Narvik:
los sentimientos en las tropas de montaña y el carisma en
el liderazgo del General Dietl
Carlos María Fraquelli
Ejército Argentino / Colegio Militar de la Nación
Fecha de recepción: 17/12/2023
Fecha de aprobación: 7/02/2024
Resumen
Durante la Segunda Guerra
Mundial, dentro de la campaña que las fuerzas alemanas llevaron a cabo para
invadir Noruega, se produjo la Batalla de Narvik, que tuvo lugar entre abril y
junio de 1940. En este trabajo se busca analizar, desde una perspectiva
diferente, algunos aspectos relacionados con esta batalla, destacando las
tropas de montaña que en ella intervinieron, el liderazgo carismático de uno de
sus comandantes de división y las duras condiciones que debieron soportar los
combatientes en un ambiente hostil. El espíritu de cuerpo, el coraje, las
tradiciones, el ejemplo de aquellos que conducen tropas, las adversidades
producidas por la difícil geografía y por la acción del enemigo guardan
estrecha relación con aspectos emocionales y psicológicos que suelen ser
relegados en el estudio de la Historia de la Guerra, pero que, como se verá en
el desarrollo de los siguientes párrafos, pueden ser determinantes a la hora de
definir una acción de combate.
Palabras clave: Segunda Guerra Mundial, Batalla de Narvik,
Tropas de montaña, Eduard Dietl, Emociones y
sentimientos
Narvik: The Feelings in the Mountain Troops
and the Charisma in the Leadership of General Dietl
Abstract
During
the Second World War, as part of the German forces’ campaign to invade Norway,
the Battle of Narvik unfolded between April and June
of 1940. This analysis seeks to explore, from a different perspective, certain
facets associated with this engagement, with a focus on the mountain troops
involved, the charismatic leadership exhibited by one of its division
commanders, and the harsh conditions endured by combatants in a hostile
environment. Esprit de corps, courage, traditions, the example set by
those leading troops, adversities stemming from challenging geography, and the
actions of the enemy are intimately tied to emotional and psychological
aspects. These facets, often overlooked in the study of the History of War,
can, as elucidated in the subsequent paragraphs, prove decisive in shaping
combat actions.
Keywords: Second World
War, Battle of Narvik, Mountain Troops, Eduard Dietl,
Emotions and Feelings
Introducción
Los aspectos emocionales,
psicológicos, del liderazgo, del comportamiento humano o de los sentimientos
son muchas veces dejados de lado en los estudios de la Historia de la Guerra.
Este trabajo busca realizar una aproximación distinta, analizando desde una
perspectiva diferente algunos aspectos de la batalla de Narvik, un hecho de
armas acaecido en el contexto de una interesante y poco conocida campaña de la
Segunda Guerra Mundial, como fue la invasión alemana a Noruega iniciada en
abril y concluida en junio de 1940.
Dentro de esta compleja acción
militar conjunta, la participación de las tropas de montaña austriacas, el
liderazgo carismático llevado a cabo por su comandante y las dificultades que
debieron ser superadas para obtener la victoria en Narvik son aspectos que
permiten un abordaje desde una perspectiva diferente, llamando así a una
reflexión sobre algunas facetas de la guerra que permanecen en un segundo plano
frente a los estudios tradicionales tácticos, operacionales y de estrategia,
centrados en el mero desarrollo de los acontecimientos bélicos. Si bien “los
estudios dedicados a la historia de las emociones se han ido multiplicando
desde finales de los años noventa” (Jara Fuente, 2020: 86), esta tendencia no
ha llegado aún con el suficiente ímpetu a las problemáticas relacionadas con
las operaciones militares.
Existen varios historiadores
militares clásicos que en sus trabajos han abordado algunos aspectos
interesantes referidos a la invasión alemana de Noruega, marco operacional
dentro del cual tuvo lugar la batalla de Narvik. Los escritos más destacados
sobre el tema corresponden a Basil Liddell Hart (1970
y 1984), John Frederick Charles Fuller (1988), John Keegan (1996, 2005 y 2015)
y Robert M. Citino (2009 y 2018). El punto en común
de la mayoría de estos y otros trabajos sobre esta campaña es que abordan el tema
desde la perspectiva de una Historia Militar operacional, mayormente
descriptiva, refiriendo antecedentes, causas, desarrollo, objetivos, maniobras,
medios militares, consecuencias, etc. Entre los autores mencionados, la
excepción está dada por John Keegan, quien refiere esta operación en el marco
de un análisis mucho más amplio y profundo sobre la personalidad y el desempeño
de Adolf Hitler como conductor militar.
Operación Weserübung: [1]
el contexto de la invasión alemana a Noruega
El
1 de marzo de 1940, Adolf Hitler, en su carácter de Comandante
Supremo de la Wehrmacht,[2][3] emitió la Directiva para el Caso Weserübung Número 22.070/40. Este escueto documento de apenas dos carillas
de extensión establecía los lineamientos generales para realizar una operación
militar conjunta, que tenía como finalidad la ocupación total de los territorios
de Dinamarca y Noruega con el consecuente control de sus principales ciudades,
aeródromos, puertos y aguas marítimas adyacentes. Durante el desarrollo de esta
operación, solamente en Noruega intervendrían unos 120.000 efectivos de la Wehrmacht, quienes se enfrentarían con casi 60.000
combatientes de las fuerzas armadas noruegas, apoyados por 35.000 tropas
aliadas, principalmente británicas, francesas y polacas.
Había
que actuar con rapidez, ya que era crucial adelantarse a los británicos,
quienes tenían sus ojos puestos en Noruega y sus rutas marítimas, buscando el
control de los puertos, en especial del puerto más septentrional de Narvik,
instalación que era decisiva en el transporte por mar del preciado mineral de
hierro que se extraía en yacimientos suecos y constituía una materia prima
imprescindible para la industria bélica alemana.
Como
elemento componente del ejército alemán para participar en esta operación, el 1
de marzo de 1940 se creó el Grupo XXI sobre la base del Cuerpo de Ejército XXI
que el año anterior había participado de la invasión a Polonia. El Grupo XXI,
que quedó al mando del General der Infanterie[4] (general de infantería) Nikolaus Von Falkenhorst y tuvo al Oberst (coronel) Erich Buschenhagen
como jefe de su Estado Mayor, contaba, entre las fuerzas destinadas para
invadir Noruega, con dos divisiones de montaña (2. y 3. Gebirgs-Divisionen)
y cinco de infantería (69. 163. 181. 196 y 214. Infanterie-Divisionen)
(Lunde, 2010: 81), además de otros elementos de apoyo
de fuego y de apoyo de combate que dependían directamente del comandante del
Grupo XXI.
A
la 3. Gebirgs-Division le cupo la
responsabilidad de desembarcar y tomar la localidad de Trondheim y el
estratégicamente importante puerto de Narvik, ambos objetivos en forma
simultánea. Su comandante, el carismático Generalleutnant
Eduard Dietl, conduciría e inspiraría a sus tenaces
soldados de montaña para alcanzar una importante victoria, ocupando, no sin
antes sortear percances y adversidades, el objetivo militar para el cual se
había lanzado semejante operación de fuerzas conjuntas.
Dentro
de este encuadre operacional, la intención de este trabajo es realizar un
sucinto análisis de la composición y las particularidades de la 3. Gebirgs-Division, del carisma para el ejercicio del
mando del Generalleutnant Eduard Dietl y de las adversidades que debieron superar las tropas
que culminaron sus acciones militares con la ocupación del puerto de Narvik.
La 3. Gebirgs-Division
como comunidad emocional
Como
gran unidad de combate de la Wehrmacht, la
3. Gebirgs-Division puede ser vista según el
concepto de comunidad emocional –desarrollado por la historiadora medievalista
Bárbara Rosenwein–, dado que los oficiales,
suboficiales y soldados que la integraban compartían normas similares de
expresión emocional y valoraban o despreciaban emociones iguales o relacionadas
(Medina Brener, 2015: 206-207).
Esta
división, como todas las de las tropas de montaña del Heer,
conformada en forma muy similar a las divisiones de infantería y a las ligeras
alemanas, contemplaba una orgánica de 13.000 efectivos y sus elementos básicos
de combate los constituían dos regimientos de infantería de montaña integrados,
cada uno de ellos, por tres batallones.[5]
Un
sentimiento por todos ellos aceptado y altamente estimado era el espíritu de
cuerpo, entendido como el estado emocional de la organización alcanzado cuando
la mayoría de los individuos que la conforman se identifican con sus valores,
intereses y objetivos, adoptándolos como propios y sintiendo orgullo y
satisfacción por las victorias, así como abatimiento y tristeza por las
derrotas. En este sentido, un axioma que mantiene vigencia para las tropas de
montaña de todas las épocas reza que la comunidad de peligros y sacrificios a
que están expuestos en esta geografía abrupta y sacrificada, tanto mandos como
tropa, tiende a desarrollar un elevado sentimiento de camaradería y
compañerismo, cuyos resultados se ponen en evidencia en momentos difíciles,
como los vividos durante los combates terrestres librados alrededor del puerto
de Narvik entre el 9 de abril y el 8 de junio de 1940.
Ese sentimiento endogámico de pertenencia, particular de las
tropas de montaña, en conjunción con el mencionado espíritu de cuerpo y con una
emotiva carga sustentada en tradiciones, se veía exteriorizado en el distintivo
de la Edelweiss (flor alpina), que los integrantes de la 3. Gebirgs-Division (como parte de las tropas de montaña
de la Wehrmacht) portaban como emblema
identitario, cosido en la manga derecha de su chaquetilla de combate color
verde clara y llevado también en el costado izquierdo de su característica
gorra de montaña (en alemán, Bergmütze).
El distintivo de la Edelweiss[6] o flor alpina, adoptado por las tropas de
montaña de la Wehrmacht, se identificaba desde
el siglo XIX con la pureza de los Alpes y con el sentimiento patriótico de esa
región, convirtiéndose además en un símbolo de libertad, de profundo amor y
devoción, lo que hacía que los jóvenes austriacos y alemanes se arriesgaran a
escalar las montañas para recoger estas flores y obsequiárselas a sus novias y
amadas, hazaña que muchas veces podía resultar fatal.
A la carga emotiva que significó para los integrantes de la 3. Gebirgs-Division combatir en Narvik y en Trondheim
portando semejante distintivo se agregaba la carga de la tradición, dado que la
Edelweiss había sido heredada por las tropas de montaña alemanas (por
acciones de valor en combate en 1915) de las tropas alpinas del Imperio Austro-húngaro, quienes, a su vez, la habían recibido en
1907 del mismo emperador Francisco José I.
Ya
bajo el mando del Generalleutnant Eduard Dietl, la 3. Gebirgs-Division,
integrada en gran parte por soldados de la recientemente anexionada Austria,
participó de la invasión alemana a Polonia en septiembre de 1939 como parte del
XVIII Armeekorps (cuerpo de ejército). Aquí,
durante los primeros días de la guerra, prevaleció el sentimiento de
inseguridad y angustia entre los integrantes de la división, debido, en gran
parte, a la tensión que les provocaba su falta de experiencia en combate, que con
frecuencia desencadenaba intensos tiroteos sin haber una causa concreta para
abrir fuego. Al agravamiento de este estado de ánimo, que comenzó a incrementar
la desconfianza por parte de los alemanes hacia los combatientes montañeses
austriacos, contribuyó el hecho de que las fuerzas polacas a las que se opuso
la 3. Gebirgs-Division rehusaron presentar
batalla a campo abierto, retirándose velozmente hacia el Este, disparando solo
esporádicamente contra las fuerzas alemanas que avanzaban. Ante estos
sentimientos de angustia y temor, las fuerzas invasoras comenzaron a
desquitarse con los civiles polacos a quienes acusaban de combatir como
partisanos y de realizar emboscadas (Grischany, 2015:
60 y 62).
Fue
justamente la victoria en Narvik, con los difíciles contratiempos que debieron
ser superados y la siempre necesaria cuota de azar, lo que supuso un giro
emocional para los integrantes de la 3. Gebirgs-Division
en particular y para todos los combatientes austriacos, que desde la Anschluss [7] habían
comenzado a fusionarse en la Wehrmacht y que
pudieron consolidar ese difícil proceso de integración.
La
captura definitiva de Narvik y la rendición ante el Generalleutnant
Eduard Dietl de las últimas tropas noruegas que
defendían esta ciudad consolidó el espíritu de cuerpo y la confianza en sí
mismos de los montañeses austriacos. En referencia a su tropa, el mismo general
Dietl expresó:
Hay quienes dicen que estos austríacos son muy sentimentales y que
esto no es bueno para los soldados. Los que así piensan son unos imbéciles. Yo
digo: el soldado nunca puede tener suficiente sentimiento. Cuanto más
sentimiento tenga, tanto más firme defiende su causa y sabe por qué lucha. Con
el sentimiento hemos mantenido Narvik. No hubiera andado sin sentimiento (Dietl, 1957: 50).
Esta
victoria supuso, además, una satisfacción tardía para todos aquellos veteranos
austriacos de la Gran Guerra, quienes recibieron un resarcimiento moral, ya que
muchos de ellos continuaban en servicio activo y eran tratados con cierto
desprecio por los soldados alemanes que se sentían superiores (Grischany, 2015: 121-122).
Pero
en esta comunidad emocional militar que era la 3. Gebirgs-Division,
en la que el mando en combate exigía un estrecho contacto entre las distintas
jerarquías, muchas veces cara a cara, la valentía y el coraje estaban dentro de
los sentimientos y las emociones que como esfuerzo de ánimo eran más
ponderados. La exteriorización de la valentía y su adecuada manifestación
formal, fomentada por todos los integrantes de esta organización militar, fue
sin dudas una norma dentro de este grupo dirigida hacia la expresión de una o
varias emociones básicas, en total sintonía con el concepto de “emocionalidad”
creado por Carol y Peter Stearns (1985).
El
valor y el coraje quedarían puestos de manifiesto entre los combatientes de
Narvik, integrantes de los tres batallones que conformaban la orgánica del Gebirgs-Jäger-Regiment 139 (Regimiento de
Cazadores de Montaña 139), única fuerza del Heer
que, junto con los marinos recuperados de los barcos hundidos, estuvo en
tierra a disposición del Generalleutnant Dietl desde su desembarco hasta la rendición definitiva de
las fuerzas noruegas.
El
otorgamiento, entre mayo y junio de 1940, de la Ritterkreuz
des Eisernen Kreuzes Ritter
(Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro) a los primeros seis oficiales
integrantes de la 3. Gebirgs-Division, todos
ellos participantes de los combates de Narvik, comenzaría a dar el carácter
épico a la hazaña, que además empezaría a ser mistificada con fines
propagandísticos y despejaría cualquier duda acerca del desempeño en combate de
los montañeses austriacos, cuya autoestima y espíritu de cuerpo crecerían
positivamente, dejando atrás aquellas emociones adversas e inseguridades que
habían evidenciado en la campaña a Polonia. Los combates terrestres por Narvik
se habían desarrollado bajo las implacables condiciones del abrupto ambiente
geográfico de la montaña, con su rigor climático, su terreno compartimentado y
su transitabilidad limitada, característicos de este
tipo de lucha en la cual los integrantes de la 3. Gebirgs-Division
eran verdaderos y avezados especialistas.
Fueron
receptores de la Ritterkreuz el mismo Generalleutnant Eduard Dietl,
el coronel Alois Windisch, quien se desempeñó como
comandante del Gebirgs-Jäger-Regiment 139, los
mayores Hans von Schlebrügge
y Ludwig Stautner, ambos comandantes de batallones
dentro del regimiento 139, el capitán Viktor Schönbeck y el teniente Hans Rohr,
jefes de una compañía y de un pelotón respectivamente, que integraban el ya
mencionado regimiento 139. De estos oficiales, los cuatro primeros, que
ostentaban las más altas jerarquías y eran los de mayor edad, habían combatido
en la Gran Guerra y habían sido condecorados en ella (Brazier,
2021: 38-40).
La
forma en que estos y otros combatientes recibieron sus condecoraciones mientras
se encontraban cercados y combatiendo en Narvik quedó registrada en el diario
de guerra personal que llevaba el coronel Herrmann, quien se desempeñaba como
ayudante del Generalleutnant Dietl. Haciendo referencia a los reabastecimientos que
recibían desde el aire, expresa:
Con los primeros envíos por avión ya habíamos recibido una gran
cantidad de cruces de hierro, con las que pudimos distinguir a los más
valientes de nuestros cazadores [tropas de montaña] y a los camaradas de la
marina de guerra;
y
a continuación, agrega que:
ese mismo 9 de mayo se cumplían 4 semanas de nuestro desembarco en
Narvik y ese día cayó del cielo un pequeño paquete lacrado que contenía la Cruz
de Caballero de la Cruz de Hierro, destinada a nuestro General (Dietl, 1957: 212).
El
mismo 10 de junio, día de la rendición noruega en Narvik, las autoridades
alemanas daban a conocer un mensaje en el cual aclamaban que la heroica
resistencia, luego de “muchas semanas, en situación de aislamiento y en
condiciones difíciles, fue coronada hoy por la victoria completa”, y destacaban
los grandes esfuerzos llevados a cabo por las fuerzas del Generalleutnant
Dietl, mencionando que ellas estaban integradas por
tropas de montaña austriacas, unidades de la Luftwaffe
y dotaciones navales de destructores. Tres días más tarde, el Oberkommando der Wehrmacht (OKW, Alto Mando de las Fuerzas Armadas)
enviaba un radiograma a los combatientes de Narvik, mencionando a los “soldados
de las montañas austriacas” y destacando que, junto a los integrantes de las
otras fuerzas, “pasarán a la historia como los mejores representantes de la
máxima capacidad militar alemana” (Dietl, 1957:
270-271).
Como
reconocimiento a aquellos combatientes que habían participado en las acciones
de Narvik, fue otorgado un escudo especial, aprobado por decreto de fecha 19 de
agosto de 1940. En dicho escudo se hallaban representados los tres símbolos de
las fuerzas que habían intervenido en la batalla: una Edelweiss, en
referencia a las tropas de montaña; un ancla, en alusión a las fuerzas navales;
y una hélice, en mención a la Luftwaffe. Este
escudo de Narvik se acuñó en dos modelos: uno plateado para ser otorgado a los
miembros del Heer y de la Luftwaffe,
y otro dorado, especialmente para ser entregado a los integrantes de la Kriegsmarine.
Fueron
otorgados 8.527 escudos de Narvik: 2.755 al Heer,
3.611 a la Kriegsmarine y 2.161 a la Luftwaffe. Del total entregado al Heer, 2.338 de los hombres recompensados con esta
distinción eran integrantes de la 3. Gebirgs-Division,
representando un tercio del total de los efectivos de las tres fuerzas que
recibieron la condecoración. A partir de ese momento, los integrantes de esta
gran unidad contaron con otro emblema identitario que los unía aún más como
comunidad emocional, demostrando que todos juntos habían sorteado las
adversidades de tan difícil combate. Esto, además, sirvió para que su impronta
de soldados debidamente probados en combate los diferenciara del resto de las
divisiones del ejército y de las tropas de montaña, llegando a alcanzar la categoría
de héroes de Narvik (Williamson, 1996: 55).
Además,
se contabilizaron 681 de estos escudos entregados en forma póstuma (152 para
las tropas de montaña, 411 para la Kriegsmarine,
22 para la marina mercante y 96 para la Luftwaffe),
cantidad que a las claras indica el número de vidas perdidas en combate con las
que la Wehrmacht debió pagar la toma de Narvik.
Dietl: las vivencias, el liderazgo con carisma
y la propaganda
Existen
varios aspectos de las vivencias y emociones experimentadas por Eduard Dietl, especialmente durante la Gran Guerra, que
contribuyeron a moldear su personalidad y a transformarlo en ese líder especial
que condujo durante toda la campaña de Noruega a los montañeses de la 3. Gebirgs-Division.
Los
comienzos de la Gran Guerra encontraron al joven Eduard Dietl
con el grado de teniente en las filas del 5. Infanterie-Regiment.
Sus otros dos hermanos, apenas veinteañeros como él, también se habían alistado
en el ejército. Con su unidad, Eduard Dietl participó
en la encarnizada batalla por Lorena, con un desempeño tan destacado que fue de
los primeros en recibir la Eisernes Kreuz II. Klasse (Cruz de
Hierro de segunda clase). Unos días después, el 23 de agosto de 1914, Dietl fue herido en el hombro. Ese mismo día, su hermano
Pablo recibió un balazo fatal en otro sector del frente y, también, en esa
trágica jornada para la familia Dietl, su otro
hermano Benno moriría en el Este. “Ese día, en que
una madre perdió dos de sus hijos y halló al tercero y último luchando por su
vida, influyó en el destino del joven oficial” (Dietl,
1957: 25).
Una
vez restablecida su salud, Dietl regresó al frente
occidental de la guerra y, como teniente primero, combatió en el Somme, en
Arras y en Flandes. Fue herido tres veces más, en su cabeza, en el antebrazo y
en las manos; y recibiría, el 3 de setiembre de 1916, la Eisernes
Kreuz I. Klasse (Cruz
de Hierro de primera clase).
Las
cicatrices de sus heridas en combate, el dolor de afrontar la trágica pérdida
de sus dos hermanos, la recepción de dos condecoraciones por su mérito militar
y el amargo sabor de la derrota alemana en la guerra modelaron profundamente su
carácter, dejando una profunda huella emocional y sentando las bases
psicológicas para ejercer el liderazgo con un don muy particular enfocado en un
marcado personalismo. Pero la forma de liderar con carisma y el modo especial
de ejercer el mando, descripto como emocionalmente particular por muchos
historiadores y que le valió al Generalleutnant
Dietl el afecto y el aprecio de los integrantes de la
3. Gebirgs-Division, no solo se fundamenta en
su personalidad y en las experiencias vividas (y sufridas) en la Gran Guerra,
sino que también proviene de algunos aspectos doctrinarios vigentes por aquella
época y de aplicación en las fuerzas armadas alemanas.
La
publicación militar titulada Truppenführung
(Liderazgo de tropas),[8] considerada en aquellos años como el
reglamento principal para el servicio en campaña del Heer,
en su edición de 1933 dedica varios artículos al combate en montaña. En uno de
ellos se explicita: “En las montañas la superioridad en el liderazgo juega un
papel dominante”. En otro párrafo, escrito en la introducción de esta misma
publicación militar, queda sentenciado con claridad que: “Los líderes deben
convivir con sus tropas, participar en sus peligros, sus necesidades, sus
alegrías, sus tristezas. Sólo así podrán estimar el valor de la batalla y las
necesidades de las tropas” (Truppenführung,
1933: 1 y 119). Así, el carisma evidenciado en el liderazgo del Generalleutnant Dietl, en
total sintonía con estas dos ideas, tiene, por un lado, un sustento proveniente
de su personalidad y, por otro, uno emanado de la doctrina del ejercicio del
mando, ambos relacionados estrechamente con aspectos emocionales.
En
un artículo publicado el lunes 10 de junio de 1940 (apenas finalizada la
batalla de Narvik) por la revista estadounidense The
Times, con el sugerente título “Northern
Theatre: Indestructible Dietl”,
se hacía una sucinta relación de los hechos sucedidos en Narvik y se ponderaba
la resistencia de las tropas de montaña austriacas bajo el liderazgo del
teniente general Dietl. La prensa norteamericana se
refería a Dietl con su apodo de “el búfalo”,
destacando que este atleta alto y ágil de 49 años, de activa participación en
la organización de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936 celebrados en Garmisch-Partenkirchen (Alemania), había tenido en jaque a
las fuerzas aliadas que combatían por Narvik durante siete semanas. Además,
mencionaba a los hombres de la 3. Gebirgs-Division
como una “banda heroica de tropas de esquí austriacas” y resaltaba que su
entrenamiento había sido dirigido personalmente por Dietl,
quien los conducía en operaciones con audacia y fiereza, como hacía con todas
las cosas.[9]
Esta
personalidad peculiar y el carisma distintivo del Generalleutnant
Dietl fueron herramientas valiosas para influir en
los sentimientos y elevar la moral de las tropas de la 3. Gebirgs-Division. Luego de la victoria de Narvik, Dietl empezaría a ser visto como un comandante ingenioso y
resiliente, capaz de liderar tropas en entornos difíciles, haciendo sobreponer
a sus hombres a los desafíos del clima y del terreno, siempre presentes en los
duros ambientes montañoso y ártico
Eran
épocas en que la Segunda Guerra Mundial recién se hallaba en su fase inicial y
las operaciones y campañas emprendidas por las tropas de la Wehrmacht
se coronaban con éxitos que, además de ser vistos como sorprendentes ante los
ojos del mundo, muchas veces parecían obtenerse con facilidad. En este
contexto, la victoria de Narvik y el liderazgo del Generalleutnant
Dietl trascenderían el teatro de operaciones noruego
y serían utilizados por el Tercer Reich como una poderosa herramienta de
propaganda para movilizar la percepción pública y aumentar la moral del pueblo
alemán. Adolf Hitler conocía muy bien el anhelo del pueblo en tiempos de guerra
por la admiración hacia figuras militares glamorosas. Fue así que decidió elegir dos soldados para transformarlos en
aclamados héroes populares, uno en el sol y otro en la nieve. El general Erwin
Rommel, en el desierto, y Eduard Dietl, en la
montaña, se convirtieron en los favoritos del Führer
y en los referentes militares para todo el pueblo alemán (Liddell Hart, 1948:
52).
De
este modo, el reconocimiento quedó reafirmado y formalmente materializado
cuando, el 19 de julio de 1940, Adolf Hitler dirigió su discurso a los
parlamentarios del Reichstag (que por entonces sesionaba en la sala principal
de la Ópera Kroll). En esa ocasión, mientras rendía cuentas del desarrollo de
las operaciones militares, hizo mención a Dietl, refiriendo que “el teniente general fue el héroe de
Narvik”[10] y ordenó su ascenso al grado de General
der Gebirgstruppe
(general de las tropas de montaña), otorgándole, además, las hojas de roble
para su Ritterkreuz des Eisernes
Kreuz (Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro).
El desarrollo de las acciones de Narvik y
las múltiples adversidades
Las
acciones militares terrestres llevadas a cabo en Narvik en las que, como se
expresó en párrafos anteriores, intervino casi exclusivamente el Gebirgs-Jäger-Regiment 139 (Regimiento de
Cazadores de Montaña 139), unidad orgánica de la 3. Gebirgs-Division,
reforzado por aquellos marinos sobrevivientes de los navíos hundidos devenidos
en soldados y apoyados por algunas fuerzas lanzadas en paracaídas –todos ellos
a órdenes de Dietl– se extendieron por el lapso de 62
días e implicaron grandes esfuerzos para tropas y mandos.
Entre
el 9 de abril y el 8 de junio de 1940, los combates en torno a la ciudad e
instalaciones portuarias de Narvik se desarrollaron en tres fases bien
definidas: el desembarco sorpresivo de las fuerzas alemanas y la toma de
Narvik, la recaptura de dicha ciudad por parte de las tropas aliadas con la
consecuente retirada de las fuerzas alemanas para resistir en las montañas y,
finalmente, la inesperada retirada por mar de los aliados que permitió a las
fuerzas de Dietl volver a ocupar Narvik. Durante este
lapso de tiempo, el Generalleutnant
Dietl junto a los hombres bajo su mando tuvieron que
soportar una serie de adversidades que pondrían a prueba la resistencia física
y emocional.
En
los comienzos de esta campaña, los preparativos de la invasión a Noruega se
realizaron bajo el más estricto secreto. Como parte de ese velo y de las
medidas de contrainteligencia, “las divisiones destinadas para participar en
dicha operación habían sido retiradas, mientras tanto, del frente occidental,
sin que sus jefes se enteraran de lo que se trataba”. Una sensación de profunda
incertidumbre provocada por la falta total de información se apoderó de los
integrantes de la 3. Gebirgs-Division, ya que, “hasta
el momento de los embarcos, las tropas ignoraban su destino, que les fue
revelado recién en alta mar, cuando ya era imposible cualquier traición” (Lossberg, 1951: 90 y 91).
Los
integrantes del Gebirgs-Jäger-Regiment 139,
junto con el comando divisionario del Generalleutnant
Dietl (alrededor de 2.000 efectivos), fueron
embarcados en varios navíos de guerra, entre ellos el destructor Z21 Wilhelm
Heidkamp, buque insignia de la flotilla naval que
zarpó con rumbo a Narvik el 7 de abril y desde donde dirigía las operaciones
navales el comodoro Friedrich Bonte.
Para
los integrantes de la 3. Gebirgs-Division, la
travesía por mar supuso una experiencia totalmente inédita, ya que la mayoría
de ellos nunca había navegado y para muchos de estos montañeses austriacos era
su primer contacto con el mar. Las condiciones del mar no fueron buenas: el
viento sopló con mucha fuerza, desatando una marejada y una tempestad que
hicieron rolar y cabecear a los navíos con mucha fuerza. A esto se sumaron las
condiciones de incomodidad que vivieron a bordo las tropas, al estar alojadas
con todo su equipo en las bodegas, en un reducido espacio y con la constante y
desagradable sensación de que en cualquier momento la embarcación podía ser
torpedeada por submarinos británicos (Dietl, 1957:
66-71).
Una
vez completado con éxito el transporte por mar, las tropas de montaña
embarcadas en el Z21 Wilhelm Heidkamp y en los
otros buques de la Kriegsmarine lograron
desembarcar en Narvik y el 10 de abril tomaron esta ciudad portuaria sin
mayores inconvenientes. A partir de allí, el combate naval que se desencadenó
entre la Kriegsmarine y la Royal Navy produjo una serie de hundimientos que afectaron
el desarrollo y el sostenimiento logístico de las operaciones y colocaron en
situación crítica a las tropas del Generalleutnant
Dietl.
El
11 de abril, el destructor Z21 Wilhelm Heidkamp
fue alcanzado por un torpedo en el mismo puerto de Narvik. Fueron muertos 81
marinos, entre ellos el comodoro Bonte. La suerte del
comandante de la 3. Gebirgs-Division fue
distinta a la del jefe naval: “Que el general Dietl
no compartiera su destino, se debió solo a la circunstancia de que no aceptó la
invitación de Bonte de pasar la noche todavía con él
a bordo” (Lossberg, 1951: 97).
Muchos
de los buques que transportaban la artillería y otros materiales logísticos
nunca llegaron a Narvik y las tropas alemanas quedaron disminuidas en apoyos y
abastecimientos, muy necesarios para mantener la ciudad bajo su control. Dietl estableció un perímetro defensivo con los tres
batallones del Gebirgs-Jäger-Regiment 139,
a quienes se sumaron unos 2.000 marineros que habían sido rescatados de los
barcos hundidos y que habían podido salvar algunas piezas de artillería y
cañones antiaéreos que fueron incorporados a la organización de la defensa.
A
estos contratiempos se agregaron las acciones ofensivas que las fuerzas aliadas
–integradas por franceses, británicos, polacos y unidades remanentes noruegas,
puestas al mando del teniente general británico Sir Claude Auchinleck–
realizaron sobre los defensores de la localidad portuaria de Narvik. Luego de
que los aliados desembarcaran en los fiordos cercanos y lograran establecer un
cerco, para la última semana de mayo, las tropas alemanas se vieron obligadas a
evacuar la ciudad en dirección a las montañas circundantes y organizar su
resistencia desde allí. Ahora, el Generalleutnant
Dietl y sus tropas de montaña se encontraban en el
momento más crítico de toda la campaña. Habían tenido que ceder el control de
Narvik a los aliados, ante la abrumadora superioridad numérica, y sus hombres
exhaustos, que venían combatiendo desde semanas en un desgastador clima
lluvioso, frío y con nevadas, se encontraban necesitados de apoyo de
artillería, de munición, de víveres y de reemplazos de personal para no
sucumbir ante tal desventajosa situación. Hasta las malas condiciones
climáticas parecían jugar una mala pasada a los aviones de transporte Junkers Ju-52 de la Luftwaffe,
que hacían intentos desesperados por aterrizar con suministros en el hielo y
por aumentar la cantidad de lanzamientos con paracaídas de abastecimientos y de
tropas de refuerzo, tan necesarios para los montañeses austriacos.
La
situación de los defensores de Narvik era de aislamiento. El Generalleutnant Dietl,
quien estaba compartiendo las mismas carencias y penurias y sufriendo el mismo
agotamiento físico y mental que los hombres que comandaba, recibió una
directiva del Führer que le ordenaba destruir
el ferrocarril que transportaba el mineral de hierro, dejándolo inutilizable
para el enemigo en caso de tener que abandonar la zona que todavía controlaba.
En
Alemania, en el Oberkommando der Wehrmacht se
analizaba la idea de otorgar libertad de acción a Dietl
para abandonar completamente Narvik e iniciar una marcha hacia el sur, buscando
tomar contacto con el resto de las fuerzas terrestres del Grupo XXI, e incluso
se estudiaba la factibilidad de organizar una evacuación rescatando por aire a
las tropas sitiadas. Pero la marcha a pie con tropas agotadas, transitando esos
terrenos abruptos de montaña y con el clima extremo imperante, junto con la
carencia de aeródromos aptos hicieron imposibles ambos modos de acción.
Fue
el mismo Generalleutnant Dietl
quien le hizo saber a un Führer que comenzaba
a perder los estribos y a mostrar ante sus oficiales de Estado Mayor un
oscilante estado de ánimo, desequilibrado ante la posibilidad de sufrir su
primera derrota, que la única opción posible para las tropas de Narvik era
resistir (Lucas, 2000: 40-43). Como menciona el historiador militar Robert M. Citino: “en el modo alemán[11] de hacer la guerra el hombre sobre el terreno
siempre tenía prioridad sobre el estado mayor” (Citino,
2018: 347). Además, Dietl, aun siendo un comandante
audaz, estaba más a tono que su Führer
respecto al concepto clausewitziano que sostenía que,
“cuanto más se asciende en la cadena de mando, tanto mayor es la necesidad de
que la audacia se apoye en una mente reflexiva, para que no degenere en
estallidos insensatos de pasión ciega” (Clausewitz, 1999: 121).
La
decisión de Dietl no fue desacertada y lo terminaría
transformando en el “Héroe de Narvik”. Las tropas que combatían en las montañas
cercanas a la ciudad hicieron gala de su obstinación, de su tenacidad y de su
espíritu de sacrificio, siendo un hueso duro de roer para los enemigos aliados,
muy superiores en cantidad de efectivos y en medios.
Los
acontecimientos que se vivían en el resto de Europa conspiraron a favor de los
defensores de Narvik. El 24 de mayo había sido aprobada en secreto, por
decisión del gobierno británico, la ejecución de la Operación Alphabet, cuya finalidad contemplaba la evacuación por mar
de las fuerzas británicas, francesas y polacas que combatían en Narvik ante la
necesidad de su empleo en el frente occidental para hacer frente a la invasión
alemana a Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Francia. El 8 de junio de 1940, no
quedaban tropas aliadas en Narvik, ya que habían completado la evacuación por
barco. Los alemanes volvieron a ocupar la ciudad y su estado de ánimo cambió
sustancialmente:
[S]e olvidaron todos los esfuerzos físicos y espirituales de los
difíciles meses pasados y los cazadores de montaña que momentos antes estaban
tan cansados avanzaron de nuevo hacia la ciudad cuyo nombre se había difundido
por todo el mundo, gracias al heroísmo de una pequeña agrupación alemana (Dietl, 1957: 265).
Para
las fuerzas, que a órdenes del Generalleutnant
Dietl habían soportado con estoicismo todas las
adversidades que se les habían presentado desde el momento de embarcar con
destino a Narvik, la misión estaba cumplida. La toma definitiva de este puerto
materializaba el cumplimiento del objetivo principal de la campaña, sellando
así esta osada empresa militar.
A modo de consideraciones finales
La
Operación Weserübung es un caso inédito en la
Historia de la Guerra; su estudio y análisis es realizado casi siempre en forma
ligera y con poca profundidad. Esto tal vez se deba a que las acciones
ocurrieron en un teatro de operaciones secundario en la gran contienda que fue
la Segunda Guerra Mundial, a que las operaciones duraron relativamente poco
tiempo, a que se vieron involucradas fuerzas de menores magnitudes en
comparación con acciones como la invasión alemana a Polonia, Francia o la Unión
Soviética, o a que la novedosa participación del tanque y los blindados fue
casi nula.
Cuando
se encuentra algún análisis académico sobre la invasión alemana a Noruega, se
observa que es la Historia Militar operacional la que, desde su perspectiva,
intenta abordar esta interesante campaña, llegando muchas veces a conclusiones
que se reducen a la simple mención de que se trató de la primera operación
conjunta de la Historia Militar moderna, en donde los tres componentes
–ejército de tierra, marina o armada y fuerza aérea– actuaron en forma
coordinada y sincronizada, destacándose este hecho como inédito. Todo esto sin
tenerse en cuenta que “históricamente la estrategia alemana nunca se había
basado en el poder aéreo o naval” y que la lucha por hacerse con el poder
mundial “estuvo en manos del ejército desde el primer día” (Citino,
2014: 388).
Es
necesario destacar que, si bien la Gran Guerra iniciada en 1914 proporciona
algunos esbozos de este tipo de operaciones, “la acción conjunta de las Fuerzas
no fue en la Primera Guerra Mundial el resultado de una elección basada en
acuerdos o convenios ni en teorías previamente diseñadas, sino un producto de
la alerta que recibieron los líderes de entonces” (Dalla Fontana, 2014: 37),
quienes intentaron dar respuesta a la necesidad de sacar las mayores ventajas
posibles del empleo de las capacidades de las tres fuerzas, en donde las
incipientes unidades de aviones recién estaban haciendo su irrupción en los
campos de combate. Para complementar este concepto, debe considerarse la
evolución tecnológica y de las organizaciones del componente aéreo (en particular
de la Luftwaffe) que para 1940, al momento de
lanzarse la Operación Weserübung, se estaba
configurado con características de avanzada: contaba con unidades de aviones de
transporte, de aeronaves de exploración y reconocimiento, de elementos de caza
y combate aire-aire, de máquinas para la lucha antisubmarina, de bombarderos en
picada, de artillería antiaérea y de una considerable fuerza de paracaidistas.
Al
estudiar esta operación desde otros enfoques, analizando emociones,
sentimientos, personalidades y grupos humanos participantes, se pueden obtener
valiosas enseñanzas que hacen ver a este hecho bajo el prisma de otras
perspectivas. La victoria alemana en Narvik fue, para la 3. Gebirgs-Division –unidad que hacía gala de una marcada
cohesión, de un singular sentido identitario y de un particular espíritu de
cuerpo–, la culminación de un proceso que permitió a las tropas de montaña
austriacas integrarse a la Wehrmacht y que
incluso llegó a cerrar algunas heridas emocionales que permanecían abiertas
desde la Gran Guerra. Al demostrar valor en combate, resistencia física y
mental ante las adversidades, tenacidad y espíritu de sacrificio, los
postergados cazadores de montaña austriacos quedaron posicionados a la par de
cualquier otra fuerza alemana.
Narvik
también demostró la importancia de contar con un líder carismático en
situaciones críticas. Desde que asumió el comando de la 3. Gebirgs-Division, Eduard Dietl
se había convertido en un líder querido, respetado y admirado por sus hombres,
debido a su participación activa en combate durante la
pasada guerra, a su valentía, a su capacidad para enfrentar desafíos extremos
y, sobre todo, a su cultura y destrezas de montaña que lo ponían a la par de
los mejores esquiadores y alpinistas. Su forma de ejercer el mando, basada en
el ejemplo personal, enfatizando la importancia de la conexión emocional entre
los líderes y sus tropas, fue un factor determinante para elevar la moral de
sus hombres en los peores momentos de aislamiento, haciendo así posible la resistencia
en las montañas que dio como fruto la definitiva ocupación de Narvik.
Respecto
al “Héroe de Narvik”, también debe ser mencionado con especial énfasis su
capacidad para adaptarse a las condiciones cambiantes de la situación, su
flexibilidad mental para tomar decisiones y la influencia que ejerció en sus
subalternos, como factores que fueron cruciales para obtener la victoria.
Por
último, es preciso remarcar que, como quedó demostrado en los hechos descriptos
sobre la batalla de Narvik, no solamente los aspectos tácticos, operacionales,
logísticos y técnicos son los que contribuyen al logro de una victoria. Existen
otros condicionantes fundamentales, como los psicológicos y emocionales, el
azar y la forma de liderazgo, valores intangibles que juegan un papel que debe
ser considerado con la misma significación, tanto por comandantes a la hora de
conducir tropas como por historiadores al momento de estudiar las campañas
militares.
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Sobre el
autor
Carlos María Fraquelli
es Magíster en Ciencias Militares con orientación Planeamiento Estratégico y
Toma de Decisiones por la Escuela Superior de Guerra del Ejército del Perú,
Profesor Universitario en Ciencias de la Administración, Licenciado en
Administración de Empresas por la Universidad Católica de Salta y Licenciado en
Estrategia y Organización por el Instituto Superior de Enseñanza del Ejército
(actual Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional). Se
desempeña como Secretario Académico del Colegio
Militar de la Nación (Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa
Nacional). Su campo de investigación es la Historia de la Guerra Argentina y
Sudamericana del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial.
https://orcid.org/0009-0006-2313-3190
About the author
Carlos
María Fraquelli holds a Master’s degree in Military Sciences with a focus on
Strategic Planning and Decision Making from the Escuela Superior de Guerra del Ejército del Perú, a Professorship in Management Sciences
and a Bachelor’s degree in Business Administration from the Universidad
Católica de Salta, and a Bachelor’s degree in Strategies and Organization from
the Instituto Superior de Enseñanza del Ejército (currently Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa
Nacional). He is currently the Secretary of the Academic Department of the
Colegio Militar de la Nación (Facultad
del Ejército, Universidad de la Defensa
Nacional). His field of research is Argentine and South American History of War
of the 19th Century and the Second World War.
[1] El nombre en clave de esta operación proviene
del alemán Unternehmen Weserübung (Operación Ejercicio Weser). El Weser
es un río del noroeste de Alemania que tiene una longitud de más de 450
kilómetros.
[2] El término alemán compuesto Wehrmacht
proviene de las palabras wehren (defender) y Macht (poder o
fuerza) y se lo utiliza para referir a las fuerzas armadas de cualquier Estado.
[3] El régimen político que había asumido en
Alemania en 1933 organizó la Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas), que
estaba integrada por los siguientes componentes: Heer (ejército de
tierra); Kriegsmarine (marina de guerra); y Luftwaffe (arma del
aire o fuerza aérea). Las Waffen SS o SS que tomaban las armas nunca
alcanzaron a convertirse en un cuarto componente de la Wehrmacht, pero
participaron con las tres fuerzas en muchas operaciones, generalmente bajo
control operacional de algún comandante de otra fuerza. A partir de 1944, y
ante la desesperada situación que vivía Alemania por ese entonces, las Volkssturm
o milicias del pueblo fueron incluidas en operaciones de defensa conducidas por
la Wehrmacht.
[4] En el Heer (ejército) de la Wehrmacht
había cinco jerarquías para los oficiales generales: 1) Generalfeldmarschall
(mariscal de campo), 2) Generaloberst (coronel general), 3) General
der Waffengattung (general de las armas, ej.: infantería,
artillería, tropas de montaña, etc.), 4) Generalleutnant (teniente
general), 5) Generalmajor (mayor general).
[5] El Technical Manual Handbook on German
Military Forces (TM-E-30-451), emitido por el War Department
estadounidense el 15 de marzo de 1945, detalla los cuadros de organización de
los distintos tipos de divisiones alemanas.
[6] En idioma alemán, la palabra Edelweiss
proviene de la conjunción de las palabras Edel (noble) y Weiß
(blanco).
[7] La palabra Anschluss puede traducirse
como unir o conectar y se la utiliza para hacer referencia a la anexión del
Estado Federal de Austria por parte del Reich alemán el 12 de marzo de 1938.
[8] El Truppenführung fue un manual del
ejército alemán, empleado como Reglamento del Servicio de Campaña, publicado el
17 de octubre de 1933 como documento “secreto” y desclasificada su Parte I a
partir del 1 de noviembre de 1935. Traducción U. S. Army. (3-19-36). Report Nº
14.507. June 10, 1940.
[9] Northern
Theatre: Indestructible Dietl. (10 de junio de 1940). The Times.
[10] Esta mención aparece en Dietl, Eduard. Legajo Personal. PERS 6/22, Friburgo, folio 35 (“...
Generalleutnant Dietl war der Held von Narvik...”). Bundesarchiv.
[11] El concepto de “modo alemán de la guerra” (en
inglés, German way of war) fue desarrollado por el historiador
especialista en este tema, Robert M. Citino, y se refiere a la teoría de la
guerra, a la estrategia militar distintiva y a los métodos operacionales
particulares empleados por el ejército alemán a lo largo de la historia. En
este enfoque, se resaltan aspectos como la movilidad, la maniobra, la flexibilidad,
el mando descentralizado y las tácticas interarmas. Este estilo se asocia
también a una concepción dinámica e innovadora de la guerra, basada en la
iniciativa, la adaptabilidad y el uso de la tecnología para obtener ventajas
operacionales. Se nutre de la tradición militar prusiano-alemana, destacando a
conductores como Federico II el Grande y Moltke el Viejo, siendo producto de
una evolución histórica que se inició varios siglos atrás.