Puro sufrimiento. La vida cotidiana de los soldados en la Segunda Guerra Mundial

Mary Louise Roberts (2023). Buenos Aires: Siglo XXI, 219 pp.

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Universidad de Chile

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Cuando empezamos a caminar, tuve un problema nuevo: […] los calzoncillos me incomodaban. Se me subían todo el tiempo” (Roberts, 2023: 15). Con esta cita, que revela el poco interés de los soldados por los grandes planes y estrategias del desarrollo del conflicto, Mary Louise Roberts inicia Puro Sufrimiento, libro que tiene como objetivo estudiar el aspecto corporal y somático de la guerra.

El texto del 2021, traducido al español en 2023 por Elena Marengo –2° premio internacional del Premio Panhispánico de Traducción Especializada–, se estructura en cinco capítulos que, a modo de ensayos, nos permiten conocer la propia visión de los infantes de los ejércitos estadounidense, británico y, en ocasiones, francés y alemán. El libro contiene, además, cuatro mapas que orientan al lector geográficamente en las campañas europeas.

Con la utilización de una gran cantidad de fuentes documentales, entre las que se encuentran la prensa, memorias de soldados y testimonios del cuerpo médico, la historiadora especialista en la Segunda Guerra Mundial logra adentrarse en las sensaciones de aquellos que sufrieron y continuaron el enfrentamiento bajo el aspecto más crudo de la guerra, la infantería. Para esto, Mary Louise Roberts se centra en las tres campañas situadas hacia finales del conflicto: el invierno de 1943-1944 en las montañas italianas, el verano de 1944 en Normandía y los combates en el noroeste de Europa durante el invierno de 1944-1945.

En esos años Europa no era más que un infierno entre tantos otros […] fue una calamidad física para los soldados y civiles de todas partes, pero el sufrimiento variaba muchísimo según las condiciones meteorológicas, el terreno y el clima, y también dependía del tipo de batalla y lo que se jugaba en ellas” (Roberts, 2023: 19). Los soldados, que habían sido adiestrados en la abstracción del yo y la mecanización de sus cuerpos, se encontraron con una realidad totalmente distinta en el campo de batalla; sus cuerpos y mentes se dañaron debido a los estímulos extremos y desagradables del ambiente. La infantería resultó ser un grupo de seres sensibles y vulnerables, muy distante a los objetivos del alto mando.

El primer capítulo, titulado Los sentidos, tiene como eje central analizar el “significado sensorial”, la generación de cultura a través de estas sensaciones y el “presente focalizado” que se vivió en las trincheras. La autora estudia cómo los soldados reaccionaron a los estímulos que sentían en el campo de batalla y qué significado les daban a estos, reconstruyendo relatos a través del sonido, los olores y la comida. Ya sea a través de la artillería, la putrefacción de los cuerpos, los gritos de dolor o las fantasías frente al desagradable sabor de las mínimas y agrias raciones militares, los soldados lograron construir significado y se orientaron espacialmente en un terreno desconocido. Asimismo, muchas veces generaron cultura a partir de significados morales dados a ciertas sensaciones y enfermedades, como la constante disentería.

La historiadora norteamericana divide el primer capítulo en cinco apartados breves y termina con el desarrollo de dos temáticas de particular importancia –que no pertenecen a sentidos fisiológicos propiamente–, el sexto sentido y el shock. Mencionada de manera recurrente en las memorias de combatientes, la intuición operó como una especie de fuerza benevolente que protegía a los infantes de la muerte. El presentimiento otorgaba un sentido de protección y “ayudaba a dar sentido a lo que sucedía en el frente. Como eran tan vulnerables, los soldados de infantería hacían enormes esfuerzos para superar el miedo que los carcomía” (Roberts, 2023: 55). Por otra parte, el shock o la saturación de los sentidos fue producto de aquella conmoción fulminante, en tanto el cuerpo es incapaz de procesar el paisaje sensorial de ruidos, olores, sabores y presentimientos de muerte. “La omnipresencia del estrés de combate nos recuerda que, en el frente, los sentidos eran sometidos a una violencia extrema” (Roberts, 2023: 56). El shock se configuró como el peor enemigo de los soldados, implicaba la pérdida total de la persona, su transformación en un cuerpo inservible, vulnerable y peligroso para sus compañeros.

A través de las acciones de Bill Mauldin, ganador de dos premios Pulitzer (1945 y 1958), y su famosa caricatura sobre las vivencias de la infantería, Up Front, la historiadora de la Universidad de Wisconsin-Madison construye el segundo capítulo, La suciedad del cuerpo. Desde el siglo XIX la higiene tomó gran importancia en la instrucción militar. Significaba, primero, salud física y segundo, salud moral, por lo que los regimientos imponían reglas estrictas a sus conscriptos sobre la higiene. Hacer la cama, mantener limpio el espacio personal, ducharse y afeitarse todos los días eran sinónimos de disciplina. Pese a esto, la realidad en el campo de batalla era distinta. La falta de agua potable y baños, las condiciones insalubres provocadas por los muertos y la disentería, y las duras condiciones climáticas que generaban trincheras húmedas e inundadas hacían que los soldados fueran “piezas de barro con formas de hombre” (Roberts, 2023: 68).

Willie y Joe, los personajes principales de Up Front, eran dos soldados barbones, siempre cubiertos de barro, con uniformes desgarrados e irónicas bromas frente a las instrucciones de los altos mandos de ducharse y afeitarse. La popularidad alcanzada entre los soldados subvirtió el significado del barro y las ropas desgarradas. La suciedad ya no era sinónimo de humillación y falta de educación –significados clasistas dados durante siglos a la clase obrera–, ahora era un atributo de militares que luchaban de manera heroica y valiente en el frente. Esto ocasionó roces entre la infantería y sus superiores, así como popularidad entre los soldados de retaguardia que hacían todo lo posible para parecerse a aquellos de la primera línea.

El tercer capítulo, titulado Los pies, es de suma importancia para comprender la relación entre los infantes y su cuerpo. Foot soldier [soldados a pie], dough feet [pie de empanada] o footsloggers [arrastrapiés] eran las palabras usadas para referirse a los infantes, todas ellas relacionadas con sus pies. En este capítulo, la autora trata dos problemáticas, la enfermedad “pie de trinchera” y las heridas autoinfligidas. La primera fue una plaga en las trincheras estadounidenses –no así entre los británicos, quienes habían aprendido de su participación durante la Gran Guerra y tuvieron mucho mejor equipamiento para su segundo gran conflicto–. El pie de trinchera se produce principalmente por la falta de higiene en los pies. La constante humedad y poca ventilación provocan inflamación en el pie, generando grietas y heridas, lo que produce un ambiente para la proliferación de hongos y posterior gangrena. Para los altos mandos, el pie de trinchera era un problema estratégico porque atentaba contra el Manpower –noción abstracta que reduce la individualidad del soldado a la de una máquina bélica, es decir, el cuerpo como ejecutor mecánico de violencia–, por lo que los castigos por desobedecer a las instrucciones de mantener la higiene eran constantes, generado una brecha entre el soldado a pie y sus mandatarios militares.

Por otra parte, las heridas autoinfligidas para escapar de la realidad bélica y ser alejado del frente fueron mal vistas por los generales y la tropa. Quienes se autoinfligían heridas fueron calificados de cobardes, dando lugar a la aparición de significados basados en estereotipos de roles de género, como por ejemplo “afeminados”. Las heridas, ya sea autoprovocadas o no, son el núcleo de la vivencia bélica, y este es precisamente el foco del cuarto capítulo. Además de las heridas temidas por los soldados (las que en su mayoría eran provocadas por la artillería), existieron también las heridas ansiadas. Las Blighty touch para los británicos (Million dollar wound para el ejército estadounidense) se convirtieron para muchos soldados en sinónimo de descanso. Caracterizadas por no ser mortales y por ser incapaces de dejar una invalidez de por vida, estas heridas funcionaron como pasaje de salida y sirvieron para que el soldado pudiera tener un pase de descanso en el hospital, lejos de las trincheras. Comer y dormir bien eran una recompensa altísima, por lo que los soldados estaban dispuestos a asumir el riesgo de una pequeña herida de bala.

El cuarto capítulo se destaca por el análisis de la experiencia de los funcionarios de la Royal Army Medical Corps (RAMC). Médicos, enfermeras y camilleros militares tuvieron sus propias vivencias con heridas que no eran propias y que debían tratar, muchas veces, bajo el estrés de la batalla. Muchos médicos, algunos de ellos en Inglaterra a miles de kilómetros del fuego enemigo, vieron en estos heridos posibilidades de progreso profesional en sus carreras, lo que los condujo a realizar investigaciones y publicaciones. Así, las heridas dejaron de ser del soldado y fueron apropiadas por médicos para su propia fama. Pero cuando la herida era mortal, la experiencia de la infantería no terminaba.

Tal vez los cadáveres alteraban la noción de lugar, quebraban la relación entre ‘aquí’ y ‘en ninguna parte’. El cadáver del soldado representaba una persona, pero esa persona ya no estaba presente. Estaba y no estaba ahí; tampoco estaba en ningún otro lugar” (Roberts, 2023: 155). Los cadáveres son el foco del último capítulo, en el que la historiadora inicia su relato con un problema disciplinar, la ignorancia de los cadáveres por parte de los historiadores militares y la gran importancia que estos tienen para el estudio de los vivos.

El Grave Registration Service (GR) era la división encargada de la inhumación de los restos de los soldados estadounidenses muertos en combate; su acción en Francia superó las capacidades del servicio por la gran cantidad de muertos que ocasionó la invasión de los aliados a la Francia ocupada. El trabajo del GR fue criticado por los altos mandos, que siempre buscaron retirar a los muertos de manera inmediata, como parte de la estrategia bélica de mantener la moral de sus soldados, ya que ver muertos quebraba el Manpower. Este último capítulo muestra una forma distinta de ver a los muertos, desde el civil francés y la GR hasta los soldados de infantería que se veían identificados con el cuerpo muerto y veían en él un posible futuro, independientemente del bando.

A lo largo de sus cinco capítulos, el libro ofrece una segunda lectura que es la más interesante de desentrañar. La autora analiza ciertas relaciones entre estamentos de la jerarquía militar que revelan dinámicas conflictivas similares a problemáticas de clases sociales. Se menciona incluso que la gran mayoría de los soldados de infantería, que a su vez son soldados rasos, pertenecían a un estrato social bajo y proletario, mientras que el alto mando formaba parte de los sectores más acomodados de la sociedad. Estas dinámicas conflictivas se expresaron de distintas formas, ya sea entre soldado raso y alto mando o primera línea y retaguardia, y muchas veces contenían la construcción de significados a partir de roles de género, en particular de la dinámica varonil-afeminado.

Un ejemplo de estas relaciones conflictivas en la jerarquía militar es la foto del general Alexander Patch y el médico Robert J. Franklin, cuya condecoración con la Silver Star se llevó a cabo de manera peculiar. Franklin anotó detrás de la foto “Patch está en el tablón; yo, en el barro” (Roberts, 2023: 83), haciendo referencia al tablón dispuesto para que Patch no tocara el barro y luciera pulcro, mientras Robert, ya sucio, era diferenciado del general.

Puro Sufrimiento es un texto que permite adentrarse en la experiencia sensorial del soldado de infantería para demostrar que la guerra no es solo estrategia y que las acciones, ordenadas por unos y acatadas por otros, están lejos de ser heroicas y honorables, lo que rompe con la idealización del soldado, quien aterriza a una experiencia brutal y gráfica entre muertos, barros y estrés. Escrito tanto para el académico como para el lector recreativo, el libro restaca temáticas muchas veces ignoradas por la historiografía, mostrando la historia corporal desde la perspectiva de los propios soldados y la construcción de significados y cultura a partir de lo que sienten sus cuerpos y de las sensaciones que forman parte de una diferenciación jerárquica que configura la vivencia de la infantería como distinta a la de sus superiores, pero similar a la de otros infantes independientemente de la nacionalidad.



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