Laura Ehrlich1
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Centro de Historia Intelectual - Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
Correo electrónico: lauraehrlich@hotmail.com.
Fecha de recepción: 9 de noviembre de 2021
Fecha de aceptación parcial: 22 de marzo de 2022
Fecha de aceptación definitiva: 15 de junio de 2022
El artículo reconstruye la trayectoria seguida por la figura de Eva Perón durante la década larga que va de las primeras conmemoraciones de su muerte, organizadas bajo el impulso del Estado peronista, hasta la época de su consagración en capas más amplias de la cultura argentina, más allá de los contornos partidarios, en la segunda mitad los años sesenta. Se analiza, en primer término, cómo perduró y se transformó tras la expulsión del gobierno peronista del poder, el impulso inicial del funeral de Estado, cuando los homenajes pasaron a estar a cargo de actores peronistas no estatales, con finalidades y formatos diversos, y un sentido crecientemente desafiante del statu quo. En segundo lugar, se exploran las cualidades de Eva Perón enaltecidas por los diferentes emprendedores de conmemoraciones y por quienes se reivindicaron herederos de su legado, identificando las demandas y coyunturas diversas a las que se asoció su recuerdo. Al final se atiende al mercado editorial y periodístico como un contexto de producción y circulación de significados que permite entender por fuera de los confines del peronismo, la eclosión de una nueva figura revolucionaria de Eva Perón, en la Argentina de conflictiva modernización de los años sesenta.
Palabras clave: Eva Perón, Peronismo, conmemoración, cultura, años sesenta.
Eva Perón’s rise in Peronist Politics and Argentine culture during the 1950s and the 1960s
This article studies the pathway of Eva Perón’s figure in Argentine culture during the period that goes from the early commemorations of her death, organized by the Peronist state initiative, to the time of larger impact in other spheres of Argentine culture, by the second half of the 1960’s. In the first place, the article analyses the survival and the changes that those homages experienced since the Peronist government downfall in 1955, when the tributes were carried out by different Peronist actors, and later when the purposes and shapes of the funerals became more diverse, with an increasingly defiant political significance. In the second place, the article analyzes the features of Eva Perón that were rescued in those rituals, with the aim of understanding the varied circumstances, demands and specific memories and actors to whom those appropriations were related. At the end, the article considers the publishing and press markets as one of the contexts of production and circulation of meanings about Eva Perón. The article states that those fields became a privileged space where a new revolutionary figure of Eva Perón emerged, inside the contentious modernization process, which took place during the Argentinian sixties.
Keywords: Eva Perón, Peronism, commemoration, culture, sixties.
Entre el primer aniversario de la muerte de Eva Perón y la segunda mitad de los años sesenta, la trayectoria seguida por su figura marca una presencia sostenida en la vida pública de los peronistas, manifestada en reiterados homenajes y misas impulsados, primero, desde el Estado y, luego de la Revolución Libertadora, por distintos organismos y agrupaciones que tomaron a su cargo la convocatoria. Desde entonces, se puede advertir que tal presencia se ha expandido a capas más amplias de la cultura argentina, traspasando los confines del peronismo. A reconstruir este derrotero se destina el presente artículo.
Las conmemoraciones contienen, dada su peculiar temporalidad histórica, el pasado que evocan y el presente de su realización, el cual incluye a su vez el horizonte de expectativas de quienes llevan a cabo la empresa de recordar.2 El estudio de los modos de conmemorar la figura de Eva Perón en la década larga que siguió a su desaparición permite, por ello, comprender mejor la historia del peronismo en su “segunda época”. El texto que sigue analiza, en primer lugar, cómo perduró y se transformó, luego de 1955, el impulso inicial del funeral de Estado, cuando los actos de homenaje en memoria de la líder femenina del peronismo pasaron a ser organizados por actores peronistas no estatales, en un contexto diverso y cambiante en el que adquirieron, crecientemente, un sentido desafiante del statu quo. Se identifican los sectores políticos y gremiales que, desde 1957 en adelante, protagonizaron emprendimientos de conmemoración, el formato de estos, las cualidades y tramos del currículum de Eva Perón que cada cual destacó; y las demandas y coyunturas diversas a las que se asoció su recuerdo.3
La denuncia y el reclamo de devolución del cadáver robado, y las misas como marco ceremonial de los homenajes (al lado de actos “cívicos” cuya realización fue más aleatoria), se revelan elementos perdurables de esta historia. El artículo se detiene en la construcción de “Evita” como “bandera de lucha”, es decir, en tanto símbolo de combate por la ampliación de derechos y en la lucha interna, en un contexto de crisis y reorganización partidaria. Al final, se reconstruye otro contexto de producción y circulación de significados en torno a Eva Perón, más allá de los confines del peronismo: el mercado editorial y periodístico de la Argentina de los años sesentas. A través de este, se analiza la eclosión de una nueva figura de Eva Perón, moderna y revolucionaria, en sintonía con las transformaciones socioculturales que afectaban a las clases medias urbanas de la época.
Antes de la “Evita montonera” de los años setenta, y después de la “Evita, bandera de lucha” de principios de la década del sesenta, se halló otra figura de Eva Perón, la de mujer revolucionaria y moderna que, tamizada por una cultura de masas en expansión, resulta un eslabón ineludible para comprender la peronización masiva y el evitismo juvenil que vinieron poco después.
Al rendir homenaje a Eva Perón en el aniversario de su fallecimiento, la inestable dirigencia peronista local en el período posterior al clivaje de 1955 echó mano a un formato de conmemoración preexistente, que había cobrado forma bajo el segundo gobierno de Juan Perón, y el cual se intentó replicar en la nueva etapa.4 En aquellos años, entre 1953 y 1955, una Comisión de Homenaje a la Memoria de Eva Perón, creada por el Poder Ejecutivo, había tenido a su cargo la organización de las ceremonias centrales alrededor de la fecha. El ritual conmemorativo contemplaba un “acto religioso” por la mañana (en el caso de la ciudad de Buenos Aires, una misa en la Basílica de San Francisco) y un “acto cívico” nocturno, a partir de las 20.25 hs. En este último, a la lectura de una oración fúnebre seguía una “marcha con antorchas” hasta el “altar cívico”, erigido en el local de la Confederación General del Trabajo (CGT) donde se hallaba el cuerpo embalsamado de la muerta. “Madre de los humildes y los desamparados, que abrió su corazón como un inmenso regazo para darle a su pueblo un calor más humano; madre sin hijo tierno para abrirle los brazos, que hizo un nido a todos los niños con sus pequeñas manos. ¡Proteje a la Señora de los Descamisados!”, rezaba una de las estrofas de la oración.5 El acto central de Capital Federal fue emplazado en 1953 y en 1954 en el cruce de la avenida 9 de Julio y la calle Moreno, “en el mismo escenario del Cabildo Abierto del Justicialismo del día 22 de agosto de 1951” –puntualizaban las convocatorias–, donde también se habían oficiado misas implorando por la vida de Eva Perón, previo a su deceso. Un altar situado en el lugar, encabezado por un imponente retrato de la difunta, recibía ofrendas florales en una bandeja debajo de su arco. Durante el acto del primer aniversario, la procesión de antorchas que encabezaba el presidente Perón fue musicalizada por el Ave María de Gounod y por la Marcha Fúnebre de Chopin. Como era usual en otras fechas rituales del peronismo, los actos de Capital eran retransmitidos por Radio del Estado y por la Red Argentina de Radiodifusión, mientras que los gobiernos provinciales y territorios eran invitados a replicar el ceremonial del acto central.6
Al lado de las ceremonias centrales, una miríada de homenajes se multiplicaba durante los días que rodeaban al 26 de julio en aquel tiempo: se erigían bustos y monumentos, se colocaban placas recordatorias y ofrendas florales, se oficiaban innumerables misas, todo ello a cargo de distintas dependencias públicas y organizaciones sindicales o políticas peronistas.7 En el aniversario de julio de 1953, también fue inaugurada la maqueta del monumento a Eva Perón y, durante la víspera, la Subsecretaría de Informaciones proyectó en el Obelisco documentales sobre la acción social de la homenajeada.8 En 1954, el Correo emitió estampillas con la efigie de la difunta, mientras que distintas localidades dispusieron un jubileo y condonación de deudas.9 En julio de 1955, los actos recordatorios sufrieron algunos cambios. La misa matinal fue suprimida, y la concentración central antaño desarrollada en el “lugar de memoria” que constituía la avenida 9 de Julio a la altura de avenida Belgrano, fue replegada hacia los alrededores del local de la CGT. Se había pautado además un horario para que el pueblo dejara ofrendas florales ante el altar cívico allí ubicado, y el acto de las 20.25 hs. se limitó a la lectura de una oración y a una procesión sin antorchas ni distintivos, “en el más absoluto silencio”, ante el busto de la “Gran Abanderada”.10 No faltaron, sin embargo, misas en determinadas localidades ni otros reconocimientos usuales de parte de reparticiones públicas o entidades político-gremiales.11
Es plausible suponer que en la coyuntura políticamente delicada de julio de 1955, cuando Perón había llamado a opositores y a propios a la “pacificación” del país luego del intento de golpe de Estado del 16 de junio –cuyo telón de fondo era la crisis entre el Gobierno y la jerarquía católica–, resultara apropiado desde el punto de vista oficial convocar a un homenaje menos ostentoso y no tan extendido sobre el centro de la trama urbana de la ciudad de Buenos Aires.12 La liturgia cristiana empero no era tan sencilla de desterrar del ritual de conmemoración. La oración “cívica” del homenaje de julio de 1955 consistió en una imploración a Dios por la vida eterna de Eva Perón. Tampoco faltaron el altar (“cívico”) y la procesión, aunque su realización se insinuara más modesta. Así, la ausencia de misas centrales ese año condensa la tensión y al mismo tiempo la presumible dificultad para procesarla que para buena parte de los peronistas debe haber significado la ruptura del gobierno de Perón con la jerarquía católica (Blanco, 2012).
El pasaje de las conmemoraciones de 1953, 1954 y 1955, a las de la etapa del peronismo fuera del gobierno, supuso un tránsito desde el “funeral de Estado”, a un tipo de homenaje de formato más aleatorio, el cual, impulsado por organismos y agrupaciones representativos del conjunto o de porciones del conglomerado peronista, combinó o alternó, según las condiciones políticas, la misa de difuntos y retazos del ceremonial de antaño.13 La dinámica popular –y espontánea– de homenajes a Eva Perón fue continua, por lo demás, y coexistente con las iniciativas pautadas desde el Estado o sus ramificaciones, antes de septiembre de 1955, y también con posterioridad a tal fecha (Santos Lepera, 2012; Gorza, 2016). Tras el año de dura represión y censura informativa que significó 1956, ya es posible hallar a lo largo de 1957 registros en la prensa de misas y homenajes difundidos por periódicos afines al peronismo. La relativa distensión política suscitada por la convocatoria a elecciones para reformar la Constitución Nacional, en julio de ese año, permitió la convocatoria a tales misas por el aniversario del fallecimiento de Eva Perón, y también la evocación de su memoria anudada a posiciones críticas de la “Revolución Libertadora”. Un ejemplo: al mismo tiempo que llamaba a las mujeres a votar en blanco y rememoraba los diez años de la sanción de la Ley 13.010, un semanario informaba acerca de la misa “por el eterno descanso de la esposa del presidente depuesto”, a oficiarse el día 26 de julio por la mañana, en la Basílica de San Ponciano de La Plata.14 Las directivas de la dirigencia peronista en el exilio apuntaron de hecho a unir la actividad proselitista del voto en blanco, con manifestaciones públicas de recuerdo de Eva Perón, pero en la fecha los homenajes tendieron a circunscribirse a ciertas iglesias, y los intentos de ir más allá fueron reprimidos.15
Una denuncia realizada por entonces adquirió gran repercusión. El robo del cadáver de la ex Primera Dama tomó estado público a través de las páginas del semanario Resistencia Popular, de Raúl Damonte Taborda, quien para entonces ya era un puntal de la candidatura a presidente de Arturo Frondizi, por la Unión Cívica Radical Intransigente.16 La requisitoria a las autoridades que establecía un paralelo entre la figura de la extinta y la pasión de Cristo, comenzaba por reconocer la acción social desarrollada por Eva Perón, para señalar luego el “vértigo del odio” generado por ella “en el seno de nuestra oligarquía”. Y proseguía así:
Nosotros señalamos, al país y al gobierno, en RESISTENCIA POPULAR, su sepulcro vacío. No hacemos historia. Simplemente descubrimos, sin sobresaltos, la verdad de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo con ese sepulcro violado del que se levanta una sombra que se extiende sobre todos nosotros. Que no es la sombra terrible de la venganza. Es una sombra femenina, que al describir ahora nosotros estos sucesos, nos acompaña a veces con su fisonomía y su presencia. Al iniciar, hoy mismo, nuestra campaña para que devuelvan los restos de Evita a sus familiares y se los reintegre al descanso cristiano, la vemos en medio de los afligidos, no para atizar los odios y las cóleras estériles, sino para llamarnos a todos a la razón, al perdón y a la concordia argentina.
La denuncia continuaba más adelante:
Pedimos al gobierno y a las fuerzas armadas que actúen. Y a los dignatarios purpurinos de la Iglesia –algunos de cuyos obispos dijeron que Evita había muerto con todas las señales de la predestinación– les decimos en verdad que es menester sacudir su indiferencia, pues ¿quién habrá de creerles si aseguran que no saben lo que está pasando? Si el gobierno no está fatal e irremisiblemente ciego, debe actuar imperativamente para que se descubra el paradero del cadáver robado, devolviéndolo a los familiares y a la dulce devoción popular. Ese puede ser el primer paso hacia la reconciliación de todos los argentinos.17
La convicción acerca del carácter pacificador o estabilizador para el sistema político de una eventual restitución de los restos de Eva Perón a sus deudos, se propagaría años después en el arco político argentino. Pero en 1957, la publicación de esta denuncia le valió al autor de Ayer fue San Perón la entrada en prisión, lo cual no silenció, sin embargo, la repercusión de aquella.18 El reclamo del cadáver se integró al repertorio de demandas que de ahí en más reforzaron el sentido de pertenencia a la comunidad peronista, lo que politizó inevitablemente la conmemoración de la muerte de Eva Perón. La reivindicación de uno u otro rasgo de su personalidad política resultó, por lo demás, una de las formas como se dirimieron luchas en el peronismo por la redefinición de esta identidad en el nuevo contexto.
Iniciado el nuevo ciclo constitucional en el que se abría un horizonte de probable legalización para las estructuras partidarias y gremiales del peronismo en el país –cuyos adherentes habían aportado su voto a la elección del presidente Frondizi (1958-1962)–, los actos conmemorativos de julio de 1958 fueron programados por el Comando Táctico, el organismo entonces destinado a regir la actividad de los peronistas a nivel local.19 La programación de las manifestaciones parece haber querido replicar la impronta centralista de los homenajes a Eva Perón anteriores al quiebre de 1955. La represión policial contra los intentos de congregarse en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires reveló cuán lejos estaban, en la realidad, los peronistas de poder reeditar una conmemoración que desde el centro irradiara su modelo sobre el resto del país. El Comando Táctico había anunciado un “imponente acto de homenaje a Eva Perón, Mártir y Abanderada, homenaje del Pueblo a quien diera su vida en holocausto a su causa”. La convocatoria oponía el recuerdo silencioso, privado y cotidiano (“los trabajadores, los humildes –a quienes ella tanto amaba– le rinden día a día su homenaje, silencioso, contenido en su corazón”), al carácter multitudinario, aunque de planificado protocolo que, se esperaba, tendrían los próximos homenajes públicos:
Pero el 26, día de luto para el Peronismo, ese homenaje será multitudinario. En todo el país los hombres y mujeres del pueblo acudirán a ofrendar su flor y su rezo, a mostrarse ante ella, viva en su eternidad, más unidos que nunca, más leales que nunca a Perón y a su causa…20
Una carta de Perón a las mujeres peronistas, reforzaba el sentido de la evocación de Eva Perón en tanto símbolo de lealtad y abnegación militante:
Encendidas en la fe y los ideales de Eva Perón, han llegado hasta mí las acciones femeninas peronistas frente a la tiranía que ensombrece el país con su hipocresía y criminalidad. Ella desde la gloria se sentirá orgullosa de sus muchachas, como me siento yo desde el exilio. (…) ¡Adelante! Que cada día se dupliquen los esfuerzos por aplastar a la tiranía de la bota colonialista.21
La exaltación del sacrificio de la homenajeada, de su lealtad a la causa de Perón, parece haber sido funcional a una autoridad peronista insegura de su eficacia como tal, en la tarea de reivindicar para sí la adhesión del conjunto de partidarios. Estos, en número difícil de calcular, acudieron al llamado de la lealtad y enfrentaron la prohibición gubernamental de realizar manifestaciones en la ciudad de Buenos Aires, pululando desde la tarde del 26 de julio de 1958 por los alrededores del Concejo Deliberante (ex sede del Ministerio de Trabajo y Previsión, donde había sido velada Eva Perón); en las inmediaciones de la Facultad de Ingeniería (ex sede de la Fundación Eva Perón) y de la Casa de Gobierno, todos ellos lugares identificados con la memoria de la homenajeada. Más de 300 detenidos fue el saldo de la noche del 26 de julio en el centro porteño.22 Para la Policía, sin embargo, no se había tratado de una gran demostración de fuerza. Un informe dirigido al titular del Poder Ejecutivo, acerca del “panorama político-subversivo” ante el próximo 17 de octubre, consideraba que los sucesos del 9 de junio y el 26 de julio habían demostrado que “no hay tanta gente dispuesta a tener dificultades con la Policía, aunque sí existen muchos miles de personas que ayudan a los que están en la calle (como el 26 de julio en la zona comprendida entre Avenida de Mayo e Independencia y entre Salta y Paseo Colón)”.23
A diferencia de la prohibición en la capital del país, en otras ciudades argentinas se realizaron concurridas manifestaciones públicas en memoria de Eva Perón, como en Rosario y Tucumán.24 En esta última, así como en el interior de la provincia, los homenajes se realizaron con el tradicional protocolo de un acto religioso por la mañana, una concentración “cívica” de noche, y la invitación a colocar ofrendas florales junto a un retrato de la homenajeada, verificándose de este modo el intento por seguir una pauta nacional.25 El acto nocturno en la capital provincial se desarrolló en presencia de dirigentes locales del peronismo y de delegados del Comando Táctico nacional. Se colocó un busto de Eva Perón en las escalinatas de la Casa de Gobierno de Tucumán, y tras el ritual minuto de silencio a las 20.25 hs., se realizaron nuevas ofrendas florales, y Aurora Parache Chávez de Volej Dabuss leyó una oración fúnebre, a la que siguió la lectura de un mensaje de Perón. Según el informe periodístico, “el gobernador de la provincia presenció el acto desde los balcones de la Casa de Gobierno. [Y] cuando la concurrencia advirtió su presencia, lo saludó con el brazo en alto, a lo que el mandatario respondió de la misma manera”. Se trataba del gobernador Celestino Gelsi, uno de los dirigentes de la UCRI de trato fluido con los peronistas.26
La crónica de la manifestación en Plaza Independencia también registró que un grupo numeroso de asistentes, principalmente mujeres, se había hecho escuchar al grito de: “Exigimos el cadáver de Evita”. El reclamo por la devolución de los restos de Eva Perón se hizo así presente en esta conmemoración del 26 de julio, y pasaría a adquirir su lugar entre el repertorio de consignas movilizadoras de las y los peronistas durante el período.27 El carácter inevitablemente político que tal reclamo aportaba al recuerdo público de Eva Perón, entraba en tensión con la dimensión sacra, religiosa, que pretendían imprimirle los organizadores de los actos conmemorativos durante el primer año de gobierno de Frondizi, a la expectativa de una legalidad cuya concesión era todavía verosímil. La tensión entre ambas facetas de los homenajes se constata en la cobertura que daba de estos el periódico que oficiaba de “órgano autorizado del movimiento peronista”: a la exaltación de su carácter masivo (110.000 asistentes se calculaban en Rosario, 65.000, en Córdoba, “ciudad definitivamente reconquistada para la causa del Pueblo”, 40.000, en Mendoza, y 50.000, en Tucumán –sin duda, cifras exageradas–), seguía la descripción del “severo marco que prestaba la unción religiosa de las muchedumbres”, durante unas ceremonias –se afirmaba– “cuyo exclusivo propósito consistía en el ejercicio sagrado de honrar a la abanderada”.
La severidad que se intentaba conferir a los actos de devoción (el ritual “minuto de silencio” en esta y otras manifestaciones peronistas condensaba ese sentido), se puede atribuir a la fragilidad presunta de la libertad para los peronistas, pero también a la asociación que desde los funerales de 1952 quedó establecida entre el silencio y la interpelación de ciertas emociones consideradas públicamente adecuadas, como la congoja y el recogimiento (Gayol, 2018). A través del “minuto” en silencio, se remarcaba el aspecto sacro de actos que, paralelamente, incluían cantos peronistas en su liturgia, y oraciones que, con los años, se transformaron lisa y llanamente en discursos políticos.
La jerarquía eclesiástica expresó, por su parte, abierta suspicacia acerca de la sinceridad del fervor religioso de los asistentes a misas por Eva Perón. Estas se permitirían “siempre que no responda[n] a finalidades de propaganda política y a segundas intenciones de utilizar el sentimiento religioso para iniciar inmediatamente después de los actos de culto manifestaciones de carácter político”.28 Según el testimonio de un ex militante de la Juventud Peronista porteña de entonces, “Venía el 16 de septiembre, venía el 26 de julio, venía el 8 de octubre, venía, qué sé yo, cualquier cosa servía para que hubiera más concentraciones (…) eran misas multitudinarias, como mínimo habría unas 1.000 personas, terminaban a los garrotazos, gases, qué sé yo, una agitación tremenda en toda la zona, eso era muy común”.29
Fuente: (6 de agosto de 1958). Norte. Buenos Aires, X(727), p. 1 (Hemeroteca de la BNMM).
En el marco de creciente confrontación entre el peronismo y el Gobierno nacional de Frondizi, las manifestaciones públicas de homenaje a Eva Perón, los 26 de julio, permanecieron prohibidas en la capital del país. Las misas en recintos eclesiásticos, por el contrario, se consolidaron como el escenario más regular y perdurable de los actos conmemorativos, vigente a lo largo de la década del 60 en multiplicidad de ciudades y pueblos argentinos. La convocatoria a los oficios religiosos tendió a estar a cargo del Consejo Coordinador y Supervisor (CCyS), de las Juntas promotoras nacional o provinciales del Justicialismo, o bien de comisiones organizadas a tal efecto, con destacada presencia de agrupaciones o dirigentes partidarias femeninas, que a la vez levantaban el reclamo de la devolución del cadáver de su “fundadora”. Ex legisladoras o legisladores, dirigentes partidarios y de organizaciones gremiales se hacían presentes en las primeras filas del ámbito eclesiástico. El público asistente generalmente desbordaba el recinto para desparramarse en las adyacencias. El cementerio de la Chacarita en la ciudad de Buenos Aires también fue locación habitual de homenaje ritual a Eva Perón en esta época; mientras que la ciudad de Madrid, España, en cuyas cercanías residía Perón desde 1960, se sumó a la constelación de capitales y ciudades cuyos oficios religiosos en recuerdo de Eva Perón se publicitaron en los medios y a los que se invitaba al público a concurrir.30
Si bien en Buenos Aires y algunas capitales provinciales de Argentina la sede de la CGT se mantuvo como “lugar de memoria” asociado al recuerdo de Eva Perón, la frecuente interdicción de marchar por las calles aledañas a las sedes gremiales o a otros lugares sagrados del pasado peronista (como en Rosario, el Cristo Redentor), limitó en general el número de asistentes a estos actos, o bien provocó improvisadas “marchas del silencio” a la salida de las misas, que solían terminar con represión o disturbios. No fue ese el caso de la concurrida misa que se celebró en La Plata para el aniversario de 1959, en la que el cura párroco a cargo del oficio elogió la figura de Eva Perón, luego de lo cual se desarrolló una importante marcha del silencio hasta la Plaza San Martín.31 En Tucumán, ese año el acto “cívico” en Plaza Independencia fue prohibido, pero se permitió su realización en las inmediaciones de la sede de la CGT local. Fue ostensible aquí su significación como manifestación política. El discurso vindicativo de Aurora Parache Chaves –quien había sido también oradora en la conmemoración del año anterior, y hablaba en nombre de la mujer peronista–, entrelazó el recuerdo de Eva Perón con un duro cuestionamiento del sistema político y económico vigentes, sin privarse de ironizar sobre el plan de austeridad del entonces Ministro de Economía, Álvaro Alsogaray:
En la farsa de democracia de estos días, ¿cómo quedarían los humildes sin el recuerdo de Evita y la esperanza de Perón? Sólo contemplar las fiestas de los ricos, para los que no hay austeridad.32
Fuente: (27 de julio de 1959). Se recordó ayer a Eva Perón. La Gaceta, Tucumán, p. 6 (Hemeroteca de la BNMM).
En el citado discurso, como en el resto del mitin, se reiteró el reclamo de devolución del cadáver de Eva Perón. Pero además de demarcar fronteras con el afuera del peronismo, la conmemoración dramatizaba la pugna interna en su seno, inscripta en la temporalidad presente de sus actores. Así lo muestran las palabras de otro de los oradores del acto en Tucumán, el coronel Gentiluomo, para quien el “mensaje” de Eva debía servir para “reconocer los errores cometidos que permitieron la caída del Jefe”. Apuntaba su cuestionamiento a “los que nos traicionaron para capitalizar nuestros votos”, refiriéndose a Alejandro Leloir y Domingo Mercante, a quienes tildaba de “tránsfugas”. El único partido autorizado por Perón era el justicialista, recordó.33 El recuerdo de Eva Perón, abanderada de los “humildes”, era contrapuesto a los responsables de las penurias económicas de la hora, y también blandido contra quienes en la interna peronista ensayaban fórmulas por fuera de la ortodoxia justicialista, traicionando así su llamado de lealtad.
Los peronistas en el país lidiaron dificultosamente con el propósito de reorganizarse como partido. A la primera entidad creada por Perón desde el exilio para organizar a sus partidarios –el Delegado o Delegación Nacional del Comando Superior, de la que dependió el Comando Táctico–, se sumó a partir de octubre de 1958, un organismo de borrosa delimitación respecto del anterior, el ya aludido CCyS, que buscaba “contener las distintas expresiones del movimiento y además regir sobre la forma en que debía darse la organización partidaria, conculcada desde 1955” (Melon Pirro, 2017: 205). La coordinación a nivel sindical quedaba a cargo de las 62 Organizaciones Peronistas, emergentes tras el fallido Congreso normalizador durante la Revolución Libertadora, y de la CGT cuya personería a nivel nacional recién se recuperaría en 1961.
Para 1959, el CCyS promovía a través de una Junta Nacional y de Juntas Provinciales la reorganización y reconocimiento del Partido Justicialista, el cual resultó finalmente proscripto. En 1962 los peronistas lograrían participar con candidatos propios en las elecciones legislativas y de gobernadores provinciales, a través del partido neoperonista Unión Popular, fundado por Atilio Bramuglia. La victoria en los principales distritos determinó, sin embargo, el derrocamiento del gobierno de Frondizi. A partir de 1963, tras el eclipse del CCyS, empezaría una nueva etapa signada por la institucionalización de un partido político propio, y por la afirmación del poder político ostentado por los sindicatos, dato que Perón debió finalmente aceptar (Melon Pirro, 2017: 227-228). En efecto, bajo el gobierno de Arturo Illia (1963-1966) tuvo lugar un proceso de conflictiva normalización partidaria en el que sucesivos comicios internos de distintos distritos, durante 1964, tuvieron como corolario el acceso al Congreso Nacional en 1965 de una bancada de diputados justicialistas como primera minoría (Melon Pirro, 2014: 154-164). El golpe de Onganía en junio de 1966 abortaría esa experiencia.
Así las cosas, la magnitud de los actos evocativos de Eva Perón resultaba un signo a leer en sus distintos significados. Podía ser interpretada como un indicador de la vigencia política del peronismo y, por otro lado, como expresión de la legitimidad interna que obtenía el organismo partidario convocante. La figura de Eva Perón se reveló desde temprano como parte de las contiendas que los peronistas libraron hacia fuera y entre sí durante los años de proscripción y dispersión. Como en la campaña electoral de febrero del 58, cuando un sector reacio a la directiva de Perón y del Comando Táctico de optar por el candidato Frondizi llamó a votar en blanco: ese voto sería un homenaje a los “múltiples sacrificios” de “Evita”, una “emocionada ofrenda de amor, de ortodoxia y de intransigencia”.34
Coyunturas posteriores anudaron nuevos usos y significados a la conmemoración del aniversario de la muerte de Eva Perón. A medida que nos acercamos a mediados de la década del sesenta, la reivindicación de su figura devino expresión de una disputa relativa al rumbo que debía tomar el conglomerado partidario vis a vis un sistema político-institucional, que persistía en excluirlo de su juego. Tal disputa tendió a involucrar a nuevos contendientes, no solo a quienes tradicionalmente se reconocían como parte de la familia peronista. Así, mientras Eva ascendía simbólicamente, el peronismo resultaría cada vez más un tema de controversia para intelectuales, activistas de las nuevas izquierdas y jóvenes universitarios de distintas procedencias. Por lo demás, un mercado editorial y periodístico en expansión hallaba en el fenómeno peronista un objeto de interés y de ventas. Pero antes de pasar a ese capítulo, vale detenerse en la coyuntura de disputa interna que vio cristalizar sentidos perdurables en torno a “Evita”.
Al cumplirse 10 años de la muerte de Eva Perón, con un peronismo golpeado por la anulación de las elecciones de marzo de 1962, y que radicalizaba sus posiciones encolumnándose tras el programa sindical de Huerta Grande (cuya figura saliente era el dirigente del gremio textil y gobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Andrés Framini), los homenajes evocativos de la ciudad de Buenos Aires fueron convocados en la sede del gremio del Calzado. Sus promotores fueron el CCyS, las 62 Organizaciones gremiales y la Rama Femenina justicialista, tras el emblema de la “comisión pro recuperación del cadáver de Eva Perón”.
La coyuntura de 1962 venía dada por una serie de sucesos. El gobierno de facto de José M. Guido, quien había asumido interinamente la Presidencia tras el derrocamiento de Frondizi, impulsaba un nuevo estatuto de los partidos políticos que prohibía la fundación de toda agrupación que reivindicara lo actuado por el Gobierno depuesto en 1955, o profesara ideologías “totalitarias”, fueran éstas de “izquierda” o de “derecha”. El estatuto, enfáticamente resistido por los peronistas, estaba en línea con las transformaciones ideológicas y doctrinarias en las Fuerzas Armadas, las cuales, desde el anterior Gobierno, se habían plasmado en una política de seguridad interna que tendía a asociar la represión al comunismo y al peronismo (Franco, 2012). Así, al lado de la persecución policial a los homenajes a Eva Perón por fuera de los recintos permitidos, los diarios informaron sobre la represión de actos relámpagos de “elementos procastristas”, al conmemorarse un nuevo aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, hito de la gesta guerrillera cubana, ocurrido también un 26 de julio, en 1953. La crónica de 1962 permite comprender que los medios de comunicación tendieran a agrupar tales noticias. En las pasadas elecciones de marzo los peronistas habían armado un frente con diversas fuerzas de izquierda, incluido el Partido Comunista. Y, a mediados de 1962, era un tema vox populi el del “giro a la izquierda” de Perón y su movimiento. Por lo demás, en ocasión de estas efemérides coincidentes de los 26 de julio, la prensa informó que en una escuela del interior de la provincia de Santa Fe, leyendas e imágenes a favor de la Revolución Cubana y de Fidel Castro habían aparecido junto a retratos de Juan y Eva Perón. Y que una delegación de dirigentes del justicialismo viajaba a Cuba para participar de los actos conmemorativos en la isla.35
El nuevo llamado a elecciones de 1963 y la fallida experiencia del Frente Nacional y Popular agitaron las aguas internas del movimiento peronista, quedando eclipsado el que había sido por cinco años el organismo coordinador del rumbo partidario, el CCyS.36 Un variopinto conjunto de políticos y sindicalistas ligados a Framini escaló, aunque por poco tiempo, en la lucha de posiciones de la dirección peronista local, en pugna con el proyecto político del sindicalista metalúrgico Augusto Vandor, que impulsaba la normalización partidaria bajo la hegemonía del sector gremial (Melon Pirro, 2014). Tales eran las circunstancias cuando, en julio de 1963, un periódico vocero de aquel conjunto, que levantaba la línea de un peronismo revolucionario –concebido como la verdadera esencia del peronismo, según un razonamiento que se haría usual en esa época (Altamirano, 2001)–, cuestionó a la dirigencia de las 62 Organizaciones gremiales, y al CCyS, por haber olvidado la conmemoración de “la Semana de la Fe y la Esperanza”, en recuerdo de la “Jefa espiritual del movimiento”. Las misas, en cambio –seguía la crítica–, habían quedado a cargo de activistas de base o cuadros medios del justicialismo.37
Este énfasis que se ponía en subrayar el carácter de “base”, es decir, no impulsado por la dirigencia sindical, de los recientes actos conmemorativos, revela una resignificación en curso de la figura de la líder femenina del peronismo, a partir de la nueva coyuntura.38 Los rasgos de la personalidad política de Eva Perón que habían sido recuperados hasta entonces eran principalmente haber sido la “abanderada de los trabajadores”, su “abnegación y sacrificio por los humildes”, y la “lealtad” a la causa, es decir, al líder. Para la refiguración en ciernes, Eva Perón significaba, ciertamente, todo eso, pero lo que se rescataba ahora como verdaderamente distintivo de su figura era el ser “símbolo de la lucha popular”, del anhelo combativo postulado acerca de las masas populares.39 No era sino esta cualidad (y el miedo que suscitaba) lo que, según el periódico Compañero de Mario Valotta, azuzaba el celo represivo de la policía contra quienes se manifestaban en homenaje.40 La imagen de “Evita” como “bandera de lucha” significó, para quienes propiciaban esta versión revolucionaria del peronismo, un emblema para combatir a aquellos que contemporáneamente querían hacer del peronismo un partido político aceptable para el sistema institucional, y excluyente del jefe exiliado.41
En tal contexto de creciente división interna entre peronistas (que la reorganización partidaria no detendría del todo), Eva Perón fue resituada a través de esta figuración combativa, en un lugar central del dispositivo de poder peronista del pasado. Reivindicada como la abanderada de la mujer trabajadora, como quien elevara a la mujer auténtica (la mujer de pueblo) al estatuto de sujeto político; exaltada en su carácter de nexo entre la base del movimiento peronista y su cúspide Perón, la líder femenina fue repolitizada en esta nueva lectura de un sector del peronismo que se proclamaba revolucionario, y en un juego de espejos con el presente, fue erigida en pieza clave de la legitimación de la “revolución peronista” por venir.42 No sorprende, entonces, que fuera en torno a la conmemoración del 17 de octubre de 1963 (la primera a ser celebrada con un acto de masas en la Capital Federal, desde 1954), que esta elevación simbólica de “Evita” hacia el centro político del peronismo tuviera lugar. Fue para esa fecha clave del calendario peronista que se levantó el legado de combatividad y audacia política de Eva Perón, y se reivindicó su rol mediador entre Perón y el pueblo peronista. Los rasgos que se recuperaban de la personalidad política de Eva Perón en el pasado legitimaban para este vocero del peronismo, autoproclamado revolucionario, la disputa con las “desviaciones” y “traiciones” en el peronismo del presente (Ehrlich, 2016).
Fuente: (16 de octubre de 1963). Compañero, Buenos Aires, I(17), p. 1 (Américalee. Hemeroteca CeDInCI).
La fotografía que el semanario Compañero seleccionó para ilustrar y sintetizar el sentido atribuido al 17 de octubre (véase Imagen 3), de fuerte iconicidad, fue capturada durante la última celebración de esa fecha (en 1951) en la que Eva Perón participó con vida. La foto refuerza el –de por sí– poderoso anclaje icónico de su figura, y sostiene su proyección como mito movilizador (Santoro, 2013). La gestualidad del cuerpo, mermado por la enfermedad, era capaz de transmitir a la par de la palabra, como sostuvo Beatriz Sarlo, la exigencia de velar fanáticamente por Perón (Sarlo, 2004).
Fuente: (16/10/1963). Evita, bandera de lucha, Compañero. Buenos Aires, I(17), p. 4 (Sitio digital El Topo Blindado).
En el montaje donde el mismo periódico resumía el perfil combativo de Evita (Imagen 4), las dos primeras fotos pertenecen a las series fotográficas que para Sarlo integran, junto a la de la foto de tapa (Imagen 3), el “tríptico evitista”, esto es, el conjunto iconográfico expresivo de amplios sectores juveniles que desde mediados de los años sesenta en adelante se identificaron como la fracción revolucionaria del peronismo (Sarlo, 2004: 35-36, 107-109).43
Compañero recreó una Eva combativa, que bajo el impulso de sus “descamisados” habría luchado contra la “burocracia política y sindical incrustada en el Gobierno y en la CGT”. El montaje fotográfico reproducido en la Imagen 4 connota esa combatividad de la Eva parlante y aguerrida, en una de las célebres tomas del fotógrafo Pinélides Fusco durante el llamado Cabildo Abierto del Justicialismo del 22 de agosto de 1951. Por otro lado, muestra una Evita próxima e íntima en la parte horizontal del montaje, subordinada, sin embargo, al líder popular masculino, cuya proporción en el busto es, por lo demás, sobrehumana. Tales las cualidades de Eva Perón que parecen reivindicar para sí los impulsores de este peronismo revolucionario de 1963-1964.44
Durante el año 1964, cuando finalmente se desarrollaron comicios internos en el partido Justicialista, las divisiones en su seno no se circunscribían a las que separaban a los sectores “vandoristas” de sus opositores en el plano gremial y político. Además de los “duros” (como en el lenguaje peronista se designaba a las posiciones menos negociadoras, dentro de las cuales la percepción mediática distinguió a un sector “izquierdista”, en su momento Andrés Framini y otros, luego el activismo que se nucleó en el Movimiento Revolucionario Peronista, o en torno a John Cooke), estaban los “ortodoxos” (respetuosos ante todo de la autoridad máxima en el exilio); los “rebeldes” o “neoperonistas” (algunos de estos ya titulares de representación parlamentaria en el Congreso y en magistraturas provinciales; otros, con la aspiración de tenerlas); los jóvenes en sus diversas agrupaciones; las mujeres también con sus diferentes organizaciones… La figura de “Evita” estaba disponible, singularmente, para legitimar posiciones contrarias a la ortodoxia del peronismo, fueran ellas izquierdizantes o no.
Un nuevo aniversario del fallecimiento de Eva Perón se desarrolló en estas circunstancias. Como había ocurrido en otras coyunturas de reactivación de la liza partidaria, la campaña electoral propició diferentes usos y apropiaciones del legado de la difunta. “El peronismo volverá por el camino que enseñó Evita con su sacrificio. Los demás son para los traidores (…) enemigos del pueblo…”, advertía en la renuncia a su cargo quien había sido designado delegado por las 62 Organizaciones de Zona Norte, provincia de Buenos Aires, al Congreso Nacional Justicialista. Los “Iturbes, Frigerios, Parodis y Vandores” eran señalados por este adherente al sector de Andrés Framini, como responsables de reinstaurar el fraude en el partido.45 Desde otro sector bonaerense, díscolo desde un principio con la normalización partidaria avalada por Perón, se invocaba el recuerdo de Eva para fustigar el “contubernio con el frondizismo” de 1958, y con “el conservadurismo y el frigerismo”, en 1963. Su muerte había sido “el comienzo de nuestro descalabro”, se lamentaba Orlando Grecco en ocasión de un homenaje a Oscar Albrieu, para celebrar su designación en el directorio de YPF, propiciada por el gobernador neoperonista de Neuquén.
Si ella hoy viviera, de seguro no estaría con aquellos, llámense coordinadores o heptunviros o como se llamen, que pactaron la entrega de sus descamisados al enemigo del pueblo y de la patria por las migajas caídas del festín de los “delitos”, que no contratos petroleros (…) Yo no puedo imaginar a Eva Perón del brazo de Frondizi ni de Frigerio ni de Solano Lima, vendiendo los votos de sus descamisados.46
La dispersión del conglomerado justicialista avalaba la apropiación de facetas de la figura de Eva Perón para distintos usos. Su sacrificio en ocasión del “Renunciamiento” fue aludido para refrendar la renuncia de un delegado framinista al Congreso partidario cuya legitimidad se cuestionaba. Su intransigencia ante el “enemigo” político, evocada desde un cónclave neoperonista para cuestionar las alianzas que otrora la ortodoxia peronista había cobijado. El propio Augusto Vandor, cuestionado desde uno y otro ángulo, encontraría oportuno declarar su lealtad a Eva Perón durante un Plenario de las 62 Organizaciones en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, cuando la presencia de la tercera esposa de Perón en el país, en 1965, marcaba un punto álgido del conflicto entre los seguidores del líder sindical, y los gremialistas leales al jefe máximo del peronismo.47 Como se verá en seguida, la exaltación del legado de Eva Perón a la par del cuestionamiento de la figura de Perón, comenzó a ser usual en esos años, incluso en círculos políticos más allá de los contornos partidarios.48
Fue en 1965, un año de “doble aniversario” durante el cual el peronismo devino no solo objeto de historia sino también de consumo cultural, cuando la presencia de Eva Perón en los medios de comunicación, sostenida como era desde fines de la década del 50, se multiplicó, precediendo a la llegada al país de Estela Martínez.49 Con una importante representación justicialista en el Congreso Nacional y en las legislaturas provinciales, la conmemoración de la muerte de la segunda esposa de Perón, en julio de 1965, alcanzó una ampliada resonancia. Los homenajes llegaron de hecho hasta el Parlamento argentino y pudo ser erigido allí un busto evocativo. En las calles, en cambio, la represión policial puso en evidencia –en la elocuente expresión de un cronista–, lo difícil que era para los peronistas “definir las imprecisas fronteras que los unen a la legalidad”.50 El jefe del bloque de diputados justicialistas, el dirigente sindical Paulino Niembro, fue herido por la policía en una manifestación fuera de una Iglesia, y se vio en la obligación de argumentar acerca del “carácter religioso” de los actos de homenaje, al protestar ante un juez de instrucción por el atropellamiento de sus fueros como legislador.51 La concurrencia a la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano, donde se celebró la misa central en memoria de Eva Perón ese año, se había triplicado respecto del año anterior, según los dichos de sus organizadores, quedando la mitad de la gente afuera del templo. La policía, fiel a sus rutinas de procedimiento, reprimió a cerca de 100 manifestantes de la Juventud Peronista que al finalizar el oficio, cantaban y gritaban “Perón o muerte” y “Viva Eva Perón”.52 La revista que realizaba una de las crónicas de estos eventos parecía descubrir la conmemoración del 26 de julio, cuando daba cuenta de los “innumerables fieles” que el recuerdo de Eva Perón había sacado del anonimato. La crónica contabilizaba 41 homenajes, en Capital y Gran Buenos Aires, durante esos días.53
Los homenajes de julio de 1965 evidenciaron un rasgo que sería más pronunciado en los años por venir: su acontecimiento adquirió ecos que rebasaron los contornos peronistas que hasta poco tiempo atrás había tenido. La presencia justicialista en el Congreso fue sin dudas un detonante en este sentido. Muestra de esta resonancia la da el hecho de que el impacto simbólico que el recuerdo de Eva Perón, de su profanada tumba, deparaba en sus fieles, fuera escrutado por el editorialista político de Primera Plana. Mariano Grondona contrapuso las consecuencias emotivas, simbólicas y políticas de ese recuerdo, indisociables del reclamo por la grave afrenta –debido al robo de los restos mortales–, al camino de prosecución institucional que, según la perspectiva del autor, parecía abrirse con la presencia de nutridos bloques peronistas en las Cámaras legislativas.54
De una u otra manera, Primera Plana y otras revistas argentinas de actualidad contribuyeron al ascenso de la figura de Eva Perón entre nuevos públicos de la cultura argentina. La expansión de las industrias culturales durante los años sesenta y, en particular, la proliferación de semanarios modernos de información, constituyeron un factor más dentro de este fenómeno de “evitismo”, al lado de la ampliación del mercado del libro de autor argentino, que tenía lugar contemporáneamente. Revistas como Primera Plana, Siete Días Ilustrados y Así –esta última desde fines de los años cincuenta– promovieron la circulación y, a la vez, legitimaron el discurso de una nueva ensayística-biográfica sobre Eva Perón (Ehrlich y Gayol, 2018).
El autor de Eva Perón, ¿aventurera o militante?, uno de tales ensayos de 1966, pareció olvidar ese empuje promocional que había tenido su propia obra cuando en la cuarta edición ampliada del libro, de 1971, ironizó sobre el modo como “el populismo” había colocado en el “Gran Panteón Nacional”, “uno al lado de otro, en vitrinas contiguas, a Evita, al estanciero Rosas, al cantor Carlitos Gardel, todos mezclados y constituyendo los grandes arquetipos nacionales”. Para Juan José Sebreli (1971: 111), “los órganos de la industria cultural” eran responsables de la “neutralización y despolitización de la figura de Evita” (…) “Si junio e[ra] el mes dedicado a Carlitos Gardel por todas las revistas y periódicos de la cultura de masas, ya se ha[bía] hecho costumbre dedicar el mes de julio a recordar a Evita y aumentar con ello las ventas”.
Escritores como David Viñas y Juan José Sebreli tematizaron, ciertamente, a mediados de la década del 60, versiones propias de la centralidad de Eva Perón en el peronismo, fenómeno este último que más allá de la figura de Evita era objeto de revisión por las capas intelectuales argentinas. Con sus respectivos matices, tales ensayistas vieron en Eva Perón el aspecto “inconcluso” de la “revolución peronista”, su costado “revulsivo”, su “ala izquierda” (Ehrlich, 2018).55 Para Viñas, el sentido de la trayectoria de Eva Perón se resumía en el deseo de emerger, en resultar emergente a lo largo de las distintas etapas de su vida, etapas que el escritor veía signadas por la “aventura”, la “purificación” y el “martirio”. Con una fuerte impronta materialista en su interpretación de las transformaciones sociales de la Argentina contemporánea, la biografía de Eva condensaba, en la visión de Viñas, los “no” del peronismo a la sociedad oligárquica, su elemento revulsivo, transgresor de las normas de la moralidad burguesa, sin alcanzar a transformarlas o a vislumbrar otras nuevas.56 Por su parte, asentado en la legitimidad obtenida con el reciente best-seller, Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964), en su ensayo biográfico Sebreli (1966: 53-54) reivindicó en Eva Perón a la mujer revolucionaria que se transformó a sí misma, torciendo su destino. A partir de una lectura feminista y sartreana de su trayectoria –con eje en la figura de la bastardía–, el ensayista vio encarnar en ella el lado revolucionario del peronismo, su ala izquierda, pivote de una transfiguración revolucionaria que, entonces, creyó posible que el peronismo impulsara para la Argentina toda.
Significativamente, estos ensayistas a quienes los magazines de actualidad proveyeron de un ámbito de circulación como “sociólogos” o “biógrafos” contribuyeron a cimentar un nuevo mito revolucionario en torno de la figura de Eva Perón (Ehrlich, 2018). En este se hallaban elementos de la “Evita, bandera de lucha” (la de los “peronistas revolucionarios” de la primera mitad de la década del 60), en una nueva síntesis que entraba en diálogo con los cambios socioculturales protagonizados por las clases medias urbanas de la Argentina, entre los que se destacaban la conflictiva modernización de las relaciones entre los géneros y las generaciones, y el lugar más jerarquizado para la mujer en la sociedad (Cosse, 2010; Manzano, 2017).57 Como sostuvieron Ehrlich y Gayol (2018), esa nueva síntesis adquirió parte de su sentido en el marco de una serie más amplia, compuesta por otras figuras femeninas de la cultura y la política de masas de la época, en la que la figura de Eva Perón resultaba repolitizada en un sentido inédito.58
La reconsideración de la biografía de Eva Perón en este nuevo contexto sociocultural permitió que los citados ensayistas resignificaran como revolucionarios, o como revulsivos social y políticamente, tramos de esa trayectoria que hasta ayer habían sido material predilecto de lecturas antiperonistas, y ahora adquirían un signo inverso, positivo, en su carácter transgresor: el nacimiento en un hogar ilegítimo, la determinación de proseguir una carrera artística siendo una mujer joven –viaje a la gran ciudad mediante–, y la perseverancia en el ascenso social y político de quien componía el perfil social de migrante interna. Estos aspectos subversivos de las convenciones burguesas de la sociedad argentina de mitad del siglo veinte, ese carácter transgresor de las pautas morales de la Argentina “oligárquica”, condensaron para estos autores (y para sus editores, dispuestos a promocionarlos y venderlos), el significado de un peronismo revisitado desde la lente que aportaba la trayectoria vital de Eva Perón, que así devino una revolucionaria de los sesenta argentinos.
Distintos escenarios y coyunturas de las décadas del cincuenta y sesenta del pasado siglo dotaron de significado a las conmemoraciones y recreaciones de la figura de Eva Perón luego de su muerte. Los homenajes oficiales organizados en los años finales del decenio peronista, comenzando por el magno funeral de 1952, determinaron un impulso conmemorativo que cruzó la ruptura política de 1955. Así, en la medida en que el peronismo intentó reorganizarse como partido, a partir del gobierno de Frondizi, los homenajes a la memoria de Eva Perón tendieron a replicar elementos del ceremonial originalmente diseñado desde el Estado, aunque en el nuevo contexto, los actos “cívicos” (cuando fueron permitidos), devinieron actos políticos de protesta y dramatizaron los conflictos internos partidarios. En la Capital Federal, las conmemoraciones públicas fuera de recintos eclesiásticos permanecieron prohibidas, y fue recurrente la represión policial de las manifestaciones de devoción por Eva Perón. De modo que las misas se consolidaron –paradójicamente, si se recuerda el conflicto con la Iglesia que marcó la crisis y el derrocamiento del peronismo del gobierno– como el marco más regular y extendido de recuerdo ritual de la líder femenina, a lo largo del país. El carácter religioso de estos homenajes, aun en el formato de la misa de difuntos, resulta en realidad indiscernible de su significado identitario y político. La interdicción de manifestarse públicamente a los peronistas y el robo del cadáver de Eva Perón politizaron aún más los aniversarios de su fallecimiento.
Cada coyuntura a la que se asociaron las sucesivas conmemoraciones determinó para sus emprendedores el sentido y las cualidades del currículum de Eva Perón a destacar, y el modo como estas últimas se ligaban a las demandas del presente. La necesidad de centralizar a las fuerzas partidarias dispersas y apuntalar la autoridad de los organismos que pretendían regir al conglomerado peronista en los primeros tiempos del gobierno de Frondizi, hizo que la abnegación militante y la lealtad a Perón fueran las facetas más subrayadas en el recuerdo de la ex Primera Dama, contra alternativas no ortodoxas o díscolas.
El carácter de “abanderada de los trabajadores y los humildes” de Eva Perón se convertiría, poco después, en pivote para la oposición al gobierno de Frondizi y su política económica; su “fanatismo” y “entrega”, devino refugio e inspiración en momentos de cárcel y persecución; el reclamo de su cadáver, en consigna y afrenta moral a ser arrojada al rostro de los sucesivos gobernantes. Coyunturas posteriores anudaron nuevos significados a la figura de “Evita”. La intensificación de la pugna partidaria e incipientes diferenciaciones ideológicas, a medida que se avanzaba hacia mediados de la década del sesenta, tornaron la reivindicación de su memoria en arena de una disputa que desbordó las fechas rituales, pues manifestaba una lucha política acerca del rumbo del movimiento que intentaba, con dificultad, liderar Juan Perón. “Evita” fue entonces resignificada como “bandera de lucha”, símbolo de combate por la ampliación de derechos de las mujeres, los trabajadores y los jóvenes. Tal resignificación arraigó en un sector combativo del peronismo político y gremial que se definió como revolucionario, vis a vis el desarrollo del proyecto de normalización del partido liderado por Augusto Vandor. Este implicaba la incorporación del justicialismo al sistema político-institucional, y una puesta en segundo plano del reclamo de retorno de Perón al país. Rebeldes y díscolos a la autoridad partidaria, fuera esta la de Vandor o la de Perón, también reivindicaron el “sacrificio”, la “renuncia” de “Evita”, o bien su “intransigencia” frente a todo “contubernio”.
Pero nuevos contendientes que no pertenecían al tradicional tronco de la familia peronista se acercaron a esta disputa simbólica y política. Mientras Eva Perón ascendía, el futuro del peronismo resultaba cada vez más un tema de controversia intelectual (bajo la forma de un debate sobre su naturaleza y las causas de su caída). En el debate intervinieron activistas de viejas y nuevas izquierdas, intelectuales y jóvenes universitarios con orígenes políticos diversos. Por lo demás, el movimiento que intentaba conducir el líder desde el exilio devino hacia mediados de los años sesenta, objeto de interés y consumo para un mercado editorial y periodístico en expansión. La figura de Eva Perón se abrió paso, entonces, a lo largo de capas más amplias de la sociedad y la cultura argentinas, y trascendió las fronteras de la conmemoración peronista de la mano de nuevas apropiaciones y reconstrucciones de su trayectoria, que circularon entre el ensayo y las revistas de actualidad, y la transformaron en un ícono femenino moderno, en una mujer que revolucionó las convenciones de género y sociales de su tiempo.
En el contexto de conflictiva modernización de las relaciones entre varones y mujeres, de luchas entre las generaciones, y de sacudimiento del lugar femenino tradicional en la sociedad (especialmente entre las clases medias urbanas), otra Eva, moderna y revolucionaria como mujer, adquirió vida en los sesenta argentinos. Antes de la “Evita montonera” que vendría en la década del setenta, y después de la “Evita, bandera de lucha” de los peronistas revolucionarios de los primeros años sesenta, se halló otra figura de Eva Perón, la cual tamizada por una cultura de masas en expansión resulta un eslabón ineludible para comprender la peronización masiva y el evitismo juveniles posteriores. El mito revolucionario de Eva Perón se propagó a través de sucesivas capas (política, intelectual y cultural más amplia) e inició su ascenso en una coyuntura en la que otro peronismo, que no fue, probaba su incorporación a un sistema de partidos inestable y débil.
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»Santoro, D. (2013). Nadie sabe lo que puede un ícono. En Eva Perón en los libros - Catálogo de la muestra “Eva Perón en los libros”. Buenos Aires: Biblioteca Nacional Mariano Moreno (estudios preliminares de Horacio González, Daniel Santoro y Cristina Álvarez Rodríguez).
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»Taylor, J. (1979). Eva Perón. The Myths of a Woman. Chicago: University of Chicago Press.
»Tcach, C. (2012). De la Revolución Libertadora al Cordobazo. Córdoba, el rostro anticipado del país. Buenos Aires: Siglo XXI.
»Verdery, K. (1999). The political lives of dead bodies. Reburial and postsocialist change. Columbia: Columbia University Press.
»Viñas, D. (1963). Las malas costumbres. Buenos Aires: Jamcana.
»Walsh, R. (2016). Cuentos completos. Buenos Aires: De la Flor.
»Zanatta, L. (2011). Eva Perón. Una biografía política. Buenos Aires: Sudamericana.
1 Agradezco a los/as evaluadores/as anónimos/as, a Sandra Gayol y a Flavia Fiorucci, por sus comentarios a una versión preliminar de este artículo.
2 Devoto (2014: 18) analiza las conmemoraciones como tipo especial de acontecimiento histórico. Jelin (2002: 2) señala la tensión entre el ritual que se reitera y los significados cambiantes del presente de cada conmemoración.
3 Se retoman conceptualizaciones de Verdery (1999), Gayol (2012) y Guber (1996) acerca de las disputas entre deudos y las resignificaciones de distintos tramos de la vida de los muertos ilustres. La base empírica del artículo la conforman principalmente fuentes hemerográficas, en su mayoría de la ciudad de Buenos Aires: dos diarios de circulación nacional, prensa partidaria porteña con llegada al interior del país, y dos semanarios de información general de tirada masiva. Completan el corpus un diario de alcance provincial, documentos de archivo de colecciones públicas, una entrevista realizada por la autora, un relato ficcional y dos ensayos biográficos, junto a su repercusión crítica. Algunas imágenes fotográficas reproducidas en periódicos también han sido objeto de análisis.
4 Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, tras lo cual el Gobierno decretó duelo nacional suspendiendo la actividad oficial por dos días, y estableció luto oficial por 30 días, entre otras medidas. Los funerales tuvieron tal magnitud y afluencia popular que se paralizó la ciudad de Buenos Aires hasta el 11 de agosto, alcanzando el acontecimiento repercusión internacional. El cuerpo fue embalsamado por el Dr. Pedro Ara, previéndose su permanencia en la CGT hasta el posterior traslado al Monumento a erigirse en su memoria por disposición de la Ley 14.124. Este proyecto quedó trunco tras el derrocamiento del Gobierno peronista. Navarro (2005: 311-318); Santos Lepera (2012: 166).
5 Según consigna uno de los folletos donde se transcribe la oración, esta fue “radiada a todo el país por cumplirse el primer aniversario del tránsito a la inmortalidad de la Jefa Espiritual de la Nación”. “Compañero Trabajador. He aquí tus cantos de amor, de fe y de lealtad”, Buenos Aires, Editorial Nuevo Patrimonio, s/f. [c. 1964], Colección CEDINPE. Otro fascículo de 1958 con la misma “Oración a Eva Perón” es “Evita inmortal”, Buenos Aires, Freeland, 1958, Colección CEDINPE. Agradezco a Darío Pulfer la mención acerca de estos documentos.
6 (14 de julio de 1953). Organiza la comisión de homenaje los actos para honrar la memoria de la jefa espiritual. Se prepara la procesión de antorchas. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 4; (27 de julio de 1954). Ha sido imponente la procesión ciudadana. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 3; (26 de julio de 1953). En todo el interior del país se realizaron hoy grandes concentraciones populares. La Razón, Buenos Aires, p. 2; (26 de julio de 1954). Solemnes actos se han realizado en el interior. La Razón, Buenos Aires, p. 4. Sobre el funeral de Eva Perón de 1952, véanse Navarro (2005: 297-318); Santos Lepera (2012); y Gayol (2018).
7 (21 de julio de 1953). Es honrada la memoria de Eva Perón. Total adhesión de los gremios. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 4.
8 (25 de julio de 1953). La estatua del Descamisado, la más alta del mundo, coronará el monumento a Eva Perón en bello símbolo. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 2; (26 de julio de 1953). La acción de Eva Perón se ha mostrado en películas. La Razón, Buenos Aires, p. 3.
9 (16 de julio de 1954). Prepárase el homenaje a Eva Perón. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 4.
10 (27 de julio de 1955). Fue imponente la procesión cívica de anoche. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 3; (20 de julio de 1955). Rinden homenaje a Eva Perón el 26 con una ceremonia cívica. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 4.
11 (20 de julio de 1955). La memoria de la señora Eva Perón evócase en todo el país. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 3.
12 Un dato que da cuenta del potencial de conflicto que podía suponer la realización de misas en esta coyuntura, lo constituye el hecho de que una de las iglesias quemadas tras los bombardeos de Plaza de Mayo fue la de San Francisco (Caimari, 1995: 261, n. 12), donde durante los años anteriores se había oficiado la misa central por Eva Perón. Por lo demás, el peronismo había considerado agraviada la memoria de la difunta durante los incidentes posteriores a la procesión de Corpus Christi, cuando habían sido arrancadas placas recordatorias de Eva Perón en la zona del Congreso (Caimari, 1995: 252; Zanatta, 2011: 425). En torno a la conmemoración de 1955, Zanatta advierte el desgarramiento que entonces asolaba al partido: “la rama masculina estaba resuelta a seguir a Perón”, pero la “rama femenina y el gremialismo se volcaban a la intransigencia” (2011: 426).
13 El funeral de Estado, dice Sandra Gayol, “era pensado como el puntapié inicial de sistemáticas y recurrentes conmemoraciones que las sucesivas generaciones ofrecerían al muerto para mantener viva su memoria y para nutrirse de su ejemplo”. A través del funeral, además de los méritos de sus “grandes hombres” el Estado se celebraba a sí mismo. Gayol (2012: 4, 23). En el caso de Eva Perón, la pulsión nominativa, la instalación de bustos en dependencias y lugares públicos, y la proyección del monumento en su honor integraron un repertorio conmemorativo forjado en el marco de los funerales estatales. El embalsamamiento del cuerpo muerto se destaca en este conjunto abigarrado de dispositivos para asegurar una larga “vida post mortem” a la extinta. Todo este repertorio funerario parece haber prefijado un impulso que traspasó la frontera política de 1955.
14 (16 de julio de 1957). El 26 se oficiará una Misa en La Plata, Palabra Argentina, Buenos Aires, I(32), p. 3; Asorana, (16 de julio de 1957). La mujer también votará en blanco, Palabra Argentina, Buenos Aires, I(32), p. 3. Gorza (2016: 7) halló indicios de prácticas clandestinas de homenaje ya c. 26 de julio de 1956, en distintas localidades de la provincia de Buenos Aires.
15 Cooke escribía a Perón que la “Marcha de Homenaje” se realizaría “en las principales ciudades”, y “protestando por la desaparición de su cuerpo”. “A 48 horas de la elección, agitaremos el ambiente en todas partes. En las concentraciones repartiremos sus directivas para el comicio”. Perón - Cooke (1985: 196). En carta posterior, sin embargo, el delegado Cooke informaba que el activismo se había excusado de participar en las misas y manifestaciones, por estar concentrado en la campaña electoral para el 28 de julio.
16 El tema no había faltado en el discurso de campaña de Frondizi para los comicios del 28 de julio de 1957. Perón - Cooke (1985: 217). Al poco tiempo de asumir Pedro Aramburu como presidente de facto, el cuerpo embalsamado de Eva Perón fue sustraído de la CGT y ocultado por el entonces Jefe del Servicio de Informaciones del Ejército, Carlos Moori Köenig. Su sucesor Héctor Cabanillas, supervisó el traslado clandestino del cadáver a un cementerio en Milán en abril de 1957, con la colaboración de miembros de la Iglesia argentina y del Vaticano. El cuerpo permaneció enterrado bajo un nombre falso hasta 1971, cuando fue devuelto a Perón en su residencia de Puerta de Hierro, Madrid, y comenzó la reconstrucción de este periplo. En 1970 la organización político-militar Montoneros había ejecutado a Aramburu, bajo la acusación de robar el cadáver de Eva Perón, entre otros cargos. Al recibir a este, tanto Perón como las hermanas de la difunta denunciaron golpes y mutilaciones en el cuerpo. Repatriado al país en 1974, como resultado de una nueva intervención armada de Montoneros que secuestró el cadáver de Aramburu, la momia de Eva Perón fue restaurada y exhibida en la residencia presidencial junto al féretro de Perón, quien había muerto mientras ejercía por tercera vez la primera magistratura de la República, dejando a su tercera esposa y vicepresidenta, Estela Martínez, como sucesora. En 1976, la última dictadura militar entregó los restos de Eva Perón a su familia, para su definitiva sepultura en la bóveda familiar del Cementerio de la Recoleta. Bauer (1997). Sobre el “enigma” del cadáver de Eva Perón y los reclamos por su devolución que hicieron presente a Eva Perón en revistas de circulación masiva, véase Ehrlich y Gayol (2018).
17 Taborda, D. (17 al 22 de septiembre de 1957). El sepulcro vacío. Resistencia Popular, Buenos Aires, (93), p. 1. “Dónde está el cadáver de Evita”, rezaba el titular de tapa de la edición. Años más tarde, el narrador de “Esa mujer”, parece haber apuntado en sentido inverso al del citado fragmento al profetizar las “frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor”, “poderosas vengativas olas”, que se alzarían si hallara a “ella”, tras ir en su búsqueda. Walsh (2016: 289-297). Véase nota a pie 55. La adopción de analogías bíblicas para connotar la actividad de Eva Perón en la discursividad peronista, estuvo especialmente asociada durante su vida a la obra social que desplegó. Según Caimari (1995: 225-226), el parangón con la imagen de Jesús, redentor de los pobres y enemigo de los ricos, fue prefigurado por la propia Evita en su elaboración de una mística peronista combativa. La acentuación de la dimensión mística y religiosa del peronismo por parte de Eva convirtió a este, para Zanatta (2011: 105), en “una especie de religión secular” (destacado en el original). Recientemente, Barry (2021) interpretó el temprano uso de alegorías religiosas por parte de la CGT para definir el papel de Eva Perón, como una estrategia que contribuyó a perfilar, primero, y justificar, después, la exaltación de la figura política de la entones primera dama, al tiempo que a posicionar a la central obrera en el concierto de actores peronistas.
18 (3 de octubre de 1957). Un juicio sensacional promueve el periodista Damonte Taborda. Así. El mundo en sus manos, Buenos Aires, III(92), s/p; Bustos Núñez, M. (25 de septiembre de 1957). La libertad de prensa continúa siendo mito. Está preso Damonte Taborda. Rebeldía, Buenos Aires, I(13), p. 2 (nota firmada “desde Devoto”). La autora agradece a Mariano Petrecca por las copias digitales de Así cuando el semanario no estaba disponible a la consulta.
19 Sobre las formas organizativas de los peronistas durante la proscripción, véase p. 70.
20 (3 de julio de 1958). Fervoroso homenaje del peronismo a su mártir y abanderada. Línea Dura. Órgano del Movimiento Peronista, Buenos Aires, II (27), p. 1.
21 (3 de julio de 1958). “No ignoro los sacrificios que han realizado las mujeres peronistas”, dice Perón. Línea Dura. Buenos Aires, p. 2. La carta estaba fechada en Colón, Panamá, el 1 de enero de 1956. Poco después de publicada la misiva, Perón reprocharía a una de las dirigentes femeninas no haber realizado “una acción violenta para recuperar el cadáver de su fundadora”. Barry (2009: 327).
22 (7 de agosto de 1958). Para nosotros la libertad de Vítolo tiene la medida del sable de Vega. Línea Dura. Buenos Aires, II(33), p. 1; (7 de agosto de 1958). Una muchedumbre enfervorizada conmemoró el sexto aniversario de su tránsito a la inmortalidad. Línea Dura. Buenos Aires, II(33), p. 4; (28 de julio de 1958). A seis años de la muerte de María Eva Duarte. Así. El mundo en sus manos. Buenos Aires, V(134), [pp. 8-9]; (4 de agosto de 1958). Señor Jefe de Policía. Así. El mundo en sus manos. Buenos Aires, V(135), [p. 15]; (28 de julio de 1958). 337 detenidos en disturbios de Buenos Aires. La Gaceta, Tucumán, p. 3.
23 Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”, Argentina (en adelante, AR-BNMM), Fondo Centro de Estudios Nacionales, Subfondo Archivo de Presidencia de Arturo Frondizi, Serie 03.4.8.1.3, Informes y notas de la Policía Federal, Caja 1, Carpeta “Policía Federal. Año 1958”, “Panorama político-subversivo”, Buenos Aires, 3 de octubre de 1958.
24 (7 de agosto de 1958). Una muchedumbre enfervorizada conmemoró el sexto aniversario de su tránsito a la inmortalidad. Línea Dura. Buenos Aires, II(33), p. 4.
25 (26 de julio de 1958). Actos de homenaje a Eva Perón serán realizados hoy. La Gaceta, Tucumán, p. 6. En los actos barriales y en las localidades del interior de la provincia, también hubo discursos y hasta una procesión de antorchas. En este artículo se optó por seguir los homenajes a Eva Perón en la ciudad de Tucumán, de modo de analizar los rasgos que estos evidenciaron en una de las provincias donde siguieron permitidos, y donde se verificó su realización con relativa continuidad en el tiempo.
26 (27 de julio de 1958). En la plaza independencia se rindió homenaje a Eva Perón. La Gaceta, Tucumán, p. 8. Al día siguiente, se informó acerca de protestas para que las ofrendas florales fueran retiradas del monumento a la Libertad, y de vivas a Rojas.
27 Por ejemplo, el semanario Norte de Alberto Campos, futuro delegado de Perón y contrario a la posición conciliadora del Comando Táctico con el gobierno de Frondizi, hizo de la denuncia de Raúl Damonte Taborda de un año atrás un boomerang contra el ahora devenido embajador del gobierno radical y, por extensión, contra el citado organismo peronista: (20 de agosto de 1958). ¿Dónde están los despojos de Evita? Norte, X (729), 2ª época, p. 3.
28 (6 de junio de 1958). Comunicado de su Emcia. Rvdma. Cardenal Antonio Caggiano, Obispo de Rosario, acerca de finalidades políticas en la celebración de misas y responsos. AICA / Boletín informativo, Buenos Aires, (104), suplemento informativo, p. 9. Agradezco a Valeria Manzano por facilitarme la copia de este documento.
29 Entrevista de la autora a Gonzalo B., Buenos Aires, 29 de julio de 2009. En Córdoba, la conmemoración del natalicio de Eva Perón había alcanzado tal repercusión en 1958, que había sido interpelado por la oposición un ministro de Arturo Zanichelli. Tcach (2012).
30 (28 de julio de 1959). En silencio y rezando recordaron a Eva Perón. Así. El mundo en sus manos, Buenos Aires, V (187), [pp. 1, 8-9]; (26 de julio de 1960). Se adoptaron medidas policiales para evitar desórdenes en la fecha de hoy. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 12; (2 de agosto de 1961). Recordaron a Eva Perón. Así. El mundo en sus manos. Buenos Aires, VII (288), [p. 4]; (22 de julio de 1962). En el peronismo. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 4; (27 de julio de 1962). Incidencias. 5ª La Razón, Buenos Aires, p. 7; (27 de julio de 1963). Se rezaron misas por la extinta esposa del mandatario depuesto. La Razón, Buenos Aires, p. 9; (4 de agosto de 1964). El recuerdo de Eva Perón a 12 años de su muerte. Así. El mundo en sus manos. Buenos Aires, X (446), [pp. 16-17]; (26 de julio de 1965). Insólita represión de la policía. Crónica, Buenos Aires, p. 4; (27 de julio de 1967). Petardos y corridas tras el homenaje a Eva Perón. Crónica, Buenos Aires, p. 9.
31 (28 de julio de 1959). En silencio y rezando recordaron a Eva Perón. Así. El mundo en sus manos, Buenos Aires, V (187), [pp. 1, 8-9]. Ese 26 de julio de 1959, entre otras bombas y petardos, estalló uno en el departamento de Moori Köenig en la ciudad de Buenos Aires. (27 de julio de 1959). Se registraron tres atentados en Buenos Aires. La Gaceta, Tucumán, p. 2. El atentado y su destinatario fueron aludidos por Rodolfo Walsh en el ya referido relato, “Esa mujer”.
32 (27 de julio de 1959). Se recordó ayer a Eva Perón. La Gaceta, Tucumán, p. 6. La foto reproducida como Imagen 2 muestra la importante presencia femenina en el acto.
33 (27 de julio de 1959). Se recordó ayer a Eva Perón. La Gaceta, Tucumán, p. 6. Alejandro Leloir había sido el último presidente del Partido Peronista Masculino antes de su disolución. Domingo Mercante, además de uno de los peronistas de la primera hora, había sido gobernador de la provincia de Buenos Aires (1946-1952). Debió dejar el cargo tras la intervención del Partido Justicialista del distrito, excomulgado por el núcleo central del poder peronista. Ambos intervinieron en tentativas tempranas neoperonistas, luego de 1955.
34 (18 de febrero de 1958). Millones de palomas blancas en homenaje a Evita. El Hombre, Buenos Aires, I (15), p. 1.
35 (19 de julio de 1962). En el peronismo. 5ª La Razón. Buenos Aires, p. 7; (26 de julio de 1962). ¡…! 5ª La Razón. Buenos Aires, s/i.; (27 de julio de 1962). “Atentados”. 5ª La Razón. Buenos Aires, p. 8; (27 de julio de 1962). Izose una bandera comunista en una escuela de Santa Fe. La Gaceta, Tucumán, p. 2.
36 El Frente Nacional y Popular fue una coalición armada para participar en las elecciones presidenciales del 7 de julio de 1963, de las que resultó electo Arturo Illia por la Unión Cívica Radical del Pueblo. Estuvo formado por la Unión Popular, sectores frentistas de la UCRI, y del Partido Conservador Popular, y levantó la candidatura de Vicente Solano Lima. Fue finalmente proscripto.
37 (30 de julio de 1963). Los “lobos” disfrazados de corderos serán desplazados de nuestro movimiento. La semana política. Compañero. Buenos Aires, I (8), p. 3; (6 de agosto de 1963). E…A: su pueblo le rindió homenaje. Compañero. Buenos Aires, I (9), p. 6.
38 Retomo esta expresión de “líder femenina del peronismo” de Carolina Barry, quien argumenta acerca de la existencia de un liderazgo de carácter doble en el movimiento peronista. Barry (2009).
39 (6 de agosto de 1963). Afrenta policial. Rosario. Compañero. Buenos Aires, I(9), p. 6; (10 de agosto de 1965). La última de John Cooke. Cartas de lectores. Eva Perón. Primera Plana. Buenos Aires, III(144), pp. 74-75.
40 Ese temor a la potencia simbólica de la figura de Eva Perón –y en particular, a la que podría desatar su cuerpo embalsamado– fue aludido en el testimonio del Tte. Cnel. Cabanillas entre las razones que habrían motivado a la dirigencia de la Revolución Libertadora a expatriar los restos de Eva Perón. Se temía tanto una acción violenta contra el cadáver por parte de antiperonistas radicalizados, como que este deviniera objeto de culto o punto de agregación de manifestaciones de resistencia peronista. Bauer (1997).
41 (16 de octubre de 1963). Evita. Bandera de lucha. Compañero, Buenos Aires, I(17), p. 4.
42 La exaltación del legado de Eva Perón en la coyuntura del ritual identitario por excelencia del peronismo operó un movimiento en sentido contrario a la despolitización que, según Barry (2009: 298), acaeció luego de la muerte en julio de 1952. Su papel de nexo entre Perón y los trabajadores era rescatado a la par que se sostenía la necesidad de un organismo en el peronismo, que a la manera de sustituto de Evita, ocupara un rol mediador entre las bases y el líder.
43 Se trata de las series fotográficas del 22 de agosto de 1951; la de la quinta de San Vicente (de 1948), de la que procede el retrato de Evita de pelo suelto difundido por Montoneros; y la de la pareja presidencial del 17 de octubre de 1951, a la que pertenece además de la foto de la Imagen 3, la conocida fotografía del abrazo. Muchas de estas tomas fueron realizadas por el fotógrafo presidencial, Pinélides Fusco. Barrancos et al. (2012).
44 El discurso de la imagen, al ser más “elusivo y abierto en relación con la percepción del espectador […] produce, al menos por un instante, cierta ilusión de proximidad con sucesos y figuras ya lejanos desde el punto de vista histórico”. Ballent (2010: 220-221).
45 (25 de julio de 1964). Justicialismo: una sugestiva renuncia. Crónica, Buenos Aires, p. 8.
46 AR-BNMM, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Subfondo Archivo de redacción de la revista Qué sucedió en siete días, Sobre 14069 “Justicialismo”, núm. 41, G. R. K; (6 de mayo de 1964). En histórica jornada. Careo, Buenos Aires, pp. 18-19 (recorte de prensa).
47 (8 al 14 de julio de 1969). Vida y milagros de Augusto Vandor. Primera Plana, Buenos Aires, VII (341), p. 15.
48 Denunciaron tal tipo de operación crítica, Arbo y Blanco, R., Barraza, P. et al. (13 de agosto de 1965). Ocho comprobaciones que no exigen mayor trabajo en torno a David Viñas. Cartas de lectores. Marcha, Montevideo, (1267), p. 4 (consultado en línea en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/2124, 20 de octubre de 2021).
49 Además del lanzamiento ese año de la sección Historia del peronismo por Primera Plana, los diarios nacionales mantenían secciones fijas acerca de la vida partidaria peronista. Sobre la serie de Primera Plana, Montrucchio (2001).
50 Eloy Martínez, T. (3 de agosto de 1965). La tumba sin sosiego. Primera Plana, Buenos Aires, III(143), pp. 8-9. Décadas después, quien fuera entonces joven periodista escribiría la exitosa novela Santa Evita.
51 (27 de julio de 1965). No respetaron mujeres ni niños, dijo Niembro. Crónica, Buenos Aires, p. 8.
52 (27 de julio de 1965). Nuevamente la policía reprimió a peronistas. Crónica, Buenos Aires, p. 8.
53 Eloy Martínez, T. (3 de agosto de 1965). La tumba sin sosiego. Primera Plana, Buenos Aires, III (143), pp. 8-9.
54 Grondona, M. (3 de agosto de 1965). Eva Perón”. Primera Plana, Buenos Aires, III (143), p. 7.
55 Walsh ficcionalizó contemporáneamente en “Esa mujer”, elementos para un mito movilizador centrado en el cuerpo robado de Eva Perón. Walsh (2016: 289-297).
56 Viñas, D. (23 de julio de 1965). 14 hipótesis de trabajo en torno a Eva Perón. Marcha, Montevideo, XXVII (1264), pp. 23-24 (Consultado en línea en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/2127, 20 de octubre de 2021); y Viñas, D. (3 de septiembre de 1965). 14 nuevas hipótesis de trabajo en torno a Eva Perón. Marcha, Montevideo, XXVII(1270), pp. 19-20 (Consultado en línea en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/2120, 20 de octubre de 2021).
57 Analizaron clásicamente la mitología sobre Eva Perón, Taylor (1979) y Navarro (2005: 319-342; 2002).
58 “Vaya hacia o provenga del seno del poder o del espectáculo, esta mujer moderna elige y construye un rumbo para sí misma que deja una huella en un mundo dominado por los hombres”. Ehrlich y Gayol (2018: 125).