Di Stefano, Roberto (2024).
S. M. del Tucumán: UNSTA (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), 135 páginas.
Lila Caimari
Universidad de San Andrés-CONICET, Argentina.
Tres escenas abren este libro, marcando un haz del pasado reciente al más lejano. Todas ocurren en diciembre, el tradicional mes de celebración de la virgen. La primera, una multitudinaria manifestación en la Plaza de los dos Congresos, gira en torno al proyecto de despenalización del aborto de 2020. La segunda, en la Plaza de Mayo de 1955, es una celebración del orden político impuesto luego del golpe militar contra Perón. La tercera, en 1904, ocurre en ocasión de los fastos del aniversario de la publicación de la carta apostólica Ineffabilis Deus, y refiere a una furibunda pastoral contra los males de la modernidad. En cada instancia, y de maneras muy diferentes, los actores evocan la figura de la virgen.
La lista podría ser más larga y adentrarse más en el tiempo, dice Roberto Di Stefano, autor de este sustantivo libro de síntesis sobre los sentidos y usos de la Inmaculada Concepción en la Argentina. La afirmación es confirmada reiteradamente, a medida que se avanza de los inciertos y querellosos orígenes teológicos y culturales de esta creencia, entre los siglos IX y XIV, hacia la estabilización doctrinaria en el mediado siglo XIX. Y de allí, a las estaciones de su circulación en el tiempo y el espacio. Esas estaciones van de la España del siglo XVII a la Argentina de Menem, en un juego de traslados de sentido, de reconfiguraciones de la potente herencia simbólica recibida, de devociones populares por momentos muy masivas. Y también, de apropiaciones y no poca manipulación política.
El recorrido se inicia con una precavida aclaración conceptual sobre el sentido del dogma mismo, un preámbulo en absoluto prescindible dadas las confusiones de sentido y las brumas que rodean el significado de “Inmaculada Concepción”. La expresión no refiere a la virginidad de la virgen, como se cree a menudo, sino a su propia concepción no pecaminosa, ocurrida por medio de relaciones sexuales normales de algún modo libres del pecado, preservándola de la mancha original. El popular saludo campero lo dice con claridad: “Ave María purísima! / Sin pecado concebida!”. De allí un fondo semántico asociado a la pureza, que se mantendrá en el tiempo.
Este estudio muestra hasta qué punto una figura específica y conceptualmente compleja puede volverse objeto de usos variables –aunque no indeterminados ni impredecibles– con momentos de auge y de eclipse. En la España del siglo XVII, por ejemplo, la pureza de la Inmaculada refuerza la insistencia monárquica en la pureza de la sociedad española, sospechada de albergar resabios moriscos o judíos. Sobre esa unidad insisten las autoridades políticas, que heredarán a la Inmaculada junto a la Corona y no cesarán de reforzar la asociación. La llevarán más lejos, como sabemos, pues la Inmaculada “pasó a América con las tres carabelas” (p. 30).
Una vez el objeto instalado en la sociedad colonial, el análisis ingresa en mundos bien conocidos por Di Stefano, quien se sirve de la Inmaculada como guía para dar cuenta de fenómenos más amplios. En los territorios que hoy son argentinos, esta devoción aparece tempranamente en santuarios de frontera: en Catamarca, en Itatí y en Luján, cada uno con connotaciones propias. La Inmaculada es importante durante la era colonial, sin duda, pero no siempre ni en todas partes. Su florecimiento transcurre en el austero siglo XVII. En tiempos de reformismo borbónico, su reinado será disputado por advocaciones más populares de la virgen –la del Rosario, de la Merced y del Carmen.
El eclipse no hará sino profundizarse con la Revolución, tan adversa a símbolos ligados a la detestada España. He aquí una observación fundamental: no hubo en el Río de la Plata nada comparable a la virgen de Guadalupe, ninguna operación de sincretismo que permitiera asociar la revolución local a una advocación mariana criolla consolidada, como ocurriera en México. Los ejércitos tuvieron sus patronas, desde luego, y no faltan pruebas de la devoción de sus líderes. Pero en tiempos de ruptura con España, no hay una virgen patrona de la independencia americana que permita energizar un culto popular de mayor vitalidad. Por muchos años, la Inmaculada estará lejos de las corrientes dominantes en la sociedad.
El regreso triunfal ocurrirá recién a fines del siglo XIX, en asociación lejana y demorada con la cruzada contrarrevolucionaria y antimoderna en Europa, donde Pio IX hace pública la carta apostólica Ineffabilis Deus (1854), con la Virgen como protectora ante los peligros del mundo. Un catolicismo local más bien ensimismado tarda en hacerse eco de la gran gesta universal contra los nuevos enemigos de la fe. La intensidad de sentidos se recobrará en los años 1870, con el incendio del colegio El Salvador y la recepción –ahora sí– de un nuevo mandato ideológico capaz de galvanizar pasiones. Como ha hecho en trabajos previos, Di Stefano despliega su destreza hermenéutica en la lectura de sermones, identificando un arco referencial antagónico que entre mediados y fines del siglo se desplaza de los malones a los impíos racionalistas. La Inmaculada cumplirá un papel fundamental en la nueva etapa, erigiéndose en símbolo contra la secularización, la “subversión” y la “inmoralidad”. Es entonces cuando la coincidencia simbólica entre los colores de la virgen y los de la bandera argentina se torna en leitmotiv reiterado en discursos de todo tipo.
De allí en más, se recorren capítulos conocidos de la historia del catolicismo argentino, observados desde el punto de vista que provee la vigencia de una Inmaculada siempre asociada a la resistencia al cambio, a una piedad pura y antimoderna que se hace fuerte en el modelo de la religiosidad femenina. Acompañará los hitos del reverdecer del catolicismo de principios del nuevo siglo, prestará su figura para el regreso a la hispanidad en clave nacionalista, cuando la relación entre catolicismo patriotismo e hispanismo se vuelva importante. Será una referencia organizadora en tiempos de presencia pública de los católicos, en las manifestaciones masivas de principios del siglo XX, y en el Congreso Eucarístico Internacional de 1934. Tendrá su momento de auge con el primer peronismo “mariano” y su eclipse en los tramos tardíos, de enfriamiento y crisis con la Iglesia. Volverá con los “libertadores” antiperonistas, en momentos en que se cumple el siglo de su consagración dogmática.
Si a lo largo de esa centuria los sentidos asociados a la Inmaculada han preservado cierta organicidad antimoderna, el Concilio Vaticano II planteará un desafío abierto, cuando la búsqueda de una figura más cercana a los fieles requiere de la virgen “más bien una hermana y un modelo de creyente que una reina del universo suspendida en el cielo” (p. 98). En este tramo se percibe cierta lucha entre los sentidos tradicionales (levantados por Onganía en su anacrónica consagración del país al Inmaculado Corazón de María, en 1969) y los que despuntan en las prácticas populares y las peregrinaciones villeras del Cristo Obrero, que encuentran un lugar cómodo en el emergente peronismo de izquierda.
Las masivas peregrinaciones a Luján proveen un nuevo termómetro de esas adjudicaciones de sentido, que encontrarán una dimensión adicional en el contexto de la dictadura militar y el papado de Wojtyla. La causa principal será la cruzada contra el aborto, un terreno donde la Inmaculada presta un núcleo simbólico ideal. Allí se configura uno de los capítulos más interesantes de la saga argentina de usos y desusos de esta figura. Arrinconado por las críticas episcopales al precio social de sus reformas económicas, Carlos Menem hace un movimiento audaz (y abiertamente calculado) de acercamiento al Papa. Su gobierno restaura el feriado del 8 de diciembre, al que se agrega el “Día del niño por nacer”. Esta recuperación de una Inmaculada Concepción celeste y pura condensa un nuevo ciclo de vigencia simbólica. Lo veremos en las manifestaciones en torno a la ley de despenalización del aborto, en diciembre de 2020, cuando la virgen salió a la calle con los pañuelos celestes.
Publicado en la editorial tucumana de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, este trabajo fue concebido para una colección destinada a historias breves y sintéticas de las efemérides argentinas. El proyecto naufragó, lamentablemente, dejando inconclusos numerosos borradores. Debemos agradecer que este estudio –con su tema potente, su conocimiento profundo del objeto y su agilidad narrativa– haya encontrado un hogar y se haya salvado del desastre.