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Historia de la vejez en la Argentina (1850-1950)

Otero, Hernán (2020).
Rosario: Prohistoria, 240 páginas.

María Silvia Di Liscia

Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa, CONICET-Universidad Nacional de La Pampa, Argentina.

Si fuera posible, Otero ha vuelto a sorprender con esta nueva obra, escrita en varios y simultáneos registros a la vez, que demuestran su habilidad como demógrafo y sus evidentes capacidades en la historia y la literatura.1 No es que sea inesperado que un investigador pueda construir mensajes en diferentes claves, sino que éstas lleguen a tan buen fin, sin soslayar la labor estadística comparativa o dar relieve a la sutileza de las letras de tangos.

El tema, en sí mismo, es signo de singularidad y actualidad. La historización de la salud, de los sectores populares, de las mujeres, del trabajo, de las emociones y tantas otras posibilidades ha dejado, sin embargo, huecos en otras áreas. Tales vacancias no son siempre evidentes pero es real que de las variables clásicas de clase, género y edad, quizás la más pobremente considerada sea esta última y de ella, la vejez tiene indudablemente un menor interés entre los investigadores, mientras que la infancia o la juventud acumulan multitud de aportes anualmente. También tenemos presente que no se haya recuperado en toda su centralidad a los ancianos como actores sociales en, por ejemplo, las historias sobre sentimientos como la soledad, producto de la imposibilidad real de los contactos más cercanos o en estudios sobre las enfermedades crónicas –propias de este grupo etario-. Y que tengan escasa visibilidad las mujeres ancianas en los avances sobre movimientos sociales de enorme significación, como las Abuelas de Plaza de Mayo.

El afán de extender un análisis hacia todo un país y en el lapso de un siglo es un reto del cual el libro sale bien situado, sobre todo en tiempos donde cunde una extrema especialización y el desarrollo de estudios locales concentrados en pocos años. Tal éxito es posible porque plantea ejes con notoria claridad expositiva, demostrando la solidez de los argumentos, con una cronología de 100 años de la vejez argentina. La apertura es paralela a la organización estatal y aparición de series estadísticas. El cierre se corresponde con la percepción y acción de políticas públicas específicas del peronismo, como la legislación que involucra la jubilación y el nacimiento de una nueva especialidad médica, la gerontología, todo lo cual sucede en los años cincuenta del siglo XX.

La obra busca combinar simultáneamente las dimensiones de análisis que involucran a “los viejos, la vejez y el envejecimiento” a través de tres partes que recorren esa centuria, ensambladas de manera armónica y con variedad de fuentes y documentación histórica. Así, las secciones remiten a la “comprensión histórica de la vejez, (la mortalidad, el trabajo, la incidencia y distribución de la población anciana), las políticas de la vejez (hospitales, asilos y jubilación) y, por último, las representaciones y saberes que dieron origen al nacimiento de la vejez, es decir a su irrupción en la agenda social, política y cultural a mediados del siglo XX” (p. 22).

Es significativo que Historia de la Vejez encuentre su inspiración en dos obras muy diferentes: por un lado, la de Alejandro Bunge, reconocido economista conservador quien en 1940 alertaba con pronósticos catastróficos sobre la reducción demográfica futura y el aumento de la proporción de ancianos. Por otro, la de Simone de Beauvoir, famosa escritora de un país envejecido, como lo era Francia hacia 1970. Tales elecciones nos permiten a su vez encuadrar el surgimiento de la visión de “urna” respecto a las pirámides demográficas argentinas y entrever cómo el envejecimiento es una problemática filosófica occidental que excede las interpretaciones nacionales. Y ponen sobre el tapete que la “tercera” edad (o cuarta), es siempre un actor ignorado porque sus movilizaciones no tienen la épica requerida para alimentar una historia de logros y conquistas, y está teñida y superpuesta a la pérdida de la salud, a la aparición de nuevas incapacidades, a la desaparición laboral y finalmente, a la invisibilización social.

El texto rompe con algunos presupuestos, por ejemplo, el mito de la excepcionalidad argentina respecto del aumento rápido de la esperanza de vida al nacer y a su vez, de la prolongación de la vida similar a los países europeos o de inmigración masiva. Los indicadores demográficos permiten afirmar al autor que Ecuador o Uruguay lograron ese fenómeno antes o contemporáneamente. Los logros argentinos estaban muy por debajo de Francia, pionero en la transición demográfica, y también de Canadá y Estados Unidos, países que como Argentina incorporaron población extranjera.

Las aproximaciones comparativas son útiles para indicar el comportamiento demográfico que el autor también desgrana en relación a una problemática interesante, la de la geografía regional de la vejez. El mapa argentino aparece así con sustanciales diferencias, producto de las migraciones ultramarinas con el arribo de varones jóvenes. La consecuente transformación del perfil demográfico posterior explica en parte sus variaciones seculares.

Las representaciones sobre la senectud en el siglo XIX y XX referían tanto a patriarcas o matriarcas dominantes entre las familias encumbradas y mostraban su contracara, es decir, los ancianos abandonados entre los sectores más pobres. A través de la literatura y la música popular se exploran en el libro las vidas de los pocos hombres y mujeres que pasaban la línea de los sesenta años y arribaban con un bagaje de experiencias y bienes para pasar con cierto confort el último lapso de vida, rodeados de hijos y nietos. O bien, los relatos cargados de ansiedad sobre el destino en los asilos de aquellos sin posibilidades propias o recursos familiares. En el campo o la ciudad, la complejidad de la problemática sobre esta población casi intangible adquiere tanto individualidad como incorporación estadística, en un doble juego tanto micro como macrohistórico.

Geronte, viejo, anciano, tercera o cuarta edad son formas de referir a lo que en otros momentos era una esperanza, desbaratada a veces por la imposibilidad de previsión y un entorno social hostil. Pero ahora es ciertamente una sentencia de muerte o (quizás peor), de olvido. Hoy en día esa etapa indica, en una sociedad predominantemente viejicida y filojoven las desventajas laborales, físicas, psíquicas y mentales. Una más alta esperanza de vida ocasiona, paradójicamente, la incertidumbre, inquietud que anima la lectura de esta obra. Sin aventurar pronósticos difíciles de comprobar, con un sólido bagaje argumentativo e interrogantes de riqueza conceptual, el texto nos permite comprender la conformación histórica de la vejez. Al exponer sobre los viejos de ayer, también es una especie de conjura, no mágica sino analítica, sobre los terrores sobre nuestro propio futuro.


1 Decimos esto por sus aportes anteriores, de gran riqueza analítica. Ver Otero, H. (2006). Estadística y Nación. Una historia conceptual del pensamiento censal en la Argentina moderna 1869-1914. Buenos Aires. Prometeo Libros; y Otero, H. (2012). Historia de los franceses en la Argentina. Buenos Aires: Biblos.