Koppmann, Walter (2022).
Buenos Aires: Imago Mundi-Ediciones CEHTI, 442 páginas.
Sabrina Asquini
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, UBA-CONICET, Argentina.
La importancia de una historia sobre el mundo de los trabajadores de la madera quizás no resulte evidente en el presente, cuando este material ha sido reemplazado por tantos otros que pueblan nuestra cotidianidad, como el hormigón, el acero o el plástico. No obstante, en el mundo que recrea La madera de la clase obrera argentina… de Walter Koppmann, este era todavía un insumo básico de diversas ramas de la producción y había numerosos oficios asociados con su tratamiento: desde la producción de tirantes y adoquines –utilizados en una pujante industria de la construcción– hasta revestimientos, muebles y otros objetos de uso habitual. La significación de este sector a comienzos del siglo XX quedó plasmada en un censo industrial realizado por aquellos años en la ciudad de Buenos Aires, el cual contabilizaba la existencia de unos tres mil talleres madereros en los que trabajaban unas dieciocho mil personas. Producto de la tesis doctoral de su autor, este libro analiza la historia de los trabajadores de la madera y el mueble –un gremio con una casi absoluta mayoría de varones y una apreciable participación de inmigrantes judíos– en el marco de una serie de procesos sociales, urbanos, productivos y comerciales que incidieron en su configuración como sujeto social y político en estrecho vínculo con la militancia de izquierda, y sin desatender las acciones de las patronales y del Estado. A través del pasado de un sector obrero heterogéneo, se propone una explicación totalizadora, capaz de dar cuenta de los factores estructurales y subjetivos, internos y externos del proceso de conformación de un colectivo de trabajadores sometidos a condiciones de producción muy diversas. En esa línea, un acierto del libro es, sin duda, la construcción del objeto de estudio: el mundo de los trabajadores de la madera y el mueble.
El libro comienza con la primera huelga del sector registrada en 1889 –apenas anterior a la celebración del 1º de Mayo, considerada un hito fundante en la conformación del movimiento obrero–; transita las principales transformaciones económicas, sociales y políticas del régimen conservador y oligárquico; en el marco de la Primera Guerra Mundial y de la recepción local de la Revolución Rusa, indaga el despliegue de las nuevas estrategias para lidiar con el movimiento social implementadas durante los gobiernos radicales; y finaliza con otra huelga convocada por comunistas y activistas de origen judío durante la crisis económica y política de 1930. Fue entonces cuando tuvo lugar un cambio significativo en la distribución de las fuerzas militantes al interior del gremio, así como en las estructuras organizativas y en los métodos de lucha, tras escindirse del SOIM (Sindicato de Obreros de la Industria del Mueble) de influencia sindicalista, el núcleo comunista que creará el SUOM (Sindicato Unitario de Obreros de la Madera).
Los cuarenta años bajo estudio recorren un periodo transicional en varios sentidos. Por un lado, la ciudad de Buenos Aires se convirtió en una metrópolis y ocupó progresivamente el espacio delimitado por la avenida General Paz. Por otro, parte de la industria maderera abandonó sus formas artesanales a raíz de la introducción de maquinaria y procesos estandarizados en una lucha librada contra los trabajadores más calificados. Este movimiento generó la posibilidad de que la organización sindical dejara de agruparse por oficios y fuese reemplazada por otra basada en las ramas de producción. A su vez, la introducción de nuevos productos y la sustitución de otros relegaron económica y políticamente a los oficios asociados con las viejas industrias, como sucedió tras la llegada del automóvil con el debilitamiento, por ejemplo, de los constructores de carruajes. Por último, el consumo de muebles y revestimientos se diversificó, aparecieron campañas publicitarias dirigidas a las mujeres de sectores medios y altos, y las grandes tiendas cambiaron tanto las pautas de compra como el paisaje urbano.
Fue entonces, también, cuando surgió y se consolidó el movimiento obrero argentino como sujeto social y político destacado en el escenario nacional. Con una sólida cultura sindical cimentada por militantes socialistas de la primera hora, los trabajadores del mueble y la madera de la ciudad de Buenos Aires jugaron un papel decisivo en la gestación de una corriente que orientó al movimiento obrero en las dos primeras décadas del siglo XX: el sindicalismo revolucionario, ampliamente trabajado en el libro. Pero también fue, como lo muestra Koppmann, un escenario de convergencia y confrontación de todas las corrientes de izquierda, cada una con sus prioridades y estrategias. Mientras socialistas y sindicalistas se hicieron fuertes entre los trabajadores de alta calificación y moderación, como los ebanistas, los anarquistas y luego los comunistas, crecieron entre los más postergados, carpinteros y aserradores, muchas veces extranjeros recién llegados.
Si bien la Sociedad Internacional de Carpinteros, Ebanistas y Anexos se conformó en 1889, lo cierto es que la unidad de los trabajadores de la rama no fue lineal ni progresiva. La historia del gremio estuvo surcada por diferentes agrupamientos, muchas veces enfrentados entre sí, que solo en algunas coyunturas lograron coincidir organizativamente. La decisión de explorar la rama industrial e ir tras el proceso de conformación de una identidad maderera, y no únicamente tras su recorrido organizativo, resguardó al estudio de ceñirse a una historia exclusivamente sindical. De esta manera, se muestra un colectivo de trabajadores dividido por oficio, grados de calificación, origen étnico y lengua, género, edad e ideología; pero, también, por condiciones laborales que variaban ampliamente según qué se producía, cómo y para quién.
La rama de la madera y el mueble abarcaba una multiplicidad de formas de trabajo, ya que combinaba una producción casi artesanal en talleres y “boliches” de pocos trabajadores, con el trabajo a domicilio, a destajo o en establecimientos de mayor envergadura, en los que la maquinaria marcaba los ritmos de trabajo de numerosos operarios. Aun así, como señala el autor, las divisiones no eran demasiado estrictas, y en épocas de crisis los contornos podían desdibujarse. Esto ocurrió, al menos, hasta la década del veinte, cuando se consolidó un proceso productivo mecanizado y estandarizado en grandes establecimientos. Sin embargo, más allá de la dispersión en los lugares de trabajo y las rivalidades entre obreros calificados, novatos y advenedizos, o de la existencia de prejuicios xenófobos o nacionalistas, también hubo espacios de reunión y confluencia fuera del ámbito laboral, en locales sindicales, clubes, tabernas y cafés. En el tiempo libre, se entretejían vínculos y solidaridades que luego tendrían su expresión en organizaciones sindicales y políticas. Es así que las costumbres de la época, las actividades recreativas, los consumos o las construcciones de representaciones sobre el oficio, la masculinidad y la familia adquieren un alto valor explicativo.
El cuadro, sin embargo, no estaría completo sin el abordaje de las estrategias patronales desplegadas para enfrentar la organización de los trabajadores. Entre ellas se contaban la introducción de tecnologías y materiales, como el enchapado o la madera terciada, la importación de muebles terminados, la dispersión de los locales y la desconcentración del personal. Además, recurrieron a la contratación de trabajadores extranjeros y a la importación de materias primas e insumos. El reemplazo de trabajadores, aunque se practicó numerosas veces, con apoyo de la Asociación del Trabajo y/o la Liga Patriótica, tuvo poca incidencia en el sector de los obreros calificados organizados sobre un fuerte espíritu corporativo, y fue más efectivo donde el proceso estaba mecanizado. En cada subsector, tales iniciativas adquirían diferente alcance y fueron respondidas de manera diversa por las y los trabajadores.
Con este ambicioso propósito, el trabajo demandó el análisis de fuentes de diverso origen y cualidad, y su recopilación significó un recorrido por archivos y acervos dispersos. Se utilizaron censos, publicaciones sindicales y políticas, informes sobre la industria, prensa comercial y algunas entrevistas a trabajadores y dirigentes realizadas por otros investigadores. Las series de imágenes, mapas y cuadros de confección propia aportan precisión al recorrido. Finalmente, un gran desafío de la investigación fue, sin duda, introducirse en el mundo idish y en los acervos conservados por la comunidad, debido, en gran parte, a la dificultad idiomática.
La madera de la clase obrera… ofrece una mirada valiosa de la historia del trabajo y de los trabajadores en Argentina, de carácter integral, en un fluido diálogo con otros campos: el del mundo de la industria, de las izquierdas, de los estudios de género y migratorios. Muestra a los trabajadores como participantes activos de los cambios en los procesos productivos, urbanos y políticos de esa sociedad porteña de comienzos del siglo XX. A lo largo de siete capítulos, el autor nos enseña a distinguir la realidad de un obrero ebanista, cuya calificación en el trabajo con la madera lo emparentaba con el artista, de la de un carpintero de obra, el peón de un aserradero o un inmigrante ruso-judío recién incorporado al boliche de algún connacional. Estas diferencias podían, incluso, acercarlos a otros sectores de trabajadores por su mayor afinidad ideológica, calificación, género, origen o la lengua. Hoy, cuando parecen primar diferencias irreconciliables entre quienes vivimos de nuestro trabajo, el ejercicio de examinar con detenimiento el proceso de construcción de organizaciones, programas y solidaridades pasadas puede resultar, sin duda, en una lectura inspiradora.