Roberto Lobato Corrêa
Departamento de Geografia, Instituto de Geociências, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
Publicación original: Corrêa, R. L. (2019). Tempo, Espaço e Geografia – um ensaio, Revista Brasileira de Geografía, 64(1), p. 285-294.
Traducción: María Laura Silveira.
Tiempo y espacio son elementos para la existencia de procesos y formas generados tanto por la naturaleza como por la acción humana. Sin tiempo y espacio nada existe ni se reproduce. Ambos han sido objeto de la física, de la filosofía y de otros campos del conocimiento, pero recibieron relativamente escasa atención de los geógrafos, a pesar de que la superficie de la Tierra –morada del Hombre– es una notable expresión de la acción del tiempo y del espacio. El presente ensayo busca resaltar algunas conexiones entre tiempo, espacio y geografía, basándonos muy especialmente en literatura producida por geógrafos. Por lo tanto, se trata de un ensayo dirigido fundamentalmente a los geógrafos.
La figura 1 describe un conjunto vertical y horizontal de conexiones entre tiempo y espacio. El esquema detalla los desdoblamientos a partir del tiempo y del espacio (vertical) y las expresiones resultantes de las relaciones entre tiempo y espacio (horizontal). Éstas indican la existencia de una unidad entre tiempo y espacio manifestada en pares.
Figura 1. Tiempo y Espacio – un esquema.
La unidad entre tiempo y espacio emerge al considerarse que el tiempo es movimiento y el espacio es pausa. El movimiento no es ininterrumpido, habiendo interrupciones, es decir, pausas en las cuales se crean formas, cristalizaciones. Si el movimiento no sufriese interrupciones, por minúsculas que sean, no habría creación de nada. El movimiento es equivalente al proceso y éste genera la forma. Si el proceso no genera una forma entonces deja de ser una posibilidad y no se realiza, ya que la función básica del proceso es la creación de la forma. A su vez, ésta sólo puede existir como creación de un proceso. En otros términos, el proceso genera una forma y ésta es creada por el proceso. Tiempo-movimiento-proceso implica producción mientras que, por su parte, espacio-pausa-forma implica organización. Producción y organización son las dos caras de la misma moneda. Es un equívoco afirmar, en cada uno de estos pares, que un elemento es mejor o superior al otro. Pero si conceptualmente tiempo y espacio son inseparables, analíticamente pueden ser separados, considerándose que, si existe una unidad entre los dos, permitiendo relaciones entre ambos, hay también una relativa autonomía entre ellos. Relaciones y autonomía relativa son propiedades de todos los seres, de cualquier formación material.
Tiempo y espacio involucran procesos y formas de la naturaleza y de aquellos socialmente producidos. El movimiento y la pausa califican la existencia y la reproducción de los procesos y las formas, permitiendo hablar de temporalidad y espacialidad. Estas últimas están interrelacionadas, pero, como guardan una relativa autonomía, pueden ser analizadas separadamente.
Temporalidad
La temporalidad se refiere a los atributos asociados al tiempo. Así, alude directamente al movimiento y a los procesos, aunque relacionándose a la pausa y a la forma. La temporalidad está, de ese modo, manifestándose en la espacialidad. Tres atributos pueden caracterizar, al menos, la temporalidad: creación, desarrollo y transformación. No se trata de una transposición pura y simple de atributos de la biología, especialmente si consideramos el espacio, visto como locus de la acción humana. En realidad, las relaciones entre tiempo social y espacio social son muy complejas y no muestran una relación nítidamente lineal. En la temporalidad humana existen procesos de resiliencia y regresión que, a su vez, afectan la espacialidad.
La creación involucra agentes sociales y contexto creativo. Los agentes sociales crean espacios en sus diversas manifestaciones, es decir, el paisaje, la región, el territorio, el lugar y las redes. Los agentes sociales son históricamente construidos, estando incluidos en un tiempo histórico determinado, aunque puedan existir tiempos históricos específicos en el mismo tiempo y espacio empíricos.
Mercaderes de esclavos y capitalistas son ejemplos distintos, que han desarrollado actividades generadoras de espacialidades igualmente distintas. Los propietarios de tierras, especialmente los grandes latifundistas, y los promotores inmobiliarios son también importantes agentes sociales. Tanto las grandes corporaciones multinacionales y multi-localizadas como el Estado se inscriben asimismo entre los agentes sociales relevantes. La fuerza de trabajo, es decir, operarios, trabajadores sin tierra y empleados del comercio y servicios –dejados de lado en la literatura sobre el tema– son también agentes creativos, no por medio del capital sino del trabajo. La variedad de agentes sociales y, por ejemplo, la posibilidad de que un industrial se vuelva además propietario de tierras o promotor inmobiliario no agotan una tipología de agentes rica y permeable. Sin embargo, es importante resaltar que esos agentes tienen intereses variados y mutables, ejercen prácticas espaciales y establecen relaciones entre sí. De ese modo, los agentes sociales no pueden metamorfosearse a través de la mano invisible del mercado –esa abstracción escamoteadora– ni tampoco por un Estado hegeliano, omnisciente, omnipresente, justo y correcto o por un capital abstracto, genérico, destituido de relaciones sociales. Tampoco pueden desconsiderarse las tensiones y los conflictos entre agentes, particularmente entre aquellos que tienen poder y aquellos que venden su fuerza de trabajo.
La acción de los agentes sociales se realiza en un contexto creativo dado, en un genius tempore dado. La formación social es expresión de un determinado tiempo histórico espacializado que involucra el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales, pero, en su ámbito, es necesario considerar la singularidad de cada lugar, favorable o no a la creación por parte de los agentes sociales. Existe así un genius loci. Los recursos naturales, la tradición cultural y las infraestructuras heredadas del pasado pueden crear posibilidades locales para la acción de los agentes sociales. La naturaleza de las elites locales o de la fuerza de trabajo desempeña un papel significativo en el proceso creativo local.
El movimiento presupone cambios en los procesos y formas desde la creación hasta la transformación. Hacer inteligibles estos cambios ha sido una preocupación permanente de filósofos y científicos. Los geógrafos se preocupan por los cambios en la organización del espacio y, por esa razón, fueron elaboradas diversas interpretaciones. En este sentido, el debate es rico y sugiere reflexiones sobre las causas, los agentes, los medios y los impactos de los cambios. ¿Los cambios son lineales, repetitivos para todos los procesos y formas o son específicos de cada proceso y forma? Los modelos sobre desarrollo regional, evolución, transportes terrestres y marítimos o mercados periódicos son ejemplos del primer tipo de interpretación del cambio, así como lo es la visión sobre la evolución del uso del suelo en la ciudad capitalista. A esta perspectiva, que ha despertado el interés de la planificación urbana y regional, se opone aquella visión calcada en el desarrollo propio de cada proceso, forma y lugar, o sea, la unicidad no repetible de cada proceso, forma y lugar. A las leyes y modelos se opone la visión excepcionalista, que también se opone a la perspectiva del materialismo histórico y dialéctico, calcada en la concepción del desarrollo desigual y combinado, pero que avanza poco en lo que se refiere al modo en que esto se hará efectivo. De cualquier manera, es una cuestión abierta.
Procesos y formas exhiben un límite en el tiempo en relación a su existencia y reproducción. Así se transforman, generando otras formas, o desaparecen. En lo que se refiere a la organización del espacio, la transformación es compleja. Residuos verificados arqueológicamente o ruinas señalan transformaciones que alteraron profundamente la organización del espacio. La memoria de grupos sociales distintos revela, por un lado, aspectos selectivos de esa organización espacial y, por otro, puede incluir una sobrevida marginal, en la cual la inercia garantiza la existencia de formas insertas marginalmente en la sociedad. Ciudades muertas o ciudades decadentes son algunos ejemplos. A su vez, los patrimonios históricos resultan del esfuerzo direccionado a transformaciones para algo de valor simbólico, muchas veces reinventando el pasado.
La refuncionalización de formas creadas en el pasado, atribuyéndoles nuevas funciones diferentes de las originales, es un modo muy frecuente de transformación. Los ejemplos son numerosos: fábricas o estaciones ferroviarias transformadas en shopping centers o museos y cines transformados en templos, por mencionar algunos. El resultado es el surgimiento de un paisaje constituido por formas modernas y antiguas, aunque con funciones modernas.
Creación, desarrollo y transformación definen la temporalidad, el tiempo en su movimiento. ¿Cuál es el interés del geógrafo por el tiempo? Pensamos que el geógrafo puede interesarse por el tiempo al considerar temas que no son mutuamente excluyentes: herencia, memoria, proyecto, inscripción y trayectorias. La herencia atañe a las formas espaciales heredadas del pasado, sea por inercia, sea por refuncionalización. Las ciudades, particularmente las grandes, muestran áreas que son herencias que expresan la historia y la geografía de esas ciudades. La memoria hace alusión a lo que está en la mente de aquellos que vivieron el pasado. Hay varias memorias, todas selectivas. El proyecto a su vez concierne a las obras concebidas y planeadas, pero no ejecutadas. Su estudio puede sugerir una visión imaginada de lo que podría ser aquella organización del espacio. La inscripción constituye un análisis sincrónico de una sección del pasado, considerando la organización espacial de una determinada área; en otras palabras, como si fuese una geografía regional del pasado. Una cuestión que emerge es la de cómo estudiar esa área en el pasado: en una perspectiva calcada en la eucronía, es decir, viendo el pasado a la luz del pasado, o en la perspectiva de la anacronía, esto es, viendo el pasado a la luz del presente, perspectiva que parece ser más viable. Finalmente, la trayectoria consiste en considerar el recorrido que una determinada organización del espacio siguió desde su creación. Se trata de un análisis diacrónico, largo, que requiere el uso de fuentes distintas y a veces no comparables. Dos temas aparecen en esa perspectiva. El primero es el de la difusión espacial, un proceso espacio-temporal en el cual un ítem, sea éste económico, social o político, se irradia a partir de un foco inicial. Los frentes de poblamiento y la expansión de un determinado cultivo son ejemplos consagrados. El segundo es el de la periodización del espacio, un esfuerzo para establecer periodos para un determinado espacio, una ciudad, una red urbana o una calle. Los periodos dividen el espacio en tiempos relativamente homogéneos, cada periodo describiendo la historia y la geografía del área bajo análisis.
Espacialidad
La acción humana se realiza sobre un espacio diferenciado, primeramente, por la naturaleza y enseguida por el propio ser humano. Diferenciación espacial es el primer concepto asociado a la espacialidad, que sólo puede ser pensada en el ámbito de un espacio heterogéneo. En un espacio totalmente homogéneo no es posible referirse a la espacialidad. Ésta, a su vez, es central para la Geografía, mientras que la temporalidad lo es para la Historia.
Los elementos que, articulados, permiten hablar de espacialidad son: localización, escala, orden espacial e interacciones espaciales. Todos ellos forman parte de la tradición de investigación en geografía y pueden ser considerados bajo diferentes bases teóricas y metodológicas, no habiendo en tesis ninguna conexión inequívoca y única entre cualquiera de los cuatro elementos señalados y una determinada matriz teórica y metodológica.
La localización constituye uno de los temas centrales en geografía. Pueden encontrarse numerosos esquemas teóricos sobre localización en la agricultura, la industria, el comercio y los servicios, la ciudad y la red urbana, las diferentes clases sociales y otros aspectos. Desarrollada en base al pensamiento calcado en el positivismo y en teorías económicas neoclásicas, la localización puede ser considerada bajo otras perspectivas y éste es un punto que puede ser profundizado.
Es a partir de una localización que el ser humano se fija, produce y organiza el espacio y establece interacciones espaciales entre localizaciones. Producto, medio y condición de existencia y de reproducción, la localización resulta de la acción de diversos agentes sociales, desde comunidades primitivas a grandes corporaciones y al Estado. La localización se vuelve, en sí misma, objeto de inversiones para fines lucrativos, ingresando así en la esfera de la acumulación de capital. De tal modo se torna una mercadería muy especial, dotada de valor de uso, de valor de cambio y de valor simbólico.
La localización puede ser absoluta, relativa o relacional. La primera se refiere al lugar donde una determinada actividad o el propio ser humano están fijados. Se trata del sitio, esa noción tradicional en geografía definida por la latitud y la longitud o por una dirección formal. Presupone la apropiación de un segmento del espacio, habitualmente transformado en propiedad privada. La localización absoluta, además, es la primera referencia identitaria del individuo o de la empresa. Pero la localización no se encuentra suelta en el espacio. Se vincula a una de las vías, caminos rurales, carreteras, calles y avenidas, cerca o lejos de plazas o intersecciones. De esa manera, la localización se beneficia de mayor o menor accesibilidad y, en consecuencia, tiene un carácter relativo. Además, la localización tiene un carácter relacional, es decir, mantiene relaciones con la naturaleza social de áreas próximas o distantes. Está en el centro, en la periferia, en una zona de transición o en un sector de buenas condiciones de infraestructura y de alto nivel social o enclavada en una favela. Más que la localización absoluta, el carácter relacional de la localización define la identidad de su ocupante y confiere a la localización mayor o menor valor de uso, de cambio y simbólico.
La localización puede ser vista también bajo otros prismas. Localización residual y localización refuncionalizada son algunas de las posibilidades. La primera se refiere al hecho de que los factores de localización cesaron, pero las actividades permanecen en el lugar pues aún se tornan viables en aquella localización en virtud de la fuerza económica de la actividad o de la imposibilidad de traslado por parte de su ocupante. La segunda consiste en la manutención de formas antiguas con nuevas funciones. La refuncionalización del lugar tiene equivalencias en el proceso denominado invasión-sucesión.
La localización se puede asociar a un cuadro económico y social de abandono o de decadencia. Se trata de la localización marginalizada, muchas veces expresada en paisajes ruiniformes. Finalmente, la localización emergente, en áreas de expansión del ecúmeno o en áreas de expansión urbana, constituye otro tipo de localización; temática siempre promisora para hacer inteligibles las complejas y mutables relaciones entre tiempo y espacio.
El término escala es polisémico, siendo empleado ora para medir la intensidad de un movimiento sísmico, ora para medir la temperatura o, inclusive, el tiempo cronológico, el sonido de la música o el momento de trabajo de un trabajador en equipo. Esta polisemia está también presente en la geografía. Existen diversas escalas: dimensional, cartográfica, espacial y conceptual, todas vinculadas a la espacialidad.
La escala dimensional hace alusión al tamaño de las formas espaciales, que puede ser absoluto, relativo o relacional; los dos últimos siendo de naturaleza comparativa. La escala dimensional puede ser considerada al tratar de economías internas de escala y economías externas de escala –ambas nociones utilizadas en geografía económica–. La primera se aplica, por ejemplo, a una gran fábrica siderúrgica integrada, que posee coquería, altos hornos, acería y unidad productora de bienes a partir del acero. Todas esas unidades están en la misma localización y esa integración les permite obtener ganancias. Por otra parte, las economías externas de escala o economías de aglomeración crean ventajas para diversas empresas –en general pequeñas– funcionalmente conectadas entre sí, beneficiándose de la co-presencia en la misma localización. Actividades económicas, situadas tanto aguas arriba como aguas abajo en la cadena productiva de las pequeñas empresas, garantizan ventajas al conjunto aglomerado. Calles especializadas en el comercio de autopartes, iluminación y muebles ilustran ese tipo de economía externa de escala.
La escala dimensional también se hace presente en las formas simbólicas espaciales, tales como un templo, una estatua o un memorial de guerra, ya que exhiben poder y marcan el paisaje geográfico. En las representaciones cartográficas, los objetos representados aparecen con más nitidez en los mapas en gran escala. Describen la espacialidad de un modo distinto, lo cual tiene implicaciones en la interpretación del mapa. Local, regional, nacional y global son términos que definen escalas espaciales, involucrando el alcance con que un objeto proyecta su acción y su poder de impactar sobre un determinado espacio. En la interpretación de esas escalas es necesario poner atención al cambio escalar. La interpretación de un objeto en una escala nacional no puede ser la misma que cuando este mismo objeto es considerado en escala local. De otra forma se puede incurrir en una falacia escalar, produciendo equívocos al interpretarse la espacialidad humana. Así, por ejemplo, en el caso de la localización de una fábrica, es necesario considerarla en las diversas escalas espaciales en las cuales está inscrita.
Al cambiarse de escala se cambia el objeto de análisis y, también, las bases teóricas y las interpretaciones del objeto. En ese sentido, hay objetos que sólo pueden ser pensados en una escala específica. Excelentes ejemplos son, de un lado, la red urbana y, de otro, el espacio urbano. Se trata de la escala conceptual, la cual nos alerta sobre los riesgos de interpretaciones fuera de una escala pertinente.
El orden espacial es el conjunto de localizaciones dispuesto sobre la superficie terrestre, sea una ciudad, una región o todo un país. Como conjunto, describe la organización espacial, constituyendo una compleja forma espacial, resultado de largos y también complejos procesos. Espacialidad y temporalidad están presentes en el orden espacial, aunque por medio de diversas espacialidades específicas a cada forma y de diversas temporalidades que coexisten en el mismo espacio. De este modo, el orden espacial constituye una temática importante para la investigación geográfica. Es importante resaltar que el análisis del orden espacial no puede ser visto como pura morfología, a ser ingenuamente analizada de modo descriptivo. Se trata de un análisis de la producción/organización del espacio en la cual proceso y forma están conectados, así como movimiento y pausa y, evidentemente, tiempo y espacio.
El orden espacial puede ser visto según diferentes ángulos. Uno de éstos revela si es concentrado o disperso. La concentración espacial, así identificada según una determinada escala espacial, significa alta densidad de formas espaciales y de economías de escala en el espacio. Los efectos de esta concentración pueden ser positivos, negativos o ambas cosas. La concentración es, en realidad, objeto de acción de la esfera pública y está asociada a varios modelos y teorías interpretativas, orientados a la acción. Por otro lado, la dispersión, igualmente identificada según una determinada escala espacial, resulta de la escasez de factores de localización que permitan la concentración –entre ellos, agua y suelo–, pero también del modo por el cual un grupo social se apropia y organiza el espacio. Como la concentración, la dispersión es también objeto de políticas públicas.
Concentración y dispersión pueden constituir órdenes espaciales continuos o discontinuos, según procesos distintos de apropiación generalizada o selectiva del espacio. Las razones pueden ser complejas, pero la temática es significativa para tornar inteligible la organización/producción del espacio. El orden espacial puede, inclusive, presentarse en áreas o líneas, las cuales exhiben diferentes formas, a ejemplo de la “línea colonial”, del “tablero de ajedrez” o de un modo aleatorio. A este respecto, hace ya largo tiempo, la investigación geográfica ha evidenciado patrones espaciales de poblamiento rural o urbano, los cuales se traducen en órdenes urbanos “a la entrada de la selva” o en el interior de un estuario, por ejemplo.
Los órdenes espaciales son mutables, revelando cierta permanencia. La espacialidad es mutable. Por ejemplo, ciudades de “entrada al interior semi-árido”, ciudades de “punta de rieles” o, inclusive, ciudades decadentes que se localizan próximas a las minas que se volvieron improductivas. En resumen, el orden espacial es un tema de análisis tradicional e importante de la espacialidad.
Las interacciones espaciales constituyen los eslabones que conectan las diversas localizaciones. La existencia y la reproducción de las localizaciones están aseguradas por las interacciones, las cuales garantizan las relaciones económicas, políticas y sociales de la sociedad. Parte integrante de la espacialidad, las interacciones espaciales están también inscritas en la temporalidad, en un determinado genius tempore manifiesto en embarcaciones a vela, tropas de burros de carga, diligencias, navíos a vapor y ferrocarriles, así como en la radio, televisión, aviación y modernos equipamientos de informática, y en aquello que el futuro nos reservará, haciendo más densas y mucho más complejas las redes geográficas, con múltiples circuitos, materiales o no. La distancia adquiere nuevos significados.
Las interacciones espaciales son complejas, pasibles de análisis bajo diversos aspectos, tales como distancia, dirección, intensidad, frecuencia, ritmo e itinerario. Estos aspectos impactan sobre la espacialidad, pudiendo garantizar la permanencia o la mudanza de localizaciones, de la escala espacial y de los órdenes espaciales. Como reflejo, medio y condición social, las interacciones espaciales constituyen –cada una en sí misma– temas importantes para la investigación geográfica, particularmente en el ámbito de las transformaciones que la tecnología informacional ha inducido al buscar la aniquilación del espacio por el tiempo. Se trata de una agenda cada vez más presente en la sociedad capitalista.
La temática de las redes geográficas, es decir, las localizaciones articuladas entre sí por vías y flujos, inscribe las interacciones espaciales en el ámbito de la localización, de la escala y de los órdenes espaciales. En sus versiones desprovistas de formalismo, la teoría de los lugares centrales es tal vez el mejor ejemplo. Pero hay mucho más, como por ejemplo los estudios sobre flujos de mercaderías, personas, ideas y capital. La espacialidad del ciclo de reproducción del capital, por más complejo que sea, constituye un tema para los estudios de organizaciones corporativas. La jornada para el trabajo, los desplazamientos para compras y esparcimiento son otros ejemplos, así como las migraciones y los desplazamientos realizados en itinerarios simbólicos, a ejemplo de peregrinaciones, procesiones, paradas militares y marchas de protesta.
Temporalidad y espacialidad o, en otros términos, tiempo y espacio están fuertemente interconectados. Así, el proceso de creación se manifiesta en localizaciones diferenciadas, en diversas escalas, en varios órdenes espaciales y complejas interacciones espaciales. Del mismo modo, un determinado orden espacial resulta de un proceso de creación, presentando un determinado camino de desarrollo que manifiesta una transformación dada. Significa decir que, de un lado, creación, desarrollo y transformación y, de otro, localización, escala, orden espacial e interacciones espaciales están interconectados entre sí, aunque cada uno tenga relativa autonomía. Las interconexiones son complejas, dotadas de una dialéctica, y deben ser objeto de innúmeros análisis. Este breve ensayo buscó reflexionar sobre aspectos fundamentales que involucran tiempo, espacio y geografía.
Agradecimiento al Conselho Editorial de la Revista Brasileira de Geografía, IBGE – Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística.
Roberto Lobato Corrêa/ lobatocorrea39@gmail.com
Licenciado en Geografía (Universidade Federal do Rio de Janeiro), Especialista en Geografía Regional (Université de Strasbourg), Maestría en Geografía Urbana (University of Chicago), Doctor en Geografía (Universidade Federal do Rio de Janeiro). Actualmente es profesor en la Universidade Federal do Rio de Janeiro e Investigador del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq). Há desarrollado investigaciones y publicado más de 20 libros, además de artículos y capítulos de libros sobre espacio geográfico y geografía urbana, cultura, red urbana, geografía cultural y redes. Ha recibido los siguientes premios a su labor científica: Premio Internacional de Geocrítica, Universitat de Barcelona, 2003; Premio Internacional Milton Santos, Encuentro de Geógrafos de América Latina, Montevideo, 2009; Premio Preston E. James Award, Conference of Latina American Geographers, Mérida, México, 2012 y Prêmio Manuel Correia de Andrade, Associação Nacional de Pós-graduação em Geografia, Presidente Prudente (2015).