ARTÍCULOS
Lectores en la ciudad de Córdoba (Argentina). Aproximación a las prácticas lectoras antes y durante la pandemia
Readers in the city of Córdoba (Argentina). An approach to reading practices before and during the pandemic
Aprobación: 14 Octubre 2022
Resumen: En este trabajo se analiza la lectura como práctica cultural de la población de la ciudad de Córdoba (Argentina) a partir de los resultados finales de la encuesta “Actividades culturales en Córdoba. El impacto de la pandemia” llevada a cabo por el equipo de investigación “Tramas de la cultura III” durante mayo de 2021. La encuesta, de carácter semiestructurado, consta de tres bloques de preguntas: uno en torno a las actividades culturales habituales realizadas en prepandemia, otro referido al período de aislamiento estricto y otro correspondiente al momento de administración de la encuesta, donde ya se habían levantado ciertas restricciones. Se utilizó un muestreo estadístico proporcional y en total se visitaron 400 hogares donde respondió una persona mayor de 18 años de cada hogar. La lectura es entendida de manera amplia comprendiendo la literatura en general, revistas y prensa, sin distinción del soporte o dispositivo en que se lleva a cabo la práctica. Los resultados obtenidos muestran la caracterización de los lectores de la ciudad de Córdoba en cuanto a género, edad, nivel socioeconómico del hogar y nivel educativo, preferencias de lectura, relación con otras prácticas culturales y el impacto de la pandemia en la práctica.
Palabras clave: Lectura, Pandemia, Prácticas culturales, Córdoba (Argentina).
Abstract: This paper analyzes reading as a cultural practice of the population of the city of Córdoba (Argentina). It is based on the final survey “Cultural activities in Córdoba. The impact of the pandemic” carried out in May 2021 by the research team: “Tramas de la cultura III”. The semi-structured questionnaire consists of three blocks: one concerning the usual cultural activities carried out pre-pandemic, another referring to the period of strict isolation, and a third when certain restrictions were partially lifted. A proportional statistical sampling was used. A total of 400 households were visited and one person over 18 years of age responded in each home. Reading is understood in a broad manner, including literature in general, magazines, and press, without distinction of the support or device in which the practice is carried out. The results obtained show the characterization of readers in the city of Cordoba in terms of gender, age, socioeconomic and educational level, reading preferences, relationship with other cultural activities, and the impact of the pandemic on the practice.
Keywords: Reading, Pandemic, Cultural practices, Córdoba (Argentina).
Introducción1
La vida cotidiana en Argentina durante el 2020 estuvo confinada a los hogares desde marzo a octubre a causa de la pandemia de COVID-19, período denominado oficialmente como Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). En ese tiempo, ciertas actividades culturales se han visto modificadas en cuanto a frecuencia o modalidades y otras se vieron totalmente restringidas (Salas Tonello, Simonetti y Papez, 2021). Por ejemplo, los cines se retomaron recién en julio de 2021 y en agosto de ese mismo año se aprueban espectáculos en grandes establecimientos con restricciones de aforo y diferencias en el modo de funcionamiento.
La lectura es considerada una práctica sociocultural (Lahire, 2004; Bahloul, 2002; Cavallo y Chartier, 2011; Maina y Papalini, 2021) y por lo tanto puede cambiar en función de la situación histórica y social donde se ubique el lector. La modificación rotunda de la cotidianeidad introducida por el COVID-19 nos llevó a preguntarnos cómo influyeron esos cambios en su práctica. Para intentar responder a este interrogante analizamos los datos finales de la encuesta “Actividades culturales en Córdoba. El impacto de la pandemia”, llevada a cabo dentro del marco del proyecto de investigación acreditado del que somos integrantes. Dicho estudio está referido a la participación de los pobladores de la ciudad de Córdoba en actividades culturales previamente y durante el aislamiento social.
Es importante aclarar que se recabó información a partir de bloques diferenciados de preguntas: el primero en torno a las actividades culturales que se venían realizando antes de la pandemia (denominado habitualidad prepandemia), el segundo referido a las realizadas durante el confinamiento estricto y el tercero correspondiente al momento de la encuesta donde ya había cierta flexibilización. A partir de ello, pudimos realizar la comparación.
Se consideran actividades culturales todas aquellas prácticas tradicionalmente asociadas a la esfera artística (concurrencia a presentaciones de teatro, danza, exposiciones y recitales musicales, lectura literaria y asistencia al cine, por ejemplo) pero también incluye las relativas a la cultura popular (boliches, festivales, bailes, lecturas de historietas) y la recepción de medios (ver televisión, escucha radial, lectura de prensa, búsqueda de información de actualidad en la web, mirar series por plataformas).
Para elaborar este artículo nos centramos en las respuestas obtenidas en torno a la lectura. Se incluyó la lectura de libros, prensa, revistas excepto científicas, información de actualidad y no se realizó distinción de soporte impreso o digital. Se excluyeron aquellas realizadas por estudio o cuestiones laborales. El hecho de haber realizado la encuesta tomando varias actividades culturales, permitió además relacionar la lectura con otras prácticas.
El objetivo aquí es entonces reflexionar sobre la lectura como práctica cultural de la población de la ciudad de Córdoba durante la pandemia, comparándola con la actividad previa.
Antecedentes
Los estudios sobre lecturas y lectores llevan ya un largo camino. La relación de apropiación entre sujetos y textos se puede rastrear a lo largo de la historia de la sociología de la lectura, por ejemplo, en Roubakine (1922), quien desde una mirada cuantitativa entiende que la lectura es un valor positivo para la sociedad y por ello trabaja en función de la promoción de ésta. En esta misma línea podemos encontrar a Waples, Berelson y Bradshaw (1940) que piensan cómo la lectura afecta a los lectores de manera espiritual para efectuar un cambio político.
Los acercamientos a la lectura que provienen desde los estudios culturales británicos plantean el reconocimiento de las clases populares y la democratización de esta práctica. Hoggart (2013), hijo de obreros, en su obra publicada originalmente en 1957, muestra que las relaciones con los objetos culturales evidencian lógicas de apropiación que no pueden separarse de la experiencia de vida. Bourdieu (2000) introducirá un quiebre en este tipo de estudios, al señalar que la lectura es positivamente valorada en función de la distinción social que provee al agente. Posteriormente, la noción de lecturas legítimas e ilegítimas de este autor fue retomada y tensionada por la sociología de la lectura de línea francesa, para preguntarse qué significa leer y qué es lo que las personas entienden cuando se les pregunta por sus lecturas.
Uno de los teóricos de esta línea, Lahire, sostiene que la lectura es una práctica situada donde se entrecruzan:
la trayectoria social del lector y su situación social en el momento de la lectura […] su pertenencia sexual o las experiencias sociales que lo han marcado o le preocupan en el momento de la lectura (Lahire, 2004: 188)
Las investigaciones cuantitativas sobre la lectura fueron prolíficas en Francia desde los años 60, pero Bahloul, en un estudio que realizó en 1987, rompe con ese esquema y propone un análisis cualitativo descubriendo ciertos matices de las prácticas de lectura. Hasta ese momento las definiciones estadísticas de la lectura conceptualizaban a los “poco lectores” como aquellos que no leen una gran cantidad de libros en su vida. Sin embargo, dicha autora descubrió que esos “poco lectores” eran lectores que se habían constituido así a partir de trayectorias propias y específicas, en las que estaba implícito un determinado capital cultural y social. Esta autora considera que el hábito lector “responde a las complejas circunvoluciones de la biografía socioeducativa, socio-profesional y familiar” (Bahloul, 2002: 22-23).
Si bien esta investigación no indaga específicamente en el soporte en que se realizan las lecturas, no podemos dejar de mencionar que en el siglo XXI buena parte de ellas migraron hacia otro soporte: la pantalla. La digitalidad ha irrumpido en todos los órdenes de la vida diaria hace bastante tiempo y el uso de pantallas se intensificó notablemente con la pandemia de COVID-19. La necesidad de virtualizar muchas de las actividades cotidianas repercutió en ámbitos laborales, educativos, recreativos y también en la práctica de la lectura, fundamentalmente por el acceso restringido a materiales impresos, a causa del cierre de bibliotecas y librerías (Chartier, 2021).
Paquienséguy y Bosser (2014) definen el concepto de “nuevos lectores” para referirse a aquellos que pueden interactuar entre lo impreso y lo digital dependiendo de la finalidad de la lectura. Albarello (2011) sostiene que para los adultos internet es información, mientras que para los jóvenes significa entretenimiento y no se asocia directamente con la lectura. Esto deja entrever que las funciones atribuidas a los usos de la pantalla son diferentes según la franja etaria. Parodi et al. concluyen que “en la actualidad existe una generación en transición ‘Gutenberg-Google’, la cual aún reconoce y otorga alta relevancia al soporte papel” (2019: 93).
Desde la perspectiva sociocultural a la que adherimos, un estudio cuantitativo no puede dar cuenta de todos los aspectos asociados a la práctica de la lectura, pero sí permite aproximarse al estado de situación en un cierto período de tiempo y lugar.
Los estudios cuantitativos en Argentina más cercanos en el tiempo con los que contamos como referencia son: las dos ediciones de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales llevadas a cabo por el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA, 2013 y 2017); y la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura 2011 realizada por el Consejo Nacional para la Lectura, integrado por el Ministerio de Educación, la Secretaría de Cultura, el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Salud, la Biblioteca Nacional, la CONABIP y Radio y Televisión Argentina (RTA) (Moreno, García y Sardi, 2014). Lamentablemente, los datos de esta última son de hace una década y no se han actualizado. En ambos casos, son datos a nivel nacional, ya que no se desagregan los específicos de Córdoba.
En Córdoba, se realizó otra investigación durante el año 2021 también de corte cuantitativo cuyos resultados se publicaron en el informe Consumos mediáticos, culturales y tecnológicos. Ciudad de Córdoba en contexto de pandemia (Boito, Espoz Dalmasso y Martínez, 2022) con el cual podemos realizar algunas comparaciones, aunque dicho estudio estuvo más enfocado en el consumo de medios masivos.
Metodología
La información fue recolectada a través de una encuesta semiestructurada llevada a cabo durante el tercer y el cuarto fin de semana de mayo de 2021 en el ejido urbano de la ciudad de Córdoba. Se utilizó un muestreo proporcional y para diseñar la muestra, se recurrió al listado de cantidad de viviendas por radio censal de la ciudad de Córdoba, establecido con los datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010. Los radios censales se tomaron según la metodología determinada por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) de Argentina, la cual indica que en zonas urbanas deben contener aproximadamente 300 viviendas.
La muestra comprendió entonces 25 radios censales, y se encuestaron 400 hogares seleccionados aleatoriamente sobre los 600.000 estimados de la ciudad, de este modo se alcanza un 95% de confianza para la muestra completa. En el presente artículo, ciertas dimensiones se analizan en base a muestra completa, y otras, con un 74,8% de ella que corresponde a quienes se consideran lectores y, por lo tanto, aportaron respuestas para dicha actividad.
En primera instancia, se realizó una prueba piloto con 16 encuestas administradas en dos de los sectores seleccionados, en manzanas que luego no se tomaron para la encuesta real, abarcando dos estratos socioeconómicos diferenciados. Esto permitió hacer los ajustes necesarios al formulario.
La encuesta definitiva fue administrada por un equipo de encuestadores y un supervisor lográndose recoger y validar los 400 formularios previstos. En cada hogar respondió un solo miembro mayor de 18 años.
El cuestionario, de 36 preguntas, se dividió en módulos. En el caso del encuestado incluyó: prácticas culturales habituales, prácticas en pandemia y actividades culturales favoritas; y para los hogares: prácticas culturales habituales y en pandemia, acceso a tecnologías de la información y datos sociodemográficos. Además de preguntas cerradas de opción múltiple, se incluyeron opciones abiertas que le dieron una capacidad mayor de captación a los emergentes no previstos. Se buscó así ampliar la información sobre algún campo estructurado, generando un contenido cualitativo que colaboró en el análisis.
A partir de los datos se construyó una matriz codificada con las respuestas cerradas. Las abiertas se codificaron tomando la respuesta literal a la cual se le asignó un código in vivo que fue luego incorporándose progresivamente en categorías más amplias, a fin de tener suficientes unidades de respuesta para cada una.
En este artículo se presentan y analizan los datos que hacen referencia a la lectura complementándolos con algunas de las demás actividades culturales relevadas para poder establecer relaciones.
La información recolectada tiene limitaciones por no haber sido incluidos ciertos aspectos particulares de la lectura a fin de conseguir una extensión razonable de la encuesta, dado que se preguntaba sobre un conjunto amplio de actividades culturales.Como contraparte, la amplitud del estudio permite poner la lectura en relación con otras prácticas culturales.
Las dimensiones de análisis consideradas en este artículo son: caracterización sociodemográfica de los lectores, preferencias de lectura, la lectura como práctica habitual entre otras e impacto de la pandemia.
Resultados y discusión
En este apartado, se presentan y discuten los resultados de la encuesta organizados en cuatro apartados, que se corresponden con las dimensiones de análisis: a) Lectores según género, edad, nivel socioeconómico y educativo de los hogares; b) Preferencias de lectura; c) La lectura entre otras prácticas culturales; d) Impacto de la pandemia. Los tres primeros ejes se refieren a la habitualidad prepandemia, el último se refiere al período de aislamiento estricto y al momento de la encuesta, cuando ciertas restricciones habían sido flexibilizadas.
a. Caracterización de los lectores en la ciudad de Córdoba
A partir de las 400 respuestas obtenidas, puede verse que un 74,8% de los encuestados afirman ser lectores habituales. Se definió como habitual aquella actividad que se realiza al menos dos veces al año.
En relación con el género, un 59,5% son mujeres y un 40,5% son varones. Si bien el porcentaje de mujeres es mayor, sería apresurado decir que son más lectoras que los varones, ya que la muestra total incluyó 230 mujeres y 170 varones lo que significa un 57, 5% y un 42, 5% respectivamente.
En cuanto a rangos etarios, en el Gráfico 1, que surge de la correlación entre las 299 respuestas de los que dicen ser lectores y el total de encuestados (n=400), puede verse que los porcentajes de lectores son similares (entre el 76% y 79,8%) salvo en la franja de 18-29 que cae al 60,2%.
A priori, podría decirse que los adultos de la ciudad de Córdoba entre 18 y 29 años son menos lectores que los de mayor edad. Sin embargo, habría que preguntarse si al interrogar sobre lectura, los encuestados incluyeron también el soporte digital y otras formas “no libro”. La digitalidad es un factor por considerar ya que en los últimos años se ha visto un incremento de su uso en todos los órdenes de la vida (Paquienséguy y Bosser, 2014). Chartier (2021) sostiene que los más jóvenes realizan sus prácticas culturales de manera “on line” y con lecturas que no responden al formato de libro. Esto no significa que no sean lectores, sino que la práctica se realiza en parte en otros medios y esas lecturas no siempre son reconocidas como parte del hábito lector. Angelozzi (2017) señala también que el libro en tanto forma textual goza de un estatus privilegiado en el mundo de los textos y legitima la práctica de los lectores al punto de que ser lector es entendido fundamentalmente como leer libros.
En cuanto al nivel socioeconómico de los que afirmaron ser lectores, se distribuyen como lo muestra el Gráfico 2. Cabe aclarar que en el momento de la recogida de datos en mayo de 2021 el monto del salario mínimo vital y móvil era de $24.408. Debe tenerse en cuenta que como los datos en cuanto a ingresos corresponden a pandemia, la situación puede haber cambiado a causa del confinamiento como sucedió en muchos hogares.
De este modo vemos que un 61,2% de los lectores provienen de sectores socioeconómicos medios y medios altos, mientras que sólo un 33,4 % de extractos más bajos.
En la Encuesta nacional de consumos culturales 2017, en todos los casos, sea para libros, prensa o revistas, a mayor nivel socioeconómico se verifica mayor presencia de la lectura. La tendencia es más marcada para el caso de libros con un 76,1% de los lectores ubicados en hogares de nivel alto y un 21,8% en hogares de nivel bajo (SInCA, 2017). Uno de los factores que influyen en la práctica es sin duda el acceso a los libros en el hogar y en el análisis de los resultados de la Encuesta Nacional de Hábitos y Prácticas de Lectura 2011 afirman que “uno de los indicadores donde más peso tienen las marcas sociales es la cantidad de libros en los hogares” (Moreno, García y Sardi, 2014: 45).
En cuanto al nivel educativo, se puede establecer una correlación entre el nivel educativo del jefe o jefa de hogar y la práctica de la lectura. Así, se puede observar en el Gráfico 3 que un 75% de los lectores provienen principalmente de hogares donde el jefe o la jefa tienen secundario completo o estudios superiores. Sólo un 23,7% provienen de hogares donde el jefe/jefa no tiene el secundario completo. Es decir, que a nivel educativo mayor la lectura estaría más presente como actividad habitual en el hogar. Este resultado se encuentra en consonancia con Boito, Espoz Dalmasso y Martínez (2022: 39) quienes sostienen que la tendencia a leer crece en consonancia con el nivel educativo: “el 29,5 % en los casos de nivel primario o menos, 39,6% nivel secundario y 63,2% en nivel terciario o superior”.
Para interpretar estos datos podemos retomar un aspecto teórico que ha sido revisado por Bourdieu (2000) para quien la distinción en relación con la lectura tendría relación directa con el capital simbólico del agente.
b. Preferencias de lectura
Siempre es difícil indagar sobre qué se lee, ya que cuando los lectores hablan de sus elecciones y preferencias, el canon siempre está presente, según las palabras de Papalini (2012: 6) “fuera del círculo áureo del canon, no sólo la clasificación de la literatura se vuelve dudosa; también la práctica de la lectura es puesta en cuestión”. Entonces, cuando los lectores hablan de lo que leen o han leído, suelen referirse en primer término a lo que ellos consideran lecturas legítimas, tratan de nombrar los autores más reconocidos (Angelozzi, 2017: 273; Bahloul, 2002: 119). Para evitar estos sesgos, optamos por preguntar sobre preferencias de géneros y temáticas de lectura, no obstante, algunos contestaron mencionando autores también.
Un primer acercamiento desde las formas materiales y discursivas diferenciadas entre libros, revistas y noticias de actualidad (sin distinguir soporte papel o digital) muestra que prevalece la lectura de libros y diarios (Gráfico 4), siendo minoritaria la lectura de revistas generales de todo tipo (excluyendo las científicas). Los resultados corresponden a las 242 respuestas recabadas para esta pregunta, lo cual no permite una generalización a toda la población, pero sí vislumbrar una tendencia.
La última encuesta de SInCa (2017: 29) también indica como minoritaria la lectura de revistas a nivel nacional, con un 23,8% de lectores, incluso señala que el porcentaje cayó de 47% en 2013 a 23,8% en 2017. Boito, Espoz Dalmasso y Martínez (2022: 36) obtuvieron que un 86% de los encuestados no lee revistas y quienes las leen lo hacen en papel, concluyendo que “las revistas se compran y se leen en papel”.
Entonces, el costo podría ser una de las razones de su bajo consumo, a lo cual podríamos agregar que ciertos tipos de contenidos más inmediatos y efímeros se estarían consumiendo de manera digital, por ejemplo, vía redes sociales.
En relación con las preferencias de géneros y temáticas de lectura, se trabajó en base a las 247 respuestas obtenidas para una pregunta de respuesta abierta, luego codificada, cuyo resultado se muestra en el Gráfico 5.
Se destaca especialmente la literatura en todas sus formas, novela, cuento y poesía, con 108 menciones, lo que representa un 43,7 %, seguido de la lectura de noticias de actualidad (13,3%), luego aparecen la Biblia como lectura religiosa (10,1%), libros de autoayuda (7,7%), historia y biografías (7,3%). En menor proporción aparecen temáticas como filosofía, psicología, religión, revistas.
Es decir, se verifica un mayor peso de la literatura en general. Estos resultados son comparables con la Encuesta de Consumos Culturales de Argentina 2017 (SInCA, 2017: 26) donde las producciones literarias (cuentos, novela y poesía) totalizan un 64,7%.
En nuestro estudio, los escritores más nombrados fueron Florencia Bonelli, Isabel Allende, Paulo Coelho, Agatha Christie y Cristina Bajo. Este resultado concuerda con el del estudio de Boito, Espoz Dalmasso y Martínez (2022: 34-35).
Es notable como los nombres de autores mencionados coinciden también con la investigación de Papalini y Niño (2019), de corte cualitativo, quienes estudiaron la novela rosa en Córdoba, específicamente sobre lectoras de Florencia Bonelli. Cuando indagaron sobre otros autores, surgieron los nombres de Isabel Allende, Cristina Bajo y del brasileño Paulo Coelho.
Ello nos permite pensar en el concepto de Stanley Fish (1976) de “comunidades interpretativas”, quien propone que sus miembros participan de una constelación de significaciones comunes, articuladas a partir de las significaciones presentes en una obra. En este caso, las preferencias de cierto tipo de literatura cordobesa y latinoamericana, evidenciaría un entramado cultural y social particular.
En cuanto a la prensa, el diario La voz del interior fue el más mencionado, lo cual también coincide con el estudio de Boito, Espoz Dalmasso y Martínez (2022: 34-35) y estaría indicando un consumo más local de la prensa.
c. La lectura entre otras prácticas culturales
Como se dijo anteriormente, la encuesta versó sobre un abanico amplio de actividades denominadas “culturales”, comprendiendo tanto prácticas vinculadas a las artes como a la cultura popular y mediática. El Gráfico 6 muestra las actividades culturales habituales en el período previo al aislamiento.
Como puede observarse, un 74.8 % de los encuestados afirmaron que la lectura era una práctica cultural habitual, ubicándose en un segundo lugar después del 87% de los que consumen películas y series. Consideramos que es un número significativamente alto para una práctica que suele pensarse que ha caído en desuso si se hace referencia sólo al descenso del número de libros leídos por año que muestra la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2017.
Es interesante notar que, al ser consultados sobre sus actividades culturales favoritas (Gráfico 7), la lectura fue la que obtuvo más menciones entre las nombradas en primer lugar por los encuestados, seguida por el consumo de películas o series en plataformas y el baile de cuarteto. No obstante, debemos tener en cuenta que la lectura en tanto actividad que configura un repertorio cultural y una inserción social, y goza de una valoración social positiva y las respuestas podrían estar influidas por lo “políticamente correcto”, lo cual podría relativizar ciertos resultados.
Como habíamos mencionado, un 74,8% de los encuestados refiere a la lectura como actividad habitual, sin embargo, sólo un 20,5% la indica como su actividad favorita número uno. Como cuestiones a considerar estarían la frecuencia y el tiempo que se dedica a la práctica, si se tiene en cuenta que estas actividades suelen estar asociadas al tiempo libre o a tiempos residuales, fuera de las obligaciones habituales.
d. Impacto de la pandemia
Para poder comparar las prácticas antes y durante el periodo de la pandemia, realizamos dos grupos de preguntas: un bloque referido a las actividades culturales previas a la pandemia y otro desde que comenzó la pandemia: cuáles actividades siguieron realizando y cuáles no, en qué modalidad, si aumentó o disminuyó su frecuencia, si se sumó alguna otra.
La mitad de los encuestados (199), dijeron haber aumentado la frecuencia de ciertas actividades culturales durante el período de aislamiento por pandemia, entre las que se cuenta la lectura, tal como lo muestra el Gráfico 8.
Así, la lectura queda en segundo lugar, luego del consumo de películas y series por plataformas digitales, con un 10,8 % de los encuestados que aseguraron haber incrementado sus lecturas de libros y prensa. Claramente, el ver contenidos audiovisuales en plataformas fue lo que más aumentó en la pandemia.
Como puede verse, las tres actividades que se hicieron más asiduas (películas, lectura y radio) son aquellas que no implican salir del hogar. En cuanto al acceso a los libros, si bien las librerías estuvieron cerradas, se verificó un aumento de las ventas por canales digitales, Gigena (2021) señala que en 2020 “las ventas en locales cayeron al 69%, mientras que aumentaron las de Mercado Libre (17%) y otras plataformas (22%), como Facebook e Instagram”. Además, se suele tener acceso a bibliotecas de familiares o amigos y disponer de libros propios que se compran y quedan sin leer.
ConclusionesDe acuerdo con las dimensiones analizadas, podemos sostener que con respecto a los lectores en la ciudad de Córdoba podría decirse que los adultos entre 18 y 29 años son menos lectores que los de mayor edad, con la salvedad de la influencia que puedan tener las prácticas en soporte digital y que no sean reconocidas como “lecturas legítimas”. No se observan diferencias sustanciales en cuanto al género.
Observamos, además, que un 61,2% de los lectores provienen de sectores socioeconómicos medios y medios altos, mientras que sólo un 33,4 % de extractos más bajos. También podemos afirmar que a nivel educativo mayor la lectura está más presente como actividad habitual. Esto estaría asociado a las condiciones de posibilidad para la práctica, tanto en términos materiales como simbólicos.
En cuanto a las formas materiales, predominan el libro y los diarios frente a las revistas. En relación con las preferencias de lectura un 43,7% especifican que leen literatura, sean novelas, cuentos o poesía. Los autores más mencionados fueron: Florencia Bonelli, Isabel Allende, Paulo Coelho, Agatha Christie y Cristina Bajo. En segundo lugar, aparece la lectura de noticias de actualidad, sea en la prensa o en Internet y en tercer lugar la Biblia.
Este estudio tiene como limitación el no haber discriminado entre el soporte impreso y digital de lectura, lo cual nos permitió distinguir sólo entre materialidades discursivas como libros, revistas, prensa, y no entre soportes digital/impreso.
A partir de los resultados obtenidos, la lectura evidencia un peso importante entre las actividades culturales de los cordobeses (con un 74,8% que se reconoce como lector) ubicándose en segundo lugar después del consumo de películas y series, con un 20,5% que la refiere como su actividad favorita.
En cuanto al impacto del aislamiento por la pandemia, un 10,8% de los lectores expresaron haber aumentado el tiempo destinado a leer durante el período de aislamiento y nadie refirió haber dejado de realizar esta actividad, es decir es un hábito que pudo sostenerse e incluso incrementarse en algunos casos. Sin embargo, el ver películas y series por plataformas tuvo un crecimiento bastante mayor.
Cabría preguntarse ahora como disparador de nuevas investigaciones, si en la pospandemia que ya se vislumbra, se mantendrán estas tendencias en la práctica de la lectura o sufrirá nuevas mutaciones.
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Notas