INTERÉS PROFESIONAL

Ixmati. La biblioteca como laboratorio

Ixmati: the library as a laboratory


Leticia María de Lourdes Epstein Cal y Mayor

Tecnológico de Monterrey. Escuela de Humanidades y Educación, México / lepstein@tec.mx | https://orcid.org/0009-0004-8056-2974

Recepción: 02-07-2024.

Aceptación: 27-11-2024.

DOI: https://doi.org/10.34096/ics.i51.14907



Resumen

El presente ensayo indaga sobre la pertinencia de la biblioteca pública como espacio físico en el contexto de la era digital. Ante los augurios de su poca relevancia, el ensayo pone de relieve la participación de los agentes o actores del proyecto bibliotecario como misión principal de esta institución dirigida al desarrollo de las comunidades. La metáfora de la biblioteca como laboratorio se apoya en el ejercicio de las bibliotecas humanas como extremo opuesto de la versión tradicional de repositorio. La diversidad y cambio constante de las estructuras simbólicas, incluidas las bibliotecas, conducen a una desterritorialización de sus fronteras en una figuración cartográfica que aborda su carácter nomádico como expresión de su poder crítico y creativo en el terreno de la construcción política del conocimiento.

Palabras clave: Biblioteca pública, Agencia, Actor, Desarrollo, Comunidad

Abstract

This essay examines the relevance of the public library as a physical space within the context of the digital age. Given the predictions of its little relevance, the essay emphasizes the role of the agents or actors of the library project as the main mission of this institution aimed at the development of communities. The metaphor of the library as a laboratory is supported by the exercise of human libraries as the opposite extreme of the traditional version of a repository. The diversity and constant change of symbolic structures, including libraries, lead to a deterritorialization of their borders in a cartographic figuration that addresses their nomadic character as an expression of their critical and creative power in the field of political construction of knowledge.

Keywords: Public library, Agency, Actor, Development, Community




Introducción1 2

Es posible que necesitemos una buena balsa para cruzar un río en particular,pero la misma balsa puede inhibir nuestro progreso
si nos aferramos a ella mucho después de haber cumplido su propósito.
—Marshall Ganz

Dejé la dirección de biblioteca del campus no sin reservas. Había estado en ese puesto durante 7 años en los que apenas comencé a vislumbrar posibilidades para la biblioteca académica. En la transición de regreso al claustro de profesores y a manera de salvoconducto, me topé con los laboratorios ciudadanos, una iniciativa que en 2016 empecé a trabajar en la universidad de la mano de una organización cultural española3. Un año después, cobijada por la filosofía de lo experimental, lo abierto y lo afectivo, conocí el proyecto danés de Human Library4.

Aunque en ese momento no me quedaba claro, fueron las bibliotecas humanas las que todo este tiempo me mantuvieron conectada con el tema. Las preguntas que ahora me llevan a construir una reflexión sobre las bibliotecas públicas son varias, pero una me parece la más urgente en el contexto de la cultura y la producción de conocimiento de la era digital: ¿Qué sentido tiene la biblioteca como espacio físico cuando la información en formato digital puede albergarse en mayor cantidad y variedad en un pequeño dispositivo electrónico? La necesidad de recuperar la biblioteca pública como espacio físico es uno de los asuntos que he podido dimensionar a partir de la experiencia de trabajar con las bibliotecas humanas en el contexto de los laboratorios ciudadanos. Se trata de un movimiento en favor del aprendizaje y la práctica generados en y por la producción de conocimiento de forma colectiva. De ahí el nombre de esta trayectoria de preguntas: Ixmati5.

La verdad debe mostrársenos hecha en fragmentos lo más granulares posible, para que cualquiera que acceda a tan admirable construcción sea capaz de encontrar una tarea que lo mejore o complemente, porque no debemos conformarnos con ser pares, queremos ser parte. No queremos una verdad de otros a la que se nos invita, sino una verdad nuestra y entre todos, hecha de fragmentos memorables que sólo existen por la convergencia con otras aportaciones tan minúsculas como indispensables (Lafuente, 2022: 158).

Una biblioteca constituida de cuerpos no hace referencia a la ocupación en la biblioteca, ni se centra en los usuarios6 especialmente. La experiencia de la biblioteca humana nos lleva más bien a revisar qué significa el acceso y uso de la información en la era digital, a fin de considerar sus posibilidades para la cultura del aprendizaje y del conocimiento. Esta pregunta nos dirige sin duda a reflexionar sobre las tecnologías de la información contemporáneas, no sólo porque hablar de bibliotecas lo amerita, sino porque lo que tejen los algoritmos es mucho más que un contexto. Ahora más que nunca la frase de McLuhan es un fenómeno contundente. Que el medio sea el mensaje, sin embargo, hace más relevante la apuesta de una biblioteca humana dado que el cuerpo como medio es prueba fehaciente del mensaje: que el contenido tenga sentido por el continente en una experiencia única de autopoiesis como fuente de una información situada cada vez más urgente en el entendimiento de problemas complejos que nos aquejan.

A casi 5 años de que se cumpla el plazo de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la Agenda 2030 de la ONU, la situación de las bibliotecas es un tema obligado para que como comunidad humana alcancemos las metas planteadas. Utilizando la metáfora que sugiere Kurt Vonnegut, podríamos pensar en evaluar nuestra condición cultural en relación con las bibliotecas como canarios de mina; estas instituciones democráticas bien pueden ser los termómetros que nos adviertan de los peligros o nos confirmen el buen camino (Reed y Grigsby, 2006).

En la publicación de IFLA, Las Bibliotecas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Manual para contar historias7, se abre la puerta para entender muchas de las acciones que en esa dirección se están llevando a cabo en todo el mundo. Involucradas con los 17 objetivos, el objeto social de las bibliotecas se centra en el número 4, “Educación de calidad”. Acceso igualitario, competencias para el desarrollo sostenible, entornos de aprendizaje seguros, no violentos, inclusivos y eficaces para todos, son algunos de los conceptos que vinculan este tema con el propósito de este ensayo. De la misma manera y sin ninguna intención de exhaustividad, el objetivo número 11, “Ciudades y comunidades sostenibles”, también presenta retos vinculados a las bibliotecas públicas: capacidad para la planificación y la gestión participativas e integradas, vínculos económicos, sociales y ambientales positivos entre las zonas urbanas, periurbanas y rurales, entre otros. La mayoría de las bibliotecas están familiarizadas con el primer objetivo suscrito, pero quizá se sientan un tanto ajenas frente al segundo. Sin embargo, si declaramos que estas instituciones insignia de la democracia, deben de procurar el desarrollo de sus comunidades, entonces el destino de la biblioteca pública está comprometido con la formación de capacidades, que son las verdaderas libertades que tienen las personas para alcanzar lo que potencialmente pueden hacer o ser. Es decir, no se trata simplemente de la libertad formal de hacer o ser algo, sino de la oportunidad sustancial de lograrlo (Sen, 2000). Oportunidad que puede alcanzarse mediante el intercambio colectivo presente en un laboratorio, en la biblioteca como lugar de experimentación.

Educación y desarrollo sostenible que no pueden eludir su vínculo con la información. La sola mención del concepto nos hace pensar en la advertencia marxista de “un fantasma recorre” el mundo: es el fantasma de la Inteligencia Artificial. El tema es tan complejo que abordarlo, aunque fuera de forma somera, abriría la puerta a una nueva investigación. Con todo, me parece inevitable subrayar un punto de apoyo que definitivamente conecta la relevancia de la biblioteca como espacio físico y como laboratorio en un mundo donde el proceso de búsqueda, selección y uso de la información lo lleva a cabo una máquina, no un humano.

En su más reciente publicación, Yuval Noah Harari (2024) dirige su análisis como historiador hacia el tema de la información:

La humanidad consigue un poder enorme mediante la construcción de grandes redes de cooperación, pero la forma en que se construyen dichas redes las predispone a hacer un uso imprudente del poder. Nuestro problema, por lo tanto, tiene que ver con las redes. Más concretamente, es un problema de información. La información es el pegamento que mantiene unidas las redes (Harari, 2024: 6).

Si el uso imprudente del poder es un problema de información, preguntarnos por su génesis y destino es más relevante que nunca, sobre todo cuanto, por primera vez en nuestra historia, la tecnología ha dejado de ser una mera herramienta para convertirse en un agente (Harari, 2024: 17).

Reflexionar sobre el trabajo con la biblioteca humana tiene como aspiración principal mostrar perspectivas de la información y el conocimiento centradas en el desarrollo de las personas y, desde esta consideración, pensar en la utilización del espacio y los recursos como oportunidades para los cuidados y la convivencia. Son los procesos de producción de conocimiento, aprendizaje y vinculación, no los recursos, los que fortalecerán nuestras comunidades y les permitirán la libertad de decidir la vida que desean llevar. Por otro lado, son procesos que requieren de un espacio físico para llevarse a cabo de manera efectiva y eficiente; la experiencia del distanciamiento digital vivido durante la pandemia de COVID nos enseñó muchas cosas, pero una muy contundente es que necesitamos la congregación física para aprender y construir conocimiento. Sin duda que las herramientas digitales han resuelto y seguirán resolviendo una gran cantidad de asuntos, pero ahora tenemos más claro que nunca el papel fundamental de la convivencia en estos terrenos, así como de los negativos efectos que la abrumadora cantidad de información puede producir. La idea ingenua de la información -apunta Harari (2024)- sostiene que mientras más datos tengamos, más cerca estaremos de la verdad y el conocimiento. Sin embargo, nuestra capacidad de almacenar y procesar datos nunca había puesto más en jaque a la educación y al desarrollo.

Desde que comencé a trabajar con la metodología de los laboratorios ciudadanos, estoy convencida de que es indispensable concebir a las bibliotecas como laboratorios en lugar de repositorios. Son muchas las voces que abogan por su metamorfosis. El camino apenas empieza, pero serán sin duda las experiencias como las de biblioteca humana las que nos revelarán las claves de un nuevo entendimiento de la convivencia y desarrollo humano. El propósito de este ensayo es indagar sobre las posibilidades de la biblioteca pública como espacio de aprendizaje y práctica generados por y para las comunidades, entendiendo procesos de apertura y generación de conocimiento mediante la conversación en favor del bienestar común (Lankes, 2023). Espacios que inviten a las personas a una acción social decidida en favor de las comunidades y su conocimiento, sin descartar los recursos y la infraestructura, pero poniéndolos en una perspectiva adecuada, como herramientas (Lankes, 2011).

Una biblioteca nómada8

Recuerda que lo más difícil de “ponerse los zapatos de otros” es que, primero,
“tienes que quitarte los tuyos”.

—Amalio Rey

La biblioteca humana es una experiencia de encuentro y diálogo que busca borrar las fronteras de la (in)diferencia, para reconocer y apreciar la diversidad en toda su riqueza. Como se define en la página de la organización internacional que dio origen a este movimiento, está diseñada para construir un marco positivo para conversaciones que puedan desafiar estereotipos y prejuicios a través del diálogo: es un lugar donde las personas están en préstamo a los lectores9, convertidas en libros humanos que se abren para compartir una experiencia de vida, un conocimiento encarnado, que genera un espacio hospitalario para la diferencia.

El conocimiento que hemos generado y que necesitamos como humanidad para vivir la vida que deseamos está en los archivos (repositorios, documentos, bases de datos, etc.), pero también está en los cuerpos. La cultura escrita (y publicada) ha dejado en un nivel periférico e inferior a todo ese cúmulo de experiencias y saberes que nunca estarán en un libro y que, en consecuencia, nunca lograremos aprender en una biblioteca convencional. El conocimiento experiencial, el tácito y no codificado está a tal grado invisibilizado que, con frecuencia, ni nosotros mismos sabemos que lo tenemos. Ese conocimiento es un tesoro que una biblioteca humana no sólo pone a nuestra disposición, sino que lo hace emerger: no sólo es un lugar de difusión de la cultura, sino también un espacio de investigación abierto a lo desconocido, lo inaudito o lo inefable.

Entender la pluralidad es un ejercicio para el que no siempre estamos preparados o dispuestos. Nos movemos bajo patrones que nos son familiares y cuando algo se sale del catálogo de nuestra cotidianeidad, nuestra respuesta suele ser de recelo, rechazo o temor. Diseñar y experimentar con estos espacios de inclusión, fomenta que podamos ampliar nuestros marcos de referencia y que recuperemos la curiosidad e interés por todas las formas y condiciones de lo humano; que podamos reconocer todas nuestras aristas depende de que aceptemos colocarnos en zapatos ajenos y explorar la posibilidad de salir de nuestra zona de confort para hacernos de forma más empática o solidaria.

La biblioteca humana se origina en el año 2000 en la ciudad danesa de Copenhague, dentro del Festival de Roskilde ‒uno de los mayores festivales en Europa‒. El objetivo del movimiento juvenil llamado Stop the Violence10 fue, desde un primer momento, disminuir la discriminación entre los jóvenes celebrando la diferencia y promoviendo el diálogo, la tolerancia y la comprensión hacia personas provenientes de diferentes estilos de vida o culturas. El evento que originalmente duró cuatro días, presentando más de cincuenta libros humanos, se convirtió en una organización no gubernamental presente hoy en día en más de ochenta países, en la mayoría de los cuales, son organizadores locales los que llevan a cabo las bibliotecas humanas.

Sin duda la apuesta principal de organizar una biblioteca humana consiste en desafiar estereotipos y prejuicios. A través de generar espacios donde las narrativas personales se comparten de manera horizontal, los participantes -libros y lectores- incursionan en un terreno en el que afirmar “esta soy yo” no compite con el “este soy yo” de otro, sino que interactúan en un caleidoscopio de posibilidades en el que todas las personas nos podemos ver reflejadas. Darnos cuenta de cuánto nos parecemos y con qué naturalidad nos podemos poner en los zapatos de otro, derriba barreras que quizá no propiciamos directamente, pero que habida cuenta de su injustificada existencia, nos convocan a ser agentes activos de su eliminación.

Que la biblioteca esté hecha de cuerpos implica la presencia de la voz, de la oralidad. La palabra escrita tiene ventajas con respecto a la expresión oral, ya que está quieta y se conserva la misma, aunque el tiempo pase. En cambio, la expresión oral es líquida y cambiante, menos manipulable porque no podemos asirla con facilidad; usualmente la palabra hablada es menos estructurada que la palabra texto. Y, sin embargo, tiene una contundencia que le infunde la presencia del que habla, que impacta al interlocutor de una manera muy especial, no sólo porque hay más sentidos involucrados que en la palabra escrita, sino porque la voz que surge de un libro humano tiene una autoridad única: porque lo dice quien habita el cuerpo que habla. Si bien podemos sostener una conversación con un autor a través de sus textos, el diálogo vivo que posibilita la interlocución hablada es infinitamente más potente a la hora de desafiar estereotipos, sobre todo cuando el “estereotipo” no es una cifra dentro de una tabla estadística, sino que está encarnado y sentado frente a mí.

La biblioteca humana es un espacio donde caben todos los discursos en igualdad de circunstancias. Biopolítica en sentido inverso que desarticula los modos de poder al romper con el adiestramiento social y la normalización. El libro humano no cuenta su historia para acomodarse en algún parámetro o espacio social: es como es, con todo derecho. Pulveriza la autoridad a través de las diferentes historias: nadie tiene la razón, no la necesita. La biblioteca humana es la anfitriona del espacio de aparición (Arendt, 1998) como resistencia, en donde cada libro humano es con todo derecho una obra de arte. Contarse en presencia de otras personas es una forma contundente de hacerle frente a la alienación en la sociedad moderna, donde los individuos pierden su identidad y se vuelven piezas intercambiables en una estructura mayor, ya sea en la producción industrial o en los espectáculos de masas. Ese ornamento de las masas que simboliza cómo las personas se ven reducidas a patrones abstractos, vacíos de contenido crítico o subjetividad, lo que refleja las tensiones entre el individuo y las crecientes formas de control social y estandarización en la era del capitalismo neoliberal (Kracauer, 2008). La biblioteca humana es la fuerza de la experiencia encarnada frente al discurso abstracto -sin rostro- que persigue la homologación.

Los problemas crónicos de nuestra sociedad contemporánea requieren un cambio de paradigma que nos permita entender y actuar de maneras más creativas y respetuosas: una ética atrevida como la que Levinas sostiene desde la responsabilidad heterónoma. Acercarse al Otro en conversación es acoger su expresión en la que a cada instante se desborda nuestra conciencia. Por tanto, recibir del Otro más allá de la capacidad del Yo es lo que significa la idea de infinito. Ese Otro no como un objeto de mi conciencia, sino el Otro como sujeto, como rostro. El rostro se impone al sujeto de forma irremediable y en la trascendencia del Yo está la ética. Levinas da cuenta de la experiencia de infinito contenida en la travesía del yo para salir de sí mismo, en su camino a esa exterioridad que es trascendencia. “La relación con el Otro (Autrui) me pone en cuestión, me vacía de mí mismo y no deja de vaciarme, descubriéndome en tal modo con recursos siempre nuevos” (Levinas, 1998: 58). ¿Dónde encontrar al Otro sin transformarlo en lo Mismo?, pregunta Levinas. ¿Cómo dejarlo permanecer Otro? La respuesta no es una ni definitiva, pero si reconocemos que los males que nos aquejan tienen su origen, al menos en parte, en la situación en la que “como sujetos estamos sujetos de nosotros mismos” (Levinas, 1998: 49), el camino hacia la resistencia es una diáspora hacia el rostro del Otro, una ética de la vida que posibilita a la biblioteca como institución nómada y como laboratorio.

El diálogo que resulta de una biblioteca humana visibiliza y reconoce la experiencia de todas las personas por igual. En un contexto donde el conocimiento amateur, las perspectivas particulares, las emociones y sentimientos no son considerados valiosos, ni mucho menos autoridad en el entendimiento de las problemáticas que nos aquejan, la comunicación oral en grupos pequeños conformados por el libro humano y sus lectores construye un entorno inigualable para una cultura de inclusión: nadie como los concernidos para narrar y compartir cómo es una vida con discapacidad, qué ha llevado a un migrante a dejar su hogar, cómo libra la batalla consigo mismo un excombatiente de guerra, cómo sobreponerse a la violencia de género, la pobreza de las personas en situación de calle, la exclusión de los sin papeles o la enfermedad crónica. Las historias de vida que se ponen a disposición de las personas lectoras revelan el acervo inédito de conocimiento en el que “las preguntas más difíciles son esperadas, apreciadas y contestadas”11. En el diálogo, no sólo hay aprendizajes para los lectores; los libros humanos también visibilizan y comprenden su propia historia. Narrándose a sí mismos descubren que ningún texto científico ni psiquiatra calificado puede explicar -como una alcohólica puede hacerlo- cómo es vivir con alcoholismo.

El problema es reconocerlo. Es difícil concedernos valía y autoridad en la diferencia, cuando nos salimos de catálogo. En la confusión del fragmentado ambiente de la información somos presa fácil de estereotipos que nos hechizan como consumidores y nos restan ciudadanía. La biblioteca humana tiene un efecto Fahrenheit para salvaguardar el nuevo comienzo que somos todos, como diría Arendt (1998). Un espacio seguro y hospitalario donde aparecer con acción y discurso propios. La visa temporal para pasar del plano cartesiano a un plano cortazariano, en donde la posibilidad es el terreno más fértil para cultivar la empatía, incluyendo la que muchas veces tenemos que concedernos a nosotros mismos.

La biblioteca humana es una frágil y poderosa infraestructura para construir o fortalecer una comunidad. Planear, diseñar, organizar, ejecutar y replicar este ejercicio de diálogo y encuentro es una experiencia de inteligencia colectiva entre personas e instituciones, donde la producción de conocimiento se da naturalmente de forma contrastada: el otro es parte estructural del relato porque el yo se construye a partir del tú. Los libros humanos se cuentan a sí mismos y a otros en un experimento situado, local e ineludiblemente plural. Implica pintar cualquier tema con una holgada y diversa paleta de colores. El cuadro resultante nos vincula con la fibra de la empatía y el reconocimiento de que nuestras diferencias son un tesoro, no una amenaza. La biblioteca humana no es sólo una colección de libros, es principalmente una comunidad de aprendizaje, un laboratorio donde nos experimentamos juntos para abrazar nuestra complejidad. Una comunidad como la que fue necesaria en las bibliotecas de las abadías medievales para tener acceso a la escaza información. Una comunidad como la que paradójicamente se necesita también ahora que la información abunda, y nos necesitamos para dar sentido al mundo que habitamos.

La biblioteca humana no es una panacea para el bienestar, pero sí que funciona como una especie de acupuntura social que fortalece capacidades fundamentales para lograr comunidades sustentables. Desactivar prejuicios, apreciar la diferencia, generar agencia y sentido de pertenencia son piezas clave de las comunidades de aprendizaje que necesitamos para la innovación social.

La cartografía

Hay que recordar siempre que «el mapa no es el territorio»… todo modelo no puede ser más que un modelo,
una necesaria simplificación del mundo, que nunca debería confundirse con la cosa real.
En segundo término, no hay ninguna visión preanalítica correcta, ningún paradigma verdadero o marco perfecto
que está ahí fuera aguardando a ser descubierto… «Todos los modelos son erróneos, pero algunos resultan útiles».

—Kate Raworth

Navegar en la experiencia de las bibliotecas humanas me llevó a preguntarme por el significado de los aprendizajes, capacidades y recursos que aportan en relación con las bibliotecas públicas. ¿Cómo entendemos la función de estas instituciones una vez que hemos reconocido que el conocimiento también está en los cuerpos? Esta reflexión me llevó a recorrer el territorio de la ciudad de Medellín, Colombia. Podría decir que esa ciudad me llamó. Tuve la fortuna de que la publicación de la guía Cómo hacer una biblioteca humana12 atrajera el interés de colegas y bibliotecarios en ese país, de lo que nació un vínculo que no sólo me permitió mi estancia de investigación con la Universidad de Antioquia en la primavera de 2024, sino que me ha regalado la posibilidad de pertenecer a una comunidad de maestros artesanos, activistas y gestores culturales que posibilitan un punto de vista (po)ético de la biblioteca.

Por las investigaciones previas a mi estancia en la ciudad, empecé a contactar con un panorama muy distinto a lo que había sido mi experiencia con las bibliotecas públicas en México. A pesar de que no tengo la intención en este ensayo de hacer un análisis comparativo entre las instituciones bibliotecarias de ambos países, lo que sabía desde lejos y que corroboré de cerca me condujo a la necesidad de figurar un nuevo mapa para poder abordar un territorio que, aunque sustentaba el mismo nombre, constituía un nuevo caleidoscopio de la biblioteca pública. Medellín me obligó a una nueva cartografía.

A esta experiencia decantada me referiré más adelante, pero valga su mención ahora para justificar la utilización de metáforas y, en particular, la adopción que hago del término cartografía para poder lograr la traducción que necesité para navegar entre lo que sabía y las múltiples posibilidades que se me presentaron en la tierra del convite y la biodiversidad.

En conversaciones con varios bibliotecarios al respecto de la experiencia de la biblioteca humana, he encontrado una curiosa coincidencia en la pregunta sobre cómo hacer que los testimonios vivos queden registrados para un catálogo. Sin negar que esa ha sido también una preocupación del proyecto académico de Biblioteca de Narrativas13, lo central de esta reflexión no se orienta a cómo dejamos memoria de los testimonios logrados en cada evento de biblioteca humana, sino cómo los testimonios vivos -con toda su impermanencia y poder- iluminan las razones que tenemos para recuperar el espacio físico de las bibliotecas públicas. Es decir, defender la pertinencia de estos espacios de aparición para recuperar a los de sujetos de conocimiento como agentes de cambio.

Si bien no pretendo partir de cero en el análisis de la biblioteca pública, considero que es necesario problematizar lo que implica este ecosistema para identificar retos y declarar las rutas de acción ante la enorme transformación que la era digital ha implicado. Es un llamado de atención a levantar la vista de la disyuntiva de formatos y recursos, para atender lo verdaderamente relevante: los procesos de aprendizaje y práctica que se producen como resultado del intercambio entre cuerpos, en un escenario digital cuyo creciente poder podría excluirlos.

Tampoco pretendo ser exhaustiva. Un enfoque multidisciplinario será necesario para trascender lógicas funcionalistas e instrumentales, pues el acontecer en la biblioteca pública se ha diversificado borrando fronteras que parecen amenazar su misión “original”. Sostengo que no hay tal peligro; por el contrario, las bibliotecas están evidenciando procesos y recursos que antes estaban en poder de una élite y ahora se han democratizado, la alfabetización recorre nuevos territorios y la autoridad se desplaza en un margen infinitamente más amplio de sujetos. Esto sin duda rompe con los parámetros con los que acostumbramos medir el impacto de las iniciativas en la biblioteca. Y no en vano apuntamos a la transformación de las métricas, ya que si lo que se pone de relieve es el concepto de ixmati, no sólo nos desplazamos del recurso al sujeto, sino que proponemos a la comunidad de sujetos como nuestro punto de fuga. El enfoque político que pongo a revisión en este ensayo carece aún de las métricas logradas y apreciadas en el mundo de las ideas ilustradas, pero pretende un entendimiento más orgánico de las posibilidades de la biblioteca como espacio de aparición. Un lugar donde las narrativas particulares puedan ofrecer guías al posibilitar figuraciones no hegemónicas ni de dominación; tropos incorporados que se resisten a caracterizaciones de exclusión y apuntan hacia la unidad a través de la diversidad como un nuevo modo de organizar la vida social (Hall, 2020).

En sintonía con lo anterior, necesitamos un nuevo constructo epistemológico que albergue figuraciones políticamente informadas capaces de expresar una visión alternativa de la subjetividad: nuevos marcos, imágenes y modos de pensamiento, más allá de las limitaciones conceptuales dualistas y los hábitos mentales monológicos. Este nuevo entendimiento de la subjetividad -el sujeto nómada como lo llama Rosi Braidotti- es una ficción política que permite el pensar y trascender categorías y niveles de experiencia predeterminados: “desdibujando fronteras sin quemar puentes”. Como una forma de salir del estancamiento político e intelectual que padecemos, la potencia de la imaginación y la creación de ficciones políticas pueden ser más efectivas que sistemas teóricos que ya no se corresponden con las estructuras simbólicas contemporáneas. La figuración de lo nómada se refiere entonces al tipo de conciencia crítica que se opone a establecer modos de pensamiento y comportamiento socialmente codificados (Braidotti, 2011). Como lo expresó Donna Haraway, necesitamos figuras feministas de la humanidad que se resistan a la figuración literal y aún estallen en nuevas figuras retóricas, nuevos términos de posibilidad histórica (Haraway, 1992).

Incursionar en el modelo feminista de la biblioteca pública nos conduciría a un territorio del que por ahora no nos ocuparemos, pero baste la nomenclatura de Haraway para apuntar a la necesidad de trascender versiones unívocas como condición para establecer un marco teórico pertinente para pensar la biblioteca pública. El desafío es entender cómo desterritorializar (Braidotti, 2013: 94), cómo abordar en su condición nómada la interacción entre posiciones sociales, reconociendo que “el poder es una situación o un proceso, no un objeto o una esencia”. Esto nos lleva a una metodología coherente con la necesidad de mapear las figuraciones de la subjetividad nómada: el método cartográfico. “Una cartografía es una lectura teóricamente fundamentada y políticamente informada del proceso de las relaciones de poder”. Lectura que proporciona tanto herramientas exegéticas como alternativas teóricas creativas sobre nuestra forma incorporada, plural, compleja y colectiva de habitar el mundo (Braidotti, 2012: 4).

Referirnos a una cartografía para entender el ecosistema de la biblioteca pública es también una forma de compromiso con la revisión orgánica, iterativa y abierta de las narrativas que surgen de esta forma de leer las relaciones de poder entre sus componentes, es decir, a las formas en las que los sujetos utilizan y aprovechan los espacios y recursos para generar capacidades que les permitan desarrollarse. La potencialidad que supone la interrelación de los componentes del ecosistema no sólo respeta la condición nómada de la biblioteca, sino también la de un abordaje sin la consideración de fronteras definitivas. A diferencia de un mapa como comúnmente se entiende, una cartografía da cuenta de la dimensión geopolítica y genealógica: permite rastrear las huellas del pasado, así como establecer trayectorias dentro de lo posible. Sujetos, recursos y espacios como figuraciones localizables en tiempo y espacio se corresponden con lo que previamente Bourdieu ha propuesto para entender el orden social:

Toda mi empresa científica se inspira, en efecto, en la convicción de que no se puede asir la lógica más profunda del mundo social sino a condición de sumergirse en la particularidad de una realidad empírica, históricamente situada y fechada, pero para construirla como “caso particular de lo posible”, según las palabras de Bachelard, es decir, como una figura en el universo finito de las configuraciones posibles (Bourdieu, 2011: 18).

Las formas simbólicas con las que nos damos conocimientos situados y fechados tienen como marco de referencia lo posible. Este dinámico margen que pone de relieve la potencialidad de los sujetos renueva la pertinencia de parámetros nómadas y lecturas cartográficas. Más allá de las condiciones de infraestructura (recursos y espacios), son los sujetos y sus relaciones los que requieren un abordaje que restituya la trama política que hace posible la configuración de comunidades de aprendizaje y práctica. Hablar de bibliotecas humanas permite que extendamos la metáfora más allá del evento de presentación de testimonios vivos, hacia la navegación de un territorio líquido donde la vinculación entre sujetos es la parte preponderante. Sujetos no sólo diversos entre sí, sino estructuralmente nómadas, lo que da como resultado un universo frágil e impredecible (Arendt, 1998). Pretender entender qué es la biblioteca y cómo definirla en el siglo XXI implica enfocarnos en aquello que la anima.

Recuperar los cuerpos

Los libros no son solo papel y tinta, son mentes que piensan y corazones que sienten.
—Ray Bradbury

En referencia al concepto científico de materia obscura, Annemarie Naylor (2015) nos propone otra metáfora para continuar la reflexión sobre las bibliotecas. Si El 95% del universo conocido es materia oscura, algo que no se puede ver, que nunca hemos estudiado, ¿qué pasaría si reconociéramos que nuestras instituciones de memoria, nuestras bibliotecas y nuestros museos solo contuvieran el 5% de nuestra cultura? El 95% de nuestra cultura es materia oscura y está ahí en nuestros cuerpos, fuera de catálogo, no registrada, invisible. Como la materia obscura, sabemos que existen esas estructuras simbólicas inéditas porque hay muchas pistas de la vida cotidiana que serían imposibles de explicar sin ellas.

Con la invención de Internet -señala Naylor- sucedió algo fundamentalmente diferente y revolucionario: obtuvimos un acceso casi ilimitado a leer información, pero también a producirla. En este contexto cultural, las bibliotecas ya no pueden ser consideradas únicamente como puntos de acceso a la información, sino como ecosistemas donde, entre otros procesos, tenemos acceso a los recursos para producir conocimientos teóricos y prácticos. Esta situación altera principalmente la pertinencia de nombrar con el término “usuarios” a los sujetos del ecosistema, no sólo porque excluye su potencial productivo al proponerlos como meros receptores de algo previamente desarrollado por quienes tienen la “autoridad” de hacerlo, sino porque confina el poder de construir conocimiento a la vinculación entre el sujeto y los recursos existentes en la estantería física o virtual.

A través de la figuración cartográfica es posible una lectura políticamente informada que dé cuenta de la construcción del conocimiento desde todas sus aristas, revelando cómo la biblioteca pública como espacio físico es un laboratorio analógico que no necesariamente compite con desventaja con la interacción en línea. Sin duda, la diversidad y ubicuidad de los medios de información, más el acceso y disponibilidad a gran cantidad de información, han generado nuevas prácticas de lectura, diversificado nuestros hábitos mentales y resignificado los espacios. Cuando parece que el debate entre los libros en formato físico y las publicaciones electrónicas pierde relevancia14, autores como Jeffrey Schnapp y Matthew Battles (2014) hacen un llamado a reformular la reflexión en torno a las bibliotecas, preguntándonos qué significan como instituciones físicas en la era digital. No podemos evitar la transformación de la biblioteca en el contexto del exponencial crecimiento de las bases de datos, pero al mismo tiempo no debemos soslayar la convivencia en las comunidades. Según los autores de The Library Beyond the Book, las bibliotecas siempre han sido como colmenas animadas por personas, no por documentos; no son repositorios, sino que las define la animación de la presencia de cuerpos en el espacio físico. Proponen imaginar posibles escenarios de la biblioteca empezando por la idea de preservar la memoria para que el futuro pueda tener una conversación continuada con el pasado. Escenarios de futuro que nos enfrentan a la pregunta de qué significa una biblioteca como base de datos, cómo diseñar una base de datos centrada en las personas y, sobre todo, este ejercicio de figuración plantea la posibilidad de dejar atrás versiones planas del acontecer bibliotecario, para pensar cómo insertamos las bases de datos en los espacios físicos.

Las bibliotecas y el conocimiento tradicionalmente han florecido en espacios y comunidades físicamente conectadas, menciona Schnapp (2015). No importa cuán poderosas sean las herramientas digitales, somos seres sociales y necesitamos figurar cómo construimos puentes entre el creciente mundo digital y los ambientes físicos en donde el conocimiento se produce. ¿Qué es lo que queremos que las bibliotecas físicas faciliten en un mundo de tanta riqueza informacional? ¿Cómo hacemos que la información digital sea relevante en los espacios físicos? La cartografía que presenta el profesor y fundador del metaLABprojects de la Universidad de Harvard propone reimaginar los espacios físicos, dispositivos y mobiliario para renovar la experiencia del conocimiento tejiendo de manera significativa la información y el espacio. Esta parece ser un llamado en sintonía con la propuesta de Harari (2024) que resalta que la información es el cemento de las comunidades y, por tanto, de su poder.

Pero no sólo eso. Como instituciones heterogéneas, Schnapp afirma que necesitamos preguntarnos por las bibliotecas en plural, ya que son entidades híbridas y diversas que demandan también una pluralidad de agentes para asegurar el acceso al conocimiento. Requerimos la intervención de entidades públicas y privadas para la proliferación de las bibliotecas: estructuras autónomas que no necesariamente dependan de un poder gubernamental centralizado. La era digital propicia esta descentralización al romper esta dependencia y permitir anclar a las bibliotecas en los intereses de las comunidades y sus necesidades.

Con el concepto de Knowledge Design, Schnapp (2011) afirma que la forma que asume el conocimiento ya no puede considerarse como algo dado. Las herramientas de la investigación se han convertido tanto en objetos de investigación y experimentación como en sus modos de difusión. Los métodos estadísticos se tocan con el extremo de las suposiciones cualitativas; el diseño gráfico y la información se encuentran en las mismas figuraciones. Los laboratorios surgen con un espíritu de equipo, que abarca una triangulación de la práctica artística, la crítica y la divulgación, fusionando investigación, pedagogía, publicación y práctica. La línea divisoria que alguna vez fue firme entre bibliotecas, museos, archivos y aulas se vuelve porosa a medida que la erudición, privada de su otrora hogar seguro basado en la impresión, comienza a ir y venir entre las estanterías y las calles. La apuesta de Knowledge Design emerge dentro de una triangulación cartográfica que integra la bien engrasada maquinaria de la cultura impresa, una mezcla transmediática volátil y la pura proliferación, heterogeneidad y complejidad de los corpus culturales digitales y físicos.

Los actores

Las bibliotecas deben configurarse absolutamente en torno a las comunidades.
Deben ser “de” la comunidad, no simplemente “para” ella.

—R. David Lankes

La nobleza de las bibliotecas en el siglo XXI no radica ya tanto en sus colecciones y edificios, como en los procesos de desarrollo social que puedan detonar. Esta es la tesis central de The Atlas of New Librarianship de David Lankes, obra que vio la luz desde 2011 y que se ha publicado en acceso abierto a través de una licencia Creative Commons15. Esta postura ya no nos causa sorpresa a pesar de que durante siglos la biblioteca significó preponderantemente un lugar de resguardo y, posteriormente, acceso. Siempre girando en torno a la información registrada, las bibliotecas de todos los tiempos han cumplido una gran misión.

Sin embargo, la era digital ha puesto este valiosísimo esfuerzo en una diferente perspectiva. Quienes defienden a la biblioteca como espacio físico con el argumento de que los libros impresos no desaparecerán de las estanterías, o que no toda la información se ha digitalizado, sólo están considerando una parte del complejo entramado que la teje. Los imaginarios que han detonado las bibliotecas humanas como ejercicios de testimonio vivo me han permitido una consideración cartográfica que el atlas de Lankes confirma. ¿Por qué si no hacer una representación gráfica de sus componentes? La biblioteca es una entidad relacional que en la era digital parece haber trasladado su peso específico en las personas en las que habitan los conocimientos y capacidades.

Cuando Lankes sostiene que el futuro de las bibliotecas está en manos de las y los bibliotecarios, está pensando mucho más allá del cuidado de las colecciones y su organización: está contemplando la maravillosa labor coreográfica de conectar a las personas con aprendizajes que les son y serán valiosos. Desde enseñar a alguien a leer hasta apoyar a una víctima de violencia familiar en encontrar ayuda, lo que el autor del atlas propone es que las bibliotecas no se limiten con gestionar recursos, sino que amplíen sus horizontes centrándose en las comunidades. Bibliotecas nómadas centradas en los usuarios empoderados como agentes por efecto de un acceso sin precedentes a la información y a la transformación social a través del aprendizaje y el conocimiento. Pensar cartográficamente, hacer un atlas con las trayectorias de las entidades del ecosistema bibliotecario es una manera de tocar a fondo la agencia relacional que se da en la conjunción de sus elementos, pero principalmente en el intercambio de los agentes. Esto es lo que hace posible que reclamemos a la biblioteca pública como laboratorio y que utilicemos ixmati como metáfora y concepto de lo más importante que sucede en la biblioteca como espacio físico.

Así que, inspirados en la experiencia de la biblioteca humana, ¿qué podemos sacar en claro de la propuesta de Lankes? En primer lugar, una biblioteca hecha de cuerpos da un lugar central a lo que les pasa a las personas en la biblioteca en lugar de privilegiar los objetos que hay en ella. La experiencia con los Learning Commons en distintas bibliotecas ha demostrado que los usuarios acudirán y permanecerán en ellas si cuentan con lugares adecuados para el aprendizaje y la conversación.

¿Conversación? ¿Y el silencio que debe imperar en una biblioteca? Una biblioteca hecha de cuerpos hace énfasis en el concepto de laboratorio, alejándose del de la biblioteca como repositorio. Si no hay conversación, estamos en un almacén de libros -dice Lankes-. Y es que pensando desde la biblioteca humana ¿qué sentido tiene la presencia de cuerpos si no conversan? Las y los bibliotecarios deben fungir como facilitadores de conversaciones porque es a través de ellas -en plural- que se genera el conocimiento. Los libros humanos nos recuerdan que el conocimiento no sólo está en los libros, sino en un proceso dinámico que se da cita en una comunidad de cuerpos que conversan.

La labor de las y los bibliotecarios debe consistir -según Lankes- en enriquecer, captar, resguardar y divulgar las conversaciones de sus comunidades. Conversaciones que demuestran el trabajo creativo que debe y puede ocurrir en las bibliotecas y que hoy, más que nunca, reclama una comunidad de cuerpos que reconocen y aprecian sus experiencias y saberes. Los libros humanos llaman nuestra atención sobre la riqueza que hay en el conocimiento situado, local, amateur. No descartan el saber de los expertos, ni lo desconocen; simplemente quieren resguardar y visibilizar lo que saben, y así hacerse un espacio en el concierto del conocimiento. Efecto Fahrenheit que sin duda abre enormes posibilidades para la comprensión de los problemas que nos aquejan. Simplemente imaginemos todo lo que una víctima de violencia sexual puede aportar para que abogados y juristas comprendan cómo debiera actuar el sistema penal, o lo que éste debiera ser para atender estos casos.

Aunque quedan infinidad de temas que merecen una profunda reflexión en la propuesta del Atlas of New Librarianship, la idea con la que tejo esta propuesta con la de la biblioteca humana es la de comunidad. Aunque podamos encontrar referencias a valiosos monólogos a lo largo de la historia, es en las conversaciones, el diálogo y los acuerdos en donde hemos construido nuestro desarrollo como humanidad. El presente y el futuro nos demandan una comunidad de dialogantes que, en igualdad de circunstancias, participen en la configuración del mundo en el que queremos vivir. Los creadores de Human LibraryTM buscaron generar un ecosistema que desafiara estereotipos; sabían que un conferencista, un testimonio, aislados tienen poca fuerza. Pensaron -quiero suponer- que el concepto de biblioteca haría referencia a esa voz que, en plural, tendría la fuerza suficiente para desenmascarar el engaño que suponen las versiones unívocas sobre la realidad. Qué mejor que la biblioteca, como espacio público dedicado a resguardar la pluralidad de voces, para promover y albergar a las comunidades que la encarnan.

Medellín

La Torre de Babel se alzó como prueba de nuestra creencia en la unidad del universo.
La Biblioteca de Alejandría se alzó para demostrar lo contrario: que el universo poseía
una asombrosa variedad y que esa variedad encerraba un orden secreto.

—Alberto Manguel

Quizá porque me conecté con Colombia desde las bibliotecas humanas, mi mirada se enfocó en las personas que hacían las bibliotecas públicas y no en las instituciones. Lo cierto es que, con la experiencia reunida y con muchas preguntas como motor para una nueva trayectoria, llegué a Medellín, Colombia, por el camino trazado por ellas. Aunque claramente me habría hecho falta mucho más tiempo del que duró mi estancia, la experiencia me permitió darle voz al futuro, haciendo un reclamo pertinente al presente, como diría Marshall Ganz (2018). El desafío consistió en entender como desterritorializar, como hacer nómada la formulación de un ethos para la biblioteca pública que, en atención al complejo despliegue antioqueño, pudiera generar figuraciones polisémicas para entender las relaciones de poder que en ella se dan cita.

Este es un primer acercamiento a lo que tendrá que ser una investigación de mayor profundidad. Por ahora, los encuentros que sostuve con investigadores, profesores, activistas, estudiantes y bibliotecarios, incluyendo entrevistas y visitas a varias bibliotecas, me permitieron hacerme una idea de ciertas rutas que podríamos tomar para recuperar la relevancia de la biblioteca como espacio físico. Evocar rituales de comunión que conjuren la diversidad sin homologarla, respetándola para que no se pierdan sus riquezas, sino que seamos capaces de potenciarlas entre todos: “lo que antes nos parecía babélico, se hace inevitable. La heterogeneidad deja de ser la excepción” (Lafuente, 2022: 169). Me refiero a la biblioteca como una institución que aprende a partir de un nuevo estatuto relacional o un espacio de flujos conversacionales. La biblioteca nómada es una invitación a desidentificarnos de los monólogos sedentarios como una forma de sana falta de respeto hacia las convenciones académicas e intelectuales (Braidoti, 2011). He querido iniciar esta indagación de largo aliento con la propuesta de nuevos marcos de referencia, con una cartografía que nos permita imaginar creativa y críticamente las traducciones entre lo físico, lo simbólico y lo sociológico.

He querido hacer un abordaje desde imaginarios de futuro asumiendo que tal propuesta sea considerada como especulación y no esté libre de sospechas. Coincido con Merlin Sheldrake en que hay algo embarazoso en admitir que la maraña de nuestras conjeturas, fantasías y metáforas podría ayudar a dar forma a nuestra investigación, pero nadie puede dudar de la imaginación como parte del quehacer cotidiano de la investigación.

La ciencia no es un ejercicio de racionalidad a sangre fría. Los científicos son, y siempre han sido, seres humanos emocionales, creativos, intuitivos y completos, que hacen preguntas sobre un mundo que nunca fue creado para ser catalogado y sistematizado (Sheldrake, 2020: 20).

En el umbral de transformaciones en el que nos encontramos, hacer predicciones estadísticas sobre el futuro de las bibliotecas resulta hasta cierto punto impertinente. Por otro lado, la riqueza de las conversaciones que tuve el privilegio de sostener en Medellín rebasa las posibilidades de este ensayo. Así que dados a la tarea de rendir un apropiado tratamiento a los temas hasta ahora planteados en conexión con los hallazgos del “bibliodiverso” mundo del territorio antioqueño, me dispongo en los siguientes párrafos a hacer una serie de provocaciones como puntos de fuga para seguir pensando en la biblioteca pública como espacio no sólo físico, sino nómada.

Cultura de paz

Si hay un tema relevante en la historia reciente de la ciudad de Medellín es el del papel que desempeñan los proyectos bibliotecarios en la construcción de una cultura de paz. La alguna vez nombrada la ciudad más peligrosa del mundo (Sierra, 2023) es ahora modelo de desarrollo e innovación. Desde el siglo XIX despuntó por su inversión en cultura y educación, puntos nodales para entender el desarrollo de sus bibliotecas públicas. A ello colaboró el carácter diferencial de los antioqueños de mente abierta al cambio, según lo relata un viajero europeo que llegó a Medellín en aquella época y citado en una investigación llevada a cabo por la Escuela Interamericana de Bibliotecología (EIB) en 2005. Sin el ánimo de establecer una relación causal, pero con la intención de resaltar este aspecto particular de la ciudad, habría que decir que Medellín creció y sigue creciendo a partir de oleadas migratorias motivadas por su desarrollo industrial y por las distintas formas de violencia que han afectado y que aún inciden en la vida de varias regiones de Antioquia (Jaramillo et al., 2005). Este potencial de diversidad puede ser una de las razones, no sólo de la característica mente abierta de los antioqueños, sino también de su disposición al cambio y a la innovación. Muchos fueron los testimonios que de manera contundente expresaron que “la biblioteca pública les salvó la vida” durante la década de mayor violencia; pero para que la provocación al respecto de la cultura de paz se justifique pertinentemente, tendríamos que profundizar en cómo se dio que la construcción de más bibliotecas fuera una de las maneras de responder a esta situación crítica. Esta forma de abordar el conflicto muestra trayectorias cartográficas, políticas y arquitectónicas, aliadas con el desarrollo desde la diversidad y apertura al cambio.

Hacer minga, organizar convite

Quizá detonado por esa diversidad y potencial de innovación, los antioqueños pudieron organizarse de formas creativas. Lo cierto es que destacan en el escenario de las propuestas bibliotecarias los proyectos comunitarios: grupos de personas que la investigación de la EIB hace bien en llamar “actores”, que trabajan por la fundación, desarrollo y conservación de las bibliotecas. Es decir, Medellín es una ciudad que demanda esos espacios porque sabe que son necesarios para consolidar proyectos comunes más allá de los propósitos académicos o de educación formal. Los habitantes de la ciudad tienen la disponibilidad hacia el trabajo comunitario por la herencia de generaciones de hacer “minga”:

La minga es un trabajo comunitario en beneficio colectivo practicado por las comunidades rurales con el propósito de construir obras de infraestructura. De la definición, se destaca el carácter voluntario que congrega a quienes participan de la minga... debido a su condición de costumbre social, la minga no está regulada por una norma legal (López, 2018).

La biblioteca como estímulo y motor de renovación, evolución y cambio tiene una gran inspiración y posibilidad en estas iniciativas voluntarias que ayudaron a construir de barrio en barrio la ciudad que ahora es Medellín. Aunque en conversaciones con los más jóvenes, parece que esta costumbre de cooperación se va perdiendo, lo cierto es que el espíritu que sigue animando la construcción y preservación de las bibliotecas es la transformación de la mentalidad barrial de las comunidades, mejorar su entorno, servir de estímulo y motor para su renovación, evolución y cambio, empoderarlas y desarrollar su sentido de pertenencia (Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano [CIDEU], 2020). El espíritu comunitario también encarnado en los “convites” refleja una conciencia y una capacidad para trabajar con formas experimentales y afectivas aliadas a lo que llamamos laboratorios ciudadanos. Muchos factores explican esta confluencia de vectores, pero sirva lo planteado para resaltar costumbres sociales que enmarcan sin mucha complejidad el sentido y pertinencia de la biblioteca como espacio público.

Cajas de compensación

Las Cajas de Compensación familiares son instituciones encargadas de proveer servicios sociales y bienestar a sus afiliados y a la comunidad: entidades sin fines de lucro enfocadas en elevar la calidad de vida de los afiliados con el propósito de administrar y pagar el subsidio familiar. Se sustentan mediante aportes de empresas con empleados, las cuales pueden otorgar a su personal la opción de afiliarse. Para operar el subsidio familiar y las políticas sociales se constituyen como personas jurídicas de derecho privado, sin ánimo de lucro y organizadas en corporaciones16. Aunque la propuesta no se originó en Colombia, este país, y en particular Antioquia, es donde más se ha desarrollado. Este modelo de colaboración entre la empresa privada y la administración gubernamental es un gran aporte para la estrategia desarrollada en favor de las bibliotecas públicas. Como desafortunadamente sucede en varios países, una cosa es el ideal democrático de ofrecer las condiciones de posibilidad para el desarrollo de las comunidades a través de esta institución pública y otro, muy distinto, es contar con los recursos y voluntades para que ese ideal se encarne. Como modelo de gestión, las Cajas de Compensación familiar garantizan el acceso a las oportunidades reales para el desarrollo de las comunidades; sirven como ejemplo valioso para cartografiar la difícil comunión entre lo público y lo privado, que, una vez lograda, da cuenta de que los bienes comunes son posibles. Como parte de la misión con la cultura y la educación, la creación, el desarrollo y el mantenimiento de las bibliotecas públicas exceden el marco de los afiliados, ya que cualquier ciudadano puede hacer uso de las instalaciones y es sujeto de los servicios que ahí se prestan. Si, como propone Marshal Ganz (2018), la estrategia consiste en convertir “lo que tienes” en “lo que necesitas” para obtener “lo que quieres”, el modelo de las Cajas de Compensación es un punto de fuga para la distribución equitativa de la riqueza y la generación de capacidades.

Servicios de información local

En la página del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín17 se define a los Servicios de información local como:

Conjunto de actividades y acciones diseñadas para garantizar el acceso democrático a la información relevante para la comunidad en un ámbito geográfico específico. Este servicio tiene como objetivo principal la divulgación y apropiación de la información generada tanto a nivel comunitario, local, regional y nacional, que sea de interés ciudadano y que pueda influir en la toma de decisiones dentro de la comunidad.

Como provocación para pensar en posibilidades de la biblioteca nómada, esta iniciativa es un claro ejemplo de la inclusión de los saberes locales en el ecosistema. Muestra la pertinencia de un acervo creado no sólo para la comunidad, sino por la comunidad. Recupera el trazo de los perfiles locales en la arquitectura de los barrios y sus comunidades, y muestra con trasparencia la genealogía política de sus acervos. El papel que juegan los saberes locales en términos de efectividad para resolver problemas específicos y crear un fuerte sentido de pertenencia, declara la congruencia con la capacidad de las comunidades para decidir lo que se considera valioso. Evidencia del carácter político de la construcción del conocimiento.

Desplazar la cuestión de cómo eliminar la política de la ciencia a dos interrogantes diferentes: cuáles políticas favorecen y cuáles obstruyen el desarrollo del conocimiento, y para quiénes (qué grupos) tales políticas favorecen u obstruyen el conocimiento” (Harding, 2004: 30-31).

La propuesta de las 3 C’s

La Biblioteca es una obra humana, por lo tanto, la pregunta por su relación con la vida,
a más de legítima, es absolutamente pertinente y oportuna. Toda obra muestra el talante de su ejecutor
y le devuelve a éste una cierta energía, una cierta vibración, una cierta disposición.

—Didier Álvarez

Proponer la metáfora de la biblioteca como laboratorio aspira a una revisión crítica de su misión, que indaga sobre la ampliación de sus fronteras frente a los nuevos escenarios de la información, el conocimiento, la palabra y la memoria. Se delinea como una institución para el desarrollo de las comunidades enfocada en procesos y niveles de adquisición, socialización y construcción del conocimiento que se aprenden en los ambientes comunitarios: ixmati. La cartografía que genera parte de las siguientes consideraciones:

Estas consideraciones apuntan a una interacción que no es imposible en entornos digitales, pero que los espacios físicos facilitan con mayor eficiencia. Las capacidades, los cuidados y las conversaciones aluden también a una corresponsabilidad entre sus actores, difuminando esquemas asistencialistas contrarios al desarrollo. Coincido con Teresa Avedoy (2021) en desplazar el concepto de “valor” hacia el de “poder” para localizar en los actores o agentes el verdadero sentido de una biblioteca. Ubicar los recursos y, en general, toda infraestructura, como un medio para alcanzar no sólo una, sino varias finalidades. Delimitar los espacios como entidades ocupadas por cuerpos y palabras, declarando los mapas vacíos como inexistentes.

Conclusiones

Es olvido lo que producirán las letras en quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que,
fiándose de los libros, llegarán al recuerdo desde fuera.Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría,
no su verdad, lo que la escritura dará a los hombres; y, cuando haya hecho de ellos entendidos
en todo sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar,
porque se creerán sabios en lugar de serlo.

—Platón

En la comparación obligada ente la situación de las bibliotecas públicas de Colombia y México encuentro una gran riqueza de opciones para la investigación y para la formulación de avenidas de cooperación. Este ensayo no es más que un punto de partida. La frase inspiradora que me acompañó durante este recorrido, “preguntando caminamos”, anticipa un territorio en el que falta mucho por andar pero para el que se han construido ciertos parámetros de navegación.

El territorio que hacemos y los espacios que ocupamos en los imaginarios de la biblioteca pública coinciden en la construcción de sentido que da refugio a nuestras formas de habitar el mundo. Devolver el carácter político a la construcción y gestión del conocimiento implica que tomemos conciencia de que, al organizarlo, estamos resignificando la experiencia misma y que, por tanto, la verdadera objetividad radica en la capacidad de movernos desde perspectivas nómadas, situadas y colectivas.

Esta conciencia y acción política siempre ha estado vehiculada de diversas maneras a través de la tecnología, pero la situación en la era digital, en particular con la Inteligencia Artificial, dificulta el establecimiento de fronteras y coordenadas para saber a dónde estamos y hacia dónde vamos. Es como si la producción y la gestión del saber salieran de nuestras manos y entraran en una caja negra en la que hemos perdido el rumbo. Los cuerpos nos recuerdan la frontera entre medios y fines; nos obligan a encontrar una visión compartida, que más allá del pensamiento paradigmático que busca la verdad, estamos frente a un pensamiento narrativo y su producción de sentido (Bruner, 2004).

Las bibliotecas han sido siempre escenarios de interacción y refugios para la aparición en el sentido arendatiano de la manifestación política y poética. Ahora estos refugios son más relevantes que nunca porque las oportunidades de compartir experiencias entre personas de diferentes orígenes se están reduciendo. Hay una clara tendencia que muestra al mundo en peligro de una mayor polarización, segregación y aislamiento social. Para revertirla, las bibliotecas como bienes públicos tienen la oportunidad única de salvar las divisiones socioeconómicas y reconstruir la confianza. Servir de puentes entre las personas y trabajar en colaboración para contribuir tanto como consumir, ofrecer pertenencia en lugar de otredad (Hallman, 2020).

Encuentro en la metáfora de la biblioteca como canario de mina una ventana para juzgar la toxicidad o posibilidad de nuestros entornos culturales. En este sentido, la era digital con su virtualidad está afectando no sólo el tejido social sino los presupuestos con los que hacemos política. Me parece pertinente plantear este dilema entre la proximidad y el distanciamiento, y en qué sentido vemos ventajas o bajo qué perspectiva advertimos amenazas. Que las bibliotecas públicas sean el canario de las minas nos lleva a reflexionar qué es lo que sostienen y resguardan en esencia estos recintos; qué es aquello que es tan sensible que está pervirtiéndose en este aire enrarecido de los algoritmos. Y lo que es más importante, qué significado tiene para la construcción de una vida digna lo que una biblioteca pública puede ofrecer.

Cualquier biblioteca cumple potencialmente con la finalidad de favorecer el desarrollo de las personas. Pero este poder tiene que animarse, es decir, sólo tiene lugar en los cuerpos que dan vida a los recursos y espacios. En un mundo tan mercantilizado, no sólo estamos perdiendo de vista esta singularidad fundamental de la construcción de la democracia, sino que incluso nos está pareciendo irrelevante, carente de valor. Que el tercer espacio, ese lugar seguro entre la casa y el trabajo, no sea el centro comercial sino la biblioteca implica que seamos agentes responsables de la construcción de proximidad que origina las comunidades que requerimos para vivir dignamente.

Necesitamos las bibliotecas públicas como espacios físicos porque necesitamos de un lugar para reunirnos y construir conocimiento juntos: esa es una realidad innegable de nuestra condición humana, desatenderla implica la crisis que estamos viviendo donde lo individual puede sobrevivir como mercancía en aislamiento, pero cuya perspectiva de futuro está en Marte. En el ecosistema del conocimiento importa lo que sabemos, cómo lo sabemos y qué hacemos con lo que sabemos. Importa que nuestras lecturas en sentido amplio sean capaces de formular puentes entre la colectividad biológica y cultural. En esta última navegan las tormentas de aislamiento de la era digital y de las lógicas del mercado. El antídoto está en la consideración de lo público como verbo y en la experimentación como derecho ciudadano. Un laboratorio como nodo rizomático que alimenta nuestras aspiraciones y esperanzas.

Notas

1 Agradezco el invaluable apoyo de la comunidad de bibliotecarios, docentes, alumnos, gestores culturales y activistas en mi recorrido por Medellín. Su generosidad permitió que escuchara voces y testimonios imprescindibles para navegar el territorio. Especial agradecimiento a los colegas de la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia: Didier Álvarez, Nathalia Quintero, Arley Orozco, Daniel Moncada, Sandra Bedoya y Viviana Mazón. Me abrieron las puertas de un corazón que late en el refugio de las bibliotecas.

2 La propuesta de este ensayo tiene su origen en una ponencia que presenté en el XIX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en abril de 2019 en la Ciudad de México (Epstein, 2019a).

3 Medialab-Prado https://www.miteco.gob.es/es/ceneam/recursos/pag-web/medialab-prado.html

4 Human Library: http://humanlibrary.org/

5 Del náhuatl, ixmati quiere decir los procesos y niveles de adquisición, socialización y construcción del conocimiento que se aprenden en los ambientes comunitarios. De forma literal significa “conoce el rostro”. https://intraducibles.org/

6 Es relevante observar que el término patrons, con el que se designa a los usuarios en inglés, proviene etimológicamente del latín pater. Dentro de la terminología tradicional en bibliotecología, el término “usuario” es el que ha sufrido la más profunda transformación.

7 IFLA. Libraries and the Sustainable Development Goals: A Storytelling Manual. https://www.ifla.org/publications/libraries-and-the-sustainable-development-goals--a-storytelling-manual.

8 Una primera versión de este texto fue originalmente publicada en la guía de mi autoría: Cómo hacer una biblioteca humana. https://laaventuradeaprender.intef.es/proyectos_colab/como-hacer-una-biblioteca-humana/.

9 Human Library http://humanlibrary.org/.

10 En 1993 Dany Abergel, Asma Mouna, Christoffer Erichsen y Ronni Abergel inician este movimiento para proponer soluciones a la situación de violencia que vivía la ciudad de Copenhague, después de que un amigo es brutalmente atacado.

11 Human Library http://humanlibrary.org/

12 Cómo hacer una biblioteca humana (Epstein, 2019b). https://laaventuradeaprender.intef.es/proyectos_colab/como-hacer-una-biblioteca-humana/

13 Biblioteca de Narrativas https://www.bibliotecanarrativas.org/

14 Según la Asociación de Editores Estadounidenses (AAP) en 2021 la publicación de libro en formato físico creció, mientras que la de libros electrónicos disminiyó:
https://publishers.org/news/aap-april-2021-statshot-report-publishing-industry-up-43-7-for-april-2021-and-27-0-year-to-date/.

15 The Atlas of New Librarianship. https://davidlankes.org/new-librarianship/the-atlas-of-new-librarianship-online/#Download

16 Comfenalco Antioquia https://www.comfenalcoantioquia.com.co/personas/nosotros/que-es-una-caja-de-compensacion-familiar.

17 Sistema de Biblioteca Públicas de Medellín
https://bibliotecasmedellin.gov.co/sil/#:~:text=Servicio%20de%20informaci%C3%B3n%20local&text=Este%20servicio%20tiene%20como%20objetivo,decisiones%20dentro%20de%20la%20comunidad.

18 La traducción de los textos publicados en inglés es de mi autoría.


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