Convocatoria Abierta
Mapa de actores para la lectura de cartas e informes: la Expedición Lista (1886-1887)

Actors’ map for reading letters and reports: the Lista expedition (1886-1887)

 
Mapa de actores para la lectura de cartas e informes: la Expedición Lista (1886-1887).
Memoria americana, vol. 31 no. 02, (145- 163 pp.), Jul-Dec, 2023, doi: 10.34096/mace.v31i2.13023. ISSN: 1851-3751
Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.


Introducción

La Expedición Lista fue realizada entre diciembre de 1886 y marzo de 1887, luego de que Julio Argentino Roca firmara un decreto en el que se declaraba de interés nacional la exploración del sector argentino de Tierra del Fuego, ya que gran parte de su superficie interior aún no había sido estudiada ni medida. Esta fue la primera expedición de carácter oficial1 dirigida a reconocer el norte y este de Tierra del Fuego por vía terrestre, y estuvo al mando de Ramón Lista. Además del comandante, la comitiva contó con un cuerpo de soldados del ejército, un capitán, un cirujano de segunda y un capellán, de nombre Giuseppe Fagnano. La expedición inició el recorrido por tierra en las costas de la bahía San Sebastián, al norte, y finalizó en las costas de Bahía Thetis, al sudeste de la isla.

Este abordaje de los documentos producidos por el comandante y el capellán se enmarca en un trabajo mayor, en el que nos proponemos analizar las percepciones de los exploradores sobre el espacio fueguino y los grupos indígenas con los que interactuaron, e indagar en los aportes de los distintos relatos e informes sobre este viaje en la configuración de imaginarios geográficos y etnográficos sobre Tierra del Fuego a finales del siglo XIX.2 Para eso, es necesario identificar a los actores sociales que formaron parte del grupo y sus vínculos con distintas instituciones tanto estatales como no estatales.

En este trabajo, caracterizaremos a dos de sus personajes principales, Ramón Lista y Giuseppe Fagnano, haciendo foco en sus trayectorias personales y su formación profesional. A partir de esto, presentaremos un mapa de actores de elaboración propia para dar cuenta de las distintas instituciones con las que estos protagonistas estaban vinculados, lo que nos permitió observar la multiplicidad de actores que estuvieron comprometidos con los procesos de producción de territorialidades y de configuración de imaginarios geográficos y etnográficos sobre la región, así como las relaciones que pudieron haber entretejido.

De esta manera, en el siguiente trabajo exploraremos las posibilidades que presenta la elaboración de mapas de actores para el análisis de cartas e informes, a partir del caso aquí presentado. En este sentido, planteamos que este procedimiento metodológico podría resultar útil para el abordaje de casos similares relacionados con expediciones científico-militares de fines del siglo XIX.

El artículo se organiza en tres partes. La primera presenta las fuentes, indicando algunas de sus características generales y las formas en que las abordamos. La siguiente presenta a los protagonistas, con énfasis en sus trayectorias individuales y en sus nexos con las instituciones que representaban durante la expedición. La tercera aborda los estilos de escritura de los informes y cartas producidos por los viajeros, recuperando en clave analítica algunos aspectos de sus descripciones sobre el espacio y sobre los “otros” fueguinos. Para eso, elaboramos un mapa de las instituciones y los actores sociales a fin de mostrar el entramado de relaciones dentro del cual se desenvolvieron los protagonistas, e incluimos en él a quienes no participaron en la expedición de manera directa, pero que aun así contribuyeron a la realización del viaje y la divulgación de sus resultados. A partir de esto, analizamos las formas de comunicar para cada caso, lo que nos permite identificar estrategias narrativas de construcción de legitimidad utilizadas por Lista y Fagnano y, al mismo tiempo, dar cuenta de los destinatarios explícitos e implícitos de estos comunicados.

Notas sobre las fuentes y cómo leerlas

Entre las fuentes principales, consideramos el libro Viaje al país de los Onas, publicado en 1887 por Ramón Lista como comandante de la expedición. La obra está compuesta por tres partes, siendo las primeras dos las más extensas. La primera comprende un artículo de su autoría publicado en 1886 el Boletín del Instituto Geográfico Argentino, un conjunto de cartas que envió a distintas personas desde la Isla Grande durante la expedición y el informe final presentado al Ministro de Guerra y Marina, Eduardo Racedo. La segunda parte es el diario de la exploración, en el que Lista narra en primera persona los acontecimientos vividos entre los días 31 de octubre de 1886 y 27 de enero de 1887. La tercera parte es un apéndice con observaciones meteorológicas realizadas entre el 20 de diciembre de 1886 y el 15 de enero de 1887, y un pequeño diccionario con vocablos de quienes denominó “onas del sud”, traducidos al español.

El diario de Lista está organizado cronológicamente y narra los hechos de forma sucesiva. A su vez, dialoga con imágenes y matrices literarias presentes en los escritos de su época: el explorador escribe en un momento considerado de transición entre la literatura de viaje y exploración, y la producción académica y literatura etnográfica (Penhos, 2005; Arias, 2011). En sus registros coexisten descripciones detalladas de la flora y la fauna en un lenguaje sumamente científico, con informes militares y relatos romantizados del paisaje y los nativos. Al respecto resulta útil recuperar los aportes de Arias (2011), quien analiza la construcción de la autoridad narrativa en los escritos de Félix de Azara, Alcides D´Orbigny y Juan Bautista Ambrosetti. Este trabajo resulta clave para el abordaje antropológico que proponemos, en tanto analiza los documentos producidos por los viajeros teniendo en cuenta su búsqueda de legitimidad y la puesta en práctica de distintos criterios de validación de la experiencia. Así, los viajeros de fines del siglo XIX presentan una experiencia que es puramente subjetiva pero que es traducida mediante un proceso de escritura que los define como expertos y autoridades científicas, y pone en juego distintas versiones del “otro”, atravesadas por relaciones de poder. Analizar el libro de Lista (1887) permitiría dar cuenta de los distintos estilos de escritura que utilizó el expedicionario en los sucesivos informes parciales que envió desde la isla, así como las omisiones y la incorporación de información según a quién iban dirigidos los manuscritos.

Otras de nuestras fuentes principales son tres cartas de Giuseppe Fagnano, el capellán salesiano de la expedición, enviadas a sus superiores, Giovanni Cagliero y Giovanni Bosco -conocido comúnmente como Don Bosco-,3 y luego publicadas en el boletín de la orden en español e italiano. Las tres cartas están redactadas sobre la base de las notas que el misionero tomó durante los meses que duró el viaje por el norte y este de la Isla Grande. La intención de Fagnano era que estos comunicados fueran posteriormente publicados. En este sentido, coincidimos con Bottiglieri (2017) en que las cartas tenían dos destinatarios: uno explícito, el destinatario de la carta, y otro implícito, los lectores del Boletín.

Hemos tomado las herramientas metodológicas de la microhistoria para la “reducción de la escala de análisis” (Ginzburg, 1991) y la realización de un estudio de caso a partir de la lectura intensiva de varias fuentes. Así un evento específico en un espacio particular, como la expedición científico-militar comandada por Lista (1886-1887), nos permite plantear preguntas más generales relacionadas con los grupos, las dinámicas sociales y las relaciones de poder. En este sentido, pretendemos reconocer los vínculos que los actores construyen entre sí y el entramado de relaciones en el que están inmersos.

Al proceder de repositorios variados y haber sido escritos por distintos autores, con objetivos y destinatarios dispares, cada documento contaba con sus propias formas de presentar la información. De esta manera, los diferentes formatos -diarios de viaje, partes de operaciones, informes, cartas, mapas, etc.- ponen en evidencia rastros sobre la recolección de datos que efectuaron quienes produjeron los documentos y su rol social dentro del contexto espacio-temporal en el que lo hicieron. Por esto, es de suma importancia atender a las condiciones de producción de los documentos y los intereses de sus autores. En esta línea, sostenemos que cada documento fue producido con objetivos diferentes y que sus autores no buscaban necesariamente responder a nuestras preguntas de investigación (Nacuzzi, 2002, 2018). Planteamos un abordaje de las fuentes buscando acceder a la perspectiva de los actores de la expedición mediante un estudio antropológico de documentos, para seguir la trayectoria de estos personajes y comprender el mundo social que habitaban.

El análisis de la expedición comandada por Lista al sector nororiental de la Isla Grande de Tierra del Fuego contribuye a comprender la organización y la representación del territorio fueguino durante las últimas décadas del siglo XIX. Al estar Lista y Fagnano vinculados con instituciones diferentes, cada registro nos permite acceder a los objetivos y expectativas que cada uno tuvo sobre la inspección de Tierra del Fuego. Consideramos que estos personajes resultaron fundamentales en el transcurso de la empresa exploratoria debido a los roles que cumplieron y el protagonismo que adquirieron a lo largo del viaje, según los testimonios de otros integrantes -tal como mostraremos a lo largo del trabajo.

El comandante y el capellán, distintas trayectorias y formas de comunicar

Entender la trayectoria profesional de Lista y Fagnano en su contexto resulta fundamental para comprender sus motivaciones y objetivos, así como sus vínculos sociales. Las exploraciones y publicaciones del comandante se enmarcaron en una época y lugar en que la producción de conocimiento científico y la literatura de viajes eran apreciadas por ser funcionales a los proyectos de nación. Los procesos independentistas latinoamericanos de las primeras décadas del siglo XIX estuvieron acompañados de un interés de cada Estado en formación por definir sus límites territoriales y establecer modos más institucionalizados y regulares de ocupación y control del espacio. En el caso de Argentina, la construcción de una “comunidad imaginada” (Anderson, 1983) y de una identidad nacional se llevó a cabo a partir de la definición de una serie de diacríticos distintivos (Barth, 1976), plausibles de ser incluidos en el discurso nacionalista de fines del siglo XIX. Para Anderson, todas las comunidades de mediana o gran escala son imaginadas, dado que sus miembros no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas pero compartirán mitos fundacionales, ritos cotidianos y expectativas comunes. Su concepto de “comunidad de lectores” es fundamental para comprender la importancia de rastrear los destinatarios de las cartas e informes producidos en torno a la expedición, así como el alcance geográfico de estas narrativas. De esta manera, durante la segunda mitad del siglo XIX en Argentina, el territorio, el paisaje, la flora y la fauna se conformaron como posibles elementos constitutivos de la nueva nación.

En este contexto, las sociedades científicas aparecieron como una manera de nuclear a los jóvenes interesados en la inspección de todo lugar, objeto o suceso incluido dentro de los límites del nuevo territorio. Así, promovieron y apoyaron económicamente numerosas exploraciones con el objeto de recopilar y difundir los resultados de los estudios en distintas disciplinas científicas, como la Geografía, la Biología y la Antropología. Las instituciones científicas de la época estaban vinculadas con los intereses del Estado nacional (Zusman y Moraes, 1996), siendo uno de los ejemplos más representativos el caso del Instituto Geográfico Argentino fundado por iniciativa de Estanislao Zeballos en 1879. Ramón Lista publicó notas de viajes y artículos sobre sus expediciones en las revistas de distintas instituciones científicas, lo que resulta relevante a la hora de analizar la relación entre exploración-publicación e investigación-escritura.

Lista fue discípulo de Germán Burmeister, miembro honorario de la Sociedad Científica Argentina y una de las figuras más representativas en el desarrollo y la institucionalización de las disciplinas científicas a finales del siglo XIX en Argentina. Este nexo con su mentor le permitió a Lista vincularse con la actividad científica a temprana edad y llegar a ser uno de los integrantes más activos de dicha Sociedad. También se relacionó con intelectuales y políticos de la época, como Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini (López, 2003), por lo que es posible que sus contactos hayan influido en la aprobación de sus propuestas de viajes e incluso en el otorgamiento del cargo de gobernador de Santa Cruz (1887-1892). En 1879 contrajo matrimonio con Agustina Andrade, poetisa, hija del escritor, periodista y político Olegario Víctor Andrade. Su suegro -quien además se convertiría en gran amigo- tenía contactos políticos por haber sido director del diario La Tribuna Nacional, afín al gobierno de Roca, lo que le facilitó a Lista ingresar a su círculo de confianza. La petición de aprobación para explorar Tierra del Fuego es una muestra de esto. La carta en la que pide permiso y apoyo económico, al tiempo que expone los antecedentes de otros viajeros y la necesidad de una inspección ocular de la Isla Grande, tiene como destinatario a Pellegrini, en ese entonces Ministro de Guerra y Marina y, posteriormente, Vicepresidente de la Nación. A él también le dedica su libro Viaje al país de los Onas, en un mensaje que versa: “En testimonio del alto aprecio que le profeso, dígnese a aceptar la dedicatoria de este modesto libro” (Lista, 1887: 3). Su relación con otros políticos, militares e intelectuales se manifiesta en el anexo del libro, que incluye informes parciales y comunicados que Lista envió mediante cartas a distintas personalidades, como el Presidente de la nación Miguel Juárez Celman (1886-1890), el director de La Tribuna Nacional, el Ministro de Guerra y Marina, Eduardo Racedo, y Bartolomé Mitre.

Por otra parte, revisar las formas en que Lista se relacionó con miembros del Ejército y la Marina nos permite pensar en otra dimensión de la expedición, vinculada con aspectos estratégicos del establecimiento de subdelegaciones marítimas de las fuerzas armadas argentinas en el archipiélago. Aunque no desarrolló una carrera formal, supo relacionarse con el círculo militar desde temprana edad. Así, se desempeñó como redactor del Anuario Hidrográfico de la Marina Argentina y como encargado de compilar las publicaciones, planos y documentos del Ministerio de Guerra y Marina. Además, fue profesor de Historia Natural en la Escuela Naval, Subsecretario del Departamento de Marina y Jefe de las Comisiones Exploradoras Oficiales (Braun Menéndez, 1942). Obtuvo el rango de Oficial Mayor del Departamento de Marina, máximo cargo del escalafón de la Armada Argentina asignado a un civil por aquel entonces (Carman, 2003).

Ramón Lista fue el primer explorador criollo que inspeccionó el interior de la parte norte y este de la Isla Grande, en un contexto en que las expediciones comenzaban a realizarse mayormente por jóvenes militares y científicos argentinos, y ya no tanto por europeos contratados por el gobierno nacional.4 Destacamos que la expedición de 1886-1887 contó con una numerosa flota de buques auxiliares y con la escolta de soldados de caballería, muchos formados durante las campañas de avance territorial sobre la Patagonia (1876-1879). El decreto de Roca que ordenaba esta expedición nombraba a Lista como su comandante, en aquel entonces Oficial Mayor del Departamento de Marina, al mando del cutter Santa Cruz, una embarcación de vela. Algunos aspectos de la exploración sugieren un vínculo más estrecho entre esta y la Armada de lo que aparenta el decreto, en el que el Presidente caracterizaba el viaje como un estudio hidrográfico y aludía sólo a una embarcación de las que en realidad participaron. Además del cutter Santa Cruz, también formaron parte el pailebot Piedra Buena y el cutter Bahía Blanca, así como el vapor Villarino, que en ese entonces ya realizaba transportes periódicamente a lo largo de la Patagonia (Canclini, 1996).

Como señalamos, Lista construyó vínculos con científicos, políticos y militares que le facilitaron la concreción de las exploraciones que planificó. Su destacada actuación como jefe de expediciones anteriores le permitió conseguir el apoyo del Presidente de la nación para llevar a cabo el reconocimiento del norte y este de la Isla Grande, con recursos económicos y militares del Estado argentino. El explorador tenía objetivos y motivaciones diversas, ligadas a la producción de conocimiento geográfico, geológico, biológico y etnográfico, y a la evaluación de zonas estratégicas para el asentamiento de faros y subdelegaciones marinas (Ortiz, 2019). Asimismo, la empresa expedicionaria atrajo la atención de sectores igual de diversos, más allá del auspicio del gobierno nacional.

Fagnano, por su parte, ingresó desde muy joven al seminario diocesano de su provincia natal en Italia, participó en la Cruz Roja, contribuyó con las tropas de Giuseppe Garibaldi,5 y luego se dedicó a su carrera como cura, obteniendo el sacerdocio a los veinticuatro años de edad (Entraigas, 1945). A los 34 años conoció a Giovanni Bosco y se incorporó a la Congregación Salesiana (1869) que había fundado recientemente, para acompañarlo en la evangelización y divulgación de los principios católicos en distintas partes del mundo. Así se uniría al primer grupo que viajó a la Argentina.

Durante su desempeño como sacerdote y director del colegio Don Bosco en San Nicolás de los Arroyos y luego en Carmen de Patagones -ambos en la actual provincia de Buenos Aires-, debió enfrentar ciertas dificultades ligadas al tipo de relación que los salesianos establecieron con las instituciones locales, signadas por el contexto de conformación de un gobierno acorde a los ideales de la llamada “generación del 80”. Entre los rasgos más característicos de este período, cabe destacar el intento de las clases dirigentes por minimizar el poder de la Iglesia sobre el Estado, mediante leyes vinculadas con el registro civil, el matrimonio, y la escolarización pública, obligatoria, gratuita y laica.

Migone (1933) y Entraigas (1945), biógrafos de Fagnano, coinciden en presentar como problemático su paso por la provincia de Buenos Aires y la Patagonia argentina, debido a las fricciones que representaba su condición de sacerdote e inmigrante italiano en un país que pretendía ser laico y liberal.6 A pesar de estas dificultades, Fagnano mantuvo contacto con compatriotas que residían en Italia y estableció nuevos vínculos con otros que se habían asentado en Buenos Aires y algunos territorios nacionales de la Patagonia. Estos lazos evidencian algunos elementos que nos posibilitan reconstruir la situación del misionero al momento de sumarse como capellán a la expedición de Lista. La intención del cura de acercarse al resto de los inmigrantes del país respondía a los planes de la Congregación Salesiana para con su comunidad de fieles. En publicaciones del Boletín Salesiano, Don Bosco había expresado en numerosas ocasiones su objetivo de asistir a los italianos que habían emigrado a distintas partes del mundo y a los “indígenas infieles” que habitaban el sur del continente americano.

Al poco tiempo de llegar a Carmen de Patagones, Fagnano fundó la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos (1880), creó una banda de música para la comunidad y compró una casa para usar como sala de encuentros y como hospital para los socios. Además, durante su estadía parroquial en Carmen de Patagones, estableció un vínculo cercano con Antonio Oneto, un explorador genovés que se desempeñaba como comisario en la colonia galesa de Chubut y que fundaría Puerto Deseado en 1884. En 1880, Oneto le presentó al cura un proyecto para el establecimiento de una reducción de indígenas en la bahía de San Sebastián (Tierra del Fuego),7 el sitio que seis años después sería el punto de desembarco e inicio de la expedición comandada por Lista.

En 1880, el mismo año en que Oneto presentaba el proyecto para instalar la reducción, Fagnano escribía una carta a Don Bosco para comunicarle las novedades sobre la actividad misional. El siguiente fragmento del comunicado resulta ilustrativo sobre los planes del cura, dado que aún no había sido notificado acerca de la posibilidad de su envío al extremo sur de la Patagonia ni de la fundación de una prefectura a la cual lo asignarían como encargado:

Otro punto importante a tener en cuenta es Tierra del Fuego, habitada por miles de salvajes, entre los que, lamentablemente, ya hay varios misioneros protestantes, que tienen su hogar central en las Islas Malvinas. Próximamente habrá un vapor que hará viajes periódicos entre Buenos Aires, Patagones, Chubut y Santa Cruz, que se encuentra cerca del Estrecho de Magallanes. Estos me parecen los lugares principales donde podemos fijarnos con gran esperanza de éxito, para la conversión de estos pueblos infelices, y también para evitar que los herejes estropeen estas pobres almas (Fagnano, 1880: 6-7).

Destacamos la forma en que aludió a la presencia protestante en Chubut y Tierra del Fuego, donde describió este hecho como algo lamentable. Según observamos, la etiqueta de “hereje” que mostramos en la cita estaba siendo aplicada a los misioneros protestantes, más que a otro sector de la población, como comerciantes o buscadores de oro, cuya presencia en la región ya era conocida. El término herejía se usaba para referirse a cuestiones de doctrina y se refería a las posiciones que negaban uno o más de los dogmas católicos. La forma en que el cura se lamentaba de la falta de salesianos en la zona y de la existencia de otros pastores es una muestra del contexto político y eclesiástico de la época, en el que anglicanos y salesianos se disputaban el dominio de los territorios en la Patagonia, partiendo de proyectos distintos para con los indígenas de la zona y negociando de distintas maneras con el Estado.

La Congregación Salesiana buscó encargarse de la “argentinización” y “salvación” de quienes vivían en los nuevos Territorios Nacionales. El establecimiento de las misiones en la Patagonia a partir de 1880 se dio en un momento de tensión entre el gobierno argentino y la Iglesia católica (Nicoletti, 2004), en el que ninguno de los dos podía impulsar políticas evangelizadoras y colonizadoras sobre las nuevas tierras. En este contexto, los curas salesianos contaban con personal, recursos económicos e iniciativa para avanzar sobre el espacio y “civilizar” a los grupos indígenas, aunque pretendían monopolizar el territorio de las misiones sin la presencia de los anglicanos y sin perder su autonomía ante el Estado y la Iglesia católica argentinos. Fagnano fue nombrado Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional por parte del Vaticano, un nombramiento por demás conflictivo en tanto se le había asignado la administración misional de gran parte de la Patagonia argentina y el sur de Chile, sin aprobación del Estado argentino ni la Iglesia argentina.

La compleja trama de relaciones: una expedición más que científica

Teniendo en cuenta las trayectorias personales de Lista y Fagnano, y sus vínculos con distintas instituciones, nos centramos en las variadas maneras en que cada uno comunicó los sucesos del viaje e hizo partícipes de la exploración a quienes no tuvieron la oportunidad de observar la Isla Grande con sus propios ojos. Para ello, abordamos de manera transversal los escritos que produjeron durante la expedición, de acuerdo a diferentes tópicos como las percepciones del espacio y sus habitantes y la adopción de distintas formas de escritura. A su vez advertimos las omisiones y énfasis, y la relación entre la información que eligieron incluir y los destinatarios de los comunicados, siguiendo las claves de lectura anticipadas. Así, elaboramos un mapa de los actores sociales relevantes que permite dar cuenta de manera gráfica de los vínculos personales identificados y sus interrelaciones. En este sentido, destacamos a quienes el comandante y el capellán decidían notificar durante el transcurso de la expedición, así como a los receptores implícitos de sus comunicados, con quienes mantuvieron un diálogo que contribuyó a re-imaginar la Isla Grande con algunas características nuevas y con otras basadas en las descripciones de viajeros previos (Figura 1).

Figura 1.

Mapa de actores sociales con quienes establecieron vínculos Giuseppe Fagnano y Ramón Lista. Fuente: elaboración propia

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Hemos organizado el mapa de actores en dos grandes núcleos, el Estado argentino y la Iglesia Cristiana, desde los cuales se desprenden diversas instituciones relacionadas en mayor o menor medida con Lista y Fagnano, los protagonistas del caso. Las instituciones están jerarquizadas visualmente en tres niveles: indicamos con un círculo de color oscuro aquellas que consideramos de una escala mayor, mientras que representamos con círculos de color más claro las que están incluidas dentro de las anteriores y, por ende, son jerárquicamente inferiores. A su vez, marcamos con un color más claro que los anteriores y con forma rectangular aquellas de menor jerarquía. Asimismo, representamos con un cuadro de bordes grises los órganos de comunicación y divulgación vinculados con cada institución señalada. Todas las figuras están unidas con una línea continua que indica los vínculos, e inmediatamente debajo de cada una distinguimos los actores sociales que nombramos y que estaban a cargo de dichas instituciones. Por último, un detalle importante es la señalización de un área que engloba las instituciones con las cuales se vincularon Lista y Fagnano, demarcada con un cuadro de líneas punteadas de color verde para cada uno. Al respecto, cabe aclarar que para efectuar un recorte de contenido en el mapa de actores hemos excluido a personajes que no estuvieron a cargo de ninguna institución ni intercambiaron correspondencia con Lista ni Fagnano respecto de la expedición de 1886-1887. A su vez, ubicamos gráficamente las revistas de cada una de estas instituciones en las que el explorador y el misionero publicaron en numerosas ocasiones. Esta marcación en el mapa de actores permite observar el posible alcance de los relatos producidos por el comandante y el capellán durante la exploración y los potenciales lectores de los informes que escribieron y publicaron.

Con respecto a la sección del gráfico referida a la Iglesia Cristiana es importante explicar su separación en dos grandes núcleos, para comprender la posición particular del capellán en el mapa y su opinión sobre el accionar anglicano. La Iglesia Cristiana se divide en tres grandes vertientes: la ortodoxa, la protestante y la católica. Al momento de la expedición de 1886-1887, las últimas dos ramas habían asumido el compromiso de evangelizar a los indígenas de Tierra del Fuego, aunque con perspectivas distintas. A diferencia de la Congregación Salesiana, la iglesia protestante -a la cual se adscribía la misión anglicana de Ushuaia, dirigida por el reverendo Thomas Bridges- no reconocía la autoridad del Papa ni respondía a los intereses del Vaticano sino a los de la Iglesia de Inglaterra.8 En el gráfico, hemos representado también la relación que Giuseppe Fagnano buscó construir con sus compatriotas italianos, tanto con los inmigrantes en Argentina como con los fieles que residían en Italia. En estos vínculos, el Boletín Salesiano jugó un papel fundamental ya que mensualmente publicaba en español y en italiano las novedades que compartían los misioneros.

Por su parte, representamos a la Iglesia Argentina, que era gestionada de manera conjunta por el gobierno nacional y la máxima autoridad de la Iglesia Católica, mientras que la Congregación Salesiana dependía solo de la segunda.9 En cuanto al Estado nacional, en el mapa de actores mostramos las relaciones entre el gobierno, las Fuerzas Armadas10 y las instituciones científicas que explicitamos a lo largo de los apartados anteriores. Cabe señalar que la realización de la expedición de 1886-1887 fue decretada en agosto de 1886, mientras Roca se desempeñaba como Presidente de la nación, Madero como Vicepresidente y Pellegrini como Ministro de Guerra y Marina y fueron reemplazados por Juárez Celman, Pellegrini y Lavalle respectivamente en octubre, un mes antes de iniciada la misma. Teniendo en cuenta esto y el hecho de que antes de asumir como Presidente Roca también había cubierto el cargo de Ministro de Guerra y Marina, resaltamos el estrecho vínculo entre el Estado nacional y las Fuerzas Armadas, en la que muchos de sus funcionarios rotaban de un puesto político a otro. Ramón Lista enviaba sus cartas tanto al Presidente Juárez Celman y al Vicepresidente Carlos Pellegrini, como al Ministro de Guerra y Marina, Eduardo Racedo, y al director del diario oficialista La Tribuna Nacional.

A su vez el explorador se desempeñó de forma simultánea en varias sociedades científicas y recibió financiación por parte del Estado nacional en numerosas ocasiones. Pero esto no solo lo acercó a los círculos políticos de la época sino que le dio un lugar en estas amplias redes de investigadores, dentro de las cuales compartía los resultados de sus investigaciones y divulgaba sus hallazgos. Al respecto, de Jong (2005) señaló la participación simultánea de los jóvenes investigadores y pensadores de la segunda mitad del siglo XIX en distintas instituciones. Con frecuencia, los miembros de éstas forjaban y consolidaban lazos de amistad, parentesco o camaradería profesional, lo que expresa el grado de concentración y hegemonía de la élite dirigente, así como los vínculos cercanos entre los espacios políticos, científicos y literarios.

El encargo de Roca a Lista definía el viaje a Tierra del Fuego dentro de la categoría de “estudio hidrográfico”. En este sentido, declaraba de interés científico determinar los accidentes hidro-orográficos de la zona oriental de la Isla Grande, y de utilidad nacional reconocer el litoral y el interior de este territorio, cuyos recursos industriales se ignoraban hasta ese momento (Roca en Lista, 1887). Para analizar las cartas e informes referidos a la expedición, hacemos foco en lo dicho y lo no dicho (Nacuzzi, 2002) respecto de su recorrido por el territorio fueguino y en las diversas formas de narración que adoptaron según a quienes iban dirigidas. En algunas ocasiones Lista anexó cartas personales e informes en sus libros a modo de antecedentes, como es el caso de su libro Viaje al país de los Onas (1887) en el que aparecen como “objetos de la exploración”. Como señalamos, las cartas de Fagnano, por su parte, estaban dirigidas a destinatarios específicos pero luego fueron publicadas en el Boletín Salesiano. Por ello, las analizamos en un sentido doble: como un comunicado personal emitido para informar sobre el derrotero y como parte de una publicación orientada a divulgar los resultados del viaje. En relación con esto, la propuesta de Potteiger y Purinton (1998) de considerar al paisaje como una red de narrativas, en la que el observador-narrador dialoga con los lectores dando lugar a un intercambio de significados que contribuye a su configuración, aporta un marco para comprender las formas en que las valoraciones del comandante y del capellán contribuyeron a la construcción colectiva del paisaje del noreste de Tierra del Fuego, debido a que fueron publicadas para un público numeroso. Los pasajes del libro, los fragmentos del diario de viaje y las cartas alimentan y reconfiguran ideas previas acerca de la naturaleza y los nativos de la isla, invitan a re-imaginar el lugar, lo que Lista resume como “recorrer con el pensamiento, las praderas y los bosques de la Tierra del Fuego” (Lista, 1887: 7).

Así, en los escritos del comandante observamos una mezcla entre un lenguaje especializado y detallado, que incluye descripciones referidas a la geología, las redes fluviales, la flora y la fauna del lugar, y uno más romantizado en el que se destacan las referencias visuales y una escritura más estilizada. Por ejemplo, al referirse a la flora de la Isla Grande, el explorador adopta un lenguaje técnico y cientificista, y afirma que esta cuenta con “berberis buxifolia, el empetrum rhubrum, dos mirtíceas, la genciana, la prímula y la clarionea magallánicas; una calceolaria, una saxifraga, un carex, una especie de achicoria (Taraxacum loevigatum) y algunos fungus y líquenes” (Lista, 1887: 76-77). En cambio, en otros pasajes del diario escribe con un tono más poético donde predominan las metáforas, y narra que “el desierto ó más dicho bien lo desconocido, tiene sobre el espíritu un dominio tan grande y tiránico, que todo otro pensamiento desaparece ante sus rumores, produciendo una especie de febril agitación” (Lista, 1887: 84). Como señalamos, los textos de Lista se sitúan en un momento de pasaje entre la literatura de viaje y la producción académica (Penhos, 2005; Arias, 2011), estando ambos estilos de escritura relacionados con las exploraciones e investigaciones científicas. El tono de Viaje al país de los Onas (1887) es presentado por el autor en las primeras páginas:

El lector no encontrará en él ni bellezas de diccion, ni novelescas aventuras, ni tampoco alhagadoras pero engañosas promesas. Es un trabajo modesto y descarnado, escrito á fragmentos bajo la tienda de campaña, en medio de la vida incierta y agitada del esplorador. Los bosquejos de la naturaleza austral, ya sean sombrios ó de alegre colorido, han sido trazados sobre el terreno; y, aunque imperfectos, tienen el mérito de ser veridicos (Lista, 1887: 5-6).

El estilo de escritura no es científico ni se corresponde con la literatura de viajes aunque recurre a elementos de ambos, como la narración en primera persona, las descripciones detalladas sobre lo observado y lo experimentado, el orden cronológico seguido en el relato de los acontecimientos y el uso de categorías técnicas específicas de cada disciplina. La escritura de libros como los de Lista fue posible gracias a la creciente institucionalización de la ciencia de la época. Su auto-adscripción como hombre de ciencia y como explorador al mismo tiempo se vincula con las formas en que se constituyó el campo científico e intelectual de finales del siglo XIX. Este se caracterizó, entre otras cosas, por el rol heterogéneo que asumieron sus investigadores y las formaciones disciplinares diversas que estos tenían -tal como indicó Arias (2011).

Observamos que Lista adopta distintos estilos según el destinatario, usando varias estrategias de escritura. Por un lado, muestra su formación en distintos campos disciplinares así como sus vínculos con instituciones científicas y militares, mediante el uso de terminología técnica de navegación y de lenguaje científico propio de la Biología, la Geología y la Física. Esta es una forma de comunicar los resultados del viaje a sus pares mediante el uso de un código común, teniendo en cuenta que sus lectores tenían conocimientos en distintas disciplinas. A su vez es una estrategia retórica para legitimar lo que dice, en tanto reviste sus escritos con un halo de autoridad y objetividad. Así, encontramos descripciones detalladas que pretendían ser verídicas ante un público especialista que nunca había visitado el archipiélago. Por otro lado, las partes más romantizadas de los escritos buscan interpelar a un público no especializado y/o más aficionado a la literatura de viaje. En ellos hay un mayor foco en el aspecto visual del paisaje y en las sensaciones que le provocaría al lector estar personalmente en ese lugar. En una ocasión, por ejemplo, describe los alrededores del río Pellegrini enfatizando los aspectos mencionados:

Qué bello espectáculo! Al sudoeste, como nube tormentosa, hería la vista una oscura serranía selvática, tras la cual se perfilaban dos ó tres picos azulados, de la que supongo cordillera principal; al nordeste brillaba al sol como un espejo la corriente tortuosa del “Pellegrini”, volcándose en una mansa ensenada de orillas bajas y en parte medanosas (Lista, 1887: 99)

Además de adoptar distintos códigos de escritura, el explorador incluía u omitía determinada información al tiempo que enfatizaba algunos aspectos por sobre otros, dependiendo del destinatario de las cartas. Así, por ejemplo, en los comunicados dirigidos al Presidente de la nación predominan las menciones a su rol como líder militar y a la producción de datos científicos. Es decir, las cartas buscaban dar cuenta de que la empresa exploratoria estaba desarrollándose con éxito. En este sentido, tenemos en cuenta dos variables respecto de los mensajes: una referida al modo de comunicarlos -las estrategias de escritura- y otra al contenido -aquello que se selecciona. Un ejemplo que muestra tanto la omisión de un tipo de información en detrimento de otra como la adopción de un estilo de escritura acorde al receptor, es una carta enviada por el comandante al director del diario La Tribuna Nacional desde Bahía Thetis el 14 de enero. En ella, Lista excluyó toda referencia al enfrentamiento armado que la expedición mantuvo el 25 de noviembre con un grupo de indígenas en la bahía de San Sebastián el cual terminó en una masacre con veintiocho indígenas muertos. En cambio, destacó la belleza del paisaje, con un lenguaje más estilizado que en otras cartas, donde predomina el uso de terminología especializada y técnica:

He viajado mucho: he visto los bosques y las cataratas de Misiones, he atravesado la Pampa desde Carhué hasta Choyque-Mahuida, y esplorado casi toda la Patagonia; pero solo en la Tierra del Fuego he sentido las profundas emociones que despiertan en el alma del viajero, los grandes espectáculos de la naturaleza. Y si la grande isla argentina no encerrase el sublime paisaje, casi tropical, de su selva siempre verde y retoñante, bastaría para rehabilitarla ante sus calumniadores de todas las épocas y de todos los pueblos, la suavidad de su clima y la riqueza herbácea de sus campiñas vírgenes (Lista, 1887: 40).

Otro aspecto a señalar es la autorreferencia del explorador a sus viajes anteriores que, a nuestro entender, responde a otra estrategia de validación de sus observaciones que aparece en otras cartas personales y el diario de campaña. Esto coincide con ciertas características que Pratt (2011) y Arias (2011) adjudican al “naturista-explorador” de fines del siglo XVIII y principios del XIX, como su tendencia a aludir a su experticia para validar sus escritos. Esta figura remite a individuos que se instruían con la experiencia de viaje, a partir de la cual adquirían recursos económicos, destrezas y conocimientos en diversos campos. Dicha experiencia, además de servir para su formación profesional como exploradores o investigadores, era utilizada como prueba en sus escritos ya que el hecho de “haber estado ahí” le daba veracidad a sus relatos.

En algunas de las cartas también encontramos un Ramón Lista con cualidades de líder militar. En varios fragmentos se muestra como un jefe competente que da órdenes a su personal, hace lo posible por evitar combates innecesarios y dirige a sus hombres hacia la victoria en los casos en que considera que la violencia es inevitable. En una carta enviada al Presidente Juárez Celman, desde la bahía de San Sebastián el 27 de noviembre de 1886, en la que Lista relata sus primeras impresiones sobre el suelo fueguino, las costas y sus condiciones de navegación, presenta el enfrentamiento que tuvieron con el grupo selk'nam como un episodio inevitable que fue correctamente manejado por él mismo. Por el contrario, Fagnano y el cirujano Polidoro Segers advertían que el combate podría haberse evitado y que fue mucho más desigual que lo detallado por Lista (Fagnano, 1887a; Segers, 1891). Este ejemplo nos sirve para dar cuenta del tratamiento que el autor le dio a lo sucedido y la manera en que lo relató, tanto en las cartas como en el diario de viaje. Observamos que Lista destacó la hostilidad indígena en contraposición a las demostraciones pacíficas del grupo expedicionario. Además mencionó la cantidad de indígenas que resultaron muertos junto con comentarios sobre su enorme estatura, a partir de lo cual muestra lo sucedido como un combate necesario y realza la hazaña militar:

Tengo el sentimiento de comunicarle que me he visto en el caso de tener que librar un combate con diez hombres contra cuarenta salvajes, que ocultos en un espeso matorral, antes que entregarse y a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos lanzándonos enjambres de flechas. Los hice cargar á sable, el capitán á la cabeza, y cuando ya daba por terminada la lucha, este intrépido oficial cayó herido de un flechazo en la cabeza con lo cual el ataque se detuvo un instante; pero en seguida mandé cargar nuevamente y después de un lijero [sic] tiroteo el matorral fué desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte, y sobre las zarzas veinte y seis indios muertos, todos ellos de estatura gigantesca (Lista, 1887: 26).

También en el informe final de la expedición, enviado al Ministro Guerra y Marina Racedo desde Buenos Aires el 20 de marzo de 1887, Lista hizo hincapié en su buen desempeño en el cargo y sugirió un reconocimiento especial para el Capitán José Marzano y el cirujano Segers, debido a sus dotes militares y su valentía en la expedición. Así, Lista se muestra como un comandante correcto, capaz de tomar buenas decisiones en pos de una empresa exitosa, delante de un grupo de hombres valientes. Por ejemplo, con respecto al desembarco del grupo en la bahía de San Sebastián el 23 de noviembre, el comandante relata:

Es una tarea por demás penosa y no sin peligros. Yo la dirijo personalmente, y el Capitan Marzano alienta con sus voces á aquellos incomparables soldados, valientes, sufridos, dispuestos siempre á toda clase de sacrificios y fatigas, héroes modestos que han ilustrado con su sangre, vertida á torrentes sobre la caldeada Pampa, la historia militar de la caballería Argentina (Lista, 1887: 71).

Fagnano también envió cartas durante el transcurso de la expedición, por lo que resulta importante prestar atención al estilo de escritura, el formato de los comunicados y sus destinatarios, ya que era a ellos a quienes el misionero ofrecía elementos para imaginar esas tierras lejanas transmitiéndoles lo observado durante el derrotero. Sus cartas fueron publicadas en el Boletín Salesiano, que desde su fundación en 1877 incluía los relatos que los misioneros producían como resultado de sus acercamientos iniciales al terreno, a modo de “noticias lejanas” sobre el cono sur americano. Además, todos los números dedicaban un espacio para agradecer a los “cooperadores” e invitar a participar a los fieles en la causa salesiana. Estos “cooperadores" eran considerados “salesianos externos” (Odone Correa, 2017) y aportaban al financiamiento de la Congregación y a la divulgación del accionar de los misioneros; es decir que no contribuían de forma directa en el campo sino que lo hacían mediante donaciones, promoviendo la defensa de la fe y divulgando el trabajo pastoral.

En este contexto, Fagnano buscaba informar a Don Bosco sobre las ventajas de asentarse en Tierra del Fuego y comenzar la labor misional. Las publicaciones del Boletín buscaban incentivar las donaciones de los lectores, de manera similar a lo que ocurría con las publicaciones de la South American Missionary Society Magazine de los anglicanos, como expuso Bascopé (2016).11 Para el caso de Fagnano, entendemos que la información que incluyó sobre el espacio, y las formas en que narró el paisaje fueguino, estaba influida por sus expectativas respecto de los potenciales receptores de las cartas, que recibían con entusiasmo las exóticas noticias provenientes de la Patagonia. Vale recordar que, luego de su unificación nacional en 1870, Italia inició una importante emigración hacia países de Latinoamérica y lo que despertó cierto interés literario por el extremo sur del continente, en especial por la zona más austral de la Patagonia (Bottiglieri, 2017). Durante años, los italianos pudieron leer sobre lugares lejanos y las experiencias de sus compatriotas que estaban viviendo en esas regiones, a partir de las cartas, notas y reflexiones que publicaba el Boletín Salesiano.

Coincidimos con Bottiglieri (2017) en que la elección de mantener el formato de la carta para su publicación en el Boletín Salesiano se debió a que este generaba una mayor sensación de cercanía con los fieles. A esto debemos agregar que el "espíritu familiar", generado por el tono de lo escrito, permitía hacer partícipe del viaje al lector, e imaginar un lugar que poco a poco dejaba de ser “desconocido” a los ojos de dos naciones en vías de desarrollo y de organización política, como eran Italia y Argentina. Así, las noticias producidas en estos “nuevos rincones” de la Patagonia contribuyeron a mostrar la parte más austral del territorio nacional y también tuvieron su efecto del otro lado del Atlántico, permitiendo que tanto locales y extranjeros conocieran el territorio. La presencia italiana al sur del estrecho de Magallanes tuvo repercusión en “la patria”, en términos de Motto (2017), para quien las producciones de los misioneros y los exploradores al sur de la Patagonia brindaron elementos que aportaron a la constitución de un nacionalismo italiano, o lo que podríamos entender como una “comunidad imaginada” (Anderson, 1983). Además, la lectura mensual del Boletín, los libros publicados por otros misioneros de la Congregación, las fotografías y mapas salesianos enriquecieron los manuales de geografía de los colegios de Turín.

En relación con esto, señalamos las diferencias en las formas en que el misionero legitimó lo que dijo respecto de las estrategias utilizadas por Lista. El capellán no recurrió con tanta frecuencia al lenguaje técnico al describir en detalle el estado geológico e hidrográfico del norte de la isla de Tierra del Fuego. En cambio, hizo énfasis en sus sensaciones y sentimientos al estar en contacto con la naturaleza y los nativos de la isla. La validación de lo que escribió estuvo dada por el hecho de “haber estado ahí”, lo cual le posibilitó contar de modo aparentemente fiel su experiencia. Los detalles se enfocaban en sus vivencias, sus penas y dificultades, lo que invita a la empatía del lector. A su vez, esto fue utilizado para resaltar su imagen de misionero humilde pero tenaz, capaz de atravesar cualquier dificultad con tal de lograr la misión de la Congregación.

Como en el caso de Lista, la elección de los destinatarios de Fagnano también influyó en el tono que decidió darle a las cartas, en la información que incluyó y en la imagen que buscó dar de sí mismo. El misionero remitió las primeras noticias de la expedición a Giacomo Costamagna -Vicario Apostólico de la Patagonia- con copia a Giovanni Bonetti -director del Boletín Salesiano-, que luego fueron publicadas en el Boletín en octubre de 1887. De esta carta inicial destacamos dos aspectos que permiten ilustrar lo que venimos desarrollando con respecto a la elección de la forma y el contenido de las cartas. Por un lado, deja entrever las frustraciones del misionero, lo que pone de relieve su objetivo de iniciar la evangelización in situ durante el transcurso de la exploración. Por ejemplo, la mañana del 27 de noviembre Lista ordenó enterrar algunos víveres, para disponer de ellos en caso de que fuera necesario regresar para recoger provisiones, y embarcó en el cutter Bahía Blanca la maleta, el altar portátil y los adornos y ropas que el capellán había llevado para regalar a los indígenas. En una carta enviada a Costamagna, Fagnano expresó su tristeza por haber tenido que subir sus objetos a la embarcación y por no haber podido, por el momento, llevar adelante la tarea de evangelización que se le había encomendado. De esta manera, el cura hacía notar su compromiso con la causa salesiana y daba cuenta de su preocupación, al tiempo que demostraba que se había desprendido de sus herramientas de trabajo por pedido del comandante y no por elección propia:

Con gran dolor me doy cuenta entonces de que apenas podría vivir en el frente como cristiano, recitar el breviario y poco o nada de bien actuar a favor de los indios. En efecto, pretendía producir una misión que comenzaba con el terror y la sangre y que quedaba privada del medio más poderoso de propiciación e intercesión, ¡la Santa Misa! ¿Qué consuelo podía encontrar un Misionero? Me retiré a mi tienda, me encomendé al Señor, lloré y estuve muy afligido todo el día. Pero paciencia; terminé por resignarme, no pudiendo de otro modo (Fagnano, 1887a: 128).

Por otro lado, cabe destacar la mención de Fagnano al “terror y la sangre” como referencia al enfrentamiento inicial entre los indígenas y el grupo expedicionario. En relación con esto, el misionero relató en la misma carta la matanza del 25 de noviembre en un pasaje narrado en tercera persona, donde se excluyó a sí mismo de la escena. Es posible que esto se deba a que el capellán requirió del testimonio de alguno de los protagonistas de la escaramuza para describirlo, ya que se encontraba en el campamento junto con el cirujano y dos soldados durante el suceso. Además, cabe resaltar que la carta que envió a Don Bosco desde Bahía Thetis, en enero de 1887, mencionaba el enfrentamiento sin brindar los mismos detalles que en la que le envió a Costamagna, de forma tal que ponía en evidencia que él no había sido partícipe del mismo y que sus esfuerzos estaban puestos en que no vuelva a suceder un hecho similar.

En relación con lo anterior, nos detenemos en otro acontecimiento que fue narrado por el capellán y por el comandante y por ello nos posibilita dar cuenta de la impronta particular de cada uno. Como resultado de la matanza en la bahía de San Sebastián, Fagnano y Segers se ofrecieron a encabezar el grupo a la vanguardia de los soldados para ser los responsables de iniciar los contactos con los nativos y, de ese modo, impedir nuevos enfrentamientos. Con respecto a esto, observamos que Fagnano y Lista narraron de forma distinta el primer intercambio pacífico a orillas del Río de los Toldos el 1 de diciembre de 1887, en el que el cirujano y el capellán actuaron como mediadores. El capellán relató a Don Bosco la escena del encuentro, lo que resulta importante en tanto muestra la intención del autor de presentarse ante el fundador de la Congregación como alguien capaz de asumir riesgos para cumplir sus objetivos misionales y como alguien preocupado por evitar acciones violentas sobre los nativos:

El doctor Segers, que estaba a mi lado, me propuso que fuera a la vanguardia para ayudarlos, si es posible, para evitar repetir las tristes escenas del día 25. Después de obtener el permiso del Líder de la expedición, nos mudamos a reunirnos con ellos a caballo, haciendo signos de paz, con un sombrero y un pañuelo blanco, llamándolos y diciendo en idioma tehuelche: ¡yegoa, yegoa (hermano, hermano, galleta de carne)! (Fagnano, 1887b: 139).

Lista relató la misma interacción en una carta enviada a Juárez Celman desde Bahía Thetis el 14 de enero de 1887. Observamos que el comandante también destacó su rol en esta escena sosteniendo que fue él quien orquestó el intercambio y lo mantuvo en términos pacíficos. No dejó pasar la oportunidad de exhibir sus supuestos dotes como líder, afirmando que luego de ordenar que el grupo se detuviera, dispuso que “avanzara el capellán D. J. Fagnano y el cirujano don P. Segers, para que intentaran ponerse al habla con los indios” (Lista, 1887: 32), sin especificar que esta había sido una idea de los dos subordinados.

Consideraciones finales

En síntesis, los matices entre las descripciones de Fagnano y Lista resultan representativos de lo que planteamos en este artículo. Lista intentó dar cuenta de sus capacidades de liderazgo al destacar las órdenes que le dio al grupo expedicionario y presentar la avanzada del cirujano y el capellán como algo surgido de su propia preocupación por evitar conflictos, a diferencia de Fagnano quien afirma que fue una propuesta suya. En este sentido, advertimos que Lista enfatizó su capacidad de liderazgo cuando escribió al Presidente y al Ministro de Guerra y Marina, mientras que su rol como investigador y sus conocimientos sobre distintas materias se manifestaron en todas las cartas, aunque se destacan en el informe final del viaje. Además, su estilo de escritura estéticamente más cuidado apareció en la carta que envió al director del diario La Tribuna Nacional. Estas versiones de Lista como líder militar, científico y explorador aparecían también de forma alternada a lo largo de todo el diario de viaje, que pareciera haber sido escrito al final de cada día y en un registro más personal.

Fagnano, por su parte, siempre utilizó el mismo formato de escritura para su informe -que se limitó a tres cartas. Los cambios que realizó respecto del contenido de los comunicados según a quién los dirigió nos permiten pensar en sus vínculos con otros actores sociales. El capellán destacó su propia iniciativa y la de Segers, haciendo hincapié en su labor como mediadores. Así, resaltó su búsqueda constante de nativos para evangelizar y enfatizó su asombro frente a las bellezas del paisaje y su sufrimiento debido a las dificultades que le presentó la naturaleza. Además, como observamos en el caso de Lista, el capellán omitió algunos detalles en sus cartas dependiendo de si eran enviadas a Cagliero o a Don Bosco. Por ejemplo, los episodios de violencia contra los indígenas de Tierra del Fuego fueron más detallados en los comunicados emitidos al primero, que se desempeñaba como Vicariato Apostólico y ya había pasado por experiencias similares en el norte de la Patagonia durante la llamada “Conquista del Desierto”. En cambio, en las cartas enviadas a Don Bosco el capellán evitó detenerse en la descripción de los enfrentamientos, haciendo foco en los intercambios pacíficos y en el bautismo de los nativos en Bahía Thetis. Posiblemente, esto se debió a que Don Bosco ya se encontraba viejo y enfermo al momento en que se realizaba la exploración (Belza, 1974), por lo que Fagnano prefirió comunicarle buenas noticias y mostrarle que el proyecto misional de la Congregación era viable allí.

En este momento, resulta útil destacar otra dimensión de las fuentes que no ha sido abordada en este trabajo -en función de los objetivos. Por parte de Lista, es notoria la utilización de grabados basados en fotografías que habían sido tomadas durante el viaje, lo que le permitía ilustrar mejor sus descripciones sobre los lugares y enfatizar la importancia de aquello que relataba en el diario. El autor buscaba añadir credibilidad a las descripciones escritas mediante el uso de imágenes, manteniéndose un diálogo constante entre los elementos escritos y los pictóricos dentro del mismo informe, tal como indicó Penhos (2018) en su análisis sobre los grabados de la expedición Beagle (1826-1836). El ejemplo del libro Viaje al País de los Onas muestra la importancia de la producción e inclusión de grabados a partir de fotografías, en tanto estos contribuían a la construcción de un andamiaje discursivo sobre la expedición.

La confección del mapa de actores y el análisis de los escritos nos permitió ver el alcance potencial de los relatos sobre la expedición y las maneras en que cada uno de los protagonistas adecuó el estilo de su escritura y seleccionó la información incluida en sus comunicados según el lugar que sus destinatarios ocupaban dentro de dicho entramado de relaciones. Teniendo en cuenta que “llegamos a conocer un lugar porque conocemos sus historias” (Potteiger y Purinton, 1998: 6), planteamos que las formas en que los lectores imaginaron el archipiélago austral y sus habitantes fueron guiadas por las descripciones de aquellos que los exploraron, quienes a su vez volcaron sus impresiones sobre el papel pensando en quiénes podrían llegar a leerlo. Por último, la lectura de estas cartas nos muestra que el viaje a la Isla Grande fue algo más que sólo una expedición científica, a diferencia de lo que indicaba el decreto presidencial. Sostenemos que la inspección ocular del espacio -y, en especial, la producción y divulgación de informes sobre este- aportó a la configuración colectiva de imaginarios geográficos y etnográficos sobre Tierra del Fuego a fines del siglo XIX.


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Notas:

[1] Nos referimos a la expedición como “oficial” dado que fue impulsada por un decreto firmado por el entonces presidente de la Nación y realizada con recursos económicos y navales del Estado.

[2] Este trabajo de investigación fue realizado gracias al financiamiento otorgado por el CONICET (PIP 11220170100365) y por la ANPCyT (PICT 2017-0662).

[3] Cagliero (1838-1926) fue el misionero salesiano que dirigió la primera expedición de la Congregación a Sudamérica (1875), y al momento de la exploración a Tierra del Fuego (1886-1887) se desempeñaba como Vicario apostólico de la Patagonia septentrional. Don Bosco (1815-1888) fundó la Congregación Salesiana (1859) y el Boletín Salesiano (1877), y armó el grupo de sacerdotes que formó la primera expedición a Sudamérica, manteniendo una relación cercana con quienes se formaron con él y desempeñaron su labor lejos de Europa.

[4] Otro dato a considerar referido a la relación de la expedición con la Armada Argentina es el tratamiento que recibió el viaje en ciertos círculos navales. Las observaciones realizadas durante la circunnavegación del archipiélago desde uno de los buques de la “Expedición Lista” se publicaron como memoria naval o informe de navegación en el tomo V del Boletín del Centro Naval (1887).

[5] Garibaldi (1807-882) fue un marino y militar italiano y uno de los artífices de la unificación de Italia como líder nacionalista. Durante sus años de actividad, se opuso a que Roma perteneciera al Vaticano como ciudad papal liderando numerosos enfrentamientos armados.

[6] Morales Schmuker (2013) plantea que el proceso de laicización en Argentina -expresado, por ejemplo, en la promulgación de la Ley de Educación 1420/1884- se dio en un contexto de surgimiento de renovados estilos de religión, enfocados en peregrinaciones, empresas misioneras y publicaciones periódicas. Aunque el Estado decimonónico buscaba ejercer mayor control sobre el poder de la Iglesia local (Nicoletti, 2004), nunca pretendió eliminar su existencia dentro del territorio nacional siempre que sus acciones no obstaculizaran los proyectos de la clase dirigente, estableciéndose así un “pacto laico” entre ambas instituciones (Di Stefano, 2011).

[7] Finalmente, este proyecto se canceló debido a la renovación de autoridades nacionales y provinciales y a los conflictos coyunturales vinculados con la “Revolución del ‘80”, cuya principal consecuencia fue la consolidación de Roca como Presidente de la nación.

[8] Otra diferencia entre ambas tradiciones cristianas es que el anglicanismo permite que los sacerdotes contraigan matrimonio y tengan familia, mientras que los curas católicos deben ser célibes. Además, los primeros se oponen a la devoción a los santos mediante imágenes, mientras que el Vaticano la permite y promulga la beatificación de personajes que considera ilustres.

[9] Sin embargo, la Congregación nunca fue autorizada a misionar por parte de la Iglesia argentina. Los salesianos pudieron insertarse gracias a que sus miembros lograron ser nombrados, en calidad de sacerdotes particulares, para cubrir diversas parroquias o participar de expediciones en calidad de capellanes (Nicoletti, 2012).

[10] En el contexto analizado, las fuerzas de guerra se dividían en Ejército y Marina y ambas eran administradas por el Ministerio de Guerra y Marina.

[11] La revista de la South American Missionary Society fue una publicación mensual que funcionó como órgano de propaganda e inteligencia de la misión anglicana (Bascopé, 2016) y comenzó a editarse en 1854, cuando los anglicanos se establecieron en la isla Keppel.