Vida de Juan el Limosnero de Leoncio de Neápolis: héroe hagiográfico y recepción

Pablo Ezequiel Fuentes

Universidad de Buenos Aires, Argentina
fuentespablo.ezequiel@gmail.com

Recibido: 16/09/2019. Aceptado: 18/12/2019

Resumen

La Vida de Juan el Limosnero, escrita por Leoncio de Neápolis a mediados del siglo VII, narra la vida y acciones del Patriarca de Alejandría (610-619). El objetivo del presente trabajo es analizar una selección específica de episodios transmitidos en un manuscrito de los siglos XI-XII. Nos enfocaremos en sus características narrativas con la hipótesis de que tienen el fin de llegar con mayor potencia a un público medio, convocándolo a través de su progresiva incorporación en la serie de relatos, algunas veces incluso como protagonista. Esperamos concluir que en el desarrollo de la serie se opera un deslizamiento de las características del héroe hagiográfico hacia el ‘hombre común’ con eje en la virtud de la caridad, y que la estructura narrativa simple y episódica coadyuva al fin edificante.

Palabras clave: Leoncio, hagiografía, receptor, hombre común

Life of John the Almsgiver by Leontius of Neapolis: hagiographic hero and reception

Abstract

The Life of John The Almsgiver, written by Leontius of Neapolis in the middle of the seventh century, narrates the life and actions of the Patriarch of Alexandria (610-619). The aim of the present work is to analyze a specific selection of episodes transmitted in a manuscript of the eleventh or twelfth centuries. We will focus on its narrative features with the hypothesis that they have the purpose of reaching out with greater strength to an average public, summoning it through his progressive incorporation in the series of stories, sometimes even as protagonist. We expect to conclude that in the development of the series takes place a displacement of the hagiographic hero’s features towards the ‘common man’ with axis in the virtue of charity, and that the simple and episodic narrative structure contributes to the edifying purpose.

Keywords: Leontius, hagiography, recipient, common man

Introducción

La narración hagiográfica tiene como fin la edificación de su auditorio por medio del relato de la vida y acciones de un héroe cuyo vínculo con lo sagrado lo coloca por sobre el hombre común. De ahí el éxito de estas obras en la Edad Media, en la que el vínculo con el mundo espiritual era percibido de manera más profunda y la figura del santo operaba como una puerta de acceso hacia esa realidad sobrenatural, sobre todo por su capacidad única de realizar milagros. Por eso, el jesuita Hippolyte Delehaye reserva el nombre de ‘hagiografía’ “à tout monument écrit inspiré par le culte des saints, et destiné à le promouvoir“ (1906:2).

Juan, apodado Limosnero por la virtud de la caridad, oriundo de la isla de Chipre, fue Patriarca de Alejandría entre 610 y 619. La intención de Leoncio, como lo dice en el prólogo, es completar las obras ya escritas por Sofronio y Juan Mosco, hoy perdidas. En su transmisión podemos identificar por lo menos siete versiones griegas, entre las que se encuentran, tomando como criterio la extensión, las versiones larga, mediana y corta.1 Nuestro manuscrito, Vaticanus Ottobonianus Graecus 1 ff.54-61 (s. XI-XII), se acerca a la versión corta, pero escoge una pequeña serie de episodios que en apariencia no tienen nada que ver uno con el otro. Tomando como referencia la versión larga, que se acerca más al original, tenemos parte del Prólogo, y los capítulos 1, 7, 8, 20, 21, 34 y 49. Vincent Déroche, quien se ha dedicado al examen de la tradición manuscrita de la obra de Leoncio, hace referencia a este manuscrito como “sélection unique en son genre” y que conserva una “recension abrégée” (1995:46-47). En este trabajo pretendemos analizar las características narrativas de los relatos de este recorte específico centrándonos en la figura del héroe hagiográfico y su papel dentro de ellos. Considerando la totalidad de la obra, Déroche afirma que Leoncio le otorga a su personaje central un papel débil (1995:133). Veremos de qué modo funciona esta caracterización en nuestra selección, cuyos relatos en su mayoría carecen de su participación. Pero si esto es así, entonces será necesario preguntarse en qué medida la definición de Delehaye expuesta más arriba es válida para nuestro texto. La respuesta no es simple y hará falta considerar aunque sea brevemente el contexto histórico al que pertenece nuestro manuscrito. La hipótesis de este trabajo es que en esta selección particular la narración tiende por medio de sus características a establecer un vínculo con su auditorio incorporándolo a la acción de los relatos. Esperamos concluir, entre otros aspectos, que no se busca la promoción de la figura del santo, sino de la virtud que representa, pues no son sus acciones las que se destacan; y que la composición episódica y simple de los relatos es el marco escogido para convocar con mayor fuerza al lector.

Para adentrarnos en este análisis será necesario no solo entender la estructura de los episodios y su composición, sino también ensayar una breve aproximación al contexto sociohistórico medieval bizantino. En su obra La literatura como provocación Hans Robert Jauss afirma sobre la obra literaria que:

su función social en el terreno ético [...] debe captarse igualmente en las modalidades de pregunta y respuesta, problema y solución, bajo las cuales penetra la obra en el horizonte de su influencia histórica. (1976:206).

Es posible entonces preguntarnos a qué problemas intentaba dar respuesta la obra literaria y de qué manera intervenía en la práctica cotidiana del lector. Pues la literatura “anticipa la posibilidad irrealizada, ensancha el campo limitado del comportamiento social hacia nuevos deseos, aspiraciones y objetivos” (Jauss, 1976:205). Este punto de vista nos puede ayudar especialmente para examinar la obra hagiográfica, pues siendo una literatura de edificación se plantea como objetivo la intervención en el comportamiento de su lector.

Es también conveniente traer aquí la advertencia de Guglielmo Cavallo:

se debe recordar [...] que los libros más leídos en Bizancio eran los ‘libros de Iglesia’, justamente porque estos estaban comprendidos entre aquellos que también un lector común podía entender (2017:170).

Resumiendo a Psellos, Cavallo delinea dos grupos de lectores: un ‘lector medio’ instruido y otro sofisticado, “mientras que relega a la categoría de orejas incultas a los que podían entender el mensaje dirigido a ellos únicamente a través de la escucha” (2017:75). En el prólogo de la obra, Leoncio define su estilo y, en consecuencia, a quiénes va dirigido su trabajo:

ἵνα τῷ ὑπάρχοντι ἡμῖν πεζῷ καὶ ἀκαλ­λωπίστῳ καὶ χαμηλῷ χαρακτῆρι διηγησώμεθα εἰς τὸ δύνασθαι καὶ τὸν ἰδιώτην καὶ ἀγράμματον2 ἐκ τῶν λεγομένων ὠφεληθῆναι (Vat. Ott. gr. 1, f.55rab).

para que narremos con el carácter pedestre y sin adorno y humilde, propio de nosotros, de modo tal que pueda ser ayudado por lo dicho también el hombre común e iletrado.3

Para el vocablo ἰδιώτης el Liddle and Scott da entre otras definiciones las de “common man” y “one who has no professional knowledge” (LSJ, 819a) y el léxico patrístico de Lampe “unskilled, uncultivated person” (Lampe, 668a). Siendo más específicos, el diccionario de Sophocles lo define como “not a church officer, layman” (Sophocles, 592b). Por lo tanto, podemos decir, Leoncio ubica a éstos entre aquellos que no tienen un saber técnico ligado a la iglesia ni un manejo de la alta cultura, aunque sí tienen la capacidad de leer, pues los diferencia de los iletrados que solo pueden escuchar el texto. A partir de este auditorio pensaremos, por un lado, el uso del discurso directo como recurso narratológico y, por otro, las motivaciones del relato. Por otra parte, Ingela Nilsson afirma respecto de las Vidas de santos que, “peuvent ainsi être vues comme des ‘catalogues’ d’épisodes indépendants, souvent présentés sous forme de tableaux vivants, avec une fonction didactique prononcée” (2014:130). En nuestro análisis veremos esta función didáctica no sólo en relación con el lector más arriba establecido, sino también su funcionamiento como motivo literario de la narración.

La acción de la palabra

Además de presentarnos el objetivo de la obra, el prólogo cumple la función de validar lo que el autor nos va a relatar exponiendo su fuente. Así al informarnos cómo conoce a Menas, su fuente principal, Leoncio narra que en Alejandría observa a un servidor de agua caliente (θερμοδότης), que le da todo lo que tiene a un extranjero que pedía limosna. Sorprendido por semejante acción, pregunta a Menas, que lo conocía, cómo había llegado a ser así. Éste le responde:

τῷ ἐν ἁγίοις τρισμακαρίστῳ πάπᾳ ἡμῶν παρέμενεν Ἰωάννῃ, καὶ ὥσπερ υἱὸς γνήσιος τὴν τοῦ πατρὸς ἀρετὴν διεδέξατο εἰπόντος τοῦ ὁσίου πρὸς αὐτόν· ‘ταπεινὲ Ζαχαρία γενοῦ ἐλεήμων, καὶ λόγον ἔχεις ἐκ τοῦ θεοῦ διὰ τῆς ταλαιπωρίας μου, ὅτι οὔτε ἐν τῇ ζωῇ μου, οὔτε μετὰ θάνατον, ὑστερήσει ὁ θεός’. (Vat. Ott. gr. 1, f.55va)

Estuvo junto a nuestro Papa Juan, tres veces bienaventurado, que está entre los santos, y como un hijo legítimo heredó la virtud del Padre, diciéndole el piadoso: “Humilde Zacarías, hazte limosnero y tienes palabra de parte de Dios de que, por medio de mi sufrimiento, ni en mi vida ni tras la muerte Dios te hará pasar necesidades”.

Las acciones de Zacarías son producto de haber escuchado al Patriarca. Es su palabra como maestro la que motiva su virtud. Luego el autor nos narra la primera recta acción de Juan que consiste en reunir parte del personal de su administración y ordenarles que distribuyan lo suficiente a todos los que lo necesiten:

οὐ δίκαιον ἐστὶν, ὦ ἀδελφοὶ, πρὸ τοῦ Χριστοῦ φροντίσαι ἡμᾶς ἑτέρου τινός [...] Οὓς ὑμεῖς πτωχοὺς καὶ ἐπαίτας καλεῖτε, τούτους ἐγὼ δεσπότας μου καὶ συγκροτητὰς κηρύττω. αὐτοὶ γὰρ ἡμᾶς ὄντως καὶ μόνοι συγκροτῆσαι καὶ τὴν τῶν οὐρανῶν βασιλεῖαν χαρίσασθαι δύνανται. (Vat. Ott. gr. 1, f.56ra)

No es justo, hermanos, que antes que de Cristo nos ocupemos de algún otro [...] A quienes ustedes llaman mendigos y pordioseros, a estos yo los proclamo mis patrones y forjadores, pues ellos realmente y ellos solos pueden forjarnos y regalarnos el Reino de los Cielos.

Los que estaban reunidos quedan sorprendidos por sus dichos al igual que Leoncio con Zacarías. En ambas escenas tenemos a alguien que predica, Juan, y a otro que escucha los dichos como si fuera una lección. Así se establece una relación didáctica que apunta a transformar las acciones del oyente. En ambos casos el mensaje apunta a la vida después de la muerte. Hay que despojarse de todo lo material y dárselo al necesitado, es decir, convertirse en Limosnero, para conseguir el Reino de los Cielos. En la narración esta relación se construye entre el Patriarca y su auditorio ocasional pero además se replica entre el texto y el lector. Siguiendo a Jauss, la función social de la literatura se hace presente “allí donde la experiencia literaria del lector entra en el horizonte de expectaciones de la práctica de su vida, preforma su comprensión del mundo y con ello repercute también en sus formas de comportamiento social” (1976:201). La narración pretende cumplir esta función estableciendo un vínculo didáctico capaz de convocar al oyente desde el relato mismo, de ahí la importancia del diálogo como recurso fundamental para exponer los dichos de Juan. Su figura no interesa tanto por los milagros que pueda obrar sino por su prédica, que lleva a cabo en la narración lo que la obra hagiográfica pretende con el lector: afectar su comportamiento en la vida cotidiana; así lo logra con Zacarías y otros interlocutores a través de los relatos. El discurso didáctico presenta así una doble funcionalidad: como recurso retórico del narrador, para convocar al receptor de la obra, y como motivo literario, pues los consejos de Juan ponen en acción a los demás personajes guiándolos por el camino correcto.

En otro episodio, un armador de barcos que había sufrido un naufragio pide ayuda al Patriarca. Naufraga dos veces hasta que logra llevar su mercancía a un lugar donde puede venderla. El estaño que consigue a cambio se transforma en plata y el autor, saliendo de la narración, se dirige al lector: “καὶ οὐ ξένον τὸ θαῦμα, ὦ φιλόχριστοι” [y no es extraño el milagro, oh amantes de Cristo] (Vat. Ott. gr. 1, f.57vb); y a continuación enumera algunos milagros de Cristo. Mediante la apelación al lector, un recurso retórico muy usual en la literatura didáctica, se interrumpe la narración para establecer un vínculo directamente con el oyente. Este milagro es el único en la selección que podemos asignarle al personaje de Juan, pero, como advierte Déroche, no se encuentra en la escena de la acción (1995:120). Es más, lo último que se relata es que el armador de barcos le narra a su amigo que el barco con el que había viajado y conseguido el estaño era de la Iglesia. Es Juan el que le aconseja que no mezcle sus cosas con las de la Iglesia y le da el barco. Por lo tanto, no es solo Juan el intercesor ante Dios, sino que es la Iglesia como institución la que cobra protagonismo. Lo mismo se observa en el último episodio de la selección que trata de dos clérigos zapateros. En un diálogo uno de ellos impulsa al otro a asistir a la Iglesia, pues a causa de ello se había enriquecido: “ὡς οὖν ἐκεῖνος πεισθεὶς ἠκολούθει αὐτῷ, ἀπερχομένῳ εἰς τὴν ἐκκλησίαν ἀδιαλείπτως, εὐλόγησεν αὐτὸν ὁ θεὸς καὶ ἐπλούτισεν” [cuando, en efecto, aquel tras obedecer seguía a éste, que iba ininterrumpidamente a la iglesia, Dios lo bendijo y enriqueció] (Vat. Ott. gr. 1, f.61ra). Aquí Juan prácticamente no interviene, sino que es la Iglesia el punto de inflexión en la economía de los dos zapateros, como mediadora entre ellos y Dios. Así la obra hagiográfica preforma la práctica cotidiana del lector en la experiencia de la lectura modificando su percepción de la vida e instándolo a cambiar su comportamiento y prácticas. En estos dos últimos relatos no es el culto a Juan lo que se intenta promover sino la asistencia a la Iglesia. La promesa de una mejora económica es el anzuelo para atraer al oyente. En su propio horizonte de expectaciones la obra literaria hace real aquello que promete: tanto el armador de barcos como los zapateros se enriquecen a causa de relacionarse de manera correcta con la Iglesia. De esta manera, como venimos observando, no hay grandes acciones que resalten la figura del santo, sino el uso de la palabra en el marco de un discurso didáctico que busca lograr un efecto sobre su receptor. Además, esto produce una progresiva identificación entre el oyente ocasional del Patriarca y el receptor de la obra, debido al vínculo didáctico que se establece.

Estructura episódica y oralidad

Otro rasgo importante de esta selección es su estructura episódica. Esta característica se puede hacer extensiva a aquellas obras hagiográficas en las que muchas veces los relatos que integran la narración lo único que tienen en común es la figura del santo. Nilsson relaciona esta característica “avec la réception auditive du public byzantin” (2014:131), pues los relatos a menudo eran escuchados mientras alguien leía en voz alta. La oralidad imponía formalmente una narración breve que pudiera funcionar con independencia de otros relatos. Si recordamos el prólogo de la obra, resaltamos que Leoncio escribe intencionadamente de manera más sencilla para que el ‘hombre común e iletrado’ (“τὸν ἰδιώτην καὶ ἀγράμματον”) pueda entenderla. Por lo tanto, podemos ver dos características del texto, que combinadas permiten una mejor recepción por parte del auditorio: en su nivel estructural, el relato episódico se ajusta mejor a una recepción oral, y en el nivel narrativo, el estilo sencillo y llano facilita la comprensión de un receptor ‘común’.

En efecto, los episodios que integran esta selección no tienen nada en común entre sí más que el personaje de Juan, aunque no siempre como protagonista. De hecho, en el relato más extenso el Patriarca solo es un narrador. Se trata de la historia de un tal Pedro, cobrador de impuestos. Al igual que el personaje de Zacarías es alguien que se convierte en limosnero, pero a diferencia de aquel, advertiremos que adquiere capacidades diferentes. Hasta aquí hemos visto que el personaje de Juan no es destacado por sus milagros sino por sus palabras: ‘las rectas acciones’ que anuncia el prólogo son las que realiza su prédica como autoridad eclesiástica, pues la función didáctica es puesta en el primer plano de la narración. En este episodio sí vemos acciones milagrosas, pero no de Juan, sino de Pedro, que se destaca no solo por el ejercicio de su virtud como limosnero sino también por su conexión con Dios y la capacidad de realizar milagros. Sobre el ‘hombre común’ se construye una figura sagrada según las características que esbozan Peter Brown (1982:131) y Robert Browning (2001:117-124) respecto del hombre sagrado: alejado de la sociedad y de cualquier lazo social, es un extranjero entre los hombres; libre de las necesidades de alguien ordinario, como la comida y la ropa; sin posesiones, da todo a los pobres; posee visiones y poderes de curación, y elige voluntariamente la pobreza.

Tras tener una serie de visiones en las que ve a Cristo, Pedro se hace Limosnero hasta el punto tal de vender su cuerpo, pues así se lo ordena a su propio esclavo: “ἀπένεγκε με εἰς τὴν ἁγίαν πόλιν καὶ πώλησόν με τινὶ χριστιανῷ καὶ τὴν τιμήν μου δὸς πτωχοῖς” [llévame a la Ciudad Santa y véndeme a un cristiano y da a los mendigos mi valor] (Vat. Ott. gr. 1, f. 59ra). En este acto renuncia a las comodidades de una vida ordinaria, a toda relación social y se vuelve un extraño en otra ciudad. Luego la narración se detiene a relatar su vida diaria y dar ejemplos de su carácter extraordinario:

ἦν οὖν ἰδέσθαι αὐτὸν, ποτὲ μὲν ἑψοῦντα τῷ κυρίῳ αὐτοῦ, ποτὲ δὲ πλύνοντα, καίπερ μηδέποτε ἐν τινὶ τούτων συνειθισμένον · ἐταρίχευσεν δὲ ἑαυτὸν καὶ νηστείᾳ πολλῇ (Vat. Ott. gr., f.59rb).

Era posible, en efecto, verlo a veces cocinar para su señor, a veces lavar, a pesar de no estar acostumbrado nunca a estas cosas, y se maceraba también con frecuente ayuno

El personaje de Pedro aparece como un hombre sagrado que renuncia a su vida vendiendo su propio cuerpo e imponiéndose trabajos duros. Según Browning “self-imposed hardships are also both a path to holiness and a demonstration of it” (2001:124). Por último, cuando es reconocido, huye de la casa de su patrón, tras hacer hablar y oír a un sordomudo que guardaba la puerta de salida; y el relato termina sin más noticia. Así, en el medio de nuestra selección tenemos un episodio que funciona de manera independiente, en el que se narra cómo un ‘hombre común’ se convierte, a juzgar por todas estas características y acciones, en un hombre sagrado claramente distinguible del resto. Por otra parte, este relato es el que mejor responde a la estructura episódica que mencionamos, pues desde el principio hasta el final hay una unidad de acción que lo diferencia y ‘aísla’ del resto de la obra. Si bien es un relato enmarcado que da inicio Juan como narrador, su figura se pierde por completo hasta el final del capítulo.

Antes de llegar a las conclusiones, quisiéramos agregar algunas consideraciones que creemos importantes respecto de la transmisión del manuscrito que nos ocupa y de este episodio. En relación con la transmisión fragmentada o abreviada, Nilsson (2014:131) afirma que muchos relatos son extraídos de su obra original y colocados en conjunto en menologios, por lo cual su estructura narrativa no tiene casi importancia. En este sentido, postulamos que la unidad de nuestra selección depende de la intención a la que responden los relatos. Solo así podemos decir con Déroche que este manuscrito es “unique en son genre” respecto a otros testimonios abreviados (1995:46).

En su trabajo sobre el hombre sagrado Paul Magdalino advierte, citando a Beck, que en términos de producción hagiográfica el siglo XII fue decepcionante (2001:52). El crítico afirma que para la época existía un declive moral y espiritual de la Iglesia junto a un malestar de ésta por la interferencia del poder imperial (2001:55). Esta afirmación es sugerente para pensar la razón por la cual fueron conservados los relatos de esta selección y la importancia del personaje de Juan. En nuestro análisis hemos visto que en la figura del Patriarca no es posible percibir las características de un hombre sagrado tal como las que exhibe el personaje de Pedro, pues la importancia se encuentra en su discurso edificador desde la posición que tiene en la jerarquía eclesiástica de Alejandría. Un santo con las características de Pedro rivalizaría con el poder de la Iglesia y minaría su autoridad en la sociedad. Por lo tanto, no es menor que se deje claro que el episodio de Pedro es un relato de Juan el Limosnero utilizado como recurso didáctico: “οὐ μόνον γὰρ ἐκ τοῦ ἑαυτοῦ βίου ἱκανὸς ἦν καὶ τὸν μὴ θέλοντα ὠφεληθῆναι οἰκοδομῆσαι, ἀλλὰ καὶ τῶν θεαρέστων αὐτοῦ καὶ ἀψευδῶν διηγημάτων” [no solo era capaz de edificar a partir de su propia vida incluso al que no quería obtener provecho, sino también a partir de sus narraciones agradables a Dios y veraces] (Vat. Ott. gr. 1, f.60ra). Por otra parte, reparamos también en la importancia de la Iglesia como institución en las historias de los clérigos zapateros y del armador de barcos. Así, la función social que resaltamos iría en paralelo con otra función: la política, que tendería a legitimar y fortalecer la autoridad de la Iglesia que el personaje de Juan reafirma con sus acciones y su prédica. Además, la estructura episódica de los relatos se muestra lo bastante flexible como para recuperar a personajes del siglo VII en el XII. Por último, el discurso didáctico y sus características narrativas hacen posible su circulación en una unidad menor.

Conclusiones

Las historias vienen a demostrar lo que la voz del personaje de Juan por un lado y la acción de los relatos por otro quieren enseñar: la caridad como virtud que aproxima al hombre a Cristo. El personaje de Pedro señala especialmente el vínculo sagrado que el ‘hombre común’ puede lograr por medio de dicha virtud; los demás personajes, los bienes que se pueden obtener: riqueza material y espiritual. En su recepción, la obra literaria es puesta en relación con el horizonte de expectativas del lector, en términos de Jauss, y, según nuestro análisis, las narraciones apuntan al dinero y a la vida después de la muerte como motivaciones para una conducta ética adecuada.

La relación didáctica que el género hagiográfico plantea con su lector se incorpora como recurso literario dentro de la narración misma, pues es la que moviliza a los demás personajes, que ocupan el papel de auditorio ocasional de las palabras de Juan. Lo que sucede en los relatos depende de ella y se expresa en dos niveles: uno dentro de la diégesis, entre Juan y el resto de los personajes, y otro extradiegético, entre el texto y el lector/oyente. A partir de esta relación entendemos el uso frecuente del diálogo y las invocaciones al lector. La identificación entre oyente interno y receptor de la obra por un lado, y la construcción de un héroe hagiográfico en la figura del hombre común por otro, otorgan al texto una gran potencialidad para convocar a un público medio. Por último, la estructura episódica y el estilo sencillo permiten una recepción oral que colabora con la relación didáctica y el fin edificante que busca el género hagiográfico.

Bibliografía

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» Browning, R. (1981). “The ‘low level’ saint’s life in the early Byzantine world”. En: Hackel, S. (ed.). The Byzantine saint. London: Saint Vladimir Seminary Press, 117-127.

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» Sophocles = Sophocles, E.A. (1900). Greek Lexicon of the Roman and Byzantin Periods. New York: C. Scribner’s sons.


1 Para un mayor detalle de su transmisión textual véase Cavallero et al. (2011).

2 El resaltado es nuestro.

3 Siempre que el texto coincida con la versión larga, seguimos la traducción de Cavallero et al. (2011)