Martín Acuña Lugo[1]
Interethnic dynamics in southern Patagonia seen through the trajectory of cacique Orkeke (1866-1884)
Desde un enfoque histórico, este trabajo pretende contribuir al estudio de las dinámicas interétnicas establecidas en la Patagonia austral durante el proceso de avance de frontera de la República Argentina en la región.1 Considerando este objetivo general, aquí se presentan los complejos vínculos de negociación, intercambio y violencia que constituyeron las relaciones entre tehuelches2 y criollos de forma previa al avance ganadero ovino.3 Se parte de comprender el territorio austral como un espacio de frontera; es decir, como un área de contacto e interacción donde operaron procesos económicos, sociales, políticos y culturales específicos (Quijada, 2002; Bechis, 2008).
Las relaciones fronterizas en Patagonia austral presentaron un carácter discontinuo en comparación con otras áreas de Pampa y Patagonia, estableciéndose durante los siglos XVI y XVII contactos aislados (Nacuzzi, 1998). Los vínculos entre ambas sociedades en este espacio se volverán permanentes tras el establecimiento de fuertes españoles sobre la costa atlántica, proceso desarrollado en el marco de la política de reformas borbónicas de finales del siglo XVIII. Estas ocupaciones, si bien limitadas en el tiempo,4 generaron activas relaciones interétnicas que marcarían precedentes en ambas sociedades (Nacuzzi, 1998; Barbería, 1995; Buscaglia, 2010).
La aplicación de una política colonizadora sistemática por parte de la sociedad criolla -que consideraba a la Patagonia austral como un área marginal y desconocida- tendría lugar hacia finales del siglo XIX; es decir, durante el período republicano. Estas prácticas de colonización se imponen a través del despliegue de una serie de dispositivos de poder disciplinarios y soberanos que combinaron prácticas de violencia y subalternización sobre los pueblos y comunidades indígenas (Casali y Harambour, 2021). El estudio de la trayectoria de los distintos grupos tehuelches dentro de este contexto de avanzada estatal ha sido discontinuo y fragmentario reconociéndose la falta de abordajes en perspectiva histórica en tiempos recientes (Vezub, 2015), en un contexto donde los planteamientos historiográficos clásicos (Lenzi, 1980; Martinic, 1995, entre otros) fueron parte de los discursos hegemónicos que plantearon la “extinción” tehuelche en conjunto con otros dispositivos -discursos científicos y nacionalistas, enajenación de tierras, normativas jurídicas y reclusiones en “reservas”, entre otros- que generaron procesos de invisibilización de la presencia indígena en la Patagonia austral (Rodríguez, 2010).
Estableciendo este marco de referencia general, en este trabajo buscamos realizar un abordaje inicial sobre las dinámicas interétnicas en la Patagonia austral a través del estudio de un líder particular -el cacique tehuelche Orkeke- y su grupo o red familiar.5 Este abordaje nos permite brindar un acercamiento a las estrategias desarrolladas ante el avance estatal por uno de los grupos indígenas australes que conservaban su autonomía y territorialidad hacia finales del siglo XIX (Figura 2).6
El cacique Orkeke -junto a Casimiro Biguá, Papón y Mulato- fue uno de los principales líderes tehuelches del período. Esta posición lo transformó en interlocutor ante funcionarios, misioneros, militares y exploradores, quienes registraron testimonios acerca de su vida y recorrido como cacique (Musters, (1871) 1964; Lista, 1880; Beerbohm, (1881) 2004; Larraín, 1883, entre otros). Más allá de su destacada presencia entre las crónicas, las principales referencias acerca de Orkeke se asocian a su captura en Puerto Deseado y posterior traslado hacia Buenos Aires en el marco de la “Conquista del desierto” (Deodat, 1937; Vignati, 1946; Lenzi, 1980; Martinic; 1995; Mases, 2010; Rodríguez, 2010; entre otros). Examinando dichos antecedentes, en este trabajo nos proponemos considerar sus estrategias como cacique recuperando su protagonismo en el período y la trayectoria particular de su grupo.
Partimos del reconocimiento de la heterogeneidad política de los distintos grupos tehuelches en el período, comprendiendo cada uno de sus liderazgos como unidades o segmentos (Bechis, 2008).7 Esta definición inicial nos sirve para situar la propia trayectoria de Orkeke y los alcances de esta investigación, entendiendo que el abordaje de su cacicazgo se plantea como uno, entre otros caminos, para comprender la diversidad de opiniones, significados y estrategias que desarrollaron los distintos grupos indígenas de la región ante la avanzada estatal (Bechis, 2008).
Abordamos a continuación los antecedentes relativos a los estudios sobre tehuelches y aspectos que hacen al marco teórico y la metodología empleados en esta investigación. Luego desarrollamos un análisis sobre los vínculos formales entre el pueblo tehuelche y la República Argentina, considerando el Tratado de Paz de 1866 y su ruptura durante las expediciones finales de la “Conquista del desierto”. Finalmente, recuperando la trayectoria del Cacique Orkeke, se abordan las distintas estrategias desplegadas por los grupos indígenas de la Patagonia durante ambos períodos.
Distintos estados de la cuestión acerca de las investigaciones sobre grupos tehuelches (Nacuzzi, 1998; Rodríguez y Delrio, 2000; Vezub; 2015) coinciden en destacar la influencia de diferentes discursos políticos y académicos -provenientes de funcionarios estatales y religiosos, como también de los campos académicos de la antropología, la arqueología y la historia-, que sustentados sobre presupuestos raciales determinaron los principales imaginarios sobre el pueblo tehuelche. Estos enfoques clásicos, a partir de la difusión del denominado “Complejo Tehuelche” formulado por el médico Federico Escalada (1949) y continuado por el biólogo Rodolfo Casamiquela (1991), se caracterizaron por proponer una visión ahistórica, que entendía la acción de los grupos tehuelches como expresión de una cultura prístina y diferenciada de otros pueblos indígenas patagónicos por barreras hidrográficas estrictas (Casamiquela, 1991). En consonancia con discursos iluministas, asociados a la idea del “buen salvaje”, los tehuelches fueron representados por funcionarios y académicos como “pacíficos” y “hospitalarios” ,en oposición con el carácter pretendidamente “belicoso” atribuido a los mapuches (Rodríguez, 2010).
Los estudios históricos regionales de corte clásico (Lenzi, 1980; Martinic, 1995, entre otros) consolidaron la representación estereotipada del tehuelche como “buen salvaje” (Rodríguez, 2010) destacando aquellas narrativas que los presentaban como aliados de las autoridades (Lenzi, 1980; Martinic, 1995). Dentro de estos abordajes, el sometimiento militar del pueblo tehuelche por parte de la República Argentina, realizado en el marco de las expediciones finales de la “Conquista del desierto”, ha sido relativizado y la captura de Orkeke, salvo excepciones (Deodat, 1937; Vignati, 1946), poco analizada. Por el contrario, se la ha considerado como un hecho aislado que no habría alterado los largos vínculos de amistad entre funcionarios, colonos e indígenas en la Patagonia austral (Lenzi, 1980; Martinic, 1995).
Discutiendo estas referencias, en este trabajo nos proponemos marcar la centralidad del ejercicio de la violencia estatal en el marco de la “Conquista del desiero”, dando cuenta del desarrollo de estrategias de desestructuración y reestructuración del mundo indígena en la Patagonia (Rodríguez, 2010; Mases, 2010; Pérez, 2016; San Martín, 2020). Estas prácticas son entendidas como parte de un proceso de asimilación y subordinación de los pueblos originarios en la República Argentina, desarrollado a través de una serie de violencias que intervinieron de forma constitutiva en la formación del Estado nación (Delrio et al., 2018).8 Estas violencias continuaron operando tras las ofensivas militares a través de racializaciones y etnicizaciones (Briones, 2004) junto al desarrollo de procesos de invisibilización sustentados en discursos científicos, basados en presupuestos raciales, y discursos nacionalistas (Rodríguez, 2010; 2016).
Los Estudios Subalternos9 surgen en la década de 1980 como un posicionamiento historiográfico crítico a las perspectivas liberales y positivistas planteándose el objetivo de producir nuevos análisis históricos donde los grupos subalternos sean vistos como sujetos plenos de la Historia (Chakrabarty, 2010). Entre sus principales aportes se destaca el abordaje de un amplio campo de estudios de la “política subalterna” que permitió enmarcar la tendencia a la resistencia de los grupos subordinados a partir del reconocimiento de sus prácticas de intervención política y organización ante la elite (Chakrabarty, 2010). Asimismo, y desde el reconocimiento de la herencia colonial dentro de la disciplina historiográfica, los aportes del grupo de Estudios Subalternos marcaron la necesidad de desarrollar nuevas estrategias de lectura y análisis de los documentos por parte de los historiadores, planteando el análisis crítico de las distintas formas de representación del subalterno presentes en los registros y documentos oficiales (Guha, 2002; Chakrabarty, 2010).10
Tomando estos aportes clásicos dentro de los Estudios Subalternos, en este trabajo definimos la acción de los grupos tehuelches como una subalternidad que presentaba ámbitos sociales, políticos y territoriales propios, al mismo tiempo que negociaciones y vínculos frecuentes con colonos y funcionarios estatales11 (Guha, 2002; Chakrabarty, 2010). Siguiendo esta perspectiva, buscamos analizar las distintas estrategias desarrolladas por la sociedad indígena en momentos de consolidación de sus relaciones con la sociedad criolla, considerando este período como un momento de cambio (Bechis, 2008).
Para abordar la subalternidad tehuelche nos proponemos analizar sus estrategias ante los criollos durante dos momentos, empleando un cuerpo documental compuesto por informes oficiales, telegramas, correspondencia, crónicas y diarios de viaje. En primer lugar, a partir del abordaje del “Tratado con las Tribus Teguelches” de 1866 buscamos dar cuenta de la forma en que los tehuelches construyeron nuevos vínculos de negociaciones e intercambio con los criollos, los cuales no dejaron de formar parte de una dinámica más amplia de relaciones donde también estaban presentes los conflictos y desacuerdos. Si bien la firma del tratado de paz formó parte de las maneras de avance criollo en la región, por las cuales las autoridades del gobierno nacional consideraron al pueblo tehuelche como un “otro subordinado”, en este trabajo buscamos realizar una consideración alternativa del Tratado, considerando su firma como un antecedente clave para dar cuenta de la territorialidad indígena y de la capacidad de negociación desarrollada por algunos de sus principales líderes ante el Estado.
Por último, y tomando en consideración las ofensivas militares asociadas a la “Conquista del desierto”, buscamos analizar los cambios bruscos que atravesaron las relaciones interétnicas del período, permitiendo comprender su propia historicidad (Bechis, 2008). Este momento es entendido como un período de desestructuración y reestructuración del mundo indígena en Patagonia, siendo nuestra clave analítica en este trabajo el abordaje de las estrategias desplegadas por el grupo de Orkeke y su red familiar en este período.
Durante fines del siglo XIX las relaciones fronterizas pueden ser entendidas como una serie de contactos interétnicos que originaron procesos de cambio en las poblaciones indígenas y sus liderazgos, tanto a nivel interno como a nivel político, económico y militar (Bechis, 2008). Esta definición considera los espacios fronterizos como áreas de interacción, cuyos límites territoriales y formas institucionales no fueron estables, marcando entonces la centralidad del estudio de las estrategias indígenas y sus distintas formas de resistencia, adaptación y cambio ante los procesos de avance colonial (Boccara, 2003; Roulet, 2006).
Para abordar las relaciones fronterizas, Mónica Quijada (2002) nos propone pensar en categorías como la negociación, el intercambio y la violencia (Quijada, 2002). Las relaciones de negociación, que se expresan en el plano de la política, evidencian una compleja trama diplomática entre la sociedad indígena y la sociedad criolla, dando cuenta del reconocimiento de territorios propios de cada grupo y la articulación de espacios de circulación política y comercial (de Jong, 2015).
Las relaciones de intercambio abarcan distintos tipos de vínculos comerciales entre criollos e indígenas que fueron institucionalizados a través de la consolidación de mercados fronterizos, tales como Carmen de Patagones, Colonia Chubut, Isla Pavón o Punta Arenas (Nacuzzi, 1998; Mandrini, 2003). Estos mercados dan cuenta de la compleja vinculación entre el mundo indígena y la sociedad criolla en el período, marcando la incorporación y uso de bienes europeos por las sociedades indígenas como así también la modificación de algunas de sus pautas de producción, circulación e intercambio (Mandrini, 2003).
Junto a las instancias de negociación e intercambio, la presencia de distintos tipos de violencia entre los grupos configuró las relaciones fronterizas. Estas formas no resultaron equivalentes, en tanto que involucraron, en el caso de la sociedad indígena, prácticas de resistencia ante la avanzada estatal (Quijada, 2002). En el caso de la sociedad criolla, por su parte, es posible identificar el desarrollo de estrategias de construcción de poder que incluyeron la aplicación de mecanismos de control, consenso y sometimiento para alcanzar la subordinación de las parcialidades indígenas al nuevo orden pretendido por el Estado nación (Delrio, 2005). Estas estrategias partieron de la aplicación del principio de soberanía territorial, que desconoció las formas de ocupación de los grupos indígenas preexistentes dando cuenta del carácter sistemático que adquirió la aplicación de formas de violencia contra los grupos indígenas en el período (Quijada, 2002).
La formalización de la condición de “aliados” de los grupos tehuelches asentados al sur del río Chubut se concretó a través de un acuerdo auspiciado por la presidencia de Bartolomé Mitre. Sería este particular acuerdo, firmado en 1866 por Casimiro12 -cacique tehuelche- y Juan Cornell -teniente encargado de las tribus amigas-, el que le daría a los tehuelches su consideración como “tribu aliada” de la República Argentina:
TRATADO CON LAS TRIBUS TEGUELCHES: El Gob. Nnal. Argentino por una parte y por otra el Casique Dn. Casimiro Viguá por si y a nombre de sus casiques principales Criman, Guimosque (y) Yonzon y demás Gefes de las tribus que pueblan el territorio Patagónico desde el Chuba hasta tocar los límites del Continente Argentino sobre el Estrecho de Magallanes, han convenido el tratado siguiente. Art. 1° El Casique Mayor Dn Casimiro autorizado por los Casique y demás Gefes ya expresado declaran que habiendo nacido de sus antepasados y ellos mismos en el territorio Argentino que se comprende en la parte oriental de las Cordilleras de los Andes, hasta el Estrecho, reconocen por su Gob. o al Nnal Argentino, se declaran sus súbditos y obedecen como tales á las autoridades de su dependencia en Patagones.13
A través de esta alianza el gobierno nacional buscó propiciar un nuevo acercamiento con las parcialidades tehuelches que previamente habían establecido negociaciones con los funcionarios de Chile asentados sobre el estrecho de Magallanes (Punta Arenas). Tras la firma del Tratado de Paz de 1866 la figura de Orkeke será una de las principales en destacarse como “cacique aliado”. Desde el punto de vista oficial, el capitán Luis Piedra Buena y el teniente Carlos María Moyano14 consideraron la aplicación de estas condiciones de paz como un medio efectivo para lograr la “atracción” y “reducción” de algunos líderes tehuelches a las pretensiones de la República Argentina en la región:
Hace pocos años el Gobierno Argentino comenzó a racionarlos, y con este motivo, a pesar de la pobreza de los recursos que les dábamos, miraban con respeto y cariño a nuestro pabellón, el que paseaban en triunfo por las pampas, y estaban prontos a hacer cualquier sacrificio que les pidiésemos por cruento que fuera (Piedra Buena y Moyano, 1877: 172-173).
Este discurso de Piedra Buena y Moyano da cuenta del objetivo de sometimiento pretendido por las autoridades nacionales establecidas en Santa Cruz. Sin embargo, la entrega de banderas y el desarrollo de una política de racionamientos no implicaban necesariamente el sometimiento de las parcialidades indígenas a su autoridad; por el contrario, estas iniciativas generaron un nuevo clima de negociaciones entre funcionarios y algunos líderes tehuelches, las cuales no siempre tenían resultados favorables. El sistema de racionamientos, al igual que los adelantos en las actividades de colonización, se encontraba administrado y fiscalizado por el Departamento del Interior, que garantiza su efectividad a partir del Ministerio de Guerra y Marina. Asimismo desde 1880 se aplicará una política de subvención a la navegación de la costa sur de la Patagonia, lo cual permitió asegurar la llegada efectiva de víveres y provisiones para indígenas y colonos asentados en Santa Cruz a través de viajes realizados por embarcaciones privadas.15 Estos envíos sufrían frecuentes demoras y se encontraban sujetos a la disponibilidad del Departamento del Interior, que regularmente propiciaba recortes y reasignaciones lo cual dificultaba a los funcionarios el cumplimiento de sus compromisos con los indígenas.
Aunque el objetivo inicial perseguido por el Tratado de Paz de 1866 incluía el “sometimiento” de los tehuelches y el abandono de su “vida errante” a través de la creación de una colonia indígena en San Gregorio -estrecho de Magallanes-, dicha propuesta no será llevada a cabo por distintos incumplimientos por parte del Estado. En este contexto de negociaciones frustradas se dará también la muerte de Doroteo Mendoza,16 enviado especial del Gobierno argentino que se encontraba integrado a los grupos tehuelches como parte de las negociaciones.17
Pese a las alianzas formales, los vínculos políticos entre tehuelches y criollos demandaban su permanente ratificación. Esto se revela en los compromisos que antecedieron las expediciones ensayadas por Francisco Pascasio Moreno (1879), Ramón Lista (1880) y Carlos María Moyano (1881), las cuales inician mencionando los acuerdos alcanzados por cada explorador con los distintos grupos indígenas que prestaron su auxilio y colaboración. En su diario de viaje, el explorador Moyano (1881), uno de los encargados de la administración de las raciones en Santa Cruz, reconocerá que pudo acceder a información privilegiada sobre el territorio sólo tras varios esfuerzos de diplomacia en vistas de las resistencias y reservas de los indígenas:
Las primeras tentativas que hice cerca de ellos para obtener noticias de estos caminos, fueron infructuosas, porque el indio es siempre reservado cuando se toca un asunto como este, al que da, y con razón, la mayor importancia para su seguridad presente y del futuro. Contestaciones evasivas, contradictorias entre ellas y con los hechos a la vista, fueron el resultado de mis primeras investigaciones (Moyano, 1881: 149).
Como se puede observar en estos desencuentros, los líderes tehuelches en el período conservaron su autonomía y territorialidad, como así también la posibilidad de disentir y defender sus propias posiciones e intereses en las negociaciones con los cristianos, las cuales no siempre tienen resultados favorables. En este escenario de negociaciones se sirvieron de las alianzas formales que le permitían el acceso a racionamientos e intercambios comerciales en las colonias nacionales, sosteniendo un comercio basado en el intercambio de sus excedentes en carne, plumas de ñandú o cueros de guanaco por productos tales como azúcar, yerba, harina, arroz, aguardiente, entre otros (Mandrini, 2003).
Los territorios australes formaron parte de la etapa final de la “Conquista del desierto”18 durante una serie de operativos ordenados por el Ministerio de Guerra y Marina que tuvieron lugar a partir de 1883 (Ministerio de Guerra y Marina, 1883). Estas expediciones se proponen el objetivo de someter a los grupos indígenas que permanecían autónomos a las fuerzas nacionales, desplegando un avance rápido de tropas a través de partidas ligeras que operaron principalmente en el territorio situado al norte del río Santa Cruz.19
Durante estos adelantos tendrá lugar el desarrollo de algunos “combates” con grupos indígenas, tal como el librado a fines de febrero de 1883 en Apulé.20 En este supuesto “enfrentamiento” un grupo de mapuches, tehuelches y manzaneros aliados, liderados por Inacayal, Ojo de Pulga, Gumelto y otros caciques reconocidos21 resistirán una ofensiva sorpresiva desplegada por el 7° Cuerpo de la 3° Brigada, según detalla el informe oficial:
La columna del Comandante Palacios, libro combate contra 400 indios el 22 de febrero a 125 leguas de este punto en el corazón de la Patagonia. El capitán Druly del 7°, con 28 soldados del mismo cuerpo, fue quien sostuvo por largo rato el choque y hasta la llegada de la columna. Cuando esta se aproximó, los salvajes huyeron despavoridos, dispersándose tras una carga que les hizo dejar 50 muertos y llevarse muchos heridos. Por nuestra parte tuvimos un individuo muerto, dos oficiales y ocho soldados heridos. Los indios huyeron con dirección a Santa Cruz.22
El accionar represivo en Apulé no tuvo contemplaciones hacia los indígenas y fue considerado como una “lección” por parte del General Villegas, quien vaticinó en una comunicación personal al presidente de la nación, Julio Argentino Roca, el próximo sometimiento de Inacayal y los tehuelches ante el accionar de las tropas.23 Estas palabras del propio Villegas resultan esclarecedoras de la dimensión de la masacre de Apulé, en especial si consideramos que las principales víctimas resultaron cuando los grupos indígenas emprenden la huida.
La participación de algunos líderes tehuelches en este “combate” es mencionada ampliamente en los informes militares (Ministerio de Guerra y Marina, 1883) como así también en distintos relatos orales y la prensa. Las lecturas tradicionales de este episodio instalaron la versión de que los tehuelches se encontraban con los mapuches por instancias fortuitas (Escalada, 1949). Esta versión dista de los propios testimonios tehuelches y las versiones oficiales, que señalan un accionar común entre ambas parcialidades para enfrentar la ofensiva del ejército como así también para emprender la huida. Tras el “Combate de Apulé”, los operativos militares en la Patagonia austral se desplegarán con mayor profundidad y los tehuelches serán considerados como uno de los principales objetivos. Será el ministro de Guerra y Marina, Benjamín Victorica, quien informe el deseo del gobierno argentino por lograr el sometimiento de los grupos pertenecientes al pueblo tehuelche, autorizando al general Vintter el desarrollo de nuevas ofensivas militares:
Es de creerse que la residencia en Deseado de los 200 indios allí presentados, ofrecen inconvenientes y podría ser oportuno reconcentrarlos a Patagones para lo que V.S debe considerarse suficientemente autorizado, así como respecto a los Tehuelches y Sayhueque mismo, en cuanto a V.S. juzgue conveniente para someterlos y reducirlos a la jurisdicción nacional, bajo condiciones que ofrezcan completa garantía.24
Estas expediciones se iniciarán en Puerto Deseado, presentando como principal objetivo el sometimiento del cacique Orkeke y su grupo. El despliegue militar en tierras tehuelches da cuenta de la ruptura del sistema de negociaciones entre criollos e indígenas abordado previamente, marcando el inicio de una profunda desestructuración y reestructuración del mundo indígena (Rodríguez, 2010; Mases, 2010; Pérez, 2016; San Martín, 2020). Con el objeto de analizar dichos cambios nos proponemos abordar la trayectoria del cacique Orkeke, dando cuenta de sus estrategias en momentos de paz como así también ante las ofensivas militares.
La adquisición de autoridad y rango en el marco de estructuras políticas segmentales se asoció a la demostración de ciertas cualidades o atributos por parte de los líderes ante el grupo (Bechis, 2008). En el caso de Orkeke, es posible indagar testimonios que lo sitúan en una posición de liderazgo, dando cuenta de algunas condiciones que le permitieron distinguirse y ser identificado por distintos exploradores que entablaron relaciones con él (Musters, (1871) 1964; Lista, 1880; Beerbohm, (1881) 2004; Larraín, 1883, entre otros).
Los primeros relatos sobre el cacique Orkeke han sido aportados por el británico George Chaworth Musters ((1871) 1964) quien lo reconoce como “jefe principal” del campamento asentado en el río Chico. El explorador será huésped del toldo de Orkeke durante varios meses, destacando sus habilidades como líder experto en las cacerías. Según Musters ((1871) 1964) el rol de Orkeke dentro de las boleadas tehuelches incluía la definición cotidiana del orden de la marcha, los sitios de cacería y la función a asumir por sus participantes. Este programa era anunciado al grupo al romper el día a modo de “oración”, incluyendo reseñas sobre antiguas hazañas y consejos a los jóvenes del grupo (Musters, (1871) 1964: 130).
El liderazgo de Orkeke entre los tehuelches reflejaba una dinámica fluctuante de autoridad de poder (Bechis, 2008). Al igual que otros líderes indígenas se mostraba siempre dispuesto a la intervención en disputas internas, ya sea tomando parte dentro de las luchas o participando como una figura de arbitraje (Bechis, 2008). Según describe Musters ((1871) 1964) la toldería de Orkeke era el escenario donde se realizaban deliberaciones y donde se resolvían conflictos o se definían acciones de represalia contra enemigos, siendo entonces la generación de consenso una clave en la afirmación de su liderazgo (Musters, (1871) 1964: 140).
Si bien Orkeke contaba con una importante riqueza personal no era reconocido como el más rico entre los tehuelches (Beerbohm, (1881) 2004: 125), su buena posición económica le permitía otorgar algunos regalos y favores personales, en especial en la distribución de caballos para la caza, pero esta característica no constituía el rol central de su liderazgo. Su cacicazgo, asimismo, contaba con una territorialidad amplia. Aunque se encontraba asentado al norte del río Santa Cruz, donde era reconocido como uno de los líderes principales, no era extraño que visitase los territorios del sur pues contaba con vínculos familiares con los tehuelches allí asentados -a los cuales pertenecía la familia de su esposa Hadd- dando cuenta de las amplias relaciones existentes entre los tehuelches del sur y norte del río Santa Cruz (Musters, (1871) 1964: 128).
Los cronistas que trataron con Orkeke (Musters, (1871) 1964; Lista, 1880; Beerbohm, (1881) 2004) coinciden en señalar que supo presentarse ante los cristianos como un líder prudente y con una trayectoria familiar que lo relaciona con ellos. Al respecto de estos diálogos será elocuente la exposición sobre Orkeke que relata Julius Beerbohm (1881) 2004:
Se ocupó de informarme, apenas nos conocimos, que nunca se había emborrachado como los otros indios, que nunca había dicho una mentira y que su padre se había convertido al cristianismo; circunstancia que evidentemente consideraba que de alguna manera reflejaba un mérito propio. Cuando le pregunté por qué no había seguido el ejemplo de su padre convirtiéndose él también en cristiano, luego de una larga pausa me contestó bastante vagamente: “quién sabe”. No insistí más en la pregunta, pues los indios que hablan español siempre utilizan esa expresión cuando están desconcertados o cuando no les interesa dar una respuesta directa (Beerbohm, (1881) 2004: 122).
A través de exhibir su propia franqueza como un rasgo positivo, el cacique Orkeke buscaba ser validado en sus negociaciones con los expedicionarios como un interlocutor confiable y distinguido. En un mundo de relaciones fronterizas dominado por las ambigüedades, desconfianzas y engaños que el propio cacique destacara esta característica da cuenta del lugar privilegiado que ocupaba en el acceso y control de información valedera.
Las habituales referencias a los cristianos en los discursos de Orkeke registrados dan cuenta de su experticia en el intercambio con los criollos. Estas incluyen narraciones acerca de las relaciones previas entre tehuelches y españoles, tales como los encuentros a fines del siglo XVIII (Beerbohm, (1881) 2004: 122). El desarrollo de estas narraciones en los discursos de Orkeke marca la adopción de una posición como intermediario, al mismo tiempo que el reconocimiento de una identidad que se reivindica como diferente a la de los colonizadores.
Durante el período de negociaciones e intercambios Orkeke supo ser un visitante asiduo de las autoridades nacionales asentadas en isla Pavón (Lista, 1880). El británico Musters ((1871) 1964) destacó el extendido trato entre indígenas, funcionarios y colonos que existía allí, incluyendo prácticas frecuentes de intercambio. Estos vínculos serán también mencionados ampliamente por otros cronistas que transitaron la región y que conocieron al líder tehuelche (Piedra Buena y Moyano, 1877; Moreno, 1879; Lista, 1880; Moyano, 1881, entre otros).
Al interior del mundo indígena, Orkeke y los tehuelches desplegaron una estrategia política consecuente con el aprovechamiento de sus vínculos con los cristianos. Es así como este líder se posicionará, junto con Casimiro, como defensor coyuntural de la colonia Carmen de Patagones ante una posible invasión de los indios de Callfucurá, situados al norte del río Negro, en tanto que Patagones implicaba un mercado para sus pieles (Musters, (1871) 1964: 186). El parlamento de Henno de 1869, donde Orkeke y Casimiro desarrollaran esta posición, y sobre el cual contamos con los testimonios de Musters ((1871) 1964), nos permite dar cuenta de la dinámica propia del mundo indígena en este período, donde los liderazgos mapuches, tehuelches y manzaneros aparecen temporalmente conciliados y acordando posiciones en común. Este equilibrio político resultaba novedoso en vista del historial de enfrentamientos previos entre las distintas parcialidades indígenas, aunque resultaba factible en vistas de los extendidos vínculos de familiaridad, negociación y colaboración existentes entre tehuelches, mapuches y manzaneros al sur del Limay (Musters, (1871) 1964).
La primera expedición militar desarrollada en tierra austral tras el “Combate de Apulé” involucró al cacique Orkeke y su red familiar, quienes fueron sorprendidos el 19 de julio de 1883 en cercanías de Puerto Deseado. Este grupo no mostró resistencia ante las fuerzas militares, presentándose pacíficamente ante el General Lorenzo Vintter quien definió su traslado hacia la ciudad de Buenos Aires en calidad de prisioneros, previo decomiso de sus riquezas. El parte oficial referente a esta expedición da cuenta de los detalles de la operación represiva:
El 18, después de una travesía feliz, llegué a este punto, en donde inmediatamente traté de inquirir qué número de indios se hallaban en estas inmediaciones, y en qué paraje se encontraban. Sabido esto, despaché inmediatamente al teniente coronel Lino O. de Roa, con 20 individuos de tropa y 2 oficiales, con la orden de intimar a una tribu tehuelche que se hallaba establecida a unas 15 o 17 leguas de este puerto, tierra adentro, que se reconcentrase a Deseado, debiendo traérsela consigo. Efectivamente, a la caída de la tarde del 19, el jefe referido llegó a este punto trayendo 52 indios tehuelches, incluso la chusma y unos 200 animales yeguarizos. Este es todo el elemento indio que se tiene conocimiento que existiese por estos parajes.25
La presentación pacífica de Orkeke y su grupo ante Vintter puede leerse como un posicionamiento por parte del cacique, quien durante su estadía como prisionero en Buenos Aires desarrollaría breves comentarios que permiten comprender esta decisión como una forma de supervivencia ante el peligro de vida que implicaba la nueva avanzada militar en territorio indígena: “Sus palabras se redujeron a asegurar, a su manera, que era amigo, añadiendo que no peleaba por no exponerse a morir y que muriendo todo concluye”.26
Tras el sometimiento de Orkeke, Vintter definió el desarrollo de una nueva expedición comandada por el teniente Roa, la cual buscaba conectar por tierra el área interior situada entre el río Deseado y el río Chubut. Los primeros avances de esta partida dan cuenta de la nueva consideración de los tehuelches como “enemigos” dentro de la oficialidad militar:
Nos hemos hallado, sobre todo en el Senguer, rodeado por todas partes de enemigos. A nuestra retaguardia, y a pocos días de marcha, teníamos las tribus tehuelches que pelearon contra las fuerzas del Comandante Palacios, en Apulé, en Enero último. Esos son los que, en concepto de algunos cándidos de Buenos Aires, son tehuelches inofensivos.27
Con estas consideraciones hacia los tehuelches, Roa se permitía polemizar con las voces que desautorizaron su accionar y el de Lorenzo Vintter contra Orkeke y su familia. Lejos de ser celebrados, los resultados de la denominada “Expedición al Deseado” fueron envueltos en polémica por parte de la prensa, que presentó protestas contra el atropello de una “tribu mansa” y un “cacique amigo”, en especial por la línea editorial del período La Prensa que reclamó el retorno a sus tierras de los prisioneros (Mases, 2010; Pérez, 2016).
La campaña mediática por los tehuelches logró que el gobierno nacional concediera un trato especial a los prisioneros, quienes lograron evadir, por un tiempo, el habitual destino de las tribus sometidas en tierras metropolitanas. Como parte de los “actos reparadores” emprendidos por el gobierno argentino, el grupo de Orkeke fue alojado en el cuartel de Retiro bajo la promesa de ser devueltos a sus tierras, siendo puestos a disposición del oficial de marina Ramón Lista y del diplomático Escudero.28 Los esfuerzos oficiales por mostrar la presencia de los tehuelches como “huéspedes” fueron desmentidos en la medida que se prolongaba su prisión y resultaban evidentes las condiciones degradantes a las cuales fueron sometidos. Estos padecimientos complicaron la propia salud del cacique, quien sería hospitalizado a principios de septiembre señalándose, en esta ocasión, las malas condiciones de higiene y el hacinamiento que sufrían.29
Luego de días de internación en el Hospital Militar se produjo la muerte de Orkeke, víctima de una afección pulmonar. Esta noticia será informada junto a la muerte de tres criaturas y de otra integrante del grupo, Valeska, dando cuenta de los graves daños que provocó en la salud de los tehuelches su estadía forzada en Buenos Aires.30 Los restos de Orkeke fueron despedidos solo por algunos de sus familiares, que pudieron visitarlo en el Hospital Militar, celebrándose luego una ceremonia en el cuartel donde el resto del grupo procedió a la quema de las prendas y objetos personales del cacique. Aun cuando las crónicas periodísticas refieren que el destino de los restos de Orkeke serían los museos, estos nunca tuvieron un ingreso oficial, siendo objeto de la codicia de coleccionistas privados.31
Con posterioridad a la muerte de Orkeke se tomará una determinación sobre la situación de su grupo. Será el propio Ramón Lista quien recibirá, ante su solicitud de devolverlos prontamente a la Patagonia, una respuesta negativa de parte del ministro Victorica, lo cual motivará su protesta ante el presidente:
Como usted comprenderá muy bien, la permanencia de los indios en esta ciudad no puede prolongarse por más tiempo, no sólo por los gastos que ocasionan con su estadía sino también por el mal estado de la salud de todos ellos. Además, usted no puede haberlo olvidado, el cacique Orkeke recibió promesa formal de que volvería a su país con toda su tribu y que les serían devueltos los caballos y perros que les arrebatará en puerto Deseado el comandante Roa. Interponga su influencia, apreciado Presidente, a fin de que los pobres indios patagones regresen mañana mismo a sus tolderías y esté seguro que su conducta será aplaudida por todo el país.32
Los reclamos de Ramón Lista serán desestimados por el Gobierno Argentino, que no considerará viable la restitución del grupo al mismo territorio donde continuaba propiciando nuevas campañas militares. La continuidad de esta política represiva contra los tehuelches y otras parcialidades en el territorio patagónico fue también ratificada por el propio Lorenzo Vintter tras las primeras repercusiones sobre la captura de Orkeke. En esta ocasión, el militar anunció al presidente que continuaría la deportación de prisioneros indígenas, independientemente de su procedencia:
He tenido conocimiento que piensa remitirse nuevamente a estos desiertos los indios que remití, estoy plenamente convencido que limpiando de ellos este Territorio no tan sólo se evitan sus correrías tan perjudiciales como todas las de su clase, si no que se pone una barrera a negocios vergonzosos e indignos que son del dominio público y es en vista de esta convicción que perjudican hasta el buen nombre del gobierno de V. E. que lejos de no molestar a estos salvajes, tomaré a aquellos que caigan en poder y se los remitiré.33
Como resultado de la aplicación de esta política, Vintter comunicará la deportación a la ciudad de Buenos Aires de nuevos prisioneros desde Chubut,34 entre los cuales se incluye la presencia de cuatro tehuelches que fueron tomados como prisioneros por Roa.35 Esta vez no se levantará ninguna voz en favor de los cautivos y no se tendrá ninguna consideración sobre las familias indígenas, procediéndose a su “reparto” público entre los grupos de elite de la metrópolis, mismo destino que recibieron algunos miembros del grupo de Orkeke y otros grupos indígenas sometidos (Mases, 2010).
Después de estas resoluciones en la metrópolis, una nueva expedición a la Patagonia encabezada por Ramón Lista en inicios de 1884 permite dar cuenta del fracaso de sus mediaciones por los tehuelches y la desarticulación del grupo que lo tuvo como intermediario. El explorador Lista contará en su partida con la colaboración de Huilches, Sholpe, K’Chorro, Tehuento o Tahuanto y Mainau, todos ellos identificados como pertenecientes al grupo de Orkeke que fueron separados de sus familias e integrados forzosamente a la “Compañía de Indios Auxiliares”.36 Durante el retorno a sus tierras estos tehuelches atestiguan el apresamiento de algunos de sus familiares en el campamento militar de Valcheta (Lista, 1885: 17), destino al cual fueron conducidos por tierra el resto de los prisioneros tomados por Roa que no fueron deportados por Vintter en Chubut.37
La expedición de Lista coincidirá con la conclusión de las campañas militares encabezadas por el teniente Roa en el interior del territorio (Ministerio de Guerra y Marina, 1884). Los informes de Roa dan cuenta del profundo impacto de las expediciones de la “Conquista del desierto” al interior del mundo indígena, trazando un escenario donde las fuerzas que permanecían autónomas al gobierno se plantean respuestas diferentes y donde los principales grupos tehuelches que continuarán asentados sobre el río Deseado y el río Santa Cruz sostendrán una posición independiente a otras fuerzas, como las lideradas por Inacayal, Foyel y Sayhueque (Ministerio de Guerra y Marina, 1884). Estos caciques, reunidos hacia finales de 1883 en el sur del Chubut, habrían celebrado un gran parlamento en el paradero de Schiuniqueparia, donde acordaron continuar resistiendo su presentación ante las autoridades. Según la información brindada por un prisionero indígena capturado por Roa, los principales caciques tehuelches no habrían formado parte de este parlamento ni de sus resoluciones (Ministerio de Guerra y Marina, 1884: 78). Como se ha visto en el caso de Orkeke, algunos de sus principales líderes ya habían optado por ensayar una estrategia distinta ante las autoridades.
En el marco del estudio de las dinámicas interétnicas, durante la expansión de la frontera de la República Argentina, se pretendió reconocer las características de las relaciones entre tehuelches y criollos en la región de forma previa al avance ganadero ovino. Para ello se planteó un análisis de distintos momentos de negociación, intercambio y violencia que configuraron estas relaciones fronterizas (Quijada, 2002), abordándose el caso de Orkeke y su respuesta ante la avanzada estatal.
Se ha planteado que en un breve período estas relaciones tendieron al establecimiento de vínculos marcados por la articulación de instancias de negociación política, como el “Tratado de Paz” de 1866 considerado clave para comprender la serie de negociaciones e intercambios que tuvieron lugar de forma previa a la “Conquista del desierto”. Este momento se caracterizó por la vigencia de un sistema de racionamientos a los indígenas de Santa Cruz, como así también por los extendidos vínculos comerciales entre ambas sociedades.
Analizando este primer momento, resultó significativo el abordaje de la trayectoria del cacique Orkeke quien fue ampliamente reconocido como “aliado” por parte de exploradores y cronistas que visitaron la Patagonia austral (Musters, (1871) 1964; Lista, 1880; Beerbohm, (1881) 2004). Esta consideración, junto con la actuación diplomática de Orkeke frente a distintos expedicionarios y exploradores, puede interpretarse en los términos de Quijada (2002) como ejemplo de las negociaciones e intercambios que marcaron la dinámica interétnica en la región.
A partir del desarrollo de las ofensivas militares que formaron parte de la “Conquista del desierto”, que en la región fueron lideradas principalmente por el general Vintter y el teniente Roa, la dinámica interétnica se modifica sustancialmente a partir de la aplicación de distintas formas de violencia en el territorio. Estos momentos dan cuenta de la limitación de la consideración de “cacique aliado” de Orkeke, la cual no le permitió evitar las ofensivas ordenadas por el Ministerio de Guerra y Marina a partir de 1883.
Finalmente, y a los efectos de considerar las estrategias indígenas ante la avanzada estatal, resulta de valor reconocer las distintas dinámicas que adquirió la política indígena en el período, dando cuenta de los procesos de segmentalidad que atravesó el liderazgo de Orkeke. Como se ha observado, en un primer momento existieron coyunturas de articulación donde distintos liderazgos mapuches, tehuelches y manzaneros aparecen conciliados y acordando posiciones en común, como sucede en el parlamento de Henno de 1869. Asimismo, y como resultado de la desestructuración y reestructuración del mundo indígena provocada por la “Conquista del desierto” (Mases, 2010; Rodríguez, 2010; Pérez, 2016; San Martín, 2020), se evidencia, como un segundo momento, la existencia de estrategias divergentes entre estos mismos grupos, siendo el parlamento de Schiuniqueparia un momento que marca distintos posicionamientos en el mundo indígena ante la avanzada militar.
A través de la descripción de esta serie de desencuentros y negociaciones frustradas entre tehuelches y criollos se ha observado que las relaciones entre estos grupos no siempre fueron armónicas ni estables. Justamente se da cuenta del fuerte dinamismo interétnico existente también en las relaciones entre los propios grupos tehuelches y en sus relaciones con otras parcialidades. El abordaje de esta dinámica desde una perspectiva subalterna, junto a la consideración de las estrategias propias de los grupos indígenas, marcan la existencia de un amplio campo de experiencias y acciones que los enfoques historiográficos tradicionales no tomaron en consideración, y permiten plantear algunos lineamientos generales para comprender las respuestas indígenas ante la avanzada criolla en la región.
Servicio Histórico del Ejército (SHE). Campaña contra los Indios, docs. 876/1866; 3510/1866.
Archivo General de la Nación, Sede San Telmo (AGN-ST). Ministerio del Interior, doc. 1589/1880.
Archivo General de la Nación, Sede Parque Patricios (AGN-PP). Sala VII, Legs. 1141/1883; 1261/1883; 1262/1883.
Estas investigaciones fueron realizadas gracias al apoyo recibido en el marco de una beca interna doctoral en el Centro de Investigaciones y Transferencias de Santa Cruz (CIT), Santa Cruz CONICET - UNPA - UTN).
Piedra Buena, L., y C. M. Moyano (1877). Breves apuntes sobre el rio y territorio de Santa Cruz, 1876 en Ministerio de Relaciones Esteriores; Memoria del Ministerio de Relaciones Esteriores presentada al Congreso Nacional en el año 1877, Tomo III: 162-174. Buenos Aires, Imprenta del diario La República.
San Martín, C. (2020). Resistir al arkhé: Experiencias deconstruidas del dispositivo archivo misional en Santa Cruz Tesis doctoral. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Disponible en: Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/14432 Consultada el 24 de marzo de 2022.
[1] El área de estudio abarca el extremo sur continental, espacio de influencia de distintos grupos tehuelches asentados entre el sur del río Chubut y el estrecho de Magallanes. Este territorio es reconocido en las fuentes oficiales como el “País de los Tehuelches” y también es mencionado por exploradores como “Patagonia austral” (Ministerio de Guerra y Marina, 1883).
[2] El término “tehuelche” es empleado como forma de autoidentificación por distintas comunidades indígenas actuales de la Patagonia austral, que se reconocen como pertenecientes al pueblo tehuelche. Dicho término también es empleado en distintas fuentes oficiales para designar a los grupos indígenas de la región.
[3] Este trabajo se inscribe dentro de una investigación doctoral que tiene como objetivo la caracterización de las distintas estrategias que llevaron adelante los pueblos indígenas en los momentos de conformación del espacio rural en el Territorio Nacional de Santa Cruz.
[4] El fuerte Floridablanca -principal asentamiento español en la Patagonia austral- fue construido en 1779 y abandonado en 1784. Otro fuerte de gran trascendencia; situado en Patagonia central, fue el de San José. Este emplazamiento también fue construido en 1779 y subsistirá hasta 1810, siendo arrasado por un ataque indígena tras lo cual es abandonado.
[5] Optamos por referirnos al cacique Orkeke y su grupo o familia para nombrar al colectivo que es también mencionado genéricamente en las fuentes como “tribu”. Debe considerarse que la conformación de dicha referencia al “grupo” o “familia” variaba según los contextos, épocas, estrategias y tipo de viajes.
[6] Esta imagen fue tomada durante la captura de Orkeke realizada en 19 de julio de 1883 en Puerto Deseado. En ella se puede destacar la presencia de Orkeke luciendo un característico chambergo de fieltro, en la parte central de la fotografía; otros integrantes de este grupo identificados por Larraín son: Ade, Concheque, Maria, Shacheque, Isabel, Yauque, Quemquel, Guilse, Guinayo, Cahuele, Tahuanto, Cahuanso, Quemquel, Camquillay, Queselech, Cochoro, Chacari, Sholpi, Laulequeque, Aliscoque, Sha, Pelo, Cascás, Hontech, Camenque, Honore, Peteque, Coonor, Canesque, Colati, Carolina, Cachau, Lose, Huascar, Mayoqueque, Taquesque, Guenyugo, Ahua, Chamsque, Reulque, Quiolque, Yestele, Samba, Cumbaque, Shaquelque, Coscoyaque, Mica, Sofia, Saxo, Chequelosa (Larraín, 1883: 41-42).
[7] Bechis define el carácter segmental de la organización política como “un sistema formado por repetición de unidades casi iguales cuya división o fisión origina dos o más unidades independientes con pérdida de la estructura primigenia” (Bechis, 2008: 276).
[8] Estos autores trabajan en torno a la aplicación del concepto de genocidio para profundizar el análisis de las políticas de Estado hacia los pueblos indígenas (Delrio et al., 2018).
[9] Por Estudios Subalternos hacemos referencia al grupo de historiadores de la India liderados por Ranajit Guha cuyos principales aportes se han enfocado en la producción de nuevos análisis sobre la historia nacional y colonial. Este grupo interviene en el campo historiográfico entre 1982-1987 y sufre múltiples derivaciones a partir de entonces (Chakrabarty, 2010).
[10] Guha (2002) propone el estudio de la historia de los sectores subalternos a partir de la identificación de una serie de “indicios” presentes dentro del discurso de la élite. Estos indicios son leídos a la inversa, a fin de hacer visible la existencia de formas políticas subalternas que persisten de manera autónoma al discurso de las élites y sus instituciones.
[11] La subalternidad es definida como una posición de subordinación y expresada generalmente en términos de clase, casta, edad, género, ocupación, o en otras formas históricas (Guha, 2002).
[12] El cacique Casimiro es una figura clave para entender las relaciones diplomáticas del período; por su dominio del español este líder desempeñó el rol de intérprete tehuelche en las negociaciones con los cristianos. Casimiro mantendrá una relación ambigua con Orkeke, que comprenderá tanto su alianza común frente a los criollos y otros grupos indígenas como disputas por el liderazgo al interior del grupo (Musters, (1871) 1964: 156).
[13] Servicio Histórico del Ejército (en adelante SHE). Campaña contra los Indios, Caja Nº 20, doc.876/1866 (en Raone, 1974: 253).
[14] Ambos oficiales de Marina actuaron como autoridades nacionales en la región. Miguel Luis de Piedra Buena obtuvo el grado de Capitán Honorario en 1864, ejerciendo como autoridad en la costa sur patagónica hasta la organización de la Sub-Prefectura Marítima de Santa Cruz en 1878, cargo en el cual sería designado el teniente Carlos María Moyano.
[15] Archivo General de la Nación - Sede San Telmo (en adelante AGN-ST). Ministerio del Interior, doc.1589/1880.
[16] Si bien la versión oficial indica que Doroteo Mendoza desapareció misteriosamente, el explorador Musters señala que habría sido asesinado por Cuastro en el marco de una venganza personal. El enviado especial del gobierno argentino no habría contado con ningún tipo de protección por parte de los líderes tehuelches (Musters, (1871) 1964: 140).
[17] SHE. Campaña contra los Indios, Caja Nº 20, doc. 3510/1866 (en Raone, 1974: 255).
[18] Los operativos vinculados a la “Conquista del desierto” en la Patagonia se extenderán entre 1878 y 1885 abarcando distintas fases (Mases, 2010). En la primera,, alcanzarán la línea de fronteras entre Mendoza y Bahía Blanca (1878). A dichas expediciones le sucederá la ocupación con tropas militares de las márgenes del río Negro (1879) y luego las del lago Nahuel Huapi (1881). La etapa final de estas campañas tuvo lugar entre 1883 y 1885 a través de las expediciones encabezadas por Conrado Villegas y Lorenzo Víntter en toda la Patagonia, abarcando su área norte como así también las regiones centrales y australes.
[19] Hacia 1883 el territorio situado al sur del río Santa Cruz había comenzado a ser explorado siguiendo los caminos de los tehuelches. La zona costera era reconocida, convirtiéndose en objetivo de posteriores expediciones el reconocimiento de las zonas del interior y la cordillera.
[20] Las versiones oficiales informan un combate o enfrentamiento; sin embargo, una lectura atenta de los eventos da cuenta de que se trató de un ataque sorpresivo perpetrado por las fuerzas militares contra el campamento indígena asentado en Apulé, también conocido como Apeleg.
[21] Tanto Ojo de Pulga como Gumelto son mencionados por Lista como líderes tehuelches de importancia en la región (Lista, 1880).
[22] La Prensa, 09/03/1883. Villegas, Conrado. Telegrama a la Comandancia General de Armas. Nahuel Huapi, 08/03/1883.
[23] Archivo General de la Nación - Sede Parque Patricios (en adelante AGN-PP). Sala VII, Leg. 1262/1883. Conrado, Villegas. Carta al Presidente. Buenos Aires, 25/10/1883.
[24] La Patagonia, 19/08/1883. Viedma, Año L (19): 1. Victorica, Benjamín. Instrucciones dadas por S. E. el Sr. Ministro de la Guerra al Sr. Gobernador del Territorio, Coronel Vintter.
[25] La Nación, 31/07/1883. Vintter, Lorenzo. Carta al Ministro de Guerra. Puerto Deseado, 21/07/1883.
[27] La Nación, 19/10/1883. De Roa, Lino Osiris. Carta al Secretario de la Gobernación de la Patagonia. Chubut.
[31] En una comunicación con el Museo de La Plata nos advirtieron que los restos de Orkeke nunca ingresaron a las colecciones de la División de Antropología del Museo, no figurando en dichos registros ni en el catálogo publicado por Robert Lehmann-Nitsche en 1910. Asimismo, las crónicas periodísticas informan que los restos del cacique fueron disecados en el Hospital Militar, siendo solicitados por varios coleccionistas privados (La Nación, 20/11/83).