Rasgos narrativos de Andronico y Atanasia (BHG 123 j)

Pablo Adrián Cavallero

Universidad de Buenos Aires / Universidad Católica Argentina / Conicet, Argentina
pablo.a.cavallero@gmail.com

Recibido: 02/08/2019. Aceptado: 03/10/2019

Resumen

Se hace un estudio narratológico de la versión 123j contenida en el ms. Matritensis BNE 4787 (con testimonio parcial del Sinaiticus 530 y del Marcianus II 151), señalando aspectos vinculados con la es­truc­tura na­rra­tiva, los actantes/oponentes/ayudantes, el tiempo, el espacio, el narrador y narratario. Con estos elementos estructurales, de actores, de acontecimientos, de tiempo y de espacio, el narra­dor cons­tru­ye una fábula en la que la historia de Andronico y Atanasia parte de una ‘po­sibili­dad’ (qué camino de santidad seguir), desarrolla su ‘realización’ (la vida eremítica) y lle­ga a un ‘re­sultado’ (concreción del pro­ceso de santificación), evidenciado por los milagros y re­conoci­mientos logrados ya en vida. El texto re­sul­tan­te se yergue como objeto de entreteni­miento y, a la vez, de edificación moral y espiritual, y además como una velada ‘propaganda’ de los lugares taumatúr­gicos, para lo cual los rasgos narrativos son esenciales.

Palabras-clave: narración, hagiografía, Andronico, Atanasia

Narrative characteristics of Andronicus and Athanasia (BHG 123 j)

Abstract

It is made here a narratological study of the version 123j that is included in the manuscript Matritensis BNE 4787 (with partial testimony of the mss. Sinaiticus 530 and Marcianus II 151). They are pointed out some aspects linked with the narrative structure, the actants / opponents /assistants, the time, the space, the narrator, the narratee. With these structural elements, of actors, of events, of time and of space, the narrator constructs a fable where the story of Andronicus and Athanasia departs from a ‘possibility’ (what holiness way must be followed?), it develops its ‘fulfilment’ (the eremitic life) and arrives to a ‘result’ (the concreteness of the holiness process), made evident by the miracles and awards achieved already in their lives. The resultant text appears as an entertainment subject and, at the same time, as a subject of moral and spiritual building, and as a hidden ‘propaganda’ of the thaumaturgic places; in order to achieve all that, the narrative characteristics are essential.

Keywords: narration, hagiography, Andronicus, Athanasia

El asunto de este matrimonio santo ha te­nido di­ver­sos argumentos, es decir, distintas se­cuencias de aconteci­mien­tos en las que se in­cluyen o no detalles y se expanden o no anécdotas y comentarios.1 Aquí voy a centrarme en una de esas versiones, que estoy editando con Tomás Fer­nández, sobre la base del ms. Madrid, BNE 4787,2 colacionado con un testimonio frag­men­tario, el Si­nai­ticus 530, 108v-113v (ss. XV-XVI), testimonio que Halkin (1984) consideró per­te­ne­ciente a la variante 123f.3 El hecho de que ese manuscrito matritense sea el único testimonio completo lo hace indispensable como base de la constitutio textus y de todo estudio.4 En la in­tro­duc­ción a la edición desarrollamos con más detalle ciertas cuestiones,5 que aquí reseñamos bre­vemente porque el objetivo es limitarnos a un análisis literario de la obra desde la perspectiva narratológica: el texto fue atribuido a Efrén (s. IV), como también las ver­siones f y g, aunque no figura en la lista de obras del santo sirio he­cha por Assemani (1732); es sugerente que de los cuarenta y tres textos incluidos en el códice Matri­ten­sis, de los cuales unos pocos no tienen atri­bu­ción expresa a Efrén (los números 2, 3, 4, 5, 6, 8, 12, 15, 20, 26, 27, 29), todos fueron editados por Assemani, excepto este último texto sobre la Vida de An­dro­nico y Atanasia, como si el editor hubiese excluido esta obra de las atribuibles a Efrén. La lengua, que estudia­mos tam­bién en la in­troducción de la edición, sugiere que es un texto chipriota y que su autor desco­no­cido pudo tam­bién serlo; la paleógrafa Inmaculada Pérez Martín identifica la mano del copista co­mo la de Kalosynás.6 En la mentada introducción hace­mos también comparación con otras versiones, para dejar en claro que éste es un texto particular. Di­fí­cilmente el texto sea anterior al s. VIII, no sólo por la fecha de sus testimonios sino por su len­gua: el empleo de la partícula ἄς, por ejem­plo, se registra desde esa centuria.

Elegimos esta versión porque se halla inédita y la tradición manuscrita ofrece un solo tes­ti­monio completo, que es el que usamos como base, aunque confrontado con los fragmentarios.

De todas las posibles maneras de afrontar el texto, vamos a limitarnos aquí a la vinculada con su estatus narrativo. La intención, más allá del análisis, es demostrar que el texto hagio­grá­fico está pensado como un relato con una estructura variada (pri­mero unitaria; luego dividida en dos narraciones sucesivas pero de tiempos si­mul­táneos; y luego nuevamente unida) que apunta, mediante sus tópoi y recursos, a entretener al auditorio pero a la vez a ser instrumento de edificación, porque enseña un camino de perfeccionamiento espiritual a través de la vida ere­mítica y una supe­ra­ción de obstáculos sobre la base de la fe y la ascesis; y, además, hace una velada ‘pro­pa­gan­da’ de centros taumatúrgicos. El estudio se enmarca en la intención de des­ta­car el peso que lo ‘narrativo’ tiene en este género tan expandido en Bizancio, pero como herra­mienta articulada con esas tres intenciones: entretenimiento, edificación y propaganda.

Dado que la historia no es demasiado conocida, presentamos aquí una reseña mínima:

1. Virtudes de Andronico. Brevemente, terruño, profesión y esposa. Detalla los bienes. División de ellos en cuatro partes. Citas bíblicas. Atención de an­cia­nos, enfermos, po­bres, monjes, ex­tran­jeros; y Atanasia se ocupa de las mu­je­res, rechazando lo munda­no.

2. Andronico engendra dos hijos y luego el matrimonio decide no tener más relaciones y vivir en oración, ayuno y vigilia.

3. Doce años después enferman los hijos; Atanasia los acompaña, Andronico va a rezar. Cuando fallecen agradece como Job. La ciudad y el Patriarca asisten al funeral. Ata­nasia se queda en la iglesia y durante la noche tiene una visión de san Julián, quien dice que los niños llegaron al Reino. Atanasia cree que entró alguien pero el guardián lo niega y comprende que tuvo una visión.

4. Días después, Atanasia dice a su marido que desea hacerse monja y que ya está se­gura. An­dro­nico libera a los esclavos y encarga a un pariente (συγ­γενῆ, 318v 30) sus bienes; si ellos no regresaren, deberá hacer un refu­gio para pobres. Piden que, así como abren las puertas de su ca­sa, Dios les abra la del Cielo.

5. Van a los Santos Lugares y oran. De allí, sin detalles, pasan al monasterio Décimo octavo. An­dronico va a ver a Daniel de Skétis,7 quien aprueba que Atanasia vaya a un monasterio. Andro­nico la lleva al “monasterio de las mu­jeres” y vuelve al suyo, don­de vive virtuosamente. Larga súplica contra la mun­danidad.

6. En las cercanías del monasterio, Andronico obra el milagro de la chita (im­pedir que devore a la cabra), el de la curación del enfermo, el de la osa (evi­tar que dañe la vid y darle él de comer) y el de las vides que brotan por sólo mirarlas.

7. Ofrece pruebas de humildad: los compañeros lo insultan pero él reacciona con man­se­dumbre. Se da el milagro del sordomudo que lo oye y le habla.

8. Atanasia estuvo tres años en el monasterio de las mujeres. Y, para poder ir a los San­tos Lu­ga­res, le pide a un monje que le dé sus hábitos; él lo hace y la llama ‘Ata­na­sio’. Ella entra como va­rón eunuco en el monasterio Noveno.

9. Los monjes, celosos de Atanasio, piden que se lo eche. Intentan que, al bus­car agua, lo devoren los cocodrilos;8 pero Atanasia le habla a la fiera y logra que la lleve sobre su lomo hasta el agua profunda.9 Luego intentan que la devoren unos leones del camino, pero éstos la guían y cus­todian.

10. Tras doce años sin verse, Andronico y Atanasia se encuentran en el cami­no. Ella lo reconoce pero él no, porque ella estaba muy cambiada.10 Acuer­dan dejar los animales, reunirse al día si­guiente e ir a un lugar desértico don­de, durante tres años, ayudan a los caminantes. Com­par­ten la celda. Andro­nico tiene un sueño por el que se revela dón­de encontrar agua.11

11. Andronico va a Safrica y los habitantes le piden que ruegue por ellos, cas­ti­gados por sus pe­ca­dos. Él pone el ejemplo de Nínive convertida. Andro­ni­co enumera pe­ca­dos de la región pe­ro bendice agua, orando, para que Dios los perdone, y lleven el agua bendita para rociar la re­gión. Los exhorta a la conversión y así actúan.

12. Episodio del pastor que acude a ver a Andronico; éste tiene la clarivi­dencia de que el rebaño está amenazado por chitas y lobos, pero hace que las fieras no ataquen. Cuando el pastor le di­ce que quiere hacerse monje, Andro­nico dice que debe aban­do­nar sus riquezas. El pastor ha­lló resguardado el rebaño. Decidió venderlo y hacerse mon­je junto a Andronico, quien lo cate­qui­za y enumera las virtudes del abbá; pero le ad­vierte que, estando casado, no puede dejar a su fa­milia y le explica que el consejo evangélico de dejar a la familia por el Reino se dirigía a idó­la­tras.

13. Un padre va a verlo y él sabe por clarividencia que tiene hambre. A pesar de ella, atienden lo es­piritual. Cuando va a irse, Andronico le anuncia que cerca de su monas­te­rio fue asesinado un hombre, cuyo cadáver las fieras no tocan y que él podrá se­pul­tar, milagro que verificó.

14. Andronico encuentra a una mujer hidrópica que le pide que la cure. Él hace que Atanasio la pin­che bendiciendo a Cristo. La mujer se cura y glori­fica a Dios.

15. Peste en la comarca de los gabalidinos. Las autoridades van a buscar a An­dro­nico al monte Li­banio donde vivía (¿?), lo ven rodeado de una llama de fuego, lo reverencian y le piden que ruegue a Dios. Él reprocha a ancianos y sacerdotes que no cumplan con su deber y sean peca­do­res. Como ellos lo re­conocen, él bendice agua para que la esparzan por la ciudad. Así lo ha­cen y se libran de la peste (cfr. cap. 11).

15. Andronico marcha hacia los monasterios del Mediodía pero encuentra a un de­mo­nio en el ca­mino, quien expone cómo los demonios quieren hacer caer a los munda­nos y con qué obras lo hacen. El demonio menciona a Eu­lampio del Mediodía, por lo que An­dro­nico va a verlo y en­men­darlo. Su con­versión convence a los monjes de la santidad de Andronico.

16. Doce ladrones quieren matar a monjes. Andronico los hace ciegos y sor­dos, de modo que los la­dro­nes se convierten y se hacen monjes.

17. Andronico y Atanasia estuvieron en el desierto doce años dando de beber a los transeúntes y atendiendo a los mendigos (cfr. cap. 10). Entonces Ata­na­sia enferma. Da­niel tiene una visión por la que comprende que ángeles trans­portan a Atanasia mori­bun­da. Decide ir a verla y ella le en­carga la lec­tu­ra de una nota que está en su almo­hada, una vez que hubiese fallecido. Tras su muer­te leen la nota y comprenden que ella era mujer y esposa de Andronico. Éste agradece. Fu­nerales y entierro. Treinta dí­as después enfer­ma Andronico. Daniel lo observa en visión, con án­­geles que lo con­vocan le­yendo un documento en el que Dios asegura milagros en los san­tua­rios que se erigieren para Andronico. Daniel va a verlo y escucha salmodias de án­geles. An­dro­nico intercede por todos y fallece. Funerales y entierro junto a Atanasia. Se edifica un santuario donde se producen milagros.

En este relato el autor y el narrador heterodiegético coinciden; el narrador es ex­tradiegético y abierto.12 Antes de la secuencia que reseñamos, la obra presenta un pró­logo de carácter teo­lógico, que incluye bienaventu­ran­zas y citas bí­bli­cas, refle­xio­­nes del autor-narrador mismo, que exhortan a la vir­tud. Ese exordio in­clu­ye una bre­ve na­rra­tio del asunto en la que el autor alude a sí mismo como ταπεινός, ἐλάχιστος y τάλας. Al concluir, un sim­ple οὖν da paso a esa serie de epi­so­dios re­la­tivos a An­dro­nico y su esposa Ata­nasia, que actúan como ejemplo de lo ex­pues­to en el prólogo, es decir, constituyen la argu­men­­tatio y son una ‘selección’ de innumerables mo­men­­tos que la vida de los personajes tuvo, de modo que implican la construcción de una ‘tra­ma’ especial, en términos de Ricœur.13

En ella se verifica la es­truc­­tura separación / a­ven­turas / retorno-reconoci­mien­to, con la par­ticularidad de que durante las aventuras se da un reencuentro captado so­lamente por uno de los personajes. Esto se debe no sólo a la transformación que la vi­da de privaciones provoca en Atanasia sino a que ella asume un disfraz masculino.14 La au­­diencia intradiegética des­co­noce es­te disfraz (salvo el monje que se lo propor­ciona pero desaparece de la acción); en cambio, la au­diencia extradiegética está in­for­mada por el na­rra­dor, quien suele re­fe­rir­se a ‘Atanasio’ como “ella”: esto genera una cierta iro­nía dra­mática y, a la vez, ex­pec­ta­ti­va. Algo similar ocurre en Si­meón el Loco, de Leoncio de Neápolis, don­de, entre los personajes in­­tra­diegéticos, sola­men­te Juan el Eremita y Juan el Diáco­no saben la verdad sobre el san­­to que finge lo­cu­ra (y al­gu­nos que ven algún milagro), pe­ro la audiencia extradiegé­tica está al tanto desde el ini­cio de las a­ven­­turas. En el caso de Atanasia, esto despierta la expectativa de cómo se resuelve la simula­ción, aun cuando la audiencia pueda tam­bién estar al tanto de un τόπος de la literatura hagio­gráfica en dos vertientes: o se la descubre y la dis­fra­zada debe huir, o se la descubre una vez fa­lle­cida.

Andronico y Atanasia son ‘actantes’ en tanto comparten una intención teleológi­ca, es decir una ‘función’. Ambos tienen como objetivo la santidad; primero como ma­trimonio fun­da­dor de una familia y administrador caritativo de sus bienes; luego como monjes abstinentes, dedicados a la oración y al servicio de los demás. Los nom­bres de estos personajes no parecen casuales, en el sentido de que su etimología ayu­da a la caracterización: sus nombres significan ‘va­rón triun­fador’ (Andrónikos cfr. ἀν­δρειωμένος 317r 30) e ‘inmortal’ (Athanasía) res­pec­­ti­va­mente. Ambos se vin­culan con la ‘función’ o intención de los actantes. A diferencia de otras versiones de la his­to­ria, en las que Andronico es herrero, aquí es banquero y se casa con la hija de un ban­quero.

En el esquema general de separación-aventuras-reencuentro, las anéc­dotas in­ter­nas del sector ‘aventuras’ podrían tener otro or­den, es decir, no mantienen entre sí un vínculo estricto de causa y efecto, como se desprende de la reseña que hemos pre­sentado más arriba. Excepción a esto es que ciertos milagros se producen a raíz de la envidia e in­ten­to de daño surgidos en al­gu­nos monjes. En estos casos, el ciclo narra­tivo ofrece ‘procesos de mejoría’15 porque los adver­sa­rios u oponentes son neutra­li­za­dos y el actor peligroso (fiera) se transforma en aliado o ayu­dante,16 de modo que el ataque es soportado con éxito por el sujeto que está en ‘función de pa­ciente’ (Bre­mond, 1973:139). Actancialmente, Andronico y Atanasia son los ‘sujetos’ que buscan como ‘objeto’ la san­tidad; su ‘destinador’ o fuerza que motiva la búsqueda es el amor a Dios y el ‘destinatario’ o be­neficiados con el objeto son tanto ellos cuanto toda la co­mu­nidad; los ‘oponentes’ son los mon­jes envidiosos, mientras que son ‘ayudantes’ Da­niel de Skétis, el monje que le presta el há­bi­to a Atanasia, las fieras domadas por mi­lagro. Los hechos narrados, por otra parte, tienen una frecuencia de singularidad, no de reiteración ni de iteración, pero funcionan co­mo ejemplos-mode­lo de otros no contados: claramente el relato hace una selección de episodios de la vida de los per­so­najes, no una biografía detallada que, de todos modos, nunca puede ser exhaus­tiva. Esto se vincula con el manejo del tiempo y del espacio.

El relato indica tiem­pos transcu­rri­dos y lu­ga­res visitados. El manejo del tiempo tiene bá­si­ca­mente un desarrollo cronológico y los hechos remiten siempre a un tiem­po precedente al del re­la­to mismo. Sin embargo, si bien los acontecimientos son en ge­neral su­ce­sivos, hay un sector en que los tiempos corren paralelos, aunque narra­dos en sucesión: esto se da cuando los espo­sos se sepa­ran llevando cada uno su pro­pia experiencia monacal. Por otra par­te, así como en la Ilíada doce días pueden trans­currir en una línea y luego un solo día ocupa va­rios cantos, aquí tam­bién el tiempo sufre condensación y expansión.17 En realidad, hay ‘crisis’ en el sentido de que el au­tor selec­cio­na momentos a los que da presencia, mientras que otros tiempos son elidi­dos. De tal modo, trans­curre condensado cuando se narra el origen, casa­mien­to y obra caritativa de los es­posos (cap. 1); lo mismo al hacer referencia a la vida marital y el na­ci­miento de los hijos (cap. 2). De pronto, se eliden doce años para centrarse con más dete­ni­mien­to en la en­fermedad y muerte de los hijos y en la visión que alivia a Ata­nasia (cap. 3). Cuatro días des­pués los perso­najes to­man la decisión de dejar todo y marchar a los Santos Lu­ga­res (cap. 4). Este detenimiento destaca la importancia del ‘acontecimiento’ narratológico: la muerte de los hijos releva al ma­tri­monio de una ata­dura a los deberes mundanos y les permite tornarse hacia otro camino de san­ti­dad; es un acontecimiento funcional que implica una elec­ción que de­ter­mina la se­cuen­cia fu­tu­ra.18 Podría ser sufrido como un acontecimiento ‘de dete­rio­ro’, pero se torna un acontecimiento ‘de mejoría’. Este viaje a Jerusalén y la lle­gada al mo­nas­te­rio Décimo se reducen a una línea. Poco de­talle conlleva también la consulta a Daniel de Ské­tis, por la cual cada uno entra en un mo­nas­terio. El tiempo se detiene en la ora­ción que An­dro­ni­co hace para pe­­dir por la perseve­rancia de ambos (cap. 5). La fábula se hace más lenta en el ca­pí­tulo si­guien­te para dar más tiem­po al re­la­to de los prime­ros milagros: la doma de la chi­ta, que no devora a la cabra; la sanación del en­fer­mo in­­cu­ra­ble; la doma de una osa que a­rrui­naba las vides y pasa a ser alimentada por el santo; las vides que fructifican ante su mirada (cap. 6). El tiempo casi ‘real’ sigue en el relato de las afren­tas de sus cofrades, a raíz de las cuales se com­prueba la humil­dad del santo y la asis­ten­cia de án­ge­les; tam­bién el milagro de la curación del sordo­mudo (cap. 7). En el ca­pí­tu­lo 8 el tiempo se re­tro­trae para dar lugar a la narración de los hechos paralelos en la vida de Ata­nasia: lue­go de tres años en el mo­nas­terio, elidi­dos en una simple frase, Atanasia pide un há­bito mas­cu­lino y pasa al monasterio No­veno como eunuco. A partir del cap. 9 el tiempo se ha­ce más len­to para dar lugar al re­lato de los celos de los cofrades “con­tra el abbá Atanasio” [κα­τὰ τοῦ ἀββὰ Ἀθα­νασίου] (320v 19), quienes lo/la mandan a una laguna donde los ‘corco­ni­los deberían aca­­bar con ‘él’ pero ella logra que la bestia la ayude; luego lo/la mandan a un lugar pla­gado de leo­nes, pero éstos, en vez de devorarla, la protegen. El narrador oscila en llamar al personaje Ata­na­sio o Atanasia, aludiendo a lo que los demás creen que es y a lo que lector/oyente sabe que real­mente es. En el cap. 10 se da el reencuentro de los espo­sos y allí se indica brevemente que ha­­bían pasado doce años separados. En un diá­logo acuerdan compartir el resto de sus vidas “en un lugar propicio” [εἰς τόπον ἐπι­τήδειον] (321v 19), un lugar “asperísimo y sin agua” [δριμύ­τα­τος καὶ ἄνυδρος] (321v 21) donde durante tres años ayudan a los pasantes en un hospedaje; y tras siete días de oración y ayuno, mediante una visión, ob­tie­nen que brote agua en su celda. En el cap. 11 se dice que Andronico va a Safrica y allí obra el mi­lagro de hacer pro­duc­ti­vas las tie­rras, tras un diá­lo­go con cincuenta habitantes que le ruegan y a los que Andronico exhorta a la con­versión: cuando hay diálogo el tiempo se hace real, es una ‘pausa’ en la narra­ción. El cap. 12 mantiene este ritmo en el epi­so­dio del pas­tor que quiere hacerse monje y que, al ob­ser­var el mi­lagro de que chitas y lobos cui­da­ban su re­ba­ño, deja todo, recibe durante siete días la catequesis por parte del santo, quien enumera las vir­tu­des que debe tener un abbá, pero el pas­tor debe pos­ter­gar su vida monacal por tener esposa y cinco hijos: el santo le dice que és­tos son su priori­dad. Ritmo similar conserva el cap. 13, que na­rra la llegada de un monje visi­tan­te, quien descansa tres días, pero Andronico, que sabe por cla­ri­videncia que un hombre fue asal­­ta­do y ase­sinado y que su cadáver es vigilado por fieras, le man­da que lo se­pulte. En el cap. 14 se hace referencia a Atanasio como compañero de Andro­ni­co, aun­que no se lo mencionaba desde el cap. 10; ambos cu­ran a una mujer hidró­pi­ca. En el 15, el santo aparece en el monte Libanio, espacio no men­cionado antes, don­de es visitado por una comitiva que le rue­ga que in­ter­ce­da contra la peste que azota a su ciu­­dad; Andronico le reprocha sus pecados y le da agua ben­di­ta para que sus miem­bros purifi­quen la ciu­dad. Luego, en el cap. 16, Andronico deja a Ata­nasio y va a vi­sitar a los monjes del Me­diodía, pero en el ca­mino encuentra a un de­mo­nio que le des­­cri­be la vida de los mun­da­nos y qué hacen los de­mo­nios para perjudicarlos. An­dronico con­vier­te a un monje mun­dano. El diá­logo tiene tempo real. En el cap. 17 hace sor­do­mudos a unos la­dro­nes que iban a asesinar a mon­jes y los convierte. Só­lo al ini­cio del cap. 18 indica el narrador que los cónyuges pasaron así do­ce años en el de­sierto, haciendo un ‘sumario’, para contar luego la muerte de los santos, con treinta días de distancia entre sí. Trans­curren, pues, en los relatos, treinta y nueve años. No se registran ana­lep­sis ni prolepsis.19 Ob­via­mente, salvo en los diálogos, el ‘tiempo del narrar’ nunca coincide con el ‘tiempo narra­do’ ni con el ‘tiempo de vida’.20

El empleo de los tiempos verbales21 confirma el carácter de la narración o enun­ciado frente al del discurso o enunciación: en los relatos, el narrador utiliza nor­malmente aoristos e imper­fectos, mientras que el presente aparece en los discursos di­rectos e indirectos de los personajes. Empero, se registra también el uso del pre­sente histórico, sobre todo cuando se introduce la voz del personaje (por ej. “Καὶ λέγει αὐτὴν·” (318r 18) [Y le dice]) pero también en algún pasaje donde el hecho pa­sado pun­tual es ac­tualizado: “Μετὰ δὲ ὥραν ἑβδόμην τῆς νυκτὸς φαίνεται αὐτὴν ὁ ἅγιος ἐν σχήματι μοναχοῦ λέγων αὐτὴν” (318r 34 ss.) [Tras la hora séptima de la noche se le aparece el santo en hábito de monje diciéndole].

En cuanto a los espacios, ninguno es particularmente detallado, pero es obvio que preva­le­ce la oposición ciudad-desierto. Se menciona a Alejandría como origen de Andronico, a Antio­quía como su lugar de residencia y trabajo, donde se particulariza el santuario de San Julián; y luego los diversos espacios que conforman la ‘pe­re­gri­na­ción’ externa de los santos que hacen un peregrinaje vital-anímico-espiritual: los San­tos Lugares, Escete, Safrica, el monte Libanio, todos escenarios del desierto. Éstos, co­mo ya señalé, son descriptos como un espacio “asperísimo y sin agua” [δριμύ­τα­τος καὶ ἄνυδρος] (321v 21) pero a la vez calificado como “un lugar propicio” [τό­πον ἐπι­τή­δειον] (321v 19): propicio para el camino de ascesis que los santos se proponen, ale­jado de toda comodidad mundana, de toda riqueza, de todo honor. En este sentido, el desierto es un ‘dador’ narratológico, porque facilita a los sujetos el alcance del ob­jeto.22 Los lugares son reales, no ima­gi­na­rios, aunque Safrica resulte extraña, y parece evidente el intento de destacar el culto de los santuarios: así como el de San Julián in­ter­viene en el comienzo de la peregrinación es­pi­ri­tual, el que se funda en torno de la tumba de los santos es la culminación de su proceso de san­tidad, si bien la ubicación geográfica de éste no es clara.

Hemos hecho referencia a que el narrador es heterodiegético y coincide con el autor. Más allá de su anonimato, es posible que se trate de un clérigo conocedor de teo­logía y de la Biblia, hecho frecuente en hagiografía pero no necesario. En cuanto al ‘na­rratario’ o destinatario del es­cri­to es, como suele ocurrir en este género, el cris­tia­no en general, aludido en el prólogo como “φιλόχριστοι καὶ φίλοι τοῦ Χριστοῦ” [amantes de Cristo y amigos de Cristo], pero es probable que apuntara también a un na­rratario más específico y ‘encubierto’, propio del ámbito egipcio y etío­pe que pu­diese acceder a las tum­bas milagrosas; es en ese ámbito donde la historia del matri­monio parece haber tenido mayor popularidad,23 si bien son varias las versiones en grie­go. Asimismo, entre los destinatarios se ha­llarían monjes, de ahí que se haga una lista de las vir­tu­des de los abbádes (episodio 12, f. 323v 26 ss.): estas virtudes no dejan de ser ejemplares incluso para los laicos no consagrados.

Con estos elementos que hemos detectado, estructurales, de actores, de aconte­ci­mientos, de tiempo y de espacio, y con ciertos tópoi propios de la hagiografía,24 como el disfraz oculto o la persuasión de animales, el narrador construye una fábula en la que la historia de Andronico y Atanasia parte de una ‘po­sibilidad’ (qué camino de santidad seguir), desarrolla su ‘realización’ (la vida eremítica) y lle­ga a un ‘resul­tado’ (con­cre­ción del proceso de santificación), evidenciado por los milagros y re­co­no­cimientos o fama de santidad logrados ya en vida. El texto resultante se yergue co­mo ob­je­to de entreteni­miento y, a la vez, de edificación moral y espiritual, y además co­mo una velada ‘propa­gan­da’ de los lugares taumatúrgicos: los modos de narración hacen que el auditorio vea como posible la santidad; valore la vida anacoreta; aprecie la fe y la espiritua­li­dad co­mo herramientas para la superación de obstáculos; y en­cuen­tre en los lugares de oración un ins­tru­­mento para la propia ascesis y la obten­ción de gracias. Los rasgos narrativos del texto, pues, construyen estos objetivos in­ten­cionales del desconocido autor.

Bibliografía

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1 Sobre la ficcionalidad en la hagiografía, cfr. Kaldellis (2014). El asunto de Andronico y Atanasia corresponde a las entradas 120 a 123 de la Bibliotheca Hagiographica Graeca (= BHG).

2 Cfr. De Andrés (1986). Según este catálogo, el ma­nuscrito tenía otrora la signatura 163:14 y data de los ss. XIII-XIV, aun­que el índice Pí­nakes del Institut de Recherche et d’Histoire des Textes adelanta la da­tación un siglo. El manus­cri­to perteneció, según dice una anotación inicial, al arzobispo Martín de Ayala, quien al morir en 1566 lo legó a la Bi­blio­teca del monasterio de Ucles, considerado ‘El Escorial de La Mancha’, cuyos fondos han sido base im­por­tante de la actual BNE. El manuscrito tiene sellos de la B. de Ucles, del Archivo Histórico y de la BNE.

3 También es testimonio ecdótico el códice Marcia­nus II 151, ff. 291v-297, s. XVI, pero parece descriptus respecto del Si­nai­ticus: coincide en detalles textuales con éste y, cuando el Sinaiticus se interrumpe, avanza un poco más siguiendo otro texto completamente diferente. De todos modos, ninguno de los dos aporta el texto completo.

4 Cabe insistir en que los manuscritos que transmiten este ‘asunto’ de Andronico y Atanasia no corresponden a un único y mismo texto sino a diversas versiones. En la página https://pinakes.irht.cnrs.fr/notices/oeuvre/id/13341 se ofrece una lista que indica correctamente las referencias a las diversas versiones señaladas por Halkin, más allá de que se conserva la opinión, para noso­tros errónea, de que los mss. Sinaiticus y Marcianus representan la versión “123f”. Nosotros esta­mos editando y estudiando la versión “123j”.

5 Hay avances en Cavallero (2017).

6 Testimonio oral a la vista del manuscrito. Sobre este copista cfr. de Andrés (1999).

7 Sobre esta figura cfr. Dahlman (2007).

8 Sobre este tópos cfr. Varvounis (1998:161).

9 Cfr. Varvounis (1998:160).

10 Así ocurre también en Vida de Teodora, 30.

11 Sobre el tópos del hallazgo de un manantial, cfr. Varvounis (1998:163).

12 Sobre los conceptos de narrador, narratario, etc. cfr. de Jong (2004). Es heterodiegético porque no es personaje del relato; extradiegético o primario porque hace el relato principal; abierto, porque habla de sí mismo y de su labor.

13 Cfr. Ricœur (2008:384ss.).

14 Sobre este tópos cfr. Constantinou (2014).

15 El concepto es de Bremond. Cfr. su reseña y comentario en Bal (1990:30).

16 Cfr. Bal (1990:38).

17 Podríamos decir ‘aceleración’ y ‘ralentización’ según las anisocronías de Genette (1972:122 ss.).

18 Concepto de Barthes. Cfr. Bal (1990:23).

19 Sobre estas formas de anacronía, cfr. Genette (1972:78ss.).

20 Éstos son categorías de G. Müller; véase una reseña y crítica en Ricœur (2008:494ss.).

21 Hay diversos análisis teóricos de este aspecto, aunque todos llegan a un mismo resultado, que se ve­rifica en el tex­to aquí analizado. La ‘narración’ (o ‘enun­cia­do’) usa el aoristo, imperfecto, pluscuam­per­fecto y prospectivo, excluyendo el presente, el futuro y el perfecto; en cambio el ‘discurso’ o ‘enun­ciación’ (enunciado entre un hablante y un oyente) hace lo o­pues­to, porque allí no interviene el na­rrador: cfr. Ricœur (2008:472). En cambio, según Wein­rich, la di­fe­ren­cia entre narración y discurso sur­ge de la ‘situación de lenguaje’ entre ‘comentario’ (teatro, testamento, editorial, dis­cur­so cien­tí­fico, donde los interlocutores es­tán comprometidos con el contenido referido; usa presente, pretérito per­fec­to y fu­tu­ro) y ‘narración’ (novela, cuen­to, leyenda, relato histórico, donde los interlocutores no es­tán implica­dos con la ac­ción; usa indefinido, imperfecto, pluscuamperfecto y potencial, donde el pre­térito no marca un ‘pasado’ sino una actitud de distensión): cfr. Ricœur (2008:479ss.). Otro eje es la ‘perspectiva de locución’ entre el tiempo del acto y el tiempo del texto: en el comentario, el pretérito perfecto marca retrospección y el futuro prospección (el presente es neutro); en la narración, el plus­cuam­perfecto y el pretérito anterior marcan retrospección, mientras que el potencial marca pros­pec­ción (el indefinido y el imperfecto son grado cero); cfr. Ricœur (2008:482-484). Por otra parte, la ‘puesta en re­lieve’ de un hecho se hace en indefinido, mientras que el imperfecto lo pasa a segundo plano; cfr. Ricœur (2008:484-486).

22 Cfr. Bal (1990:36).

23 El Sinaxario etíope (traducción Budge p. 1167) da muchos más detalles que el Sinaxario constan­ti­no­po­li­ta­no, edic. De­le­ha­ye, al 2 de marzo (p. 502.20-21), que no incluye ningún comentario: “Καὶ κοίμησις τῶν ἁγίων Ἀνδρονίκου καὶ Ἀθα­νασίας”. Según el Cnal. Baronio, que introdujo estas figuras en el Mar­­ti­rologio romano, ellas habrían muerto en Je­ru­salén: en el referencia del 9 de octubre del Marty­ro­lo­gi­um Romanum Vetus dice: “Hierosolymis sanctorum An­dro­nici et Athanasiae conjugis” (October, p. 10).

24 Sobre los tópoi frecuentes en el género literario cfr. Festugière (1960), Grosdidier de Matons (1970), Agapitos (2004), Pratsch (2005), Cons­tan­ti­nou (2010), Ca­va­llero (2013), (2014), (2015).