Viaje por la Geografía. Una geografía para el mundo. Una geografía para todo el mundo

Antoine Bailly, Alejandro Salazar y Andrés Núñez.
Santiago de Chile: RiL Editores, Serie GEOlibros N°27, Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile. 2018. 153 p.

Mónica Meza Aliaga

Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas, Universidad de Tarapacá. Arica, Chile.

El trabajo de Antoine Bailly, Alejandro Salazar y Andrés Núñez, adaptado en esta edición al mundo latinoamericano a partir de su original publicado en Francia y Portugal, se halla atravesado por la multiescalaridad del espacio geográfico. En nueve capítulos invita a posicionarse, observar y reflexionar, desde el espacio cotidiano al global, en las variables y enfoques desde los cuales el punto de vista geográfico permite una especial forma de comprender la realidad y explicarla, transitando por el tiempo y por el espacio, binomio indisociable a la hora de hacer geografía.

Al situarse desde lo cotidiano, el lector cae en la cuenta de que a diario todos hacemos geografía y que, a medida que cambiamos el zoom de nuestro lente ocular, seremos capaces de percatarnos de las distintas dimensiones que adquieren los fenómenos sociales, culturales y económicos, frente a los cuales la Geografía siempre tiene nuevas preguntas, opiniones y propuestas.

En el libro es posible distinguir la pluma de cada autor, pues prevalecen los enfoques y miradas urbanas y periurbanas, geo históricas y espaciales para la aproximación a cada ejemplo y encuadre teórico proporcionado por sus particulares miradas y puntos de vista. Esto permite hacerse una idea de cómo es posible cuestionar y comprender el mundo, posicionándose desde las corrientes de interés de estos geógrafos en el marco de la disciplina.

¿Por qué un “viaje en Geo-grafía”? La Geografía se plantea como un viaje en sí mismo para explicar, conocer o comprender los atributos físicos y humanos de la tierra. Es un viaje que en el acontecer se ha traducido en conquistas territoriales, organización del espacio geográfico, representación cartográfica, uso de tecnologías SIG, entre otros. La Geografía es un viaje que recorre todo el mundo y hoy también es un viaje “virtual”. Esto da cuenta de la renovación que, con el paso del tiempo, la ciencia geográfica adquiere en función de las nuevas preguntas que plantea el enfoque espacial y la multiplicidad de problemas susceptibles de ser abordados, en un escenario donde la escala de los procesos sociales, económicos y culturales en el territorio son globales, de alcance planetario y con los matices propios de los ámbitos urbanos, rurales y su interacción.

El libro se plantea como una insinuación hacia aspectos de la Nueva Geografía, la que se cimenta en la Geografía Humanista y el giro cultural de la ciencia geográfica, para acercar los estudios e intereses de la Geografía de modo sencillo a profesores, estudiantes y público en general, presentando encuadres y corrientes de pensamiento.

La razón para hablar de Geografía es que todos tenemos una relación con la Tierra y la Geografía. Las explicaciones geográficas permiten razonar de manera espacial antes de juzgar o actuar, pues como disciplina científica ella se abre al análisis de los elementos físicos y también a la producción social y cultural del espacio geográfico, de las prácticas espaciales y a los problemas sociales, por tanto, es de competencia intrínsecamente humana.

Cual equipamiento para el viaje, los autores advierten que para el “pensar geográfico” será importante preguntarse: dónde, por qué, quién y hasta dónde; cómo obtener información geográfica, organizarla y analizarla. Todo para intentar explicar procesos y desarrollar puntos de vista sobre las prácticas espaciales, sus causas y consecuencias, que permitan responder de manera reflexiva, crítica y proactiva a las preocupaciones de la sociedad actual acerca de los ámbitos urbanos y rurales.

El capítulo I destaca el abordaje de la realidad desde la mirada espacial como un enfoque particular que enriquece la comprensión del mundo, indagando en cada orden a través de las lógicas de divisiones del espacio (fronteras, límites, regiones, lugares, lo global, lo local), donde la dimensión cultural de su apropiación es insoslayable. Así, el apego a las regiones se cimentará en el lugar, lo que invita no sólo a describir objetivamente, sino a indagar en perspectivas íntimas y/o sociales del espacio geográfico dando cuenta de la capacidad de análisis en múltiples escalas que posee la Geografía. Característica entendida aquí como la tensión de los diversos espacios para la explicación de fenómenos y procesos, en la dirección de Massey (2012) y su sentido global de lugar, y el vínculo entre territorio y sociedad de Milton Santos (2000).

Por su parte, el capítulo II alude a que la Geografía está en todo, porque lo cotidiano se halla impregnado de ella y hacemos Geografía incluso sin darnos cuenta. Cuestionamientos tan espontáneos como la precedencia de ciertos recursos, herramientas y artefactos que utilizamos a diario, e incluso costumbres adquiridas dan cuenta del proceso de globalización en todas sus dimensiones. El movimiento, localización, costumbre y práctica de cada sociedad, en definitiva, la interacción del ser humano con el medio ambiente que la Geografía y sus especializaciones problematizan y estudian han ido enriqueciendo las perspectivas con que se abordan los fenómenos gracias a la incorporación de elementos sociales y culturales.

El capítulo III plantea la expansión y difusión del espacio involucrando la variable temporal, pues el binomio tiempo y espacio son esenciales para la Geografía y su comprensión. A través de ejemplos que van escalando desde el espacio cotidiano, como la casa o el hogar, se invita a cambiar el zoom para pasar del lugar al territorio, de este a la región, dar el salto a los espacios nacionales, luego los internacionales y así llegar al espacio global, en el que la homogeneización de las actividades, costumbres, personas, etc. hacen que lo que era excepcional en el pasado sea habitual en la actualidad. Por ejemplo, los amplios desplazamientos en la superficie del globo terrestre a través de los distintos modos de transporte que han relativizado cada vez más la fricción de la distancia y el tiempo.

La tensión entre lo mundial y lo local, la uniformización de los espacios geográficos, actividades y costumbres que trae añadida la globalización, es planteada en el capítulo IV. Aquí se señala que donde los desequilibrios territoriales del desarrollo, expresados, entre otros aspectos, por la repartición desigual de la riqueza, y los problemas globales como la pobreza, la falta de colaboración para el desarrollo humano o la estructura centro-periferia requieren de esfuerzos y acciones en la misma proporción. Es decir, globales. La racionalidad económica influye en todas las dimensiones de la existencia humana y transforma la geografía económica mundial, acentuando brechas, desequilibrios y diferencias entre, por ejemplo, polos industriales urbanos y áreas urbanas y metropolitanas marginales. Allí donde la multidimensionalidad de la segregación va más allá de la localización de las personas en situación de pobreza (Harvey, 2007), se imprime en el espacio geográfico, a través de expresiones artísticas y la protesta política, el descontento frente a la segregación urbana, racismo, pobreza, etc., tal como lo hacen raperos y grafiteros en las ciudades.

El capítulo V invita al lector a preguntarse ¿dónde vivían nuestros padres y abuelos?, con el propósito de reflexionar sobre el itinerario de vida de cada persona o familia que revela importantes elecciones, ya sea como contextos o como evoluciones de la sociedad. La extrema concentración de población urbana a nivel mundial ha atraído la mirada desde la Geografía para atender los fenómenos propios del mundo urbano y, cual metástasis de un cáncer, los conceptos de metrópoli, megapolización, metametropolización o macrometrópolis vienen a dar cuenta del crecimiento urbano fragmentado y caótico. Frente a ello se impone la idea de que lo urbano es un modo de vida, una actitud que puede ser deslocalizada, es decir, que se puede ejercer en otro lugar y que por tanto otorga un valor simbólico a la ciudad.

La ciudad como el lugar de concentración de la riqueza y el poder, es también el lugar de las desigualdades sociales y económicas. La Geografía crítica ha denunciado los efectos negativos de la ciudad y sus contradicciones expresadas en la segregación, frente a lo cual la planificación juega un rol importante.

El mapa como instrumento geográfico, y su siempre intencionada elaboración, es mencionado en el capítulo VI. Los autores adviertes que como los mapas deforman la realidad, será importante aprender entonces a leerlos críticamente (“entre líneas”), pues el mapa puede resaltar elementos espaciales y esfumar otros. Desde el mapa de localización de elementos en el espacio, para la orientación en momentos de ocio, o el mapa como objeto estratégico para fines militares, pasando por las cartografías sociales, los SIG como herramientas que permiten explicar y producir nueva información; todos persiguen comunicar algo y ese algo no es neutro. La lógica social y política de los mapas se halla atravesada por símbolos y poderes que posicionan al mapa allende un mero instrumento geográfico y lo sitúan como una construcción social que alberga discursos, ideologías, relaciones de poder y que, por tanto, refleja el mundo social que lo produce.

Siempre escalando en categorías espaciales como barrio, pueblo, ciudad, región, nación o comunidades supranacionales, el capítulo VII habla de las interconexiones entre estos espacios, en los que también existen fronteras y flujos permanentes de relaciones sociales y donde su apropiación marca nuestra vida cotidiana y nuestros comportamientos, cobrando sentido el espacio como una red de relaciones que van delineando lugares y espacios heterotópicos Foucault (1984), con zonas claras y oscuras, zonas duras y otras penetrables y porosas. Límite, corte, término, frontera, división, hitos, flujos; conceptos que aluden al inicio o fin de una parte diferente, ajena, alterna. Sin embargo, dada la existencia de fenómenos como el cambio climático o los sistemas económicos globales, que requieren perspectivas de un mundo sin divisiones para enfrentarlos pues constituyen desafíos mundiales, cobra sentido la movilidad de los espacios con las fronteras suprimidas o borradas (Núñez et al. 2013).

En el lugar y el sentimiento de identidad aparece el patrimonio, con elementos significativos que van mutando conforme lo hacen las sociedades y su cultura, y que elevan determinados objetos a ese rango en el universo de las representaciones. Es así como el estudio de los paisajes culturales impone el desafío de interpretar el mundo observando el origen de las valoraciones de los espacios, ya que éstas surgen desde lo social.

En el capítulo VIII se eleva la cualidad mixta de la Geografía y su especialidad en el abordaje de medios naturales y humanos, y en las interacciones espaciotemporales al mismo tiempo. La preocupación de los geógrafos por la complejidad que resulta de dichas interacciones, como los problemas del desarrollo, la crisis ambiental planetaria, contaminación, disponibilidad hídrica, cambio climático, etc., requiere de abordajes desde perspectivas físicas y humanas. En el intento por realizar la síntesis, pensar en el futuro y lo que quedará de nuestro planeta para las generaciones venideras, aparece el desafío de poner los problemas en términos nuevos e interdisciplinares. Desarrollo sustentable, ciudades saludables, inteligentes, creativas, slow city en un fast world; desafíos para el futuro que se construyen hoy en función de la racionalidad con la que nos apropiamos de los lugares.

A la luz de los elementos presentados en el libro y como retentiva, se nos aparece Enrique Leff (2004) y la crisis de la razón, a propósito de la crisis ambiental planetaria, que nos lleva a pensar en que, sin una relación cotidiana con el entorno geográfico, cada vez se aleja más la posibilidad de ser sensibles respecto de cómo construimos, como sociedad, los espacios que habitamos y en el que habitarán aquellos que vienen. El espacio habla de lo que somos como sociedad y cómo pensamos. En la escala de lo sensible se halla el reflejo de la humanidad. Es insoslayable entonces reflexionar en las formas de vivir los lugares que como sociedad hemos adoptado, pues desde sus habitantes con sus cualidades será posible la transformación.

El Capítulo IX es la abstracción final y reflexión filosófica sobre el viaje realizado. Nos transporta nuevamente a esa relación que cada sujeto tiene con su entorno y con las cosas propias de ciertos lugares, como la música o los atributos geográficos, que son a la vez el resultado de una valoración que como sociedad otorgamos a ciertos espacios. Al tiempo que olvidamos otros, que quedan situados en esa noción a propósito de nuestros estilos de consumo y que han provocado la desidia hacia nuestro entorno. Para los autores, la esperanza se alberga en la Geografía Humanista que, como enfoque transversal, es capaz de abordar los asuntos más diversos de las representaciones, las actitudes y los comportamientos individuales y colectivos, para estimular, en definitiva, al ser humano como vinculado a la Tierra. Como diría Dardel (2013), para realizarse en su condición terrestre. En este sentido, cómo no citar a Lefevbre (1972:22), quien se preguntó respecto del mundo cotidiano y la filosofía:

Vamos a separar definitivamente la pureza filosófica y la impureza cotidiana?, vamos a considerar lo cotidiano como desechado, abandonado a su triste suerte por la sabiduría?, ¿Diremos que es la pantalla que impide a la profundidad luminosa irradiar sobre el mundo?, ¿Diremos que la trivialidad inevitable, envés y reverso del ser, decadencia de la verdad, forma parte “en tanto que tal” de la verdad y del ser?, O bien declaramos vana la filosofía, o bien se hace de ella cabeza y el punto de partida de una transformación del mundo no filosófico, en la medida que el mismo se revela trivialidad, banalidad práctica y práctica banal.

Lo que queda de la lectura es expresar que, si el espacio geográfico es una construcción humana, entonces es posible de desmontar y proponer una nueva forma de construirlo, porque no es algo que esté dado de una vez y para siempre. Al ser de naturaleza humana es modificable y, como señalan los autores, es sólo tomando en cuenta la dimensión espacial de los fenómenos y nuestras relaciones con el medio ambiente, que podremos proponer respuestas pertinentes a los grandes problemas de nuestros tiempos, es decir, encaminándonos en el viaje con el “pensar geográfico”.

Bibliografía

» Dardel, E. (2013). El hombre y la naturaleza. La naturaleza de la realidad geográfica. Madrid: Biblioteca Nueva.

» Lefebvre, H. (1972). La vida cotidiana en el mundo moderno. Madrid: Alianza editorial, S.A.

» Leff, H. (2004). Racionalidad ambiental. La reapropiación social de la naturaleza. México: Siglo XXI.

» Foucault, M. (1984). Des espaces autres. Conferencia dictada en el Cercle des études architecturals. Architecture, Mouvement, Continuité 5, 46-49.

» Harvey, D. (2007). Espacios del capital: hacia una geografía crítica. Madrid: Akal.

» Massey, D., Albet, A. y Benach, N. (2012). Doreen Massey. Un sentido global del lugar. Barcelona: Icaria.

» Núñez, A., Sánchez, R. y Arenas, F. (Eds.). (2013). Fronteras en movimiento e imaginarios geográficos. La cordillera de los Andes como espacialidad sociocultural. Santiago de Chile: Ril editores.

» Santos, M. (2000). Metamorfosis del espacio. Técnica y tiempo. Barcelona: Oikos-Tau.

Mónica Meza Aliaga / msmezaa@uta.cl

Doctora en Geografía por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Magíster en Geografía por la Universidad de Chile y Geógrafa por la Universidad de Playa Ancha, Valparaíso. En su quehacer disciplinar ha transitado por intereses de investigación diversos, vinculados a recursos estratégicos como el suelo, las prácticas de uso y manejo que bajo la racionalidad económica imperante han impactado en la sustentabilidad y funciones ambientales de este recurso, así como temas ligados a prácticas de adaptación a la variabilidad climática desarrolladas en el pasado por comunidades indígenas del norte de Chile. Actualmente se encuentra trabajando sobre la producción del espacio fronterizo chileno-boliviano, como una forma de comprender y situarse en el contexto de los imaginarios geográficos y pensamientos alternativos para el uso y ocupación del altiplano andino, relevando en ello la escala del espacio geográfico de la experiencia.