La Parra López, Emilio (2018).
Segunda edición. Barcelona: Tusquets, 760 pp.
Santiago Bestilleiro Lettini
Universidad Torcuato Di Tella, Argentina
La publicación de Fernando VII. Un rey deseado y detestado, de Emilio La Parra López, ha sido largamente esperada por los conocedores de su obra previa sobre Manuel Godoy (2002) y su compilación acerca de la imagen de los monarcas españoles (La imagen del poder: reyes y regentes en la España del siglo XIX, Síntesis, 2011). Fernando VII…, sin embargo, se presenta como una empresa mayor, un texto consagratorio, estableciéndose en el centro de los estudios políticos sobre el período en tanto ha venido a fundar un pilar bibliográfico, un nuevo corpus que no tardaremos en identificar como canónico. Las razones que nos llevan a sostener esta afirmación radican en diversos elementos que atraviesan este volumen de principio a fin.
En primer lugar, el elaborado procedimiento de investigación ha llevado al autor por el exitoso camino de la minuciosidad metodológica. La Parra López logra reflejar en este texto la evidencia recolectada en una visita precisa, quirúrgica, a los fondos documentales que, en sí mismos, consiguen articularse perfectamente con el interesante y prolijo desarrollo narrativo. En ese sentido, una observación ineludible en una reflexión sobre este trabajo parece ser la del palpable y consciente proceso de construcción investigativa que compone al oficio del historiador no sólo como indagador del archivo sino también como escritor profesional; es decir, no sólo como erudito sino también como autor de una obra de alta divulgación. Por otra parte, a través de las páginas de Fernando VII…, el lector atento e interesado podrá acercarse a los debates historiográficos reflejados en la parábola narrativa, así como al rico repertorio de citas recopiladas, en conjunto, al final del corpus. De esa manera, se hace presente y se condensa la enorme erudición y conocimiento de la bibliografía específica sobre el rey español con la que La Parra López trabaja –y a la que sin dudas ha concedido aportes fundamentales– desde hace ya varios años.
Desde ambos puntos de vista, parece ya claro que es posible –y hasta necesario– observar este libro como el producto final tangible, logrado, de un proceso que su autor ha conseguido elucubrar, construir y componer in crescendo. En otras palabras, si entre los historiadores una cuestión siempre presente a la hora de embarcarse en un proyecto de investigación riguroso consiste en dilucidar los métodos y herramientas que componen la “cocina de la investigación”, lo primero que emerge claramente al adentrarse en la lectura de Fernando VII…, es que se ha preparado a partir de un paulatino pero efectivo procedimiento de recolección de datos y disposición de un eslabonamiento expositivo sofisticado.
Emilio La Parra López nos ofrece, así, un estudio donde la descripción fáctica de los acontecimientos se acopla armoniosamente con la inteligente y sagaz elaboración analítica y teórica. Dicho de otro modo, fuentes y estructuración convergen como engranajes perfectamente aceitados de los que surge un trabajo completo, que indudablemente instalará nuevas perspectivas y aristas de investigación en torno a la figura de Fernando VII en un arco de debate geográficamente amplio.
Es precisamente allí donde se cristaliza uno de los resultados más interesantes y beneficiosos de este libro: el enorme aporte que indudablemente ha realizado a la historiografía especializada, al tiempo que resulta accesible para aquellos ajenos al campo de estudios o la disciplina. En otras palabras, la incorporación de una densa bibliografía, e incluso la profundización en algunos debates historiográficos espesos, no desvía a Fernando VII de su propuesta de amplio alcance.
Asimismo, el Fernando VII de La Parra López diverge de los enfoques tradicionales por dos razones centrales. La primera es que su propuesta excede la personalidad del rey para instalarla, de modo mucho más inteligente, en un contexto poblado por sus consejeros, sus familiares, sus rivales políticos, las revoluciones, las guerras y la vida en el cautiverio napoleónico. En segundo lugar, pero sin abandonar este enfoque, La Parra transita un terreno que ya había trabajado antes, a saber, las circulaciones de las imágenes figurativas del monarca. Si los trabajos precedentes orbitaban demasiado en el trono, olvidando tal vez el cuadro global en que este se insertaba, uno de los principales logros de esta obra es la permanente atención por ubicarlo en un tiempo y un espacio extraordinariamente conmovidos por una serie de cambios inesperados y trascendentales.
Partiendo desde ese punto, la experiencia del lector parece ser inaugurada por el interés despertado en la delimitación del propio carácter que asumirá el texto. En él, la aproximación claramente biográfica –en tanto todo el trabajo se encuentra vertebrado por la trayectoria del monarca español– no escapa a un atento recorrido coyuntural que en varias oportunidades lo lleva a profundizar en materia política, económica, diplomática, e incluso, en las biografías de otros personajes: los ministros y consejeros del rey, sus padres, hermanos, esposas y descendencia. En ese marco, el desarrollo del vínculo entre Fernando y Napoleón Bonaparte proporciona un interesante análisis que desborda el anecdotario y se establece en el centro de una disputa política y dinástica. Así, cada escena, cada tópico discutido se erige como disparador de una ramificación correctamente entretejida. Para ello, La Parra aventura un movimiento dilatado en las escalas implementadas. Se sirve de lupas de mayor aumento en pos de ofrecer detalles precisos de los sucesos e intrigas de El Escorial o Aranjuez, mientras extiende el campo de observación al referirse a las guerras revolucionarias en la península y en el nuevo mundo. El resultado de esta operación metodológica –para nada sencilla– es el de un excelente maridaje de aproximaciones y resoluciones técnicas en función de las necesidades narrativas.
Entre aquellos atributos que aportan bases sólidas a esta obra, resulta necesario destacar su organización. Aunque el itinerario es claramente diacrónico y los recortes –si bien siempre arbitrarios– parecen oportunamente delimitados, el autor opta en diversas oportunidades por dejar reposar el tratamiento de algunos temas decantados por el propio cauce de la disposición narrativa cronológica con el propósito –a nuestro entender legítimo– de proporcionar exámenes analíticos robustecidos por los contornos de la figura de Fernando VII que se irán trazando con mayor nitidez a medida que la obra avanza. Probablemente el ejemplo más evidente y representativo de ello sea el del tratamiento de “la pérdida de América”, trasladando el examen del proceso revolucionario de las colonias y el conflicto bélico (en un arco que se extiende desde 1808 hasta fines de la década de 1820) al encuentro de la restitución de la monarquía absoluta tras su regreso de Valençay en 1814.
Si bien el estudio de la cuestión revolucionaria americana parece subordinarse a las reflexiones acerca de las respuestas políticas y militares que el monarca y sus ministros desplegarían desde su regreso al gobierno, creemos que este libro revitaliza un interesante punto de vista: el tratamiento europeo de las independencias de la América hispana a la luz de un contexto peninsular en que tomaba protagonismo la disputa reaccionaria contra la voz liberal instalada durante los seis años bajo la vacatio regis y que se había materializado en la constitución gaditana de 1812.
Pese a corresponderle un espacio breve dentro de un corpus extenso, la dimensión americana encuentra en este libro un núcleo de especial interés. Un elemento que queda en claro –y que merece mayor atención por los historiadores latinoamericanos– es el impacto de la pérdida de los territorios americanos desde la perspectiva peninsular. La reacción española, principalmente en la incursión militar de 1814-1815 y la fallida de 1820, es explicada por el autor en buena medida por “la ceguera de Fernando VII y sus consejeros”, en tanto la opción por “la represión y la fuerza” definía un perfil mucho más nítido del antagonismo bélico. En otras palabras, en 1814 quedó en claro rápidamente que el rey no estaba dispuesto a ceder en las prerrogativas asumidas en 1808, por lo que el campo revolucionario se estableció en abierta guerra contra la reinstauración de las formas del antiguo régimen.1 Si la represión en España resultó mucho más rápida y efectiva (al menos por un sexenio), la distancia atlántica llevó a una campaña militar de proporciones. El monarca jurado en 1810 se transformaba en enemigo de guerra cuatro años más tarde, acarreando consigo una mutación del carácter de un conflicto que tardaría otra larga década en definirse.
Finalmente, y como su subtítulo deja entrever, nos encontramos ante un estudio biográfico que mantiene a través de su desarrollo un telón de fondo concentrado en una transición de representaciones y que se hace presente progresivamente a lo largo de la obra. En ese sentido, el recorrido del rey –y con él, el del propio trono– que presenta el autor nos invita a marchar por las sinuosas sendas de su acceso al poder, su cautiverio, la guerra en su ausencia, el regreso (y la reacción), la derrota en América y las disputas con el bando liberal. Dicho desarrollo evoluciona en paralelo a un paulatino –pero sólido– fenómeno: el cambio de nociones, principalmente políticas, que traccionarían la mudanza de los epítetos que construyeron la imagen del deseado (“inocente”, “adorado”, “virtuoso”) en el curso del bagaje histórico que delinearía los contornos del detestado (“tirano”, “desopinado”, “imbécil”).
En conclusión, el lector se enfrenta a un texto que es el tangible producto de un proceso investigativo fino y un eslabonamiento explicativo robusto. Tras una aproximación atenta, no sólo a su desarrollo fáctico, sino también al repertorio de fuentes y bibliografía especializada, parece claro que Fernando VII. Un rey deseado y detestado se establece tempranamente como un estudio indispensable para aquellos historiadores interesados en la trama de sucesos que el derrotero personal y público del monarca desplegó en ambas costas del océano Atlántico.
1 La Parra López, E. (2018). Fernando VII. Un rey deseado y detestado. Segunda edición. Barcelona: Tusquets, p. 367.