Pimenta, João Paulo (2017).
Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
"Mariano J. Aramburo
Instituto de Historia Argentina y Americana
“Dr. Emilio Ravignani”-UBA/Conicet, Argentina.
En La independencia de Brasil y la experiencia hispanoamericana (1808-1822),1 traducción al español de su tesis doctoral defendida en 2004 y publicada en portugués en 20152, João Paulo Pimenta analiza con notable lucidez la influencia que tuvo la crisis y disolución del imperio español en América sobre la política lusoamericana y la independencia de Brasil.
Su interés radica no sólo en el abordaje de uno de los temas menos trabajados sobre la independencia del vecino país, sino que mediante un sólido argumento y análisis documental, logra plasmar una severa crítica a la historiografía que, desde posiciones nacionalistas, observaron el caso brasileño como una excepcionalidad en el contexto de las independencias americanas. Por el contrario, y tal como se demuestra en el libro, la independencia de Brasil se inscribe dentro del amplio campo de las revoluciones modernas y la crisis del Antiguo Régimen.
La introducción del libro reviste importancia por los aspectos metodológicos allí esgrimidos. Si a primera vista la influencia de François Xavier Guerra es manifiesta, merced a la importancia asignada a la opinión pública, no menos importante resultan las categorías de campo de experiencia y horizonte de expectativa, elaboradas originalmente por Reinhart Koselleck. Por medio de ellas, Pimenta logra dar cuenta de la interacción espacial y temporal que cubrió a la América española y portuguesa. En particular, porque le otorgan a su análisis una mirada amplia que permite reconstruir la manera en que la experiencia hispanoamericana, entendida originalmente como negativa en tanto ponía en discusión la unidad de la monarquía y los principios dinásticos, admitió una serie de ejemplos y pronósticos que abrieron el camino a la independencia de Brasil. En otras palabras, la interacción de ambos mundos americanos resultó en un proceso cuyas sincronías y diacronías, hábilmente reconstruidas por Pimenta, resultan insustituibles para comprender la independencia de Brasil.
En el primer capítulo, “Iberoamérica y la crisis de las monarquías (1808-1809)”, Pimenta realiza un prolijo estudio sobre la crisis política provocada por la invasión napoleónica a la península ibérica, destacando la atención que la corte portuguesa, ahora instalada en Río de Janeiro, prestó a las reacciones y convulsiones provocadas por las abdicaciones de Bayona en el mundo hispanoamericano. Teniendo como premisa la preocupación por la conservación del orden dinástico, destaca la inquietud por conocer la realidad e influir en la política de sus vecinos. Mediante el análisis de la política exterior juanista, del rol de Gran Bretaña y el carlotismo, Pimenta logra dar cuenta de la articulación de una densa red de intercambios, en particular con el Río de la Plata, que otorgaron a la dimensión americana una renovada importancia para el mundo lusitano.
En el capítulo 2, “Brasil y el comienzo de las revoluciones hispanoamericanas (1810-1813)”, analiza la creciente preocupación con que la corte observaba los acontecimientos hispanoamericanos. Haciendo una prolija descripción de aquellos, Pimenta explora los silencios, las reservas y la discreción con que fueron tratados en un mundo lusoamericano que experimentaba, gracias a la ampliación de su espacio público y la proliferación de la prensa, una creciente politización. Sin embargo esa intranquilidad ante la posibilidad de quiebra de la unidad monárquica y del principio de legitimidad dinástica, tal como se observaba en el mundo hispanoamericano, no impidió que la corte estableciera vínculos con los nuevos gobiernos revolucionarios. De lo anterior se derivan tres argumentos que merecen destacarse porque ponen en discusión antiguas interpretaciones sobre la política juanista. El primero es que la Corte no estaba interesada en la fragmentación del imperio español, sino que reiteradamente mostró, como lo evidencia la insistencia del carlotismo, en su preservación bajo el principio de legitimidad. El segundo, relacionado con el anterior, que la política expansionista seguida en el Río de la Plata respondió a la idea de fronteras naturales que, como argumenta Pimenta, no resultaban incompatibles con la idea de unidad hispanoamericana. Finalmente, que tanto la política expansionista como los vínculos establecidos con los gobiernos revolucionarios, provocaron tensiones en las relaciones diplomáticas con España.
En “Brasil y la restauración hispanoamericana (1814-1819)”, tercer capítulo del libro, Pimenta analiza la política de Fernando VII tras su retorno al trono y su intento por reinstalar el régimen absolutista, tanto en una España signada por la experiencia liberal como en los insurrectos territorios americanos.
Mientras que el nuevo estatus de reino adquirido por Brasil en 1815 explicitó la revalorización de los problemas americanos para la corte lusitana, no menos importante resultó la lectura e interpretación de aquellos acontecimientos y convulsiones vivenciadas por sus vecinos. Justamente, la imagen de guerra civil y el temor a un posible contagio revolucionario fueron considerados como una amenaza para la seguridad interna de Brasil. De allí que Pimenta destaque la política lusitana en aquella región del mundo hispanoamericano considerada, justamente, como más problemática para el mantenimiento del orden: la Banda Oriental. Si en ésta la corte se presentó como garante del orden frente al artiguistmo, no fue solamente en términos del principio dinástico que pretendía perpetuar, sino también en relación al nuevo temor que la experiencia hispanoamericana despertaba: el temor al dislocamiento del orden social, aspecto sensible para una sociedad fundada en un sistema esclavista. Sin embargo, y como bien señala Pimenta, resultó imposible limitar esos temores a una experiencia externa a Brasil. Así analiza con especial interés el estallido, en 1817, de la Revolución Pernambucana, a la que entiende como el resultado de la interacción entre el espacio lusoamericano e hispanoamericano. En otras palabras, la experiencia hispanoamericana ya no sería simplemente valorada en términos negativos, en tanto relajación y rechazo de los principios dinásticos, sino que se convirtió en un modelo positivo que permitía explicar y pronosticar la existencia de gobiernos independientes en Brasil.
En el cuarto y último capítulo, “La independencia de América y de Brasil”, Pimenta analiza el proceso histórico que permitió la independencia de Brasil y los ejemplos, advertencias y opciones otorgados por la experiencia hispanoamericana. Iniciando su análisis con la Revolución de Oporto (1820), el autor analiza las relaciones entre Portugal y Brasil como expresión de intereses políticos divergentes. Como señala, la cuestión de la Banda Oriental resultó en este sentido paradigmática, en tanto que a ambos lados del Atlántico fue sentida e interpretada de manera divergente. Para Brasil, si otrora la experiencia hispanoamericana había sido observada en sentido negativo, las tensiones entre Portugal y Brasil admitieron la proliferación, ya observada con la Revolución Pernambucana, de una interpretación diferente. De allí en más, la América hispana otorgará a las autoridades brasileras un modelo de identidad americana que conquistó su independencia en oposición a la metrópoli y a las cortes. En este sentido, Pimenta argumenta que el proceso de independencia no correspondió ni a una nación brasilera ni a un Estado brasilero, todavía inexistentes, sino que fue un proceso de independencia del gobierno dirigido por el príncipe regente Pedro.
La variedad y amplitud de las fuentes analizadas, en particular la prensa del período, permite a Pimenta elaborar un denso y completo cuadro de época donde la política exterior juanista y la diplomacia internacional se articulan con las tensiones internas de la corte carioca y el proyecto carlotista; con las imágenes e interpretaciones del proceso hispanoamericano y con la densa red de relaciones e interacciones tejidas entre ambas américas. En particular, debe destacarse la importancia que Pimenta otorga al proceso político rioplatense. Cercanía geográfica, pero también interacciones pretéritas que cobraron renovado impulso en el nuevo contexto, lo colocan como un espacio de interacción de especial interés para el mundo lusoamericano.
En definitiva, el libro que tenemos en nuestras manos es mucho más que un análisis de la independencia de Brasil. Es, por el contrario, un sugerente e incisivo análisis sobre el proceso de crisis, revolución e independencia que atravesó al mundo americano. Una crisis de Antiguo Régimen que con diferentes temporalidades se proyectó sobre todo el continente y proveyó, sincrónica o diacrónicamente, experiencias, aprendizajes, pronósticos y diagnósticos sobre una realidad que estaba irremediablemente destinada al cambio.