del desarrollo de emprendimientos, hay que ver qué mercado hay. […] Hacer un llaverito está bien, pero hay que pensar a quién se lo vendés para generar trabajo y que sea sustentable. Hay que pensar a estos territorios como centros productivos. […] Nuestro principal activo es el trabajo. (Testimonio entrevista coordinadora del proyecto, 2022)

El registro de observaciones y entrevistas no permite pensar en un rechazo a la idea de “emprendedor”, así como permite considerar la coexistencia, incluso contradictoria, de formas de pensar los procesos de trabajo: por un lado, la forma asociativa de la economía social y solidaria11 -no obstante, atravesada por la forma-emprendimiento- y la orientación al mercado. Por consiguiente, nos resulta difícil acordar con la afirmación de una “masificación de prácticas desmercantilizadoras” (Díaz et al. 2022, p. 248) y formas de “autoproducir la ciudad de manera no mercantil” (Díaz Parra y Zapata, 2020, p. 602) en el Barrio 20.

Los testimonios que analizaremos a continuación se enmarcan en nuestra participación en uno de los talleres de impresión 3D y programación.

El fin de la máquina en sí es utilitarista, es sacarle un rédito. Entonces hicimos una presentación de cuánto nos costaría, por ejemplo, imprimir gatitos. Le estábamos buscando el precio a eso para venderlo en función del diseño, cuánto llevó hacerlo, la preparación de la máquina… pusimos un valor a todo eso, el tiempo que va a llevar hacer la preparación, tiempo de impresión, el costo y todo lo que hay por detrás: la luz, la locación. (Testimonio entrevista profesor, 2022).

La personalización de los diseños resulta central, pues se trata de producir productos difíciles de adquirir. De modo que, según palabras del profesor: “se ofrece un curso que te permita tener oportunidad en el mundo laboral pero también que te permita generar un emprendimiento”. En este sentido, cuando le preguntamos a uno de los/as participantes del taller (que son jóvenes mayormente egresados/as de escuelas técnicas) acerca de su interés, las respuestas pueden sintetizarse en el siguiente testimonio:

Me gusta ver cosas nuevas. Podés invertir en vos y hacer tu propio negocio. Trabajar para mí mismo. Es más difícil, pero es más cómodo. Después vas a poder contratar a otros. Mientras que vas a otras empresas y puede ser una mala experiencia, no podés seguir estudiando. Tenés que estudiar o trabajar. Así manejás tus tiempos a tu criterio.

A pesar de la preferencia de los/as jóvenes por el emprendimiento y la “autogestión del tiempo”, cuando en 2023 participamos del taller, un exalumno que se había convertido en ayudante del profesor nos comentó que, si bien el emprendimiento era el objetivo, el problema del capital inicial necesario se transformaba en un obstáculo permanente. No obstante, la construcción de un sentido del trabajo anclado en dicha forma, autónomo y más “libre”, permanece. Sentido que, según palabras de una docente del taller, debe anclarse en “habilidades blandas”. En los últimos años y en relación con la llamada “cuarta revolución industrial”, se ha difundido la necesidad de las habilidades blandas en los “trabajos del futuro”. Estas implican un fuerte componente de interpelación afectiva basada en que “la demanda podría crecer en el caso de aquellos roles que las máquinas no pueden cumplir y que se basan en rasgos y capacidades intrínsecamente humanos, tales como la empatía y la compasión” (Schwab, 2017, p. 63). En este sentido, según Levy Yeyati (2018), es necesario dejar de asociar el trabajo con la idea de remuneración (salario), pues lo que se plantea es que muchas de las capacidades históricamente no asociadas con la remuneración adquieren un rol central en el contexto de las tecnologías emergentes. Este tipo de planteos resulta central, puesto que profundizan y legitiman lo que en los noventa postulaban las “teorías del fin del trabajo” (Rifkin, 1999; Gorz, 2003).

En el taller, un ejemplo de esta situación se expresa en el valor hora-trabajo, que suscita debates entre los/las participantes. De hecho, observamos que, al no tener definido este punto respecto de la hora-trabajo y el tiempo de diseño de las piezas, tanto el profesor como las/os participantes del taller inician un debate: “¿La venta debe tener en cuenta el diseño o la impresión? ¿El diseño debería cobrarse 100, 150 pesos la hora?”, preguntaban los/as jóvenes. Ante dichas preguntas, el profesor responde:

Calculemos la hora de trabajo en 1000 pesos. Pero para justificar esa hora de trabajo, pagando a alguien o autopagándonos, tendríamos que generar una cantidad de piezas que no sea una, o sea, con las primeras cuatro piezas estaríamos pagando la hora, con la quinta estaríamos pagando el filamento y, a partir de la sexta pieza, ya estaríamos teniendo ganancia.

Si hay una motivación económica, esto sí va a tener sentido. Hacemos una producción para el Día del Padre, llevamos la plataforma y ahí sí te aseguro que se van a matar por ver que salga perfecto, que salga a tiempo, y vos, al final del día, tenés aunque sea para comprarte un paquete de papas fritas. (Testimonio profesor Taller, 2022)

Los procesos de trabajo en ámbitos extraproductivos -en tanto generadores de mercancías, servicios o relaciones- no se hallan “por fuera” del mercado. Al contrario, su inserción en el mercado depende de un autoabaratamiento de la hora de trabajo. Por consiguiente, se trata de pensar cómo, a partir de diversas mediaciones como el mercado, el Estado, el sector privado y las organizaciones de la sociedad civil -que atraviesan modalidades de trabajo no asalariado o su combinación a partir de la inserción de un mismo sujeto o unidad doméstica en diversas e incluso contradictorias relaciones sociales de producción-, se generan diversas formas de apropiación del producto de un trabajo invisibilizado bajo la apariencia de no-valor. Pero, fundamentalmente y en términos del capital en su conjunto, el ahorro en la masa salarial desembolsada es posible, como hemos planteado anteriormente, al terciarizar socialmente los costos de existencia a partir de la forma-emprendimiento. En este sentido, el dispositivo pobreza (Murillo, 2011) se halla atravesado por tecnologías de poder ancladas en la autogestión de la propia vida que actúan modulando los sentidos del trabajo y las prácticas concretas. Esa fuerza de trabajo ya no es moldeada bajo la forma salario, sino que se inscribe en la gran masa de fuerza de trabajo flotante, que es menester encauzar hacia el autoempleo (no salario sino “renta” autogenerada).

Organismos internacionales: autogestión y el ideal de emprendedor/a

Pensar nuestro caso en relación con los postulados de organismos internacionales nos permite aprehender algunos elementos de las racionalidades de gobierno que atraviesan al dispositivo pobreza, especialmente, cómo se construye la idea de autogestionar los propios problemas, que se articula con el concepto de pobreza en la Escuela Austriaca que mencionamos anteriormente. En este sentido, las tecnologías de poder ancladas en la autogestión de la propia vida, capacidades y recursos, cuyos efectos locales hemos abordado hasta ahora, se articulan, indefectiblemente, con estrategias de gobierno de carácter global.

Hace dos décadas que organismos internacionales como el Banco Mundial -con fuerte injerencia en las políticas sociales de nuestro país- postula que el “empoderamiento” puede ayudar a asegurar que los servicios básicos lleguen a los pobres, y que puedan operarse y mantenerse a un costo más bajo que el de un mantenimiento centralizado de los recursos para hacerlo (Banco Mundial, 2005, p. 10). De modo que el empoderamiento de los pobres “es un desafío tanto moral como intensamente práctico”, se trata de asegurar reformas que aseguren la eficiencia económica de los pobres (Banco Mundial, 2005, p. 12). En este sentido, “para los pobres, la capacidad de organizarse y movilizarse para resolver problemas es una capacidad colectiva crucial”, por lo cual los pobres tienen un alto “capital social” (Banco Mundial, 2005, p. 17). Si bien el neoliberalismo tiende a erosionar los lazos sociales, simultáneamente, los reconfigura sobre la base de la autogestión individual o compartida con otros de la vida. Razón por la cual, lo comunitario deviene un foco de interés central en las formas de gobierno de la fuerza de trabajo no asalariada. Así, los pobres deben “creer y confiar” en ellos mismos, para lo cual “los grupos intermediarios de la sociedad civil tienen papeles cruciales para jugar en apoyo de las capacidades de los pobres” (Banco Mundial, 2005, p. 19). Las condiciones de posibilidad para que estos postulados del año 2005 encarnasen, posteriormente, en el ideal del emprendedor/a, pueden relacionarse con la crisis de 2008, tal como hemos mencionado anteriormente. Especialmente si consideramos que, a partir de dicha crisis a nivel mundial, se aplican una serie de políticas que se basaron en la reducción del gasto público, acusado de ser el causante de las deudas nacionales. En este mismo sentido, la política salarial aparece como si fuese la responsable por los desequilibrios de cuenta corriente (Busch y Hirschel, 2011). De modo que el peso del pago de la deuda pública (agravada por los rescates a entidades financieras, bancos y empresas) recayó sobre la clase trabajadora (asalariada), junto con la profundización del desempleo, la precarización de las formas de contratación y la vulneración de derechos. De allí que el Banco Mundial (2019) sostiene el fomento del emprendimiento, el autoempleo y el concepto de “aprendizaje continuo” (aprendizaje permanente/múltiples carreras y múltiples trabajos). Cabe notar que, en Argentina, las repercusiones crisis 2008 se concretizaron en despidos, suspensiones, aumento paulatino de la tasa desempleo y la pobreza. La crisis cuestionó las políticas sociales y de empleo, con una respuesta del gobierno en línea con las directivas de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano para el Desarrollo (Pérez y Féliz, 2010).

En este sentido, se avanza en torno a la “mercantilización de lo social” y la impronta de “lo local” en el gobierno de la pobreza (Fitoussi y Rosanvallon, 1997; Álvarez Leguizamón, 2008). Por consiguiente, la autosustentabilidad comunitaria (Álvarez Leguizamón, 2008) supone un ahorro de dispositivos estatales -y también del gran capital en su conjunto- antes dirigidos a la población en general o al trabajo, al tiempo que lo local se transforma en un espacio cautivo de la autogestión de la sobrevivencia.

Fue en la última década que la idea de emprendedor/a se extendió más allá de políticas de desarrollo local que abarcaban a los emprendimientos sociales-cooperativos -no obstante, siempre anclados en el “empoderamiento” de las comunidades y la economía social (Foro Económico Mundial, 2022) en sintonía con lo también planteado por la Comisión Trilateral (2022)-, para intentar transformarse en un sustituto de la forma-salario a través de formas de autoempleo, autoproducción y autogestión de la vida. Dicho desplazamiento de la forma-salario hacia la forma-renta (monetaria o afectiva, autogenerada y sin derechos de ningún tipo) tiene su enclave en la forma-emprendimiento.

En virtud de lo anterior, podemos mencionar estudios que han problematizado la explotación del vínculo social y su relación con formas de apropiación de renta financiera (Marazzi, 2014; Negri 2020), que se amplifica respecto de los sectores populares a partir de formas de extractivismo financiero, bajo el rol del Estado en tanto habilitador de estos procesos (Cavallero y Gago, 2020).12 A dicha problematización resulta imprescindible agregar algunas dimensiones de análisis que emergen del crecimiento de la población flotante, efecto de las mutaciones sociotécnicas del capitalismo. En primer lugar, el descentramiento del trabajo asalariado no implica que las capacidades de trabajo pierdan relevancia en el capitalismo actual, sino que, al contrario, la extensión de formas de trabajo no asalariadas se acopla a un doble objetivo sistémico y gubernamental de invisibilizar el trabajo humano bajo la forma de no-valor, al tiempo que se genera una apropiación de plustrabajo mediante la terciarización social de los costos de existencia de la fuerza de trabajo. En segundo lugar, sobre esto último, la diversificación de las formas de creación/apropiación de valor se realiza bajo formas “indirectas” territorializadas -es decir, bajo diversas mediaciones: Estado, mercado, sector privado- que apuntan a territorios donde la conflictividad social puede ser mayor. En trabajos anteriores, avanzamos sobre el análisis de esta tendencia en otros casos (Presta, 2022b), base sobre la cual aquí argumentamos en torno a la territorialización de la captación de valor a partir de la capitalización del potencial social/comunitario y productivo. Captación de valor que tiene su base en transferencias de plustrabajo y un correlato en una cuestión de gobierno, a saber: gestionar la conflictividad social efecto de las mutaciones sociotécnicas del capitalismo a partir de procesos de resubjetivación de la clase trabajadora en torno a los sentidos del trabajo bajo la forma emprendimiento.

A modo de cierre

El dispositivo pobreza (Murillo, 2011) se encuentra atravesado por racionalidades de gobierno neoliberales en cuyo seno el concepto de pobreza, asociado espacialmente a un problema individual y a un problema de libertad, construyen al sujeto emprendedor en relación con tecnologías de poder específicas ancladas en la autogestión de la propia vida, capacidades y recursos que, constantemente, actúan sobre los cuerpos individuales y colectivos, al tiempo que los objetiva como sujetos emprendedores. Como hemos visto, esto último tiene efectos concretos en los procesos de subjetivación y los sentidos del trabajo.

De este modo, incentivar la capitalización de lo comunitario pone el eje en formas de utilización estratégica de relaciones y valores convirtiéndose en una forma de terciarización social de los costos de existencia de la fuerza de trabajo, al tiempo que actúa también como una malla de contención socioafectiva. Entonces, si bien esto último da lugar a formas de organización ancladas en la economía social y solidaria y formas de solidaridad, que se pueden vincular con formas de apropiación colectiva de valor, estas coexisten, no obstante, con transferencias de plustrabajo que se invisibilizan bajo la apariencia de no-valor.

La forma-emprendimiento incentivada por organismos internacionales y con sustento en la teoría subjetiva del valor apunta a delegar en el sujeto-pobre la responsabilidad sobre su pobreza: su única herramienta sería capitalizar sus capacidades y relaciones sociocomunitarias para el autoempleo y la autogeneración de ingresos. En este marco de mediaciones, las formas de apropiación de valor, bajo una doble dimensión territorial y temporal, hacen foco en la población flotante inserta en una pluralidad de bases económicas, al incorporar a los procesos de valorización ese potencial comunitario. Dicha incorporación se sustenta sobre la capacidad de resolver “sus propios problemas” de manera creativa. Por consiguiente, las transferencias indirectas de valor se generan de diversas maneras a partir de un ahorro generalizado en los costos de producción de la fuerza de trabajo, en el abaratamiento de la fuerza de trabajo, en el ahorro en dispositivos estatales a partir del “empoderamiento comunitario” y en el mantenimiento de los sujetos en tanto productores y consumidores en y para el mercado.

El Barrio 20, en tanto espacio liminal y espacio heterotópico, no puede desligarse de la territorialización de dichas transferencias de valor, como hemos argumentado bajo la capitalización de lo comunitario, hacia el capital en su conjunto. Las mutaciones sociotécnicas del capitalismo desde fines de la década del cincuenta y su intensificación en las últimas décadas han contemplado el problema de qué hacer con la población flotante, a saber: cómo simultáneamente abaratar costos -en términos de producción y reproducción de la fuerza de trabajo excedente- y utilizar estratégicamente los focos de conflictividad social. En este sentido, la construcción del sujeto emprendedor ha sido crucial. Dichas tendencias, por supuesto, no implican la ausencia de conflictividad, especialmente en la situación actual de nuestro país, donde el aumento de la pobreza y el desempleo se conjuga con una embestida contra los sectores populares.


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Notas:

[1] Se trata de una organización internacional privada fundada en 1973 por iniciativa de David Rockefeller, al servicio de la hegemonía norteamericana. En su primer informe, La crisis de la democracia (1975), marca el camino de las transiciones en el sur de Europa y en el Cono Sur latinoamericano, al sentar las bases de la reconstrucción neoliberal y neoconservadora de la política (Monedero, 2012).

[2] En el artículo nos referirnos al “Barrio 20” puesto que así lo llaman los/las vecinos/as (la categoría “vecino/a” también emerge de los diálogos en el campo).

[3] “Las barreras urbanas que rodean a la Villa 20 son las siguientes: el Parque de la Ciudad, el de las Victorias, el Roca y el Indoamericano; la infraestructura del Metrobus Sur, el hipermercado Jumbo, entre otras” (Díaz, 2019, p. 7). Esto genera una “carencia de urbanidad”.

[4] En un documento de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) (2022) se sostiene que, a partir de 2010, las políticas sociales orientadas a la promoción de proyectos individuales (emprendimientos) y cooperativos para la generación de empleos ganaron más peso (OPC, 2022, p. 63). Es decir, concluían en un “cambio de perfil” hacia la promoción de proyectos propios (proyectos socioproductivos, sociocomunitarios, sociolaborales y la terminalidad educativa). Estos datos se relacionan con los planteos antes citados de Cravino y Palombi (2015).

[5] Dentro de los aportes de la antropología económica, el concepto de pluralidad de bases económicas se funda en la búsqueda de estrategias que los sujetos realizan con el objetivo de lograr la permanencia en el sistema capitalista, tanto en ámbito rural como urbano. La articulación de una misma persona, grupo doméstico, unidad de trabajo o comunidad local con diferentes tipos de actividades se sostiene en relaciones de producción de distinta naturaleza. Lo relevante de esta combinación no es en sí la diversidad de actividades que pueden concurrir en un mismo grupo doméstico e, incluso en una misma persona, sino la lógica de coexistencia de relaciones de producción aparentemente contradictorias. Es decir, es necesario entender las condiciones que crean la posibilidad de diversificación de actividades y cuáles son las repercusiones para la reproducción de las unidades sociales implicadas y del conjunto social que las incluye (Comas D’ Argemir, 1998, p. 70).

[6] “Se entregaron certificados habilitantes de programas de formación en oficios tecnológicos” (18 de abril de 2023). Véase https://www.argentina.gob.ar/noticias/se-entregaron-certificados-habilitantes-de-programas-de-formación-en-oficios-tecnologicos

[7] Entrevista a Manuela González Ursi y Damián Cejas: “Debemos plantearnos seriamente la cuestión de la conectividad en el plano del derecho a la comunicación” (noviembre 2019). Véase https://nic.ar/es/novedades/noticias/entrevista-a-manuela-gonzalez-y-damian-cejas

[8] El aporte de la cuota que abonan los/las vecinos/as para la provisión del servicio se ajusta al precio dólar, puesto que el “mega” mayorista que compra la cooperativa está dolarizado.

[9] Programas como el “Potenciar Trabajo” se han alineado bajo los requerimientos de la llamada Cuarta Revolución Industrial, la cual conlleva profundos cambios tecnológicos que se manifiestan en el desarrollo de economías cada vez más basadas en el conocimiento y en la expansión de plataformas digitales como espacios de interacción e intercambio. Sus lineamientos -anclados en los postulados de organismos internacionales como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID)-sostienen que es necesario garantizar oportunidades para una educación de calidad, inclusiva y continua a lo largo de toda la vida, que priorice el desarrollo de las habilidades requeridas para el desarrollo personal y comunitario del presente y del futuro. En este sentido, un objetivo central es la promoción de habilidades tecnológicas en los sectores más “vulnerados”. La coordinación de programas hacia dichas poblaciones tiene al cuidado del “bienestar emocional” como un aspecto clave. Cabe señalar que el actual gobierno ha realizado profundos ajustes sobre este programa social, no obstante, el Ministerio de Capital Humano continúa con la línea de promoción del emprendimiento.

[10] Empresa argentina que desarrolla y fabrica filamentos para impresoras 3D. Cuenta con una extensa red de distribuidores en Latinoamérica y representaciones en Brasil y España.

[11] El dispositivo de la economía social y solidaria no puede pensarse al margen del mercado y del Estado. Al contrario, su revitalización a fines de la década del noventa y con la crisis de 2001 en Argentina, lo inscribe en las transformaciones socioeconómicas del capitalismo, y le otorga un lugar de relevancia en el gobierno de la población excedentaria. El anhelo de un “trabajo digno” de trabajadores y trabajadoras expulsados del trabajo asalariado halló una respuesta en la propuesta de “revalorizar las capacidades locales” que proponían instituciones gubernamentales e internacionales en el marco de prácticas orientadas a la economía social y solidaria en virtud de una economía política de los afectos (Presta, 2016).

[12] Si bien no es objeto de estudio del presente artículo, no podemos obviar la presencia de las fintech (que apuntan a sectores no bancarizados por carecer de una relación salarial estable) y la banca transnacional y nacional (bancos como el Santander Río, BBVA, programa Banco Nación Emprende, entre otros), que tienen una relación directa en el endeudamiento de los sectores populares y la promoción del emprendimiento, a través de préstamos. En el Barrio 20, especialmente el uso de la app de Mercado Pago se halla generalizada en este sentido. La apropiación financiera tiene en su base una constante expropiación financiera sobre los ingresos producto del trabajo presente y futuro -que se efectiviza en la apropiación de tiempo de trabajo vehiculizado a través del pago de deuda ya contraída-, y que se traduce en un empeño del trabajo presente y futuro.