González Bollo, Hernán y Pereyra, Diego E. (2021).
Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 253 páginas.
Daniel Carlos Cardozo
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas / Universidad Nacional Arturo Jauretche, Argentina.
El análisis del rol ocupado por el Estado Nacional en su faceta planificadora ha reconocido avances de importancia en la historiografía local. No solo la historia política sino también la económica y social han tomado nota de una serie de líneas de investigación no necesariamente acabadas o indagadas en plenitud. Hemos reconocido, entonces, recientemente la existencia de un Estado fluctuante, dinámico, complejo, tributario de continuidades previas, e integrado por una burocracia heterogénea.
Sin embargo, la falta de mayores precisiones en el abordaje de estas y otras problemáticas constituían una carencia, a la que se sumaba la ausencia de un firme anclaje en fuentes específicas, que el trabajo de Bollo y Pereira viene a suplir. Este realiza un significativo aporte al que se suma la intención de asociar el enfoque histórico con el sociológico.
Describiendo con precisión el complejo entramado de agencias que dieron forma a un Estado que tenía por delante el desafío de continuar una tarea planificadora, no absolutamente novedosa en su tiempo aunque sí poseedora de la originalidad que le otorgaba el formidable alcance que pretendió obtener, los autores aportan un aspecto central para la veta sociológica buscada; un liderazgo y una narrativa particular, cuyos trazos aun tiñen la vida política argentina. En este escenario, mundial y localmente convulsionado, la imagen por ellos perfilada del dispositivo estatal como “leviatán” necesario para garantizar un orden ante tanta ebullición,
es ajustada.
Las fuentes sobre las que se trabaja, centralmente boletines e informes gestados desde diversas instancias gubernamentales (destacándose los provenientes de la Secretaría Técnica de la Presidencia), sustentan su planteo demostrando a la vez la densidad del aparato estadístico en marcha en aquellos años. Sobre esas fuentes se elaboran interpretaciones originales, discutibles, pero audaces, sobre los cambios que la etapa vivió. Simultáneamente lo hacen alejándose de imágenes simplificadoras que tienden a acotar el proceso en un simple y lapidario manto descalificador bajo el calificativo de “populismo”.
En el primer capítulo se analiza la expansión estatal desde una visión panorámica, en el sentido de percibirse un denso organigrama institucional reflejo de una expansión territorial de gran alcance que deriva, como rezan los autores, en un proceso acumulativo de integración geográfica, militar, regional, social, urbana y rural.
Si este dispositivo estatal planifica, a la vez necesita alimentarse de información, hasta culminar en el emblemático Cuarto Censo General de la Nación. Paralelamente se nos muestra cómo, entre sus pliegues, en medio de una fabulosa cantidad de datos y tareas, se brindan una serie de batallas internas. Aquí podemos insertar la descripción de la creación del Consejo de Coordinación Interministerial, que respondía al Poder Ejecutivo mientras buscaba debilitar a Figuerola y a la Secretaria Técnica. Por otro lado, la influencia de Eva Perón y su grupo de seguidores aportara otro matiz al conflicto, en un proceso no exento de movilidad de funcionarios castrenses.
En el final del apartado se destaca cómo la expansión estatal requiere, impone, nuevos ministerios, tal como lo esgrime Perón al lanzar el primer plan. Según su palabra se veía limitado con solo ocho de ellos.
El segundo capítulo profundiza el examen del denominado “régimen estadístico-censal militar peronista”.
Allí encontramos justificación al porqué de la relevancia, citada en el apartado anterior, otorgada a la acumulación de información, a la estadística pública, reflejada en la constante creación de agencias como el Consejo Nacional de Estadísticas y Censos. En este punto, el recorrido de trayectorias de funcionarios relevantes en la producción de cifras oficiales nos permite reconocer sus avales militares y políticos, los acuerdos tejidos con la burocracia, el mundo académico, el entorno social y su mayor o menor capacidad para modificar rutinas administrativas.
Finalmente se destaca el abordaje realizado sobre los “Boletines diarios secretos de la Secretaría Técnica”, gacetillas periódicas de pocas páginas, con gráficos y cuadros, solo accesibles para altos funcionarios y poseedores de un no habitual tono crítico, los que conforman a la vez una fotografía precisa del accionar estatal.
El tercer capítulo pivotea sobre el Plan Técnico de Trabajos Públicos que coordinó el Ministerio de Asuntos Técnicos entre 1949 y 1954. Desde allí observamos los acuerdos y competencias entre ministerios, secretarías nacionales y gobiernos provinciales lo que permite ver in situ el accionar público. El trabajo avanza en estudiar los presupuestos de 10 provincias periféricas: San Luis, Mendoza, La Rioja, Catamarca, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Corrientes y Entre Ríos. Este esfuerzo facilita captar cómo se ensamblaban las expectativas, propuestas y reclamos con las autoridades desde una perspectiva orientada a la escala provincial, contrapeso metodológico necesario ante el peligro de realizar una historia centrada en el ejecutivo nacional o en la provincia de Buenos Aires. Así se sobrevuela todo un cuerpos de técnicos gubernamentales, ingenieros volcados a la política (con sus instituciones académicas y de origen, como el Centro Argentino de Ingenieros, atento a no perder su propio y tradicional espacio legitimador de la profesión) no siempre visibles en los enfoques historiográficos en boga.
Finalmente, el capítulo IV estudia el proceso de recambio de funcionarios profesionales, de carrera, a quienes vemos arribando al centro de la escena a la par que desplazan a hombres como Miguel Miranda, símbolo de los burócratas no profesionales. Asistimos entonces al retorno de los economistas gubernamentales al centro de la planificación peronista. El texto nos muestra que la categoría de economista gubernamental es una herramienta heurística que prueba en sí la existencia dentro del Estado de un colectivo de funcionarios de carrera, los que llegan a consolidar una posición firme en la elite dirigente, muy cerca del líder.
En las conclusiones se termina de perfilar el, según palabras de los autores, régimen estadístico-censal intrincado que conformó el Gobierno peronista. Este, poseedor de una rica variedad de expertos abocados a la producción, manejo y difusión de datos oficiales convivió con un sigiloso y estratégico secreto sostenido como estilete fundamental para mantener la iniciativa política.
Este Estado dialogaba simultáneamente con una cada vez mayor masa de consumidores y productores, mientras pensaba el incierto camino al desarrollo, camino que implica reconocer antecedentes, continuidades, ya visibles al menos desde las presidencias de Ortiz y Castillo. Luego, cronológicamente se sucederán, concluyen Bollo y Pereyra, tres momentos. El primero es el del nacionalismo económico, en la etapa de prosperidad signada por la emblemática creación del Consejo Nacional de Posguerra (CNP). El segundo contiene diversos elementos: la sanción de la Constitución justicialista, el control de la prensa, el montaje publicitario, la pérdida de dos cosechas, la inflación, la explosión del gasto de las provincias y el estancamiento industrial. El tercero fue el recorrido al describir y analizar el ascenso de los economistas gubernamentales. En definitiva, nos hallamos ante un trabajo original, preciso y audaz, generador de nuevas preguntas a una problemática cuya relevancia ha cobrado inusitada actualidad en un mundo que, pandemia mediante, volvió a colocar al Estado Nacional en el centro de la escena.