Carla Dátola[1]
Indigenous strategies around salt commerce and Salinas Grandes control between 1808 and 1810
Durante las últimas décadas del siglo XVIII y hasta fines del decenio de 1810 tuvo lugar un ciclo de relativa paz en la frontera bonaerense debido a la estabilidad de las relaciones comerciales interétnicas, forjadas tiempo antes entre indígenas e hispanocriollos (Mandrini, 1993). En este contexto, numerosas delegaciones indígenas de Pampa, Patagonia y la Araucanía -actual Chile- se dirigían a la frontera y a la ciudad capital a negociar y a comercializar, entre otros recursos, la sal de Salinas Grandes para intercambiar por bienes europeos. Las expediciones hispanocriollas a la frontera eran otra forma mediante la que se producía este comercio.1
Entre 1808 y 1809 ingresaron 42 partidas indígenas de Pampa, Patagonia y Araucanía, por la Guardia de Luján y con destino a la capital, para comerciar, negociar, saludar o agasajar al virrey (Ortelli y Barral, 2008). Este trabajo analiza aspectos relacionados con el arribo de tres comitivas a Buenos Aires a inicios de junio de 1809. El 2 de junio, el cacique ranquel Francisco Callundo, junto a dos líderes en representación de los grupos situados al norte de sierra de la Ventana y Guaminí, ofreció a las autoridades coloniales una propuesta para suministrar sal a Buenos Aires.2 El 5 de junio se presentó en el Cabildo el cacique Cayunan, en nombre de los pehuenches y ranqueles, para abastecer de sal la capital.3 A su vez, si bien no efectuaron una propuesta de provisión de sal, ese mismo día arribaron a la capital Quinteleu y Epumer, cada uno con sus respectivos hijos para presentarlos al virrey (Ortelli, 2003). Probablemente estas comisiones respondían a la invitación realizada por Juan Ignacio Terrada, comandante de la expedición a Salinas gestada en 1808, quien siguiendo la orden del virrey Liniers les sugirió a los caciques pehuenches y ranqueles que se encargaran del abasto de sal a Buenos Aires; y estos respondieron que irían a la ciudad a discutir el precio de la sal.4 El interés por estudiar las negociaciones de estas tres comitivas radica en que algunos líderes presentaron propuestas para suministrar sal a Buenos Aires, contemplando la periodicidad del abastecimiento, la cantidad y el precio a convenir. Asimismo, en las tratativas los caciques plantearon sus posturas sobre el acceso a la sal mediante futuras expediciones hispanocriollas a Salinas Grandes. En simultáneo, el encuentro entre Quinteleu y Epumer y sus hijos con el virrey (Ortelli, 2003) aconteció luego de que éstos líderes dialogaron con Terrada durante la expedición a Salinas en 1808 (Nacuzzi, 2013). Aquí se busca dilucidar el contexto y las causas que motivaron a Quinteleu y Epumer a presentar a sus hijos al virrey que, tal como se presupone, podría tratarse de alguna expectativa de concertación política.
En los trabajos dedicados a las interacciones fronterizas en estas primeras décadas del siglo XIX no hay mayores referencias respecto al comercio de la sal y al control de Salinas Grandes -espacio de abastecimiento de este recurso, tanto a nivel intraétnico -entre grupos indígenas- como interétnico -entre grupos indígenas e hispanocriollos-; tampoco a la forma en que estos intercambios fueron gestionados en las negociaciones diplomáticas. Estas visitas de caciques a Buenos Aires representan un disparador propicio para examinar las dinámicas que adoptaban las intervenciones diplomáticas de los caciques en relación con los recursos de las Salinas Grandes, atendiendo a la trama de relaciones en las que participaban estos actores en el período delimitado. Nos interesa saber: ¿qué intereses movilizaban a estos caciques?, ¿qué propuestas presentaron al Cabildo? y ¿cómo deben leerse desde las relaciones que caracterizaban al campo político indígena?
Estas comitivas arribaron luego de la expedición a Salinas Grandes de 1808, a cargo de Juan Ignacio Terrada y, al mismo tiempo, constituyeron la antesala a las negociaciones durante la expedición a Salinas al mando de Pedro Andrés García en 1810. Los años de 1808 y 1810 son el contexto inmediato de la visita de estas comitivas y en el que, al mismo tiempo, se ubica a estos caciques en su relación diplomática con el último gobierno colonial y con los representantes, lo cual permite problematizar su desempeño político y diplomático durante los últimos años de dominación colonial española y los inicios del primer gobierno criollo. A partir de 1808 se puede identificar a los líderes dispuestos a negociar con los hispanocriollos durante la expedición a las Salinas a cargo de Terrada (Nacuzzi, 2013).5 Sobre esa base, nos interesa saber cómo se desarrollaron los encuentros entre funcionarios y caciques en “tierra adentro” y cómo repercutió en el devenir de las partidas indígenas a Buenos Aires, a comienzos de junio de 1809. En 1810, año de la expedición a las Salinas al mando de García, se puede reconocer a los caciques que dialogaron con este expedicionario y sus posturas respecto al acceso a la sal en las negociaciones efectuadas.
Se apunta a comparar los discursos6 y las estrategias de los líderes indígenas en torno al comercio de la sal y a la explotación hispanocriolla de Salinas Grandes en estas tres instancias de diálogo interétnico, a fin de identificar a los caciques participantes en estas negociaciones y dilucidar sus posicionamientos en el contexto diplomático interétnico atendiendo al campo de alianzas que estos líderes construyeron en el período analizado. Para ello, se analizan documentos generados por autoridades fronterizas7 y por otros funcionarios como:8 las actas del Cabildo de Buenos Aires, el diario de la expedición a Salinas Grandes a cargo de Terrada -transcrito por Nacuzzi (2013)- los diarios de expediciones de agentes estatales (García, 1974 [1836]; de la Cruz, 1969 [1835]); además examinamos el Semanario de agricultura, industria y comercio, los acuerdos y tratados de paz entre gobernantes y grupos indígenas y recurrimos a la historiografía tradicional, alusiva a la interacción indígena con la frontera sur y la capital, para dialogar con diversos y valiosos estudios.
En lo que sigue, primero se presenta una caracterización de las relaciones interétnicas durante el ciclo de paz fronteriza (1790-1820) que enmarca el período de análisis. Luego, se abordan los posicionamientos de caciques y grupos en tres instancias distintas: la expedición a las Salinas de 1808, donde se identifica cuáles caciques y grupos comerciaban sal en la capital aquel año, estableciendo sus posibles ubicaciones espaciales y tejidos de alianzas políticas; después, se analizan y comparan las propuestas para el suministro de sal realizadas por los caciques que arribaron a Buenos Aires en 1809, identificando las ubicaciones, movimientos y alianzas de estos caciques y sus seguidores en “tierra adentro” y, finalmente, se abordan los posicionamientos de estos y otros caciques en las negociaciones con el coronel García en el marco de su expedición a Salinas en 1810. En las conclusiones se realiza una síntesis sobre las estrategias y relaciones inter-indígenas en torno al control de Salinas Grandes y el comercio fronterizo de la sal entre 1808 y 1810.
En el siglo XVIII la dinastía borbónica, a cargo del Imperio español, buscó reforzar los controles sobre las colonias americanas. La presencia e intereses económicos de otros competidores europeos, principalmente Inglaterra, en torno al Río de la Plata y la Patagonia derivó en la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. A mediados del siglo XVIII Buenos Aires era una sociedad de frontera que comerciaba intensamente con los indígenas no sometidos. En paralelo, Buenos Aires buscaba atender la demanda regional ganadera -Cuyo, Paraguay, Tucumán-, lo cual significó competir por estos recursos en las pampas con los indígenas (Ortelli y Barral, 2008).
Para promover la convivencia interétnica las autoridades de Buenos Aires celebraron un tratado de paz con el líder Lorenzo Callfilqui en 1790; el mencionado tratado reconocía implícitamente los derechos territoriales indígenas, oficiando el río Salado como frontera y autorizaba el comercio indígena en la capital y el acceso español a las Salinas (Roulet, 2016), lo cual queda reflejado en los libros de cuentas virreinales que tenían una sección destinada a la política de agasajos a los caciques (Mandrini, 1993). Según Nacuzzi, en el siglo XVIII las autoridades fronterizas denominaban “indios fronterizos” o “indios amigos”, por su cercanía, a aquellos grupos indígenas impulsados a establecerse en torno a los fuertes de la frontera sur con el aval de gobernadores y virreyes. La política virreinal intentaba destacar un cacique “amigo” en cada puesto de frontera favoreciendo su asentamiento en las cercanías de los fuertes, situación que era retribuida mediante información sobre posibles ataques y movimientos de otros grupos en “tierra adentro” o hacia la frontera. Estos caciques recibían a las comitivas indígenas de “tierra adentro” en sus toldos y mediaban con las autoridades para notificar los objetivos de los visitantes (Nacuzzi, 2014). Para 1810, el coronel García denominaba “indios fronterizos” a los caciques que frecuentaban las guardias y los fuertes, facilitando la integración de amigos, parientes y aliados de “tierra adentro” con las autoridades de la frontera. Entre estos indios fronterizos nombraba a Lincon, Medina, Cayumilla, Aucal, Gurupuento y a sus vecinos Clento, Turuñan, Oquiro, Epumer y un hijo de este último cacique (Roulet, 2016).
Los contactos interétnicos trascendían los fuertes y los fortines, ya que las “situaciones de frontera” también se gestaban, por ejemplo, en las expediciones hispanocriollas a Salinas Grandes, originando una “frontera móvil” diseñada por los transeúntes de los territorios indígenas (Nacuzzi y Vollweiler, 2017). Cabe señalar, como expresa Ortelli (2003), que los virreyes y gobernadores -estos últimos hasta 1776- recibían a las comitivas indígenas en Buenos Aires dispuestas a negociar o, en su defecto, a ratificar los términos de la paz. Además, era necesario obtener permiso de los caciques para ingresar a sus territorios y realizar expediciones a Salinas Grandes en busca de sal, mineral utilizado para el tratamiento de cueros y carnes.9 Para Roulet (2016), en la frontera bonaerense no se producían grandes parlamentos como sucedía en la frontera chilena, porque las negociaciones con algunos jefes y grupos transcurrían durante las expediciones a las Salinas. Cabe preguntarse, ¿cómo se desarrollaron estas negociaciones y de qué forma los caciques controlaban sus territorios?
Respecto a la dinámica política indígena, Bechis (2008 [1989]) sostiene que los lideratos del área arauco-pampeana-norpatagónica asumían una organización segmental10 en el siglo XIX, basada en la capacidad de oratoria y negociación intra e interétnica y sujeta a la adhesión voluntaria de sus seguidores. Cabe mencionar que los conflictos y las diferencias entre los criollos y los indígenas que resistieron a lo largo del siglo XIX se debieron a la tierra y la soberanía (Bechis, 2010). En las primeras décadas del siglo XIX ningún cacicazgo o grupo étnico controlaba exclusivamente Salinas Grandes, se trataba de una coyuntura muy competitiva donde confluían los intereses y los objetivos de diversos líderes con acceso a este espacio estratégico (Ratto, 1998, 2007; Bechis, 2001; Crivelli Montero, 2013; Nacuzzi, 2013; Roulet, 2016).
Los antiguos pobladores indígenas estaban preocupados por el arribo de grupos transcordilleranos, que buscaban controlar las Salinas, aunque los primeros entendían que indígenas o españoles podían cargar sal. Por eso, los grupos que habían pactado con las autoridades coloniales apoyaban la creación de una guardia en Salinas (Ratto, 2007). Gradualmente, el territorio mapuche se construyó a través de la integración de zonas distantes, articuladas entre sí mediante rutas y espacios ganaderos y residenciales y forjando alianzas político-militares. Las rutas y boquetes cordilleranos dinamizaban la vinculación entre los grupos de Araucanía y Pampa (Bello, 2011). Los caciques solicitaban regalos y agasajos a quienes pretendían ingresar y transitar por sus territorios.11 En las pampas se debía notificar anticipadamente, vía chasques, la intención de circular pacíficamente y pagar el “derecho de cacicazgo”, que solía materializarse en regalos (Crivelli Montero, 2013). Además de los “derechos de paso” para circular por determinadas rutas, solían construirse alianzas con los caciques que controlaban tales espacios (Ratto, 2007). Los “protocolos de tierra adentro” regulaban el comportamiento de quienes ingresaban pacíficamente a los territorios indígenas. Estos transcurrían en las siguientes etapas: realizar presentaciones, efectuar escolta familiar, notificar la llegada, ejecutar ceremonias de recibimiento, emprender parlas, distribuir regalos, incorporar a la otredad mediante lazos parentales reales o simbólicos, y finalmente los visitantes debían cumplir los compromisos asumidos en el diálogo interétnico (Roulet, 2016). Asimismo las autoridades buscaban controlar los movimientos de los indígenas, quienes debían portar una licencia para acceder a la frontera y/o a la capital. Aunque los funcionarios les conferían regalos y permisos para obtener información sobre “tierra adentro”, y favorecer el tránsito hispanocriollo a las Salinas (Ortelli, 2003; Nacuzzi, 2013, 2014), los indígenas solían evadir los controles fronterizos y comerciaban sin licencia con los pobladores locales con quienes, en algunos casos, habían construido vínculos estrechos (Ratto, 2007). Respecto a ese intercambio y esos vínculos, Ortelli (2003) expone que entre 1770 y 1809 ingresaron a Buenos Aires algunos caciques y grupos indígenas de Pampa, Patagonia y Araucanía para negociar, comerciar, saludar o llevar regalos al virrey. Estos objetivos podían conjugarse entre sí, ya que la diplomacia indígena buscaba construir una buena relación con las autoridades para promover y sostener lazos comerciales entre las partes involucradas. Según Ortelli (2003), a diferencia de las comitivas diplomáticas, no necesariamente las partidas comerciales eran encabezadas por un cacique o representante, aunque sí se registraba en los puestos de frontera a cuál jefe respondía el grupo que buscaba acceder a la ciudad. Cabe preguntarse: ¿qué caciques intervinieron en las negociaciones diplomáticas en torno a la explotación hispanocriolla de Salinas Grandes entre 1808 y 1810?; ¿qué líderes comerciaban sal en Buenos Aires y cuál fue la respuesta de las autoridades? y ¿dónde estaban ubicados y qué relaciones forjaron entre sí estos caciques?
En diciembre de 1807 Liniers asumió como virrey interino del Virreinato del Río de la Plata; al año siguiente el escenario rioplatense se alteró por la invasión napoleónica a España, lo que no afectó la convivencia pacífica fronteriza (Ortelli y Barral, 2008). En este marco, se realizó la expedición a Salinas Grandes de 1808 a cargo del Comandante Juan Ignacio Terrada. Según Nacuzzi (2013: 6) en octubre de 1808 Terrada inició su viaje a las Salinas; entre el 22 y 25 de octubre acampó en Cruz de Guerra donde interactuó con Lincon, Turuñan, un hijo de Erupuendo que lo representaba, Aucallan, Aoquin, Añapi y sus respectivas comunidades,12 alli estos jefes expresaron que “sólo dudaban de los Ranqueles” (en Nacuzzi, 2013: 10). En el camino entre Cruz de Guerra y las Salinas entregó regalos a los caciques “Epumuel, Juan Pedro, Paiñeg, Villapue, Quaguin Coronel, Sien Mil, Quillipin, Clagvil, y Quenava” (Nacuzzi, 2013: 10) y el 7 de noviembre la expedición arribó a la Laguna de la Sal, interactuando allí con los caciques ranqueles:
Clam, Iogquem, Antegman, Qurutipay, Quiticham, Millan, Llancao, Quala, Calecpuqueo, Callunay, Quagquimer, Lemunequel, Cheuquenay, Llauguem, Quidulep, Quilipan, Coleluam, Quilan, Quelunchanca, Amatureo [Amaturco], Quentecol, Qayunlanque [Gayunlanque] y Quintreleu [Quintrelen] (Nacuzzi, 2013: 17-18).
Entonces, ¿qué caciques participaron en las negociaciones diplomáticas sobre el control de Salinas Grandes en 1808 y comerciaban sal en Buenos Aires? y ¿dónde estaban ubicados y qué lazos construyeron entre sí estos líderes?
Finalizando el siglo XVII, la agencia colonial buscó imponer la idea de que las salinas eran bienes comunitarios, para evitar arrendamientos a terceros o monopolios respecto a la extracción y el comercio de la sal (Taruselli, 2005-2006). En el siglo XVIII, se proyectaba instalar una población hispanocriolla en torno a Salinas Grandes (Molinari, 1970; Nacuzzi, 2013; Santos Martínez, 1966). Mientras, hacia 1808 Terrada adjudicó en su diario la “propiedad” de las Salinas a los ranqueles. El cacique ranquel Calepuqueo le dijo al segundo comandante de la expedición que para acceder a la laguna debían: “pagar el piso de sus tierras, y tributo, por la extracción de sal” (en Nacuzzi, 2013: 9) y que los bienes entregados no bastaban para saldar ese pago. La yerba, el aguardiente y el tabaco no eran regalos a diferencia de la sal que sí lo era, ya que estaban en sus territorios y este recurso mineral era de los indígenas (Nacuzzi, 2013: 9).13
Como ya se dijo, entre 1808 y 1809 ingresaron 42 partidas indígenas de Pampa, Patagonia y Araucanía, por la Guardia de Luján y con destino a Buenos Aires, para comerciar, negociar, saludar o agasajar al virrey. Las autoridades sabían que los “indios pacíficos” que iban a la capital estaban vinculados con otros grupos de “tierra adentro”, señalados como los causantes de los ataques a la frontera (Ortelli y Barral, 2008). A raíz de las invasiones inglesas Liniers y Carripilum14 celebraron un tratado de paz autorizando el comercio indígena en la capital -de pieles, plumas y sal de Salinas Grandes-.15 En los meses previos a la expedición a Salinas de 1808 Carripilum se manifestó conforme con el gobierno colonial.16 En mayo de aquel año él y su comitiva recibieron obsequios del Cabildo, por orden del virrey.17 Pero, mientras acontecía el viaje a las Salinas en octubre de 1808, en el Fuerte de Rojas circulaba información de un posible ataque de la gente de Carripilum (Salerno, 2021). Luego, Terrada advertía que en la expedición a Salinas habían surgido algunas tensiones con “los indios de Carrupilun, que vinieron con el cacique Clam”, quienes exigían que se les otorgase “la misma cantidad, y gratificación que habían visto recibir a Clam”.18
El campo de alianzas de Carripilum incluía al cacique Callunay, quien dialogó con Terrada en 1808 (Nacuzzi, 2013) y encabezó una de las comitivas de junio de 1809. Para Roulet (2016), quien analiza el diario de Luis de la Cruz, Cayunan integró los procesos migratorios individuales que emprendieron algunos líderes vinculados con el nuevo grupo receptor por filiación o adopción. En 1806 de la Cruz parlamentó con Carripilum para pedir permiso para transitar por sus territorios y hallar una ruta directa entre Buenos Aires y Chile. El 19 de junio de 1806, en Michinguelú, de la Cruz fue visitado por Millanan y Cayunan, “que ha sido de nuestros peguenches”; Millanan era pariente de Carripilum. Ellos elogiaron a Carripilum y dijeron que si él volvía feliz del viaje y obtenía algunos favores del virrey, “se franquearía cuanto su excelencia quisiese”. Luego se realizó una junta con los dos jefes y la hermana de Cayunan, oriunda de Antuco y ligada a los españoles, quien prometió viajar ese año a los Andes con su hermano (de la Cruz, 1969 [1835]: 258-285; 315-317). En “tierra adentro” circulaba información sobre el lazo diplomático entre Carripilum y Lincon con el virrey y los beneficios obtenidos. En mayo de 1808, el cacique amigo Antenau envió a su padre, el líder Guachapan, a la capital debido al “trato con que esa superioridad ha distinguido a Carripilum, Lincon” y a otros jefes. Guachapan y su comitiva llevaron cargas de sal y otros bienes para comerciar.19 Como se dijo, las partidas comerciales no siempre eran conducidas por un cacique o delegado del mismo, aunque solía registrarse en la frontera a qué jefe respondía el grupo que quería pasar a la ciudad (Ortelli, 2003). No obstante, se advierten ciertas variaciones en los registros de las comitivas realizados en la frontera hacia 1808; entre los meses de marzo y agosto algunas fuentes no explicitan a qué cacique respondía la partida que accedía a la capital a comerciar sal, ni mencionan a un representante.20 Quizás se realizaron registros parciales, al tratarse de “indios amigos” que ingresaban asiduamente a la capital, o el tránsito de numerosas partidas indígenas ocasionó un relajamiento de los controles fronterizos. En otros casos se alude a su procedencia: “indios chilenos”,21 “cacique chileno”,22 o “indios de los toldos fronterizos”.23 Algunas fuentes destacan al delegado o cacique que conducía o enviaba en su nombre una partida comercial; por ejemplo, el 21 de marzo de 1808 visitó la capital el “indio Millapue”, capitán del cacique Antenau enviado junto a una comitiva a vender cargas de sal entre otros productos;24 y el 18 de mayo hizo lo mismo una partida de “indios chilenos”, enviada por el jefe Guaquin.25 Meses después, Villapue y Quagin Coronel dialogaron con Terrada, en su viaje a las Salinas a fines de 1808. Previamente, en Cruz de Guerra, Terrada se encontró con Lincon (Nacuzzi, 2013). Oquin Noguel, Antenau, Millapue y Lincon ya habían tratado antes con el gobierno y recibían regalos.26 El cacique Lincon descendía de grupos que habitaban al oeste del sistema de Tandilia desde fines del siglo XVIII (Pedrotta, 2015). A fines de 1807, Penenau -capitán de Lincon- y Calbuqueu -capitán de Carrilanc y cuñado de Lincon- visitaron la capital para ratificar las paces celebradas con las autoridades en la época de Balcarce (Levaggi, 2000; Ortelli, 2003; Hux, 2007). Lincon y sus aliados buscaban sostener los lazos comerciales con los hispanocriollos (Ortelli, 2003). En marzo de 1808, Lincon visitó la capital con su esposa y una comitiva para dialogar con el Superior Gobierno.27 Luego una serie de comitivas enviadas, y/o que respondían a Lincon, comerciaron sal en la capital los días 5 de mayo, 17 de junio, 5 de octubre y 4 de noviembre de 1808.28 La partida que arribó a la capital el 4 de noviembre 1808, enviada por Lincon, era una iniciativa comercial del cacique que aconteció en simultáneo a la expedición a las Salinas a cargo de Terrada. Esta estrategia diplomática y comercial de Lincon se dio en un marco de competencia política entre los líderes con acceso a las Salinas y sus recursos. Hacia 1808 el campo indígena era muy amplio y diferentes caciques competían entre sí por afianzar sus liderazgos (Nacuzzi, 2013).
Quintreleu y Epumuel también dialogaron con Terrada en 1808 (Nacuzzi, 2013) y, como ya se dijo, visitaron la capital el 5 junio de 1809 (Ortelli, 2003). Según Roulet (2016), los hermanos valdivianos Epumer, Quinteleu y Victoriano habían migrado con sus séquitos, adoptando una localización estratégica en diferentes sitios de la ruta que vinculaba Valdivia -actual Chile- con Buenos Aires. Victoriano estaba asentado en el territorio cordillerano; Quinteleu se hallaba en las Salinas y Epumer habitaba la zona de Cabeza del Buey, próxima a la frontera bonaerense. Ellos construyeron lazos políticos, comerciales y militares con los jefes locales y oficiaron como mediadores en los conflictos interétnicos durante la expedición a las Salinas en 1810. Quinteleu y Victoriano se movían entre sus territorios de origen y las pampas, mientras Epumer se había instalado tempranamente en las llanuras orientales. Este último era un hábil negociador en la frontera chilena, se diferenciaba de los demás indios fronterizos por apoyar el plan expansionista de García y convivía pacíficamente en las pampas con la sociedad colonial, desde la paz fronteriza en 1790 (Roulet, 2016). En 1792 Epumer visitó Buenos Aires, junto a su mujer y cuatro indígenas, para presentarse ante el virrey y visitar a Fernando de la Sota, con quien había forjado un vínculo en la última expedición a Salinas.29 Por ende, estaba dispuesto a autorizar la explotación colonial de las Salinas antes de la expedición de Terrada de 1808. En junio de 1808 Epurén, su mujer, una hija y su comitiva, visitó al virrey y le regaló un poncho (Ortelli y Barral, 2008).30 El 21 de agosto de 1808 Quintreleú dialogó con el virrey, acompañado por su esposa principal y seis hombres -aunque su gran comitiva de 400 lanceros aguardaba en la frontera, lo que pudo significar una “demostración de fuerza” (Ortelli, 2003: 95). En estos encuentros previos a la expedición a Salinas Quinteleu y Epumer no trataron con las autoridades el acceso español a la sal, tampoco lo hicieron en junio de 1809 cuando presentaron sus hijos al virrey (Ortelli, 2003); dialogaron sobre este asunto con García, en la expedición a Salinas en 1810 (García, 1974: 61-62, 74-75).
Cabe destacar que Nacuzzi (2013: 11) analiza el acta del Cabildo del 7 de diciembre de 1808, donde Terrada notificó que había logrado individualizar “a los caciques que parlamentaron con él”. Posiblemente Terrada haya descrito informalmente esos encuentros y luego “hayan sido comunicados a sus superiores como reuniones más formales o, a la inversa, fueron reuniones formales que no dejaron un registro escrito acorde con la ocasión”. Además, el acta expresa que el parte de Terrada serviría para saber “el modo con que deve conducirse con los Casiques que pasen á esta Capital, y se le presenten”.31 A fines de 1808, el Cabildo pretendía saber qué caciques podían presentarse en la capital y cómo proceder al respecto. Seguidamente, se identifica a los jefes participantes en las comitivas a la capital y sus estrategias en torno al comercio de la sal y el control del acceso a las Salinas en el marco diplomático en 1809.
En 1809 visitaron la capital algunos jefes que en 1808 habían ido a vender sal y/o que habían dialogado con Terrada. En marzo de 1809 Oquin, junto a su mujer, dos hijos y su comitiva fueron obsequiados por el virrey en la capital.32 El 29 de abril Aucallanca, cacique mayor de Lincon, viajó a la capital, con su hijo y una comitiva, a saludar al virrey y expresar “su adhesión a la nación española”. Lincon recomendaba a Aucallanca al virrey, por su buen servicio en la expedición a Salinas, para que obtuviera un pasaporte para ser reconocido por la sociedad colonial (Ortelli, 2003: 96). Asimismo Millapue y Antenau, y sus comitivas, saludaron al virrey en la capital y dijeron adherir a la nación española, el 10 de mayo y el 19 de junio de 1809, respectivamente (Ortelli y Barral, 2008). El 2 de junio de 1809 Terrada notificó al virrey que estaba en la capital el cacique ranquel Francisco Callundo junto a dos caciques, en representación de los demás, para negociar.33 Callundo representaba a los grupos “del Norte de la Sierra de la Ventana, y Guaminí” para tratar el abasto de sal.34 Por su parte, el acta del Cabildo del 5 de junio de 1809 referencia un oficio del virrey y otro de Terrada, y la propuesta de los pehuenches y ranqueles para conducir sal a la ciudad.35 Cayunan propuso lo siguiente:
[…] vinieron [...] varios Indios Pampas entre ellos el Casique Cayunan remitidos por S. E. y el citado Casique despues de haver echo por interprete la propuesta de conducir la Sal, y puestosele por condición de que tanto él, como los demas la deverian entregar por la medida de la Ciudad, no quiso combenir en ello, sin embargo de que se le ofreció corral, y galpon, y pagarle un peso fuerte por la quartilla; y fué tal su oposicion que apesar de haversele prometido admitir quanta Sal tragesen él y los demas, sin perjuicio de hacerse la expedicion que se acostumbra á Salinas, expuso con arrogancia que el y demás Casiques estaban de acuerdo para no permitir dicha Expedicion; a lo que se le repuso [...] que nunca se havia necesitado licencia de ellos para semejantes expediciones, y que no creiese hacer la forzosa [...] y sin embargo de haversele reiterado las propuestas á nada combino.36
El 6 de junio de 1809 el virrey Liniers anunciaba y enviaba al Cabildo los oficios remitidos por Terrada sobre la negociación con los caciques pehuenches y ranqueles, a fin de asegurar el suministro de sal para Buenos Aires por dos años. Allí notificaba que ya se habían presentado algunos comisionados para concretar el acuerdo y se había recibido una propuesta del cacique principal al respecto.37 Terrada informaba al virrey que había cumplido su orden y que vendrían los caciques a negociar el precio de la sal a la capital:
A propuesta del Exmo Cabildo se digno V. Exa ordenarme me dispuciese á serbir la expedicion de Salinas y […] hisiese entender á los Casiques era de su Superior agrado y Complacencia mirarlos Contraídos [a] la Conducion de Sal á esta Capital [...] se hisiesen cargo del abasto […] que la citada orden [...] fue por mi declarada a los Casiquesas i Peguenches como Ranqueles [...] me contestaron los primeros lo consultarían con los segundos, y estos resolvieron luego abasteser la Ciudad por el Termino de dos años y que al Tercero fuese la Expedicion pues la Laguna hera de Todos [...] por lo que respetaba al ajuste del precio Vendrian Casiques diputados a tratarlo.38
Respecto a los caciques participantes en las negociaciones el diario de Terrada de 1808 (Nacuzzi, 2013) no menciona a Callundo. En junio de 1806 Callundo se presentó en Buenos Aires respaldado por Francisco Terrada (Hux, 2007; Molinari, 1970), aunque no hay referencias que indiquen que los ranqueles efectivamente llevaron la sal (Molinari, 1970). Mientras, Hux (2007) advierte que en agosto de 1806 Cayundo acompañó a Francisco Terrada en su viaje a las Salinas; para Hux, posiblemente, Cayundo era Cayunan. Si es así, Callundo ya tenía experiencia previa para negociar con los españoles el suministro de sal, antes de junio de 1809. Al vincular los aportes de Hux (2007) y Molinari (1970), sobre el arribo de Callundo a la capital, se advierte que se trató del mes de junio de 1806, el mismo mes en el que hablaron Cayunan y de la Cruz (de la Cruz 1969 [1835]: 315-317). Ello refuerza la idea de Hux (2007) de que Cayunan y Cayundo eran la misma persona, pero también podría tratarse de dos caciques distintos dispuestos a negociar y comerciar con las autoridades. Molinari y Hux no especifican la fecha exacta del viaje de Callundo a la capital. Incluso, Santos Martínez (1966) no halló registros de expediciones a las Salinas entre 1806 y 1807 -tal vez pausadas durante las invasiones inglesas. Así, la propuesta de los ranqueles en junio de 1806 para proveer de sal a la capital se explica en el marco del desembarco inglés en Quilmes el día 25 de aquel mes. Sobre la posible ubicación y procedencia de Callundo y sus dos jefes aliados, Bechis (2001: 80) señala que Quintelao [Quinteleu], Victoriano y Epumer ocuparon las tierras situadas entre los ríos Salado y Colorado. Algunos ranqueles se habían instalado en torno al arroyo Chapaleofú -que atraviesa los actuales partidos de Tandil y Rauch- y participaban de la feria indígena que allí funcionaba -abocados al comercio de la sal- junto a tehuelches o patagones, pampas, haucaces y pegüenches (Araya y Ferrer, 1986). Al respecto, Araya y Ferrer (1986: 13-15) citan a Martínez Sierra (1975) para destacar que, el 14 de mayo de 1803, el funcionario Feliciano Chiclana le escribió al rey de España sugiriendo promover la paz fronteriza recurriendo a los ranqueles, quienes dominaban las Salinas, para que proveyeran de sal a los hispanocriollos.
Cabe aclarar que consultamos esta misma fuente e identificamos que el informe de Chiclana también plantea que si los ranqueles aceptaban conducir sal a la capital, quizás avalarían la instalación de hispanocriollos en las Salinas. Además refiere que los ranqueles solían comerciar con “los Chiquillanes, Pehuenches, Cumilisó Guiliches, los [...] Araucanos y otras naciones”, a quienes notificarían la propuesta colonial.39 Nacuzzi (2013) advierte que las fuentes sobre la expedición a Salinas de 1804 destacan continuamente la presencia ranquel en aquel sitio, siendo propicio no realizar generalizaciones pero sí contemplar su mayor notoriedad política. Por su parte, Mandrini (1993: 70-71) cita la obra Política seguida con el aborigen 1750-181940 para indicar que los tehuelches, patagones y ranqueles vendían sal en la feria indígena. Ésta habría funcionado, antes del siglo XIX, articulada a la frontera bonaerense -según el testimonio de un ex cautivo de los indios-. A mediados del siglo XVIII el núcleo pastoril indígena, situado entre las sierras de Tandil y Ventania, estaba vinculado con la frontera boanerense y las rastrilladas hacia el Río Negro y Colorado y las Salinas (Mandrini, 1993). Quizás los grupos situados al norte de Sierra de la Ventana y de Guaminí, representados por Callundo, eran aliados de Quinteleu y Epumer, algo acorde a su estrategia territorial (Roulet, 2016).
Hacia 1808 emerge una concepción indígena alusiva a Salinas Grandes como un espacio que “hera de Todos” y también podía ser explotado por los españoles. Para Santos Martínez (1966), la expedición a Salinas de 1809 derivó en la propuesta de los pehuenches y ranqueles sobre el abasto de sal. Gracias a la transcripción del diario de Terrada, realizada por Nacuzzi (2013), interpretamos que esta negociación acaeció en la expedición a Salinas en 1808; pero dirimir el acceso a la sal entre 1808 y 1809 demandó varias negociaciones intra e interétnicas. Posiblemente, Callundo presentó una contrapropuesta acordada por caciques ranqueles y pehuenches, para conducir sal a la capital considerando la iniciativa previa de las autoridades comunicada por Terrada en 1808. El informe de Chiclana prueba que la iniciativa colonial de recurrir a los caciques para proveer sal no era novedosa en 1808. Y, evidencia los lazos comerciales previos entre pehuenches y ranqueles, reforzando la idea de una estrategia diplomática consensuada entre grupos aliados.
En suma, los integrantes de las caravanas hacia Salinas debían pagar al Cabildo un tributo de una fanega de sal por carreta -aunque éste variaba en contextos de guerra. Estos ingresos fiscales fueron muy importantes a fines del siglo XVIII e inicios del XIX (Taruselli, 2005-2006). El Cabildo vendía la sal a pulperos, saladeros, etc. En 1808 una fanega de sal costaba 10 pesos y a fines de 1810, 8 pesos. En octubre de 1809 el Cabildo descartó una oferta de algunos pobladores mendocinos para viajar a las Salinas, por no reunir suficientes carretas. Tal vez se desechó “por la propuesta de los propios indios” (Santos Martínez, 1966: 281-282), pero el pago y las cantidades exigidas por el Cabildo a los caciques diferían de las condiciones impuestas a los hispanocriollos. El Cabildo ofreció pagarle a Cayunan “un peso fuerte por la quartilla” de sal y ante su reticencia, se buscó “admitir quanta Sal tragesen”.41 Creemos que el Cabildo quiso obtener un beneficio mayor, suponiendo que los líderes desconocían las regulaciones del comercio de la sal. Por ello Cayunan no aceptó la medida y el precio asignados por el Cabildo y dijo que junto a los demás caciques impedirían el ingreso hispanocriollo a las Salinas. Los caciques eran comerciantes experimentados (Ortelli, 2003) y quizás la propuesta colonial no cubría los posibles riesgos y costos asumidos por éstos al conducir la sal. El Cabildo opinaba que no se requería licencia para ir a cargar sal a las Salinas y que podía proceder forzosamente. Nacuzzi y Tourres (2018), consideran acertada la respuesta del Cabildo a Cayunan, de prescindir de las mismas. Como ya se dijo, el tratado de paz de 1790 autorizaba el tránsito hispanocriollo a las Salinas (Roulet, 2016). Según Santos Martínez (1966), la propuesta comunicada por Liniers al Cabildo, el 6 de junio de 1809, fue examinada el día 5 por este último, tratándose de la misma oferta. Pero bien pudo existir una comunicación verbal anticipada entre Liniers y el Cabildo, informando que los caciques estaban en la capital para dialogar; o esta comunicación “en diferido” entre el virrey y el Cabildo, luego del encuentro entre Cayunan y este último, implicaría que Callundo y Cayunan no eran la misma persona. Sino dos jefes que competían por brindar el suministro de sal a la capital en 1809.42
No obstante, acordamos con Santos Martínez (1966) en que no se habrían concretado estas tratativas, ya que no hallamos otros estudios y fuentes que demuestren lo contrario.
En los meses posteriores a las comitivas indígenas de inicios de junio de 1809 en “tierra adentro” circulaba información sobre una posible invasión a la frontera. El 25 de agosto de 1809 se presentó el cacique Millanas en Melincué, para notificar que los indios de Salinas se habían reunido con los indios mapuche para robar y pelear y que eran muchos. Los mapuche estaban invernando en Salinas Grandes y se debía tener cuidado en caso de que se presentaran a tratar o potrear. La invasión no se ejecutó pero generó alarma.43 Para Roulet (2016), posiblemente Millanas44 era el líder ranquel Millanán, aliado de Carripilum, que dialogó con de la Cruz en 1806. Y esta noticia sobre la hostilidad mapuche estaría ligada a la enemistad entre ranqueles y mapuches del cacique Pichapihacia en 1805; pero Roulet indica que la invasión no se concretó en 1809. Además, Crivelli Montero (2013) sostiene que los indios comarcanos notficaban los movimientos realizados “tierra adentro” en la frontera, para resguardar su seguridad e intereses ante el potencial peligro de que grupos foráneos merodearan estas tierras. Según el autor, Millanas notificó al comandante de Melincué que los indios de Salinas y mapuche pretendían robar hacienda y les envió un chasque para frenar su plan, pero no cambiaron de opinión. Millanas solicitó al comandante que si venían estos grupos a tratar no les dijera que él había dado aviso. Millanan y Cayunan estarían vinculados con los pehuenches ranquelinos, asentados en Puel Mapu que reconocían a Carripilum como su cacique principal. Los caciques ranqueles controlaban rastrilladas estratégicas; por ejemplo, Carripilum estimuló a de la Cruz a transitar por el camino bajo su control con dirección a Melincué -porque el que conectaba con Buenos Aires lo controlaba el líder Quilán-, y allí podían toparse con los “güilliches” que realizaban malones con los “pampas” (Mollo, 2012). Ello explica que Millanas, aliado de Carripilum (de la Cruz 1969 [1835]: 315-317), haya visitado Melincué para notificar sobre los movimientos en las Salinas.45
En el siglo XIX, la geopolítica indígena se basó en la migración de grupos mapuche hacia el este, los que ocuparon intencionalmente “o de hecho” espacios puntuales, manteniendo el vínculo con los intereses del grupo de origen, en un marco de “segmentación competitiva”. En los siglos XVII y XVIII algunos grupos transcordilleranos ya se disputaban el control de espacios en las pampas (Bechis, 2008 [1985]: 38-52). Así, las alianzas político-militares que conectaban las pampas y la Araucanía dieron sentido al territorio mapuche (Bello, 2011). Por tanto, iniciando el siglo XIX el campo indígena se nutrió de diversos líderes y grupos que asistían a las Salinas; se trató de una coyuntura de competencia, bajo la cual Cayunan, Callundo, Quinteleu y Epumer eligieron negociar con el Cabildo en junio de 1809, durante el período de invernada en las pampas.
El 4 de septiembre de 1809 Catrumillan viajó a Monte para tratar las paces con el gobierno colonial; en aquel tiempo, corrían rumores de una posible invasión a la frontera.46 Catremilla era un cacique ranquel de Salinas Grandes, aliado de Lincon (Roulet, 2016). En 1810 Lincon, Cayumilla, y otros, dialogaron con García. Epumer apoyaba la idea española de “poblar ciudades” en Salinas, para comerciar y resguardarse de “los Ranqueles, Güilliches y Picuntos”. Esto les trajo problemas a él, Quinteleu y Victoriano, con otros caciques y grupos abocados al robo bajo influencia de los cristianos que vivían con ellos. Como no avalaban estos robos, sus hermanos trataron con el gobierno de Buenos Aires y viajaron a Chile con el mismo fin (García, 1974: 59-62). En 1804 Epumer era señalado por un chasque del jefe ranquel Currutipay -asentado próximos a las Salinas- como partícipe de un posible malón a la frontera, con los muluches de Chile y huilliches del jefe Guarauque. Epumer se enemistó con los “indios fronterizos” de Córdoba y luego hizo las paces con ellos; los avisos de malones a la frontera evidencian los conflictos indígenas, ya que los pampas solían acusar a los ranqueles, éstos a los primeros y a los huilliches, moluches y mapuches de Chile.
Quizás, los mapuche señalados por Millanas, por pretender atacar la frontera en 1809, respondían a Victoriano y se reunían en Salinas con Quinteleu y Epumer (Roulet, 2016). Pero, durante las invasiones inglesas, Millanas era aliado militar de Epumer. En 1806 los caciques enviaron chasques al Cabildo para ofrecer auxilio militar. Las fuerzas indígenas respondían a Carrapilon junto a Millanau, Coronaru, Curutipai Kintipi, Lincon, Epumer, entre otros (Piragino, 1988). También participaron y fueron agasajados por el Cabildo Quidulef, Quintulefi, Huachapan, Antenau, Anteman, Okin, Catrumilla, y otros.47 Como se dijo, los jefes locales habían negociado previamente con las autoridades y los alarmaba que los grupos transcordilleranos quisieran controlar las Salinas (Ratto, 2007). Quizás, Quinteleu y Epumer no habrían planificado estos posibles malones a la frontera en 1809, a la vez que cobra sentido la presentación de sus hijos al virrey.
A partir de 1810 los primeros gobiernos criollos centraron su agenda y recursos, militares y económicos, en las guerras de independencia. Por tal motivo promovieron la paz fronteriza, buscando la adhesión o neutralidad indígena (Araya y Ferrer, 1986; Ratto, 2007). El coronel Pedro Andrés García fue designado por la Primera Junta para viajar a Salinas Grandes para cargar sal y negociar con los caciques, por su experiencia en política fronteriza (Bechis, 2001; Ratto, 2007). Diversos estudios ya analizaron las negociaciones entre García y los caciques por el control de las Salinas entre octubre y diciembre de 1810 (Ratto, 1998; Levaggi, 2000; Bechis, 2001; 2007; Roulet, 2016). El diálogo con García provocó tensiones entre los líderes al plantear la erección de un fuerte en las Salinas, resultando inusual -excepto por el tratado de paz de 1805 que avaló la creación del fuerte de San Rafael. Pero los caciques no cedieron sus territorios en 1810 (Roulet, 2016). Entre 1808 y 1809, el acceso a las Salinas demandó varias negociaciones entre los caciques y grupos. Análogamente, en la Memoria expuesta al gobierno, García indicó que los caciques amigos avalaban su plan y pedían un “parlamento general” con todos los jefes del sur y del oeste (García, 1974: 36). Sin embargo, García no visitó ni realizó convites a los caciques y dialogó con algunos sin convocar a todos a un mismo parlamento (Roulet, 2016). En 1810, Epumer, Quinteleu, Victoriano, Quillan, Quidulef y Pallatur aceptaron el proyecto español de “poblar ciudades” en las Salinas para comerciar y recibir auxilio militar ante sus enemigos (García, 1974: 61-62; 74-75; 82-83) pero Carripilum no apoyó este plan (Bechis, 2001; Roulet, 2016). En 1810 Millapue y Joaquín Coronel, parientes y amigos de Victoriano y Quinteleu, se abocaron a proteger la expedición (García, 1974: 68); ellos vendieron sal en la capital y estuvieron con Terrada en 1808. Mientras Lincon devino en un “indio enemigo”, desde la óptica de García, por advertir a otros jefes del plan expansionista y luego, recurrió a Epumer para revincularse con García (Roulet, 2016). El cacique Antenau se molestó con García por no haberlo esperado para dialogar y amenazó a la expedición, influenciado por las noticias de Lincon. Finalmente García dialogó con Antenau, quien buscaba la “paz con los españoles” y poder hablar con el gobierno en la capital (García, 1974: 98-103).
Hacia 1808 se invocaba una concepción indígena alusiva a Salinas Grandes como un espacio que podía ser explotado por indígenas y españoles.48 Esta misma postura asumieron Epumer, Quinteleu, Victoriano, Quidulef, Quillan y Pallatur en las negociaciones con García en noviembre de 1810 (García, 1974: 61-62, 74-75, 82-83). En 1809 Cayunan rechazó la medida y el precio de la sal, pautado por el Cabildo, y dijo que junto a otros jefes impediría el acceso español a las Salinas. Quizá García, quien planeaba “abanzar las guardias”, sabía esto porque antes de viajar a las Salinas solicitó al Cabildo obsequios para los jefes con: “cierta especie de oposicion por sus fines particulares”, para persuadirlos.49
La intención de Calepuqueo por controlar el acceso a las Salinas en 1808 (Nacuzzi, 2013; Nacuzzi y Tourres, 2018) se replicó en las tratativas entre éste y García. En 1810, Antiman y Caluqueo y su comitiva fueron a las Salinas y exclamaron que habían recibido avisos de Lincon de la intención española “de hostilizarlos y formar poblaciones”. García refutó estos avisos recurriendo a “las aserciones de los indios que habían presenciado la ocurrencia”; Antiman y Caluqueo quizás se convencieron, luego comerciaron y exigieron “las gratificaciones de estilo”. Días después los ranqueles cargaron sal y se retiraron “por no encontrarse con aquellos de quienes son enemigos” (García, 1974: 70-71). Así como en 1808 (Nacuzzi, 2013) los conflictos intraétnicos persistían en 1810. Epumer y Pallatur dijeron respectivamente que los indígenas se creían “desde niños caciques en el nombre” y que “todos se hacían caciques sin serlo”, porque la “falta de sugecion” se debía a la influencia de los cristianos instalados en los toldos (García, 1974: 61-62, 82-83; Ratto, 1998: 25). Los desertores podían incidir en las relaciones entre los grupos y eran valorados en los toldos por sus conocimientos de la frontera (Ratto, 1998). El dinamismo de las alianzas por la ausencia de límites étnicos rígidos favorecía la circulación de personas e información entre los grupos (de Jong, 2016a y 2016b; Roulet, 2016) y potenciaba la segmentalidad indígena (Bechis, 2008 [1989]).
Por su parte, Carrupilun se molestó por no recibir aviso previo del arribo de la expedición y dijo “que la laguna era suya” y “que él era el Señor, el Virrey y el Rey de todos los Pampas”. García contestó que la amistad entre españoles y “pampas” permitía a los indígenas visitar la capital y las fronteras, donde recibían regalos, y que los españoles no debían dar aviso al tener “igual derecho ó razón para hacer sus expediciones” (García, 1974: 77). La respuesta de García a Carripilum se asemeja a la del Cabildo ante la oposición de Cayunan en 1809. Como plantea Roulet, García sostenía que la sal y el agua eran recursos comunes y, a la vez, quería saber qué cacique era el dueño de las Salinas. Para inducir a los jefes a ceder sus tierras buscaba confundirlos, destacando los permisos indígenas para comerciar en la capital y para el acceso español a la sal de Salinas, según el tratado de paz de 1790 (Roulet, 2016). El cacique Quirulef, cuñado de Quinteleu, dijo que sus padres y abuelos habitaban desde hacía tiempo las tierras que Carrupilun consideraba propias: “que Carrupilun tenía su antigua morada en los montes, y nunca en las pampas”. Carrupilun y Neuquen no objetaron a Quillan, Pallatur, Quidulef y Victoriano -quienes avalaban el acceso español a las Salinas- ni impidieron que la expedición cargara sal (García, 1974: 77-78, 82-83). La postura de los jefes ranqueles, Payllatur y Quilan, reflejaba los conflictos entre los ranqueles cuestionando a Carripilum, quien decía ser “autoridad superior” en las pampas (Roulet, 2016: 335-336). Acerca de la tensión política entre García y Carripilum, Bechis considera que aunque no existió un conflicto armado quizás la expedición habría vivenciado un estado de sitio de parte de los ranqueles, por lo cual García les dijo que daría aviso al virrey de lo sucedido. Bechis recalca que García no explicó a los caciques que ya no gobernaba el virrey sino los criollos, no por mera estrategia de supervivencia sino como tendencia discursiva que se reiteraba en el contexto político revolucionario (Bechis, 2001). Igualmente Roulet (2016: 316-317) advierte que aunque los caciques quisieron saber qué autoridad había enviado a García a Salinas a dialogar con ellos, éste decía ser un “agente del virrey” y, al mismo tiempo, evitó decir que éste fue desplazado y tampoco llevó consigo cartas de presentación firmadas por la Junta para iniciar las tratativas con los caciques.
No obstante, según otras evidencias halladas en estas negociaciones con García participaron los caciques Quinteleu y Victoriano, quienes ya sabían del nuevo gobierno criollo. En septiembre de 1810 visitaron la Guardia Luján y allí dijeron estar a disposición de la Suprema Junta y anoticiados de una nueva expedición a Salinas que deseaban acompañar.50
El 19 de noviembre de 1810 Carrupilun y su gente solicitaron bienes y una recomendación para visitar las guardias y al gobierno como “amigos”. García accedió pero notificó a la Primera Junta para que sólo recibiera “á los amigos beneméritos” (García, 1974 [1836]: 84). García identificó jefes “cooptables o reticentes” para generar conflictos y debilitar a quienes él ideaba como “indios enemigos” (Roulet, 2016: 323). Ello también se refleja en la nota que dirigió a Saavedra, donde destacó a Victoriano por “verdadero y fiel amigo” y a Quinteleu por su “entendimiento y adicto” a su plan, criticando a otros; por ejemplo: Coronas “malo y carnicero”; “Cayunas, malo; Curritipay, pampa, peor; Curripilán muy malo y soberbio” y “Milla, malo” (Biedma, 1975 [1924]: 174).51 García criticó a Coronas, Curritipay, Milla y Curripilán, quienes habían ofrecido auxilio militar al Cabildo ante las invasiones inglesas; y a Cayunan, pero este no figura en el diario de García (1974). Quizás, Cayunan participó de las tratativas, como aliado de Carripilum, y rechazó el plan de García.
En este artículo se buscó indagar qué sucedía al interior del campo político indígena y cómo repercutió en las negociaciones diplomáticas entre indígenas e hispanocriollos sobre el control de Salinas Grandes y sus recursos en los últimos años de dominación colonial española y el primer gobierno patrio. Pretendimos comprender qué rol cupo a las propuestas de suministro de sal presentadas por Cayunan y Callundo al Cabildo y por qué motivo Epumer y Quinteleu presentaron sus hijos al virrey en junio de 1809, entre otros jefes y grupos que negociaron y comerciaron en la frontera y la capital en el período analizado. Las tres comitivas se destacaron porque los caciques discutieron con el Cabildo el precio, la medida y la periodicidad del suministro de sal, y además presentaron sus hijos al virrey.
Antes de la expedición a Salinas comandada por Terrada -entre octubre y diciembre de 1808- los registros de los puestos de frontera sobre las comitivas indígenas que comerciaban sal en la capital asumen un carácter heterogéneo y particular en dicho año. Diversas fuentes no explicitan el nombre de un representante o cacique al que respondía la partida que comerciaba sal en la capital. Quizás se registró parcialmente a los “indios amigos” que visitaban asiduamente la ciudad o el ingreso de muchas partidas relajó los controles fronterizos. Ello marca un matiz diferente al de los aportes de Ortelli (2003) respecto a que, a veces, las partidas comerciales eran conducidas por un cacique o delegado, aunque sí se registraba en la frontera a qué jefe respondía el grupo que ingresaba a la capital. En otros casos, observamos que se alude a su procedencia, y son mencionados como “indios chilenos”, “cacique chileno”, o “indios de los toldos fronterizos”. Algunas fuentes sí destacan el nombre del cacique o representante que enviaba/conducía la comitiva comercial en 1808.
Asimismo, la documentación sobre las visitas indígenas a la frontera en 1809 muestra que existieron movimientos al interior del campo político indígena que derivaron, incluso, en avisos de posibles ataques a los fuertes. Por ello sostenemos que la simultaneidad en la gesta de las comitivas hacia la capital a inicios de junio de 1809 aconteció en un contexto competitivo, durante el período de invernada en Salinas Grandes, en el que Cayunan, Callundo, Quinteleu y Epumer buscaron negociar con las autoridades coloniales para posicionarse al interior del campo político indígena, ante la presencia de múltiples líderes y grupos en “tierra adentro”. También advertimos que Cayunan, Callundo, Carripilum, Lincon, Quinteleu y Epumer participaron en las negociaciones sobre el comercio de la sal y explotación hispanocriolla de las Salinas entre 1808 y 1810, por su experiencia previa en el diálogo interétnico. Entre 1808 y 1810, los caciques diseñaron estrategias en representación de su grupo de parentesco y acciones colectivas con otros grupos aliados en torno al comercio de la sal y al control de Salinas Grandes en el marco diplomático. Acerca de la similitud y sincronicidad en las propuestas formuladas en junio de 1809, consideramos que puede resultar válida la hipótesis de Hux (2007) respecto a que Cayundo podía ser Cayunan. Podemos interpretar que la propuesta comercial de Callundo, comunicada por el virrey Liniers al Cabildo el 6 de junio de 1809 -un día después de la negociación entre este último y Cayunan- fue una comunicación verbal anticipada entre el virrey y el Cabildo, para avisar que los caciques estaban en la ciudad para negociar. Sin embargo también podemos pensar que el diálogo entre Liniers y el Cabildo, luego del encuentro con Cayunan, implicaría que Callundo y Cayunan no eran la misma persona sino dos potenciales competidores que disputaron la provisión de sal a la capital. Nos inclinamos por esta idea porque las fuentes y los estudios consultados muestran que, entre 1808 y 1810, ningún cacicazgo controlaba exclusivamente las Salinas y sus recursos.
Hacia 1810 se reitera la intervención de Millapue y Joaquín Coronel -quienes habían comerciado sal en 1808 y eran parientes y amigos de Victoriano- y Quinteleu, y auxiliaron la expedición de García entre octubre y diciembre en dicho año. Ello no resulta casual porque Quinteleu y Victoriano ya sabían del cambio de gobierno, al visitar la Guardía de Luján en septiembre de 1810 allí manifestaron su buena predisposición para con la Primera Junta y sabían que se realizaría una expedición a Salinas y se ofrecieron a acompañarla. Identificamos dos posturas predominantes en las negociaciones entre 1808 y 1810; por un lado, posicionamientos basados en un control indígena exclusivo del acceso a las Salinas, y frente a ello los agentes estatales invocaron el tratado de paz de 1790 para justificar su facultad de acceso a la sal; por el otro, algunos caciques concebían la idea sobre las Salinas como un espacio aprovechado por todos, los españoles podían ingresar a los territorios indígenas a cargar sal, debido a los tratados de paz preexistentes.
En 1810, los caciques asumieron diversas posturas sobre el control de las Salinas en el marco diplomático. Quinteleu y Epumer avalaban la explotación hispanocriolla de las Salinas y la creación de un fuerte allí, pero Lincon y Carripilum rechazaban el plan de García. Finalmente, cabe preguntarse ¿qué caciques y grupos comerciaron sal en la frontera y la capital en la década de 1810? y ¿qué posibles cambios y/o continuidades surgen en las estrategias indígenas para controlar las Salinas en las tratativas en el próximo decenio? Esperamos retomar estos interrogantes para continuar con las investigaciones en curso.
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[1] Para este tema consultar Araya y Ferrer (1986); Mandrini (1993); Levaggi (2000); Ortelli (2003); Ratto (2007); Ortelli y Barral (2008) y Nacuzzi (2013, 2014).
[2] Oficio de Juan Ignacio Terrada al virrey Liniers, Buenos Aires 2 de junio de 1809. Propuesta del cacique ranquel Don Francisco Callundo. Archivo General de la Nación (en adelante, AGN), Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires, 1808-1809, en Facultad de Filosofía y Letras (en adelante FFyL), 1914, IV: 447-449.
[3] Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires (en adelante, AECBA), 5 de junio de 1809, Serie IV, Tomo III, Libro LXIV: 501.
[4] Oficio de Juan I. Terrada al virrey Liniers, Buenos Aires 2 de junio de 1809. AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 448-449.
[5] Nacuzzi (2013) transcribió el diario de la expedición a Salinas Grandes de 1808 de Juan Ignacio Terrada y analizó las negociaciones diplomáticas en aquel contexto.
[6] Analizar los discursos de los caciques en el marco diplomático implica concebir a las sociedades indígenas “como actores con agencia en los procesos históricos” (de Jong, 2016a: 9).
[7] AGN Sala IX, 1-4-5 a 1-4-6; 1-6-5; 1-7-1. Accedimos a las transcripciones de estos documentos gracias la Dra. Sara Ortelli y nuestra pesquisa en AGN, Fondo Archivo del Gobierno de Buenos Aires 1810, Sala X 196, Tomo 53, f. 217.
[8] Oficio del virrey Liniers al Cabildo de Buenos Aires; Oficio de Juan Ignacio Terrada al virrey Liniers, Buenos Aires 2 de junio de 1809; Propuesta del cacique ranquel Don Francisco Callundo, AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 447-449. Quesada (1864); AGN, Fondo Archivo del Cabildo de Buenos Aires. Sala IX 1685, fs. 404-407; Fondo Archivo del Gobierno de Buenos Aires 1810, Sala X 185, Tomo 42, fs. 232-233.
[9] Al respecto ver Santos Martínez (1966); Ortelli (2003); Taruselli (2005-2006); Ratto (2007); Nacuzzi (2013).
[10] Bechis ([1989] 2008) retoma los aportes sobre sociedades segmentales que Morton H. Fried planteara en The evolution of Political Society. An essay in Political Anthropology, publicado en 1967
[11] Consúltese Ratto (2007); Crivelli Montero (2013); Nacuzzi (2013); de Jong (2016b); Roulet (2016).
[12] Terrada envió un chasque con un parte a la Guardia de Luján informando que estaba en Cruz de Guerra, que partió el 21 de octubre de Palentelén junto a los caciques “Lincon, Turuñan, Enec, Repuentu, su hijo, Oquin, Ancaya y Añapi”. Carta de Mosquera al Exmo Sor, Luján, 26/10/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 969.
[13] Véase también Nacuzzi y Tourres (2018: 51).
[14] El cacique principal ranquel Carripilum había sido capitanejo de Llanquetur, ambos de origen cordillerano, y había ingresado a Mamilmapu para refugiarse entre los ranquelinos debido a los conflictos y divisiones entre los pehuenches a fines del siglo XVIII (Roulet, 2016).
[18] Transcripción del diario de la expedición a Salinas Grandes al mando de Juan Ignacio Terrada (1808), consultado en Nacuzzi (2013: 18).
[19] Mosquera al Virrey, Luján, 5/5/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 711 y Levaggi (2000: 143).
[20] Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 3/3/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 584; Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 29/3/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 658; Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 26/4/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 695; Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 30/4/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 697; Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 1/5/1808. AGN, IX, 1.7.1. f. 701; Mosquera al Sr Capn Gl Presidte, Luján, 1/5/1808. AGN, IX, 1-7-1, f. 705; Mosquera al Virrey, Luján, 12/5/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 721; Mosquera al Virrey, Luján, 14/5/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 723; Mosquera al Virrey, Luján, 15/5/1808, AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 725; Mosquera al Virrey, Luján, 4/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 743; Mosquera al Virrey, Luján, 9/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 746; Mosquera al Virrey, Luján, 19/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 761; Mosquera al Virrey, Luján, 23/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 735; Mosquera al Virrey, Lujan, 25/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 771; Mosquera al Virrey, Luján, 5/7/1808. AGN, IX, 1-7-1, f. 777; Mosquera al Virrey, Luján, 5/8/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 790.
[25] Mosquera al Virrey, Luján, 18/5/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 730. Joaquín Coronel era llamado Oaquín, por las dificultades indígenas para pronunciar la letra “J” (Terrera, 1986: 146), también nombrado como Oquín u Oquinagüel (Hux, 2007). En 1794 Oquenagüel y Epumer, entre otros, presentaron las paces a los pehuenches (Roulet, 2016).
[26] AECBA, 29 de abril, 15 y 23 de junio de 1807, Serie IV, Tomo II, Libro LXI: 514, 560 y 572; 5 de octubre de 1808, Serie IV, Tomo III, Libro LXIII: 246.
[28] Mosquera al Sr Capn Gl, Luján, 5/5/1808. AGN, IX, 1-7-1, f. 708; Mosquera al Virrey, Luján, 17/6/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 756; Mosquera al Virrey, Luján, 5/10/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 916; Mosquera a Exmo Sr, Luján, 4/11/1808. AGN, Sala IX, 1-7-1, f. 976.
[29] Carta de Nicolás de la Quintana a Arredondo, Luján, 29/4/1792. AGN, Sala IX, 1.6.5. f. 94. La fuente se refiere al cacique como “Epugmur”; Epumer también es mencionado en las fuentes como Epumer, Epunurri, Epugmur, Eppumurr, Epugner, Epuguor (Roulet, 2016: 432).
[30] Ortelli y Barral (2008: 260) citan la fuente indicando “Epurén”; entendemos que Epurén era Epumer ya que en las actas del Cabildo de 1808 figuran los gastos del regalo para el cacique Epumer de “Nación Chileno”. AECBA, 13 de julio de 1808, Serie IV, Tomo III, Libro LXIII: 151.
[33] Oficio de Juan I. Terrada al virrey Liniers, Buenos Aires 2 de junio de 1809. AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires, 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 449.
[34] Propuesta del cacique ranquel Francisco Callundo, Buenos Aires, 6 de junio de 1809. AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires, 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 447-448.
[37] Virrey Liniers al Cabildo de Buenos Aires, 6 de junio de 1809. AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires, 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 447.
[38] Oficio de Juan I. Terrada al virrey Liniers, Buenos Aires 2 de junio de 1809. AGN, Leg. 18, Cabildo de Buenos Aires, 1808-1809, en FFyL, 1914, IV: 448.
[39] Representación de Feliciano Antonio Chiclana, en Quesada (1864: 383-384); véase también Roulet (2016: 49 y 101).
[40] La mencionada obra, Política seguida con…,consta de dos tomos, fue producida por el Comando en Jefe del Ejército - División de Estudios Históricos y publicada por el Círculo Militar en 1973.
[42] Hemos podido examinar la documentación del AGN, Fondo Archivo del Cabildo de Buenos Aires, Sala IX 1685, fs. 404-407, correspondiente a los oficios de Terrada y la propuesta de ranqueles y pehuenches de abastecer de sal a la capital y hemos constatado que las fechas de la comunicación entre Liniers y el Cabildo corresponden al 6 de junio de 1809, un día después del encuentro entre Cayunan y los cabildantes, en base a las actas del Cabildo. Los documentos consultados en el AGN son los mismos que han sido compilados y publicados por la Facultad de Filosofía y Letras (1914), anteriormente citados y analizados.
[43] Carta de Gerónimo González al Comandante de frontera de Melincué, Manuel Martínez Fontez, Melincué, 25/8/1809. AGN, Sala IX, 1-4-5, f. 761.
[44] También denominado Millamán, Millanán, Millan, Millaan en las fuentes (Roulet, 2016: 266 y 435).
[45] Sobre el derrotero de los caciques Millán y Carripilum y su vinculación con el fuerte de Melincué en el período analizado véase Roulet (2016: 225-227).
[46] Del Comdte de Monte, Juan Barragán, a Cisneros, Monte, 4/9/1809. AGN, Sala IX, 1-4-6, f. 327. Véase también Levaggi (2000: 143), Hux (2007: 247-248) y Roulet (2016: 327).
[47] Semanario de agricultura, industria y comercio, miércoles 22 de octubre de 1806, v 202, fs. 35-38.
[48] Nos basamos en Taruselli (2005-2006: 129-130) quien sostiene que en la normativa colonial de 1567, reiterada en 1805, se establecía una explotación de las salinas -tanto para españoles como indígenas- de carácter comunitario.
[50] AGN, Fondo Archivo del Gobierno de Buenos Aires, 1810. Sala X 196, Tomo 53, f. 217. Quizás Quinteleu y Victoriano comunicaron a García que sabían que gobernaba la Primera Junta pero ello no fue plasmado en el diario de dicho funcionario; o los caciques no lo mencionaron para resguardar su vínculo diplomático preexistente y sus intereses y los de sus aliados.