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Intersticios de política económica durante el gobierno de Alfonsín: la visión controversial de Bernardo Grinspun sobre la economía entre 1985-1989

Ignacio Rossi

Universidad Nacional de General Sarmiento y Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, Argentina.
Correo electrónico: ignacio.a.rossi@gmail.com

Fecha de recepción: 22 de octubre de 2023.

Fecha de aceptación parcial: 6 de marzo de 2024.

Fecha de aceptación definitiva: 9 de junio de 2024.

Resumen

Los estudios de economía e historia económica que abordaron los años de gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) dieron menor importancia a la visión, interpretación y controversias planteadas por el primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun (1983-1985). Especialmente, y teniendo en cuenta su fracaso económico, frente a los estudios y testimonios de colaboradores y funcionarios de su sucesor en el Ministerio de Economía, Juan Sourrouille (1985-1989). El artículo analiza la visión de Grinspun sobre las políticas económicas mientras se desempeñó como secretario de Planificación Económica poniendo el foco en los debates planteados y las alternativas y propuestas de política económica. Las fuentes estudiadas fueron discursos, documentos oficiales y bibliografía de Grinspun, como también prensa, estadísticas públicas y testimonios sobre el periodo. Sostenemos que analizar la visión sobre la economía y la política económica de Grinspun permite conocer la tensión entre las visiones económicas al interior del partido gobernante y las propuestas alternativas que el exministro formuló para enfrentar los problemas económicos del periodo. Especialmente, destacando sus postulados sobre la necesidad de una reforma financiera como elemento dinamizador para recuperar el crecimiento y reducir los niveles de inflación.

Palabras clave: deuda externa, Banco Central, inflación, reforma financiera, democracia

Interstices of economic policy during the Alfonsín government: the controversial vision of Bernardo Grinspun on the economy between 1985-1989

Abstract

Economics and economic history studies that dealt with the years of Raúl Alfonsín’s government (1983-1989) gave less importance to the vision, interpretation and controversies raised by the first Minister of Economy Bernardo Grinspun (1983-1985). Especially, and taking into account his economic failure, compared to the studies and testimonies of collaborators and officials of his successor in the Ministry of Economy, Juan Sourrouille (1985-1989). The article analyzes Grinspun’s vision of economic policies while he served as Secretary of Economic Planning, focusing on the debates raised and the alternatives and proposals for economic policy. The sources studied were speeches, official documents and bibliography of Grinspun, as well as press and public statistics and testimonies about the period. We sustain that analyzing Grinspun’s vision of the economy and economic policy allows us to understand the tension between the economic visions within the ruling party and the alternative proposals that the former Minister formulated to face the economic problems of the period. In particular, highlighting his postulates on the need for financial reform as a driving force to recover growth and reduce inflation levels.

Keywords: external debt, Central Bank, inflation, financial reform, democracy

Introducción

El gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) se inició luego de una dictadura (1976-1983) caracterizada como una de las más cruentas en materia de violación a los Derechos Humanos. No menos importantes fueron las transformaciones económico-sociales heredadas, especialmente tras los efectos que produjeron la apertura comercial y financiera de la economía argentina como su combinación con el alto endeudamiento externo legado. Al momento de su asunción, el déficit fiscal rondaba el 10% del PBI y podía sumar aproximadamente un 15% si se incluía el del Banco Central de la República Argentina (BCRA, en adelante). La estructura tributaria tenía una alta carga sobre impuestos regresivos y nuevos problemas, como la fuga de capitales a niveles inéditos, contribuían a la vulnerabilidad de la economía (Rapoport, 2020a). La mencionada deuda externa había alcanzado los 45.000 millones de dólares y sus pagos estaban suspendidos.1

En consecuencia, los desórdenes macroeconómicos heredados alimentaban una inflación que llegó al 350% anual, motorizada por una puja distributiva luego de una caída de alrededor del 30% del salario en el periodo anterior (Arceo, Monsalvo, Schorr y Wainer, 2008). Los grandes indicios de recuperación de la participación política y el bienestar social que fomentó el regreso a la democracia y el nuevo gobierno contribuyeron a la movilización social. Paralelamente, el desfavorable contexto internacional se sumó a las dificultades macroeconómicas pivoteadas por las altas tasas de interés norteamericanas, que llegaron al 12%, encareciendo así la deuda pública (Rapoport, 2020b). Al mismo tiempo, el comercio mundial se contraía ante la caída de los niveles de actividad en los países desarrollados y la alta inflación (Kaceff, Robbio y Vitto, 2022), reduciendo los precios internacionales de los productos primarios de la región, que acumularon una caída del 30% en la década de 1980 (Schvarzer, 2001; Ocampo, 2014).

En estas condiciones, asumía el flamante ministro de Economía de la apertura democrática, Bernardo Grinspun (1983-1985).2 Con el fin de paliar esa difícil coyuntura, Grinspun emprendió un programa de reactivación con orientación keynesiana sustentado en aumentos del salario real, incentivo al crédito por debajo de las tasas de interés e incremento del gasto social. Con estos tres pilares buscaba incentivar una mayor utilización de la capacidad ociosa instalada. Según sus estimaciones, la reactivación económica y un crecimiento proyectado en 5% del PBI para 1984 serían compatibles con un horizonte de reducción del déficit fiscal a niveles del 5%. Esta propuesta encontraba fundamento en los mayores recursos impositivos captados en las percepciones a sectores de altos ingresos, la readecuación de los gastos militares y el congelamiento de determinados gastos de la administración pública (Pesce, 2006). Además, se planteó una reducción progresiva y gradual de la inflación sobre la base de estas políticas y de controles sectoriales.

Sin embargo, los resultados no fueron en línea con lo esperado. Durante el primer semestre de 1984 se logró el aumento del PBI con una recuperación del salario real (Pesce, 2006), pero la inflación anual pasó de 437% en 1983 a 688% en 1984. Cuando en enero de 1985 la inflación mensual registró una variación del 25%, Grinspun renunció al mes siguiente. Al margen de las dificultades para controlar la inflación, lo que dinamitó su gestión económica, y consecuentemente su legitimidad como ministro ante Alfonsín, fue una serie de factores relevantes. En primer lugar, la gran demora en llegar a un acuerdo con el FMI, que duró desde su asunción como ministro hasta septiembre de 1984 y la rápida desarticulación de las metas en el último trimestre de dicho año (Torre, 2021). Esta cuestión se vio atravesada por el intento de Grinspun de investigar la deuda externa en articulación con el BCRA (Restivo y Rovelli, 2011), alcanzar una concertación con otros deudores latinoamericanos (Ocampo, 2014) y así eludir al FMI y luego, cuando esto fuera inevitable, disputar las metas fiscales y salariales (Torre, 2021). No menos importante fueron otros dos aspectos. Por un lado, el fracaso para lanzar acuerdos con los empresarios concentrados en los ámbitos definidos por el ministro (Birle, 1997; Aruguete, 2006; Pesce, 2006; Basualdo, 2006), habida cuenta de su incidencia en la fuga de capitales y los precios. Por otro, las tensiones con el presidente del BCRA, García Vázquez, y el asesor Prebisch, quienes exigían una moderación en la postura del ministro en estos temas y en la reactivación de la economía (Rossi, 2023).

Tras el fracaso de la gestión de Grinspun, Alfonsín convocó a Juan Sourrouille (1985-1989) y su equipo de confianza integrado por Adolfo Canitrot, Mario Brodersohn, José Luis Machinea, Roberto Frenkel y Juan Carlos Torre. Aunque formados en los años de la posguerra y el consenso keynesiano, los nuevos funcionarios representaban un quiebre ante los cuadros radicales que actuaron durante el reivindicado gobierno de Illia (Gerchunoff y Hora, 2021). Asimismo, se asumieron como técnicos extrapartidarios que apoyaban la democracia y, en todo caso, respondían al liderazgo socialdemócrata de Alfonsín (Torre, 2021).

La nueva estrategia de política económica que desplegaron preparó las condiciones para un shock antiinflacionario. El llamado Plan Austral, que estableció la creación de una nueva moneda nacional, combinó medidas ortodoxas en materia fiscal y monetaria con otras heterodoxas, como el congelamiento de precios, el desagio de los contratos previos al shock y el cambio de signo monetario para generar confianza (Gerchunoff y Llach, 2019). Su éxito desinflacionario, que redujo los índices del 30% mensual al 2%, permitió ganar al partido gobernante las elecciones de noviembre de 1985 con una victoria del 43,58% de los votos (Novaro, 2020). Sin embargo, el problema inflacionario volvió en 1986 cuando se flexibilizaron las medidas de congelamiento de precios y se malogró el control fiscal, lo que terminó reactivando la puja distributiva sin haber realizado reformas estructurales en la economía (Visintini, 2022).

Las investigaciones contemporáneas que abordaron la economía en estos años pusieron el foco en las medidas, evolución y dificultades del Plan Austral (Heymann, 1986; Machinea y Fanelli, 1988; Damill y Frenkel, 1991; Machinea y Sommer, 1994). Sin embargo, también se abordaron las grandes restricciones de la época, como las negociaciones externas (Fanelli, Frenkel, Bacha y Rodríguez Mendoza, 1987), las consecuencias de la herencia económica del gobierno (Frenkel y French-Davis, 1983) y las nuevas dinámicas que caracterizaron a la economía a partir de la restricción externa e interna –deuda y déficit fiscal– y la fuga de capitales (Damill y Fanelli, 1988). Estudios contemporáneos y posteriores de economía política centraron la atención en los actores económicos de poder concentrado posicionados tras las transformaciones que operaron durante la dictadura (Azpiazu, Basualdo y Khavisse, 1987; Ostiguy, 1990). Se trató de grupos con inserción multiimplantada beneficiados por diversas medidas promocionales, como exenciones impositivas sobre compras, seguros de cambio, entre otros. Formados como nuevos actores, tuvieron incidencia en variables como el déficit fiscal, la captación de divisas y la estructura de precios internos (Castellani, 2006; Ortiz y Schorr, 2021). En esta línea, también merecieron una lectura crítica tanto el accionar del FMI, como la negativa de los acreedores a negociar de forma individual el capital y los intereses con los países deudores, generando una dinámica permanente de inestabilidad (Peralta Ramos, 2008; Rapoport, 2020a; Brenta, 2022).

Los abordajes de la historia económica de perspectiva ortodoxa y neoclásica, por su parte, analizaron las inconsistencias macroeconómicas para abatir la inflación, como las limitaciones políticas post Plan Austral para emprender un programa de reformas que hicieran viable una baja de la inflación junto con el aumento de la competitividad de la economía y la integración externa (Cortés Conde, 2005). Sobre el periodo de Grinspun, específicamente, se sostuvo la imposibilidad de practicar un programa keynesiano exitoso en las vulnerables condiciones macroeconómicas heredadas en 1983 (Visintini, 2022). En lo que respecta a una mirada heterodoxa, si bien se estudió el periodo destacando la incontrolabilidad de las variables macroeconómicas que generaban inestabilidad nominal permanente (Libman, Palazzo y Rodríguez, 2022) o la imposibilidad de acordar una agenda reformista post Austral (Gerchunoff y Llach, 2019; Belini y Korol, 2021), el plan económico de Grinspun captó menor atención.

Considerando este desbalance en la historia económica, con un mayor interés en el Plan Austral que en la etapa de Grinspun, este artículo se centra en la visión del exministro sobre la economía política del periodo 1985-1989.3 El objetivo específico consiste en detenerse en las interpretaciones, análisis y críticas que formuló Grinspun mientras ocupaba el cargo de Secretario de Planificación Económica, que asumió tras su renuncia como ministro de Economía. Conocer el pensamiento económico de Grinspun se torna relevante para una mejor comprensión de las tensiones existentes al interior de la UCR en el periodo. También contribuye a conocer con mayor profundidad el diagnóstico alternativo a la política económica nacional formulado por Grinspun, y a entender en mayor magnitud los desafíos en la política económica en el gobierno de Alfonsín. En este sentido, algunos interrogantes que se podrían formular serían: ¿qué factores jerarquizó Grinspun como los principales problemas de la economía nacional entre 1985-1989? ¿Cómo se diferenció su diagnóstico de lo actuado por el equipo económico tras su salida? ¿Cuáles fueron las bases propositivas de sus críticas elaboradas desde su desempeño como secretario de Planificación?

El eje metodológico se estructura a partir del análisis de las siguientes fuentes: documentos lanzados desde la Secretaría de Planificación (en adelante, SPE), discursos pronunciados en foros nacionales e internacionales, prensa contemporánea y testimonios sobre el periodo 1985-1989 y el libro La evolución de la economía argentina desde diciembre de 1983 a septiembre de 1989, publicado por Grinspun en 1989.4

Según sostenemos, Grinspun entendió la crisis del gobierno alfonsinista a partir del fracaso en avanzar en una agenda reformista alineada con sus propuestas, particularmente apuntando a las medidas de carácter neoliberal que se comenzaban a imponer. Por el contrario, Grinspun defendió una reforma sustentada en el sector financiero, en el que veía los recursos que le faltaban a la economía real para promover la modernización democrática del Estado.5 Así, su propuesta intentó alinearse a la iniciativa reformista que Alfonsín estaba promoviendo, especialmente la derivada del Plan para la Segunda República,6 que se presentaba como una propuesta económica democrática alternativa dentro de la UCR. Sin embargo, ante el avance del deterioro económico evidenciado entre 1987-1988, Grinspun acrecentó sus críticas –hasta el momento moderadas– al equipo económico de Sourrouille, sobre todo a lo que entendía como un intento descoordinado de apertura comercial y financiera.

El marco político de las ideas económicas que motivaron a Bernardo Grinspun

Alfonsín y Grinspun provenían de la tradición política de los llamados radicales del pueblo. Dentro de esta extracción del radicalismo, donde se formaron con referentes de la UCR como Ricardo Balbín y Crisólogo Larralde desde los años 1950, forjaron algunos pilares de su formación política.7 Al interior de esta contribuyeron con la fundación del Movimiento de Renovación y Cambio (MRyC) en 1972 y, posteriormente y con la muerte del líder radical Balbín (1981) –líder y mentor de Alfonsín–, se fue conformando una línea alfonsinista al interior de la UCR.

Esta, a diferencia de otras, se caracterizó por reconocer los avances en materia de derechos sociales promovidos tradicionalmente por el peronismo, defender la unidad latinoamericana levantando las banderas del antiimperialismo y adquirir rasgos socialdemócratas en el marco de la lucha contra la dictadura (Portantiero, 1988). Así, el MRyC bajo la conducción de Alfonsín se conformó como una centro-izquierda caracterizada por una postura crítica a la dictadura, distinguiéndose de la línea de carácter más dialoguista que encarnó Balbín. Así, dicho movimiento defendió un programa democrático liberal con justicia social y agrupó a radicales en una tendencia socialdemócrata, como la Junta Coordinadora de la Juventud Radical y la agrupación estudiantil Franja Morada. Especial foco de crítica fueron en aquel entonces la guerra por las Islas Malvinas y la defensa de los derechos humanos encarnizadas en el marco de una creciente apertura política motorizada por La Multipartidaria (Cavarozzi, 1997).

Tras vencer en elecciones internas a la línea conservadora de la UCR, entonces representada por Fernando de la Rúa, en 1982 Alfonsín se impuso como candidato nacional indiscutido y las encuestas comenzaron a darle una imagen positiva (Rock, 1987). En este marco, quien sería su primer ministro de Economía, Bernardo Grinspun, contaba con una significativa militancia juvenil en el radicalismo, primero en la universidad y luego en la función pública. En estos espacios, forjó su militancia con radicales que tomaron un rol protagónico en la gestión de 1983 como Jorge Roulet, Félix Elizalde, Alfredo Concepción, Roque Carranza, Enrique García Vázquez, entre otros. En sus orígenes militantes, Grinspun se formó con Crisólogo Larralde8 y en la tradición yrigoyenista del Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR) fundado en 1945. En los años 1950, como Alfonsín, adhirió a la UCRP desempeñándose en varios cargos, entre ellos, el de asesor económico del bloque de senadores de la provincia de Buenos Aires (Restivo y Rovelli, 2011). En esta última función, Grinspun conoció a Alfonsín, entonces senador de la UCRP, con quien inmediatamente estrechó una amistad de coincidencias políticas.

En los años inmediatamente anteriores a la gestión iniciada en 1983, la inspiración teórica de Grinspun en la economía provino de los trabajos de Aldo Ferrer.9 Libros como La Posguerra y ¿Puede Argentina pagar su deuda externa? no solo influyeron en La Multipartidaria, sino que también constituyeron los antecedentes del debate económico que permearía al grupo en que se encontraba Grinspun y posteriormente su gestión (Rougier, 2022). Ferrer propuso un programa de reconstrucción y desarrollo de la economía destinado a revitalizar el mercado interno, avanzar en la integración territorial y la diversificación productiva. Para abordar el problema de la deuda externa y la inflación, Ferrer consideró elemental el restablecimiento de una autoridad política legítima. A partir de esta se movilizaría el capital productivo estancado y abandonaría la ortodoxia en su versión monetarista que consideraba fracasada tras la dictadura.

Las medidas concretas que propuso Ferrer consistían en aislar la plaza financiera local de la internacional y establecer un control cambiario para administrar la escasez de divisas. A su vez, esto se lograría sobre la base de recuperar la conducción política del BCRA destinando los esfuerzos a reactivar la demanda global (Ferrer, 1982a). En el plano de las restricciones, y considerando que el gasto y la inversión pública no se encontraban en condiciones inmediatas de liderar la recuperación, se promovería una rápida reactivación de la capacidad ociosa que permitiría aumentar el empleo y el ingreso real. Los instrumentos para inducir esta primera reactivación serían los aumentos salariales, considerados de necesidad urgente, y la reducción de la tasa de interés, elemental para reducir la carga financiera al sector privado productivo. Solo después de esta fase, y con la previa condición de la normalización institucional, se abordaría el problema de la deuda externa y de la excesiva valorización financiera para permitir el desarrollo del aparato productivo (Ferrer, 1982b).

Llegado el año 1983 y confirmada la victoria electoral de Alfonsín, Ferrer publicó Vivir con lo nuestro. Ya influyente en el equipo de Grinspun y bien recibido por Alfonsín de forma personal (Rougier, 2022), el economista planteó la necesidad de reafirmar el poder de decisión nacional para retomar el desarrollo. Dadas las restricciones de la economía argentina, propuso una estrategia de desarrollo hacia adentro con posterior despliegue de un modelo integrado y abierto. Esto significaba conciliar el fomento a la capacidad exportadora en diferentes fases del ciclo manufacturero sobre la base de la integración vertical de la industria básica y técnica y científicamente más compleja. Para avanzar en esta estrategia productiva de inserción externa se debían administrar los recursos internos procurando mejorar los ingresos de las capas más afectadas de la población. Además, como postuló Ferrer, eran condiciones necesarias la formulación de un acuerdo nacional sobre la base del acatamiento del poder económico a la investidura democrática y una reforma financiera que permitiera redirigir los recursos al aparato productivo restando incentivos a la valorización de activos financieros (Ferrer, 1983).

Este fue el marco teórico y programático que influyó al equipo económico de Grinspun. Así se explica que la estrategia del primer Ministro de Economía de la democracia pusiera el foco en la reactivación de la demanda agregada, el aumento de la capacidad ociosa, el incremento del salario real y, un punto no menos conflictivo, la recuperación de las capacidades del BCRA en dicho esquema durante su gestión. Sin embargo, como se caracterizó más arriba, su fracaso en diversos frentes condenó la estrategia de corte keynesiana a un segundo plano en la UCR.

El análisis y las controversias planteadas por Grinspun entre 1985-1987

El exministro de Economía jerarquizó una serie de factores en sus explicaciones sobre la evolución de la política económica entre 1985-1989. Principalmente, cobró un espacio central la cuestión en torno al déficit cuasi fiscal del BCRA. El mismo, que podría ser teóricamente superavitario o deficitario, surge del saldo entre los intereses pagados y los intereses cobrados por el BCRA a los bancos.10 Debe recordarse que, desde la reforma financiera de 1977, la cuenta de regulación monetaria (CRM, en adelante) se creó para evitar una alta brecha entre los intereses que cobran los bancos a sus prestatarios y la tasa que pagan a sus depositantes. Por tanto, es la diferencia entre intereses pagados y cobrados lo que constituye el saldo de la CRM.11 Grinspun destacó que el Plan Austral logró una tregua entre empresarios y trabajadores, la reducción de la base monetaria tras el menor déficit y la reconstitución de divisas a partir de cierto ordenamiento del sector externo al cerrar acuerdo con el FMI.12 También celebró, en un principio, la iniciativa por reducir el déficit cuasi fiscal, que se encontraba entre sus principales preocupaciones, al 2,5 % del PIB mediante la moderación de la cuenta de regulación monetaria:13

(…) a partir del 1 de enero el segmento de operaciones ajustables dejaba de ser compensado por la cuenta de regulación monetaria y a partir del 1 de abril dejarían de serlo también los depósitos a tasa regulada (…) también se había previsto una acción enérgica para proceder a lograr la cancelación de las líneas de redescuentos que se habían otorgado a plazo pero que en proporción importante vencían en el curso de 1985. (Grinspun, 1989: 46)

Se trataba de un punto crucial para Grinspun, que durante toda su gestión defendió una reforma financiera para modificar este mecanismo, al que le otorgaba un peso relativo mayor que al gasto público.14 Fue tanto así que en 1985, siendo secretario de Planificación disertó en la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA) y cuestionó el intento de financiar el déficit con créditos externos, el recorte de las erogaciones de la administración pública y el aumento de las tarifas. Era mejor opción, argumentó, eliminar el crédito del BCRA que subsidiaba al sistema financiero privado.15

Sin embargo, debe recordarse que con el Plan Austral el equipo de Sourrouille buscó evitar “la eventual conjunción entre un periodo entre una muy alta inflación y un golpe militar [ya que] si ambas cosas ocurrían era altamente probable que el gobierno fuera derrocado”.16 Por eso, para la gestión económica desde 1985 el control de la inflación fue una variable principal para mantener la institucionalidad de 1983, mientras que Grinspun parecía aferrarse a una concepción de la democracia socialmente más amplia. Esto significaba coordinar la iniciativa económica con los planes de reforma institucional derivados del alfonsinismo. Ese fue el caso, por ejemplo, de las propuestas contenidas en la llamada Segunda República desde abril de 1986, consideradas como parte constitutiva del Plan de Desarrollo de abril de 1987 que formuló desde la SPE.17

En dicho plan defendió una reforma modernizadora del Estado para fortalecer los poderes públicos, mejorar la integración regional y la inserción internacional, crear canales de participación democrática, revitalizar el sistema de partidos, promover el respeto por la disidencia, los derechos humanos y la descentralización administrativa y económica. De esta manera, las estrategias que Grinspun siguió planteando luego de su salida del Ministerio de Economía intentaban ajustarse a las iniciativas políticas derivadas del alfonsinismo, como el traslado de la Capital Federal o la reforma Constitucional, mostrando una concepción de la democracia de raíz reformista que excedía la sola consolidación de la institucionalidad electoral y de traspaso del poder entre fuerzas políticas.18

En definitiva, aunque Grinspun destacó puntos positivos sobre el Austral, advirtió que el presupuesto de la administración nacional –sin deuda externa– constituía un problema debido, principalmente, a las transferencias al sector privado. Sin embargo, no queda claro hasta qué punto el peso relativo de dichas transferencias era altamente representativo en el déficit público, especialmente frente a otros factores de gasto derivados de empresas públicas, provincias y municipios (organismos descentralizados).19 En este aspecto, quizás el punto de Grinspun se encontraba en señalar la carga que significaban dichas transferencias frente a otros gastos, por ejemplo los intereses de la deuda externa (ver Cuadro 2 en anexo).20 No obstante, y en cierta medida refiriendo a lo comentado más arriba, una vez fuera de la gestión también señaló que la política antiinflacionaria subsumió “otras cuestiones, tales como el crecimiento, la política industrial y, en general, las reformas de fondo que el país requería desde largo tiempo atrás” (Grinspun, 1989: 50).

Sin embargo, en el marco de su reciente salida del Ministerio de Economía durante abril de 1985, Grinspun consideró que se avanzaría en “una reforma financiera actualmente en ejecución; una política salarial a ser concertada con los sectores interesados y una política de precios administrados”.21 Esto evidenciaba que, desde sus primeros meses en la SPE, entendió que la conducción económica avanzaría en medidas análogas a las intentadas durante su gestión, como la reforma financiera, la firmeza en la concertación con los empresarios y una política de precios controlados.

Cuando en marzo de 1985 se ajustaron los principales precios de cara al lanzamiento del shock, Grinspun formuló algunas advertencias. En primer lugar, reivindicó el crecimiento del 21% del salario industrial, del 18% del salario mínimo y cierto control monetario a pesar de la alta inflación en su gestión.22 Aunque reconoció el éxito en la desinflación del programa, señaló que se trató de una victoria efímera en la medida que desde noviembre de 1985 volvieron los conflictos con el FMI (Torre, 2021: 274). Aunque el Austral mejoró la recaudación mediante un impuesto de ahorro forzoso y el M5 subió del 12% al 17% del PIB por efecto de la remonetización (Cortés Conde, 2005: 181), Grinspun señaló que se evidenciaba una caída del salario real (Grinspun, 1989: 51). También relativizó la mejora de la actividad del último trimestre de 1985 contra el de 1984.

Por otro lado, si bien evitó cuestionar abiertamente las metas fiscales y monetarias acordadas entonces con el FMI23 –que él discutió acaloradamente a lo largo de 1984–, sí criticó la mejora de la recaudación sobre fuentes transitorias (Grinspun, 1989: 45). Sin embargo, finalmente marcó que reducir el déficit fiscal a 2,5% del PBI24 era exagerado. No solo considerando que durante su gestión estimó loable cerrar con un déficit del 5% del PIB en 1985, sino también porque fuera del ministerio defendió una política de “reducción del déficit fiscal a través de la contención del gasto público y de un incremento de la recaudación fiscal incluyendo, fundamentalmente, la lucha contra el fraude y la evasión”.25

Fuera de la gestión pública reconoció la mejora de varios indicadores para el año 1986 (Grinspun, 1989: 60). No obstante, planteó que desde el descongelamiento de precios de abril de 1986 el gobierno cedió a las presiones sectoriales. Cabe aclarar que estas se vinculaban con la conflictividad sindical agravada desde la iniciativa del gobierno tras sancionar la Ley Mucci. Durante la gestión del ministro de Trabajo, Antonio Mucci (1983-1984), el gobierno intentó llevar a cabo la Ley de Reordenamiento Sindical destinada a normalizar las elecciones sindicales y asegurar la representatividad de las minorías, entre otros puntos que ponían en cuestión a las dirigencias peronistas.26 No menos importante fue la oposición del sector empresario al gobierno. Como señaló Ostiguy (1990: 175), desde los últimos años de la dictadura las relaciones entre empresarios y partidos políticos se congelaron al calor de las denuncias de los primeros a los grupos concentrados por apoyar a la dictadura y beneficiarse de ciertas políticas como subsidios, transferencias, privatizaciones periféricas, entre otras.

Durante el gobierno de Alfonsín varios de estos operaron al margen de las agrupaciones tradicionales, como fue el caso del llamado Grupo María, constituido a partir de nueve grandes firmas. Así, grupos como Astara (Braun), Beagles (Nuñez), Bagó (Bagó), Saab Scania/Celulosa Jujuy (Khul), Ledesma (Blaquier), Madanes/Fate Aluar (Madanes), Impsa/Pescarmona y Alpargatas Grupo Roberts (Gamboa), que incluían desde la manufactura liviana a la básica, fueron un factor de presión sectorial para el gobierno. Aunque no eran las que mayores empresas controlaban, ni las de mayor facturación (como Bunge y Born, Pérez Companc o Techint, Siderca, Molinos Río de la Plata, entre otras) habían escalado significativas posiciones dentro de los conglomerados nacionales (Novaro, 2019). En conjunto mantuvieron una férrea oposición, especialmente a la gestión de Grinspun, que intentó disciplinarlas bajo las denuncias de una “patria financiera” incluyéndolas en sus instancias de negociación oficial (Aruguete, 2006).

Como sostuvo Torre (2021), en 1986 fueron factores desequilibrantes para el Austral el hecho de que se concedieron aumentos al personal militar y público tras presiones al interior de la UCR (p. 297). Sin embargo, este también reconoció que la áspera relación con los empresarios contribuyó al desequilibrio del programa de estabilización, particularmente la idea del equipo económico de mantener un tipo de cambio alto para fomentar las exportaciones y el cuestionamiento del apoyo empresarial a la dictadura, ambos factores compartidos por Alfonsín (Torre, 2021: 290).27

Además de estas observaciones, Grinspun apuntó al sector financiero, cuestionando que “(…) los redescuentos y su contrapartida, aumentos en los encajes remunerados y no remunerados, actuaron como un medio de transferencia de ingresos entre sectores y se constituyeron en causa del aumento del déficit fiscal” (Grinspun, 1989: 55). Así, en su visión, los problemas fiscales se explicaban por los mecanismos financieros heredados de la dictadura. Argumentaba que si el déficit se mantuvo en niveles razonables durante los primeros nueve meses de 1986 (1,3% del PIB) moderando la inflación, esto se debió a una situación transitoria.28 Tarde o temprano, reflexionaba, la expansión monetaria derivada del sistema financiero complicaría el frente fiscal (Grinspun, 1989: 55). Por eso, insistía, “al no haberse procedido a realizar las reformas requeridas al sistema financiero y persistirse en medidas monetarias para combatir la inflación volvió a potenciarse el crecimiento de los adelantos para la cuenta de regulación monetaria que creció en 140,5% mientras que el índice de precios al consumidor lo había hecho en el 90%” (Grinspun, 1989: 56). Aunque detrás de ese planteo había un monetarismo implícito, la reforma del sistema financiero era parte basal de su planificación del desarrollo sostenida desde la SPE, la cual se encontraba destinada a:

superar la emergencia y programar el futuro [donde] el Estado y el sector privado actúen como parte de una misma realidad que, en definitiva, es la Nación [y, aclaraba más adelante que] así como cabe reconocer que la actividad privada debe ser la base fundamental en la producción de bienes y servicios, no debe soslayarse que el Estado no puede delegar en ningún grupo o sector la orientación general de la economía ni la custodia del bien común.29

La cuestión de fondo para Grinspun era que los subsidios del BCRA al sistema financiero, y en todo caso el deterioro de su balance, eran tan significativos como el gasto de la administración pública. Aunque en sus registros (Grinspun, 1989: 91), cabe aclarar, el gasto el déficit consolidado del sector público no financiero era más alto que el déficit cuasi fiscal.30 Sin embargo, posiblemente el exministro se refería al aporte relativo a la creación monetaria de la CRM frente al del gobierno nacional y gobiernos provinciales e incluso la derivada del ingreso de moneda extranjera como puede verse en el Cuadro 1. Al margen de estas cifras, como se advirtió más arriba, debe considerarse la dificultad en torno a la medición de dicha cuenta en años en que la inflación se aceleraba (como 1987 o 1988) y el aporte a la distorsión nominal que esto significaba.

Cuadro 1

Factores de creación de los recursos monetarios en el sector oficial (1986, 1987 y 1988 en miles de australes corrientes)

Año/concepto

Gobierno nacional

Otros gobiernos, empresas y reparticiones oficiales

Moneda extranjera

Regulación monetaria

1986

2.345.510

1.072.433

2.720.890

5.488.726

1987

4.956.655

3.104.671

8.386.579

17.815.683

1988

40.840.427

1.808.113

33.136.271

106.605.278

Nota: Excluye al sector externo. Se tomaron los datos para diciembre de cada año.

Fuente: Boletín Estadístico. BCRA, octubre-diciembre de 1989, n°10-12, p. 6.

Adicionalmente, y más allá de los montos corrientes registrados en el Boletín estadístico del BCRA hacia 1989, la variación de la creación monetaria entre 1987 y 1988 fue mucho más alta en el gobierno nacional –superó el 700%– que en la CRM –que casi alcanzó el 500%–. Por tanto, debe tomarse con precaución la ponderación del peso de estos dos factores en la emisión, aunque la postura de Grinspun defendía claramente una reforma del sector financiero, especialmente del mecanismo de la CRM. En todo caso, queda claro que en la crítica de Grinspun el sistema financiero, posiblemente tanto como la deuda externa, era uno de los grandes problemas de la economía nacional.31 Por el contrario, el equipo de Sourrouille ponderó, entre otras dimensiones, que la estabilidad lograda con el Austral se desajustó debido a la expansión monetaria para apurar la reactivación de la actividad en la que insistió Alfredo Concepción, presidente del BCRA entre febrero de 1985 y agosto de 1986 y designado contra la voluntad de Sourrouille (Torre, 2021: 191).32

De esta manera, en el marco del deterioro fiscal y monetario durante 1987 –cuando en el primer trimestre la inflación mensual aceleró al 7% y el déficit fiscal subió 2,3% del PIB por encima de las metas acordadas con el FMI–, Grinspun argumentó que la causa de esos problemas era una política monetaria “convalidante”. Se refería, según sus observaciones, a que la base monetaria varió en 60% del PIB entre 1986-1987 y los adelantos para la cuenta de regulación monetaria lo hicieron en 84% (Grinspun, 1989: 57).

Sin embargo, debe aclararse que la CRM constituye solo un componente de la base monetaria y que, a pesar del argumento del exministro, la variación de la base monetaria,33 excepto el año 1986,34 siempre fue menor a los precios durante 1987 y 1988, como habitualmente sucede cuando la inflación se acelera.35 No obstante, Grinspun mantuvo su postura, especialmente cuando la inflación subió al 19% mensual en octubre, se produjo un deterioro en balanza comercial,36 el déficit fiscal llegó al 3% del PBI y el cuasi fiscal al 1,2% (Grinspun, 1989: 59).37 Como se mencionó anteriormente, en los datos que exhibía el exministro se observa que el déficit fiscal total –gobierno más provincias– fue superior al déficit cuasi fiscal; incluso si se observa el déficit del sector público de la administración central –restando provincias– entre 1986-1988: 1986 (2,3%), 1987 (4,9%), 1988 (4,8%).38

Para el exministro, no era sostenible mantener la reducción del déficit sobre financiamiento externo o impuestos transitorios (Grinspun, 1989: 60).39 Su crítica a la evolución de la política económica entre 1985-1989 era un tema no menor, y aunque no lo decía explícitamente en 1989, seguramente remitía a sus propuestas alternativas formuladas desde la SPE. Particularmente, enfocaba su consideración en las reformas allí contenidas para incentivar a sectores competitivos como la agroindustria, la minería y el petróleo y atraer inversiones para avanzar en una nueva fase de recuperación y reindustrialización.40 En este marco se inscribía su reclamo en torno a una reforma financiera, dimensión dificultosa dado el intento por emprenderla “desde arriba” considerando que se trataba de un sector con las fracciones más concentradas del capital.41

La crítica de Grinspun entre 1987-1989: el sistema financiero y la reforma estructural como origen de las tensiones de la economía nacional

Para Grinspun la desarticulación del sistema financiero no solo tenía una explicación fiscalista, sino que también ponderó el peso de la absorción de liquidez y la huida de dinero hacia depósitos remunerados y activos externos y su relación con la desmonetización de la economía. La autoridad monetaria, subrayaba, se limitaba a mantener tasas de interés por encima de la inflación42 beneficiando a las firmas con mayores ganancias en el mercado interempresarial de crédito con encajes y seguros de cambio por la deuda externa (Grinspun, 1989: 72). Revertir esta dinámica estaba en el corazón de su proyecto originado en la SPE sobre los ejes “Modernización del Estado, Reforma financiera, Reconversión privada y Reducción de la economía informal”.43 La primera involucraba un fortalecimiento de la democracia a partir de dimensiones como la descentralización administrativa, la mayor eficiencia y la privatización focalizada. La segunda propuso recuperar la superintendencia del BCRA, redimensionar el sistema financiero privado y reducir las prácticas cortoplacistas que limitaban la inversión en el mediano plazo. El tercer y cuarto eje estaban conectados, en tanto preveían fomentar la competencia del sector privado para terminar con los subsidios obsoletos y reducir la economía informal –particularmente en el sector financiero–.44

Mientras Grinspun proponía sus ejes de desarrollo desde la SPE, avanzado el año 1987 se evidenciaba el deterioro de la economía nacional. Las tasas de interés internacionales seguían en niveles cercanos al 10%, las reservas del BCRA eran escasas (de alrededor de 3.000 millones de dólares) y el deterioro de los términos de intercambio se había agudizado desde 1985 (Machinea y Fanelli, 1988: 1984). Como sostuvo Sourrouille, esto contribuyó a complicar las proyecciones del Austral, ya que la subida de la tasa “planchó el precio de las commodities en el mundo (y) los números que habíamos quedado eran incumplibles”.45 Así, el PIB creció sólo 1,9% en 1987 y Grinspun cuestionó que la ciudadanía exigía un cambio en la metodología del plan Austral después de su agotamiento en 1986, pero consideraba:

(…) ese cambio no se produjo [sino que] como prolegómeno a una nueva negociación con los organismos financieros multilaterales a mediados de octubre de 1987 se anunció un nuevo congelamiento precedido –como era habitual– de grandes alzas en las tarifas públicas y el tipo de cambio y de una intensa remarcación de precios. (Grinspun, 1989: 62)

Una serie de cambios financieros realizados en el marco de nuevas medidas de estabilización, que eliminaban las operaciones bancarias de préstamos y depósitos a tasas reguladas y se desdoblaba el mercado de cambios en uno financiero y otro flotante, valieron sus críticas. Puntualmente, ponderó que estas medidas no solucionaban el problema de fondo. Entendía que los márgenes empresariales habían superado ampliamente la tasa de inflación y que el gobierno, en el intento por financiar el creciente déficit fiscal, ofrecía títulos a tasas altas. Grinspun insistió en los límites de la tasa de interés como única herramienta y agregó que la recesión de los sectores productivos agregaba “un impulso adicional a la inflación (y) la desmonetización de la economía” (Grinspun, 1989: 66).

En 1988, producto de la recesión, el déficit del saldo comercial aumentó a 3.810 millones de dólares. El gobierno evaluó la posibilidad de reintroducir retenciones al sector agropecuario eliminadas en 1985 en el marco de cierta recuperación de los precios. Como sostuvo Sourrouille:

(…) era para nosotros sostenible la idea de una integración al mundo sobre la base de un tipo de cambio alto que favoreciese un proceso de industrialización y que en consecuencia exigiera una contribución del sector agropecuario a las arcas públicas en tanto los precios (se suponía) no eran malos (y la protección se dé por el tipo de cambio y no por los aranceles).46

Sin embargo, la situación externa no era del todo buena teniendo en cuenta que, si bien las exportaciones físicas crecían al 12%, los términos de intercambio acumulaban un deterioro del 25% entre 1984-1986. Grinspun criticó esta salida: “en vez de esto (las retenciones) se recurrió a un mecanismo complicado, ampliando las funciones del segmento del mercado cambiario que actuaba sin intervención del Banco Central y donde las divisas flotaban libremente, lo cual facilitaba eventuales operaciones especulativas con la misma” (Grinspun, 1989: 67). Eran las vísperas de los acuerdos con el Banco Mundial (BM) en el marco del llamado Plan Primavera entre agosto y abril de 1988.47

El desdoblamiento cambiario instrumentado creó dos tipos de cambio para operaciones de comercio exterior: el comercial y el financiero. En el primero, donde se definieron las liquidaciones de importaciones y exportaciones de bienes esenciales y, el segundo, que se destinó a las transacciones financieras y de importaciones y exportaciones no esenciales. El primero se fijó a un tipo de cambio más bajo que el segundo, lo que valió las críticas de los sectores agropecuarios, aún más considerando que la liquidación de exportaciones industriales se efectuó en un 50% en cada mercado. Además, acentuó la tensión el hecho de que se redujera el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en 3% en acuerdo con la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Cámara Argentina de Comercio (CAC). Se anularon asimismo las restricciones a las importaciones y se disminuyeron las tarifas aduaneras. En este cuadro, Grinspun siguió cuestionando las tasas de interés reales positivas y el impacto a futuro en el mercado cambiario que tendría la atracción de capitales externos.

La caída del PIB en 1,3% durante el segundo semestre de 1988, la regresión de la inversión bruta fija del 13% del PIB y el aumento del desempleo en 8% valieron sus acusaciones. Al contrario de la marcha de los acontecimientos, en 1987 Grinspun defendió desde la SPE la posibilidad de crecer al 4% y reducir la inflación al 20% anual para 1989 mientras se hacía el ajuste fiscal vía reforma financiera y una apertura tutelada por la integración gradual con Brasil.48 Posteriormente, sobre esta cuestión Sourrouille aludió a factores de corto plazo para explicar el fracaso del Plan Primavera, asegurando que “el Plan no pudo ser instrumentado como estuvo planeado por una razón de naturaleza comprensible, por lo menos, para mí, el hecho de que el Plan introducía retenciones”;49 lo que derivó en un significativo conflicto con la Sociedad Rural Argentina (SRA).50

El año 1989 estuvo marcado por una hiperinflación en el mes de febrero, y si bien Grinspun no contaba entonces con estadísticas oficiales, continuó cuestionando las altas tasas de interés para atraer “capitales golondrinas”. Afirmó también que fue previsible la corrida de capitales y la escasez de divisas para intervenir desde el BCRA y que las medidas implementadas para intentar controlar el mercado cambiario fueron insuficientes. En ese contexto, la brecha entre el tipo de cambio comercial y financiero pasó del 20% en diciembre de 1988 al 215% en marzo de 1989, generando un fuerte impacto alcista en los precios.

Ante la persistencia de la crisis, en abril de 1989 se liberó el mercado cambiario produciendo una suba abrupta del tipo de cambio, consecuencia de la huida del Austral, y arrastró la suba del dólar a los precios. Grinspun cuestionó la liberalización intentada en el medio de la crisis porque, a su entender, produjo una fuga de capitales de 4.000 millones de dólares51 y una mora con los bancos comerciales y el FMI. También señaló el intento de congelamiento pretendido en abril, inconsistente con una política cambiaria fluctuante.

El 26 de mayo se reemplazó nuevamente al ministro de economía. Grinspun vio con buenos ojos el desembarco del radical Jesús Rodríguez y las medidas de controles cambiarios y precios, el aumento del 10% en las retenciones, un incremento de las mismas a 3% más en todas las exportaciones como colchón al alza permitida del 40% en las tarifas públicas. Sin embargo, siguió criticando la tasa de interés real en niveles altos que, como señaló, agravaron el déficit cuasi fiscal y el descontrol monetario hasta propiciar la entrega anticipada de mando en julio de 1989 (Grinspun, 1989: 72).

El exministro de economía veía desmaterializarse la estrategia que defendió desde la SPE para “asentar la base material sobre la cual se edificaría un modelo de distribución más justa de la riqueza, de acumulación, de inversión y de crecimiento económico que impulsara un proceso de desarrollo cultural, social y político” (Grinspun, 1989: 77). Según la visión que retuvo, su política económica entre 1983-1985 no había fracasado, dado que fue entendida como una continuidad, no sin críticas, de lo iniciado desde 1985, y que en todo caso comenzó a desvirtuarse desde 1988.

El punto de quiebre, en su razonamiento, siempre fue la expansión monetaria derivada del sistema financiero y la falta de una reforma del mismo (Grinspun, 1989: 78).52 No obstante, aunque Grinspun reconocía en el equipo económico de Sourrouille una continuidad de su línea política, sus críticas se encuadraron en un marco de fondo donde “en la nueva gestión se cambió la política, privilegiando la estabilidad de precios sobre los demás objetivos económicos y sociales” (Grinspun, 1989: 78). En particular, observó que en el mandato de Sourrouille la cuestión financiera se limitó a controles que administraban problemas de fondo y que no se avanzó en un reformismo político de la economía como el que él proponía.53

Según su punto de vista, la recuperación de la recaudación tributaria y la inversión, derivadas de sus propuestas reformistas, eran “elementos cuyo crecimiento era necesario para recuperar el equilibrio dinámico de la economía. Los ingresos fiscales extraordinarios y otras medidas del Plan Austral eran ‘por una sola vez’ (ahorro obligatorio, desagio) y perdieron efecto con el correr del tiempo” (Grinspun, 1989: 80).54 Sin una base tributaria progresiva, que captara recursos del sistema financiero, eliminar las retenciones fue una mala decisión política. Adicionalmente, criticó que propiciar la apertura de la economía en un contexto internacional caracterizado por el proteccionismo de los países desarrollados55 y el empeoramiento de la economía local fue contraproducente (Grinspun, 1985). En este marco, el Austral derivó en medidas “cosméticas” que no avanzaron en la reforma financiera como principal estrategia para reducir el déficit y cortar el círculo financiero (Grinspun, 1989: 80). La dinámica perversa de transferencia de ingresos desde los sectores asalariados a la producción, de estos a los vinculados a la exportación y de estos al sector financiero siguió sosteniendo la fuga de capitales y la concentración de la patria financiera que denunció Grinspun.

Reflexiones finales

La visión económica de Grinspun sobre el periodo 1985-1989 permite poner el foco en dimensiones escasamente analizadas por la historia económica del periodo. El entonces secretario de Planificación destacó factores positivos del Plan Austral. Particularmente, Grinspun planteó que el déficit cuasi fiscal tenía un peso relevante debido a la CRM y que constituyó el origen del desorden macroeconómico. Según su planteo, la expansión destinada a contener los depósitos en un contexto de alta inflación y la rentabilidad de la deuda interna de las firmas afectaba el balance del BCRA. Esto alimentaba la inflación vía una mayor monetización de activos financieros que restaban recursos a la economía real.

Su propuesta reformista originada en la SPE excedía la conservación de la institucionalidad política de la reciente democracia, rescataba las ambiciones políticas de Alfonsín y el Consejo para la Consolidación de la Democracia durante el Plan para la Segunda República. De esta manera, el plan económico –con la reforma financiera y la reactivación como horizonte– era tan compatible en su visión como la modernización democrática.

Sin embargo, y a pesar de la ruptura que supuso el Plan Austral en la política económica, Grinspun retomó sus lineamientos como ministro de Economía. La reactivación económica siguió siendo el horizonte de sus argumentos desde la estabilización lograda con el Austral, una especie de “pieza” que le faltó a su gestión. Así, la modernización del Estado funcionaba como el ordenador de la propuesta económica de Grinspun. Tenía como base la ya mencionada reforma financiera, que sería un elemento dinamizador de la economía informal y la actividad privada. Ello permitiría, asimismo, la recuperación económica y, por defecto, la desinflación, al dirigir la masa monetaria al sistema productivo.

Aunque no hubo referencias específicas sobre el endeudamiento externo, puede suponerse que el exfuncionario entendió que estas reformas ofrecerían los recursos necesarios para afrontar los pagos como se preveía en el Plan Nacional de Desarrollo. Sus propuestas desde la SPE fueron elaboradas mientras veía que la macroeconomía mejoraba en 1986. Sin embargo, en sus análisis producidos en 1989 mostró una postura más crítica de lo actuado por Sourrouille en 1987 y 1988. A partir de entonces puso de relieve la necesidad de disputar los beneficios originados en el sector financiero con subsidios, seguros de cambio y compensaciones a tasas reales altas (particularmente las que regían en el mercado informal de dinero). Su evidente distanciamiento se destacó ante las políticas económicas que buscaban una mayor liberalización financiera y comercial como estrategia para disciplinar los precios. Dicha iniciativa se alejaba de su propuesta reformista de integración como principal elemento de combate al proteccionismo en los países desarrollados (Grinspun, 1985).

En suma, al margen de la visión económica de Grinspun, el trabajo da cuenta de las tensiones existentes en torno a la interpretación de los problemas económicos por parte de los funcionarios del radicalismo. Esto fue todavía más palpable a partir del momento del Plan Austral, dado que este, junto con la llegada de Sourrouille y su equipo, significó un cambió relevante en la forma de abordar las tensiones acumuladas en la gestión de Grinspun y el problema de la inflación. En este contexto, las formulaciones de Grinspun carecían de peso político relevante, dada la mayor envergadura que adquirió Sourrouille en el gobierno a partir del éxito inicial del Plan Austral.

Cuando las inconsistencias del plan de estabilización comenzaron a acumularse, produciendo un rebrote constante de la inflación. Las alternativas en las que insistía Grinspun se tornaban insuficientes, ya que los desequilibrios económicos y políticos junto con las posibilidades de regularlos escalaron a niveles cada vez más complejos. Posteriormente, en los años 1988 y 1989, tras el fracaso del Plan Primavera y la victoria del candidato opositor Carlos Menem, no se pudo evitar el repudio generalizado de la moneda, la profundización de la crisis política y social y, finalmente, la hiperinflación.

En estas condiciones, la discusión sobre si la causa de los problemas económicos estaba en el déficit fiscal o cuasifiscal se volvió obsoleta, dado que la crisis excedía cualquier receta que pudiera ensayar el gobierno radical; incluso considerando que no podían tampoco generar el apoyo parlamentario y/o popular imprescindibles para ponerlas en práctica. De esta manera, la crítica situación socioeconómica canceló el debate que hubiera podido darse en el seno del radicalismo, el cual por otra parte no reservaba a Grinspun un lugar desde el que hubiera podido generar influencia política suficiente para modificar los lineamientos de la política económica. Luego del fracaso de su gestión, y de evidenciarse que sus intervenciones desde la SPE tuvieron poco asidero, su repercusión en el radicalismo fue marginal y limitada.

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Anexo

Cuadro 2

Erogaciones del sector público no financiero, 1984-1988 (base caja en % del PIB)

Periodo

1984

1985

1986

1987

1988

1. Erogaciones corrientes

24,5

25,3

23,0

23,8

20,0

Personal

9,8

9,5

8,8

9,5

3,7

Bienes y servicios no personales

2,1

2,1

2,5

2,4

1,2

Intereses de deudas

2,9

3,2

2,4

2,5

2,2

- Internos

0,2

0,2

0,1

0,4

0,4

- Externos

2,7

3,0

2,3

2,1

1,8

Transferencias

7,8

8,7

9,0

8,08

12,5

Desequilibrio corriente de empresas públicas

1,6

1,8

0,2

0,3

0,3

Otras erogaciones

0,3

-

0,1

0,3

0,1

2. Erogaciones de capital

6,1

5,6

5,4

6,3

3,3

3. Erogaciones totales

30,6

30,9

28,4

30,1

23,3

Nota: 1988 excluye provincias.

Fuente: Memoria del BCRA, 1989, p. 155.


1 Para tomar dimensión, estos representaron en 1984 5.500 millones de dólares y las amortizaciones de capital otros 4.300 alcanzando el 17% del PBI. La crisis de la deuda latinoamericana se inició en los años ochenta, previamente a la asunción de Alfonsín. Desde los setenta, el endeudamiento a bajos tipos de interés aumentó en la región desde 75.000 millones de dólares a 315.000 millones dificultando los pagos con el aumento posterior de las tasas de interés norteamericanas a partir de 1979. La moratoria anunciada en México en 1982, uno de los principales deudores, fue la primera señal de que la deuda externa constituía un problema de solvencia. De esta manera, al momento de asumir el gobierno alfonsinista se hacía evidente que la retracción de capitales y la renegociación de la deuda externa –agravada por un importante proceso de estatización de esta durante la fase final de la dictadura saliente–, serían condicionantes.

2 El economista militó en la Universidad de Buenos Aires (UBA) mientras estudió economía, campo donde obtuvo un doctorado en 1985 (Grinspun, 1985). Desde los cuarenta comenzó su actividad en el Comité de la Juventud de Avellaneda llegando a ser Delegado del Comité de la Provincia de Buenos Aires y Miembro de las Convenciones Nacionales de la UCR. Asesoró en economía al Senado de la Nación por la UCR en los cincuenta y sesenta y se desempeñó como secretario ejecutivo del Consejo Nacional del Desarrollo (CONADE) en los años de Arturo Illia (1963-1966) para luego ser director del BCRA y secretario de Estado de Comercio en la misma presidencia. Posteriormente, fue funcionario de la CEPAL y asesor de varios organismos internacionales.

3 Y posiblemente, del equipo que lo acompañó directa o indirectamente en dicho cargo como en la elaboración del programa analizado; entre los que caben mencionar a Roberto Antonio Bautista Bertaina, Ernesto Weinschelbaum, René Eduardo Ortuño, Eduardo Javier Teodoro Poliche, Norberto Hildelbrando Pasini, Adalberto Rodríguez Giavarini, Néstor Edgardo Stancanelli y Armando Luis Vidal.

4 Con este libro Grinspun aportó a un ciclo de seminarios partidarios para reformular las ideas económicas de la UCR y definir un programa global. Al margen de los objetivos enunciados contemporáneamente en esta publicación, la fuente se torna importante en tanto permite captar la interpretación del exministro en torno al proceso económico en el momento coyuntural de la crisis de 1989.

5 Es preciso subrayar que si bien Grinspun tuvo un nivel de conflicto significativo con los funcionarios del FMI por la deuda externa (Restivo y Rovelli, 2011; Torre, 2022), entre 1985-1989 no formuló análisis específicos sobre la cuestión. Esto resulta en alguna medida llamativo considerando que en 1985 se elaboró el llamado Plan Baker (impulsado por el Banco Mundial y el Tesoro Norteamericano y antecedente del Plan Brady de 1989), para reestructurar los pagos de la deuda externa. No obstante, Grinspun no se refirió de forma directa ni crítica a la cuestión de la restricción externa. Tampoco lo hizo en otros documentos formulados en aquel entonces, por ejemplo, el más relevante Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, al margen de definirla como el principal problema de la economía argentina. Además de esto, se dedicó a proponer que el endeudamiento no acrecentara y a presionar por una extensión de la renegociación de intereses, proyectando poder compatibilizarlos con acceso al financiamiento externo. Es posible que esta postura en alguna medida “moderada” se explicara por las controversias que generó su gestión al interior de la UCR, y particularmente considerando que la fuente aquí analizada fue publicada por Ediciones Radicales como que Alfonsín aceptó que cumpliera funciones en la SPE con la condición de que trabajara “en silencio” evitando repercusiones públicas (Restivo y Rovelli, 2011).

6 Se trató de un anuncio oficial de Alfonsín y del entonces Consejo para la Consolidación Democrática para avanzar en un conjunto de reformas políticas pivoteadas por especialistas como el traslado de la Capital Federal, la reforma constitucional y la administración pública para crear una burocracia democrática. De hecho, Torre (2021: 323) alude que los anuncios del traslado de la Capital generaron tensiones con el equipo económico por considerarlo fiscalmente problemático.

7 En referencia a la Unión Cívica Radical del Pueblo, producto de la división de la UCR en 1957 liderada por Ricardo Balbín y Crisólogo Larralde (1902-1962), frente a la Unión Cívica Radical Intransigente liderada por Arturo Frondizi.

8 Exponente de la corriente yrigoyenista plasmada en la Declaración de Avellaneda de la que participaron Oscar Alende, Arturo Frondizi, Arturo Illia, Moisés Lebensohn, entre otros. Se caracterizó por contrariar a la línea antipersonalista y luego antiperonista. En los años cincuenta presidió el Comité Nacional de la UCRP presidida por Balbín y falleció en los años sesenta, durante la campaña a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires.

9 Como puede verse en el testimonio de Felisa Miceli y en la biografía de Ferrer de Rougier (2022). Felisa Miceli. (25 de enero de 2011). Presentación del libro El accidente Grinspun. Minuto 5:14. https://www.youtube.com/watch?v=3NAS1qkH4po

10 Lo cual amerita aclarar que el resultado cuasi fiscal sufre un deterioro cuando la inflación se acelera y el público retira dinero de las cuentas corrientes, arrastrando a la baja los intereses cobrados por el BCRA y acrecentando la brecha mencionada. Por tanto, su ponderación puede verse sobrerrepresentada por un contexto de alta inflación frente a otros factores de emisión monetaria tergiversando su peso real. En aquel entonces, el BCRA cobraba intereses por: i) la diferencia entre los saldos de depósitos que no pagaban interés –cuenta corriente– y los encajes de los mismos –monto que inmovilizan en el BCRA los bancos– y ii) los redescuentos –préstamos– otorgados a los bancos.

11 Además, cabe aclarar que la inflación –y su aceleración– distorsiona la medición del déficit cuasi fiscal dado que la tasa nominal de interés aumenta para compensar la pérdida de valor del capital depositado –no necesariamente aumentando en términos reales–.

12 En el marco de las medidas que se definieron, el alza de precios de tarifas, la devaluación del tipo de cambio y una serie de impuestos a la exportación, el acuerdo stand by con el FMI aportaba más de 3.000 millones de dólares (Machinea y Fanelli, 1988).

13 La reforma consistió en la suba generalizada de las tasas por encima de la inflación como política oficial, la apertura de nuevas entidades financieras con requisitos mínimos de operación y mayor utilización de títulos públicos para transferir ingresos al sector financiero. Las modificaciones de la Carta Orgánica de la institución instrumentaron la descentralización de los depósitos y la reducción de los encajes de niveles cercanos del 100% al 45% para generar mayor capacidad prestable y monetización de la economía. Para compensar a las entidades por el costo que se derivaba de inmovilizar el efectivo mínimo, se creó la CRM (Lajer Baron, 2018: 323).

14 Particularmente sus declaraciones públicas se ceñían a una reforma que se limitaba a eliminar la CRM aludiendo que esto mejoraría las cuentas del Estado. Reportaje a Grinspun. (17 de noviembre). Clarín, p. 10 y Rossi (2023).

15 Grinspun, B. (26 de agosto de 1985). Tercera Convención de Bancos Privados Nacionales, Asociación de Bancos de Argentina (ADEBA). Secretaría de Planificación, Buenos Aires, p. 31. Por el contrario, el equipo de Sourrouille priorizó desde el bienio 1985-1986 una estrategia de reducción del sector público sobre la base de menores erogaciones a las empresas públicas, limitándolas a 1% del PBI. Centro de Documentación e Información, Ministerio de Economía (en adelante, CDI-MECON). Política para el cambio estructural en el sector público. Mensajes de los proyectos de leyes del presupuesto 1986/1989. (1989). Buenos Aires, p. 2878.

16 Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html y Torre (2021: 196-197).

17 El cual, aunque no trabajamos en profundidad en este trabajo, formuló una estrategia de planificación económica ajustada a las restricciones de aquellos años sobre la base de la reactivación de la inversión pública y la apertura al sector privado en determinadas actividades.

18 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 3.

19 Por ejemplo, de un total de 4.342 millones de australes corrientes de 1985 se verifica que solo 28,5 millones se dirigieron a transferencias al sector privado, mientras que la mayor parte correspondió a organismos descentralizados. Ver Memoria de la Secretaría de Hacienda correspondiente al ejercicio de 1985. Ministerio de Economía, Buenos Aires, p. 13. No obstante, si se observan las erogaciones corrientes del sector público no financiero registradas en las memorias del BCRA para el mismo año puede notarse que, medido en porcentajes del PIB, el desequilibrio corriente de empresas públicas pesaba 1,8%, mientras que las transferencias al sector privado 8,7%, incluso más que los intereses de deuda (3,2%). Sin embargo, habría que señalar que el gasto en personal representaba 9,5%, superando dichas transferencias. En 1986 y 1987, a pesar de algunas variaciones en favor de las transferencias o el gasto de personal, esta estructura del gasto se mantuvo. Ver Memoria Anual del BCRA, 1988. (1989). Buenos Aires, p. 155 y Cuadro 2 en anexo.

20 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 30. Que según las estimaciones posteriores de Basualdo (2006) y Ortiz y Schorr (2021) entre 1981 y 1989 duplicaron lo percibido por los acreedores externos medido en millones de dólares.

21 Grinspun, B. (1985). La crisis externa y los programas de reactivación, Quinta Conferencia de ministros y jefes de Planificación de América Latina y el Caribe, 15 de abril de 1985. Secretaría de Planificación, Buenos Aires, p. 25.

22 Grinspun, B. (1985). La crisis externa y los programas de reactivación, Quinta Conferencia de ministros y jefes de Planificación de América Latina y el Caribe, 15 de abril de 1985. Secretaría de Planificación, Buenos Aires, p. 26. En referencia al M5, coeficiente que incluye dinero de circulación legal, depósitos a la vista, depósitos a plazo, dinero invertido en otros instrumentos financieros, bonos, letras y pagarés, el cual se redujo del 15% al 12% interanual. Sin embargo, si se observa el total de depósitos regulados y no regulados se evidencia que estos, si bien decrecieron entre enero y marzo de 1985, en los meses posteriores y hasta la implementación del Austral variaron positivamente en casi un 50%. Fue más sustantivo con el lanzamiento del plan, que pasaron entre junio y diciembre de 1985 de 3.000.000 millones de australes a más de 4.000.000 millones los primeros y de 600.000 a 2.700.000 los segundos. BCRA, Boletín estadístico, julio-diciembre de 1985, Año, 28, N. 7-12, p. 8.

23 Machinea, J. L. (12 de mayo de 2016). La experiencia de política económica en tiempos de Alfonsín. Entrevista realizada por Ciclo de Conferencias “Los ministros de Economía de la Democracia”, Universidad Torcuato di Tella. Recuperado de: https://www.utdt.edu/listado_contenidos.php?id_item_menu=5111.

24 Machinea, J. L. (12 de mayo de 2016). La experiencia de política económica en tiempos de Alfonsín. Entrevista realizada por Ciclo de Conferencias “Los ministros de Economía de la Democracia”, Universidad Torcuato di Tella. Recuperado de: https://www.utdt.edu/listado_contenidos.php?id_item_menu=5111.

25 Grinspun, B. (15 de abril de 1985). La crisis externa y los programas de reactivación, Quinta Conferencia de ministros y jefes de Planificación de América Latina y el Caribe. Secretaría de Planificación, Buenos Aires, p. 25.

26 El fuerte rechazo en el Senado al proyecto instaló una tensión permanente con el movimiento sindical, mayoritariamente peronista, que derivó en un infructuoso intento de acercamiento con el sector con el nombramiento de Carlos Alderete al Ministerio de Trabajo en 1987. Este último tornó todavía más dificultoso el control de la política salarial y las relaciones con los empresarios (Massano, 2012).

27 Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html.

28 Cabe recordar que en 1986 hubo un déficit del balance de cuenta corriente de 2.859 millones, siendo la cuenta comercial solo del 50% contra el año anterior. Esto se produjo porque se combinaron el aumento de las importaciones en 23,9% con la declinación de las exportaciones en 22,5% –explicada por una caída de los volúmenes del 12,6% y de los precios internacionales de 6,6%– (Visintini, 2022).

29 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 1.

30 Por ejemplo, el primero fue de 16,6% en 1984, 6,1% en 1985, 4,3% en 1986 y 7,3% en 1987 mientras que el segundo fue de 2,5% en 1984, 2,2% en 1985.

31 Saneamiento financiero. (8 de noviembre de 1983). Clarín, p. 19.

32 Cabe aclarar que los primeros meses desde la implementación del Austral la variación de la base monetaria fue expansiva en cifras por encima del 10% mensual en agosto, septiembre y octubre. La puja evidentemente existía, ya que puede observarse que en 1986 esas cifras se moderaron e incluso decreció la base monetaria total en marzo y junio de 1985 aunque siempre por encima en términos anuales. Por ejemplo, a diciembre de 1985 esta representaba 4.430.135 millones de australes, cuatro veces más que en diciembre de 1984. BCRA, Boletín estadístico, octubre-diciembre de 1986, Año 29, N. 10-12, p. 2.

33 Año en que bajó la inflación de forma significativa y la economía se remonetizó (Heymann, 1986).

34 Por caso, debe contemplarse el M1 (monedas y billetes más depósitos a la vista), M2 (M1 más depósitos de ahorro), M3 (M1+M2 y depósitos a plazo), M4 (M1+M2+M3 y letras del tesoro y otros componentes), entre otros.

35 Por ejemplo, el mismo Grinspun exhibe en su libro cómo la base monetaria crece menos que los precios entre 1987-1988 (Grinspun, 1989: 90). Además, llama la atención el monetarismo implícito de mirar un componente de la base monetaria como tracción para reducir los precios, aunque quizás el tema de fondo era alcanzar la reforma financiera más amplia. Por ejemplo, si se observan los años 1987 y 1988, en términos absolutos los factores de creación monetaria derivados del sector público y privado siempre fueron mayores que la regulación monetaria. Sin embargo, es posible observar que, aunque la base monetaria varió en poco más de 100% anual entre 1987 y 1988 frente a una inflación de más del 300%, si se miran los factores de creación de los recursos monetarios en el mismo periodo, la regulación monetaria lo hizo en casi 500%, mientras el sector oficial lo hizo en 201% y el sector privado en 359%. Sin embargo, en términos absolutos –en millones de australes corrientes– la regulación monetaria siempre representó un valor menor que la creación monetaria vía sector privado y público en 1987 y 1988. Memoria Anual del BCRA, 1988. (1989). Buenos Aires, p. 102.

36 De 2.128 millones de dólares a 540 millones. CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 3.

37 Con tasas de egreso que comenzaron enero de 1987 en 8% y llegaron a octubre al 14% por encima de la inflación mensual. Memoria Anual del BCRA, 1987. (1989). Buenos Aires, p. 134.

38 Este último consultado en Memoria Anual del BCRA, 1988. (1989). Buenos Aires, p. 153.

39 Considerando que la reducción del déficit fiscal del 11% del PBI al 3% en el tercer trimestre de 1985 se hizo sobre la base del ahorro forzoso que se sustentaba en adelantos impositivos a sectores de altos ingresos, el aumento de los impuestos al débito bancario y el incremento a las retenciones (Massano, 2018). Por otro lado, también se planteaba que en marzo de 1987 los títulos públicos sumaban casi 1.500.000 australes, y aunque las paridades rondaban el 90% de su valor, su volumen sin dudas era desafiante. Incluso, al cierre de 1987 estos llegaron a casi 3.000 millones de australes –sin incluir intereses– llegando a 4% del PBI (de los cuales más de un 80% se habían emitido ese mismo año). Banco Central de la República Argentina. Memoria Anual, 1987. (1989). Buenos Aires, p. 131.

40 Grinspun, B. (26 de agosto de 1985). Tercera Convención de Bancos Privados Nacionales, Asociación de Bancos de Argentina (ADEBA). Secretaría de Planificación, Buenos Aires, p. 31.

41 Si bien entre 1981 y 1991 la cantidad de entidades financieras privadas se redujo significativamente de 214 a 167, solamente cinco entidades bancarias concentraban más del 60% de los préstamos en 1983 (Wainer y Perrone, 2015).

42 Mientras estas se mantuvieron entre 3 y 3,50 % durante la segunda mitad de 1985, la inflación continuó en torno al 2%. Una vez que se inició la etapa de flexibilización del congelamiento, la variación fue de casi el 6% en diciembre de 1986. BCRA, Boletín estadístico, octubre-diciembre de 1986, Año 29, N. 10-12, p. 28.

43 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 42.

44 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 42.

45 Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html.

46 Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html.

47 El cual incluyó un ajuste estructural con reformas acordadas con el BM de apertura comercial y desregulación financiera progresiva. En lo coyuntural, también se acordó un control de precios con cámaras empresarias y un desdoblamiento cambiario para fortalecer las reservas, entre otras medidas, que finalmente fracasaron. A pesar de las expectativas, que en el corto plazo redujeron la inflación que llegaba a niveles críticos en agosto, el programa se vio dificultado por la oposición de sectores rurales al desdoblamiento, como por las dificultades con el sindicalismo por concretar las reformas, dejando en una extrema vulnerabilidad al gobierno que ya se encontraba en default con los acreedores privados.

48 CDI-MECON. Secretaría de Planificación. (abril de 1987). Plan Nacional de Desarrollo, 1987-1991, p. 38.

49 Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html.

50 La disconformidad del sector agropecuario ante la carga que significaba para las liquidaciones la nueva estructura cambiaria desembocó en las protestas y el abucheo al discurso de Alfonsín en la exposición de la SRA el 13 de agosto de 1988. Naishtat, S. (12 al 18 de agosto de 1988). Ruralistas en contra. El Periodista de Buenos Aires. N. 203, p. 35.

51 Globalmente, la fuga saltó desde niveles cercanos a los 37.000 millones de dólares en 1983 a más de 50.000 millones en 1989 (Ortiz y Schorr, 2021: 136).

52 Polémica por la reforma financiera. (31 de enero de 1985). Clarín, p. 17.

53 Grinspun, B., Mensaje a la quinta conferencia de ministros y jefes de planificación de América Latina. La Argentina y la Política Económica Internacional. Secretaría de Planificación. Buenos Aires, mayo de 1985, p. 13. Cambio que incluso, como narra, malogró una quita supuesta del 30% del capital de la deuda que había generado expectativas en Alfonsín y Sourrouille. Sourrouille, J. V. (17 de abril de 2018). Ministro de Economía 1985-1989. Entrevista realizada por Marcelo Paz, Matías Kulfas, Guido Zack y Andrés Salles. Escuela de Economía y Negocios, Universidad Nacional de San Martín. Recuperado de: https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/archivohistorico-eco-oral/sourrouille.html.

54 Además, esta crítica de Grinspun podía fundarse en que la gestión de Sourrouille no se mostró ambiciosa en la cuestión tributaria. Esto puede observarse en los presupuestos de 1985 y de 1986 que no planificaron cambios relevantes. Ver Ley Nº23.270. Presupuesto general de la administración nacional para el ejercicio del año 1985, Buenos Aires, p. 29 y Política para el cambio estructural en el sector público. Mensajes de los proyectos de leyes del presupuesto 1986/1989. (1989). Buenos Aires, p. 2891.

55 En aquel entonces, Grinspun destacó como un antecedente relevante del futuro de las negociaciones el caso de México, que logró una extensión de los pagos por 14 años mediante la renegociación de amortizaciones de 20.000 millones de dólares con una reducción de tasas del 11 al 8%. Grinspun, B. (28 de agosto de 1985). Experiencia sobre la negociación de la deuda externa, el proceso de ajuste y la perspectiva para los próximos dos años en las economías latinoamericanas, Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, Colombia. Departamento de publicaciones del INDEC, Buenos Aires.