Las relaciones germano-argentinas en el marco de los conflictos bélicos del siglo XX

German-Argentine relations in the context of the 20th century war conflicts



Víctor Manuel Lafuente



Université des Antilles, Francia

vmlafuente@gmx.de

Manifestación demandando la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania tras el hundimiento de naves argentinas. Buenos Aires, octubre de 1917. Fuente: Argentina, Archivo General de la Nación, n° de inventario: 21.800



Introducción

Las relaciones entre Argentina y Alemania cuentan con una larga tradición basada principalmente en tres aspectos: los lazos políticos, el intercambio comercial y la inmigración de habla alemana en el Río de la Plata. Se puede constatar una influencia recíproca entre los factores político-económicos, que a su vez pueden ser considerados desde tres perspectivas diferentes: las relaciones concretas entre los dos estados, los factores geopolíticos y la influencia de actores internacionales de otros países que también tuvieron un papel decisivo.1 Además, los cambios en las constelaciones políticas internas de los estados y las rupturas o virajes de su política exterior y económica completan este marco para el estudio de las relaciones entre dos estados, demostrando que incluso el análisis de relaciones bilaterales alcanza mejores resultados desde una perspectiva global de la historia. Así, por ejemplo, los nexos entre los gobiernos argentinos y el Tercer Reich no pueden ser estudiados sin tener en cuenta la influencia de los Estados Unidos en Sudamérica y los cambios políticos en Buenos Aires (Cisneros, 1999; Newton, 1977 y 1986).

El intercambio comercial y financiero también debe ser estudiado desde estas tres perspectivas. En el caso que nos ocupa, Alemania y Argentina destacan por economías con un gran potencial de reciprocidad. Alemania, como país industrializado importador de materias primas; Argentina, como proveedor de estas y con un desarrollo de su industria que demandaba maquinaria e insumos alemanes. También en este aspecto la influencia de otros actores resulta trascendental, como las injerencias británicas y estadounidenses que defendían su posición hegemónica en Argentina tanto para asegurar sus ganancias como para evitar los intentos alemanes de incursionar en nuevos mercados (Ebel, 1971; Kroyer, 2005, Musacchio 2010; Newton, 2000). Es entonces la competencia imperialista por el aumento de esferas de influencia la que también da marco a las relaciones económicas argentino-germanas. Sin embargo, sería un error sobrevalorar este factor. Los actores internacionales de la economía argentina contaban con un espacio de toma de decisiones que aumentaba o disminuía de acuerdo a su grado de independencia financiera y a las vicisitudes globales, como el caso de las dos guerras mundiales, cuando las potencias concentraban todo su poderío en los conflictos y disminuían su influencia concreta en otras partes del mundo (Paradiso, 1993; Rubinzal, 2010). La economía argentina, entonces, o, mejor dicho, algunos de sus actores internacionales, buscaban en el comercio con Alemania una reducción de su dependencia de Londres o Washington.

El inicio institucional de los vínculos entre Argentina y Alemania precede a la formación y consolidación de ambos estados y data de 1840, con el primer acuerdo con Prusia y el posterior nombramiento de un cónsul prusiano honorario en Buenos Aires bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Prusia reconoció a las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1845; las ciudades hanseáticas de Bremen y Hamburgo, en 1843. El surgimiento del Kaiserreich tuvo consecuencias igualmente significativas para las relaciones germano-argentinas: una legación del Imperio alemán se instaló en Buenos Aires y el comercio con Alemania registró un aumento constante (Kroyer, 2010; Musacchio, 2010). Hacia 1914, Alemania suministraba entre el 11 y el 14% de las importaciones argentinas, sólo superada por el Reino Unido. Pero, a diferencia de Gran Bretaña, Alemania suministraba productos de su industria altamente desarrollada tecnológicamente, por lo que, si bien Argentina se encontraba bajo la hegemonía económica británica, las importaciones alemanas gozabas de un gran reconocimiento en Argentina. A su vez, Argentina se convirtió en el segundo proveedor de materias primas de Alemania después de los Estados Unidos y Alemania se convirtió en el tercer inversor en la Argentina después de Gran Bretaña y Francia (Musacchio, 2010).

Los primeros emigrantes alemanes llegados a partir de 1870 se establecieron en Buenos Aires y comenzaron a trabajar como artesanos y pequeños empresarios. Otros migrantes de habla alemana fundaron colonias en el interior del país, pero en su mayoría no provenían del Kaiserreich, sino de Suiza y Rusia. Algunas estadísticas indican que los alemanes del Volga constituían la mayor parte de la inmigración germanófona. En 1914 vivían en Argentina unos 100.000 germanoparlantes, de los cuales sólo unos 11.000 procedían de Alemania.

No fue hasta la década del 1880 cuando el número de inmigrantes procedentes de Alemania –como de toda Europa– aumentó drásticamente: entre 1700 y 3000 alemanes llegaban a Argentina cada año. Después, la inmigración se estancó hasta 1900 debido a una grave crisis de la economía argentina y volvió a repuntar ligeramente hasta 1914 (Newton, 1977; Saint Sauveur-Henn, 1995).

Durante la Primera Guerra Mundial, muchos inmigrantes acudieron a las filas del ejército alemán y regresaron a Europa (Saint Sauveur-Henn, 1995). Luego de la Gran Guerra, la inmigración hacia el Río de la Plata volvió a aumentar, debido a la crisis económica en el Reich y en la posterior República de Weimar. Este aumento de la inmigración alcanzaría sus niveles más altos con los exiliados políticos producto del ascenso del nacionalsocialismo al poder en 1933 y los exiliados por cuestiones raciales luego de la promulgación de las leyes de Nuremberg en 1935 y, particularmente, luego del pogromo de noviembre de 1938, también conocido como Noche de los Cristales Rotos (Friedmann, 2010; Saint Sauveur-Henn, 1995 y 2008).

La inmigración alemana, entonces, afianzada en el país, se caracterizaba por una organización en comunidades y asociaciones, espacios de discusión y acción política, relacionados tanto a la situación europea como a la realidad argentina. Sin tener la misma presencia que españoles e italianos, la inmigración alemana en Argentina fue sin duda de trascendencia en las relaciones entre sus países de origen y residencia. Y la evolución de los flujos migratorios, a su vez, está intrínsicamente relacionada con las conflagraciones mundiales y sus consecuencias.

Otro capítulo importante de las relaciones germano-argentinas, sobre el cual se han escrito numerosos trabajos, está vinculado a la cooperación militar, siendo muy extendido el tópico de la inmigración de criminales de guerra, científicos y expertos militares después de 1945 en Argentina. A pesar de que numerosos autores (p. e.: Brenman, Ismar, Müller, Newton, Meding) hayan ya demostrado lo limitado de esta clase de inmigración, este parecería ser un mito afianzado a nivel mundial. Si se toman como base los datos constatados por investigaciones serias, Argentina no se destaca ni cuantitativa ni cualitativamente como país receptor de criminales de guerra. Esta constatación se aplica también a los técnicos alemanes de armamento reclutados por Argentina después de 1945. Según Gliech (2010), el punto más importante de las relaciones militares germano-argentinas –sin tener en cuenta la mera compra de armamento alemán, que podría considerarse como parte integrante de las relaciones comerciales– se produjo sin duda en el período anterior a 1914, cuando el Ejército argentino intentó copiar la estructura técnica y organizativa del aparato militar alemán, al cual el gobierno argentino fue dotando de funciones políticas, sociales y económicas, ajenas a las capacidades y objetivos de un ejército. En este sentido, siguiendo lo expuesto por Gliech (2010), poco tendrían que ver la influencia alemana y el asesoramiento militar prusiano con las decisiones tomadas a partir de 1930 por grupos de civiles y militares en pro de gobiernos castrenses y autoritarios y en detrimento de la democracia participativa.

Podemos afirmar, entonces, que la armonía en las relaciones entre Argentina y Alemania, que durante el siglo XX solo se vio alterada por hechos concretos y de manera pasajera, se basa en las relaciones comerciales de Argentina con una potencia mundial que no cuenta con una presencia hegemónica en Sudamérica y por lo tanto se presenta como una promesa alternativa al dominio económico anglosajón. En segundo lugar, se basa en la presencia de una importante comunidad germanoparlante en Argentina. No obstante, esta armonía en las relaciones entre Alemania y Argentina se vio influenciada profundamente por los conflictos bélicos del siglo XX en los que participaron uno o ambos estados. En el caso de Alemania, la conexión resulta lógica: sus derrotas en las dos grandes contiendas mundiales conllevaron la caída y el surgimiento de nuevas formas de gobierno. En efecto, el fracaso militar de la Primera Guerra Mundial dio lugar a una ruptura en su sistema político, provocando la caída de la monarquía y el surgimiento de la República de Weimar. A nivel económico, el estado germano se vio sumido en una honda crisis provocada en gran parte por las deudas adquiridas durante la guerra y el pago de las reparaciones a los vencedores. La Segunda Guerra Mundial provocó un cambio en el concierto de las naciones que culminaría con el nacimiento de mundo bipolar, marco en el cual existieron dos estados alemanes referentes de los dos bloques de la Guerra Fría y en pugna por la representación de la nación alemana. La responsabilidad de Alemania en la Segunda Guerra Mundial y los crímenes de lesa humanidad cometidos en nombre de la superioridad racial germana son elementos que condicionan hasta la actualidad la política exterior de Berlín.

Por otra parte, como se mencionó al principio, las relaciones entre Argentina y Alemania en el marco de las dos contiendas mundiales fueron también afectadas por otros estados, como Gran Bretaña y los Estados Unidos. Temiendo al principio según el cual en geopolítica no existen espacios vacíos, los enemigos de Alemania mantuvieron una presión constante sobre los distintos gobiernos argentinos a fin de evitar el avance político y económico de la presencia alemana en Argentina (Schönwald, 1998).

Con el surgimiento de la Guerra Fría y como consecuencia directa de la derrota del Tercer Reich, surgieron dos estados alemanes, la República Federal Alemana (RFA), aliada al frente occidental e integrante de la OTAN, y la República Democrática Alemania (RDA), integrante del Pacto de Varsovia (Kilian 2001; Lafuente, 2022; Muth, 2000, Springer 2018). Esta nueva ruptura institucional tendría, naturalmente, importantes implicaciones en la presencia alemana en la política mundial y en sus relaciones con Argentina. Los gobiernos de Bonn y Buenos Aires coincidían en su pertenencia al mundo occidental. Asimismo, el gran desarrollo de la economía de la RFA la convertían en un socio indispensable para Argentina (Schönwald, 1998). Sin embargo, a pesar del apoyo incondicional de Argentina a Alemania Occidental en la cuestión de representación de la nación alemana (Springer, 2018), también la RDA mantuvo importantes lazos con Argentina, que recién darían sus frutos en la década de 1980 (Abmeier, 2017; Lafuente, 2022).

Finalmente, en el marco de la Guerra Fría tuvo lugar un conflicto bélico en el hemisferio sur que tendría repercusiones mundiales: la Guerra de Malvinas en 1982. En efecto, este conflicto provocaría una ruptura importante en la armonía de las relaciones entre el estado argentino y sus aliados occidentales, particularmente los Estados Unidos y las naciones de Europa occidental (Martin, 1992; Cisneros, 1999), dando lugar a una reorientación hacia los estados latinoamericanos, incluso Cuba, y hacia Europa del Este (Saavedra, 2004). Las relaciones entre el gobierno militar argentino y la RFA también se veían deterioradas por la situación económica argentina y la desaparición de ciudadanos alemanes (Kaleck, 2010; Thun, 1985). La ruptura institucional provocada por la transición hacia la democracia acentuaría la tendencia hacia esta reorientación de la política exterior argentina, que se vería reflejada en sus relaciones con los dos estados alemanes, representantes de los dos frentes de la Guerra Fría.

Los artículos incluidos en este dossier reflejan, entonces, aspectos de la influencia de los conflictos bélicos protagonizados por Alemania o Argentina en las relaciones entre ambos países durante el siglo XX, pretendiendo contribuir a su estudio y alentando futuras investigaciones sobre un tema amplio, sobre el cual seguramente aún quedan muchas fuentes de archivo por descubrir y analizar.

La primera contribución, de autoría de Stefan Rinke, trata sobre las relaciones entre Alemania y Argentina durante la Gran Guerra. Los intereses económicos alemanes en Argentina aumentaron constantemente hasta el estallido bélico de agosto de 1914. A partir de ese momento y durante todo el transcurso de la Primera Guerra Mundial, las relaciones entre Alemania y Argentina atravesaron una etapa crítica. La crisis en el intercambio comercial adquirió amplias dimensiones debido al fundamento económico liberal vigente hasta el momento. La interrupción del comercio, particularmente por la guerra submarina, que el autor define como una violación a la soberanía nacional argentina, fue un factor de peso en este sentido. Tanto a través de la propaganda de los estados beligerantes como de las acciones de sus diásporas, los acontecimientos europeos tuvieron una fuerte resonancia en la opinión pública y la política interna argentina antes, durante y después del conflicto. No obstante, los lazos entre los dos estados seguirían revistiendo un carácter especial en el marco de la neutralidad argentina. Los tratados que finalizaron formalmente la Primera Guerra Mundial no derivaron en una paz global definitiva y la propaganda alemana continuó sosteniendo en América Latina que la culpabilidad única de Alemania establecida en el Tratado de Versalles era una falacia. En su artículo, Rinke establece la evolución de las relaciones políticas, económicas y culturales durante los años de guerra, así como sus actores más importantes. Finalmente, indaga la cuestión de la neutralidad argentina ante la entrada en guerra contra el Reich alemán de muchos estados americanos.

Así como el Tratada de Versalles no pudo asegurar la paz mundial, tampoco contribuyó a la estabilidad política interna de los países vencidos. La compleja y frágil situación de la Alemania de la posguerra dio lugar al ascenso del régimen nacionalsocialista, que revindicaba además de un racismo extremo su misión como defensor de los intereses alemanes en la arena internacional. Las relaciones entre Argentina y el Tercer Reich han sido objeto de numerosas publicaciones, tanto de orden científico como de carácter sensacionalista. Argentina como refugio de criminales de guerra o las relaciones de personalidades rioplatenses con la Alemania nazi resultan temáticas recurrentes que atraen al público en general. Por lo tanto, es fundamental interrogar los fondos de archivo disponibles a fin de establecer claramente el límite entre la historia y la especulación, y promover la producción de conocimiento sobre un tema sobre el cual tanto se ha escrito y tanto queda por decir. En este sentido se inscribe el aporte de Laura Assali y Alba Lombardi. La documentación oficial de un Estado, en este caso Argentina, es probablemente la primera fuente para comprender el desarrollo de las políticas públicas que fueron delineando y haciendo operativa su política exterior. Los distintos organismos estatales nos dejan huellas de sus actos y funciones a través de su legado archivístico. La investigación de lo que las autoras definen como “sedimento natural” de las acciones de gobierno brinda la oportunidad de descubrir el “Estado desde adentro”, arrojando luz sobre las historias y cronologías de las agencias estatales, las trayectorias de los sujetos que les dan vida y orientación, las prácticas y saberes que se desarrollan en su interior, y los márgenes permeables entre esas agencias y diversos actores de la sociedad civil. Efectivamente, esta perspectiva dota de relieve y matices a la genealogía de las políticas públicas. Así, por ejemplo, los distintos términos utilizados para mencionar la Segunda Guerra Mundial en carpetas y catálogos, tales como “Guerra Europea” o “Guerra de Estados Unidos y los países del Eje”, dan cuenta de las diversas perspectivas de los funcionarios argentinos sobre el conflicto. Resulta pertinente mencionar que muchas investigaciones sobre las relaciones del Tercer Reich con Latinoamérica, si no la mayoría, se basan en documentación proveniente de archivos alemanes, británicos y estadounidenses, mientras que la documentación argentina, quizás por su difícil acceso, se halla menos presente en esta bibliografía especializada. Por lo tanto, es relevante la propuesta sistemática de este artículo, que define y caracteriza conceptos indispensables para la búsqueda y análisis de fuentes, tales como Fondo Documental y Sección Documental. Mediante esta terminología, se emprende una descripción de diferentes agrupaciones documentales que forman parte del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto Argentino y refieren a la relación argentina con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, haciendo particular hincapié en las misiones y funciones de las áreas de la Cancillería argentina que produjeron la documentación, su organización, cronología e historia archivística. Concretamente, el artículo de Assali y Lombardi alienta la investigación de la documentación agrupada en la Sección División Política, en las Memorias de la Cancillería argentina, en la Subsección Segunda Guerra Mundial, en las distintas secciones y direcciones de Asuntos Consulares, en la Dirección de lo Contencioso y Administrativo como así también en la Sección Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga y sus correspondientes subsecciones y series. Otros grupos documentales relevantes son Tratados y Conferencias, División Administrativa, Despacho de Subsecretaría, representaciones diplomáticas en el exterior, tales como las Embajadas argentinas en Uruguay, España, Estados Unidos y Suecia, así como la documentación de la representación consular en Berlín.

Haciendo un salto cronológico y abandonando la temática de las guerras mundiales, el artículo de Víctor Manuel Lafuente examina los lazos argentino-germanos en el marco del conflicto armado y diplomático que trastocaría la historia reciente argentina. Las relaciones entre el gobierno del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional y los dos estados alemanes pueden ser consideradas como armoniosas. En cuanto a la RFA, el apoyo económico brindado a las políticas liberales de la Junta argentina, la venta de insumos militares y la crítica más o menos mesurada a las violaciones de los derechos humanos en Argentina solo se vio opacada por la presión de la opinión pública germana y de la oposición en el Bundestag, que presionaban, con distintos resultados, para que el gobierno de Bonn tomase medidas más enérgicas contra la dictadura argentina. Sin embargo, las relaciones económicas, basadas en el poderío del gigante alemán, fueron el cimiento más firme en el vínculo entre Argentina y la RFA, estados también vinculados por su pertenencia al bloque occidental. Si bien estos nexos comerciales y financieros alcanzaron un desarrollo considerable, las exportaciones de Bonn se enfrentaban a la competencia de otras economías occidentales y, además, su balanza comercial arrojaba constantemente un saldo negativo para Argentina, contribuyendo así al exorbitante aumento de su deuda externa. Las relaciones entre Argentina y la RDA eran, a nivel económico, de mucho menor envergadura. No obstante, Buenos Aires era la base de operaciones más importante en Sudamérica luego de la caída de Salvador Allende en 1973. Por lo tanto, la RDA, a pesar de integrar el bando opuesto en la Guerra Fría, se esforzaba por profundizar las relaciones con el gobierno argentino, omitiendo todo comentario sobre la situación política interna argentina y alentando con resultados más que aceptables proyectos de infraestructura en Argentina.

Esta constelación se verá trastocada con el inicio de la Guerra de Malvinas en abril de 1982. La RDA brindaría su apoyo diplomático a la causa argentina y se presentaría junto con otros estados del Pacto de Varsovia y de Latinoamérica como aliada de la causa argentina en contra del colonialismo británico. Alemania Federal, por el contrario, tomaría partido por Gran Bretaña, estado al cual estaba ligada en la OTAN y en el marco de la integración europea. El artículo propone una pormenorización detallada del cambio abrupto en la colaboración política y militar entre Buenos Aires y Bonn examinando hasta qué punto esta ruptura le abrió nuevas posibilidades a la RDA de profundizar sus relaciones con Argentina. Finalmente, expone cómo el alejamiento de la RFA y el acercamiento de la RDA se mantuvieron constantes durante el gobierno de Raúl Alfonsín.





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1 Siguiendo la aplicación de Petiteville (2015) de la teoría de la estructuración de Giddens (1984) al estudio de las relaciones internacionales, se consideran como actores internacionales a agrupaciones u organizaciones tales como partidos políticos, empresas, sindicatos, etc., que mantienen relaciones más allá de las fronteras nacionales y que, persiguiendo sus propios intereses, interactuan entre sí formando una red de lazos que, una vez cristalizados en rutinas, componen las relaciones internacionales.

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