Refugiados judíos polacos:
huida y rescate a través de Japón, 1940-1941
Vanesa Teitelbaum
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina
vteitel@yahoo.com
Fecha recepción: 07/07/2023
Fecha aceptación: 10/09/2023
Resumen
Con el fin de analizar la ruta de escape a través del Lejano Oriente que tuvo lugar entre mediados de 1940 y mediados de 1941, el trabajo examina la huida de los judíos polacos e indaga las emociones y la solidaridad que acompañaron los trayectos. Para ello, toma el caso de dos jóvenes oriundos de Kobryn (antes Polonia y hoy Bielorrusia), quienes, tras salir de Polonia a Lituania luego pasar a Rusia y finalmente a Japón, lograron embarcarse rumbo a la Argentina, el país de América Latina que recibió más refugiados judíos del nazismo. Además, explora las voces de quienes constituyeron un organismo clave de ayuda: el Comité de Asistencia a los Refugiados, conformado en la ciudad portuaria japonesa de Kobe.
Palabras clave: Segunda Guerra Mundial, Comité de Asistencia a los Refugiados, Vilna, Kobe, Argentina
Polish Jewish Refugees: Flight and Rescue through Japan, 1940-1941
Abstract
In order to analyze the escape route through the Far East that took place between mid-1940 and mid-1941, this study examines the flight of Polish Jews and researches the emotions and solidarity connected with these journeys. To this end, it analyzes the case of two young people from Kobryn (formerly Poland, currently Belarus), who left Poland for Lithuania, then Russia, and, through Japan, finally managed to reach Argentina, the Latin American country that received the largest amount of Jewish refugees from Nazism. Furthermore, it explores the voices of those who constituted a key organization: the Committee for Assistance to Refugees, established in the Japanese port city of Kobe.
Key Words: World War II, Committee for Assistance to Refugees, Vilnius, Kobe, Argentina
Introducción
Según las cifras consignadas por el Comité de Asistencia a los Refugiados conformado en la ciudad portuaria japonesa de Kobe, 2.074 judíos polacos habían llegado desde Vladivostok, en el extremo oriental de Rusia, y mayoritariamente provenían de Vilna y de Kaunas. Esta cifra se completaba con los 2.200 judíos alemanes y los 331 de otras nacionalidades, que sumaban un total de 4.608 refugiados judíos que llegaron a Japón por esa ruta.1 Esta vía de escape –hasta ahora inexplorada por la historiografía hispanoamericana– fue posible durante un periodo relativamente corto pero clave: entre mediados de 1940 y mediados de 1941, es decir, previamente al comienzo de la denominada Solución Final y la política de exterminio a la población judía en Europa, genocidio conocido más tarde como el Holocausto o la Shoá.2
Dentro de este marco más amplio, mi investigación se concentra en el recorrido seguido por los refugiados judíos polacos que, tras la ocupación alemana y soviética, se dirigieron primero a Vilna, en Lituania, y luego, tras atravesar la Unión Soviética y recalar en Japón, pudieron finalmente migrar hacia diferentes destinos fuera de la Europa en guerra. Con el propósito de acercar el lente y analizar algunos itinerarios de huida, el artículo reconstruye y examina las trayectorias dos jóvenes judíos polacos, quienes siguiendo estos senderos lograron migrar a Argentina.
El trabajo está organizado de la siguiente manera: comienza con una descripción del refugio en Vilna, ciudad de efervescente vida cultural y religiosa judía, donde habían confluido, entre 1940 y 1941, aproximadamente diez mil judíos polacos de los cuales un poco más de dos mil dejaron atrás Lituania y viajaron hacia Rusia y luego a Japón en el periodo comprendido entre julio de 1940 y noviembre de 1941.3 Posteriormente, explora las voces de quienes constituyeron un organismo clave de ayuda a los esfuerzos por escapar y migrar de los judíos durante 1940 y 1941: el Comité de Asistencia a los Refugiados de Kobe. Finalmente, analiza las historias de Nejome Werchow e Icek Kobryniec, quienes huyeron desde Kobryn (en ese entonces Polonia y hoy Bielorrusia) hacia la frontera con Vilna y, tras un periodo de exilio allí, viajaron a través del territorio soviético hasta llegar a Japón desde donde migraron posteriormente hacia Argentina, el país de América Latina que más refugiados judíos del nazismo recibió.4
La investigación, planteada desde una perspectiva de historia social que privilegió la metodología cualitativa –aunque sin descuidar la cuantificación cuando fue necesario–, analiza las emociones de los refugiados y las expresiones de quienes participaron en su rescate y salvación a través de un conjunto de fuentes (tales como testimonios orales, escritos personales, informes, reportes, cartas, telegramas y listados) contenidas en archivos privados y públicos sobre el Holocausto.
Algunas de las preguntas que guían el análisis se refieren al papel de la guerra en el desenlace de estas trayectorias de escape y migración y a las instancias y los factores que posibilitaron los desplazamientos de los refugiados, contribuyendo o no al éxito de sus esfuerzos. En este sentido, una de las hipótesis que subyace en el trabajo plantea el influjo que alcanzaron las alianzas y relaciones entre Rusia y Japón para permitir el paso por sus territorios de los judíos polacos. Además, el estudio propone el rol clave que alcanzaron las ayudas de las instituciones de socorro a los refugiados, como el American Joint Distribution Committee (JDC), organismo popularmente conocido como el Joint y, menos estudiado por la bibliografía sobre el tema, el papel determinante que alcanzó en el rescate judío el Comité de Asistencia a los Refugiados (Committee for Assistance to Refugees) de la Comunidad Judía de Kobe (The Jewish Community of Kobe, Ashkenazim) y el Women’s Committee (Comité de la Mujer), que funcionaba bajo la órbita del mencionado Comité.
Otro argumento que subyace en este trabajo postula que, durante sus itinerarios de huida, los refugiados sufrieron cansancio, miedo, pesar e incertidumbre en un contexto signado por la expansión nazi y la dominación soviética. Estos sentimientos y emociones se combinaron con la ilusión y la esperanza una vez que obtenían los documentos y el dinero requeridos para afrontar los tránsitos y la migración. En esa dirección, asomaban el alivio, el agradecimiento y la confianza, alimentados al calor de la solidaridad y las ayudas recibidas.
Primer tramo: el refugio en Vilna
Cuando los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939, dando inicio a la Segunda Guerra Mundial, una multitud de personas buscó resguardarse y se dirigió hacia el Este,5 en la frontera con Lituania, que en ese momento era neutral, instalándose mayoritariamente en Kaunas y Vilna, donde habitaban antiguas y grandes comunidades judías. Vilna, que hasta ese momento había pertenecido a Polonia y luego pasó a formar parte de Lituania, conformaba un gran núcleo cultural y religioso judío, reflejado en sus numerosas y prestigiosas yeshivot, en la creación de instituciones de investigación, como el renombrado Instituto Científico de Estudios Judíos –conocido por su acrónimo en ídish como YIVO–, y en la confluencia de reconocidos intelectuales, escritores y editores (Karady, 2000; Traverso, 2014; Dujovne, 2014 y Visacosky, 2015).
En esa ciudad de efervescente vida cultural y religiosa judía, no en vano llamada la Jerusalén del Este, habían confluido, entre 1940 y 1941, varios miles de judíos polacos en su huida hacia el Este. De acuerdo con algunos estudios, como el de Efraím Zadoff (2004), en Vilna se refugiaron entre 10.000 y 15.000 judíos provenientes de la zona polaca ocupada por los nazis y del área invadida por los rusos.6 Este alto número de refugiados se sumó a los 200.000 habitantes que ya tenía la ciudad, de los cuales 55.000 eran judíos. A finales de septiembre de 1939, poco después de que estallara la guerra y de acuerdo con el Pacto establecido entre Alemania y la Unión Soviética, Vilna y el resto de Polonia del Este fueron ocupadas por las fuerzas soviéticas. Sin embargo, en octubre de ese mismo año, los soviéticos traspasaron el control de la ciudad a Lituania. A mediados del año 1940, en junio, la ciudad y el resto de Lituania pasaron a formar parte de la Unión Soviética y el país recibió el nombre de República Socialista Soviética de Lituania.
A partir de las fuentes primarias consultadas, podemos indicar un número relativamente menor de judíos polacos que habían llegado a Vilna en estos escapes. Así, en la documentación enviada el 4 de febrero de 1940 desde Vilna a la oficina en Nueva York del American Joint Distribution Committee, el Sr. Tarashtshanski adjuntaba un listado con los nombres y los datos de 9.064 refugiados que se habían registrado en The Refugees Committee of the Keylah in Vilnius (el Comité de Refugiados de la Kehilá de Vilna) y que provenían de varias ciudades de Polonia.7
La coordinación y la ayuda brindada a los refugiados eran claves. La asistencia de los organismos de socorro, como el Joint, y el apoyo de los comités de ayuda locales, como el que se conformó en Vilna, así como el respaldo de los habitantes judíos de la ciudad permitieron a los refugiados mantenerse y desarrollar ciertas actividades laborales y de subsistencia. Sin embargo, esto no duraría demasiado. Con la ocupación soviética de Vilna, en junio de 1940, la situación de los refugiados judíos se agravó y se precarizó aún más. Un decreto oficial estipuló que los refugiados debían aceptar la ciudadanía soviética si no querían transformarse en apátridas. El estatus de personas sin estado implicaba una eventual deportación a Siberia o a una de las provincias del Lejano Oriente de Rusia. Con lo cual, fueron numerosos los refugiados que decidieron aceptar la ciudadanía soviética. Otros, aproximadamente cuatro mil refugiados, se propusieron hallar otra alternativa. Fue en ese contexto, y ante la complejidad derivada del hecho de que la mayoría de las rutas de huida eran infranqueables y por lo tanto los caminos para ellos estaban cerrados, que los refugiados judíos en Vilna aprovecharon la posibilidad que se abrió de escapar viajando primero a Rusia, luego a Japón y desde allí migrar hacia aquellos países que aceptaran recibirlos. Norteamérica, principalmente Estados Unidos, como anhelaba la mayoría de los refugiados judíos, Canadá, el Mandato Británico de Palestina y América Latina fueron algunos de estos destinos posibles.8
Para concretar estos viajes era imperioso conseguir la visa de tránsito japonesa y la visa final, es decir, la del país de destino de los refugiados. Metas sumamente complejas dados los restrictivos, arbitrarios y discriminadores requerimientos legales para obtener dichos documentos migratorios. En tal sentido, resulta indispensable subrayar que en la época se endurecieron las políticas migratorias seguidas por Estados Unidos y la mayoría de los países que aceptaron recibir refugiados. Con lo cual, si para los judíos perseguidos por la guerra y el nazismo no era fácil salir de Europa, tampoco lo era tener a dónde llegar, tal como ha sido demostrado en los estudios sobre el tema para Argentina, como por ejemplo los de Leonardo Senkman (1991), Dora Schwarzstein (1999) y Ariel Raber (2020).
No obstante lo anterior, los casos analizados aquí revelan otras facetas de las políticas migratorias. Si bien en esta instancia de la investigación no es posible generalizar, los refugiados judíos que se salvaron mediante esta ruta de escape a través de Japón, como Icek Kobryniec y Nejome Werchow, contaron con los documentos necesarios para migrar a la Argentina y, en ese sentido, reflejaron el apoyo diplomático.9 Aunque seguramente esta cuestión deberá retomarse en un trabajo futuro, interesa agregar que, además de las visas, era indispensable reunir el dinero necesario para costear los distintos traslados. Nada de esto era sencillo en el riesgoso contexto de la guerra y el avance del nazismo que complejizaban las dificultades e incrementaban las urgencias por migrar.
Una vez que los refugiados lograban conseguir los documentos y el dinero para los boletos, viajaron de Lituania a Rusia en un largo trayecto en tren, el Transiberiano Express, que después de recorrer miles de kilómetros los dejaba en Vladivostok. Desde dicho puerto oriental ruso los refugiados debían ir en barco hasta Tsuruga, en Japón. Desde allí se trasladarían en tren hacia la ciudad portuaria de Kobe, donde existía una pequeña comunidad judía compuesta por comerciantes, sobre todo rusos, que habían llegado desde mediados del siglo XIX. A los judíos que venían huyendo los esperaba en Kobe el auxilio del Comité de Asistencia a los Refugiados, organizado por dirigentes de la comunidad judía de dicha ciudad japonesa, y el respaldo de organismos de socorro internacional como el Joint.
El Comité de Asistencia a los Refugiados: socorro, solidaridad y tensiones
Los refugiados judíos que consiguieron escapar y viajar hacia Japón pudieron, más tarde, abordar los barcos hacia aquellos países que los acogieron y en donde se pudieron asentar. Los documentos migratorios para concretar tal propósito fueron, precisamente, la vía de escape hacia esta salvación. Pero no todos pudieron conseguirlos. Más de mil de ellos carecían de papeles que les permitieran salir de Japón y tampoco podían permanecer demasiado tiempo allí. Su estadía no era segura y tampoco contaban con los respaldos suficientes para seguir subsistiendo. El desarrollo de la contienda bélica, sobre todo el ingreso de Estados Unidos a la guerra, marcó el fin de estas ayudas y precipitó la necesidad imperiosa de moverse nuevamente de lugar. Así fue que Shanghái se abrió en el horizonte.
Aproximadamente 20.000 refugiados judíos provenientes sobre todo de Austria y de Alemania, y más tarde de Polonia, llegaron a Shanghái. Se trataba, como señala Eber (2018), de un refugio disponible porque, a diferencia de otros lugares, el ingreso a su puerto no exigía requisitos de visa. Los japoneses habían ocupado Shanghái en 1937, durante su guerra con China. Como advierte esta autora, a pesar de los acuerdos entre Alemania, Italia y Japón, los escenarios de guerra europeos y asiáticos se mantuvieron separados. Por su parte, la Unión Soviética, aliada de Gran Bretaña y de Estados Unidos, no estaba, sin embargo, en guerra con Japón. Incluso, desde abril de 1941, existía entre ambos países un tratado de neutralidad y este acuerdo se mantuvo hasta el 8 de agosto de 1945, cuando el Ejército Rojo finalmente se enfrentó con el ejército imperial japonés en Manchuria.
Estas precisiones son relevantes para comprender la ruta de escape seguida por los refugiados polacos explorada en estas páginas. Justamente, al no estar enfrentados entre sí Rusia y Japón, potencias situadas en bandos opuestos durante la Segunda Guerra Mundial, fue posible esta instancia de huida durante la guerra. En esa tónica, es factible recuperar el argumento de Haim Avni (2003) sobre el papel decisivo que tuvo la guerra en el rescate a los judíos. Asimismo, es pertinente retomar las propuestas de Pamela Shatzkes (1991) y Natalie McDonald (2019), quienes estudiaron el escape de los refugiados judíos a través de Japón. Las autoras sostienen que fueron precisamente estas relaciones, el acuerdo entre Rusia y Japón, las claves que posibilitaron esta vía de salvación durante la guerra, al permitir el paso por sus territorios de los judíos perseguidos por el nazismo.
El problema de las visas. Los estudiantes de las yeshivot
Hacia abril de 1941, aproximadamente 1.700 refugiados judíos, la mayoría proveniente de Polonia, permanecían en Japón sin haber podido aún conseguir las visas que les permitiesen embarcar hacia alguno de los destinos posibles para escapar de la guerra. Más de 1.000 de esos refugiados esperaban viajar a Estados Unidos y para ello requerían el permiso correspondiente.10
Anatole Ponevejsky, presidente del Comité de Asistencia a los Refugiados conocido como Jewcom por su dirección en los telegramas (Jewcom era la abreviatura de Jewish Community), registraba en su informe del 27 de abril de 1941 que la dificultad se originaba en la actitud de los cónsules de Estados Unidos en Japón, que imponían requerimientos absolutamente difíciles de cumplir para los judíos que habían escapado de sus ciudades y pueblos dominados por los nazis o los rusos. Así, por ejemplo, Ponevejsky no dudaba en afirmar que estos requerimientos, aplicados prácticamente por todos los cónsules norteamericanos, eran muy exagerados e implicarían que no pudieran entrar a Estados Unidos el 90 % de las personas que podrían haber aspirado a ingresar. Según analizaba en uno de sus informes el presidente del Jewcom, esto significaba que todas aquellas personas que habían podido cumplir con todas las otras formalidades, y por lo tanto contaban con las mayores expectativas de obtener las visas, verían frustradas sus aspiraciones con esta “ley rigorista”, según la cual se rechazaban las solicitudes de visas de todos aquellos cuyos familiares vivieran en las zonas de Polonia ocupadas por Alemania o Rusia. Es decir, aquellos refugiados judíos que no habían podido obtener sus visas en Kaunas o en Moscú se enfrentaban ahora a obstáculos técnicos que volvían prácticamente imposible conseguir las visas. Era necesario, entonces, reclamaba, establecer una fuerte presión al gobierno de Estados Unidos para que interviniera y cambiara la recomendación a sus consulados en Japón. Esta era la única salida para que los refugiados no perdieran la posibilidad de obtener los papeles que los habilitaran para entrar a Estados Unidos.
Entre los miles de refugiados judíos que esperaban sus visas para ingresar al país norteamericano o, en algunos casos, para entrar al Territorio bajo Mandato Británico en Palestina se encontraban los maestros y estudiantes de las yeshivot. Este grupo, conformado por un número estimado en 425 hombres que permanecían en Japón a la espera de sus documentos migratorios, movilizó a los dirigentes judíos de Kobe a canalizar sus esfuerzos para solucionar el caso. En tal sentido, apoyaron un plan para ubicarlos en varios lugares del Imperio Británico, Canadá, Australia y Sudáfrica y para ello buscaron la intervención del Joint o de otra organización.
Pero las visas no llegaban y en el ínterin peligraba la seguridad de los rabinos y estudiantes de las yeshivot, así como del resto de los refugiados judíos que continuaban en Japón. De acuerdo con los cálculos de los dirigentes comunitarios en Kobe, era muy probable que sus visas tardaran en llegar por lo menos dos o tres meses. Resolvieron que no era seguro esperar. En especial, a partir de una conversación con el embajador de Polonia, Ponejevsky había llegado a la conclusión de que lo más seguro, y probablemente la única solución, era transferirlos a Shanghái. No obstante, esta alternativa se enfrentaba con una cierta resistencia por parte de los miembros de las yeshivot, que temían trasladarse a la ciudad china, cuya fama no la favorecía.11 En general, los refugiados judíos se sentían inseguros ante la posibilidad de salir de Kobe. El temor a ser trasladados a Shanghái fue un sentimiento compartido por ellos, que habían escuchado noticias desfavorables sobre la ciudad, representada como un lugar de peligros, miseria y delincuencia.
Los registros de migración desde Japón confeccionados en Kobe demuestran que entre julio de 1940 y noviembre de 1941 un poco más de mil judíos polacos –1.098 según las cifras contabilizadas por el Jewcom– llegaron a Shanghái. Entre ellos figuraban los más de cuatrocientos miembros de las yeshivot, cuyo caso más conocido fue el de la yeshiva Mir, la cual se salvó prácticamente en su totalidad y cuya historia fue objeto de estudio en otros trabajos.12 Mi interés en estas páginas fue detenerme en algunas dificultades que antecedieron y rodearon el traslado de los judíos polacos desde Kobe a Shanghái, entre los cuales predominaban los rabinos y estudiantes religiosos, y subrayar la participación en las labores de rescate de asociaciones como el Jewcom, cuya acción se sumó a las tareas de socorro de las organizaciones y la dirigencia rabínica de las yeshivot, así como a las más amplias y conocidas prácticas de asistencia de instituciones como el Joint.
Ciertamente, el rescate de los maestros y estudiantes de yeshivá fue objeto de una preocupación especial de la dirigencia rabínica, que fomentó reuniones y constituyó un organismo dedicado específicamente a lograr la salvación de dicho grupo y sus familias, como el Vaad ha Hatzalah, que había recaudado fondos para favorecer su emigración de Lituania.13 Aunque estos sectores trataron de conseguir la reubicación completa de las yeshivot fuera de Europa, principalmente en Estados Unidos, esto no fue posible, si bien se consiguió salvar a un número considerable de ellos y sus familias.14 Al respecto, no está de más indicar que en los orígenes de esta ruta de escape a través de Japón participaron miembros de yeshivot y dirigentes religiosos de Lituania, como Zerach Warhaftig.15
Labores de asistencia, ayudas y vínculos de sociabilidad. El Comité de Mujeres
Parte de los esfuerzos realizados para mejorar la situación de los judíos polacos refugiados se reflejó en las numerosas cartas, telegramas e informes confeccionados en esos años. En esos parámetros podemos situar el reporte de junio de 1941, preparado por el vicepresidente del Comité de Asistencia a los Refugiados, el Dr. Moise Moiseeff, y dirigido al Congreso Judío Mundial en Nueva York –documento localizado en la Colección Zorach Warhaftig del Archivo de Yad Vashem, que reúne documentación sobre la situación de los judíos en Japón y China–. Allí, Moiseeff dividió en tres categorías su descripción del trabajo de socorro realizado por el Comité con los refugiados. La primera se refería a la asistencia material brindada que consistía primordialmente en comida, alojamiento, cuidado médico, vestimenta y gastos de transporte. La segunda concernía a la ayuda brindada a los refugiados para conseguir cambiar su estatus de pasajeros en tránsito a inmigrantes. La tercera categoría aludía al trabajo inmigratorio, por ejemplo, la ayuda legal.16
Según contaba Moiseeff en su reporte, cuando comenzó la llegada de refugiados a Japón, en julio de 1940, la comunidad judía local reaccionó con la simpatía y la compasión características de la comunidad judía oriental. Inmediatamente se conformaron comités en todos los lugares de las rutas de tránsito. A partir de julio de 1940, en el puerto pesquero llamado Tsuruga fueron recibidos los refugiados judíos de Polonia que comenzaron a llegar. Allí tuvieron el primer contacto con el Jewcom, que a través de sus representantes condujo a los refugiados, “exhaustos, desesperanzados, sin ningún equipaje”, a residencias judías, donde fueron albergados. Cada uno de estos establecimientos estaba a cargo de un encargado, quien a su vez mantenía contacto con el director de los asuntos económicos del Jewcom.
Al respecto, Moiseeff se refería al papel central de las mujeres, quienes se ocupaban de brindar ayuda material a los refugiados a través del Women’s Committee (Comité de Mujeres). El Comité de Mujeres tenía a su cargo el cuidado y el mantenimiento de las condiciones de vida de los refugiados en los alojamientos, incluido el reparto de la ropa y la distribución de comida. En esa dirección, y si bien el vicepresidente del Comité recurría a los términos tradicionales para elogiar “el sacrificio y la devoción” de las mujeres que ayudaban espiritual y materialmente a los refugiados, suscribiendo así las miradas dominantes acerca de los roles atribuidos a mujeres y varones, considero relevante destacar el accionar del Comité de Mujeres, especialmente teniendo en cuenta el poco o ningún espacio otorgado a este tema en los estudios acerca del socorro y el rescate a los refugiados y sobrevivientes de la Shoá.
Otra cuestión que quisiera recuperar de esta fuente remite a las imágenes sobre los refugiados, que llevaban dos años de haber sido destituidos de todo, financiera y espiritualmente. Habían perdido su autoestima con semejante despojo, afirmaba Moiseeff en una tónica que podemos relacionar estrechamente con las percepciones plasmadas por los mismos refugiados, como Nejome Werchow, quien migró a la Argentina a través de esta ruta de escape y sobre la cual nos detendremos en el próximo apartado. Nejome Werchow, en uno de los pasajes de su diario, recordaba su sentimiento y emoción cuando por fin recibió el buen trato de un diplomático que le entregó sus documentos migratorios.
Asimismo, el reporte de Moiseeff rescataba el papel del Jewcom en la ayuda brindada a los refugiados para conseguir las visas de tránsito y de inmigración, así como para reunir el dinero necesario de acuerdo a las exigencias migratorias. En esa línea, el dirigente elogiaba también el rol del Jewcom, que intercedió con el gobierno japonés, cuya actitud fue de tolerancia e indulgencia y permitió a los refugiados permanecer allí más allá del tiempo que estipulaban sus visas.17
En consonancia con estas apreciaciones, otras voces provenientes de los miembros del Jewcom, como la de Leo Hanin, destacaban el rol esencial de dicha asociación en la asistencia y socorro a los refugiados judíos, enfatizando además el papel de las mujeres en dicha ayuda. Asimismo, Hanin subrayaba el apoyo clave del Joint y de HIAS en el auxilio mediante el envío de delegados y recursos económicos.18
Por su parte, John Sidline, descendiente de dos de las familias que coordinaron estos esfuerzos de ayuda a los refugiados en Japón, escribió un breve trabajo sobre este tema, que retoma el rol central de las mujeres de la comunidad judía de Kobe, en especial de las esposas de los dirigentes del Jewcom que formaron el Comité de Mujeres. Al igual que el Dr. Moiseeff, menciona el rol medular de estas mujeres, que se ocupaban de numerosos asuntos vinculados con la vida cotidiana de los refugiados, incluida la provisión de vestimenta especial para los judíos religiosos, que para cumplir los preceptos bíblicos debían usar ropa de algodón y confeccionada a mano, y el Comité de Mujeres buscaba los materiales y los sastres encargados de la confección de las prendas.19
Sidline recuperó también la actuación de un miembro del Jewcom, el Sr. Gerechter, quien recibía a los judíos en Tsuruga y se ocupaba de acompañarlos hasta la ciudad de Kobe. Al respecto, Sidline comenta que cuando llegaron los estudiantes de la yeshivá, un viernes después de la puesta del sol, es decir, cuando da comienzo el Shabat, ellos, para cumplir con el precepto, se habían negado a firmar los papeles. Gerechter resolvió la situación rápidamente, ya que en vez de explicar a los religiosos la urgencia que existía para firmar los papeles o contarles a los oficiales de inmigración por qué los estudiantes se negaban a firmar, escribió directamente Shabat en los papeles, con lo cual los estudiantes fueron autorizados a pasar.
El relato de Sidline es valioso, además, porque recupera las consideraciones acerca del buen trato de los japoneses hacia los refugiados judíos, que fueron bienvenidos por los residentes de Japón, quienes les obsequiaron comida, ropa y dinero, los proveyeron de fruta fresca para las fiestas y los médicos japoneses, por su parte, no les cobraron nada cuando los atendieron. Sus afirmaciones en torno a la amabilidad y generosidad de los habitantes de Japón con los judíos coinciden con las valoraciones de quienes experimentaron estas vivencias, es decir, con las impresiones de los mismos refugiados. Ciertamente, es factible sugerir que el buen trato y la hospitalidad de los habitantes de Japón hacia los judíos en su tránsito y estadía durante la guerra, así como la ayuda y solidaridad de los integrantes de la comunidad judía de Kobe se reflejaron en numerosos testimonios de refugiados que atravesaron estas vivencias durante la guerra. Y si bien no siempre fueron reconocidas explícitamente, las intervenciones de los hombres y las mujeres que conformaron el Jewcom y su ayuda a los refugiados formaban parte de estas apreciaciones. De lo anterior se hizo eco la historiografía sobre el tema que, por ejemplo, apuntó la proximidad entre los refugiados y los miembros del Comité, unidos no tanto por relaciones de autoridad institucional, sino por vínculos sociales y de familiaridad (McDonald, 2019: 54). Y no resulta tan descabellado pensar que la cercanía y los lazos entre los refugiados y los miembros del Comité contribuyeron también al éxito de sus gestiones.
Las percepciones de los refugiados sobre el buen trato recibido en Japón y las valoraciones en torno a la ayuda otorgada por los japoneses al permitir la migración judía desde su territorio requieren agregar algunas cuestiones. Por un lado, es factible situar el accionar de Japón hacia los refugiados judíos en el marco más amplio de su trato a los extranjeros en general. Por otro lado, es relevante añadir que Japón no siguió las políticas racistas del nazismo, con lo cual no persiguió ni se propuso exterminar a la población judía como sí lo hicieron los nazis y sus colaboradores en Alemania y otros países europeos. Ahora bien, el papel de Japón en el salvataje judío no excluye su responsabilidad por los crímenes y las atrocidades cometidas durante la guerra, especialmente contra la población civil china y coreana.
Itinerarios de escape y migración
De los poco más de dos mil judíos polacos que recorrieron la ruta de escape analizada en este trabajo, y con el fin de ahondar en el componente humano de los viajes y migraciones, a continuación me ocuparé de los periplos de Itzjac Kobryniec y Nejome Werchow, quienes compartieron un largo trayecto durante su viaje de huida desde Polonia. En el caso de Nejome, ella ansiaba llegar a Tucumán, provincia del noroeste argentino donde se encontraba su marido, Moishe Werchow, también judío polaco, quien hacia 1937 había llegado con su familia dejando atrás su pueblo, Wisokie Listew. Para Icek, su horizonte se encontraba en Buenos Aires, capital del país sudamericano donde lo esperaba su prometida.
Para analizar el itinerario de Icek me baso, especialmente, en la entrevista realizada en 1982 por Estela Gurevich y conservada en la Biblioteca Nacional de Israel, información complementada y completada con los datos obtenidos de los documentos recopilados en la Colección Papeles de Anatole Ponevejsky,20 quien fue el presidente del Comité de Asistencia a los Refugiados en Kobe, que documentan la asistencia que recibió como refugiado.
Para reconstruir y examinar la historia de Nejome me apoyo en diversas fuentes. Una de estas es la entrevista de Elisa Cohen de Chervonagura a Nejome Werchow, conservada en el archivo familiar privado de Nejome Werchow (AFPN) y los papeles migratorios, tanto de ella como de su esposo, que forman parte del mismo acervo. También fueron clave los materiales referidos al refugio de Nejome en Vilna, contenidos en el JDC (el Joint), American Jewish Joint Distribution Committee Archive y en el USHMM. Otra fuente clave para reconstruir y explorar la trayectoria de Nejome fue su diario de viaje, manuscrito redactado originalmente en ídish y cuya traducción al castellano se publicó como anexo al libro El viaje de Nejome. Refugiados judíos en la Segunda Guerra Mundial, de Vanesa Teitelbaum.
Escape del hogar
El 24 de diciembre de 1939, aprovechando la noche y como era usual en los itinerarios de huida, Nejome Werchow, cuyo apellido de soltera era Zaluski y quien tenía entonces 25 años, se despidió de sus padres y se dirigió clandestinamente hacia la frontera con Lituania. Con la angustia y la tristeza que significaba dejar a sus seres queridos, abandonó su hogar y en compañía de dos amigas y otros jóvenes inició el difícil y riesgoso trayecto de escape en medio de la contienda bélica. Siguiendo los datos aportados por unos estudiantes de la yeshivá, el pequeño grupo de jóvenes consiguió llegar en tren a Grodno. Contaban con la dirección de una persona que los podría recibir una noche y fue así que se quedaron ahí, aunque las amigas de Nejome al parecer no pudieron continuar el viaje y regresaron a su ciudad.21
Era pleno invierno y el escape implicaba atravesar canales helados y bosques nevados. Sin embargo, eso no impidió al pequeño grupo, constituido por tres personas además de Nejome (dos estudiantes de la Universidad de Vilna y una mujer), continuar la travesía y apoyarse mutuamente en los momentos de debilidad y agotamiento. Helados y guiados por el agricultor que los transportaba en carros cubiertos por paja y alfalfa, llegaron a la casa de este hombre en Lituania, donde se escondieron.
Por su parte, Icek Kobryniec también huyó desde Kobryn y, como Nejome, ansiaba llegar a la Argentina, donde –como ya dijimos– vivía su prometida con quien pensaba reunirse luego de la travesía. De esta forma, albergando las esperanzas de un próximo reencuentro y con la ilusión de salvarse de la guerra y de las tragedias que se avecinaban, se separó de sus padres y emprendió su marcha hacia el Este. Alertado por la llegada de los rusos que, según se comentaba, baleaban y atacaban a los habitantes de Kobryn, y esperanzado con la noticia de que se podía escapar a través de Lituania, Icek dejó atrás su ciudad y emprendió la huida. Este era su segundo intento. En un escape anterior, vencido por el cansancio producto de una extensa caminata, había decidido retornar a Kobryn. Sus recuerdos acerca de aquella fracasada experiencia evocaban los aviones que sobrevolaban sobre quienes huían y las bombas que caían sobre las personas, en su mayoría jóvenes, que se arriesgaban a estos escapes en plena guerra.22 Por suerte, la segunda vez fue diferente, Icek –esta vez junto con Nejome y los otros jóvenes– logró pasar la frontera y llegar a Lituania. Para conseguirlo habían empleado distintos transportes: fueron escondidos en un tipo de carro que se usaba para andar en la nieve, anduvieron en tren y caminaron por bosques helados.23
El exilio en Vilna
Alrededor del 10 de enero de 1940 el grupo llegó a Vilna. A través de un conocido de sus amigas, que estudiaba en una de las yeshivot que existían en la ciudad, Nejome consiguió alojamiento. Se hospedó con la familia Lukashok que, a pesar de esperar recibir a un varón, la albergó en su casa, brindándole además consejos y orientaciones para moverse por la ciudad. Al igual que Nejome, Icek también se alojó en casa de una familia, a la cual pudo llegar a través de conocidos de otros refugiados, según expresaba en su testimonio.
Los judíos que llegaron a Vilna no contaban por lo general con los documentos requeridos para emprender sus viajes y dejar atrás la Europa en guerra. En consecuencia, debían tratar de conseguirlos, lo cual requería numerosos intentos en los consulados y embajadas, insistentes búsquedas que muchas veces desembocaban en fracasos y los obligaban a renovar sus esfuerzos. El invierno, los días de viento y los horarios de madrugada caracterizaban las largas esperas frente a las oficinas diplomáticas. Como narraba Icek, ellos esperaban horas y horas en el frío, pero todos los días tempranito hacían invariablemente la fila, aguardando la llegada del embajador o el cónsul.
Ellos sabían, o al menos podían presentir, que lo que estaba en juego con la obtención de esos papeles era nada menos que la posibilidad de salvarse, de continuar con vida. En numerosas ocasiones les ganaba el desconsuelo y la desesperanza. En esos momentos era clave el apoyo, la compañía y el aliento mutuo entre los refugiados. Así, por ejemplo, tras los infructuosos intentos de conseguir sus documentos en Kaunas, Nejome se sentía angustiada y profundamente preocupada. Según comentaba Icek, refiriéndose a este episodio, “la chica, su esperanza, era llegar y lloraba. Yo le decía: ‘no te preocupes. Vamos a volver’. Entonces fuimos de vuelta a Vilna”.24
Mientras trataban de obtener los papeles migratorios, el tiempo transcurría y los refugiados debían asegurar su subsistencia. Así, durante el prolongado periodo que duró la estancia en Vilna, que generalmente traspasó el año, fue vital el respaldo brindado por organismos de socorro como el Joint. Además, fue clave el papel que desempeñó la Sociedad Hebrea de Ayuda al inmigrante, conocida como HIAS, institución fundada hacia 1900 y que, si bien había sido creada para sostener las necesidades del ritual de entierro judío, se abocó después al campo de la asistencia a las comunidades judías de Europa afectadas por la Primera Guerra Mundial, como indica Ariel Raber (2020).
Para los refugiados fueron esenciales las ayudas recibidas por parte de estas instituciones americanas, mediante alimentos, dinero o conexiones. Tal como se reveló en los testimonios consultados, los refugiados asistían diariamente a los comedores populares organizados por estos organismos. A través de estas instituciones y de la ayuda de particulares también consiguieron trabajos temporales que les permitieron mantenerse mientras vivían en Vilna. Asimismo, los refugiados apelaron a otras estrategias para ganarse la vida y reunir algunos fondos. Por ejemplo, Nejome trabajó durante un tiempo en el reconocido Instituto Científico Judío (YIVO), creado en 1925 en Vilna,25 y se abocó también al tejido de suéteres. No olvidemos que los judíos polacos llegaron a Vilna en arriesgados y complejos recorridos. Habían viajado hasta allí tras huir rápidamente de sus ciudades y pueblos y, por lo tanto, no era mucho lo que habían podido llevar con ellos. Incluso el dinero que algunos tenían ya había sido gastado en solventar los escapes y escondites o bien se habían tenido que desprender de la plata al enterarse de la inseguridad que implicaba en el devenir de la guerra transportar ciertas monedas como los rublos que les podían ser arrebatadas, tal como se reflejó en la historia del viaje de Nejome (Teitelbaum, 2021: 298). En todo caso, y más allá de las experiencias singulares, eran miles los que prácticamente no habían podido llevarse nada en las fugas. Carecían de recursos económicos y materiales y se encontraban en una situación de gran precariedad y vulnerabilidad como refugiados. De esta manera, la ayuda organizada institucionalmente, las redes informales de solidaridad entre conocidos y el apoyo de los familiares en Europa fueron eslabones medulares para su subsistencia, la migración y por ende su salvación. Asimismo, fue fundamental el rol de ciertos funcionarios diplomáticos y el respaldo de los parientes que vivían al otro lado del océano, quienes en algunos casos contribuyeron a su rescate al gestionar y enviar documentos imprescindibles.
El tránsito por Rusia a Japón
Cuando finalmente consiguieron sus papeles, los refugiados abandonaron Vilna y se trasladaron hacia el extremo oriental de Rusia, a Vladivostok. Para ello, abordaron el tren Transiberiano Express que recorría prácticamente todo el territorio ruso hasta llegar a Vladivostok. El viaje, pagado mayormente por el Joint, les permitió a miles de ellos salvarse por esta vía. El propósito final de este recorrido era llegar a Japón y desde allí abordar los barcos hacia diferentes destinos. Algunos lo consiguieron primero, otros más tarde. Por lo general, quienes no habían conseguido las visas para sus destinos finales y se encontraban en Kobe para mediados del año 1941 fueron enviados por las autoridades japonesas a Shanghái, donde debieron esperar hasta el final de la guerra y los años siguientes para lograr migrar hacia otros territorios fuera de Europa, como Estados Unidos, Canadá, el Mandato Británico en Palestina y algunos países de América Latina.
Veamos con detalle el desenlace de algunas de estas trayectorias de huida. Para ello, volvamos a las historias de Nejome e Itzkaj, quienes entre finales de febrero y comienzos de marzo de 1941 dejaron atrás Lituania y tomaron el tren Transiberiano para llegar a Vladivostok. Nejome, con la ayuda de un amigo, había logrado copiar el sello de una visa japonesa. Además, reunió el dinero que necesitaba para comprar el boleto gracias al préstamo de un conocido y a la ayuda recibida del Joint.
En el tren que llevó a Nejome a Vladivostok también viajaba Icek. Los dos compartieron el periplo que duró aproximadamente doce o trece días y durante el cual atravesaron un extenso territorio que bordeaba el espacio fronterizo con Manchuria, Mongolia, Url y Birobidzhan. Al llegar a Vladivostok, descendieron del tren y trataron de obtener la visa japonesa, imprescindible para abandonar Rusia. Pero solo Nejome y otras siete personas del total de 27 que ese día bajaron del ferrocarril recibieron el documento migratorio. En ese momento, los refugiados se enteraron del inminente cierre del consulado y supieron que todos los documentos, incluidas las fotos presentadas por ellos, así como el dinero que ya habían pagado, serían devueltos. Según anotaba Nejome en su diario, entre estos casos se encontraba el de su conocido, Icek (Werchow, 2022: 80-81).
Fue en ese momento cuando los caminos se bifurcaron. Mientras Icek debió permanecer en Rusia, sin poder aún migrar a la Argentina, Nejome, al recibir la visa de tránsito japonesa, logró viajar hasta el país nipón el 21 de marzo de 1941. Una vez que ella llegó al puerto japonés de Tsuruga fue acompañada, como el resto de los refugiados judíos, hasta Kobe, otra ciudad portuaria japonesa, por el representante del Comité Judío de dicha ciudad.
Los registros sobre Japón que Nejome vertió en su diario fueron elogiosos. Fue allí donde, gracias a la intervención del delegado del Comité Judío de Kobe, el Sr. Gerechter, ella consiguió sus papeles en el consulado de Yokohama, otra ciudad japonesa. “Ya hacía mucho que no sentía que yo fuera algo”, anotaba en su diario (Werchow, 2022: 83). Estas elocuentes palabras, que traslucían el cansancio y las decepciones acumuladas, al tiempo que revelaban el alivio y la emoción de sentir nuevamente el apoyo, la solidaridad y el entendimiento por parte del prójimo, fueron escritas por Nejome luego de su encuentro con el cónsul argentino en Yokohama, Alfredo J. Ambrossoni. El cónsul, además de tratarla con amabilidad y cortesía, le entregó los documentos que durante tanto tiempo ella había esperado.
Después de la desilusión y el fracaso experimentado en Kaunas, donde no había podido obtener la visa, Nejome se sentía esperanzada y reconfortada con el buen trato recibido. Entre sus manos tenía por fin su constancia de casada, el certificado de salud, el comprobante de buena conducta y su pasaporte polaco. Además, todos los papeles contaban con el sello del Permiso de Desembarco, trámite exigido entonces por las autoridades argentinas para poder ingresar al país.26
Los papeles obtenidos auguraban su esperada salida de Europa y del horror en que esta se había convertido. En ese contexto, y mientras su viaje hacia Argentina estaba cada vez más cerca, Nejome reflexionaba en su diario sobre sus experiencias y, en especial, criticaba a Rusia y manifestaba su admiración por Japón.
Yo no me había imaginado que conocería un país asiático, Japón. Debo anotar que es un país maravillosamente bello, su naturaleza es extraordinaria. Me fue entregado lo que vive y estimula eternamente. Todo es conducido en forma tan puntillosa y silenciosa. No hay ningún grito de mujer. Todo se desplaza tan parsimoniosamente. Todo se mueve con un tempo rápido. La sexta parte del mundo, Rusia, puede avergonzarse frente a la pequeña economía japonesa. Todo es propiedad privada y avanza. No hay ni un pedacito de tierra que no esté ordenado. Por qué vos, Rusia, arrasas un territorio así como Siberia para expulsar personas y ejecutarlas, por qué no te interesa que la tierra sea sembrada con granos, para que no se tenga que esperar en filas por un pedacito de pan Japón le hace la guerra actualmente a China, hay muy poco pan, se lo reparte entre la población con tanta tranquilidad y unidad, mientras que vos, Rusia, aturdís las cabezas de todos con tus habladurías (Werchow, 2022: 83-84).
En su diario Nejome elogió a Japón y destacó las bondades de su economía y organización social. Paralelamente, criticó y evocó con enojo sus vivencias negativas con los diplomáticos soviéticos y, fundamentalmente, dejó asentado su enérgico rechazo a la política soviética durante la época. Sus impresiones favorables sobre Japón no pueden separarse de las exitosas gestiones para su viaje.
Para los refugiados judíos, Kobe, Yokohama, Tokio, fueron ciudades asociadas a lo positivo, a la esperanza, ya que los diplomáticos y los representantes de asociaciones judías que actuaron en Japón, como el Comité de Asistencia a los Refugiados de la Comunidad Judía de Kobe, junto con el apoyo de organismos internacionales como el Joint, fueron los actores institucionales claves que contribuyeron a su migración.
El viaje a Argentina
El 30 de abril de 1941, después de permanecer un mes en Japón, Nejome embarcó rumbo a Argentina. En el puerto de Kobe subió a bordo del Africa Maru, un barco japonés de carga y de pasajeros que la condujo hacia Argentina.
Tras un poco más de dos meses de travesía, finalmente, en julio de 1941, Nejome llegó a Buenos Aires. Después de largos y dramáticos cuatro años de no verse, el matrimonio pudo volver a reunirse. Moishe, su esposo, había viajado desde Tucumán a la capital del país para recibirla y a los dos días, luego de unos pocos trámites, se dirigieron en tren hacia aquella provincia norteña donde Nejome reconstruyó su vida.
Cuando Nejome concluye su diario de viaje, en noviembre de 1946, probablemente no sabía que su conocido, Icek, también había logrado llegar a la Argentina. Pero antes, Icek tuvo que permanecer un tiempo en Vladivostok, en Rusia, viajar después a la ciudad portuaria china bajo dominación japonesa, Shanghái y, por último, trasladarse a Japón, desde donde pudo concretar su viaje a la Argentina.
En la Colección Papeles de Anatole Ponevejsky del USHMM, entre las listas de ayudas que recibieron los refugiados judíos, las cartas y otros documentos que circularon entre los representantes del Joint y los dirigentes del Comité de Asistencia a los Refugiados en Kobe, localicé una nota en la cual figuraba Icek Kobryniec como uno de los casos que requerían consideración especial. Dicha solicitud se fundaba en el hecho de que él tenía una visa argentina, contaba también con el ticket para el barco, pero carecía de la visa de tránsito japonesa.27
A partir de estas fuentes, confirmamos que, al carecer del documento requerido para continuar el viaje, Icek debió quedarse más tiempo en Vladivostok. Allí contó con el respaldo del Joint, tal como se reveló en otros materiales, como los resguardados en el archivo de esta organización. En particular, en su acervo localizamos las listas de las ayudas otorgadas en Vladivostok por el Comité de Asistencia a los Refugiados. Uno de esos documentos corresponde a una nota fechada el 27 de mayo del año 1941, la cual indica la asistencia brindada a Icek.28
Después de Vladivostok, Icek fue a Shanghái. Sin embargo, las circunstancias del viaje no quedan claras. En su testimonio afloran sus recuerdos, pero varios de estos eran confusos, probablemente por el paso del tiempo. En todo caso, al relatar su periplo, Itzjaj rememoraba:
Shanghái estaba todavía como un puerto libre. Cuando llegamos nos instalaron a cada uno viviendo entre familias y el comité este se enteró de que hay en Japón una visa –yo no sabía, que tengo o no. No te preocupes Itzele, le había dicho según recordaba, el Sr. Levin, de dicho Comité, hay para vos una visa. Y luego le explicó que tenía que ir primero a Yokohama, en Japón, y allí el cónsul argentino le entregaría la visa.29
Aproximadamente un mes estuvo Icek en Shanghái hasta que finalmente viajó a Japón. El hambre que había sufrido mientras se trasladaba desde allí a Japón formó parte de sus recuerdos sobre aquella travesía. Según narraba, él había tenido que tomar un barco hacia la India, creía que a Calcuta. “En Shanghái, por ejemplo, usted conseguía de todo. De Japón de donde se conseguía menos carne, mucho pescado, pero por lo menos se conseguía. Digamos que dejamos un mundo y yo sufría de hambre”.30
De acuerdo con su testimonio, Icek permaneció en Shanghái entre 20 días y un mes, luego fue a Japón y desde allí, finalmente, embarcó a Argentina. A bordo del barco japonés llamado Buenos Aires Maru, Icek llegó a Buenos Aires. La fecha de su ingreso al puerto fue agosto de 1941, un mes después de la llegada de Nejome al país. Ambos se habían salvado, al huir de su ciudad en plena guerra y lograr migrar a la Argentina. Atrás quedaba Polonia y la guerra.
Conclusiones
En estas páginas, mostramos los recorridos de judíos polacos que lograron salvarse gracias a la migración desde Japón y otros, más tarde, desde Shanghái, al finalizar la guerra. Dos de ellos fueron Icek y Nejome, quienes, como otros hombres y mujeres que huyeron de sus ciudades y pueblos en busca de un lugar donde resguardarse, sintieron durante sus desplazamientos y exilios cansancio, temor, angustia, dolor e incertidumbre.31 Además, los caminos estaban plagados de peligros y de obstáculos para quienes se arriesgaban a emprender las huidas y buscaban la migración.32
Los documentos migratorios requeridos y el dinero para costear los boletos durante los numerosos tránsitos que debieron afrontar hasta finalmente salir de la Europa en guerra fueron algunas de las aspiraciones más preciadas durante esas trayectorias de escape de los refugiados. Visas de tránsito, visas para el destino final, pasajes en tren, en barco, permisos de desembarco, formaban parte de ese universo de papeles requeridos que, en el contexto de la guerra, eran sumamente difíciles de conseguir. Para quienes finalmente los obtenían se abría entonces una puerta de esperanza e ilusión que fue la otra cara de las emociones y los sentimientos de los refugiados. Alivio, agradecimiento, asomaban entonces y, con estos sentimientos retornaban las sensaciones de valía, de recobrar la autoestima, la confianza.33 En estos pasajes del temor y el dolor al reconfortarse y alimentar sueños, los actores que participaron de las redes de asistencia y ayuda a los refugiados desempeñaron un papel nodal. El cónsul que entregó a Nejome sus documentos migratorios, el funcionario que otorgó sus papeles a Icek se replicaban en numerosos y distintos sitios con otras figuras, otros nombres, otras vidas que podían continuar gracias a sellos, firmas y papeles.
Los hombres y mujeres que formaron parte del Comité de Mujeres y del Comité de Asistencia a los Refugiados jugaron un rol clave y fueron una instancia fundamental para encauzar y apuntalar la lucha de los refugiados para salvarse. De acuerdo con lo analizado en este trabajo, los miembros de la comunidad judía de Kobe fueron las caras visibles que ayudaron a los judíos polacos en su tránsito hacia los diferentes destinos que les permitieron migrar.
Los respaldos plasmados en recursos económicos, techo, comida, gestiones diplomáticas y políticas, en los que también intervinieron familiares y conocidos en los países a los que se intentaba migrar,34 y donde jugaron un rol esencial los representantes de las principales agencias de ayuda como el Joint y los hombres y mujeres de la comunidad judía de Japón, a través del comité conformado para auxiliar a los refugiados, se desenvolvieron en un trasfondo más amplio y nodal para la concreción de estas redes de asistencia. En ese periodo corto pero significativo que se abrió entre mediados de 1940 y 1941, las relaciones de Rusia y de Japón –que a pesar de luchar en bandos opuestos en la guerra, no estaban directamente enfrentadas entre sí– y la todavía no intervención directa de Estados Unidos en la contienda bélica jugaron un rol determinante en estas experiencias de rescate. En tal sentido, y volviendo a una de las hipótesis planteadas al inicio del artículo, el desarrollo de la guerra, las alianzas y los acuerdos entre los países beligerantes y las decisiones que en cada coyuntura tomaron los actores ocuparon un espacio protagónico en estas acciones que finalmente condujeron a la salvación judía desde Kobe y, más tarde, desde Shanghái.
En síntesis, y para concluir, en esta ruta de escape fueron indispensables los comités de asistencia al refugiado, como el de Kobe, y los organismos de socorro internacional, principalmente el Joint, que desempeñaron un rol esencial al otorgar ayudas y contribuir al rescate judío a través de diversas manifestaciones de asistencia, que incluían el envío de fondos para el pago de boletos, la provisión de comida y vestimenta, la intercesión ante funcionarios de gobierno y diplomáticos, entre otras acciones. En la actualidad, Chiune Sugihara, que había sido cónsul japonés en Kaunas y emitido miles de visas para los judíos polacos, se convirtió en una figura objeto de múltiples reconocimientos.35 En contraste, llama la atención el poco espacio concedido a las mujeres y los hombres de la comunidad judía de Kobe, quienes desempeñaron un papel clave en el auxilio a los refugiados judíos de la Segunda Guerra Mundial. Pero esto constituye ya objeto de otro trabajo.
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Sobre la autora
Vanesa Teitelbaum es Doctora en Historia (El Colegio de México, México) e Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el ISES (CONICET/UNT). Su línea de investigación más reciente aborda las trayectorias de los refugiados judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Entre sus publicaciones se destacan El viaje de Nejome. Refugiados judíos en la Segunda Guerra Mundial (Tren en Movimiento, 2022), Entre el control y la movilización. Trabajo, honor y solidaridades artesanales en la ciudad de México a mediados del siglo XIX (El Colegio de México, 2008) y Las comunidades de inmigrantes en Tucumán: mundo asociativo, fiestas y trabajo (Imago Mundi, 2017).
https://orcid.org/0000-0003-0906-8872
About the author
Vanesa Teitelbaum holds a PhD in History (El Colegio de México, Mexico) and is a Researcher at the National Council for Scientific and Technical Research (CONICET), based at ISES (CONICET/UNT). Her most recent line of research deals with the trajectories of Jewish refugees during the Second World War. Her publications include El viaje de Nejome. Refugiados judíos en la Segunda Guerra Mundial (Tren en Movimiento, 2022), Entre el control y la movilización. Trabajo, honor y solidaridades artesanales en la ciudad de México a mediados del siglo XIX (El Colegio de México, 2008) and Las comunidades de inmigrantes en Tucumán: mundo asociativo, fiestas y trabajo (Imago Mundi, 2017).
1 Report of the Activity of The Committee for Assistance To Refugees. The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), July 1940-November 1941, Kobe, 1942. Colección Papeles Anatole Ponevejsky. Serie Informes. United States Holocaust Memorial Museum (USHMM).
2 Como señala la especialista francesa Annette Wieviorka (2017: 25), a finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, en el transcurso de la discusión acerca de cómo referirse a la destrucción de los judíos en Europa por los nazis, el debate se entabló entre quienes proponían el uso del vocablo Holocausto, que significa sacrificio por el fuego, y aquellos que se inclinaban por el término Shoá, palabra en hebreo que puede traducirse como catástrofe. Actualmente, las discusiones disminuyeron y, por lo general, el concepto de Shoá se utiliza en Francia y en Israel, mientras que Holocausto se emplea frecuentemente en el mundo anglosajón y en el grueso de los trabajos e instancias internacionales.
3 Shatzkes (1991: 265); Emigration from Japan, July 1940-November 1941. JDC Archives, List of 9064 refugees located in Vilnius, March 1, 1940 (Carta enviada al American Joint Distribution Committee en Nueva York por el Sr. Tarashtzhanski, el 4 de febrero de 1940, desde Vilna). USHMM.
4 En total, se calcula que durante el Tercer Reich América Latina recibió aproximadamente entre 90.000 y 100.000 refugiados judíos y, de esta cifra, el mayor número correspondió a la Argentina, donde llegaron entre 32.000 y 39.000 refugiados judíos, según Haim Avni (2003: 25).
5 Cientos de miles de judíos polacos consiguieron salvarse del Holocausto al transitar, permanecer o huir desde el territorio soviético. Al respecto, Edele, Warlik, Goldlust, Fitzpatrick y Grossmann (2017) sostienen que si bien los números son aún objeto de discusión, es muy probable que 200.000 judíos polacos lograran salvarse al atravesar, quedarse o escapar desde territorio soviético. Dentro de este contexto más amplio, afirman estos especialistas, probablemente fueron miles los que escaparon a través de varias rutas desde Lituania. Una “incesante corriente fluía hacia el Este”, escribe, por su parte, Simja Sneh en su obra testimonial Sin rumbo, que se publicó por primera vez entre 1947 y 1952 y que en 2015 se reeditó como una antología.
6 Meron Medzini (2016: 119), por su parte, apunta que “cuando Alemania invadió la parte de Polonia que le había sido asignada en virtud del pacto ruso-alemán de agosto de 1939 y la ocupó en una campaña relámpago en septiembre y octubre de ese año”, aproximadamente 15.000 judíos escaparon de Polonia hacia Lituania, que era formalmente independiente, pero en realidad estaba bajo la dominación soviética, de acuerdo con el Pacto Molotov-Ribbentrop que les daba a los soviéticos el control efectivo de la parte oriental de Polonia y de los tres estados bálticos.
7 List of 9064 refugees located in Vilnius, March 1, 1940. JDC (el Joint). American Jewish Joint Distribution Committee Archives. Por su parte, Shatzkes (1991: 265) menciona un número de 10.000 judíos de Polonia en Vilna.
8 Enciclopedia del Holocausto. USHMM.
9 Probablemente en sus historias gravitó la presencia de redes familiares en Argentina, ya que ambos contaban con sus parejas allí (en el caso de Nejome, su esposo y en el de Icek, su prometida). Dentro de esos parámetros también podemos mencionar a Dina Ovsejevich –cuya historia analizó Diana Wang (2018)–, quien junto con su familia logró salvarse a través de esta misma vía de escape y arribó a Argentina el 9 de julio de 1941 en el mismo barco que llegó Nejome. El padre de Dina contaba con su madre y hermanos viviendo en el país, lo que seguramente facilitó la obtención de los papeles (Teitelbaum, 2022: 34-35).
10 HICEM_KOBE BRANCH, The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim), Committee for Assistance to Refugees. Abril 27, 1941 y Mayo, 11, 1941. Colección Permanente Papeles Anatole Ponevejsky. USHMM.
11 HICEM-KOBE Branch. The Jewish Community of Kobe (Ashkenazim). Committee for Assistance to Refugees. Colección Papeles Anatole Ponevejsky. USHMM.
12 Según estudios disponibles sobre el tema, ellos habían escapado de Mir a Vilna y luego a Keidan en Lituania. A fines de 1940 habían obtenido visas para viajar desde Keidan, que entonces pertenecía a la República socialista de Lituania, a través de Siberia y Vladivostok hacia Kobe, en Japón. En noviembre de 1941, los japoneses enviaron a este grupo y al grueso de los refugiados judíos que permanecían en Japón a Shanghái.
13 Estudioso de este tema, Efraím Zuroff (2022) señala que la principal organización ortodoxa de Estados Unidos en ese momento, Agudat ha-Rabbanim, convocó en noviembre de 1940 a una reunión de emergencia para atender los problemas de las yeshivot devastadas por la guerra. Este comité, que finalmente se convirtió en Vaad ha Hatzalah (o Vaad Hazolah, como se la conocía popularmente), se propuso ayudar a la emigración de las yeshivot y recaudar fondos para los estudiantes y rabinos de Vilna.
14 Por su parte, Bauer (1981:122) menciona cómo la organización ortodoxa de rabinos, nucleada en la Agudat ha-Rabbanim, presionaba para conseguir la reubicación de las yeshivot en Estados Unidos, pero esto no se logró. En agosto de 1940, una conferencia entre los líderes de las principales organizaciones judías en Estados Unidos resolvió que podían atender la migración de 300-500 miembros de las yeshivot, pero no una reubicación completa.
15 Zerach Warhaftig (1906-2002) fue un conocido dirigente judío, de profesión abogado, que intervino activamente en el rescate de judíos polacos a través de Japón. Él mismo formó parte de los refugiados judíos que se salvaron a través de esa ruta de escape, al conseguir llegar por esa vía a Estados Unidos en 1941. La participación de Warhaftig en el rescate judío se puede ver en varios trabajos, por ejemplo, el de Andrew Jakubowicz (2017).
16 Situation of the Jewish refugees in Japan. Report send to The World Jewish Congress. Recuperado de https://collections.yadvashem.org/en/documents/6381991.
17 Situation of the Jewish refugees in Japan. Report sent to The World Jewish Congress. Recuperado de https://collections.yadvashem.org/en/documents/6381991.
18 Entrevista con Leo Hanin. (28 de junio de 1989). RG-50.030*0090. USHMM.
19 John era nieto de la hermana de Anatole Ponevejski, Esther Ponevejski, casada con Moise Moiseeff.
20 Anatole Ponevejsky (1900-1960) nació en la ciudad de Irkutsk, en Siberia. En 1935 se asentó en Kobe junto con su familia y organizó la comunidad judía, creando un centro comunitario. Entre 1940 y 1941, contribuyó a coordinar un esfuerzo masivo de socorro para los refugiados judíos polacos que llegaron a Kobe. En abril de 1941 se trasladó a Estados Unidos y desde allí continuó su trabajo de ayuda a los refugiados en Japón y en China. Su esposa y sus hijas no habían podido seguirlo, debieron permanecer en Manila y tuvieron que esperar hasta el fin de la guerra para llegar a Estados Unidos (Documentos de Anatole Ponevejsky. USHMM).
21 Elisa Cohen de Chervonagura. (s.f.). Historia de un largo camino. Entrevista inédita a Nejome Werchow. Archivo Familiar Privado Nejome (AFPN). No se sabe qué pasó con las amigas de Nejome.
22 Son abundantes los testimonios de aquellos que salían de sus ciudades y pueblos y que describen los peligros y la confusión durante los momentos de escape durante la guerra.
23 Entrevista de Estela Gurevich a Ytzjak Kobrinietz. (1982). The National Library of Israel. Así fue registrado su nombre en la entrevista y decidimos citarlo de este modo al mencionar esta fuente. Sin embargo, en el resto del artículo nos referimos a él como Icek Kobryniec, ya que así figura en otros documentos consultados. Asimismo, interesa señalar que ese es el modo en que utilizan su apellido en Argentina sus familiares, tal como se desprende de las conversaciones mantenidas con su hijo Manuel Kobryniec, a quien agradezco la información brindada.
24 Entrevista de Estela Gurevich a Ytzjak Kobrinietz. (1982). The National Library of Israel.
25 En 1928 se había creado una sede del YIVO en Buenos Aires, conocida como IWO y que actualmente sigue funcionando.
26 Ambasada Rzeczypospolitej Plskiej W Tokio, Embassy of The Republic of Poland Tokyo, N° 729/J/184; Yokohama Tokuda Byoin (Hospital “Tokuda” de Yokohama), Certificado de Sanidad; Ambasada Rzeczypospolitej Plskiej W Tokio, Embassy of The Republic of Poland Tokyo, N° 729/J/184 y Paszport Rzeczpospolita Polska, Ser. II. N° 290665. AFPN.
27 Serie 3, Materiales Impresos, 1941-1942. Colección Permanente Papeles Anatole Ponevejsky. USHMM.
28 Committee for Assistance to Refugees, Kobe, Japan, May 27, 1941. JDC (el Joint). American Jewish Joint Distribution Committee Archives.
29 Entrevista de Estela Gurevich a Ytzjak Kobrinietz. (1982). The National Library of Israel. Se respetó la grafía de la fuente.
30 Entrevista de Estela Gurevich a Ytzjak Kobrinietz. (1982). The National Library of Israel.
31 Estudios sugerentes sobre el tema de las emociones de los refugiados judíos polacos son, por ejemplo, el de Mariusz Kalczewiak (2019), quien señala que aquellos que trataron de escapar actuaron empujados por el miedo, la desesperación y la necesidad. En el caso de los refugiados judíos alemanes que llegaron a Argentina, Dora Schwarzstein (1999: 117 y 130) menciona el dolor, la culpa, la angustia que sintieron ante sus familiares que habían quedado en Europa.
32 Como analiza Yael Siman (2021: 36-37) para México, los refugiados atravesaron experiencias traumáticas ante la necesidad constante de escapar, las posibilidades que enfrentaban de ser denunciados, la inseguridad de los caminos, el miedo al rechazo de las autoridades fronterizas, la falta de alimentos y el hambre, que se conjugaban generando una sensación de vulnerabilidad extrema.
33 En esa tónica, resulta estimulante el libro de Leo Spitzer sobre los refugiados judíos alemanes que migraron a Bolivia. Como apunta Spitzer, basándose en el diario del refugiado Arthur Popp, ellos al dejar de forma forzosa su tierra y llegar a la nueva patria sintieron “alivio y agradecimiento por haber salido vivos aunque no siempre intactos”. También sufrieron una inmensa pena ante la separación de familiares y amigos, la pérdida traumática del hogar y las posesiones, la ruptura de su conexión con su lugar de origen, su entorno social y cultural, sus profesiones y sus vidas (Spitzer, 2021: 86 y 92).
34 En tal sentido, y menos visibles, existían los hilos, al otro lado de los océanos, de familiares y conocidos que también se ocupaban de gestionar y enviar documentos para concretar los viajes.
35 Rotem Kowner (2023) analiza en un trabajo sugerente los distintos intereses que confluyen en las conmemoraciones transnacionales alrededor de la figura de Sugihara, especialmente por parte de Israel, Lituania y Japón.