Miguel Pablo Sancho Gómez
Universidad Católica de Murcia. Campus de los Jerónimos, s/n. Guadalupe (Murcia), 30107, España.
mpsancho@ucam.edu
Recibido: 27/07/2020. Aceptado: 25/08/2020
Resumen
Este trabajo se enmarca en las nuevas investigaciones en torno al fin de la Britania romana y pretende aportar algunas consideraciones de carácter militar centradas en la vigilancia, inteligencia y exploración, elementos de vital importancia a la hora de conocer los planes de cualquier enemigo. El Imperio romano contó durante muchos años con estrategias y herramientas adecuadas para tales cometidos, como exploradores, espías y una flota especial, pero su abandono propició un empeoramiento de las condiciones de seguridad que llevaron finalmente a la pérdida del control sobre la isla.
Palabras clave: Vegecio, Amiano Marcelino, ejército romano, Britania, inteligencia militar.
The end of Roman Britain. Brief considerations on military intelligence from two fragments by Ammianus Marcellinus and Vegetius
Abstract
This work is inspired by the new investigations on the end of Roman Britain with the aim to reflect on a number of military tactics such as surveillance strategies, intelligence, and exploration, elements of vital importance to know the plans of any enemy. The Roman Empire carried out for a long time adequate strategies and counted on valuable resources for such tasks, as scouts, spies and a special fleet. But their abandonment led to a worsening in the security conditions that ultimately led to the loss of control over the island.
Keywords: Vegetius, Ammianus Marcellinus, Roman army, Britannia, military intelligence.
Introducción
El fin de la Britania romana es un suceso traumático que no obstante encierra algunas de las claves para entender la caída del Imperio romano en Occidente; por ello, ha recibido notable atención en la historiografía especializada.1 Pese a la gran cantidad de lagunas de conocimiento y puntos oscuros que aún alberga el fenómeno, se trata de un campo de investigación de gran interés, y como tal ha sido estudiado por eruditos de la talla de E. A. Thompson (1977), John Matthews (1982-1983), Ian Wood (1987), Michael Kulikowski (2000a), Peter Salway (1991) o Nicholas Higham (2014). Pretendemos con este trabajo realizar una contribución al tema, añadiendo luz adicional sobre uno de los aspectos quizá menos tratados en los últimos años: la inteligencia militar imperial, su relación con el sistema defensivo de la isla y la desaparición del mismo, que consideramos relevante y decisiva en relación a los acontecimientos históricos posteriores.2
Para cualquier ejército el cometido más importante de la inteligencia es descubrir la ubicación, número e intenciones del enemigo (o de hipotéticos enemigos). Esto incluye la supervisión detallada de rutas terrestres y fluviales, el control de puntos de referencia geográficos y la prevención de amenazas que pudieran llegar por mar. Cuando nos encontramos con una frontera definida, aunque no impermeable, como fueron los limites del Imperio Romano, comprobamos que también resultaba esencial conocer movimientos, intenciones y planes de pueblos que, viviendo en ocasiones muy alejados, podían interesarse en expediciones e incursiones de saqueo, si se reunían condiciones favorables para ello (Johnson, 2014, pp. 42-70). Reacciones en cadena iniciadas in barbaricum podían acercar visitantes no deseados a las fronteras romanas, como sucedió en la crisis goda de 376 con desastrosos resultados (Wolfram, 1988, pp. 57-75; Heather, 1991, p. 139 y ss.). Por lo tanto, eran necesarias estrategias de prevención, así como herramientas de control y vigilancia que permitiesen adelantarse a tales movimientos potencialmente peligrosos (Wilson, 1984, pp. 51-61; Drummond y Nelson, 1994, pp. 127-152; Graham, 2009, pp. 11-78; Turk, 2012, pp. 63-78).
En Britania esos cometidos recaían, entre otros, en los misteriosos exploradores conocidos como arcani o areani, de los que nos habla Amiano Marcelino (XXVIII 3, 8) y sin duda en la flota, la denominada en sus inicios Classis Britannica. Sabemos por Vegecio (IV, 37) que se hallaban en servicio ciertos barcos especiales de exploración, rápidos y funcionales, sometidos a un proceso de camuflaje para pasar inadvertidos (los llamados barcos “pintados”, picatos).
Como se puede comprobar, se trata en ambos casos de elementos importantes, que podían proporcionar una ventaja clave si eran usados con destreza. A la hora de desbaratar las intentonas de un enemigo que se aproximase, los informes y/o el espionaje facilitarían la tarea de preparar posiciones de ventaja con fuerzas suficientes contra cualesquiera incursores a pie o a caballo; en el mar, los citados barcos lograrían detectar, atajar y destruir posibles piratas antes de que tocasen tierra. Sabemos que tanto los arcani como la flota, por diversos motivos, aunque no demasiado separadamente en el tiempo, fueron desbandados. Sin duda la desaparición de estos factores de vigilancia e inteligencia militar propiciaron que las sucesivas invasiones o incursiones de escotos, jutos, anglos, sajones, etc., se vieran sensiblemente facilitadas, y posiblemente alentadas, por las mejoradas posibilidades de éxito. Al contar los bárbaros con el valioso elemento de sorpresa, los defensores actuarían prácticamente a ciegas, perdiendo a menudo cualquier posibilidad real de ofrecer una resistencia significativa.
Realizaremos ahora un somero repaso acerca de las características y situación defensiva de las fuerzas romanas en Britania en el periodo que nos ocupa, para obtener la perspectiva necesaria que nos permita sopesar hechos y consecuencias en su plenitud. Después analizaremos las herramientas recién citadas, tratando de mostrar cómo la carencia de tales elementos resultó decisiva en los acontecimientos posteriores a los años 409-410.3
La flota romana en Britania
La classis Britannica se creó entre los años 40 y 43, bajo los reinados de Calígula y Claudio, con la obvia intención de proporcionar transporte, suministro y apoyo logístico a la invasión romana de la isla.4 Creemos que la afirmación de Cleere (1977, 16-17), resaltando el papel no combativo de la flota, debe matizarse: sencillamente no existían entre los enemigos de Roma en esas latitudes naves capaces de enfrentarse en batalla a los romanos, así que esa función quedó descartada durante mucho tiempo. Al mando de un prefecto, sabemos que después de la conquista estaba centrada mayormente en los puertos de Boulogne y Dover (Blamangin y Demon, 2020, pp. 29-41). El Praefectus Classis Britannica presagiaba así lo que sería el posterior comes litus saxonici, pues también comandaba unidades y efectivos militares a ambos lados del estrecho, con el fin de lograr una mayor coordinación y eficiencia defensivas; podemos afirmar que, casi siempre, los romanos consideraron este marco defensivo como un conjunto (Alcock, 1973, pp. 95-99; Hassall, 1977, p. 10; Ireland, 1996, pp. 125-127 y 130-132). No obstante, es cierto que en el tiempo en el que se redactó la Notitia Dignitatum, entre los años 395 y 430, las unidades in litore saxonico desplegadas en tierras galas obedecían a líderes militares diferentes, por lo que en algún momento el Estado romano decidió dividir el mando único que operó previamente (después de las grandes dificultades habidas con el rebelde Carausio, entre 286 y 293, es posible que se decidiese acabar con el riesgo a que se repitiese una situación semejante en el futuro) (Johnson, 1977, p. 68).
La flota britana apoyó de manera importante al gobernador Agrícola en sus guerras contra los pictos del norte (Shotter, 1996, p. 33 y ss.). Durante las campañas de Septimio Severo entre 208 y 211 desempeñó igualmente un papel esencial, siendo además reforzada con unidades del Rin y el Danubio, dado el gran calado y magnitud de tales operaciones (Cleere, 1977, p. 19; Birley, 2005, pp. 200 y 320). Cunliffe (1977, p. 5) afirma que la flota tuvo que permanecer en el norte después del 211, lo que daría origen al proyecto de construcción de fuertes en el sureste para sustituirla. Ciertamente las primeras defensas en dicha zona datan del reinado de Alejandro Severo, último miembro de la dinastía. Nosotros creemos, no obstante, que más probablemente las unidades citadas serían objeto de una reestructuración o reorganización (Cleere, 1977, p. 19).
La última mención de flota data del reinado de Filipo (244-249) (Cleere, 1977, p. 18; Birley, 2005, p. 371), y la arqueología parece indicar un desmantelamiento de las instalaciones portuarias alrededor del año 270, curiosamente cuando se empieza a intensificar la construcción de fuertes de nuevo diseño.5 Esto indica, como hemos mencionado, una más que posible reestructuración a gran nivel de las unidades navales, debido a nuevas amenazas y/o situaciones estratégicas que necesitaban otro tipo de respuestas, pues sabemos que, al mismo tiempo, aproximadamente, desaparece también la classis Germanica del Rin. Estos cambios son muy poco conocidos, pero se especula con la idea de unidades navales apoyando directamente al ejército bajo el mando de las legiones, o repartidas entre los propios fuertes de nueva construcción (Johnson, 1977, p. 69). Comenzamos a tener por entonces noticias de la piratería de francos y sajones, causantes de considerables estragos; el nombramiento de Carausio para poner fin a estas incursiones debe observarse como fruto de una prioridad estratégica y el compromiso evidente de Diocleciano para acabar con dicho problema (Esmonde Cleary, 2000, p. 35; Sáenz Huesma, 2005, pp. 316, 319 y 320).6 Se debe tener en cuenta que el Imperio acababa de pasar por una fase convulsa en la que sufrió ataques en todos los frentes durante casi cincuenta años. Al igual que las legiones en tierra, es muy posible que la flota se viese sobrepasada por la situación, haciendo imposible una acción efectiva contra las numerosas amenazas. Que las unidades navales fueran desbandadas o licenciadas, desapareciendo completamente del mapa, no es imposible, pero se trata de una mera hipótesis que no podemos comprobar. Si prestamos atención a los numerosos preparativos bélicos y navales de invasión llevados a cabo por Maximiano Hércules y Constancio I, así como el excelente papel de las naves de Carausio destruyendo la piratería, el panorama que se nos presenta no es el de abandono o desolación; al contrario, implica la presencia masiva de astilleros, marinería y barcos de gran calado en pleno funcionamiento (Casey, 1995, pp. 145-156).7 Si hubo algún tipo de abandono, nos inclinamos a pensar que fue temporal o casual, con las miras puestas en sacar mayor partido a los barcos de guerra.
Poco después de las primeras menciones de ataques navales e incursiones bárbaras en las fuentes literarias, la sección de costa gala entorno a Boulogne y la propia Britania se secesionaron, creando el denominado Imperio britano, que fue de hecho inexpugnable durante años, precisamente por un liderazgo experto y por contar con unidades militares profesionales de legiones y marinería. El propio Constancio Cloro empleó no una, sino dos flotas de guerra, en el año 296, para recuperar Britania; una de ellas bajo su mando directo y otra bajo el de su prefecto del pretorio, Asclepiodoto (Birley, 2005, p. 389).8 Tamañas preparaciones muestran claramente una empresa de gran dificultad y dimensión. Recuérdese, por último, que la secesión del Imperio gálico (259-274) con Póstumo también estuvo relacionada en parte con los ataques contra la Galia de piratas sajones y francos (Drinkwater, 1987; Álvarez Jiménez, 2007, pp. 7-35).
Sabemos que el personal de la flota participó en la construcción del Muro de Adriano y que, aunque se diferencia epigráficamente entre nautae y milites, el perfil de estas fuerzas navales era esencialmente militar (Cleere, 1977, p. 18; Birley, 2005, p. 316; Fields, 2006, p. 51). Algunas unidades vivían y posiblemente guarnecían las defensas iniciales de los siglos I-II, y posteriormente hicieron lo mismo en los nuevos y sólidos fuertes del denominado litoris saxonici, la orilla sajona o The Saxon Shore, como se le denomina en la historiografía de lengua inglesa, que es la que ha tratado predominantemente el tema.9 Nos encontramos probablemente ante un intento organizado y meticuloso por parte del Imperio para acabar con las incursiones y saqueos que comenzaron a proliferar mediado el siglo III. Conocemos nueve fuertes en la costa britana, en su mayoría comenzados a construir en el reinado de Probo y con las últimas reparaciones y arreglos durante el de Teodosio: Branodunum (Brancaster, Norfolk), Gariannonum (Burgh Castle, Norfolk), Othona (Bradwell-on-Sea, Essex), Regulbium (Reculver, Kent), Rutupiae (Richborough, Kent), Dubris (Dover Castle, Kent), Portus Lemanis (Lympne, Kent), Anderitum (Pevensey Castle, East Sussex), y Portus Adurni (Portchester Castle, Hampshire) (Fields, 2006, p. 43).10 A veces viejos fuertes de la flota fueron remozados y reutilizados para dar paso a las nuevas defensas, mucho más desarrolladas, del posterior litoral sajón. Este fenómeno de fortificaciones más densas y sólidas, aunque generalmente con un perímetro más reducido, se dio a lo largo de todo el Imperio, y está en consonancia con las políticas militares de defensa desarrolladas después de 270 y muy especialmente durante la Tetrarquía y Constantino (Philp, 1977, pp. 20-21; Southern y Dixon, 1996, pp. 138-141; Fields, 2006, pp. 24-38).
En conjunción con otras instalaciones de apoyo y algunos fuertes en lo que hoy es la costa francesa, este servicio de vigilancia y defensa debió estar desde un primer momento íntimamente ligado a la flota, aunque pudiese tener otros cometidos aparte del puramente militar, como control, supervisión y transporte de materiales, comercio, industria, etc. (Cleere, 1974, pp. 171-199). En cualquier caso, estos fuertes no se pueden comprender sin tener en cuenta a las unidades navales que patrullaban el mar e impedían el acercamiento de expediciones de saqueo. Parece que, con alguna pequeña excepción, el sistema funcionó de modo satisfactorio durante más de cien años (Wilson, 1980; Breeze, 1983; Cotterill, 1993, pp. 227-239; Bidwell, 1997).11 Como indicó acertadamente Johnson, el sistema podía muy bien impedir la llegada de los piratas, pero especialmente resultaba infalible a la hora de que escapasen cargados de botín. De ahí las suspicacias de Maximiano Hércules y Diocleciano con el controvertido modus operandi de Carausio (Johnson, 1977, p. 69).
Mención aparte merecen los barcos de exploración descritos por Vegecio.12 Utilizando brea y colores marinos para pasar desapercibidos, dotados de los remeros más fuertes y con un diseño que permitía rapidez a la vez que funcionalidad, las embarcaciones camufladas se adaptaban bien al entorno y al clima. Las tripulaciones asimismo irían ataviadas de ropajes que nuestro autor compara al color de las olas del mar. Vegecio informa de su empleo para ataques por sorpresa e interceptar a los enemigos. También ofrecían una vigilancia eficiente que permitía descubrir el acercamiento o la estrategia de embarcaciones no deseadas. Teniendo en cuenta la naturaleza de los posibles enemigos, las tareas de vigilancia e intercepción parecen gozar de una gran ventaja gracias a los barcos camuflados. Indudablemente nos sería de gran ayuda conocer la fecha exacta de composición, o saber si tales informaciones eran actuales para la época en que Vegecio compuso su tratado. Pero a falta de esos detalles, y con una mirada de conjunto que englobe el marco estratégico del canal, consideramos que poseer estas naves resultó un factor decisivo. Se ha podido comprobar que con un liderazgo experimentado como el de Carausio, los barcos de guerra eliminaron de forma total las amenazas de francos y sajones, haciendo también fracasar los intentos de invasión efectuados desde el continente por Maximiano Hércules. Qué duda cabe de que el reconocimiento y vigilancia del enemigo fueron la primera y esencial premisa a la hora de lograr toda esa serie de victorias y éxitos (Gauld, 1990, pp. 402-406; Ireland, 1996, p. 150; Esmonde Cleary, 2000, p. 49).13
Uno de los grandes misterios que rodean el fin de la Britania romana es por tanto el de la desaparición de la flota de guerra, una orgullosa y temible fuerza que, como hemos visto, recibió renovada trascendencia y pujanza desde finales del siglo III. Sin lugar a dudas, la presencia de este elemento, y por ende el dominio del mar, resultó un factor esencial mientras duró la presencia romana. Desvaneciéndose de los registros, dejó camino expedito para que la piratería medrase como en los peores tiempos; esta situación propició también que los propios sajones, ya entrado el siglo V, fuesen capaces de recibir refuerzos y/o trasladar a sus familias y allegados desde el continente con relativa facilidad.
¿Cómo pudo llegarse a esta situación? En el caso de los grandes barcos de guerra (liburnae) consideramos que probablemente dejaron de actuar por falta de mantenimiento o carencia de tripulaciones entrenadas. A buen seguro las graves limitaciones económicas del Imperio dejaron a la flota en una situación difícil, aunque existieron patrullas fluviales en el Danubio hasta una fecha bastante tardía.14 Las embarcaciones más pequeñas posiblemente perdieron su uso militar y fueron reutilizadas para otros menesteres, como al parecer pasó con algunos de los fuertes del litoral sajón (Rigold, 1977, pp. 70-75). Pero, ¿podemos precisar más las fechas de dicho fenómeno?
Los citados logros de Carausio son imposibles de entender sin una flota numerosa, bien entrenada y a plena capacidad, y sabemos por los testimonios literarios que Juliano mantuvo barcos en estado operativo y número suficiente para defender el canal, las costas galas y britanas, y mantener a la vez el suministro de grano desde la isla. Constante, perteneciente a la misma dinastía, usó la flota también para su expedición del año 343. Tal estado tuvo que mantenerse después, pues el conde Teodosio desembarcó en 368 con un ejército de quizás 2000 hombres para sofocar con éxito la barbarica conspiratio; igualmente, tanto Magno Máximo como Constantino III hubieron de valerse de buques en gran número para transportar sus tropas al continente en sus intentonas de 383 y 407, respectivamente.15 Pero parece que, tras el hundimiento de la frontera en el Rin y el colapso de importantes unidades del ejército regular en Galia, la flota se deterioró con rapidez. La falta de suministros y mantenimiento crecientes se une a que posiblemente un número significativo de instalaciones como puertos, arsenales, astilleros, etc., cayese en control de los numerosos grupos de bárbaros presentes en la diócesis, que muy probablemente pasarían a neutralizarlos o destruirlos (Heather, 2006, p. 269). Otra posibilidad es que las tripulaciones fuesen utilizadas en despliegues de emergencia para reforzar otras posiciones. Que las unidades navales resultasen traspasadas o convertidas bajo orden directa en legiones o tropas de tierra tampoco resultaría una innovación en el ejército romano, pues ya pasó más de una vez cuando las necesidades de la guerra así lo dictaminaron.16 Pero las convulsiones y el establecimiento masivo de contingentes germánicos cuasi-autónomos en las provincias occidentales, qué duda cabe empeorarían las condiciones globales de resistencia del Imperio, y muy posiblemente impedirían maniobrar a su flota o la privarían de puertos seguros. En el caso de Britania, esta circunstancia incidió en varios aspectos; se sabe de la interrupción de las acuñaciones en las cecas insulares y el fin del tráfico monetario con el continente. Del mismo modo, cualesquiera unidades navales aún intactas y no empleadas empezarían a sufrir deterioro, tornándose prontamente en inservibles.
El ejército romano en Britania. Los areani
Tras las últimas reorganizaciones administrativas y estratégicas en el Imperio, existían tres ejércitos diferentes en la isla. En torno al Muro de Adriano se encontraba una cadena de fuertes y torres de vigilancia, junto a un sistema de carreteras. Ciudades cercanas, directamente relacionadas con este sistema, se habían convertido con el paso del tiempo en pequeñas fortalezas adyacentes. Ese complejo estaba guarnecido por gran cantidad de unidades de caballería e infantería de rango limitanei, además de unidades auxiliares de origen local. Nótese que el rol de la caballería era esencial en tal escenario táctico, pues reconocía los alrededores, recogía información de las tribus bárbaras y, al mismo tiempo, constituía un elemento de choque en los encuentros abiertos, pues se trataba de un cuerpo multifuncional; la infantería guarnicionaba las plazas fuertes y también podía entrar en combate contra pequeñas bandas de incursores (Holder, 1982, p. 100 y ss.). En segundo lugar, existía un oficial (el ya mencionado comes litoris saxonici) que mandaba las tropas de las fortalezas del sureste; construcciones junto al mar, que, en conjunción con la flota, tenían como misión repeler cualesquiera ataques anfibios (Fields, 2006, pp. 38-45). Por último, estaba el comes Brittaniarum, que dirigía el único ejército de campaña de la isla, provisto de infantería y caballería, cuyas tropas eran equiparables a los comitatenses del continente.17 Tales comitatenses y limitanei fueron, recuérdese, las tropas que integraron el ejército tardío tras las reformas de Diocleciano y Constantino (Cromwell, 1998, pp. 5-13; Whitby, 2002, pp. 33-35, 67-68; Potter, 2004, pp. 263-298; De Francis Heredero, 2011, pp. 29-60).18 Estas tropas estuvieron presentes con altibajos en la isla hasta el año 407, en el que el usurpador Constantino III, como hemos dicho, cruzó al continente, posiblemente acompañado por la mayor parte del ejército romano, marcando el fin de la presencia militar imperial en Britania. Pero ya antes las controvertidas medidas de Estilicón habrían propiciado seguramente una primera retirada de efectivos ante las urgencias en otros frentes y los desafíos planteados por los visigodos de Alarico (Scharf, 1990, pp. 461-464).
Nos centraremos ahora en los areani (nombre que en ocasiones se ha enmendado por angarii, arcani, dados los problemas manuscritos). Son definidos como “una clase” por Amiano (XXVIII, 3, 8) y, si atendemos a su nombre y cometido, sus características de espías resultan evidentes (Alcock, 1973, pp. 95-99; Ireland, 1996, pp. 2, 149 y 254).19 Estos grupos recorrían las tierras más allá del Muro, en todas direcciones, para informar de los movimientos de los pueblos vecinos. Sabemos que habitaban en stationes (Southern, 2004, p. 403; Lee, 2006, p. 179). Quizás incluso recogiesen datos de allende los mares, especialmente en Hibernia. Sin duda tal servicio de inteligencia funcionó mucho tiempo, o al menos eso da a entender Amiano, pero quedó detenido en 367; sobornados, o con la promesa de botín, alteraron su cometido, confiando a los bárbaros “lo que estaba ocurriendo entre nosotros” (Esmonde Cleary, 2000, p. 43; Birley, 2005, p. 439 y Amiano Marcelino, XXVIII, 3, 8). Gracias a su actuación, los ataques coordinados desde varias direcciones gozaron de mucha ventaja e información privilegiada del sistema defensivo de Britania.20
Pese a que fueron desbandados tras su traición, posiblemente no desaparecieron del todo. Tiene más sentido pensar que desde entonces vivieron entre sus antiguos aliados conspiradores; igualmente pudieron formar la génesis de algunas de las bandas de guerra posteriores, esenciales en la historia britana del siglo VI (Birley, 2005, p. 436; Southern, 2004, p. 404; Salway, 2009, pp. 192-201; Leite y Frighetto, 2020, pp. 70-91). Si no se trataron de unidades militares regulares, parece probable que fuesen irregulares. Qué duda cabe, en todo caso, de que el rol de las fuerzas de exploradores resultaba esencial tanto en la Britania romana como después, al encontrarse elementos bárbaros hostiles muy cerca e incluso dentro de la propia isla (Wintjes, 2020, pp. 1108-1129). Si se tomaron medidas en tiempos de Valentiniano, Graciano y Teodosio para sustituir sus valiosos servicios con otros grupos semejantes, o hubo planes para paliar su ausencia de distinta forma, nos es esencialmente desconocido.21
El fin de la inteligencia militar
Todos los datos indican una progresiva regresión en las capacidades militares del Imperio romano de Occidente durante el tumultuoso siglo V. Estas características son especialmente evidentes en Britania y Galia. Aunque la comunicación marítima nunca se interrumpió, la pérdida de grandes territorios sobre los que las fuerzas imperiales cesaron de tener información o control creó un problema de imposible solución y que finalmente acarreó la pérdida de ambas zonas. Mientras más y más grupos bárbaros entraban en escena, una recuperación de la autoridad romana se hacía imposible; al progresivo establecimiento de germanos acompañó el fin de la recaudación de impuestos y el empobrecimiento generalizado del Estado (Heather, 2006, pp. 445-579).
Además de la destrucción o desbandada de un gran número de unidades militares, la incapacidad de conocer o prever la llegada de nuevos invasores por unas fronteras rebasadas e indefensas creó las condiciones para que, a la larga, la presencia imperial en muchas provincias quedara reducida a la nada. Los francos, asentados sólidamente en el norte, impidieron cualquier control del antiguo limes, facilitando así la llegada de los burgundios y otros pueblos. En el caso de Britania la situación es también evidente. Los fuertes del litoral sajón seguramente dejaron de estar ocupados de forma coordinada y exhaustiva, y sin tropas entrenadas perderían su valía. La marcha de las guarniciones romanas propició así que fuese fácil y seguro llegar por mar sin ser interceptados u hostigados (Johnson, 1997, p. 69). La desaparición de la flota aseguraba que los barcos sajones (llamados keels o cyuls por Gildas) no podrían ser destruidos en el mar.22 Aunque según la tradición los primeros grupos de sajones llegaron como mercenarios al servicio de las autoridades de la isla, una vez estallada la confrontación con los britanos, los germanos recibieron ayuda y refuerzos desde sus hogares originarios con relativa frecuencia. Del mismo modo, los escotos de Irlanda fueron capaces de instalarse en diversas secciones del norte de Britania, dando su nombre a la actual Escocia. Así, estos movimientos resultaron decisivos desde el punto de vista histórico, afectando a gran nivel el devenir posterior de las islas británicas.23
Conclusiones
Vemos como, hasta bien entrado el siglo IV, las fuerzas romanas en Britania contaban con un sistema defensivo amplio, organizado y de largo alcance, en su mayor parte debido a las funciones de inteligencia militar desarrolladas in barbaricum y el control de las vías de acceso marítimas y fluviales gracias a flotillas preparadas, entrenadas y especializadas en cometidos de vigilancia y destrucción de incursiones enemigas. Los arcani o areani y los “barcos pintados” de camuflaje resultaron engranajes esenciales en este sistema. Gracias a ellos, durante un largo periodo de tiempo, pudo garantizarse la seguridad de la diocesis Britanniae, con los consiguientes beneficios para el comercio, el desarrollo de las ciudades y la cultura romana, la promoción de la agricultura, minería, industrias, etc. Cuando estas herramientas de seguridad estratégica quedaron reducidas o eliminadas, el Imperio se vio severamente limitado a la hora de recabar información y el número de incursiones creció en frecuencia e intensidad hasta convertirse al final en asentamientos masivos que cambiaron la configuración cultural y poblacional de la isla. Roma se convirtió en un recuerdo, visible únicamente en las grandes ruinas y vestigios. Una sociedad britana y celta reemergió, para ser sustituida después en la mayor parte del territorio por anglos, jutos y sajones, que originarían el germen de la Inglaterra de la Alta Edad Media. Paradójicamente, estos cometerían los mismos errores, descuidando la inteligencia militar y la vigilancia de las costas. Sin una flota, durante muchos años sus tierras fueron vulnerables a los ataques de los vikingos, que, desde finales del siglo VIII, contaron muy a menudo con el factor sorpresa, al igual que los propios sajones cuando llegaron a Britania tras el fin de la época romana.
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1 La bibliografía es extensa. Algunos trabajos significativos han sido usados en el presente artículo. Así, Myres (1960), completado por la amplia visión de Alcock (1973); más recientemente Jones (1998), Esmonde Cleary (2000) y Freeman (2016) han actualizado los conocimientos disponibles en publicaciones de gran mérito e interés.
2 El periodo siguiente al dominio romano, denominado “posrromano” por la historiografía actual, en base al término de cuño anglófono, Sub-Roman Britain. Tal periodo fue causado por la incapacidad romana de conservar la isla militarmente. Véanse los logrados trabajos de Dumville (1993), Dark (1994) y Snyder (1998).
3 Véase la completa panorámica ofrecida por Southern (2004, pp. 393-408).
4 Véase para tal campaña Dión Casio (LX, 19, 4 y ss). La importancia de la flota ha quedado reflejada en Alcock (1973, p. 280), Saddington (1990, pp. 223-232), Drummond y Nelson (1994, pp. 16-18), Lavan (2019, pp. 183-200).
5 Philp (1981, p. 113 y ss.); Reddé (1986, p- 276 y ss., 622 y ss.); Casey (1995, p. 103); Birley (2005, p. 372): “Perhaps the classis Britannica was still in being, with new bases if Boulogne and Dover were out of commission. If so, it will have come under Carausius’ orders”. Véase también Aurelio Víctor (39, 20). La afirmación de Víctor podría significar que hubo que crear una flota porque ninguna existía, pero esto es dudoso.
6 Cf. Eutropio (IX, 21) y Orosio (VII 25, 3).
7 Que a partir de 286 veamos los puertos del canal operativos y habilitados para una guerra a gran escala entre el ya rebelde Carausio y Maximiano Hércules, primero, y el César Constancio después, parece indicar que cualquier desmantelamiento a mediados del siglo III tuvo que ser pasajero, relacionado con la transferencia de unidades y hombres a otros sectores más amenazados.
8 Asclepiodoto y Constancio partieron desde Boulogne y la boca del Sena. Esto muestra claramente un Imperio bien preparado y capaz aún de grandes esfuerzos logísticos, de organización y suministro. Posiblemente tras las victorias de la Tetrarquía y sus antecesores inmediatos, la capacidad, al quedar casi enteramente libre de enemigos, aumentó sustancialmente. Véase también Sancho Gómez (2011, pp. 83-85).
9 Birley (2005, p. 384): “There is little doubt that in the course of his six years in power Carausius developed, if not created, a powerful defensive system along the south and east coasts, later known as the ‘Saxon Shore’ forts. It was argued long ago that Carausius and Allectus were largely responsible for building these forts. The thesis was rebutted vigorously, and the communis opinio has been that they were built earlier, probably under Probus. It is clear that some were earlier than Carausius, but he certainly garrisoned them: as Casey points out, ‘the forts are full of Carausius’ coins and no one denies that they are deposits of his, and his successor’s reign’. New evidence shows that Pevensey, thought to have been added to the system in the fourth century, was probably built under Allectus”.
10 Nada impide conciliar los últimos hallazgos arqueológicos con las teorías más añejas, en el sentido de una construcción de los fuertes a lo largo del tiempo. Aunque las obras se iniciasen con Probo, continuaron durante los reinados de los sucesivos emperadores, siendo el fuerte de Pevensey ideado y edificado por Alecto, segundo y último de los Emperadores britanos.
11 Esmonde Cleary (2000, p. 49) refleja el papel de los fuertes del litoral sajón desempeñando una importantísima segunda función como bases navales. En ese mismo sentido Fields (2006, p. 42): “They served as fortified naval bases for flotillas, whose task was to intercept sea-raiders; they accommodated units of land forces, which could be deployed rapidly to counter the raiders as they landed; sited as they were on the estuaries of major rivers, they were a deterrent to the penetration inland of raiding parties”.
12 Vegecio (IV, 37): “Scafae tamen maioribus liburnis exploratoriae sociantur, quae uicenos prope remiges in singulis partibus habeant, quas Britanni picatos uocant. Per has et superuentus fieri et commeatus aduersariorum nauium aliquando intercipi adsolet et speculandi studio aduentus earum uel consilium deprehendi. Ne tamen exploratiae naues candore prodantur, colore Veneto, qui marinis est fluctibus similis, uela tinguntur et funes, cera etiam, qua ungere solent naues, inficitur. Nautaeque uel milites Venetam uestem induunt, ut non solum per noctem sed etiam per diem facilius lateant explorantes”. Teñidas las velas y aparejos, y dotadas de veinte remos a cada lado, alcanzarían una movilidad y una punta de velocidad posiblemente insuperables y a la vez decisivas.
13 Southern (2004, p. 398): “The naval patrols described by Vegetius (De Re Militari, 4.37) may have been operative long before he wrote. He describes camouflaged scout ships with sails and rigging painted blue or green, matching the uniforms of the sailors; in British waters slate-grey might have been a better option”.
14 Codex Theodosianus VII 17, 1 (28 de enero del 412): “Nonaginta recenti fabricatione contextas, decem his adiectas ex veterum reparatione Lusorias limiti Mysiaco, centum vero decem novas additis antiquarum instauratione quindecim Scythico, qui in latius diffusiusque porrigitur, sub hac deputari condicione sancimus, ut per singulos annos veterum renovatione curanda quattuor iudiciariae in Mysiaco limite et decem agrarienses, in Scythico vero quinque iudiciariae et duodecim agrarienses novae de integro constructae instrumentisque suis universis armatae ducis instantia apparitionisque eius periculo contexantur, ut hoc supplemento per septennium integri numeri constituti reparatio maturetur, sublimitate tua pro sua industria disponente, unde earum contextio vel constructio debeat procurari”. Las naves empleadas en el teatro danubiano eran llamadas lusoriae.
15 Para Juliano, véanse Libanio (Or. XVIII, 83), Amiano Marcelino (XVIII, 2, 3), Birley (2005, p. 423) y Fields (2006, p. 43). Para Constante, Thompson (1990, pp. 1-15), Santos Yanguas (1991-1992, pp. 317-336), Malosse (1999, pp. 465-476), Amiano Marcelino (XVII, 8, 4). Para Teodosio, Gerrard (2013, pp. 19-21), que a nuestro entender malinterpreta completamente la situación al apoyarse únicamente en ambiguos argumentos arqueológicos, y Amiano Marcelino (XVII, 8, 3-10). Para Magno Máximo, Garrido González (1984, pp. 253-256), Chekhonadskaya (2002, pp. 33-42); para Constantino III, Wood (1987, pp. 251-262), Drinkwater (1998, pp. 269-298), Zósimo (VI, 2, 1-2).
16 Por ejemplo, cuando Vespasiano creó las legiones I y II Audiutrix, nutridas de la marinería de las flotas mediterráneas que tan bien le habían servido en la guerra civil del año 69 (Cleere, 1977, p. 16).
17 Según la Notitia dignitatum (Occ. XL), en los últimos tiempos veintitrés unidades militares estaban acantonadas en el Muro; dieciséis cohortes de infantería al mando de tribunos, seis prefectos que mandaban alae de caballería, regimientos auxiliares (numeri) y una cuña de caballería sármata. El comes litoris Saxonici estaba al cargo de nueve fuertes, con guarniciones mandadas por siete prepósitos, un tribuno y un prefecto (Occ. XXVIII). El comes Britanniarum estaba al mando de una unidad de máximo nivel (auxilia palatina) y dos “legiones” comitatenses, además de seis regimientos de caballería, uno de ellos pesada (cataphracti). Véanse Stevens (1940, pp. 125-154), Ward (1973, pp. 253-263), que defendió la adecuación de su uso a la época que nos ocupa, y Kulikowski (2000b, pp. 358-377). Recientemente también ha valorado positivamente esta fuente: Purpura (2018, pp. 82-95).
18 En ese sentido, Fields (2006, p. 48): “Thus Britannia depended on two such garrison bodies. One, the limitanei of the north, including Hadrian’s Wall, was under the dux Britanniarum at York-Eboracum. The other, the limitanei of the south, including the Saxon Shore forts, was under the comes litoris Saxonici”. Véase también López Casado (2019, pp. 215-238).
19 Birley (2005, p. 399): “C. E. Stevens, Latomus, 14 (1955), 395, defended the MS areanos (often emended to arcanos, ‘secret agents’): he interpreted the name as derived from soldiers’ slang, men quartered in an area, ‘sheepfold’, which he conjectured may have been what the milecastles of Hadrian’s Wall were called; cf. also I. A. Richmond, in id. (ed.), Roman and Native in North Britain (1958), 114 f. J. G. F. Hind, Northern History, 19 (1983), 1ff., prefers to render the word ‘men of the closed or walled space(s)’ and takes this to refer to the ‘cleared strip between Hadrian’s Wall and the Vallum, and adjoining the forts’”. Danilov (2012, pp. 155-161), no los considera como una unidad militar, sino grupos de gentes conocedoras del terreno y los habitantes más allá de la frontera que recogían información para los romanos, esto es, civiles dedicados al espionaje.
20 Esmonde Cleary (2000, p. 36): “As a result the dux Fullofaudes —presumably dux Britanniarum, the commander of the northern frontier— was ambushed or besieged. Nectaridus, described as comes maritimi tractus (the commander of the coastal area) —presumably the comes litoris Saxonici, the commander of the Saxon Shore forts—was killed”. También p. 41.
21 Para los tiempos posteriores a la desaparición del poder romano, véase Alcock (1973, pp. 99-109).
22 Gildas, De Excidio et Conquestu Britanniae 23, 3.
23 Véase una panorámica del periodo posterior en Dumville (1977, pp. 173-192).