Carassai, Sebastián (2022).
Buenos Aires: Siglo XXI, 298 páginas.
Francisco Novas
Facultad de Filosofía y Letras-UBA.
La publicación ofrece una renovación y una actualización de numerosos eventos sobre la historia de Malvinas del siglo XX. La propuesta contiene cuatro ejes: argentinos que viajaron a las islas entre 1936 y 1971 y publicaron al respecto, perspectivas kelpers sobre su desarrollo y futuro (1961-1971), el Acuerdo de Comunicaciones de 1971, y las producciones musicales de diversos artistas desarrolladas entre 1941 y 1982.
En el primer capítulo, el autor se sostiene en los viajes de J. C. Moreno, H. Solari Yrigoyen, F. Mirré, R. Gleyzer, G. Rozenmacher, R. Crosby, J. M. Moneta, C. Greslebin, A. Canclini, E. Quintana, además de los promovidos por las revistas Panorama y Gente, para reconstruir el período 1936-1971. Dichas fuentes exponen que un sector de estos viajeros estaba de acuerdo con el reclamo soberano y prestaron atención a las precarias condiciones en las que vivían los isleños. Sin embargo, para otros viajeros, como Greslebin, Canclini y Quintana, la vida en las islas presentaba estadísticas y condiciones que impedían hablar de un atraso, lo que generaba opiniones divergentes en torno a si Malvinas era un territorio prolífico en materia de productividad y capacidad para sostener y desarrollar la vida de los kelpers, y si los isleños deseaban o no ser argentinos. El autor, a su vez, enfatiza el rol de dos figuras: Solari Yrigoyen y Moreno, quienes a pesar de sus inclinaciones políticas –el primero proclive al radicalismo y el segundo al peronismo–convergían analíticamente en qué hacer con Malvinas, abrevando en sus estudios contra el colonialismo inglés y la situación de los isleños, exponiendo así la unidad que podía generar el tema.
El segundo capítulo transita las perspectivas isleñas sobre las actitudes y posiciones argentinas. Desde un abordaje basado en fuentes locales, como los diarios y la voz de los habitantes, el autor reconstruye las intenciones e intereses de ese momento histórico (1960-1971). De esta manera, el capítulo permite discernir las ambigüedades existentes entre la política británica, la pretendida por los kelpers, y la posición argentina. En numerosas ocasiones se observa cómo los isleños demandaban a la Corona políticas defensivas, financieras y diplomáticas, las cuales Gran Bretaña no lograba zanjar. Asimismo, muestra cómo Argentina buscaba capitalizar algunas cuestiones espinosas que los propios kelpers se preocupaban por superar, como el crecimiento del déficit, las migraciones y las limitaciones económicas de las islas. Entre otras problemáticas, el autor suma el contexto de descolonización, la sanción de la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de la ONU (de 1965), y la contradicción con el imaginario isleño, que se aferraba a la idea de continuar siendo una colonia del Reino Unido, marcado por el peso de tradiciones culturales y una persistente identificación como ciudadanos británicos. Esto, sin embargo, contrastaba con medidas legales concretas, como el Acta de Inmigración sancionada en 1962, la cual impedía a los miembros de la Commonwealth emigrar libremente a la madre patria (2022: 113). Los vuelos de Fitzgerald, el Operativo Cóndor, y el Memorándum frustrado de 1968, son también analizados por el autor. Como se recordará, Miguel Fitzgerald fue el primer argentino en volar a las islas; el Operativo Cóndor consistió en el secuestro de un avión de Aerolíneas Argentinas que viajaba a Río Gallegos, desviándolo al hipódromo de la entonces ciudad de Port Stanley; y el Memorándum de 1968 buscó abrir la posibilidad para una transferencia de soberanía. Iniciativas todas, que los isleños interpretaron como fuertes presiones, y dieron origen a tendencias localistas redundando en la emergencia de una identidad isleña, y la formación de lobbies kelpers, las cuales buscaron obstaculizar cualquier acuerdo con Argentina. Carassai definirá a este capítulo como la década del optimismo para los argentinos y de incertidumbre para los isleños (2022: 85).
El tercer acápite se focaliza en los Acuerdos de 1971. Con mirada aguda, el autor plantea no solo la compleja evolución de los derroteros entre isleños y británicos, sino también las divergencias respecto de este tema en el seno de la dirigencia argentina. A pesar de ello, lo que más se resalta son los avances logrados entre Argentina y Gran Bretaña en el armado de una convivencia posible en Malvinas. Carassai deja muy pocos datos librados al azar, y enhebra con amplia claridad cómo la política nacional emprendida por el Estado argentino, a partir de empresas como LADE, YPF, el envío de maestras, las iniciativas de la Universidad Nacional de Tucumán, la participación de clubes deportivos, becas para los kelpers, y otras medidas de integración, fueron signos que expusieron las ventajas y posibilidades de una comunicación posible entre los isleños y la Argentina continental. Lo que se plasma en esa década es también el fervor alcanzado: la sociedad argentina se vio fuertemente movilizada por la cuestión, que se hizo cada vez más popular, y diarios como Crónica o Panorama, e incluso dirigentes políticos, llegaron a publicitar la idea de ocupar las islas por la fuerza. Carassai definirá como bifronte a la diplomacia argentina de esos años, en tanto internamente expresaba un fuerte discurso anticolonial y, en reverso, brindaba infraestructura para el desarrollo de las islas y encaraba una política de seducción, a la vez que en los foros internacionales insistía con argumentos de tipo legal. Como contraparte, en el seno isleño se observa la profundización de lobbies que presionaban con el fin de lograr para que los contactos con Argentina caducasen. Las exigencias al Parlamento británico y a sectores despreocupados por los acercamientos con América Latina buscaron, de ese modo, obstaculizar las propuestas sugeridas por Argentina. Empleando un interesante material gráfico de esos años, Carassai cristaliza pormenores de la época casi ocultos, que dan cuenta de una necesaria reactualización de la historia de las islas Malvinas, y de un trabajo que sintetiza, entre texto e imágenes, un entramado político sumamente complejo. Es de señalar que el autor no comparte las hipótesis que usualmente se formulan, y que pueden resumirse en que, de haber proseguido los Acuerdos de 1971, las islas estarían bajo soberanía argentina. En cambio, entiende que se había llegado a un freno en las negociaciones, dado principalmente porque buena parte de los isleños rechazaban la idea de una administración argentina –en tanto se identificaban como británicos–. Asimismo, la fuerte inestabilidad política del país por esos años dificultaba las conversaciones; desde 1971 a 1982 se sucedieron doce ministros de Relaciones Exteriores y diversos regímenes políticos (2022: 211-212).
El cuarto capítulo narra cómo numerosos cantautores argentinos, desde 1941 a 1982, hicieron de Malvinas un eje de sus producciones artísticas. El género dominante al respecto fue el folclore, en tanto expresión popular del conjunto de las provincias, y transversal al imaginario nacionalista. El rock, por su parte, que tendrá gran relevancia durante y después del conflicto, poseía hasta entonces un solo tema musical relacionado con las islas, perteneciente a Miguel Cantilo y al dúo Pedro y Pablo. Para lograr su objetivo, el autor utiliza como acervo las canciones registradas en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), buscando con este abordaje descorrer el análisis de Malvinas desde una perspectiva de élites, en tanto los diplomáticos y dirigentes discutiendo el tema son solo una parte de los actores involucrados, y reposarlo sobre un colectivo representado, de alguna forma, por músicos pertenecientes a otros estratos sociales y orígenes, dando cuenta de un impacto crecientemente significativo en la cultura popular. De esta manera, y siguiendo la idea de Bárbara Rosenwein, para Carassai se construye una “comunidad emocional” desde el llano de la sociedad, que produce un sistema de sentimientos previo al conflicto de 1982, y que en parte puede explicar la emocionalidad que genera. En las canciones, los ejes abordados son numerosos, pero también guardan relación con un contexto y una temática que cruza esa musicalidad: así, las conversaciones diplomáticas, el Operativo Cóndor, los vuelos de Fitzgerald, el perfil feminizado de las islas y la idea de recuperar las Malvinas por la fuerza, son ejes que atraviesan frecuentemente el cancionero. El autor cierra el capítulo con temas musicales producidos en los primeros días de la guerra, en los que las representaciones construidas pasan a identificar a los británicos como piratas, resignificando a los héroes de la Independencia nacional e instalando al gaucho como figura simbólica. Al mismo tiempo, obviamente reivindican también a las tropas argentinas, reafirmando con mayor énfasis aún las convicciones tradicionales ligadas a la recuperación de las islas.
En síntesis, el libro aporta fuentes y temas poco explorados en la narrativa malvinense. Las décadas que se extienden desde 1930 a 1970 se presentan necesarias para un estudio superador de la historia de Malvinas. El autor indaga al respecto en publicaciones poco explotadas, como las realizadas por argentinos continentales que viajaron a las islas, recupera la visión de los medios isleños sobre las relaciones con el continente, caracteriza los complejos y cambiantes caminos de la diplomacia nacional, británica e isleña durante las conversaciones de 1970, y la construcción de una cultura malvinense entre 1941 y 1982. Esto permite reponer escalas temáticas previas al conflicto, y poner de relieve el rol de nuevos debates y actores sociales. El trabajo, de esta forma, se enmarca historiográficamente dentro de producciones recientes, que abordan un período similar (Tato y Dalla Fontana, 2020) y temáticas semejantes (Erlich, 2015; Lanús, 2016; Gómez, 2021), contribuyendo a la ampliación de las perspectivas sobre el tema siempre convocante y en torno al cual aún resta mucho por saber.