Especialización del café en Costa Rica: panorama local de los mercados internacionales del café

Cristóbal Pérez Magaña

Programa de Posgrado en Urbanismo. Facultad de Arquitectura. Universidad Nacional Autónoma de México. México.

Enrique Montiel Hernández

Programa de Posgrado en Geografía. Instituto de Geografía. Universidad Nacional Autónoma de México. México.

Recibido: 19 de marzo de 2021. Aceptado: 19 de agosto de 2021.

Resumen

La apertura de la economía mundial en las últimas décadas ha contribuido a forjar una nueva división internacional del trabajo en la que, si bien determinados países en desarrollo se volcaron a la fabricación y exportación de manufacturas intensivas en mano de obra, otros continuaron exportando materias primas. El café es un caso emblemático de esta división geográfica, no sólo porque son países en desarrollo sus productores y países desarrollados sus consumidores, sino porque son estos últimos los que han favorecido la integración de la producción del café a los mercados internacionales. Ello ha posibilitado a los países desarrollados regular a los productores cafetaleros a través de influir ampliamente en la formación y especulación de los precios del café. En el caso de Costa Rica, abocarse a la producción especializada de café con el objetivo de obtener mejores precios y ser más competitiva ha significado una mayor participación de los productores en los procesos de comercialización, además ha implicado una mayor influencia de agentes externos, como torrefactores, comercializadores y exportadores, externalizando riesgos a los productores y la mano de obra, lo que resulta en salarios bajos, trasiego de café y elevadas ganancias para unos pocos.

Palabras clave: LIBRE MERCADO. COSTA RICA. ESPECIALIZACIÓN PRODUCTIVA. CAFÉ.

Coffee specialization in Costa Rica: local overview of international coffee markets

Abstract

The opening of the world economy in recent decades has contributed to forging a new international division of labor in which, while certain developing countries have turned to the manufacture and export of labor-intensive manufactures, others have continued to export raw materials. Coffee is an emblematic case of this geographical division, not only because its producers are developing countries and its consumers are developed countries, but also because it is the latter that have favored the integration of coffee production into international markets. This has made it possible for developed countries to regulate coffee producers by having a broad influence on the formation and speculation of coffee prices. In the case of Costa Rica, focusing on specialized coffee production with the objective of obtaining better prices and being more competitive has meant a greater participation of producers in the commercialization processes, and has also implied a greater influence of external agents, such as roasters, traders and exporters, externalizing risks to producers and labor, which results in low salaries, transfer of coffee and high profits for a few.

Keywords: FREE MARKET. COSTA RICA. PRODUCTIVE SPECIALIZATION. COFFEE.

Palavras-chave: MERCADO LIVRE. COSTA RICA. ESPECIALIZAÇÃO PRODUTIVA. CAFÉ.

Introducción

A partir del proceso de globalización, devino una nueva división internacional del trabajo que ha consistido, por un lado, en que los países desarrollados continuaron produciendo bienes y servicios de alto valor agregado, especialmente, los tecnológicos y financieros. Por otro, en que los países en desarrollo no solo persistieron en la exportación de materias primas y recursos naturales, sino que algunos se volcaron, además, a la producción y exportación de bienes intensivos en mano de obra, como las manufacturas (Arceo, 2009).

En el caso de los procesos de producción y comercialización del café, estos se insertan en la nueva división internacional del trabajo como una cadena de valor impulsada por los compradores y caracterizada por el control de los grandes minoristas, los fabricantes de marca y comercializadores (Gereffi, 2001). Como consecuencia, dichos procesos se dividen internacionalmente entre los países desarrollados, cuyos poderosos torrefactores,1 comercializadores y especuladores dominan el mercado, y los países en desarrollo, quienes producen el café a partir de las especificaciones del comprador como en el caso de Costa Rica.

Antes de la apertura comercial y de la inserción de la producción del café como cadena de valor controlada por los grandes compradores, los países productores ejercían control sobre la cadena de valor cafetalera regulando los precios del café a través del control de la oferta. Una vez liberados los mercados, los productores dejaron de tener influencia en los precios, al tiempo que los grandes torrefactores, comercializadores y especuladores pasaron a controlar la cadena de producción y consumo y, por tanto, los precios y la distribución de la renta. En este aspecto, surge la pregunta: ¿cómo se han materializado dichos procesos en el caso de Costa Rica? Para responder al interrogante, el objetivo del presente artículo es analizar los procesos económicos y territoriales que resultaron de la liberación comercial de la producción del café en Costa Rica en las últimas décadas.

De esta manera, el trabajo de investigación está dividido en dos apartados. En el primero, se realiza una revisión teórico-conceptual sobre las maneras en las que la apertura de las economías y territorios de las naciones en desarrollo a los mercados internacionales transformaron la producción y comercialización del café. Esto en el marco de la renovada división internacional del trabajo del que dichas economías forman parte, en las que grandes torrefactores, comercializadores y especuladores pasaron a controlar la oferta y demanda del mercado mundial del café. Por consiguiente, en el segundo apartado se analizan las transformaciones geográficas y económicas que conllevaron la progresiva apertura del mercado de café costarricense, mostrando que, si bien resultó en su producción especializada en el país, altos precios del producto y buenos márgenes de ganancias para los productores, también ha externalizado los riesgos a estos últimos y ha acentuado el trasiego de café, así como el uso de mano de obra ilegal y barata.

Metodología

Para resolver la problemática planteada se aplicó una metodología de carácter cualitativo que consiste en dos partes. En la primera, se realizó un análisis teórico-conceptual de los procesos económico-geográficos que derivaron en la liberación y desregulación de la producción y comercialización del café. En este sentido, se recopiló, clasificó y analizó información bibliográfica, tal como: libros especializados, artículos científicos, capítulos de libros y documentos públicos que detallan y sostienen el marco conceptual en el que el presente trabajo se desarrolla.

La segunda parte consistió en el análisis cualitativo en torno a la liberación de la producción y comercialización del café de Costa Rica. Para ello, primeramente, se realizó una revisión bibliográfica de documentos digitales e impresos disponibles sobre la historia de la actividad cafetalera en el país, lo que permitió contextualizar y reconocer los procesos que resultaron de la apertura del mercado cafetalero costarricense. En este orden de ideas, se utilizó como instrumento metodológico la construcción e interpretación de una matriz geo-histórica (Propin, 2003), a partir de la identificación, en los documentos seleccionados, de las dimensiones temporal y fenomenológica asociadas a los sucesos y procesos de incidencia espacial con particular relevancia para el establecimiento y desarrollo de la actividad cafetalera en el territorio costarricense.

Posteriormente, se analizaron los procesos de desregulación y liberación de la producción de café de Costa Rica, lo que posibilitó dimensionar la dinámica económica y territorial actual de la actividad cafetalera en el país, enfatizando en los resultados que ésta ha tenido. A tal fin, se realizó, durante el segundo semestre de 2019, un viaje de trabajo de campo a las regiones cafetaleras de Costa Rica. Durante el viaje, se desarrollaron recorridos de reconocimiento por las regiones cafetaleras del país y se aplicaron entrevistas semiestructuradas personales, de primera mano, a diecisiete actores vinculados a la producción y comercialización de café (Cuadro 1). Se trató de: propietarios de micro beneficios con actividad comercial especulativa, miembros de sociedades cooperativas productoras de café, personal de empresas comercializadoras relacionado con los procesos de exportación, personal directivo de las diferentes regiones cafetaleras de Instituto del Café de Costa Rica (ICafé) y personal académico de la Universidad Nacional de Costa Rica, que investiga temas asociados a la producción cafetalera a partir de conceptos como la producción de café especializado y su apertura a la liberalización de los mercados internacionales.2 Las entrevistas realizadas se dividieron temáticamente en tres bloques de preguntas que condujeran el diálogo con los actores entrevistados: la cadena productiva del café, problemáticas asociadas a la producción cafetalera y percepción social sobre la importancia de la caficultura.

Cuadro 1. Tipos de actores entrevistados durante el trabajo de campo. Fuente: elaboración propia.

Actores económicos

Actores institucionales y gubernamentales

Propietarios de micro beneficios

Miembros de sociedades cooperativas

Personal de empresas comercializadores

Personal directivo del Instituto del Café (ICafé)

Personal académico de la Universidad Nacional de Costa Rica

Enfoque conceptual: de las cadenas de valor a las tesis de la transnacionalización y la globalización

La teoría de cadenas globales (Gereffi, 2000; Gereffi et al., 2005), afirma que la integración selectiva a una industria global a través de una economía exportadora conlleva al ascenso industrial y, en consecuencia, al progreso económico y territorial de las naciones en desarrollo. Sin embargo, la teoría de las cadenas globales también apunta que existen actores líderes que controlan y gestionan las actividades dentro de las cadenas de valor (Gereffi, 2001; Sturgeon, 2013), conformando relaciones de poder que favorecen, principalmente, a los grandes productores o compradores.

En este aspecto, a partir de las relaciones de poder dentro del marco de las cadenas globales, conjuntamente con la tesis del mundo transnacional (Arceo, 2009) y las tesis de la globalización de la geografía crítica (Harvey, 2007; Méndez, 2018 y Soto, 2008), el trabajo explora la manera en la que la integración económica y territorial a las cadenas de valor y a los mercados financieros internacionales puede generar resultados socio-territoriales desfavorables para las economías en desarrollo. Ello debido a que los grandes actores (productores, compradores, organizaciones multilaterales) moldean los mercados financieros internacionales y las cadenas de valor (Sturgeon, 2013) a través de leyes, acuerdos o presiones políticas y económicas. En este aspecto, los países y empresas líderes no sólo controlan y gestionan las actividades de las cadenas de valor, sino que presionan a los productores a reducir costos e incrementar la calidad, tal como en el caso de la cadena de valor del café.

Por último, es importante mencionar que este artículo se enmarca tanto en la tesis de la transnacionalización como de la globalización, situándolo en la nueva división internacional del trabajo. En ésta, si bien persiste una división entre países industrializados y en desarrollo, la globalización ha reacomodado las relaciones económicas y territoriales entre los primeros y los segundos, por una parte, diseminando e integrando funcionalmente los diversos procesos de producción y comercialización a lo largo del mundo (Gereffi, 2000). Por otra parte, y resultado de lo anterior, es que, dadas las demandas de las corporaciones globales de productos intensivos en mano de obra, determinados países en vías de desarrollo también pasaron a ser importantes proveedores de manufacturas (Arceo, 2009), mientras persisten países que, en buena medida, siguen exportando materias primas y recursos naturales como en el caso de Costa Rica.

De la producción local del café a los mercados financieros internacionales

La historia de la industria y el campo siempre ha sido una de poder de la primera sobre la segunda (González, 2008); dicha relación toma forma según el modelo económico y político que esté en auge. Durante el modelo del Estado de bienestar, que en América Latina se cristalizó como el de Industrialización por Sustitución de Importaciones, las economías nacionales, en general, tenían como prioridades el mercado interno y el desarrollo de una industria propia y un campo fuerte que sostuviera el desenvolvimiento de la primera. Así, la relación ciudad-campo consistió, a grandes rasgos, en que el segundo satisfizo las demandas de alimentos baratos y materias primas de la primera, de tal manera que la política económica se centró en fomentar el desarrollo de la producción agropecuaria para desarrollar la industria. Sin embargo, la globalización cambió la relación de la industria con el campo en los países latinoamericanos al sustituir el modelo económico de desarrollo hacia adentro, por un modelo económico que hizo de estos países exportadores de bienes intensivos en mano de obra y de productos agropecuarios especializados (Arceo, 2009).

En este orden de ideas, los productos agrícolas, y entre estos los de consumo diferenciado, adquirieron un rol relevante dentro de las exportaciones y, por tanto, en las economías de determinados países de América Latina, como es el caso de Costa Rica. Este fenómeno se acentuó cuando los programas de desregulación y liberación económica se volcaron a recomendar la exportación de productos básicos para pagar los compromisos de la deuda externa a la banca multilateral (Quintero y Rosales, 2014).

La globalización, en consecuencia, reordenó la división internacional del trabajo, reestructurando el espacio geográfico mundial en el que ciertas economías en desarrollo han tendido a especializarse, entre otras cosas, en la exportación de productos agropecuarios y/o diferenciados (Arceo, 2009). Estos, frecuentemente, son aprovechados por las grandes corporaciones de los países centrales y los mercados financieros para obtener máximos beneficios.

Es importante recordar que las crisis de sobreacumulación del capitalismo son sucedidas por la expansión de los mercados financieros, pues la sobreacumulación disminuye, progresivamente, la rentabilidad en la economía real, por lo que las inversiones se redirigen al mundo financiero y especulativo (Talbot, 2002). Esto fue, precisamente, lo que se acentuó en la globalización, en la que los mercados financieros enfatizaron su influencia hacia el sector industrial y el resto de la economía a través de mecanismos como los derivados (Harvey, 2007). Esto les ha permitido a los inversionistas evadir las regulaciones, aprovechar vacíos legales o modificar las normas regulatorias (Soto, 2008). El crecimiento explosivo y la penetración cada vez mayor de la economía por los instrumentos derivados desde la segunda mitad de la década de los ochenta, y de manera generalizada en la década de los noventa, dan cuenta del poder que adquirió el capital financiero al modificar las estructuras financieras y económicas de todos los países.

Una de las modificaciones más significativas de la desregulación financiera es la forma en la que operan las tesorerías de la empresa. Estas pueden utilizar la ingeniería financiera para manipular sus estados financieros y pagar menos impuestos. Es decir, pueden crear empresas paralelas y manejar su perfil ganancias/pérdidas, según convenga. Para alcanzar lo anterior, pueden utilizar el valor hipotético a futuro (técnica contable que permite trasladar pérdidas/ganancias en un horizonte determinado) para manipular sus utilidades en el período que deseen, todo esto mediante el uso de instrumentos financieros derivados (Soto, 2010:55).

De este modo, la economía real depende cada vez más de los créditos y las inversiones de la banca y las instituciones financieras; mientras que el capital financiero, al comprar acciones, bonos o certificados de las empresas productivas para financiarlas, ha comprado la dirección de las mismas, imponiéndoles su ritmo y demandas (Méndez, 2018). En el caso de los derivados, por ejemplo, las empresas, tanto financieras como no financieras, han pasado rápidamente a incorporar estos instrumentos para generar ingresos, manejar pasivos, especular, ocultar pérdidas, justificar ganancias o bien diseminar los riesgos en las economías emergentes (Soto, 2008).

Las cadenas de valor de las actividades primarias no han estado exentas a la expansión de los mercados financieros, puesto que “(…) los procesos de desregulación y liberalización financiera de las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, [originaron] una mayor especulación en los activos financieros y no financieros” (Soto, 2008:48). A través de nuevos intermediarios y una extensa innovación de sus productos, la producción agropecuaria profundizó su participación en las operaciones financieras de alto riesgo, por ejemplo, los mercados de derivados. De este modo, la desregulación y liberalización de variables macroeconómicas han resultado en mayor bursatilización y especulación de los productos del sector primario tal como en el caso de la producción de café.

¿Cómo fue transformada la producción del café por las políticas de liberación comercial y financiera mundial? En esta reorganización geográfica internacional las cadenas de valor del café fueron integradas a la nueva división internacional del trabajo a través de países con una larga tradición primaria-exportadora (Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, 2001), tales como Brasil, Indonesia, Colombia, México, Vietnam, Etiopía, Guatemala, Costa de Marfil o Costa Rica,3 que dejaron de tener financiamiento y apoyo gubernamental. A su vez, la comercialización y el consumo del café quedaron en manos de los mercados financieros internacionales y los compradores poderosos (comercializadores y torrefactores) de las naciones centrales, los que lo distribuyen a países ricos como Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia o Japón. El control completo sobre la comercialización cafetalera les dio a estos actores la posibilidad, por un lado, de influir ampliamente en la formación de los precios y especular con los mismos y, por otro, de regular a los productores cafetaleros a través de los precios y de la competencia. Es decir, la cadena de valor del café se transformó en una impulsada por los compradores que ejercen el control sobre la misma (Gereffi, 2000 y 2001), por lo que una estrategia de los productores para hacer frente a su poder fue la especialización (calidad) (Renard, 1999), tal como se analiza a continuación.

La apertura de los mercados del café

Antes del proceso de globalización, durante las décadas que van desde 1950 hasta finales de 1980, la caficultura en la región latinoamericana estaba dentro del modelo de desarrollo de la industria y de la economía interna, por lo que las políticas subsidiaban y financiaban la producción de café a través de medidas como los precios de garantía y apoyos a la investigación. Los ingresos generados por las ventas del café, por otro lado, se destinaban al desarrollo de la industria, lo que sobreponía los intereses nacionales a los intereses de las élites cafetaleras.

A escala internacional, se firmó el Acuerdo Internacional del Café, que entró en vigor en octubre de 1963 y comenzó a regular, a través de la Organización Internacional del Café (OIC) y los diversos institutos públicos del café, la producción y distribución del café con el objeto de sostener –controlando la oferta– precios estables y rentables para los productores a pesar de la sobreproducción, así como mantener un abastecimiento regular, cualitativo y cuantitativo, para las compañías torrefactoras.

El fin de la década de los ochenta, sin embargo, marcó el declive del comercio internacional del café regulado por el acuerdo de 1963 y la OIC. Ello llevó a la caída de sus precios, la privatización o desaparición de los institutos públicos del café en los diversos países miembros de la organización,4 así como la reducción drástica de las políticas de financiamiento y subsidio de la producción cafetalera. Esto último generó, al mismo tiempo, una descapitalización de la producción cafetalera local, que no es otra cosa que el desmantelamiento de la planta productiva y la desarticulación de las cadenas de producción, lo que ha tenido consecuencias graves en las economías de los pequeños y medianos productores (García et al., 1993).

Al ser liberalizada, la dirección de la producción y comercialización del café quedó completamente en manos de los grandes torrefactores y comercializadores, así como de los mercados financieros mundiales, lo que llevó a estos poderosos actores a incidir en todas las etapas de la producción y comercialización del café. En este sentido, es necesario destacar que, cerca del 80% de la producción cafetalera es, actualmente, destinada al comercio internacional, donde las grandes empresas comercializadoras concentran la demanda de dicha producción. El 56% del comercio mundial del café es dominado por pocas y grandes corporaciones: Cargill y Aron (Estados Unidos), Nueman Kafee (Alemania), Volcafé (Suiza), Esteve (Brasil-Suiza), Ed&Ef Man (Reino Unido), Dreyfus (Francia) y Mitsubishi (Japón) (Roldán, Gonzáles y Salazar citados en Quintero y Rosales, 2014). Por otro lado, las actividades de transformación del café (torrefacción, solubilización, descafeinación) están controladas por las principales industrias agroalimentarias del mundo: Philip Morris, Nestlé y Procter and Gamble; asimismo, la demanda mundial del mercado del café soluble está monopolizada solo por dos compañías: Nestlé y Kraft-General Foods.

Esta situación de concentración oligopólica de la oferta ha resultado en una situación cada vez más desfavorable para los productores, pues se les ha colocado en una posición de competencia sistemática entre ellos, haciendo que acepten casi cualquier condición para que su producción sea comprada o bien para que puedan obtener algún rédito:

(…) el fin del sistema de la regulación significó la pérdida de control, por parte de los países productores, sobre los inventarios de café y, por ende, sobre el mercado y los precios, en beneficio de los negociantes, de los torrefactores y de los corredores y especuladores de los mercados a plazo (Renard, 1999:105).

La apertura del mercado cafetalero, igualmente, dejó entrar sin restricciones a los instrumentos financieros, los cuales pasaron a ocupar un lugar central en la cadena productiva del café.

Futuros de café

Actualmente, una buena parte de los precios y las transacciones de los bienes y servicios en el mundo se establecen en los mercados financieros. De aquí que en el lenguaje especializado se les denomine commodities. Estos se pueden intercambiar a través del pago al contado del valor del activo financiero con un precio acordado (precio spot), por lo que un mercado spot es altamente líquido y se lleva a cabo en el presente.

Los derivados financieros son contratos “(…) cuyos términos se fijan hoy, pero, y aquí está la diferencia, la transacción se hace en una fecha futura” (Comisión Nacional del Mercado de Valores, 2006:7). De este modo, los derivados son compraventas que se establecen en el presente, pero cuyo intercambio efectivo se realiza en el futuro. Los activos de estas transacciones futuras son variados: divisas, materias primas, tipos de interés, etc. Los derivados, en este sentido, bien pueden proteger a los inversionistas de los movimientos adversos en los precios (coberturas), o bien sirven para apostar en relación con la dirección que tomarán los precios de los activos. De lo que se trata, en este último sentido, es de especular con los movimientos futuros de los precios (al alza o la baja).

En este marco, cabe decir que los productos blandos (soft commodities) son aquellos cultivados, tales como el café, el azúcar, el maíz, la cocoa, el trigo, la soja, etc., a diferencia de los productos duros (hard commodities), como el petróleo y el oro, que son, generalmente, extraídos. También la designación de productos blandos obedece a la división geográfica del trabajo actual: se trata de aquellos que tienden a ser primarios y continúan siendo cultivados en países con economías emergentes y exportadoras de productos agrícolas. El café, en cuanto producto blando, es un activo financiero central en el mercado de futuros.

Antes de la liberalización y desregulación del mercado, las comercializadoras de café utilizaban los mercados financieros para protegerse de los ocasionales movimientos de precios, pero la especulación no era buen negocio debido a la estabilidad de los precios (Talbot, 2002). En cuanto precios estables, la especulación con los mismos se mantenía al margen, precisamente, porque el acuerdo lograba “(…) una relativa estabilización del precio ‘en la fuente’ al fijar una cuota global de exportación y una franja de precios” (Leibovich, 1989:58). De esta forma, no existían los incentivos suficientes para la participación continua de los agentes financieros en el mercado del café.

La liberación del café, sin embargo, significó para los torrefactores el acceso a grandes sumas de capital del mercado financiero utilizadas para financiar las adquisiciones y fusiones con otras corporaciones, así como para financiar las masivas compras de café y maximizar sus ganancias. Para los importadores o comercializadores del café, por otra parte, los mercados financieros les permitieron protegerse de la volatilidad continua de los precios e incrementar sus tasas de ganancia vía especulación, de tal manera que para mediados de los noventa la mayoría de las transacciones en los mercados financieros eran con fines especulativos (Soto, 2008). Asimismo, grandes bancos y compañías financieras se volcaron a invertir en el mercado de futuros de café y a importarlo con el objeto de maximizar sus ganancias. En este sentido, Renard (1999:13) afirma que el café devino “(…) uno de los tantos negocios dentro de grupos gigantescos ligados al mundo de las finanzas”.

Consecuencia de ello es que la producción cafetalera pasó a negociarse en forma de futuros financieros que, en general, benefician a las empresas torrefactoras y comercializadoras, pues estos son un mecanismo que les permite comprar la producción futura de café a precios bajos (González, 2008). Ello hace que los productores se vean comprometidos a entregar determinadas cantidades futuras del producto a precios inconvenientes. Por otra parte, los futuros financieros hacen que la totalidad de la producción esté en manos de los compradores y financieros, incluso antes de su cosecha. Esto deja a los productores sin grano de café en físico para negociar los precios, a diferencia de la época de regulación por cuotas en las que los productores administraban su producción y reservas, lo que les permitía ejercer influencia en los precios controlando la oferta (Pérez y Echánove, 2006).

Los mercados de futuros del café funcionan para administrar el riesgo en forma de coberturas y para especular. El intercambio real del café no es importante en dicho mercado, sin embargo, es en este dónde se determinan los precios del producto. Los mercados financieros, en consecuencia, no están interesados en la entrega y recepción física del café. No compran, venden, exportan o importan el café, sino que están interesados en los contratos (en los que han quedado pactadas cantidades futuras de café a un precio actual), con los cuales negocian su venta. De este modo, se convierten en intermediarios al adueñarse de los contratos futuros, apostando, o especulando, con las expectativas de los precios esperados del café (Day Trading Academy Español, 2017).

Así, en el mercado de futuros de café se trata de vender y comprar, cuantas veces el mercado lo permita, contratos de futuros para obtener ganancias de los movimientos del precio del producto. De manera que, una buena parte de los inversores no se dedican a la caficultura, por ejemplo, los bancos comerciales o las empresas de tecnología, que compran acciones de empresas comercializadoras de café en situación de crisis para posteriormente especular con ellas.

Como se analizó, lo anterior no solo provoca la volatilidad de los precios, sino que, precisamente, debido a esa volatilidad los agentes financieros y compradores pueden apostar y modificar el rumbo de los precios, por ejemplo, cuando los intermediarios “(…) acumulan existencias cuando los precios bajan, y las colocan en el mercado durante los períodos de alza de las cotizaciones” (Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, 2001:9). Así, mientras que la volatilidad de los precios del café para los caficultores es negativa, para los especuladores es una oportunidad efectiva de amasar grandes cantidades de dinero en poco tiempo.

La liberación comercial de la producción del café, además, ha tenido como consecuencia que los precios de este producto se determinen por completo en los mercados financieros internacionales sin que haya alguna regulación en los mismos. De hecho, “(…) el mercado de futuros se ha convertido en el centro del establecimiento de los precios del café” (Renard, 1999:145). Así, los precios del café se rigen por las cotizaciones en las bolsas internacionales, como la Bolsa de Nueva York, que es la casa matriz para los contratos de café arábica, o la Bolsa de Londres, para los contratos de café robusta.

Ello pone en desventaja a los productores, pues se ven limitados a ser tomadores de precios (los cuales han tendido a una evolución a la baja) y, en consecuencia, a no poder negociarlos (Sectorial, 2018). Una situación que, para los torrefactores, comercializadores y financieros, es más que positiva, ya que compran la materia prima al menor precio, lo que se refleja en sus altas ganancias.

(…) el sistema de cuotas ofreció una repartición más equilibrada de ingresos a lo largo de la cadena, en comparación con la existente después de la desregulación del mercado internacional. Durante este último lapso, el valor agregado en los países productores ha disminuido, como reflejo de las transformaciones en el control de la cadena del café (…) (Pérez y Echánove, 2006:78).

¿Qué factores influyen en la formación de los precios del café? Estos son la oferta y la demanda del producto que, a su vez, dependen de circunstancias políticas, climáticas o económicas como inestabilidad institucional, sequías o crisis económicas. La formación de los precios también depende del poder de las empresas comercializadoras que pueden incidir, a través de las cotizaciones internacionales, en el precio pagado a los productores (Quintero y Rosales, 2014), debido a que éstas manejan considerables volúmenes de café e información del estado de sus reservas.

Levantar los acuerdos sobre las cuotas de exportación de café de cada país, parte central de la liberación comercial del café, tuvo como consecuencia que los precios comenzaran a fluctuar cada vez más, lo que abrió completamente la puerta a la especulación, la cual ha llegado a ser una causa central en la formación de los precios y en los vaivenes continuos en los mismos (Leibovich, 1989). Lo anterior, debido a que los precios pueden ser virtualmente inflados por una alta demanda de un determinado contrato de futuros o viceversa (Inverbots Español, 2018).

En el caso de los productos derivados de café es así porque estos “(…) pueden modificar los precios relativos de los activos financieros y no financieros” (Soto, 2008:51), de tal manera que “(…) los especuladores –entre los cuales se encuentran los fondos de inversiones– provocan un alza artificial de los precios, extraen sus ganancias, abandonan el mercado y regresan a él comprando a bajo precio” (Renard, 1999:145). Esto propicia la generación y alimentación de las burbujas especulativas con sus correspondientes consecuencias negativas para la economía real y familiar.

La especulación con el café a partir de la liberalización de los mercados se ha convertido en una gran fuente de ingresos para los inversores financieros y los compradores, de tal manera que antes de ser un producto de consumo, el café es un producto para la especulación. No es sorpresa, por tanto, que los precios del café se formen en las bolsas de valores, pues es allí donde los especuladores pueden, sin restricciones más que las del mercado, negociar una y otra vez los precios del café.

(…) los inversionistas (especuladores) adquieren unas obligaciones de compra y venta del café mediante unos contratos que tienen una fecha de vencimiento. Bajo estos contratos se pactan los precios para meses futuros y, antes de que llegue la fecha, los especuladores negocian los contratos de nuevo. Lo que se negocia no es el producto, sino su precio futuro, teniendo en cuenta el calendario de cosecha de cada país y los inventarios de café que se tiene en las diferentes naciones (Sectorial, 2018:5).

La diferenciación de los productos en el comercio globalizado

Una de las estrategias comerciales de la globalización ha sido la diferenciación de los productos. Inspirada, entre otras cosas, por la libertad de elección, la diferenciación comercial ha creado estilos de consumo y ha segmentado, progresivamente, aquellos de las diferentes clases sociales o de los diversos países, sus tradiciones y costumbres, creando nuevos mercados o extendiéndolos.

Las industrias centran sus esfuerzos de investigación y desarrollo en productos cada vez más elaborados, que responden a las nuevas demandas de consumidores urbanos y exigentes. Siempre en busca de nuevos segmentos de mercados, ocupando nichos específicos y se dirigen a grupos de compradores que se diferencian por factores económicos (poder adquisitivo) y socioculturales (sus edades, sus sexos, sus gustos, sus hábitos y necesidades múltiples). La reivindicación, por parte de los consumidores, del derecho a seleccionar dentro de una vasta gama de productos, se ve reforzada por el sector productivo (Renard, 1999:53).

La diferenciación en el consumo de productos alimentarios es una de las estrategias características del consumo globalizado, que se opone a la estrategia de consumo generalizado que prevaleció durante el Estado de bienestar y al modelo de producción fordista. Es este marco, la liberación comercial del café causó que, para la diferenciación del consumo, la selectividad y la calidad se volvieran centrales.

La producción basada en las demandas específicas de los consumidores se transformó, en consecuencia, en un elemento clave de competitividad tanto para las grandes empresas como para los productores, estos últimos puestos a competir entre sí, cristalizando, al mismo tiempo, las ideas de individualidad, particularidad y exclusividad (Harvey, 2007). En este aspecto, la calidad –o bien su apariencia–5 en sus diversas dimensiones es un factor clave de la producción especializada, exclusiva, particularizada o auténtica, que con frecuencia es representada por las etiquetas de premium, alta calidad o bien mediante certificaciones de diversos tipos: ecológicas, orgánicas, artesanales, veganas, gourmet, de lujo, dietéticas, de origen, de salud, sostenibles o socialmente responsables, comercio justo, etc. Las certificaciones, en general, tienen que ver con las materias primas y el proceso de producción, y dan como resultado altas ganancias para las empresas al vender productos “exclusivos” a mayores precios o sobreprecios; de modo que, al vender café orgánico o “justo”, por ejemplo, se obtiene casi tres veces el precio de la bolsa de valores (Bartra et al., 2001).

De hecho, debido a los precios volátiles que se han mantenido desde la apertura de los mercados de café, los productores han buscado incrementarlos por diferentes medios, siendo uno de ellos la especialización de la producción o producción gourmet. En tanto que dicha especialización reditúa mejores precios, algunas organizaciones, por ejemplo, pagan entre cinco y quince dólares estadounidenses más de lo que pagan por el café convencional (Bartra et al., 2001). Es decir, la producción de alta calidad ha sido el camino que pequeños y medianos productores han tomado para vender su producción, como en el caso de Costa Rica, ante el panorama desfavorecedor en los mercados mundiales.

Forma de producción y abastecimiento del café

Durante el período de los acuerdos internacionales del café, la cadena de producción y comercialización se caracterizaba, principalmente, por la intermediación de los Estados a través de las secretarías de agricultura y sus Institutos del Café. Esta participación consistía en otorgar precios de garantía, junto con apoyos técnicos y financieros, así como controlar cuotas de mercado y calidad del café de los productores. Posteriormente, la producción pasaba a los mercados internacionales, a los torrefactores y, por último, a los consumidores.

Una vez liberada la caficultura, la cadena de producción y distribución del café se transformó en una caracterizada por la ausencia de intermediación de los Estados y en la que los productores, cuya organización no cambió del todo pues siguen divididos entre grandes fincas, plantas beneficiadoras6 y cooperativas,7 venden su producto directamente a exportadores o comercializadoras privadas. Desde allí el producto pasa inmediatamente al mercado financiero mundial y a los negociantes internacionales y, posteriormente, a los torrefactores y consumidores.

Tanto las grandes empresas dedicadas a la transformación del café como las dedicadas a comercializarlo tienen formas distintas de hacerse del producto. Algunas crean su propia central para adquirir la materia prima, mientras que otras, además de tener su central, se abastecen con los negociadores para presionar los precios a la baja o delegarles los riesgos a los mismos negociantes. Sin embargo, algo que en general no ocurre es que las compañías se abastezcan directamente con los productores. Esto se debe a que ofrecen cantidades pequeñas de producto en comparación con la gran demanda de las primeras, pues se encuentran atomizados y mayoritariamente desorganizados.

La dinámica productiva de cafés diferenciados a través de la experiencia de Costa Rica

La producción cafetalera de Costa Rica se encuentra inserta en una larga tradición que se remonta a sus primeros años como Estado independiente. Esta fue la principal apuesta de los gobiernos del siglo XIX para el progreso, el desarrollo económico y social de un país que ha logrado ser, en la actualidad, uno de los más prósperos de América Latina. Sin embargo, la historia reciente de la caficultura costarricense es reflejo inequívoco de la entrada progresiva de la actividad cafetalera mundial a los mercados financieros internacionales. Con ello, el precio el café ha pasado a ser determinado en los mercados de futuros, a través de contratos y acuerdos pactados por cuotas establecidas para varios años posteriores. Si bien esto ha significado una mayor participación de los productores en los procesos de comercialización, también ha implicado una mayor influencia de agentes externos, como comercializadores y exportadores en el extranjero, externalizando riesgos a los productores y la mano de obra que resultan en pagos bajos y elevadas ganancias, lo que en suma representa importantes desventajas y contradicciones en la imagen de prosperidad en torno a la caficultura costarricense.

Inserción en el panorama mundial del café

Si bien es posible rastrear la llegada del primer cafeto a Costa Rica en 1791 (Canet, 1993) y los primeros lazos de exportación entre el país y mercados de Europa occidental a lo largo de todo el siglo XIX, no es sino hasta finales de la década de 1890 que la producción cafetalera de Costa Rica se manifiesta como el mayor factor para el crecimiento y desarrollo económico del país. Desde entonces, prácticamente toda la vida política y económica de Costa Rica se concentró en torno a la actividad cafetalera: la expansión agrícola a lo largo de la región de la Meseta Central alrededor de la ciudad de San José, el tendido de vías de comunicación hacia las costas del Pacífico y el Atlántico, el establecimiento de relaciones comerciales con países de América y Europa, la llegada constante de migrantes europeos, así como el establecimiento de instituciones como el Banco Central de Costa Rica y las inversiones en infraestructura reflejadas en la construcción de ferrocarriles, del Teatro Nacional, del Palacio de Correos y Telégrafos y la instalación de uno de los primeros sistemas de alumbrado público del mundo en la ciudad de San José; son sólo reflejo de la importancia que la actividad cafetalera tenía para el país y su economía que se nutría de las exportaciones del grano (Hall, 1976).

Durante esa época y los inicios del siglo XX, la actividad en Costa Rica se mantuvo dentro de un modelo de comercialización con estructura simple, donde las relaciones entre productores y beneficiadores no se encontraban reguladas, sino sometidas a las leyes del mercado y a la influencia que el exportador pudiera tener en los países de destino. Sin embargo, los precios del café, que hasta entonces se habían mantenido estables, sufrieron una importante caída en el contexto de la crisis de 1929 en Estados Unidos. La variedad de café santos 4 cultivada en Brasil, que funcionaba como indicador internacional cotizando en la bolsa de Nueva York con valor de referencia de veinte centavos de dólar por libra, tuvo una caída de hasta ocho centavos en 1931 (Renard, 1993).

Esta repentina crisis motivó la celebración de la Conferencia Internacional de San Pablo y el posterior establecimiento de la Oficina Internacional del Café, donde la producción brasileña del grano quedó directamente en manos del gobierno de Brasil, medida adoptada de igual manera por otros países. Sin embargo, las iniciativas que buscaban contener la caída en los precios del café no dieron resultados positivos. Hasta 1937 el precio continuaría en cotizaciones mínimas debido a que la política brasileña de control de producción, a través de la destrucción de reservas de café, motivó la productividad en otros países de América Latina, al tiempo que los principales consumidores de Europa, como Inglaterra, Francia, Países Bajos y Alemania, incitaron el cultivo de café en sus colonias en África y Asia para terminar con el control monopólico latinoamericano.

Para Costa Rica, el café pasó de ser el principal motor del progreso económico a un obstáculo en el incipiente desarrollo del país. Llegó a su fin la era del grano de oro costarricense8 y el precio cayó más del 50%, siendo éste el descenso más pronunciado de la historia en la caficultura centroamericana. La estrechez del mercado, la falta de recursos financieros y la deuda pública de Costa Rica fueron algunos de los factores que le impidieron al país llevar a cabo el proceso de sustitución de importaciones que economías más grandes de América Latina como Argentina y México también emprendieron. Esta crisis significó el inicio de grandes transformaciones en la sociedad costarricense, pues surgieron sectores sociales opositores al régimen oligárquico de agricultores cafeteros –que se habían mantenido en el poder de la cúpula política costarricense–. La crisis agrícola devino en la desocupación campesina, en el abandono de cultivos cafetaleros y su sustitución por bienes de subsistencia, la caída en la producción de bienes para consumo nacional y una intensa migración del campo a la ciudad. El Estado de Costa Rica, que hasta entonces poco intervenía en el desarrollo de la actividad cafetalera, debió hacerlo de manera más drástica, con la implantación del salario mínimo y la institucionalización de la actividad a través de la creación del Instituto para la Defensa del Café con facultades para controlar las reservas y la exportación del café, así como reglar las relaciones obrero-patronales y adoptar medidas de protección aduanera (López Portillo, 1986).

Hacia 1940, Costa Rica, junto a Estados Unidos y otros trece países de América Latina, firma el Acuerdo Interamericano del Café con el que, por primera vez, se contemplaban cuotas máximas de exportación para los países productores. Costa Rica poseía una cuota neta de 442 mil sacos anuales, de los cuales, 200 mil eran para Estados Unidos y 242 mil para el resto del mundo. El acuerdo entró en vigor al año siguiente, con un precio de 13,4 centavos de dólar por libra, que se mantuvo vigente hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (Renard, 1993; Convenio Interamericano del Café, 1940).

Para 1948, el Instituto de Defensa del Café se transformó en la Oficina del Café de Costa Rica, con el que el Estado buscaba mantener control efectivo sobre la producción y las exportaciones del país. Se impusieron, además, cambios en el sistema de producción que hasta entonces se había desarrollado a través de técnicas de carácter extensivo en un denso sistema de cafetal bajo sombra. Con el propósito de obtener mayor rendimiento y rentabilidad por área en menor tiempo, también se estableció el Programa de Investigación del Café, con el objetivo de incrementar la productividad, desarrollando técnicas de mejora del café, haciéndolo más resistente a la luz del sol y a las plagas (Canet, 1993). Este ambiente de nueva estabilidad y progreso propició la incorporación de nuevas áreas a la producción cafetalera, entre las que se encontraban los valles de San Carlos en el norte, Tilarán al este, y El General y Coto Brus al sur, este último, cercano a la frontera con Panamá. Esta nueva expansión impulsó la llegada de migrantes europeos, motivados por estímulos del gobierno costarricense, con lo que la población no nacida en el país llegó al 10%, mientras que cerca de 14,5% de las tierras sembradas con café quedaron en manos de inmigrantes. Sin embargo, debe reconocerse que el papel más importante que tuvieron fue en torno a los procesos de beneficio, pues cerca de la tercera parte de los mismos eran propiedad de extranjeros y procesaban el 44% de la cosecha del país (Hall, 1976; Herrera, 2002). Todo ello refleja en buena medida la relación entre el café y los procesos inmigratorios que han tenido lugar en Costa Rica, que no se limitan solo a este momento histórico.

El aumento constante de la producción de café en los países de América Latina y su reciente implantación como cultivo de exportación en África condujeron a que, a finales de la década de 1950 y lo principios de 1960, los precios sufrieran una constante y prolongada caída, que trajo consigo la renegociación de los acuerdos pactados en el Convenio Interamericano. En 1957, se firmó el Acuerdo de México, con resoluciones comunes de limitaciones para países exportadores. Sin embargo, el contexto mundial de competencia era ahora diferente y rebasaba los límites latinoamericanos. El cultivo en los países de África crecía con celeridad y no competía con los países de América Latina sólo por mercados europeos, sino que se había extendido al mercado estadounidense gracias a las cualidades de la variedad robusta para la solubilización, que inició la industria del café soluble.

Para 1962 se abre una nueva etapa en la comercialización del café en el mundo, en busca del control de las exportaciones y la estabilización de los precios. Se firma el Convenio Internacional de Café, con 64 países firmantes entre productores y consumidores, y se establece la Organización Internacional del Café (OIC) con sede en Londres, que hasta la actualidad se encarga de mediar las negociaciones entre los países firmantes del convenio. Renard (1993) considera este proceso como un hito en la historia del café y en la manera en que se desenvolvió la actividad en los años siguientes, pues la firma del Convenio Internacional del Café marca la diferencia en las relaciones que se dan entre los países con economías desarrolladas, productores de bienes básicos, y los países periféricos, productores de bienes especializados como el café de Costa Rica, el algodón de El Salvador, carne y soja de Brasil y Argentina, cacao en los países del golfo de Guinea, o minerales de México, Perú, Chile, Sudáfrica e Indonesia. A partir de la firma del convenio, los precios del café dejaron de establecerse en los países productores y comenzaron a estipularse en los países importadores, que desde entonces deciden cuánto pagan por café.

Para las últimas décadas del siglo XX, los retos de la economía de Costa Rica se centraban en la dependencia del cultivo de café, frente a lo que se plantearon dos alternativas: la primera, consistió en la diversificación agrícola que estimuló el cultivo de fresa, caña y piña; la segunda fue el fomento al desarrollo de los sectores secundario y terciario de la economía, que promovió la aceleración en el proceso de urbanización de la Gran Área Metropolitana de San José y el desplazamiento de los cafetales hacia afuera del Valle Central (Hall, 1976), otrora cuna del cultivo en el país, en la búsqueda de nuevas opciones económicas, entre en las que en la actualidad destaca la actividad turística. Sin embargo, el Instituto del Café de Costa Rica (ICafé), sucesor de la Oficina del Café de Costa Rica, se encargó de preservar y fortalecer la tradición cafetalera que dio identidad al país, ampliando sus atribuciones y consolidando la organización de la cadena productiva del café, a través de la vigilancia institucionalizada y el fortalecimiento de su presencia en el territorio. Actualmente, el ICafé establece los precios de liquidación que las firmas beneficiadoras pagan a los productores y vigila que se cumpla con los procedimientos y requerimientos de calidad que exigen los mercados de café diferenciado en los que se ha insertado el café de Costa Rica. Con ello, el ICafé se establece como una institución única en el mundo, pues se trata de un organismo público-estatal, que interviene directamente en las relaciones comerciales de la actividad de particulares (Canet, 1993).

Este carácter le ha dado al ICafé un papel central en la actividad cafetalera de Costa Rica, pues se erige como el organismo rector, por excelencia, de la actividad. Sus alcances no sólo se limitan al análisis estadístico de la producción y la vigilancia administrativa de los procesos de comercialización, sino que posee facultades relevantes sobre las negociaciones en los precios del café, así como los pagos a los productores. Además, participa en la investigación para el mejoramiento genético del café, a través de la búsqueda de alternativas que hagan a los cafetos más resistentes a los cambios de temperatura y humedad, así como a plagas como la roya. Esto, aunado a la promoción que hace el instituto en el extranjero, y los esfuerzos por mantener el carácter artesanal de la caficultura, han hecho que el ICafé se constituya como actor fundamental para el éxito y crecimiento recientes de la actividad cafetalera de Costa Rica.

Las crisis en el precio del café del siglo XX y los acuerdos del Convenio Internacional del Café posteriores a la crisis (Organización Internacional del Café, 2007), pueden identificarse como los principales elementos que han llevado a la reestructuración de la estrategia del sector cafetalero de Costa Rica. Una estrategia orientada hacia un sistema que mantiene al café del país en una posición competitiva bajo la lógica del libre mercado a través de la implementación de la producción de café de calidad superior, lo que permite a los productores costarricenses mantener volúmenes de producción bajos a precios altos. De esta manera, se comprende que el café de Costa Rica cotice en la bolsa de Nueva York con un sobreprecio de 50% respecto a otros cafés del mundo, bajo la comercialización de la indicación geográfica Café de Costa Rica (similar a una denominación de origen).

Esta especialización en la producción de café diferenciado (Figura 1) ha propiciado que en las últimas décadas el café costarricense se considere uno de los de más alta calidad en el mundo, dirigiéndose a mercados internacionales, principalmente en América del Norte y Europa, y más recientemente hacia el este de Asia, lugares donde se ha popularizado el consumo de café especializado motivado por la aparición de coffee shops y coffee bars. Estas tiendas se especializan en procesar y ofrecer a sus clientes la sensación de café de alta calidad a través del uso de algún país específico de origen como marca, dependiendo las preferencias del consumidor, siendo algunos de los sellos más reconocidos originarios de India, Kenia, Colombia, Costa Rica, Guatemala y Jamaica. Esta sensación de consumo de productos únicos ha propiciado que el mercado del café de Costa Rica no se constriña a la comercialización del grano, sino que se amplíe la oferta hacia la promoción del consumo del café, y en general del país, como una imagen de estatus social entre los consumidores.

Figura 1. Valor de las exportaciones de café de Costa Rica. Fuente: elaboración propia con base en International Trade Center (2020).

La tendencia marcada en el valor del café de Costa Rica, para exportación, muestra un incremento sostenido, con un despunte extraordinario para 2012. Este aumento en el valor de las exportaciones de café se explica, en buena medida, a partir de la estrategia de producción de cafés especializados en el país. Sin embargo, el incremento no ha sido tan marcado como lo ha significado para las empresas exportadoras y para las dedicadas a la comercialización de cafés diferenciados en mercados selectos (Escamilla y Landeros, 2016).

En este orden de ideas, es necesario mencionar que, Costa Rica no sólo ha redirigido su sistema de producción, sino que, además, ha reestructurado, a través del ICafé, la participación del Estado sobre los procesos de producción y comercialización de café. Esto mediante la búsqueda de aperturas de nuevos y mayores mercados de exportación específicos, donde la estrategia principal no se centra en una alta producción con bajas ganancias, sino priorizando una producción de bajo costo con muy alta rentabilidad. En esta época, surgen en el país empresas especializadas como Grupo Café Britt o DeliCafé, impulsadas por la oportunidad de insertar en el mercado productos de café gourmet con sello de calidad, al tiempo que se buscan ocupar otros nichos económicos en los mercados internacionales, como el turismo y la creciente oferta de coffee tours en Costa Rica, la producción de otros alimentos derivados del café e, incluso, la oferta de otras mercancías como dulces y chocolates. En relación con la idea anterior, Brenes et al. (1997) destacan que la mayor parte de los turistas que arriban al país provienen de países con altas tasas de consumo de café, como Estados Unidos y Alemania, pues se asocia la imagen de Costa Rica con los mejores cafés del mundo y la necesidad de experimentar sensaciones relacionadas con esta concepción.

Estas estrategias han favorecido el resurgimiento y nuevo auge de la actividad cafetalera a partir de la diferenciación de precios en relación con la calidad del grano y las regiones de producción en el país (Figura 2). La inversión de capital en los sistemas productivos, aunada a la estabilidad social del país, propiciaron el establecimiento de grandes compañías agroexportadoras que controlaron los procesos productivos y de comercialización durante las últimas décadas del siglo XX. Estas empresas agroexportadoras se caracterizaban por no poseer tierras cultivables, sino que se dedicaban al beneficio y exportación del café a través de convenios de comercialización con pequeños y medianos productores, encargados del cultivo y la cosecha, y grandes firmas cafetaleras y torrefactoras en los países de destino. A diferencia de los consignatarios del siglo XIX que colocaban el café en mercados específicos a través de su compra directa a los productores y beneficiadores, las empresas agroexportadoras surtían a diferentes mercados, ocupando la función de intermediarios entre productores, consumidores y torrefactores en el extranjero. Estas prácticas llevaron a la concentración del capital en pocos, pero grandes actores de la cadena productiva, que monopolizaron la actividad cafetalera de Costa Rica hacia el final del siglo XX. La participación de los exportadores como DeliCafé, dirigida por Grace Mena, consistía en la selección de café de calidad para su comercialización en el exterior, lo que ayudó a fincar la tradición costarricense de cafés especializados que se desarrolla actualmente. Sin embargo, varios factores propiciaron el quiebre y cierre de las grandes compañías agroexportadoras, motivando una participación reciente, y cada vez mayor, de los productores en las cadenas de comercialización, enfocándose con creciente atención en la producción de cafés superespecializados para mercados cerrados y específicos.

Figura 2. Regiones cafetaleras de Costa Rica. Fuente: elaboración propia con base en Instituto del Café de Costa Rica (2012).

Territorio y economía de los cafés diferenciados

Para inicios del siglo XXI, la producción cafetalera a través de agroexportadoras se hizo insostenible no sólo en Costa Rica, sino en América Latina en general y en el resto del mundo, debido a las constantes variaciones en los precios de los productos de café y a la monopolización de los procesos productivos y de comercialización por empresas transnacionales. Aunado a ello, factores locales como la diversificación de las actividades económicas en el país y la expansión urbana en la región del Valle Central condujeron al abandono sistemático de la caficultura en Costa Rica. Estos factores han suscitado la reciente reconfiguración de la participación de diferentes agentes a lo largo de la cadena productiva y de comercialización del café en el país. Tras la pérdida de control y poder de las compañías agroexportadoras como DeliCafé (que llegó a controlar casi la totalidad de la producción de café a nivel nacional) y su posterior fragmentación, los productores y sociedades cooperativas tuvieron que adoptar una participación y responsabilidad cada vez mayor en los procesos y acuerdos de exportación.

La ruptura del monopolio representó, para los pequeños y medianos productores, la necesidad de buscar nuevas estrategias para la inserción del café costarricense en mercados internacionales, impulsados, en buena medida, por las políticas de promoción del ICafé y programas como la subasta y reconocimiento anuales Cup of Excellence organizado por la Asociación de Cafés Finos de Costa Rica, en el que se subastan en el extranjero lotes de alta calidad de todas las regiones del país registrados por sus productores. Del programa participan compradores de más de cien países, representantes de torrefactores y consumidores especializados en cafés diferenciados. Los lotes alcanzan precios de más de 10 mil dólares por quintal.9

La producción cafetalera de Costa Rica se encuentra organizada de forma compleja en el territorio y a lo largo de la cadena de comercialización, como resultado de los procesos de reestructuración reciente de la propia cadena productiva (Figura 3). La ruptura de los grandes monopolios del café en Costa Rica abrió paso a nuevos actores y a la búsqueda, por parte de los productores, de nuevas formas para colocar sus productos en los mercados internacionales (Montiel, 2020). Cabe agregar que los productores de café en Costa Rica suelen ser pequeños propietarios de terrenos de extensión media, entre las cinco y las siete hectáreas, que no poseen una gran capacidad de producción en términos de área, por lo que dependen de potencializar el rendimiento y negociar los precios de su café a través del valor agregado, como un café diferenciado.

Figura 3. Cadena de comercialización del café. Fuente: elaboración propia con base en trabajo de campo (2019).

Dependiendo los acuerdos y contratos firmados por el productor, es el actor que sigue en la cadena quién incide en la comercialización. En un primer término, el café cereza10 es enviado a un torrefactor local para que realice el proceso de beneficio y posterior tueste del grano, en el menos común de los casos, la comercialización del café termina con su venta al torrefactor local como una cafetería, que se dedica a su preparación y comercialización en el ámbito nacional. Aunque la legislación costarricense establece que una cantidad mínima del café producido anualmente debe permanecer en el país para su comercialización, esta regulación no se cumple, dado que, en la búsqueda por una mayor obtención de ganancias, las empresas comercializadoras exportan la totalidad de la producción costarricense. Así, el consumo nacional del país, uno de los de mayor tradición cafetera en el continente, se abastece mediante la importación de café de menor calidad desde otros países de América Central. En este orden de ideas, el dueño de los cafetales envía su producción a alguno de los tres actores siguientes: una sociedad cooperativa, una empresa beneficiadora o un micro beneficio.

Las sociedades cooperativas aparecen a mediados del siglo XX como una necesidad de pequeños productores por colocar su producción en los mercados internacionales, ante la quiebra de las empresas agroexportadoras. En este sentido, las cooperativas se establecen como sociedades de productores que invirtieron capital en conjunto para la compra del equipo necesario para el beneficiado del café e incidieron más tarde en los procesos de exportación, a través de negociar con comercializadores especializados del extranjero. Actualmente, las sociedades cooperativas de productores han tomado fuerza importante en la producción de café de Costa Rica, especialmente en las regiones del Valle Occidental y Tarrazú, donde se encuentra la mayor cantidad de productores.

Por otra parte, los micro beneficios surgen como una alternativa particular de los productores para comercializar su producción. Se trata también de productores que dan el proceso de beneficiado, primero, a su propia producción, y después, a la producción de propietarios locales de cafetales con quienes se tienen acuerdos particulares.

Puede reconocerse que las capacidades técnicas y económicas de los actores involucrados a lo largo de la cadena productiva del café, así como su nivel de concentración de capital, se incrementan conforme se avanza en los eslabonamientos de la misma. En este sentido, la capacidad de negociación de los precios del café es mayor para las cooperativas y micro beneficios que tienen más capacidad de almacenaje del grano, así como de su transformación de café cereza en café oro, en comparación con los productores. Mientras que los actores con mayor peso en la cadena productiva son los encargados de realizar los procesos de exportación del producto, que son, además, los encargados de la logística de embarque y transporte, así como de la situación administrativa frente al ICafé.

La producción y comercialización del café de Costa Rica, de esta manera, se estructura en nuevos enfoques de producción de cafés diferenciados y en el establecimiento de pequeños micro beneficios, orillando a los pequeños productores a construir nuevas formas de producir y consumir, en contraposición a los grandes compradores, que realizaban de forma directa los acuerdos de comercialización con agentes específicos (representantes de exportadoras y torrefactores en el extranjero). Así, pequeños productores propietarios de fincas de menos de siete hectáreas son los encargados de realizar buena parte de los contratos de exportación del café costarricense. Se trata de volúmenes de producción relativamente pequeños, pero que representan la mayor parte del capital captado por efectos de la exportación del café debido a los altos precios derivados del cultivo de cafés diferenciados y la indicación geográfica Café de Costa Rica. En este orden de ideas, se observa que los dueños de micro beneficios de la región de Tarrazú son los encargados de negociar individualmente los contratos de comercialización del café con empresas exportadoras y torrefactoras del extranjero, que ocupan las posiciones centrales y de mayor relevancia en la comercialización. Entre ellas destacan la empresa tradicional costarricense Café Britt S.A., así como, por su reciente inserción y participación, las japonesas Huataru y Murayama o las estadounidenses The Roasterie Air Coffee y Café Ritual, cuyos compradores directos en el extranjero son cafeterías especializadas, coffe shops, coffee bars y grandes empresas, principalmente Volcafé, que fuera del proceso de producción y transporte, así como de negociación con el ICafé, ocupa un lugar central en la cadena productiva.

Puede observarse, por tanto, que los pequeños establecimientos, de reciente entrada en la producción de café diferenciado, son los encargados de negociar con torrefactores especializados y específicos en el extranjero, sin la necesidad de intermediarios. Consecuentemente, la aparición de los micro beneficios ha significado una oportunidad de crecimiento y expansión para la actividad cafetalera de las regiones especializadas de Costa Rica, pero también, la necesidad para los pequeños productores de construir nuevas formas de producción que se inserten en la globalización.

En este contexto, los mercados de futuros, como se revisa en la primera parte del artículo, han influenciado determinantemente esta nueva etapa de la producción de café costarricense. Dado su carácter diferenciado, los precios se negocian y pactan a través de contratos entre productores y exportadores dos o tres años por adelantado al respectivo ciclo cafetalero, de manera que los pagos se hacen tres años antes de la cosecha del café. De este modo, el total de la producción de los siguientes años queda comprometido con los mercados internacionales que pagan con antelación el café que se cosechará en los años siguientes. Esto resulta, por una parte, en pagos justos a productores y propietarios de micro beneficios derivados de la regulación que lleva a cabo el ICafé11 en el cálculo y establecimiento de precios de liquidación final que rigen los contratos firmados ese año. Por otro lado, el modelo de agricultura bajo contrato ha significado la pseudoindependencia para los productores que terminan trabajando para los compradores que adelantan el capital bajo la promesa de cumplir en tiempo y forma con la producción, lo que se reconoce como una terciarización encubierta (Braticevic, 2020), que permite externalizar los riesgos climáticos, pero también los económicos, a la producción primaria.

Estos riesgos asumidos por los productores no sólo han significado el aumento de ganancias para las empresas que dominan el panorama de exportación, como Café Britt S.A. o Volcafé, sino la búsqueda frenética de los productores, e incluso cooperativas y micro beneficios, por cumplir con las cuotas pactadas, así como encargarse, por sí mismos, de la maximización de las ganancias. Con esto, los productores han recurrido a la contratación de mano de obra migrante, proveniente de Nicaragua, lo que permite abaratar los costos de producción, pero, a la vez, crea ambientes de trabajo de extrema precariedad social y alto grado de movilidad, puesto que los migrantes sólo trabajan en las fincas en la época de cosecha, moviéndose en ciclos anuales por diferentes actividades agroindustriales, como la recolección de la caña de azúcar. Esta práctica se ve orillada, además, por la obligación asumida por parte de los productores para realizar la cosecha de manera manual para conservar el carácter tradicional-artesanal de la caficultura costarricense para los cafés diferenciados. Si bien se informa al ICafé sobre las personas que oficialmente trabajan en las fincas y plantaciones, no hay obligación de informar a ninguna autoridad sobre el estado y condiciones laborales de las personas que realizan la pisca.12 Así, se estima que cerca del 80% de las personas que recolectan café durante las temporadas de recolección son migrantes nicaragüenses.

Siguiendo esta línea de pensamiento, resulta importante reconocer el papel de los grupos migrantes en la historia y el desarrollo de la actividad cafetalera de Costa Rica en diferentes contextos y proporciones. La llegada de inmigrantes europeos bajo el auspicio y promoción de los gobiernos costarricenses significó, en buena medida, parte del éxito de la economía basada en la producción agrícola para su exportación, principalmente del café, en la región central del país. Sin embargo, desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad, los movimientos migratorios hacia Costa Rica no están impulsados por el Estado. La relativa estabilidad económica y el panorama de seguridades sociales, así como la inserción de la economía costarricense en el libre mercado y su apertura económica, han sido motivos para atraer migrantes de la región.

Si bien la tendencia migratoria desde América Central es, eminentemente, hacia Estados Unidos y otros países de América del Norte, el caso de Nicaragua ha sido inverso, pues el principal destino de su emigración ha sido Costa Rica (Vargas, 2005). En este sentido, la migración más importante hacia Costa Rica es la nicaragüense. En la actualidad, más de la mitad de la población del país nacida en el extranjero es de Nicaragua, lo que para 2019 representaba cerca de 295 mil personas (Expansión, 2019). Otras estimaciones calculan que cerca de 800 mil nicaragüenses viven en el país insertos en el trabajo informal, lo que representa cerca del 16% de la población total de Costa Rica (Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, 2000).

Otra de las problemáticas derivadas de la hiperespecialización en la producción de café diferenciado ha sido el tráfico o trasiego de granos de café de menor calidad a lo largo de distintos estadios de la cadena productiva. Además de la cosecha artesanal y el mejoramiento genético de las variedades de café, para su diferenciación se consideran también algunos factores geográfico-físicos asociados a su producción, tales como suelos volcánicos y altitudes óptimas que favorecen la presencia de climas templados y semicálidos, así como bosques mesófilos de montaña, brindando notas características de acidez, cuerpo y aroma al café de alta calidad. Estas características, aunadas al sobreprecio del café costarricense en la bolsa de Nueva York y la indicación geográfica Café de Costa Rica, han propiciado el trasiego de café, principalmente desde el occidente de Panamá hacia Costa Rica, lo que beneficia a productores tanto costarricenses como panameños que reciben sobrevalor por la producción de café considerado de menor calidad.

Sin embargo, el tráfico de café no se limita a la escala internacional, pues se reconoce, al interior de Costa Rica, prácticas como el robo de contenedores en las carreteras y el trasiego desde regiones de menor rendimiento y menor calidad, como Turrialba, influenciada por el clima húmedo de la vertiente atlántica, hacia Tarrazú y el centro del país, zonas consideradas como de alta calidad. Este fenómeno de robo y trasiego interregional se asocia directamente a los compromisos asumidos por los productores en los contratos pactados previamente para la comercialización del café, al deber cubrir, obligatoriamente, una cuota acordada de volumen. En este orden de ideas, debe señalarse, además, que la legislación costarricense establece un mínimo de producción que anualmente debe permanecer en Costa Rica para su consumo doméstico. Pese a ello, actores institucionales reconocen que esta norma no se cumple, pues la totalidad del café costarricense se destina a la exportación, mientras que para el consumo nacional se importa café de otras partes de América Latina, principalmente Nicaragua y Guatemala.

De acuerdo con las ideas expuestas, es posible posicionar al café como un producto de cultivo exclusivo para los países en desarrollo como Costa Rica, bajo las nuevas reglas de comercialización internacional (González, 2011). Sin embargo, los pequeños productores del país se han mantenido en una importante situación de marginación económica, fuera de las negociaciones en los precios del café, que puede resultar vulnerable para el entramado social de la actividad. Así, a pesar de las alternativas de entrada a los mercados internacionales y la regulación del ICafé, la actividad se muestra como ejemplo inequívoco del dominio de los compradores internacionales sobre el campo costarricense.

Conclusiones

La desregulación y liberalización de los mercados impulsó, inéditamente, la integración de las economías y territorios nacionales a los mercados internacionales, principalmente los financieros, con el objeto de invertir el capital excedente en un contexto de caída generalizada de las ganancias de la economía real. En consecuencia, los mercados de productos primarios se vieron envueltos en la espiral de libre mercado y financiera creciente. Hasta la década de los ochenta, el Acuerdo Internacional del Café determinaba precios estables para el café, lo que proporcionaba relativos buenos precios a los productores y, además, regulaba la actividad especulativa. No obstante, una vez levantado dicho acuerdo, los precios comenzaron a fluctuar sistemáticamente abriendo la puerta, de par en par, a los grandes inversores, favoreciendo que el control de la cadena de valor del café quedara, completamente, en manos de los compradores (torrefactores, comercializadores y financieros).

Lo anterior llevó a que los precios del café pasaran a determinarse en los mercados financieros, centralmente en los mercados de futuros, lo que dio a los torrefactores, comercializadores y especuladores la posibilidad de influir ampliamente en la formación de los precios. En este sentido, la producción de café ahora se negocia en forma de futuros financieros, lo que hace que la producción se concentre en manos de los compradores y financieros, incluso antes de su cosecha, dejando a los productores sin café en físico para negociar los precios. Esto resulta en precios bajos para los caficultores y en las altas ganancias de los poderosos inversores y, en definitiva, en desventajas acumuladas para los países productores, que se volvieron actores pasivos tomadores de precios y competidores entre sí para vender su mercancía.

Históricamente, la producción del café ha sido uno de los principales impulsos para el desarrollo económico y social de Costa Rica. Con la progresiva apertura del mercado del café y el control de la cadena por parte de los compradores, la producción del café costarricense se abocó a un marcado y profundo nivel de especialización dirigido a la oferta de cafés diferenciados de alta calidad para mercados específicos y de alto poder adquisitivo, lo que también ha resultado en:

1. La reestructuración de la cadena de valor cafetalera y su inserción en el proceso de globalización, a través de la desregulación estatal y la creciente participación de pequeños actores mediante la negociación de acuerdos de comercialización por varios años, bajo la lógica de reducidos volúmenes de producción a precios elevados. Así como la externalización de riesgos climáticos y económicos hacia los productores, reconocida como una terciarización encubierta que contempla el adelanto de pagos a los productores, comprometiéndolos con la entrega de volúmenes específicos de las cosechas de los años siguientes.

2. Este compromiso asumido por los productores se asocia a la entrada de migrantes provenientes, eminentemente, de Nicaragua, y su inserción irregular en la actividad cafetalera como fuerza de trabajo masificada, lo que permite abaratar los costos de la cosecha.

3. Por último, el incumplimiento de los compromisos de producción futura propicia el trasiego de café desde Panamá hacia Costa Rica, o la región de Turrialba hacia las otras regiones cafetaleras del país, en la búsqueda por tratar de cubrir las cuotas previamente pactadas.

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Cristóbal Pérez Magaña / ci.pm08@gmail.com

Licenciado en Economía y Maestro en Geografía por la UNAM, actualmente cursa el doctorado en Urbanismo de la misma institución y se desempeña como profesor de asignatura en el Colegio San Ignacio de Loyola Vizcaínas. Los proyectos de investigación que desarrolla se centran en el análisis crítico de los problemas y políticas ambientales, así como en los efectos de la globalización en escalas locales, principalmente urbanas. Es autor de ponencias, artículos y capítulos de libro sobre las temáticas señaladas.

Enrique Montiel Hernández / eq.montielhz@gmail.com

Licenciado en Geografía por la UNAM. En la actualidad, cursa el programa de maestría en Geografía por la misma universidad. Becario CONACyT en el Instituto de Geografía. Profesor asistente en el Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Se dedica a la investigación en el área de la Geografía Económica. Ha participado como ponente en congresos nacionales e internacionales con temas asociados a la dinámica territorial del turismo y las actividades productivas, y métodos en Geografía.


1 La torrefacción se refiere al proceso de tostado y molido del café, realizado, comúnmente, por los agentes comercializadores (cafeterías, hoteles, restaurantes, venta al menudeo), fuera de los países productores de café.

2 Dada la naturaleza de la información vertida en la presente investigación, los informantes contactados durante la misma conservan su carácter anónimo.

3 Ordenados del mayor al menor productor de café a nivel mundial.

4 La globalización ha mostrado ser selectiva y la liberalización del café no es la excepción, pues no ha sido para todos o al menos no en la misma medida. Los mercados de los grandes consumidores de café aún están protegidos por altos aranceles, lo que impide que productores fuera de esos mercados puedan vender sus productos allí.

5 No siempre los productos son lo que dicen ser o para lo que supuestamente están hechos, por lo tanto, la diferenciación suele ser solo un discurso para convencer al consumidor de alguna propiedad que los productos no poseen. La mercadotecnia y la publicidad son, en consecuencia, esenciales al momento de vender productos, cuyo consumo muchas veces se transforma en mero consumo ideológico. Por ejemplo, con el objetivo de otorgar una presentación de mayor calidad, los cafés molidos o en granos se etiquetan con la frase “100% arábica”, aunque buena parte de las presentaciones son mezclas entre la arábica y la robusta, pues esta última le da cuerpo mientras que la primera aroma al producto.

6 Sitios donde se lleva a cabo el beneficiado del café, proceso a través del cual el grano pasa a ser café oro (el grano listo para ser tostado), mediante el lavado, secado, despulpado y descascarillado.

7 Una parte de la producción del café, históricamente, ha salido de las pequeñas plantaciones, caracterizadas por ser reducidos minifundios cuya producción y productividad es baja.

8 Época de mayor auge para la actividad cafetalera en Costa Rica, en la que el grano alcanzó sus mejores precios internacionales y propició una creciente actividad económica en otros sectores del país, así como el desarrollo de infraestructura pública (Hall, 1976).

9 Un quintal equivale a 46 kg de café oro (grano de café listo para ser tostado).

10 Fruto del café sin ningún tipo de beneficiado.

11 El papel central del ICafé se extiende desde los pagos a los productores hasta los últimos mecanismos previos a la exportación. Autoridades del ICafé son las encargadas de revisar y sellar los contenedores cargados de café que se embarcan desde los almacenes fiscales del instituto en los puertos de Puntarenas, Caldera y Limón. Asimismo, en años recientes, ha diseñado e impulsado un sistema de seguimiento y rastreabilidad para cada lote mediante la asignación de códigos QR, bajo evaluación de la OIC.

12 Recolección o cosecha manual de los granos de café.