Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional

Respuesta a las intervenciones de María Inés Tato, Darío Barriera y Andrea Rodríguez

Federico Lorenz

Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” – FFyL (UBA)/CONICET.
Correo electrónico: federicolorenz@gmail.com.

Fecha de recepción: 11 de abril de 2023
Fecha de aprobación: 5 de mayo de 2023

Resumen

Este artículo breve retoma y responde o amplía algunos de las ideas planteadas por los comentaristas de la intervención inicial de Federico Lorenz.

Palabras clave: Malvinas, guerra, memoria, historiografía, historia pública.

On the interventions of María Inés Tato, Darío Barriera and Andrea Rodríguez

Abstract

This short article takes up and responds or makes a further reflection of the ideas posed by the three commentators of the initial essay of Federico Lorenz.

Keywords: Malvinas/Falklands, war, memory, historiography, public history.

He leído con mucho interés y placer las intervenciones de los tres comentaristas al texto que el Boletín del Instituto Ravignani tuvo la gentileza de acoger, iniciativa que agradezco tanto como las reflexiones de mis colegas. En primer lugar, considero que en tanto había imaginado mi ensayo como un texto de cierre a una etapa de trabajo abocado a un tema y algunas de sus aristas, varias de las cuestiones planteadas en respuesta a éste no solo me reafirman en mi decisión sino que me dan la tranquilidad de saber que algunas de las cosas que he hecho son de utilidad para la reflexión histórica y, cómo no, la discusión política. Escrito esto sin ninguna pedantería, sino para resaltar algo que ya había sido explicitado: siempre pensé mi trabajo como una herramienta polemológica.

María Inés Tato llama la atención en su comentario sobre la importancia de inscribir la Guerra de Malvinas en las reflexiones y estudios sobre las guerras en un marco temporal y espacial más amplio, y refiere a sus propios trabajos sobre la Primera Guerra Mundial (especialmente el impacto de este conflicto a escala local). Coincido con su apreciación ya que es un mecanismo “natural”, para la desencialización que propongo del objeto “Malvinas” –al menos en cuanto al conflicto bélico–. Me lleva también a resaltar el hecho de que el gran combate naval de 1914 entre las flotas británica y alemana aguas afuera de Malvinas es, al presente, una fecha fundacional del proto relato nacional que los isleños escriben sobre sí mismos. Esa batalla –y la participación de los falklanders como auxiliares en ella– es un nexo concreto entre las islas y el Imperio, y así lo narran, en un proceso semejante a aquel por el cual australianos y canadienses, por ejemplo, construyen su nacionalidad a partir de su sacrificio en la Gran Guerra.

Agradezco mucho a Darío Barriera el señalamiento sobre el uso blando del concepto de “campo” que hago. Creo que es acertado lo que apunta pero, a la vez, pienso que Malvinas es un campo, esto es: que en términos de balances y reflexiones, el estudio de sus límites y características está pendiente; y que su magnitud amerita considerarlo tal, en tanto subsume, por la forma sincrética en la que es abordado, categorías más amplias como nación, pueblo y patria. Que la magnitud y densidad de un objeto lo transformen en campo es por lo menos discutible, pero en tanto territorio aún virgen, creo que vale la pena sostener la idea de un campo, y alertados por la fina lectura de Barriera, al desbrozar el terreno seremos capaces, además de desechar eventualmente un concepto, reducir lo hiperbólico y esencialista de muchas aproximaciones a Malvinas.

Es probable, también, que con el paso del tiempo –y nuevos trabajos– Malvinas, o temas relativos a las islas y a su historia, queden subsumidos en áreas o campos más amplios. Ese y no otro es mi objetivo cuando llamo a trabajar sobre el “Atlántico Sur” o a pensar la guerra de 1982 en el contexto de la dictadura. Creo que es justo el señalamiento que hace Barriera acerca de autores que previamente habían trabajado sobre las islas, como Caillet Bois. Lejos de ignorarlo, es un pilar para mis trabajos. Pero lo cierto es que cuando a comienzos de los 90 trabajábamos “Malvinas”, solo pensábamos en la guerra, y a la vez, cuando ampliamos el círculo a los años anteriores, el corte en la producción historiográfica era brutal. No se había escrito nada nuevo en cuanto a la historia insular desde las vísperas de la guerra, lo quepude constatar al preparar un libro de divulgación llamado Todo lo que necesitás saber sobre Malvinas. Después de 1982, Malvinas era sinónimo de la guerra, del mismo modo que hacer historia reciente, inicialmente, era reconstruir, sobre todo, las memorias de la represión ilegal. Este es todo un dato, que precisamente la crítica histórica permitiría poner en contexto, y que refuerza mis señalamientos: cuando retomamos la historia larga del archipiélago, ¿lo hacemos con las nuevas herramientas conceptuales de la historiografía, o replicamos el modelo analítico de buscar pruebas de la soberanía argentina?

Aquí llegamos a un punto importante, y es el hecho del mandato constitucional de recuperación y del corsé que creo yo, implícita o explícitamente, pone a algunos investigadores. Estoy de acuerdo en que no es lo mismo un pacto democrático que una decisión de un poder dictatorial. Y también tengo claro que una Constitución no está escrita en piedra. No obstante, quienes vivimos una época cualquiera experimentamos el peso del mandato como si lo fuera, y así, aquello que es dinámico históricamente, es de granito en una determinada coyuntura. Esto se ve, por ejemplo, en el caso que propone Andrea Rodríguez de las convocatorias a subsidios de investigación, o el lamentable episodio de la actividad en el Instituto Gino Germani. Si el criterio es reforzar un argumento nacional o no, está claro que eso direcciona recursos de todo tipo, y produce autoexclusiones y exclusiones de distinta intensidad. Al respecto, para responder a algo que también señala Barriera, es cierto que escribí e investigué mucho durante el kirchnerismo, pero si hay algo que debo agradecer a algunos de sus funcionarios es, sobre todo, que me obligaron a redoblar mi creatividad a medida que iban sutil o abruptamente cerrando puertas de todo tipo (puertas que en muchos casos yo mismo había diseñado). Nobleza obliga, en ese clima cerrado hubo quienes a pesar de eso intervinieron cuando las exclusiones o ninguneos más o menos elegantes pasaron a situaciones más directas.

Lamentablemente, la lógica del estado cautivo o botín es transversal a las distintas fuerzas políticas. Así, tengo el orgullo de haber concursado dos veces, a falta de una, para dirigir un Museo Nacional. Pero también la experiencia de constatar que eso no es garantía de nada si el Estado no asigna recursos, o si está colonizado o loteado en un sistema faccioso que no permite trabajar.

Sin dudas Andrea Rodríguez es la historiadora que en el futuro nos entregará los mejores trabajos sobre las relaciones entre la guerra de Malvinas y la dictadura militar o, para retomar la idea de campos más amplios, iluminará, a partir de Malvinas, la vida cotidiana de la sociedad civil durante esos años. Creo que sus reflexiones sobre los abusos y malos tratos en Malvinas (que algunos denuncian como crímenes de lesa humanidad) iluminarán el conflicto entre las categorías jurídicas extrapoladas al análisis histórico y la crítica histórica. Llevadas con la rigurosidad que le conocemos y dado que las señala en su trabajo como un gran pendiente, nos permitirán alcanzar un conocimiento más profundo de la experiencia de la guerra pero también un costado especifico de las luchas por la memoria de la dictadura militar. Personalmente, como historiador, tengo mis reparos acerca de la noción de lesa humanidad aplicada a los malos tratos y vejaciones a los soldados conscriptos que se produjeron durante la guerra. Es un tema de actualidad política y eso, como tantas otras cosas, tiñe la reflexión histórica. De allí que trabajos más meticulosos al respecto serán de gran importancia.

A más de cuatro décadas de la guerra, creo que conceptualmente estamos en un punto en el que deberíamos ser capaces de escindir “la guerra” de la “historia de las islas”. Pienso que algunos de los trabajos que hemos mencionado aquí, entre ellos los de los autores que han tenido la generosidad de acompañarme en mi reflexión, son señales alentadoras en ese sentido.

Mientras tanto Malvinas, como el Atlántico Sur, en un sentido más amplio, no perderán, durante muchos años aún, su condición de frontera, no solo conceptual, sino simbólica y material. Seguirán siendo un desafío, un estímulo a la curiosidad, y quienes se exponen a esas tentaciones con honestidad intelectual, y actúan en consecuencia, estoy seguro de que harán grandes aportes no solo a la historia sino a la vida en común.