Una guerra para las mujeres. Las secciones y los escritos femeninos del semanario La Nota durante la Gran Guerra (1915-1918)

 

Cinthia Meijide

Universidad de Buenos Aires, IHAYA, GEHiGue

cinthia.meijide@gmail.com

 

 

Fecha de recepción: 18/9/2022

Fecha de aprobación: 28/11/2022

Resumen

En el presente trabajo se analizan las interpretaciones en torno al impacto de la Gran Guerra entre las mujeres que se registran en el semanario La Nota desde su fundación en agosto de 1915 hasta finales del año 1918. Para ello, se examinan las contribuciones publicadas por mujeres y con pseudónimos de mujer, así como artículos y sueltos aparecidos sin firma e intervenciones masculinas en torno a la cuestión de las mujeres y la guerra. Se postula que la revista exhibió el temor a la masculinización de las mujeres como resultado del ejercicio de nuevos roles en el contexto de la guerra y simultáneamente alentó la ejecución de reformas liberales que permitieran ampliar los derechos civiles y políticos de las mujeres a condición de que estas no descuidaran el ámbito doméstico, escenario privilegiado de la vida femenina.

 

Palabras clave: Primera Guerra Mundial, Revista La Nota, Revistas culturales, Mujeres, Guerra

 

A war for women. The female sections and writings of the weekly La Nota during the Great War (1915-1918)

 

Abstract

This paper analyzes the impact of the Great War on women in the weekly La Nota from its founding in August 1915 until the end of 1918. For this purpose, this article examines contributions published by women and under women’s pseudonyms, as well as articles that appeared unsigned and male interventions around the issue of women and the war. The essay postulates that the magazine exhibited the fear of the masculinization of women as a result of the exercise of new roles by women during the war and, simultaneously, encouraged the implementation of liberal reforms that would allow the expansion of women’s civil and political rights under the condition that they did not neglect the domestic sphere, the privileged scenario of women’s life.

 

Keywords: World War I, La Nota magazine, Cultural magazines, Women, War

 

Hombres en el frente, mujeres a la zaga

Desde el estallido de la Gran Guerra y durante casi medio siglo, los escritos y las producciones culturales masculinas configuraron de forma casi exclusiva el imaginario y las representaciones del conflicto bélico, en especial aquellas tributarias de la experiencia del frente, donde la historia de la guerra y de los hombres se confundía con la historia de los soldados (Braybon, 2003). Una literatura del horror, del barro de las trincheras y los alambres de púas había esmerilado las vivencias y los compromisos de las mujeres con el fenómeno bélico. Más compasivos que beligerantes, los roles estereotipados de las mujeres parecían resumirse en las imágenes de aquellas madres y viudas dolientes y patriotas, enfermeras aguerridas y munitionettes eventuales. En las últimas décadas, diversos estudios han prestado atención a las distintas formas de compromiso e implicación de las mujeres en los fenómenos bélicos. Como señala David Alegre Lorenz, “uno de los factores que más ha contribuido al avance y consolidación de los estudios de la guerra ha sido la presencia e influencia cada vez mayor de la historia de las mujeres y los trabajos debidos a historiadoras” (2018: 169), en tanto estos han demostrado la capacidad de desmontar discursos estereotipados en torno a los conflictos bélicos, al tiempo que han incentivado la reconsideración del papel de las mujeres en las guerras en tanto sujetos activos cuya actuación no puede ser reducida al papel de meras víctimas o participantes de segundo orden. Como apunta Susan Grayzel refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, las experiencias durante este conflicto “variaron en función de la nacionalidad, la edad, la clase y la raza, pero el género sigue siendo uno de los factores más importantes a la hora de configurar tanto las vidas en tiempos de guerra como el legado del conflicto” (2019: 274).[1]

Para el caso de la Primera Guerra Mundial, diversas aproximaciones tributarias de la historia social y cultural así como de la historia de las mujeres han enfatizado la importancia del género para profundizar en la comprensión de las experiencias y representaciones del conflicto armado. Estos estudios han considerado los aportes femeninos a los procesos de movilización en los Estados beligerantes (Becker, 2010), los avatares de los feminismos de entresiglos en el contexto de la Gran Guerra (Berkman, 1990), las repercusiones de la conflagración en el movimiento feminista organizado y las tensiones entre el internacionalismo y los procesos de nacionalización de los discursos de y para las mujeres (Barrancos, 2016; Grayzel, 2019; Thébaud, 2000), la ampliación de la participación femenina en el mundo del trabajo asalariado como consecuencia de los amplios fenómenos de movilización (Braybon y Summerfield, 2013), las formas de violencia sufridas por las mujeres en tanto parte de las poblaciones civiles (Audoin-Rouzeau y Becker, 2002; Herzog, 2009), las implicancias de la guerra en la definición de roles e identidades de género (Grayzel, 1999) así como en la conquista de derechos civiles y políticos por parte de las mujeres (Braybon, 2003; Dombrowski, 2005). Además, en tanto la guerra “movilizó los recursos expresivos femeninos” (Gómez Reus, 2012) se han recuperado y analizado los escritos de mujeres que testimonian sus diversas modalidades de participación en el conflicto armado y las distintas formas en las que vivieron y narraron la guerra (Bicker, 1993; Cardinal, Goldman y Hattaway, 1999; Kelly, 2020; Ouditt, 2000 y 2005; Tylee, 1990). No obstante, estos trabajos se han concentrado fundamentalmente en el análisis de las condiciones de vida, las experiencias y los procesos de movilización de las poblaciones femeninas de los países beligerantes, por lo que aún resta explorar los discursos dirigidos a las mujeres de los países neutrales así como los testimonios e impresiones de la guerra correspondientes a mujeres que interpretaron el conflicto bélico desde la distancia impuesta por la neutralidad de sus países de origen.

En un balance sobre los aportes de la historia cultural al estudio de la Gran Guerra, John Horne señala que “la cultura impresa, comercial e incluso popular […] proporcionó el lienzo más amplio en el que se podían explorar esas ‘representaciones’ de la guerra y su circulación” (2019: 160).[2] En tanto la Primera Guerra Mundial fue también un fenómeno mediático (Musser, 2019; Rinke, 2019; Sánchez, 2014a y 2014b; Tato 2017), los diarios, folletos y las revistas de diversa índole dieron cuenta de las novedades del conflicto bélico y ofrecieron a sus lectores interpretaciones de la conflagración. La guerra llenó las páginas de las publicaciones existentes y motivó la aparición de nuevos periódicos y revistas que difundieron noticias, curiosidades y novedades aportadas por la guerra. Como documentos para el análisis de las representaciones, imágenes e interpretaciones del conflicto, las publicaciones periódicas han concitado la atención de los historiadores de la guerra. En el marco de la reconfiguración del campo intelectual argentino y de los procesos de modernización y ampliación del público lector (Altamirano y Sarlo, 1997), en las primeras décadas del siglo XX la prensa desempeñó un papel significativo en la elaboración de representaciones y valoraciones de la Primera Guerra Mundial, sus causas y consecuencias, constituyéndose en un soporte de mediación privilegiado entre la experiencia de la guerra europea y los lectores argentinos (Tato, 2017). Asimismo, para 1914 las mujeres formaban parte del público de los periódicos y las revistas culturales, lo que se evidencia en la incorporación de contenidos y anuncios dirigidos a ellas, que van desde notas sobre moda y artículos pedagógicos hasta publicidades sobre nuevos productos cosméticos (Fakin, 2019: 20, Moraña, 2008), que exhibieron en las arquitecturas de las revistas el “efecto irresistible de la combinación entre lectura, deseo y domesticidad (Vicens, 2016: 29).[3]

Con hombres y mujeres en el horizonte de los lectores deseados y motivado especialmente por el desarrollo del conflicto bélico, el emir Emín Arslán fundó en Buenos Aires la revista semanal La Nota, cuyo primer número apareció en agosto de 1915, a un año del estallido de la Gran Guerra. La Nota fue un mosaico literario que puso a prueba la eficacia de una red sociabilidad aliadófila para la puesta en circulación de informaciones e interpretaciones orientadas a movilizar a la opinión pública local en favor de las potencias de la Entente. En sintonía con los mecanismos de exhibición de temas orientados a las mujeres que se registran en otras revistas del período, La Nota desplegó estrategias de mostración e interpretación de la guerra dirigidas especialmente al público femenino y en muchos casos esas lecturas del conflicto bélico aparecieron firmadas por nombres y pseudónimos femeninos. Durante el período, los semanarios ilustrados y las revistas culturales incorporaron a sus secciones y páginas femeninas evaluaciones, consideraciones y comentarios tanto frívolos como graves sobre el conflicto bélico en curso y las mujeres, en tanto articulistas y parte del universo de lectores imaginado, fueron productoras y destinatarias de discursos específicos en torno a la guerra. Publicaciones de amplia circulación como Fray Mocho, Caras y Caretas, Mundo Argentino, PBT y Atlántida incorporaron imágenes y artículos que reproducían noticias y opiniones sobre “La mujer y la guerra” (Fray Mocho, 309) y registraban en sus páginas los nuevos roles desempeñados por las mujeres en los países beligerantes (“¿Una aviadora en la guerra?”, Mundo Argentino, 189; “La misión de la mujer en la guerra”, Fray Mocho, 127; “Tocados de guerra”, PBT, 655; “El trabajo de la mujer en tiempo de guerra”, Atlántida, 16).

En este trabajo se analizan las representaciones de la Gran Guerra que se registran en los artículos firmados por mujeres y agrupados mayoritariamente en las secciones femeninas del semanario La Nota. Asimismo, se toman en consideración los sueltos y notas sin firma aparecidos en las secciones femeninas, en tanto su colocación buscó orientar la lectura de estos materiales hacia las mujeres. Como buena parte de las contribuciones femeninas formaron parte de un diálogo explícito o implícito con el director de la revista y con diversos colaboradores masculinos, también se revisan algunas contribuciones del director y de otros articulistas del semanario. Para ello, se han relevado los 177 números aparecidos desde el 14 de agosto de 1915 hasta el 27 de diciembre de 1918. El artículo presenta las principales características del semanario La Nota, las tensiones entre el desarrollo de una intensa campaña editorial en favor de los aliados y la necesidad de captar la atención de un público amplio –que incluyera a aquellos lectores que no necesariamente se interesaban por los asuntos internacionales– para abordar posteriormente las representaciones de la Gran Guerra que aparecen en las contribuciones firmadas por mujeres así como en sueltos y notas breves orientados a la lectura del público femenino en el marco de una empresa editorial organizada alrededor de la guerra.

 

La Nota, una empresa editorial aliadófila

En junio de 1910, el Imperio Otomano y la República Argentina suscribieron en Roma un protocolo de relaciones consulares y en octubre del mismo año arribó a Buenos Aires el emir Emín Arslán para desempeñarse como cónsul general del Imperio Otomano, cargo que había ocupado previamente en Burdeos, Bruselas y París y que desempeñó en Buenos Aires hasta su remoción, en agosto de 1915.[4] La formación de Arslán, el conocimiento de los códigos culturales europeos y su condición de políglota le permitieron una rápida inserción en los círculos intelectuales porteños. Desde su arribo a Buenos Aires y hasta mediados de 1915, el emir Arslán combinó la actividad periodística como colaborador de periódicos y revistas locales con el desempeño de sus funciones al frente del consulado.[5] El estallido de la guerra de 1914 y la imposibilidad de conciliar su posición favorable al sostenimiento de la neutralidad por parte del Imperio Otomano con el alineamiento de Turquía en el bando de las Potencias Centrales determinaron su desplazamiento de las funciones consulares y la delegación de la representación oficial de la Sublime Puerta en Rodolfo Bobrik, cónsul general de Alemania.[6] A partir de entonces, Arslán dedicó sus esfuerzos a promover la causa aliada en el Río de la Plata, lo que motivó la fundación de la revista.[7]

La Nota fue un semanario misceláneo que se publicó en Buenos Aires entre agosto de 1915 y noviembre de 1921.[8] Durante este período aparecieron un número prospecto y 312 números consecutivos. Con una tirada inicial de cinco mil ejemplares semanales, que según su director superó rápidamente los veinte mil, la revista se presentó ante el público lector como una “tribuna libre” que aspiraba a convertirse en “la guía intelectual de los hogares” (“A modo de prefacio”, LN, 1: 1). Esta misión de orientación y educación del gusto del público, declarada en el primer número de la revista, muy pronto asumió un horizonte aliadófilo explícito, por lo que en diciembre de 1915 La Nota se reconoció como “una tribuna literaria argentina y una defensa de los pueblos hollados –en esta hora crítica de la humanidad– por la fuerza regresiva y brutal; una defensa de la civilización menospreciada” (“Advertencia”, LN, 17: 319). La promoción de la causa de Francia y los aliados fue el motivo central que organizó la publicación, lo que permite explicar su agotamiento para 1921 y el alejamiento de Arslán de la dirección de la revista en noviembre de 1920.

La campaña publicística en favor de la Entente, y en particular de Francia, fue el eje dominante de la publicación, a tal punto que los números aparecidos entre mediados de 1918 y abril de 1919 se publicaron bajo el lema de Revista semanal pro naciones aliadas. En las páginas del semanario circularon profusamente noticias, opiniones y curiosidades sobre la Gran Guerra; en torno a ella se agruparon las principales contribuciones de escritores, intelectuales, políticos y artistas locales y extranjeros. La Nota contó con una extensa nómina de colaboradores que fue ampliándose a medida que la publicación se consolidaba;[9] junto a los artículos de escritores y publicistas locales, el semanario incorporó en sus páginas sueltos y recortes extraídos de la prensa internacional y una profusa correspondencia de intelectuales, críticos y periodistas residentes en Europa.[10]

Sin pretensiones de imparcialidad, La Nota hizo gala de una germanofobia indisimulada que tuvo como blanco privilegiado de los ataques a la figura del Emperador Guillermo II. Atendiendo a criterios de disposición de la información y ordenamiento de los materiales, en la revista las noticias, opiniones y comentarios sobre el desarrollo de la Gran Guerra no se agruparon en una sección exclusiva, sino que se diseminaron por las páginas y la inestable estructura de secciones del semanario.[11] Si a primera vista resulta evidente que una sección como Noticias de la guerra o la Sección alemana traían información sobre el conflicto, como temática privilegiada, la guerra impuso el ritmo y organizó la publicación al menos hasta fines de 1918. La Nota se caracterizó por la distribución de notas breves sobre la guerra en las distintas páginas y secciones y por la yuxtaposición de análisis agudos y comentarios sintéticos sobre el conflicto bélico. Así por ejemplo, se dispersaron en sus páginas advertencias al lector sobre las pretensiones territoriales de Alemania en Sudamérica, reiterados perfiles condenatorios de Guillermo II, poesías y composiciones literarias de tema bélico, reseñas de publicaciones locales y extranjeras sobre la guerra, objeciones estéticas a la moda femenina alemana y, entre febrero y marzo de 1917, se publicaron una serie de respuestas a una encuesta sobre la actitud que debía asumir la Argentina frente la guerra submarina sin restricciones declarada por Alemania.[12] Por otra parte, las zonas de la revista que no tematizaron la guerra contribuyeron a mitigar una campaña editorial agresiva. Las noticias sociales, comentarios bibliográficos, páginas de variedades, partituras musicales, novelas por entregas, secciones femeninas y artísticas permitieron calibrar la publicación para acercarla a un universo de lectores más amplio y extender el alcance del semanario por fuera del círculo de lectores interesados por la coyuntura internacional.

Si bien durante el período analizado el semanario tematizó cuestiones de política doméstica, como las elecciones presidenciales de 1916 o las revueltas de los jóvenes reformistas cordobeses, y siguió atentamente los debates parlamentarios en la sección “Cositas del Congreso”,[13] La Nota se organizó fundamentalmente en torno a una agenda de orden internacional concomitante al desenvolvimiento de un fenómeno de alcance global como la Primera Guerra Mundial, por lo que su alineamiento temático, político e ideológico más explícito y evidente es consecuencia de lo que Martín Bergel (2015) ha identificado como la emergencia de una opinión pública local interesada en temas globales en las décadas finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Fue a partir del análisis del convulsionado escenario internacional que ingresaron al semanario buena parte de las críticas al gobierno Yrigoyen, que encontraron su fundamento más sólido en la objeción a la neutralidad del gobierno radical, sobre todo a partir de 1917. Entre otros factores, la procedencia libanesa del director y principal animador de la revista motivó la reiteración de imparcialidad de la publicación en cuestiones de política doméstica.[14] De forma personal, Arslán se abstuvo de emitir juicios demasiado directos sobre estos asuntos haciendo uso de algunas fórmulas eufemísticas y reiteradas (“no me es dado tomar parte en este asunto; el lector sabrá por qué”, “adopté el sistema de abstenerme en absoluto de intervenir […] en la política nacional por razones que fácilmente se adivinan”) con las que insinuó su condición de extranjero como inhibición para expedirse sobre asuntos de identidad nacional y de política interna. Esta situación no excluyó de las páginas de la revista aquellas colaboraciones que analizaron la coyuntura política argentina, sino que justificó una política de distribución de firmas: para el tratamiento de cuestiones nacionales, Arslán cedió espacio en su publicación a intelectuales y escritores de prosapia criolla. No obstante, el director del semanario buscó insistentemente asociar su pretendida prescindencia personal en asuntos de política doméstica con la (cuestionable) imparcialidad de la propia publicación.

 

En busca de las lectoras

Las primeras líneas de “A modo de prefacio”, texto sin firma atribuible a la redacción aparecido en el primer número y que ofició de presentación de la revista en público, señalan que cualquier lector “habrá visto desde su observatorio callejero que todas las semanas, cuando no todos los días, una publicación recién nacida golpea tímidamente los albadones [sic] del mundo” (LN 1: 1). Esta constatación evidenciaba la existencia de un mercado revisteril competitivo y en expansión que planteaba severos desafíos a la consolidación y al sostenimiento de las empresas editoriales. Por este motivo, la dirección se propuso “hacer de La Nota una revista interesante” (1) con la intención manifiesta de convocar la concurrencia de lectores y medios económicos para sostener la publicación. Así, en el número 17 aparece una “Advertencia” firmada por la dirección de la revista en la que se celebraba la afluencia de avisos publicitarios por parte de la industria y el comercio, el aumento de suscripciones y el éxito de la venta callejera. Estos hechos fueron presentados como una agradable sorpresa, “porque no habíamos supuesto que el gran público se acostumbrase a leer una revista sin figuras, vendida a un precio que no es de práctica en las revistas callejeras” (319). La referencia a la ausencia de imágenes y al precio de tapa del semanario establecían una inscripción relacional de la revista en el mercado de las publicaciones periódicas de la época. Así por ejemplo, semanarios de amplia circulación como Caras y Caretas o PBT incluían imágenes y se vendían por un precio de 20 centavos, mientras que La Nota costó 30 centavos hasta diciembre de 1915. La suerte financiera de la publicación fue exhibida como “una evidente prueba de que no tenían razón los que pretendían que no había en Buenos Aires un público suficientemente intelectual y cultivado para sostener y apreciar un semanario de esta índole” (“Advertencia”, LN, 17: 319). Entonces, la revista anunció el descenso del precio de tapa a 20 centavos y de suscripción, que pasó de 12 a 10 pesos anuales, así como la incorporación de correspondencias literarias de escritores y periodistas de Europa y América.

Desde su primer número, La Nota dio pruebas de que su director consideraba seriamente la tensión existente entre llevar a cabo una campaña editorial agresiva en favor de los aliados y consolidar estrategias de captación y retención del público lector. Fue justamente la conciencia de la competencia mercantil y el afán por ganarse los favores del público lo que motivó una cierta diversificación temática del semanario así como una variación genérica de los textos consagrados a mostrar la guerra. Esos esfuerzos por ampliar y retener al público lector y consumidor de la revista, por hacer del semanario una publicación atractiva no solo para aquellos lectores interesados en la evolución de la guerra en curso, permiten comprender el modelo misceláneo adoptado por la revista y consagrado como estructura exitosa por otras publicaciones del período que incluían, entre una variada gama de temas y secciones, páginas femeninas y/o artículos orientados a cautivar la atención de las mujeres e “incorporar al ámbito doméstico como ámbito de lectura y circulación de la revista” (Delgado, 2005: 87). Para ello, La Nota incluyó desde su primer número y en la mayor parte de los siguientes al menos una colaboración firmada con nombre de mujer.

Montada sobre una extensa tradición de periodismo y escritura femenina que se remonta al siglo XIX e incluye el tratamiento por parte de las mujeres de los asuntos bélicos que comprometieron el destino del país (Masiello, 1994 y 1997; Miseres, 2002a; Mizraje, 1999, Vicens, 2016) y en cuyo marco se forjaron escrituras que amalgamaron “el ámbito hogareño con la historia bélica nacional y sudamericana” (Miseres, 2022b: 159), La Nota fue delineando secciones de lectura que tematizaron diversos asuntos de la vida femenina y agruparon las contribuciones firmadas por nombres de mujer. Con excepción de las colaboraciones poéticas reunidas en la sección Poesías, donde se muestran los nombres propios de las escritoras –el más reiterado es, sin duda, el de Alfonsina Storni–, las contribuciones y secciones femeninas del semanario contaron con un importante número de artículos y sueltos sin firma o firmados con pseudónimos.[15] Si bien esta zona de la publicación conformó fundamentalmente un espacio de distensión de la temática bélica, donde se expusieron principalmente textos intimistas y pedagógicos dirigidos a las mujeres, la revista también incorporó artículos que convocaron la reflexión femenina sobre diferentes aspectos asociados a la guerra.

En el primer número de La Nota, se reprodujo un artículo titulado “La moda alemana”, firmado por Yvonne, que trasladaba los principales argumentos anti-alemanes del semanario a las cuestiones de la moda.[16] Allí, se denunciaba el tratamiento “doctoral” y “científico” del cuerpo femenino por parte de los modistos alemanes, la aberración de los ensayos de la Kultur en la moda, que se resistían a aceptar “la ley inexorable de París” y se traducían en el diseño de “sombreros dernier cri en forma de cañones y torpedo”, de “trajes de Zeppelin”, “faldas de Minenwerfer” y “écharpes color gas asfixiante” (LN, 1: 20). La cuestión del interés de las mujeres por la moda motivó también una intensa polémica entre el emir Arslán y varias colaboradoras femeninas que firmaron con pseudónimos sus cartas dirigidas al emir. El debate asumió los términos de una discusión en torno a la lógica y el ingenio de las mujeres y el argumento central con el que Arslán discutió la igualdad de lógica e ingenio entre hombres y mujeres fue que estas últimas aceptaban “desde tiempo inmemorable el servilismo de la moda” (“El ingenio y la lógica de la mujer. Réplica con algunos comentarios”, LN, 4: 78).[17] A propósito de esta polémica, en el cuarto número de la revista Arslán reprodujo un diálogo con Jorge Mitre, director entonces del diario La Nación, en el que se mencionaba el riesgo de agobiar al lector con un exceso de información sobre la guerra. Vale la pena reproducir el pasaje in extenso porque allí se alude al delicado equilibrio entre los temas y contenidos de una publicación y las estrategias comerciales de un periódico como La Nación, que permiten vislumbrar los dilemas del propio Arslán para sostener una empresa editorial orientada fundamentalmente a promocionar la causa de la Entente:

Hallábame cierta noche en “La Nación” después de corregir las pruebas de otro artículo que versaba, ése sí, sobre la guerra europea, cuando, antes de retirarme, pasé por el despacho del distinguido director del diario, señor Jorge Mitre, para saludarlo. Su mesa de trabajo desaparecía, literalmente, bajo una montaña de papeles.

Todo esto –díjome el señor Mitre– se refiere de un modo u otro a la guerra. Nuestros colaboradores no quieren escribir ahora sobre otro asunto, y mucho me temo que el lector acabe por fatigarse…

Ignoro si esa frase cayó al azar o si encerraba una discreta y amable insinuación. Lo cierto es que convine conmigo mismo en sacarle provecho, ofreciéndole al director de “La Nación” un trabajo para su diario, que fuese ajeno por completo a la diplomacia y a la guerra.

La mujer, ese enigma eterno de la vida, se me vino a la cabeza, y tras algunas cavilaciones no tardé en dar con el tema apetecido. Un número de “Femina”, la popular revista parisina, que cayó en mis manos casualmente, traía, por fortuna, ciertos detalles relativos al último concurso propuesto a sus lectoras.

El concurso consistía en la siguiente pregunta: “Si no fuera usted mujer, ¿qué hombre le gustaría más haber sido?”.

[…]

Todo eso me pareció materia prima para un interesante artículo y me propuse llevarlo a término, tanto más, cuanto que nos hallábamos hacia el fin de verano, época más adecuada para este género de lecturas que no para las fatigantes cuestiones de la guerra (Emir Emín Arslán, “El genio y la lógica de la mujer. Réplica con algunos comentarios”, LN, 4: 77-78).

 

Como Jorge Mitre, Arslán también consideró el riesgo de fatigar al lector con un exceso de información sobre la guerra, por lo que el sostenimiento de una relativa diversificación temática está estrechamente vinculado a la necesidad de captar y retener al público, incluyendo a las mujeres que, de acuerdo con las características de los espacios de lectura de la revista marcados sexo-genéricamente, no parecían interesarse demasiado en escribir o leer sobre la evolución del conflicto bélico, al menos hasta la incorporación de las columnas firmadas por Lola Pita.[18] Para lograr una amplia circulación del semanario, como ha observado Verónica Delgado, “la revista declaró el carácter ‘interesante’ de los materiales y temáticas como su criterio de selección, y la intención de publicar escritos sobre ‘cosas interesantes’ tuvo su correlato en los géneros propuestos, incluso para los temas políticos” (2010: 8).

 

El léxico de la guerra y el temor a la indistinción sexual. Sobre temas y modelos femeninos

Como ya fue señalado, las secciones femeninas que agruparon la mayor parte de las colaboraciones firmadas por mujeres conformaron principalmente una zona de distensión de la temática bélica.[19] No obstante, la sección Cosas femeninas incorporó notas breves sin firma –atribuibles a los esfuerzos de la redacción por concitar la atención de las mujeres en diversos asuntos y curiosidades vinculados a la guerra y movilizarlas en favor de la causa de los aliados– que tematizaron el conflicto bélico, al tiempo que otras zonas de la publicación incluyeron artículos breves y sueltos sobre la actuación de las mujeres europeas en la conflagración, la asunción de nuevos roles en el marco de las sociedades beligerantes y el impacto del conflicto armado en los debates en torno a la adquisición de derechos civiles y políticos que revisaremos más adelante.

Con excepción de los artículos de Lola Pita aparecidos durante los años 1917 y 1918 y algunas otras escasas colaboraciones eventuales,[20] en las secciones femeninas se presentaron predominantemente temas de la vida social de las mujeres jóvenes de la elite, cuestiones intimistas y pedagógicas así como reflexiones sobre diversos temas sentimentales desarrollados en algunos casos con el léxico bélico en boga. Las reflexiones y meditaciones femeninas tuvieron como escenarios de escritura y de experiencia la terraza del Torreón de Mar del Plata, los recreos del Tigre, las veladas del Odeón, los conciertos del Colón y los paseos por Palermo. El género privilegiado para este tipo de discursos fue la carta, que quedó consagrado como género distintivo de la sección Cartas de La Niña Boba.[21] Allí, con un tono paródico (Diz, 2005b), una joven porteña de clase alta escribía sus reflexiones en torno al amor, la amistad, los noviazgos, la timidez e incluso la escritura femenina, dirigiéndose invariablemente al director de la revista como destinatario de sus misivas. Las Cartas de La Niña Boba conformaron un espacio en el cual las conductas y modos de sociabilidad de las mujeres de clase alta se exhibieron ante un público mixto y heterogéneo (Delgado, 2005). En esta sección, la coyuntura bélica o la referencia a los movimientos sufragistas pasó a la escritura como “metáforas de combate” (Masiello, 1997: 225) o comparaciones eventuales que permitieron presentar cuestiones sentimentales o de la vida social femenina con cierto léxico político. Así por ejemplo, en una carta titulada “La agonía del flirt”, La Niña Boba escribía: “Sí, señor, [el flirt] desaparece: […] se va como tantas otras tradiciones amables que la vida prosaica de nuestros días ahuyenta con su seca fealdad de sufragista” para luego señalar que “el flirt para nosotras es la entrada en materia, la iniciación; es la conscripción militar nuestra” (LN, 6, 114). En otra carta titulada “El secreto femenino”, la articulista apuntaba:

Desde el momento en que los estados en guerra publican en libros de colores variados sus más íntimos secretos, como la indiscreción flota en el ambiente, quiero para La Nota esbozar algunas confidencias con que podría iniciarse un “libro rosado” de la diplomacia femenina.

No piense por un instante el Señor Director que la publicación de un “libro rosado” se deba a un estado de guerra franco, no; por Dios no; adoro las escaramuzas, pero tengo horror a romper hostilidades; por el momento movilizo… (La Niña Boba, “El secreto femenino”, LN, 10: 190).

Como se observa en la cita anterior, la guerra se presentaba como una metáfora que permite mostrar cómo el léxico bélico contaminó incluso aquellos artículos y zonas de la publicación que no tematizaron el desarrollo del conflicto armado. En el mismo sentido, leemos en otra carta: “llego en lo que digo, a veces, hasta lo peligroso, pero me retiro siempre con honores de guerra, sin entregar las armas” (“Defensas”, LN, 174: 3771).[22] Estas transposiciones del léxico bélico al lenguaje de la expresión íntima muestran que, aún cuando la guerra no fue un tema de reflexión para La Niña Boba, formaba parte del vocabulario que permitía expresar una forma de ser contemporánea, de estar al corriente de los asuntos relevantes que sucedían más allá del ámbito doméstico y de los temas que típicamente concitaban la escritura femenina.

En su correspondencia, La Niña Boba promovió la instrucción y la escritura femenina, la astucia silenciosa de las mujeres, y recomendó que “seamos pasivas y serenas, que esa y no otra es la actitud propicia para ser adoradas” (“Lejanía”, LN, 22: 424). Este tipo de inteligencia y sensibilidad, que reivindicaba el ejercicio de la crítica, el pensamiento y la escritura por parte de las mujeres, pero que permanecía bastante replegado sobre asuntos sentimentales y de buena sociabilidad, se adecuó al entramado ideológico predominante de la revista, que promovió la actuación doméstica y la expresión intimista de las mujeres al tiempo que impulsó la ejecución de reformas liberales contenidas destinadas a ampliar los derechos civiles y políticos de las mujeres y a regular la incorporación del género femenino al mercado del trabajo,[23] evitando “el feminismo anarquizante de la Señora Pankhursts” y “el feminismo bostonino [sic] de los Estados Unidos”, que según Manuel Rojas Silveyra, “en la imposibilidad material de terminar con la mujer, uno y otro se conforman con exterminar el espíritu de feminidad” (“La actitud y la vida. Ensayo de una estética femenina”, LN, 15: 284). El temor que invariablemente surcó todas las intervenciones vinculadas a los nuevos roles femeninos desempeñados en el contexto de la guerra fue la “masculinización”: el riesgo de la incorporación de las mujeres a los espacios de actuación tradicionalmente reservados a los hombres era la indistinción de los sexos, que provocaba un intenso “miedo al desorden del sistema sexo genérico” (Diz, 2005a: 99). Tal vez la síntesis más cabal de ese temor sea un artículo firmado por Daniel Muñoz, titulado “Mujeres masculinas”. Allí el articulista colocaba a las feministas en la inquietante tradición de “las falanges de Amazonas” y señalaba:

Se ha dado en llamar “feminismo” a esa tendencia perturbadora de las leyes de la naturaleza y revolucionaria contra el orden social, siendo así que, para expresar con exacta corrección su significado, debería llamársele “machonismo”, ya que lo que tales mujeres pretenden es usurpar a los hombres el ejercicio de ciertas funciones civiles y políticas que hasta el presente han sido desempeñadas exclusivamente por el sexo fuerte, y no digo feo, porque el verdadero feo sexo lo componen las “machonistas”, las cuales, en resumen, aspiran a ponerse los pantalones (Daniel Muñoz, “Mujeres masculinas”, LN, 23: 447).

Ese fue el fantasma que asedió los argumentos a favor y en contra de la adquisición de derechos por parte de las mujeres, de su intervención pública y de sus formas específicas de beligerancia. En los países contendientes, la declaración de las mujeres como esenciales para el esfuerzo bélico estimuló el temor y la condena por infringir el reparto de los roles sexuales (Grayzel, 2019, Thébaud, 2000). Motivada por el mismo temor al trastorno del orden social sexualmente jerarquizado, La Nota exhibió reiteradamente la necesidad de distinguir dominios exclusivos asignados a los roles sexo-genéricos. En la revista, Nirvana de Nihil apuntó que “el rol de la mujer es saber sentir […]; el del hombre es saber pensar” (“Nuestros jóvenes”, LN, 154: 3288). Como ha señalado Francine Masiello en su estudio sobre el periodismo femenino en la Argentina del siglo XIX que bien puede extenderse a los años considerados aquí, los textos de las mujeres evidenciaron “una alta conciencia del sistema de diferencia que marca el género sexual” (1994: 12). En ese sistema de diferencias, la belleza y la gracia eran atributos que debían permanecer asociados a la feminidad, aún cuando las mujeres se desempeñen como soldados. En un suelto sin firma aparecido en la sección “Variedades” se apuntó la “originalidad” de la participación de mujeres soldados combatiendo en las tropas austriacas. Después de señalar que las voluntarias Sofía Haltechka y Oleva Stepnacio se encontraban sujetas a las mismas obligaciones que los hombres, el comentario se ocupó de aclarar que “ninguna de las dos tiene nada de masculino; por lo contrario, conservan todo su aspecto femenino que realza su valor” (“Las mujeres-soldados”, LN, 18: 358). Sobre este punto, Françoise Thébaud ha señalado que durante la guerra la obsesión de los contemporáneos por “reivindicar las cualidades femeninas […] incluso en las situaciones más masculinas […]” puede ser interpretada como “un medio de tranquilizarse acerca de la inmovilidad del mundo y de la frontera que separa los sexos” (2000: 60). Si bien la revista promovió reivindicaciones feministas, particularmente aquellas asociadas a la adquisición del sufragio, simultáneamente dio cuenta del riesgo que representaba “la invasión del feminismo”, en tanto amenaza para la distinción y transparencia de los roles asignados en función de una clara diferenciación sexual. Así, Aglavaine reivindicó la “transformación femenina en este siglo de dolor” al tiempo que advirtió con el tono pedagógico predominante en sus columnas:

Mujeres inteligentes, tan admirablemente cultivadas, no es preciso que descuidéis vuestros encantos femeninos. Ya que habéis ganado moralmente, no es preciso que vuestros encantos disminuyan. No tengáis por la “toilette” ese desprecio tan provocativo. Conservad vuestra silueta elegante y distinguida, que todo hombre así lo quiere para idealizar su eterno femenino (Aglavaine, “Las mujeres intelectuales”, LN, 122: 2500).

Esta paranoia en torno al desorden de las jerarquías sexo-genéricas en un mundo en crisis fue interpretada y extremada cómicamente en una viñeta aparecida en el número 63. Allí, el dibujante y caricaturista Columba exhibió la posibilidad de que el protagonismo de las mujeres después de la guerra invirtiera no solo la apariencia estética de hombres y mujeres, aspecto lascivamente justificado en el texto que acompaña a la segunda viñeta, sino también –y lo que es más importante– la colocación protagónica de los hombres en el plano simbólico y social, que en la imagen se representa como un desconcertado repliegue de la figura masculina hacia un segundo plano.

 

Un dibujo de una persona

Descripción generada automáticamente con confianza media

Columba, “Proyecto feminista”

La Nota, 63: 1255.

 

Por otra parte, si Francia fue presentada por la revista como la patria espiritual que los argentinos estaban llamados a defender, simultáneamente La Nota elaboró y promocionó en sus páginas un modelo de feminidad francesa. La guerra había permitido demostrar el heroísmo y la honradez de la mujer francesa, que la opinión pública “creía ligera, frívola, coqueta, desligada de todo principio…” (Emir Emín Arslán, “La mujer francesa”, LN, 47: 926). Pero el heroísmo de la mujer francesa consistía en “no solamente ser una buena esposa”, sino también “una hija modelo”, “una buena hermana”, una “amiga fiel” y “una buena madre”. Como escribió la novelista Marcelle Tinayre en un artículo reproducido por La Nota, “puede más dulzura que violencia”, y así la persuasión de las francesas era la cualidad que les permitía reinar en sus hogares, que son “un estado dentro del Estado, un pequeño reino gobernado por una mujer”, donde la autoridad femenina se extiende “sobre sus hijos y sus criados y aun sobre el marido, en una medida conveniente y mediante apropiadas formas” (“La autoridad y la Persuasión”, LN, 51: 1006).

La virtud de las francesas se definió a partir de su rol en el hogar y de sus esfuerzos para sostener los vínculos familiares, pero también a la luz de su capacidad para soportar los sacrificios y trabajos impuestos por la coyuntura. En este último sentido, las mujeres francesas resultaron todas ellas “auténticas descendientes espirituales de Juana de Arco”, herederas que actuaron en la retaguardia como maestras de niños, patronas de hoteles, enfermeras piadosas, trabajadoras de los campos y “serenas almas” de madres que “confeccionan tricotas para sus queridos poilus” (“Elogio de la mujer francesa”, LN, 58: 1154). En ningún caso las mujeres francesas aparecieron empeñadas en la fabricación de municiones y armamentos, tarea que difícilmente se ajustara al modelo de feminidad promovido por la publicación. La participación de las mujeres en la industria de materiales bélicos solo fue referida para señalar el despropósito del gobierno alemán. Así, en el número 113 se reprodujo un suelto titulado “Proclama a las mujeres alemanas” que denunciaba sucintamente y en los siguientes términos el llamamiento del gobierno alemán a las mujeres para su incorporación como trabajadoras en la industria de armamentos: “La mujer, la eterna esclava, sin derechos políticos ni civiles, es solicitada ahora, en esta forma… para fabricar proyectiles!” (2290).

 

Mujeres en la guerra, novedades en la revista

Hasta la incorporación de las columnas de Lola Pita, la temática bélica apareció fundamentalmente como una contaminación léxica en los artículos firmados por pseudónimos de mujer o como leves menciones a una tragedia distante que permitían evocar sentimentalmente la pena del mundo o hacer las veces de telón de fondo para discurrir sobre otros temas. En este último sentido, Nirvana de Nihil mencionó “el bombardeo aéreo que en estos momentos sufre París” para escribir sobre sus recuerdos parisinos, sobre los grandes bulevares, la Rue de la Paix y el Bois de Boulogne (“Visiones de París”, LN, 156: 3339-3341). No obstante, la revista incorporó a la sección Cosas femeninas, con mayor énfasis durante 1917, sueltos sin firma que abordaron la actuación de las mujeres europeas en la guerra. Además, en el resto de las páginas del semanario se diseminó una importante cantidad de artículos breves y sueltos sobre el rol de las mujeres en el conflicto bélico. Si la guerra no era el tema privilegiado de la escritura femenina, el semanario apostaba porque esta sí aportara algunos asuntos interesantes para sus lectoras.

Emiliano Sánchez ha señalado la necesidad de considerar, de forma complementaria a los enfoques que priorizan la “movilización cultural” y las “culturas de guerra”,[24] una “mirada plebeya” que contemple el fenómeno de la guerra en tanto “espectáculo mediático para cientos de curiosos fanatizados con ‘la novedad’” (2018: 193). En efecto, si bien es factible leer La Nota en clave de un proyecto editorial colaborativo de automovilización cultural por parte de un considerable número de intelectuales y publicistas agrupados en torno al director del semanario, así como la incrustación reiterada de argumentos intensamente germanófobos admite ser considerada a la luz de la extensión de las culturas de guerra por fuera de los países beligerantes, no es menos cierto que en su afán por conquistar un público amplio de lectores y lectoras, el semanario incorporó la curiosidad como género narrativo que permitía acercar la guerra a aquellos lectores ávidos de novedades de diversa índole. Con el sesgo propio de la beligerancia del semanario, la sección Cosas femeninas fue un espacio privilegiado para la mostración de este tipo de materiales breves orientados a partir del título de la sección a la lectura de las mujeres, a quienes el semanario juzgó menos interesadas por los asuntos de la guerra.

Las notas breves sin firma priorizaron las curiosidades vinculadas a la vida de las mujeres europeas, particularmente de las francesas y de las damas de las cortes, en el contexto de guerra. Estos materiales incluyeron sueltos que informaban que en Francia los soldados que se encontraban en la línea de batalla podían casarse o divorciarse en ausencia mediante un representante que oficiara de novio o ex marido. En el mismo espectro de curiosidades y novedades, La Nota incorporó pequeños artículos que mostraban a las mujeres desempeñándose como carteros o corresponsales con faldas en el teatro de guerra occidental, así como los nuevos romances, que en la coyuntura de la guerra habían cambiando los escenarios elegantes de los salones por los hospitales de sangre. Además, se exhibieron múltiples imágenes de mujeres enfermeras, que incluyeron a Miss Cavell, Natalia de Serbia y la emperatriz consorte de Rusia, así como mujeres alemanas actuando como espías disfrazadas con las insignias de la Cruz Roja. También se reprodujeron cartas de amor enviadas por los soldados a sus novias, noticias sobre la venta de “besos de caridad” por parte de una artista francesa, se informó acerca del suicidio de una bailarina belga motivado por la brutalidad de los invasores alemanes y se narró la crueldad de los soldados germanos con una enfermera de la Cruz Roja francesa.[25] Este tipo de artículos breves buscaron captar la atención de las lectoras sobre asuntos relacionados con la guerra en curso a partir de la novedad y la curiosidad como estrategia expositiva.[26]

A fines de 1917, La Nota anunció con entusiasmo la incorporación de la primera corresponsalía femenina desde el teatro de guerra. Se trataba de la escritora chilena Teresa Wilms Montt, quien había partido desde Buenos Aires hacia Estados Unidos “no en viaje de placer, sino para incorporarse en calidad de enfermera a la Cruz Roja americana” (“Nueva colaboradora de La Nota”, LN, 123: 2529). Las vicisitudes del viaje de Wilms Montt,[27] que incluyeron la acusación de espionaje alemán y el encarcelamiento en Nueva York, determinaron la frustración de su actuación como enfermera y el consecuente naufragio de la corresponsalía para el semanario. Pero la compasión y el compromiso de Wilms Montt y de las mujeres europeas podían ser remedados por las mujeres argentinas sin los riesgos de los hospitales ni el doloroso contacto con los heridos. Así, el semanario publicó el “Llamado de las mujeres belgas” a las mujeres de los países neutrales, una carta abierta sin firma que La Nota reprodujo de Le Courrier de l’Armée. Para acudir en ayuda de las víctimas belgas y francesas, La Nota pretendió movilizar los esfuerzos femeninos con la publicación de un “llamado a todas las señoras francesas y amigas de Francia instándolas para que adopten un ahijado de guerra alsaciano o lorenés” (“Madrinas para soldados alsacianos y loreneses”, LN, 68: 1356). De igual modo se convocó a las mujeres argentinas a integrar la obra Le Sou de la Jeune fille para prestar ayuda a las niñas francesas y belgas –“bajo el yugo de los violadores de derechos, leyes y tratados, de los asesinos de viejos, enfermos, mujeres y niños, así como de esas jóvenes repatriadas sin familia, sin hogar y sin recursos” (“Cruz rosa”: LN, 89: 1777)– y se promocionó el envío de donativos a la Comisión de Damas del Comité pro tómbola bazar, huérfanos, ancianos y soldados mutilados belgas (LN, 159: 3418). Estas iniciativas, mucho más cercanas a los modelos decimonónicos de la filantropía y la beneficencia de las mujeres de la alta sociedad que a los activismos feministas (Jeffress Little, 1985), fueron promovidas y legitimadas por el semanario como ámbitos y espacios de colaboración por parte de las mujeres argentinas con los esfuerzos de guerra de los aliados.

 

La mujer que da la nota. Los artículos de Lola Pita

Argentinas. No nos haga egoístas nuestro bienestar. Aquí no estamos en guerra, nuestra vida sigue tranquila y normal, ¡pero “allá!…” pongamos un poco “allá” nuestros ojos, miremos.

Lola Pita, “La mujer en la guerra” (LN, 93: 1850).

 

A partir de julio de 1916, La Nota incorporó las colaboraciones de Lola Pita, que sucesivamente aparecieron en las secciones Literatura femenina, Páginas femeninas y Femeninas. Como ha señalado Tania Diz (2005a), inicialmente los artículos firmados por Lola Pita –quien a partir de abril de 1917 comenzó a firmar como Lola para posteriormente suscribir sus artículos como Lola Pita Martínez– abordaron temas propios de los relatos femeninos. Hasta mediados de 1917 sus columnas concentraron reflexiones y meditaciones sobre la felicidad, el dolor, el amor, la amistad y la expresión femenina.[28] A partir de entonces y en consonancia con la exasperación beligerante del semanario –motivada por el ingreso de los Estados Unidos en la contienda, el hundimiento de embarcaciones de bandera nacional y coronada por el “affaire Luxburg”–,[29] que comenzó a demandar la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania y el ingreso del país en la contienda, las colaboraciones de Lola Pita asumieron un horizonte abiertamente político, que combinó la reflexión en torno a la temática bélica con la reivindicación de derechos civiles y políticos para las mujeres (Miseres, 2022b). En “La mujer argentina”, Lola Pita inscribió por primera vez en las páginas de la revista el deseo y las expectativas de una mujer argentina en relación con las implicancias de la guerra en curso entre la población femenina . Allí señaló que:

para la mujer del mundo entero, ha sonado una hora decisiva. En los pueblos que luchan, nuestro sexo ha probado su heroismo [sic] insospechado. La guerra nos ofrece muchas sorpresas… Después de esto, ha de cambiar la situación sin duda – y eso, también aquí – es preciso – no debemos quedarnos atrás (Lola Pita, “La mujer argentina”, LN, 92: 1831).

En la argumentación de Lola Pita, la Gran Guerra había puesto de manifiesto la energía y el heroísmo de las mujeres, particularmente de las francesas y las belgas,[30] por lo que el destino femenino ya no debía quedar reducido al casamiento, sino que ahora las mujeres debían consagrarse a la instrucción y al trabajo como formas de independencia para que ya no haya “novias que parezcan mártires” y desaparezca el “temor ridículo de llamarse solterona” (LN, 92: 1832).

Lola Pita fue la única firma de una mujer argentina que trató la cuestión de la guerra de una forma abiertamente política en las páginas de La Nota. No obstante, sus contribuciones estaban asediadas por la misma fuerza que condicionó todos los debates inscriptos en el semanario en torno a la adquisición de derechos y a la incorporación de las mujeres en la vida pública: ellas pueden asumir nuevos roles pero sin descuidar el ámbito doméstico, escenario privilegiado de la vida femenina. Aún cuando Lola Pita fue una promotora del divorcio, del sufragio femenino y de la causa feminista, que confió en que las mujeres estaban llamadas a desempeñar un nuevo rol en la vida política una vez finalizada la conflagración, señaló ciertos reparos a la incursión femenina en la vida pública y laboral. Así, apuntó que si bien “muchísimas mujeres se han portado heroicamente cumpliendo su deber, otras exageraron su heroísmo” (“La mujer en la guerra”, LN, 93: 1851). Ese exceso femenino no es otra cosa que el descuido del ámbito doméstico en favor de “la causa patriótica” que demandaba la incorporación de las mujeres al mundo del trabajo. En esta línea argumental, Lola Pita aclaró que:

La mujer libre de su tiempo y de sus actos que puede sin perjuicio de su hogar y de acuerdo con su esposo, ir a curar a los hospitales, a las ambulancias, cumple con su deber; pero aquella que abandona todo, teniendo deberes en su casa, y desde las seis de la mañana sale para “cumplir con la patria” y no vuelve hasta la noche, cansada y deshecha, pensando sólo en dormir, desagradable y desatenta con los suyos, ésta no cumple bien, ciertamente (Lola Pita, “La mujer y la guerra”, LN, 93: 1851).

Esta tensión entre los deberes hogareños de la mujer, su pertenencia “natural” al ámbito doméstico, y su incorporación a la esfera pública y al ámbito del trabajo está presente en buena parte de los escritos de Lola Pita y, como hemos visto, también se lee en los artículos que tratan la cuestión femenina a la luz de la coyuntura bélica.[31] En sus colaboraciones en torno a la cuestión de la guerra y las mujeres, Lola Pita se ocupó de remover los temores “sobre la posible masculinización de la mujer” y propuso un feminismo “sensato” que no reprodujera los intentos “torpes y ridículos” de las sufragistas por “suplantar al hombre” (“La mujer en la guerra, LN, 93: 1852). Pita compartía ese imaginario contemporáneo dominante que suponía que el descuido de la toilette, de la familia y de los encantos femeninos abría una brecha por la que podía ingresar la “anarquía moral” y la alteración del sistema de diferenciación sexual.

Las contribuciones firmadas por Lola Pita que tematizaron la guerra se inscribieron en línea con los argumentos aliadófilos exhibidos en otras zonas de la publicación. Así, el modelo femenino de valentía y patriotismo es también en sus columnas el de la mujer francesa, que va al trabajo “como el soldado al fuego”. El patriotismo de estas mujeres es más fuerte que sus propios sentimientos, “porque no quieren la paz, sino la victoria” y aún cuando la francesa “instintivamente tiene horror a la guerra […] no vacila, no trepida, en ofrecer [a sus hijos] a la patria por la causa que defiende (“La mujer en la guerra”, LN, 95: 1887). Aquí también es Francia la que proporciona el modelo a la mujer argentina que, ante la falta de tradiciones nacionales, es llamada a observar e imitar la feminidad de las francesas. Luego de señalar la actuación de estas mujeres en las instituciones benéficas, en los hospitales de sangre y en el sostenimiento penoso de hogares agobiados por la carestía, Lola Pita vuelve a aclarar que “no creo que Francia, que tiene sentimientos delicados, pretenda que la mujer vaya a masculinizarse. Ya dije que hay sentimientos eternos… La gracia y el encanto femeninos no se perderán jamás” (“La mujer francesa”, LN, 101: 2025).

En consonancia con la decidida opción del semanario por la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania a partir del año 1917,[32] Lola Pita fue la única voz femenina que reclamó junto a los articulistas masculinos el abandono de la neutralidad por parte del gobierno argentino y lo hizo con el argumento dominante en otras zonas de la publicación. Como ha señalado Claudia De Moreno, durante 1917 “todo el sistema de apreciación de los colaboradores de La Nota se apoya sobre un conjunto de valores que giran en torno al patriotismo” (2017: 81). En este contexto, el patriotismo apareció expresado en una proliferación de artículos y sueltos que abordaron los problemas de la hora en clave de una defensa de la dignidad, el decoro y los intereses de la patria. Haciendo uso de esos mismos argumentos y discutiendo con Estanislao Zeballos, en un artículo aparecido en octubre de 1917 Lola Pita escribió: “No queremos la guerra, que conste, pero sí la ruptura de relaciones, inmediata, absoluta –con la urgencia con que se pide que nos libren de las cosas que nos hieren y perjudican mientras duran– porque también tenemos dignidad patriótica” (“La evolución femenina y la actualidad política”, LN, 116: 2359).[33]

 

 

A modo de conclusión

El estallido de la guerra de 1914 había motivado la irrupción de La Nota en la esfera pública. Desde sus páginas el director del semanario y un amplio elenco de colaboradores siguieron atentamente el desarrollo del conflicto bélico al tiempo que promocionaron abiertamente la causa de los aliados. La necesidad de hacerse con los favores del público para sostener la publicación motivó la variación temática de la revista y la adopción de un modelo misceláneo para ir en busca de aquellos lectores que no estaban interesados en la lectura de opiniones y novedades vinculadas al avance del conflicto bélico.

Las mujeres, como parte de ese público imaginado y deseado, proporcionaron motivos de escritura y dinamizaron múltiples zonas del semanario. Aún cuando la cuestión de la guerra no fue el núcleo temático dominante de las intervenciones escritas por mujeres y firmadas con pseudónimo de mujer,  La Nota desplegó estrategias expositivas de la temática bélica orientadas a las lectoras femeninas, intentando despertar la curiosidad por la vida de las mujeres europeas durante la coyuntura bélica y movilizarlas en favor de la causa aliada. Para ello, creó y exaltó como modelo a la mujer francesa, incrustó en las secciones femeninas pequeñas curiosidades y novedades de la vida de las mujeres al calor de la guerra y promovió en sus páginas los modelos de la beneficencia y la filantropía como formas de remedar desde el Río de la Plata los esfuerzos y la valentía de las mujeres europeas.

En las colaboraciones firmadas por mujeres, la guerra contaminó con su léxico los espacios de expresividad sentimental e intimista y paralelamente convocó reflexiones en torno al “nuevo rol de la mujer” en las sociedades beligerantes que desencadenaron una serie de argumentos y reparos orientados a sostener las marcas de distinción sexo-genérica como garantía de estabilidad del mundo político, social e ideológico de posguerra. Incluso Lola Pita –quien fue la única articulista que inscribió el destino de las mujeres asociado a la guerra en un horizonte abiertamente político– expresó el asedio de la indistinción sexual como un desborde del feminismo excesivo. En una vista de conjunto, es posible señalar que La Nota promovió la ejecución de reformas liberales que aseguraran la adquisición de derechos políticos y civiles por parte de las mujeres, a condición de que estas no renunciaran a la toilette y a sus fundamentales roles domésticos. Esta negociación entre la reivindicación de nuevos derechos y roles para las mujeres y el simultáneo sostenimiento del tradicional ámbito doméstico como escenario de actuación “natural” de las mujeres constituye la marca distintiva de los diversos artículos y notas registrados en la publicación. Fue justamente en el encuentro entre la vida íntima y doméstica de las mujeres y la reflexión sobre su voz pública donde la guerra ingresó como un fenómeno de conmoción.

En este trabajo nos hemos concentrado en los escritos firmados con nombres de mujer así como en la forma más tradicional de señalarlas como lectoras, que consiste en el agrupamiento de textos bajo diversos rótulos que los orientan a la lectura de las mujeres y cuyas diversas denominaciones hemos agrupado como “secciones femeninas”. Un acercamiento más completo a la cuestión de la mujer lectora y escritora requeriría el análisis de otras zonas de la publicación destinadas a un público mixto y diverso, que incluyen secciones como Cartas de Europa, Lecturas, Poesías, Cuentos árabes, Notas educacionales, entre otras. Hemos intentado aquí una aproximación al estudio de los discursos de y sobre las mujeres y de aquellos textos marcadamente dirigidos a ellas que desarrollaron temáticamente el conflicto bélico y su impacto entre las mujeres europeas y argentinas en el marco de una publicación que hizo de la guerra su centro gravitacional. El trabajo presenta algunos aportes para la continuación de los estudios sobre las experiencias de la guerra entre las mujeres que vivieron el conflicto bélico como un fenómeno mediado por la neutralidad de sus países de origen.

 

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Sobre la autora

Cinthia Meijide es Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y becaria doctoral de la misma institución. Es integrante del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue, Instituto Ravignani) y del Grupo de Trabajo Latin American History in Global Perspective (ADLAF). Su línea de investigación en curso aborda el impacto de la Gran Guerra en el campo intelectual y revisteril argentino. Sobre esta temática ha efectuado publicaciones y diversas presentaciones en congresos y reuniones científicas.

 

https://orcid.org/0000-0001-6255-869X

 

About the author

Cinthia Meijide holds a degree in Political Science from the Universidad de Buenos Aires (UBA) and is a doctoral fellow at the same institution. Member of the Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue, Instituto Ravignani) and of the Working Group Latin American History in Global Perspective (ADLAF). Her current line of research deals with the impact of the Great War on the Argentine intellectual and journalistic field. She has published on this subject and has made several presentations at conferences and scientific meetings.

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[1] En inglés en el original. La traducción es mía.

[2] En inglés en el original. La traducción es mía.

[3] Cursivas en el original.

[4] Arslán escribe en La Nota: “Ha sido la República Argentina la primer [sic] potencia que firmara un tratado con Turquía renunciando al régimen de las capitulaciones.

El tratado data de 1910 cuando el doctor Roque Sáenz Peña era todavía ministro diplomático ante el gobierno del Quirinal. Nuestro país aceptó asi [sic] mismo la reciprocidad y acreditó un cónsul general en Constantinopla a pesar de no tener en el imperio Otomano ni ciudadanos de su nacionalidad que tutelar ni vinculaciones de otro orden con su gobierno. Turquía en cambio contaba entre nosotros cerca de 100.000 súbditos además de fuertes intereses comerciales (“Relaciones turco-argentinas”, LN, 1: 3).

[5] Para un análisis de la actuación de Arslán al frente del consulado, ver Klich, I. (1993). Argentine-Ottoman relations and their impact on immigrants from the Middle East: A history of unfulfilled expectations, 1910-1915. The Americas, 50(2), 177-205.

[6] Las condiciones irregulares de su remoción del cargo y el pleito judicial que mantuvo con Bobrik quedaron registrados con detalle en las páginas de La Nota. Ver “Relaciones Turco-Argentinas” (LN, 1: 3), “El asunto del consulado otomano ante la Suprema Corte. La demanda del cónsul alemán. Contestación del Emir Emin Arslan” (LN, 9: 163-165), “El fallo de la Corte Suprema” (LN, 11: 216).

[7] La publicación de revistas de agitación y propaganda no era una actividad ajena a la trayectoria política e intelectual de Arslán. Druso, de origen libanés y formado en la escuela de los jesuitas de Beirut, Arslán había ingresado a la burocracia del Imperio, pero su orientación liberal y reformista en los asuntos públicos lo obligaron a pasar a Europa cerca de 1893. Durante su estadía en el Viejo Continente, participó de diversas empresas editoriales asociadas al movimiento de los Jóvenes Turcos, mediante las que reclamó al régimen de Abdul Hamid II la ejecución de reformas liberales. En 1894 fundó en París la publicación en árabe El descorrimiento del velo, entre 1895 y 1908 participó de Mešveret, periódico editado en turco con un suplemento en francés, y a partir de 1895 se desempeñó como secretario de redacción de La Jeune Turquie. Además, como da cuenta el propio Arslán en las páginas de La Nota, durante su residencia en París formó parte del Sindicato de la Prensa Extranjera, que contaba con una tribuna asignada en la Cámara de Diputados de Francia, lo que le permitió establecer contactos con políticos, periodistas y corresponsales europeos. Para una semblanza del emir Emín Arslán, ver Tornielli, P. (2015). Hombre de tres mundos. Para una biografía política e intelectual del emir Emín Arslán. Dirāsāt Hispānicas, (2), 157-181.

[8] Para un análisis más extenso de las principales características del semanario, ver Delgado, V. (2005). Reconfiguraciones de debates y posiciones del campo literario en el semanario La Nota 1915-1920. Anclajes. Revista del Instituto de análisis semiótico del discurso, 8(8), 81-99 y Delgado, V. (2010). Revista La Nota: antología 1915-1917. Universidad Nacional de La Plata.

[9] Además de los artículos frecuentes de su director en los que examinó aspectos políticos y diplomáticos de la coyuntura bélica en los escenarios de Europa y de Oriente Próximo, en un repaso no exhaustivo por el índice de la La Nota se destacan las contribuciones de Joaquín V. González, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, José Enrique Rodó, Ricardo Rojas, Arturo Cancela, Almafuerte, Francisco Barroetaveña, Miguel de Unamuno, Alfonsina Storni, Amado Nervo, Belisario Roldán, Ramiro de Maeztu, Arturo Capdevila, Juan José de Soiza Reilly, Evar Méndez, Alberto Gerchunoff, Álvaro Melián Lafinur y Pablo Rojas Paz. Además, las páginas del semanario contaron con dibujos, caricaturas y viñetas de Columba, Eusevi, Forain, Macaya y Araceli.

[10] La correspondencia extranjera más frecuente fue escrita por intelectuales y periodistas españoles. Para un análisis de la presencia de España en el semanario, ver Delgado, V. (2010b). Sobre los vínculos entre España y Argentina en La Nota (1915-1917). Olivar. Revista de literatura y cultura españolas, 11(14), 103-114.

[11] Con distinta regularidad, en los 177 números publicados entre agosto de 1915 y diciembre de 1918 aparecieron las siguientes secciones: Ecos, Bibliografía, Los conciertos, Lecturas, Sección alemana (a partir del 66, Palabras alemanas), Página de variedades (a partir del 30, Variedades), Teatro, Cuentos árabes, Poesías, Siluetas políticas, Literatura extrangera [sic], Cartas de Europa, Revista de revistas, El teatro nacional (Carnet de un cronista), (a partir del 75, Crónica teatral o Teatros), Cositas del Congreso, Notas forenses, Noticias de la guerra, Notas educacionales (a partir del 158, Cuestiones educacionales), Perogrulladas, Crónicas fantásticas, En el Palacio de Themis, Letras y artes y La actualidad cómica. Por su parte, las secciones femeninas se denominaron alternativamente Feminidades, Literatura femenina, Cosas femeninas, Páginas femeninas, Notas femeninas y Femeninas. Además, el semanario incluyó en la zona de escritura femenina la sección Cartas de La Niña Boba.

[12] Con motivo de la declaración de la guerra submarina a ultranza por parte de Alemania y ante la evidente disconformidad de la dirección de la revista con la respuesta ofrecida por la cancillería argentina a las autoridades alemanas, en febrero de 1917 La Nota publicó una encuesta destinada a políticos, abogados y ex-ministros de relaciones internacionales a quienes les solicitó que respondan la siguiente pregunta: “¿Qué actitud debe asumir la República Argentina ante el decreto del gobierno alemán?”. La “Encuesta de ‘La Nota’ sobre la actitud de la Argentina ante el último decreto alemán” aparece en los 80, 81 y 82. A ella responden Carlos A. Becú, Enrique Larreta, Rodolfo Rivarola, Oswaldo Magnasco, José Luís Murature, Ernesto Bosch y Eduardo L. Bidau.

[13] Esta sección reproducía debates parlamentarios y apareció por primera vez en el 76. Se publicó con mayor asiduidad durante el año 1917 y su incorporación se continuó a intervalos irregulares hasta el 305 de junio de 1921. La reproducción de las intervenciones de diputados y senadores y los eventuales comentarios breves aparecieron firmados por Pasos Perdidos, El Taquígrafo y Observador.

[14] En una nota sin firma que oficia de editorial del 6, la revista anunció: “creemos no deber eludir el estudio de la política; si bien hemos de considerarla y tratarla desde un punto de vista superior e imparcial, como cuadra a una revista como la nuestra, que no pertenece ni pertenecerá a ningún bando militante, sino al gran partido de la cultura, de la libertad y del progreso general del país” (“El problema político argentino”, LN, 6: 107). En el mismo sentido, en el 12 y a propósito de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 1916, se buscó desmentir “la suposición de que hacemos política”. Para ello la revista señaló que aspiraba a “contribuir a la ilustración pública mediante un análisis imparcial [de la política interna]” (“Advertencia”, LN, 12: 219). En 1916, el semanario reiteró que “todo lector sin prejuicio comprendió que La Nota había demostrado precisamente su completa imparcialidad política” (“Con motivo de las ‘Siluetas políticas’ de Z”, LN, 33: 656).

[15] En el período analizado aparecen artículos firmados con los siguientes pseudónimos femeninos: Yvonne, Amalia, Doctora X, Dixi, La Niña Boba, Bebé, Leyla, Validé (Blanca Piñero), Lucy, Experta, Mlle. Sagesse, La Dama Duende, Zulema, Blanca, Una Porteña, Angélica, Aglavaine, Sylvine, Dolly, Praxila, Selysette y Nirvana de Nihil. Además, la revista contó con artículos firmados por Lola Pita, poesías, cuentos y reflexiones que no tematizaron la guerra firmados por Alfonsina Storni, Delfina Molina y Vedia, María Aliaga y Rueda, Laura Piccinini, Carolina Adelia Alió, Fabiola Tarnassi, Concepción Gimeno de Flaquer, Ludovica Doni de Miatello, Ophelia Calo Berro, Beatriz Donato, Teresa Masferrer y Luisa Gladel. También se reprodujeron artículos de la prensa francesa suscriptos por Marcelle Tinayre, Myriam Harry (Maria Rosette Shapira), Camille Duguet de Latour y Madeleine Monnier.

[16] En el mismo sentido puede leerse el artículo de Dixi, “Cómo escriben ellos la historia” que, mediante la recuperación de un artículo publicado originalmente en Le Temps, exhibe los presuntos apuntes de un diario íntimo de una mujer francesa que permaneció en territorio alemán durante los primeros meses de la guerra. Como señala el artículo, “el interés principal que nos ofrece, es proporcionarnos una historia de la guerra tal como la relatan en país ‘Bochce’ [sic]; tal como la aceptan dócilmente y sin comentario esos teutones tan cultos que se jactan de haber descubierto el ‘método crítico’ y de imponerlo por la penetración histórica a todos los sabios de la tierra (LN, 3: 59).

[17] Para reponer este debate, ver Amalia, “La lógica y el ingenio de la mujer” (LN, 2: 37-39); Emir Emín Arslán, “El ingenio y la lógica de la mujer. Réplica con algunos comentarios”, (LN, 4: 77-79); Bebé, “La lógica de la mujer porteña” (LN, 11: 208); Leyla, “Sobre lógica femenina” (LN, 13: 250-251); Validé, “A propósito de una carta de ‘Bebé’” (LN, 15: 288); Emir Emín Arslán, “La lógica y la mujer” (LN 17: 322-324). También M. Rojas Silveyra, “La moda actual y la mujer de Goya” (LN, 11: 206-207).

[18] Lola Pita Martínez (1895-1976) fue una docente, periodista, dramaturga y guionista de cine porteña. Además de colaborar frecuentemente con La Nota, publicó artículos en La Nación, Caras y Caretas y El Hogar. Para una sintética semblanza, ver Sosa de Newton, L. (1986). Diccionario biográfico de mujeres argentinas. Plus Ultra, p. 501.

[19] Además de los versos firmados por mujeres y la sección Cartas de La Niña Boba, en esta clave pueden leerse también los artículos de Doctora X, “Nuevo rol de la mujer en el hogar” (LN, 3: 59), Experta, “Consejos a las solteras” (LN, 19: 363-364) y “Las famosas conferencias” (LN, 109: 2186-2187), La Dama Duende, “Indiscreciones de la Dama Duende” (LN, 38: 749) y “Los trajes de las artistas” (LN, 54: 1072), Zulema, “Opiniones sobre la belleza femenina” (LN, 44: 869-870), Lola Pita, “Las almas enfermas” (LN, 51: 1011), “Armonías naturales” (LN, 55: 1092), “Los ídolos falsos” (LN, 80: 1589), “Flor de amistad” (LN, 87: 1728), “‘Cómo se eligen los amigos’” (LN, 90: 1791-1792), Laura Piccinini, “La cita de los besos” (LN, 62: 1234) y “Los primeros fríos” (LN, 95: 1888), Leyla, “Así es la mujer” (LN, 70: 1391-1392), Carolina Adelia Alió, “Desde Mar del Plata” (LN, 78: 1550-1551), Una Porteña, “Diario de una porteña” (LN, 112: 2258-2259), Aglavaine, “Por la salud de nuestras hijas” (LN, 119: 2428-2430), “La vida de los maniquies” (LN, 120: 2452-2454), “El vestido, el peinado, la sonrisa…” (LN, 121: 2477-2478), “El arte de vestir” (LN, 123: 2525-2526), “La estación veranienga” (LN, 124: 2548-2549), “El campo y la playa” (LN, 126: 2595-2596), “Un noviazgo moderno” (LN, 144: 3048-3049) y “Una conversación en el ‘Select’” (LN, 147: 3122-3124), Nivana de Nihil, “Nuestros jóvenes” (LN, 154: 3287-3288), “Modernismo” (LN, 158: 3390), “El cinema” (LN, 160: 3431), “Los noviazgos” (LN, 161: 3458-3459) y “El maquillage” (LN, 166: 3580-3581).

[20] Sin contar la reproducción de algunos artículos de la prensa internacional y las colaboraciones de Lola Pita, además de los referidos artículos “La moda alemana” (Yvonne, LN, 1: 20) y “Cómo escriben ellos la historia” (Dixi, LN, 3: 59-60), durante el período analizado aparecieron en La Nota tan solo tres artículos firmados por mujeres que abordaron de forma directa cuestiones vinculadas a la guerra: Dixi, “El olor de los alemanes” (LN, 4: 83-84) y Aglavaine, “Reflexiones de Navidad y Año Nuevo” (LN, 125: 2570). Aunque sin tomar como referencia ningún aspecto de la coyuntura bélica, también puede incluirse en esta nómina el breve artículo de Angélica, “El amor a la paz” (LN, 115: 2331-2332). En “El olor de los alemanes” se extremó el tono germanófobo de la publicación a partir de la reseña de un panfleto publicado en Francia en 1915 bajo el título de Bromidrose fétide de la race allemande. Ese panfleto ha sido analizado por Audoin-Rouzeau y Becker como un documento que evidencia la tendencia a animalizar al enemigo como parte de la cultura de guerra (2002: 174).

[21] Los siguientes son algunos títulos de la sección Cartas de La Niña Boba: “La agonía del flirt”, “La niña que plancha”, “El secreto femenino”, “Carta al amigo ingrato”, “Los amigos”, “Como se extraña”, “Nuestra timidez”, “Lejanía”, “Fidelidad”, “Literatura femenina”, “La breve historia”, “Aniversarios”, “Los silenciosos”, “Quién soy”, “Noviazgos”, “Preludio”, “Los derivados”, “El ‘caso’ Brulé”, “Exploraciones”, “Romanticismo”, “Retornos”, “Confidencias”, “Interpretaciones”, “El arte de las niñas”, “Defensas” y “Diarios íntimos”.

[22] También puede mencionarse aquí la presencia metafórica del léxico bélico en una “Carta a La Niña Boba” firmada con el pseudónimo de Mlle. Sagesse, donde leemos: “La vanidad femenina, la coquetería – eterna vencedora en todas nuestras luchas con el buen sentido ¿no son, acaso, los centinelas avanzados con qué tropieza el enemigo cuando siente deseos de capitular? (LN, 24: 468). Cursivas en el original.

[23] En el 50 se publicó una reseña bibliográfica celebratoria de El trabajo femenino, de Carolina Muzzilli, para concluir que “existe la urgente necesidad de una reglamentación del trabajo femenino y de una fijación del salario mínimo” (994). Por otra parte, en el 104 La Nota anunció la publicación de una encuesta sobre el divorcio. Las respuestas y comentarios, mayoritariamente favorables al divorcio, se publicaron en los números 105, 106, 107, 109, 110, 111, 112, 113, 114 y 117. Allí aparecieron respuestas o fragmentos de textos y discursos de Juan Balestra, Mario Bravo, Enrique S. Pérez, Monseñor De Andrea, Alfredo Palacios, Alfredo Colmo, Carlos Olivera, Rodolfo Rivarola, Enrique Dickmann, Martín Reibel, Ricardo del Campo, Manuel María Oliver, Francisco Aníbal Riú, José Ingenieros, Carlos Rodríguez Etchart, Antonio Santamarina, César Viale, Horacio C. Rivarola, Emiliano Mihura, Rodolfo Moreno (hijo), Juan P. Sáenz Valiente, Manuel J. Menchaca, Ángel M. Giménez, Gustavo Martínez Zuviría, Ernesto J. Weigel Muñoz, Ricardo Levene, David de Tezanos Pintos, Estanislao Zeballos, Augusto Bunge, Julio Villafañe, Alfredo Echagüe, Ignacio L. Albarracín, Enrique García Mérou, Francisco Cúneo, Jerónimo Balarino. Aún cuando no fue requerida en el marco de la encuesta, Lola Pita publicó posteriormente su opinión favorable a la legislación del divorcio. Ver Lola, “El divorcio” (LN, 125: 2567-2568).

[24] Stéphane Audoin-Rouzeau y Annette Becker definen la “cultura de guerra” como “un conjunto de representaciones del conflicto que cristalizaron en un sistema de pensamiento que dio a la guerra su significado profundo. No se puede disociar esta ‘cultura’ de la aparición de un poderoso odio al adversario. En el fondo, la cultura de la guerra de 1914-18 albergaba un verdadero impulso de ‘exterminio’ del enemigo” (2002: 171). En inglés en la edición consultada. La traducción es mía. Para una discusión del concepto, ver Purseigle, P. (2020). Controversy: War Culture. En U. Daniel et al (ed.), 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War. Freie Universität. https://doi.org/jpfq

John Horne define la movilización política y cultural como el “compromiso de las distintas naciones beligerantes en sus esfuerzos bélicos, tanto desde el punto de vista imaginativo, a través de las representaciones colectivas y los sistemas de creencias y valores que las originan, como desde el punto de vista organizativo, a través del Estado y la sociedad civil” (1997: 1). En inglés en el original. La traducción es mía. Por su parte, la automovilización refiere a procesos de movilización voluntarios provenientes de individuos y organizaciones de la sociedad civil que no fueron dirigidos de forma directa por parte de los estados beligerantes y que contribuyeron a sostener los esfuerzos de guerra fundamentalmente durante los dos primeros años del conflicto armado. Ver Horne, J. (1997). “Introduction: mobilizing for ‘total war’, 1914-1918”. En J. Horne (ed.), State, Society and Mobilization in Europe during the First World War. Cambridge University Press.

[25] Ver “Casamiento por representación” (LN, 12: 235), “Los procesos de divorcio”, (LN, 70: 1398), “Las mujeres-carteros” (LN, 22: 437), “La primer ‘cartero aéreo’” (LN, 171: 3706), “Corresponsal femenino” (LN, 40: 797), “La guerra y el amor” (LN, 80: 1596-1597), “La emperatriz del velo blanco” (LN, 59: 1173), “Natalia de Serbia cuida a los heridos franceses” (LN, 67: 1332), “Cómo estaba organizado el espionaje alemán” (LN, 61: 1210), “Cartas del frente” (LN, 63: 1255 y 64: 1274), “Besos de caridad” (LN, 69: 1373 y 111: 2242), “Corazón belga” (LN, 73: 1451 y 127: 2626), “Peripecias de una enfermera” (LN, 75: 1494) y “Fraternidad de novias” (LN, 58: 1154).

[26] Con motivo de la curiosidad como estrategia comercial, hay otra zona de la publicación que incorporó abiertamente a las mujeres como lectoras, donde predomina la voz del director de la revista. Arslán supo aprovechar su conocimiento sobre la vida de las mujeres en Oriente para impulsar la curiosidad por la vida en los harenes, la poligamia y los velos, que se conectó con la guerra por la vía de la reiteración de la poligamia como salida eventual a la crisis de “exceso de mujeres”. La revista sugirió en varias ocaciones que en el escenario de posguerra los beligerantes deberían dictar leyes especiales que habiliten una “poligamia más o menos parcial y reglamentada por el estado” (“Demasiadas mujeres”, LN, 29: 578). Claudia de Moreno (2017) y Axel Gasquet (2015) han analizado las tensiones existentes entre la promoción de los valores liberales pro-aliados esgrimidos en el semanario y la difusión de “valores y costumbres orientales que, en mucho casos, son la negación de los principios liberales antes mencionados” (De Moreno, 2017: 69). Si bien excede al alcance de este trabajo, resultaría interesante considerar también la presencia de estos núcleos temáticos en tanto señuelos que buscaban concitar la curiosidad por la vía del escándalo moral, lo que permitía a Arslán en el mismo movimiento construir su imagen pública de intérprete y testigo privilegiado de las cuestiones femeninas en el Oriente Próximo. Junto al “exotismo”, el escándalo como estrategia para convocar la curiosidad del lector-consumidor permitiría leer algunos mecanismos de promoción y autopromoción del emir. Así por ejemplo, La Nota anunció la aparición del libro de Arslán, La verdad sobre el Harem, con la publicación de un índice explícitamente censurado y una advertencia: “este libro ha sido escrito para personas adultas y de cultura” (“La verdad sobre el Harem”, LN, 56: 1116). En el mismo sentido, se prometía publicar los capítulos “menos peligrosos” (“La verdad sobre el Harem”, LN, 49: 976) y, cuando finalmente se incorporaban a la revista pasajes del libro, se fogoneaba la curiosidad con cortes abruptos explicados con el siguiente tipo de comentario al pie de página: “Hemos creído conveniente cortar aquí la transcripción del capítulo. Téngase en cuenta que ‘La verdad sobre el Harem’ es una relación fiel de costumbres que chocan con la moral europea” (Emir Emín Arslán, “El último Harem. Capítulo del libro ‘La verdad sobre el harem’”, LN, 50: 987).

[27] Para una biografía de Teresa Wilms Montt (1893-1921), ver Memoria chilena. Biblioteca Nacional de Chile (2022). Teresa Wilms Montt (1893-1921). http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-805.html#presentacion

[28] Ver Lola Pita, “Las almas enfermas” (LN, 51: 1011), “Armonías naturales” (LN, 55: 1092), “Los ídolos falsos” (LN, 80: 1589), “Flor de amistad” (LN, 87: 1728), “‘Cómo se eligen los amigos’” (LN, 90: 1791-1792) y “La amistad en la vida” (LN, 91: 1809-1810).

[29] Para una descripción sintética del “affaire Luxburg”, ver Rinke, S. (2014). Luxburg Affair. En U. Daniel et al (ed.), 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War. Freie Universität. https://doi.org/jpfn

[30] Ver Lola, “Bélgica. La pequeña mártir” (LN, 94: 1870-1871) y “La mujer francesa” (LN, 101: 2024-2025).

[31] En el mismo sentido, Lola Pita escribe en “La mujer argentina”: “Ya no hay más feministas de esas que para demostrar su antipatía al hombre se esforzaban en imitarlos, y se vestían como ellos. Ya tenemos en Europa muy bellas doctoras que después de haber palpado las más horribles miserias humanas, saben ponerse su traje de soireé y brillar en los salones” (LN, 92: 1832).

[32] El punto de inflexión en las características de la campaña de promoción aliada del semanario puede fecharse en torno a la primera semana de abril de 1917, cuando Estados Unidos ingresa a la guerra y un submarino alemán hunde el buque mercante de bandera argentina, Monte Protegido. A partir de este nuevo alcance continental del conflicto, el asunto de la guerra tiene como fondo la sentencia del famoso artículo de Lugones, “La neutralidad imposible”. A partir de entonces, los argumentos exhibidos en La Nota se orientaron a justificar la misión patriótica en el nuevo contexto. Juan Carlos Rébora (LN, 102: 2035-2037) convocó a la defensa “del honor y el pabellón”, al tiempo que el aviador argentino Vicente Almonacid fue presentado como el prototipo del “patriota argentino en el frente francés” (LN, 102: 2054). Por su parte, Alberto Gerchunoff en un artículo titulado “El decoro argentino” apuntó: “El mundo civilizado nos contempla con triste asombro y se da cuenta que somos un país que rebaja su tradición magnífica de libertad y de justicia porque sus gobernantes no tienen la aptitud necesaria para gobernarlo ni la noción de la hora actual, hora trágica que arrastra a los pueblos a defender la civilización y en la cual sólo la Argentina, histórica y heroicamente libertadora, no se atreve a pronunciarse en favor de la humanidad (LN, 111: 2224).

[33] Cursivas en el original.