De calandrias, aguaceros y fuegos trasmitidos

A más de setenta y cinco años de los Cuadernos de Historia de España,
retomando la marcha

Mariano Eloy Rodríguez Otero

Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia de España / Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González / IES Nº 1 Dra. Alicia Moreau de Justo, Argentina

“De nuevo estoy de vuelta,
después de larga ausencia;
igual que la calandria
que azota el vendaval”.
“Luna Cautiva”,
José Ignacio Rodríguez

“La tradición no consiste
en la adoración de las cenizas,
sino en la trasmisión del fuego”.
Jean Jaurès,
21 de mayo de 1910
ante el Parlamento Francés

Cuando afirmamos que la Ciencia es una aventura del conocimiento que atraviesa las generaciones, expresamos de una forma menos poética la frase del epígrafe que se atribuye muchas veces a Gustav Mahler pero que habría pronunciado su contemporáneo Jean Jaurès ante el Parlamento francés allá por el 21 de mayo de 1910. Destinos difíciles los de ambos hace ya un siglo, descontando que cada época tiene su afán.

De eso, después de la tormenta, es de lo que la calandria tenaz del poema folklórico se encarga –como fábula silente de gran poder evocador- enseñarnos: seguir más allá del límite y el obstáculo. Y retomar la marcha hacia adelante, para pasar la posta que recibimos, pero que a esta altura ya marcamos con nuestras propias huellas generacionales también, y es normal y necesario.

Y si de cruzar y de transmitir escribimos, este número de los CHE tiene además la condición de senda que acorta trayectos, de puente que une comunidades de historiadores y académicos varios, como lo pretendió desde su fundación allá por 1944.Convirtiéndose a la fecha en publicación decana de nuestra Universidad de Buenos Aires, a fuerza de mantenerse resistente como el ave tucumana.

Circulación, contraste y contralor, de eso se trata una publicación académica que se sostiene en el rigor científico. No meras opiniones, no comentarios sensibles más o menos bien intencionados (o hasta malintencionados), no solo intuiciones de alquimista, sino constataciones de químico, parientes ellos pero trasmutados en mejora; como a los historiadores les acaece.

Esta edición de CHE viene a conmemorar sin grandilocuencia, los más de 75 años de revista, y poder publicar otro número, el 87, que espera dar apertura a una nueva intención editorial con los cambios que se impone para perdurar, es más que un homenaje a quienes desde Claudio Sánchez-Albornoz lo fueron haciendo posible. Paso a paso, o mejor renglón a renglón y artículo a artículo desde 1944.

Porque es un compromiso con la trascendencia, espiritual de los que ya no están; material de quienes persisten y contribuyen, consultan y difunden las actividades del IHE, sin el cual sería dificultoso poder encarar y sostener estos desafíos a lo largo de décadas.

No hacemos tales tareas solos, y con la gestión que conformamos con la Dra. Nadia De Cristóforis meditamos sobre la imagen, en rigor de verdad metáfora pregnante del puente que adelantamos líneas arriba, del puente que une lo distante, las orillas. Con igual valor explicativo podríamos considerar genuinamente esa pasarela como un collar, y así releer los epígrafes escogidos. Un collar o encadenamiento sin un cierre que va enhebrando pieza a pieza hasta obtener con esas partes una obra mayor, de nuevo trascedente delo particular y que en su magnificencia enorgullece a las fracciones constituyentes. Cada eslabón, cada engarce cuenta y aporta, por eso el celo en dejarlo impreso solo cuando esta bien pulimentado y desafía desde la seriedad que es su consistencia y su brillo. En su variedad y su libertad científica, sabedora de otras servidumbres merecidas, como en toda disciplina acreditada del saber humano.

Pero esta publicación, que ha dado muestras inequívocas de globalidad desde antes que el concepto nos atravesara, surgió y se mantiene con este número, desde un borde, la orilla de ese puente, que no niega su especificidad. Don Claudio Sánchez-Albornoz, si dejó herencia no lo fue como institución funeraria –mayorazgo tan celoso como estéril- sino como Escuela Argentina de historiadoras (y algunos historiadores, en rigor de verdad) capaz de desafiar el concepto de Hispanismo tal que lo denuncia otro gran hispanista contemporáneo, Sir Raymond Carr, poco antes de fallecer.

Ya que, a veces, sentimos el ser hispanistas a nuestro pesar, como un instrumentista cela de poder ejecutar con idéntica maestría otras cuerdas, pues esta es una parcela del conocimiento que solo tiene la potente especificidad de su lugar en el Orbe. Orgullo nos proporciona esta afiliación como señal de autonomía y hasta de soberanía cultural. Hay hispanistas argentinos, y más argentinas que varones, porque hay algo que decir desde este rincón excéntrico pero sin excentricidades. Hay una voz que se extraña en la marcha de consuno de nuestra disciplina. Es algo característico, que como otros sellos también imprime carácter. Estas planas nacieron así, y así deberán perseverar si algo propio les da valía. Hay cosas para decir desde el “decir de acá”, y para escuchar desde un “allá” que antes se referenciaba en el Viejo Mundo pero que ahora vertiginoso promete asomarnos allende las estrellas. Con veinticinco años a cuesta los CHE vieron la llegada del hombre a la Luna y medio siglo después ansiosos esperamos poder recibir algún día contribuciones lejanas. Si se cruzó la Mar Océano, el impulso es similar en el espacio y en el conocimiento: la creatividad y la curiosidad son su combustible de ida y de vuelta y como todo combustible tiene un origen distintivo, ni mejor ni peor, pero característico. La comunidad que –a veces- sostiene ese denodado esfuerzo nos lo demanda, sonora como la calandria.