La “Crónica extranjera” en La Ilustración de Guayaquil: argumentos radicales de un intelectual ecuatoriano frente a la Gran Guerra
Elodie Lenoël
Université Sorbonne Nouvelle, IHEAL, Francia
elodie.lenoel@sorbonne-nouvelle.fr
Fecha de recepción: 26/5/2022
Fecha de aprobación: 30/8/2022
A través de la sección “Crónica extranjera”, redactada por Pablo Hannibal Vela en la revista La Ilustración, publicada en Guayaquil a partir del año 1917, este artículo propone analizar los aspectos representativos y singulares de la mirada de este intelectual ecuatoriano en comparación con otros artículos de análisis de la guerra que circularon en Ecuador y en América Latina durante la Gran Guerra. Los temas planteados por Vela son comúnmente abordados por los intelectuales que hablaron del conflicto, sin embargo, su tono y sus argumentos son bastante radicales. A través de su visión de Alemania, su manera de describir e interpretar la contienda y de su interpretación de las consecuencias del conflicto en el ámbito nacional y continental, los artículos de Pablo Hannibal Vela se convierten en una fuente original que permite reflexionar sobre los diferentes matices de percepción del conflicto en las élites latinoamericanas.
Palabras clave: Ecuador, Primera Guerra Mundial, Revistas culturales, Aliadofilia, Representaciones
The “Crónica extranjera” in La Ilustración of Guayaquil: Ecuadorian intellectual’s drastic arguments towards the Great War
Analysing the articles “Crónica extranjera”, written by Pablo Hannibal Vela in the magazine La Ilustración, published in Guayaquil from 1917, this article offers to study the representative and singular aspects of this Ecuadorian intellectual’s opinion in comparison with the other opinion articles circulating in Ecuador and Latin America during the Great War. The thematics broached by Vela are usually tackled by the intellectuals talking about the conflict. Nevertheless, Vela’s tone and arguments are rather radical. Through his vision of Germany, his way of describing and interpreting the war, and his thoughts regarding its consequences on a national scale as well as on a continental scale, Pablo Hannibal Vela’s articles are original sources which lead to thinking about the different perceptions of the conflict within the Latin-American elites.
“El universo todo se halla en lucha. Ya no hay pueblos neutrales, sólo hay neutralidad en algunas cancillerías…” (Vela, 25 de diciembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 11: 303-304). Con estas palabras, Pablo Hannibal Vela subrayaba la imposibilidad para cualquier individuo de permanecer imparcial frente a la guerra que se desarrollaba en Europa. Entre 1917 y 1918, Pablo Hannibal Vela publicó en la revista La Ilustración una serie de artículos relacionados con la Primera Guerra Mundial, en los cuales explicó por qué la neutralidad ya no podía ser una opción. La Ilustración fue una revista ecuatoriana, publicada en Guayaquil entre 1917 y 1924, con una interrupción entre 1919 y 1922. La revista era editada por la imprenta Cine Ambos Mundos y se presentó como una publicación quincenal, aunque solía publicar un número cada tres semanas. Esta revista se inscribía en los circuitos comerciales y culturales guayaquileños de inicios del siglo XX ligados al Partido Liberal y contaba con contribuciones de intelectuales guayaquileños y cuencanos (Valencia Sala, 2021: 239-242). La Ilustración fue una revista “moderna” que promovía una nueva literatura y ponía de relieve la renovación cultural ecuatoriana (6 de mayo de 1917, “¿Se puede........?”, La Ilustración, nº 1: 2-3) a través de la publicación de poesías, ficciones cortas, ensayos sobre cultura, críticas de teatro, retratos patrióticos y artículos de actualidad acompañados en muchos casos por ilustraciones.
Lanzada en plena Primera Guerra Mundial, La Ilustración dedicó mucho espacio al conflicto en curso, con variedad de contenidos. Publicó relatos de combate de soldados, publicidades y extractos de obras de literatura de guerra, poemas de artistas ecuatorianos dedicados al conflicto, presentaciones y noticias de soldados ecuatorianos y difundió informaciones generales sobre el funcionamiento de los ejércitos aliados. Asimismo, sus ilustraciones también se dedicaron mayoritariamente a la guerra. Las fotografías e ilustraciones retrataban máquinas de guerra, soldados en el frente y grandes figuras políticas y militares de las naciones aliadas. La investigadora Gladys Ivonne Valencia Sala ha analizado esa fuerte presencia de fotografías dedicadas a la guerra como un “llamado de atención […] en lenguaje fotográfico, que intenta mostrar cuán cercana está la guerra a los ecuatorianos, acortar las falsas distancias que el sentido común imagina” (Valencia Sala, 2021: 248). A toda esta producción se sumaban artículos de análisis y de opinión sobre el conflicto.
Después del editorial, el primer artículo publicado en el primer número de la revista, el 6 de mayo de 1917, fue un texto que inauguró una serie de catorce artículos titulados “Crónica extranjera”. Durante un año, a través de esta crónica, Pablo Hannibal Vela se dedicó a analizar los eventos mundiales, pero sobre todo el conflicto bélico en curso. Vela (1891-1968) fue un poeta, escritor, periodista y político ecuatoriano de orientación liberal. Fundó varias revistas culturales y contribuyó en otras, como La Ilustración o La Francia, esta última creada en 1916 para sostener al campo aliado. Además, desarrolló una obra literaria y ensayística dinámica que no ha sido analizada de conjunto. Su escritura se destacaba por su humor alerta y las emociones que conseguía transmitir. Después del conflicto, asumió cada vez más su militancia liberal y su apoyo a la clase obrera. El final de su carrera estuvo marcado por el desempeño de distintos cargos políticos.
Entre el 6 de mayo de 1917 y el 6 de mayo de 1918, Vela produjo una serie de reflexiones y consideraciones sobre la guerra, su evolución, sus consecuencias en las relaciones internacionales y su vínculo con América Latina y Ecuador. Estos artículos ocuparon dos páginas de La Ilustración en las que el autor asumió su posición partidaria aliadófila y brindó sus interpretaciones sobre el estado de la guerra y sus consecuencias. Los artículos de Pablo Hannibal Vela son representativos de los discursos que emergieron en las filas aliadófilas de los intelectuales latinoamericanos. Sin embargo, su discurso claramente partidario era poco común en la prensa ecuatoriana. El propio Vela se presentaba como ajeno a toda pasión partidaria, pero guiado por justas intenciones de informar sobre la guerra (Vela, 10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 5: 130-131). Estas intervenciones públicas de Vela se caracterizaron por un tono muy agresivo para con los Imperios Centrales. Su manera de analizar en detalle las tácticas diplomáticas y sus afirmaciones en torno al involucramiento del continente americano en la contienda transforman a sus textos en unas fuentes muy particulares para entender cómo una revista cultural se posicionaba y generaba ciertas concepciones sobre la guerra, a pesar de los 10.000 kilómetros de distancia que la separaban del escenario del conflicto armado.
A partir del estudio y la indagación en las reflexiones y las opiniones del autor, subrayamos tres ejes de análisis. En primer lugar, interesa establecer cómo y por qué Pablo Hannibal Vela retrató a Alemania como la encarnación de todos los males en curso. Luego, analizar el modo en que el autor mostró el conflicto y cómo dio su opinión sobre él. Finalmente, se estudian las percepciones del autor sobre lo que estaba en juego para América Latina y el Ecuador durante el conflicto mundial.
Alemania, encarnación de todos los males
A diferencia de la mayoría de las fuentes de la prensa ecuatoriana sobre la guerra, los artículos de Vela son muy claramente germanófobos.
Cuanto más se estudie y relea la mentalidad germana antes de la guerra, en la expresión elocuente de sus libros, que abundan en revelaciones categóricas acerca del pensamiento alemán con respecto a la guerra; más y mayor será el asombro y más firme, también, el convencimiento deducido y la persuasión sincera de qué la lucha actual ha sido, indudablemente, un propósito germano, un propósito de conquista y de expansión que tuvo y tiene su fundamento en el desarrollo desproporcionado de las fuerzas militares de Alemania, que levantaron a ideal patriótico el anhelo de la guerra (Vela, 9 de octubre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 7: 186-187).
Así empezaba Vela su crónica de octubre de 1917. Allí afirmaba claramente la responsabilidad de Alemania en la guerra, puesto que, según él, la beligerancia era su propósito, en tanto la guerra y el militarismo formaban parte de la identidad de esta nación. Continuaba diciendo que Alemania sola se encontraba lista para combatir, por eso había rechazado todo acuerdo para evitar la guerra, lanzándose con entusiasmo al conflicto. Vela también extendía la responsabilidad de Alemania a las pésimas situaciones internas de los países de la Entente. Así por ejemplo, en marzo de 1918, cuando la política interna rusa estaba en una situación inestable, Vela centró la culpa en la actuación de Alemania, responsabilizando a este país por el surgimiento de repúblicas regionales independientes en Rusia, por haber impulsado la lucha de partidos en su política interna y por la destrucción de la democracia que se estaba implantando después de la revolución (15 de marzo de 1918, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 14: 52-53 ). En esta crónica, Vela insistió en depositar las culpas de todos los males en Alemania. En este sentido, sus contribuciones a La Ilustración seguían la orientación aliadófila que ya había demostrado en sus colaboraciones para el periódico La Francia –publicación creada específicamente en Guayaquil para apoyar al país en el conflicto–, firmadas bajo el seudónimo de Max Ranville. Esta culpabilización de Alemania le permitía afirmar su opinión, bastante radical, de que no se podía conseguir una paz equitativa con los Imperios Centrales, sino que éstos debían ser castigados al máximo para restablecer cierta justicia. Cuando en septiembre de 1917 el Vaticano intentó proponer un plan de paz, Vela consideró que no era oportuno, en tanto no se podía considerar ninguna equidad entre la actuación de los Aliados y la de las Potencias Centrales:
La guerra actual no pide intervenciones imparciales. Requiere una conclusión de fines liberales y humanitarios. Reclama con la voz de los cañones la más dura sanción para los pueblos que han delinquido contra la vida universal, la Libertad y el derecho establecido. La cuestión se reduce, pues, a denunciar a los gobiernos culpables ante el Orbe, establecer una sanción reparadora, reduciendo antes el despotismo militar a condiciones que faciliten la obediencia… (Vela, 20 de septiembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 6: 98-99).
Vela expresaba una opinión más radical que aquellas que podían hallarse en escritos de otros intelectuales ecuatorianos. Desde 1914, la mayoría de los textos de opinión sobre la guerra en la prensa adoptaban una postura neutral decidida y en consonancia con la reivindicada por el gobierno o, al menos, no abogaban en su contra. Así por ejemplo, en un artículo aparecido sin firma en el Republicano, el 7 de enero de 1915, su autor expresaba su simpatía hacia Francia e Inglaterra, pero afirmaba acerca de la neutralidad del Ecuador que “nada tenemos que decir contra ella” (7 de enero de 1915, “Más acerca de nuestra neutralidad”, El Republicano). Los principales periódicos nacionales (El Comercio de Quito y El Telégrafo de Guayaquil) más cercanos al gobierno casi no publicaban artículos de opinión en favor de un bando. Sin embargo, desde 1915 otros periódicos como El Grito del Pueblo Ecuatoriano solían difundir opiniones favorables a los Aliados. Especialmente a partir de la ruptura de las relaciones diplomáticas de Ecuador con Alemania, en diciembre de 1917, las opiniones aliadófilas resonaron con mayor claridad, pero eran moderadas y abogaban para que la paz fuera concretada lo más pronto posible. Asimismo, a partir de 1917, la propaganda alemana en la prensa ecuatoriana perdió aún más potencia en comparación con la aliada; las noticias de la guerra provenían cada vez más de fuentes aliadas, más aún a partir del involucramiento de Estados Unidos en la guerra, en abril de 1917. En comparación con el período 1914-1916, durante el cual la mayoría de las opiniones expresadas por intelectuales en la prensa eran neutrales o moderadamente aliadófilas, la posición de Vela se mostraba radicalmente en contra de Alemania, aproximándose más al tipo de discursos que se podían encontrar en cierta prensa mexicana, como El Universal, que invariablemente presentaba al gobierno alemán como único culpable de la contienda (De la Parra, 1989: 170).
En su segunda crónica, Vela señaló que “la historia de la política internacional alemana es una prolongada cadena de desastres, cuyos fuertes eslabones la estrecharán trágicamente” (27 de mayo de 1917, La Ilustración, nº 2: 36-37). Durante el año que duró esta serie de artículos, Pablo Hannibal Vela criticó muy fuertemente todas las estrategias alemanas. En la crónica citada, lo hizo con un tono cómico y burlón. El asunto del Telegrama Zimmermann,[1] además de acelerar la entrada de Estados Unidos en la guerra, hizo correr mucha tinta movilizada por el miedo a que Alemania pueda encontrar un aliado en América. En relación con este asunto, Vela resaltó la falta “de habilidad y de sentido práctico” (27 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 2: 36-37) de la cancillería imperial, puesto que había sido fácil para el espionaje estadounidense interceptar la carta. En el mismo artículo también consideró que las proposiciones alemanas hechas a México eran absurdas desde el punto de vista mexicano y exhibió los argumentos alemanes como una broma, con un tono burlesco. Además, según su análisis, el fracaso diplomático alemán se explicaba por “la psicología característica de los diplomáticos alemanes”, esto es, por una manera muy matemática y teórica de ver las cosas. Vela se burlaba de una manera de pensar, calcular, resolver y ejecutar que, según su caracterización, no tomaba en cuenta la realidad, mostrando un estereotipo ampliamente difundido sobre Alemania como el país de una racionalidad muy mecánica. Se burlaba también de su modo de actuar al inicio de la guerra, invadiendo Bélgica, como si aquella misión hubiera sido fácil.
De forma general, señaló que la actitud de Alemania para con los neutrales estaba conducida por una mala estrategia que le creaba a este país cada vez más enemigos. Vela opinó que la hostilidad de los países neutrales hacia los Imperios Centrales estaba creciendo y criticó el intento de Alemania de dividir la Entente, negociando directamente con Rusia. Este último aspecto lo consideró como otro fracaso alemán porque, según su punto de vista, había contribuido a implicar a Estados Unidos en el conflicto. En agosto, Vela volvió a subrayar el desastre de la estrategia diplomática de Alemania:
Y así, de error en error, va rodando por la pendiente del desastre: desafía a los neutrales, propaga odios y recelos, multiplica resistencias, ampara desafueros y arbitrariedades, y, cuando dice luchar por la libertad de los mares, el imperio germano, no hace otra cosa que violarla […]” (Vela, 10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera, La Ilustración, nº 5: 130-131).
En el artículo citado, Vela aludía a los dos barcos brasileños hundidos en mayo de 1917, el Tijuca y el Lapa. La desacreditación de Alemania le permitía enfatizar el contraste con las acciones de los Aliados. En comparación con la actuación de Alemania, Vela subrayaba que la diplomacia de la Entente era “sutil y refinada” (27 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 2: 36-37).
Los lectores de La Ilustración eran miembros de las élites ecuatorianas, interesados y conectados con los eventos mundiales. Este público leía en los periódicos las novedades detalladas sobre la evolución de la guerra, pero muchas veces esta información aparecía sin interpretaciones más generales de lo que estaba ocurriendo. Durante toda la guerra, los periódicos nacionales contaron con una sección denominada “Conflagración europea” (El Comercio, El Telégrafo) o “Guerra europea” (El Día). Estas secciones solo difundían las noticias recibidas por cables desde ciudades europeas o estadounidenses, mediante las agencias de prensa internacionales, por lo que aportaron información muy factual, señalando el avance de una u otra tropa, las repercusiones de la guerra en determinadas ciudades o las condiciones de vida en la retaguardia, sin ofrecer análisis ni interpretaciones sobre el conflicto en curso. Vela propuso entonces a un público entrenado en la lectura de estos materiales una interpretación de la guerra que se declaraba fundamentada en un análisis imparcial de los hechos. Sin embargo, el autor demostraba insistentemente la superioridad aliada, asumiendo un posicionamiento poco frecuente entre los intelectuales ecuatorianos de la época. La mayor parte de los análisis sobre los hechos de guerra registrados en la prensa intentaban ser equilibrados entre los dos campos. Así por ejemplo, en su panfleto titulado Nuestra actitud, publicado en junio 1917 para defender la ruptura de las relaciones diplomáticas con Alemania, Nicolás F. López desarrolló una argumentación a favor de los Aliados, pero que repartía las culpas de la guerra entre ambos campos. En este panfleto, López no mostraba menosprecio o exageración en su crítica hacia los Imperios Centrales. Su opinión, aún cuando se orientaba a la defensa de uno de los bandos en lucha, seguía siendo moderada. En contraste, Vela mostraba una mentalidad francamente opuesta a todo lo que hacía Alemania. Xavier Calmettes ha encontrado este tipo de discursos en Cuba, donde a partir de la entrada en guerra, en abril de 1917, la censura y la propaganda desarrollaron un discurso radicalmente aliadófilo, que presentó a Alemania como un nuevo enemigo contra el que la nación debía unir sus sentimientos y sus fuerzas para alcanzar la victoria. Vela formó parte de los intelectuales que, aún en las naciones neutrales, dieron voz a las interpretaciones más aliadófilas sobre el conflicto.
En las crónicas de Pablo Hannibal Vela, el desprecio hacia Alemania no solo se enfocó en argumentos de tipo estratégicos o diplomáticos, sino que también retomó un tópico de los discursos germanófobos durante la guerra. Stefan Rinke ha subrayado que en América Latina muchos discursos partidarios registrados en la prensa mostraron a los alemanes como bárbaros por esencia (Rinke, 2017: 90). En el mismo sentido, en su estudio sobre las crónicas de un periodista argentino acerca de la ocupación de Bélgica, Emiliano Gastón Sánchez observó que “una operación recurrente consistirá en presentar al pueblo alemán y a sus líderes como los herederos y continuadores de los pueblos ‘bárbaros’, como los hunos o lo mongoles […]” (Sánchez, 2011: 187). Por su parte, Vela caracterizó a Alemania como un país inhumano, que había cometido actos de la más cruel violencia. Desde su punto de vista, la obra de Alemania significaba el fin de la evolución humana y describió a este país como una nación muy arrogante: “Nada refrena su furor ni disimula su orgullo olímpico” (10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 5: 130-131). Los artículos del autor mostraron su menosprecio e incluso la ridiculización de Alemania y su pueblo. Así, Vela representó al pueblo alemán como totalmente estafado y drogado por el militarismo:
Ese espíritu de conquista de qué tanto hace alarde el pueblo de Alemania, es la alucinación de un pueblo enfermo por el ideal sangriento con que le sugestionara toda la literatura de sus filósofos, toda la filosofía de sus mariscales y todo el militarismo de su imperial monarca (Vela, 9 de octubre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 7: 186-187).
Y en enero de 1918, ironizó claramente:
Es doloroso para un pueblo, que tuvo fe en el militarismo de la fuerza o en la fuerza de su militarismo, contemplar el fracaso de todos sus proyectos de soberanía universal, de sumo predominio y de conquista, avasallando pueblos, extinguiendo la nacionalidad de débiles estados que tuvieron el gesto de alzarse en el camino de los invasores o llevar su grano de arena al bloque contra el cual debía estrellarse, toda la altanería kaiseriana y el medio siglo de premeditación sombría.
En el mismo texto también añadió con violento menosprecio:
Lo que ha hecho célebre y tristemente inolvidable a Alemania es su inverosímil torpeza psicológica que alcanza modalidades increíbles, a la vez que temerarias y de la cuales queda el tenebroso convencimiento de la miseria moral de un pueblo (Vela, 21 de enero de 1918, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 12, 347-348).
Como ya hemos señalado, el menosprecio y la ridiculización de Alemania permitían realzar por contraste la valentía y las cualidades de los Aliados. En cuanto a la caracterización de Alemania, Vela también comparó a este país con un personaje ridículo de su literatura: el fantasioso y mentiroso barón de Münchhausen, una especie de Don Quijote alemán. En particular, comparó a este personaje con el Mariscal Hindenburg del ejército alemán, de quien hizo una descripción peyorativa, en la cual señalaba que: “En su semblante de genuino militar teutón, en su fachada corpulenta –mezcla de sargentón y fabricante de embutidos– sus compatriotas han descubierto el arquetipo supremo por la hora actual” (15 de marzo de 1918, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 14: 52-53). Estos rasgos también se mostraban en una caricatura firmada por J. F. Jaramillo:
Hindenburg en líneas rectas
“Crónica extranjera”, 21 de enero de 1918, La Ilustración
Paul von Hindenburg fue representado aquí con líneas rectas para mostrar su falta de humanidad, remitiendo al perjuicio sobre la rectitud alemana. Su figura se asemeja a un tanque y la rectitud lineal también parece aludir a las trincheras. Esta caricatura del mariscal alemán contrastó a su vez con las descripciones y palabras apreciativas que Vela tuvo para con el Mariscal Foch, del bando francés.
La germanofobia de Vela también se percibió en el miedo que expresó frente al expansionismo alemán. Desde su primer artículo, en el que analizó las razones por las cuales Brasil había roto sus relaciones con Alemania, señaló el peligro de una invasión alemana. En efecto, el miedo al pangermanismo formaba parte de su retórica anti-Alemania. En su artículo del 9 de octubre de 1917, Vela desarrolló extensamente esta teoría sobre la voluntad de expansión alemana a través del mundo:
La “Kultur” debía propagarse universalmente, llegar a todas partes, del propio modo que las manufacturas “Made in Germany” habían inundado el comercio mundial, y, esa propagación del virus germánico, al que hacían resistencia las civilizaciones anglo-latinas, había de imponerse sobre el mundo, como el Corán bajo la espada de Mahoma, con los 42, los submarinos y los gases asfixiantes (Vela, 9 de octubre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 7: 186-187).
Desde su punto de vista, el pangermanismo era un peligro significativo para América Latina que ponía en riesgo sus fronteras y la integridad de sus naciones. Para presentar los fundamentos de esta teoría, Vela citó el siguiente pasaje perteneciente a Friedrich Lange: “Naciones decrépitas como la Argentina y el Brasil y más o menos, todos aquellos países pordioseros de Sur América, serán inducidos, por la fuerza o de alguna otra manera… a entrar en razón” (apud. Vela, 9 de octubre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 7: 186-187). La suposición de que Alemania tenía la voluntad de invadir el mundo era común entre los discursos germanófobos que circulaban en América Latina. Como apunta Stefan Rinke en su estudio global sobre el conflicto, en plena guerra de propaganda “los observadores encontraban particularmente preocupante el hecho de que el expansionismo alemán representaba una amenaza para el mundo entero” (2017: 92).[2] La idea de que el pangermanismo era un peligro se encontraba presente sobre todo en los países del Cono Sur, donde se argumentaba que la invasión alemana habría comenzado con una fuerte inmigración germánica. Este tipo de consideraciones se escuchaban también en otros países latinoamericanos. Así, Patricia Vega subraya que, a partir de 1917, los periódicos de América Central (La Información de Costa Rica y El Diario Oficial de El Salvador) enfatizaron el peligro y la amenaza que representaba Alemania para los territorios latinoamericanos (Vega Jiménez, 2018: 259). En línea con la exhibición de este tipo de argumentos, en su artículo del 9 de octubre, Vela diferenció el pangermanismo del expansionismo napoleónico al que justificó por su heroísmo, sin mucha coherencia con su denuncia de los imperialismos europeos.
En sus crónicas para La Ilustración, Pablo Hannibal Vela describió a Alemania como la encarnación de todos los males: responsable de la guerra, pésima en sus estrategias militares y diplomáticas, imperialista y ridícula. Esta opinión del autor es un ejemplo poco representativo de las opiniones que circulaban mayoritariamente en Ecuador durante los años de la guerra. Si los intelectuales se estaban aproximando poco a poco al campo aliado, el tono de Vela fue muy extremo y formó parte de una franja muy radical de opiniones expresadas sobre el conflicto armado. Como hemos señalado, este radicalismo anti-alemán tenía sin embargo eco en otros países de América Latina, donde las opiniones en contra de Alemania fueron a veces drásticas.
Una mirada sobre la guerra con perspectivas diversas
Los catorce artículos de Pablo Hannibal Vela aparecidos en La Ilustración de Guayaquil mostraron una mirada sobre la guerra que reflejaba diferentes ángulos de percepción y análisis. La “Crónica extranjera” fue también una crónica de la guerra, en tanto daba a conocer al lector el estado de la situación en diferentes frentes de combate. En este sentido, se parecía a las noticias de la guerra publicadas por los periódicos ecuatorianos. Durante los cuatro años del conflicto, la prensa consagró diariamente una sección particular dedicada a la publicación de noticias muy fácticas sobre los combates, que eran recibidas por los cables. El 18 de noviembre de 1917, Vela describió con precisión la ofensiva alemana en Italia, agregando a esta descripción sus análisis y apreciaciones personales que, a diferencia de la información cablegráfica consignada en los los periódicos, aportaron aproximaciones interpretativas que distaban de la imparcialidad. Si los periódicos intentaron publicar hasta 1917 información procedente de los dos bandos para dar una perspectiva lo más completa y neutra posible, Vela pronosticó siempre desde sus columnas una ventaja en los combates o una victoria próxima de los Aliados (18 de noviembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 9: 233-234), señalando reiteradamente que los Imperios Centrales estaban en malas posiciones, a punto de desplomarse, como apuntó sobre el final de la crónica publicada el 10 de agosto de 1917: “[…] Alemania sufre, golpe tras golpe, en los encuentros aéreos” (130-131). Esta construcción de los argumentos por parte de Vela se orientaba a convencer al lector de que la victoria aliada estaba asegurada –lo que difería bastante de lo que se podía leer en la mayoría de los análisis ecuatorianos sobre la guerra. Hasta mediados de 1918, pocos autores se atrevieron a afirmar la victoria de uno de los bandos, por lo que también en este punto los textos de Vela fueron bastante radicales y asumieron un rol de propaganda en favor de los aliados.
Más allá de las caracterizaciones de ciertas batallas, Vela hizo descripciones animadas de los combates que ponían de relieve cierta curiosidad y fascinación por las acciones en curso. En sus artículos se percibe la admiración por la lucha tecnológica, material. La guerra tenía que ver primero con “las prácticas de guerra, el ejercicio de la fuerza bruta, […] la brutalidad de las máquinas de destrucción […]” (Vela, 10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 5: 130-131). Suspendiendo sus análisis sobre la guerra, Vela dejó a veces correr su pluma, animándose a retratar escenas de guerra vívidas, que buscaron sumergir al lector en plena acción de los combates. Así, en el número de diciembre de 1917, escribió:
En torno de cada posición se realizan luchas fantásticas. Cada trinchera, baluarte, cabeza de puente o altiplano es capturado diez veces y otras tantas evacuado. Y, en los sangrientos vaivenes del combate las fuerzas se consumen, se agotan los obuses, se hunden y desaparecen escuadrones y, en esa como loca porfía de unos contra otros, la línea resiste incólume y allí, dónde se rompe o pierde un punto de apoyo, nuevos y terribles contraataques se encargan de restaurarla (Vela, 25 de diciembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 11: 303-304).
Ese modo de subrayar el dinamismo, la acción en la guerra, buscaba entretener al lector y era muy representativo de lo que se podía leer sobre el conflicto bélico en la prensa ecuatoriana (aparte de las meras informaciones cablegráficas) entre 1914 y 1916, donde circularon muchas crónicas y testimonios de la guerra que describían de manera animada y literaria lo que pasaba en las trincheras, dando vida a las acciones de los soldados. Así por ejemplo, el 2 de febrero de 1916, El Comercio de Quito publicó un texto titulado “Crónicas de la guerra. El asalto”, que no era sino un extracto del libro de Paul Bourget, El sentido de la muerte. Allí se narraba minuto por minuto una ofensiva en medio de las trincheras desde el punto de vista de un teniente francés. Estos textos que describían de forma animada la guerra solían estar acompañados por fotografías de las trincheras o de los combates que escenificaban la acción de los soldados, su valentía y su cotidiano.
Por otra parte, Vela no consideró que la guerra fuese solo un enfrentamiento de ejércitos. En sus crónicas destacó también los retos diplomáticos del conflicto:
La guerra, no es simplemente la lucha de un ejército contra otro, en que el éxito derive de la pericia y estrategia militares, es, también, una lucha intelectual en los campos de la diplomacia donde la estrategia y pericia de los cancilleres, han de secundar y cooperar al triunfo definitivo (Vela, 10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 5: 130-131).
Sobre este aspecto, Vela también dejó en claro su aliadofilia, subrayando que los Aliados eran superiores en este dominio, particularmente por haber sabido considerar y respetar a los neutrales y sus derechos, a diferencia de los Imperios Centrales. Además, en sus textos también calificó a la guerra como un enfrentamiento cultural y civilizacional, señalando que el conflicto armado era ideológico e implicaba el enfrentamiento de dos polos de valores. En reiteradas ocasiones, opuso la barbarie alemana a la civilización aliada. En enero de 1918, resumió de la siguiente manera las actuaciones de Alemania en el conflicto:
Lo que Alemania ha realizado en Alsacia y Lorena, lo que ha perpetuado en Bélgica, y los castigos conque el gobierno alemán quiere humillar el patriotismo y depravar el concepto del honor en esos pueblos invadidos, son crímenes que hieren lo más espiritual y recóndito de la conciencia humana (Vela, 21 de enero de 1918, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 12: 347-348.
En otra de sus intervenciones públicas, Vela describió a Alemania como un país cruel, que devastaba los símbolos de la cultura europea, y erigió el ejemplo de la destrucción de la Catedral de Reims como símbolo del pueblo culto que no se rendía ante la barbarie:
Y allí se alzan, todavía, como símbolo de un pueblo, su cuerpo mutilado y sus torres en escombros, con toda la belleza y el prestigio que irradia el heroísmo! Y lo que fue un recinto sagrado para el Culto, es, hoy, un baluarte de firmeza inquebrantable, como será, mañana, el más alto pregón de esa epopeya, que hará prevalecer ante los siglos la trágica leyenda de salvajismo teutón! (Vela, 18 de noviembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 9: 233-234).
El enfrentamiento entre la barbarie alemana y la civilización aliada es muy representativo de los discursos aliadófilos latinoamericanos frente a la Gran Guerra. Olivier Compagnon (2013: 79-90) ha efectuado una descripción extensa de las recurrencias de esa oposición en los discursos brasileños y argentinos. Este antagonismo se conjugaba con otros varios temas y, así por ejemplo, se oponía la democracia aliada a la tiranía germana. En su “Crónica extranjera” de septiembre de 1917, Pablo Hannibal Vela desarrolló esta idea, suponiendo que la salida del conflicto podría implicar la democratización de los Imperios Centrales:
¡Quién sabe si esta fatalidad, este huracán de fuego, este oleaje creciente de sangre civilizada, que inunda las trincheras, sea fecundo en el renacimiento y afirmación de los grandes ideales de los pueblos; quién sabe, si de esta lucha, provocada por los Imperios Centrales, lucha de reinos contra patrias, de tribus contra razas, de pretensiones contra ideales, surja, como debe surgir, una democracia fuerte, pero tranquila; noble y perdurable, que sea para lo futuro como un templo inconmovible sobre las cenizas humillantes del Pasado! (Vela, 20 de septiembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 6: 98-99).
Para Vela, la contienda enfrentaba modelos políticos: reinos contra patrias, y en ese enfrentamiento las patrias representaban lo moderno y el futuro de todas las sociedades humanas. Esta visión cultural y civilizacional de la guerra, exhibida por los sectores intelectuales que apoyaban al bando aliado, se relaciona con la francofilia de las élites. En los países de América Latina como Ecuador (Nuñez Sánchez, 2005: 408), las inclinaciones de las élites se anclaban en una mentalidad afrancesada. A finales del siglo XIX e inicios del XX, Francia y los intelectuales franceses se habían convertido en modelos culturales. En el contexto de la Gran Guerra y a partir del antagonismo con Alemania, Vela puso de relieve una interpretación de la guerra compartida generalmente entre las élites del continente y que se inscribía en un proceso cultural más amplio.
Pese a no estar relacionados con alguna instrucción o demanda por parte de los Aliados, los textos de Vela tenían una fuerte dimensión de propaganda. Por una parte, su discurso se nutría de la propaganda aliada, difundida en América Latina por las potencias beligerantes, de donde retomó los temas de la germanofobia, del expansionismo teutón contra la justicia democrática encarnada por el bando del Bien, los Aliados. Por otra parte, Vela contribuía con sus textos a redistribuir a otra escala esa retórica forjada en el exterior, adaptándola al contexto particular del Ecuador y de sus lectores para que fuese aún más destacada y efectiva. De esta forma, este tipo de textos constituía un verdadero relevo para la labor propagandística aliada.
“[¿]Acaso la obra odiosa empeñada por el Kaiser, no significa la destrucción del esfuerzo y de la actividad humana, el hundimiento de todas las conquistas alcanzadas a través de siglos y siglos de heroísmo y sus zozobras?” (Vela, 14 de julio de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 4: 98-99). Con esta pregunta retórica, Pablo Hannibal Vela destacó otra idea corriente que se propagó entre los intelectuales latinoamericanos a medida que se prolongaba la guerra. Como anota Olivier Compagnon explicando las palabras de Rui Barbosa de julio de 1916, los intelectuales criticaron cada vez con mayor énfasis el conflicto en curso, en tanto la guerra daba lugar a “un sentimiento que supera[ba] las polémicas sobre la Gran Guerra en muchos intelectuales argentinos y brasileños de la época” (2013: 195). El conflicto bélico era visto cada vez más como una condena para toda la humanidad, sin importar el campo que ganara. A pesar de su tono abiertamente partidario, también existió en la “Crónica Extranjera” una crítica a la guerra como un acto de barbarie en sí mismo. En su primer artículo para La Ilustración, Vela comenzó describiendo el conflicto con estas palabras:
A medida que los meses transcurrían y que la gran tragedia europea alcanzaba gigantescas proporciones, en un como delirio de barbarie y de locura, en que el derroche de sangre y el vértigo de la muerte, la destrucción y el hambre, cegaban en la existencia de millones de hombres en los campos de batalla, tal, como si una guadaña implacable cegara la rubia madurez de los trigales o como si un huracán desenfrenado pasara asolando campiñas y jardines; la conflagración europea se extendía vorazmente […] (Vela, 6 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 1: 4-5).
Y en junio de 1917 se refirió también a la guerra como una pesadilla universal:
Y hoy [...] presenciamos el infierno de una guerra, cuyos cuadros dantescos se precipitan vertiginosamente en un abismo de locura universal. Es el derrumbamiento trágico de todas las teorías, de todas las creencias y de todos los derechos (Vela, 17 de junio de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 3: 36-37).
Como La Ilustración en su conjunto se encargaba de subrayar enfocándose en los efectos de la crisis en Guayaquil, esa pesadilla no dejaba de lado al Ecuador. Varios colaboradores de la revista señalaron los horrores de la guerra, los efectos de crisis provocados y el final de una era moderna, tal como analiza Gladys Ivonne Valencia Sala (2021: 243). En su último artículo del año 1917, Vela interpretó el año transcurrido de forma intensamente negativa:
¡FINIS 1917! La mano descarnada de la Muerte cierra el libro fatídico del año, el libro de los doce capítulos de sangre y exterminio; mientras, el Destino –huraño y silencioso– abre, ante la eternidad del viejo Tiempo, otro volumen, rojo y negro, también, como el pasado. 1918 (Vela, 25 de diciembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 11: 303-304).
A medida que se prolongaba el conflicto, la totalización de la guerra conmocionaba y trastornaba a las élites latinoamericanas. Romain Robinet y Adriana Ortega Orozco (2015: 119) han subrayado este efecto para el caso de México. Asimismo, en otros países de la región como Colombia, la prensa también señaló la barbaridad de la guerra en curso. Julián Andrés Lázaro Montes y José Ángel Hernández lo expresan en esos términos:
Indudablemente lo caballeresco, lo romántico y lo virtuoso que se exaltaba muchas veces como propio del combate había sido desplazado por la barbarie, y reinaba en los países donde se combatía la más irracional y cruel forma de hacer la guerra, sin discriminar entre combatientes y no combatientes y violando cualquier norma ética asociada no solo a la guerra, sino también a lo que debía ser la conducta de seres humanos formados en las convenciones de lo que se denominaba “civilización” (Lázaro Montes y Hernández, 2021: 166)
En los catorce artículos publicados por Pablo Hannibal Vela en La Ilustración, sus observaciones sobre el conflicto bélico no fueron siempre coherentes. Así, en julio de 1917, desarrolló la idea de que, pese a ser deseable, la paz era imposible: “Y es que la paz universal y sempiterna, como una inspiración de la más alta cultura de los pueblos, es un bello sueño de oro, una fantasía irrealizable, un ideal super-humano que no veremos nunca!” (14 de julio de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 4: 98-99). En otras ocasiones, articuló un discurso justificativo de la guerra, argumentando que ésta era capaz de traer situaciones mejores, como por ejemplo la democracia en Alemania y, observando el inicio de la Revolución de 1917, también en Rusia (Vela, 20 de septiembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 6: 98-99). Esta ambigüedad entre la crítica del conflicto en su totalidad y el apego beligerante al bando aliado también se encuentra presente en otros intelectuales de la época. En su artículo sobre los escritos de Juan Emiliano Carulla durante la guerra, Emiliano Gastón Sánchez (2018) pone de relieve que, pese a su incesante sostén de Francia, durante su estadía en ese país como voluntario en los servicios de salud, Carulla también desarrolló una mirada más crítica frente a la guerra, marcada por el desencanto. Sin embargo, ese pesimismo no se instaló de manera uniforme en sus escritos, en los cuales continuó subrayando que la guerra podía traer avances sociales. Carulla, como Vela, oscilaba entre una mirada crítica y un apego al bando aliado que incluía la esperanza de que la guerra traiga mejoras para la humanidad.
La mirada de Pablo Hannibal Vela revela las ambivalencias de las perspectivas latinoamericanas sobre la Gran Guerra, que incluyeron momentos de fascinación, admiración y fuerte crítica a medida que se extendía el conflicto. Frente a todos estos sentimientos, algunos intelectuales como Vela manifestaron la necesidad de implicarse más, considerando que permanecer neutral era imposible. La guerra fue pensada y vivida como universal o mundial porque finalmente no concernía solo a Europa, sino también y de forma más amplia implicaba a América Latina y al Ecuador.
Ecuador y América Latina en el conflicto: interpretaciones y perspectivas
El propósito de Pablo Hannibal Vela en su “Crónica extranjera” era también recalcar que América Latina y el Ecuador no formaban parte del conflicto en curso, pero no obstante se encontraban muy pendientes de él. En primer lugar, la sección de Vela puso de relieve el contexto muy particular del año 1917 para todo el continente:
La conflagración europea se extendía vorazmente amagando con sus llamas no sólo los países vecinos y neutrales, sino, también, los lejanos continentes, extraños a la contienda, y de modo singular a los pueblos de América, en la que el Tío Sam, marcará siempre su compás de orquesta (Vela, 6 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 1: 4-5).
La fecha de la crónica señala el momento en que la guerra enredaba al continente americano a partir de la entrada de Estados Unidos al conflicto, en abril de 1917. Poco después, algunos países latinoamericanos seguirán los pasos del país del norte. En el mismo artículo de mayo, Vela analizó el caso de Brasil y aprobó la decisión de este país de entrar en guerra para protegerse del supuesto peligro que representaba el expansionismo alemán, lo que constituía un problema importante para su estabilidad futura (4-5). Sin embargo, allí también tomó en cuenta la presión ejercida por Estados Unidos hacia los países del continente para que ingresaran en la guerra, apuntando que “el Tío Sam […] marcará siempre su compás de orquesta” en los asuntos continentales. Si bien Ecuador no entró en la guerra, a finales del año 1917 rompió sus relaciones diplomáticas con Alemania. La publicación de esta primera crónica y de las sucesivas centradas en la guerra debe comprenderse a la luz de este contexto de expansión del conflicto en el continente americano.
Por otra parte, Vela también analizó otros eventos que marcaron el año 1917. En las páginas de La Ilustración, comentó la Revolución rusa y la evolución de la política en Rusia, aplaudiendo con entusiasmo el inicio de una democratización y un movimiento sano del pueblo para recuperar su soberanía. Sin embargo, a medida que transcurrían los meses y se dificultaban las cuestiones de poder, Vela se volvería mucho más crítico y pesimista. Además, dedicó también un artículo a la intervención del Vaticano para intentar encontrar un medio de implantar la paz, allí juzgó que esta iniciativa de Roma era inútil e inoportuna, “extemporánea” (20 de septiembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 6: 98-99). En estas contribuciones, Pablo Hannibal Vela dio cuenta de los eventos mundiales para informar a sus lectores, pero también para mostrar que su país no estaba apartado de lo que ocurría en el mundo, que los eventos que se sucedían le concernían al Ecuador y también sus periodistas y escritores tenían derecho a analizar la situación y tener su opinión. Según Vela, frente a la guerra universal, todos los países y todos los individuos eran beligerantes. En varias ocasiones había subrayado que la guerra implicaba al mundo entero. Así, el 25 de diciembre de 1917 sentenció que “el universo todo se halla en lucha. Ya no hay pueblos neutrales, sólo hay neutralidad en algunas cancillerías…” (303-304).
En su análisis de la revista La Ilustración, Valencia Sala ha señalado la voluntad de la revista de incorporar los eventos mundiales en su agenda, de abandonar una visión ecuatoriana narcisista de sus años de apogeo, a fin de considerar la crisis mundial que afectaba al país. Uno de los objetivos de la revista fue justamente hacer que el público ecuatoriano se sintiera interesado por la guerra (Valencia Sala, 2021: 247-249) y las crónicas de Vela contribuyeron activamente con ese objetivo. Desde las páginas de la revista, Vela efectuó comparaciones y paralelos entre Ecuador y aquellos países cuya neutralidad había sido violada, defendiendo a Bélgica o apoyando la entrada en guerra de Brasil, para mostrar que la neutralidad no impedía sufrir las consecuencias de la guerra y el avasallamiento de los derechos de los neutrales. Con sus crónicas, buscó que cada individuo se alzara en contra de los Imperios Centrales (Vela, 17 de junio de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 3: 36-37) y criticó la posición de su propio país, que no abandonó su postura neutral hasta diciembre de 1917. Con su actitud favorable al abandono de la neutralidad, Vela se colocaba en contra de la posición oficial del gobierno de su país, sin embargo sus opiniones representaban a una franja creciente de las élites ecuatorianas, en cuyas filas las voces que reclamaron que Ecuador tomara medidas de ruptura con Alemania fueron cada vez más numerosas durante el año 1917.
Si bien su opción por los aliados era evidente, Vela no criticó abiertamente a su gobierno. No obstante, expresó su reprobación de forma indirecta, a través de las críticas a otros países que permanecieron neutrales, como España. Señaló que el país ibérico tenía que intervenir en el conflicto para restablecer la lealtad y las leyes racionales y que España hubiera tenido que aprovechar la contienda para desarrollar su acción internacional y su compromiso con la defensa de la libertad en vez de aislarse.
América quería que la Hispania Mater, fuese como en mejores y remotas épocas, una nacionalidad fuerte y robusta, una unidad culminante y avanzada, en la vanguardia de los grandes pueblos. Y este anhelo de adhesión y simpatía hubiera querido verlo realizado en una hora como ésta en que Europa convulsionada y convertida en un sólo inmenso teatro de guerra, llevada a la catástrofe y al exterminio por el afán de beligerancia y de conquista soñada por un monarca rabioso y desequilibrado, bien reclaman la intervención armada y, aún mejor dicho la participación, la cooperación de todos los países, más o menos fuertes, del lado del Derecho y de la Libertad, atropellado el uno y en peligro la otra por el despotismo militar de un pueblo que pretende el dominio universal sobre todas las razas del planeta (Vela, 14 de julio de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 4: 98-99).
El ejemplo de España muestra además que el hispanismo estaba ganando importancia en los años de la guerra, como lo señala David Marcilhacy (2018). El ejemplo de España era también eficiente porque, según el autor, un vínculo particular la definía como “madre” de América, por lo que aquello que concernía a España tenía una resonancia particular en el continente americano. La asunción por parte de España de otro posicionamiento en el conflicto armado y en las relaciones internacionales podía representar un modelo para los países de América Latina. Mientras dirigía su discurso hacia España, Vela criticaba simultáneamente la actitud de América Latina en general y de su país todavía neutral, al tiempo que su discurso traslucía el deseo de un acercamiento hispanista para América Latina.
En sus crónicas, Vela quería mostrar la imposibilidad de permanecer neutral, sobre todo porque la guerra era también “una lucha intelectual” (Vela, 10 de agosto de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 5: 130-131). Esta tesis fue desarrollada en su artículo del 20 de septiembre de 1917, donde sostuvo que era imposible sostener una opinión imparcial o equitativa porque “la imparcialidad tiene fronteras […]” (“Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 6: 98-99). Esta crónica intervino en un momento muy específico del año 1917. Para septiembre, hacía ya varios meses que Estados Unidos y algunos países de América Latina habían entrado en guerra. Otros, en los meses siguientes, rompieron sus relaciones con Alemania. Entonces, Vela aprovechó ese momento de reposicionamiento de todo el continente para hacer valer su opinión sobre la actitud que debía asumir su país en la contienda. Según argumentó reiteradamente, frente a las atrocidades cometidas por los Imperios Centrales, no había más opción que acercarse a los Aliados. Este tipo de discursos anti-neutralistas circularon con mayor intensidad a partir del año 1917 en distintos países del continente. En su artículo sobre El Informador, periódico de Guadalajara publicado a partir de 1917, Guillemette Martin apunta que los artículos de opinión aliadófilos abogaron cada vez más en contra de la neutralidad de los gobiernos, requiriendo públicamente una toma de posición que sustentara firmemente a los Aliados (2018: 299). En el mismo sentido, otros intelectuales ecuatorianos también alzaron su voz para que el Ecuador se acercara más a los Aliados. A inicios de 1917, Victor Manuel Rendón tradujo Nuestras hermanas latinas, de Max Daireaux. Esta obra de teatro escenificaba un diálogo entre Francia y los países latinoamericanos para subrayar la necesidad de que éstos se unan a su combate. A pesar de que Rendón no encontró un editor en Ecuador para difundirla, su iniciativa muestra el fuerte anhelo de varios ecuatorianos por modificar la postura de su país. Por su parte, Pablo Hannibal Vela abogó por un tipo de beligerancia particular, una beligerancia “noble y distanciada”, es decir, una aproximación al campo aliado que no implicara tomar realmente parte en la contienda. Como señalan Pierre Purseigle y Olivier Compagnon (2016), es posible identificar muchos matices en la noción de “beligerancia” y de “movilización” en el marco del conflicto bélico. La postura neutral o la mera ruptura de las relaciones diplomáticas con un bando tienen que ser reevaluadas por la historiografía ya que, a pesar de no significar un compromiso armado con la guerra, estas posturas revelan una complejidad interesante que requiere un entendimiento particular.
La neutralidad imposible señalada por Vela y sus intervenciones en favor de una beligerancia distanciada explican ampliamente su satisfacción cuando Ecuador rompió sus relaciones diplomáticas con Alemania, en diciembre de 1917. La expresó así:
Ahora, somos beligerantes en los campos diplomáticos. Beligerantes nobles, con la misma lealtad con que supimos mantener estrictamente nuestro carácter neutral, ajeno a toda sospecha y libre de toda inspiración extraña. El gobierno ha cumplido y cumplirá con las viejas tradiciones de hidalguía. Tócale, hoy, en los momentos precisos, orientar al país por un sendero fecundo en realidades, estrechando los vínculos de nuestras relaciones en la sociedad internacional, ya que los pueblos no son en el concierto universal sino grandes individuos. Nuestra vida diplomática, desde mucho tiempo a esta parte, ha sido funestamente descuidada. No hemos procurado una figuración valiosa que nos levante por encima de niveles secundarios; Y, a éllo [sic] ha contribuido nuestro temperamento convulsivo, impropio para gestiones que signifiquen seriedad y constancia. Cuestión de idiosincracia, que es preciso contrariar, metódicamente, en beneficio de nuestro carácter nacional. Por lo demás, la situación actual es favorable para cualquier empeño de tal índole, en orden a nuestro rumbo cancilleresco (Vela, 25 de diciembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 11: 303-304).
Según Vela, la ruptura se explicaba por el contexto continental y no seguía una “inspiración extraña”. En efecto, Ecuador había decidido cambiar de postura, luego de aplazar durante largos meses su respuesta a las reiteradas peticiones y presiones estadounidenses para que el país se uniera al bando aliado. No obstante, la decisión ecuatoriana obedeció a una necesidad de aproximarse a Estados Unidos, principalmente por razones económicas, pero también a la observación atenta del comportamiento de sus vecinos latinoamericanos.
Vela analizó las consecuencias de la ruptura de la neutralidad para Ecuador en términos de posicionamiento diplomático. Consideró que ese momento era una oportunidad para que el país incrementara su accionar diplomático y afirmara su lugar en la escena internacional. Con esta toma de posición, Vela apuntó que el Ecuador marcaba su postura frente al evento mundial y mostraba que ya no permanecía al margen de la contienda, en la periferia del mundo, sino que asumía sus responsabilidades y la defensa de sus valores a nivel mundial. Puesto que Vela confiaba en la victoria aliada, también celebró la colocación de su país en el bando victorioso, llamado a desempeñar un rol protagónico en el nuevo orden mundial de posguerra. En su estudio acerca del Perú y su posicionamiento ante la guerra, Ombeline Dagicour (2018: 121) revela opiniones semejantes en ciertos intelectuales peruanos. Entre los argumentos de aquellos que quisieron entrar en guerra en 1917 existía la idea de que Perú, como país americano, debía encarnar un nuevo lugar en el orden mundial y el conflicto ofrecía al país esa oportunidad.
Además del cambio de postura del Ecuador frente a la guerra, Vela subrayó con orgullo la participación militar de algunos ecuatorianos en el conflicto. Presentó y felicitó de manera personal a ciertos voluntarios ecuatorianos en la guerra, expresando que ellos representaban un orgullo para todo el país. Refiriéndose a Luis Clemente Canales, un militar ecuatoriano enlistado en la legión extranjera francesa, señaló: “La patria, unión de corazón e ideales, no le ha olvidado, y, desde aquí, le aplaude y le contempla con orgullo, porque nuestras son sus glorias y nuestras sus fatigas; y, porque, en la contienda que lo envuelve, representa, también, nuestros anhelos” (Vela, 18 de noviembre de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 9: 233-234).
Como hemos señalado, Pablo Hannibal Vela no fue insensible frente a ese otro actor que se revelaba cada vez más importante en el escenario internacional: Estados Unidos. Desde el primer número de La Ilustración, incorporó a este país en el horizonte de sus reflexiones. En muchas ocasiones criticó sus afanes imperialistas y el peligro que su dominación representaba para América Latina. Así, en mayo de 1917, hizo una aproximación indirecta entre la crítica al pangermanismo alemán y a Estados Unidos, refiriéndose a este país como “Yanquilandia” para señalar su dominación creciente en la región (Vela, 6 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 1: 4-5). Un año después, la crítica antiamericanista se volvió mucho más directa y vehemente. En mayo de 1918, Vela dedicó gran parte de su crónica, aparecida entonces bajo el título de “Política internacional”, a advertir sobre el “peligro yanqui”:
La política de los EE. UU. con respecto a la América latina, ha sido prácticamente absorcionista. Al amparo de la doctrina Monroe y bajo los buenos auspicios de nuestra candorosidad de pueblos débiles, el coloso del Norte, ha ejercido un predominio inusitado, que no podía menos que provocar la resistencia airada y el natural recelo que despiertan las agresividades y el despotismo de los fuertes (Vela, 6 de mayo de 1918, “Política internacional”, La Ilustración, nº 16: 94-95).
En un artículo sobre el sentido que América Latina dio al conflicto bélico, Michael Goebel y María Inés Tato (2015) han explicado que la Gran Guerra fue un momento clave en el ascenso como potencia mundial de Estados Unidos y simultáneamente fue un momento en el que el antimperialismo se fortaleció y se hizo escuchar con más vigor. En la mirada de Vela, persiste una ambigüedad hacia los Estados Unidos. Tan aliadófilo como hemos podido notar en sus escritos, Vela aprobó la entrada en guerra de Estados Unidos, reconociendo su potencia y la suerte de su participación para los Aliados, pero simultáneamente advirtió que esa misma potencia era un peligro para América Latina. Esta ambivalencia frente a la potencia creciente de Estados Unidos se corresponde con la ambigüedad que existía en las relaciones de Ecuador con Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, oscilando entre la necesidad de una aproximación económica y diplomática y la voluntad de diferenciarse del vecino del Norte para conservar plenamente su autonomía y soberanía. Según Ronn Pineo (2007), esa ambigüedad reflejó más generalmente la relación entre los dos países, que fluctuaba entre el acercamiento y la distanciación. En la “Crónica Extranjera”, Estados Unidos representaba un peligro frente a la débil situación de América Latina. En varias ocasiones, Pablo Hannibal Vela se enfocó también en esa debilidad del subcontinente, señalando que frente a una amenaza
nuestros pueblos […] no pueden oponer una eficaz y firme resistencia, si consultamos su relativa desplobación [sic], su mínimo poder militar, el incipiente desarrollo de sus industrias y riquezas, sus mal definidas o no acordadas demarcaciones fronterizas y su temperamento anárquico que imposibilita sus alianzas, entorpece sus gestiones y malogra la confianza y seriedad de sus relaciones diplomáticas (Vela, 6 de mayo de 1917, “Crónica extranjera”, La Ilustración, nº 1: 4-5).
Entonces, para prevenir las amenazas que rodeaban a América Latina y para que la región asumiera el lugar que merecía en el escenario internacional, en su última crónica Pablo Hannibal Vela reclamó la unidad de América Latina:
Tendamos pues, a la evolución de la política de latino-americana y, en lo que a los meridionales nos compete, hagamos un esfuerzo de unión y fraternidad, sudamericanizando la expresión característica de nuestras democracias en un intento firme y perdurable de emancipación internacional (Vela, 6 de mayo de 1918, “Política internacional”, La Ilustración, nº 16: 94-95).
Esta reafirmación de un “nosotros latinoamericano” o de una necesaria “sudamericanización” se inscribía en un movimiento más general de inicios del siglo XX, en el que la reivindicación identitaria se hacía cada vez más fuerte frente al expansionismo norteamericano (Traverso Yepez, 1988: 73). La revista La Ilustración asumió también ese horizonte identitario, realzando los momentos de gloria de la civilización latinoamericana moderna y resaltando su cultura republicana en un momento de crisis de la civilización occidental (Valencia Sala, 2021: 249). En fin, esa interpretación de un futuro de unidad necesaria para América Latina resultaba representativa del efecto de la guerra en la visión continental de muchos intelectuales latinoamericanos, como ya ha sido señalado por Olivier Compagnon (2013: 215-221).
Conclusión
La “Crónica Extranjera” que Pablo Hannibal Vela publicó durante el primer año de la revista cultural La Ilustración de Guayaquil permite acceder a las representaciones e interpretaciones de la guerra efectuadas por un intelectual ecuatoriano. Hemos subrayado en qué medida la opinión de Vela reflejaba las visiones que circularon de forma más general en el Ecuador y también en América Latina. En sus crónicas, Pablo Hannibal Vela retomó temas de interés compartido entre los intelectuales latinoamericanos que observaron el conflicto. El aspecto fascinante de los combates, la crítica hacia la violencia del conflicto y la interrogación sobre el futuro que deparaba la contienda para el orden internacional eran temas de reflexión que circularon en toda América Latina. No obstante, y sobre todo en comparación con los textos sobre la guerra difundidos en Ecuador, el tono y las consideraciones de Vela fueron excepcionalmente virulentos. El autor fue muy crítico y despectivo con Alemania y puso de relieve el peligro que veía en la creciente importancia internacional de Estados Unidos. Asimismo, abogó por que América Latina supiera aprovechar el escenario abierto por el conflicto bélico para asegurar su puesto en un orden internacional en plena reconstrucción. Entonces, los artículos de Vela constituyen una fuente muy interesante para el análisis de estos aspectos radicales.
En cuanto a la recepción de los textos publicados por Pablo Hannibal Vela, no tenemos informaciones precisas sobre el número de impresiones y la tirada de la revista. Sin embargo, la regularidad de sus publicaciones durante dos años, la notoriedad de ciertos colaboradores y la cantidad de publicidad que contienen las páginas de La Ilustración permiten conjeturar que esta revista fue una publicación relevante y leída por la élite liberal guayaquileña. Además, la revista también circulaba en Quito, ya que se la mencionaba en otras publicaciones de la capital ecuatoriana. El radicalismo de las opiniones de Vela, que no reflejaba la postura mayoritariamente neutral o moderadamente inclinada hacia los Aliados de los intelectuales ecuatorianos, debió suscitar diversas reacciones en los círculos de las élites. Sus posicionamientos fueron objeto de debate, de discusiones animadas y probablemente no pasaron desapercibidos, sobre todo antes de 1918, cuando Ecuador permanecía neutral, ya que las posturas clara y radicalmente aliadófilas suelen leerse a partir de la ruptura de las relaciones con Alemania.
El estudio en profundidad de esta serie de artículos de Pablo Hannibal Vela permite entender la complejidad y los matices en las opiniones e interpretaciones de la guerra que circulaban en el Ecuador, pero también efectuar un aporte al estudio de la recepción del conflicto en América Latina. Las revistas culturales ecuatorianas y latinoamericanas fueron un lugar de expresión y de análisis acerca del conflicto, que en algunos casos permitían quizá más libertad en el tono y en las opiniones que los periódicos nacionales. El estudio de las crónicas publicadas por Vela en La Ilustración prueba también que, pese a los miles de kilómetros que separaban al continente de los centros de combate, la Gran Guerra fue un tema importante en las revistas culturales latinoamericanas del período.
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Sobre la autora
Elodie Lenoël es Magíster en Estudios Latinoamericanos con especialidad en historia por el Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine (IHEAL, Sorbonne Nouvelle). Es doctoranda en Historia en la Universidad Sorbonne Nouvelle (IHEAL – CREDA), Francia. Su tema de investigación se enfoca en Ecuador y la Primera Guerra Mundial. Forma parte del grupo de jóvenes investigadores Une Plus Grande Guerre.
https://orcid.org/0000-0001-5438-7886
About the author
Elodie Lenoël holds a Master’s degree in Latin American Studies with a specialisation in History from the Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine (IHEAL, Sorbonne Nouvelle). She is a doctoral candidate in History at the Sorbonne Nouvelle University (IHEAL - CREDA), France. Her research focuses on Ecuador and the First World War. She is a member of the group of young researchers Une Plus Grande Guerre.
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[1] En febrero de 1917, los servicios británicos interceptaron un telegrama del 16 de enero de 1917 que el ministro alemán de relaciones extranjeras, Arthur Zimmermann, envió a su representante en México. Allí proponía una alianza militar a México en caso de que Estados Unidos entrara en guerra. El telegrama fue publicado en la prensa el 1 de marzo de 1917.
[2] Traducción de la autora, en inglés en el texto: “These observers found especially worrisome the fact that German expansionism represented a threat to the entire globe”.