Guerra Civil en El Salvador:

Influencia de EE. UU. (1981-1989) en los cambios de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) [1]

 

Marianao Vallenilla

Universidad Monteávila, Venezuela

mvallenilla@profesor.uma.edu.ve

 

 

Fecha recepción: 21/11/2022

Fecha aceptación: 5/02/2023

Resumen

El gobierno de Estados Unidos participó en el desarrollo de la guerra civil salvadoreña (1981-1992) en el marco de la Guerra Fría y la doctrina de conflictos de baja intensidad. Esta participación buscó modernizar, educar y equipar a la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) para combatir a los movimientos insurgentes en la región, particularmente al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Esta investigación plantea que, en el marco de la cooperación con el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989), los cambios sufridos en la FAES fueron fundamentales en los resultados de la guerra, en tanto aumentó el apresto operacional, se instruyó a las fuerzas regulares en la guerra contrainsurgente y se promovió la creación de unidades tácticas especializadas. Concluimos que la FAES amplió su potencia de fuego y su capacidad logística para operar a lo largo del país, impidiendo que la insurgencia alcanzara sus objetivos políticos.  

Palabras claves: El Salvador; Doctrina de Baja Intensidad; Guerra contrainsurgente; Guerra irregular; Guerra civil

 

Salvadoran Civil War: U.S. Influence (1981-1989) on changes in the Armed Forces of El Salvador (FAES)

Abstract

The United States influenced the development of the Salvadoran Civil War (1981-1992) during the Cold War and within the framework of Low-Intensity Conflict Doctrine. Their involvement pursued the modernization, education, and equipment of the Fuerza Armada de El Salvador (FAES) to fight the insurgent movements in the region, particularly the Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. This study proposes that the changes in the FAES during Reagan’s administration (1981-1989) were critical to the development and outcome of the civil war due to its influence on the FAES’ operational readiness, education in counterinsurgent warfare and the creation of special units. We conclude that the US military cooperation increased the FAES’s firepower and logistic capacity to fight across the country, preventing the insurgency from reaching its objectives.

Key words: El Salvador; Low Intensity Doctrine; Counterinsurgent Warfare; Irregular War; Civil War

 

Introducción

La Guerra Civil de El Salvador ocurrió entre 1980 y 1992. Fue uno de los últimos conflictos ocurridos en el marco de la Guerra Fría en el que se enfrentaron indirectamente Estados Unidos de América (EE. UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) con sus aliados locales. En particular, EE. UU. tuvo una incidencia importante, dado que otorgó apoyo económico y militar al Estado salvadoreño, sobre todo bajo el gobierno liderado por Ronald Reagan.

Al ascender al poder, Reagan se propuso detener el avance de la URSS y sus aliados en el Tercer Mundo, sobre todo en Centroamérica, donde había triunfado el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua, que tenía nexos con el gobierno comunista de Cuba y ambos apoyaban al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), formado por cinco frentes guerrilleros salvadoreños en noviembre de 1980 con el auspicio de Fidel Castro.

De esta manera, el gobierno de Reagan identificó el conflicto salvadoreño como un conflicto regional que podía tener serias repercusiones para la seguridad nacional estadounidense y para el continente americano. Por esta razón, tejió una estrategia política para conseguir el apoyo de la opinión pública y el Congreso estadounidense, además de sus aliados a nivel internacional. En febrero de 1981 se publicó el informe “Interferencia Comunista en El Salvador” (Departamento de Estado, “Communist Interference in El Salvador”), en el que se insistía en que la Unión Soviética y Cuba estaban dando apoyo militar a la guerrilla salvadoreña, por tanto, argumentaron ante la opinión pública que no se trataba de un conflicto local, sino de un conflicto que amenazaba la estabilidad de la región.

Paralelamente, Reagan continuó la política de ayuda militar que había reactivado Jimmy Carter. En enero de 1981 y en marzo del mismo año aumentó la ayuda a 25 millones de dólares, así como la cantidad de asesores militares.[2] Se comprometió a asesorar y ayudar a mejorar las condiciones militares, económicas y sociales del Estado salvadoreño para que este fuera capaz de librar una guerra contrainsurgente contra las guerrillas agrupadas en el FMLN, que habían aceptado como estrategia general la Guerra Popular Prolongada o la guerra revolucionaria, inspirados en el pensamiento del vietnamita Ho Chi Minh (Bracamonte y Spencer, 1995: 13).

Actualmente, la guerra contrainsurgente es definida en el manual de campo del ejército estadounidense (Departamento del Ejército, 2004, Field Manual–Interim No. 3-07.22: Counterinsurgency Operations) como aquellas acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, psicológicas y cívicas tomadas por un gobierno para derrotar a una insurgencia. Este tipo de guerra obliga a los líderes a considerar los elementos militares, de inteligencia, diplomáticos, legales, de información, financieros y económicos para realizar la guerra contrainsurgente.[3]

La influencia de EE. UU. en el Estado salvadoreño, pero sobre todo en la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), se dio en el marco de la Doctrina de Conflictos de Baja Intensidad, creada a partir de la experiencia estadounidense en Vietnam. Con la creación del concepto de Conflicto de Baja Intensidad, se buscaba agrupar todos los conflictos en los que no era necesaria la intervención de las tropas estadounidenses en otros países para lograr el objetivo político. Asimismo, fue una manera de eludir, para el sistema de defensa estadounidense, el uso de los términos de guerra contrainsurgente y guerra revolucionaria, dado que en la opinión pública se identificaban con luchas impopulares y prolongadas de desgaste psicológico, por lo que se introdujo la categoría de Conflictos de Baja Intensidad (Klingaman, 1988: 164-165).[4]

De esta manera, las autoridades estadounidenses podían seguir manteniendo las herramientas militares para lograr objetivos políticos, sin utilizar recursos masivos y con mayor control, evitando una escalada militar como la que se vivió en Vietnam. Al evitar el uso de las tropas, las misiones militares podían ser ejecutadas principalmente por las fuerzas de operaciones especiales del Departamento de Defensa. Entonces, en enero de 1981, el ejército derogó el manual de la era de Vietnam, Field Manual 31-16,[5] reemplazándolo por el Field Manual 100-20, con la notoria diferencia de que este último estaba enfocado en cómo actuar en los Conflictos de Baja Intensidad.

En el presente artículo se plantea la hipótesis de que los cambios que la FAES realizó en su organización, en el marco de la cooperación que desarrolló el Estado salvadoreño con el gobierno de Reagan, influyeron en el desarrollo de la guerra civil salvadoreña, en tanto la FAES modernizó su apresto operacional, se instruyó en Guerra Contrainsurgente y creó unidades tácticas especializadas en dicha guerra en el marco de la Doctrina de Conflictos de Baja Intensidad de Estados Unidos. Por tanto, el propósito de este estudio es analizar la evolución de la organización de la FAES en el marco de la ayuda militar brindada por EE. UU. entre 1981 y 1989. Para ello, en las próximas páginas se pretende cubrir los siguientes objetivos: en primer lugar, describir la estrategia del gobierno de Reagan hacia El Salvador. En segundo lugar, explicar los cambios realizados en la estructura de la FAES en el marco de la cooperación militar. Por último, analizar la influencia de la ayuda militar en el desarrollo de la guerra contrainsurgente en el marco de la Guerra Civil de El Salvador.

Para realizar esta investigación,[6] usamos la metodología de la nueva historia militar propuesta por John Keegan (2013), que pone el foco en lo que sucede en la batalla, sus protagonistas y todas las acciones relacionadas con la preparación de la batalla, lo que ocurre en ella y sus consecuencias. Por tanto, este enfoque nos obligó a revisar diversas fuentes, como documentos diplomáticos estadounidenses, biografías de varios de los protagonistas, artículos de periódicos, declaraciones del presidente Ronald Reagan, además de documentos e informes oficiales del gobierno y del congreso estadounidense.

Es importante resaltar que, en el plano académico, la intervención de EE. UU. en la guerra civil salvadoreña, a través de la ayuda económica y militar, ha sido estudiada principalmente desde la historia y la ciencia política. Distintos autores lo han hecho considerando los siguientes puntos.

-        La influencia de Estados Unidos en la Guerra Civil (LeoGrande, 1998).

-        El estudio de la Guerra Civil como un modelo político y militar que desarrolló EE. UU. en El Salvador desde finales de la década de 1970 hasta principios de la década de 1990 (Russell, 2016).

-        A partir de la intervención de EE. UU. en Afganistán, en el año 2001, y en Irak, en 2003, desde la academia estadounidense se ha retomado el estudio de la guerra contrainsurgente desarrollada en El Salvador en la década de los 80, con el objetivo de obtener lecciones para proponer al establishment político y militar estadounidense (Ucko, 2009; Peceny y Stanley, 2010).

-        La asistencia militar y económica que otorgó EE. UU. al Estado salvadoreño para ampliar sus capacidades militares, sociales y políticas (Schwarz, 1991; Childress, 1995; Sanahuja, 1996; González, 1997; Hone, 2015; D’Haeseleer, 2015b).

-        Los procesos burocráticos ocurridos en los gobiernos de los presidentes Jimmy Carter, Ronald Reagan y George Herbert Bush para otorgar ayuda económica y militar a El Salvador (Arnson, 1988).

-        Desde El Salvador, militares salvadoreños han escrito sobre los cambios ocurridos en la FAES, su experiencia y la de otros militares en la Guerra Civil de El Salvador (Santos, 2015 y 2018; Corado, 2008; Balmore, 2013).

Doctrina de Conflictos de Baja Intensidad

La Doctrina de Conflictos de Baja Intensidad fue reflejada en el manual del ejército FM 100-20, publicado por el Departamento de Defensa en enero de 1981. Esta doctrina propone principalmente que los militares estadounidenses no se involucren de forma directa en conflictos desarrollados en otros países, sino que EE. UU. puede apoyar a sus aliados que estén amenazados por una insurgencia a través de “Operaciones de Asistencia de Defensa y Desarrollo Interno” (Internal Defense and Development, IDAD). En el manual mencionado, los Conflictos de Baja Intensidad se organizan en dos grupos:

-        Conflicto de Baja Intensidad (Tipo A): operaciones en el exterior de EE. UU. que involucran acciones de las fuerzas de combate estadounidense para establecer, recuperar o mantener el control de un territorio amenazado por la guerra de guerrillas, la revolución, la subversión u otras tácticas destinadas a la toma interna del poder.

-        Conflicto de Baja Intensidad (Tipo B): operaciones de asesoramiento, apoyo de combate y servicio de apoyo de los servicios de combate de los EE. UU. para las fuerzas nacionales o aliadas dedicadas a establecer, recuperar o mantener el control de áreas terrestres específicas amenazadas por la guerra de guerrillas, la revolución, la subversión u otras tácticas dirigidas a la toma interna del poder.

La participación de EE. UU. en El Salvador durante el gobierno de Ronald Reagan fue a través de un Conflicto de Baja Intensidad de tipo B, por tanto, consideramos que este es un documento clave para comprender el comportamiento de EE. UU. ante la guerra civil salvadoreña. Otro aspecto a resaltar del documento es la definición que realiza de las “Operaciones de Asistencia de Defensa y Desarrollo Interno” que puede realizar un gobierno aliado con el apoyo de los EE. UU. para enfrentar a la insurgencia o a la guerrilla. El manual identifica que esta estrategia consiste en “el arte y la ciencia de desarrollar y utilizar los poderes políticos, económicos, psicológicos y militares de un gobierno, incluidas todas las fuerzas policiales y de seguridad interna, para prevenir o derrotar la insurgencia” (Field Manual N° 100-20: Low Intensity Conflict, 1981: 46). Por tanto, la estrategia de esta asistencia plantea la realización de programas para desarrollar las fortalezas de la defensa interna y el desarrollo interno del Estado aliado, con el objetivo de lograr una estabilidad interna (a nivel militar, social, político y económico) que “permita el crecimiento económico, político y social a través de programas de desarrollo equilibrados” (Field Manual N° 100-20: Low Intensity Conflict, 1981: 46).

En el mismo documento se definen las operaciones contraguerrillas como una táctica parte de la estrategia general de las Operaciones de Asistencia de Defensa y Desarrollo Interno, se plantea incluso cómo deben ser organizadas las operaciones contraguerrilleras y se formulan recomendaciones sobre los detalles tácticos. Entonces, a pesar de la negación de utilizar el término contrainsurgente, el manual centrado en los Conflictos de Baja Intensidad planteó que entre los tipos de operaciones para enfrentar a las fuerzas enemigas se encontraban las operaciones contrainsurgentes. También se refería a otras operaciones, como las incursiones de fuerzas especiales, el contraterrorismo, hasta operaciones a favor de la insurgencia e incluso campañas de contingencia.

El enfoque de la Doctrina de Baja Intensidad no se concentra en el despliegue del ejército estadounidense sobre la contrainsurgencia, sino que promueve principalmente el despliegue de unidades de fuerzas especiales para asesorar y entrenar a las fuerzas de seguridad del gobierno aliado amenazado por la insurgencia.

Cinco años después de la aparición del FM 100-20, el 29 de agosto de 1986, el ejército estadounidense publicó el documento Field Manual 90-8 (Departamento de Defensa). Este manual complementa al manual FM 100-20 de 1981, porque específica los conceptos y doctrinas referentes a la realización de las operaciones de contraguerrilla por las fuerzas estadounidenses en contra de la insurgencia. Ofrece principios que sirvan de guía para adaptarse a cada situación de contraguerrilla, dado que considera que la situación en cada operación de contraguerrilla es única. Las técnicas y tácticas aplicadas con éxito en una situación pueden no ser adecuadas si se aplican de la misma manera en otra situación.

Para mediados de la década de los 80, las fuerzas armadas estadounidenses han aceptado la categoría de Conflicto de Baja Intensidad, con la que organizan los conflictos no convencionales que pueden amenazar los intereses estadounidenses pero que no ameritan la intervención de sus tropas militares, sino que admiten la planificación de estrategias con las que pueden limitar su participación a nivel de asesorías o de operaciones militares a ejecutar por comandos élites en un tiempo y espacio limitado. Este enfoque de no despliegue de cuerpos enteros del ejército estadounidense, sino de pequeñas unidades de cuerpos especiales en países aliados, era aceptable para los militares y dirigentes civiles estadounidenses, dado que no suponía una amenaza a la asignación de recursos o a las prioridades de los servicios militares regulares (Ucko, 2009: 45).

Entonces, la primera Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos[7] complementó los manuales Field Manual 100-20 (1981) y Field Manual 90-8 (1986) y amplió las posibilidades de operaciones civiles y militares de las fuerzas armadas para atender Conflictos de Baja Intensidad, evitando recurrir a una larga intervención militar. A su vez, estos documentos contienen los conceptos fundamentales que dieron sustento a la ayuda militar que otorgó el gobierno de Reagan al Estado salvadoreño.

Estrategia del gobierno de Reagan hacia El Salvador

Desde su asunción al poder, el gobierno de Reagan hiló un conjunto de argumentos políticos para justificar a nivel interno y externo su política hacia El Salvador, pero a pesar del envío de ayuda económica y de asesores militares, la Fuerza Armada de El Salvador no tenía el control de buena parte del territorio, había sufrido importantes bajas y los insurgentes tenían la ventaja militar. Esta situación impulsó al gobierno estadounidense a estudiar la situación real de la FAES y a construir junto al alto mando salvadoreño una nueva Estrategia Militar Nacional de El Salvador. Para esto, el Departamento de Defensa asignó la misión al General de Brigada Frederick J. Woerner, quien en aquel momento era director de estudios latinoamericanos en la Escuela de Guerra estadounidense.

El General Woerner dirigió el “Equipo de Asistencia de Estrategia Militar de El Salvador”, compuesto por oficiales militares estadounidenses de los distintos componentes del Departamento de Defensa y de la CIA. Llegaron el 13 de septiembre a El Salvador y durante ocho semanas trabajaron junto al alto mando de la FAES para realizar un diagnóstico de la situación militar y construir una nueva Estrategia Militar Nacional salvadoreña (Woerner, 1981: 5). Para ello, el “Equipo de Asistencia de Estrategia Militar de El Salvador” realizó jornadas de trabajo con el alto mando de El Salvador en iguales condiciones, en las que participaron el Coronel José Guillermo García, Ministro de Defensa; el Coronel Francisco A. Castillo, Sub Secretario de Defensa; el Coronel Rafael Flores Lima, Jefe del Personal de la Fuerza Armada de El Salvador, entre otros profesionales de alto perfil designados por el gobierno salvadoreño.

A partir del intercambio de información y de discusiones entre ambos equipos para el diseño de una nueva estrategia militar nacional salvadoreña, el General Woerner y su equipo realizaron el “Report of the Strategy Assistance Team”, que analizaba la situación de la FAES a nivel político, orgánico y operacional. Concluyeron que la FAES resultaba ser muy pequeña para el reto que debía afrontar, contaba con unos 22.995 individuos, que para el momento representaban solo el 0,46% de los 5.000.000 de habitantes de El Salvador (Woerner, 1981: 65). El Ejército era el componente que poseía el grueso de las fuerzas, mientras que la Fuerza Aérea y la Armada contaban con pocos soldados, recursos y equipo operativo, a su vez estaban bajo el control operativo del Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, que generalmente era un miembro del Ejército.

En cuanto a la Estrategia Militar Nacional, el informe de Woerner resaltaba que hasta el momento no poseían ningún proceso para formular una Estrategia Nacional, sin embargo, en el accionar habían ejecutado de manera informal una estrategia militar que tenía por objetivos prevenir el aislamiento de la región oriental del país, impedir que los insurgentes tomaran el control del Departamento de Morazán y a partir de allí obtuvieran reconocimiento internacional como una fuerza beligerante, y proteger la infraestructura económica y los recursos naturales del país.

Para cumplir con dichos objetivos, realizaron una defensa estratégica y táctica con operaciones ofensivas ocasionales a gran escala (de cuatro a veintidós compañías) en respuesta a actividades insurgentes. Pero “con más del 40 por ciento de las fuerzas de combate utilizadas en posiciones defensivas estáticas, esta postura de defensa estratégica y táctica” dificultaba “la utilización eficaz de los recursos disponibles” (Woerner, 1981: 178). Ante esta situación, el “Equipo de Asistencia de Estrategia Militar de El Salvador” determinó que la postura defensiva de la FAES no permitiría ganar y que reforzaba la estrategia insurgente de guerra prolongada. A su vez, señalaba que la guerrilla contaba con mayor apoyo popular y que el desgaste continuo de los recursos nacionales aumentaba la posibilidad de una derrota militar a través del colapso económico y político. En consecuencia, propuso al gobierno del presidente Reagan una nueva Estrategia Militar Nacional para el gobierno de El Salvador, que construyó en conjunto con el Alto Mando de la Fuerza Armada salvadoreña, cuyo objetivo central era crear una fuerza armada capaz de contrarrestar la amenaza insurgente y “en última instancia, derrotar a la insurgencia destruyendo su voluntad y capacidad de lucha. La organización también proporciona los elementos necesarios para controlar el territorio nacional y defenderlo de agresiones tanto internas como externa” (Woerner, 1981: 194).

El “Informe del Equipo de Asistencia a la Estrategia Militar de El Salvador” es uno de los documentos importantes para comprender la situación en la cual se encontraba la FAES en el último semestre del año 1981 y permitió a los decisores estadounidenses demostrar la inmediata necesidad que tenía la FAES de realizar cambios en su estrategia y organización. Es importante destacar que este informe tiene entre sus referencias al Field Manual 100-20 sobre el Conflicto de Baja Intensidad del ejército estadounidense, lo cual explica su inclinación a tomar en cuenta las reformas políticas, sociales y económicas en el diseño de una estrategia nacional para enfrentar a la insurgencia en El Salvador. La estrategia presentada por Woerner fue el marco en el cual el grupo de asesores de EE. UU. actuó en El Salvador, a su vez, en 1983, el Coronel John D. Waghelstein, en conjunto con otros militares, elaboró junto a James Hallums el Plan Nacional de Campaña (National Campaign Plan).[8]

Sin embargo, el gobierno de Reagan tuvo que cooperar con el Congreso estadounidense a fin de obtener los apoyos económicos necesarios para ejecutar su política hacia El Salvador y además para convencer a la mayoría de los miembros de la opinión pública estadounidense. En esta etapa, el Congreso estadounidense se enfocó en crear medidas que le permitieran garantizar que la ayuda estadounidense al gobierno de El Salvador se utilizaría para promover el respeto a los DD. HH., detener la violencia de la guerrilla y de la derecha extremista y asegurar la investigación judicial sobre el ataque a ciudadanos estadounidenses en El Salvador. Así, el 29 diciembre de 1981, se aprobó la “Ley Pública 97-113: Ley de cooperación internacional para la seguridad y el desarrollo de 1981”. Este instrumento legal tenía como objetivo general autorizar los créditos correspondientes a los ejercicios 1982 y 1983 para la asistencia a la seguridad y el desarrollo internacional, además establecía controles para los programas de asistencia militar internacional y de los Cuerpos de Paz (Ley Pública 97-113 de 1981: 172). En particular, estableció las bases para la asistencia al Gobierno de El Salvador en su sección 727, donde se indicaba que la ayuda debía ser utilizada para fomentar:

-        El respeto a los Derechos Humanos fundamentales.

-        La realización de reformas económicas y políticas esenciales, incluida la reforma agraria y el apoyo al sector privado.

-        Una investigación completa y oportuna de las muertes de todos los ciudadanos estadounidenses asesinados en El Salvador desde octubre de 1979.

-        El fin de la violencia extremista y el establecimiento de un mando y control unificados de todas las fuerzas de seguridad del gobierno salvadoreño.

-        La realización de elecciones libres.

-        Una mayor capacidad profesional de las Fuerzas Armadas Salvadoreñas.

Se establecía, como condición primordial para la continuidad de la ayuda a El Salvador entre 1982 y 1983, la presentación de una certificación por parte del presidente de Estados Unidos treinta días después de la promulgación de la ley (enero de 1982) y cada 180 días. Si el presidente no realizaba dicha certificación en cualquiera de las fechas especificadas por el Congreso, inmediatamente debía suspenderse la ayuda y asistencia a El Salvador y ordenar la pronta retirada de El Salvador de todos los miembros de las Fuerzas Armadas que desempeñen servicios de defensa, realicen actividades de educación y entrenamiento militar internacional o ejecuten funciones administrativas. La certificación del presidente debía ser presentada ante el presidente de la Cámara de Representantes y el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y debía determinar según la ley si el gobierno de El Salvador estaba cumpliendo con los requisitos exigidos por el Congreso.

Seguidamente, por petición del Senado y ante la necesidad del gobierno de Reagan de aumentar el apoyo de la opinión pública y de las autoridades estadounidenses hacia la política que había desarrollado para atender la situación en El Salvador, el 18 julio de 1983, en el discurso que dio en un encuentro con la Asociación Internacional de Estibadores, el presidente Reagan anunció la decisión de crear una Comisión bipartidista liderada por el académico y ex secretario de estado, Henry Kissinger (Weisman, 18 de julio de 1983, “Reagan Weighs New Latin Panel Under Kissinger”, The New York Times). Mediante la Orden Ejecutiva 12433, el 19 de julio de 1983 fue creada la “Comisión Nacional Bipartidista para Centroamérica”, indicando que esta comisión estaría compuesta por 12 miembros nombrados o designados por el presidente y no más de 7 miembros serían de un mismo partido político (Executive Order 12433 – National Bipartisan Commission on Central America, 19 de julio de 1983).

Ronald Reagan dio la oportunidad a la Comisión liderada por Kissinger de cuestionar la política que había ejecutado su gobierno hacia El Salvador, también podría avalarla por completo y esgrimir los argumentos necesarios para hacerlo. En enero de 1984, la Comisión publicó el resultado final, luego de haber entrevistado a autoridades de Centroamérica y a funcionarios estadounidenses, advirtió sobre los riesgos que había en Centroamérica y concluyó que era vital para el interés nacional de EE. UU. la resolución de la guerra civil salvadoreña, por ello aprobó la continuación de la ayuda militar a El Salvador para el fortalecimiento de la FAES, sin abandonar el apoyo a las políticas de desarrollo económico y social de la población. De manera que el Informe sirvió para aprobar la continuación de la política contrainsurgente, que desarrolló la administración Reagan desde 1981 con autoridades del Estado salvadoreño, ante las autoridades del Congreso y la opinión pública estadounidense. Así, Reagan logró la consolidación de su política hacia El Salvador para su segundo periodo presidencial.[9]

La política de la administración Reagan tenía como objetivo fortalecer al Estado salvadoreño frente a la insurgencia y que este creara las capacidades necesarias para derrotarla. Por ello, el pilar fundamental de esta política se encontraba en la ayuda económica y militar que otorgó desde 1981. Para lograr dicho objetivo era necesario modernizar y fortalecer a las Fuerzas Armadas salvadoreñas para que pudieran ejecutar una guerra contrainsurgente, promover la institucionalización de la democracia en El Salvador y mejorar las condiciones socioeconómicas de la población salvadoreña.

Cabe destacar que la ayuda otorgada por EE. UU. a El Salvador por parte de la administración de Ronald Reagan ha sido una de las más extensas y ambiciosas en la historia centroamericana, dado que fue el país que más recursos económicos y militares recibió entre 1981 y 1992, indicio de la prioridad que poseía el conflicto salvadoreño en la agenda estadounidense. Según datos publicados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo, otorgaron entre 1981 y 1992 ayuda militar valorada en 1.144.098.036 $ y ayuda económica valorada en 4.963.042.642 $ (US Agency for International Development, 20 de mayo de 2022).

Implementación de la Doctrina: cambios en la estructura de la FAES

Primera Etapa, 1981-1983

 

La primera etapa, entre 1981 y 1983, se caracteriza porque la guerrilla estaba más fortalecida, dado que mantenía mayor control del territorio y mayor capacidad militar, lo que le permitió causar importantes derrotas a la FAES, como la destrucción de buena parte de su parque aéreo en 1982, la invasión por parte de 800 insurgentes a la sede de la 4ta Brigada de Infantería, en la que mataron a por lo menos 100 soldados y tomaron 162 prisioneros (30 de diciembre de 1983), y la destrucción del puente de Cuscatlán, único puente que conectaba el oriente con occidente (1 de enero de 1984).

Las derrotas militares, en esta primera etapa, obligaron a los comandantes salvadoreños a aceptar la necesidad de instruirse en la doctrina contrainsurgente y realizar importantes cambios en su organización y estrategia, con el asesoramiento de asesores militares estadounidenses, quienes se plantearon no intervenir directamente en el conflicto militar, de tal forma que las fuerzas militares salvadoreñas junto a sus autoridades civiles se vieron obligadas a asumir una mayor responsabilidad en la administración y dirección de la guerra, reduciendo las posibilidades de que EE. UU. interviniera con sus tropas, tal como se establecía en su manual de Conflictos de Baja Intensidad, vigente para el momento.

Los asesores militares estadounidenses eran oficiales que tenían como misión entrenar y asesorar a militares salvadoreños dentro de las guarniciones militares salvadoreñas, no poseían la libertad de acompañarlos a los combates, según la Ley Pública 97-113 (1981), y generalmente eran miembros de las Fuerzas de Operaciones Especiales, especializados en guerra contrainsurgente. Estuvieron organizados bajo el Grupo Asesor de Asistencia Militar (Military Assistance Advisory Group, MAAG),[10] que estaba bajo la tutela del comandante del Comando Sur, y debían mantener informado al Embajador estadounidense. Asimismo, para ejecutar sus labores, estuvieron organizados en un primer momento en “Equipos Móviles de Entrenamiento” y en un segundo momento, a partir de 1983, en “Equipos de Operaciones, Planes y Capacitación” (EOPC u OPATT por sus siglas en inglés). Los Equipos Móviles de Entrenamiento estaban compuestos por entre 1 y 3 asesores estadounidenses y proveyeron instrucción de infantería, artillería, inteligencia militar, así como asesoría en soporte y servicio técnico, principalmente en los batallones.

En esta primera etapa, en el marco de la cooperación entre el gobierno venezolano del presidente Luis Herrera Campins y el Jefe de la Junta de Gobierno, José Napoleón Duarte,[11] en 1981 una misión militar venezolana asesoró a la Fuerza Armada salvadoreña sobre la guerra contrainsurgente y la creación de Batallones de Cazadores.[12] El hecho de que los asesores hablaran español y compartieran ciertos rasgos culturales con los salvadoreños ayudó a que la cooperación militar fuera exitosa y resultara en la creación de dos batallones ligeros de cazadores.[13]

En 1981, el equipo de asesores militares venezolanos viajó en una misión militar secreta, apoyada por el presidente de la República, Luis Herrera Campins, su canciller, José Zambrano Velasco, y el líder socialcristiano, Arístides Calvani. Por tanto, esta misión no fue discutida con el poder legislativo venezolano, sino que fue ejecutada directamente por el presidente venezolano, algunos de sus funcionarios, el ministro de defensa y el comandante general del ejército.

En una entrevista realizada al Coronel René Emilio Ponce, quien fungió como Jefe de Operaciones del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de El Salvador, este reafirmó que al comienzo del conflicto, “entre 1978 y 1979, las fuerzas armadas formaron batallones organizados en el sentido clásico. Es decir, estaban preparados para librar una guerra convencional. Empezamos a darnos cuenta de que este tipo de organización era inadecuada para afrontar el problema interno en ese momento”. Como resultado, hicieron cambios drásticos en la organización de las unidades e iniciaron los batallones de cazadores, entre 1980 y 1982 (Manwaring, 1988: 294).

A partir de las asesorías de los militares estadounidenses y venezolanos, se constituyeron batallones de cazadores en el año 1982.[14] Estaban compuestos por 220 soldados, eran unidades más pequeñas que los batallones de infantería convencionales, operaban a cualquier hora (Hone, 2015: 84), realizaban misiones de reconocimiento de unidades pequeñas y de largo alcance en un teatro específico, pero no tenían la capacidad de desplegarse rápidamente en todo El Salvador en cualquier momento (Hone, 2015: 180).

Ante la necesidad de los asesores militares y autoridades estadounidenses de imponer la doctrina contrainsurgente a los militares salvadoreños, impulsaron el entrenamiento de los primeros Batallones de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI) en instalaciones militares estadounidenses. Los BIRI eran unidades más grandes que los batallones de cazadores, poseían entre 900 y 1.300 miembros, y fueron organizados bajo la idea de que debían desplazarse lo más rápido posible a cualquier parte de El Salvador.

Los programas de capacitación y educación en los Estados Unidos restaron importancia a las actividades enfatizadas en la academia militar salvadoreña, tales como saltos en cuclillas y formaciones de desfiles, y en su lugar se enfocaron en el pensamiento independiente e innovador, las teorías de contrainsurgencia y el trato benevolente de civiles y soldados alistados. Según la mayoría de los observadores, los oficiales salvadoreños fueron persuadidos de adoptar puntos de vista estadounidenses sobre estos temas durante su estancia en los Estados Unidos, pero a su regreso a El Salvador se vieron presionados por altos funcionarios salvadoreños para volver a las viejas formas de hacer negocios (Moyar, 2009: 175).

El primer BIRI fue denominado Atlácatl, oficialmente fue fundado en marzo de 1981 y en ese mismo mes inició sus entrenamientos en el Fuerte Bragg, en Carolina en Norte, EE. UU (D’Haeseleer, 2015b: 179). El segundo BIRI fue llamado General Ramón Belloso, se fundó el 31 de diciembre de 1981 (Santos, 2008: 159) e igualmente recibió entrenamiento en el Fuerte Bragg (EE. UU.), que culminó a comienzos de 1982. Seguidamente se creó el BIRI Atonal, el 31 de diciembre de 1981 (Santos, 2008: 160), y la mayor parte de sus miembros recibió entrenamiento en el Fuerte Benning, en el estado de Georgia, EE. UU. (Hone, 2015: 90-91).

Como consecuencia de la necesidad de disminuir los costos del entrenamiento de las unidades militares salvadoreñas por parte de EE. UU., el Comando Sur creó el Centro Regional de Entrenamiento Militar (Regional Military Training Center) en Honduras en 1983. En este centro fue entrenado el BIRI General Manuel José Arce, en junio de 1983 (La Prensa Gráfica, 1992: 58), y posteriormente su entrenamiento fue complementado en el mismo centro con capacitación en guerra contrainsurgente. Este Batallón fue creado por Orden General N° 5, el 1 de marzo de 1983, y regresó de su entrenamiento el 13 de septiembre del mismo año (Santos, 2008: 161).

Producto de la experiencia que obtuvieron de los batallones de cazadores venezolanos, los BIRI y la influencia de los asesores militares estadounidenses especializados en la guerra contrainsurgente, entre 1982 y 1983 se crearon las Patrullas de Reconocimiento de Alcance Largo (Long Range Reconnaissance Patrol o PRAL por su sigla en español). Estas eran unidades más pequeñas que los BIRI y los cazadores venezolanos, conformadas por solo 5 oficiales y 98 soldados, que se organizaron en patrullas de 6 hombres y tenían como misión principal infiltrarse en las profundidades del territorio controlado por la guerrilla. Las primeras unidades fueron capacitadas por veteranos estadounidenses que participaron en la guerra de Vietnam, sin embargo, poco a poco desarrollaron sus propias técnicas y tácticas de acuerdo con las circunstancias únicas y especiales de El Salvador. Entre agosto y octubre de 1982 recibieron el curso de adiestramiento SF-12 (PRAL) en la Escuela de las Américas, Fuerte Gulick, Panamá (Santos, 2008: 136).

En tanto las unidades regulares no siempre estaban disponibles para atacar a los objetivos descubiertos por las PRAL, a raíz de esta necesidad se crearon unidades de asalto, conformadas por aproximadamente 40 hombres, conocidas como las HACHAS o Comando HACHA (Santos, 2008: 136). Estas unidades fueron creadas en el primer trimestre de 1984. El investigador Herard Von Santos las describe como una fuerza de reacción y explotación. Se organizaron en tres patrullas HACHA de 20 soldados cada una. Cada patrulla estaba al mando de un oficial y fueron denominadas “Acero”, “Bronce” y Cobre” (Santos, 2008: 137). Eran unidades preparadas para realizar misiones de infiltración y explotación por tierra, aire y agua (Santos, 2008: 138). Al igual que las PRAL, recibían apoyo del Grupo de Helicópteros de la Fuerza Aérea. “Asimismo las PRAL se apoyaron de las HACHAS para configurar emboscadas y otras operaciones basadas en su propia inteligencia” (Hone, 2015: 86).

El poder aéreo de la FAES vivió importantes cambios durante la guerra civil salvadoreña, a partir de la ayuda militar y económica estadounidense. Para inicios del conflicto, era una pequeña fuerza que contaba con al menos mil hombres, compuesta por un pequeño batallón de paracaidistas, una fuerza de seguridad, una pequeña unidad antiaérea y cuatro pequeños escuadrones de vuelo con un total de 76 aviones. Su principal fuerza de combate estaba formada por 11 cazas de ataque terrestre Ouragan y cuatro entrenadores Fouga Magister modificados para el combate (Corum, 1998: 29). A su vez, poseía poca capacidad física y financiera para proporcionar entrenamiento a los nuevos cadetes que necesitaba la FAES para librar una guerra contrainsurgente. Apenas 20 cadetes eran capacitados anualmente en un curso de capacitación de pilotos en la Escuela Militar, y capacitación de mantenimiento para los aviones Ouragan, Ralleye, Fouga Magister y Arava y el helicóptero Lama (Woerner, 1981: 105).

La fuerza aérea no tenía capacidad para efectuar operaciones nocturnas ni para apoyar operaciones de ese tipo (Woerner, 1981: 81). El apoyo aéreo cercano que ofrecía se caracterizaba “por la adquisición de objetivos visuales, el compromiso de objetivos no dirigidos a grandes distancias de las fuerzas tácticas terrestres y la entrega de artillería limitada” (Woerner, 1981: 86). Por esta razón, una de las primeras acciones del gobierno de Reagan fue proporcionar a la FAES, en febrero de 1981, un UH-1H Huey y otros 4 Hughes-500D. Seguidamente, en el mismo año entregó 4 aviones O-2A para reconocimiento, 6 aviones de combate de emergencia A-37B y 2 transportes C-123K. Sin embargo, en enero de 1982 la fuerza aérea recibió un ataque certero por parte del FMLN en su base en Ilopango, que logró destruir buena parte de su flota (Ceberio, 28 de enero de 1982, “La guerrilla salvadoreña inutiliza una buena parte de la aviación de combate gubernamental”, El País). De un solo golpe, destruyeron 15 aviones de combate y varias naves de transporte (Bracamonte y Spencer, 1995: 76), esto demostró que el FMLN tenía superioridad táctica en el terreno. La destrucción de buena parte de la fuerza aérea aceleró su modernización y EE. UU. rápidamente proporcionó por los A-37,[15] O-2 de reconocimiento,[16] aviones de combate y 12 helicópteros UH-1H para reemplazar las pérdidas.[17]

Los nuevos aparatos de la fuerza aérea tenían un mejor sistema de comunicaciones que permitía mantener un contacto simultáneo con varias unidades, principalmente las unidades del ejército, lo que facilitó la coordinación con las unidades involucradas en la batalla con especial atención de las unidades en tierra (Hernández, 1998). Como consecuencia de la acelerada modernización de la fuerza aérea y en respuesta al avance de las guerrillas en el terreno, la FAES inició un programa de bombardeo de las aldeas en poder de los rebeldes en las regiones de Chalatenango, en el norte, y Monte Guazapa, en el centro del país. “La acción consistía en pequeños ataques en los que vuelos de aeronaves bombardeaban y ametrallaban regularmente las zonas rebeldes de forma desordenada” (Corum, 1998: 32). Esta campaña de bombardeo aéreo tuvo trágicos resultados en la población, pero un pequeño impacto en los rebeldes, quienes en el año 1983 lograron avanzar y obtener importantes victorias. A partir de 1984, la aviación logró retomar la iniciativa y, a partir de la modernización de su poder aéreo, la FAES comenzó a cubrir el país en su totalidad.

Así, en 1982, EE. UU. gastó 1.4 millones de dólares en la formación de pilotos, tripulaciones y técnicos salvadoreños en EE. UU. En 1983, 98 personas de la aviación tomaron cursos en la Academia Interamericana de la Fuerza Aérea en Panamá, seguidamente en la misma institución se formaron 117 personas en 1984 y en el mismo año el programa IMET financió la formación de 118 soldados en EE. UU. (Corum, 1998: 33). Como resultado del entrenamiento de pilotos salvadoreños, en 1983, entraron en funcionamiento el Batallón de Paracaidistas y el Grupo de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea. A partir de este momento, la FAES pudo realizar más operaciones helitransportadas y aerotransportadas, con apoyo de fuego aéreo.

Varios indicios señalan que la ayuda militar estadounidense estaba dando resultados, al comenzar a crecer la tendencia de un mayor control del territorio por parte de las fuerzas militares salvadoreñas. En primer lugar, impidieron la expansión de la guerrilla, conteniéndola hacia los departamentos del oriente de El Salvador. A su vez, lograron defender el proceso de la elección de la Asamblea Constituyente, ocurrido el 28 de marzo de 1982, impidiendo la concreción del objetivo de la guerrilla de sabotearlo a nivel nacional.

Si bien la ayuda estadounidense aumentó la cantidad de armas de la FAES, su poder aéreo y el número de unidades élites con entrenamiento en guerra contrainsurgente (los BIRI y los Cazadores), lo que para mediados de 1982 está teniendo una influencia en la guerra, los miembros de la FAES también fueron capaces de aprender de las derrotas y adaptarse a las nuevas situaciones que se les presentaban. La combinación de la ayuda militar estadounidense y la capacidad de resiliencia de la FAES logró impedir el cumplimiento del principal objetivo de las fuerzas guerrilleras, que era controlar una región del país para declararla libre e independiente. Los guerrilleros eran conscientes del aumento de capacidades de las fuerzas militares y ante este panorama prosiguieron con el plan de buscar batallas decisivas para desgastar al enemigo y seguir atacando la infraestructura del Estado (Departamento de Estado, 1983, “Memorándum de la Embajada de EE. UU. en El Salvador: El Salvador Military Assessment: Jan-June 1983”. Colección de DNSA).

Segunda etapa, 1984-1989

 

En la segunda etapa, la FAES desarrolló más sus capacidades militares, aumentó el número de sus miembros, poseyó mejores equipos militares y recuperó la iniciativa militar, gracias en buena parte al fortalecimiento de su fuerza aérea. Esto le permitió concentrarse más en la realización de operaciones de contrainsurgencia de unidades tácticas pequeñas y apoyar la ejecución de programas de desarrollo social, económico y agrario, impulsados por el gobierno nacional para mejorar la calidad de vida de los salvadoreños.

En esta etapa se desarrolló el Plan Nacional de Campaña (PNC),[18] que fue la primera estrategia nacional que combinaba acciones militares y cívicas en El Salvador. Se planteó como objetivos expulsar a la guerrilla de una de sus principales bases de operaciones (Departamentos de San Vicente y Usulután), ganarse el apoyo de los pobladores y desarrollar proyectos sociales, económicos y políticos. Por tanto, fue un esfuerzo de los asesores estadounidenses y del alto mando militar salvadoreño para darle más orden a la guerra contrainsurgente y acabar con la dinámica que estaba desgastando a la FAES, bajo la luz de la Doctrina de Conflictos de Baja Intensidad.

Hasta el inicio del segundo semestre de 1983, la estrategia de la FAES consistía en concentrar los mayores esfuerzos en proteger la infraestructura más importante del Estado (como represas, carreteras, edificios gubernamentales, etc.) y las principales ciudades y pueblos. Paralelamente, sus principales unidades especiales, los BIRI, los cazadores y las PRAL, con el apoyo de la Fuerza Aérea, eran destinadas a buscar y atacar directamente a las fuerzas de la guerrilla, cayendo en el riesgo de consumir los recursos militares y humanos persiguiendo a las fuerzas enemigas por todo el territorio nacional, cuya característica principal era no poseer bases fijas de operaciones y preocuparse por mimetizarse entre los pobladores.

Como señala David Kilcullen, los insurgentes son difíciles de fijar y ello significa que:

la estrategia centrada en el enemigo, que busca atacar directamente a las fuerzas de la guerrilla, corre el riesgo de disipar los esfuerzos en perseguir a los grupos insurgentes por todo el campo, una actividad que puede ser extremadamente exigente y que requiere un enorme número de tropas y otros recursos. Los contrainsurgentes que adoptan este enfoque corren el riesgo de perseguirse a sí mismos y agotarse, al tiempo que causan un enorme daño a la población civil no combatiente, alienando a la gente y reforzando así su apoyo a la insurgencia (Kilcullen, 2010: 9).

Hasta ese momento, la estrategia de la FAES de buscar y destruir había tenido trágicos resultados en la población y costos políticos muy altos para el gobierno salvadoreño. Hablamos de hechos como la masacre de El Mozote (ocurrida entre el 10 y el 11 de diciembre de 1981), la masacre de Las Hojas (22 de febrero de 1983) y diversos bombardeos aéreos que tuvieron impactos dramáticos entre la población. Así que, mediante la implementación del Plan Nacional de Campaña, los asesores militares estadounidenses, el gobierno y el alto mando militar salvadoreño esperaban aumentar el apoyo de los pobladores de esas zonas hacia las fuerzas del Estado, en un intento de minar los apoyos que tuviera la guerrilla.

La FAES logró su objetivo de controlar militarmente San Vicente, pero no contó con el factor sorpresa, dado que desde mayo la prensa y las fuerzas del FMLN conocían que el Estado salvadoreño junto con sus aliados estaban preparando una ofensiva a realizar en San Vicente.[19] El PNC fue altamente valorado por los estadounidenses, tanto que el secretario de Defensa, Casper Weinberger, viajó el 7 de septiembre especialmente a San Vicente para constatar la situación y hablar sobre el progreso de los militares salvadoreños. “Las tropas del gobierno han alcanzado el éxito de manera progresiva, lo que ha generado que, cantidades crecientes del país regresen al control civil, lo cual representa una muy buena tendencia”, afirmó (Hone, 2015: 72).

En respuesta, la guerrilla dirigió sus acciones lejos de San Vicente, hacia zonas en las que no había tenido usual presencia y donde había menor presencia del ejército, especialmente en Morazán, Chalatenango y Cabañas. Debido a que la mayoría de las unidades élites estaban concentradas en San Vicente, y en menor medida en Usulután, estas no podían apoyar de inmediato a los destacamentos militares que eran atacados en otros departamentos del país. En agosto, el FMLN comenzó a infiltrar de nuevo combatientes en San Vicente y realizó pequeñas emboscadas contra las patrullas del gobierno. Gradualmente, las guerrillas restablecieron sus campamentos base y recuperaron el control de las zonas rurales (LeoGrande, 1998: 225).

Por otra parte, las fuerzas del FMLN realizaron dos incursiones para causar un impacto político y psicológico entre las tropas y a nivel nacional. En primer lugar, el 30 de diciembre de 1983, 800 guerrilleros atacaron e invadieron la base de la Cuarta Brigada de Infantería, matando a más de 100 soldados y tomando 162 prisioneros. Esta base, ubicada en el Paraíso (Departamento Chalatenango), fue diseñada por ingenieros militares estadounidenses en 1981 y era asentamiento del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata Atonal (“Base Militar ‘El Paraíso’ cae en manos de las FPL”, 30 de diciembre de 1983. Sistema Bibliotecario UTEC). La oficina de prensa de la FAES reseñó que murieron “por lo menos 250 insurgentes y más o menos 100 efectivos del Ejército”, destacando además que los combates duraron 17 horas (La Prensa Gráfica, 1992: 62). En segundo lugar, en la madrugada del 1 de enero de 1984, guerrilleros destruyeron el Puente Cuscatlán, ubicado en el kilómetro 90 de la carretera Panamericana, sobre el río Lempa, principal punto de acceso a la zona oriental del país (“Importantes éxitos de la guerrilla salvadoreña en su nueva ofensiva contra el Gobierno central”, 2 de enero de 1984, El País). Con estas dos acciones, el FMLN quiso reafirmar que las operaciones militares y políticas del Plan Nacional de Campaña no habían debilitado su estructura y puso entre dicho la ejecución de este plan.

El profesor Brian D’haeseleer resalta en su artículo que los informes de la CIA señalaron que:

el PNC obtuvo “cierto éxito”. Los analistas señalaron que no sólo los insurgentes habían abandonado la mayor parte de sus campamentos base, sino que los programas de acción cívica habían comenzado a reconstruir la Carretera Panamericana y varios puentes tras el paso del Ejército salvadoreño (D’haeseleer, 2015a: 507).

Sin embargo, las contraofensivas que lanzó el FMLN en diversas partes del país provocaron la paralización de los avances del programa. Vemos entonces que la guerrilla prefirió pensar en cómo utilizar las mejoras estructurales y económicas que intentaba realizar el Estado salvadoreño para satisfacer sus intereses políticos y militares, antes que sabotear todas las acciones enmarcadas dentro del PNC. Esta idea es reforzada por D’haeseleer (2015a: 510), quien afirma en su artículo que los documentos de los guerrilleros rara vez hablan sobre el PNC, a su vez, en entrevistas, los antiguos guerrilleros han confirmado que no hubo una preocupación especial por el PNC o sus programas de acción cívica.

Algunos admitieron que estos diversos programas planteaban retos políticos, pero no alteraban el equilibrio militar. Los consideraron como un modelo de la experiencia estadounidense en Vietnam, con la que los principales aseguradores estaban íntimamente familiarizados. En cambio, lo que realmente preocupaba al FMLN eran los helicópteros estadounidenses y los bombardeos periódicos realizados por la Fuerza Aérea Salvadoreña (D’haeseleer, 2015a: 510).

En efecto, el poder de la Fuerza Aérea salvadoreña había aumentado a partir de las dotaciones enviada por EE. UU., sobre todo desde 1982, cuando recibieron aparatos como el A-37 (bombardero táctico), el avión O-2 (avión de reconocimiento artillado) y helicópteros UH-1H, que permitieron aumentar las operaciones aeromóviles y aerotransportadas. A su vez, con el suministro de nuevas radios, la ayuda militar estadounidense permitió mejorar las comunicaciones entre unidades del poder aéreo y unidades que se encontraran en el terreno. Así, a partir de 1982, la Fuerza Aérea salvadoreña comenzó a realizar más bombardeos a posiciones guerrilleras (Corum, 1998: 33).

El poder aéreo de la FAES tuvo mayor impacto a partir de 1984. En primer lugar, los equipos que adquirieron en la primera etapa les permitieron, tanto a la Fuerza Aérea de El Salvador como a las tropas del ejército con las operaciones aeromóviles, tener mayor movilidad operativa las 24 horas del día. En consecuencia, aumentó la capacidad de causar más daños a las brigadas y batallones de la guerrilla donde se encontraran, porque además la adquisición de los aviones ligeros de reconocimiento O-2 permitió detectar con mayor rapidez y exactitud a las columnas guerrilleras (Corum, 1998: 34).

En respuesta a las amenazas del poder aéreo, el FMLN realizó cambios importantes en su estrategia, motivado porque el objetivo de igualar el poder de fuego de los batallones de la FAES y buscar batallas decisivas para debilitar a los militares salvadoreños no estaba dando resultado, pero sobre todo porque la estructuración de sus fuerzas en batallones se había convertido en una debilidad ante el incremento del poder de la Fuerza Aérea salvadoreña. De manera que la guerrilla tuvo que reconocer que no podía igualar el poder de fuego del Estado salvadoreño que contaba con el respaldo de EE. UU. En este punto, Bracamonte y Spencer agregan que, en el medio de la escalada militar, el FMLN había casi abandonado la lucha política: “El efecto neto fue la rápida pérdida de popularidad del FMLN y su creciente aislamiento de la vida nacional. El alto mando del FMLN tomó nota de su rumbo de colisión con el desastre y comenzó a formular una nueva estrategia” (Bracamonte y Spencer, 1995: 22).

El cambio comenzó a ejecutarse en el primer semestre de 1984, inspirado en la guerra de guerrillas realizada en Vietnam. El FMLN se planteó como objetivo desgastar la voluntad y la determinación de las fuerzas del Estado y extender la guerra por todo El Salvador, en un intento de romper el cerco y extender sus operaciones más allá del oriente del país. Para ello, dividieron sus batallones y brigadas, los fragmentaron en elementos dispersos del tamaño de un pelotón. A su vez, hubo cambios en su estrategia:

Anteriormente, ante una ofensiva del ejército, la guerrilla dejaba una fuerza de retaguardia y retiraba la mayor parte de sus fuerzas del camino enemigo, a menos que vieran la oportunidad de atacar desde una posición de fuerza o se vieran obligados a luchar. El objetivo había sido buscar batallas de aniquilación para capturar grandes cantidades de armas y asestar golpes debilitantes a las fuerzas gubernamentales. Este ya no iba a ser el caso. Ante un operativo del ejército, la guerrilla no debía huir (Bracamonte y Spencer, 1995: 23).

Ahora las pequeñas unidades guerrilleras debían seguir a las unidades del ejército y llevar a cabo ataques de oportunidad de bajo costo.

La teoría era que si se podía bajar la moral a un cierto nivel, el ejército perdería su voluntad de luchar y colapsaría. En otras palabras, la estrategia tenía como objetivo obtener una victoria psicológica sobre las fuerzas armadas, más que una victoria física. Frente al armamento nuevo y superior de las fuerzas armadas, esta fue una decisión racional (Bracamonte y Spencer, 1995: 23).

Como refuerzo a ese objetivo, el FMLN se planteó profundizar su campaña de sabotaje del transporte, las comunicaciones y la infraestructura económica del país. El “sabotaje de la economía nacional fue la forma en que el FMLN compensó la ayuda estadounidense, al forzar la utilización del dinero para reparar los daños causados y al dispersar las fuerzas militares” (Bracamonte y Spencer, 1995: 23).

A pesar de los acontecimientos de la guerra civil, el Estado salvadoreño y Estados Unidos de América prosiguieron con el plan de institucionalizar un sistema democrático en El Salvador. Así, la Asamblea Constituyente, luego de promulgar la Constitución, estableció la realización de la elección del nuevo presidente salvadoreño en dos vueltas, la primera fue realizada en marzo y la segunda, en mayo de 1984. En los días de votación, la guerrilla no realizó ataques a los centros de votación (Montgomery, 1995: 180) y la FAES cumplió su papel de garantizar la seguridad en los centros electorales. Como resultado, el socialcristiano José Napoleón Duarte fue electo presidente de la República. Este nuevo hecho histórico fue importante para que el Congreso estadounidense renovara la ayuda militar al pequeño país centroamericano, así, el 10 de mayo la Cámara de Representantes aprobó 229,4 millones de dólares en ayuda militar para el año fiscal 1984 y 132,5 millones para 1985 (Montgomery, 1995: 183).

Duarte asumió el poder el 1 de junio de 1984 y a los pocos días debió afrontar el primer gran ataque del FMLN. El 28 de junio de 1984, fuerzas guerrilleras intentaron asaltar la central hidroeléctrica Cerrón Grande, ubicada en Chalatenango, con el objetivo de sabotear su funcionamiento y hacer una demostración de fuerza ante la llegada del nuevo gobierno. Se trató de la primera gran operación realizada por la guerrilla luego del cambio de estrategia, pero también uno de los principales hechos históricos en los que la FAES demostró el avance en su poder aéreo, lo que permitió frustrar los objetivos de los guerrilleros.

En las primeras horas del 28 de junio, un grupo de fuerzas especiales del Frente Popular de Liberación (perteneciente al FMLN) atacó el puesto de vigilancia que mantenía la guardia nacional, aunque resistieron, la mayoría de los soldados fueron fusilados. La FAES logró parar la incursión enviando en una misión helitransportada en helicópteros UH-1H al batallón de paracaidistas, que pudo desembarcar directamente sobre las instalaciones de la hidroeléctrica, contando con apoyo de fuego de los A-37 y un O-2.

En esta segunda etapa (1984-1989), la guerra civil salvadoreña se caracterizó porque las partes mantuvieron el mismo nivel de fuerza, ninguna tenía el poder militar y político suficiente para imponerse. A su vez, realizaron varias rondas de negociaciones para intentar concretar acuerdos en favor de lograr el fin del conflicto, esfuerzos que grupos extremistas de cada bando y de la FAES sabotearon. Por otra parte, se realizaron las elecciones legislativas en 1985, en las cuales el Partidos Socialcristiano obtuvo la mayoría, desplazando al partido ARENA, lo que tuvo como consecuencia el desplazamiento de Robert D’Aubuisson[20] de la dirección del partido. Paralelo a las elecciones legislativas se realizaron las elecciones municipales.[21]

En 1986 la FAES relanzó el PNC, pero bajo el nombre de Unidos para Construir, que “preveía barridas masivas del ejército para despejar una región de guerrilleros, seguidas de la reubicación forzosa de civiles en áreas periféricas a pueblos de reasentamiento donde el ejército pudiera vigilarlos. Si la gente cooperaba con los militares, se iniciarían programas de acción cívica en la comunidad” (LeoGrande, 1998: 266).

Estas acciones, más la pérdida de fuerza (entre 15 y 19% entre 1987 y 1988), el efecto de las incursiones gubernamentales cada vez más prolongadas en sus bases de apoyo, las operaciones de distracción y la mayor exfiltración de elementos clave de apoyo y comando que los habían dejado vulnerables a las interrupciones de las fuerzas armadas, obligaron al FMLN a concentrar la mayor parte de sus actividades en las ciudades y en especial en la capital, San Salvador (Agencia Central de Inteligencia, 1989: 10-11). Entonces, a partir de 1986, el FMLN comenzó a concentrarse mayormente en la dimensión psicológica y política de la guerra, más que en la militar. Sus principales acciones consistían en sabotear la estructura del Estado, el servicio eléctrico, los sistemas de transporte, la infraestructura del poder local y el poder nacional, así como funcionarios locales y alcaldes. Procuraban realizar varias acciones en una noche en un solo departamento para aumentar la percepción de que mantenían la iniciativa militar (Agencia Central de Inteligencia, 1989: 12).

Con respecto al estatus de la FAES, el Informe de la CIA firmado por su director, William H. Webster, señala que para inicios de 1989 se habían vuelto “más agresivas ofensivamente, y su desarrollo y uso de inteligencia táctica también ha mejorado considerablemente, contribuyendo también a una mayor eficacia en las operaciones defensivas” (Agencia Central de Inteligencia, 1989: 18). Sin embargo, el director de la CIA sentenció que no esperaba que la situación cambiara sustancialmente en el año 1989. Aunque las fuerzas militares tenían más mano de obra, potencia de fuego y podían seguir presionando a los insurgentes, interrumpir en sus bases y adelantarse a sus operativos, las fuerzas guerrilleras todavía podían “llevar a cabo una guerra prolongada, dependiendo cada vez más del terrorismo, el sabotaje y los ataques a pequeña escala. La guerrilla, aunque no pueda tomar el poder, seguirá amenazando seriamente la seguridad y estabilidad del país” (Agencia Central de Inteligencia, 1989: 20).

Así, mientras en enero de 1989 el gobierno de Ronald Reagan culminaba con la entrega de la presidencia al nuevo presidente electo, George Herbert Walker Bush, la situación de la guerra civil salvadoreña había cambiado en comparación con la situación de enero de 1981, cuando Reagan asumió el poder. Durante este periodo, la FAES aumentó la cantidad de sus miembros, logró instruir a sus soldados en guerra contrainsurgente con la ayuda de los asesores militares estadounidenses, modernizó su apresto operacional y creó unidades operativas especializadas para enfrentar a la guerrilla. El resultado fue que lograron impedir que la guerrilla alcanzara el poder usando la fuerza.

Conclusiones

En la guerra irregular hay una interrelación entre la capacidad de movimiento y la capacidad de fuego, por eso el movimiento es muy importante para la guerrilla y su derrota comienza cuando se le limita el territorio y su libertad de acción (Von der Heydte, 1988: 74). En este sentido, el equipamiento técnico que tengan las fuerzas armadas y el conocimiento que posean sobre el terreno permiten aumentar la cantidad de movimientos que pueden hacer para evitar que la guerrilla límite su libertad de movilizarse en el territorio y entre la población (Von der Heydte, 1988: 99). Teniendo en cuenta esto, desde el inicio de la cooperación militar que mantuvo la FAES con el gobierno de Ronald Reagan, esta pudo modernizar su apresto operacional, acceder a nuevos conocimientos sobre la guerra contrainsurgente en bases estadounidenses y con las enseñanzas dadas por los asesores militares. Paralelamente, enfrentaron a la amenaza insurgente mientras comprendían los movimientos y las acciones que esta realizaba.

La modernización de la FAES generó una ampliación de la cantidad de efectivos y de las unidades tácticas especializadas en guerra contrainsurgente. Aunque al principio de este proceso estuvieron presentes dos modelos contrainsurgentes, el estadounidense y el venezolano, la FAES absorbió los conocimientos de ambos modelos y terminó desarrollando una guerra contrainsurgente propia, influenciada por las condiciones geográficas salvadoreñas.

Paralelamente, la FAES tuvo un papel importante en resguardar a las instituciones salvadoreñas encargadas de realizar y promover las reformas políticas, pero este hecho solo fue posible cuando las élites militares reconocieron la importancia de no interceder en los procesos políticos del Estado y permitir que los ciudadanos decidieran. Así, el primer presidente salvadoreño electo democráticamente fue alguien adscrito a la ideología socialcristiana y no impuesto por la élite militar y política.

Aunque la guerra civil salvadoreña no tuvo una solución militar, las unidades tácticas creadas bajo el amparo de la ayuda militar estadounidense tuvieron una influencia importante en el desarrollo de la guerra, en especial en la Fuerza Aérea, mediante la cual la FAES pudo ampliar su potencia de fuego y la cantidad de movimientos en cualquier parte del país. Esto también fue posible por la influencia que tuvieron los asesores militares estadounidenses en la creación de las unidades tácticas y en la formación en guerra contrainsurgente de sus miembros, tanto en fuertes estadounidenses, en dependencias militares del Comando Sur en Centroamérica y en fuertes salvadoreños.

 

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Sobre el autor

Marianao Vallenilla es Magíster en Historia de las Américas por la Universidad Católica Andrés Bello. Obtuvo los grados académicos de Licenciada en Estudios Políticos y Administrativos y la Especialización en Derecho y Política Internacional en la Universidad Central de Venezuela. Actualmente es docente en la Universidad Monteávila.

Picture 1 https://orcid.org/0000-0002-0877-6212

About the author

Marianao Vallenilla holds a MA in History of the Americas from the Universidad Católica Andrés Bello. Bachelor degree in Political and Administrative Studies, and Law and International Politics Specialization at the Universidad Central de Venezuela. She is currently working as a professor at the Universidad Monteávila.



[1] El esfuerzo investigativo del artículo es parte de la investigación que se realizó para obtener el título de Magíster en Historia de las Américas de la Universidad Católica Andrés Bello. La tesis fue presentada y defendida con éxito en febrero de 2022. Por otro lado, parte del artículo fue presentado en la I Jornada de Investigadores en Historia de la Guerra y las FFAA (siglos XX-XXI), realizada virtualmente desde Buenos Aires el 24 y 25 de agosto de 2022, organizada por el Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) del Instituto Ravignani (UBA).

[2] El 10 enero de 1981 el FMLN realizó la “Ofensiva Final”, que tenía por objetivo provocar un levantamiento popular y militar en contra de la Junta de Gobierno y provocar su caída, además de obtener la atención de los medios de comunicación internacionales. La ofensiva duró aproximadamente diez días, pero no recibió el apoyo popular y militar que esperaba la guerrilla. El débil apoyo civil fue aprovechado por las fuerzas armadas salvadoreñas y los enfrentaron. Aunque la ofensiva no alcanzó los objetivos que se planteó, demostró que el FMLN tenía una mejor posición militar, mejor coordinación y comunicación que la FAES. El gobierno de Carter, que estaba en sus últimos días, hizo seguimiento y ante el rápido debilitamiento de los militares y el nivel de fortaleza demostrado por la guerrilla, Carter otorgó asistencia militar al Gobierno de El Salvador de manera urgente, aportando cinco millones de dólares en ayuda letal y asesores militares (Russel, 2016: 180).

[3] En su libro, Kilcullen (2010: 3) señala las características claves de la guerra contrainsurgente.

[4] Compartimos la definición de Conflicto de Baja Intensidad: “Es un amplio abanico de actividades político-militares que pretenden alcanzar objetivos políticos y militares limitados sin recurrir a una declaración de guerra ni comprometer fuerzas estadounidenses a gran escala (o armas nucleares) en la contienda. Estados Unidos puede participar en este tipo de conflictos de varias maneras: utilizando fuerzas militares en operaciones no bélicas para mostrar su apoyo, determinación o intención; asesorando y asistiendo al gobierno anfitrión; e interviniendo con fuerzas de combate especializadas” (Dean, 1986: 8).

[5] Los documentos denominados “Field Manual” son manuales del ejército estadounidense que definen conceptos esenciales y cómo operar ante ciertas circunstancias.

[6] La investigación es documental, descriptiva y de análisis interpretativo.

[7] Aprobada en enero de 1987 durante el gobierno del presidente Ronald Reagan, contiene la primera orientación política sustancial sobre cómo actuar en los conflictos de baja intensidad.

[8] El Plan Nacional de Campaña fue elaborado en 1983 con asesoría de militares estadounidenses en conjunto con las autoridades civiles y militares salvadoreñas. El objetivo del Plan era tomar el control militar de los departamentos Usulután y San Vicente, en los cuales la guerrilla había tenido más presencia desde los inicios de la guerra civil, para posteriormente implementar programas sociales, recuperar la economía regional y ganar más apoyo de la población hacia los militares.

[9] Según Arnson, al abandonar los esfuerzos por reducir o restringir la ayuda hacia El Salvador, el Congreso “se convirtió en el socio pleno de la Administración en el esfuerzo por destruir la insurgencia salvadoreña. Con el Congreso eliminado de la supervisión de los detalles, así como de los amplios contornos de la política, pero sin dejar de proporcionar los fondos, le dio a la Administración las manos libres para manejar la guerra de contrainsurgencia” (1988: 430).

[10] Según el manual FM 100-20, su jefe representaba al Secretario de Defensa, era responsable de mantener informado al Embajador, asesorarlo en asuntos de asistencia de seguridad militar y aspectos militares del IDAD. La misión principal del MAAG era administrar los programas de asistencia de seguridad militar de los EE. UU. en el país anfitrión y ayudar a las fuerzas armadas del país anfitrión con sus programas y operaciones de defensa y desarrollo interno.

[11] José Napoleón Duarte estuvo exiliado en Venezuela desde 1972 hasta 1979, año en el que pudo regresar a El Salvador. En su estancia en Venezuela, Duarte estrechó sus relaciones con los líderes del partido socialcristiano venezolano, Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), así como con la organización regional Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA).

[12] Venezuela era una democracia estable en la región y aliada de EE. UU., que había logrado tener una experiencia exitosa en derrotar movimientos insurgentes entre las décadas de los 60 y los 70 en su territorio. Durante esta guerra de contraguerrilla, se crearon, con asesoría estadounidense, ligeros batallones de infantería llamados Cazadores.

[13] Sobre este tema, en el libro El Salvador at War: An Oral History of Conflict from the 1979 Insurrection to the Present hay una declaración del Coronel John D. Waghelstein, quien fungió como Comandante del Grupo Militar de EE. UU. en El Salvador entre 1982 y 1983. Waghelstein da detalles importantes sobre esta positiva experiencia en la que un tercer país ayudó en la modernización de la FAES (Manwaring, 1988: 232).

[14] Los batallones de cazadores fueron unidades únicas del ejército venezolano, creadas entre 1963 y 1969 por los presidentes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, con asesoría y ayuda militar estadounidense (Mondolfi, 2017).

[15] Un bombardero táctico que agregaba un alto nivel de precisión en el bombardeo. El empleo de los A-37 permitía concentrar un poder de fuego decisivo en la batalla, en uno o varios puntos y en forma muy precisa (Hernández, 1998).

[16] Un avión de reconocimiento (artillado) que le daba flexibilidad a las operaciones aéreas, ordenando y coordinando los fuegos en misiones de Controlador Aéreo Avanzado (CAA/FAC).

[17] Helicóptero de usos múltiples, pero destinado principalmente al transporte de abastecimientos y personal, dotado con dos o cuatro ametralladoras para protección propia (Hernández, 1998).

[18] El Coronel Joseph S. Stringham III, Comandante del Grupo de Militares estadounidenses en El Salvador entre 1983 y 1984, indicó que el Plan de Campaña Nacional fue en parte diseñado por John Waghelstein y Jim Hallums, elaborado y trabajado en gran medida junto con el embajador Dean Hinton. Además, el general Fred Woerner jugó un papel importante. Una vez terminado fue presentado al presidente interino Álvaro Magaña, quién aprobó el concepto (Manwaring, 1988: 226).

[19] En The New York Times apareció un artículo publicado el 22 de mayo de 1983, en el que la periodista Lydia Chávez comenta que el gobierno planeaba lanzar una ofensiva cívica y militar en San Vicente en junio (Chávez, 22 de mayo de 1983, “San Vicente bleeds from El Salvador’s war wounds”).

[20] Robert D’Aubuisson fundó en 1981 el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Fue parte de la Asamblea Constituyente en 1982 y candidato presidencial en 1984 por el partido ARENA. Se lo ha acusado de ser uno de los autores intelectuales del asesinato del arzobispo Óscar Romero y de apoyar a los escuadrones de la muerte que realizaban acciones de violencia en contra de sus opositores a los que relacionaban con el comunismo.

[21] A medida que su fortuna militar retrocedió en 1985, las guerrillas se volvieron menos tolerantes y decidieron eliminar la presencia del gobierno civil donde pudieran. Amenazaron a los alcaldes de los territorios que controlaban o aspiraban a controlar, quemaron ayuntamientos y secuestraron a muchos alcaldes, algunos de los cuales fueron retenidos y otros liberados después de advertirles que renunciaran o se enfrentarían a la ejecución (LeoGrande, 1998: 268).