Tcherbbis Testa, Jimena (2023).
Buenos Aires: Siglo XXI, 256 páginas.
Ignacio Martínez
Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (UNR-CONICET), Argentina.
Cuando terminé de leer la introducción de La causa de la libertad… experimenté cierto alivio. Su título anticipaba una versión más del relato canónico del nacimiento de la política moderna tras la victoria de la libertad sobre el “poder de la iglesia”, relato que, desde hace años, estudios de historia política y religiosa han desmontado por completo. Por suerte, desde las primeras páginas del libro queda claro que su objeto y su enfoque son mucho más sofisticados. Jimena Tcherbbis Testa analiza las muy diversas salidas que discutieron los pensadores y políticos liberales hispanos al dilema que presentaba la herencia de la unanimidad católica garantizada por la fuerza para la construcción de un nuevo orden político en el siglo XIX. Se trata, sin dudas, de un tema enorme cuyo abordaje supone un desafío del mismo calibre. Uno de los méritos de la autora es haber encontrado una clave para ese abordaje: la Inquisición. Pero esta no es una historia institucional del Santo Oficio. Tcherbbis estudia cómo fueron variando en el tiempo y el espacio los usos de la Inquisición como recurso retórico entre quienes debatían nuevos órdenes tras la crisis de la monarquía absoluta. Uso “órdenes” en plural para subrayar el segundo gran acierto metodológico de este libro. Lejos de preguntarse por algo tan abstracto (y ficticio) como el pensamiento liberal hispano como un todo, la autora reconstruye argumentos en acción, ajustados a proyectos concretos en circunstancias históricas precisas. Y aquí encontramos un tercer punto fuerte del libro: el esfuerzo por poner en contacto y en contraste tres escenarios del mundo hispano con características específicas. Por un lado, la España monárquica, agitada por las oscilaciones entre períodos liberales y restauraciones absolutistas. Por otro, el Perú, que pasó de ser el bastión realista en la América del Sur a ensayar salidas independientes que también oscilaron entre la concentración del poder, en clave monárquica o republicana, y las garantías liberales de los derechos individuales. En tercer lugar, el Río de la Plata, un espacio cuyas fronteras fueron desde el comienzo las de la revolución y que rápidamente se fragmentó en republicas provinciales en constante tensión entre sí, donde los tímidos proyectos liberales fueron desplazados por esquemas de fuerte concentración en los ejecutivos.
¿Por qué la Inquisición? La pregunta es sin dudas pertinente, ya que dejó de tener jurisdicción sobre el Río de La Plata desde 1813 (de hecho, nunca había existido allí un tribunal del Santo Oficio), en Perú no sobrevivió a la independencia y en España agonizó entre sucesivas supresiones hasta la definitiva en 1834. Pero su falta de entidad como poder efectivo durante el período en estudio no le quitó relevancia a su dimensión simbólica. Incluso le otorgó ductilidad en los debates que analiza Tcherbbis. Esa plasticidad le permite a la autora analizar las diferentes combinaciones ensayadas por letrados y políticos peninsulares, peruanos y rioplatenses que buscaron conciliar la tradición católica con modelos liberales para pensar la autoridad política y su relación con los gobernados. Es que la Inquisición, en tanto instrumento coactivo orientado al terreno de la conciencia, se usaba en las discusiones como mojón para indicar hasta dónde parecía lícito en cada tiempo y lugar asociar poder político con autoridad religiosa, delito con pecado y ciudadano con feligrés. De fondo, las discusiones remitían a un problema más profundo, que trascendía la cuestión religiosa. Lo que intentaron establecer con resultados tan dispares los protagonistas de este libro son los límites entre la libertad del individuo y el orden público. Es un problema de primer orden en el nacimiento de la política moderna, como se insinúa en el título del libro. Al recuperar la figura de la Inquisición en esas discusiones, la autora subraya muy acertadamente que en el mundo hispano la religión católica jugó un rol central en la definición de ese orden público.
La historia que cuenta este libro, entonces, es la del desarrollo en tres escenarios diferentes, pero relacionados entre sí, de las sucesivas reformulaciones del tópico de la Inquisición como elemento central de la clásica “leyenda negra”. En la primera mitad del siglo XIX hispánico, esas reformulaciones sirvieron para actualizar, en la matriz liberal, discusiones sobre las formas de la libertad del individuo: frente al poder político y sus prácticas judiciales y punitivas, y frente al dogma oficial, representado por la religión católica. En este aspecto Tcherbbis propone una sucesión de momentos que los tres espacios vivieron de manera desigual y con diferentes ritmos. En el primero, se erosionaron los principios del gobierno de la monarquía absoluta, en su versión colonial o en sede metropolitana, sin afectar los rasgos básicos de la unanimidad católica. En el segundo, con ritmos y formas específicos en cada caso, los protagonistas de este libro buscaron abrir brechas en ese régimen de unanimidad promoviendo la libertad de conciencia y la de cultos. Por último, en Lima y Buenos Aires, se sumaron voces que cuestionaron de raíz el carácter imprescindible de la religión católica en el orden político y propusieron la separación de Iglesia y Estado.
La apuesta de Tcherbbis, que tuvo un alto grado de audacia al intentar articular tres espacios y otros tantos momentos en un mismo relato, resulta exitosa porque el lector conseguirá recrear las diferentes situaciones y los matices que marcaron el tránsito de la monarquía católica de escala imperial al surgimiento de las naciones en Hispanoamérica. Y confío en que podrá hacerlo a pesar de la falsa pista que sugiere el título del libro. Porque quien espere encontrar entre sus páginas a la Iglesia luchando contra la política moderna buscará en vano. Sencillamente, porque la Iglesia no es un actor ya constituido en el relato de Tcherbbis. Y no podría serlo porque la Iglesia en tanto actor político es producto de esa misma “política moderna”. Como también lo fueron las posiciones e ideas que se resistieron a la libertad de cultos, o a la abolición total de la censura previa. Estas posturas, que antagonizaron con los discursos liberales, no se presentaban (como sugiere la autora) como defensores de los “privilegios” de la iglesia, sino muchas veces como abogados de su libertad. Con frecuencia tomaban como ejemplo el caso de Estados Unidos, donde los católicos tenían derecho de organizarse libremente, sin la “interferencia” de las facultades que los gobiernos hispanos reclamaban como herederos del patronato regio, que era otro de los efectos de ese régimen de unanimidad que todos estaban abandonando. Por lo tanto, el discurso ultramontano, lejos de ser ajeno a las formas de la modernidad política, podía hacer uso de algunos de sus principios, como el de las libertades de asociación y circulación. No se trata sólo de un barniz discursivo para maquillar viejas instituciones y prácticas. Como vienen señalando muchos trabajos sobre los cambios del catolicismo en la América y la Europa decimonónicas, ese universo se transformó radicalmente, adoptando formas modernas en sus instituciones, en sus formas de asociación, en el modo de circulación de las ideas, a pesar de que todo ello encarnara en un discurso antimoderno
Aquí hay un punto en que el análisis de Tcherbbis se vuelve menos sensible a las particularidades históricas y se inclina de nuevo hacia los modelos esquemáticos que había abandonado con tanto éxito al estudiar el liberalismo. Pero entiendo que ese punto ciego se debe más al objetivo del libro que a un desconocimiento de las obras que han revisado las versiones clásicas del universo reaccionario, que están citadas en el texto. En efecto, el gran trabajo de Tcherbbis consistió en recorrer los diversos escenarios en que los portavoces de una muy amplia constelación liberal hablaron sobre la libertad. Es otro ejemplo de la potencia que tienen los estudios que abordan Hispanoamérica como un espacio de conexiones fluidas e influencias recíprocas. Aunque el análisis de Tcherbbis no nos entregue hipótesis novedosas acerca de cada una de las discusiones y períodos que aborda, es un insumo válido para quienes tratamos (a veces sin lograrlo del todo) de salirnos de los marcos nacionales para comprender ese siglo tan parecido y tan diferente al mundo que vio nacer.