ARTÍCULOS
Los
códices pictográficos
indígenas de la Biblioteca Nacional de México
The
Indigenous Pictorial Codices held in the National Library of Mexico
Tesiu
Rosas Xelhuantzi
Universidad Nacional Autónoma de México.
Instituto de Investigaciones Bibliográficas | tesiurosas@gmail.com
/ http://orcid.org/0000-0002-8557-2977
Recepción:
27 febrero 2023
Aceptación:
30 mayo 2023.
Doi: https://doi.org/10.34096/ics.i48.12582
Resumen: En
este artículo se abordan cinco manuscritos del periodo colonial que se
conservan en la Biblioteca Nacional de México. Para comenzar, el texto
explora
el concepto de códice y su aplicación en el ámbito mesoamericano, con
el
interés de ubicar el criterio de agrupación documental propuesto basado
en la
remanencia de sistemas de registro indígena. A continuación se realiza
la
presentación de cada uno de los ejemplares que conforman el corpus, en
la que
se incluye un breve contexto histórico así como un ejemplo selecto de
alguna de
sus características gráficas. Finalmente, se muestra la ubicación
espacio-temporal de los ejemplares en la historia de la cultura escrita
mexicana, y se concluye con algunas reflexiones en torno al corpus
abordado y
las manifestaciones escriturarias e iconográficas indígenas en el
periodo
colonial. De esta manera, el propósito del artículo se concentra en
presentar y
describir los cinco manuscritos como integrantes del corpus de códices
nahuas
resguardados por la Biblioteca Nacional de México.
Palabras clave: Corpus de códices,
Sistemas de registro indígena,
Mesoamérica
Keywords: Corpus of codices , Indigenous record systems, Mesoamerica
Introducción1
La Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia
(BNAH), ubicada en las instalaciones del Museo Nacional de Antropología
e
Historia en Chapultepec, Ciudad de México, resguarda en caja fuerte el
manuscrito más antiguo de las Américas: el Códice Maya de
México,
elaborado entre los siglos XI y XII d. C. (cfr. Turner,
2022). Asimismo,
preserva la colección más grande de códices indígenas de la época
colonial. Por
esta razón es común considerar que en ese acervo se concentran todos
los
códices de tradición mesoamericana que se conservan en la nación
mexicana, lo
cual no es así. La Biblioteca Nacional de México (BNM), ubicada en la
Ciudad
Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
contiene en
su acervo más de medio centenar de manuscritos del periodo novohispano
(siglos
XVI-XVIII) que fueron escritos en lenguas originarias. El idioma que
principalmente se registró en este tipo de manuscritos de la BNM es el
náhuatl,
lengua que hablaron los aztecas en el centro de México y que se
convirtió en el
idioma general aprendido y utilizado por los frailes evangelizadores en
la
Nueva España. En esos manuscritos también se registran idiomas
originarios de
diferentes regiones de México, que por mencionar algunos encontramos:
el
mixteco proveniente de Oaxaca, en la región sur; el totonaco hablado en
las
costas del Golfo de México, en la región oriente; así como el ópata,
lengua
extinta que se ubicó en la región nor-poniente del país. De este medio
centenar
de manuscritos coloniales en lenguas originarias, resaltan cinco
ejemplares
que, por sus características gráficas y escriturarias de tradición
mesoamericana, se pueden agrupar de forma independiente. Considerando
esa
riqueza patrimonial, el propósito del presente artículo es describir y
analizar
cinco manuscritos como integrantes de un corpus de códices
pictográficos
indígenas del periodo colonial que preserva la BNM. Si bien existen
estudios
individuales de algunos de estos códices, hasta el momento no se han
analizado
en su conjunto como grupo documental, lo cual se buscará introducir
como un
aporte a la comprensión del pequeño pero importante corpus de códices
nahuas de
la BNM.
Códices pictográficos de
tradición indígena
El término códice se puede definir e
interpretar
desde diferentes aproximaciones. La Real Academia Española lo define
como un
“Libro manuscrito anterior a la invención de la imprenta” (RAE, 2022),
lo cual
suele asociarse a manuscritos medievales. Los estudios filológicos de
la
cultura escrituraria en la Edad Media han aplicado el término códice al
libro
manuscrito producido en este contexto histórico europeo; un ejemplo se
encuentra en la definición elaborada por Michelle Brown:
CODEX (pl. CODICES).
Originating in the first century, the codex (from caudex,
the Latin word
for tree bark) is a book composed of folded sheets sewn along one edge,
distinct from other writing vehicles such as the roll or tablet. The
codex was
initially a low-grade form manufactured of papyurs. Its portability and
ease of
consultation made it popular among Christians. Following the
Christianization
of the Roman Empire in the fourth century, the codex supplanted the
roll as the
favored vehicle for literary texts (Brown, 1995: 42).
La definición de Brown considera al códice
como un libro
manuscrito antiguo elaborado con hojas dobladas, cosidas y
encuadernadas,
asociado principalmente a la tradición cristiana durante la Edad Media.
Esta
interpretación tiene una amplia trayectoria en los estudios filológicos
y se
refleja en la actualidad en los estudios de los manuscritos iluminados
medievales.
En contraste, el término códice se ha
aplicado en
México de forma diferente en los estudios relacionados con la
producción
escrituraria de Mesoamérica. Desde esta aproximación, el formato de
libro
cosido no ha sido una limitante y se han incluido otros formatos como
el
plegado en biombo, hojas sueltas o incluso lienzos de amplio formato
para
designar a los códices de tradición mesoamericana. Tampoco se ha
seguido el
límite temporal de la aparición de la imprenta de Gutenberg que se
aplica a los
códices medievales, y se ha gestado en la práctica otra delimitación
cronológica que distingue a los códices de tradición indígena en dos
grandes
bloques: prehispánicos y coloniales.
El uso diferenciado del concepto de códice
medieval
y su aplicación en el contexto mesoamericano, no es reciente, al menos
se
remonta dos siglos atrás. El especialista en cultura náhuatl, Miguel
León
Portilla, rastreó el uso diferenciado del término códice en el siglo
XIX:
A
punto fijo no se sabe —o al menos yo lo ignoro— quién fue el primero en
aplicar
la palabra códice a los antiguos libros de Mesoamérica. Todavía en el
siglo
XVIII y principios de la siguiente centuria se les mencionaba de otras
varias
formas: “manuscritos figurativos”, “libros de pinturas”. [...] fue en
el siglo
XIX, y más ampliamente en su segunda mitad, cuando se introdujo y
generalizó el
vocablo códice para referirse a ellos (León Portilla, 2004: 12-15).
León Portilla nos recuerda que los libros
escritos
de tradición mesoamericana fueron denominados de diferentes formas
desde el
primer momento en que tuvieron contacto con el mundo europeo. Un
ejemplo de la
temprana definición de la escritura indígena asociada a los elementos
pictográficos se encuentra en el testimonio de mediados del siglo XVI
por parte
de fray Bernardino de Sahagún, quien menciona: “todas las cosas que
conferimos,
me las dieron por pinturas, que aquella era la escriptura, que ellos
antiguamente usauan” (Sahagún, 1577: f. 1v)2.
Pero fue recién en el contexto decimonónico
cuando
se aplicó en México el término códice de forma específica a un
manuscrito de
tradición escrituraria indígena, creando así una concepción alterna a
la del
término códice de tradición medieval:
De
esta suerte, aunque los libros de pinturas y caracteres de Mesoamérica
difieren
en varios aspectos de los códices europeos medievales, se conocieron ya
universalmente como códices del México antiguo (León Portilla, 2004:
13).
Al contrastar el concepto de
códice desde los estudios que abordan el contexto medieval frente a
aquellos
que lo manejan en un espacio mesoamericano, encontramos diferentes
criterios
cronológicos y de formato, tal como se ha apuntado. Pero posiblemente
el
criterio fundamental de divergencia radica en el contenido
icono-textual. En el
ámbito medieval, el códice está escrito con un sistema alfabético y
podría
tener o no iluminaciones; en el caso que incluyera elementos icónicos,
se
consideraría al códice como un manuscrito iluminado. Entonces, el
aparato
icónico del manuscrito medieval sería un elemento decorativo. En
cambio, en el
ámbito mesoamericano se ha tendido a condicionar la presencia de un
aparato
icónico en los códices de tradición indígena. En otras palabras, si el
manuscrito no cuenta con elementos pictográficos, la tendencia actual
sería
descartarlo como un códice indígena. Desde esta perspectiva, la base
del códice
mesoamericano sería el componente pictográfico, y en los casos donde
además
aparecen elementos textuales latinos, se podría clasificar como códices
mixtos.
Así lo entendió Joaquín Galarza: “Los que nosotros llamamos Códices
Mixtos son
aquellos que fueron concebidos por el tlacuilo de
tal manera que se
unieran dos sistemas de registro, el pictográfico tradicional y el de
caracteres
latinos, en náhuatl y español” (Galarza, 1990: 115). En el presente
artículo no
se utiliza el término de códice
mixto que concibe dos referentes extremos, sino que se prefiere
enfatizar el
carácter híbrido de interrelación de tres sistemas de registro, como
veremos
brevemente a continuación.
A diferencia de la iconografía
encontrada en códices medievales, la iconografía mesoamericana no se
limita a
una función decorativa, sino que forma parte de un sistema de registro
híbrido.
Sobre este aspecto, Pablo Escalante menciona que “el sistema de
registro de los
códices mesoamericanos es un sistema híbrido, que se basa en el
lenguaje
pictográfico y se complementa con rasgos ideográficos y algunos
fonéticos”
(Escalante, 2010: 18). La complejidad del aparato icónico de tradición
mesoamericana ha llevado a algunos autores a concentrarse en el
análisis del
nivel del lenguaje pictográfico (cfr. Hill-Boone,
2010), mientras que
otros autores se han enfocado en los elementos que tienen funciones
fonéticas
pues los consideran parte de un sistema de escritura jeroglífica (cfr.
Lacadena, 2008).
De esta manera, la postura
personal adoptada en este trabajo considera que el aparato icónico
encontrado
en los códices de tradición mesoamericana, contiene tres sistemas de
registro
en distintos grados de interrelación: i) iconográfico; ii) jeroglífico;
iii)
notacional. El primero estaría manifestado en el lenguaje pictográfico
que no
representa sonidos de una lengua en particular, mientras que el segundo
forma
parte de un sistema escriturario que sí tendría un carácter fonético y
representaría unidades legibles, por ejemplo sílabas y palabras, con
significado asociado a una lengua específica. Además, se considera un
tercer
sistema de registro de carácter notacional que representa cantidades y
números.
Esta diferenciación e interacción de sistemas de registro ha sido
enfatizada
por Gordon Whittaker en el contexto de los códices nahuas: “Writing is
one of
three basic and interrelates systems of graphic communication, the
other two
being notation and iconography. These systems not only
influence each other in varying manner but also may borrow and
incorporate
features and elements as sub-systems” (Whittaker, 2009: 51).
Con estas consideraciones
conceptuales, es posible diferenciar con mayor justificación a los
manuscritos
coloniales redactados en lenguas indígenas mediante un sistema
alfabético, de
aquellos otros manuscritos que además de los textos con escritura
alfabética,
contienen un aparato icónico de tradición mesoamericana. Al incorporar
esta
distinción, es posible subdividir el corpus de más de medio centenar de
manuscritos novohispanos en lenguas originarias que conserva la
Biblioteca
Nacional de México. Como se ha mencionado, dentro del conjunto de
manuscritos
resaltan cinco ejemplares que, por sus características de registro
iconográfico, escriturario y notacional, constituyen un grupo de
códices
pictográficos de tradición indígena mesoamericana, pero hasta el
momento no se
les ha considerado como un corpus de códices.
A continuación presentaremos
cada uno de los cinco códices pictográficos de tradición indígena que
conserva
la BNM. Se ofrecerá un breve contexto histórico acompañado de una
imagen
selecta del manuscrito, así como de un elemento vinculado a alguna de
las características
escriturarias, iconográficas o notacionales, sin la intención de
profundizar en
el análisis detallado de los sistemas de registro, pero en cambio
mostrar un
panorama del corpus documental en su conjunto.
Kalendario Mexicano Latino
y Castellano [MS 1628]
Figura
1. Kalendario Mexicano Latino y Castellano, MS 1628, f. 98r
El MS 1628 es un libro manuscrito al que
actualmente
se le conoce como Cantares mexicanos, derivado de
la primera sección del
ejemplar en la que se registra un conjunto de composiciones literarias
en
lengua náhuatl. Además de la sección de cantos, el libro manuscrito
compila
otros doce textos de temáticas diversas, todos ellos escritos
alfabéticamente
en lengua náhuatl principalmente, pero también con uso de castellano y
latín.
Se ha llegado a la conclusión de que los textos fueron elaborados en
varios
momentos dentro de la segunda mitad del siglo XVI:
Dado
que tenemos certeza de que el Kalendario y el Arte adivinatoria se
deben a
Sahagún y a su equipo de trilingües, y que el primer texto de los
Cantares se
hizo bajo la mirada de Sahagún, no es aventurado pensar que los cuatro
primeros
fueron terminados a fines del XVI, muy probablemente en el scriptorium
de Santa
Cruz de Tlatelolco, el lugar donde más manuscritos y traducciones se
elaboraron
en el siglo XVI (Hernández y Villagómez, 2011: 90).
Uno de los trece textos que contiene el MS
1628,
lleva como título Kalendario Mexicano Latino y Castellano.
Esta sección
se ubica entre los folios 85r-100r y tiene un estrecho vínculo con el
segundo
libro del Códice Florentino, por lo cual Ascención
Hernández asoció su
elaboración entre 1558 y 1577 (Hernández de León Portilla, 2019:
19-20). El Kalendario
Mexicano Latino y Castellano es diferente respecto a las
demás secciones
del MS 1628, en lo que respecta a la iconografía. El apartado textual
es un
intento de describir esquemáticamente “El Calendario mexicano que
contiene
trescientos y sesenta días, por donde los Mexicanos se regían para
solemnizar
sus fiestas” (MS 1628: 86r).
Una de las probables causas que motivaron la
elaboración del Kalendario Mexicano Latino y Castellano,
pudo derivar de
la necesidad de identificar con precisión las fiestas celebradas a las
deidades
prehispánicas, en el anhelo de los frailes españoles de combatir las
idolatrías
de la población indígena. Esto se puede entender en el contexto
histórico
novohispano de la segunda mitad del siglo XVI, en el que se fortaleció
la revisión
de manuscritos en lenguas indígenas en búsqueda de idolatrías, tal como
apunta
David Tavárez: “Las transcripciones de textos rituales de origen
mesoamericano
caían bajo el rubro de supersticiones e idolatrías, y su censura estaba
[...]
en manos de los extirpadores de idolatrías” (Tavárez, 1999: 205). Fray
Bernardino de Sahagún y los intelectuales nahuas que redactaron el Kalendario
Mexicano Latino y Castellano a mediados del siglo XVI, se
enfrentaron al
reto de traducir un sistema calendárico mesoamericano hacia uno
cristiano
latino, cuyos modelos cuantitativos en la medición del tiempo no
coincidían:
“porque los meses de esta nación Mexicana son más que los meses de la
lengua
latina, y los días de los meses de la lengua latina son más que los
días de los
meses de la lengua mexicana” (MS 1628: 86r).
En
un estudio
concentrado de esa sección del MS 1628, Ascención Hernández describe
que:
El
Kalendario castellano, latino y mexicano consta de cuatro partes: en
primer
lugar un breve “Prologo”; en segundo, lo que llamaremos “Calendario
mexicano”
en el que se contiene el Xiuhámatl en correlación con otros cómputos
del
tiempo; viene en tercer lugar la parte dedicada “Al lector”; y, en
cuarto, un
“Calendario pictoglífico” formado por un conjunto de 11 láminas en las
que se
representan diez fiestas de las veintenas más los días nemonteni;
faltan las
fojas correspondientes a ocho fiestas (Hernández de León Portilla,
2019: 21).
El apartado que Ascención Hernández denomina
“Calendario pictoglífico”, es de mayor relevancia para el presente
artículo que
busca poner énfasis en los manuscritos coloniales que registran
sistemas
escriturarios de tradición mesoamericana. Particularmente, los folios
que van
del 95r al 100r muestran el empleo de diferentes sistemas de registro:
·
Alfabético. Se utiliza para escribir con
alfabeto latino el nombre en náhuatl de las fiestas prehispánicas.
·
Iconográfico. Se encuentra en la columna
principal de cada lámina, y describe de forma iconográfica el contenido
de cada
fiesta.
·
Jeroglífico. Los signos jeroglíficos
tienen una función fonética, que en este caso representan palabras. En
los
folios mencionados, se ubican en dos secciones, en la columna central y
en los
márgenes exteriores como parte de la barra calendárica.
·
Notacional. Se trata de un sistema de
puntos que representan las trecenas de días, y que en conjunción con
los
logogramas, es decir signos jeroglíficos que representan una palabra,
conforman
unidades del tonalpohualli, sistema calendárico
mesoamericano utilizado
por los aztecas.
· Sobre la combinación de elementos que utiliza el sistema calendárico de tradición mesoamericana, se pone a continuación un ejemplo recuperado del MS 1628 en el que se destacan los elementos notacionales y los signos jeroglíficos que forman parte del calendario mexica (figura 2).
Figura
2. Cuatro
signos del calendario mexica, MS 1628, f. 98r
Códice Santa María Asunción [MS 1497 bis]
Figura
3. Códice Santa María Asunción, MS 1497 bis, f. 30v
El Códice Santa
María Asunción forma parte de un grupo de manuscritos de
tradición
pictográfica-jeroglífica acolhua que fueron elaborados en la región de
Texcoco
en el siglo XVI, y que hoy se encuentran dispersos en acervos de México3, Reino Unido4
y Francia5.
Entre los principales estudiosos
de estos ejemplares se encuentran Barbara Williams y Frederick Hicks,
quienes
nombraron a este conjunto de códices como Grupo Vergara. El nombre está
asociado al juez español Pedro Vázquez de Vergara, quien realizó una
visita al
poblado de Tepetlaoztoc a mediados del siglo XVI en un contexto de
querellas
legales por parte de los pobladores indígenas de Texcoco en contra de
encomenderos españoles. Como resultado de la visita del juez, se
elaboraron una
serie de documentos manuscritos, que aunque en su momento formaron
parte del
proceso legal, en la actualidad son considerados como códices
pictográficos
debido a que sus registros contienen elementos iconográficos,
jeroglíficos y
notacionales de tradición náhuatl. El Grupo Vergara está constituido
por:
tres voluminosos manuscritos pictográficos
(códices)
producidos en este lugar [Tepetlaoztoc] a mediados del siglo XVI: el
Códice de
Tepetlaoztoc (o Códice Kingsborouh), el Códice de Santa María Asunción
y el
Códice Vergara, manuscritos que destacan por la técnica artística y
lingüística
que caracterizó a la escuela de pintura indígena desarrollada en el
reino
prehispánico de Acolhuacan (Texcoco) (Williams y Hicks, 2011: 9).
En forma particular, el Códice
Santa María Asunción registra elementos demográficos y
económicos con la
intención de demostrar las capacidades de pago de tributo a los
encomenderos
españoles. Barbara J. Williams y H. R. Harvey consideran que el
manuscrito fue
realizado a mediados del siglo XVI: “the date of A. D. 1544 appears
most
likely” (Williams y Harvey, 1997: 3). Los autores realizaron un amplio
estudio
de este códice texcocano que incluye la descripción material, el
contexto
histórico y la interpretación del sistema escriturario, acompañado de
la
edición facsimilar del ejemplar conservado en la BNM con una
transcripción
paleográfica del texto en náhuatl y su traducción al inglés (cfr.
Williams
y Harvey, 1997).
El Códice Santa María
Asunción contiene los tres sistemas de registro mesoamericano
mencionados
anteriormente, aunque con algunas adaptaciones. La iconografía del
códice
representa principalmente figuras humanas y los terrenos que están
siendo
censados; respecto a éstos, se nota un énfasis en la forma y extensión
de los
linderos, pues derivado del tamaño se podía calcular la productividad y
por
tanto el pago al encomendero. Es por ello que se buscó especificar que
no todos
los terrenos eran productivos, y se registró mediante el sistema de
escritura
jeroglífica, el tipo de cualidades específicas del terreno que había
sido
representado iconográficamente. Además, se utilizó un sistema de
registro
notacional de puntos y barras para graficar cantidades y tamaños
específicos de
los terrenos.
A continuación se mostrará un ejemplo del uso del sistema de escritura jeroglífica que acompaña a la iconografía de los pobladores indígenas, que a su vez son acompañados de su nombre escrito con alfabeto latino (figura 4).
Figura
4.
Antropónimo jeroglífico Nepantla en el Códice Santa María Asunción, MS
1497
bis, f. 30v
En este antropónimo
jeroglífico, encontramos tres elementos con un orden de lectura que
inicia
abajo y se dirige hacia arriba. El primer glifo corresponde a nenetl,
que Molina traduce como “muñeca de niños” (Molina, 2001 [1571]: 87v).
El
segundo es una bandera: pantli. El tercero
representa unos dientes, que
Molina registra como tlantli (Molina, 2001 [1571]:
45r). Retomando la
propuesta metodológica de Alfonso Lacadena (2008) que considera a la
escritura
jeroglífica náhuatl como logo-silábica, es decir que unos glifos
representan
palabras completas mientras que otros glifos representan sílabas,
podemos
distinguir que en este caso los glifos tienen función de fonogramas
silábicos.
De esta manera, la lectura fonética sólo recupera una sílaba de cada
glifo, que
en el caso del cartucho jeroglífico analizado serían: ne[netl] +
pan[tli] +
tla[ntli], por lo que su lectura sería: ne-pan-tla. Esta transcripción
correspondería con la del nombre registrado alfabéticamente en el Códice
Santa María Asunción: “pedro nepantla”.
Genealogía de Yxtlilxochitl [MS 1809]
Figura
5. Genealogía de Yxtlilxochitl, MS 1809, lámina única
El MS 1809 contiene elementos iconográficos y
jeroglíficos acompañados de texto alfabético en náhuatl, que permiten
definirlo
como un códice pictográfico de tradición indígena. Sin embargo, su
fecha y
contexto de elaboración no están confirmados debido al formato del
ejemplar. El
soporte del códice es un papel artesanal verjurado sobre el cual no se
alcanza
a visualizar filigranas. La dificultad para confirmar si el papel tiene
o no
marcas de agua, es debido a que la única hoja se encuentra adherida
sobre otro
tipo de papel que parece haber sido incorporado en una intervención
realizada
para evitar un mayor deterioro. Además, las hojas de papel sobrepuestas
están
montadas y pegadas a su vez sobre un panel de madera, lo que impide el
análisis
del papel a contraluz. Este panel de madera le dio al manuscrito una
función
decorativa, como se deduce del orificio en la parte superior central a
través
del cual pasó un clavo que habría permitido colgarlo como un cuadro.
Estas
intervenciones parecen haber sido realizadas aún durante el periodo
colonial,
pero faltan mayores análisis sobre la materialidad del ejemplar para
confirmarlo.
El análisis del contenido asociado a una tradición indígena permitió identificar tres elementos de registro: i) textos en lengua náhuatl con escritura alfabética; b) iconografía con elementos semánticos de tradición náhuatl; c) escritura jeroglífica náhuatl en los glifos de antropónimos y topónimos. En el primer elemento, encontramos textos colocados en diferentes posiciones que acompañan y explican el contenido iconográfico. La información recuperada de los textos permite identificar con precisión los nombres de los personajes y sus parentescos. El segundo elemento es la escena iconográfica que muestra a dos personajes principales: Don Phelipe Yxtlilxochitl y su esposa Doña María. En forma secundaria aparecen los tres hijos: Don Juanpedro, Doña María y Don Miguel. Los tres hijos aparecen sobrepuestos a una barda que se puede identificar iconográficamente como un tecpan, cuyo significado es traducido por Molina como “casa o palacio real, de algun señor de salua” (Molina, 2001 [1571]: 93r). El tercer elemento es la escritura jeroglífica. Atrás del personaje principal se encuentra un antropónimo jeroglífico que se puede apreciar con detalle en la figura 6.
Figura
6.
Antropónimo jeroglífico Ixtlilxochitl en la Genealogía de
Yxtlilxochitl,
MS1809, lámina única
Este
es un antropónimo jeroglífico con un orden de lectura de abajo hacia
arriba. El
primer elemento corresponde a ixtli, cara o rostro.
Dentro del mismo
glifo se encuentra un énfasis en el color del rostro, que como podemos
apreciar
es oscuro, y que se puede asociar al color negro que deja el tizne,
cuya
traducción al náhuatl es tlilli. El análisis de
estos glifos permite
identificar el uso de dos fonogramas silábicos: ix[tli] + tlil[li] =
ix-tlil
(cara tiznada-negra). El tercer elemento es una flor, xochitl,
que se
encuentra sobre la cabeza y parece hacer analogía a una corona. Además
encontramos un cuarto elemento que es otro tipo de flor, xochitl.
Posiblemente la ambigüedad entre la flor y la corona haya sido la causa
por la
que se incorporó un glifo de flor en forma complementaria para aclarar
su
lectura, es decir, se trataría de un complemento semántico que podemos
marcar
en superíndice xochitl. La transliteración de
los glifos sería
ix[tli]-tlil[li]-xochitlxochitl, y su
transcripción quedaría:
ixtlilxochitl.
La permanencia de la lógica del sistema
escriturario
jeroglífico encontrado en la Genealogía de Yxtlilxochitl
fue uno de los
criterios para considerar la elaboración del manuscrito en una etapa
temprana
del periodo novohispano, razón por la cual se coincidió con la
propuesta de
Roberto Moreno de los Arcos de ubicarlo en el siglo XVI (Moreno, 1966:
70).
Debido a que aún no se ha logrado datar con precisión este códice, se
consideró
viable proponer una acotación cronológica complementaria mediante el
contexto
histórico conocido, el cual ubica una serie de demandas y solicitudes
por parte
de nobles indígenas alrededor de la década de 1560 (cfr.
Pérez-Rocha y
Tena, 2000). En este periodo encontramos varias muestras de cartas en
náhuatl y
latín elaboradas por nobles indígenas que buscaban defender sus
propiedades y
derechos de nobleza mediante la identificación de su linaje de estirpe.
Considerando este contexto histórico, el MS 1809 podría ser un intento
de Don
Phelipe Yxtlilxochitl para registrar su noble linaje indígena dentro
del
sistema colonial cristiano en el cual únicamente se les permitió
conservar una
esposa, a diferencia del sistema poligámico al que tenían derecho en el
periodo
prehispánico. Este códice no cuenta con algún tipo de estudio o edición
facsímil, y requiere mayores análisis tanto en su materialidad como en
su
contenido iconográfico y jeroglífico.
Mapa de Malinalco [MS 10117]
El documento se encuentra dentro de un
expediente
legal de la Real Audiencia de la Nueva España que se resguarda en la
BNM con
signatura MS 10117. En el año de 1765, los reales oidores recibieron
formalmente una petición por parte de los habitantes indígenas del
pueblo de
San Nicolás, en la región de Malinalco, para que se les restituyeran
las
tierras que originalmente habían sido delimitadas y otorgadas por el
virrey de
la Nueva España en 1599. Para iniciar la averiguación, los oidores
encargaron a
la Real Provisión:
que los Naturales del Pueblo de San Nicolas
le
exhivan los titulos originales de su repartimiento, que en el escripto
inserto
se expresan, y los remitira a esta Real Audiencia, integros y
originales,
serrados y sellados, con Persona segura a entregarse a manos del
ynfraescripto
escriuano de Camara, y lo cumpla (MS 10117: 1v).
De esta suerte, el MS 10117 es
un interesante expediente legal del siglo XVIII que realiza una
revisión de
documentos históricos de finales del siglo XVI y principios del XVII.
El Mapa
de Malinalco es uno de esos documentos que forman parte de
los títulos
originales que fueron recogidos, y contiene dos fechas: 1532 y 1569. La
primera
hace referencia al año de fundación del convento de Malinalco. La
segunda se
encuentra en un texto mutilado que menciona un testamento de 1569. Sin
embargo,
estas fechas no hacen referencia al momento de elaboración del
manuscrito. El Mapa
es un complemento de los documentos que describen la congregación de
indios y
que en su conjunto fueron presentados como títulos de tierra; estos
documentos
tienen fechas que abarcan entre 1599 y 1602, por lo que podemos asociar
esta
misma temporalidad al mapa.
Aunque la función del Mapa de Malinalco estuvo asociada al ámbito legal español, las representaciones muestran algunos elementos pictográficos de tradición indígena. En particular cabe destacar el uso de huellas humanas en los caminos que generan una direccionalidad (figura 8); posiblemente el uso de huellas sea uno de los recursos iconográficos más recurrentes en la tradición cartográfica precolombina que trascendió al periodo colonial (cfr. Hill Boone, 1998).
Figura
8.
Caminos con huellas en el Mapa de Malinalco, MS 10117, hoja suelta
Es importante destacar que en este manuscrito
no
aparecen elementos de escritura jeroglífica, a diferencia de los tres
códices
anteriormente descritos. En cambio, los elementos pictográficos parecen
enfatizar los rasgos topográficos de la región representada. Esto se
puede
interpretar como un desplazamiento del sistema jeroglífico, y el
fortalecimiento de la pictografía para permitir expresiones
especializadas
requeridas dentro del orden colonial, por ejemplo, del ámbito legal. Lo
anterior se conecta con el momento previo a la aparición de los códices
Techialoyan, tal como veremos en la descripción del último ejemplar,
por lo que
se podría aplicar al Mapa de Malinalco el término
de códice
pre-Techialoyan.
Si posteriores estudios logran confirmar que
la fecha
de elaboración del Mapa de Malinalco se ubica circa
1600,
entonces podríamos asociar al siglo XVII el inicio de la etapa tardía
de los
códices pictográficos indígenas, al menos a partir del corpus que
conserva la
BNM.
Códice Techialoyan Huyxoapan C [MS 1805]
Figura
9.
Códice Techialoyan Huyxoapan C, MS 1805, f. 3v-4r
En las últimas décadas del siglo XVII y
primeros
años del siglo XVIII, algunas comunidades indígenas del centro de
México se
organizaron para defender las tierras comunitarias de sus pueblos. Como
parte
de esa organización, un grupo de escribas indígenas elaboró varios
manuscritos
pictográficos con textos en lengua náhuatl, en los que se definían los
límites
y características específicas de los terrenos, con la intención de
utilizarlos
como títulos de tierra. Se ha logrado identificar al menos cincuenta
documentos
de este tipo (cfr. Robertson, 1975), y se les ha
agrupado con la
denominación de códices Techialoyan, que de acuerdo
a Xavier Noguez:
Se
trata de un fenómeno tardío de uso, en documentación agraria, de la
lengua
náhuatl y pictografías o ilustraciones. La cronología más aceptada para
su
elaboración va de la segunda mitad del siglo XVII hasta principios del
XVIII,
como fechas máxima y mínima” (Noguez, 1999: 12).
El MS 1805 forma parte de ese grupo de
códices
denominados genéricamente como Techialoyan, con un contenido asociado
al pueblo
de San Pablo Huyxoapan. El códice contiene textos en lengua náhuatl que
acompañan las representaciones de los recursos naturales del poblado,
así como
de algunas escenas sociales y religiosas. El manuscrito también ha sido
denominado Códice Azcapotzalco, debido a que esta
localidad se encuentra
mencionada en uno de los textos en náhuatl. Sin embargo, Uta Berger
(2005)
mostró que las poblaciones representadas en el MS 1805 corresponden al
valle de
Toluca, en sintonía con el resto del grupo de códices Techialoyan. Si
se
considera que la principal población representada en las escenas
pictográficas
del códice corresponden a San Pablo Huyxopan, entonces lo más adecuado
sería
denominar al manuscrito como Techialoyan Huyxoapan, con lo cual se
especifica
el grupo de códices al cual pertenece así como la población en
específico que
trata.
El manuscrito consta de dos láminas de papel
de
tradición mesoamericana denominado amate. Aún
falta
realizar un estudio que determine y compruebe el tipo de fibra con la
que se manufacturó este códice, por lo que se
retomó la propuesta de The Maya Society (1935) que considera que el
manuscrito
fue elaborado con maguey. Donald Robertson identificó que estas dos
láminas
forman parte de un códice más amplio y que existen otras dos secciones
fuera de
México (Robertson, 1975). Una lámina con textos introductorios en
náhuatl y los
nombres de los autores indígenas del manuscrito, se encuentra en la
Bibliothèque Nationale de France (BNF) con la clasificación Ms.
Mexicain 389.
Otra sección que complementa el texto introductorio en náhuatl y que
además
contiene algunas escenas pictográficas, se encuentra en The British
Museum (BM)
con la clasificación Add Ms. 22070a-b. Finalmente, la sección que
contiene la
mayor cantidad de escenas pictográficas se encuentra en las láminas que
conserva la BNM con clasificación MS 1805. Con la intención de hacer
una
reconstrucción ideal de todas las partes dispersas del códice, se
podría
asignar la denominación de fragmento A al conservado en Francia,
fragmento B al
de Reino Unido, y fragmento C al de México. De esta forma, el nombre
completo
asignado al manuscrito conservado en México sería Códice
Techialoyan
Huyxoapan C.
En la escena de la figura
10 aparece un camino con
huellas en su interior que muestran una dirección, que como vimos en el
Mapa
de Malinalco, son uno de los recursos iconográficos
mesoamericanos que
perduraron hasta la etapa final de los códices coloniales. El texto
alfabético
en lengua náhuatl complementa la información de la dirección de las
huellas: el
camino llega a Huyxoapan. Además, se encuentra un registro notacional híbrido
que de acuerdo a la transcripción
propuesta por Uta
Berger (2005: 69), utiliza numerales romanos con la grafía X
para representar decenas, y numerales mesoamericanos con la grafía O para representar unidades
Figura
10. Iconografía de un camino con huellas y elementos notacionales en el
Códice Techialoyan
Huyxoapan C, MS 1805, f. 3r
El corpus de códices
pictográficos indígenas de la BNM
Las características gráficas de los
ejemplares
presentados se pueden asociar en distintos grados a los tres sistemas
de
registro de tradición mesoamericana: iconográfico, jeroglífico,
notacional. Por
ello es posible diferenciarlos del medio centenar de manuscritos
coloniales de
la BNM que registran lenguas indígenas mesoamericanas únicamente a
través del
sistema alfabético latino. En ese sentido, se propone que los cinco
manuscritos
que se mostraron, conforman un corpus de códices pictográficos
indígenas
asociados a la cultura náhuatl. A continuación se enlistan de acuerdo a
su
antigüedad, indicando su signatura de clasificación en la BNM y
datación
aproximada.
El manuscrito más antiguo es el Códice
Santa
María Asunción, cuya datación propuesta se acerca a 1544
(Williams y
Harvey, 1997). En segundo lugar por antigüedad, encontramos al Kalendario
Mexicano Latino y Castellano cuyo rango de elaboración está
acotado entre
1558 y 1577 (Hernández de León Portilla, 2019). En tercer lugar se
encuentra la
Genealogía de Yxtlilxochitl, manuscrito que requiere
mayores estudios
para confirmar su datación, pero que mediante la consideración del
contexto
histórico y de los elementos iconográficos, es posible proponer que se
elaboró
en la década comprendida entre 1560-1570. Por su parte, el Mapa
de Malinalco
se encuentra integrado a un expediente legal que recoge documentos que
proceden
de finales del siglo XVI y principios del XVII, por lo que es viable
acotar su
temporalidad entre el año 1599 y 1602. Finalmente, el Códice
Techialoyan
Huyxoapan C forma parte de un grupo de códices indígenas
elaborados entre
la segunda mitad del siglo XVII y primeros años del siglo XVIII; en
este caso
se considera que es factible una datación cercana a 1700. La figura 11 es una
línea de tiempo que permite ubicar el momento estimado de la
elaboración de
cada uno de los cinco códices dentro del periodo colonial novohispano.
Figura
11. Ubicación temporal del corpus de códices pictográficos indígenas
de la BNM
En forma complementaria, la figura 12 muestra
esquemáticamente el centro de México como la ubicación geográfica que
está
asociada a la procedencia de los cinco códices. De esta manera es
posible
visualizar la ubicación espacio-temporal de los códices pictográficos
indígenas
de la BNM.
Figura
12. Ubicación espacial del corpus de códices pictográficos indígenas
de la BNM
Conclusiones
En este artículo se presentaron los cinco
códices
pictográficos indígenas del periodo colonial que conserva la BNM.
Aunque el
corpus es pequeño en ejemplares, permite generar una mirada de larga
duración
sobre algunas de las transformaciones que tuvieron los códices
pictográficos de
tradición indígena a través del tiempo que duró la Nueva España. Los
cinco
códices descritos están asociados culturalmente a poblaciones de origen
nahua,
y reflejan los cambios sociales que estaban sucediendo en distintos
momentos
del periodo colonial.
Durante la etapa temprana de contacto entre
el mundo
europeo e indígena en el siglo XVI, los códices realizados en
colaboración
entre frailes e indígenas, son los que mostraron conscientemente los
sistemas
escriturarios prehispánicos, con la intención de identificar los
elementos
paganos y combatir las idolatrías de los indígenas recién conversos al
cristianismo. Tal es el caso del Kalendario Mexicano Latino y
Castellano
(MS 1628), escrito por intelectuales indígenas bajo la tutela de fray
Bernardino de Sahagún.
La Genealogía de Yxtlilxochitl
(MS 1809) es
un ejemplo de las producciones textuales que los nobles indígenas
conversos
realizaron para tratar de enfatizar y comprobar su linaje prehispánico
que les
brindaría derechos señoriales en el sistema legal novohispano.
También de esta etapa temprana y con un
enfoque
socio-económico, el Códice Santa María Asunción (MS
1497 bis) muestra
cómo incluso dentro del periodo colonial temprano, el sistema de
escritura
jeroglífica náhuatl tuvo un crecimiento que permitió el registro de
datos
precisos requeridos para la administración colonial, por ejemplo
cantidades y
cualidades de las tierras, censos demográficos y especificidades de la
población, etc.
En el siglo XVII parece haberse dado un
cambio en
las producciones textuales de tradición indígena de los manuscritos
mostrados,
en las que el sistema de escritura jeroglífica entró a una rápida
pérdida de su
lógica estructural y comenzó a acotar el uso jeroglífico en topónimos.
En
contraparte, la iconografía indígena se enriqueció de elementos
gráficos de
origen europeo, como los encontrados en los mapas, abriendo espacio a
una
cartografía indígena que logró mostrar datos geográficos y topográficos
precisos que delinearon tierras y propiedades en espacios legales. Tal
es el
caso del Mapa de Malinalco, realizado
aproximadamente al inicio del
siglo XVII.
El uso de documentos pictográficos indígenas
en
recursos legales tempranos parece haber sentado un precedente para la
generación de documentos por parte de los propios habitantes indígenas
con la
intención de reivindicar sus tierras comunales. Este fenómeno conocido
como Techialoyan,
se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVII hasta el inicio del
XVIII. El Códice
Techialoyan Huyxoapan C (MS 1805) es una muestra de la
transición de los
sistemas de registro mesoamericanos en la etapa avanzada del periodo
colonial,
y también es un ejemplo del proceso de transformación que Pablo
Escalante
plantea: “La pictografía iba cediendo su lugar a la pintura”
(Escalante, 2010:
370). Así, el siglo XVIII parece haber sido testigo de la fase final de
los
códices pictográficos de tradición indígena que se conservan en la
Biblioteca
Nacional de México.
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1
Agradezco
el apoyo otorgado para la realización de este artículo al Programa de
Becas
Posdoctorales de la Universidad Nacional Autónoma de México, que me
permitió
desarrollar una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones
Bibliográficas con la valiosa asesoría de la Dra. Marina Garone
Gravier.
Asimismo agradezco a la Dra. Saeko Yanagisawa por sus comentarios sobre
el tema
tratado.
2
La transcripción paleográfica utilizada en este artículo mantiene la
ortografía
original de los textos coloniales.
3 Biblioteca Nacional de
México, MS 1497 bis.
4 The British Museum, Add. Ms.
13964
5 Bibliothèque
Nationale de France, Ms.
Mexicain 37-39.