Ehrlich, Laura (2022).
Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial. 312 páginas.
Juan Pablo Fossati
Facultad de Ciencias Humanas - Universidad del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNCPBA).
Desde una perspectiva que combina historia intelectual y cultural Laura Ehrlich ilumina sobre hechos relevantes de la “segunda época” en la historia del peronismo. La problemática que plantea La reinvención del peronismo (1955-1965) es cómo sobrevivió y se transformó la cultura política del peronismo en la década que le siguió a su derrocamiento. La historiadora coloca la lupa en una serie de elementos como el activismo periodístico, el significado de las conmemoraciones rituales, las prácticas, sociabilidad y simbolismo de las juventudes peronistas y las ideas y batallas expresadas a través del lenguaje. De distinta forma, todos estos elementos contribuyeron a aunar una visión de mundo compartido y su observación le permite reflejar las trasformaciones en la cultura política de un conjunto no homogéneo de peronistas que se manifestaron en contra del escenario político establecido después de 1955.
El libro se organiza en seis capítulos, de los cuales en los dos primeros se aborda la actividad periodística entendida como soporte y productora de la cultura política. En el primero de ellos expone los rasgos característicos de quienes estuvieron detrás de los emprendimientos periodísticos, de los cuales remarca que la mayoría de ellos habían transitado por ámbitos de legitimación antes y durante la década peronista. Así, destaca que la continuidad del elenco periodístico habría proporcionado de credenciales a los intelectuales para acudir a viejos contactos que colaboren en la distribución y comercialización ante los problemas de censura y financiamiento. Además, analiza la relación con el público lector, donde detecta la interpelación para que quienes poseían los impresos en sus manos se involucrasen en el sostenimiento de la actividad de agitación. En el segundo capítulo profundiza la observación textual y gráfica en relación con la dinámica político-periodística entre los años 1955-1958. De tal modo, examina el intento de revistas como El 45, Palabra Argentina y El Descamisado por inscribir al derrocado peronismo en tradiciones políticas más amplias. Pese a la ambigüedad que significaba este propósito con respecto al partido depuesto, la autora expone que, de igual manera, estas publicaciones lograron sedimentarse en la memoria de los peronistas como la prensa perseguida y heroica que participó de la resistencia peronista. A su vez, reconstruye las trayectorias periféricas y las actividades intelectuales de los directores Alejandro Olmos de Palabra Argentina y Hernán Benítez de Rebeldía, ya que ambos habrían actuado como ideólogos del justicialismo. En contraste con estos itinerarios más autónomos, explora los impresos que pugnaron por ocupar el lugar de órgano oficial de difusión del movimiento como Línea Dura y Norte de Mariana Granata y Alberto Campos, respectivamente. Así, explica que estos estuvieron menos preocupados por ensayar tareas intelectuales y más interesados por divulgar el ideario peronista y la identificación con el líder exiliado a través de recursos gráficos.
En el siguiente capítulo considera a las conmemoraciones rituales como eventos claves para forjar un sentimiento de pertenencia a la comunidad política. A raíz de esta idea, examina crónicas y testimonios militantes para indagar lo que ocurre en la masa que se manifiesta en las ceremonias del calendario peronista en distintas ciudades del país. En particular, observa el 17 de octubre, el 26 de julio y el recién incorporado 9 de junio. A través de la reconstrucción pormenorizada, demuestra el cambio de significado que tuvieron estas tres ceremonias para los peronistas que participaron de ellas. Bajo el nuevo contexto, la ahora reinventada identidad de la comunidad política peronista asistía a un 17 de octubre con tono de protesta, mientras crecía la imagen de Eva Perón como símbolo de peronismo combativo e incorporaba acontecimientos y figuras nuevas como los mártires de la resistencia.
Para la investigadora, estas manifestaciones ceremoniales no solo contribuyeron a reinventar los significados de la identidad política, sino que también fueron algunas de las instancias donde se estructuraron las organizaciones juveniles. A estos actores y sus prácticas, redes de sociabilidad y simbología le dedica el cuarto capítulo. Allí, subraya que en la formación de estas agrupaciones incidieron las redes familiares y, en especial, los espacios de sociabilidad callejeros donde estos jóvenes compartieron candentes debates y hasta riñas con juventudes de otras corrientes políticas. A su vez, analiza la narrativa simbólica que estas agrupaciones hacían de sí mismas y el rol que se otorgaban en el pasado, presente y futuro del movimiento. En esta operación, Ehrlich distingue el papel misional, heroico y de vanguardia que se reservaron para sí los jóvenes identificados con Perón. Lo interesante de esto es que la simbología, así como también las prácticas políticas y rasgos ideológicos, fueron heredados y transmitidos de la cultura política nacionalista. En otras palabras, la investigación revela que las juventudes peronistas se nutrieron del espectro político ideológico nacionalista antes que por la influencia de otras vertientes políticas como podía ser la izquierda.
Sobre esto último tratan los dos capítulos que concluyen la obra. En el primero de estos, analiza el lenguaje para atender a las ideas y combates ante el enemigo externo e interno que se expresaron a través de él. Así, presenta los nuevos tópicos, sus significados y la resonancia que cobraron algunos conceptos como intransigencia y traición para reformular las coordenadas de apelación a la propia identidad peronista. Según razona Ehrlich, esta reformulación estuvo marcada por el nuevo contexto de proscripción y de rechazo al sistema de partidos que vivió el peronismo de la segunda época. Elementos que, en varios casos, provenían del nacionalismo o del radicalismo. Asimismo, estrecha un contrapunto con Daniel James por la explicación que brinda en Resistencia e integración sobre los activistas combativos que rechazaron los impulsos por integrar el peronismo. La historiadora recalca la importancia del carácter político-ideológico en estos activistas, cosa que estuvo ausente en la idea de consciencia práctica del historiador británico.
El capítulo final lo destina a rebatir las investigaciones que catalogan como izquierda peronista a aquellos políticos y sindicalistas que desde la Revolución Libertadora hasta entrado los años sesenta se opusieron a las alternativas de integrar al peronismo al sistema político. A reglón siguiente, cavila y se interroga por qué se incurre en esta especie de anacronismo, quiénes y con qué objetivos usaron esta atribución para describir al peronismo. El examen evidencia que esta asociación no surge por parte de los peronistas, por lo tanto, expone que provino de cruzadas anticomunistas de los sucesivos gobiernos y de medios de comunicación en el marco de la Guerra Fría, o en simultáneo, de deseos –derivados de fracciones de partidos de izquierda– de confluir con la masa peronistas a través de los lazos con la dirigencia más combativa.
En suma, este argumento es de los más considerables, pues demuestra que durante la década que le siguió a 1955 los peronistas observados estaban más confines a las ideas, símbolos y prácticas de la tradición política nacionalista que a la nueva izquierda o tendencia revolucionaria. Como explica la misma Ehrlich, esta interpretación es resultado de examinar la década desde las múltiples expectativas de futuro que vivieron los peronistas. En tanto, se previene de considerar al periodo como una antesala de lo que vino después, operación a veces resbalosa pero medular de este oficio. Asimismo, se valora el enfoque analítico para investigar el periodo, esta operación intelectual provee una novedosa entrada para comprender las ideas, significados y comportamientos de los peronistas fuera del poder.