Linebaugh, Peter y Rediker, Marcus (2024).
Buenos Aires: Tinta Limón, 520 páginas.
María Macarena Ferreiro
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos, Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, UBA-CONICET, Argentina.1
Según la mitología griega, Hércules debía realizar doce trabajos imposibles para poder alcanzar la inmortalidad. Uno de ellos consistía en matar a la hidra de Lerna, un monstruo similar a una serpiente de múltiples cabezas que, al cercenarle una, podía engendrar otras dos o tres en su lugar. En Europa y sus colonias en América, durante los siglos XVII y XVIII, los gobernantes de la época utilizaron la victoria de Hércules como metáfora para dar pelea a todo quien pusiera en peligro la construcción de una nueva economía que derivaría en el capitalismo moderno. De esta manera, personificaron a la hidra en un vasto y heterogéneo sector: piratas, siervos por contrato, africanos esclavizados, trabajadores urbanos, comuneros desposeídos, soldados, marineros y religiosos radicales que lucharon contra la implantación de un modelo de producción basado en el terror, la muerte y el disciplinamiento de los cuerpos.
El libro de Linebaugh y Rediker se centra, justamente, en las experiencias atlánticas de lucha de todos estos sujetos ignorados, muchos de los cuales compartían y proponían ideas muy radicales para el espacio y el tiempo en el que vivieron, recuperando sus voces y disputas. El análisis de los autores sigue la tendencia Atlantic History o World History, surgida en Estados Unidos durante la segunda posguerra y basada en la noción de que América, África y Europa han conformado un sistema regional mediante el cual pueden estudiarse los diversos intercambios y conexiones que se dieron a ambos lados del Océano, desafiando las fronteras nacionales y las temporalidades cortas, y dando lugar a un enfoque que permita dar cuenta de una dimensión global de la formación del capitalismo y de las distintas experiencias de rebelión. Siguiendo esta línea, proponen estudiar el período de la gran expansión atlántica de Europa en su búsqueda por nuevas rutas de comercialización y nuevos lugares para conquistar, y su relación con África y América como espacios dominados pero en lucha, construyendo una interpretación “desde abajo” en donde los protagonistas son aquellos sujetos dejados de lado por la historia de los grandes hombres.2
Para dar luz a estas conexiones atlánticas, La hidra de la revolución recorre, a través de nueve capítulos, luchas interconectadas durante los siglos XVII y XVIII que sucedían en simultáneo en América, África y Europa, y en cuatro escenarios distintos –la cámara de los Comunes en Inglaterra, las plantaciones en América y el Caribe, los barcos que transportaban personas esclavizadas y las fábricas americanas e inglesas–. En estos espacios se reconstruyen grandes revueltas como la rebelión de Nápoles liderada por Masaniello (1647), el incendio del Fort George provocado por un revolucionario en Nueva York (1741), la revuelta de Tacky contra la esclavitud en Jamaica (1760) o la insurrección en Barbados (1649) contra una violenta disciplina laboral en las plantaciones coloniales, historias donde las figuras principales son categorizadas por la élite como la “hidra”.
Si bien pueden hacerse diversas lecturas del libro, encuentro tres ejes mencionados por los autores que considero esenciales para ir recorriendo el relato que parte desde lo particular e invita a lo general: la expropiación y colonización de las tierras comunales en África, América y Europa, la violencia ejercida por el grupo dominante transcontinental europeo y americano para disciplinar a esa gran multitud y, por último, las luchas e insurrecciones como respuesta a toda la opresión. Para narrar estos sucesos, los autores utilizarán una impresionante y diversa cantidad de fuentes logrando que la narración, los documentos y los hechos históricos dialoguen entre sí, debatiendo constantemente.
De esta forma, los ejes funcionan para unir distintas experiencias que fueron conformando la base del desarrollo capitalista, pero también diversas experiencias de resistencia que, gracias a su puesta en relación, se comienzan a ver como globales. En primer lugar, se expropiaron las tierras europeas y americanas pertenecientes a campesinos mediante la destrucción, el cercamiento o la colonización como puede verse en los capítulos 1 y 2 con el naufragio del Sea-Venture (1609) o el rol fundamental que cumplen los leñadores y las aguadoras en Inglaterra rompiendo los espacios comunales a través de la tala de los bosques, el drenaje de los pantanos, la construcción de puertos para el comercio de larga distancia y la colocación de vallas para crear propiedades privadas (principios del siglo XVII). También cumple un rol central la conquista de nuevos territorios mediante la religión y la violencia, como sucedió en el Caribe a principios del siglo XVII, o bien el “arrendamiento de tierras” como quedó, por ejemplo, establecido en el preámbulo de la Ley de Colonización de Irlanda, en 1652, que los autores trabajan en el capítulo 4.
En segundo lugar, he mencionado que estos procesos no pudieron realizarse sin el uso de la violencia. En este sentido, el libro recorre desde la expropiación de tierras a la que fueron sometidos los campesinos en África, Inglaterra, Irlanda, Barbados y Virginia entre 1600 y 1640 –que puede verse en los primeros cuatro capítulos del libro– hasta el tráfico de los esclavizados africanos por parte de Inglaterra, la migración y el desarraigo que empujó a muchos individuos a convertirse en piratas a partir del siglo XVIII como narra el capítulo 5, los revolucionarios estadounidenses categorizados por la elite como “cuadrilla variopinta” analizados en el capítulo 7 o los sentenciados a prisión por conspirar ante los múltiples proyectos que los gobernantes transatlánticos tenían en mente, estudiados en los capítulos 6 y 8. De esta forma, se estableció un disciplinamiento de los cuerpos donde el trabajo, el terror y el castigo iban de la mano.
En tercer lugar, y estrechamente relacionado con el eje anterior, se encuentran las resistencias y formas de cooperación de esta multitud de personas y grupos diversos que conformaban un sector desposeído, capaz de unirse para conspirar y rebelarse sin importar sus diferencias étnicas o de género. En un momento clave para el desarrollo del capitalismo, toda búsqueda por un tipo alternativo de vida –un mundo sin esclavitud, sin propiedad privada, sin trabajo– era ferozmente castigado. A pesar de la imposición del terror, los oprimidos se las arreglaban para compartir sus ideas y experiencias en múltiples espacios, pues la posibilidad de crear una sociedad estructurada por fuera del capitalismo siempre rondaba sus mentes.
De este modo, las experiencias atlánticas de resistencia ilustradas en este libro nos permiten recuperar las voces ignoradas de todos estos sujetos que, a pesar de sus dificultades y contradicciones, se las ingeniaron para generar diversas formas de solidaridad colectiva y humanitaria muy radicales para la época en la que vivieron, donde cualquier idea que no siguiera el discurso divulgado por los gobernantes transatlánticos era motivo de persecución y castigo. Es fundamental retomar sus vidas, sus luchas y experiencias para no olvidar que la historia puede ser contada por los grandes hombres, como Hércules, pero también puede ser narrada por esa hidra global, multiétnica y variopinta, cuyas cabezas emergerán con más fuerza cada vez que le quiten una.
1 Con el apoyo del proyecto FILOCyT F22-003.
2 Jiménez, Michael y Rediker, Marcus (2001). What is Atlantic History? Disponible en línea: https://www.marcusrediker.com/articles-and-opinions/what-is-atlantic-history/