La Guerra Fría latinoamericana y sus historiografías


Vanni Pettinà (ed.) (2023)

Madrid: Universidad Autónoma de Madrid – Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, 259 pp.


Esteban Darío Barral


Escuela Superior de Guerra – Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF), Argentina

dariobarral@hotmail.com


L a Guerra Fría significó un choque indirecto entre dos grandes superpotencias: por un lado, los Estados Unidos y, por el otro, la Unión Soviética. Mucho se ha escrito sobre los conflictos que se produjeron durante dicho enfrentamiento, que podemos limitar temporalmente al período 1946-1989, solo para mensurarlo, pero muy poca ha sido la producción historiográfica latinoamericana sobre la denominada Guerra Fría. A esto nos quiere hacer llegar Vanni Pettinà en su trabajo como editor y exponente de los estudios historiográficos sobre la Guerra Fría en Latinoamérica.

Pettinà, con la colaboración de varios historiadores especializados en el período correspondiente a la Guerra Fría, reúne una serie de trabajos que contextualizan el conflicto de una forma plural y multidisciplinar. De acuerdo con los distintos trabajos realizados, muy poca bibliografía especializada en la Guerra Fría era producto de autores regionales; la mayoría de los estudios correspondían a anglosajones, es decir, autores extra-regionales, cuya mirada sobre el gran conflicto global era muy particular y subjetiva. Esto conduce al siguiente interrogante: ¿por qué la Guerra Fría tiene poca representación en los debates historiográficos de la región? Frente a esta pregunta, una serie de historiadoras e historiadores han intentado, de alguna manera, ordenar las investigaciones en base a determinados criterios, como la concentración en historiografías escritas en idiomas distintos al inglés, los puntos de contacto de dichas historiografías en el contexto internacional, la pertinencia de estos trabajos y su evolución.

La obra de Pettinà cuenta con el aporte de ocho especialistas en la temática y está estructurada en siete partes, que podríamos denominar capítulos, aunque no está dividida de esa manera. El libro es un gran trabajo sobre la historiografía latinoamericana de la Guerra Fría. El alcance del estudio intenta cubrir los aspectos más abarcativos de la historiografía de la región correspondiente a uno de los períodos más controvertidos de la historia de América Latina.

En Latinoamérica, el conflicto político posterior a la Segunda Guerra Mundial asumió una forma distinta a la que tomó en Europa, Asia u otras partes del mundo. Las políticas regionales, con sus particularidades, vieron la Guerra Fría desde un punto de vista político que enfatizó la tensión comunismo-anticomunismo. Mucho de esto tiene que ver con la política global de Estados Unidos y su relación con los gobiernos regionales. Marcelo Casals expone que la noción de Guerra Fría en los estudios regionales rara vez fue utilizada como marco de interpretación antes de la caída de la URSS y “habría que esperar hasta iniciado el siglo XXI para que desde la historiografía política se empezara a estudiar la experiencia latinoamericana en la categoría de análisis de la Guerra Fría” (24), planteando también un debate coyuntural sobre el inicio y la finalización de dicho conflicto. Las visiones ideológicas marcarían también los trabajos locales y además habría una especie de visión global marcada por ciertos hechos históricos, como la revolución cubana. Asimismo, la llamada “historia reciente” se llegó a apropiar, siguiendo a Casals, de la reivindicación y la memoria. Esto, por un lado, lleva a tener en cuenta que la misma tendría una visión particular y en algunos casos subjetiva, en tanto que también destaca el esfuerzo puesto por los mismos historiadores para poder iniciar de una u otra forma un estudio sobre las implicancias de la Guerra Fría en la región.

Entender la Guerra Fría desde su inicio también ha sido un problema a debatir, ya que el inicio y la finalización del conflicto son objeto de muchas diferencias entre los historiadores. Para algunos, como el mismo Pettinà, la Guerra Fría se inicia con la teoría de la contención a fines de la década de 1940, en tanto para otros, como Tania Hamer, el comienzo se puede fechar entre la revolución mexicana y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. La finalización, dirá Casals, es mucho más clara, ya que con la caída de la URSS se logró el retorno de las democracias en América Latina. Para otros historiadores, como Booth, la Guerra Fría no dejaba de ser una articulación de conflictos que tenían sus orígenes probablemente en la época colonial, en el siglo XIX, y que se exacerbaron con distintos grados de violencia en la segunda mitad del siglo XX. Suponía también un análisis de procesos político-sociales con experiencias similares en otras regiones.

El género y las sexualidades, según Valeria Manzano, fueron abordados por la historiografía en base a tres áreas: la revisión de las investigaciones centradas en la sexualidad relacionadas con la historia del género, las familias y la política; los movimientos feministas y de liberación homosexual; y los trabajos basados en la militancia. La autora investiga sobre las áreas que mayor incidencia han tenido en el estudio de la sexualidad y el género, refiriéndose a trabajos como los de Laura Briggs, en los cuales la investigadora pudo analizar al “imperialismo” norteamericano en Puerto Rico desde las perspectivas raciales y sexuales. También aborda las diferentes discusiones y los cruces que se han producido en la historiografía sobre la relación del género y la sexualidad con el control de la natalidad. Como algo más reciente, se incorpora el abordaje de la historiografía –escasa de por sí, pero creciente en la actualidad– sobre los movimientos feministas y homosexuales, dando ya lugar a una historiografía moderna y acorde a los tiempos actuales.

Si tuviéramos que delimitar un período de la Guerra Fría, entre 1945 con el final de la Segunda Guerra Mundial y 1989 con la caída de la URSS, gran parte de la historiografía estuvo basada en la militancia política, dejando de lado otros aspectos, que han sido tan importantes como los relacionados a la política exterior. Rafael Loris y Felipe Loureiro establecen una serie de contradicciones que tienen relación con las intervenciones estadounidenses regionales y, por otro lado, con las diversas manifestaciones movilizadas contra el statu quo imperante. Para los autores, la historiografía de la Guerra Fría carece de un mayor reconocimiento del papel transformador que tuvieron en la región las nuevas ideas, proyectos y políticas públicas vinculados al desarrollo nacional acelerado (95).

La Guerra Fría fue un conflicto básicamente ideológico. La influencia de la guerra subversiva y revolucionaria mantuvo la historiografía desde la particularidad específica y, según Julieta Rostica, ante la visión bipolar se optó por incorporar una mirada transnacional. Para ella, la historiografía había tenido un cierto vínculo con la construcción de la nación y el nacimiento de los estados modernos en la América poscolonial del siglo XIX. Más tarde, la Guerra Fría posibilitaría, en base a una serie de transformaciones, la creación de “zonas de contacto” o de espacios transnacionales que permitieron una real interacción regional.

La relación de la guerra y la religión ha sido siempre abordada desde el impacto que esta última tiene sobre las visiones políticas regionales. Massimo de Giuseppe aborda la religión y las diferentes perspectivas historiográficas, los lazos que se tienden y la influencia que la religión ha supuesto en un conflicto demasiado largo y atravesado por discrepancias sociales, políticas y religiosas. Para Giuseppe, hay una tradición historiográfica que se ha ido consolidando con el tiempo que va desde las relaciones europeas y nacionales hasta la relación de la Iglesia con el modo de vida “americano”, aunque con las particularidades propias de cada caso. El autor buscará en la historiografía latinoamericana la visión que se tiene de las regiones y que se inicia en el siglo pasado. El predominio de la historiografía europea –refiriéndose básicamente a la italiana y latina por sobre la anglosajona– estaría relacionado con la variedad de archivos y redes de estudio, que incluyen la apertura de los archivos vaticanos en las décadas de 1940 y 1950. Además, tendría que contarse la influencia cultural que ha sido un elemento importante para este entrecruzamiento de datos y trabajos transnacionales.

Otra articulación posible entre la historia intelectual de la Guerra Fría y la izquierda es la que aparece en los periodos anterior y posterior a la caída del muro de Berlín. Rafael Rojas en última instancia aborda la problemática entre las izquierdas latinoamericanas y un tipo de guerra totalmente distinta a las dos conflagraciones anteriores. La presencia de armas nucleares estratégicas hacía imposible un enfrentamiento bélico “caliente” entre las grandes superpotencias, lo que hizo que la “frialdad” marcara el compás del conflicto. Teorías como la de la contención y de la disuasión no podían dejar de lado el problema ideológico que, en definitiva, marcaría la Guerra Fría durante toda su extensión. Pensar la Guerra Fría sin el contexto ideológico y el marco que este brindaba sería descontextualizarla y no comprender la batalla ideológica que enfrentaba al liberalismo democrático y a las socialdemocracias contra las denominadas democracias populares socialistas.

La historiografía sobre la Guerra Fría latinoamericana se encuentra actualmente en expansión y el trabajo de Pettinà es, por lo tanto, un gran aporte a la comprensión de la cuestión. Tal vez, incluso, una nueva forma de ver el fenómeno desde una perspectiva plural y multidisciplinaria.