Bonvini, Alessandro (2022).
Bari-Roma: Editori Laterza, 368 páginas.
Mario Etchechury Barrera
Investigaciones Socio-Históricas Regionales (ISHIR)-CONICET, Argentina.
El libro que nos presenta el investigador italiano Alessandro Bonvini,1 fruto de una extensa investigación de seis años en bibliotecas y archivos de nueve países, analiza la emergencia y consolidación en el espacio atlántico de una tradición de activismo y política anti-absolutista protagonizada por emigrados y exiliados procedentes de la península itálica, un problema que el autor circunscribe como “el patriotismo fuera de Italia” (p. 12). A partir de un enfoque transnacional, y cubriendo un arco temporal que transcurre entre las últimas décadas del siglo XVIII y fines de la centuria siguiente, la monografía se propone rastrear e inscribir en sus respectivos contextos geopolíticos a tres generaciones de actores muy diversos y heterogéneos. A lo largo de sus páginas se reconstruyen las trayectorias de revolucionarios y combatientes movilizados alrededor de agendas y proyectos definidos, pero también de una multitud de aventureros, comerciantes, artesanos y corsarios cuyos propósitos para sumarse a estos circuitos no eran solo políticos. Una de las muchas virtudes del enfoque de Bonvini estriba, justamente, en su capacidad para abordar a esta “miríada de actores” sin inscribirlos en una teleología que solo mensure su relevancia de cara al ulterior proceso de unificación de la península itálica articulado a partir de 1848/1849. De hecho, con independencia de los considerables aportes historiográficos de las últimas décadas, muchas de las indagaciones sobre el tema siguen girando de forma un tanto excluyente en los factores “internos” o regionales de ese proyecto de Estado-nación unitario, cuando en realidad se trató de un “movimiento diaspórico por excelencia” (p. 11). Este enfoque desafía las interpretaciones unívocas de muchos relatos historiográficos todavía vigentes y apela, en su lugar, a una “visión policéntrica”. Como lo demuestra acabadamente la investigación de Bonvini, la construcción de un “patriotismo” y de una “nación italiana” –como imaginarios y como conjunto de acciones político-militares dirigidas a concretarlas– trascendió largamente la cuenca mediterránea, por lo que muchas de sus claves explicativas deben buscarse en las comunidades y circuitos del exilio político situadas en el espacio atlántico.
Tomando como base estas consideraciones y a partir de una monumental investigación documental y bibliográfica, Bonvini despliega su argumento en seis capítulos, cada uno de ellos organizado en torno a una coyuntura geopolítica de dimensiones internacionales.
El primer apartado, “La aventura en el Nuevo Mundo”, se posiciona en el espacio Caribe, entre fines del siglo XVIII y la década revolucionaria de 1810, para reconstruir la participación de numerosos activistas peninsulares en “sectas”, redes de conspiración, milicias y operaciones de corso naval. Dejando de lado las alternativas de este proceso, queda claro que se trató de una etapa de capital importancia, dado que fue en ese lapso cuando se configuró entre los patriotas italianos –de la península y del exilio– un primer modelo de lucha anti-absolutista, “un momento americano en la cultura risorgimental destinado a permear las futuras corrientes liberales y republicanas” (p. 32) y que también tuvo su prolongación en Europa –principalmente en Londres– donde se reunían y coordinaban acciones exiliados muratianos, veteranos napoleónicos y grupos opositores a los borbones.
En el segundo capítulo, “Los mensajeros de la revolución liberal”, Bonvini realiza un estudio interconectado de la década de 1820, uno de los nodos articuladores de una poderosa corriente de liberalismo constitucional. Luego de repasar el papel de Grecia y del movimiento filo-helenista como elemento catalizador para muchos patriotas italianos, el autor estudia el lugar crucial de la España del Trienio liberal, a la que más adelante define como la “cuna del internacionalismo anti-absolutista” (p. 148), para retornar después al continente americano, donde en la misma época actuaron carbonarios, republicanos y liberales. Fue en esa precisa coyuntura, como demuestra Bonvini –retomando aquí la conceptualización de Maurizio Isabella– que se fortaleció la práctica del voluntariado en armas y se desarrollaron entramados de solidaridad entre revolucionarios de diversas procedencias que dieron cuerpo a una suerte de “internacional liberal”.
En la tercera sección, “Revoluciones y contra-revoluciones nacionales”, es donde más destaca el ejercicio de restitución de la conectividad de ese patriotismo atlántico que ensaya Bonvini a lo largo de todo el texto. En este caso se siguen las trayectorias de una segunda generación de peninsulares en el exilio, para estudiar su alineación político-miliar en los diversos clivajes que organizaron la política facciosa post-revolucionaria latinoamericana e hispano-portuguesa de las décadas de 1820/1830: centralistas/federalistas, conservadores/liberales, unitarios/federales, isabelinos/carlistas, entre otras opciones que estructuraron el campo político a ambas orillas del Atlántico.
Los capítulos 4 y 5 conforman un tándem, con múltiples contactos y cruces internos. En el primero de ellos, “Republicanismo atlántico”, Bonvini aborda una etapa fundamental en la construcción de las redes de activismo transnacional, tomando como núcleo analítico la articulación global de la Giovine Italia de Giuseppe Mazzini y sus colaboradores, a partir de la década de 1830. Para ello explora su proceso de radicación en el Imperio del Brasil, en el Río de la Plata y en los Estados Unidos de América hasta arribar a su cenit, en el contexto de las revoluciones de 1848. Para ese entonces, el mazziniano ya era uno “de los mayores movimientos republicanos a escala global” (p. 203), con una malla de “congregas” o filiales que iban desde Montevideo al Imperio Otomano, pasando por Malta, las principales ciudades de Europa, el Caribe y el norte de África. En el capítulo 5, “Una patria universal”, el autor retoma esa historia enfocándose en espacios más concretos, comenzando por la cosmopolita Montevideo de mediados del siglo XIX, centro de formación del voluntariado armado de Giuseppe Garibaldi y sus célebres “camisas rojas”, que a la postre representaría la principal tradición político-militar del Risorgimento surgida en el exilio. A partir de allí nos desplazamos a las continuidades que tuvo este voluntariado en la defensa de Buenos Aires (1852/1853) y en la formación de la Legión Agrícola Militar de Bahía Blanca, a mediados de la década de 1850, experiencias analizadas en detalle, sin perderse de vista sus conexiones transnacionales. El bienio de 1848/1849 operó como una de las bisagras de este proceso, tal como argumenta Bonvini. Aunque efímera en su duración, la experiencia de la República Romana de 1849 generó una movilización sin precedente y ofició de “rito de pasaje” para una tercera generación de activistas, “soldando” la concepción del “nacionalismo en armas” con la tradición del voluntariado de los “camisas rojas”, una alianza que tendría un curso tan sinuoso como controversial a lo largo de las dos décadas siguientes. El capítulo vuelve a remitirnos a otras áreas geográficas, incluyendo los vínculos de los patriotas peninsulares con los grupos liberales que resistían la ocupación francesa de México, durante la década de 1860, que impulsó, entre otras cosas, proyectos para formar legiones de voluntarios.
Por último, en el sexto capítulo, “Internacionalismo garibaldino”, el autor estudia los procesos de enrolamiento de combatientes en una serie de conflictos globales, cuando ya el voluntariado en armas constituía una tradición poderosa. En este apartado se incluye la participación de voluntarios, enganchados y milicianos de distinto encuadre en escenarios diversos, desde la guerra de Secesión norteamericana o la sangrienta conflagración de la Triple Alianza contra el Paraguay, hasta la insurrección cubana de mediados de la década de 1890, pasando por la contienda franco-prusiana de 1870, el alzamiento griego de 1866 y la rebelión de la Comuna de París de 1871.
Como queda claro, el interés del libro se sitúa mucho más allá del campo específico de los estudios sobre el Risorgimento transnacional. La obra que nos presenta Bonvini constituye un logrado ejemplo teórico-metodológico de cómo identificar y abordar un problema a escala global sin perder de vista sus anclajes, modulaciones y lecturas locales y regionales. El juego permanente que establece el autor entre los procesos militares, políticos y diplomáticos de cada coyuntura, y los circuitos y trayectorias biográficas de los activistas y exiliados peninsulares, le permite trazar un mapa dinámico, siguiendo pistas e indicios que se desplazan con facilidad del Río de la Plata a los dominios del Imperio Otomano, pasando por las islas del Mediterráneo y el Caribe. Se trata de una estructura arborescente, montada mediante un uso flexible de las cronologías, que le posibilita al lector moverse constantemente de un cuadrante a otro de ese Atlántico revolucionario y asistir a la emergencia de prácticas y discursos internacionalistas que ejercieron un notable impacto en los procesos políticos y culturales del “siglo XIX largo”.
1 El autor se desempeña como docente e investigador en el Dipartimento di Studi Umanistici de la Università degli Studi di Salerno.