Di Liscia, María Silvia (Ed.) (2022).
Rosario: Prohistoria, 252 páginas.
Cecilia Simón
Departamento de Humanidades. Universidad Nacional del Sur, Argentina.
¿Otro libro de museos? ¿Los museos para qué? ¿De quiénes y para quiénes son los museos? ¿Y las cosas que alojan o las historias que narran? María Silvia Di Liscia, la editora de la compilación de trabajos que lleva por título Museos y comunidades en la Patagonia argentina. Representaciones y relatos históricos entre pérdidas y encuentros, así como la especialista que lo prologa, Mirta Zaida Lobato, formulan aquellas preguntas que giran sobre el sentido de los museos para presentar un tema que mantiene vigencia.
La trascendencia de la temática y de los museos descriptos en los doce capítulos reside en aquello que estos espacios son, representan y sostienen a pesar de llevar muchas décadas de existencia, a veces con magros presupuestos y múltiples tensiones. También destaca que estos espacios no son pensados en abstracto, sino en torno a la comunidad, como una categoría epistémica que se instala en el campo de las ciencias sociales, las humanidades y las artes para recordarnos que las otrora Instituciones hoy son espacios, prácticas y dispositivos. Es un libro con una perspectiva temporal y espacial amplia, desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, dentro del vasto territorio de la Patagonia. Las autoras, que en su mayoría son mujeres, tienen formaciones y trayectorias diversas. Son estudiantes, graduadas, doctoras, especialistas, artistas, directoras de museos y miembros de comunidades indígenas. Muchas de ellas están vinculadas con las actividades académicas, de investigación y de enseñanza universitaria, aunque también con la gestión y la curaduría de estos espacios.
En el libro, los capítulos se organizan en dos partes: Reflexiones y casos y Experiencias con museos, con un pequeño desbalance a favor de la primera por la cantidad de propuestas. La introducción escrita por la editora presenta los estudios sobre museos y las propuestas de la museografía desde una perspectiva histórica. Cierra ese derrotero de políticas culturales, reflexiones filosóficas y tensiones sobre la representación de la otredad con el estado de las cosas en la posmodernidad, un eterno presente en el que los museos parecieran no tener mucho para decir y, sin embargo, en cada capítulo se recuerda que, a fuerza de tracción de las comunidades y su empoderamiento en la construcción de nuevos relatos históricos, significación de su materialidad y propiciamiento de ejercicios de memoria, se tramitan nuevas propuestas museográficas y, por lo tanto, nuevas perspectivas de análisis.
En la primera parte del libro las reflexiones son históricas e incluyen estudios en la provincia de La Pampa, pero también Buenos Aires, Río Negro y Salta. El primer capítulo, escrito por Marisa González de Oleaga, hace un racconto comparativo de la otredad y las nociones de memoria, silencios y orígenes en los museos de América en Madrid, de Sitio de Alta Montaña en Salta y el Sitio de memoria de la Ex Esma. Los tres capítulos siguientes dialogan entre sí al proponer una lectura histórica sobre el desarrollo de las prácticas museográficas. María Elida Blasco aborda la museología y la museografía histórica en la Argentina hacia finales 1960 y comienzos de 1970, desentrañando las contradicciones y tensiones entre innovación, vanguardia y nuevos medios audiovisuales frente a las tradiciones de las elites locales y el uso político del pasado. Luego, María Alejandra Pupio escribe sobre la historia de los vínculos entre profesionales y amateurs a partir del análisis de las prácticas en los museos de arqueología de Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XX. En el proceso de profesionalización, aficionados sería una categoría necesaria para la existencia de una disciplina cada vez más técnica e internacional. En el capítulo siguiente, a cargo de Giulietta Piantoni, se estudian las redes de aficionados y la conformación de una comunidad de practicantes a partir del trabajo minucioso con archivos “estallados”, lo que implica lecturas y relaciones, creativas e indiciarias, entre los documentos no lineales.
Los siguientes capítulos de esta sección avanzan en el tiempo y se concentran en la provincia de La Pampa. Mirta Zink y Stella Cornelis toman nota de las acciones implementadas por el área de museos de La Pampa desde el retorno de la democracia y hasta 2015. Trabajan con documentos de archivos, material periodístico y entrevistas a los responsables de esos espacios, destacando la importancia de estas investigaciones para el desarrollo de políticas públicas en función de sus necesidades y demandas. Claudia Baudaux, en el capítulo siguiente, recopila la historia del Museo del Castillo del Parque Luro, su propuesta museística, los relatos y los recorridos generados dentro de la reserva natural. Allí se pondera una historia del siglo XIX sin conflictos o tensiones, totalmente desligada del genocidio indígena asociado a sus orígenes. Esta primera parte del libro cierra con el análisis de dos museos regionales a través de entrevistas y estudios de salas: María Agustina Gareis y Anamaria Macedo abordan las narrativas de los museos municipales de Alpachiri y Miguel Riglos, indagando en la organización institucional y el impacto que estos espacios tienen en sus comunidades. Finalmente, en el capítulo escrito por María Silvia Di Liscia, se analiza la exhibición del museo de la localidad de Toay, para develar el pasado que se narra y las tensiones que se silencian.
La segunda parte del libro expone las experiencias desarrolladas en algunos museos de La Pampa, describiendo diferentes propuestas de la museografía comunitaria. María Agustina Gareis y María Silvia Di Liscia presentan el caso del museo de la Comunidad de Winifreda, a través de la entrevista a su gestora, Claudia Patricia Visbeek. De su relato se desprenden cuestiones asociadas a la toma de decisiones, el manejo de bajos presupuestos y la importancia del compromiso de la comunidad en la producción de historias pequeñas sobre la vida cotidiana del pueblo. En el capítulo siguiente, Gabriel Miremont aborda la propuesta de un museo biográfico en torno al dirigente político del Partido Justicialista Rubén Hugo Marin. El uso de la casa familiar, de la clase trabajadora que representa su partido y la vida de quien fuera gobernador de la provincia dialogan con la comunidad del pueblo Trenel, la historia de esa localidad y de la vida política y social argentina. En el capítulo siguiente, Daniel Pincén cuenta las experiencias en el Museo Provincial de Historia Natural, su historia, las transformaciones en el tiempo y el vínculo de aquellas colecciones con las prácticas del naturalismo. A partir de la muestra permanente del 2022, el autor articula nuevos diálogos y relaciones entre las nociones de naturaleza y cultura, que incluye la revisión de los vínculos históricos y de la participación de las comunidades indígenas y su cosmovisión. En el último capítulo del libro, Daniela Rodi trabaja con las experiencias educativas de tres museos de Red de Museos de La Pampa: el Museo Provincial de Artes, el Museo Provincial de Historia Natural, ambos situados en Santa Rosa; y la Casa Museo Olga Orozco en Toay. Cada caso es una apuesta a imaginar herramientas y proponer acciones para democratizar estos espacios y saberes.
La virtud de un libro tan diverso estriba en abordar experiencias concretas de los museos en la provincia de La Pampa e historizar las prácticas de otros en la Argentina. El desafío quedará en migrar los casos locales a estudios de escala nacional o supranacional, a través del fomento de redes y vínculos entre profesionales y comunidades. Narrar la historia es reflexionar e instalar una lectura crítica sobre el pasado, allí donde las propuestas museales puedan abrirse o ser de las comunidades. Un tema pendiente que el siglo XXI y las experiencias locales parecen tener bien presente en algunos de los casos reseñados.