Hacer arte, crear espacios
Diálogos con Vicente
Girardi Callafa


Vicente Girardi Callafa

Instituto de Estudios en Expresión, Comunicación y Tecnologías, CONICET. Facultad de Ciencias de la Comunicación.Departamento de Geografía. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba.
ORCID: 000-003-1540-4609.

Carolina Paula Ricci

Instituto de Estudios en Expresión, Comunicación y Tecnologías, CONICET. Facultad de Ciencias de la Comunicación.Departamento de Geografía. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, Argentina. ORCID: 0000-0001-8291-1032.

Mariana Lamego

Instituto de Geografia, Programa de Pós-Graduação em Geografia, Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
ORCID: 0000-0002-3722-2366.

Recibido: 30 de abril de 2023. Aceptado: 15 de mayo de 2023.

Introducción

Atravesamos como humanidad un tiempo que aún no podemos definir ni dimensionar de qué manera está transformando nuestras formas de ser y estar en el mundo. La pandemia, la guerra, la recesión económica, el ascenso de las ultraderechas, el crecimiento de la pobreza, la crisis climática y ambiental nos ponen frente a preguntas urgentes sobre si otros mundos son posibles. Diferentes corrientes de pensamiento están colaborando a la apertura de nuestra imaginación ; corrientes no solo científicas, sino procedentes de otras ontologías y cosmologías que ponen en evidencia la existencia de otras formas . Sin embargo, no es la primera vez que la humanidad atraviesa un tiempo tan convulsionado y pareciera que el riesgo más grave es que, en lugar de transformarse, las cosas se estén consolidando acorde a las lógicas capitalistas y extractivistas . Benjamin (2009 [1942]) afirmó que el “progreso y la modernidad” destellan una luz cegadora en que solo a contrapelo de aquello podremos hacer emerger estas posibilidades. En este movimiento, Benjamin postula erradicar y derrotar toda huella de la ideología de la evolución, en donde el futuro se presenta como un destino predeterminado por el devenir de la historia concebida desde el progreso y la modernidad. Entonces, ¿qué nos permitirá ir a contramano de la historia? Doreen Massey (2008 [2005]), por su parte, afirmó que la manera en que imaginamos el espacio tiene consecuencias políticas y que, por lo tanto, la apertura del futuro –como horizonte de posibilidad– demanda la apertura del espacio y de una imaginación abierta de su producción. Pero ¿cómo creamos/hacemos emerger esas imaginaciones diferentes? ¿Qué nos permite ser más creativos? Si, tal como afirma George Didi-Huberman, “ las imágenes no son solo cosas para representar, son ellas mismas cosas que están al extremo de nuestros cuerpos”, porque “no hay imagen sin imaginación” (2018 :23), entendemos que en las imágenes y en la manera en que las miramos hay una posibilidad para hacer surgir esos otros posibles.

Esta entrevista al artista y geógrafo Vicente Girardi Callafa es un ejercicio reflexivo de pensar con y a través de sus obras y sus imágenes sobre la impetuosa relación de la geografía y el arte. De acuerdo con nuestro criterio, sus obras tienen la potencia de partir desde lo diferente, lo residual, lo fragmentado para montar, creativamente, nuevos espacios tiempos. La técnica collage, preferida por el artista, nos inspira a pensar que en el arte hay muchas pistas, posibilidades y aptitudes para inspirar y producir otros pensamientos académicos. Las obras de Vicente son composiciones potentes que, desde las ruinas del mundo moderno, generan otras imaginaciones temporo-espaciales que nos interesa compartir aquí.

Vicente Girardi Callafa es un artista autodidacta que inició su carrera como fotógrafo en Chubut. En paralelo al cursado de la carrera de Licenciatura en Gestión Ambiental, comenzó a experimentar con diferentes técnicas de artes audio-visuales, fluctuando entre instalaciones, videos, dibujos, música y collages. Desde el 2010, gran parte de su obra está dedicada al estudio del paisaje urbano, la arquitectura, el medioambiente y las transformaciones de los modos de habitar contemporáneos en relación con la tecnología y los medios. Con la intención de continuar sus estudios ligados a lo territorial, se mudó a Córdoba , donde se licenció en Geografía por la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente, Vicente es becario doctoral del CONICET. Durante su carrera académica, ha realizado estudios ligados a una perspectiva cultural-crítica, profundizando en temáticas que establecen nexos y tensiones entre arte, geografía y urbanismo. Fue publicado en diversos libros, artículos, revistas y distinguido con diversos premios.1

Diálogos entre la geografía y el arte

La técnica del collage en el arte se basa en una gran inversión en la investigación de los materiales y elementos que componen las obras. ¿Hasta qué punto se relacionan sus collages artísticos con su investigación sobre el arte callejero en el paisaje urbano? ¿Cuánto hay de una cosa dentro de la otra?

Siempre que tengo intenciones de diseñar una obra, mi tarea comienza por pensar en cómo puede construirse. Esto me lleva inevitablemente a dejar el departamento y pasear por la ciudad, aunque muchas veces sin ideas claras acerca de lo que busco. Reconozco, sin embargo, que en mi impulso por salir a la calle asisto a una doble finalidad. En principio ir al encuentro efectivo de los elementos que harán posible el desarrollo físico de las piezas, es decir, los soportes, adhesivos y papeles con lo que voy a componer un objeto-imagen. Y en paralelo la necesidad de repensar mis ideas en el entorno urbano, en el andar y recorrer el espacio. Quizás, lo segundo sea una de las partes más valiosas del proceso, contraponer las ideas al propio desplazamiento del cuerpo por la ciudad para redimensionar cómo voy a representar, cómo voy a tornar visible una obra en virtud de una problemática específica. Por ejemplo, contraponer lo que pienso conceptualmente acerca de la densidad demográfica y cómo efectivamente habito esa densidad, cómo se manifiesta. De esa tensión y de mi capacidad plástica se delinean las formas, los arreglos, los contrastes y los colores que serán el cuerpo de una obra. Muchas de mis composiciones abordan problemas específicos del habitar urbano, porque en ello reside mi interés como geógrafo-artista, y en prácticamente todas se deja sentir algo de ciudad, algo de arquitectura, como un tinte general que aúna mi producción.

En correspondencia con lo anterior, considero que existe un vínculo cercano entre la tesis de grado que realizamos, junto con Lucía Bit Chakoch, acerca del arte urbano y mi forma de componer collages. En principio, porque en ambos casos es necesaria una deriva para “ir al encuentro de” lo inesperado, lo no sabido. Parte importante de la investigación que realizamos estuvo centrada en un intenso trabajo de campo, en reiterados recorridos por la ciudad, en un ir tras las huellas de les artistes, y en el confrontar nuestros supuestos teóricos y lecturas con esas materialidades sensibles que son los grafitis, pegatinas, esténciles, murales y pintadas. De ahí la riqueza del trabajo. Tanto en la tarea de construcción de ese objeto de estudio, que enunciamos como arte urbano, así como en la composición de mis obras, se vuelve a la ciudad, esto es parte fundamental e ineludible del proceso creativo.

Cuando se practica por fuera del ámbito institucionalizado, esto es, por fuera de programas y encuentros de muralismo, el arte urbano es un fenómeno sumamente fugaz e intempestivo, que se carga de fuerzas de lo abyecto, lo no gestionado, lo conflictivo. Cuestión que abre constantemente interrogantes y dudas a quienes lo estudiamos, sus formas de aparecer nos obligan a una reflexión en torno a lo nómade y a la práctica de una geografía interpelada por el azar y la incertidumbre. Mismo ocurre con los elementos que serán parte de mis obras . La búsqueda de figuras, papeles y materiales es análoga a la búsqueda de esos signos del arte urbano que andan desperdigados por la ciudad y que resulta necesario reunir para conformar un corpus de imágenes e ideas que “hagan” a la investigación, que “hagan” a la obra. La razón de este ejercicio continuado por años sea, quizás, que en todas las ocasiones en que fui premiado por algún collage, en cualquiera de sus formatos, estos tuvieron por eje una reflexión acerca del habitar metropolitano.

Finalmente, y en virtud de la pregunta, considero que hay otro paralelismo interesante. Al enunciar que las piezas del arte urbano son materialidades sensibles me refiero a que en ellas reside una intención poética pero que funciona siempre en contexto de un soporte material que es la ciudad propiamente dicha. Al mismo tiempo, hay que decir que estas obras no son estáticas: tienen trayectorias, están expuestas al deterioro, al arbitrio de la naturaleza, a la agencia humana y no humana. Por más que un grafiti se inscriba mil veces, cada ejemplar será particular porque solo puede ser en función del soporte que lo contiene y de su historia. De igual modo, cada papel que utilizo para mis obras tiene una dimensión sensible, porque tiene un devenir específico, tiene una textura, un desgaste del color; existe, quizás, en un rincón perdido de un local de compra-venta, pero por ser ahí, y por tener sus años, es que es interesante y resguarda cierto misterio. Por decirlo de forma sencilla, no daría igual imprimir un dibujo para utilizarlo en mis collages que encontrarlo por pura contingencia en la infinidad de la ciudad. Lo mismo para un grafiti, no sería lo mismo visualizarlo en una pantalla que interpretarlo a la luz de un encuentro furtivo entre los pliegues del paisaje que habitamos.


Como joven artista latinoamericano e investigador en geografía
que ha sido testigo de cambios muy significativos en las formas de construcción del conocimiento geográfico, ¿cómo se cruzan las cuestiones de género y diversidad en tu trabajo artístico e investigación?

Por empezar considero que el género y la diversidad si bien no son temas que aborde de lleno, por lo cual no me considero especialista en el tema, son cuestiones que atraviesan muchas investigaciones que he realizado. En 2015, estando en segundo año de la carrera de geografía, publiqué un artículo acerca de la novela La casa en Mango Street (1984), de Sandra Cisneros, problematizando el sentido de lugar que se desprende del relato y haciendo un análisis desde los aportes de Doreen Massey. Creo que esa fue la primera vez que incluí conscientemente reflexiones desde una perspectiva feminista en un escrito académico. Posteriormente, en todos los trabajos realizados para seminarios y materias en donde existía la posibilidad del ensayo hay cuestionamientos que involucran estas dimensiones. Debo aclarar que esto sucedió así en el ámbito universitario, por fuera de ello siempre fueron asuntos que me interpelaron políticamente, aunque recién pude afirmarlos con aportes teóricos por aquellos años. Desde el 2007 hasta el 2011, yo había estudiado Licenciatura en Gestión Ambiental en el sur del país, una carrera con un corte más próximo a las ciencias naturales y en la cual no aparecían estos ejes, y aún más, fui a una escuela secundaria técnica, allí me recibí en la orientación de química industrial, nada más alejado de estas discusiones.

Con un cuerpo teórico y político más asentado, y con mucho más coraje, es en la tesis de grado en donde el género y la diversidad se hacen presentes con todo su peso, y pasan a conformar un capítulo específico del proyecto: La imagen como irrupción poética de la protesta. Este capítulo y sus apartados surgieron de la propia demanda de atención que nos reclamaba la calle en torno a las militancias feministas y disidentes. La elaboración de la tesis coincidió temporalmente con el tratamiento de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, en efecto, en las salidas de campo podíamos encontrar muchas intervenciones artísticas relacionadas con el activismo por el aborto legal, seguro y gratuito. Al mismo tiempo, nosotres éramos parte de la militancia en diversos planos, porque mucho de lo que acontecía interpelaba directamente nuestra corporalidad y subjetividad, estábamos y estamos comprometides con numerosas causas. Sumado a ello, se fueron presentando algunos conflictos en torno a murales feministas y disidentes en la ciudad de Córdoba, en particular censuras y disputas de espacios e imágenes por parte de agrupaciones conservadoras y neofascistas como GUIA (Guardia de la identidad argentina) y Patriarcado Unido Argentino. El escenario se tornó aún más complejo cuando en 2020, ante el izamiento de la bandera de la diversidad en el parque Sarmiento por parte del municipio, un grupo de militantes nacionalistas y reaccionarios golpeó a les asistentes a puños y cadenazos. Luego de este hecho, la bandera desapareció en dos ocasiones y en otra oportunidad amaneció quemada. Tal disputa por símbolos en las calles nos convocó a una profunda reflexión en torno a la matriz patriarcal-hetero-cis-colonial del espacio público y las disputas que se dan en el paisaje sobre aquello que puede existir o resistir en la ciudad que habitamos. Finalmente, esto se tradujo también en una ponencia que se presentó y publicó en las Jornadas Nacionales de Investigación en Geografía Argentina (JONIGA), celebradas en Tandil en octubre de 2022.

Respecto de mi trabajo como artista, creo que la diversidad se expresa en la experimentación y el movimiento, y en cierta tendencia al caos y al exceso, mío y de mi obra, más que en las temáticas propiamente dichas. Digo esto porque, siendo franco, mis creaciones no se relacionan explícitamente con las militancias feministas o de género, ni tampoco se acoplan a las agendas políticas de estos movimientos, salvo cuando me proponen producir en virtud de ello y yo me siento con la capacidad de hacerlo. Sin embargo, considero importante remarcar en este punto la fuga que a veces experimento de los lugares que se construyen como habitables para “lo diverso”. Como siempre, toda disidencia es una buena oportunidad para el mercado bajo los ojos neoliberales. En este sentido, la propia diversidad pasa a ser, muchas veces, un asunto capitalizable y una estrategia de pin washing por parte de gobiernos y empresas que acaba por condensarse en pautas de consumo o como ofertas culturales y espaciales específicamente dirigidas para el público LGTBIQ+. Creo que hay que estar alertes a los modos en que el mercado intercepta la disidencia, porque en algún punto esta puede pasar a ser un bien comercializable y lo que es peor, puede mutar en un modo estandarizado de lo que una identidad diversa “debe ser”, en lo que debe consumir o producir, en cómo debe comportarse, cómo debe vestirse o incluso cómo debe hablar o bailar. Si pensamos en la música, hay una situación al parecer indisociable entre el mercado de la industria pop y la diversidad, una sobre-identificación y subjetivación con esta maquinaria, tal es así que toda fiesta de la diversidad es una fiesta pop y parece que esta imagen pudiera ser capaz de contenerlo todo. Lo mismo sucede con representaciones cinematográficas estandarizadas acerca de las subjetividades diversas, que vienen a llenar un espacio vacante en el mercado, de esto las plataformas on demand, como Netflix o HBO, han sacado provecho como nadie. Siento profundamente que una tarea que nos debemos es cuestionarnos acerca de los consumos que realizamos como colectivo para poder discernir cuánto de esa diversidad que se expresa es actualmente una forma de disidencia y cuánto pasa a ser un montaje más del mundo del espectáculo y la estetización de la política. Bastante nos queda por preguntarnos en torno al arte, el capital y aquello que pretendemos construir como disruptivo. Si no discutimos profundamente el consumo y la estandarización que nos propone el mercado, corremos el riesgo de quedar anclades en la escenografía y la celebración; en la diversidad como una plataforma suavizada para el marketing de productos diferenciados, en barrios donde se tolera la diversidad porque es parte del circuito comercial, en clubes nocturnos diversos pero con ofertas equivalentes en los más remotos sitios, o peor, en marchas de la diversidad como parte de la agenda cultural institucionalizada, otro carnaval para el turismo urbano de masas.


Cada vez más y, afortunadamente, hay posiciones y perspectivas en geografía que apuntan a la extinción del binomio ciencia y arte, como términos aislados cuya relación solo podía pensarse desde tensiones y distensiones. Cada vez más nos damos cuenta de cuánta ciencia hay en el arte y cuánto arte hay en la ciencia. Sin embargo, la academia todavía parece resistirse a los productos no textuales como resultados de investigación. Aunque uno estudie arte, tiene que escribir sobre él, tiene que producir un texto. ¿Qué opina al respecto? ¿Cree que es posible hacer una tesis de geografía que sea una obra de arte?

Afortunadamente, el binomio ciencia y arte está mutando hacia una situación cada vez más híbrida. Esto se da en parte por una apertura hacia temáticas más amplias abordadas por distintas ciencias y una predisposición hacia la contemplación y análisis de aspectos que incurren en la esfera de lo sensible. Considero que tal cambio reside también en la predisposición de la comunidad científica a reconocer que la ciencia puede ser tan subjetiva u objetiva como el arte. Este cambio, como bien expresan, se da en menor medida en virtud de lo que normalmente se considera una producción científica acabada. Sin embargo, creo que incluso allí hay un desplazamiento, hay indicios de búsquedas por rescatar otras formas de organización del saber que estén más allá de la escritura, al menos en las ciencias humanas, que son las que habito. Evidentemente, no todo puede ocurrir de pronto, más bien sucede de una forma elástica, con pasos no siempre seguros. En la tesis de grado que realicé con Lucía, la imagen era tan importante como el texto, no simplemente la presentación, sino la producción, administración y reflexión en torno a ellas.

Sobre si es viable hacer una tesis de geografía que sea una obra de arte, creo que esto dependerá de la existencia de un contexto favorable. Es interesante pensarlo potencialmente en tanto desafía lo legítimo acerca de la producción de conocimiento. Quizás todavía se ve al arte como un ejercicio más relajado que el hacer académico, de hecho, algunes ni siquiera lo consideran un trabajo legítimo. Hay en esa desvalorización una torpeza enorme. Dejando de lado la esfera comercial, para que la obra de une artiste se torne culturalmente significativa o bien sea significativa dentro de su carrera, debe residir en ella un gran potencial de síntesis en función de un universo intelectual, experimental y sensible que vuelve posible esa producción. Aun así, particularmente considero que siempre hay una instancia textual, incluso cuando se está elaborando una composición visual, plástica o sonora, hay escritura en forma de memoria conceptual, de proyecto expositivo, de crítica, de manifiesto u otros formatos que también son parte de la propuesta. Por otro lado, creo que el lenguaje científico es sobre todo argumental y en el caso del arte esto puede suceder o no, a veces la obra solo propende a la afectación de lxs espectadrxs y a una interpretación más abierta. Más allá de ello, juzgo significativo que en la producción de conocimiento científico se contemplen y ponderen otras formas de organización y presentación de las investigaciones, no sé si prescindiendo completamente del texto, pero al menos sí discutiendo su hegemonía. Incluso esa presentación puede ser textual, pero con un matiz poético o literario, digo ello para no dejar de lado a la escritura como medio de expresión artístico.


La geografía tiene una larga y compleja tradición en relación
con el uso y producción de imágenes, de hecho, algunes autores afirman que la geografía es una disciplina visual: ¿cómo se entraman en tu trabajo de investigación y artista estos dos componentes?

Hasta hace pocos años me encontraba en un verdadero conflicto de identidad ; por un lado, estudiaba geografía y, por el otro, trabajaba en arte. Esto me llevaba a pensar que estaba atentando contra mi propio futuro, como un completo despropósito o una pérdida de tiempo y energía. Con el tiempo superé esa dicotomía, tomando cierta distancia pude vislumbrar que ambas profesiones eran compatibles y que justamente en la amalgama de ellas residía mi potencial.

Lo visual y la geografía viene siendo una constante en torno a mi devenir expresivo-intelectual, por decirlo de algún modo. Indagar en torno a la cultura visual es algo que me apasiona, y tengo la suerte de poder hacerlo a la vez como productor y consumidor de visualidades. Dentro de las categorías tradicionales de la geografía, el paisaje fue y es mi punto de partida y llegada, siempre estoy girando alrededor del paisaje. Me interesa la dimensión estética que el concepto y su genealogía me permiten abarcar. Creo que esto se expresa bien tanto en mis productos de investigación como en mis obras.

En el transcurso de la carrera de grado, algunes autores resultaron fundamentales, porque me ayudaron a consolidar un corpus teórico que sirvió de plataforma de pensamiento para mi desarrollo profesional tanto en la academia como en la experimentación plástica. Solo por nombrar algunos: La condición de la posmodernidad, de David Harvey ; Mirar y Modos de ver, de John Berger ; varios textos de Agustín Berque, Denis Cosgrove, John Jackson, Perla Zusman, Alicia Lindón, Verónica Hollman, Santiago Llorens, Javier Maderuelo, Nicholas Mirzoeff, Susan Sontag, Joan Nogué, Manuel Delgado, Didi Huberman, Harun Farocki y Alain Roger ; Terrain Vague, de Ignasi Solá Morales ; Muerte entre la abundancia, de Don Mitchell ; el libro Las trampas de la naturaleza, de María Carman ; Instantáneas y Escenas de la vida posmoderna, de Beatriz Sarlo ; Arquitectura en la Argentina del siglo XX, de Liernur ; La estetización del mundo, de Lipovetsky y Serroy; y Los ojos de la piel, de Juhani Pallasmaa. Siento que varios de estos nombres resultaron de gran ayuda para orientar mis objetivos y construir un punto de vista personal en relación con la geografía y, en particular, sobre la dimensión visual. Es necesario, de vez en cuando, hacer cierto recuento, como una genealogía de nuestro pensamiento, creo que esto nos ayuda a comprendernos en diferentes escalas sobre las decisiones que tomamos a la hora de ejercer nuestra profesión.

Con el acompañamiento de estas y otras lecturas, sumado a otras formas del conocimiento que están más allá del texto, es que pude explorar temas de mi interés a la luz de una reflexión geográfica. Entre estas cuestiones aparecen fuertemente el arte urbano, los terrenos baldíos y las ruinas industriales, la arquitectura como espectáculo, la turistificación del espacio urbano, el ocularcentrismo en la cultura occidental, la publicidad en relación con el desarrollo inmobiliario, los renders en la arquitectura y el urbanismo, el devenir de la ciudad en función de programas y estilos arquitectónicos a través del tiempo, las imágenes técnicas y las prácticas del habitar contemporáneo. En todas estas aproximaciones a diferentes problemáticas, casi siempre urbanas, se ensamblan componentes geográficos y artísticos, en todas ellas incurro a una reflexión sobre lo visual. Creo que hay un solapamiento de dimensiones que me hace imposible distinguir mi práctica artística y mi vocación como investigador en geografía.


Vemos que en tu trayectoria colaboras con revistas científicas, investigadores, tesistas y otros ámbitos académicos en la producción de imágenes: ¿qué criterios tomas a la hora de componer estas imágenes y trabajar en estas colaboraciones?

En primera instancia, siempre evalúo si soy capaz de realizar el trabajo que me proponen. En general, suelo tener bastantes ideas y diferentes estrategias para afrontar temas variados, tan variados como la geografía. A veces, los contenidos pueden ser limitantes cuando tratan problemáticas muy complejas o específicas, cuestión que dificulta las posibilidades a la hora de pensar su representación. Considerando que las imágenes que suelo realizar corresponden a flyers, logos, portadas de revistas, libros y tesis, la capacidad de síntesis es también otro desafío.

Para estos trabajos, generalmente, entro en contacto con les interesades y les pido que me cuenten de qué se trata la propuesta, cómo surge, en qué contexto y cuál es el formato final de esa producción. Seguido de esta etapa, si es posible, les solicito el material escrito de lo que pretenden ilustrar, sobre todo para poder ahondar en la información que presenta y darme un espacio personal para la reflexión y la tarea de imaginar. Una vez que pienso potenciales imágenes, realizo bosquejos, y las propongo a les autores o los equipos de trabajo. Yo sugiero y espero una devolución para poder continuar con el diseño. En estos casos trabajo con collages en formato digital, porque tengo mayor margen para corregir detalles y modificar las composiciones. Sin embargo, esto no siempre es así, soy multifacético en mi expresión visual, aparte de collages analógicos y digitales también produzco fotografías, montajes, dibujos y pinturas. En cada caso, evalúo cuál lenguaje es más apropiado para el tema en cuestión; obviamente allí también entra en juego la apreciación estética de quien demanda la imagen. Entre las producciones de portadas no puedo dejar de destacar las que realizo para la Revista Cardinalis desde el año 2016, editorial dependiente del Departamento de Geografía de la UNC.

A modo de anécdota: en 2020 mi amiga y colega Magali Chanampa, me encargó la portada de su tesis doctoral. Ella investigaba acerca de los barrios informales en Comodoro Rivadavia, Chubut, nuestra ciudad natal. Al inicio no sabía bien cómo construir la imagen porque sentía que una producción digital no haría justicia a la materialidad de lo que quería representar y mucho menos a la afectividad que nos generaba el tema, por haber nacido y habitado tanto tiempo en esas espacialidades. Entonces, un día, me puse a experimentar con materiales en casa, pensando en los paisajes de los barrios populares del sur, en lo vernáculo de sus calles, de las arquitecturas, y di con la idea de que sería más interesante construir algo artesanalmente. Improvisé maquetas de pequeñas casitas con mis manos, pero antes de ello salí a la calle en busca de materiales de destacarte: basura, restos, retazos de lo que hay, de lo que se encuentra, para construir de igual manera que quienes levantan sus viviendas en tales condiciones de precariedad, como tantas veces habíamos visto. De ese juego infantil nació un caserío al que fotografié para finalmente realizar un montaje digital con un fondo que hacía alusión a las mesetas patagónicas y al viento y los cielos de Comodoro. Mi trabajo estaba terminado.


Recientemente ganaste un premio por la obra “El fin del territorio” (2021), ¿podrías hablarnos un poco sobre este cuadro, sus inspiraciones y búsquedas?

El fin del territorio es la obra más grande que realicé hasta el momento, se trata de un cuadro de 1 x 1,5 metros cuya composición logré a partir de una técnica mixta de acrílico, tinta y papel sobre un bastidor de madera. Con ella gané un premio adquisición en el salón: 14° Premio de Pintura Bancor. Actualmente la obra pertenece a la pinacoteca del Banco de Córdoba. Es, sin duda, una pintura compleja en cuanto a su construcción, con muchas capas e infinitas horas de trabajo dedicadas a una labor minuciosa y detallada, obsesiva. El aspecto global de esta imagen se me presentó una y otra vez a lo largo de todo el 2020, pero como me encontraba escribiendo la tesis de grado y al mismo tiempo el aislamiento y la situación económica no me permitían buscar y comprar todos los insumos que requería, tuve que esperar al 2021 para poder realizarla.

Conceptualmente, la obra trata de las formas del habitar contemporáneo y la mediación que ejercen las imágenes técnicas en nuestras prácticas cotidianas. Quería, de algún modo, tornar visible el carácter excesivo de la circulación de imágenes e informaciones a la cual nos vemos expuestes a diario. Cuestión que la pandemia vino a acrecentar de forma decisiva. Obligades a la soledad y la conexión masiva, sentía que se incrementaba de forma exponencial la dispersión que generan las pantallas individuales y ese encadenamiento forzoso de la mirada con los dispositivos móviles. Todo ello resonaba en mi cabeza y vino a transformarse en una estética glitch, que es el aspecto que adquiere la obra en su conjunto cuando se la observa a distancia.

En el 2020 había leído y releído algunos textos que sirvieron de plataforma conceptual para teorizar y pensar lo que luego presenté como El fin del territorio. Entre esos textos debo destacar: Paisajes posurbanos, de Massimo di Felice ; El universo de las imágenes técnicas, de Vilem Flusser ; Fake news, trolls y otros encantos, de Ernesto Calvo y Natalia Aruguete ; La expulsión de lo distinto, de Byung-Chul Han ; El accidente original, de Paul Virilio ; Volverse público, de Boris Groys; y Todas las imágenes del consumismo, de Stuart Ewen. Ese universo de lecturas, entre otras que quizás no recuerdo en este momento, me otorgaron un bagaje de pensamiento que de alguna manera orientó y modeló la composición del collage.

¿Qué sucedería si pudiera retener y coleccionar todas las imágenes técnicas que se me presentan a diario? ¿Qué magnitud tendría esa colección? ¿Qué aspecto tendría? En El fin del territorio, podemos pasar largo tiempo observando pequeñas porciones de imágenes, escenas sueltas que se encadenan una a otra con cierto encanto y velocidad. Propensión a ver y seguir viendo. Creo que la obra se sostiene en ese efecto preciosista que lleva a querer recorrerla y estar siempre en búsqueda de algo, de algo más. Tal como sucede con nuestro consumo diario de imágenes en las redes, esa visión binge watching que nos tiene intranquiles, ansioses, que nos desvela, nos interrumpe, nos distrae y nos dispersa.

Resulta interesante pensar cuánto somos capaces de ver. La mirada es culturalmente aprehendida y, por tanto, su vínculo con las imágenes está mediado por el contexto social, político, económico y, por cierto, tecnológico. Soy una persona que consume dibujos animados, y me llama poderosamente la atención cómo desde que yo era niño hasta el presente se dio una enorme mutación en la velocidad y los tiempos de duración de las animaciones. Normalmente, en los años noventa, la mayoría de los dibujos duraban entre veinte y treinta minutos por capítulo, hoy es común encontrar episodios de diez minutos o menos en numerosas series para niñes y adultes. En ese tiempo no solo se condensa una historia compleja, con su principio, nudo y desenlace, sino que, generalmente, se dan saltos bruscos entre una secuencia y otra, un ir y venir de escenas y personajes, acompañados con diálogos cada vez más eclécticos. Igual complejidad podemos encontrar en los videojuegos y la creciente estimulación óptica a la que se ven expuestes les jugadores. No hace falta explayarse sobre las redes sociales que todes utilizamos y conocemos. Parece que siempre estamos llegando a un límite de la capacidad del ojo, pero año a año ese límite se dilata, incorporamos más y más imágenes a nuestra vida diaria. La mediación tecnológica nos demanda atención, comprensión y aprendizaje. Navegamos de una plataforma a otra constantemente, trabajamos a doble pantalla, miramos una película mientras estamos pendiente de las redes, nos interrumpimos al hablar y desviamos la visión hacia el dispositivo móvil, consumimos series hasta el hartazgo, vivimos en la novedad, en el titular, en la exposición, en la vigilancia, en la foto.

Más allá de la tecnofobia o la tecnofilia que nos provoque esta situación, debemos hacer notar la explotación intimista y emocional que ejercen las pantallas, el sensacionalismo político que producen, la sobredimensión del entretenimiento y el espectáculo, la omnipresencia de la publicidad y el tiempo que nos demanda la producción de nuestra propia imagen en las redes, el diseño de sí por decirlo en términos de Groys. Por último, nos queda pensar cómo es que cuando todo se detuvo en el territorio fue en estas espacialidades en donde el mundo encontró refugio ante el aislamiento, y al mismo tiempo fue en la existencia de las plataformas y las redes en donde la reproducción del sistema pudo continuar su curso sin grandes complicaciones. Si la inmovilidad no estuvo ni cerca de ser un obstáculo a la pulsión frenética del capitalismo, entonces ¿qué territorios habitamos?


Para la tapa del dossier realizaste un collage digital: podrías compartirnos un poco el concepto y objeto de esta imagen.

Cuando me convocaron para realizar la gráfica del dossier me sentí un tanto movilizado. Personalmente, me cuestioné si correspondía que yo realice la ilustración o por qué yo en particular. No voy a negar que me costó pensar cómo sintetizar en una imagen un conjunto de apuestas políticas, discursividades y denuncias que el dossier está poniendo en discusión y en evidencia. Pero acepté, y luego de varias deliberaciones sobre si apelar a lo figurativo o volcarme hacia la abstracción, opté por construir la imagen que aparece en la portada.

Es un collage digital que recurre a numerosos elementos icónicos de diferentes luchas que se gestaron dentro de las corrientes feministas. Asoman así un conjunto de discursos, proclamas, lemas y banderas que a lo largo del siglo XX y XXI han tomado por asalto al patriarcado y la hetero-cis normatividad. Si bien muchas veces soy crítico de las pretensiones de universalidad de determinados logotipos y consignas, también soy consciente de la necesidad de construir dispositivos culturales capaces de tornar legible y reconocible una lucha particular. Por ello intenté que en estos recursos se reflejara un poco de la historia reciente de los reclamos feministas en nuestro país, pero también haciendo extensible el panorama a otros tiempos y geografías; y otras militancias que también son válidas a la hora de hablar de disidencia, diversidad y de grupos abyectos de la normalidad social. Creí que resultaría potente, y sobre todo conveniente, construir una imagen que sea accesible a la comprensión de todes y en la que puedan integrarse y sentirse identificadas numerosas subjetividades y devenires. Como una caja con sorpresas, o como una piñata que explota, aparecen en escena estas corporalidades con sus reclamos, para hacer ruido y provocar un oleaje en un espacio de apariencia neutral, monótono y estático.

Agradezco mucho la invitación a participar de esta publicación porque considero importante seguir reflexionando acerca de nuestras prácticas como colectivos, pensadores, investigadores, docentes y artistes en virtud de los temas que nos convocan. Me parece necesario sostener la lucha en muchos aspectos y hacerlo más allá de la militancia por el derecho positivo, esto es, no solo reclamar leyes. Porque bien sabemos que todavía existe una brecha enorme entre las garantías que ofrece una ley y lo que efectivamente sucede con nuestros cuerpos, nuestras identidades, en todos los ámbitos de aquello que venimos a llamar realidad. Por último, algo que remarco toda vez que resulta posible, es el hecho de no regalar las conquistas sociales a los grandes nombres de la historia política del Estado porque cuando así sucede, pareciera que estas fueran más una voluntad de ánimo y predisposición de algunes que tienen el poder para decidir sobre muches, que no el resultado de un enfrentamiento constante y colectivo de infinitas multiplicidades que hacen a nuestros movimientos, y en donde se pone en juego el pensamiento, los afectos, el trabajo, la integridad física, la salud mental, y en suma, la vida en todas sus dimensiones.

Para ver más obras de Vicente pueden consultar su página de IG: @vicente_girardi_callafa

Bibliografía

»Benjamin, W. (2009). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Traducción y presentación de Bolívar Echeverría. Rosario: Prohistoria.

»Didi-Huberman, G., Chéroux, C., y Arnaldo, J. (2018). Cuando las imágenes tocan lo real. Madrid: Círculo de Bellas Artes.

»Massey, D. (2008). Pelo espaço: uma nova política da espacialidade. Bertrand Brasil.

Vicente Girardi Callafa / pvgc.awake@gmail.com

Nació en Comodoro Rivadavia, Chubut, actualmente reside en la ciudad de Córdoba. Es licenciado en geografía, egresado de la UNC, y becario doctoral del CONICET, con lugar de trabajo en el IECET. Se encuentra cursando el Doctorado en Geografía en la Universidad de Buenos Aires. Desde 2007 se desempeña en diversas expresividades artísticas, principalmente visuales, destacándose en el collage, el dibujo y el arte digital. Durante su carrera académica-artística realizó estudios ligados a una perspectiva cultural-crítica, profundizando en temáticas que establecen nexos y tensiones entre arte, estética, geografía, arquitectura y urbanismo.

Carolina Paula Ricci / carolina.ricci@unc.edu.ar

Es licenciada en Geografía por la Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente, es becaria doctoral del CONICET, con lugar de trabajo en el IECET (FCC-UNC-CONICET). Realiza su doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, así como la especialización en Enseñanza de las Ciencias Sociales en la FFyH, UNC. Es profesora asistente de las cátedras de Curso de Nivelación, Introducción al Pensamiento Geográfico y Epistemología de la Geografía. Sus investigaciones y campo de intereses versan en torno a las geografías culturales, visuales, históricas e historia de la geografía. Participa de equipos de investigación, discusión y estudios en la UNC y UBA.

Mariana Lamego / marilamego@gmail.com

Es profesora asociada del Departamento de Geografía Humana y del Programa de Posgrado en Geografía de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Es coordinadora del Centro de Estudios e Investigaciones sobre Espacio y Cultura (NEPEC-UERJ). Es editora de la revista Espaço e Cultura. Desarrolla investigaciones en el campo de la historia disciplinar con énfasis en el papel desempeñado por las mujeres geógrafas, el multilingüismo y las políticas de localización de los congresos internacionales de geografía. Actualmente es Profesora Visitante en el Departamento de Geografía de The Royal Holloway, Universidad de Londres, becada por The British Academy.


1 Premio Adquisición en el 9° salón de pintura de pequeño formato ARP 2022. Río Cuarto (2022); Premio Adquisición en la categoría Arte joven del 14° Premio de pintura Bancor. Córdoba (2021); Mención especial. 8° Encuentro de Paisaje. Santa María de Punilla. Fundación Confines (2018); Mención especial. 10° Salón de Pequeño Formato de Artes Visuales. Cosquín. Escuela superior de artes Emilio Caraffa (2018); Premio adquisición. 7º Encuentro de paisaje. Santa María de Punilla. Fundación Confines (2017); Premio Adquisición por parte del FNA y la municipalidad de Puerto Madryn. Encuentro de arte contemporáneo Poética Móvil (2011); Premio Incentivo a la Formación. 3° Encuentro de Artes Visuales de la Patagonia. Comodoro Rivadavia (2011).

Figura 1. Colapso histórico, 2022.

Figura 3. Improvisaciones en pandemia, 2020.

Figura 2. Metazoos, 2020.

Figura 4. Esperanza, 2021.

Figura 5. Espacio cero, 2022.

Figura 6. Tesis doctoral de Magali Chanampa, 2020.

Figura 7. Trabajando en El fin del territorio, 2021.

Figura 8. El fin del territorio, 2021.

Figura 9. Vicente junto a El fin del territorio, 2021.