Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional

El borde del imperio: Redes atlánticas y revolución en el Río de la Plata borbónico

Prado, Fabrício (2021).
Buenos Aires: Prometeo libros, 214 páginas.

Gonzalo Cáceres

Facultad de Humanidades y Ciencias – Universidad Nacional del Litoral.

El borde del imperio…, originalmente publicado en 2015 bajo el título Edge of Empire. Atlantic Networks and Revolution in Bourbon Río de la Plata, plantea un recorrido por las distintas instancias que llevaron a la emergencia de Montevideo como núcleo de comercio transimperial en el Atlántico Sur Hispano y como centro de poder regional en permanente tensión respecto de Buenos Aires durante la última etapa del régimen colonial y las décadas revolucionarias. En el contexto historiográfico global, el libro se inscribe dentro de la denominada historia atlántica, un sub-campo de la historia que en las últimas décadas viene desarrollándose con fuerza en los Estados Unidos, cuyas principales preocupaciones son las conexiones, los intercambios y las transformaciones producidas entre las regiones limítrofes al Océano Atlántico en la temprana modernidad.1 Muchas de las ideas y metodologías de las que se sirve el autor en la obra emanan de esta corriente historiográfica y son el resultado de sus estancias como investigador en aquel país. Como el propio Prado expresa en las primeras páginas del libro, la adopción del marco atlántico como referencia para abordar su objeto de estudio es consecuencia de su experiencia como extranjero dedicado al estudio del Río de la Plata en la academia norteamericana (p. 11). Fueron las diferentes instancias de discusión e intercambio en el marco de redes académicas y de amistad las que lo llevaron a desestimar los enfoques nacionales y a concentrarse en el estudio de las redes sociales como creadoras de comunidad e identidad.

Distanciándose de las narrativas centradas en los estados nacionales que crearon la percepción general de que los imperios eran entidades rígidas que ejercían un control estricto sobre sus dependencias coloniales, y en sintonía con los estudios recientes del mundo atlántico que han descentralizado las metrópolis y han propuesto pensar las dinámicas imperiales en clave de interacción y retroalimentación regional, la obra de Prado suma un nuevo elemento que aporta mayor complejidad a la explicación del modo en que funcionaban los imperios atlánticos en zonas políticamente periféricas como el Río de la Plata: la variable transimperial, que nos invita a comprender al mundo atlántico enredado, interconectado e interdependiente. Para Prado las redes interpersonales, transimperiales y transnacionales construidas por los súbditos coloniales de esta región tuvieron la potencia de determinar las dinámicas locales por encima de las prescripciones metropolitanas. Incluso, como sobradamente muestra el autor, en momentos álgidos de tensión entre los imperios como los vividos durante el último cuarto del siglo XVIII, estas tramas sirvieron para asegurar el colonialismo español en el estuario rioplatense. En el caso específico de Montevideo, las redes sociales y comerciales transimperiales fueron cruciales para el surgimiento de una identidad regional capaz de desarrollar programas políticos y económicos propios. Fueron las interacciones con extranjeros las que forjaron una comunidad mercantil con fortaleza para resistir a los centros de poder virreinal, discutir las medidas dictadas por la corona, disputar mayor autonomía dentro del imperio, y hasta optar por caminos favorables a sus intereses.

El enfoque en las redes transimperiales es el que permite al autor explicar por qué Montevideo no se plegó a la revolución porteña. La decisión de sostener la lealtad a España durante la coyuntura abierta en 1808 y la posterior incorporación al imperio lusobrasileño bajo la denominación de Provincia Cisplatina son muestras de la capacidad de las elites montevideanas de adaptarse a un contexto cambiante para preservar las redes de comercio transimperial con portugueses, británicos y norteamericanos. En este punto la perspectiva de Prado es original porque se contrapone con lugares comunes de la historiografía centrada en las revoluciones que asocia casi exclusivamente libre comercio con revolución. El análisis exhaustivo de los patrones de comercio legal e ilegal realizado por el autor demuestra que, para las elites de Montevideo, la monarquía y sus instituciones –en 1778 la ciudad se convirtió en puerto de escala obligatorio en el Río de la Plata y sitio administrativo del Resguardo, oficina encargada de reprimir el contrabando, por ejemplo– eran condición necesaria para sostener las lucrativas redes comerciales con súbditos de otros imperios.

Si bien el foco está puesto sobre Montevideo y sus elites mercantiles, el libro realiza un análisis de conjunto del funcionamiento del complejo portuario rioplatense, una zona de interacción transimperial que comenzó a forjarse desde los inicios de la conquista europea y en la que la ciudad portuguesa de Colonia del Sacramento ocupaba un rol central. Según el autor, Colonia fungía como enclave de conexión transimperial que posibilitaba la vinculación del Río de la Plata con el mundo atlántico. El primer capítulo analiza la génesis de esta ciudad y le atribuye un rol central al comercio en la configuración de poderosas y duraderas redes sociales, familiares y religiosas entre los súbditos portugueses y españoles. La fundación de Colonia (1680) demostró ser una estrategia exitosa de la corona portuguesa en su afán de recomponer la rentable ruta comercial desarrollada entre el Río de la Plata y Lusoamérica durante la Unión Ibérica (1580-1640). En el siglo XVIII, Buenos Aires, Colonia del Sacramento y Montevideo constituyeron un verdadero complejo portuario donde se intercambiaban centralmente plata y cueros españoles por productos atlánticos y esclavos, y en el que interactuaban agentes de distintos orígenes geográficos y culturales.

Con el título Partir sin irse…, el segundo capítulo analiza el proceso de reubicación de los lusobrasileños en el virreinato tras la caída de Colonia del Sacramento en 1777. La tesis del autor, amparada por una profusa documentación, es que, pese a que el proyecto portugués en la región se vio abortado a partir de la toma de la ciudad por el virrey Cevallos, buena parte de los súbditos portugueses vinculados al sector mercantil y marino se quedaron en Montevideo bajo el dominio español, y las redes sociales y logísticas por ellos controladas dieron continuidad a las relaciones comerciales transimperiales. Esta constatación reafirma la idea de Prado de que las redes de interacción no necesariamente dependían de la tutela de un Estado. Otro aspecto interesante del capítulo se encuentra en la distinción que el autor realiza del grado de integración de los portugueses a las sociedades de Montevideo y Buenos Aires. Esta es una estrategia pertinente toda vez que le permite mostrar que, a diferencia de lo que ocurría en Buenos Aires, la buena acogida de los montevideanos a la comunidad lusobrasileña –la cual a través de uniones matrimoniales con mujeres españolas creó poderosas redes familiares y comerciales con capacidad para adquirir propiedades y constituirse en miembros ricos de la sociedad– permitió el fortalecimiento de los vínculos de la ciudad con la América portuguesa.

El tercer capítulo es uno de los más interesantes del libro porque allí Prado propone una mirada alternativa a la idea instalada y sostenida por muchos historiadores de que la participación de España en las guerras europeas del último cuarto del siglo XVIII y la primera década del XIX debilitó los lazos que esta mantenía con sus colonias americanas. Estas interpretaciones sugieren, sobre la base de documentación oficial del Estado español, que en ese contexto el flujo comercial entre metrópoli y colonias se interrumpió. Sin embargo, la evidencia hallada por el autor en archivos portugueses y en áreas periféricas del imperio español contradice tales afirmaciones. No solo no se interrumpieron las conexiones, sino que se asistió a una reconfiguración de los patrones de comercio en el Atlántico Sur. La pesquisa llevada a cabo por Prado revela la existencia de una red de cooperación transimperial que involucraba a comerciantes hispanoamericanos, agentes extranjeros y peninsulares, la cual, haciendo uso de las leyes de comercio con neutrales en períodos de conflicto armado y de diversas estrategias ilegales de mercado, hizo posible la circulación de bienes, personas e información entre España y el virreinato del Río de la Plata por la ruta Río de Janeiro-Lisboa bajo la bandera portuguesa, cuando no, bajo la protección exclusiva de sus embarcaciones por convoyes portugueses. En ese marco, la ciudad de Montevideo adquirió gran dinámica conectando a los comerciantes de Río de Janeiro con la elite mercantil de Buenos Aires, transformándose en el centro del comercio transimperial del Río de la Plata, rol que hasta 1777 había cumplido Colonia del Sacramento.

En el cuarto capítulo Prado aborda el impacto de las reformas borbónicas en la región rioplatense. Una serie de medidas administrativas habrían contribuido a que Montevideo y sus elites mejoraran progresivamente su posición en la región y en la estructura imperial. El establecimiento de la ciudad como principal puerto atlántico del Río de la Plata y único autorizado para el desembarco de esclavos, la creación de la Comandancia del Resguardo a cargo de combatir el contrabando, el establecimiento de la oficina del intendente y, más tarde, del superintendente, entre otras disposiciones, permitieron a Montevideo ganar autonomía en materia fiscal, comercial y política respecto de Buenos Aires. Al analizar la correspondencia administrativa y mercantil y los registros judiciales, el autor concluye que las autoridades y las elites montevideanas aprovecharon al máximo los beneficios de haberse convertido en centro transimperial para controlar el comercio regional y para disputarle la soberanía territorial en la Banda Oriental a la capital virreinal, lo cual derivó en distintas acciones legales entre altos funcionarios y entre elites mercantiles de ambas ciudades.

En el quinto capítulo Prado explora las descripciones y las representaciones que distintos agentes locales y viajeros hicieron de la Banda Norte del Río de la Plata para dar cuenta de los cambios en la forma de nombrar a la región, proceso que condujo a la emergencia de la Banda Oriental como un espacio distinto. Estas trasformaciones de la toponimia estuvieron asociadas a la creciente gravitación que Montevideo fue adquiriendo como centro de comercio transimperial y como centro económico, administrativo y político para la campaña circundante. Aquí también el autor asigna un rol capital al reformismo borbónico que abrió oportunidades para que la ciudad aumentara su estatus e influencia regional. Si a comienzos del siglo XVIII los relatos producidos por visitantes extranjeros ubicaban a la Banda Norte y a Montevideo bajo la jurisdicción de Buenos Aires, las descripciones realizadas por los súbditos españoles durante el último cuarto del siglo XVIII y por distintos agentes de dentro y fuera durante el período revolucionario le imprimieron a la región de la Banda Oriental rasgos específicos, que la convertían en una unidad diferenciada en la que Montevideo era el principal centro urbano.

A partir de un exhaustivo análisis biográfico, en el sexto capítulo Prado expone las múltiples facetas asumidas por don Manuel Cipriano de Melo, un actor de renombre en el Río de la Plata, y las redes transimperiales y atlánticas por él construidas. El ejercicio propuesto por el autor en este capítulo da cuenta del valor del seguimiento de trayectorias individuales para iluminar procesos globales. Prado muestra cómo este individuo, que inicialmente había estado ligado a operaciones de comercio como piloto de barcos en Colonia del Sacramento, cambió de alianzas imperiales y se convirtió en un activo partícipe de la expulsión de los portugueses de dicha ciudad bajo el mando del virrey Cevallos. Su lealtad a España le valió un importante ascenso a la alta burocracia imperial cuando fue designado como titular de la Comandancia del Resguardo en Montevideo. Desde esa posición reconectó sus redes con el Brasil portugués e introdujo en ellas a sus nuevos socios y amigos de Montevideo, entre ellos las familias Viana y Maciel, para organizar grandes y rentables negocios –legales e ilegales– en África, Europa y en la propia América. Con el tiempo se convirtió en un miembro encumbrado de la ciudad y participó activamente en las disputas que su comunidad mantuvo con los mercaderes de Buenos Aires. En ese contexto, utilizó todos sus recursos para mejorar la posición de Montevideo dentro de la región y el imperio, promoviendo la cultura, patrocinando eventos y obras, entablando relaciones cordiales con la comunidad portuguesa y extranjera en general, impulsando la creación de instituciones como la Junta de Comercio de Montevideo (1794).

El séptimo y último capítulo condensa algunas ideas que atraviesan el libro. Allí Prado expone cómo las redes transimperiales moldearon el camino a la independencia de Montevideo. La ciudad fue la primera en separarse de Buenos Aires tras la crisis de legitimidad de la monarquía desatada en 1808, y su comunidad se negó a plegarse a la revolución porteña. Las elites permanecieron leales a España y luego se unieron a la monarquía portuguesa. Estas acciones revelan su afán de mantener las redes de comercio no solo con el Brasil portugués, sino también con otras naciones. El análisis realizado por el autor da cuenta de una multiplicación de los arribos de embarcaciones extranjeras al puerto de Montevideo entre 1810-1814 y 1818-1822, centralmente portuguesas e inglesas, pero también estadounidenses, y de la gravitación de los agentes locales en las operaciones con extranjeros. La monarquía brindaba un marco legal e institucional propicio para asegurar la continuidad de los intercambios transimperiales y servía como dique de contención de las transformaciones potenciales que podían derivarse de adoptar el camino revolucionario. Según Prado, allí es donde radican las razones que explican por qué las elites mercantiles de Montevideo pospusieron la revolución.

En síntesis, El borde del imperio… es un libro imprescindible para quienes se ocupan de abordar las sociedades que comenzaron a formarse en la región del Río de la Plata desde la conquista europea. La perspectiva puesta en las redes transimperiales abre nuevos caminos para pensar la importancia de la presencia de súbditos de otros imperios –centralmente portugueses– más allá de los tradicionales centros de poder y comercio regional. La considerable gravitación que estos agentes tuvieron en ciudades interiores del espacio rioplatense, como las del Litoral argentino, requiere de nuevos estudios que focalicen en ellos, en sus estrategias de integración, en los vínculos que desarrollaron con las comunidades locales, en las actividades que desempeñaron. De ocurrir ello, en los próximos años podríamos tener un panorama más completo de las interacciones –más o menos formales– que se suscitaron entre las economías del interior, Lusoamérica y el mundo atlántico a través del complejo portuario rioplatense o por fuera de él.


1 Armintage, D. (2004). Tres conceptos de historia atlántica. Revista de Occidente, 281, pp. 7-28; Morelli, F. y Gómez, A. (2006). La nueva Historia Atlántica: un asunto de escalas, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Bibliographies. http://journals.openedition.org/nuevomundo/2102; De la Guardia Herrero, C. (2010). Historia Atlántica. Un debate historiográfico en Estados Unidos. Revista Complutense de Historia de América, vol. 36, pp. 151-159; Mora Silva, J. (2021). Los orígenes míticos de la Historia Atlántica: una propuesta de categorización, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Débats. http://journals.openedition.org/nuevomundo/85378.