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Un golpe decisivo. La dictadura de 1943 y el lugar de Juan Domingo Perón

Lida, Miranda y López, Ignacio (Comps.) (2023).
Buenos Aires: EDHASA, 280 páginas.

Aníbal Jáuregui

Instituto Interdisciplinario de Economía Política, UBA-CONICET, Argentina.

Revisitar acontecimientos reconocidos por su trascendencia es una necesidad no solo de la comunidad de historiadores sino de la propia consciencia colectiva de una sociedad que se repregunta acerca de condicionantes que del pasado nos alcanzan. En el entendimiento de la historia como presente, la mirada del estudioso se ha concentrado normalmente en las estructuras de larga duración, donde el corto plazo se diluye en un conjunto impreciso de procesos.

El libro que comentamos acomete justamente la tarea de debatir acerca de un acontecimiento temporalmente acotado que el peronismo se adjudicó como prehistoria. Esa narrativa de los “orígenes” consideraba al golpe militar que puso fin a la denominada “Década Infame” como la expresión del pueblo silenciado por las prácticas antidemocráticas del régimen neoconservador. Se propone entonces el saludable ejercicio de revisar crítica y coralmente esa tradición. Un golpe decisivo… echa luz sobre la historia del régimen nacido el 4 de junio cuyo recorrido estuvo lejos de la linealidad. Busca poner en evidencia que el 17 de octubre de 1945 no estaba contenido en el 4 de junio; fue el resultado contingente de la acción de protagonistas que fueron entrando y saliendo de la primera plana, en una “dinámica vertiginosa”.

Señalemos en principio lo que se llama el “clima de época”. El liberalismo ha pronunciado su declinación en todas partes y la Argentina no es la excepción. Realizado el pronunciamiento el 4 de junio, sin “programa claro ni liderazgo definido”, se superponen una multiplicidad de objetivos. Confusión y perplejidad definían el momento. Pero, los militares junianos supieron de a poco constituir una “agenda común”, orientada hacia la acción social, que incorporaba el autoritarismo como método y el nacional-catolicismo como ideología.

Ese camino se advierte claramente en el terreno educativo; el ministro Gustavo Martínez Zuviría emprendió un programa regeneracionista que entre otros aspectos incluía la educación religiosa obligatoria. Ese programa pudo avanzar con cierta facilidad en las ramas de la educación básica, pero encontró una fuerte resistencia en las aulas universitarias por parte del reformismo. También rechazaban la gestión gubernamental figuras de extracción conservadora que ya eran parte de la burocracia académica. Como señalan Buchbinder y Graciano, el conflicto por la administración de las universidades públicas enfrentaba a dos sectores de la burocracia y eso explica en buena medida las dificultades que tuvieron los gobernantes en aplicar su plan.

A diferencia de lo que sucedería en otros gobiernos autoritarios de la época, el régimen de 1943, aunque contó con el apoyo de civiles, tuvo su columna principal en el Ejército. El rol decisivo de los uniformados, como aclara I. López, los convirtió en los grandes protagonistas, aunque la división entre ellos fue marcada. La politización y la facciosidad militar convirtió al Ministerio de Guerra en el instrumento clave de la gobernabilidad, aliadas a la tradición presidencialista de la cultura política argentina. No en vano, Ramírez, Farrell y Perón fueron ministros de Guerras antes que presidentes.

Mal se podría entender la encrucijada política si no reparamos en las dificultades de la coyuntura económica, atravesada como estaba por la Gran Crisis, la Depresión y la Segunda Guerra. La anormalidad en los mercados internacionales que describen Bragoni y Olguín abría la puerta a la promoción industrialista que diversificara las fuentes de creación de riqueza, siguiendo la política denominada de Sustitución de Importaciones que describe con detalles el capítulo de Belini.

En medio del proceso de transformación económica, la Iglesia sería en buena medida la encargada de la provisión de consensos simbólicos en los que se podía sostener un proyecto político. El nuevo gobierno fue concebido por los distintos estamentos eclesiásticos, según nos muestra M. Lida, como una oportunidad para poner en práctica su ideario de regeneración social, con extensión de las leyes sociales e implantación de la educación religiosa. El nuevo elenco gobernante era consciente de que la primera parte de ese programa requería de una aceptación que no podía bajar de arriba hacia abajo. La búsqueda de consensos en los sectores obreros, que partía de Perón y la Secretaría de Trabajo y Previsión terminó generando cierta disconformidad en la Iglesia que, más allá de la heterogeneidad interna, veía que Perón con el objetivo de contener la conflictividad social, la propiciaba. Si bien la candidatura de Perón en febrero de 1946 fue acompañada por la Iglesia, no terminaba de satisfacerla, más allá de compartir con el exitoso coronel el “Mito de la Nación Católica”. P. Canavesi describe minuciosamente la compleja ingeniería implementada por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión en la construcción de los mecanismos de regulación del trabajo y del nacimiento de un nuevo tipo de organización obrera que se consolidaría con el tiempo.

La política laboral disparó una confrontación en torno a la cual se estructuró una institucionalidad argentina por décadas. Esta estaba conformada por el eje establecido por los nuevos gobernantes con los partidos políticos, como consigna el capítulo escrito por Ragno y López. Aunque los vínculos iniciales entre la Dictadura y las corporaciones políticas no fueron escasos, entraron en un cono de sombra a raíz del decreto de prohibición de los partidos. Con todo, desde el oficialismo se mantuvieron contactos con distintos sectores y dirigentes políticos. Especialmente con el sabattinismo cordobés, pero también con otros sectores conservadores, socialistas e incluso comunistas. El capítulo sobre el Partido Comunista escrito por H. Camarero, muestra su situación única por sus definiciones ideológicas y por sus vínculos con la Unión Soviética. A finales del neoconservadurismo, se había incrementado del sesgo represivo sufrido a través de la Sección Especial de Represión al Comunismo. Ello explica que hubiera un momento de expectativas positivas iniciales que se desmoronaron pronto y el PCA pasó a ser la primera agrupación política que habló del “nazi-fascismo del GOU”. Esta orientación también se anclaba en la amenaza que las políticas públicas significaban sobre las posiciones destacadas que el comunismo había conquistado en la clase obrera. La conducción partidaria, en manos de Codovilla y Ghioldi, derivó su oposición a la Dictadura hacia la configuración de una alianza fuertemente opositora, dentro de la lógica de los Frentes Populares, cuyo soporte radicaba en gran medida en el rechazo a la neutralidad bélica. Esta orientación como se sabe terminó en la Unión Democrática que buscó unir a todo el arco opositor en una operación a la postre frustrada. Fue un momento de exacerbación de la confrontación política e ideológica.

Finalmente, como síntesis, esta experiencia editorial introduce un mosaico de temas y problemas para describir la singular coyuntura política argentina de 1943/1945 que fue muy fértil en las etapas subsiguientes de la vida nacional. Su originalidad radica en que busca contar el ascenso de Perón sin tomarlo como principal referencia de su historia, una forma de reconocer que ese peronismo fue mucho más que la hazaña de su creador.